ZONAS DE COMPETENCIA: EL ORIENTE MEDIO, RUSIA Y CHINA. Los Estados Unidos y Europa en el Oriente Medio. Cuestiones de competencia

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8. ZONAS DE COMPETENCIA: EL ORIENTE MEDIO, RUSIA Y CHINA

Los Estados Unidos y Europa en el Oriente Medio. Cuestiones de competencia Todo parece indicar que la nueva crisis que los Estados Unidos desataron en el Oriente Medio de seguro afectará considerablemente las relaciones entre ese país y Europa. Desde el fin de la Segunda Guerra Mundial hasta hoy, los Estados Unidos recurrieron sistemáticamente al factor militar en las relaciones internacionales cada vez que pensaban que su liderazgo mundial era amenazado por “enemigos”, así como por “aliados”. Los Estados Unidos no deseaban que el euro se convirtiera en una moneda que pudiese ejercer influencia sobre la economía mundial. Si bien aceptan la idea de un mercado único europeo, temen a la unión monetaria porque reduce el peso de la hegemonía norteamericana en el mundo. Según analistas como William Clark, “Sadam firmó su propia sentencia de muerte cuando hacia finales del 2000 decidió pasar al euro, esto es, cuando convirtió sus reservas ascendentes a 10 millardos de dólares. En ese momento, la segunda Guerra del Golfo se hizo inevitable (...) la capacidad del dólar para mantenerse firme se vio en peligro. Si los Estados Unidos no hubiesen encontrado rápidamente un remedio, el fuego se habría extendido a toda la economía y al comercio mundial”.1 En febrero de 1966, Helmut Kohl, el ex-Canciller alemán, en un discurso en la Universidad de Lovaina, Bélgica, utilizó un lenguaje sorprendentemente inusual: “La política de la integración europea es en realidad una cuestión de la guerra y la paz en el siglo XXI”. Esta declaración pública del líder alemán provocó cierta consternación. Esta misma tesis se repitió tres años más tarde, durante la agresión de la OTAN contra Yugoslavia. Año y medio después, Martin Feldstein, un economista norteamericano pro-republicano, empleó un lenguaje similar, como es obvio, desde una perspectiva norteamericana. En un ensayo publicado en Foreign 1

W. Clark: “Dollaro contro euro. Guerra di valute”, La Contraddizione, agosto, 2003.

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Affairs, Feldstein afirmó que la introducción del euro “conducirá a la discordia y a la guerra entre los mismos países europeos, y entre estos y los Estados Unidos”. En una entrevista para el periódico económico italiano más importante, Feldstein reafirmó esta perturbadora tesis. “Estoy convencido de que el peligro de guerra aumentará, en vez de disminuir, con la introducción de la Unión Monetaria y Económica. Es por ello que recomendé al gobierno norteamericano que modificara todo su enfoque de la política exterior, en vista de las serias desestabilizaciones y enfrentamientos con Europa”. No es casual entonces que Martin Feldstein2 sea hoy uno de los asesores de Bush. En 1992 el Washington Post hizo público un documento secreto del Pentágono, el infame “Informe Wolfowitz”. Este informe fue negado, pero dio lugar a controversias, sobre todo con los “aliados”. Anticipó lo que luego sería afirmado por Kohl y Feldstein. “Debemos desalentar que otras naciones industrializadas desafíen el liderazgo norteamericano y cuestionen el orden político y económico establecido. Debemos conservar una supremacía militar tal que disuada a los rivales potenciales de aspirar a un mayor papel global o regional”.3 Esto forma parte del texto del informe. No es obra del azar que Wolfowitz sea actualmente un vice-ministro y miembro muy influyente de la administración Bush. El poder político y militar se concentra hoy en sus manos, así como en las del grupo que elaboró el notorio “Proyecto de un Nuevo Siglo Norteamericano”, una especie de Mein Kampf de los grupos de poder más reaccionarios y peligrosos dentro de la clase dirigente norteamericana.4 Hasta ahora, la primacía del dólar en el control de los flujos financieros ha sido el rasgo principal del sistema en el que se sustenta la economía mundial. Esta primacía está destinada a desaparecer y a dejar espacio a un sistema que sea (por lo menos) bipolar, y dentro del cual los Estados Unidos y Europa tendrán que hallar un nuevo punto de equilibrio, o de conflicto. La subdivisión del mundo en varias zonas monetarias y económicas (el FTAA y la Unión Europea, sobre todo) es cada vez más nítida. La 2

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Martin Feldstein escribió este ensayo que aparece en el número de noviembre de 1997 de Foreign Affairs. Entrevistado en Il Sole 24 Ore, reafirmó su perturbadora tesis y dejó estupefacto a quien lo entrevistaba. El Wolfowitz Report de 1992 afirmaba explícitamente que los EE.UU. tenían que mantener una maquinaria militar tan poderosa como para desalentar las rivalidades globales o locales. Para conservar su supremacía, los Estados Unidos tenían que eliminar por la fuerza la proliferación de las armas nucleares, química o biológicas en Iraq y Corea del Norte. El documento “Proyecto para un Nuevo Siglo Norteamericano” se esbozó nueve años después que el Wolfowitz Report. Se inspira en esta filosofía (y la vuelve a proponer) saturada de supremacía militar y moral norteamericana en oposición al resto del mundo.

