XIV Certamen Nacional

Noviembre de 2014 XIV Certamen Nacional de Ensayo sobre Fiscalización Superior y Rendición de Cuentas “Bajo el sistema federativo los funcionarios ...
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Noviembre de 2014

XIV Certamen Nacional de Ensayo sobre Fiscalización Superior y Rendición de Cuentas

“Bajo el sistema federativo los funcionarios públicos no pueden disponer de las rentas sin responsabilidad. No pueden gobernar a impulsos de una voluntad caprichosa, sino con sujeción a las leyes. No pueden improvisar fortunas ni entregarse al ocio y a la disipación, sino consagrarse asiduamente al trabajo disponiéndose a vivir en la honrada medianía que proporciona la retribución que la ley les señala”. Benito Juárez

Índice

Página





Presentación

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LUGAR



La participación ciudadana en las tareas de fiscalización por Karen Susana Góngora Pantí y Sarai Maribel Flores Domínguez



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Corrupción: estructura y herramientas para combatirla por Juan Franciso Sánchez Vela

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Fortalecimiento de la red de fiscalización para abatir la corrupción en México por Rolando de Luna Dávila

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Mención Honorífica

Las prácticas y los significados culturales en torno a la corrupción en México. La comprensión de un límite para las entidades fiscalizadoras por Edgar Daniel Manchinelly Mota

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Mención Honorífica

Sobre la permanencia de los indicadores sociales por Freddy Damián Urbina Romero

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LUGAR

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LUGAR

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Presentación

Por decimocuarto año consecutivo, la Auditoría Superior de la Federación, en coordinación con la Comisión de Vigilancia de la Cámara de Diputados, la Asociación Nacional de Organismos de Fiscalización Superior y Control Gubernamental, la Universidad Nacional Autónoma de México y el Centro de Investigación y Docencia Económicas, convocó a la sociedad a participar en su Certamen Nacional de Ensayo sobre Fiscalización Superior y Rendición de Cuentas. Este esfuerzo, sostenido a lo largo de ya más de una década, representa el compromiso que han asumido las instituciones encargadas de la fiscalización de los recursos públicos de acercarse a los ciudadanos con el fin de conocer sus inquietudes respecto a la gestión gubernamental y aprender de las ideas y las concepciones que plasman en sus ensayos. La actuación de las instituciones públicas, acotada por su marco legal y normativo, así como por una serie de prácticas y costumbres, puede sin duda enriquecerse a través de ponerse en contacto con perspectivas distintas, con elaboraciones teóricas novedosas o con apreciaciones críticas fundamentadas. Este ejercicio permite superar paradigmas y nos obliga a buscar alternativas para mejorar el servicio que ofrecemos a la sociedad.

XIV Certamen Nacional de Ensayo sobre Fiscalización Superior y Rendición de Cuentas, 2014

Es muy satisfactorio constatar, a través de los años, que los temas que son de nuestra competencia han mantenido el interés de nuevas generaciones de analistas y estudiosos del fenómeno gubernamental; de hecho, el creciente rol que juega la sociedad en los procesos democráticos y en la demanda de una gestión pública cada vez más transparente, que rinda cuentas de su actuación y que quienes la ejecutan asuman legal y éticamente la responsabilidad que entraña el desempeñar un cargo y hacerse acreedores a la confianza de la comunidad. Entre las muchas áreas en las que la ciudadanía puede contribuir a mejorar el desempeño de las instituciones, está precisamente lo tocante a la fiscalización superior. Esta disciplina no debe verse de manera aislada, sino como un componente esencial de los procesos que permiten a la administración pública autocorregirse a través de conocer sus fallas o carencias, y obligarse a cumplir su mandato de la manera más eficaz, eficiente y económica posible. La vertiente punitiva de la fiscalización superior existe, pero no es la esencial en un esquema que busca privilegiar medidas preventivas y correctivas de carácter sistémico. Existe también una preocupación en México por el problema de la corrupción y su impacto en el aparato estatal. La auditoría gubernamental constituye una herramienta de la mayor importancia para contribuir a abatir sus efectos, pero también sus causas. A la larga, el cuerpo social se beneficia en mayor medida si el espacio en el que puedan aparecer conductas opuestas al bien general es reducido a través de una acción coordinada entre todas las instancias que están involucradas en este esfuerzo. La iniciativa lanzada por la ASF para integrar un Sistema Nacional de Fiscalización persigue este objetivo y ha empezado a rendir frutos. En esta ocasión, nuestro jurado calificador estuvo integrado por el Mtro. Alejandro González Arreola, Director General de Gestión Social y Cooperación A.C., la Dra. Jacqueline Peschard Mariscal, Profesora de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM y el Mtro. Marco Cancino, Director General de Inteligencia Pública A.C. Como siempre, agradecemos profundamente su colaboración. El ensayo distinguido con el Primer Lugar lleva por título “La participación ciudadana en las tareas de fiscalización” y escrito por Karen Susana Góngora Pantí y Sarai Maribel Flores Rodriguez. El ensayo analiza los mecanismos de inclusión ciudadana establecidos por la Auditoría Superior de la Federación y expone un detallado diagnóstico sobre el vínculo de la misma con los ciudadanos. Se presentan propuestas innovadoras de participación ciudadana, que contribuyen al fortalecimiento de la rendición de cuentas y a la consolidación institucional, aprovechando la sinergia con la sociedad. El Segundo Lugar le fue otorgado al ensayo "Corrupción: estructura y herramientas para combatirla", de Juan Francisco Sánchez Vela. En este trabajo se describen los diferentes elementos que obran dentro del acto de corrupción y su estructura, haciendo especial énfasis en los distintos sistemas normativos que lo propician. De igual manera, expone el papel de los Órganos de Control del Estado en el combate a la corrupción, así como la actuación de la Auditoría Superior de la Federación.

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El Tercer Lugar fue para el ensayo “Fortalecimiento de la red de fiscalización para abatir la corrupción en México” de Rolando de Luna Dávila. En este ensayo se hace un análisis comparado de la fiscalización en el sistema mexicano y el chileno. El autor propone desde una perspectiva de la teoría de redes, vincular los bajos índices de corrupción y confianza a la estructura de la red de fiscalización en México. Finalmente, fueron adjudicadas dos Menciones Honoríficas; la primera al ensayo “Las prácticas y los significados culturales en torno a la corrupción en México. La comprensión de un límite para las entidades fiscalizadoras” por Edgar Daniel Manchinelly Mota. Este texto destaca la percepción de la corrupción a través de la sociología y la antropología, ciencias sociales que se han sumergido a explorar las formas de corrupción en la cultura a través de la política y la economía, destacando que las prácticas económicas ilegales y el clientelismo, dominan en la estructura social, formando normas y discursos. Por último, se otorgó la segunda Mención Honorífica al ensayo “Sobre la permanencia de los indicadores sociales”, de Freddy Damián Urbina Romero, en el que se analiza la permanencia de los indicadores de desempeño de la política pública de desarrollo social para lo cual se desarrolló una tasa de permanencia de los indicadores que se define como la proporción de indicadores que se mantienen en un periodo de tiempo determinado. Como podemos apreciar, en los ensayos premiados, así como en el resto de los participantes, es perceptible el interés y la voluntad de colaboración a través de aportaciones concretas y estructuradas; ofrecer un espacio para que estas ideas puedan ser compartidas es, precisamente, el cometido de este Certamen.

CPC Juan M. Portal M Auditor Superior de la Federación

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Primer Lugar

La participación ciudadana en las tareas de fiscalización

Por Karen Susana Góngora Pantí y Sarai Maribel Flores Domínguez

La participación ciudadana en las tareas de fiscalización

A menudo damos por sentado que en nuestro país la participación ciudadana no constituye un contrapeso para los poderes públicos. Las razones comúnmente referidas son la falta de conocimiento y apatía social en torno a la política. No obstante, antes de llegar a ese tipo de conclusiones, debemos preguntarnos qué incentivos existen para que los ciudadanos se involucren en la toma de decisiones. De lo contrario, podemos caer en respuestas simplistas como que la calidad de nuestra democracia se corresponde con el nivel de exigencia de la sociedad. Desde nuestra perspectiva, una de las alternativas para adentrarnos en el tema es analizar a detalle los mecanismos formalmente establecidos para que los ciudadanos colaboren en tareas específicas del quehacer de las instituciones. El reto es detectar las problemáticas que enfrentan los ciudadanos para incidir en el espacio público. El propósito de este ensayo es precisamente analizar los mecanismos de inclusión ciudadana establecidos por la Auditoría Superior de la Federación (ASF). A lo largo de este trabajo respondemos la siguiente pregunta: ¿en qué grado la ASF promueve la participación ciudadana en las tareas de fiscalización1? El punto es generar un diagnóstico sobre el vínculo de esta institución con los ciudadanos.

Karen Susana Góngora Pantí Sarai Maribel Flores Domínguez

INTRODUCCIÓN

Hasta ahora, las investigaciones sobre el desempeño de la ASF se han centrado en los siguientes dos aspectos: su autonomía y capacidad de sanción. Respecto al primer elemento, los estudios2 coinciden en que el vínculo entre la Cámara de Diputados y la ASF pone en entredicho su objetividad debido a que, entre otras cosas, “los partidos políticos tienen una intervención preponderante tanto en el nombramiento de su titular como en la vigilancia de su actuación3”. En cuanto al segundo aspecto, varios autores han planteado4 que la ausencia de facultades de la ASF para imponer sanciones penales y administrativas son dos factores que merman su capacidad fiscalizadora.5

1 Incluyen la fiscalización anual de la Cuenta Pública, Informes de Situaciones Excepcionales, así como las Auditorías Especiales, de Desempeño y Avance Financiero. 2 Ver: John M. Ackerman, “Repensar la estructura institucional para la rendición de cuentas del Estado mexicano”, en La autonomía constitucional de la Auditoría Superior de la Federación, John Ackerman y César Astudillo (coordinadores), (México, D.F., UNAM-IIJ, 2009):19-44; Aimée Figueroa, La Auditoría Superior de México en el horizonte internacional de la fiscalización superior, (México, D.F., ASF, 2007), 3-272. 3 John M. Ackerman, “Repensar la estructura institucional para la rendición de cuentas del Estado mexicano”, en La autonomía constitucional de la Auditoría Superior de la Federación, John Ackerman y César Astudillo (coordinadores), (México, D.F., UNAM-IIJ, 2009), 20. 4 Ver: César Astudillo, “Auditoría Superior de la Federación. Contenido, alcances, garantías y fortalecimiento de su autonomía constitucional”, en La autonomía constitucional de la Auditoría Superior de la Federación, John Ackerman y César Astudillo (coordinadores), (México, D.F., UNAM-IIJ, 2009): 45-86; Mauricio Merino, Informe sobre la evolución y el desempeño de la Auditoría Superior de la Federación, (México, D.F., CIDE-ASF, 2009):1-181; Jaime Cárdenas, El estado de la fiscalización y el control legislativo al poder en México, (México, D.F., UNAM-IIJ, 2009), 99-110. 5 De acuerdo con los Informes de Actividades 2011, 2012 y 2013 de la ASF, en promedio, el 53.1% de las acciones que emite son recomendaciones. De 1998 a 2011 sólo han sido consignadas ante un juez el 6.1% de las denuncias penales procesadas. En síntesis, la ASF puede identificar irregularidades pero no está facultada para incidir directamente en la actuación de las organizaciones públicas.

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La propuesta de este ensayo es que existe un tercer problema fundamental del desempeño de la ASF que no puede escapar del análisis: la falta de esquemas de inclusión ciudadana. Nuestro argumento es que la ASF no ha favorecido la participación de la ciudadanía en las tareas de fiscalización. Con base en el modelo analítico propuesto por Peruzzotti6 pudimos valorar el grado de articulación de la ciudadanía con la ASF. De acuerdo con este autor, las Entidades Superiores de Fiscalización (ESF) disponen de las siguientes tres estrategias para involucrar a la ciudadanía: transparencia y acceso a la información, mejoramiento del proceso de selección de los casos a fiscalizar y organización de sistemas mixtos de fiscalización. A través de la metodología de análisis de contenido obtuvimos información relevante sobre el grado de avance de la ASF en cada uno de los tres aspectos referidos. En la primera sección exponemos qué se entiende por participación ciudadana y respondemos por qué es importante desde la teoría de rendición de cuentas. Posteriormente, describimos con detalle el modelo analítico propuesto por Peruzzotti. En la segunda sección aportamos evidencia cuantitativa y cualitativa sobre el grado de desarrollo de la ASF respecto a las tres políticas antes descritas.

I. RENDICIÓN DE CUENTAS Y PARTICIPACIÓN CIUDADANA Este ensayo parte de la premisa de que el destinatario final de los procesos de rendición de cuentas debe de ser el ciudadano. Así, a lo largo de este apartado respondemos por qué es de suma importancia complementar el ejercicio de la ASF con la labor de la ciudadanía. Comenzamos con las definiciones y posteriormente analizamos el vínculo entre participación ciudadana y rendición de cuentas. El concepto de participación ciudadana hace "referencia a las formas de inclusión de la ciudadanía en procesos decisorios, incorporando sus intereses particulares (no individuales) respecto a determinadas temáticas"7. Aunque el debate teórico es muy amplio, en este ensayo únicamente nos preocupamos por un tipo de acción ciudadana en particular: aquella que tiene como objetivo contribuir con los procesos de fiscalización. Por su parte, el concepto de rendición de cuentas describe, fundamentalmente, la coexistencia de agentes obligados a responder por sus actos frente a otros con la potestad de evaluar su comportamiento8. De esta manera, en un entorno democrático los poderes se vigilan entre sí y responden frente a las demandas ciudadanas. 6 Peruzzotti es uno de los autores que más ha aportado al desarrollo de teoría sobre el vínculo de la sociedad y los mecanismos horizontales de rendición de cuentas. 7 Alicia Ziccardi, "Introducción: Claves para el análisis de la participación ciudadana y las políticas sociales del espacio local", en Alicia Ziccardi ed., Participación ciudadana y políticas sociales en el ámbito local, (México, D.F., UNAM-IIS, COMECSO, INDESOL, 2004),10 8 Mark Bovens, “Analyzing and Assessing Accountability: A Conceptual Framework”, European Law Journal, vol. 13, no. 4, (Julio 2007): 450, http://dx.doi.org/10.1080/01402382.2010.486119

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La participación ciudadana en las tareas de fiscalización

Una relación entre dos actores (A y B), en la que A está formalmente obligado a informar, explicar y justificar su conducta a B (con respecto a algún asunto determinado, M). En esta relación, B tiene la facultad de examinar la conducta de A (con respecto a M) y cuenta con instrumentos para vigilarlo e incidir en su comportamiento —vía sanciones o incentivos—10.

Entonces, ¿en dónde queda el ciudadano? El modelo propuesto por López Ayllón y Merino incorpora a este tercer actor. Para estos autores, la “relación transitiva entre A y B, sobre un objeto [M] sobre el que se rinden cuentas […] adquiere todo su sentido cuando se añade el espacio público y democrático en el que sucede esa relación”; en otras palabras, cuando se posiciona el actor “C”. El siguiente esquema simplifica este planteamiento.

Karen Susana Góngora Pantí Sarai Maribel Flores Domínguez

En la descripción anterior hay que apreciar que rendir cuentas es en esencia un tipo de relación social entre un agente que inspecciona el comportamiento de otro9. La definición de Ríos y Cejudo ayuda a entender este punto. Para estos autores, rendir cuentas es:

Ilustración1. Elaboración propia con base en López Ayllón y Merino, La rendición de Cuentas en México, perspectivas y retos.

9 Mark Bovens, “Analyzing and Assessing Accountability: A Conceptual Framework”, 450. 10 Alejandra Ríos Cázares y Guillermo Cejudo, “La rendición de cuentas de los gobiernos estatales”, en Mauricio Merino, Sergio López Ayllón y Guillermo Cejudo (coordinadores), La estructura de la rendición de cuentas en México, (México, D.F., UNAM-IIJ-CIDE, 2010), 118.

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En un extremo está la ASF (“B”) que cuenta con los medios legítimos11 para ordenarle a las entidades fiscalizadas12 (“A”) que informen, expliquen y justifiquen, a través de los procedimientos y vías legalmente establecidas para ello, cómo utilizaron los recursos públicos. Como se puede notar, entre “A” y “B” se posiciona un tercer actor que es la ciudadanía (actor “C”). Las funciones de éste son las mismas que las de “B” (deliberar, evaluar y sancionar); la gran diferencia es que a “C” no lo cobija un marco normativo como el de “B”— el Título Octavo, Contraloría Social, Capítulo Único, de la Ley de Fiscalización y Rendición de Cuentas de la Federación (LFRCF), dota a la ciudadanía de facultades para intervenir en el ejercicio de la ASF, no obstante, como veremos más adelante, su capacidad de influencia es limitada—. Tradicionalmente, la participación ciudadana es entendida como una intervención que va de abajo hacia arriba. En cambio, de lo que hablamos aquí es de acciones conjuntas entre “C” y “B”. La interrelación de estos dos actores supera la distinción clásica entre rendición de cuentas horizontal y vertical. Nuestra propuesta parte de una visión de conjunto en la que los controles establecidos legalmente entre las entidades y dependencias del Estado (rendición de cuentas horizontal) y entre éstas y la ciudadanía (rendición de cuentas vertical) se unen y fortalecen mutuamente13. Un aspecto adicional es que la ciudadanía no tiene la facultad de evaluar directamente el comportamiento de los ejecutores del gasto. Por lo tanto, la ASF es la intermediaria para que la ciudadanía reciba lo que por derecho le corresponde: información sobre el ejercicio de sus recursos14 —por ello la trascendencia de implementar estrategias de acercamiento con la sociedad—. Desde nuestra perspectiva, dado que “B” y “C” tienen la misma función, es primordial fomentar que colaboren entre sí. Si “B” entabla canales de comunicación efectiva con “C” su operación se verá beneficiada. Guillermo O´Donnell15 explica que los ciudadanos bien organizados estimulan un mejor desempeño de las agencias responsables de traer a cuentas al gobierno. Los ciudadanos pueden proveer información valiosa, fortalecer la credibilidad de las instituciones y colocar temas en

11 Nos referimos a la Ley de Fiscalización y Rendición de Cuentas de la Federación. 12 Las entidades fiscalizadas están descritas en el Artículo 2, párrafo XI de la Ley de Fiscalización y rendición de Cuentas de la Federación. 13 Ver: Guillermo O´Donnell, “Horizontal Accountability in New Democracies”, en The Self-Restraining State, ed. Andreas Schedler, Larry Diamond, Marz F. Plattner (Londres, Lynne Rienner Publisher, 1999), 29-51. 14 Dado que la legitimidad de “A” surge de la delegación de autoridad y poder por parte de los gobernantes, éstos a su vez deben responder frente a las demandas ciudadanas. 15 Guillermo O´Donnell, “Acerca de varias accountabilities y sus interrelaciones", en Guillermo O´Donnell, Disonancias: críticas democráticas a la democracia, (Buenos, Aires Argentina, Prometeo, 2007), 135-151.

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La participación ciudadana en las tareas de fiscalización

En síntesis, la participación ciudadana complementa y refuerza los mecanismos de rendición de cuentas ya existentes. Como mencionan López Ayllón y Merino, “es la presencia de los ciudadanos, en el espacio público, la que permite hacer del proceso de rendición de cuentas una operación que va más allá del mero control del poder político sobre sus subordinados y sus burocracias”17.



Estrategias para incluir a la ciudadanía en las tareas de fiscalización

Como vimos previamente, la rendición de cuentas cobra sentido si está orientada hacia los ciudadanos. Empero, aún no está claro de qué formas y en qué momento es factible que la ciudadanía colabore con las organizaciones. Para aclarar ese punto nos apoyamos en el modelo de Peruzzotti18. De acuerdo con este autor, incentivar el contacto entre los diversos grupos sociales y las Entidades de Fiscalización Superior (EFS) se puede generar de tres maneras distintas: a través de políticas de transparencia y acceso a la información, por medio del mejoramiento del proceso de selección de los casos a fiscalizar y a partir de la organización de sistemas mixtos de fiscalización19.

Karen Susana Góngora Pantí Sarai Maribel Flores Domínguez

la agenda. De igual forma, McCubbins y Schwartz16 mencionan que la vigilancia desde la sociedad es más efectiva por dos razones: sus quejas y denuncias son la mejor forma para corroborar si las políticas funcionan y su rango de vigilancia es mayor.

El primer tipo de políticas incrementa “el conocimiento público de [las] tareas de fiscalización y […] de los distintos procesos de investigación en curso”20. Dicha información es crucial para que la sociedad le dé seguimiento a los resultados de las auditorías o desarrolle sus propios trabajos de revisión sobre el uso de los recursos públicos21. Lo anterior, puede derivar en el hallazgo de posibles actos de corrupción

16 Matthew D. McCubbins y Thomas Schwartz, “Congressional Oversight Overlooked: Police Patrols versus Fire Alarms” American Journal of Political Science. vol. 28, no. 1 (Febrero 1984): 165-179, http://www.jstor.org/stable/2110792 La primera tesis de estos autores es que los mecanismos de vigilancia entre autoridades funcionan bajo la forma de un patrullaje policiaco (police patrol). Esto consiste en que ciertas agencias monitorean que las actividades del resto de la administración se lleven a cabo con apego a ciertos principios: legalidad, eficacia, eficiencia, entre otros. Por otra parte, los mecanismos institucionalizados de participación ciudadana operan como una alarma de fuego (fire alarm). La función de los ciudadanos es detectar y denunciar la existencia de actos de corrupción, violaciones a la ley o cualquier tipo de manejos inadecuados. 17 Sergio López Ayllón y Mauricio Merino, “La rendición de cuentas en México: perspectivas y retos” en Mauricio Merino, Sergio López Ayllón y Guillermo Cejudo (coordinadores), La estructura de la rendición de cuentas en México, (México, D.F., UNAM-IIJ-CIDE, 2010), 7. 18 Enrique Peruzzotti, “Entidades de Fiscalización Superior y participación ciudadana, reflexiones para una agenda de colaboración”, (Trabajo especial preparado para la OLACEFS, Buenos Aires, Argentina, diciembre 2010), 1-40, disponible en: http://documentos.cgr.go.cr/content/dav/jaguar/documentos/com_olacefs/part_ciud.pdf 19 Enrique Peruzzotti, “Entidades de Fiscalización Superior y participación ciudadana, reflexiones para una agenda de colaboración”, 24-39. 20 Enrique Peruzzotti, “Entidades de Fiscalización Superior y participación ciudadana, reflexiones para una agenda de colaboración”, 24. 21 Esto también depende del establecimiento de canales eficientes de atención a solicitudes de información.

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o malos manejos, con lo cual los ciudadanos pueden iniciar reclamos de atención frente a los medios de comunicación o presentar denuncias formales22. Finalmente, como menciona el autor: Un mejor conocimiento sobre las EFS permite también que la sociedad eventualmente ejerza un control social sobre las actuaciones de dichos organismos y/o sobre otras agencias o actores políticos que atentan contra el buen desempeño de las EFS.23

El segundo tipo de estrategias es el mejoramiento del proceso de selección de los casos a fiscalizar; el cual promueve el intercambio de información relevante para la elaboración de los programas anuales de trabajo. Este tipo de prácticas ayudan a “establecer un sistema de sensores externos que le permitan a las EFS tener un mejor conocimiento de que (sic) demanda la ciudadanía en materia de fiscalización”24, y con ello “realizar una tarea […] más selectiva y focalizada”25. Para alcanzar esa meta es esencial que las EFS cuenten con sistemas de recepción y seguimiento puntual a las denuncias ciudadanas y que además desarrollen mecanismos de diálogo y retroalimentación al momento de planificar sus agendas de fiscalización26. Por último, la organización de sistemas mixtos de fiscalización, de acuerdo con el autor, [V]a más allá de las propuestas anteriormente descritas,—las cuales se orientaban a mejorar las comunicaciones entre ciudadanía y EFS—[…] en cambio, en esta tercera modalidad los mecanismos ciudadanos no se limitan a cumplir el papel de sensores sino que se incorporan activamente a la tarea de control como un componente más del sistema de fiscalización las EFS27.

En comparación con los modelos tradicionales de fiscalización, esta alternativa permite enriquecer la labor de las EFS con la información que los ciudadanos, organizados o no, proveen sobre el comportamiento de los actores públicos. Lo anterior puede provocar la conformación de redes plurales de fiscalización y monitoreo, en las que, por ejemplo, las EFS realicen las actividades de auditoría contable y los ciudadanos validen dicha información por medio de auditorías físicas o de campo.

22 Enrique Peruzzotti, “Entidades colaboración”, 27. 23 Enrique Peruzzotti, “Entidades colaboración”, 27. 24 Enrique Peruzzotti, “Entidades colaboración”, 30. 25 Enrique Peruzzotti, “Entidades colaboración”, 30. 26 Enrique Peruzzotti, “Entidades colaboración”, 30-31. 27 Enrique Peruzzotti, “Entidades colaboración”, 36.

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de Fiscalización Superior y participación ciudadana, reflexiones para una agenda de de Fiscalización Superior y participación ciudadana, reflexiones para una agenda de de Fiscalización Superior y participación ciudadana, reflexiones para una agenda de de Fiscalización Superior y participación ciudadana, reflexiones para una agenda de de Fiscalización Superior y participación ciudadana, reflexiones para una agenda de de Fiscalización Superior y participación ciudadana, reflexiones para una agenda de

La participación ciudadana en las tareas de fiscalización

En el siguiente apartado exponemos evidencia cuantitativa y cualitativa sobre el grado en que la ASF ha incentivado este tipo de acciones de asociación ciudadana.

II. DIAGNÓSTICO SOBRE LAS POLÍTICAS DE PARTICIPACIÓN CIUDADANA EMPLEADAS POR LA ASF

Políticas de transparencia y acceso a la información

Transparentar las acciones del gobierno es el insumo inicial para que los ciudadanos exijan cuentas. Tener la información necesaria en la vitrina pública sobre el uso de los recursos es una condición necesaria para que los ciudadanos controlen a sus representantes.

Karen Susana Góngora Pantí Sarai Maribel Flores Domínguez

En conjunto, estas prácticas permiten legitimar la labor de las EFS, contribuyen a la ampliación de una cultura en pro de la rendición de cuentas, pero sobre todo, dinamizan la labor de las EFS y ponen su capacidad auditora al servicio de la ciudadanía.

Para Peruzzotti, las EFS deben de implementar políticas de transparencia y acceso a la información que ayuden a la ciudadanía a conocer qué es la fiscalización, cómo se lleva a cabo y por qué es importante. Además, éstas deben proveer los elementos necesarios para que la ciudadanía evalúe de manera independiente cómo se ejerció el gasto. La transparencia no constituye una forma de participación ciudadana, pero sí la estimula. Para lograrlo, es esencial que la ASF disponga información de fácil acceso, oportuna, clara y socialmente útil. La clave es que la ASF “no solamente se constriña a cumplir (…) con sus obligaciones formales, sino que se convierta en un eslabón eficaz y diáfano de la comunicación entre las autoridades y la sociedad, respecto al uso de los recursos públicos en el país”28. Actualmente, la ASF cuenta con las siguientes herramientas de transparencia: la Guía para el Ciudadano, ¿Qué es y qué hace la Auditoría Superior de la Federación?; un video dirigido a los niños denominado Una historia de rendición de cuentas; Resúmenes de auditorías para ciudadanos y el Sistema Público de Consulta de Auditorías. El primero y segundo de estos mecanismos tienen la finalidad de difundir la visión y mandato de la ASF, mientras que los últimos proporcionan resultados históricos de la fiscalización. A continuación describimos a grandes rasgos la función y beneficios de cada una de estas herramientas.

28 Mauricio Merino, Informe sobre la evolución y el desempeño de la Auditoría Superior de la Federación, (México D.F., CIDE-ASF, Octubre 2009), 58.

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La Guía para el ciudadano, ¿Qué es y qué hace la Auditoría Superior de la Federación? es un cuadernillo que explica los aspectos centrales de los procedimientos de fiscalización, la razón de ser de la ASF y su rol dentro del federalismo mexicano. La guía define qué es la fiscalización, quiénes participan y cómo se lleva a cabo la selección de las instituciones y programas que serán auditados. Asimismo, expone los diferentes tipos de auditorías que existen y cómo se realiza la presentación del Informe del Resultado de la Fiscalización Superior de la Cuenta Pública y el reporte de las acciones sancionatorias. El video, Una historia de rendición de cuentas explica, a través de un relato protagonizado por una familia, cómo y por qué la ASF revisa los gastos del gobierno. En el video, el padre es equiparado con la Cámara de Diputados, la madre representa la labor de la ASF, los dos hijos actúan como los ejecutores del gasto y por último la hija, quien es la que observa todo, ejemplifica los intereses de la ciudadanía29. En palabras de Figueroa, este video constituye “una inversión inteligente de mediano plazo, al formar en los niños una cultura más precisa de legalidad y la rendición de cuentas30”.

El Informe del Resultado de la Fiscalización Superior de la Cuenta Pública, Resúmenes para Ciudadanos 2012, constituye un mecanismo innovador para exponer los resultados de las auditorías por tipo y grupo funcional. En una sola cuartilla se detalla el sujeto, objeto y justificación de cada auditoría, así como las observaciones y recomendaciones resultantes. Por último, el Sistema Público de Consulta de Auditorías es un programa que permite obtener los resultados de las fiscalizaciones de 2000 al 2012, a partir de alguno de los siguientes criterios: entidad fiscalizada, sector, tipo de auditoría, entidad federativa, entre otros. En conjunto, los cuatro instrumentos antes descritos representan un avance considerable de la ASF en materia de transparencia. El órgano no sólo cuenta con más y mejores opciones para acceder a información relevante, sino también ésta es presentada en formatos más amigables y con un leguaje de fácil comprensión. En el diagnóstico sobre el desempeño de la ASF realizado en el 2009, Mauricio Merino expuso que dicho órgano había “optado por tener un bajo perfil de comunicación31”. Actualmente, es de resaltar el viraje de la ASF hacia esquemas de divulgación de mayor impacto; principalmente a través de la Guía para el Ciudadano, ¿Qué es y qué hace la Auditoría Superior de la Federación? y la compilación de Resúmenes de Auditorías. No obstante estos importantes logros, la ASF necesita continuar en esa ruta para dotar a la ciudadanía de mayores elementos para controlar a las organizaciones públicas. Lo anterior cobra especial relevancia

29 Es un video con una duración de seis minutos en el que se cuenta la historia y tres minutos más en el que se realiza preguntas con sus respectivas respuestas para reafirmar el conocimiento que se quiere trasmitir. 30 Aimée Figueroa, ASF v.3.0 pro., (México, D.F., Red por la Rendición de Cuentas, 2013), disponible en http:// rendiciondecuentas.org.mx/asf-v-3-0-pro/ 31 Mauricio Merino. Informe sobre la evolución y el desempeño de la Auditoría Superior de la Federación, 71.

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La participación ciudadana en las tareas de fiscalización



Mejoramiento del proceso de selección

Como Peruzzotti explica, el primer paso para que las ESF desarrollen programas de trabajo incluyentes es la recepción, gestión y seguimiento adecuado de las denuncias ciudadanas. En este apartado analizamos la actuación de la ASF en dicha materia y proporcionamos evidencia sobre la disposición de la ASF para atender a fondo las demandas sociales. Para comenzar, hay que recordar que la (LFRCF) contempla en los artículos 109 y 110, que la ciudadanía tendrá el derecho de presentar denuncias o solicitudes de atención ante la Comisión de Vigilancia de la Auditoría Superior de la Federación (CVASF), la cual, de considerarlo procedente, turnará dichas peticiones a la ASF. Ésta tiene la obligación de responder a los ciudadanos y valorar la pertinencia de sus solicitudes34.

Karen Susana Góngora Pantí Sarai Maribel Flores Domínguez

si consideramos que, de acuerdo con una encuesta realizada por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM)32, 70 por ciento de los encuestados33 desconoce qué organismos públicos realizan actividades de fiscalización o auditorías, y al mismo tiempo el 83 por ciento manifestó tener interés en conocer las irregularidades y los resultados de las auditorías.

Para analizar cómo respondió la ASF ante las exigencias de la sociedad, analizamos las ochenta y cuatro35 solicitudes presentadas ante la CVASF de 2009 al 201336, las cuales obtuvimos vía INFOMEX37. Mediante un análisis de contenido captamos si la ASF es receptiva frente a los intereses de la ciudadanía. Analizamos detenidamente los escritos de la ciudadanía, los oficios de turno de la CVASF y los oficios de respuesta de la ASF. Estos son los resultados generales: la ASF respondió satisfactoriamente

32 Fernando Castañeda Sabido. Investigación sobre la percepción ciudadana acerca de la transparencia, rendición de cuentas y fiscalización en el uso de los recursos públicos en México, (México, D.F., ASF-UNAM, 2011). 33 Lo anterior puede atribuirse a que poco más del 51 por ciento de los encuestados mencionó que la televisión es el mejor medio para enterarse de los resultados de las auditorías; mientras que, como vimos, la ASF principalmente utiliza su página de internet como mecanismo de difusión. 34 Esta investigación está centrada en el análisis del grado de cumplimiento del Título Octavo, Contraloría Social, de la LFRCF. Por tal motivo, no examinamos las denuncias o solicitudes de intervención presentadas por los ciudadanos de manera directa a la ASF ni tampoco las realizadas a través de la Línea Ética de Denuncia. 35 En el 2009 hubo nueve denuncias; en el 2010 treinta y seis; en 2011 veintinueve; en 2012 dos y en 2013 ocho. 36 En 2009 se agregaron los artículos 109 y 110 en la LFRCF. 37 Tres solicitudes presentadas ante la ASF con folios: 0000714, 000002414 y 00011814. Dos solicitudes presentadas ante la CVASF con folios, 10423 y 10489. 38 Consideramos respuestas satisfactorias a todas aquellas que cumplieran con al menos uno de los siguientes criterios: “la ASF proporcionó la información solicitada o aclaró las dudas del ciudadano (a)”, “la ASF explicó que ya tenía planeado realizar la auditoria propuesta por el ciudadano (a)”; “la ASF respondió que utilizaría la información proporcionada por el ciudadano (a) como insumo para las auditorías”, “la ASF planteó que consideraría realizar la auditoría solicitada por el ciudadano (a)”.

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en doce casos38 y de manera negativa en setenta y dos39. Los temas principales que denunciaron los ciudadanos fueron irregularidades en el ejercicio presupuestal—incluidos los recursos del Ramo 33—, incumplimiento de diversas normas operativas y financieras, contrataciones irregulares, abusos de autoridad y desvíos de recursos. Las justificaciones que utilizó el órgano de fiscalización para negarse a actuar fueron las seis siguientes: “No es competencia de la ASF” (quince respuestas); “No es posible realizar la auditoría solicitada debido al principio de anualidad” (catorce respuestas); “Se tomó nota para considerar la petición en el PAAF (Programa Anual de Auditorías para la Fiscalización Superior de la Cuenta Pública)” (treinta y cuatro respuestas); “No es posible atender el asunto debido a la falta de capacidades y recursos de la ASF” (tres respuestas); “No es posible atender la solicitud debido al grado de avance en los trabajos de fiscalización” (cuatro respuestas) y “No se atenderá la solicitud debido a que se contrapone con los criterios establecidos en el PAAF” (dos respuestas) ver Gráfica 1.

Gráfica 1 Elaboración propia con base en información proporcionada por la ASF y la CVASF. 39 Una respuesta negativa significa que la ASF se negó a atender la solicitud por las siguientes razones: “No es competencia de la ASF”, “No es posible realizar la auditoría solicitada debido al principio de anualidad”; “Se tomó nota para considerar la petición en el PAAF”; “No es posible atender el asunto debido a la falta de capacidades y recursos de la ASF”; “No es posible atender la solicitud debido al grado de avance en los trabajos de fiscalización” y “No se atenderá la solicitud debido a que se contrapone con los criterios establecidos en el PAAF”.

