U. D. 10. Rousseau y el nuevo contrato social

Apuntes de Hª de la Filosofía Guillermo García Domingo U. D. 10. Rousseau y el nuevo contrato social. “Yo oigo mi corazón y conozco a los hombres. N...
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Apuntes de Hª de la Filosofía

Guillermo García Domingo

U. D. 10. Rousseau y el nuevo contrato social. “Yo oigo mi corazón y conozco a los hombres. No me parezco a ninguno de los que vi; me atrevo a creer que no me parezco a ninguno de los hombres vivientes. Si no valgo más, soy por lo menos distinto”.

Confesiones de Jean-Jacques Rousseau

El que escribió esto es J-J. Rousseau (17121778). Puede parecer atrevido pero con poco que se conozca su tremenda biografía uno no puede por menos de darle la razón; hay pocos pensadores tan libres o independientes como Rousseau. Muy pronto tuvo que abrirse camino en la vida desde su Ginebra natal, no sin la ayuda de su tío y las mujeres que posteriormente

actuaron

como

protectoras

y

amantes. No encontró su sitio en el mundo (a pesar de que ejerció diversos oficios) hasta que sin demasiadas expectativas envió un ensayo (Discurso sobre las artes y las ciencias) a un concurso organizado por la Academia de Dijon. En este discurso que resultó premiado ya estaba contenido el germen de su polémica tesis de que el ser humano ha sido corrompido por la sociedad. Esta afirmación parecía desafiar el optimismo de los ilustrados franceses a pesar de que escribió para ellos y su célebre Enciclopedia varias entradas sobre música y otra sobre Economía política.

Ya era célebre por tanto cuando publicó una obra que desarrollaba aquella por la que recibió el premio de Dijon: Discurso sobre el origen y el fundamento de la desigualdad de los hombres. A partir de entonces, como no podía ser de otra manera, se fragua la ruptura con los ilustrados/enciclopedistas y Voltaire, con quién se atreve a discutir. Era pendenciero Rousseau. Volvió a la carga después de su retiro bajo la protección de Madame de Épinay con Emilio y de la educación (1762) y el Contrato

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social (1762). Esto fue demasiado para la sociedad de su tiempo (sus libros de prohibieron y su casa fue apedreada por una turba) y después de un fugaz paso por Suiza, con la ayuda de Hume, que después se cansó de él, huye a Inglaterra con la mujer de su vida, aparte de las demás, Therese Levasseur, con la que tuvo varios hijos a los que abandonó en un orfanato. Volvió a Francia para quedarse hasta su muerte repentina en 1778. Sin embargo, Rousseau y su obra dieron mucho más de sí, pueden encontrarse sus ecos en I. Kant que supo como nadie comprender en qué consistía la Ilustración, el nuevo romanticismo que estaba por venir y en definitiva en todas las sociedades posteriores a la Revolución francesa, fundadas por cartas magnas y declaraciones en las que es imposible no reconocer la influencia de los escritos de Rousseau.

10. 1. El ser humano es bueno por naturaleza… No es posible comprender el pensamiento sociopolítico de Rousseau sin tener en cuenta su concepción antropológica.

Al contrario de lo que pensaba la tradición cristiana el ser humano no era alguien incapaz de hacer el bien e inclinado a actuar mal por su concupiscencia adquirida por el pecado original (Agustín de Hipona es quién más apuesta por este pesimismo antropológico). El ser humano es bueno por naturaleza dice en el Emilio, es la sociedad quién le ha corrompido.

Este estado natural inocente ha dado mucho que hablar. No pasó por la cabeza de Rousseau pensar que alguna vez el ser humano viviera en un estado semejante (que se parece al paraíso que imagina el Génesis bíblico). Tal paraíso jamás existió. Es una condición para evaluar el presente. Esta es una idea reguladora, un patrón de medida que sirve para comparar la miseria del ser humano actual con aquel estado ideal de naturaleza en el que el ser humano guiado por sus sanos instintos, controlados por su razón, vivía solo y en paz, gozando de su natural libertad y solo preocupado de sí mismo. Hay un gran contraste entre el hombre natural y el hombre artificial de ahora.

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10.2…es la sociedad quién le ha corrompido. “El hombre ha nacido libre y por doquier se encuentra encadenado”. ¿Qué ha sucedido para que el ser humano viva ahora oprimido? Los ilustrados, con su natural e ingenuo optimismo, consideraban que la cultura, la educación, las ciencias y el arte habían perfeccionado la naturaleza del ser humano y podían perfeccionarla más aún. Rousseau primero en el Discurso sobre las ciencias y las artes y después en su Discurso sobre el origen de las desigualdades va a cuestionar de manera sorprendente semejante afirmación: la sociedad ha pervertido al ser humano, ha despertado en él pasiones que desconocía de sí mismo como el deseo de ser adulado y la mentira; unos se han convertido en opresores y otros en oprimidos, la injusticia ha cundido por todas partes y el ser humano, en definitiva, se ha visto obligado a vivir sumiso en sociedad renunciando a su libertad primigenia. Es increíble el atrevimiento de Rousseau al proponer un discurso opuesto al que dominaba entonces: los seres humanos no habían progresado desde su estado inicial de naturaleza sino que habían empeorado. No es de extrañar que en su novela pedagógica ya citada, el Emilio, dijera que lo que tiene que hacer un educador es dejar que la naturaleza humana del que tiene que ser educado de por sí noble y juiciosa se ponga de manifiesto, evitando si es posible el contacto perjudicial con la sociedad.

