1. CERVANTES Y EL QUIJOTE

Jesús Gallego Montero DEPARTAMENTO DE LENGUA Y LITERATURA LITERATURA. 1º BACHILLERATO 1. CERVANTES Y EL QUIJOTE 1.1. PUBLICACIÓN DE Don Quijote de ...
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Jesús Gallego Montero

DEPARTAMENTO DE LENGUA Y LITERATURA LITERATURA. 1º BACHILLERATO

1. CERVANTES Y EL QUIJOTE 1.1.

PUBLICACIÓN DE Don Quijote de la Mancha

La primera edición de Don Quijote de la Mancha es de 1605. Al finalizar, Cervantes plantea la idea de que quizá tuviera continuación la vida de don Quijote, personaje que quedaba reposando en su casa y era cuidado de aquel desvarío que afectaba a su raciocinio. La segunda parte del libro aparece en 1615. Entre la primera y la segunda, Cervantes aprovecha la popularidad que le dio la primera parte de 1605 para publicar otras obras. Pasan, pues, entre parte y parte, diez años; pero un año antes de la publicación de la segunda parte hay un hecho curioso: en 1614, un escritor que se dice llamar Alonso de Avellaneda escribe otro Quijote, intentando así robarle el éxito a Cervantes. 1.2.

El QUIJOTE DE AVELLANEDA (1614)

Este nombre fingido esconde un personaje que debía ser enemigo de Cervantes. El hispanista Martín de Riquer considera que puede ser un tal Jerónimo de Pasamonte, personaje que en el Quijote de Cervantes aparece representado por el galeote y pícaro Ginés de Pasamonte. Avellaneda intentó robarle el éxito a Cervantes en 1614. Este se apresura a publicar en 1615 la segunda parte del Quijote, denunciando en el prólogo del libro a Avellaneda. Curiosamente se da una paradoja: gran parte de la grandeza de esta segunda parte se debe al Quijote de Avellaneda, ya que la imitación provocó una profunda reflexión literaria. 1.3.

ALGUNOS TEMAS IMPORTANTES DEL QUIJOTE

A) Propósito literario de denuncia La historia de don Quijote es la historia de un personaje que ha perdido el juicio por leer muchos libros de caballería. Como consecuencia de esto, se puede

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leer el libro como una sátira hacia ese tipo de libros de caballería. Cervantes los consideraba de mal gusto; para él, estos libros, desde el punto de vista estético, estaban mal concebidos y podían deformar el gusto del lector debido a su inverosimilitud. Cervantes creía en la literatura verosímil (no identifiquemos verosímil con realista, son cosas distintas), y para él las historias de los caballeros andantes medievales eran inapropiadas, eran mentirosas. Además de lo anterior, el tema de la denuncia literaria hay que entenderla a partir del propio personaje don Quijote, ya que es la historia de un loco libresco (que se vuelve enfermo por leer libros), y a partir de ahí tenemos en el Quijote toda una amplísima visión del mundo literario de la época de Cervantes. B) El tema del perspectivismo y la realidad de las apariencias: Se trata de un tema muy recurrente en el siglo XVII: el ser o no ser (recordemos a Shakespeare) o la realidad de las apariencias. Este tema lo transmite Cervantes de muchas maneras. Por ejemplo: -

¿Quién es el autor del libro? No lo sabemos muy bien, porque existen varios autores, varios narradores. Cervantes deja en su libro a varios narradores, porque sabe que el punto de vista único de la picaresca da una visión peligrosa. Prefiere distintos puntos de vista en la novela, distintas realidades, porque sabe que cada hombre y cada lector es una realidad distinta.

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¿Es don Quijote un verdadero loco? Diríamos que padece un tipo de esquizofrenia especial, ya que sólo se comporta como un loco cuando piensa y actúa como un caballero andante de la Edad Media. Pero cuando se aleja de esta perspectiva, es un maravilloso personaje, un verdadero hombre lleno de sabiduría. Hay en este loco, por lo tanto, una doble mirada, es decir, perspectivismo. Un personaje que causa risa, pero también tristeza, un personaje loco, sí, pero encantadoramente crítico con la sociedad de Cervantes, porque es la historia de un loco que piensa como un caballero andante pero que se pasea por una España real, no fantástica.

C) El tema de la libertad: Cervantes toca este tema en su obra especialmente debido a las circunstancias de su propia vida (recordemos que sufrió varias prisiones).