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Como se aprecia, en la mayoría de los casos la ASF respondió que tomaría nota para integrar las peticiones ciudadanas en el PAAF (treinta y cuatro casos); sin embargo, en los oficios de contestación no es posible advertir de qué forma la ASF dio seguimiento a dichas solicitudes. Tampoco en los Informes de Resultados es posible conocer qué sucedió con las mismas, ya que el apartado de atención a las solicitudes de la CVASF sólo hace mención del tratamiento a los requerimientos formulados por el Pleno de la Cámara de Diputados o por la propia Comisión, y no de aquéllos promovidos por la ciudadanía. Sobre el punto anterior, aunque la ciudadanía denunció asuntos de suma importancia como los presuntos fraudes en los trabajos de la Línea 12 del Sistema de Transporte Colectivo Metro40, desvíos de recursos en el Consejo Nacional del Fomento Educativo (CONAFE)41, irregularidades en los contratos de remodelación del Palacio de Bellas Artes42 y malos manejos de los recursos del Ramo 33, no hay certeza de que la ASF atendió las denuncias o utilizó dicha información para delimitar el universo de programas a auditar.

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La participación ciudadana en las tareas de fiscalización

La segunda respuesta más repetida fue que la ASF no tiene facultades para atender los asuntos expuestos por la ciudadanía (quince casos). De esas quince respuestas, diez pueden considerarse satisfactoriamente atendidas debido a que los temas denunciados no eran de la competencia de la ASF; cuatro eran de carácter laboral y seis le competían a las contralorías o entidades de fiscalización de los estados. Las cinco restantes fueron remitidas a Órganos Internos de Control (OIC) de las dependencias federales. A pesar de que las cinco denuncias antes mencionadas exponen casos de contrataciones irregulares, malos manejos y abuso de autoridad, la ASF no aportó una justificación clara del por qué no solicitó un Informe de Situación Excepcional43 —opción a su alcance en este tipo de circunstancias— en lugar de turnar los oficios a los OIC44. Por ejemplo en 2010, Fundar, Centro de Análisis e Investigación A.C. solicitó incluir en el PAAF 2010 un Informe de Situación Excepcional sobre los gastos del Sistema de Protección Social en Salud, mejor conocido como Seguro Popular45. La ASF únicamente contestó lo siguiente: “sobre el particular, le informamos que se atenderá lo dispuesto por el artículo 41, en la fiscalización superior de la Cuenta Pública 201046”.

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Oficios CVASF/LXI/149/2010 y OASF/0947/2010. Oficios CVASF/LXII/0465/2013 y OASF/0830/2013. Oficios CVASF/LXI/161/2011 y OASF/0717/2011. De acuerdo con el Título Cuarto de la LFRCF, la ASF tiene la facultad de solicitar este tipo de informes a las entidades fiscalizadas cuando exista una denuncia debidamente fundada. 44 Tendría que existir una adecuada coordinación entre la ASF y los OIC para asegurar que las denuncias ciudadanas son efectivamente atendidas. Ver: Roberto Rodríguez, “La interacción de los controles internos y externos en el combate a la corrupción”, ASF, XIII Certamen Nacional de Ensayo sobre Fiscalización Superior y Rendición de Cuentas, (México, D.F., ASF, Noviembre 2013), 31-51. 45 Oficios CVASF/LXI/1040/2010, CVASF/1041/2010, OASF/1268/2010 y CVASF/LXI/005/2011. 46 Oficio OASF/1268/2010.

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En realidad, la ASF no realizó la auditoría solicitada y tampoco explicó sus razones. Su respuesta evidencia la falta de rutinas y procedimientos para analizar a fondo las propuestas ciudadanas. Aunque Fundar justificó la relevancia de realizar dicho Informe, la ASF se limitó a enunciar que se apegaría a la normatividad. Este tipo de casos son oportunidades ideales para que la ASF se asocie con la ciudadanía para obtener información y pruebas sobre posibles casos de corrupción o mal uso de los recursos públicos. La ASF debe dar un paso adelante en esta materia; organizar reuniones de diálogo o por lo menos estudiar a fondo las solicitudes. Por otro lado, los siguientes casos nos hablan de las restricciones técnicas, legales y operativas que le impiden a la ASF valorar apropiadamente las denuncias ciudadanas. En primer lugar, tenemos cuatro solicitudes que no fueron atendidas porque los trabajos de fiscalización ya estaban avanzados. Por ejemplo, en el 2010, miembros de la comunidad universitaria de Chapingo solicitaron auditar el presupuesto asignado a servicios personales47. Sin embargo, como la solicitud fue presentada en septiembre, la ASF respondió que “en atención al grado de avance de los trabajos de fiscalización superior de la Cuenta Pública 2009, no es factible incluir la revisión solicitada para dicho ejercicio48”. Algo similar sucedió con la solicitud presentada en el 2010 por el Síndico Procurador del municipio de Mariscala de Juárez, Oaxaca y un grupo de ciudadanos inconformes con el uso de los recursos federales del ejercicio fiscal 2009 asignados a dicho municipio49. Al respecto, la ASF respondió que “el Programa Anual de Auditorías para la Fiscalización Superior de la Cuenta Pública 2009 se encuentra en la etapa final de ejecución, por lo que no es factible incluir revisiones a este ejercicio50”. Otro problema de la misma índole tiene que ver con la falta de capacidades y recursos de la ASF. En 2011, tres denuncias fueron rechazadas con base en el argumento de que los recursos humanos y la capacidad auditora de dicha institución estaba limitada al cumplimiento del PAAF51. Aunado a lo anterior, dos denuncias fueron descartadas por contraponerse con los criterios establecidos en el PAAF52. En cuanto a las doce solicitudes atendidas de forma satisfactoria, seis se refieren a auditorías que la ASF ya tenía contemplado realizar o que ya se habían hecho con anterioridad; cuatro solicitudes se solventaron mediante aclaraciones o información documental, y en una solicitud la ASF expresó que revisaría el caso con apego a la normatividad53.

47 Oficios no. CVASF/LXI/839/2010, OASF/1221/2010 y CVASF/LXI/928/2010. 48 Oficio OASF/1221/2010. 49 Oficios no. CVASF/LXI/1074/2010, CVASF/LXI/1076/2010, OASF/0009/2011 y CVASF/LXI/042/2011. 50 Oficio OASF/0009/2011. 51 Oficios no. CVASF/LXI/633/2011, OASF/0901/2011, CVASF/780/2011, OASF/1008/2011 CVASF/LXI/768/2011 OASF/0968/2011. 52 Oficios no. CVASF/LX/535/2009, OASF/1679/2009, CVASF/LXII/0478/2013 y OASF/0837/2013. 53 Nos referimos al caso expuesto por Fundar.

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y

A fin de cuentas, sólo hubo una denuncia que es posible catalogar como un caso de éxito, debido a que la ASF manifestó que utilizaría la información expuesta por la ciudadanía como insumo para sus investigaciones. En 2013, el C. Aurelio Sosa Barenca, Presidente de la organización Huamelulenses Unidos en el D.F., aportó información relevante sobre la operación del Fondo de Aportaciones para los Servicios de Salud (FASSA) en el Municipio de San Pedro Huamelula, Oaxaca y solicitó revisar el asunto54. La ASF respondió que “los elementos que se citan en el escrito de referencia, serán considerados como insumos en las revisiones que la ASF practique al estado de Oaxaca con motivo de la fiscalización superior de la Cuenta Pública 201255”. La diferencia entre esta respuesta y las anteriores es que la ASF no argumentó que “tomaría nota”, en cambio, manifestó que utilizaría lo expuesto por la ciudadanía para llevar a cabo sus auditorías. En suma, lo descrito previamente demuestra que la ASF no ha desarrollado esquemas de trabajo abiertos a las demandas de la ciudadanía. El órgano descarta la mayoría de las denuncias por los motivos antes expuestos. Como vimos, si alguien solicita auditar algún programa correspondiente a la Cuenta Pública en revisión, la ASF argumenta que no es factible atender el asunto debido a que los trabajos de fiscalización ya están en marcha o porque no cuenta con los recursos humanos y operativos necesarios. Además, para que las denuncias sean admitidas deben de ser compatibles con el PAAF. En el mejor de los casos, la ASF responde que tomará nota para considerar las peticiones en la etapa de planeación de la fiscalización anual, lo cual no es una garantía de que los temas de interés de la sociedad sean incluidos.

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La participación ciudadana en las tareas de fiscalización

Adicionalmente, de acuerdo con la propia ASF, uno de los criterios para la delimitación del Universo General Auditable es el número de “peticiones de revisión provenientes de la Cámara de Diputados y de Senadores, así como los señalamientos de problemas e irregularidades expresados o denunciados por la sociedad civil56”, no obstante, cuando preguntamos57 cuáles denuncias ciudadanas se incluyeron en el PAAF, la respuesta de la ASF fue contradictoria. El órgano respondió que todas las “denuncias se analizan y valoran, y en su caso, se utilizan como insumo, entre muchos otros para considerarse en la programación para la fiscalización de la Cuenta Pública58”. El problema fue que la ASF no aportó ningún dato concreto y de hecho expresó que en los “Criterios de Selección no se menciona que uno de los criterios de selección (sic) de los programas presupuestarios que se auditan sea la recurrencia de denuncias ciudadanas59”. Por último, hay que considerar los resultados de la Investigación sobre la percepción ciudadana acerca de la transparencia, rendición de cuentas y fiscalización en el uso de los recursos públicos en México. Este estudio mostró que 79 por ciento de los encuestados expresó que sí estaría en disposición 54 Oficios CVASF/LXII/0373/2013 y OASF/0811/2013. 55 Oficio OASF/0811/2013. 56 ASF, Informe del Resultado de la Fiscalización Superior de la Cuenta Pública 2011, (México, D.F., ASF, 2013), 217. 57 Solicitud de información con folio 00016314. 58 Solicitud de información con folio 00016314. 59 Solicitud de información con folio 00016314.

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de denunciar de manera anónima actos de irregularidad o corrupción. Ante este escenario, resulta fundamental que la ASF no eche en saco roto los escritos de la ciudadanía. La inclusión de las propuestas ciudadanas no pone en juego la objetividad ni la rigurosidad de la ASF. En cambio, mejorar la gestión de las denuncias y contar con mecanismos que permitan conformar un plan de trabajo plural fortalece su labor fiscalizadora y legitimidad. Además, lo anterior es una condición previa para desarrollar esquemas mixtos de fiscalización —tema del siguiente apartado.



Sistemas mixtos de fiscalización

Para Peruzzotti, los sistemas mixtos de fiscalización suponen una acción conjunta entre la sociedad y las EFS; lo cual requiere coordinación y una división clara de las responsabilidades. Este tipo de esquemas traen consigo una “mayor efectividad en las tareas de fiscalización”60 debido a que los ciudadanos conocen en la práctica cómo se implementan los programas o proyectos, revisan una mayor variedad de políticas, recolectan y sistematizan información distinta a la de las EFS, e inclusive pueden desarrollar sus propios ejercicios de fiscalización. A la fecha, la ASF lleva a cabo la planeación y desarrollo de las auditorías de manera aislada, es decir, no contempla la integración de grupos de trabajo en los que tengan cabida los ciudadanos. De hecho, el marco normativo de la ASF le impide compartir funciones y asociarse con cualquier tipo de organización para la realización de auditorías61. Esto no significa que la ASF esté impedida para organizar reuniones o mesas de discusión con la ciudadanía para intercambiar información y dialogar respecto a los temas que deben formar parte de la agenda anual de fiscalización. Como vimos en el apartado anterior, las probabilidades de que una denuncia ciudadana sea incluida en el PAAF, o que ésta derive en una investigación, son prácticamente nulas. Además, la ASF no está legalmente autorizada para llevar a cabo fiscalizaciones mixtas. Al margen de estas conclusiones, cabe señalar que recientemente la ASF manifestó un interés destacable respecto a los resultados de una investigación financiera realizada por el Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO). A mediados de mayo de 201462 el IMCO expuso que setenta maestros tienen un sueldo registrado mayor al del Presidente de la República. El tema generó una gran polémica en los medios, sin embargo, la Secretaría de Educación Pública (SEP) desestimó la investigación con el argumento de que las 60 Enrique Peruzzotti, “Entidades de Fiscalización Superior y participación ciudadana, reflexiones para una agenda de colaboración”, 39 61 Como vimos previamente, los artículos 109 y 110 de la LFRCF únicamente consideran que la ciudadanía puede realizar denuncias o aportar información en general. 62 Ver: Criterio, Todo por su nombre. A desmantelar. 10/06/2014, disponible en http://criteriohidalgo.com/notas. asp?id=241708; Excélsior, IMCO defiende investigaciones de anomalías. 24/05/2014, disponible en http://www.excelsior. com.mx/nacional/2014/05/24/961123; Percepción.com.mx. Tras polémico de IMCO, revisará la ASF nómina docente. 21/05/2014, disponible en http://percepcion.com.mx/noticia/56752/tras-polemica-por-reportes-del-imco-revisara-la-asfnomina-docente.

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El ejemplo anterior puede ser considerado como un caso de éxito. El órgano recibió el aval público por su labor y la sociedad pudo conocer cómo se están usando sus recursos. En síntesis, es recomendable que la ASF replique este tipo de ejercicios y busque generar alianzas con organizaciones de la sociedad que producen conocimiento útil sobre la gestión presupuestaria. La idea es construir espacios de interlocución plurales con lo cual se previene el riesgo de captura. El objetivo es que el órgano esté al tanto de lo que demanda la ciudadanía y aproveche la información y los datos que éstos pueden proporcionar. No se trata de que la ASF atienda indiscriminadamente todas las denuncias. No hay que perder de vista que este órgano toma decisiones de carácter técnico, por lo tanto, el desafío está en saber identificar en qué casos y bajos qué condiciones es provechoso optar por un esquema de colaboración con la ciudadanía.

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cifras eran erróneas. La ASF decidió tomar parte en el asunto e inició una revisión extraordinaria del informe sobre la nómina magisterial. El asunto concluyó con un pronunciamiento del Presidente de la CVASF en el cual exhorta a la SEP a asegurar que la ejecución del presupuesto esté libre de desvíos y pagos indebidos63.

CONCLUSIONES A lo largo de este ensayo mostramos que la ASF no ha logrado establecer canales efectivos de interacción con la ciudadanía. En materia de transparencia y acceso a la información se han dado avances importantes, pero no ocurre lo mismo respecto a la atención de denuncias y la generación de ejercicios de fiscalización de tipo mixto. La implementación de los Resúmenes de Auditorías y la Guía para el Ciudadano, ¿Qué es y qué hace la Auditoría Superior de la Federación? es una muestra de que la ASF está dejando atrás la opacidad, y en cambio, está apostando por opciones de divulgación de gran alcance. Empero, también encontramos que la ASF descarta prácticamente todas las denuncias o solicitudes ciudadanas. Hay que destacar que los criterios utilizados para la selección de la muestra auditable son muy rígidos y en la práctica cierran toda posibilidad para la construcción de un programa de auditorías con un enfoque ciudadano. Por último, vimos que el marco normativo de la ASF imposibilita la realización de fiscalizaciones mixtas, sin embargo, el caso de los malos manejos de la nómina magisterial expuesto por el IMCO, revela una mayor inclinación e interés del órgano respecto al trabajo de las organizaciones ciudadanas.

63 Ver: La prensa, La ASF pidió a la SEP mayor control de la nómina magisterial. 20/07/2014, disponible en http://www.oem. com.mx/laprensa/notas/n3472881.htm.

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En síntesis, como Merino señala “la ASF está madura, como institución pública, (…) para incorporar de manera más decidida la participación de la sociedad civil64”. Concluimos que la ASF debe repensar las estrategias que utiliza para acercarse con la ciudadanía. Su reto es generar un ambiente propicio para la participación, a partir de mecanismos innovadores de transparencia, atención adecuada de las denuncias y el desarrollo de líneas de comunicación o acuerdos de colaboración con la ciudadanía. 

64 Mauricio Merino, Informe sobre la evolución y el desempeño de la Auditoría Superior de la Federación, 72.

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La participación ciudadana en las tareas de fiscalización

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Segundo Lugar

Corrupción: estructura y herramientas para combatirla

Por Juan Franciso Sánchez Vela

La corrupción es un problema que no necesita presentaciones puesto que todos tenemos una idea general de ella debido a que, de forma directa o indirecta, la hemos padecido. Todos hemos sufrido las consecuencias de la corrupción e incluso quizá la hemos tolerado, fomentado o reproducido, a veces sin ser conscientes de ello. La corrupción como fenómeno social es un problema complicado de entender y más complicado aún de resolver. Sin embargo, no por eso hay que cejar en su combate, pues ello sería tan absurdo como pensar en dejar de buscar nuevos métodos de tratamiento de las enfermedades sólo porque éstas son algo esencialmente inevitable. La corrupción es un problema complejo y multifactorial que requiere ser estudiado, comprendido y atacado desde diversos frentes. Este ensayo, al ser producto de una convocatoria hecha por la Auditoria Superior de la Federación, tendrá que ocuparse necesariamente del papel, herramientas y limitaciones que tiene dicha institución para ayudar en el combate efectivo de la corrupción. Sin embargo, al tratar el problema de la corrupción, el análisis general no debe quedar de lado, pues ello puede conducir a proponer soluciones superficiales o inefectivas que subestimen tanto el problema como las limitaciones en su combate. De modo que un análisis teórico y estructural de la corrupción parece ser un buen punto de partida para evaluar las herramientas existentes para combatirla.

Juan Franciso Sánchez Vela

Corrupción: estructura y herramientas para combatirla

En este sentido, lo primero que habría que decir sobre la corrupción, es que existen múltiples definiciones de ella, la mayoría de las cuales son construidas, tanto a partir de los diversos campos de estudio que se ocupan de la corrupción, como a partir de aquello que se ve afectado por la misma. Así, existen definiciones de tipo jurídico, económico, sociológico, político y ético de la corrupción, que empatan con el hecho de que ésta afecta lo mismo a los sistemas normativos, que al mercado y al interés común. Una revisión a fondo de los diversos tipos de definiciones puede resultar útil en tanto que cada tipo subraya ciertas características importantes que nos ayudan a comprender y atacar de mejor manera un problema que se presenta múltiple y complejo; sin embargo, este texto no resulta el lugar adecuado para realizar dicho tipo de análisis con la extensión requerida. En vez de eso, optaremos por enfocarnos en una definición que comprende a la corrupción a partir de su estructura más general y desde dicha definición desarrollaremos un análisis sobre las complejidades, retos y límites que presenta dicha estructura, sobre todo cuando la corrupción se ha convertido en una práctica generalizada, como por desgracia ocurre en nuestro país. Todo lo anterior, con el objetivo último de aterrizar el análisis teórico en algunos de los mecanismos y herramientas necesarios para enfrentar la corrupción, puesto que es ahí donde se muestra la importancia del papel que los órganos de control institucionales como la Auditoría Superior de la Federación deben tomar en la lucha por reducir y controlar la corrupción. Así pues, la definición de la corrupción de la que partiremos será la propuesta por Ernesto Garzón Valdés, la cual se basa en el llamado “deber posicional” y que queda enunciada de la siguiente manera:

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XIV Certamen Nacional de Ensayo sobre Fiscalización Superior y Rendición de Cuentas, 2014

La corrupción consiste en la violación limitada de una obligación por parte de uno o más decisores con el objeto de obtener un beneficio personal extraposicional del agente que lo(s) soborna o a quien extorsiona(n) a cambio del otorgamiento de beneficios para el sobornante o el extorsionado que superan los costes del soborno o del pago o servicio extorsionado.1

Aunque la definición pudiera resultar suficientemente clara, es posible hacer algunos señalamientos y dar unas cuantas explicaciones sobre los términos utilizados que nos ayuden a comprender cabalmente tanto el significado como las implicaciones de esta definición. Así, lo primero a destacar es que desde la perspectiva del deber posicional existe una vinculación lógica entre el concepto de corrupción y el de sistema normativo, lo que quiere decir que no es posible hablar de corrupción sin hacer

referencia simultáneamente al marco normativo dentro del cual se produce el acto o la actividad calificada de corrupta.2 Es decir que la corrupción es siempre, corrupción de un sistema normativo; y

al sistema normativo que determina los parámetros permitidos, que a su vez definen la corrupción, se le denomina “sistema normativo relevante”. En este punto, resulta importante remarcar que el concepto de sistema normativo debe ser entendido de la manera más general posible, como haciendo referencia a la regulación de todo tipo de prácticas sociales que se presentan en los más diversos ámbitos (religiosos, económicos, políticos, jurídicos, deportivos, etc.). De tal suerte que la corrupción aparece como un fenómeno que se da más allá del ámbito público y de su representante más visible que es el ámbito político. Ahora bien, se denomina como decisor a alguien a quien por su papel o posición dentro del sistema normativo relevante le son asignados ciertos deberes -que en algunos casos son acompañados de ciertos poderes necesarios para la correcta realización de dichos deberes-. Y son estos deberes adquiridos por el decisor en función a su posición a lo que se llama “deberes posicionales”. Al respecto, resulta importante hacer notar la generalidad y amplitud del concepto de decisor pues aunque éste abarca a las “autoridades”, es decir, a aquellos individuos con capacidad de sancionar o de determinar las normas del sistema relevante, no se limita a ellas. Asimismo, en un plano general, casi filosófico, cabe diferenciar los deberes posicionales de los llamados “deberes naturales” que hacen referencia a una “moral natural” universal, pues, en contraposición con los deberes naturales, los deberes posicionales son aquellos que se adquieren

a través de algún acto voluntario en virtud del cual alguien acepta asumir un papel dentro de un sistema normativo; [y] su ámbito de validez está delimitado por las reglas que definen la posición respectiva.3 Para fines prácticos de distinción entre unos y otros, los deberes posicionales suelen ser

designados como “obligaciones”, en tanto que el uso del término “deberes” se suele restringir a la designación de los mencionados deberes naturales. Sin embargo, más allá de la utilidad práctica de

1 Garzón Valdés, Ernesto, “El concepto de corrupción” en Zapatero, Virgilio (Compilador), La corrupción. «Colección filosofía y cultura contemporánea» no29, México, Ediciones Coyoacán, 2007. pp 11-37. p. 23. 2 Ibíd p. 14. 3 Ibíd p. 15.

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Corrupción: estructura y herramientas para combatirla

La diferenciación clara entre ambos sistemas normativos resulta importante pues es una práctica común, aún entre los estudiosos del tema, el mezclar y confundir ambos sistemas en los discursos que tratan sobre la corrupción. Y, si bien es claro que un sistema justificativo puede ser considerado también como un sistema relevante con sus propias faltas y sanciones, también debería resultar claro que no debe ser confundido con el sistema al que justifica, pues ello tiende a complicar más que aclarar el, de por sí ya complejo, problema de la corrupción al mezclar deberes de pretensiones universales con obligaciones adquiridas como miembro de un sistema particular, por extenso que éste sea. Y dicha aclaración es pertinente para distinguir, por ejemplo, la corrupción de un sistema político o jurídico de la corrupción de un sistema ético o religioso.4

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esta distinción entre obligaciones y deberes, dicha distinción nos permite observar la existencia de un sistema normativo superpuesto al sistema normativo relevante, pues más allá de las obligaciones adquiridas dentro de éste, existe siempre la exigencia de un discurso que justifique los valores y deberes éticos que sustentan dichas obligaciones. Y al sistema normativo encargado de justificar y validar al sistema normativo relevante se le denomina “sistema normativo justificante”.

Con estos primeros conceptos generales de fondo, se puede entender ya lo que significa que la corrupción implique el incumplimiento de una obligación por parte de un decisor, y que lo haga buscando un beneficio extraposicional, esto es, un beneficio que va más allá de los beneficios que obtiene dentro del sistema normativo al cumplir adecuadamente con sus obligaciones. Sin embargo, este punto está ligado con una de las mayores dificultades para delimitar y sancionar los actos de corrupción, pues los beneficios para el decisor corrupto no siempre suelen ser de carácter estrictamente monetario o material, ya que comúnmente dentro de las redes de corrupción se intercambian cosas tan abstractas y difíciles de rastrear como son algunos tipos de favores o el afecto y la lealtad de las personas. Y si a ello le sumamos que el tiempo de incumplimiento de la obligación por parte del decisor y el de la obtención del beneficio por parte de éste no siempre coinciden, podremos comprender que detectar ciertos actos de corrupción puede resultar sumamente difícil. Pero siguiendo con el análisis de los otros elementos en la definición de la corrupción propuesta que deben ser aclarados, resulta particularmente importante resaltar el carácter netamente social del fenómeno de la corrupción pues, a la par del decisor, debe existir siempre otro u otros agentes que formen parte del acto corrupto, ya sea como solicitantes o como víctimas de la actuación del decisor, pues, como nos indica Garzón Valdés, la corrupción básicamente puede configurarse en forma de soborno o como extorsión: Se soborna a un decisor cuando se le otorga un beneficio

extraposicional para que viole su obligación y se es extorsionado cuando se otorga a un decisor un beneficio extraposicional para que cumpla su obligación.5 De modo que en su expresión más simple,

4 Resulta interesante ver como la fusión entre los diversos sistemas normativos es tan arraigada que incluso ciertos sistemas judiciales vigentes siguen fomentándola en actos simbólicos, pero muy significativos, como el hecho de hacer colocar la mano sobre la Biblia para jurar sobre la veracidad de un testimonio de carácter judicial. 5 Garzón Valdéz Op. Cit. p. 17.

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la corrupción requiere de complicidad para producirse con éxito, pues en el caso de que cualquiera de los dos actores corruptos denunciara la falta dentro del sistema normativo relevante, éste, en principio, tendría la capacidad y la obligación de sancionar el acto corrupto; sin embargo sabemos que este tipo de denuncias raramente ocurren, puesto que una vez consumado el acto de corrupción, tanto el que denuncia como el que no, resultan acreedores de sanción por parte del sistema. Una más de las características de la corrupción que nos proporciona el análisis hecho hasta el momento es la de observar que la corrupción, al ser definida a partir de un sistema normativo, puede consecuentemente ser entendida de manera diferente en diversos contextos políticos y culturales que cuenten con sus propios sistemas normativos. Además de que puede incluir a sistemas normativos que no necesariamente promuevan el bien común de todos los miembros del grupo. Así, por ejemplo, un decisor que libera a un esclavo por el simple beneficio de la autosatisfacción, podría ser considerado como corrupto dentro de un sistema normativo esclavista; lo mismo que Oskar Schindler podría ser considerado como un actor corrupto desde el sistema normativo nazi al sobornar a los guardias para salvar a un grupo de judios de un campo de concentración. Si bien es cierto que ninguno de los anteriores ejemplos podría ser justificado a partir de un sistema normativo basado en el respeto a los derechos humanos.6 Asimismo, otro elemento importante para el acto de corrupción que nos ayudará a hacer avanzar el análisis es aquel que surge del conflicto de motivaciones e intereses que se dan en el decisor corrupto pues éste, a la par de querer conservar su posición dentro del sistema debido a los beneficios que esto le aporta -tanto posicional como extraposicionalmente-, socava siempre al sistema normativo por medio de sus acciones corruptas. De modo que el corrupto, si quiere conservar el carácter racional de

su actividad, tiene pues que practicar un juego doble con objetivos recíprocamente opuestos: el de la conservación del sistema normativo relevante y el de la obtención de los beneficios extraposicionales, violando este mismo sistema.7 Lo que tiene como consecuencia que la corrupción siempre tenga como límite la misma supervivencia del sistema y que la falta de la obligación del decisor sea también limitada. Pero además, este punto subraya otro aspecto sumamente importante de la corrupción pues la necesidad de mantenimiento del sistema por parte de los decisores corruptos conlleva el desarrollo de mecanismos que dificultan y obstaculizan la determinación y detección de los actos de corrupción. Ya que, por una parte, el corrupto generalmente muestra una adhesión retórica incondicional al sistema normativo relevante, pudiendo incluso mostrarse en el discurso como un paladín de la lucha 6 En cuanto a la concordancia entre sistema político y moral nos dice Garzón Valdés que: Entre los sistemas normativos

relevantes políticos, hay uno del que cabalmente puede predicarse legitimidad, en el sentido de que sus principios y reglas satisfacen las exigencias de una moral crítica o ética: el de la democracia representativa institucionalizada en el Estado social del derecho. Porque ello es así, la violación de las obligaciones por parte de sus decisores (y aquí cabe incluir no sólo a los funcionarios sino también a los ciudadanos en el acto electoral) es siempre no sólo intrasistémicamente disfuncional sino también inmoral. Ello confiere a la corrupción en la democracia un carácter que no está necesariamente presente en los demás sistemas políticos. Aquí no cabe la actitud del revolucionario, y la deslealtad de los decisores se vuelve inexcusable. (Garzón Valdés Op. Cit. pp 35-36) De ahí la importancia particular que

tiene el combate a la corrupción en un sistema democrático. 7 Garzón Valdés Op. Cit. p. 20.

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Al respecto nos dice Garzón Valdés que, mientras que la dimensión retórica está caracterizada por un discurso público de adhesión formal a las normas del sistema, la dimensión estratégica procura el silencio y el disimulo y trata que el número de miembros del subsistema de la corrupción no aumente disfuncionalmente. [...Y que] el abandono del punto de vista interno con respecto al sistema normativo relevante y la creación de camarillas constituyen conjuntamente las bases de un subsistema que tiende a expandirse hasta rozar los límites de la eliminación total del sistema normativo relevante.8 Sin embargo, parece ser que, en casos extremos de corrupción sistémica, las cosas van aún más lejos pues las redes de corrupción pueden llegar a ser tan extensas y poderosas que los subsistemas de corrupción generados tienen capacidad de establecerse como sistemas normativos no formales que logran actuar de manera efectiva sobre el comportamiento de los individuos y que lo hacen de forma paralela al sistema normativo relevante, compitiendo con él al grado de equiparársele, pues en tal situación, el poder sancionador del sistema corrupto puede incluso llegar a ser mayor que el propio poder sancionador del sistema normativo relevante.

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anticorrupción, mientras que en los hechos incumple de manera reiterada sus obligaciones dentro del sistema; y, por otra parte, en su dimensión operativa y estratégica, la corrupción produce redes de complicidad entre corruptores y corruptos con el fin de no ser detectada.

En efecto, podemos reafirmar, a partir de la definición de corrupción basada en el deber posicional, que la corrupción requiere de la existencia del sistema normativo aunque sea muy débilmente, pues son las posiciones de los decisores dentro del sistema las que constituyen la base estructural de la corrupción; y que este hecho, a su vez, nos plantea la existencia necesaria de un límite a la corrupción dentro del sistema normativo. Sin embargo, como hipótesis surgida a partir de una interpretación diferente, aquí planteamos la posibilidad de que en el límite de la corrupción sistémica, el sistema normativo relevante sea sustituido por un sistema normativo efectivo en el que la corrupción sea la regla generalizada, convirtiendo al sistema normativo relevante en una especie de sistema justificante débil en tanto que, en tales condiciones, no es necesario ya cumplir con el sistema normativo relevante sino sólo simular que se cumple con el mismo. Y esta plasticidad de la corrupción resulta factible debido a que, a diferencia de otros tipos de ruptura de las normas, la implicación de individuos decisores pertenecientes al sistema y la complicidad de todos los participantes en el ocultamiento del acto corrupto, son elementos esencialmente constitutivos de la propia corrupción. Esta interpretación de la estructura de la corrupción nos conduce a una conclusión importante: que existen enormes diferencias entre la corrupción como acto aislado y la corrupción como sistema, pues mientras la primera se da como una ruptura limitada y potencialmente controlable por los demás elementos del sistema, la segunda se da dentro de un complejo sistema de relaciones en el que se crean rutinas, costumbres, valores, discursos y reglas que desafían no sólo al sistema normativo relevante, sino también al sistema justificante, haciendo que la corrupción se convierta en algo peligrosamente “normal”. En el caso de la corrupción sistémica, ésta se presenta como una fuerte 8 Ibíd p. 22.

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estructura social en la que lo determinante no son las prestaciones que se intercambian -la corrupción como trueque-, sino la estructura relacional, los vínculos de dependencia que genera -la corrupción como lazo social- y, en especial, los valores y comportamientos que impone -la corrupción como horizonte dominante-, que la convierten en el eje central del sistema.9 De modo que si queremos hacer un verdadero cambio con respecto a la corrupción, tendríamos que concentrarnos en atacar la corrupción sistémica antes que en enfocarnos sólo en casos de corrupción concretos. Aun así, no está de más enunciar de una vez una serie de herramientas de control de la corrupción que lógicamente surgen a partir de la definición estudiada. Pues suelen ser algunas de las soluciones más comunes propuestas desde la visión de la corrupción como resultado de acciones individuales de sujetos racionales. Así, suponiendo la correcta aplicación del sistema normativo relevante, la corrupción podría ser contenida con medidas que promuevan la eliminación de la posibilidad de obtener ganancias extraposicionales; con sistemas de sanciones a la violación de los deberes; con un mejoramiento de las condiciones de los decisores para evitar su deseo de obtención de ganancias extraposicionales; convenciendo a los decisores de que existe un beneficio personal mayor al cumplir con sus obligaciones de manera correcta que cualquier beneficio extraposicional que pudieran obtener; así como procurando la adhesión y la lealtad de los decisores al sistema normativo relevante. Sin embargo, estas medidas no son aplicables, o al menos no del mismo modo, cuando la corrupción se ha convertido en una práctica generalizada que tiene como consecuencia la formación de un subsistema corrupto que se presenta como el verdadero problema desde el punto de vista del sistema normativo relevante, pues el sistema corrupto va carcomiendo desde adentro al sistema relevante manteniéndolo intacto en apariencia, pero llevándolo en el escenario más extremo a un punto en el que: la corrupción de la administración pública ha llegado hasta el límite de volverse incapaz de prestar los servicios públicos más elementales y salir a calle es una aventura riesgosa; en el que sufrir un robo, una agresión o ser víctima de un secuestro se convierte en un asunto azaroso; en el que la policía se ha corrompido hasta convertirse en un aparato prácticamente inútil y denunciar un acto ilegal puede traer costos más altos que haber sido víctima de los criminales. Un punto en el que la propiedad privada está en riesgo, no sólo por las amenazas y los chantajes de los delincuentes, sino porque ahorrar es cada vez más difícil y cada día más arriesgado debido a la incertidumbre económica, mientras que invertir con visión de largo aliento es absurdo. Uno donde nadie está protegido por el marco legal, porque éste se volvió negociable y sus resultados y sus efectos se ponen al servicio de los mejores postores; donde emprender un juicio, de la naturaleza que sea, no consiste en formular interpretaciones y alegatos legales valiosos, sino en comprar fiscales, testigos y jueces. En el que acumular riqueza y poder, en contra de todo el sentido común, puede resultar contraproducente, pues los ricos se vuelven un objetivo visible de la delincuencia organizada y los poderosos son chantajeados y amenazados para orientar sus decisiones hacia donde los más violentos desean. Un punto en el que ni siquiera esos grupos depredadores, incluso los más violentos y los más corrompidos están a salvo, pues ellos a su vez se encuentran en guerra con otros igual de violentos y corrompidos. Un punto, en fin, en el que cada nueva decisión 'racional', basada en el más estricto egoísmo destinado a maximizar el beneficio de cada uno se convierte, literalmente, en la más completa estupidez colectiva.10 9 Vidal-Beneyto, José. La corrupción de la democracia. Catarata, Madrid, 2010 pp 36-37. 10 Merino, Mauricio, Ética pública. Biblioteca básica de administración pública. Volumen 09, Siglo veintiuno, México, 2010. pp 40-41.