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decisión de desregular los mercados financieros está causando —además de las crisis financieras de 1992 en Europa, de 1995 en México, de 1997 en Asia, de 1998 en Rusia y de 1999 en Brasil—, la reducción de la importancia del dólar en la economía internacional. En una entrevista para US News and World Report, la que fuera Secretaria de Estado de los Estados Unidos, Madeleine Albright, señaló que “los nuevos grupos económicos y monetarios serán en el próximo siglo el equivalente de las alianzas militares del pasado”. Si esto es verdad, los Estados Unidos y Europa no formarán parte de la misma alianza militar. Lo que está ocurriendo en la OTAN y la competencia entre el proyecto de un ejército europeo, por un lado, y la Fuerza de Reacción de la OTAN que los Estados Unidos y el Reino Unido propusieron durante la Cumbre de Praga, por otro, confirma que la hendidura estratégica entre los Estados Unidos y Europa crecerá también definitivamente en el manejo de la estabilidad de una región tan vital como el Oriente Medio, así como en la de los intereses materiales en esa región. El “Nuevo Siglo Norteamericano”, que Wolfowitz, Rumsfeld y otros decretaron, solo podrá decursar sobre las ruinas y la sangre de sus competidores estratégicos.

Rusia, una variante estratégica Lo que hemos destacado más arriba constituye el contexto real de la nueva estructura de la sociedad capitalista. El punto de partida de este análisis está dado por algunos rasgos relacionados entre sí del crecimiento capitalista. Se contemplan dentro del marco de la relación capital-trabajo, cuyo objetivo es el control social interno en cada país capitalista. Esto es más claro aún si analizamos los datos macroeconómicos de la recesión capitalista. Esta recesión empuja inexorablemente a una guerra sostenida y a designios expansionistas en la zona rusoasiática, esto es, en la región estratégica llamada Eurasia. El colapso de la URSS cambió radicalmente la faz de Eurasia porque abrió el camino a la penetración de los Estados Unidos y la Unión Europea en el continente asiático. El fin de la URSS no solo causó una pérdida de prestigio internacional que Rusia sufrió, país este que dejó de ser una potencia internacional capaz de desafiar a los Estados Unidos para convertirse en una potencia de mediano nivel. También dio lugar a una nueva y notable definición de las fronteras de Rusia y, por tanto, a un cambio en la disponibilidad de recursos energéticos subterráneos estratégicamente importantes. Después de 1991, Rusia tuvo que vérselas con una realidad que había cambiado radicalmente: el territorio asiático bajo su dominio disminuyó en un 20% en relación con su extensión anterior, la población asiática que Rusia controlaba se redujo de 75 a 30 millones, y millones de rusos que viven en el Cáucaso se encuentran ahora separa-

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dos de Rusia. Debe recordarse que las grandes migraciones de la población más las diferencias étnicas (que de cierto modo se mantenían controladas por el régimen soviético) han provocado y seguirán provocando conflictos (como son los casos del Cáucaso y Chechenia) que serán cada vez más agudos y trágicos, no tanto por motivos religiosos, sino por los intentos de controlar una zona que puede considerarse la “mayor mina de energía” del mundo. La Federación Rusa cuenta con 150 millones de habitantes (la mayoría de los cuales son rusos), pero también son millones los rusos que viven fuera de su propio Estado: la idea de “restaurar el imperio” (cuyo objetivo es defender a quienes viven lejos de Rusia) tropieza con el nacimiento y la consolidación de nacionalismos muy enraizados y cada vez más actuales. En resumen, Rusia fue hasta hace poco el creador de un gran imperio territorial y el líder de un bloque ideológico de Estados satélites que se extendían hasta el corazón de Europa y el Mar del Sur chino. Ahora se ha convertido en un país agitado, sin un fácil acceso geográfico al mundo exterior y potencialmente expuesto a conflictos devastadores con sus vecinos a lo largo de sus fronteras occidentales, meridionales y orientales. Solo los espacios deshabitados e inaccesibles del Norte, casi siempre asolados por las heladas, parecen ser geopolíticamente seguros”.5 El territorio asiático que antes formaba parte el imperio soviético está subdividido en Tayikistán, Kirguistán, Kazajstán, Turkmenistán y Uzbekistán. Estas zonas atraviesan una fase económica inestable y difícil, y son el teatro de constantes conflictos internos. El colapso de la URSS provocó también un terremoto geopolítico en la zona del Mar Caspio. De hecho, hasta 1991, este territorio podía considerarse soviético e iraní. Después del fin de la URSS, además de la Federación Rusa y la República Islámica de Irán, otros tres países daban al Caspio: Turkmenistán, Azerbaiyán y Kazajstán. Debido a este cambio, cinco países costeros están interesados en el petróleo y el gas. Además, esta zona sufre una grave y progresiva degradación ambiental. La ausencia de todo tipo de control ha ocasionado considerables pérdidas a los sectores locales con tradición de desarrollo, como la pesca. Esto mismo se repitió en el turismo, que no puede conseguir un buen despegue debido a estas condiciones. Comoquiera que ninguno de estos países ha ratificado un acuerdo definitivo para la explotación de esta zona y de sus recursos energéticos, el problema no se ha podido resolver. No es extraño entonces que una zona como la del Caspio, muy bien dotada de recursos energéticos, sea una tentación para todos. En cuanto a las relaciones geopolíticas mundiales, esta zona será regulada por un 5

