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ARQUITECTURA DE LAS ORGANIZACIONES LA EXPERIENCIA DEL MOVIMIENTO DE OCUPANTES E INQUILINOS

Ariel Jacubovich Las organizaciones sociales vienen impulsando políticas de vivienda y hábitat popular que tienden a ocupar los vacíos dejados por el Estado en tales iniciativas. El MOI es un caso particular donde la forma precisa de la organización y la arquitectura de las viviendas se entrelazan de tal manera que logra generar una maquinaria de producción. Ahondar en las especificidades y la complejidad de dicha maquinaria es lo que nos propusimos en este artículo.

El derecho a la ciudad y el derecho a la vivienda vienen siendo reclamados por las organizaciones sociales como dos esferas interconectadas de un mismo problema. Construir viviendas donde no hay acceso a nuevos vínculos sociales, opciones de trabajo y a los servicios y oportunidades que suele proveer la trama compleja en los centros de las ciudades, termina dando forma a situaciones de desigualdad de los suburbios marginales. El derecho a la ciudad se proclama como el derecho a habitar la ciudad, a la vivienda, a una mejor calidad de vida. Es, además, el derecho a la ciudadanía, a la democracia y a la toma de decisiones. Sin embargo, el derecho a la ciudad no parece estar naturalizado en el contexto actual de la sociedad, sino que se presenta como algo que requiere realizar una acción, movilizar fuerzas y activar mecanismos que permitan su concreción. La falta de inversión y de políticas por parte del Estado sumada a la falta de regulación sobre los valores del suelo, pareciera dejar librada a la especulación inmobiliaria y a otros intereses del mercado la definición de los procesos de transformación de la ciudad. Pero esta situación también permite el surgimiento de iniciativas colectivas desde la esfera civil. Estos vacíos pueden ser vistos como una oportunidad de acción para la iniciativa de diferentes actores sociales, experiencias de autogestión donde el Estado participa como un actor más dentro de la dinámica urbana. 44 / (Organizar) UR

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El MOI (Movimiento de Ocupantes e Inquilinos), como agrupación que reivindica el derecho a la vivienda, viene desarrollando a lo largo del tiempo un complejo sistema de cooperativas autogestionarias para la construcción de viviendas en el mismo centro de la ciudad. Surgido a fines de los ‘80 luego de una experiencia conformativa en el ex-Padelai(1), se desarrolló empujado por la situación de miles de personas que viven en condiciones precarias, fundamentalmente en edificios ocupados. Este fenómeno de la ocupación que emergió significativamente a partir de los ‘80, pone en evidencia la inevitable relación entre la enorme cantidad de edificios vacíos en la ciudad de Buenos Aires y la constante demanda de vivienda por parte de la sociedad. A través de este proceso de ocupaciones es que se fue instalando a la ciudad como escenario para la construcción de políticas urbanas tendientes a dar respuesta a la problemática de la vivienda, pero dentro de las mismas áreas centrales(2). La organización del MOI y su dinámica en la producción de hábitat popular se sustenta sobre la base de prácticas autogestivas y cooperativas. Estas lógicas se presentan como instrumentos fundamentales y como forma de organización desde la sociedad ante la falta de políticas activas por parte del Estado para dar respuesta a demandas urgentes. Pero también se puede entender la autogestión como una forma específica de producir ciudad, una donde el diálogo y la cooperación son fundamentales para que emerja su dinámica, y donde esa acción a la vez va configurando la ciudad misma.