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un objetivo imposible. Se puede controlar, disminuir, acotar. Segundo, profundamente relacionado, que los instrumentos de que se dispone son profundamente limitados en su alcance y sumamente costosos en su aplicación, vigilancia y mantenimiento. En otras palabras, se requiere una perspectiva pragmática que se plantee la capacidad real de los instrumentos a utilizar, pues todos tienen fallas y costos y se tienen que poner en práctica en situaciones concretas; por lo tanto, llenas de especificidades críticas que afectan el éxito o fracaso de los instrumentos establecidos.11

Aunque estas advertencias iniciales pudieran parecer un tanto pesimistas, en realidad de lo que se trata es de aceptar que no existen soluciones fáciles para un problema cuya dificultad aumenta en proporción a la cantidad y complejidad de las relaciones sociales implicadas. Así, por ejemplo, no se puede pretender detener o disminuir la corrupción sistémica sólo con cambios al sistema normativo relevante (estableciendo nuevos códigos y leyes, endureciendo las sanciones, etc.), cuando el problema de fondo es precisamente que dicho sistema está siendo violado de manera sistemática. De modo que lo más efectivo para contener y reducir la corrupción sistémica, es implementar medidas que ataquen la estructura del sistema corrupto y fortalezcan la estructura y aplicación del sistema normativo relevante desde diversos ámbitos. Pero es necesario reiterar que no existen soluciones únicas ni fáciles.

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De modo que, con el fin de evitar esta lúgubre situación, tan cercana al estado de naturaleza Hobbesiano, resulta necesario que las medidas de combate a la corrupción sean dirigidas principalmente al sistema que soporta dicha corrupción. Y es importante reconocer desde el principio las dificultades y limitaciones que se presentan en el combate efectivo a la corrupción como sistema pues, para empezar, ello requiere aceptar dos supuestos fundamentales: Primero, que eliminar la corrupción es

Así, un primer ámbito fundamental que debe servir como base a la lucha contra la corrupción sistémica es el elemento ético ya que se necesita una infraestructura moral de la sociedad y de sus

dirigentes, unas relaciones de lealtad que taponen en el plano individual los resquicios que dejan las instituciones y las leyes. [Pues] sin ese mínimo moral, difícilmente las instituciones funcionarían.12

Y en ello concuerdan todos los estudiosos, como también concuerdan en que el ámbito ético es uno de los más difíciles de influir porque implica un cambio interno en los valores, actitudes y comportamientos por parte de los miembros del sistema, dirigido al respeto y aceptación del sistema normativo relevante. Lo cual resulta particularmente difícil de lograr en una situación de corrupción sistémica, porque en ella el actuar corrupto tiende a estabilizarse y a normalizarse convirtiéndose en una trampa en la que los incentivos para escapar son insuficientes; pues esta trampa puede ser tan

fuerte que un actor puede sentirse mal moralmente por entrar en una relación corrupta pero puede temer por su seguridad o por su 'prestigio' dentro del grupo, al no hacer lo 'normal', lo esperable por los demás miembros de la relación.13

11 Arellano Gault, David, ¿Podemos reducir la corrupción en México? Límites y posibilidades de los instrumentos a nuestro alcance. «Colección coyuntura y ensayo», Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE), México, 2012. p. 11. 12 Cárdenas, Jaime “Herramientas para enfrentar la corrupción” en Méndez-Silva, Ricardo (Coordinador). Lo que todos sabemos sobre la corrupción y algo más. Serie Estudios jurídicos, Num. 151, México, Instituto de Investigaciones Jurídicas, UNAM, 2010. p. 15. 13 Arellano, Op. Cit. p. 166.

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De modo que, como un mecanismo de defensa natural, los individuos tienden a adaptarse al sistema normativo existente, aunque éste sea corrupto. Pues en las condiciones descritas de corrupción sistémica, ésta se convierte en una respuesta, ciertamente inadecuada, pero inevitable, para sobrevivir y obtener ventajas, en un esquema en el que se confía poco en las instituciones.14 Por eso el combate a la corrupción desde el ámbito ético requiere de un esfuerzo constante y reiterado de educación y difusión de valores, para formar y mantener una cultura cívica de respeto a las leyes y al pacto social que representa el sistema normativo relevante. Y en el mismo sentido, el combate a la corrupción requiere del necesario fortalecimiento del capital social positivo, apoyando para ello

todo lo que pueda contribuir a generar una sociedad civil activa y vigilante, densamente poblada de acuerdos y compromisos cívicos y comerciales.15 Es decir, una sociedad en la que efectivamente exista

una confianza generalizada que se extienda a la formación de instituciones fuertes y confiables que respalden al sistema normativo relevante. En efecto, moviéndonos del ámbito ético al social, los niveles de corrupción empatan tanto con los niveles de desconfianza como con los niveles de desigualdad, y estas dos variables están relacionadas entre sí, ya que la desigualdad social promueve el desarrollo de confianzas particularistas que actúan en contra de la solidaridad social, que a su vez es promovida por la confianza generalizada. De forma que la reducción de la desigualdad es un elemento clave de la lucha contra la corrupción. [Pero]

no sólo de la desigualdad económica, sino también de la desigualdad psicológica y en capacidades con todo lo que ello conlleva. Del mismo modo, reducir la desconfianza en las instituciones y la desconfianza intersubjetiva es también prevenir y luchar contra la corrupción. [Pues] la confianza generalizada fomenta el asociacionismo, y éste permite una mejor expresión de la pluralidad de visiones sociales y un mayor control del poder político.16

Sobre este contexto social y ético de combate a la desigualdad, generación de confianza y apego a los valores del sistema normativo relevante, es donde las instituciones específicas deben implementar medidas más concretas para atacar a la corrupción. Pues por ejemplo, la lealtad al sistema normativo relevante, puede llegar a ser algo demasiado abstracto y lejano como para ser tomado en cuenta por la generalidad de los individuos pertenecientes al sistema; y sin embargo se pueden construir y fomentar lealtades más modestas que pueden resultar igualmente útiles al sistema normativo relevante. Nos referimos específicamente a la creación de un “espíritu de cuerpo” dentro de las instituciones del Estado que vaya de la mano del establecimiento de un servicio civil, siendo conscientes de que éste último es una institución costosa y que puede traer consigo problemas asociados, como la formación de un poder burocrático protegido que, en su calidad de decisor, puede volverse él mismo un elemento de poder y convertirse en una fuente más de corrupción. Sin embargo, como parte de un sistema integral que combata la corrupción, nos parece que un servicio civil con un fuerte espíritu de cuerpo puede ser una gran herramienta para hacer funcionar de la mejor manera a instituciones como la propia Auditoría Superior de la Federación. 14 Cárdenas Op. Cit. p. 17. 15 Villoria Mendieta, Manuel, La corrupción política. «Colección ciencias políticas», Madrid, Editorial Síntesis, 2006. p. 292. 16 Ibíd p. 21.

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Por lo que el espíritu de cuerpo es un tipo de lealtad organizacional que produce una cohesión e identificación con los objetivos y metas por parte de los miembros de una organización. Más aún, una lealtad que implica la identificación y el compromiso de los miembros como parte de un grupo. El espíritu de cuerpo en sí mismo puede ser utilizado para diversos objetivos organizacionales, pero ligado a la idea de un servicio civil cobra importancia para nuestro análisis, pues un servicio civil

fuerte coadyuva a combatir la corrupción sistémica al construir un espíritu de cuerpo que hace más probable una política organizacional desde el propio servicio civil que vaya en contra de la corrupción de una manera endógena al propio aparato.18 Pues en relación a la institucionalización, los datos nos indican que la existencia de un servicio civil de carrera y una administración profesionalizada y con sistemas de controles internos y externos desarrollados es una de las barreras más importantes contra la corrupción.19 De modo que un servicio civil con un espíritu de cuerpo desarrollado, puede

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Así, partiendo de que en una organización, el espíritu de cuerpo se define como el compromiso de los integrantes con las metas comunes y para con sus compañeros. El espíritu de cuerpo es particularmente importante en tanto que contribuye a la identificación con un grupo o equipo de trabajo. [Y] una organización con espíritu de cuerpo tiende a crear un compromiso organizacional.17

dar estabilidad a las instituciones y mejorar la eficacia en el cumplimiento de las metas asignadas, aunque como se ha dicho, siempre se corre el riesgo de que pueda politizarse y convertirse en un grupo de poder defendiendo sus propios intereses. Sin embargo, como también hemos reiterado, la propia estructura de la corrupción no permite la existencia de soluciones fáciles, absolutas o definitivas. El crear el espíritu de cuerpo correcto también puede producir un interés por parte de los miembros de denunciar los actos de corrupción ocurridos al interior de las propias organizaciones y justamente en la denuncia interna se tiene otra herramienta que puede resultar efectiva en el combate a la corrupción, ya que la denuncia interna llega a ser un medio muy adecuado para mejorar la cultura

organizacional interna, todo lo cual puede verse reflejado en una mejora de la eficiencia organizativa en general. [Y] el objetivo final de la protección y estímulo a los informantes internos es asegurar que los individuos puedan expresarse libremente de acuerdo con su conciencia y su ética pública.20 Haciendo que las organizaciones se conviertan en entidades más abiertas, transparentes y sujetas a la rendición de cuentas. Además de que los efectos benéficos de la denuncia interna pueden ser transferidos al nivel del sistema normativo relevante, si se desarrolla una cultura general de la denuncia. Pues por ejemplo, en los Estados Unidos y en Europa, la figura de los whistleblowers está

altamente institucionalizada, al extremo de que los denunciantes internos han sido reconocidos como héroes nacionales por su participación en el combate de la corrupción y los frecuentes fraudes de las grandes organizaciones.21 17 18 19 20

Arellano Op. Cit. p. 172. Ibíd. p. 168. Villoria Op. Cit. p. 290. Sandoval, Irma Eréndira, “Papel de los informantes internos (whistleblowers) en el combate a la corrupción” en MéndezSilva, Ricardo (Coordinador). Lo que todos sabemos sobre la corrupción y algo más. Serie Estudios jurídicos, Num. 151, México, Instituto de Investigaciones Jurídicas, UNAM, 2010. p. 200. 21 Ibíd p. 201.

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Hablando de transparencia, resulta importante recordar que la esencia de la corrupción es el ocultamiento. Y que en un sistema de redes de corrupción, el ocultamiento puede ser tan sutil que incluso se puede hacer pasar un acto corrupto como uno legal y, cuando esto falla, el mismo sistema corrupto permite la posibilidad de evitar la investigación o la sanción por medio de nuevos actos corruptos dados dentro de una serie de círculos concéntricos de corrupción. Es por ello que la transparencia es una herramienta básica también en la lucha contra la corrupción sistémica puesto que aquélla ataca directamente la esencia oculta de esta última. Y ante las sutilezas de la corrupción sistémica la publicidad y la transparencia no sólo deben abarcar a los resultados, sino que también deben abarcar a los procedimientos, ya que estos aportan elementos sobre los motivos, razones y circunstancias que muchas veces dicen más sobre el acto corrupto que los simples resultados concretos. Es por eso que cualquier organismo, legislación o procedimiento que aumente la transparencia y el acceso a la información juega un papel determinante en el combate a la corrupción. Pasemos ahora a hablar sobre los órganos de control del Estado, entre los que se puede contar a la Auditoría Superior de la Federación, pues el papel de dichos órganos en el combate a la corrupción es sumamente importante dado que son los encargados de la vigilancia, fiscalización y control de los ingresos, gastos, recursos y obligaciones de la administración pública. Siendo así una importante herramienta de detección de irregularidades que pueden convertirse en indicadores de posibles actos de corrupción. Debido a esto, el trabajo de los órganos de control no es ajeno a la extensión de las posibles redes de la corrupción sistémica, de modo que resulta necesario plantear ciertas características ideales con las que dichos órganos de control deben cumplir para disminuir la posibilidad de una actuación corrupta en el desempeño de sus funciones: La primera y principal característica que se requiere de dichos órganos de control para asegurar su correcto funcionamiento es que tengan una autonomía e independencia real, tanto funcional como financiera. Pero más aún, la independencia y autonomía de los órganos de control debe ser extendida también al ámbito de los intereses políticos, de modo que ninguno de sus miembros debe actuar bajo cualquier tipo de consigna o militancia política y sus titulares deben ser elegidos de manera imparcial al tiempo que su permanencia o remuneración no debe depender del poder que los designa. Asimismo es deseable que los titulares de dichos organismos cuenten con inmunidades similares a las de los parlamentarios, que les permitan actuar sin miedo a represalias. Por otra parte, los organismos de control tienen que ser ejemplos de transparencia en sus procedimientos, actos y decisiones y deben apegarse a un esquema periódico de rendición de cuentas. Lo mismo que se les debe dotar a dichos organismos de una permanencia y estabilidad haciendo que las modificaciones importantes que puedan sufrir requieran de un procedimiento constitucional. Así pues, algunas de las características ideales específicas de los órganos de control mencionadas empatan con algunas de las herramientas contra la corrupción estudiadas más arriba, como la transparencia. Pero efectivamente podríamos también aplicar el resto de las herramientas mencionadas al ejercicio de las funciones de los mecanismos de control, considerados estos como organizaciones autónomas con objetivos específicos asignados. Así por ejemplo, podemos decir que una institución como la Auditoria Superior requiere de un espíritu de cuerpo particularmente fuerte para poder llevar

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a cabo su tarea de revisión de manera adecuada y efectiva, porque ante las eventuales irregularidades encontradas en el ejercicio de la cuenta pública, la organización como un todo debe exigir la acción de otras instituciones para poder respaldar y dar sentido a su propio trabajo. Y esto requiere del compromiso organizacional a todos los niveles, pues los servidores públicos que revisan las cuentas y descubren las irregularidades deben contar con el apoyo de los mandos medios y superiores para hacer los reportes y los seguimientos correspondientes. De modo que el funcionamiento óptimo de una organización como la Auditoria Superior de la Federación, requiere también de un desarrollo de la confianza y de una aceptación del punto de vista interno y de los valores institucionales de parte de sus integrantes. Y lo mismo se puede decir para los demás órganos de control existentes. Y es necesario reconocer una vez más que, sin importar los candados estructurales que se pongan a cualquier institución, pública o privada, siempre existe el riesgo de que se desarrolle la corrupción, pues cualquier propuesta concreta de mejoramiento deberá ser implementada sobre la base estructural de las instituciones que la lleven a cabo y éstas trabajan siempre sobre y contra la base estructural de la corrupción. Lo que, en el caso específico de los órganos de control, significa que siempre existe el riesgo de que sean presionados o manipulados, tanto por aquellos a quienes tienen que controlar como por otros factores de poder. Aun así, existen propuestas específicas para mejorar el campo y los resultados obtenidos por la Auditoria Superior de la Federación y por los demás órganos de control, que reafirman y amplían lo dicho hasta el momento:

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Es preciso hacer de la Auditoría Superior de la Federación y de los órganos locales equivalentes, órganos constitucionales autónomos, con los elementos de independencia orgánica y funcional que poseen esos órganos en el derecho comparado más avanzado. Es necesario transparentar el control económico-financiero del Estado en todas sus fases y no solamente en materia de resultados; debe ampliarse el universo de lo fiscalizado; deben establecerse controles preventivos y concomitantes; deben incorporarse controles financieros de oportunidad y de eficacia dentro de las materias de competencia de los órganos de control externo; su autonomía orgánica, de gestión, financiera y jurídica debe ser fortalecida; debe ser reformada la Constitución para que el presupuesto, los ingresos, el patrimonio y el endeudamiento sean parte de los presupuestos generales del Estado; debe consagrarse en la Constitución que los presupuestos son ley y no actos administrativos; deben conformarse como órganos colegiados, y evitarse los mandarinatos y corporativismos al interior a través de un servicio civil de carrera. Las funciones de estos órganos debe orientarse hacia la reformulación de la administración pública: una eficiente y eficaz. Además, estos órganos deben tener contacto con la sociedad, informarla permanentemente de sus actividades, logros e insuficiencias.22

Ahora, si bien es cierto que en su estado actual la Auditoria Superior de la Federación puede contribuir al descubrimiento y procesamiento de actos de corrupción aislados; también es cierto que no cuenta con el poder, la capacidad, ni las herramientas para atacar las raíces del problema. Pues su función principal en materia de corrupción, en el estado actual de las cosas, es la de llamar la atención sobre las irregularidades detectadas en los resultados del ejercicio de la cuenta pública. Pero al carecer de las atribuciones y herramientas necesarias para llevar a cabo investigaciones profundas, su tarea se ve limitada y supeditada fuertemente por los organismos encargados de la investigación. Más

22 Cárdenas Op. Cit. p. 30.

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aún, incluso su tarea de detección tiene capacidad limitada dada la enorme cantidad de información por revisar; lo que hace que el proceso de revisión de la cuenta pública no pueda ser exhaustivo ni expedito. Aunque al respecto algo podría mejorarse con la integración de un sistema de fiscalización nacional digitalizado, sin embargo el trabajo de diseño e implementación de tal sistema constituye un gran reto por sí mismo. Por desgracia, la detección de irregularidades que no conducen a investigaciones y a las sanciones correspondientes en el caso de haberlas, conduce a una rendición de cuentas inefectiva que pierde su sentido de ser; y socialmente aumenta la percepción de que los actos de corrupción no sólo se mantienen impunes sino que ni siquiera necesitan permanecer ocultos. De modo que habría una mejor percepción de la rendición de cuentas si las faltas reportadas derivaran en las sanciones correspondientes. Pero eso requiere de un trabajo coordinado entre las diversas instituciones del Estado. Es por eso que, más allá de las propuestas de mejora a las instituciones aisladas, resulta importante plantearse la posibilidad de la creación de un sistema nacional anticorrupción que tendiera a aumentar la efectividad de las instituciones en el combate a la corrupción al integrarlas y coordinarlas en un modelo de cooperación. Un sistema tal requeriría el compromiso para realizar algunas acciones concretas que son consecuentes con todo lo que hemos planteado. Así, se requeriría de una mayor vinculación y coordinación entre las instituciones de investigación, resolución y control del Estado con la finalidad de volver más efectivo el combate de la corrupción como delito. Igualmente se requeriría perfeccionar los mecanismos de combate a la corrupción política estableciendo medidas como una mejor y más transparente fiscalización de los partidos políticos por parte de los órganos electorales, un mayor control en cuanto a la aceptación de financiamiento privado de dichos partidos y la implementación de medidas que mejoren la equidad en la contienda política. Asimismo, resulta importante dar un impulso a los órganos de accountability horizontal -tribunales, Ministerio Público, órganos de control externo, etc.- por medio de una mayor autonomía e independencia, al tiempo que aumente también la vigilancia ciudadana de los mismos. También habría que ampliar el campo de la lucha contra la corrupción para incluir a los factores reales de poder, lo mismo que a todo el aparato del Estado más allá de los poderes tradicionales del mismo. De la misma manera, sería necesario generar y mantener una cultura de la transparencia, la rendición de cuentas, la participación ciudadana y el respeto a los derechos humanos; así como revisar el sistema de responsabilidades de los servidores públicos, a la par de modernizar la administración pública y consolidar el servicio civil de carrera. Una última e importante herramienta contra la corrupción, necesaria de mencionar, son los organismos especializados en su combate. Al respecto Transparencia Internacional sostiene que todo

órgano o 'agencia' contra la corrupción debe contar con los siguientes elementos: apoyo político real en los niveles más altos del gobierno, recursos adecuados para poder cumplir su misión, independencia política y operacional para investigar hasta los niveles más altos del gobierno, poderes adecuados para tener acceso a documentación y para interrogar a los testigos, leyes 'accesibles para el usuario',

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y una dirección considerada de la mayor integridad y honestidad.23 De modo que un organismo

En el caso específico de la Auditoria Superior de la Federación, Jaime Cárdenas nos plantea que: Para ello, sería necesario instrumentar cambios como los siguientes: 1) hacer de la Auditoría Superior de la Federación un órgano constitucional autónomo con todos sus elementos de independencia constitucional y política, lo que entrañaría el fin del tutelaje del poder legislativo -Cámara de Diputados- en este tipo de órganos; 2) ampliar sus atribuciones constitucionales y legales para que tenga plenos poderes de investigación en el control económico-financiero del Estado en todas sus fases y no sólo en materia de resultados; 3) dotarlos de mayores competencias en materia de educación cívica en contra de la corrupción; 4) extender el universo de lo fiscalizado y dar participación efectiva a la sociedad civil en la presentación de quejas, propuestas, críticas, etcétera; 5) darles competencias para establecer controles preventivos y concomitantes; 6) prever su autonomía presupuestal y financiera; 7) reformar la Constitución para que los egresos, los ingresos, el patrimonio y el endeudamiento sean parte de los presupuestos generales del Estado; 8) conformarlos como órganos colegiados, y cuidar que en la designación de los titulares participe la sociedad civil, que no se trate de un reparto del botín político entre partidos y grupos parlamentarios; 9) evitar la constitución de mandarinatos y corporativismos al interior de estos órganos a través de un servicio civil de carrera y por medio de la transparencia en todos los procedimientos y decisiones que se adopten, y 10) establecer mecanismos de rendición de cuentas a la sociedad sobre las tareas encomendadas y a otros órganos del Estado.24

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de tal envergadura debe contar con los elementos propios de un órgano constitucional autónomo robustecido a modo de constituirse como una versión ampliada, en facultades y atribuciones, de los órganos de control. Y es por ello, que no resulta extraño plantear la posibilidad de transformación de este último tipo de órganos en órganos especializados de combate a la corrupción.

De modo que, como podemos observar, lo que se requiere es ampliar los ámbitos de acción, aumentar la independencia y fortalecer la estructura institucional de los organismos encargados específicamente de combatir la corrupción. Aunque, como hemos mencionado, para tener resultados duraderos, es necesario que las medidas contra la corrupción se apliquen de manera conjunta y en los diversos ámbitos; de modo que los organismos especializados contra la corrupción requieren insertarse como parte de un conjunto de medidas complementarias que abarcan todas las herramientas mencionadas con anterioridad. Después de todo lo expuesto, resulta evidente que la integración de un sistema nacional de combate a la corrupción tendría que involucrar a todos los actores constituyentes del Estado, no sólo a los diferentes poderes, órganos e instituciones del mismo, sino también a los múltiples actores de la sociedad civil. Pero la coordinación de dicho sistema bien podría ser llevada por una institución específica de combate a la corrupción que bien podría ser la propia Auditoria Superior de la Federación, aunque transformada de la manera ya descrita. Y es que una institución como la propuesta, podría servir como punta de lanza para promover una cultura contra la corrupción por el simple hecho de que, al obtener resultados positivos, ganaría calidad moral y confianza de la gente. Sin embargo, como se ha dicho reiteradamente, la lucha contra la corrupción es una lucha dura y constante, pues

23 Ibíd p. 69. 24 Ibíd p. 71.

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un organismo anticorrupción como el propuesto, no está él mismo libre de ser corrompido y, al ser dotado de un enorme poder de acción, seguro sería el blanco de muchos intentos de corrupción. A manera de conclusión podemos señalar que el papel actual de la Auditoria Superior de la Federación en el combate a la corrupción, es importante y loable, pero insuficiente. Insuficiente porque el combate a la corrupción no puede darse partiendo de instituciones aisladas. Pues, como hemos visto, la complejidad de la corrupción sistémica requiere de cambios en las estructuras social, política e institucional para tener efectos reales en la contención y disminución de la corrupción. En su estado actual la Auditoria Superior de la Federación resulta limitada en capacidades, herramientas y objetivos asignados, pues al ser un organismo dependiente, tanto presupuestal como institucionalmente del poder legislativo, asignado exclusivamente a la revisión de la cuenta pública y con capacidades de investigación muy limitadas, no es mucho lo que se le puede pedir en cuanto al combate a la corrupción. Así, a pesar de que este ensayo no trata de manera extensa las herramientas propias de la auditoria para el combate a la corrupción en el ámbito de la cuenta pública, creemos que al tratar sobre la estructura de la corrupción se puede apreciar que hace falta mucho más que una institución por grande y bien organizada que esté para disminuir de manera significativa el problema de la corrupción. Y ha sido la intención de este escrito señalar que es sólo aplicando de manera conjunta las múltiples herramientas existentes contra la corrupción, e integrando esfuerzos, ya sea en un sistema nacional anticorrupción o sea de alguna otra manera, como se podrá lograr un cambio efectivo con respecto a la corrupción. De modo que por eso resulta necesario -e incluso urgente- dada la situación de corrupción sistémica de nuestro país, replantear una estrategia concreta pero mucho más amplia de ataque a la corrupción, enfocada sobre todo en la estructura que permite la corrupción política de grandes niveles, pues es ahí donde la corrupción tiene mayores efectos negativos y también es ahí donde la acción y la voluntad de los políticos podría tener los mayores resultados benéficos. Sin embargo, en espera de una reforma estructural de grande envergadura, es importante reconocer que cualquier mejora que se realice en cuanto a la estructura y funcionamiento de la Auditoria Superior de la Federación que redunde en una mayor eficacia y eficiencia en la realización de su labor, puede, sin duda, generar un impacto positivo, aunque modesto, en el combate y prevención de la corrupción en el ámbito público. Pues la realización de las encomiendas institucionales asignadas, libre de cualquier desvío hacia intereses particulares, no sólo de la Auditoria Superior sino de cualquier otra institución del Estado, cuando las instituciones están bien diseñadas, suponen la lealtad y el respeto hacia el sistema normativo relevante y hacia la comunidad que les da sentido. Finalmente, me resulta relevante recordar que para llevar a cabo grandes cambios se requiere de grandes voluntades y de grandes compromisos que generen grandes acciones. Y que, aunque todos tenemos corresponsabilidad en la disminución del problema de la corrupción, queda claro que entre mayor sea el nivel jerárquico de los decisores, mayor será también su responsabilidad y su poder para atacar efectivamente a la corrupción. Es por eso que el llamado último de este ensayo

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es a la voluntad y al compromiso de actuar de los políticos y funcionarios de alto nivel; pues sin su acción y compromiso no se ven reformas o soluciones posibles. Y al respecto, me gustaría concluir citando a Edgardo Buscaglia en su exposición de un ejemplo concreto del tipo de voluntad política necesaria para realizar el cambio, esperando que no sea muy largo el tiempo, ni muy alto el costo, que tengamos que pagar antes de que logremos convertir los discursos en acciones efectivas en el urgente combate a la corrupción: Tiene que cambiar la voluntad política de implementación. ¿Cuál es el catalizador de ese cambio de la voluntad política? Muy simple, daré el ejemplo de Colombia: la sociedad civil se organiza e impulsa la presencia de un presidente que surgió de una crisis. El presidente Uribe surgió de una crisis institucional jamás vista en Colombia; surgió desde el territorio capturado por la guerrilla, presidentes ligados a la delincuencia organizada, una sociedad civil que estaba cautiva en la ciudad de Bogotá, una sociedad que no podía salir a las calles. La sociedad llegó al hartazgo, llegó a su punto crítico y eligió a un presidente como Uribe, que llegó con un mandato indiscutible y con un Congreso que lo seguía en su gran mayoría.

Juan Franciso Sánchez Vela

Corrupción: estructura y herramientas para combatirla

El equilibrio de poderes en ese momento hizo que se implementasen esas políticas públicas de manera adecuada. Cualquier político que se oponía a este tipo de implementación de la Convención [de las Naciones Unidas contra la corrupción] en Colombia no tenía ningún futuro. No tenía futuro político cualquier político que se atrevía a oponerse al presidente Uribe; el congreso lo acompañó en 80 por ciento de las reformas.

El presidente seguía operativamente de cerca la implementación; las reuniones del gabinete se televisaban en Colombia, pero no como show, era para medir los resultados de la implementación de las políticas públicas. El presidente cuestionaba a sus ministros por qué no se había llegado al resultado que se había pronosticado tres meses antes y el ministro que respondía, tartamudeando muchas veces, no sabía qué decir frente a las cámaras. El presidente se consideró como un instrumento del control social de la sociedad civil. Ése es un cambio de filosofía en la cultura política. Es una filosofía que debería prevalecer en todo el ámbito político pero lamentablemente no se ve en muchos países, y hasta que no exista, las convenciones sólo serán papel, papel y más papel.25

25 Buscaglia, Edgardo, “Causas de los altos indicadores de corrupción y delincuencia organizada en México / Medidas correctivas”, en Cruz Santiago, Claudia (Coordinadora), Mejores prácticas internacionales en materia de combate a la impunidad y la corrupción. México, Grupo Parlamentario de PRD, Cámara de Diputados, Congreso de la Unión, LX Legislatura, 2008. p. 33.

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Tercer Lugar

Fortalecimiento de la red de fiscalización para abatir la corrupción en México

Por Rolando de Luna Dávila

Fortalecimiento de la red de fiscalización para abatir la corrupción en México

En el ámbito académico de la gestión estratégica la teoría de redes brinda una perspectiva de cómo las empresas generan ventajas a través de sus contactos y sus relaciones con el entorno; el objetivo de este documento es analizar el sistema de fiscalización de México desde una perspectiva de la teoría de redes, al tomar como base el trabajo de J. O'Toole (1997) sobre las redes en el ambito público y vincular los bajos índices de corrupción y confianza a la estructura de la red de fiscalización en México como solución para disminuir la mala calidad de los indicadores sobre el tema. A más de dos décadas que entraran en vigor las reformas constitucionales que transforman la Contaduría Mayor de Hacienda en la Auditoría Superior de la Federación se inicia una nueva etapa en la historia de la fiscalización en México, enfocada a la creación de instituciones encargadas de fiscalizar la cuenta pública y tratar de abatir la corrupción; el problema es evidente cuando al contrastar los resultados referentes al proceso de fiscalización, los principales indicadores de corrupción nacionales e internacionales muestran un estancamiento y rondan en los mismos parámetros de hace 20 años, la confianza sigue baja y las posiciones en los ranking internacionales cada vez son menos favorables.

Rolando de Luna Dávila

Introducción

Es aquí donde se cruzan los caminos entre la estructura de la red de fiscalización, jerarquías, atribuciones, conformación, marco legal, la posible creación de una agencia anticorrupción y cómo estas entidades se interrelacionan en el combate de la corrupción; con el fin de analizar el impacto de una estructura de red de fiscalización exitosa se analiza el modelo de fiscalización chileno y se compara con el mexicano con el fin de encontrar discrepancias entre los modelos. Se toma a Chile como caso de éxito del modelo fiscalizador debido a los resultados del modelo reflejados en los indicadores internacionales sobre corrupción, que lo posicionan en el primer lugar en confianza de la población e indicadores de menor percepción de corrupción. El siguiente documento inicia al aclarar y delimitar concepto de corrupción, se explican algunos tipos de corrupción, se dan las principales medidas de combate a la corrupción a nivel mundial, se da un análisis sobre la situación de los principales indicadores de la corrupción en México, los esfuerzos de combate a la corrupción y fiscalización en México, se dan las bases conceptuales de la teoría de redes en el caso de la fiscalización, se hace un análisis de la fiscalización comparada con el modelo chileno y un análisis de la situación de la autonomía de la Auditoría Superior de la Federación de México y la Contraloría General de la República de Chile, con el fin de entender las principales discrepancias en ambas autoridades fiscalizadoras.

Corrupción En el entorno político, la democracia es el fin que se busca en el contexto de los asuntos públicos, por lo que la utilización del término abunda en el ámbito, sin embargo, se ha degenerado y moldeado a placer de los administradores, de esta manera. Lo opuesto a la democracia es la corrupción, que es

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una de las causas del mal funcionamiento del sistema administrativo público y la interacción de otros actores sociales y empresariales; con el fin de ahondar en el tema, es necesario comprender el origen del concepto corrupción, el cual se ha transformado y desvirtuado por el uso indebido y sin reservas del término. El primer registro que se tiene de la palaba corrupción proviene de Aristóteles, la utiliza para referirse a la degeneración de las formas de gobierno monárquico, aristocrático y democrático, hacia sus formas corruptas la tiranía, oligarquía y demagogia, respectivamente. La corrupción es interpretada por Cicerón tanto como un soborno como el relajamiento de las costumbres. Aquí se vinculan dos conceptos diferentes sobre el mismo término, por una parte la preocupación de la estructura política de Aristóteles y por otra la perspectiva jurídica y moral (González-Llaca, 2005). La etimología de la palabra corrupción proviene del latín corruptio que significa romper algo entre dos, destruir conjuntamente su dignidad, para la Real Academia de la Lengua Española es la acción y efecto de corromper, en cuanto a la función pública, evoca a las prácticas consistentes en la utilización de las funciones y medios de aquellas en provecho, económico o de otra índole, de sus gestores. La corrupción se liga a la palabra corromper del latín corrumpere que de acuerdo a la Real Academia significa alterar la forma de algo, echar a perder, depravar, dañar, podrir, sobornar a alguien con dádivas, pervertir o seducir a alguien. Ambas palabras dan suficientes interpretaciones, algunas se contradicen entre sí, es aquí donde orientaremos el significado de la palabra para el propósito de este trabajo. De acuerdo a González-Llaca (2005) el delito de corrupción, puede vincularse a un rompimiento del orden jurídico, pero también puede asociarse a la desviación, perversión, deslealtad o pérdida de valores éticos. El problema de la corrupción es que no es clara y no es siempre visible el acto, así como la persona que corrompe, pues las acciones se ocultan y son tenues e inapreciables. De acuerdo al estudio de Guajardo-Cantú (2013) la corrupción puede ser pasiva o activa debido a que puede estar presente en actos de omisión o comisión. Entre las más comunes formas de corrupción se encuentran los sobornos o pagos ilícitos que recibe o entrega un funcionario público y/o privado a cambio de realizar alguna actividad de forma irregular, normalmente relacionada con adquisiciones, contrataciones, subvenciones así como el otorgamiento de permisos y licencias. Como podemos ver, las prácticas corruptas se pueden dar en todas las esferas de la actividad gubernamental con la participación del ámbito privado y la sociedad. Sin embargo, dentro de todas ellas hay dos áreas en que la corrupción destaca por el monto de los beneficios, por los fuertes intereses que existen y por la frecuencia de su realización: el de los trámites de desarrollo urbano, y el de la contratación de bienes, servicios y obras. Igualmente, existen casos de corrupción que implica la disposición directa de recursos para uso y disfrute personal.

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Corrupción en México

En primer lugar el Índice de Percepción de Corrupción (IPC) elaborado por Transparencia Internacional (http://www.transparency.org), tiene como objetivo “Clasificar a los países respecto al grado en que se percibe que existe corrupción entre los funcionarios públicos y los políticos”. La metodología del índice se basa en resultados de encuestas llevadas a cabo por diversas instituciones, así como entrevistas a expertos; en 2013 con una muestra de 177 países, más de dos tercios de la muestra obtuvieron una puntuación inferior a 5.0, (0 equivale a altos niveles de corrupción y 10.0 a bajos niveles de corrupción).

Rolando de Luna Dávila

Con el fin de medir los niveles de corrupción en México y entender el fenómeno desde la perspectiva nacional, se toman los principales índices de corrupción elaborados por fuentes nacionales e internacionales y recabadas por la Secretaría de la Función Pública en el Catalogo 2014 de Índices y Encuestas sobre Transparencia y Corrupción.

“El Índice de Percepción de la Corrupción demuestra que todos los países se enfrentan todavía a la amenaza de corrupción en todos los niveles de gobierno, desde el otorgamiento de permisos locales hasta la implementación de normas y reglamentaciones”, indicó Huguette Labelle, Presidenta de Transparency International.

En el IPC 2013 Dinamarca y Nueva Zelandia obtuvieron el primer lugar con una puntuación de 9.1, en las últimas posiciones se encuentran Afganistán, Corea del Norte y Somalia con 0.8; en 2013 México obtuvo la posición 115 de 177 con una calificación de 3.4, la cual se ha mantenido sin grandes variaciones desde 1998. Esto representa un problema al tener en cuenta los esfuerzos para combatir la corrupción de los últimos años y la constancia del indicador.