Z. Brzezinski: La grande..., ob. cit., p. 132.

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acuerdo entre los cinco Estados costeros, pese a que hasta ahora, en virtud de las difíciles relaciones entre ellos, no se ha producido intento alguno por arreglar las cosas, sobre todo porque no se ha logrado un “acuerdo compartido” que convenga a los Estados Unidos, la Unión Europea y Rusia. Desde un punto de vista económico, Rusia sufrió un colapso muy grave. Entre 1992 y 1998 su PIB diminuyó en aproximadamente 40%, y en la actualidad constituye más o menos el 20% del de los países de la Unión Europea. Las inversiones decayeron abruptamente en más del 60% y constituyen menos del 13% del PIB. Desde 1992 hasta 1994, inmediatamente después de las reformas económicas, la producción en la manufactura disminuyó en más del 50%. La causa fue las dificultades en las ventas como resultado de la liberalización de los precios en 1992 y la suspensión de los subsidios estatales. La situación mejoró entre 1995 y 1999. Pero no se puede comparar el desarrollo de Rusia con el de otras de las llamadas “economías en transición”, como Polonia y Hungría. En 1997 las inversiones en negocios fueron menos del 13% del PIB; las inversiones extranjeras directas son muy pocas, pues no llegan al 1% del PIB (0,8%). La devaluación del rublo en 1998 estimuló la producción industrial que en 1999 creció en un 3,1%. La devaluación del rublo como consecuenca de la crisis financiera de agosto de 1998 ya en 1999 arrojó claros resultados. Según el Comité Estatal de Estadísticas (Goskomstat), en el primer semestre de 1999 las exportaciones rusas disminuyeron en un 11,7% en relación con el año anterior y las importaciones en más del 45% anual. También es importante recordar que desde 1992 a 1998 se redujeron también las importaciones provenientes de la Unión Europea y las exportaciones a esa Unión. Mientras que en 1992 la Unión Europea recibió el 48% de las exportaciones rusas y suministró el 43% de sus importaciones, en 1998 las cifras disminuyeron hasta el 31% y el 36% respectivamente. Los países de la Unión Europea que tienen más relaciones comerciales con Rusia son Alemania (35% de las exportaciones de la UE y 31% de las importaciones de la UE en 1998), Italia (13% de las exportaciones y 14% de las importaciones), Francia (8% de las exportaciones y 10% de las importaciones) y el Reino Unido (6% de las exportaciones y 10% de las importaciones). La situación mejoró en el curso del 2001: en los primeros 9 meses el PIB creció en un 5,7%, las inversiones en 5,8%, la producción agrícola en 7,4%, el comercio minorista en 10,1%, la producción industrial en 5,2%, y la tasa de inflación fue del 13,9%. En cuanto al comercio internacional, en los primeros meses de 2001, Italia fue segunda, después de Alemania, entre los países que recibían más exportaciones rusas, y sexta entre los países que suministraban las importaciones de Rusia. Los datos muestran que Rusia es un mercado