Adrián de la Cooperativa La Fábrica

Chola (Noemí) de la Cooperativa Yatay

Tito Leiva de la Cooperativa Yatay

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ORDEN CONSTITUYENTE: LEY, PROPIEDAD COLECTIVA, COOPERATIVAS Uno de los logros fundamentales del MOI es haber impulsado y desarrollado la Ley 341 de la ciudad de Buenos Aires, que promueve por primera vez la financiación de cooperativas de vivienda. La misma se promulgó en el año 2000 en base a lo desarrollado por las mesas de trabajo en las que participaron ámbitos del gobierno como el IVC y organizaciones sociales autogestionarias de hábitat, fundamentalmente el MOI acompañados por la Mutual de Desalojados de La Boca y delegados de la ex AU3. La Comisión Municipal de Vivienda pasa a ser a partir de 2001 el organismo para la aplicación de la ley. Desde entonces queda establecida la normativa que daría el marco para el desarrollo de las cooperativas de vivienda, que en la actualidad suman alrededor de 400 funcionando solo en la ciudad de Buenos Aires(3). Si bien la ley fue una herramienta fundamental para que pudieran financiarse las cooperativas y que las viviendas se construyeran, no promovía realmente como objetivo la autogestión y seguía siendo indispensable el impulso de las organizaciones civiles para que este tipo de iniciativas fueran parte del catálogo de opciones para el desarrollo de vivienda de interés social. Por tal motivo en 2002 se logró aprobar la Ley 964, modificatoria de la ley anterior, pasando de esta forma a llamarse la operatoria Programa Autogestionario de Vivienda(4). La intención actual del MOI, según el arquitecto Néstor Jeifetz quien preside del movimiento, es que la ley esté direccionada solo a procesos colectivos y que se dirija a cualquier familia sin vivienda, sin que necesariamente esté en emergencia habitacional, como por ejemplo inquilinos. La ley actualmente financia tres variables: suelo, obra y apoyatura profesional; y se pretende que también financie equipamiento colectivo.

Una de las prerrogativas del MOI es que la propiedad debe permanecer en todo momento en manos de las cooperativas, evitando que termine dividiéndose entre sus integrantes en base a la subdivisión posterior. Esto permite que las cooperativas no solo se formen como un instrumento para la construcción sino que se mantengan en el tiempo como una forma de vida en comunidad. La importancia dada a la propiedad colectiva tiene consecuencias en diferentes fases a la hora de su implementación. Por ejemplo, se establece entre los integrantes un acuerdo de uso de por vida para el grupo familiar, facilitando la continuidad hacia los hijos. Llegado el caso de que se decida dejar la vivienda, la cooperativa se hace cargo de devolver la totalidad de los recursos invertidos, tanto económicos como de trabajo. Pareciera ser que si es a través de las cooperativas que el grupo accede a soluciones posibles a la problemática de la vivienda es fortaleciéndolas como estrategia, lo que permite transitar todo el proceso. Aunque también se basa en una posición ideológica. No por nada el sistema adoptado como estructura de las cooperativas es el de la ayuda mutua, es decir que los integrantes no solo tienen que aportar ingresos sino también trabajo, participando de las tareas requeridas. Hasta el año 1998 el MOI se caracterizó por tener la iniciativa en la conformación de las cooperativas. Primero eran ellos los que iban a los edificios ocupados con la intención de lograr que se organicen como cooperativa para reclamar los derechos dominiales de la propiedad. Así intervinieron en el ex Padelai, con el primer intento de regularización dominial a través de procesos autogestionarios. Y luego en la cooperativa La Unión, ubicada entre Puerto Madero y San Telmo, que devino en la primera rehabilitación edilicia, mediante procesos ejecutados por cooperativas de propiedad colectiva y ayuda mutua, también en áreas centrales de la ciudad de Buenos Aires. Actualmente las cooperativas tienen una escala de conformación que arranca de un número no menor a 25 familias. Tienen una organización en comisiones y una dinámica de trabajo bastante intensa y compleja. Cada una cuenta con un consejo administrativo que es el cuerpo 46 / (Organizar) UR