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Aparece especialmente en el episodio de la liberación de los galeotes. Aquí de nuevo se ven las dos caras de la realidad. Don Quijote y Sancho se encuentran con un grupo de galeotes que, encadenados, caminan con los alguaciles hacia las galeras. Al verlos don Quijote, sin atender a las razones de Sancho, los libera. Sancho defiende la justicia del Rey y don Quijote cree en dar libertad a aquellos que van “mal de su agrado”. La visión de Sancho admite la visión civil; la visión de don Quijote no ve más que el bien y el mal, y su orden de caballería no ve más que donde llega la libertad de los oprimidos. El tema de la libertad aparece también en el episodio de la pastora Marcela. Cervantes plantea aquí la necesidad de que la mujer sea libre a la hora de elegir su futuro. Para Cervantes, en contra de la opinión general de su tiempo, la mujer tiene derecho a elegir con quién ha de casarse, es decir, debe ser libre. Volvemos a encontrar el tema de la libertad cuando Cervantes nos cuenta los encuentros de don Quijote y Sancho con los moriscos. Este tema se toca dos veces: -

Cuando Sancho se encuentra en el camino con un antiguo vecino morisco que fue expulsado de España y que intenta regresar a su tierra clandestinamente vestido de peregrino. Sancho lo recibe amistosamente, se preocupa por él y entiende la nostalgia de su vecino morisco.

-

Cuando Cervantes introduce en el Quijote las novelas de moriscos.

En los dos casos notamos cómo Cervantes muestra un tema candente en la época: la expulsión de los moriscos (1609). Cervantes considera la expulsión de la siguiente manera: hasta qué punto era lícito expulsar a este grupo, no sólo por el dolor que se le producía, sino también por el perjuicio económico del país. 1.4. -

PERSONAJES PRINCIPALES

DON QUIJOTE: Es descrito por Cervantes en el primer capítulo situado en el estamento de hidalgo (escasos bienes), con mucho tiempo libre, que pasa siempre leyendo. Este exceso le lleva a la locura. Es un personaje idealista y utópico, buen conocedor de la literatura de su tiempo. Un loco sabio. Ya hemos comentado más aspectos de su personalidad arriba.

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SANCHO PANZA: Cervantes no introduce a Sancho hasta el capítulo VII. Nos dice de él que es un personaje rústico que acompañará a don Quijote como escudero. No es idealista, sino pragmático. El interés del personaje Sancho radica en su curiosa evolución. Sancho crece en protagonismo según avanza la novela, hasta el punto de que ese protagonismo se lo reparten entre caballero y escudero. Es decir, de un personaje simple, no letrado, susceptible de ser engañado, capaz de creerse que va a ser premiado por don Quijote con la “ínsula Barataria”, se pasa al final de la novela a un personaje más sabio, más discreto y mucho más interesante. Todo ello motivado por el contacto con don Quijote. En resumen, Sancho sufre un proceso de quijotización. Lo curioso es que el sabio don Quijote también aprende de Sancho. En las

últimas páginas nos damos cuenta que don Quijote ha sufrido un proceso de sanchificación. Sancho y Quijote se han ido impregnando uno de otro en la segunda parte del libro. Cervantes, además, de manera muy hábil ha puesto a esta pareja tan contradictoria como personajes principales para marcar aún más el perspectivismo, la doble visión de la realidad.

2. TEXTO PARA COMENTAR No le parecieron bien al ventero las burlas de su huésped, y determinó abreviar y darle la negra orden de caballería luego, antes que otra desgracia sucediese. Y, así, llegándose a él, se desculpó de la insolencia que aquella gente baja con él había usado, sin que él supiese cosa alguna, pero que bien castigados quedaban de su atrevimiento. Díjole cómo ya le había dicho que en aquel castillo no había capilla, y para lo que restaba de hacer tampoco era necesaria, que todo el toque de quedar armado caballero consistía en la pescozada y en el espaldarazo, según él tenía noticia del ceremonial de la orden, y que aquello en mitad de un campo se podía hacer, y que ya había cumplido con lo que tocaba al velar de las armas, que con solas dos horas de vela se cumplía, cuanto más que él había estado más de cuatro. Todo se lo creyó don Quijote, que él estaba allí pronto para obedecerle, y que concluyese con la mayor brevedad que pudiese, porque, si fuese otra vez acometido y se viese armado caballero, no pensaba dejar persona viva en el castillo, eceto aquellas que él mandase, a quien por su respeto dejaría.