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de gran importancia para Italia, sobre todo si tenemos en cuenta que el 80% de las importaciones italianas desde Rusia son de petróleo y gas. El desempleo también se redujo, de unos 7 millones a 5,7 millones en los primeros nueve meses del 2001; los salarios crecieron en aproximadamente un 20%, al igual que el ingreso real de la población, que tuvo un incremento del 6%. Los determinantes extranjeros del crecimiento económico ruso perdieron importancia como resultado tanto de la caída de los precios de las materias primas (sobre todo los de la energía, que constituye la parte fundamental de las exportaciones rusas), como de la revaluación del rublo en relación con el dólar. Fundamentalmente, es la demanda interna de bienes de consumo y maquinaria la que estimula la economía. “En septiembre del 2001, la deuda externa de la Federación Rusa era de 143,3 millardos de dólares, de los cuales 93,3 millardos se heredaron de la época soviética. Del total, se adeudan al FMI y al Banco Mundial 17,6 millardos, y 39 millardos al Club de París”.6 Desde el 2000 hasta el fin de septiembre del 2001, las inversiones extranjeras crecieron en más del 23%. Los principales inversionistas son Alemania, los Estados Unidos, Chipre, Francia, Reino Unido, Holanda e Italia. En el 2002 y los primeros meses del 2003, los indicadores macroeconómicos fundamentales mostraron un desarrollo positivo, en particular, los de crecimiento del PIB y las inversiones extranjeras. También la bolsa de valores rusa alcanzó su máximo nivel anual en septiembre del 2003, mientras el rublo no solo se mantuvo estable, pues su tendencia es a fortalecerse. Son estas señales positivas las que pueden crear las condiciones para que regresen aquellos capitales extranjeros que abandonaron el país en masa después de la crisis financiera de 1998. El tipo de cambio entre el rublo y el dólar es ahora de 1 a 31. No cabe duda de que esto es favorable para las exportaciones rusas e impide la depreciación de las inversiones. La convertibilidad del rublo en los mercados internacionales se ha convertido en una posibilidad real, ya que parece ser que el valor real del rublo aumentará entre un 3% y un 5% en el 2004. Por cierto, Rusia ha estado por algún tiempo mostrando interés por el euro y ya anunció que quiere diversifircar sus reservas. De hecho, lleva muchos meses comprando euros, además de oro y dólares. También es patente que la economía rusa crece gracias al aumento de los precios del petróleo. Asimismo, son mayores sus esperanzas de ingresar en la Organización Mundial del Comercio. Todo esto se traducirá en un considerable aumento del PIB en muy corto tiempo, lo que eleva las probabilidades de que el rublo se convierta en una moneda internacional. No es casual que varias de las naciones de la antigua Unión Soviética lleven varios meses negociando la posibilidad de utilizar el rublo como moneda común de la zona. 6

www.ICE.it

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Es importante destacar que, para convertirse de nuevo en una potencia económica capaz de competir con las “grandes de Occidente”, Rusia debe controlar Ucrania. Este es un país de vital importancia porque, además de contar con más de 50 millones de habitantes, es una confluencia estratégica dotada de recursos mineros en gran cantidad y de gran calidad, y controla el acceso al Mar Negro. Es claro, entonces, que el control de este país le otorgaría a Rusia una presencia tanto en Asia como en Europa. Si además de Ucrania, Rusia pudiera controlar Afganistán (país también dotado de enormes recursos minerales y energéticos), tendría acceso a Asia Central y al Mar Caspio.7 Es importante recordar que los estudios geológicos estiman que los recursos petroleros en esta zona podrían llegar a 235 000 millones de barriles, lo que haría de la zona un nuevo Golfo Pérsico. Por ejemplo, en Kazajstán hay inmensos yacimientos petrolíferos (en Kashgan) que son explotados, por cierto, por una compañía italiana, Agip, líder de un grupo de nueve compañías internacionales entre las cuales se encuentran Shell, British Gas, BP-Amoco, etcétera. Azerbaiyán tiene reservas de más de 20 000 millones de barriles de petróleo y Turkmenistán cuenta con el 25% del total de las reservas de gas de la zona del Caspio (esto es, el 18% de las reservas mundiales). Y estos datos no comprenden las reservas que posiblemente no se han encontrado aún. Rusia ya dejó de considerar que el petróleo era solo una materia prima exportable, y entiende que es un elemento de central importancia para la estabilización del consumo mundial de energía y, por consiguiente, para su fortalecimiento geoeconómico y geopolítico en el mundo. Rusia desea que sus reservas se conviertan en una alternativa a las del Golfo Pérsico en virtud de que fuentes fidedignas internas pronostican un fuerte incremento de la producción de petróleo que podría elevarse de 380 000 a 520 000 millones de toneladas. Pero, conseguir este aumento, requiere de grandes inversiones en infraestucturas. Estas, por su parte, exigen recursos financieros internacionaes que se calculan entre 500 mil y 800 mil millones de dólares. Y en septiembre de 2003 se anunció que Arabia Saudita y Rusia, los dos mayores exportadores de petróleo, están a punto de firmar un acuerdo por 5 años para la cooperación en el sector de la energía. Este acuerdo contempla iniciativas de colaboración en los mercados mundiales. Rusia considera que el petróleo, el gas y la energía eléctrica constituyen el volante de su propio desarrollo y los elementos que le permiten actuar internacionalmente como un competidor estratégico y confiable. Es por ello que trata de ejercer un cierto control internacional sobre todo el territorio de lo que fuera la Unión Soviética y mediante la utilización en provecho propio de los conflictos internos. Es obvio entonces 7

