TRABAJO SOCIAL COMUNITARIO 1

UNIVERSIDAD NACIONAL DE AVELLANEDA TRABAJO SOCIAL COMUNITARIO 1 Materiales de lectura: Clase N° 4 Autora: Diana Hamra Contenidos: 1. La realidad soc...
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UNIVERSIDAD NACIONAL DE AVELLANEDA

TRABAJO SOCIAL COMUNITARIO 1 Materiales de lectura: Clase N° 4 Autora: Diana Hamra

Contenidos: 1. La realidad social y sus dimensiones. 2. Dimensión temporal de las sociedades. 3. La concepción del tiempo a partir de la industrialización. 4. El tiempo histórico como parte de los mecanismos de institucionalización sociales.

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1. Dimensiones de la realidad social1 La realidad social construida por los sujetos sociales se desarrolla en el entrecruzamiento del tiempo histórico y el espacio geográfico; esto lo vivenciamos en la cotidianeidad, a partir de la acción transformadora que las sociedades realizan sobre su ambiente, en la producción de los recursos que posibilitan su supervivencia. Pero también, en esa construcción evidenciamos una diversidad de vínculos sociales, de modos de organización, de conflictos que, a la hora de analizar cuestiones referidas a las sociedades como un todo complejo, debemos tener en cuenta. En la realidad de la vida social, es imposible fragmentar a los individuos de las estructuras, a la sociedad de la naturaleza, a la tecnología de las creaciones artísticas e intelectuales. Ya sea que en una investigación abordemos a los sujetos, a colectivos sociales, a ambientes naturales, a los procesos de la técnica, la cultura, las representaciones religiosas no podremos dejar de tener en cuenta las interacciones que existen entre estas dimensiones sociales. Ponderar estas cuestiones nos permitirá abordar no sólo los síntomas, los indicios -aquello que, tal vez, es observable a simple vista- de la trama social, sino avanzar en su comprensión, su interpretación y superar las lecturas simplificadas y reduccionistas. Veamos un esquema de las dimensiones de la realidad socio-ambiental:

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El texto forma parte del Diseño Curricular de la Educación General Básica de Adultos – Hamra, Diana: Ciencias Sociales, La Plata, Dirección General de Cultura y Educación de la Provincia de Buenos Aires, 2004.

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2. La dimensión temporal de las sociedades La vida de las sociedades se desarrolla en el tiempo, en él se producen los acontecimientos y los modos de pensar que forman la historia del mundo. De ahí que las sociedades, desde su origen, hayan tratado de “manejar el tiempo” a través de calendarios, relojes, periodizaciones. Pero no todas las sociedades piensan el tiempo del mismo modo, tampoco lo miden de la misma forma. Por ejemplo, para los cristianos el tiempo comienza en el momento de la Creación que dios lleva adelante. Ese sería el inicio de los tiempos, luego habría un transcurrir en el que los mortales desenvuelven sus vidas y un final de los tiempos que llegará en el momento del segundo advenimiento de Cristo a la Tierra, la llamada parusía. Desde la creación, la vida realiza un recorrido lineal que se dirige hacia la purificación, hacia la redención que marcará el final de los tiempos. Esta concepción lineal contrasta con la adoptada por pueblos como el egipcio, griego, maya, azteca; para quienes el tiempo se vinculaba a la naturaleza y a las actividades productivas que desarrollaban. Tenían en cuenta las etapas en los que se sembraba, se cuidaba la siembra y se cosechaba; épocas de inundaciones y sequías que se reiteraban cíclicamente. Su concepción del tiempo era circular. Lo mismo acontece con los calendarios. Producto del proceso de conquista y colonización hemos heredado el calendario gregoriano, según el cual, el año 1 coincide con el nacimiento de Cristo. Para los musulmanes el año 1 coincide con el momento en que Mahoma huyó de La Meca en dirección a Medina. Este viaje, la Hégira, se produjo 16 de julio del año 622 de la era cristiana. Además, el año musulmán tiene 12 meses de 29 y 30 días alternos porque, a diferencia del gregoriano, se basa en ciclo lunar. Advertimos cómo en los ejemplos señalados, existe una estrecha relación entre las concepciones religiosas y la idea de tiempo. Así como las sociedades, los individuos tampoco perciben el tiempo de igual forma. Pensemos un día en la vida de una persona que habita el ámbito rural, trabaja mucho, pero también puede dormir la siesta, participar de actividades sociales, de actividades con su familia. Parece que en ese contexto el tiempo tuviera una duración mayor. Ahora, pensemos en un día en la vida de una persona que habita en una ciudad, viaja hasta su trabajo, trabaja buena parte del día, viaja de regreso a casa, ya es de noche… pareciera que para realizar las actividades que se propone necesitara un día con una duración de más de veinticuatro horas. Otro ejemplo para advertir la percepción subjetiva del tiempo es que cuando estamos a gusto en una actividad parece que “el tiempo pasó volando”. Sin embargo, cuando nos contraría esa actividad decimos que “fue eterna”. “La temporalidad es una dimensión de la existencia humana. Nuestro ser vivo percibe la