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Advertido y medroso desto el castellano, trujo luego un libro donde asentaba la paja y cebada que daba a los arrieros, y con un cabo de vela que le traía un muchacho, y con las dos ya dichas doncellas, se vino adonde don Quijote estaba, al cual mandó hincar de rodillas; y, leyendo en su manual, como que decía alguna devota oración, en mitad de la leyenda alzó la mano y diole sobre el cuello un buen golpe, y tras él, con su mesma espada, un gentil espaldarazo, siempre murmurando entre dientes, como que rezaba. Hecho esto, mandó a una de aquellas damas que le ciñese la espada, la cual lo hizo con mucha desenvoltura y discreción, porque no fuese menester poca para no reventar de risa a cada punto de las ceremonias; pero las proezas que ya habían visto del novel caballero les tenía la risa a raya. Al ceñirle la espada dijo la buena señora: —Dios haga a vuestra merced muy venturoso caballero y le dé ventura en lides. Don Quijote le preguntó cómo se llamaba, porque él supiese de allí adelante a quién quedaba obligado por la merced recibida, porque pensaba darle alguna parte de la honra que alcanzase por el valor de su brazo. Ella respondió con mucha humildad que se llamaba la Tolosa, y que era hija de un remendón natural de Toledo, que vivía a las tendillas de Sancho Bienaya, y que dondequiera que ella estuviese le serviría y le tendría por señor. Don Quijote le replicó que, por su amor, le hiciese merced que de allí adelante se pusiese don y se llamase “doña Tolosa”. Ella se lo prometió, y la otra le calzó la espuela, con la cual le pasó casi el mismo coloquio que con la de la espada. Preguntóle su nombre, y dijo que se llamaba la Molinera y que era hija de un honrado molinero de Antequera; a la cual también rogó don Quijote que se pusiese don, y se llamase “doña Molinera”, ofreciéndole nuevos servicios y mercedes. Hechas, pues, de golpe y aprisa las hasta allí nunca vistas ceremonias, no vio la hora don Quijote de verse a caballo y salir buscando las aventuras y, ensillando luego a Rocinante, subió en él, y abrazando a su huésped, le dijo cosas tan extrañas, agradeciéndole la merced de haberle armado caballero, que no es posible acertar a referirlas. El ventero, por verle ya fuera de la venta, con no menos retóricas, aunque con más breves palabras, respondió a las suyas y, sin pedirle la costa de la posada, le dejó ir a la buen hora. Miguel de Cervantes Saavedra, Don Quijote de la Mancha, ed. del Instituto Cervantes dirigida por Francisco Rico, con la colaboración de Joaquín Forradellas, estudio preliminar de Fernando Lázaro Carreter, Barcelona, Instituto Cervantes – Crítica, 1998, pp. 59-62.

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3. EL TEATRO DE CERVANTES IDEAS PRINCIPALES OBTENIDAS DEL PRÓLOGO DE CERVANTES A SU OBRA Ocho comedias y ocho entremeses nuevos nunca representados (1615) El teatro fue la gran vocación de Cervantes; sin embargo fue escasa su fortuna. En su teatro caben dos etapas: 1ª) Un teatro inicial que realiza tras su regreso de Argel (hacia la década de 1580) en el que imita el teatro grecolatino, con temas nobles, verosímiles y sujeto a las famosas unidades aristotélicas (unidad de acción, de espacio y de tiempo). Obras: La Numancia y Los tratos de Argel. En estas obras intervienen junto a los personajes las llamadas figuras alegóricas como personajes (la Fama, la Guerra, la Prudencia, etc.). 2ª) Una segunda etapa (en los primeros años del siglo XVII) en la que Cervantes trata de imitar la fórmula del teatro de Lope de Vega, un teatro con una mayor espectacularidad y que no suele respetar la regla aristotélica de las tres unidades. Su idea del teatro se puede obtener de la lectura del prólogo de Ocho comedias y ocho entremeses nuevos nunca representados, obra editada en 1615. El propio título nos indica que su teatro no fue aceptado por los directores de comedias para ser representado; preferían el teatro nuevo del “monstruo de la naturaleza”: Lope de Vega.