Z. Brzezinski: La grande..., ob. cit.

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que esto tropieza con los designios expansionistas de los países occidentales que con este fin favorecen a los nuevos Estados y su “reciente independencia” para impedir que Moscú instale bases militares en sus territorios. Pero ¿cómo puede beneficiarse Rusia de su participación en la “lucha contra el terrorismo”? Si el mundo se ve envuelto en una guerra en territorio afgano y en sus alrededores, Rusia puede seguir utilizando los oleoductos de la costa norte del Mar Caspio, que se extienden desde Kazajstán hasta las costas rusas del Mar Negro. De este modo, el oleoducto de Novorossisk permite a Rusia convertirse en el principal país capaz de suministrar a Europa el petróleo del Mar Caspio. Por lo tanto, en esta fase, Rusia considera favorable la presencia de los Estados Unidos en los territorios asiáticos. Pero, si analizamos esto a más largo plazo, la cuestión consistirá entonces en saber si Rusia desea entregar una gran parte del territorio euroasiático a las potencias occidentales, si tenemos en cuenta que son muchas las personalidades en Rusia que, sabedores del pasado poder geoeconómico ruso, no parecen aceptar la presencia norteamericana en los territorios que pertenecieron a la Unión Soviética. De lo que hemos dicho debe quedar claro que después del colapso de la Unión Soviética, la Europa Oriental y Central se convirtió en una zona estratégica de singular importancia para estos intereses geoeconómicos y geopolíticos que afloran en la competencia global entre los Estados Unidos y la Unión Europea. En realidad, estos territorios, pese a que se han diferenciado y fragmentado, y a su depresión social y económica, cuentan con posibilidades significativas en virtud de sus recursos energéticos; y, a su posición geográfica que los convierte en un puente entre Asia y Europa. Es por ello que constituyen una atracción para algunos países desarrollados cuyo objetivo es aprovecharse de las oportunidades de invertir y comerciar que ofrece esa zona, e instalarse en las que poseen un elevado valor estratégico y de control. Ahora mismo, no obstante, es acertado subrayar la opinión de Brzezinski: “El colapso de la Unión Soviética no solo crea posibilidades para que la influencia norteamericana penetre en el vacío euroasiático (en particular, mediante la consolidación de los Estados no rusos); entraña también importantes consecuencias geopolíticas en las ramificaciones sub-occidentales de Eurasia: el Oriente Medio y el Golfo Pérsico se tranformaron en una zona de evidente y exclusiva influencia norteamericana (...) /aunque/ debido a las conspiraciones religiosas y nacionalistas contra una hegemonía extranjera en la región, la actual supremacía norteamericana en el Oriente Medio descansa, literalmente, en la arena”.8 8

Z. Brzezinski: Il mondo fuori controllo, ob. cit., pp. 164-165.

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Los Estados Unidos, a pesar de lo lejos que están de estos territorios, necesitan controlarlos, si no en lo militar, por lo menos en lo económico. “La elección básica, por el contrario, será entre un delicado equilibrio regional y (...) los conflictos étnicos, con la consiguiente fragmentación política y con un posible rompimiento de las hostilidades a lo largo de las fronteras meridionales de Rusia. Conseguir este equilibrio regional y consolidarlo sigue siendo el objetivo primordial de cualquier geoestrategia norteamericana en cuanto a Eurasia”.9

China, una variante independiente “¿Afectará la Organización Mundial del Comercio a China, o China afectará a esa Organización?, pregunta Walden Bello. El resultado de Cancún indica que la respuesta correcta es la última. La variable china no deja de perturbar los esquemas de aquellos que elogiaron la globalización y subestimaron así la competencia global. China, por otro lado, se vale de la globalización y la competencia global para favorecer sus intereses nacionales, su propio desarrollo, y su influencia en los países emergentes. ¿Quién guía este proceso? El debate dentro del Partido Comunista Chino. Parece ser que China trastornará inevitablemente la idea de la globalización que hasta ahora se nos ha estado vendiendo. La conmoción fue tan fuerte que volvieron a emerger las tendencias proteccionistas en círculos que tradicionalmente fueron defensores del liberalismo. Durante años, la masa crítica de China y su potencial demográfico fueron el único criterio que se tomó en cuenta. Su incorporación a la industrialización mundial solo se evaluaba a la luz de la posibilidad de acceder a este mercado inmenso. En la primera mitad de la década de los noventa del siglo XX, la “prestigiosa” agencia de consulta sobre asuntos mundiales, DRI/McGraw Hill, lanzó la teoría del 10%. Según esta teoría, se debe contar con todos los mercados de los países emergentes. Por el contrario, solo se debe contar con el 10% de la población con una capacidad de compra comparable a la de los principales países de la Organización Europea para la Cooperación y el Desarrollo (OECD). Por consiguiente, el objetivo estratégico sería un 10% de los chinos, de los indios, de los brasileños, etcétera. En la actualidad se estima que los que en China cuentan con esa capacidad de compra son unos 180 millones, o el 15% de la población. Pero los criterios occidentales parecen inadecuados para entender que la globalización y el dogma del libre mercado también pueden verse y abordarse desde otros puntos de vista. China está trastornando la sabiduría y las opiniones trilladas que recibió. 9