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de dirección ejecutiva, que tiene un presidente, síndico, vocales, tesorero, etc, y que se reúnen todas las semanas. De la asamblea dependen las comisiones de trabajo de la cooperativa que son tres: la de participación, la de ayuda mutua y la de aporte. Cada familia tiene que formar parte de alguna de las comisiones. Las reuniones son semanales, por mes hay cuatro del consejo, cuatro de cada una de las comisiones, cuatro de la asamblea, totalizando un mínimo de veinte reuniones. Esta dinámica absorbente es la que permite organizar los flujos de materiales y de personas, a la vez que administra las energías. Dos de las cooperativas más grandes que están actualmente en obra son El Molino, en Constitución, y la cooperativa La Fábrica en el barrio de Barracas. En ambos casos los terrenos fueron comprados por la misma organización, en el marco de la Ley 341, entre el 2001 y el 2002. Estos eran inmuebles industriales de dimensiones importantes que anteriormente habían funcionado como molino harinero en un caso y como la sede fabril de la editorial Amorrortu en el otro. Este último, la cooperativa La Fábrica, con un programa de 50 viviendas y equipamiento socio-comunitario fue la primer experiencia dentro del MOI en la que se incorporó entre sus integrantes a trabajadores formales, en el marco de la CTA. La cooperativa El Molino posee una nómina de 100 integrantes, pero como las cooperativas del MOI son por participación ese número no es del todo real, según nos aclara Carla Rodríguez(5). Por ejemplo, hay personas que se anotan en el listado inicial, participan un tiempo y luego no vuelven nunca más, esto hace que el nivel de rotación sea muy alto a lo largo de todo el proceso. A pesar de esta dinámica cambiante la arquitectura de estos emprendimientos mantiene ciertas ambiciones ligadas a la forma de producción y a la escala. Las etapas de construcción que requieren Pizarra en salón de asamblea de la Cooperativa La Fábrica grandes despliegues logísticos son resueltas generalmente por medio de la sistematización, que tiende a reducir la escala de las tareas. Es el caso de las losas de los entrepisos que están siendo construidas con bovedillas prefabricadas, realizadas por ayuda mutua fundamentalmente por mujeres. El arquitecto Barbagallo uno de los responsables de las obras comenta sobre la construcción de la cooperativa El Molino: El reciclado del edificio de la calle Solís 1973 y la obra nueva proyectada sobre la calle 15 de noviembre conformarán un complejo de 100 viviendas que, junto con sus salones comunitarios y de usos múltiples se integrarán a la vida local… Esta primera etapa habrá de comprender la construcción de 21 unidades habitacionales en dúplex localizadas en una de las tiras de los edificios existentes… Y a la que seguirá en etapas posteriores, la refuncionalización y completamiento del edificio de los silos del viejo molino y la construcción de los edificios nuevos que completan el conjunto.(6) UR (Organizar) / 47

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Cooperativas El molino, Yatay y La Fábrica

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ORGANIZACIÓN: GUARDIAS, AYUDA MUTUA, VIVIENDA TRANSITORIA, EDUCACIÓN Pero si bien las cooperativas son el núcleo fundamental sobre el que se basa todo el resto, son solo una parte del complejo sistema que montó el MOI como maquinaria de producción de hábitat. Para tratar de entender cómo funciona esta vasta organización intentaremos hacer un paneo por cada una de las instancias organizativas que ha desplegado. Las Guardias de Autogestión son la primera instancia de entrada a las cooperativas. Comenzaron a funcionar a partir del año 1998 en el local de la CTA nacional, y surgieron como un intento de lograr que la iniciativa de conformación de cooperativas surja de los mismos integrantes. Anteriormente era el MOI el que iba en busca de la gente a los edificios ocupados, los hoteles de pasajeros o las villas. En los últimos cuatro años calculan que habrán pasado unas 700 personas por las cuatro guardias del MOI, y de estas se han integrado a cooperativas alrededor de 100. Las guardias se organizan en tres momentos: dos o tres entrevistas que se llaman de ingreso, una instancia de capacitación como instrucción sobre las modalidades autogestionarias, y un tercer momento que se llama precooperativo. Este último funciona como un simulacro de práctica grupal donde se ensayan la conformación y el funcionamiento de las tres comisiones y se discute el posible convenio. Luego, a través de las jornadas de ayuda mutua comienzan a tener experiencia dentro de la cooperativa de destino. Esto es así porque las guardias son un dispositivo general del MOI que nutre las necesidades de participación de las distintas cooperativas.