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regulación física de su entorno: el día y la noche, el sol y la luna, el nacimiento y la muerte. Somos los únicos dotados de una percepción consciente —la memoria— que nos permite establecer un continuum entre el pasado, el presente y el futuro así como el espacio finito de nuestras vidas. La conciencia de la finitud del hombre es simultáneamente el reconocimiento del plano temporal en que se desarrolla su existencia”.2

Como hemos visto, cada cultura construye la representación de su finitud, de la trascendencia de los sujetos sociales y su concepción de tiempo. Según las concepciones que hemos analizado, tan sólo dios puede mover los resortes y el péndulo del reloj que rige la vida de los mortales. Pero dios no necesita del tiempo porque existe fuera de él y, es más, es quien lo determina. “Nos acercamos así a la relación del tiempo y el poder. En efecto, los sujetos más cercanos a las entidades divinas e inmortales, es decir, los intermediarios entre los habitantes de la Tierra y los moradores de la eternidad son los que por lógica detentan el monopolio del saber sobre el tiempo: son los que deciden cuándo sembrar y cosechar, cuándo ayunar, cuándo festejar y, por lo tanto, subvertir excepcionalmente las reglas sociales; son los que convocan desde lo alto de un minarete o con la campana a toda la comunidad para que se congregue a ciertas horas del día. Los ejemplos referidos dan cuenta del alcance contenido en el monopolio del saber y control del tiempo. Éste significa el poder sobre la sincronización de los individuos para la realización de actividades sociales así como sobre la movilización de las energías sociales. […] Todo poder se legitima mediante la naturalización y ésta consiste en la capacidad de convencer que dicho poder se pierde en la memoria de los tiempos. La inmemorialidad del origen del poder o de las pretensiones a él es una pieza clave de su proyecto legitimador. Por ello, el dominio del tiempo como estrategia del poder implica la confección de una historia oficial y, por consiguiente, de una mitología del poder que remonta su genealogía a un lejano pasado que sólo sus ideólogos conocen puesto que lo inventan. En la diálectica del poder, el tiempo se vuelve uno de los símbolos en disputa. La polisemia de la palabra significa tanto eventos físico-naturales como duraciones imaginarias”.3

Veamos. Uno de los primeros obstáculos con los que nos topamos cuando nos disponemos a trabajar con la noción de tiempo histórico es que los estudiantes, el público, lo confunde con las condiciones climáticas. Otra representación ligada al tiempo, se vincula al uso de expresiones como: “en 1807 se produce la expulsión de los ingleses y después la caída del virrey Liniers y luego el advenimiento de Cisneros”. La expresión y después o y luego, remite a la construcción del tiempo y la historia como una sumatoria de hechos, cada momento constituye un sistema cerrado y se explica en sí mismo, imposibilitando el establecimiento de conexiones entre estos hechos, de establecer las continuidades y discontinuidades en el proceso social en estudio. Volvamos a la afirmación de que el dominio del tiempo como estrategia del poder implica la confección no sólo de una historia oficial, sino también, de periodizaciones que Rajchenberg S., Enrique y Héau-Lambert, Catherine: “Tiempo, calendarios y relojes” en México, Estudios sociológicos, V. 20, N° 59, (mayo-ago. 2002), p. 287-303. 3 Ibidem. 2