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(Secretaría de la Función Pública, 2014)

El siguiente es el Índice de Presupuesto Abierto (IPA) elaborado por International Budget Partership (http://internationalbudget.org) con el objetivo de mostrar la calidad de la transparencia en el ingreso y gasto de los gobiernos. Consiste en 125 preguntas que se complementan con investigadores independientes en los países que se evalúan. 95 de las preguntas se centran en la disponibilidad pública y la exhaustividad de ocho documentos presupuestarios clave que los gobiernos tendrían que publicar en momentos clave de los ciclos presupuestarios. El resto de las preguntas se relacionan a la participación ciudadana en el proceso presupuestario y las funciones de las legislaturas y las entidades fiscalizadoras superiores en la formulación y vigilancia del presupuesto. Los resultados de la encuesta no reflejan la opinión de quienes la elaboran, mide hechos observables sobre transparencia en presupuestos, la rendición de cuentas y la participación ciudadana. El valor del IPA varía de 0, que significa poca o ninguna información, o 100 que significa información extensa. La última actualización del índice se encontró para 2012 al realizar la encuesta en 100 países, donde Nueva Zelanda y Sudáfrica obtuvieron el puntaje más alto con 93 y 90, los puntajes más bajos los obtuvieron

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Guinea Ecuatorial, Myanmar y Qatar con 0 puntos cada uno. Por su parte México obtuvo una puntaje de 61, que de acuerdo a la escala metodológica del IPA lo posiciona en información suficiente.

(Secretaría de la Función Pública, 2014)

Rolando de Luna Dávila

El acceso a la información reflejado en el IPA en México ha mejorado desde 2006 a 2012, al mejorar la calidad y el acceso a la información pública, esto se vincula al desempeño de la fiscalización en México y los efectos de las reformas en el marco legal referente a fiscalización de 2009.

El siguiente indicador es el Reporte de Integridad Global (RIG), es elaborado por Global Integrity (http://www.globalintegrity.org) con el objetivo de evaluar la existencia y la efectividad de los mecanismos gubernamentales contra la corrupción; no es un indicador de la corrupción, sino de los métodos para prevenirla, como lo es la transparencia, la rendición de cuentas y el acceso a la información, utilizando 300 indicadores de acciones concretas. Para 2011 la formulación de este Reporte arrojó para México un Índice de Integridad Global de 68 que lo posiciona en el rango de “Integridad Débil”, muestra fortalezas (calificaciones por encima de 80) en integridad electoral, votación y conformación de partidos, procedimientos gubernamentales: transparencia, justicia y resolución de conflictos de interés, en instituciones superiores de auditoría, defensa nacional y leyes anticorrupción. Los puntajes más débiles (menores a 60) los obtuvieron la habilidad de los medios de comunicación de reportar la corrupción, la transparencia de la política financiera, conflictos de intereses, salvaguardas y equilibrio de los poderes en cuanto al poder legislativo y el poder judicial, servicios civiles: conflictos de intereses salvaguarda e independencia política, la protección de denuncias e independencia judicial, equidad y acceso de la ciudadanía a la justicia.

(Secretaría de la Función Pública, 2014)

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De acuerdo a datos del Consejo Coordinador Empresarial (CCE) se estima que la corrupción en México tiene un costo de un billón 529,300 millones de pesos, equivalente al 10% del PIB en nuestro país.

Medidas de combate a la corrupción La convención de la Organización de las Naciones Unidas contra la corrupción ha establecido la obligación para los estados miembros de contar con entidades especializadas en la lucha contra la corrupción, las cuales gozarán de la independencia necesaria para efectuar su labor. Igualmente, en los años recientes, el Banco Mundial ha convocado a los diferentes países a un esfuerzo para la implementación de prácticas anti-corrupción en todos los ámbitos gubernamentales. En forma similar, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) ha emitido lineamientos en relación al combate de las prácticas corruptas en los países miembros. Adicionalmente a lo anterior, diversos países han liderado esfuerzos por compartir mejores prácticas de combate a la corrupción con los países más afectados por esta práctica. Las medidas de combate a la corrupción que se han propuesto en los diferentes foros y organismos multilaterales están ubicadas en cuatro grandes apartados: el cultural, el normativo, el regulatorio y el persecutorio. En el apartado cultural, los organismos internacionales han establecido una serie de medidas que tienen por objetivo promover la cultura de la transparencia y la rendición de cuentas por parte de las autoridades gubernamentales de cada país y la participación ciudadana más proactiva y exigente. En el apartado normativo, los organismos internacionales han recomendado insistentemente que el marco jurídico bajo el cual operan las entidades de control interno y externo responsables de combatir la corrupción esté debidamente definido a fin de que estas entidades tengan las facultades necesarias para ejecutar adecuadamente sus funciones. En cuanto al apartado regulatorio, los organismos internacionales han enfatizado la utilización de medidas de simplificación, transparencia, información, participación ciudadana y otras formas de mejorar los procesos de decisión de las autoridades para que sean menos propensos a la corrupción. Finalmente, en el apartado persecutorio los organismos internacionales han estado insistiendo reiteradamente en que los ilícitos cometidos por los funcionarios públicos sean sancionados de acuerdo a su gravedad y a su responsabilidad y respetar en todo momento los elementos de un debido proceso; se entiende por éste la observancia de todas las etapas de un proceso de asignación de responsabilidades en donde se privilegie la información y el derecho de audiencia del o los presuntos responsables. De acuerdo a Guajardo-Cantú (2013), para mejorar el proceso de fiscalización y las cuatro medidas de combate a la corrupción de la OCDE, propone la autonomía de las autoridades encargadas de la fiscalización, ya que la creación de órganos autónomos tiene un sustento jurídicamente robusto que se establece en ordenamientos jurídicos contenidos normalmente en los textos constitucionales federales, en alguna ley específica o en decretos y tienen regularmente variadas formas y denominaciones. La

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creación de órganos autónomos se ha dado principalmente como respuesta a problemáticas particulares en funciones públicas críticas, y tiene por objetivo fundamental proteger dichas funciones y dotarla de mayor eficiencia en su actuación. En el mundo, algunos ejemplos particularmente relevantes de órganos autónomos tienen que ver con la organización de las elecciones, con la protección a los derechos humanos, con la estructuración de los bancos centrales, con la elaboración de estadísticas nacionales, con aspectos de regulación y competencia económica, con el control externo de las entidades gubernamentales. Un órgano autónomo es una entidad que realiza funciones esenciales del Estado, que está establecida normalmente en el máximo ordenamiento jurídico de un país o entidad federativa, en el caso mexicano, y que tiene autonomía en su administración y en el ejercicio de sus funciones. Normalmente, los órganos autónomos ejercen funciones que están asignadas a alguno de los poderes tradicionales del Estado, y que asumen ante la baja eficiencia con que el Estado realiza dichas funciones públicas debido a limitaciones de diseño, operación e influencia política. Debido a su aparición relativamente reciente, aún existen dudas en torno al lugar que deben ocupar este tipo de figuras en el derecho público. Si se parte de la teoría clásica en la cual existen tres poderes de gobierno, el Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial, los órganos constitucionalmente autónomos no entrarían del todo en esa clasificación pues no pertenece a ninguno de los poderes existentes.

Rolando de Luna Dávila

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La autonomía indica autodeterminación en sentido pleno, lo cual incluye aspectos financieros, técnicos y de gestión, por lo que este concepto implica la no dependencia o sujeción a otra autoridad y por tal motivo, la autonomía puede verse como una forma adicional de división del poder, sin que ésta deba ser entendida como soberanía. Un caso de éxito en la autonomía de un ente público es el caso del Banco de México, el cual, mejoró su desempeño posterior a obtener su total autonomía a mediados de la década de los 90; es evidente que han mejorado los indicadores de control de inflación, estabilidad macroeconómica, entre otras, por lo que resulta factible un cambio estructural de la red de fiscalización mediante la transición hacia la total autonomía de la autoridad fiscalizadora para generar una estructura jerárquica, mejorar las medidas de combate a la corrupción y mejorar el desempeño de la fiscalización en México.

Combate a la corrupción y red de fiscalización en México En los últimos años se ha propuesto por parte del Ejecutivo la creación de una comisión anticorrupción, que tenga autonomía y atribuciones para prevenir, investigar y sancionar por vía administrativa las irregularidades que comentan los servidores públicos y ciudadanos; esta reforma quedó aprobada en 2013 por la Cámara de Senadores con 111 votos a favor, dos votos en contra y dos abstenciones. La creación de la comisión tendrá que esperar a las deliberaciones de la Cámara de Diputados, que recibierón la minuta el 4 de febrero de 2014 sobre las reformas a diversos artículos con el fin de combatir la corrupción.

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De acuerdo al trabajo de ¿Cómo controlar la corrupción en México? de México Evalúa (Edna Jaime, Eréndira Avedaño, Mariana García, 2012) las acciones para combatir la corrupción en México en los últimos 20 años se centraron en la creación de nuevas instituciones y normas para reducir los riesgos de la corrupción, por medio de la fiscalización, la modernización administrativa, la evaluación, la transparencia y la rendición de cuentas. Como resultado, se tienen instituciones y actores con determinadas herramientas; el objetivo de este trabajo es proponer la mejora de las herramientas y la vinculación de las entidades fiscalizadoras mediante el enfoque de la teoría de redes de la gestión estratégica. Contra el combate de la corrupción se pueden identificar dos tipos de instituciones de control interno y de control externo. Los agentes de control interno lo integran la Secretaría de la Función Pública (SFP), la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP), y la Procuraduría General de la República (PGR) como control judicial. El control externo lo ostentan la Auditoría Superior de la Federación (ASF) como control administrativo, el Congreso de la Unión como control político, el Instituto Federal de Acceso a la Información (IFAI) y las organizaciones de la sociedad civil como control ciudadano.

Fuente: (Edna Jaime, Eréndira Avedaño, Mariana García, 2012)

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¿La creación de un nuevo organismo anticorrupción será suficiente para frenar la corrupción? Posterior a 20 años de creación de instituciones fiscalizadoras y de control de la corrupción, la respuesta parece estar lejos en crear más organismos de control; se deben reforzar las instituciones existentes, los marcos legales y generar un mecanismo de red fiscalizador donde se complementen las instituciones y los esfuerzos de unas, no se frenen por las atribuciones de otras. Con esto surge la posibilidad de vincular la fiscalización en México y el combate a la corrupción a la Teoría de Redes de la Gestión estratégica, que de acuerdo al artículo de redes estratégicas de (Ranjay Gulati, 2000) no es correcto generar la noción de entidades autónomas, por el hecho de las relaciones que las empresas, y en este caso el gobierno, deben tener tanto horizontal como verticalmente, con otras organizaciones (como proveedores, clientes, ciudadanos, otros entes públicos y privados, incluyendo relaciones con otros países).

Rolando de Luna Dávila

De acuerdo a la información de los indicadores expuestos en el apartado anterior, es evidente que las nuevas normas e instituciones no se tradujeron en mayor eficiencia en el acceso a la información pero no en mayor efectividad en el combate de la corrupción y tampoco en índices nacionales sobre la percepción de la corrupción por parte de los ciudadanos, el cual ha mantenido con variaciones mínimas desde 1998.

No se puede explicar el proceso de fiscalización en México sin examinar la red que lo conforma, que debe integrarse y funcionar conjuntamente al formar un engranaje de fiscalización, penalización, rendición de cuentas, manejo de la información, contraloría social, entre otros, que modifique la tendencia hacia la corrupción dirigiéndola hacia la participación conjunta de sociedad, gobierno y autoridades con el fin de contrarrestar la corrupción con un proceso democrático integral. Es aquí donde se debe conformar una estructura fiscalizadora, establecer jerarquías, delimitar las acciones de los entes fiscalizadores y de combate a la corrupción para no duplicar funciones, generar un marco legal adecuado para mejorar la penalización e incrementar el costo de oportunidad de incurrir en la corrupción, vincular a la sociedad, mediante participación activa y contraloría social, con el fin de mejorar los indicadores en cuanto a la percepción de la corrupción. Existen investigaciones sobre las redes en el sector público como el de O’Toole (1997), Berry et al (2004), Rethermeyer (2005), Sungsoo Hwang (2008) donde se expone sobre la formación de redes, su significado, implicaciones y las ventajas obtenidas en la administración pública y cómo su importancia crece en el ámbito de la gestión pública, por lo que se vincula la estructura de fiscalización con el desempeño de las autoridades en el combate de la corrupción. La página web oficial de la Auditoría Superior de la Federación (ASF) señala la existencia de un Sistema Nacional de Fiscalización, a grandes rasgos se define como la creación de un sistema, donde se integran a los entes internos y externos con el fin de combatir la corrupción, aquí es evidente la conformación de una red de fiscalización, pero se dejan piezas sueltas, el proceso judicial, las

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jerarquías, autonomía y las sanciones. Debe haber un contrapeso punitivo equivalente para los beneficios que se obtienen de la corrupción y un mecanismo ágil para llevar a cabo las sanciones y los procesos; de acuerdo al indicador de Integridad Global existe debilidad entre los contrapesos políticos de los poderes judicial y legislativo, esto repercute en las sanciones y en la efectividad del sistema fiscalizador, ya que la ASF es un órgano especializado de la Cámara de Diputados lo que puede politizar el proceso de fiscalización. La Auditoría Superior de la Federación (ASF) de acuerdo a su página de internet se autodefine como un órgano especializado de la Cámara de Diputados que cuenta con autonomía técnica y de gestión para decidir sobre su organización interna, funcionamiento, resoluciones y manejo de los recursos presupuestales que le son asignados. Su actuación se rige por un conjunto de disposiciones jurídicas, técnicas y éticas. Otro ente fiscalizador es la Secretaría de la Función Pública (SFP), la cual es una dependencia del Poder Ejecutivo Federal que se encarga de vigilar a los servidores públicos federales para que éstos se apeguen a la legalidad durante el ejercicio de sus funciones, sanciona a los que no lo hacen así; promueve el cumplimiento de los procesos de control y fiscalización del gobierno federal. Es este el tipo de redes que debe ser modificada; de acuerdo a diversas posturas y estudios es necesaria la autonomía y posible unificación de la SFP y la ASF con el fin de generar una autoridad fiscalizadora federal, con la referente reforma constitucional que limita y subordina su actuación en el ámbito fiscalizador, no se debe separar los mecanismos de apoyo técnico al Congreso y al Ejecutivo, pero sí se debe restar el poder y la influencia que éstos ejercen en los entes fiscalizadores. La red de fiscalización tiene las herramientas necesarias para modificar leyes, supervisar y castigar, desde mi perspectiva, no es necesario un organismo anticorrupción que haga aún más compleja la red de fiscalización, se deben jerarquizar acciones, eliminar vínculos de la red mediante la autonomía de instituciones clave y fortalecer los vínculos de la red para mejorar el proceso de fiscalización en detrimento de la corrupción. De acuerdo al artículo seminal de J. O'Toole (1997) sobre las redes en la administración pública, señala que los conceptos de redes necesitan ser incorporados a los esfuerzos de la administración pública; las redes son estructuras de interdependencia que envuelven múltiples organizaciones o parte de éstas, donde una unidad no es necesariamente formalmente subordinada a las otras en un gran acuerdo jerárquico. La conformación de redes exhibe una considerable estabilidad estructural pero extienden más allá los vínculos formalmente establecidos y los lazos políticos legítimos. El pegamento institucional que una los lazos de la red puede incluir límites de autoridad, relaciones de intercambio y coaliciones basadas en intereses en común, todo dentro de una simple estructura formada de múltiples unidades.

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La historia de la fiscalización moderna de México se remonta a 1999 cuando entraron en vigor las reformas constitucionales que transformaron a la Contaduría Mayor de Hacienda en la Auditoría Superior de la Federación. La estructura de la red de fiscalización en la administración pública en el caso mexicano parte de la Constitución; de acuerdo a Figueroa-Neri (2009) tres artículos de la Constitución contienen los fundamentos de la fiscalización en el ambito federal: 73, fracción XXIV, 74 fracción II y V, 79. La fracción XXIV del artículo 73 establece la facultad del Congreso para “expedir la Ley que regule la organización de la entidad de fiscalización superior de la Federación y las demás que normen la gestión, control y evaluación de los Poderes de la Unión y de los entes públicos federales”. En cuanto a fiscalización se han expedido dos leyes en los últimos años, la Ley de Fiscalización Superior de la Federación públicada en el Diario Oficial de la Federación el 29 de diciembre de 2000, vigente desde el día siguiente de su públicación hasta el 29 de mayo de 2009, día en que fue públicada la Ley de Fiscalización y Rendición de Cuentas de la Federación (LFRCF), ley que sigue vigente en la actualidad; ambas leyes, señalan a la entidad de fiscalización superior de la Federación con el nombre de Auditoría Superior de la Federacion (ASF).

Rolando de Luna Dávila

Las redes complejas no son solamente relativamente comunes, muestran una tendencia a incrementarse en número e importancia. La naturaleza de las políticas sobre asuntos ambiciosos y complejos requerirá probablemente estructuras de redes para su ejecución y complejas cuestiones que tendrán que continuar en la agenda pública.

Al analizar el Artículo 74 constitucional y los artículos 34 y 36 de la LFRCF, de acuerdo a Chaires Zaragoza y Figuerona Neri (2009), “lesionan” la autonomía de la ASF. Tenemos que el 74 constitucional fracción II señala que son facultades exclusivas de la Cámara de Diputados “Coordinar y evaluar, sin perjuicio de su autonomía técnica y de gestión, el desempeño de las funciones de la entidad de fiscalización superior de la Federación, en los términos que disponga la ley”, en este artículo desde mi perspectiva, se lesiona la credibilidad de la ASF al evaluar al evaluador. El inciso IV del mismo artículo constitucional señala que: “…La revisión de la Cuenta Pública tendrá por objeto conocer los resultados de la gestión financiera, comprobar si se ha ajustado a los criterios señalados por el Presupuesto y el cumplimiento de los objetivos contenidos en los programas. Para la revisión de la Cuenta Pública, la Cámara de Diputados se apoyará en la entidad de fiscalización superior de la Federación. Si del examen que ésta realice aparecieran discrepancias entre las cantidades correspondientes a los ingresos o a los egresos, con relación a los conceptos y las partidas respectivas o no existiera exactitud o justificación en los ingresos obtenidos o en los gastos realizados, se determinarán las responsabilidades de acuerdo con la Ley…

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Y la fracción V señala: “Declarar si ha o no lugar a proceder penalmente contra los servidores públicos que hubieren incurrido en delito en los términos del artículo 111 de esta Constitución. Conocer de las imputaciones que se hagan a los servidores públicos a que se refiere el artículo 110 de esta Constitución y fungir como órgano de acusación en los juicios políticos que contra éstos se instauren”.

Estas fracciones del artículo 74 pueden generar que la fiscalización de la Cuenta Pública pierda su objetividad y se politicen en las bancadas de la Cámara de Diputados; desde mi perspectiva es necesario que la autoridad fiscalizadora cuente con las facultades de proceder legalmente y no duplicar la labor de revisar la Cuenta Pública. Al respetar los dictámenes de la autoridad fiscalizadora se incrementa la credibilidad en el sistema fiscalizador y la percepción social del combate de la corrupción. En cuanto a los Artículos 34 y 36 de la LFRCF señalan un análisis del Informe del Resultado, lo que no me parece una “lesión” a la autonomía de la ASF, sino que fomenta la generación de sinergias para modificar el marco legal, mejorar el desempeño de la fiscalización y los dictámenes emitidos por la Comisión, no suspenden las acciones promovidas por la ASF por lo que considero que estos artículos respetan las decisiones y dan credibilidad a la autoridad fiscalizadora, por lo que no coincido con la postura de Chaires Zaragoza y Figueroa Neri. En la red de fiscalización actual en México es necesario brindar las herramientas necesarias a la ASF como autoridad fiscalizadora con el fin de incrementar la credibilidad de la institución en el ámbito social y nacional. El análisis del entorno legal y la estructura de la red de fiscalización genera que todos los caminos se concentren en un mismo punto, la necesidad de una reforma y una adecuación de la estructura fiscalizadora en México, con el fin de mejorar el desempeño de las autoridades existentes creadas para fiscalizar y limitadas desde su creación en algunas atribuciones. Con el fin de entender la influencia de la estructura de la red de fiscalización se hará un análisis de un caso donde la estructura y el marco legal de la fiscalización generen resultados positivos en el combate de la corrupción, como evidencia de que la estructura de la red de fiscalización puede ser una buena herramienta en el combate de la corrupción, sin la necesidad de crear más organismos utilizando los ya existentes para el caso mexicano; para este efecto tomamos el caso chileno al liderear las encuestas e indicadores sobre combate a corrupción en Latinoamérica.

Fiscalización comparada Para profundizar en como la estructura de las redes afectan el desempeño de la fiscalización en los países, se toman las encuestas e índices analizados referentes a corrupción donde se ve a Chile como el país menos corrupto en Latinoamérica en un sinnúmero de publicaciones. Al identificar las

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Fortalecimiento de la red de fiscalización para abatir la corrupción en México

Una de las diferencias importantes entre México y Chile es el sistema político electoral, México es una república federal, Chile es un Estado unitario; el Estado Unitario es la concentración del poder en una sola unidad, hay una sola Constitución y las provincias que conforman el estado no tienen la facultad para expedir su propia Constitución ni sus leyes, sino que los reciben de órganos centrales. A diferencia de México donde las Entidades Federativas emiten sus constituciones y marcos legales, por lo que se complica el proceso de fiscalización, en el caso mexicano al tener en cuenta que existen 32 marcos legales diferentes para cada auditoría estatal, lo que hace más compleja la red de fiscalización mexicana. Se toma el caso chileno ya que en su modelo de fiscalización toma como base la estructura del Instituto de Acceso a la Información (IFAI) mexicano y se analizara la estructura de la red de fiscalización chilena para hacer una comparación con la estructura de fiscalización nacional de México sin incluir a las Entidades Federativas, con el objetivo de analizar las principales diferencias entre los modelos nacionales y la estructura de la red de fiscalización con la noción de las discrepancias en el modelo político.

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principales diferencias entre los sistemas de fiscalización chileno, y mexicano se encontró que de acuerdo a las Bases para el modelo de fiscalización chileno (2011) este se fundamenta principalmente en las experiencias de México e Inglaterra, principalmente en el Instituto de Acceso a la Información (IFAI). El problema surge en la divergencia del grado de corrupción de los principales indicadores, como el Índice de percepción de corrupción de 2013 que posiciona a Chile en el lugar 22 de 177 países y a México en el lugar 115.

El caso de la fiscalización en Chile se formula por un proceso incluyente al elaborar propuestas de acceso a la información y focalización en conjunto con la sociedad, expertos y autoridades, con el fin de formar sinergias y apegar el proceso de acceso de información a la realidad chilena. Bajo la misma perspectiva de redes, un sistema fiscalizador democrático debe incluir a la sociedad para incrementar los indicadores de percepción y mejorar los mecanismos de formulación de estrategias con un consenso social. Conforme al estudio de la fiscalización comparada de la ASF (2005), la Contraloría General de la República de Chile (CGR) cuenta con plena autonomía del Poder Ejecutivo y demás órganos públicos y es independiente en el ejercicio de sus funciones; es un órgano de control de la juridicidad y del debido uso del patrimonio público. El órgano no cuenta con personalidad jurídica propia, por lo que actúa con personalidad del Estado y tampoco cuenta con autonomía financiera, por lo que se apega a las reglas del resto de las entidades y servicios públicos. La CGR forma parte del Sistema Nacional de Control, que se integra por la Cámara de Diputados, los Tribunales de Justicia y las superintendencias. Uno de los factores que impulsa la fiscalización chilena es el proceso democrático que experimentó el país, lo que le garantiza a la Contraloría chilena que goce de autonomía. Esta estructura organizacional del sistema fiscalizador chileno puede servir de base para el caso mexicano, donde se incluyen relaciones jerárquicas, autonomía y el respaldo social que conlleva a la democratización del proceso fiscalizador.

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La CGR es presidida por un Contralor General que es designado por el Presidente de la República con ratificación del Senado; el Contralor tiene inamovilidad como los miembros de la Corte Suprema. La estructura de la CGR se fundamenta en Unidades de carácter Operativo y Unidades de Apoyo. Las Unidades Operativas se dividen en tres subgrupos: Unidades Operativas Funcionales, Sectoriales y Regionales. La CGR tiene las siguientes funciones: de Toma de Razón, Emisión de Dictámenes, Auditoría e Inspección, Control de Personal de la Administración, Contabilidad General de la Nación y Juzgamiento de Cuentas. De estas funciones, la de Juzgamiento de Cuentas resultó interesante ya que tiene el objetivo de perseguir la responsabilidad civil extracontractual de los funcionarios o exfuncionarios, quienes corresponda o haya correspondido la tenencia, uso, custodia o administración de fondos o bienes del Estado, con el fin de mantener la integridad del patrimonio público. Esta función está intermediada por un organismo jurisdiccional de doble instancia, denominado Tribunal de Cuentas, cuyo juez de primera instancia es el Subcontralor General y el de alzada, el Contralor General. El Fiscal de la Contraloría es parte de este juicio, representa el interés del Estado. Otra de sus funciones es el apoyo técnico al Congreso, con esto se han incrementado las investigaciones a fin de facilitar la labor legislativa. La autonomía de la CGR se establece en el artículo 1º de la Ley de la Contraloría General de la República de Chile y ratifica la naturaleza de organismo autónomo al señalar sus principales funciones.

Características de la autonomía de la CGR y la ASF De las cinco características de la autonomía expuestas en el trabajo de Figueroa-Neri (2007 y 2009) para el caso mexicano y chileno se presentan a continuación una comparación con el fin de entender la estructura de la CGR y las discrepancias con la ASF: 1. Organizativa Permite la estructuración orgánica de la institución mediante normas propias en las vertientes de gobierno y administración, de conformidad con lo estipulado por la Constitución y la ley (González-Llaca, 2005). En el caso chileno la CGR está a cargo de un funcionario (Contralor General de la República); hay un subcontralor, que lo reemplazará por ausencia. El Contralor puede modificar la planta de empleos establecida en el artículo 1º del decreto con la fuerza de la ley 42, de 1959; o crear cargos que considere necesarios, bajo la reserva de que sean cargos inferiores a jefes de departamento. Puede formar escalafones personales y en cuanto a su personal de confianza, puede nombrarlos, promoverlos y removerlos con entera independencia de cualquer autoridad.

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2. Funcional Posibilita la regulación de su funcionamiento interno al margen de cualquer interferencia exterior que pudiera encaminarse a impedir su adecuada funcionalidad (González-Llaca, 2005). La Contraloría chilena es un organismo autonómo el cual decide sus programas de auditoría y puede aceptar o declinar propuestas de auditoría de comisiones legislativas, por lo que no se somente al mando ni a la vigilancia del poder Ejecutivo ni al Congreso Nacional.

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Para el caso mexicano la autonomía de la ASF en el artículo 85 de la LFRCF, en su fracción VI, señala la atribución a la ASF de“expedir manuales de organización y procedimiento… los que deben ser conocidos previamente por la Comisión1”. Esto límita la autonomía organizativa de la ASF, ya que se otorga la atribución pero ésta se condiciona a una obligación, esto abre la puerta a que la Comisión opine sobre los manuales y no se expresa alguna razon o fin para que la Comisión tenga conocimiento de dichos manuales.

En el caso mexicano la autonomía de la ASF se ve limitada mediante la evaluación del desempeño por parte de la Cámara conforme al artículo 74, constitucional; en su fracción II, esta comisión se delega a la Comisión, la cual es delegada a la Unidad de Evaluación y Control; esto crea un riesgo de distorsión de información. La evaluación de la ASF se ve limitada por el artículo 77, fracción VII de la LFRCF, que otorga a la Comisión que "la evaluación tendrá por objeto conocer… el efecto la consecuencia de la acción fiscalizadora en la gestión financiera y el desempeño de las entidades fiscalizadas, en los resultados de los programas y proyectos autorizados en el Presupuesto, y en la administración de los recursos públicos federales que ejerzan”; aquí surge el problema de que la evaluación de la ASF está en funcion de la gestión financiera de las entidades fiscalizadas, si se considera la limitante de que las observaciones de la ASF son evaluadas y cuestionadas por la Comisión y éstas no tienen el carácter de obligatoriedad, ya que quedan como simples sugerencias para los entes fiscalizados. Esto se vincula al artículo 92, fracción VIII, en donde “una evaluación del desempeño poco satisfactoria sin justificación, a juicio de la Comisión, durante dos ejercicios consecutivos” se considere como causa grave de responsabilidad que pueda generar la remoción del Auditor Superior. 3. Financiera Para el caso chileno la entidad presenta las cantidades que la Ley General de Presupuestos y las leyes especiales prevén para mantener la Contraloría, se fija un presupuesto anual el cual es aprobado por el Presidente de la Repubilca (Figueroa-Neri, 2007). En el caso mexicano, en el artículo 97 de la LFRCF dispone que la ASF “elaborará su proyecto de presupuesto anual… el cual será remitido por al Auditor Superior de la Federación a la Comisión”; la 1 Comisión de Vigilancia de la ASF de la Cámara de Diputados

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Comisión tiene la atribución de “conocer y opinar sobre el proyecto de presupuesto anual”, establecido en el artículo 77, fracción VI de la Ley de Fiscalización. El artículo 85, fracción VIII, indica que el Auditor Superior dará “cuenta comprobada a la Cámara, a través de la Comisión, de la aplicación del presupuesto aprobado”. 4.

Relación con los poderes públicos

La CGR presenta propuestas al Presidente de la República sobre disposiciones necesarias para establecer y uniformar los métodos de contablididad y procedimientos que han de seguir los funcionarios encargados del manejo de fondos o administración de los bienes del Estado o de los servicios sometidos a su fiscalización, para presentar cuentas, formar y confrontar inventarios, y para todo lo que se refiere a la inversión, enajenación de fondos o bienes. En México el peso de la Comisión de Vigilancia de la ASF de la Cámara de Diputados y la Unidad de Evaluación, que se regula en los artículos 102 a 103 de la LFRCF es un caso aislado en el marco legal fiscalizador en diversos paises, los cuales tienen atribuciones que lesionan la autonomía y los esfuerzos de la autoridad fiscalizadora en México, la cual tiene encadenada su autonomía con base en el marco legal que lo rige. 5.

Otros aspectos relevantes

La CGR tiene facultades de auditoría de carácter inspectivo sobre los servicios que fiscaliza y no interviene en los asuntos de litigio, o que esten sometidos al conocimiento de los tribunales de justicia, competencia del Consejo de Defensa del Estado, aun así la ley concede atribuciones al contralor respecto a materias judiciales. El caso Chileno abre nuevas posibilidades para mejorar la fiscalización en México y transformarla de acuerdo a la realidad política del país, de acuerdo a información del Centro de Estudios Sociales y de Opinión Pública (Moreno Pérez Salvador, 2011) tras los esfuerzos de México de generar una cultura de acceso a la información y combate a la corrupción en las últimas dos décadas presenta un estancamiento evidente, en los principales indicadores que abordan el tema, no se ve un avance lo que pone en tela de juicio la estructura fiscalizadora de nuestro país. El caso chileno no es totalmente aplicable al caso mexicano, pero se pueden rescatar acciones, fundamentos legales y aplicarlos en México mediante una consulta ciudadana, apoyo de expertos en la materia y las autoridades competentes con el fin de modificar la estructura fiscalizadora mediante las reformas necesarias, con el fin de hacerlo más eficiente y cercano a la población y mejorar los indicadores internacionales y nacionales de corrupción y fiscalización en nuestro país.

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Fortalecimiento de la red de fiscalización para abatir la corrupción en México

Conclusiones

De acuerdo a México Evalúa, en los últimos 20 años los mecanismos de fiscalización se han enfocado en la creación de instituciones con el fin de combatir la corrupción, las cuales no han tenido mucho éxito. Ante la nueva propuesta de generar una agencia contra la corrupción, la solución parece distante a crear y complicar más la red de fiscalización federalizada en México; desde mi perspectiva se debe reforzar mediante una red democrática que incluya a los organismos fiscalizados, las autoridades fiscalizadoras, el Poder Judicial, el Poder Legislativo, el Poder Ejecutivo y a la sociedad con el fin de generar sinergias y mejorar los indicadores de confianza y corrupción.

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La corrupción es un problema que aqueja a México el cual se ha intentado abatir en las últimas dos décadas mediante reformas constitucionales y la creación de entes anticorrupción y fiscalizadores; el problema surge cuando los esfuerzos realizados no se reflejan en los indicadores de corrupción y éstos permanecen casi invariables.

En el contexto global la OCDE propone cuatro medidas de combate a la corrupción: cultural, normativo, regulatorio y persecutorio; estas medidas se ajustan a las necesidades de la red de fiscalización del caso mexicano; es necesario incluir a la sociedad y agentes nacionales para fortalecer la cultura de transparencia y combate a la corrupción, mediante el fortalecimiento de las instituciones fiscalizadoras, partir de la reforma al marco legal con el fin de mejorar las atribuciones y autonomía de la ASF en un principio como cabeza de la red de fiscalización nacional; brindar a la ASF las herramientas para mejorar el marco regulatorio de la fiscalización en coordinación con el poder legislativo, al eliminar la jerarquía, los medios de control y supervisión entre Cámara de Diputados y ASF; otorgar a la autoridad fiscalizadora las atribuciones persecutorias en coordinación con el poder judicial para mejorar el vínculo punitivo; y mejorar los resultados de los esfuerzos anticorrupción mediante la eliminación de secciones de la red que obstaculizan y complican el proceso de fiscalización en la parte persecutoria y de sanción. Cabe reconocer la labor del sistema fiscalizador en México, si bien los esfuerzos en el combate a la corrupción se han visto mermados en los indicadores, referente al acceso a la información y la calidad ha mejorado en la última década. Es un paso importante para la fiscalización en México pero este debe ser un sistema coordinado y se debe complementar con esfuerzos en sanciones y seguimiento para generar una red de fiscalización fuerte en todas sus partes de la red para que funcione de manera correcta y no se vean mermados los esfuerzos realizados en el acceso a la información, ya que las otras partes de la red no funcionan de manera correcta o están limitados. Referente a la red de fiscalización, considero que se deben hacer reformas necesarias para brindar autonomía plena a la autoridad fiscalizadora, la ASF, brindar herramientas para fortalecer la rendición de cuentas y el proceso de sanciones, esto mejoraría la credibilidad en la institución, establecería una línea clara de jerarquización de la red de fiscalización al poner en la cabeza a la ASF, la cual se encargaría de generar recomendaciones y emitir las sanciones pertinentes con el fin de mantener

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un mayor control del proceso fiscalizador mejorando los indicadores de percepción de la sociedad y de reducción de la corrupción. La solución no está en generar más participantes en el sistema fiscalizador, es tomar los existentes, mejorar los marcos legales, incrementar las sanciones, generar una cultura social democrática que luche en contra de la corrupción, la red de fiscalización cuenta con las herramientas de los participantes que lo conforman para modificar y mejorar el desempeño de la red. La corrupción no es un hecho aislado del sector público, se da en el sector privado y la sociedad participa en ello, se tienen que generar sanciones que se enfrenten a los beneficios que representa la corrupción, iniciar desde lo nacional y continuar con el modelo a las auditorías de las entidades federativas y fortalecer aún más la red de fiscalización en México.