Armado de losa por Ayuda Mutua en cooperativa La Fábrica

Bovedillas premoldeadas

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La Ayuda Mutua es una de las herramientas centrales en términos de organización y es en la que se expresa de forma más directa el colectivo en funcionamiento. Se basa en el aporte concreto de mano de obra por parte de los cooperativistas y su grupo familiar al proceso de obra. Así se reducen significativamente los costos a la vez que se consolidan los grupos cooperativos a través de una dinámica de trabajo. Paralelamente se desarrollan los Programas Complementarios, de manera que los esfuerzos de los cooperativistas puedan concentrarse en la construcción de las viviendas y en la consolidación de la propia cooperativa y no se pierdan en las circunstancias del presente. Funcionan como una manera de que el largo proceso de construcción de las viviendas sea sustentable en

Acceso al jardín maternal ubicado contiguo a la cooperativa El Molino

el tiempo para sus integrantes. Así, uno de los programas es el de Vivienda Transitoria, con varios edificios destinados a alojar a los cooperativistas durante largos períodos mientras duran las obras. De esta forma también se redireccionan los recursos que se destinarían al pago de habitaciones o de locaciones hacia el mismo proceso colectivo. Otra de las áreas desarrolladas por el MOI es la de educación. La misma nuclea tres vertientes que se venían desarrollando: el jardín de infantes llevado adelante por las mujeres de base cooperativista, el área de capacitación del MOI dedicada a la formación de coordinadores de guardia y el bachillerato popular. En total suman unas 80 personas que se integran en torno a un proyecto llamado Centro Educativo Integral Autogestionario (CEIA) que terminará instalándose en el edificio que se está construyendo para alojarlo dentro de la cooperativa El Molino.

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CONEXIONES CON EL EXTERIOR Y CON EL INTERIOR El MOI forma parte de una red que nuclea a distintas organizaciones de vivienda y hábitat. Es miembro de la Coalición Internacional del Hábitat (7) y pertenece también a las agrupaciones que desde la CTA luchan por el derecho a la vivienda. Pero hubo un acercamiento fundamental que fue el encuentro con la Fucvam, Federación Uruguaya de Cooperativas de Vivienda por Ayuda Mutua, que le permitió al MOI conocer una larga experiencia en construcción de viviendas por cooperativas sobre la que basar el desarrollo posterior y los modos de organizarse. Junto con ella y con varias organizaciones de diferentes países de Latinoamérica se conformó en los años ‘90 la Selvip, Secretaría Latinoamericana de la Vivienda Popular, como forma de oposición a las programas neoliberales y para desarrollar el impulso a las políticas autogestionarias. Para no quedar circunscripto solamente al soporte legal que le brinda la ley de financiación de cooperativas en la ciudad de Buenos Aires, el MOI se ha propuesto recientemente como estrategia la nacionalización de la organización. Actualmente están emprendiendo experiencias en diferentes partidos del gran Buenos Aires y en la ciudad de La Plata, así como también en la provincia de Córdoba y Santa Fe.