Z. Brzezinski: La grande..., ob. cit., p. 202.

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En el contexto de años de estancamiento de la economía mundial, China fue el único país que consiguió crecer. Su crecimiento sirvió de estímulo a buena parte de la zona asiática. Hay que demoler un primer lugar común: China no solo crece en cuanto a la oferta (exportaciones), sino también en cuanto a la demanda (importaciones, inversiones, salarios, consumo). China está estimulando la demanda de materias primas, desde la energía a la lana; desde los metales (como el aluminio y el cobre) hasta el algodón. Según las estimaciones de algunos expertos, desde ahora hasta el 2020, el consumo de energía eléctrica crecerá un 5,5% anual. Por otra parte, China consume más de lo que produce y exporta, lo que constituye un índice de que el mercado interno comienza a crecer y absorber su producción y que las inversiones extranjeras se acumulan en las ciudades industriales chinas.10 La adquisición de nuevas tecnologías una vez que se abrieron las puertas a las inversiones extranjeras, permitió que China no solo exportara, sino que desarrollara su propio mercado interno, a menudo en detrimento de las expectativas de las multinacionales extranjeras. El caso de los automóviles y los teléfonos celulares es emblemático. Por ejemplo, el gobierno se propone ayudar al desarrollo de una industria automovilística competitiva y totalmente nacional estimulando, incentivos mediante, a los 120 productores chinos de automóviles a que compren sus piezas dentro de las fronteras nacionales. Con este fin elevó los aranceles de importación. En el 2003, el número de autos vendidos para uso privado creció en un 60% en comparación con el año anterior, cuando se vendieron tres millones de ellos. China, que cuenta con 10 millones de automóviles, había necesitado 40 años para producir el primer millón, nueve para llegar a los dos millones, y dos para fabricar el tercer millón.11 Pero China es también el país que, según el Banco Mundial, lanzó la mayor campaña contra la pobreza en toda la historia del mundo. Como escribe el periodista alemán Georg Blume, “el presupuesto para luchar contra la pobreza creció de 10,8 millardos de yuanes a 25,3 millardos. (...) Los comunistas asumieron la lucha contra la pobreza de una forma más seria que otros y trataron de hacer algo con sus propios medios, afirma Jurgen Vogele, un economista del Banco Mundial”.

China después de dos años de la Organización Mundial del Comercio China se unió a la OMC hace menos de dos años (en noviembre de 2001) y ya parece pertinente la interrogante que planteara el economista no 10 11

“La sindrome cinese sui mercati”, Il Sole 24 Ore, febrero 3, 2003. “La Cina protegge l’auto nazionale innalzando barriere fiscali”, Il Sole 24 Ore, agosto 29, 2003.

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partidario de la globalización Walden Bello: “¿Afectará a China la OMC, o China afectará a la OMC?”. Los resultados de la Cumbre de Cancún nos dicen que esta última hipótesis es la que se ha hecho realidad. Es obvio que a China tuvo que costarle algo su ingreso en la OMC: se redujeron 5 000 aranceles (sobre todo los que gravaban los productos agrícolas), se modificaron 2 300 leyes y regulaciones internas, y los impuestos por importaciones se redujeron en un 25%. A partir de este año se permitirá que los bancos extranjeros operen en moneda local en nueve ciudades (eran cinco el año pasado). Las compañías extranjeras podrán tener una participación hasta del 35% en la propiedad del sector telefónico, y hasta de un 49% en la de las compañías de alto valor añadido (que son las que requieren tecnologías más avanzadas). Sin embargo, como señala Il Sole 24 Ore, según las ambiguas reglas de la OMC, China ya está ganando. Hace cinco años, los Estados Unidos “pidieron cortésmente” a China que no devaluara su propia moneda a fin de que sirviera de factor estabilizador en la región asiática, que se había derrumbado bajo el peso de la crisis financiera de 1997. Así pues, mientras las monedas de los tigres asiáticos se venían al suelo, China tuvo que sufrir la competencia de sus vecinos en un intento por brindarle a las exportaciones de estos países un espacio para respirar. Los chinos aceptaron vincular el yuan al dólar, que en ese momento era una moneda dura. Pero cuando hace unos meses los Estados Unidos decidieron devaluar el dólar para crearle dificultades al euro y a otros bloques comerciales, el yuan siguió al dólar y China obtuvo una ventaja competitiva que los Estados Unidos no habían tomado en cuenta con seriedad. Las exportaciones chinas se dispararon (y crecieron mucho más que las norteamericanas), lo que dio origen a una ola de pánico que condujo a la ofensiva proteccionista de Bush y Tremonti. La presión que los Estados Unidos ejercen sobre China, que había disminuido después del 11 de septiembre, está creciendo otra vez en gran escala. Recientemente, el Secreatrio del Tesoro, Snow, viajó a China para pedire a los chinos que revaluaran el yuan. La respuesta fue “No interfiera. No devaluaremos el yuan solo porque alguien visite China”. Por supuesto, los observadores no descartan que dentro de poco China pueda revaluar su moneda. Pero lo que es seguro es que China no revaluará para complacer a los norteamericanos.