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Referencias • Jaime, Edna, Eréndira Avedaño, Mariana García. (noviembre de 2012). ¿Cómo controlar la corrupción en México? Obtenido de mexicoevalua.org: http://mexicoevalua.org/descargables/Como_controlar_la_corrupcion.pdf

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Rolando de Luna Dávila

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Mención Honorífica

Las prácticas y los significados culturales en torno a la corrupción en México. La comprensión de un límite para las entidades fiscalizadoras

Por Edgar Daniel Manchinelly Mota

Las prácticas y los significados culturales en torno a la corrupción en México. La comprensión de un límite para las entidades fiscalizadoras

En las discusiones sobre la corrupción en México hay un tema en particular polémico: ¿qué tanto las prácticas y los significados culturales intervienen en la reproducción de los actos ilegales, en específico, en la corrupción?1 En el debate del campo académico que estudia la corrupción en México se aboga, por un lado, que la corrupción no es un problema cultural, ya que eso condenaría a las sociedades practicarlo por la eternidad de los tiempos. Para este enfoque, la corrupción es más bien un problema de las instituciones y sus mecanismos, los cuales crean las oportunidades jurídicas e institucionales para el acto de la corrupción. Pero se argumenta, por otro lado, que la corrupción sí es parte de las prácticas y los significados sedimentados históricamente, que sin ser eternos son durables en el tiempo, reproducidos por las generaciones no como regla, en repetición automática, sino como estrategia de un orden informal socialmente condicionado. Esta última postura pertenece a la visión sociológica y antropológica, que a pesar de que coloca la cultura como un obstáculo en el combate a la corrupción, no por ello se debe dejar de lado este tema y, por lo tanto, se vuelve imprescindible mostrar sus conclusiones, producto de trabajos empíricos. Ante este panorama emerge la necesidad de mostrar las aportaciones de estas ciencias comprensivas del comportamiento colectivo, para entender mejor la corrupción en México. A pesar de que desde estas áreas de conocimiento se han realizado pocas investigaciones sobre este fenómeno social, sus aportaciones tienen el potencial para comprender sus entrañas.

Edgar Daniel Manchinelly Mota

Introducción

El enfoque cultural que estudia la corrupción ayuda a comprender mejor las auditorías, las sanciones, la transparencia y acceso a la información, la rendición de cuentas, los informantes internos y la ética pública. El estudio de los acondicionamientos sociales por los que es proclive la reproducción social de la corrupción, habida cuenta de que sus prácticas y significados son sedimentados por el efecto de la trayectoria histórica de una sociedad y de sus instituciones gubernamentales, permite entender con mayor amplitud este fenómeno complejo. Sin dejar de lado que dichos acondicionamientos sociales dependen de la posición social, según riqueza, poder y prestigio, cuya consecuencia es que no todos experimentan un mismo tipo de corrupción. Entender esto es también comprender los límites del discurso de la ética pública,2 así como los

1 Hay suficiente literatura que confirma la correlación entre una cultura que promueve los actos ilegales como la corrupción (Huntington, 1968; Husted, 1999; Rose-Ackerman, 1999; Lipset y Lenz, 2000). En México también hay literatura al respecto (Escalante, 1992, Del Castillo y Guerrero, 2004; Morris, 2003, 2009; Girola, 2011). 2 En el caso de la ética pública hay un incentivo moral para que el funcionario actúe conforme al bienestar de la sociedad, según los valores deliberados en el espacio público (Merino, 2010). Esto implica que el deber ser, en su forma ideal, sea encarnado en las acciones concretas de los servidores públicos, dando posibilidad de realidad a la deontología de las institucionales.

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mecanismos institucionales y jurídicos.3 Esto conlleva a una mejor explicación de la corrupción y, por lo tanto, a tener mejores herramientas para su combate, ya que el saber sobre los límites es un paso más en el progreso de los alcances. Por lo tanto, considero que estos mecanismos institucionales anticorrupción dependen, entre otras cosas, de las prácticas y los significados culturales, cuya inercia histórica se basa en la reproducción social de un orden informal efectivo para las condiciones sociales de existencia particulares de varios grupos e individuos, colocados en diversas posiciones en la estructura social.4 Con una trayectoria histórica que ha revelado las deficiencias profundas del Estado mexicano y de su economía para crear ambientes confiables se ha fabricado, al pasar de los siglos, un campo de cultivo para la reproducción acelerada de disposiciones prácticas del orden informal, cuya función social ha sido la de controlar la incertidumbre con las autoridades (Escalante, 1992). Se podría decir que hay una construcción social de una epojé, no fenomenológica pero sí del orden normativo, el cual está plasmado en leyes y reglamentos que regulan la conducta del ciudadano por medio de la autoridad institucional.5 De ahí que estas disposiciones al orden informal más o menos naturalizan al acto de corrupción, lo vuelven algo esperable pero sin perder su sentido anecdótico, a raíz de que su función ha sido la de disminuir el conflicto con las autoridades, que no siempre han sido

3 De forma resumida y a grandes rasgos expongo a continuación cada uno de los mecanismos institucionales que combaten la corrupción. Las auditorías investigan las desviaciones de los recursos materiales en procesos específicos de los programas de las políticas públicas (Coronilla, 2012). En sí, las auditorías cumplen el primer paso para detectar los casos de corrupción, más no son detectoras de casos de corrupción. Las sanciones tienen el efecto de disuadir a los funcionarios, por medio del castigo y de su publicidad, al caer en un acto de corrupción (Lepore y Aguilar, 2012). Sanciones que pueden ser desde una llamada de atención, pasando por la suspensión del servidor público por algunos años, hasta el cumplimiento de condenas en la cárcel. La transparencia y el acceso a la información contribuyen al combate en la medida en que se da a conocer información sobre un asunto público, como el destino de los recursos o las remuneraciones de los funcionarios públicos (Salazar, 2007). Esto significa que la información que recorre las vías institucionales, al estar en disposición de los ciudadanos excepto la clasificada como confidencial –como la que está en proceso judicial sin sentencia-, es un mecanismo para evitar la opacidad, espacio institucional proclive a fomentar actos de corrupción. Con la rendición de cuentas implica que los ciudadanos y la sociedad civil organizada inspeccionen y exijan justificaciones, además de estar supeditado a las sanciones. La reclamación de justificaciones a los funcionarios en los actos de incidencia pública funciona como otro mecanismo para reducir las probabilidades de corrupción (Schedler, 1999). Por medio de incentivos a los informantes internos se pueden denuncias en anonimato actos de corrupción dentro de las instituciones. Esta estrategia en México todavía no está respaldada por un sistema jurídico, no obstante hay cada vez más normas que se refieren a la protección del informante (Villanueva, 2009). 4 Utilizo el término de estructura social de Blau (1977): son las distribuciones de una población entre diferentes posiciones sociales que conforman y afectan las relaciones sociales. Es una diferenciación basada en las distinciones sociales que realizan las personas en sus relaciones sociales intersubjetivas y entre los grupos sociales. Los individuos y los grupos son distribuidos a través de parámetros estructurales tales como edad, raza, sexo, educación, ingreso, poder y estatus socioeconómico. 5 La epojé fenomenológica es un término de Husserl que indica una puesta entre paréntesis de los prejuicios ante la evidencia que proporciona la intuición de las cosas y las experiencias en el mundo de la vida. De forma idealista Husserl cree que se puede describir la realidad sin la opacidad del las ideas preconcebidas (Husserl, 1950).

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Por lo tanto, el objetivo general de este documento es señalar las aportaciones de las investigaciones del enfoque cultural, con el fin de comprender mejor su papel en el combate gubernamental contra la corrupción. Por ello primero se mostrarán los principales estudios sociológicos y antropológicos en el mundo de habla inglesa e hispana sobre la corrupción. Luego, se indicarán, con mayor detalle, los estudios que se han realizado sobre la corrupción en México, principalmente los de corte sociológico y antropológico. En este punto me interesa mostrar más los trabajos con referencia empírica, que los de estilo ensayístico. No obstante, expongo algunos ensayos que con más profundidad argumentativa abordaron este fenómeno social. Al final, pretendo realizar un breve balance de los estudios expuestos para elaborar una serie de elementos que se deben considerar en cualquier institución gubernamental que combata la corrupción en México.

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legítimas aunque hayan sido legales.6 En efecto, cuando la sociedad es más fuerte que el Estado es conveniente estudiar las formas culturales de la corrupción, en cambio cuando el Estado tiene instituciones legítimas, que existen por medio de un consenso social, el estudio de la corrupción pasa por los mecanismos institucionales.

1. La visión culturalista La perspectiva cultural y social de la corrupción ha sido investigada, principalmente desde los primeros años del siglo XXI, a partir del enfoque sociológico y antropológico. Krastev (2004) considera que los sociólogos, los antropólogos y los politólogos7 han fracasado frente a los economistas porque los argumentos culturales y sociales son políticamente incorrectos, ideas que no empatan con la corriente que considera a las instituciones las principales promotoras y controladoras de la corrupción. Otros autores como Huber (2005) y Torsello (2011) consideran que el fenómeno de la corrupción ha sido monopolizado por los académicos de la ciencia política y de la economía. Huber (2005) considera que la antropología y la sociología resultan “incómodas” por sus explicaciones sociales y culturales de la corrupción. Y es que estudiar los significados de la corrupción en diferentes sociedades afirma la idea de que la institución está dentro de un campo cultural, con específicas formas de pensar, ver y actuar en el mundo social. Previo al cálculo racional están las formas sociales sedimentadas a lo largo de los siglos, las cuales se expresan en fórmulas y mecanismos culturales diversos.

6 Distinción que subrayaba Weber (1922) en su sociología de la dominación: mientras la legitimidad se basa en un conjunto de creencias socialmente compartidas que elabora una realidad social, la legalidad es un conjunto de normas jurídicas apegadas al deber ser, parámetro de los comportamientos según la autoridad. 7 Sorprendentemente incluye a los politólogos como corriente subordinada al paradigma de la economía. Desde mi punto de vista, la ciencia política también tiene dominado el tema de la corrupción. Tan sólo con observar el estado del arte que hace Morris (2009) nos podremos dar cuenta de los estudios realizados sobre la corrupción con algún tema vinculado a la democracia desde la ciencia política.

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Para Torsello (2011) la antropología de la corrupción ha resultado tímida hasta cierto punto. Considera que la primera gran contribución comenzó con la publicación del libro de Scott Comparative Political Corruption (1972).8 De ahí hasta 1995, con el trabajo de Gupta sobre las narrativas de la corrupción se empezó a desarrollar este tema. Este autor considera que la antropología ha investigado la corrupción, pero no bajo este concepto sino por medio de otros, tales como: intercambio de

regalos y favores, solidaridad, reciprocidad, prácticas económicas informales, economía moral, clientelismo y redes sociales. Esto significa que el concepto de corrupción, al ser una idea moderna

de la cultura occidental, no aparece tal cual en las sociedades pre-modernas o en las que alguna vez fueron colonias de Europa. En cambio, el camino de la sociología ha sido un poco más tímido. Para Khondker (2006), la sociología de la corrupción no logró despegar en su totalidad durante el siglo XX, a pesar de la “ubicuidad” social de este fenómeno. Este autor sostiene que la corrupción se ha convertido en parte de la estructura de la sociedad y, sin embargo, la teorización sociológica a través de los estudios empíricos son todavía insuficientes. En México autores como Escalante (1989) y Lomnitz (2000), entre otros, han puesto las bases teóricas e históricas para su investigación empírica sin muchos resultados en la investigación sociológica. Primero expongo de manera breve las investigaciones antropológicas más importantes y después las sociológicas, que por su número escaso incluyo algunos ensayos relevantes.

1.1 La corrupción desde la visión antropológica Como resultado de su investigación de etnografía urbana, Whyte (1943) observó una peculiar dinámica de la corrupción dentro de la estructura social de Cornerville -ciudad imaginaria que representó al Este de Boston-. La relación entre el policía y los racketeers9 se basaba en una serie de intercambios, más o menos equilibrados, entre favores y dinero. Si bien el dinero sirve para controlar a la policía es igualmente importante la afectividad producida en las relaciones personales, que se daban con relativa facilidad porque muchos policías provenían de las mismas clases trabajadoras que vivían en Cornerville. Concluye que la función principal de la policía es la de regular las actividades ilegales de los racketeers, es decir, procurar que la violencia no rebasara cierto nivel, para que fuera tolerable para los habitantes y los políticos. Este estudio destaca las redes sociales de intercambio, que se convierten al paso del tiempo en redes de amistad entre los miembros de los negocios ilegales y los policías.

8 Cabe aclarar que este libro no es producto de una etnografía, como menciono más adelante sirvió de base teórica para su posterior investigación de campo, el cual cambió para estudiar la economía moral en los campesinos del sudeste asiático. A partir de esto desarrolla las estrategias de resistencia en este grupo frente al grupo dominante. 9 Son negocios ilegales, generalmente de apuestas, pero también de drogas, prostitución y armas.

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Antes de sumergirse en las formas de resistencia y dominación de los campesinos desde la etnografía, en su primer periodo Scott (1969, 1972) realizó trabajos de análisis histórico sobre la corrupción. A pesar de que no es un trabajo estrictamente etnográfico, fue escrito para ser la base teórica de investigación para el posterior trabajo de campo sobre las relaciones patrón-cliente en el mundo rural. En un documento breve, Scott (1969) indica que se debe investigar cuáles son los factores importantes que pueden influir en la distribución de los beneficios, por medio de la corrupción, llevado a cabo por grupos específicos. Hay tres factores que parecen de especial interés en este contexto y son: 1) la apertura o restricción del acceso a la corrupción porque no todos tienen acceso a la corrupción que provee considerables dividendos; 2) la presencia o ausencia de un sistema electoral competitivo, el cual promueve el surgimiento de la corrupción; y 3) la estabilidad y la seguridad de la elite política porque la corrupción es una forma de cohesionar a los diferentes grupos en el poder. Este último punto es un resquicio de la escuela funcionalista de la que era parte en esta primera etapa. Pero Scott al paso del tiempo fue separándose de algunas tesis funcionalistas, lo cual le permitió observar el fenómeno de la corrupción desde otra óptica. En un documento posterior, Scott (1972) argumenta que la corrupción al ser una influencia política informal, no sólo indica que, en efecto, el sistema político está en crisis por la contradicción entre la cultura y el Estado moderno, sino que representa además un tipo de esfuerzo subversivo –weapon of the weak- porque moldea la política hacia los intereses particulares de ciertos grupos e individuos que se encuentran en la frontera de la sociedad. En concreto, la corrupción se desarrolla cuando hay un cambio social y político en una sociedad, de donde emergen nuevos grupos que carecen de un acceso formal a la distribución del poder, por lo que buscan caminos de influencia informales. Si bien Scott parte de la influencia del funcionalismo, posteriormente en la realización de su trabajo etnográfico se inclina hacia el neomarxismo, ya que problematiza el concepto de hegemonía a partir de sus resultados del trabajo de campo.10

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La ruta de la primera parte del trabajo de Scott fue retomada décadas después por Jeffrey (2002), quién indica cómo la corrupción funciona dentro de las instituciones del Estado, que son responsables de la compra de la caña de azúcar en la región de Uttar Pradesh, India. Concluye que la corrupción mantiene las desigualdades materiales dentro de la sociedad rural en beneficio de los grupos privilegiados. Las estrategias de los agricultores ricos permiten un libre acceso al mercado de la caña de azúcar, acceso que no poseen los grupos precarios a causa de la escasez de sus recursos materiales. También se muestra cómo los discursos que rodean la corrupción están politizados a lo largo de las castas y las clases, es decir, que los discursos de la corrupción revelan posiciones subversivas entre los dominados. Así, los grupos precarios suponen que los

10 Estos trabajos sobre la corrupción fueron el camino que introdujeron a Scott en la investigación de la economía moral y del clientelismo entre los campesinos y los grupos privilegiados de una región del sudeste asiático (Munk y Snyder, 2007). De la corrupción pasó al clientelismo y de ahí a las tácticas de resistencia de los campesinos en las relaciones de dominación con los grupos en el poder local.

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grupos privilegiados han obtenido sus recursos de la corrupción, con la participación de varios funcionarios, que a su vez se han vuelto ricos. En este contexto, el discurso anticorrupción es una narrativa que apela a las diferencias de las posiciones en la estructura social rural. Hay un estudio que no habla directamente de la corrupción, pero sus aportaciones teóricas han sido tomadas por otros investigadores de diferentes partes del mundo. Este es el estudio de Adler-Lomnitz (1994), que aborda la relación entre las redes sociales, la cultura y el poder desde la técnica de la observación participante en campo. En específico, investigó al compadrazgo de la clase media urbana en Chile, el cual es una relación dual de carácter informal que implica un intercambio de favores entre los amigos y familiares, directamente proporcional a la distancia social. En la trayectoria de vida, el individuo va tejiendo una red de amigos que se traduce, a causa del intercambio de favores, en la ocupación de puestos de trabajo en la burocracia. La redes no sólo las utilizan las clases medias urbanas para potenciar la trayectoria laboral de sus miembros, sino también las emplean los marginados de las ciudades. También, Adler-Lomnitz (1994) estudió una barriada en la ciudad de México para observar cómo sobrevivían los marginados. De igual forma, concluye que las redes de intercambio cumplen un papel preponderante en las estrategias de sobrevivencia en tanto búsqueda de empleo y de vivienda, sostenimiento material, cuidado de los niños, etcétera. En un contexto de alta vulnerabilidad, las redes de intercambio en tanto obligaciones de dar y recibir funcionan como un seguro social para evitar caer en la pobreza extrema. Por lo tanto, las redes de intercambio en la clase media y en los maginados han sido una forma de explicar el fenómeno social de la corrupción para varios autores -por lo menos para Granovetter (2004) y Huber (2005)-. Adler-Lomnitz (2006) tiene un artículo que aparece en una compilación de textos sobre La corrupción en América, en el que vuelve a repetir sus anteriores tesis. Ahora utiliza el ejemplo de la ex Unión Soviética cuando se convierte en Rusia, en el que el intercambio de favores pasó a ser un acto de corrupción. Concluye cuatro puntos que merecen la pena mencionar textualmente: 1) “Las redes informales de intercambio se desarrollan dentro de los sistemas formales modernos en conformidad con las reglas de sociabilidad determinadas por una cultura particular (…)”. 2) “El grado de formalidad y la incapacidad del sistema formal de satisfacer las necesidades sociales genera soluciones informales”. 3) “Dependiendo de lo informal del sistema, el grado relativo de “lo no apropiado” (…), el objetivo de la actividad (…), y el grado de represión, más el grado de tolerancia que la sociedad tiene hacia la ruptura de las reglas burocráticas, los modos del intercambio informal se convierten en: reciprocidad, relaciones patrón-cliente e intercambio de mercado”. 4) “El intercambio informal permea al sistema formal. Si este hecho no es siempre reconocido, es debido a las sanciones administrativas y los conflictos ideológicos entre los dos sistemas” (AdlerLomnitz, 2006:120-121). Hay que matizar que los bienes materiales en las redes de intercambio están cubiertos por un halo mágico, por lo que hay una economía de los bienes simbólicos (Bourdieu, 1980). Esto significa,

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en el sentido que Bourdieu le da al término, que hay una verdad reprimida en el intercambio que implica la obligación no sólo de devolver, sino también de devolver más. Hay un simulacro, en tanto desconocimiento colectivo del interés económico y simbólico en el intercambio, como si fuera un acto de desinterés total en el dar, que cubre una violencia latente al obligar al otro a devolver lo mismo y un poco más. Además, hay un tabú de la explicitación –como Bourdieu le llama-, el cual prohíbe decir la verdad del precio y la verdad del intercambio, ya que atentaría no sólo con el mismo intercambio, sino también contra la relación intersubjetiva y, más allá, con el consenso de aquel desconocimiento colectivo, que implica un daño a la realidad social. En el caso de la corrupción, que por ser un intercambio económico o de favores no deja de ser un acto cargado de aquel halo mágico, cabría preguntar: ¿qué implicaciones sociales tiene si la corrupción rompe con el tabú de la explicitación? De hecho, se podría decir que la corrupción es un buen contraejemplo del intercambio de regalos dado su forma explícita y calculadora de dinero, bienes y favores, que puede ser no solamente entre conocidos. Este mismo problema ha sido planteado por Huber (2005), quién realizó una investigación antropológica de la corrupción en Ayacucho, Perú. Defiende la importancia de detallar y analizar los significados sociales de la corrupción para comprender las prácticas sociales, que se basan tanto en códigos morales como en sistemas informales de interacción. Los códigos morales contienen la violencia para sustituirla por obligaciones en el dar y en el recibir, en donde hasta en el orden informal hay reglas. Mientras que los sistemas informales de interacción están sujetos a la situación en particular del acto de corrupción –si es en la calle, en una casa, en un restaurante o incluso dentro de la institución-.11 Además, hay un complejo de la corrupción que remite al involucramiento tanto de los ciudadanos como de los funcionarios del Estado, que se refuerza en contextos de alta marginación social. Concluye que las oportunidades y los incentivos que proporciona la corrupción aumentan únicamente si coinciden con las condiciones socioculturales del espacio en que se lleva a cabo: si hay poca cultura cívica, en un contexto de mucha pobreza, es muy probable que la corrupción sea frecuente.

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Por otra parte, el fenómeno de la corrupción entra en conflicto con la principal técnica de observación de la antropología: la observación participante. Cabe señalar, que la corrupción se realiza en las regiones traseras del espacio público, por lo que es un hecho social más o menos invisible y sutil (Hobbs, 1976; Theobald, 1990; Tanzi, 1998; Johnston, 2000; Villoria, 2006; Alonso

11 Este autor llega a los mismos resultados que Riesman en tanto que hay un código práctico delimitado por un sistema mítico.

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y Garciamartín, 2011).12 Capturar la corrupción en una red de informal de intercambios en tanto primer testigo requiere tiempo, rapport de calidad y hasta suerte. En consecuencia se practicaron otras vías de acceso para la acumulación de información sobre la corrupción: una de ellas fue por medio del discurso social. En uno de los primeros trabajos de Gupta (1995) mostró esta problemática por lo que recolectó los discursos cotidianos de la corrupción, tanto de los ciudadanos como de los funcionarios, para extraer el imaginario colectivo hacia las instituciones y el Estado. Para realizar esta “etnografía de Estado” fue necesario considerar la corrupción, no como un elemento disfuncional en la organización burocrática, sino más bien como un elemento por el cual el Estado es construido discursivamente en las prácticas cotidianas. El autor concluye que la noción de Estado, de la academia occidental, como una organización unitaria y racional no aplica para todas las realidades. Por lo menos en el lugar estudiado –en algún lugar al norte de la India–, el Estado es más bien algo multidimensional: hay una yuxtaposición entre lo local, regional y trasnacional que depende de la trayectoria histórica particular de la región. Posteriormente, Gupta (2005) expone de nuevo cómo los relatos de la corrupción de una comunidad de la India revelan una parte importante de sus relaciones con el Estado. Pero en este trabajo agrega cuestiones interesantes en la metodología. Por medio del trabajo de campo, del análisis de una novela y de las investigaciones de otro antropólogo reconocido, se lleva a cabo un análisis de estas narrativas sobre la corrupción para descubrir las representaciones sociales del Estado. Las representaciones discursivas de la vida cotidiana pueden indicar no sólo qué significa el Estado para la comunidad, sino cómo el mismo Estado produce significados en ciertas circunstancias. Al final, sostiene que el Estado necesita ser entendido desde los puntos de vista de la vida cotidiana y desde los relatos de ficción, espacio discursivo en donde circulan múltiples representaciones sociales. Utilizando el análisis del discurso de la prensa y de las formas discursivas de las expresiones coloquiales, Hasty (2005) investiga la dinámica del discurso de la corrupción. Sostiene que hay una dialéctica entre deseo y disciplina expresada en los múltiples discursos sociales referentes a la corrupción: por un lado, la corrupción como algo deseado; pero por otro, la corrupción como

12 La corrupción es un fenómeno social que se hace observable por medio de la recolección de datos ya sea de la percepción o de la experiencia directa o indirecta. Para ello se utiliza generalmente la encuesta, la discusión grupal y la entrevista semiestructurada. La percepción tiene la ventaja de que se extraen significados sociales del Estado, de instituciones particulares y de funcionarios específicos. Sin embargo, la percepción puede estar motivada por la sensación de poca calidad del Estado y de sus instituciones, más que por la corrupción. Además, puede contaminarse por los escándalos coyunturales reproducidos por los medios masivos de comunicación. En cambio, la experiencia muestra, por medio de relatos, la práctica de la corrupción, pero en México no todos han tenido una experiencia directa de corrupción. Si tienen relatos estos son de experiencias indirectas, es decir, de amigos y familiares que pasaron por un acto de corrupción. Y es que aproximadamente uno de cada cuatro mexicanos han tenido por lo menos una experiencia en su vida (INEGI-ENVIPE, 2013). La observación participante es una técnica con mayor rango de dificultad y, por lo tanto, menos utilizada, ya que se necesita que el investigador realice el estudio dentro de alguna red de corrupción, como la policiaca o la de grupos de clases populares durante las elecciones (llamado clientelismo).

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algo moralmente prohibido.13 Por lo que se abren espacios discursivos para la corrupción y para la anticorrupción, conformando una visión ambivalente en la cultura política de una región en Ghana. Al igual que muchos antropólogos, aborda este fenómeno desde la descripción de la realidad cotidiana de la corrupción como discurso de los actores incrustados en esta sociedad. Esta perspectiva explora cómo las personas conceptualizan y navegan en un contexto marcado por la ambigüedad moral de la corrupción. De igual forma, critica la perspectiva económica, porque argumenta que la corrupción no sólo es producto de la elección racional del agente, sino también de su cultura política. Concluye que las prácticas culturales delimitan la búsqueda de la elección racional por la maximización de las ganancias. En la medida en que los marcos culturales promuevan un orden informal en los miembros de una sociedad, la corrupción será una práctica común. Hay una corriente antropológica que ha estudiado la representación social de la relación entre la comunidad y el Estado, a partir de los relatos cotidianos de la corrupción. Tal corriente se inserta en la “antropología del Estado” (Sharma y Gupta, 2006). De cualquier forma, este enfoque considera que los relatos de experiencias de corrupción es un camino para conocer las relaciones cotidianas entre los ciudadanos y los funcionarios. Como se puede observar, la antropología estudia, en general, relatos de los diversos actores para obtener un mapa de significados más completo, ya que la observación participante en una red de corrupción, además de ser peligroso requiere demasiado tiempo.14

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Hay otros estudios antropológicos que se han enfocado a la corrupción en países que experimentaron la transición hacia un régimen postcomunista en Rusia y en Europa del Este (Rivkin-Fish, 2005; Lovell, 2005). Destacan que la percepción de la corrupción aumentó porque se importaron significados por el Estado y los medios masivos de comunicación, que transformaron el marco de experiencias cotidianas, así lo que antes eran favores entre conocidos y familiares ahora pasaron a formar parte de los actos ilegales y perseguidos por las instituciones gubernamentales. Haller y Shore (2005) mencionan que son cuatro aportaciones principales de la antropología a los estudios de la corrupción: 1) es una excelente forma de comprender las reglas y las normas de la sociedad, cuándo éstas se rompen en la corrupción, y en las que la misma corrupción no puede escapar –hay códigos en lo ilegal-; 2) articula discursos referentes a la corrupción en 13 Hasty (2005) no estaba nada errada respecto a considerar a la corrupción como deseo ya que un equipo de neurólogos en la Universidad de Pekín encontró que la corrupción incita una actividad cerebral sui generis: el hemisferio cerebral izquierdo trabaja con mayor intensidad que otras áreas en el momento de llevar a cabo el acto corrupto. En cuanto las personas estudiadas aceptaban más dinero mayor era la actividad en esta parte del cerebro, de tal forma que puede generar adicción (El Universal, Corrupción ¿problema mental curable?, 3 de julio de 2013) 14 El primero que lo hizo fue Whyte (1943) y se tardó cuatro años en observar cómo opera la estructura social no sólo en los muchachos de las esquinas, sino en Cornerville entre los políticos, los negocios ilegales y los policías, dando con ello en la composición de una red de corrupción. En México un joven estudiante de sociología se enroló en la policía de la Ciudad de México como parte de una etnografía coordinada por el profesor Nelson Arteaga Botello (Arteaga y López, 2000). En este caso el sumergimiento en el grupo fue casi inmediato, pero con el peligro de poner su vida en juego.

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contexto culturales específicos, evitando la generalización; 3) problematiza la comparación de la corrupción en el mundo, ya que no es la misma, además muestra por qué en algunas sociedades hay más tolerancia y en otras no; y 4) puede analizar los discursos globales anti-corrupción de forma crítica para dar respuesta al aumento en la percepción de la corrupción desde finales del siglo XX. Como veremos a continuación, la sociología agrega que la experiencia de la corrupción depende de la posición social del individuo o del grupo en la estructura social. En consecuencia, la clase, el género y la etnia son las variables que se toman en cuenta para diferenciar tanto significados como prácticas de corrupción, en la medida en que son indicadores de posiciones diferenciadas en una sociedad desigual y jerárquica.

1.2 La corrupción desde la visión sociológica Uno de los primero ensayos teóricos fue el de Brasz (1970), quién elaboró una breve introducción sobre las razones por las cuales la sociología debería de estudiar la corrupción. Argumenta que la corrupción es necesariamente algo derivado de las relaciones de poder en una sociedad. Por lo que la sociología la debe estudiar como relación de poder. En otro ensayo teórico, los sociólogos Peters y Welch (1978) sugieren que es importante el estudio sobre la percepción de la corrupción por clases sociales, así como por otros subgrupos de la población como raza, religión y sexo. Esto ofrecería una perspectiva mejor del fenómeno de la corrupción. La Porta et. al., (1999) obtuvieron resultados en sus modelos lineales que confirman la hipótesis de que a mayor prominencia de una religión jerárquica –como la Católica, la Ortodoxa y la Musulmana-, mayor corrupción, menor calidad en el aparato burocrático, mayor evasión de impuestos y menor participación de la sociedad civil. En esta línea, Lipset y Lenz (2000), con base en diversos trabajos empíricos sobre la relación entre la corrupción y la cultura, defienden las perspectivas teóricas de Weber y Merton.15 Por un lado, sostienen que la religión determina los niveles de corrupción porque en los países protestantes hay menos, a diferencia de los países católicos en los que predomina esta forma ilegal. Por otro, declaran que hay mucha corrupción en países donde hay altos niveles aspiracionales de éxito y poco acceso a los medios para conseguirlos, es decir, la corrupción es considerada como una expresión de la anomia social de tipo innovadora: una conducta desviada como resultado de la disposición al valor cultural del éxito económico y de los limitados caminos de la estructura social para lograrlo.

15 Weber (1922) porque considera que la burocracia funciona mejor en sociedades con religión protestante que a diferencia de las sociedades con religión católica, ya que en la primera la ética del trabajo es más racional que en la segunda. Merton (1949) porque señala que la conducta desviada de tipo innovación es cuando la persona pone la creatividad para esquivar ilegalmente los obstáculos que no le permiten cumplir el éxito-monetario que le exige la cultura. Ambas tesis fueron más o menos reproducidas por el funcionalismo de la década de 1960, expresado en Huntington (1969).

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A partir de una lógica del interaccionismo simbólico, Granovetter (2004) explica en un ensayo que la corrupción es un tipo de norma de reciprocidad adscrita a determinada cultura, en el que se reciben o dan favores y regalos entre dos individuos u organizaciones, en contraposición a las nomas legales instituidas por el Estado. Si estas relaciones son un intercambio, entonces es importante considerar el marco ideológico en el que estos intereses se insertan. Asimismo, implica que entran en juego los estatus de las personas durante el intercambio: los que dan los favores y los que reciben dentro de una red de corrupción indica que hay un trato diferenciado.16 No sólo se ha investigado sobre la relación entre corrupción y cultura, entre sus aristas; también se ha abordado el vínculo entre género y la práctica de la corrupción. Así, Husted (1999) señala que la corrupción está relacionada con una sociedad con alta sensación de incertidumbre política, con predominante dominación masculina y alta desigualdad, sin importar si permea una cultura individualista o colectivista, o si hay una gran burocracia estatal. Años después, Davis y Ruhe (2003) confirman algunos resultados de Husted: la corrupción puede estar relacionada con niveles altos de la distancia del poder entre la sociedad y el Estado (nivel de representatividad); pero sobre todo, encontraron que también influyen los niveles altos de masculinidad (dominación masculina) y un fuerte colectivismo (nivel de cohesión comunitaria).17 El estudio de Dollar, Fisman y Gatti (2001) en parte confirman lo referente a los niveles altos de masculinidad, ya que sostienen que una alta participación femenina en la administración pública reduce los niveles de corrupción. Parece que las mujeres se inclinan por obedecer más las reglas y normas institucionales. Sin embargo, Hung-En (2003), argumenta que aunque la participación femenina en el gobierno puede ser correlacionada con los niveles más bajos de corrupción, esta asociación pierde importancia cuando se toman en cuenta los efectos de una democracia liberal. En un Estado democrático, generalmente, los índices de corrupción serán bajos, y los niveles de igualdad de género altos, sin que se relacionen directamente la participación femenina con una baja corrupción.

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Respecto al trabajo empírico de la corrupción en las clases sociales, Johnston (1986) realizó una investigación sobre el nivel de moral en las clases sociales de la ciudad de Pittsburg, en Estados Unidos. Clasificó por clases sociales a sus encuestados según los atributos de educación y ocupación que reconocían poseer. El resultado de los test situacionales mostraron que no hay diferencias significativas entre los miembros encuestados de las clases sociales al momento de

16 Granovetter (1985) indica que las relaciones de intercambio económico están incrustadas en la estructura social, la cual está conformada por tejidos superpuestos de relaciones sociales. Estas relaciones generan tanto confianza como desconfianza, posiciones que afectan a las actividades económicos. Esta idea viene a resolver la tendencia a considerar ya sea una sobre-socialización o un individualismo metodológico, al colocar la actividad micro económica dentro de las relaciones sociales, que son estructuradas por las instituciones en la medida en que la estructuran. Esta perspectiva es de gran utilidad en el momento de estudiar la corrupción. 17 En los estudios de Husted y Davis y Ruhe el colectivismo indica que el individuo decide su identidad a partir de su grupo social inmediato, principalmente la familia, y de forma secundaria los amigos. Mientras que el individualismo significa que la identidad es realizada reflexivamente por el individuo.

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calificar una conducta. En cambio, sí hubo diferencias cuando se reorganizaron las situaciones en cinco grupos de situaciones referidas a actos ilegales. Este autor, indica que el robo de los funcionarios fue reprochado más en la clase media y en la clase media alta, que a diferencia de las clases bajas. En cambio, las clases bajas son más sensibles a los casos de corrupción de tipo directo –por ejemplo con la policía-. Por último, se resiente más la categoría del favoritismo en las clases medias bajas que en las clases medias altas y clases altas. Otro estudio empírico sobre las clases sociales fue el de Boniolo (2009), que en un análisis en la ciudad de Buenos Aires, Argentina, construye una tipología de las prácticas de la corrupción en dos clases sociales: la clase media y la clase obrera. Esto según los criterios de tiempo-espacio y de relación social, existen cuatro tipos de corrupción: 1) red de corrupción cerrada: están inscritas territorialmente y son habituales por lo que hay confianza entre los actores, de tal forma que construyen lazos de amistad; 2) prácticas aleatorias de corrupción: no están inscritas en algún territorio determinado y son ocasionales, por lo que no construye lazos de amistad y, por lo tanto, hay desconfianza; 3) cadenas de corrupción abiertas: están inscritas territorialmente y son habituales, sin embargo no genera lazos sociales más allá de la función pragmática de la situación; y 4) prácticas particulares de corrupción: no están inscritas en algún territorio determinado y son ocasionales, y son realizadas entre personas cercanas por relación familiar o de amistad. Concluyó que la corrupción en la clase obrera es una estrategia de subsistencia, mientras que la corrupción en la clase media es una estrategia de ascenso social. La estructura de los intercambios en las redes de corrupción en las élites de poder también ha llamado la atención de los académicos. Della Porta y Vannucci (1999) analizan la corrupción en las altas esferas de la política italiana, con el fin de extraer las principales características de este fenómeno en un país democrático.18 Para ello, sistematizaron casos cerrados de escándalos de corrupción desde 1992 hasta 1998 y entrevistaron a 60 expertos sobre el tema, para observar cómo dentro de la política clandestina se practican normas invisibles, incluso más poderosas que las leyes del Estado. Concluyen que hay un círculo vicioso en el que la ineficiencia del Estado, el clientelismo y la protección política del crimen organizado potencian las redes de corrupción. Asimismo, hay una progresiva erosión de los recursos materiales públicos y de los recursos simbólicos de legitimización hacia el Estado, los políticos y los funcionarios. Por medio de un análisis de regresión simple You y Khagram (2005) sostienen que la desigualdad por ingreso medido por el coeficiente Gini está más vinculada como variable explicativa de la percepción de la corrupción, que el desarrollo económico medido por el PIB per cápita. Asimismo, esta correlación es más fuerte en los países con un modelo democrático más sólido. Esto indica que en países con modelos menos democráticos no indica necesariamente que hay una correlación

18 A pesar de que este tema está más en el terreno de la ciencia política, estos autores analizan las redes de intercambio informales en el campo político por medio de un marco teórico sociológico. El análisis de la política corrupta en Italia es sociológico al destacar las prácticas del intercambio dentro de un orden informal que las regula.