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1. La experiencia fundacional, en cuyo seno nace el Movimiento de Ocupantes e Inquilinos, fue la del mencionado Ex Padelai; ocupación por parte de unas 120 familias de un edificio de propiedad municipal, antiguamente el Patronato de la Infancia, localizado en el centro del Área de Preservación Histórica en el barrio de San Telmo. Esta larga trayectoria de ocupación, lucha y organización colectiva desarrollada en el sitio terminará próximamente con el desembarco en el lugar de la nueva sede del Centro Cultural de España en Buenos Aires. 2. “La ocupación en áreas centrales- que junto con las otras tipologías de hábitat popular integran un universo cercano a las 500.000 personas frente a la existencia de un parque desocupado de 150.000 unidades- plantea la necesidad de desarrollar políticas de hábitat popular que construyan un puente entre la demanda social y la existencia física. Las ocupaciones de edificios, en la ciudad central, fueron construcciones “endógenas”, de puertas adentro, masivas en su conjunto (se calcula que unos 150.000 ocupantes en estos años) pero intersticiales y dispersas (una “casa ocupada” típica alberga unas 20 familias y se encuentran en todos los barrios). Lo ocupantes buscaban inicialmente la “no visibilidad”, concientes tanto de su actitud violatoria de la “propiedad privada” como del valor del suelo central.” Néstor Jeifetz y Carla Rodríguez, La génesis del movimiento cooperativista autogestionario en la ciudad de Buenos Aires y la construcción de las políticas de hábitat popular - La experiencia del MOI -Movimiento de Ocupantes e Inquilinos. 3. Si bien el MOI nuclea a algunas de ellas, también se encuentran otras asociaciones y agrupaciones sociales trabajando dentro de esta normativa como el MTL (Movimiento Territorial de Liberación) o las Madres de Plaza de Mayo y sus emprendimientos para la producción de viviendas. De todas formas la mayoría de las cooperativas que están en funcionamiento no se encuentran asociadas a ninguna agrupación. 4. ”Esta Ley instala, por primera vez en la ciudad de Buenos Aires, a las organizaciones populares de hábitat con personería jurídica como sujetos de financiamiento, comenzando a visualizarlos -a partir de su práctica colectiva preexistente- como administradores de los recursos oficiales para la compra de sus inmuebles -consolidación del Derecho a la Ciudad- y la transformación de éstos en conjuntos habitacionales -consolidación del Derecho a La Vivienda. La normatividad autogestionaria comienza a existir.” Néstor Jeifetz y Carla Rodríguez, La génesis del movimiento cooperativista autogestionario en la ciudad de Buenos Aires y la construcción de las políticas de hábitat popular - La experiencia del MOI -Movimiento de Ocupantes e Inquilinos. 5. Según la entrevista realizada a la socióloga Carla Rodríguez el 25 de septiembre de 2008. 6. Extraído del libro MOI movimiento en movimiento, guionista y relator arq. José Barbagallo. 7. HIC, por sus siglas en inglés, organismo internacional que actúa como grupo de presión en defensa de los sin techo, a la vez que sirve como plataforma en la formulación de estrategias de los sectores no gubernamentales para incidir en el planteamiento de políticas públicas en materia de asentamientos humanos y vivienda.

BIBLIOGRAFÍA: Entrevista realizada por UR a Néstor Jeifetz el 1 de agosto de 2008. Entrevista realizada por UR a Carla Rodríguez el 25 de setiembre de 2008. Texto de la presentación de UR como coordinador de la mesa redonda Arquitectura y urbanismo: autogestión en el Tercer Encuentro Internacional de Pensamiento Urbano. Florencia Alvarez y Ariel Jacubovich. Gustavo Diéguez y Guillermo Tella, “El paradigma de la autogestión: producción social del hábitat en Argentina tras la crisis cívico-institucional de 2001”. Lectura en el X Coloquio Internacional de Geocrítica, Universidad de Barcelona, 2008. Klaus Teschner, “MOI. Lo imposible posible que no deja de sorprender”, MOI movimiento en movimiento, Buenos Aires, 2007. Néstor Jeifetz, “Algunas notas iniciales al libro del MOI”, MOI movimiento en movimiento, Buenos Aires, 2007. Raúl Zibechi, Territorios en resistencia, cartografías políticas de las periferias urbanas latinoamericanas, editorial Lavaca, Buenos Aires, 2008.