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pretenden dar homogeneidad a los acontecimientos socio-históricos, como si éstos se produjeran al mismo tiempo y de la misma manera en todo el mundo. En la diálectica del poder, el tiempo se vuelve uno de los símbolos en disputa, cuestión que los europeos del siglo XV ya tenían en claro. Por eso, los poderosos europeos del siglo XVII, luego de haber alcanzado gran esplendor mediante la expansión ultramarina y el incremento de los intercambios comerciales, instalan a propuesta del historiador alemán Cristóbal Cellarius (1638-1707, profesor de Retórica e Historia en la Universidad de Halle), la división clásica de las Edades de la Historia. Teniendo como parámetros al mundo clásico y al renacimiento como pilares y dejando de lado civilizaciones como las de Oriente, dividieron a la Historia en Antigua, Media y Moderna. Luego de la Revolución Francesa (1789) se agregó la Edad Contemporánea y, el concepto de Prehistoria, apareció recién en el siglo XIX debido a la influencia que mantuvieron las Sagradas Escrituras que afirmaban que las huellas de los primeros hombres se habían destruido con el Diluvio. Podemos busear en libros de texto de Argentina desde el siglo XIX (desde la puesta en marcha de la Ley 1420 de 1884 que establecía la educación común, gratuita, laica) y en el resto de América Latina y hasta la actualidad y encontraremos con el título “Las edades de la Historia” gráficos como el siguiente:

Resulta claro que los europeos llevaron su concepción de la Historia a cada lugar al que fueron y la mostraron como la periodización de la Historia Universal. Lo mismo hicieron con el calendario gregoriano. La Europa económicamente pujante de la expansión ultramarina, es la que fijó la concepción de tiempo en todas las sociedades en el mundo que fueron conquistadas y colonizadas. Es decir, instalaron como única y universal su concepción de tiempo, pero para lograrlo, debieron destruir primero la memoria histórica de los pueblos conquistados. La concepción eurocéntrica de la Historia continúa imperando como si fuera única. No se trata de descartar esta mirada. Sólo hay que tener presente que no representa a la Historia Universal y que sólo se reduce a la Historia de Europa y de los pueblos de la cuenca mediterránea que mantuvieron contacto con ella (por eso se incorpora a las sociedades del Cercano Oriente y el norte de África). Los procesos históricos no afectan a todos los 5

pueblos y regiones del mundo. El acontecer humano americano no puede subordinarse ni a la periodización de la prehistoria europea ni a sus edades de la historia. La ocupación y colonización europea sólo marcó la finalización del desarrollo independiente de las poblaciones nativas, pero no su desaparición. El contacto entre estas culturas dará como resultado realidades socio-culturales nuevas, adaptadas a medios diferentes, desarrollando sus propias particularidades. Sería interesante no perderlo de vista e incorporar nuevas miradas en torno de la temporalidad, que permitan desnaturalizar la idea de un tiempo lineal y univoco.

3. La concepción del tiempo histórico a partir de la industrialización. Decíamos que, para muchas sociedades, la concepción del tiempo se hallaba estrechamente ligada a los fenómenos de la naturaleza y a los procesos productivos. La utilización de calendarios y relojes sol, permite deducir que, para esas sociedades, no era necesario un alto desarrollo tecnológico vinculado a contar el tiempo, puesto que la manufactura de un bien, se realizaba en el intermedio entre la siembra y la cosecha o viceversa, teniendo en cuenta la conmemoración de tal o cual festividad religiosa, la llegada de mercaderes y la organización de ferias. Había mucho tiempo para la confección de las manufacturas. Sin embargo, “En el mundo moderno, el perfeccionamiento de las tecnologías de medición del tiempo nos inculca un sentimiento de impotencia. El tiempo parecería no sólo pasar, sino volar. Cuanto más lo detallamos y desagregamos en millonésimas de segundos, menos lo dominamos y domesticamos. La digitalización de los relojes nos rinde ante la conciencia de su velocidad y de nuestra dificultad en acompasar su movimiento, aparentemente cada vez más autonomizado de la voluntad social. El advenimiento del mundo moderno está acompañado de la obediencia estricta al paso del tiempo”4.