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entre desigualdad y percepción de corrupción. La desigualdad por ingreso fomenta el aumento en la percepción de la corrupción, pero al mismo tiempo la corrupción real acentúa estas desigualdades: es el circuito expresado como desigualdad-corrupción-desigualdad.19 Entre sus resultados destaca que no hay relación entre un Estado grande y la disminución de la percepción de la corrupción. Por lo que la estrategia anti-corrupción de reducir al Estado se tiene que discutir más a fondo. Se han investigado los esfuerzos anti-corrupción de la sociedad civil global en casos específicos de índole local –escándalos nacionales- y transnacional –escándalos internacionales- (Sampson, 2005, MacLennan, 2005). Resaltan los repertorios de las movilizaciones sociales de alcance global, que abordan temas locales, en donde actores internos y externos se articulan para el combate anticorrupción en una nación. También se han detectado las consecuencias de la desigualdad en las acciones colectivas de sectores dominados de la sociedad, como las clases medias y las clases populares. Esto podría ofrecer una perspectiva sobre las acciones de la sociedad civil respecto al esfuerzo anticorrupción –si bien en México no ha habido marchas referentes directamente a la corrupción, cualquier marcha con connotación política conlleva símbolos relacionados a ésta-. Por lo menos Marcarthy y Zald (1977) y Tarrow (1994) sostienen que a mayor desigualdad en una sociedad, combinado con un Estado semi-democrático y con instituciones débiles, construye una situación en la que hay una apatía colectiva, que se refuerza por la escasez de recursos materiales, necesarios para llevar a cabo la movilización. No obstante, Tilly y Wood (2009) sostienen que hay casos en los que un régimen autoritario no es obstáculo para las movilizaciones sociales –como un caso de China-, aunque acepta que una clase media consolidada es necesaria para la protesta hacia el mejoramiento del Estado.

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También se ha sistematizado el discurso de la corrupción en los medios masivos de comunicación. Breit (2010) realiza un análisis del discurso de la prensa -de los principales periódicos en línearespecto de un escándalo político ocurrido en Noruega. Concluye que por lo menos la prensa provee de simplificaciones del escándalo fáciles de consumir, construye transgresores del tal forma que el auditorio puede tomar una distancia ética, y produce representaciones contradictorias de la corrupción. Hay una construcción y reconstrucción por parte de la prensa del escándalo de corrupción, que permite vislumbrar los discursos dominantes por visibles y los discursos dominados por invisibles. Como se ha podido observar, la sociología y la antropología no se han sumergido completamente en el tema de la corrupción. No hay posiciones diversas que se complementen, reafirmen o se nieguen entre ellas respecto algún tema en particular. El hecho de que estos estudios se confronten más con los de la ciencia política y de la economía, y su perspectiva de elección racional, señala que hay un escaso campo de investigación sociológico y antropológico sobre la corrupción. De hecho, su referente es el combate a una elección racional, la que más conviene al discurso 19 Este es el trabajo que es cuestionado por la relación de doble vínculo, en el que el círculo vicioso no explica mucho porque no se sabe si la desigualdad genera corrupción o ésta genera aquella (Lambsdorff, 1999; Alonso y Garciamartín, 2011).

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sociológico y antropológico. No son pocos los trabajo que mencionan una y otra vez la poca profundidad del enfoque de la elección racional. Me parece que esto obedece a que como el campo de la antropología y la sociología de la corrupción es relativamente pequeño los expertos y sus investigaciones que intentan ser reconocidos por sus pares, como estrategia se tienen que dirigir hacia el campo en donde se discute apasionadamente la corrupción.

2. Los estudios de la corrupción en México A continuación se presentan los estudios empíricos sobre la corrupción en México desde las ciencias sociales, profundizando en los de la sociología. Estos estudios se exponen con más detalle a razón de que este trabajo se inserta en el estado del arte a nivel nacional. Son presentados en un orden temático de la siguiente manera: 1) ensayos teóricos, 2) enfoque histórico, 3) enfoque marxista, 4) análisis crítico del discurso (de enfoque marxista), 5) enfoque institucionalista, 6) enfoque etnográfico y 7) corrupción y niveles socioeconómicos. Al final se profundiza en este último, ya que dentro de ese tema se fija esta investigación. Por lo que se comenta de forma crítica los límites y alcances de los estudios que han vinculado los sectores sociales con el fenómeno de la corrupción. En México se ha estudiado la corrupción, principalmente, desde trabajos periodísticos y ensayos históricos (Blanco, 1979, Elizondo, 1986; Lizárraga, 2009; Martínez, 2004; Cruz, 2011).20 También se han realizado varios ensayos teóricos en los que se proponen reflexiones interesantes para el trabajo empírico (Escalante, 1989, 2000; Lomnitz, 2000; Girola, 2011), pero también hay quienes repiten los lugares comunes del tema (Del Castillo, 2001, Kahhat, 2003; González, 2005; Coronilla, 2012). A su vez, se han realizado algunos estudios referentes al clientelismo, término que ha sido vinculado con la corrupción no sin algunas reservas, ya que hay diferencias entre uno y otro a pesar de ciertas similitudes (Fox, 1994; Cross, 1997; Schefner, 2001; Schedler y Manríquez, 2004; Hilgers, 2008; Muller, 2012).21

20 Pero no todos los escándalos de corrupción han sido analizados desde el periodismo, hay estudios desde la ciencia política que han estudiado la corrupción en casos específicos, como el caso del Fobaproa (Eréndira, 2009; GonzálezAréchiga, 2009). 21 A pesar de que el clientelismo podría ser una forma de corrupción, no son exactamente lo mismo (Hilgers, 2008). Por un lado, el clientelismo es un intercambio entre patrones y clientes, en el que impera una sensación de obligación y lealtad entre uno y otro. En las sociedades con gobiernos democráticos el clientelismo aparece en las elecciones, a raíz de la competitividad política. Por otro lado, la corrupción es el mal uso de los recursos públicos para los beneficios privados que puede llevarse a cabo no sólo en la burocracia pública sino también en la privada. Si bien la corrupción puede aparecer en las elecciones, ésta puede generar relaciones clientelares entre los involucrados (Encyclopedia of Political Science, 2011). Para López Presa (1998) la corrupción en México se analizó por medio de varios estudios del corporativismo durante el régimen político postrevolucionario. Término vinculado con el clientelismo.

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La literatura sobre los escándalos políticos ha inundado las librerías y los medios masivos de comunicación, que son parte del discurso politizado de la corrupción, que se enfatiza en cada periodo de elecciones presidenciales. En México, hay muy pocos análisis empíricos sobre la corrupción, a diferencia de los análisis periodísticos de nivel anecdótico y sin sistematización académica (López, 1998; Del Castillo y Guerrero, 2004). Los ensayos sobre la corrupción son demasiados al lado de los trabajos que aplicaron alguna estrategia metodológica para su estudio científico. Hay tres ensayos que han aportado reflexiones teóricas sugestivas en la discusión de la corrupción. En primer lugar, el ensayo de Escalante (1989) ofrece un marco teórico ad hoc a la investigación empírica de la corrupción. Considera que este fenómeno social depende de tres condiciones: formales, culturales y materiales. Las condiciones formales señalan el tipo de espacio social que se divide en tres: separación entre lo público y lo privado, orden jurídico de la vida social y órganos especializados de las funciones públicas. Las condiciones culturales se desprenden en cuatro tipos: legitimidad social del lucro, menosprecio de la legalidad, vigencia de las prácticas tradicionales y falta de solidaridad social. Las condiciones materiales son situaciones que promueven la corrupción: brecha entre el control político y las condiciones formales del poder, brecha entre la dinámica del mercado y la intervención pública, brecha entre el poder social efectivo y el acceso forma a la influencia política, brecha entre los recursos de la administración pública y la dinámica social, y brecha entre la impunidad real y la responsabilidad formal de los funcionarios públicos. Asimismo, subraya que la corrupción “es funcional; no por benéfica, ni por inevitable, sino porque forma parte de un orden informal, producido históricamente…” (Escalante, 1989:338).22 Por último, destaca cinco funciones de la corrupción: desarrollo económico, orden político, seguridad pública, participación política y movilidad social.23

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En segundo lugar, Lomnitz (2000b:269) sugiere que la corrupción debe ser comprendida a través de tres elementos: 1) el nivel funcional de la corrupción “¿qué papel cumplen los actos corruptos para diversas instituciones gubernamentales?”, 2) el análisis de las acusaciones de corrupción para comprender la importancia de los discursos sobre corrupción en la política, y 3) la relación entre las prácticas y los discursos sobre corrupción para mostrar cómo la corrupción afecta la sensibilidad

22 Este orden informal se ha relacionado hipotéticamente con la realización dramática de la sociología situacional de Goffman (Coronilla, 2012; Lepore y Aguilar, 2012; Arellano, 2012). En particular el texto ¿Podemos reducir la corrupción en México? Límites y posibilidades de los instrumentos a nuestro alcance, coordinado por David Arellano contiene ensayos que, entre otras cosas, subrayan la capacidad teatral de la corrupción, y la importancia de estudiar el orden informal en el que se despliega. Aunque al ser ensayos que parten del enfoque de la ciencia política y la administración pública no abundan demasiado sobre esta realización dramática de la corrupción. 23 Además Escalante señala que la corrupción puede clasificarse por su interés: interés institucional, interés político informal, interés social dominante, interés autónomo de los funcionarios, interés social marginal e interés individual. Como se puede apreciar el interés en el acto de corrupción puede ir de lo institucional, pasando por lo grupal hasta llegar a lo individual, depende del contexto en el que ocurre.

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moral de una sociedad.24 Asimismo, considera importante analizar la transformación histórica de los discursos sobre la corrupción, la intervención de la corrupción política y administrativa en la formación y movilidad de las clases sociales y, por último, la relación entre la corrupción y las formas de representación política en la sociedad (Lomnitz, 2000a). Estos son los objetivos primordiales de una sociología de la corrupción, en los que se puede observar el enfoque funcionalista y marxista. Por último, Girola (2011) explica que en México hay una práctica constante de la transgresión de las normas, un “como si” el cual es producto no sólo de la cultura de los grupos sociales, sino del disimulo de la identidad nacional, de una estructura social jerárquica, desigual y excluyente, y de formas adaptativas de naturaleza perversa.25 Esta cultura de la transgresión, interiorizada en el proceso de socialización, genera una predisposición a no respetar el orden normativo institucional. Subraya la existencia de una superposición en los valores éticos, en donde una acción puede ser correcta e incorrecta al mismo tiempo. Esto está relacionado con la separación radical entre el nivel discursivo y nivel práctico. Al lado del clientelismo y el corporativismo, la corrupción es un desorden normalizado tanto por los funcionarios como por los ciudadanos, que emerge como adaptabilidad perversa a una realidad hostil. Una de las explicaciones de la base cultural de la corrupción ha sido la perspectiva sociohistórica, la cual es un esfuerzo por estudiar las prácticas del poder y la dominación sedimentadas a lo largo de la trayectoria temporal de la nación mexicana. Alberro (2000) relaciona la corrupción con el proceso civilizatorio de México, a partir de los trabajos de Elías sobre el proceso civilizatorio. En particular el paso de la noción de interés privado fomentado por la iglesia católica, hacia la noción del interés público guiado por las ideas de la Ilustración. Además, se cuestiona por qué y cómo, a partir de una época reciente y variable según los países y las sociedades, la opinión pública y los medios masivos de comunicación se han vuelto sensibles hacia la corrupción. Alberro y Lomnitz subrayan la importancia de tomar la corrupción no sólo como un acto, sino también como un discurso que se transforma en el tiempo por presiones sociales, económicas y políticas. 24 Como parte de una reflexión teórica sobre el estudio sociológico de la corrupción, Lomnitz (2000:28-29) se pregunta: “(…) ¿cómo se percibía la corrupción durante épocas caóticas? ¿en qué momentos se pasa la corrupción caótica a arreglos más permanentes y guiados por normas informales? ¿en qué momento ocurre que la corrupción comienza a minar la visión compartida de un sistema de reglas?" 25 Me parecen que la explicación de la cultura de la transgresión –como si- por medio de la idea de una estructura social jerárquica, desigual y excluyente y, en consecuencia, sus formas adaptativas perversas -y yo agregaría incluso violentas- como respuesta de los mexicanos, es una profunda hipótesis que se debe tomar en cuenta. No obstante, la idea del disimulo de la identidad nacional me parece débil, ya que es imposible generalizar tanto una cultura que de hecho es muy diversa hoy en día. La discusión sobre una identidad nacional fue un tema discutido por Ramos, Paz, Portilla y González a mediados del siglo XX, dentro de un contexto en el que el Estado, constructor de la identidad mexicana, era lo visible y palpable –por ejemplo, la educación pública se homogeneizó y llegó a más lugares que antes-, cubriendo fenómenos sociales que después brotarían a la luz en la discusión académica. A partir de la globalización, la identidad se convirtió en algo multidimensional, complejo y contradictorio del que se desprende un mosaico de identidades mexicanas (Béjar y Rosales, 1999). Es cierto que los medios masivos han insistido en su simplificación, no obstante, la identidad nacional se expresa en un sin fin de versiones de lo mexicano.

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El fenómeno de la corrupción en la vida colonial de Nueva España ha sido tratado por Van Klaveren (1957) y por Pietschmann (1989). Ambos consideraron a la corrupción como un elemento decisivo en la historia de España y sus dominios en América, en los siglos XVI, XVII y XVIII. Argumentaron que no era un fenómeno secundario en el Estado español, sino un elemento constituyente del sistema, porque indicaba los conflictos por el poder entre la Corona, la burocracia y la élite criolla. Semo (2000) sostiene que en la Nueva España, todos los puestos públicos se vendían al mejor postor, por lo que gobernaban los más ricos y no los más aptos. Además, la corrupción a pesar de que sirvió como una estrategia que disminuía la inseguridad y aumentaba el control, también contribuyó al aumento de los costos de la burocracia, reduciendo la eficacia del Estado y el desarrollo económico. Escalante (1992) realiza un análisis sociohistórico sobre la lógica social de la moral en el México del siglo XIX, con el fin de explicar el tipo de ciudadanía imperante en esa época. Señala que la idea de crear ciudadanos para una legitimidad democrática del Estado, siempre estuvo en contradicción por la visión pragmática de mantener y distribuir el control político. Por lo que señala la importancia de la corrupción como parte del orden informal del poder y dominio político. Concluye que la corrupción es funcional en la medida en que es útil como una solución a medias, y no sólo su fin son los beneficios personales, éstos pueden ser de grupo o partido político. Además tiene tres rasgos fundamentales: 1) el uso de funciones y atribuciones de un cargo público, 2) obtención y distribución de beneficios, y 3) contraposición ante un marco legal. Por otro lado, Katz (2000) indica las formas en que se percibió la corrupción durante la Revolución Mexicana, a principios del siglo XX. Concluye que las percepciones sobre la corrupción sobre los caudillos dependían del grado de cumplimiento de las promesas, cómo se enriquecían, a quién le robaban y el nivel de distribución de la riqueza robada. La popularidad de un líder por capturar y distribuir poder era indispensable para la legitimación en el momento de incurrir en un acto de corrupción.

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Desde un enfoque marxista, Hobbs (1979) estudia la corrupción en México desde un análisis de la prensa sobre escándalos de corrupción. Señala que deben de existir tres condiciones para que exista la corrupción: 1) al menos una persona tiene que formar parte del Estado; 2) es necesario que la negociación sea ilícita, por lo tanto, debe transgredir alguna ley del Estado; y 3) que las partes involucradas extraigan beneficios. Por lo que considera la necesidad de un Estado, de un marco legal y de una ideología del beneficio particular para que exista un acto de corrupción. Este autor critica los anteriores estudios sobre corrupción al no considerar las características históricas de la sociedad, los elementos ideológicos del capitalismo y la relación entre el Estado y la fase de desarrollo capitalista. Por último, considera que la corrupción es un elemento contradictorio que genera el mismo sistema capitalista, al desplegar sus fuerzas productivas organizadas por el Estado y la burguesía. Hobbs (1979) describe una supercorrupción que es perteneciente a la red capitalista con alcances planetarios, y que es la que provoca la miseria de las condiciones materiales de existencia en el proletariado. Mientras que la corrupción –a secas– pertenece a la red capitalista de alcance nacional, y sólo afecta al proletariado perteneciente al territorio del país. Esto no quiere decir que

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la corrupción y supercorrupción sólo beneficien a la clase capitalista nacional e internacional, sino que también contribuyen a los intereses de ascensión social de la nueva pequeña burguesía y de la tradicional pequeña burguesía. Asimismo, los campesinos y el proletariado también se involucran en la corrupción, pero en un bajo nivel. También con un marco conceptual marxista, Valdés (2000) analiza los vínculos ilegales entre los políticos y los empresarios, en México, entre los años de 1940 y 1994. Argumenta que la corrupción no es un conjunto de hechos aislados dentro de un sistema político, es algo más radical: la corrupción es el mismo diseño del sistema el cual la propicia y la deja crecer. Este autor finaliza con la tesis de que la corrupción ha sido un elemento vital en la formación y reproducción de la burguesía nacional, y esto ha ocurrido porque se ha institucionalizado. Esto a llevado a la formación de una cleptocracia, es decir, una élite formada a partir de las redes de corrupción. En la misma línea, Ramírez (2000) estudia las relaciones entre los funcionarios del Estado y clase empresarial, entre el periodo de 1930 a 1990, en el estado de Yucatán. Indica que la corrupción no sólo es un problema de la organización administrativa del Estado, sino que es también un problema de la cultura política de la sociedad mexicana. Sus conclusiones son que la corrupción es la condición básica de la élite local, en la medida en que norma la relación entre los empresarios, el Estado y sus funcionarios. También hay estudios que abordan la corrupción en tanto discurso que pretende mantener o construir relaciones de dominación ideológica tanto a nivel nacional como a nivel global. Entre estos estudios está el de Krausen (1998), quien realiza una investigación empírica sobre el discurso de la corrupción en la prensa en Yucatán. El objetivo es señalar el uso de la corrupción como discurso descalificativo, en tanto violencia simbólica, entre dos grupos enfrentados durante una coyuntura política –los escándalos de corrupción entre 1992 y 1993-. Menciona que los discursos sobre la corrupción ayudan a construir cierta representación colectiva de la autoridad gubernamental, en este caso de forma negativa, la cual genera un clima de desconfianza. Coronado (2008) va más lejos a través del análisis del discurso de corte neomarxista. Sostiene que el discurso anti-corrupción es ideológico en el sentido de que racionaliza formas de dominación, por medio de un lenguaje científico producido, principalmente, por los índices de Transparencia Internacional y del Banco Mundial. En específico, el discurso de la “cultura de la corrupción” es una herramienta ideológica que justifica y naturaliza el empobrecimiento de las naciones dependientes de los países desarrollados. Además, este discurso es reproducido por las élites empresariales, académicas y políticas de México por medio de las campañas anti-corrupción, que culpabilizan a las clases populares.26 Por lo tanto, Coronado indica que además de la corrupción real y que, 26 Coronado analiza la campaña anticorrupción de Transparencia Mexicana y de La Voz de las Empresas para evidenciar cómo toman lenguajes de las clases populares –Pal’ chesco- que relacionan con la cultura de la corrupción. Por otro lado, Escalante (2000) indica que la noción de corrupción es muestra de la hostilidad a la política, independientemente de si existe la corrupción. Para este autor, la corrupción como discurso es la sustitución del vacío ideológico del mundo moderno desencantado de la democracia. Se puede observar cómo ambos autores rescatan el discurso de la corrupción para observar otros procesos sociales.

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El principal exponente del institucionalismo es Morris, quien es el que más ha realizado estudios empíricos sobre la corrupción en México. Su trabajo Corrupción y política en el México contemporáneo (1991) sostiene que hay una relación indirectamente proporcional entre el discurso anticorrupción y el último año del sexenio, cuando los funcionarios buscan por medio de la corrupción mantenerse en la administración pública del siguiente periodo presidencial. En otras palabras, indica que muchos funcionarios -la mayoría de alto rango- utilizan la corrupción como un medio de supervivencia laboral ante la rotación de puestos en cada periodo presidencial, a pesar de que el mismo gobierno está dentro de una campaña anticorrupción. A esto le llama “año de Hidalgo”. El resultado es un “gatopardismo” -todo cambia para permanecer igual- que daña, severamente, al sistema político mexicano. También realiza investigación empírica a través de encuestas: estudia el vínculo entre el ingreso y la educación en la inclinación de las opiniones sobre la corrupción. Concluye que existe una tendencia en los que tienen estatus socioeconómico más alto a observar la corrupción como un problema nacional más significativo y frecuente, así como a expresar una evaluación ligeramente más negativa de las reformas, que a diferencia de los encuestados de categorías socioeconómicas más bajas.

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en efecto, es dañina, hay que tomar en cuenta la construcción ideológica de la percepción de la corrupción por parte de las élites de poder (también véase Krastev en González, 2005).27

Morris (2009), en un trabajo posterior titulado Political Corruption in Mexico, sostiene que hay algo de progreso en el combate a la corrupción, ya que los cambios institucionales/legales, ideológicos y culturales han apoyado la transparencia y la rendición de cuentas y, en consecuencia, han nacido posibilidades reales para el combate a la corrupción. Sin embargo, acepta que las instituciones de transparencia y de rendición de cuentas gubernamentales necesitan madurar con el tiempo, ya que no ha sido suficiente su esfuerzo legal. El proceso democratizador, si bien trajo cambios que impulsan a un control horizontal entre los poderes del Estado, todavía hay falta de responsabilidad y voluntad, a raíz de las formas de juego del poder reproducidas culturalmente a través de la historia. Por eso, Morris considera seriamente las formas culturales del ejercicio del poder desarrolladas en la trayectoria histórico-social de México (también en Morris, 2003). Respecto al ingreso y a la educación, concluye que los de alto ingreso consideran una disminución de la corrupción que los de bajo ingreso. No obstante, el grupo más educado considera que hay un aumento de la corrupción o que incrementará en el próximo año. Asimismo, los de nivel socioeconómico bajo

27 Hay una separación entre la percepción de la corrupción y su experiencia, en otras palabras, hay un discurso ideológico que cubre la experiencia de realidad que desvincula el discurso de la práctica. Bailey y Paras (2006:74) lo preguntan así: “Si sólo aproximadamente un cuarto de los encuestados mencionó que tuvo contacto con la corrupción o se piensan como posibles corruptos, ¿por qué hay tantos sentimientos negativos sobre la corrupción?”. Ofrece dos respuestas: 1) en realidad son pocos los que aceptan haber estado en un acto de corrupción, por lo que son más mexicanos con experiencias de corrupción, y 2) las experiencias de corrupción de pocos se expanden rápidamente, convirtiéndose en experiencias indirectas de mexicanos que sólo escucharon el relato. También esto es problematizado por Morris (2009).

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aprueban más la corrupción en los políticos siempre y cuando realicen acciones benéficas para la sociedad. A diferencia de los de nivel socioeconómico alto y medio alto que están en completo desacuerdo con esto. Desde esta misma perspectiva, Bailey y Paras (2006) realizan un análisis de la percepción de la corrupción en México para observar si hay una relación con la satisfacción de la democracia y, por lo tanto, con sus instituciones. Concluyen que si bien la corrupción es un gran problema, no hay una fuerte correlación con la satisfacción de la democracia. El desarrollo de la democracia no es considerada esencial para el combate a la corrupción. Además, la corrupción tiene diferentes significados que no dependen de la edad ni del nivel socioeconómico. Por último, el gobierno es percibido como más corrupto que la sociedad, y un cuarto de los encuestados argumenta haber tenido sólo un episodio de soborno en el lapso de un año. También se ha investigado qué tanto el clima institucional promueve u obstruye el acto de corrupción entre los funcionarios de los niveles medios y bajo de la jerarquía burocrática. Millán y Mancini (2006) elaboraron siete indicadores para descubrir los incentivos positivos o negativos en el contexto laboral del gobierno federal. Los indicadores fueron: 1) confiabilidad en el desempeño institucional del gobierno, 2) confiabilidad en el comportamiento de los empleados, 3) ambiente profesionalizado, 4) identificación de actos de corrupción, 5) disposición de apego a la normatividad, 6) percepción de riesgos y 7) condiciones que modulan costos y riesgos. Este estudio concluye que, por un lado, la corrupción no es incentivada por el contexto institucional, pero por otro al mismo tiempo este contexto propicia un ambiente que la promueve. Parece ser que sus conclusiones apuntan a que la corrupción en la institución ocurre cuando las condiciones apropiadas se dan de repente, es decir, cuando se aprovecha un oportunidad construida por ciertas condiciones, por lo que es una posibilidad de práctica en estado latente. Con base en el análisis de las premisas del institucionalismo, en un estudio detallado sobre la corrupción en la administración pública en México, López Presa (1998) expone no sólo una tipología sobre la corrupción, a partir de casos resueltos de la antigua Secretaría de Contraloría y Desarrollo Administrativo, sino que también realiza un diagnóstico de las áreas gubernamentales en el Distrito Federal con más quejas sobre la corrupción.28 Introduce un modelo que expresa la “racionalidad económica” de los funcionarios para mostrar las condiciones en las que un agente se 28 Parece ser que sus conclusiones apuntan a que la corrupción en la institución ocurre cuando las condiciones apropiadas se dan de repente, cuando se aprovecha un oportunidad, por lo que es una práctica latente. Las tipos son: corrupción eventual menos organizada, corrupción eventual organizada, corrupción sistemática menos organizada y corrupción sistemática organizada. Como se puede observar el autor subraya como elemento esencial en el éxito de la corrupción el nivel de organización entre los involucrados. Esto es, entre más participantes en una red de corrupción más posibilidad de ganancia y menos posibilidad de sanción. Este resultado si se aprecia desde la sociología indica que: la corrupción es más potente en la medida en que un grupo dentro de la organización es más cohesionado entre sus miembros. Sin embargo, esta cohesión social puede ser utilizada a beneficio del combate a la corrupción en la figura del whistleblowers, del soplón que de forma anónima denuncia las prácticas corruptas de su entorno inmediato (Banisar, 2009; Villanueva, 2009; Vaughn, 2009).

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corrompe –basado en Klitgaard-. Descubre que defectos institucionales promueven la corrupción, tales como el exceso de discrecionalidad de los funcionarios, las fallas en la normatividad, el exceso o falta de reglamentos, las fallas o ausencia en la supervisión, una deficiente comunicación social y los problemas administrativos respecto de las funciones específicas de cada funcionario. Esto con el fin de proponer mecanismos específicos para el combate a la corrupción. Otros estudios, de igual forma, se inclinan por desarrollar mecanismos institucionales que combatan la corrupción en México. En detalle, Leporte y Aguilar (2012), al analizar algunos casos sancionados de la administración pública federal, consideran que los mecanismos institucionales de supervisión, control y sanción están desfasados de los objetivos institucionales. Con otras palabras, son sanciones que carecen de una articulación eficiente porque están atomizadas. Las sanciones son utilizadas sin una estrategia clara para la disminución de la corrupción. Desde el método etnográfico, Arteaga y López (2000) analizan la corrupción dentro del aparato policiaco de la Ciudad de México. López se incorporó al cuerpo policiaco en el que reportó todas sus experiencias hasta el momento de su graduación de policía. Muestran que la corrupción no es un problema de unos cuantos –“de algunas manzanas podridas”– sino que al estar institucionalizado es un problema de la práctica cotidiana de la policía. El entre es el pago que cada policía debe de dar a su superior inmediato. No todo el entre es para los jefes, los policías se quedan con un poco del dinero acumulado durante las extorsiones del día. Hay policías que lo consiguen de los infractores –generalmente jóvenes que se emborrachan– y de los comercios de la zona. La extorsión es un arte del ejercicio del poder que los novatos aprenden de los veteranos, en el que se insinúa o se presiona a través de la amenaza de aplicar la ley. Esta es la única etnografía de la corrupción en México.

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Sobre el tema de la policía pero con otras técnicas de recolección de datos, Alvarado y Silva (2011) estudian las prácticas de abuso policial en los jóvenes de la Ciudad de México y en los del municipio de Nezahualcóyotl, Estado de México. Este estudio fue realizado por encuestas sobre los contactos de la población juvenil con la policía. También utilizó la técnica de los grupos de enfoque. Dentro del abuso policial se encuentra la extorsión porque no sólo implica la fuerza física, sino también presiones y amenazas. Los resultados muestran que en el Distrito Federal se tienen más contactos con los policías de tránsito que en el municipio del Estado de México. Resalta que los hombres son los que tienen mayor relación con los policías que las mujeres. Los jóvenes (15-24) y adultos jóvenes (25-39) tiene mayor contacto con la policía que otros grupos de edad.29 El 22.5% de los encuestados declaró que fueron extorsionados por policías no sólo por faltas de transito, sino también por detenciones para identificación, retenes vehiculares, acusaciones de delitos y faltas administrativas.

29 Esto se explica por tres factores: 1) mayor presencia de los varones en los espacios públicos, 2) mayor probabilidad que realicen comportamientos sancionados por la ley y 3) el prejuicio de los policías (Alvarado y Silva, 2011).

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Respecto al estudio de la corrupción según las variables sociodemográficas de sexo, edad y nivel socioeconómico, Guerrero y Rodríguez-Oreggia (2005) utilizan el método cuantitativo y el método cualitativo para mostrar los incentivos individuales, la dinámica social y las percepciones sobre las decisiones en el momento del ciudadano en involucrarse en el soborno.30 Por medio de un modelo de regresión lineal utilizando los datos de la Encuesta Nacional sobre Corrupción y Buen Gobierno de Transparencia Mexicana, exponen los resultados: los hombres tienen más de probabilidad de pagar un soborno que las mujeres, entre más educación y más ingresos hay más probabilidad de ofrecer un soborno, las instituciones en las que se percibe mayor ética y aplicación de la ley son menos propensas al soborno y el miedo a la sanción no incide en la decisión del soborno del ciudadano. Después, se llevó a cabo grupos focales para entender cómo las percepciones se construyen, en específico cómo los ciudadanos representan a las instituciones en torno a la corrupción. Se clasificó a los grupos por tres rangos de edad (20-28/30-40/40+) y por tres niveles socioeconómicos (D+, C, C+). Se encontró que hay una dimensión ética –la corrupción es mala– y normativa –la corrupción es ilegal– en todos los grupos. Además, es un acto ilegítimo y se hace uso de la ley como último recurso para escapar de la corrupción cuando perjudica. También hay una inclinación a ser corrupto porque la ley es inútil. Se encontraron los mismos resultados que los del método cuantitativo: los hombres con altos niveles educativos y de altos ingresos son los más propensos al soborno. A pesar de que el estudio realizado por Del Castillo y Guerrero (2004) toma en cuenta las variables sociodemográficas de edad y nivel socioeconómico, pero paradójicamente no relacionan los resultados con estas variables explicativas. Realizan una discusión grupal (focus group) por rangos de edad y nivel socioeconómico aclarando que buscan las similitudes más que las diferencias, a razón de que la técnica de la discusión grupal no es representativa de una población.31 Como su propósito es la homogeneidad en los resultados no explican qué perciben los jóvenes, los adultos y los adultos mayores de los niveles socioeconómicos D+, C y C+. Concluyen que hay una predisposición a la corrupción en los ciudadanos de la Ciudad de México, es decir, que los ciudadanos están más inclinados al soborno en la medida en que perciben al funcionario o a la institución como corrupta. Mencionan que hay una cultura de la corrupción generadora de las disposiciones de los habitantes de esta megalópolis a transgredir las reglas institucionales del Estado. Tapia y Zalpa (2011) describen la variación de los refranes de la corrupción por medio de la relación con variables sociodemográficas en México. Este lenguaje coloquial de la corrupción fue extraído de 500 encuestas realizadas en el centro del país –sin especificar la región o las ciudades-.

30 Este estudio considera que su punto débil es que sólo se midió el soborno, siendo que existen muchos tipos de corrupción. De la misma forma los autores indican que medir la percepción de la corrupción no es medir la corrupción real. Se puede apreciar que los autores argumentaron muy bien las debilidades de su metodología, por lo que me parece un estudio excelente. 31 El ser un estudio de muestra no probabilística no indica que se ignoren las diferencias de los grupos en tanto nivel socioeconómico o por edad. Esto revela un desconocimiento profundo de los alcances del método cualitativo y, en particular, de la técnica de discusión en grupo.

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Por medio de los refranes y dichos del libro ¿Cómo nos arreglamos? Prontuario de la corrupción en México de Dehesa (2001), se realizó este estudio con el fin de que los encuestados reconocieran el lenguaje de la vox populi de la corrupción y su frecuencia, dentro de su uso cotidiano. Con otras palabras, el objetivo fue describir la frecuencia de los refranes explicada por tres variables demográficas: la edad, la educación y el nivel socioeconómico. Los resultados fueron: los refranes se utilizan más entre los ciudadanos de 31 y 50 años, éstos pertenecen a un nivel socioeconómico bajo –medido por el número de focos en el hogar–, y son indirectamente proporcionales con el nivel educativo, entre más estudios menos reconocieron su uso en su vida cotidiana. A través de una metodología experimental, Friend, Lagunes y Venkataramani (2010) realizan un estudio en la Ciudad de México sobre cómo los policías de tránsito trataban de forma diferente a los individuos de clase baja, frente a los de clase alta. Controlaron la manera de hablar, la manera de vestir, el vehículo y el color de piel para remarcar la pertenencia de los conductores a la clase baja y a la clase alta. Fueron dos conductores de clase alta y dos conductores de clase media que provocaron intencionalmente la detención de los policías de tránsito. Complementaron el experimento con entrevistas semiestructuradas a policías de un cuartel policiaco. Los resultados indicaron que hay más probabilidad de que los policías extorsionen a los conductores de apariencia pobre, que a diferencia de los que tienen una apariencia con alto estatus. Los de clase alta recibieron más advertencias de los policías que los de clase baja. Esto no quiere decir que los policías jamás extorsionaron a los de clase alta, más bien éstos indagan la posibilidad de queja al insinuar la extorsión. Las entrevistas semiestructuradas reforzaron estos resultados porque los policías consideraron que es más difícil detener a los individuos de la clase alta.