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EL UMBRAL COMO PUENTE Notas sobre la arquitectura del MOI ACERCAMIENTO Una pregunta general que se podría formular sería: ¿cuál es la arquitectura del MOI?, o más extensamente, ¿cómo es la arquitectura que se realiza dentro de esta compleja maquinaria de producción de viviendas a través de cooperativas autogestionarias? Conocimos al MOI (Movimiento de Ocupantes e Inquilinos) en las reuniones que realizamos como acercamiento previo a la participación en el Tercer Encuentro de Pensamiento Urbano(1). Primero nos reunimos en Casa Base, donde Néstor Jeifetz nos relató los orígenes y devenires de la organización y luego fuimos de visita a las obras de las cooperativas que estaban en marcha. Recorrimos tres cooperativas en el barrio de Barracas y Constitución. La Cooperativa Yatay -un complejo de 15 viviendas-, Cooperativa La Fábrica -en la ex editorial Amorrortu, frente a la sede de Casa Foa del 2005, con 50 viviendas- y finalmente, la Cooperativa El Molino -donde se están construyendo 100 viviendas en un edificio reciclado y uno nuevo, y donde está planeado que se instale la escuela de autogestión, un bachillerato y un jardín. Quedamos impresionados al corroborar que la extensión y complejidad de la organización, reconocida en el relato, soporta el desarrollo y construcción de complejos de viviendas de una escala considerable; especialmente teniendo en cuenta que se basa en la autogestión. Una escala que articula el gran tamaño de los edificios, las numerosas viviendas, la complejidad de las instancias organizativas y el extendido y paciente desarrollo a lo largo del tiempo. Las viviendas demuestran una apuesta e interés por ciertas cualidades espaciales y de arquitectura, como dúplex con doble altura, terrazas propias o ventanales altísimos, que las distancian de las habituales respuestas que desde la gestión gubernamental se suele dar al problema de la vivienda de interés social. Pero hay algo en particular en la disposición de los edificios con respecto a la ciudad, común a las diferentes cooperativas, que se vuelve tal vez la característica más destacable. A las viviendas no se ingresa directamente desde la calle, sino que se lo hace atravesando un espacio común intermedio, de vastas dimensiones. Este espacio no es solo de circulación sino que también funciona como pulmón hacia el cual miran las viviendas, como una extensión del espacio público de la ciudad hacia el interior de la manzana. En algunos casos contiene o está asociado al SUM, salón donde funcionará la asamblea de la cooperativa, órgano deliberativo fundamental para el funcionamiento de la misma. Estos espacios que devendrán plaza de juego y expansiones colectivas se convierten en piezas complejas, por la superposición de actividades y funciones, pero fundamentalmente porque articulan de una manera particular el ámbito doméstico y privado de las viviendas con el espacio público de la calle y la ciudad. Me interesa enfocar en estos lugares o umbrales expandidos. Entenderlos como una figura sustancial que permite encarar el problema de la construcción de viviendas no solo como la resolución de una necesidad individual sino fundamentalmente como la oportunidad de generar un puente con lo público. UMBRAL EXPANDIDO En una conferencia en Otterloo, Aldo Van Eyck rescata la preponderancia del umbral para la arquitectura, pretendiendo asignarle una escala de atención tal que permita reconciliar lo desligado: Hay algo más que ha estado trabajando en mi mente desde el momento en que los Smithson pronunciaron la palabra “umbral” en Aix. Desde entonces no he abandonado la idea (…) He llegado, inclusive, a identificarla, como un símbolo, con lo que la arquitectura significa como tal y con lo que debería lograr. Establecer las partes intermedias es en realidad reconciliar polaridades en conflicto. Procuremos un lugar en el que puedan intercambiarse, y habremos reestablecido el original fenómeno dual. En Dubrovnik llamé a esto “la más grande realidad del umbral”. (2)