La política o la economía: ¿cuál es la determinante? En la actualidad China es un participante de importancia en la competencia global. China, a diferencia de otros países emergentes, sabe cómo aprovechar los mecanismos de la globalización con el fin de reforzar su

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propio interés nacional y el mercado interno. Por supuesto, este enfoque no daría resultado sin una dirección que lo apoye y sin una concepción “política”. La economía por sí sola no puede ni explicar ni ayudar a entender la variante China mientras sea cierto que la desinformación sobre ese país sea mayor que la información. Es improbable que cambios tan importantes en la estructura socioeconómica del país más grande del mundo puedan llevarse a cabo sin un enconado debate dentro del Partido Comunista Chino. El debate no ha terminado; en realidad se ha agudizado a raíz de un impetuoso crecimiento económico. El PCCh concibe el socialismo como una economía mixta en la que predomina la propiedad pública. La economía mixta comprende la propiedad pública (la estatal, la social/colectiva y la cooperativa), las empresas que combinan la propiedad pública (en términos generales, la estatal) con la propiedad privada, y la propiedad privada (nacional y extranjera). Esta concepción fue elaborada por el Comité Central en septiembre de 1999. Su documento final subrayaba que “la economía nacionalizada, que en su conjunto se ha seguido fortaleciendo, sigue desempeñando una función primaria en la economía nacional y siempre ha sido la fuente fundamental del ingreso y de una manera decisiva ha respaldado la reforma y la construcción del país (...) La economía de propiedad pública, incluida la economía de propiedad estatal, constituye la base económica del sistema socialista chino”.12 Pero el propio Comité Central afirmó que era necesario realizar cambios en la estructura de la industria estatal y en la propiedad de las compañías. Se decidió que el gobierno podía renunciar al control de las empresas que no fuesen estratégicas, para dejar espacio a diversas formas de propiedad y propiciar la conducción de las grandes compañías de propiedad estatal. Al mismo tiempo, el gobierno estaba obligado a conservar el control de cuatro categorías de empresas de propiedad estatal: a) las empresas que operan en los sectores del armamento y la seguridad nacional; b) los monopolios naturales (tabaco, la Casa de la Moneda); c) las empresas que realizan sus actividades en los sectores de infraestructuras, agua, energía, ferrocarriles, salud y educación); d) las industrias básicas como la metalurgia, el carbón, las tecnologías avanzadas y las nuevas tecnologías. Por consiguiente, el corazón estratégico de la industria se mantiene firmemente en las manos de la autoridad estatal. La relación entre los sectores público y privado debe examinarse con mayor cuidado. Según Yang Quixan, el 30% del PIB de China proviene de las empresas de propiedad estatal, el 40% de las empresas colectivas, 12

“Die Zeit”, julio 27, 2000, traducido y publicado por L’Ernesto, noviembre-diciembre, 2000.

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y el 30% de las empresas privadas nacionales o extranjeras. Aun si este último porcentaje se elevara al 40%, la mayor parte de la producción de la riqueza nacional quedaría todavía en manos públicas o colectivas.13

La lucha dentro del PCCh En el último congreso del PCCh (el XVI, celebrado en noviembre del 2002), varias posiciones se enfrentaron entre sí. La vieja dirección encabezada por Jang Zemin trató insistentemente de imponer la línea de las “tres representaciones”, que en realidad hubiera convertido al PCCh en un partido de varias clases, abierto también a los empresarios privados. Esta línea enfrentó una firme oposición dentro del Partido, la que culminó con la “Carta de los catorce” dirigida al Comité Central y firmada por 14 miembros. “Nos oponemos con firmeza y sin reservas a la propuesta de que a los propietarios de empresas privadas se le permita ingresar en el Partido. Creemos que la posición del camarada Jang Zemin es equivocada, por varias razones. Contradice la teoría marxista sobre el partido proletario (...) contradice los programas y estatutos de nuestro Partido (...) viola la disciplina partidista (...) obra contra la voluntad del Partido y del Estado.” Los firmantes de la carta invitaron a los empresarios privados a unirse a otro partido14 o a participar en la vida política como diputados de la Asamblea Nacional.15 Posteriormente, Ma Bin y Han Yaxi, dos de los firmantes de la carta, enviaron una segunda carta a Jang Zemin y al Comité Central, lo que puso de manifiesto la existencia de una lucha política dura y articulada en el seno del PCCh. Buena parte de este enfrentamiento tiene que ver precisamente con el papel de los “capitalistas”. En la actualidad, en China hay más de 2 millones de empresas privadas que emplean a 27,13 millones de trabajadores (el 3,7% de todos los trabajadores chinos). Un sector del PCCh preferiría que los empresarios privados fueran cooptados por el Partido con el fin de controlarlos mejor. Otro sector se propone salvaguardar la naturaleza clasista del Partido e impedir que los “capitalistas” se conviertan en una verdadera clase con su propia representación. Ya en 1999, cuando se abrió un debate sobre la teoría 13

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Yang Quixan es el presidente del Instituto de investigaciones sobre reestructuración económica. Pocos saben que en China hay siete partidos además del Partido Comunista. Uno de ellos es el “Constructor democrático de la patria”, que es el partido de los empresarios privados y tiene 700 000 miembros. Véase Affari e Finanza, noviembre 11, 2002. El texto de la Carta de los Catorce y un análisis del debate político dentro del Partido Comunista Chino aparecieron en la revista marxista norteamericana Monthly Review, mayo, 2002.