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En una investigación sui generis, García y González (2006) extrajeron la representación social de la corrupción en estudiantes y egresados de la licenciatura de derecho en el Distrito Federal. Los resultaron muestran que los egresados que trabajan en el sector privado, así como lo estudiantes, perciben que la corrupción es un tema importante, a diferencia de los que trabajan en el sector público. En los dos grupos se encontró que excluyen la posibilidad de que el funcionario insinúe el acto de corrupción, es decir, que es más probable el soborno que la extorsión. No obstante, se encontraron algunas diferencias interesantes: los egresados que trabajan en el sector público tienden a atribuir el intento de soborno más en los abogados, mientras que los abogados que trabajan en el sector público atribuyen a los funcionarios la extorsión. El 60% de los encuestados respondieron que en los últimos dos años tuvieron que pagar un soborno a un funcionario.32 Además, el 75% confesó haber sido testigo en el mismo periodo de por lo menos un acto de corrupción (soborno o extorsión). Concluye que la corrupción parece haberse institucionalizado en el Estado. Las prácticas de corrupción se vuelven sistematizadas por lo que, en efecto, hay una cultura de la corrupción en la administración pública. 32 Mocan (2008) expone resultados parecidos, al partir de una amplia información proveniente de ciudadanos de 49 países -en total fueron 54,209 encuestas- que experimentaron algún incidente de corrupción, en específico por un soborno de parte de algún funcionario. Concluyen que: ser varón, vivir en ciudades grandes, tener entre 20 y 39 años, disponer de ingresos elevados y de un mayor nivel educativo parecen variables positivas asociadas con el soborno.

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Otra investigación sui generis es la de Nuget (2000), quién abordó las implicaciones de la corrupción en la biografía de un trabajador, que comenzó en una localidad en México como cavador de zanjas y colocador de tuberías en el sistema de drenaje, hasta llegar a ser un representante en el campo político local. Es una historia enfocada a la experiencia de un individuo en su trayectoria en ascenso, a raíz de la corrupción en la micro política de un municipio. El objetivo es mostrar que los políticos no son corruptos por naturaleza, sino más bien son personas incrustadas en relaciones sociales instituidas, con roles específicos, dentro de los espacios distorsionados del Estado. Concluye que la corrupción es un síntoma de un desorden social más amplio, y no la causa de los malestares en los espacios burocráticos del Estado. En suma, como se pudo observar, la corrupción emergió como tema de investigación a finales del siglo XX y principios del siglo XXI. Aunque hay antecedentes desde la década de 1970, el desarrollo de las investigaciones fue más adelante. Como los estudios en los que se cruzan variables sociodemográficas con la percepción de la corrupción son los que más se relacionan con la presente investigación, a continuación se resumen sus resultados en el Cuadro 3. Están clasificados según la técnica de recolección de datos y las conclusiones obtenidas. Se incluye a Morris ya que, entre su extenso trabajo empírico, también relaciona variables sociodemográficas con la percepción de la corrupción.

Balance y comentarios finales El enfoque cultural sostiene que las prácticas y los significados sociales en tanto clase, género y etnia, sedimentados históricamente pero en constante transformación, son variables que intervienen, de forma significativa, en la realización y en la percepción de los actos de corrupción. Esta perspectiva ha sido impopular por incómoda ya que cuestiona la universalidad de la práctica y el significado de la corrupción en el mundo, al acentuar la importancia de las condiciones sociales de existencia de un contexto histórico específico, es decir, que la corrupción es un fenómeno acotado a nivel histórico y, por lo tanto, relacionado con la trayectoria del Estado, desde su conformación como usurpación del poder por un grupo político, hasta su consolidación institucional en camino hacia la democracia. La corrupción es un síntoma social del orden informal elaborado culturalmente en México (Girola, 2011; Morris, 2003, 2009). Con una particular construcción social y política de un distante Estado durante el Imperio Español y el siglo XIX, un imaginario de pertenencia a una comunidad política, delimitada por territorio y población, ocurrió solamente entre los militares en medio de una situación bélica (Escalante, 1992). Dando como resultado un ciudadano en el mejor de los casos defectuoso si no es que simplemente imaginado, tal y como lo señala Escalante. Esto implica la práctica de un orden informal en el que desde el discurso, incluso, puede ser negado sin que afecte en la práctica cotidiana.

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La cultura de la transgresión, como lo llama Girola, es un esquema de disposiciones sociales que anima a los individuos a dividir la acción del discurso, por lo que en consecuencia aparece una ambivalencia ética, en el que la acción puede ser un acto de corrupción, pero en el discurso es otra cosa, toda menos algo reprobable éticamente.33 Esta peculiaridad cultural cumple una función elemental que es disminuir la incertidumbre de la realidad social a expensas del efecto estructural de la corrupción: la acentuación de la desigualdad social porque no todos pueden comprar certidumbre con riqueza y poder. De esta forma, la corrupción no sólo es una posición pragmática/funcionalista que sirve para resolver situaciones problemáticas con la autoridad del Estado (Escalante, 1989, 1992; Morris, 1991; Lomnitz, 2000). También acentúa las desigualdades sociales en la medida en que ofrece mayor certidumbre para los que están colocados en posiciones privilegiadas que los que están colocados en posiciones precarias en la estructura social. En consecuencia, la corrupción es experimentada de forma distinta por conjuntos de individuos, al estar incrustados en diferentes posiciones en una estructura social por disposición de recursos como la riqueza, el prestigio y el poder (Hobbs, 1979; Johnston, 1986; Morris, 1991, 2009; Jeffrey 2002; Boniolo, 2009; Fried, Lagunes y Venkataramani, 2010). Por lo que se desprende que no todos sobrellevan de la misma forma la corrupción y, por lo tanto, no todos la practican y la significan de igual manera. A pesar de que hay un estudio que concluye una transversalidad de la corrupción en los diferentes sectores sociales respecto de su significado (Del Castillo y Guerrero, 2004), hay más estudios que muestran que su significado depende de la posición ocupada en la estructura social, principalmente a partir de las variables independientes de educación y ocupación –que son las variables utilizadas para la distribución de los grupos e individuos en clases sociales-. Vinculado a esto, se ha tomado en cuenta cómo la corrupción contribuye a la formación y expansión de la élite empresarial y a la movilidad ascendente de las clases medias y populares dentro de la burocracia mexicana (Hobbs, 1979; Morris, 1991, Valdés, 2000; Ramírez, 2000; Nuget, 2000).

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La postura de que la corrupción depende del tiempo y del espacio va de la mano con la crítica hacia el discurso global de la anticorrupción, ya que pretende homogeneizar este fenómeno hacia las realidades sociales particulares. De ahí que el enfoque cultural subraya las relaciones de poder y dominación que se desprenden del discurso anticorrupción, que universaliza este fenómeno desde algunas organizaciones nacionales e internacionales (Gupta, 1995, 2005; Huber, 2005, 2008; Hasty, 2005; Khondker, 2006; Coronado, 2008).34 La corrupción, como discurso, implica la existencia de

33 Se puede inferir con esto que el mejor mecanismo de defensa ante el reconocimiento de la ausencia de ética pública es la misma acción. Retomando a Freud, se podría sostener que se repite en la práctica cotidiana la corrupción para no recordarla, y más allá de esto para no ver el conflicto de la ambivalencia, de esta forma la praxis invisibiliza la conducta desviada. Así, la acción sirve de pantalla, por lo que no hay sensación de ruptura de las reglas jurídicas y sociales. 34 Esta inclinación por universalizar al mundo un concepto eurocéntrico podría ser el efecto de las relaciones interdependientes de dominación/subordinación del sistema-mundo (Wallerstein, 2005). Esto no es nada nuevo, ya Marx había detectado cómo la burguesía y la pequeñaburguesía hacían parecer que sus intereses de clase fueran necesarios también para la clase obrera y campesina, a través de eufemismos y de un lenguaje que hoy llamaríamos “políticamente incorrecto”.

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instituciones productoras y distribuidoras de significados, así como un público consumidor, en el que dichos significados adquieren la cualidad de reproducir relaciones desiguales de dominación, ya sea entre países, expresado en los eufemismos Transparencia Internacional y el Banco Mundial utilizados en sus índices, o entre diferentes posiciones sociales, expresados con eufemismos por la élite de poder y la clase media alta frente a las clases subordinadas.35 Por lo que el discurso anticorrupción podría ser producto de un efecto ideológico, con el fin de construir un enemigo invisible que “daña a las economías y a las instituciones estatales”, cubriendo el hecho de que la lógica capitalista es la principal responsable de la polarización económica y social, es decir, es la forma histórica de la economía cuya base es la producción de desigualdad social (Krastev, 2004). Relacionado a esto se encuentra otra postura en la que la corrupción funciona como una sustitución del vacío ideológico del mundo moderno desencantado de la democracia (Escalante, 2000). La democracia al no poder resolver la desigualdad social, sus defensores elaboran significados negativos que sirven de escudo para evitar cuestionar el modelo democrático. Estas posturas son las más críticas en el estudio de la corrupción. Hay que entender el concepto de cultura no como un marco determinante, que aplasta a los individuos dictándoles comportamientos y creencias por largos periodos de tiempo –no es el gran Otro de Lacan ni la estructura mitológica de Levi-Strauss-, sino más bien como una dualidad estructural, es decir, como producto de la construcción cotidiana de la realidad humana, incrustada históricamente en un punto en el flujo del tiempo, que conforma relaciones interdependientes entre los agentes en la medida en que estas relaciones son constituidas por “las reglas y recursos” de la estructura social (Giddens, 1984).36 Con otras palabras, la cultura se mantiene y se transforma paulatinamente a partir del contexto de las relaciones sociales interdependientes, las cuales parten de los modelos de acción, percepción y de discurso sedimentados por el efecto de la historia. Además, hay que tomar en cuenta que hoy en día los habitantes de una nación no poseen todos la misma cultura porque al estar en un mundo globalizado ésta se convierte en algo múltiple, fracturado y superpuesto.37 Además, la cultura es moldeada según la posición social de los distintos 35 Sobre la función social del eufemismo en las relaciones jerárquicas ver Scott, James (1989), “Prestige as the Public Discourse of Domination”, Cultural Critique, No. 12, pp. 145-166. 36 En una crítica interesante hacia el concepto de estructura de Giddens, Sewell (1992) sostiene que la estructura se compone de esquemas virtuales y de recursos reales, en donde los esquemas son resultados de los recursos. En otras palabras, las condiciones materiales de existencia son las que producen esquemas culturales que habilitan y constriñen al mismo tiempo la acción social de los individuos. Aunado a esta discusión, se relaciona el concepto de habitus de Bourdieu (1980), que es una estructura estructurante y estructurada, es decir, en la medida en que se estructura la acción social y el discurso del sujeto por la sedimentación histórica, esta misma acción social y discurso da vitalidad a la estructura. Además, genera disposiciones de prácticas y de representaciones sociales duraderas más no eternas, y transferibles a las siguientes generaciones durante el proceso de socialización. 37 Una excelente crítica a la noción de que existe un cultura mexicana es la postura de Béjar (1979). Este autor demuestra que los textos psicológicos y filosóficos que describen a los mexicanos son estereotipos generales sin fundamentación empírica. No hay una cultura mexicana, lo que hay son formas e identidades de individuos y grupos delimitados por condiciones sociales particulares (urbano/rural, clase social, género, mercado económico, edad, migración interna/externa).

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Por lo tanto, la cultura no es algo sólido, inamovible y a-histórico, ni es transversal a todos los grupos en todas las regiones de una sociedad contenida en las fronteras que controla y coordina un Estado. La cultura es la elaboración de formas sociales38 por un conjunto de individuos incrustados en un tiempo y espacio social específico, formas que son moldeadas por la posición social, que va en un continuum desde una situación privilegiada y dominante hasta una situación marginada y dominada, formas que dependen del lugar que ocupa aquel grupo de individuos en la estructura social. No hay que perder de vista que la sociología de la cultura es una forma de abordar al mismo tiempo la sociología del poder y la dominación (Bourdieu, 1980). Esto quiere decir que el mundo social es jerárquico, en el que un sector de la sociedad con mayores recursos simbólicos y materiales impone los valores culturales a conveniencia, hacia los sectores con menores recursos simbólicos y materiales; y que las instituciones del Estado y el mercado formal de trabajo reproducen.39

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grupos e individuos en una sociedad desigual, jerárquica y excluyente –de ahí la diferencia entre el arte expuesto en los museos y la artesanía expuesta en los mercados, con significados de origen extraterritorial combinados con significados de la realidad social particular del creador-.

A partir de esto se puede inferir que con instituciones legítimas y eficientes es posible impactar en los comportamientos y en los discursos, con el fin de construir una ciudadanía crítica, que al saberse beneficiaria de derechos y responsable de obligaciones, tienda a la realización de una ética pública. La generación de confianza en las instituciones y sus funcionarios es el primer paso para sostener la viabilidad de una ciudadanía que fortalezca la potencia de la sociedad civil organizada. Por lo tanto, ya no es suficiente que el combate a la corrupción pase por los canales de las instituciones del Estado, en el sentido de luchar contra la corrupción por medio de mecanismos aplicados a la administración pública. Es necesario que también se tome en cuenta las condiciones sociales que producen marcos de experiencias culturales, proclives a reproducir conductas desviadas. La cultura de la transgresión no solamente depende de los mecanismos de la administración pública, más

38 Con formas sociales quiero decir: formas de lenguaje, formas de visiones y apreciaciones del mundo, formas materiales, formas de consumir, formas artísticas, formas de ocio, formas de comer, formas de relacionarse, formas de aprendizaje y, en sí, formas de estar y ser en la vida cotidiana. 39 Grignon y Passeron (1991) sostienen que no siempre hay una dominación cultural total de las élites sobre las clases populares, y ni siquiera hay una total resistencia; más bien hay casos en los que hay cierta resistencia, pasando por los casos de evidente aceptación pasiva, o en los que brota ambivalencia al negar y aceptar al mismo tiempo los valores culturales de los segmentos superiores.

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bien, también depende del proceso de socialización de los individuos, que se lleva a cabo dentro de ciertas condiciones sociales, cuya práctica es determinada por el contexto. En efecto, no sólo la corrupción es producto del marco de disposiciones del orden informal de una posición social específica, interiorizadas por la socialización, sino también se genera por la potencia de la coacción simbólica de la situación social, que con reglas implícitas y explícitas, que configuran jerarquías y divisiones sociales, regulan los comportamientos separando lo permisible de lo permisible en ciertas condiciones, hasta llegar a lo condenable.40 Así, la corrupción también depende del las oportunidades inmediatas visibles para el actor del contexto social (Millán y Mancini, 2006).

40 Mayer-Sierra (2014) ilustró que la corrupción no es cultural porque tanto los migrantes como los diplomáticos mexicanos respetan las leyes cuando están en EUA. Lo que no tomó en cuenta es que la situación socio-espacial implica una fuerza de coacción en el comportamiento de los involucrados, por lo que se actúa conforme las reglas implícitas y explícitas del escenario, las cuales son generadoras de divisiones sociales jerarquizadas. Los migrantes están en los sitios más bajos dentro de la jerarquía social de EUA, y en su situación de ilegal lo que menos quieren es infringir la ley. En el caso de los diplomáticos ¿a caso en su actividad no también experimentan cierto tipo de estigma negativo por su nacionalidad, que lo hace que respete incluso más las reglas que los que poseen una identidad estimable y estimada?

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107

Mención Honorífica

Sobre la permanencia de los indicadores sociales

Por Freddy Damián Urbina Romero

Sobre la permanencia de los indicadores sociales

Desde 2004 se ha realizado un amplio esfuerzo por establecer un sistema de monitoreo y evaluación que permita conocer el desempeño de las políticas públicas en México. El monitoreo puede ser visto como un proceso continuo y permanente sobre el desempeño de los programas; mientras la evaluación se realiza en períodos establecidos y tiene un carácter de corte transversal.1 Si bien ambos sistemas son complementarios, éstos no son lo mismo. Un sistema de monitoreo se construye a partir de indicadores, los cuales deben aportar información relevante sobre las principales acciones realizadas por algún programa y sus resultados alcanzados.2 Cuando están respaldados por sistemas apropiados de recopilación de datos, análisis e información, los indicadores permiten a los administradores seguir los progresos, demostrar los resultados y adoptar medidas correctivas para mejorar la prestación de servicios.3 En este sentido, los indicadores son un aspecto medular del sistema de monitoreo dado que la selección de éstos es clave para construir un buen sistema de monitoreo.4

Freddy Damián Urbina Romero

Introducción

Si bien es importante definir de manera adecuada los límites y los alcances de un sistema de monitoreo además de sus implicaciones dentro de la evaluación y fiscalización de políticas públicas, también es importante tener una idea clara sobre cómo reconocer un sistema exitoso. Según Mackay 5, un sistema exitoso debe tener al menos tres características importantes: • Sostenibilidad: se refiere a la posibilidad de que el sistema sobreviva a un cambio en la administración, en los dirigentes de las dependencias de gobierno, o en los altos funcionarios. • Calidad de la información: debe existir un estándar para determinar si la información generada es de buena calidad, o no. • Uso de la información: ésta debe ser utilizada en apoyo a la formulación de políticas gubernamentales, la asignación de recursos presupuestales y la planeación nacional; para desarrollo de políticas y análisis del desempeño de programas; para propósitos de rendición de cuentas; para administración de programas, entre otros. Claramente, el uso de la información será inadecuado o inexistente si la información que se genera no es sostenible o no se cuenta con un mecanismo para determinar la calidad de la información. En este sentido, el estándar de calidad y la sostenibilidad son los aspectos más básicos

1 Di Virgilio, María Mercedes y Solano, Romina (2012); Monitoreo y Evaluación de Políticas, Programas y Proyectos Sociales; Fundación CIPPEC; Buenos Aires, Argentina; p. 46. 2 Di Virgilio, et. al. (2012); op. cit.; p. 47. 3 Banco Mundial (2004); Seguimiento y Evaluación: Instrumentos, Métodos y Enfoques; Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento; The World Bank, Washington, D.C.; p. 6. 4 Di Virgilio, et. al. (2012); op. cit. p. 47. 5 Keith Mackay (2007), How to Build M&E: Systems to Support Better Government, The World Bank, Washington, D.C. pp 23-24.

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XIV Certamen Nacional de Ensayo sobre Fiscalización Superior y Rendición de Cuentas, 2014

de un sistema de monitoreo. De manera más específica, los indicadores incluidos en un sistema de monitoreo deben ser sostenibles para que se puede realizar una comparación en distintos puntos en el tiempo además deben de cumplir con un estándar que permita asegurar la calidad de la información que aportan. En México no existe información acerca de si los programas federales cuentan con indicadores que permanezcan en el tiempo que les permita dar cuenta de los resultados de sus acciones. De acuerdo a la normativa vigente, los indicadores son importantes porque, entre otras cosas, permiten materializar la evaluación y la fiscalización de las políticas públicas. De acuerdo a la Ley General de Desarrollo Social (LGDS) la Política de Desarrollo Social deberá revisar periódicamente el cumplimiento de los objetivos sociales de los programas, las metas y las acciones; para lo cual, la evaluación de resultados de los programas sociales deberá incluir de manera invariable los indicadores de resultados, gestión y servicios para medir su cobertura, calidad e impacto.6 Por otro lado, la Ley Federal de Presupuesto y Responsabilidad Hacendaria (LFPRH)7 establece que la evaluación del desempeño se realizará a través de la verificación del grado de cumplimiento de objetivos y metas con base en indicadores estratégicos y de gestión que permitan conocer los resultados de la aplicación de los recursos públicos federales. Asimismo, se mandata la implantación del Sistema de Evaluación del Desempeño que deberá permitir valorar de manera objetiva el desempeño de los programas […] con base en indicadores estratégicos y de gestión que permitan conocer el impacto social de los programas. Asimismo, los Lineamientos Generales para la Evaluación de los Programas Federales de la Administración Pública señalan que la “evaluación de consistencia y resultados” y la “evaluación de los programas nuevos” deberán considerar los indicadores de desempeño elaborados por las dependencias y entidades correspondientes.8 También se indica que los indicadores de resultados, servicios y gestión de las evaluaciones, y de los esquemas de recopilación y análisis de información de cada programa federal se deberá incluir en el “sistema de monitoreo y evaluación basado en resultados de los programas federales”.9

Diario Oficial de la Federación (DOF 20 de enero de 2004); Ley General de Desarrollo Social; México; recuperado de http://www.diputados.gob.mx/LeyesBiblio/pdf/264.pdf (Última consulta 01/09/2014); artículo 72 y artículo 74. 7 Diario Oficial de la Federación (DOF 20 de marzo de 2006); Ley Federal de Presupuesto y Responsabilidad Hacendaria; México; recuperado de http://www.diputados.gob.mx/LeyesBiblio/pdf/ LFPRH_110814.pdf (Última consulta 01/09/2014); artículo 110. 8 Diario Oficial de la Federación (DOF 30 de marzo de 2007); Lineamientos Generales para la Evaluación de los Programas Federales de la Administración Pública; México; recuperado de http://www.coneval.gob.mx/Evaluacion/ Paginas/Normatividad/LineamientosGenerales.aspx (Última consulta 01/09/2014); numerales décimo octavo y vigésimo primero. 9 DOF (30 de marzo de 2007); op. cit.; Numeral trigésimo cuarto. 6

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El artículo 12 de la Ley de Fiscalización y Rendición de Cuentas de la Federación10 señala que la fiscalización de la Cuenta Pública tiene como objetivo verificar cumplimiento de los objetivos de los programas para lo cual se verificará si se cumplieron las metas de los indicadores aprobados en el Presupuesto de Egresos de la Federación (PEF). Asimismo, el Reglamento Interior de la Auditoría Superior de la Federación establece que se deberá verificar que en las auditorías sobre el desempeño, especiales y especiales sobre el desempeño se haya evaluado el cumplimiento de los objetivos y metas fijados en los programas federales, conforme a los indicadores estratégicos y de gestión establecidos en el PEF.11 En este sentido, se observa que los indicadores son un aspecto básico y relevante para la evaluación y fiscalización de las políticas públicas por lo que es necesario analizar su permanencia. Por tanto, el objetivo del presente ensayo es analizar la permanencia (creación versus destrucción) de los indicadores de desempeño de la política pública de desarrollo social para lo cual se construyó una tasa de permanencia que permite analizar de manera puntual cada uno de los indicadores sociales entre 2010 y 2013. Se encontró que para el periodo 2010-2013 existe una permanencia de la información de apenas 30 por ciento. Si bien es lógico pensar que la permanencia está en función de la calidad de los indicadores, también se encontró que la calidad de los indicadores no es determinante de su permanencia.

Freddy Damián Urbina Romero

Sobre la permanencia de los indicadores sociales

Este ensayo se divide en 6 apartados. En el primero se precisa la relevancia de los indicadores y se muestran algunos datos generales de los programas públicos federales. El segundo apartado describe de manera breve la información utilizada para determinar la permanencia de los indicadores, cabe señalar que la información es fundamentalmente de carácter público. El tercer y cuarto apartados muestran los principales hallazgos sobre la permanencia de los indicadores de los programas públicos del ámbito social. El quinto y sexto presentan algunas ideas a manera de implicaciones y conclusiones de acuerdo a los hallazgos encontrados.

Sobre los Indicadores de Desempeño En general, un indicador de desempeño es una medida que describe de qué manera se están desarrollando los objetivos de un programa, un proyecto y/o la gestión de una institución.12 Por otro lado, el monitoreo es un proceso continuo que usa la recolección sistemática de información

10 Diario Oficial de la Federación (DOF 29 de mayo de 2009); Ley de Fiscalización y Rendición de Cuentas de la Federación; México; recuperado de http://www.diputados.gob.mx/LeyesBiblio /pdf/LFRCF. pdf (Última consulta 01/09/2014); artículo 12. 11 Diario Oficial de la Federación (DOF 29 de mayo de 2009); Reglamento Interior de la Auditoría Superior de la Federación; México; recuperado de (Última consulta 01/09/2014); artículo 9. 12 Instituto Latinoamericano y del Caribe de Planificación Económica y Social (ILPES) (2005); Indicadores de Desempeño en el Sector Público; Bonnefoy, Juan Cristóbal y Armijo, Marianela; Santiago de Chile, ILPES (Serie Manuales 45); p. 23.

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XIV Certamen Nacional de Ensayo sobre Fiscalización Superior y Rendición de Cuentas, 2014

sobre indicadores específicos para advertir a los tomadores de decisión y hacedores de política pública sobre el grado de avance, así como el logro de los objetivos planteados y del uso de los recursos asignados.13 Cuando un sistema de monitoreo se encuentra bien construido aporta evidencia objetiva sobre el desarrollo de una política pública. Cuando algún conocido nos dice que fue de viaje a Europa, lo primero que hacemos es preguntarle por fotos y videos que demuestren que realmente se realizó ese viaje y que conoció lugares particulares. En cambio, si únicamente nos muestra una postal que puede ser comprada en cualquier tienda, nos quedamos escépticos sobre dicho viaje. La evidencia no es suficiente. Al hablar de evidencia, todos tenemos una idea sobre qué es y cómo luce. Las personas para demostrar que han logrado algo importante muestran fotos, videos, títulos o testimonios; esta información debe ser la necesaria para que otro individuo les crea. Algo similar sucede con las políticas públicas, si se señala que se ha logrado o se ha dado como resultado algo es necesario que esté fundamentado en información objetiva que permita conocer si lo que se dice es verdad. En este caso, la evidencia no puede ser únicamente fotos o videos, mucho menos el testimonio, ya que este tipo de información es útil si se quiere demostrar que fuimos a algún lugar o si conocimos a alguna persona famosa, pero no es suficiente para afirmar que se ha reducido el rezago educativo o se ha abatido la pobreza. Para conocer el impacto de las acciones del gobierno una foto o un testimonio serán elementos insuficientes por lo que la información que se presente deberá: 1) estar vinculada a lo que se quiere mostrar, 2) ser clara y 3) ser verificable. Aunque son muchos requisitos sobre la información es necesario tener presente que esas acciones del gobierno se realizan con recursos públicos que todos los ciudadanos aportamos. Lo mínimo que se podría pedir a los ejecutores es que tuvieran una base estructurada e integral de información sobre sus logros alcanzados. Los indicadores forman parte de los instrumentos que deben aportar información sobre el desempeño de las políticas públicas, y son la herramienta más importante que tienen los funcionarios para conocer y verificar los resultados alcanzados.14 En el caso de México, la definición de indicadores no es nueva dado que la mayoría de los programas públicos, desde su creación, realizan un seguimiento a indicadores que aportan información sobre sus principales acciones realizadas. Sin embargo, la institucionalización de este proceso se ha formalizado en los últimos años dentro la Administración Pública Federal (APF) con la publicación de la LGDS y la LFPRH que establecieron que el desempeño se determinará de acuerdo a los avances y al cumplimiento de metas con base en indicadores. En este marco, los indicadores

13 Kusesk, Jody Zall y Rist, Ray C. (2004); Ten Steps to a Results-Based Monitoring and Evaluation System; The International Bank for Reconstruction and Development; The World Bank, Washington, D.C.; p. 227. 14 Auditoría Superior de la Federación (2011); Indicadores de Desempeño; en Evaluación de Políticas Públicas; Roberto Salcedo (Compilador); Siglo XXI Editores; México; p.78.

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Sobre la permanencia de los indicadores sociales

de la política pública además de medir las acciones realizadas también deberán cuantificar los resultados alcanzados por los programas públicos.

la Matriz de Indicadores para Resultados (MIR) a distintos programas públicos.15 En esta matriz los programas deberían definir los indicadores necesarios y suficientes que les permitiera a los programas monitorear el cumplimiento de sus objetivos. De acuerdo a los Lineamientos, la matriz de indicadores forma parte del PEF por lo que la información de dicha matriz es registrada por los programas en el Portal Aplicativo de la Secretaría de Hacienda (PASH). De acuerdo a la LGDS, los indicadores se agrupan en resultados, bienes y servicios, y gestión; mientras que la LFPRH los concentra por estratégicos y gestión. Para un análisis más sencillo, se homologan los indicadores de acuerdo a los niveles de la matriz de indicadores. La matriz de indicadores está estructurada por cuatro niveles: actividades, componentes, propósito y fin. Por lo que a lo largo del ensayo nos referiremos a los indicadores de resultados a aquellos vinculados al fin y al propósito de la MIR; mientras que los indicadores establecidos a nivel de actividades y componentes se les denominarán indicadores de gestión.

Freddy Damián Urbina Romero

Con la publicación de los Lineamientos Generales para el Proceso de Programación y Presupuestación para el Ejercicio Fiscal 2008 se mandató por primera vez la construcción de

A la fecha, todos los programas públicos deben reportar sus indicadores de desempeño en el PASH. Como se observa en el cuadro 1, en 2010 se consolidó la información de 593 programas públicos los cuales habían registrado 4,613 indicadores de resultados y gestión; de estos indicadores, el 29.9 por ciento fueron clasificados como indicadores de resultados, mientras el otro 70.1 por ciento, como indicadores de gestión. Para 2013, se tenían 748 matrices de los programas públicos que estaban conformadas por 1,780 indicadores de resultados y 4,577 indicadores de gestión; lo que representa el 28 y el 72 por ciento respectivamente. En resumen, entre 2010 y 2013, el número de matrices registradas por los programas públicos se incrementó en 26 por ciento, mientras el número de indicadores aumentó en un 37 por ciento. Cuadro 1. Estructura de los Indicadores de los Programas Públicos, 2010-2013. Administración Pública Federal

 

 

Programas

Indicadores

 

2010

593

4,613

2011

716

6,117

2012

700

Indicadores Resultados

Gestión

 

1,379

3,234

 

1,726

4,391

6,107

 

1,678

4,429

2013

748

6,357

 

1,780

4,577

Total

2,757

23,194

 

6,563

16,631

Fuente: Elaboración propia con información del PASH. 15 Los programas públicos que deberían elaborar de manera obligatoria su matriz de indicadores eran aquellos con modalidades presupuestales “S” y “U”. En los años subsecuentes, se publicaron lineamientos que dieron continuidad a este proceso.

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XIV Certamen Nacional de Ensayo sobre Fiscalización Superior y Rendición de Cuentas, 2014

Respecto al ámbito social,16 el número de matrices registradas por los programas se incrementó en un 11 por ciento entre 2010 y 2013, al pasar de 247 a 261 en dicho periodo. Asimismo, el número de indicadores aumentó en un 11 por ciento, al registrarse 2,530 indicadores en 2013.17 En promedio, cada programa cuenta con 2.6 indicadores para medir sus resultados y 7 indicadores que dan seguimiento a su gestión para el ejercicio fiscal 2013. Cuadro 2. Estructura de los Indicadores de los Programas Sociales, 2010-2013 Programas y Acciones Sociales  

 

Indicadores Sociales

Programas

Indicadores

 

Resultados

Gestión

2010

247

2,279

 

610

1,669

2011

267

2,521

 

674

1,847

2012

270

2,586

 

697

1,889

2013

261

2,530

 

690

1,840

Total

1,045

9,916

 

2,671

7,245

Fuente: Elaboración propia con información del PASH y del Inventario de Programas y Acciones Sociales del CONEVAL.

Sin considerar la calidad de la información, los indicadores en los que se basa el sistema de monitoreo de la APF se ha ampliado considerablemente. Únicamente para el período 2010 y 2013 se agruparon un total de 23,194 indicadores que aportan información sobre el desempeño de los programas públicos. Para el mismo periodo, la base del sistema de monitoreo del ámbito social estaba compuesto por 9,916 indicadores de resultados y servicios; sin embargo, y como se verá más adelante, no es suficiente contar con un gran número de indicadores para conformar un sistema de monitoreo. El Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL) es el órgano facultado para aprobar los indicadores de los programas del ámbito social.18 Para ello, el CONEVAL definió la aprobación de indicadores como un proceso mediante el cual se determina si los indicadores de resultados, servicios y gestión de los programas sociales cumplen con los criterios mínimos necesarios para medir los objetivos de dichos programas, en un punto determinado en

16 Se consideran como programas del ámbito social como aquellos programas públicos definidos en el Inventario de Programas Federales de Desarrollo Social del CONEVAL. Ver http://www.coneval.gob.mx/evaluacion/ipfe/Paginas/ default.aspx (Última consulta 01/09/2014) 17 Algunos de los programas públicos incluidos en el Inventario de Programas Federales de Desarrollo Social del CONEVAL no cuentan con información registrada en el PASH. Para 2010 corresponde a 45 programas; para 2011, 18 programas; para 2012, 8 programas; y, para 2013, son 6 programas públicos. 18 DOF 20 de enero de 2004, op. cit.; articulo 77.

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el tiempo.19 Según este Consejo, los indicadores deben de cumplir las características de claridad, relevancia, economía, monitoreabilidad, adecuación y aporte marginal. La claridad se refiere a que el indicador deberá ser preciso e inequívoco; la relevancia implica que el indicador deberá reflejar una dimensión importante del logro del objetivo; la economía implica que la información necesaria para generar el indicador deberá estar disponible a un costo razonable; será monitoreable si el indicador puede ser sujeto a una comprobación independiente; la adecuación considera que el indicador deberá aportar una base suficiente para evaluar el desempeño, y el aporte marginal, en el caso de que exista más de un indicador para medir el desempeño, éste deberá proveer información adicional en comparación con los otros indicadores propuestos.20 En el marco del proceso de aprobación de indicadores, de manera bienal se ha realizado el

Diagnóstico de las Matrices de Indicadores para Resultados; sin embargo, únicamente para los años 2010 y 2012 se realizó una revisión específica de las características mínimas que deben cumplir los indicadores.21 En 2012, se revisaron 2,145 indicadores de resultados y gestión asociados a 218 programas y acciones sociales. De estos indicadores, 580 estaban clasificados como indicadores de resultados y 1,565 como indicadores de gestión. Mientras en 2010 se revisaron las matrices de 219 programas y acciones sociales conformadas por 2,151 indicadores de desempeño. De estos indicadores, 597 se consideran de resultados y 1,554 fueron clasificados como de gestión.

Freddy Damián Urbina Romero

Sobre la permanencia de los indicadores sociales

Si bien todos los programas públicos deben reportar su matriz de indicadores, no todos estos programas necesariamente cuentan con información específica sobre sus indicadores. La importancia de lo anterior es que la permanencia de los indicadores per se únicamente muestra cambios en el seguimiento de los indicadores pero no aporta datos sobre las características de los indicadores; en particular si los indicadores que permanecen o desaparecen comparten ciertas características. En este sentido, nuestro análisis se centra en el ámbito social dado que éste se encuentra bien delimitado por el Inventario de Programas y Acciones Sociales del CONEVAL. Asimismo, para estos programas se cuenta con información sobre las características de los indicadores, por lo que el análisis de la permanencia de los indicadores será más enriquecedor. El siguiente apartado describe las fuentes de información utilizadas y cómo se generó una base de datos que permite realizar un seguimiento longitudinal de los indicadores sociales además de permitir analizar las características mínimas que deben cumplir dichos indicadores.

19 Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL) (2014); Metodología para la aprobación de indicadores de los programas sociales; México, D.F.; disponible en http://www.coneval.gob.mx/coordinacion/ Paginas/monitoreo/metodologia/maprob.aspx (Última consulta 01/09/2014). p. 9. 20 Para más información sobre algunos aspectos de la matriz de indicadores se puede consultar la Nota Técnica disponible en http://www.coneval.gob.mx/rw/resource/coneval/eval_mon/1767.pdf (Última consulta 01/09/2014). 21 La información sobre los diagnósticos, además de las base de datos de la información se encuentra en http://www. coneval.gob.mx/coordinacion/Paginas/monitoreo/informes/informes.aspx (Última consulta 01/09/2014).