Ni Rousseau ni Th. Hobbes (1588-1678) suscriben que el ser humano es social por naturaleza. El ser humano no ha tenido otro remedio que vivir en sociedad. Si en el caso de Hobbes la sociedad (y el Estado como organización de la sociedad) ha sido el resultado inevitable de la lucha de todos contra todos que en el mundo se había instaurado porque el hombre era un lobo para el hombre. En cambio, Rousseau atribuye al azar el hecho de que el ser humano abandonase su estado natural de soledad; su reunión en núcleos familiares podría no haber sido nefasta si no fuera porque la aparición de la metalurgia y la agricultura han propiciado la aparición del trabajo en común y la propiedad. A los que nada obtuvieron del reparto de la tierra no les quedó otro remedio que someterse a quienes tenían todo lo que a ellos les faltaba para así poder sobrevivir. Acataron las leyes que justificaban su desigualdad conforme a

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un contrato que estaban forzados a respetar. Y es así como la desigualdad se ha instalado en el presente.

El mal que hay en el mundo no podemos achacárselo al Creador (Rousseau cree en una religión natural no revelada) tal y como hace Voltaire después del terrible terremoto de Lisboa de 1755 sino que es la sociedad, el propio ser humano quien ha introducido artificialmente el oprobio en el mundo natural.

10.3. El nuevo contrato social: El ser humano se ha visto obligado a vivir en la sociedad conforme a un contrato que se ha visto obligado a “firmar”. No ha tenido otro remedio. Lo que Rousseau propone en su libro El contrato social no es volver a ese estado imposible de naturaleza (que ya hemos dicho que sólo es una útil ficción) sino firmar un nuevo contrato social, esta vez consentido, en el que el todos los seres humanos pongan su libertad al servicio de la voluntad general. Este concepto de voluntad general no es la suma de todas las libertades, actúa como una sola libertad o voluntad, de tal manera que todos los que han dado su consentimiento a este nuevo contrato no sienten que están obedeciendo a una tercera persona sino sólo a sí mismos, tal y como hacía el ser humano en el estado de libertad natural.

Así es como lo describe el propio Rousseau en El contrato social:

“Cada uno de nosotros pone en común su persona y todo su poder bajo la suprema dirección de la voluntad general, y nosotros recibimos corporativamente a cada miembro como parte indivisible del todo. Este acto de asociación produce inmediatamente, en lugar de la persona particular de cada contratante, un cuerpo moral y colectivo compuesto da tantos miembros como votos tiene la asamblea, el cual recibe de este mismo acto su unidad, su yo común, su voluntad y su vida”.

La voluntad general (yo común) persigue el bien común que al mismo tiempo es el bien de todos. Esta voluntad general tiene que ser interpretada por un legislador que tiene la misión de expresarla en las leyes adecuadas para que los ciudadanos de esta

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nueva sociedad las refrenden en un plebiscito. Estas leyes son de obligado cumplimiento y el Estado en nombre de la voluntad general puede coaccionar a los individuos para que las cumplan, aunque estos no tienen razón alguna para desobedecerlas porque las leyes son la expresión del cuerpo social en el que ellos se han constituído. Atrévete a saber El buen salvaje Los exploradores franceses habían traído noticias de que en las tierras hasta entonces vírgenes habitaban seres humanos que todavía no habían sido corrompidos por la sociedad, vivían inocentes y libres. Esto contribuyó a que se extendiera la idea de que existía el buen salvaje.

Quién lea despreocupadamente a Rousseau podría pensar que este añora el tiempo en el que los seres humanos éramos buenos salvajes en un estado presocial. Espero que los apuntes hayan aclarado este malentendido. A pesar de lo que dijo burlonamente su enemigo Voltaire (1694-1778):“leyendo su libro (se refiere al Emilio) a uno le vienen ganas de ponerse a caminar a cuatro patas”. Rousseau afirma que “formar el hombre natural no quiere decir hacer de él un salvaje que se ha de abandonar en los bosques, sino una criatura que, viviendo en el torbellino de la sociedad, no se deja arrastrar por las pasiones, ni por las opiniones de los hombres; que ve con sus ojos y siente con su corazón, y que no reconoce otra autoridad fuera de su propia razón”. Desde entonces la existencia del buen salvaje ha sido discutida así como que estos niños o niñas (que han vivido aislados o han sido marginados) verdaderamente sean buenos porque no han sido socializados tal y como pensaba Rousseau. El caso del niño Víctor de Aveyron, encontrado por unos cazadores en 179,9 es uno de los más conocidos. El cineasta francés F. Truffaut se ocupó de su caso en la película L'Enfant Sauvage (El pequeño salvaje) (1960):

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