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LA DINÁMICA GLOBAL DEL CAPITALISMO NEOLIBERAL

marxista del valor, un artículo oficial en la prensa del Partido sostuvo que los empresarios son “trabajadores” en lugar de “explotadores”. En el último congreso, tres tendencias se enfrentaron entre sí: la izquierda, la derecha y el centro. La izquierda desea reformas económicas que den prioridad al plan antes que al mercado, y rechaza las reformas políticas por considerarlas una “liberalización burguesa”. La derecha aspira a reformas que otorguen más importancia al mercado y que asignen al Estado la sola función de apoyo. El centro piensa que el plan y el mercado tienen la misma importancia y quiere mantener la misma estructura política del país. Pero dentro de la izquierda misma existen tres corrientes. Los que se oponen a las reformas de Deng porque distorsionan el socialismo; los que no se oponen a las reformas, pero critican su amplitud y la celeridad con que se adoptan; y la más reciente agrupación, llamada “Nueva izquierda maoísta”, formada por los que demandan un mayor control obrero y la democratización de la economía y el Estado.16 El Congreso del PCCh eligió a Hu Jintao, que sustituye a Jian Zemin, y a ocho nuevos miembros del Comité Permanente. Prácticamente se produjo un viraje “total”. El Presidium del CC se amplió de 7 a 9 miembros. La Comisión Política también fue ampliada de 22 a 24 miembros. De ellos, no menos de 16 son nuevos. Todavía es muy difícil entender exactamente cuáles son las posiciones que representan, pero lo que sí es seguro es que la situación política en China no está “congelada”.

China y Asia: sorpresas a la vista Son pocos los que han prestado atención a una serie de iniciativas bilaterales y multilaterales que China emprendió en la región asiática. Una parte de este dinamismo tiene que ver con importantes cambios en el equilibrio internacional y con el multilateralismo que tanto complace a muchos como factor de contención de la agresividad imperialista de los Estados Unidos. En noviembre del pasado año se celebró una cumbre de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ANSEA) en Pnom Phen, en la que China participó. Esta organización, que en sus orígenes estaba formada por Indonesia, Malasia, Filipinas, Singapur y Tailandia, se extendió luego a Vietnam, Brunei, Laos, Myanmar y Cambodia. Su creación fue obra de los Estados Unidos y, durante la Guerra Fría, tenía una función antichina. En esta cumbre, los países de la ANSEA firmaron un acuerdo con China para iniciar negociaciones que darían como resultado, al cabo de 16

Patrice Theuret, director de Corrispondances Internationales “Dove va la Cina”, en L’Ernesto, noviembre-diciembre, 2002.

ZONAS DE COMPETENCIA: EL ORIENTE MEDIO, RUSIA Y CHINA

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10 años, la creación de la mayor zona comercial del mundo: 1 700 millones de habitantes, un PIB total de entre 1 500 y 2 000 millardos de dólares, y una zona de comercio entre sus miembros de 1 200 millardos de dólares. Hace dos años, China propuso la creación de una zona de libre comercio que, sin embargo, excluía a Japón y Corea del Sur. Pero en la cumbre de Pnom Phen, estos países también estuvieron presentes. Se cree que un primer acuerdo integral se firmará en el 2004. 17 China fundó en el 2001 la “Organización de Shangai para la cooperación”, cuyos miembros son Rusia, China, Tayikistán, Kirguistán y, sobre todo, las repúblicas de Kazajstán y Uzbekistán, ricas en recursos energéticos. La intervención norteamericana en Afganistán trató de debilitar esta organización, pero las relaciones bilaterales de Beijing, sobre todo con Rusia y Kazajstán, parecen mejorar notablemente. Por último, en julio de este año, tuvo lugar una cumbre entre China e India, los países más poblados del mundo. Solo el provincialismo de la prensa italiana pudo ignorarla. Después de años de hostilidad y una guerra sangrienta hace 40 años, los dos gigantes de Asia descubrieron que tienen muchos intereses comunes. China estuvo de acuerdo en reconocer las fronteras de Sikkim (una región fronteriza en disputa), mientras la India declaró que el Tibet es “tierra china” (aunque esta declaración debe verse en su propia perspectiva, toda vez que India acoge al Dalai Lama). Los acuerdos económicos indican una sinergia colmada de potencialidades entre los conocimientos más avanzados de la India en el campo del software y la estructura industrial de China. La reconciliación entre potencias nucleares, económicas y demográficas como India y China puede significar muchas cosas, algunas de las cuales vimos en la práctica durante la fallida cumbre de Cancún.

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Angela Pascucci informó detalladamente de esta cumbre en Il Manifesto, noviembre 5, 2002.