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XIV Certamen Nacional de Ensayo sobre Fiscalización Superior y Rendición de Cuentas, 2014

Construcción de la Información: Alcances y Limitaciones La información sobre las MIR de los programas públicos para los ejercicios 2010, 2011, 2012 y 2013 se obtuvo en la página de Transparencia Presupuestaria de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP);22 mientras la información sobre las características que cumplen los indicadores se encuentra disponible en la página del CONEVAL para los años 2010 y 2012. Para el manejo de la información recabada, se vincularon las bases de datos de los indicadores para el periodo 2010-2013 mediante tres variables llave: 1) un identificador único a nivel de programa,23 2) un identificador único a nivel de indicador para el ejercicio fiscal t y 3) un identificador único a nivel de indicador para el ejercicio fiscal t-1. Después, se vinculó con la información de la revisión de las características de los indicadores del CONEVAL. La información de 2012 contaba con el identificador único a nivel de indicador para el presente ejercicio fiscal por lo que la vinculación fue sencilla; sin embargo, para 2010 la tarea se complica dado que la base de características no cuenta con variables llave de los indicadores, por lo que la unión de información se realizó artesanalmente bajo el siguiente procedimiento: i) se vinculó al conjunto de indicadores del PASH y del CONEVAL mediante el identificador del programa; ii) se buscó manualmente su par entre una base y la otra; y iii) finalmente, se agregó su identificador único a nivel de indicador. Como se precisará más adelante, no todos los indicadores revisados por el CONEVAL tuvieron un par en la información del PASH. Si bien la búsqueda de pares se realizó en más de una ocasión para todos los programas, se desconoce porqué hubo información sin una contraparte. De esta manera, se generó una base de datos que permite dar un seguimiento puntual a los indicadores de desempeño de los programas del ámbito social, por lo que es sencillo identificar qué indicadores desaparecieron entre un año fiscal y otro. Asimismo, para un conjunto de estos indicadores, se cuenta con información de las características mínimas que deben cumplir de acuerdo a los criterios del CONEVAL.24 El Inventario de Programas y Acciones Sociales del CONEVAL delimita de manera anual los programas públicos incluidos en el ámbito social entre 2010 y 2013; no obstante, el contenido de programas y acciones incluidos se ajusta a cada ejercicio fiscal en función de los cambios en la

22 Ver http://www.transparenciapresupuestaria.gob.mx/ptp/index.jsp en la sección Sistema de Evaluación del Desempeño (Última consulta 01/09/2014). 23 La variable se construye a partir de la información sobre el “ciclo presupuestal” + “clave de la Unidad Responsable” + “clave del ramo” + “clave de modalidad presupuestas” + “clave del programas presupuestal”. 24 La información tiene una debilidad dado que se basa en la captura que se realiza en el PASH. Para tratar de subsanar este problema se incluyó información sobre el “nombre” de los indicadores únicos para que los interesados verifiquen que nos referimos al mismo indicador año con año pese a que algunos indicadores cambiaron su nombre. Sin embargo, nuestro procedimiento no considera aquellos errores en los que se modificaron las variables llave de los indicadores por errores de captura. Por supuesto, cualquier error en la información es responsabilidad del autor del presente ensayo y no de las fuentes primarias de la información.

118

Sobre la permanencia de los indicadores sociales

Cuadro 3. Estructura de los Programas y Acciones Sociales Considerados, 2010-2013  

Programas y Acciones Sociales

ASS

1

CONACYT

9

 

Programas y Acciones Sociales

Porcentaje (%)

0.5

SEDESOL

23

10.7

4.2

SEMARNAT

14

6.5

Porcentaje (%)

IMSS

7

3.3

SEP

74

34.4

ISSSTE

20

9.3

SHCP

19

8.9

SAGARPA

10

4.6

SEDATU

4

1.9

SALUD

16

7.4

STPS

7

3.3

SE

11

5.1

 

 

 

Total

215

100

Freddy Damián Urbina Romero

estructura programática de la SHCP. Para tener un análisis más consistente el número de programas incluidos en el análisis por dependencia se acota a 215 programas y acciones sociales que están incluidos en las versiones 2010, 2011, 2012 y 2013 del inventario.

Fuente: Elaboración propia con información Inventario de Programas y Acciones Sociales del CONEVAL.

Adicionalmente, acotar el número de programas permitirá corregir posibles sesgos en conteo de indicadores derivados de la creación y eliminación de programas, dado que incluir programas que desaparecen en un periodo en particular también implica contabilizar la eliminación de indicadores. En el cuadro 4 se presenta la estructura de la información que será analizada. Respecto al total de programas e indicadores definidos en los inventarios, se perdieron observaciones para distintos años de 221 programas y 1,852 indicadores de resultados y gestión. Además, como se había indicado, algunos programas públicos no cuentan con información de su MIR registrada en el PASH para diversos años; para 2010 corresponde a 19 programas; para 2011, 4 programas; para 2012, 2 programas; y, para 2013, es un programa público. Cuadro 4. Estructura de los Programas y Acciones Sociales Considerados, 2010-2013 Programas y Acciones Sociales

 

Indicadores Sociales

 

Programas

Indicadores

 

Resultados

Gestión

2010

196

1,829

 

493

1,336

2011

211

2,029

 

543

1,486

2012

213

2,089

 

565

1,524

2013

214

2,117

 

571

1,546

Total

834

8,064

 

2,172

5,892

Fuente: Elaboración propia con información del PASH y del Inventario de Programas y Acciones Sociales del CONEVAL.

119

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Entonces, el análisis de la permanencia de los indicadores estará centrado en este conjunto de 215 programas. Para el análisis práctico de este ensayo, tiene más sentido analizar algo que aún tiene vigencia; si los programas aún existen, la permanencia de los indicadores es un aspecto de interés. En el siguiente apartado nos centramos en la permanencia de los indicadores, para lo cual se definirá este concepto y se presentarán los principales hallazgos.

Tasa de Permanencia de los Indicadores Para el análisis de la continuidad se generó la tasa de permanencia de los indicadores que se define como la proporción de indicadores que se mantienen en un periodo de tiempo determinado. Este indicador puede ser desagregado por dependencia, por programa o por tipo (gestión o resultados). Para construir este indicador se utilizaron las tres variables llave señaladas en el apartado anterior y se definieron tres aspectos: 1) un indicador único, que se refiere al proceso de eliminación de la duplicidad de indicadores en dos periodos con el fin de contar con sólo un reporte del indicador en el tiempo. Por ejemplo, si se reporta un mismo indicador en tres años consecutivos, se contabiliza como un indicador; en cambio, si se reportan tres indicadores diferentes en tres años consecutivos, se cuentan tres indicadores como únicos. Por otro lado, 2) un indicador permanente, el cual se refiere al indicador vigente al periodo final respecto al periodo inicial. Retomando el ejemplo anterior; en la primer parte se tendría un único indicador permanente que está vigente tres periodos consecutivos; para la segunda, no se tendrían indicadores permanentes. Como se muestra en el cuadro siguiente, 3) la tasa de permanencia de los indicadores se construye realizando un simple cociente entre el número de indicadores permanentes identificados respecto al número de indicadores únicos encontrados en el periodo. Cuadro 5. Construcción de la Tasa de Permanencia. Indicadores únicos t y t+2

Indicadores permanentes

Tasa de permanencia t y t+2

(1)

(2)

(3) = (2) / (3)

1

1

100

c

año t

año t+1

año t+2

INDa

INDa

INDa

IND

IND

IND

3

0

0

INDa

INDb

INDa

2

1

50

INDa

INDb

INDb

2

0

0

a

b

Fuente: Elaboración propia.

Con base en la información de los indicadores de desempeño se construyeron las tasas de permanencia de los indicadores sociales para 2010-2011, 2011-2012, 2012-2013 y, 2010-2013. En promedio, entre 2010 y 2011 la tasa de permanencia fue del 59 por ciento, por lo que de cada 100

120

Sobre la permanencia de los indicadores sociales

Si se considera el periodo 2010-2013, se tiene que la tasa de permanencia de los indicadores fue del 30 por ciento. De cada 100 indicadores definidos en 2010, se le dejó de dar seguimiento a 70 indicadores para 2013. Si retomamos que una característica importante de un sistema de monitoreo es que la información que se genera en el sistema sobreviva a cambios administrativos o en los dirigentes de las dependencias de gobierno. Entonces, se observa que la primera característica de un sistema de monitoreo no se cumple de manera satisfactoria, el monitoreo de la política social no es sostenible en el tiempo. Esto no implica que se deja de dar seguimiento del desempeño del programa, sino que algunos indicadores se sustituyen por otros. Esto se observa porque el número de indicadores no disminuye sino que aumenta pero lo que se deja es de dar seguimiento homogéneo a ciertos efectos o tareas desarrolladas por el programa.

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indicadores definidos para monitorear el desempeño de los programas sociales, únicamente se dio continuidad a 59 de estos en el siguiente año; para el periodo 2011-2012, la tasa de permanencia fue mayor en casi 10 unidades porcentuales respecto al periodo anterior, ubicándose en 69 por ciento; finalmente para el periodo 2012-2013, la tasa se mantuvo en 65.1 por ciento.

Asimismo, una baja tasa de permanencia de los indicadores implica ciertas limitantes en el proceso de evaluación y fiscalización de políticas públicas. Cada año se generan evaluaciones y auditorías a programas y acciones de la APF basadas en el cumplimiento de las metas definidas por cada indicador; sin embargo, dichas evaluaciones únicamente permiten analizar el desempeño del programa en un punto en el tiempo, dado que para el siguiente periodo el programa medirá su desempeño con distintos indicadores. Esto conducirá a la realización de evaluaciones de un mismo programa que no podrán ser comparables en el tiempo por el simple hecho de que no están construidas con un mínimo de información necesaria para el seguimiento del programa. Si la utilidad debe ser un fundamento de la evaluación25 cabe cuestionarse cuál es la utilidad de una evaluación que no es comparable en el tiempo. En la figura 1, se presenta la tasa de permanencia de los indicadores agrupados por dependencia para los distintos periodos señalados. En línea roja solida se muestra la tasa de permanencia que corresponde al periodo 2010-2013. Se observa que la tasa de permanencia de los indicadores se ha incrementado año con año en todas las dependencias, al igual que el promedio general. Las dependencias que presentan la mayor tasa de permanencia de sus indicadores para el periodo 20102013 corresponden al CONACYT y la STPS; con una tasa del 47.7 y 57.3 por ciento respectivamente. Por otro lado, las dependencias que presentan la menor tasa son la ISSSTE y el IMSS-Oportunidades con 19.5 y 22.2 por ciento respectivamente.

25 Salcedo Aquino Roberto (2011), Evaluación de Políticas Públicas, en Evaluación de Políticas Públicas, Roberto Salcedo (Compilador), Siglo XXI Editores, México; p.78

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Figura 1. Tasa de Permanencia de los Indicadores Sociales 2010-2013, por dependencia.

Fuente: Elaboración propia.

Las diferencias en la continuidad de la información no únicamente se observa a nivel de dependencias, sino también por tipo de indicadores. En las figuras 2 y 3, la información se agrupa de acuerdo al tipo de indicador, de resultado y de gestión. En general, la tasa de permanencia de los indicadores de resultados representó el 28.2 por ciento; mientras para los indicadores de gestión, fue del 36.7 por ciento.  Figura 2. Tasa de Permanencia de los Indicadores de Resultados 2010-2013, por dependencia.

Fuente: Elaboración propia.

122

Sobre la permanencia de los indicadores sociales

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Figura 3. Tasa de Permanencia de los Indicadores de Gestión 2010-2013, por dependencia.

Fuente: Elaboración propia.

Los indicadores de resultados tienen, en general, una mayor tasa de permanencia que los indicadores de gestión casi en todas las dependencias federales. Entre 2010 y 2013, los programas sociales coordinados por la STPS y la SEMARNAT tuvieron una tasa de permanencia del 100 y 55.3 por ciento respectivamente, mientras que los programas coordinados por la SE e IMSS-Oportunidades tuvieron tasas de permanencia del 24 y 14.3 por ciento respectivamente. Respecto a los indicadores de gestión, las dependencias que presentan la mayor tasa de permanencia de sus indicadores para el periodo 2010-2013 corresponden al CONACYT y la STPS, con una tasa del 59.7 y 50.6 por ciento respectivamente. Por otro lado, las dependencias que presentan la menor tasa son el ISSSTE y la SHCP con 14.2 y 20.5 por ciento respectivamente. Los indicadores son evidencia que permiten demostrar a los programas sus logros. Y no nos referimos exclusivamente a la parte de resultados de los programas, sino también a la gestión. Por ejemplo, en 2010 el Programa de Apoyo al Empleo de la Secretaria del Trabajo y Previsión Social daba seguimiento a un indicador de resultados denominado “diferencia en la tasa de colocación

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de los beneficiarios del Programa de Apoyo al Empleo con respecto a los no beneficiarios” el cual también fue reportado en 2013 y si se revisa la información relacionada al programa, uno puede darse cuenta de que este indicador existe desde 2009. Otro ejemplo es el Programa IMSS-Oportunidades, el cual reportaba un indicador a nivel de bienes y servicios sobre la “cobertura de protección anticonceptiva postparto” entre 2010 y 2013. No obstante, el indicador se reporta desde 2008 por lo que se puede observar la “proporción de mujeres a quienes se les atiende su parto y que se les proporciona y/o realiza un método anticonceptivo” hasta 2013 por lo que es posible conocer y valorar de manera objetiva la información. Antes de continuar es necesario señalar que la sostenibilidad de la información no depende de manera exclusiva de los operadores o coordinadores de los programas sociales. En ocasiones, y como en muchos aspectos relacionadas a los programas públicos, las decisiones políticas influyen de manera importante en el diseño de los programas. Algo sencillo, para 2014 varios programas del ámbito social incluyeron indicadores relacionados a la Cruzada Nacional Contra el Hambre, los cuales deben medir la contribución de su programa a dicha estrategia.26 No obstante, es claro que cuando concluya el sexenio los programas ya no realizarán este monitoreo dado que la estrategia habrá concluido. Sin importar los resultados de dicha Cruzada, los programas habrán generado información de diversos aspectos sobre sobre los municipios más pobres de México pero el dinero público, tiempo y energía para generar esa información habrán sido en vano dado que no se dará continuidad a la recopilación de datos una vez concluido el sexenio. Regresemos. En resumen, la importancia de analizar la permanencia de los indiciadores se observa en el caso particular (y extremo) de los programas sujetos a reglas de operación de la SAGARPA. Derivado de la restructuración programática que tuvo esta Secretaría, no es posible realizar un seguimiento sobre el desempeño de los programas sociales cuando no se cuenta con información que no sea recolectada de manera continua. En 2010, se tenían 8 programas sociales sujetos a reglas de operación que fueron modificados para 2011, por lo que no se puede tener un seguimiento de sus indicadores. En 2011, inició la operación de 5 programas sociales modalidad S, que se les dio continuidad hasta 2013; para 2014, estos programas habían sido reestructurados. Si revisamos los indicadores de 2014 de programas de SAGARPA como el Programa Integral de Desarrollo Rural, Programa de Productividad y Competitividad Agroalimentaria o Programa de Fomento Ganadero observaremos que estos programas no cuentan con un referente pasado, y si esta Secretaría no sufre modificaciones, nuevamente hasta 2016 se tendrá la información suficiente (y mínima) para analizar el desempeño de estos programas. Los indicadores forman parte del

26 Se recomienda ver las Reglas de Operación de los programas incluidos en la Cruzada. En estas se encuentra un apartado sobre el Sistema Nacional para la Cruzada contra el Hambre. Asimismo, las matrices de varios programas presentan componentes o indicadores relacionados a esta estrategia.

124

Sobre la permanencia de los indicadores sociales

Los indicadores fueron planteados como un instrumento flexible, los cuales podrían ser ajustados para mejorar y reflejar de manera más adecuada el desempeño de los programas. No obstante, un instrumento flexible parece tener complicaciones adicionales dado que no se garantiza una continuidad en el seguimiento de la información pese a que la información sea relevante para analizar el desempeño del programa. Si la sostenibilidad de la información no se realiza como un mecanismo cultural y de compromiso por parte de los programas, parece ser necesario fortalecer la actual normativa para asegurar el monitoreo de los programas a sus indicadores de desempeño. Otro aspecto interesante es que no existe mecanismo institucionalizado para la revisión de las características de los indicadores. Si bien el CONEVAL es el único órgano facultado para aprobar los indicadores de los programas sociales, la normativa vigente no impide que otros órganos como la SHCP, la Secretaria de la Función Pública (SFP) y la Auditoría Superior de la Federación (ASF) puedan emitir su opinión sobre los indicadores e incidir sobre la permanencia de los mismos. Los indicadores deberían reflejar los avances de los programas pero existen un amplio número de actores que inciden en el diseño y la permanencia de los indicadores. Si bien parte de estos cambios se realizan para mejorar la calidad de los indicadores de los programas públicos, en la siguiente sección observaremos que esto no es completamente cierto dado que el satisfacer las características mínimas deseables no es determinante en la permanencia de los indicadores sociales.

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sistema de monitoreo y la evaluación de la gestión pública, si no existe proceso continuo de recolección de información es necesario analizar las implicaciones en otros sistemas de gestión.

Calidad de los Indicadores27 En principio, un factor que influye en la decisión de modificar o eliminar indicadores es mejorar su calidad. En este sentido, se podría decir que la alta eliminación de información está en función de mejorar la calidad de la información que aportan los indicadores, en cuanto mayor es la calidad de los indicadores menor será su rotación. Un sistema de monitoreo con información de calidad debería tener un bajo número de modificaciones en sus indicadores con “buena calidad”, mientras que aquellos que no cumplen con las características requeridas correspondería a los indicadores que desaparecen o se transforman. Entre otros elementos, el Diagnóstico de Revisión de las MIR está conformado por una base de información que revisa las características de relevancia, claridad, monitoreabilidad y adecuación para cada uno de los indicadores incluidos en los programas sociales seleccionados. Esta información

27 Por extensión de las características mínimas que deben cumplir los indicadores, únicamente se hace un repaso sobre la relevancia y la claridad. Lo anterior, para tener una mejor presentación de la información y evitar saturar al lector.

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está disponible para el año 2010 y 2012, lo que permite realizar una comparación de la información y es posible conocer las características de los indicadores que permanecieron entre 2010-2012, los que desaparecieron en 2010 y los que se generaron en 2012. De acuerdo a la metodología del Diagnóstico de Revisión de la MIR, para el análisis de los indicadores se aplicó una ficha de revisión que corresponde a una serie de reactivos binarios (Si/ No) que tiene como objetivo valorar el cumplimiento de las características. No obstante, en el Diagnóstico no se señala qué indicadores cumplen con cada característica; es decir, cuántos de los reactivos deben cumplir los indicadores para que se considere que cumplen algunas de las características señaladas. Por tal motivo, y para tener un análisis más particular, se seleccionaron aquellos reactivos que se consideran más importantes para cada característica. En el cuadro 6 se muestran los 11 reactivos seleccionados de los 18 reactivos considerados en la ficha de revisión; los otros 7 reactivos se consideraron poco claros, al menos para nuestro propósito.28 Se considera que algunos reactivos no aportan información clara y precisa sobre las características de los indicadores. Por ejemplo, para el criterio de relevancia se cuestiona si “(2.4) la estructura del indicador permite realizar análisis longitudinales en el tiempo” pero este tipo de análisis se refiere a la recopilación sobre la misma variable al mismo grupo de personas en un periodo de tiempo, por lo que per se este tipo de análisis se realiza al conjunto de datos del indicador y no al indicador en sí mismo. Cuadro 6. Reactivos Considerados para las Características de los Indicadores 1.1 El nombre del indicador es autoexplicativo. 1.2 La fórmula de cálculo del indicador es coherente con su nombre. Claridad

1.3 Existe coherencia dentro de los elementos (numerador y denominador) que conforman la fórmula de cálculo del indicador. 1.4 La descripción de las variables de la fórmula de cálculo permite tener claridad sobre cualquier concepto incluido en la misma. 2.1 El indicador refleja un factor o variable central del logro del objetivo.

Relevancia

2.2 El ámbito de desempeño del indicador corresponde al nivel de objetivo de la matriz (Impacto-Resultados, Producto, Proceso). 3.1 El indicador tiene un valor de línea base para su seguimiento.

Monitoreable

3.2 El indicador tiene establecido el año de la línea base. 3.3 Los medios de verificación identificados corresponden a lo que busca medir el indicador.

Adecuado

4.1 El indicador está expresado como una relación entre dos o más variables. 4.2 La dimensión del indicador está bien identificada (eficacia, eficiencia, calidad, economía).

Fuente: Elaboración propia con información del CONEVAL. 28 Dentro de la información sobre el aspecto Monitoreable no se cuentan con preguntas sobre los medios de verificación; es decir, sobre si estos existen o deberían cumplir alguna característica particular. Alguno de los reactivos no tiene una utilidad precisa para el presente documento, por lo que fueron omitidos. En este sentido, la responsabilidad de omisión de información es exclusivamente nuestra.

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De esta manera, si algún indicador cumple todos los reactivos, se considera que cumple con la característica señalada, por lo que es posible realizar un análisis más preciso de los indicadores. En principio, si el diseño de indicadores sigue un principio de mejora de la información para el monitoreo de los programas sociales, aquellos indicadores que desaparecen deben tener la menor relevancia dado que no permiten el monitoreo del objetivo al que se encuentran asociados; asimismo, el diseño de nuevos indicadores, en principio, debería subsanar las inconsistencias detectadas. El análisis se centra en los indicadores sociales de los 215 programas sociales señalados, los cuales se clasifican en tres grupos: 1) aquellos que permanecen entre 2010 y 2012 (permanecen), 2) aquellos que no se les dio continuidad en 2012 (desaparecen), y 3) aquellos que se generaron en 2012 (nuevos). De esta manera, de los 1,829 indicadores registrados en 2012, 581 desaparecieron para 2012; mientras 1,248 permanecieron, al menos hasta 2012. Asimismo, estos 1,248 indicadores fueron complementados con 692 indicadores nuevos para 2012. La importancia del análisis de la permanencia de los indicadores y la calidad de la información que aporta debería realizarse respecto a todos los indicadores sociales pero desafortunadamente no se cuenta con información para todos los indicadores incluidos en el análisis.29 En el cuadro 7 se presenta un resumen del número de indicadores considerados en el análisis.

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Sobre la permanencia de los indicadores sociales

Cuadro 7. Estructura de los Programas Sociales Considerados, 2010-2013 Indicadores Sociales

Indicadores Sociales Considerados

 

2010

2012

 

2010

2012

Desaparecen

581

-

 

368

-

Permanecen

1,248

1,248

1,094

1,094

Nuevos

-

841

-

692

Total

1,829

2,089

1,462

1,786

 

Fuente: Elaboración propia con información del PASH y del CONEVAL.

De los 3,918 indicadores considerados en el análisis, se cuenta con información de las características para 3,248 de ellos, poco más del 82 por ciento. La mayor pérdida de información corresponde a los indicadores que perdieron su seguimiento para 2012 (desaparecieron); de los 581 indicadores contabilizados, se cuenta con información únicamente para el 63 por ciento.

29 El emparejamiento de la información se realizó de manera manual para casi la totalidad de los indicadores, y si bien esta labor artesanal se realizó en varios ocasiones, hubo información que no tuvo una correspondencia.

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En la figura 4 se muestran los resultados generales sobre las características que deben cumplir los indicadores. Se observa que el 63.6 por ciento de los indicadores que desaparecieron en 2010 se consideraban relevantes, mientras el 57.6 de los indicadores que permanecieron fueron relevantes. Este mismo grupo de indicadores mejoraron su relevancia para 2012, donde se observó que el 74.6 por ciento cumplían esta característica. Sobre los indicadores generados para 2012, se consideró que, en promedio, el 70.5 por ciento eran relevantes. En general, se observa que los nuevos indicadores generados para monitorear del desempeño de los programas sociales tienen mejores características que los indicadores del ejercicio 2010. Asimismo, las características de los indicadores que permanecieron en 2012 fueron, en general, mejores que en 2010. Figura 4. Tasa de Permanencia de los Indicadores Sociales 2010-2013, por dependencia

Fuente: Elaboración propia.

Este patrón de comportamiento también se presenta para la característica de claridad y monitoreabilidad; sobre la adecuación, las características de los grupos de indicadores es muy similar en todos los casos. En la figura 5 se presenta el porcentaje de indicadores relevantes de los programas sociales agrupados por grupo y dependencia. Al menos para la SEDATU, la STPS, el IMSS-Oportunidades y el CONACYT, en promedio, el 98 por ciento de los indicadores que desaparecieron eran considerados relevantes. No obstante, de los indicadores añadidos en 2012, que en principio debería presentar mejor información, únicamente el 72 por ciento se consideran relevantes. Esto representa una diferencia de 26 puntos porcentuales sobre la característica más importante que deben cumplir los indicadores.

128

Sobre la permanencia de los indicadores sociales

Por otro lado, en la figura 6 se muestra la proporción de indicadores que cumplen el criterio de claridad. Los indicadores que permanecieron entre 2010 y 2012 para el inicio del periodo, el 41.3 por ciento de estos se consideraban claros; para 2012 la proporción subió a 57.8 por ciento. Asimismo, el 45.4 por ciento de los indicadores que dejaron de monitorearse se consideraban claros; mientras la proporción de nuevos indicadores generados para 2012 fue del 59 por ciento. Un aspecto relevante, y más allá de los objetivos de este ensayo, sería conocer cuáles han sido las razones que pudieran tener los programas para modificar o eliminar algunos de sus indicadores sociales cuando éstos aportaban información importante sobre el desarrollo del programa; o si estos cambios fueron parte de las evaluaciones que ha tenido el programa. De cualquier manera, conocer el “por qué” requiere una investigación más detallada sobre los factores externos que derivan en modificaciones al diseño del programa. Como se ha indicado, existen diversos factores que inciden en la permanencia de los indicadores, y no es factible determinar un único factor.

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Para varias dependencias, la proporción de indicadores que se consideraban relevantes es similar entre aquellos indicadores que desaparecieron y aquellos que permanecieron con una diferencia promedio de apenas 6 puntos porcentuales. Asimismo, la proporción de indicadores nuevos que se consideran relevantes es mayor que aquellos que desaparecieron.

En las figuras 7 y 8 se presentan la proporción de relevancia de los indicadores analizados, haciendo la distinción entre los indicadores de resultados y de gestión. Respecto a los indicadores de resultados, en 2010 se consideraba que el 28.5 por ciento de los indicadores que permanecieron eran relevantes mientras en 2012 se consideró que el 62.1 por ciento eran relevantes. También se tiene que el 42.2 por ciento de los indicadores que desaparecieron se consideraban relevantes. Por otro lado, del total de indicadores nuevos de 2012 se consideró que el 54.3 por ciento aportaban información importante para el monitoreo del objetivo. Respecto al ámbito de gestión, el patrón de comportamiento es más homogéneo. La relevancia de los indicadores que permanecen en el periodo de análisis pasa del 71 al 80 por ciento; mientras que el 75.5 por ciento de los indicadores nuevos para 2012 se consideraron relevantes.

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Figura 5. Relevancia de los Indicadores Sociales 2010-2012, por dependencia

Fuente: Elaboración propia.

Figura 6. Claridad de los Indicadores Sociales 2010-2012, por dependencia

Fuente: Elaboración propia.

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Sobre la permanencia de los indicadores sociales

La selección de los indicadores es un aspecto relevante para la definición de un sistema de monitoreo dado que éstos serán los que aportarán la evidencia sobre el desempeño de la política pública. Se observa que varios de los indicadores que conforman parte del sistema de monitoreo de los programas sociales aportan información de calidad dado que cumplen, entre otros, los criterios de relevancia y claridad. También se observa que en general la calidad de la información ha mejorado en un periodo de tiempo muy corto, los nuevos indicadores cumplen de manera más adecuada las características mínimas requeridas. En este sentido, sería posible señalar que en lo general el sistema de monitoreo cumple la características sobre la calidad de la información dado que la mayor parte de la información se considera relevante. Sin embargo, un hecho que se puede apreciar es que aportar información relevante no implica ni garantiza la permanencia de los indicadores. De acuerdo a la información disponible, un número importante de indicadores dentro de los programas sociales que no tuvieron un seguimiento posterior se consideraban relevantes de acuerdo a los criterios establecidos por el CONEVAL. Si la información es importante, un motivo suficiente para modificar o eliminar un indicador es sustituirlo por información de mejor calidad pero eso no sucedió entre 2010 y 2012. De esta manera, se observa que de los posibles factores que inciden en la permanencia de la información, la calidad de la información parece no ser uno estos factores. No es claro ni sencillo establecer una conjetura sobre los factores que influyen en las decisiones de dar continuidad al monitoreo de cierta información, por lo que en este aspecto parece ser una puerta abierta para futuras investigaciones.

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Para algunos casos, se puede observar que la totalidad de los indicadores de gestión que no tuvieron un monitoreo posterior de 2010, eran relevantes; esto se observa en dependencias como la SEDATU, la STPS, el IMSS-Oportunidades y el CONACYT.

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Figura 7. Relevancia de los Indicadores de Resultados 2010-2012, por dependencia

Fuente: Elaboración propia. Figura 8. Relevancia de los Indicadores de Gestión 2010-2012, por dependencia

Fuente: Elaboración propia.

132

Sobre la permanencia de los indicadores sociales

Los programas deben solucionar problemáticas sociales concretas, por lo que es necesario que éstos aporten información valiosa que permita valorar de manera objetiva su desempeño. En este punto, se han encontrado dos hechos importantes: 1) Existe una baja tasa de permanencia de los indicadores sociales. 2) Cumplir con los criterios deseados no asegura la permanencia de los indicadores. ¿Y? Bueno, un sistema que no cumple con las características básicas necesariamente tiene implicaciones en otros aspectos, y más aún cuando los indicadores forman parte de diversos mecanismos de gestión pública entrelazados: • Primero, existe un problema sobre el seguimiento del desempeño de los programas públicos dado que las evaluaciones de políticas públicas se basan en los indicadores. Después de cuatro años, casi el 70 por ciento de los indicadores analizados no tendrán un referente pasado, por lo que la evaluación del desempeño en particular no será comparable cuatro años después. • Segundo, la fiscalización presenta el mismo problema que la evaluación. Al menos respecto al cumplimiento de metas, la fiscalización parece que revisará distintos elementos de la política de desarrollo social dado que gran parte de la información de los indicadores utilizados para la fiscalización de la Cuenta Pública de 2010 ya no tendrá un seguimiento en los resultados de la fiscalización de la Cuenta Pública 2013. • Tercero, no se cuenta con información confiable y objetiva sobre los resultados de las políticas públicas dado que éstos se basan fundamentalmente en los indicadores contenidos en la MIR. Al existir una baja permanencia de la información, los “resultados” de las políticas públicas pueden ser distintos año con año. • Cuarto, existen incentivos de modificar o eliminar indicadores que no alcancen la meta establecida dado que no existe una normativa que regula la permanencia de los indicadores. Los programas pueden definir un indicador en un año y dejar de reportarlo el año siguiente sin mayor complejidad. • Quinto, la ciudadanía no puede ratificar o verificar la acción del gobierno si no cuenta con la información necesaria, por lo que es preciso indagar sobre cuál debería ser la confianza que le puede dar la ciudadanía a los programas públicos que modifican año con año los instrumentos con los que serán evaluados. • Sexto, existe una pérdida de recursos públicos y un costo de oportunidad dado que los programas invierten dinero público, tiempo y esfuerzo en dar seguimiento a información que probablemente se le dejará de dar seguimiento en años posteriores.

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Algunas Implicaciones

La construcción y seguimiento de indicadores de desempeño es relevante dado que constituye la información que permitirá a la ciudadanía conocer los avances y los logros del programa, también

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permitirá que los operadores y coordinadores tengan la oportunidad de analizar sus avances durante la ejecución y, en su caso, realizar acciones para corregir el rumbo del programa. En México, la normativa vigente no regula la generación de información ni garantiza la recopilación continua. Los indicadores pueden ser incluidos en la matriz de indicadores sin que exista un compromiso por parte de los programas de dar un seguimiento al menos por un periodo de tiempo determinado. Ni siquiera existe un mecanismo que garantice estabilidad para aquellos indicadores que aportan información de calidad. En el caso de Chile, los indicadores de desempeño de los programas públicos se les da un seguimiento de al menos cuatro años, dado que estos indicadores son utilizados como referente obligatorio dentro de diversas etapas del ciclo presupuestal. Esto permite que el Ministerio de Hacienda, en particular la Dirección de Presupuesto, contar con información para medir el desempeño de los programas públicos.30 En este sentido, la construcción del sistema de monitoreo de los programas sociales está a discreción de las necesidades y estado de ánimo de los propios programas sociales. Los indicadores forman parte esencial de la evaluación y de la fiscalización de las políticas públicas dado que forman parte de la información necesaria para determinar los avances y cumplimientos de metas. Por lo anterior, es necesario que los órganos rectores se den a la tarea de procurar la permanencia de los

indicadores, principalmente, cuando éstos aportan información importante sobre el desempeño de los programas.

A Manera de Conclusiones Antes que nada, cabe señalar que no se cuenta con evidencia para aseverar que la información de los indicadores desaparecidos dejó de ser monitoreada dentro de la propia institución. En otras palabras, cabe la posibilidad que los programas aún den un seguimiento a dichos indicadores por fuera de la matriz de indicadores, en cuyo caso también sería importante analizar cuál es la información que los programas sociales reportan a la ciudadanía y si ésta es la totalidad de la que utilizan para el monitoreo de su desempeño. El monitoreo y la evaluación son procesos complementarios que se encuentran estrechamente vinculados. Los problemas de uno necesariamente se verán reflejados en el otro. Si la evaluación se basa en el análisis de la evidencia, entonces la falta de un sistema que garantice la recopilación de ésta nos invita a reflexionar sobre eficacia de las evaluaciones dado que no debería ser válido evaluar al programa A con los indicadores X en un año, y posteriormente con los indicadores Z.

30 Gobierno de Chile (2005); Aplicación de Instrumentos de Evaluación del Desempeño: La Experiencia Chilena; Ministerio de Hacienda, Dirección de Presupuestos; Santiago de Chile; pp.17-24. Recuperado de http://www.dipres. gob.cl/594/articles-37367_doc_pdf.pdf (Última consulta 01/09/2014).

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A manera de conclusión, existe una carencia en la recopilación de pruebas rigurosas y objetivas sobre el desempeño de las políticas públicas. La información forma parte de la evidencia que deben mostrar los programas para indicar de manera objetiva que han cumplido los objetivos por los que fueron creados. La falta de permanencia de los indicadores no permite evaluar ni fiscalizar las políticas públicas de manera continua en el tiempo. Asimismo, medir el desempeño es un aspecto importante pero también lo es medirlo de manera continua y, más relevante aún, utilizar esta información. Mientras no se pueda garantizar la continuidad de la información no parece sencillo consolidar un sistema de monitoreo ni hacer uso de la información para la toma de decisiones. Si se pretende que la formulación de políticas gubernamentales, la asignación de recursos presupuestales y planeación nacional estén en función del análisis del desempeño de programas, primero se debe asegurar el aspecto más básico, el seguimiento de los indicadores. Finalmente, la evaluación y la fiscalización han tenido resultados importantes que han mejorado de diferente manera la gestión pública en México. Y sería heroico cuestionar a la evaluación o a la fiscalización por la falta de permanencia de los indicadores, más cuando los indicadores son solamente parte de la información analizada. Es claro que a la fecha existe un mejor monitoreo por parte de los programas dado que se cuenta con un mayor número de indicadores. No obstante, el punto que se quiere resaltar es que este seguimiento no es homogéneo dado la baja permanencia de los indicadores. La información que reportan los programas años con año puede no ser la misma y tampoco existen incentivos que aseguren un seguimiento mínimo. Para un mismo programa, distintos indicadores necesariamente implican gestiones diferentes pero al evaluar o al fiscalizar los resultados también serán diferentes.

Freddy Damián Urbina Romero

Sobre la permanencia de los indicadores sociales

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La publicación del libro de los ensayos ganadores del XIV Certamen Nacional de Ensayo sobre Fiscalización Superior y Rendición de Cuentas terminó de imprimirse en el mes de noviembre de 2014, en los Talleres de Beyond Imagination., Cuauhtémoc N°77, Col. Valle del Sur, Del. Iztapalapa, México, D.F., Tel.: (55) 5445-7656 Esta edición consta de 1,000 ejemplares.