4. TEXTO PRÓLOGO AL LECTOR No puedo dejar, lector carísimo, de suplicarte me perdones si vieres que en este prólogo salgo algún tanto de mi acostumbrada modestia. Los días pasados me hallé en una conversación de amigos, donde se trató de comedias y de las cosas a ellas concernientes, y de tal manera las subtilizaron y atildaron, que, a mi parecer, vinieron a quedar en punto de toda perfección. Tratóse también de quién fue el primero que en España las sacó de mantillas y las puso en toldo y vistió de gala y apariencia; yo, como el más viejo que allí estaba, dije que me acordaba de haber visto representar al gran Lope de Rueda, varón insigne en la representación y en el entendimiento. Fue natural de Sevilla y de oficio batihoja, que quiere decir de los que hacen panes de oro; fue admirable en la poesía pastoril, y en este modo, ni entonces ni después acá ninguno le ha llevado ventaja; y aunque por ser

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muchacho yo entonces, no podía hacer juicio firme de la bondad de sus versos, por algunos que me quedaron en la memoria, vistos agora en la edad madura que tengo, hallo de ser verdad lo que he dicho; y si no fuera por no salir del propósito del prólogo, pusiera aquí algunos que acreditaran esta verdad. En el tiempo deste célebre español, todos los aparatos de un autor de comedias se encerraban en un costal y se cifraban en cuatro pellicos blancos guarnecidos de guadamecí dorado y en cuatro barbas y cabelleras y cuatro cayados, poco más o menos. Las comedias eran unos coloquios, como églogas, entre dos otres pastores y alguna pastora; aderezábanlas y dilatábanlas con dos o tres entremeses, ya de negra, ya de rufián, ya de bobo y ya de vizcaíno: que todas estas cuatro figuras y otras muchas hacía el tal Lope, con la mayor excelencia y propriedad que pudiera imaginarse. No había en aquel tiempo tramoyas, ni desafíos de moros y cristianos, a pie ni a caballo; no había figura que saliese o pareciese salir del centro de la tierra por lo hueco del teatro, al cual componían cuatro bancos en cuadro y cuatro o seis tablas encima, con que se levantaba del suelo cuatro palmos; ni menos bajaban del cielo nubes con ángeles o con almas. El adorno del teatro era una manta vieja, tirada con dos cordeles de una parte a otra, que hacía lo que llaman vestuario, detrás de la cual estaban los músicos, cantando sin guitarra algún romance antiguo. Murió Lope de Rueda, y por hombre excelente y famoso le enterraron en la iglesia mayor de Códoba (donde murió). Sucedió a Lope de Rueda, Navarro, natural de Toledo, el cual fue famoso en hacer la figura de un rufián cobarde; este levantó algún tanto más el adorno de las comedias y mudó el costal de vestidos en cofres y en baúles; sacó la música, que antes cantaba detrás de la manta, al teatro público; quitó las barbas de los farsantes, que hasta entonces ninguno representaba sin barba postiza, y hizo que todos representasen a cureña rasa, si no era los que habían de representar los viejos o otras figuras que pidiesen mudanza de rostro; inventó tramoyas, nueves, truenos y relámpagos, desafíos y batallas; pero esto no llegó al sublime punto en que está agora. Y esto es verdad que no se me puede contradecir, y aquí entra el salir yo de los límites de mi llaneza: que se vieron en los teatros de Madrid representar Los tratos de Argel, que yo compuse; La destruición de Numancia y La batalla naval; donde me atreví a reducir las comedias a tres jornadas, de cinco que tenían; mostré, o, por mejor decir, fui el primero que representase las imaginaciones y los pensamientos escondidos del alma, sacando figuras morales al teatro, con general y gustoso aplauso de los oyentes; compuse en este tiempo hasta veinte comedias o treinta, que todas ellas se recitaron sin que se les ofreciese ofrenda de pepinos ni de otra cosa arrojadiza; corrieron su carrera sin