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El umbral como espacio intermedio que reconcilia polaridades en conflicto: la naturaleza de la sociedad, el interior del exterior, la casa de la ciudad, lo público y lo privado, lo doméstico y lo político. En las cooperativas estos umbrales también son partes intermedias, pero de unas dimensiones descomunales, proponiendo que el lugar que se establece para la ligazón de estas realidades contrapuestas pase a ser el central. La importancia que el MOI asigna a estos umbrales se puede constatar también en el hecho de que lograr su existencia requiere un esfuerzo extra. La Ley 341 de financiación de cooperativas de viviendas por autogestión y su modificatoria no contemplan financiación alguna para equipamientos comunitarios, superficies comunes o funciones que no sean viviendas. La decisión de construir estos espacios se encuentra también por fuera de las lógicas del mercado que regulan el uso del suelo en la ciudad como mercancía ofrecida para su aprovechamiento y explotación. Se podría considerar la construcción de estos espacios como un gasto lujoso, un derroche suntuario que se vuelve preciado en alguna medida porque se lo construye de todas formas, a pesar de que no da respuesta a ninguna necesidad ni cumple ninguna función; por lo menos para la normativa. De esta forma, el umbral, que también se entiende como la cantidad mínima de estímulo perceptible por un sistema, es para la ley solo el monto que posibilita la construcción de una vivienda. Para estas cooperativas el umbral se expande hasta construir un espacio colectivo. VISIBILIDAD Anteponer estos espacios a las viviendas tiene probablemente una razón estratégica de visibilidad. Es ante todo lo que se ve en primera instancia, los frentes urbanos de las calles horadados por grandes apéndices del espacio público ingresando al interior de la manzana y volviendo accesibles los pulmones privados de la trama(3). Mandar al frente estos artefactos de conexión permite ganar una distancia que los hace visibles y medibles, a la vez que permite visualizar los términos de la ligazón. A semejanza de un puente, estos lugares hacen coincidir la tarea de ligar con la imagen de lo que une partes separadas(4). La articulación queda visible. Tanto para los habitantes de las cooperativas como para los vecinos del barrio, estos espacios se presentan como lugares de paso obligado: están siempre presentes como pasaje colectivo desde las viviendas a la ciudad, y también lo están visualmente desde la calle hacia las viviendas. Las alianzas que se establecen con el entorno, sean políticas, estéticas o de convivencia cotidiana, quedan ligadas así a las cualidades específicas de las cosas y los lugares. Son de alguna forma un espacio asamblea, donde pasan a estar representados tanto los actores interesados como el contexto mismo. Es también un modo de darle forma material a todo el proceso, de volver visible la estructura de las cooperativas donde la articulación y el acento sobre lo colectivo es lo que posibilita el despliegue de la organización. Ligar la arquitectura con la ciudad de esta forma, permite que la arquitectura se vuelva no solo un medio sino también una condición para el surgimiento de la cosa pública.

1. Mesa redonda sobre Arquitectura, Urbanismo y Autogestión, coordinada por UR, en el Tercer Encuentro Internacional de Pensamiento Urbano organizado por el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, agosto de 2007. 2. Aldo Van Eyck, El Umbral, conferencia en los encuentros CIAM de arquitectura moderna. Otterloo, 1959. 3. Se puede rastrear aquí la influencia que ejerció el arq. Marcos Winograd desde el Centro de Estudios del Hábitat, con los conceptos de Arquitectura-Ciudad. 4. George Simmel en el artículo “Puente y Puerta”, toma la figura del puente como objeto que evidencia la visibilidad de conexión de lo que se encuentra separado. “El puente se convierte en un valor estético en tanto que no solo lleva a cabo la ligazón de lo separado en la realidad y para la satisfacción de fines prácticos, sino en la medida en que lo hace de una forma inmediatamente visible(…) Está para la vista en una relación mucho más estrecha y mucho menos casual con las orillas que liga que, por ejemplo, una casa con su terreno y suelo, los cuales desaparecen para la vista bajo ella.”

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COOPERATIVA EL MOLINO Solís 1973, Barrio de Constitución, 100 viviendas Fotos Andrea Arrighi

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COOPERATIVA LA FÁBRICA Pasaje Icalma 2001, Barrio de Barracas, 50 viviendas Fotos Andrea Arrighi

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