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silbos, gritas ni barahundas. Tuve otras cosas en que ocuparme; dejé la pluma y las comedias, y entró luego el monstruo de la naturaleza, el gran Lope de Vega, y alzóse con la monarquía cómica. Avasalló y puso debajo de su juridición a todos los farsantes; llenó el mundo de comedias proprias, felices y bien razonadas, y tantas que pasan de diez mil pliegos los que tiene escritos, y todas, que es una de las mayores cosas que puede decirse, las ha visto representar o oído decir por lo menos que se han representado; y si algunos, que hay muchos, han querido entrar a la parte y gloria de sus trabajos, todos juntos no llegan en lo que han escrito a la mitad de lo que él solo […] Algunos años ha que volví yo a mi antigua ociosidad, y pensando que aún duraban los siglos donde corrían mis alabanzas, volví a componer algunas comedias; pero no hallé pájaros en los nidos de antaño; quiero decir que no hallé autor que me las pidiese, puesto que sabían que las tenía, y así las arrinconé en un cofre y las consagré y condené al perpetuo silencio. En esta sazón me dijo un librero que él me las comprara si un autor de título no le hubiera dicho que de mi prosa se podía esperar mucho, pero que del verso nada; y si va a decir verdad, cierto que me dio pesadumbre el oírlo y dije entre mí: “O yo me he mudado en otro, o los tiempos se han mejorado mucho; sucediendo siempre al revés, pues siempre se alaban los pasados tiempos”. Torné a pasar los ojos por mis comedias y por algunos entremeses míos que con ellas estaban arrinconados, y vi no ser tan malos que no mereciesen salir de las tinieblas del ingenio de aquel autor a la luz de otros autores menos escrupulosos y más entendidos. Aburríme y vendíselas al tal librero, que las ha puesto en la estampa como aquí te las ofrece; él me las pagó razonablemente; yo cogí mi dinero con suavidad, sin tener cuenta con dimes ni diretes de recitantes […]

Miguel de Cervantes Saavedra, Teatro completo, ed. Florencio Sevilla y Antonio Rey Hazas, Barcelona, Planeta, 1987, pp. 7-12.

IDEAS DEL PRÓLOGO 1) En este prólogo Cervantes nos habla del teatro que había visto representar cuando era joven. Nos dice cuál era la figura más importante del teatro en su niñez: Lope de Rueda, autor de comedias y de pasos (entremeses). 2) Nos muestra, además, lo rudimentario que era este teatro de Lope de Rueda en cuanto al atrezzo (escenografía). No había espectacularidad, no había tramoya como posteriormente con Lope de Vega.

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3) Las comedias entonces, dice Cervantes, eran como églogas entre pastores, y los entremeses eran ya de “bobo”, de “vizcaíno”, de “rufián cobarde”, de “negra”, etc., es decir, personajes tipos o figuras. 4) Además, Lope de Rueda era muy polifacético, porque lo hacía todo en el teatro: era autor, director, representante, cómico, etc. 5) Cervantes se sitúa entonces con el teatro de Lope de Rueda. Nos dice también que él mismo, en su primera época de teatro no espectacular, hizo algunas obras, como La Numancia, en la que introdujo figuras alegóricas como

personajes,

que

son

personajes abstractos que

representan

determinadas cualidades. A Cervantes le interesa manifestar que fue autor de teatro en su juventud y que entonces fue aceptado por el público. 6) Pero tras contarnos esta su primera época teatral, viene a decirnos después que llegó “el monstruo de la naturaleza”, es decir, Lope de Vega, quien con su nuevo estilo y tipo de teatro se hizo con el mando del teatro. Cervantes muestra admiración aparente hacia Lope de Vega. Sabe perfectamente que Lope es un genio y que su fórmula teatral gusta al público, aunque es verdad que Cervantes no quiere hacer el teatro que instaura Lope. Sin embargo, acepta a regañadientes su teatro y realizará algunas obras según los presupuestos de Lope; por eso en algunas obras de teatro cervantinas últimas observamos que no se respeta la regla de las tres unidades.

5. BIBLIOGRAFÍA RECOMENDADA CANAVAGGIO, Jean, Cervantes, Madrid, Espasa, 1997. CERVANTES SAAVEDRA, Miguel de, Teatro completo, ed. Florencio Sevilla y Antonio Rey Hazas, Barcelona, Planeta, 1987. CERVANTES SAAVEDRA, Miguel de, Don Quijote de la Mancha, ed. del Instituto Cervantes dirigida por Francisco Rico, con la colaboración de Joaquín Forradellas, estudio preliminar de Fernando Lázaro Carreter, Barcelona, Instituto Cervantes – Crítica, 1998.

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FERNÁNDEZ DE AVELLANEDA, Alonso, El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, ed. Luis Gómez Canseco, Madrid, Biblioteca Nueva, 2000. RIQUER Y MORERA, Martín de, Cervantes, Passamonte y Avellaneda, Barcelona, Sirmio, 1988. RILEY, E. C., Introducción al Quijote, traducción de Enrique Torner, Barcelona, Crítica, 1990. TRAPIELLO, Andrés, Las vidas de Miguel de Cervantes, Barcelona, Planeta, 1993.

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