Si bien, en la Modernidad la idea de tiempo se basó en el tiempo cristiano rectilíneo e irreversible pero desde una concepción laica a la que se le sustrajo toda idea de un finalidad de salvación. En la época del desarrollo industrial, fueron los hombres de ciencia –tomando sobre todo, el modelo de las ciencias naturales- ligados al empresariado, los que estructuraron la concepción de tiempo conforme al antes y después y a la idea de progreso, de desarrollo, de evolución. Hasta la actualidad, es habitual utilizar la formulación antes-ahora como modo de comparar lo acontecido en una misma sociedad en tiempos distintos, para mostrar las mutaciones de costumbres sociales o de ciertos objetos tecnológicos. ¿Qué ideas se conforman en los individuos y sociedades a partir de esta presentación? Conciben que si hay cambios en esas situaciones, costumbres sociales, se explican por la diferencia de tiempos, es decir, que si se observan modificaciones, es sólo porque hay momentos diferentes. 4

Ibidem.

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A estas formulaciones se asocia la idea de que lo de antes era rudimentario, elemental, primitivo en relación a lo de ahora. Se escuchan afirmaciones que expresan que si no tenés tal o cual teléfono, televisor, etc. “vivís en la prehistoria”. Esta concepción vincula al desarrollo de las sociedades con una mirada evolucionista, la historia como un lento y gradual perfeccionamiento del saber en general que genera la convicción de que la historia consiste en avanzar, mejorar y perfeccionarse tecnológicamente, sin poner el acento en quién/es produce/n las transformaciones y por qué se deciden esas modificaciones. En conversaciones, revistas, libros de texto, muchas veces se presentan imágenes que dicen: antes se utilizaba el calentador a kerosén o la cocina a leña para cocinar, ahora contamos con la cocina a gas natural o el microondas; antes se viajaba en carretas tiradas por caballos o canoas y balsas, ahora tenemos automóviles, colectivos, aviones. Esta idea evolucionista de la historia incluye una fórmula de exclusión social, de selección y jerarquización social, debido a que, en tanto la tecnología es sinónimo de progreso, quienes acceden a ella se ubican en una posición diferenciada, que posiblemente les procure derechos también diferenciados. Cuando planteamos estas ideas nos preguntamos ¿cuántas de los personas que tenemos frente a nosotros continúan viviendo en el antes? ¿Qué producimos en ellos con estas afirmaciones? Robert Nisbet plantea que “La esencia de la idea de progreso imperante en el mundo occidental puede enunciarse de manera sencilla: la humanidad ha avanzado en el pasado, avanza actualmente y puede esperarse que continúe avanzando en el futuro. Pero cuando preguntamos qué significa "avanzar" las cosas se tornan necesariamente más complejas. Sus significados abarcan todo el espectro que va desde lo espiritualmente sublime hasta lo absolutamente físico o material. En su forma más común, la idea de progreso se ha referido, desde los griegos, al avance del conocimiento y, más especialmente, al tipo de conocimiento práctico contenido en las artes y las ciencias. Pero la idea de progreso se ha aplicado también al logro de lo que los primitivos cristianos llamaban el paraíso terrenal: un estado de tal exaltación espiritual que la liberación del hombre de todas las compulsiones físicas que lo atormentan se torna completa. A nuestro entender, la perspectiva del progreso es usada, especialmente en el mundo moderno, para sustentar la esperanza en un futuro caracterizado por la libertad, la igualdad y la justicia individuales. Pero observamos también que la idea de progreso ha servido para afirmar la conveniencia y la necesidad del absolutismo político, la superioridad racial y el estado totalitario. En suma, casi no hay límite para las metas y propósitos que los hombres se han fijado a lo largo de la historia para asegurar el progreso de la humanidad […]”5

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Nisbet, Robert: Historia de la idea de progreso, Buenos Aires, Gedisa, 1981.

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Veamos de qué manera se promocionaban las ideas de progreso en el siglo XIX y deduzcamos a quiénes beneficiaban y a quiénes desfavorecían: Es la británica la más grande de las razas dominantes que el mundo ha conocido y, por consiguiente, el poder determinante en la historia de la civilización universal. Y no puede cumplir su misión, que es crear el progreso de la cultura humana, si no es merced a la expansión de la dominación inglesa. El espíritu del país tendrá fuerzas para cumplir esta misión que nos ha impuesto la Historia y nuestro carácter nacional. [...] El Imperio británico, firmemente unido, y los Estados Unidos deben juntos asegurar la paz del mundo y asumir la pesada responsabilidad de educar para la civilización a los pueblos retrasados. Joseph Chamberlain al frente del Ministerio de Colonias Británico, en 1895. Joseph Chamberlain (1836-1914), empresario y político liberal inglés, fue Ministro de Asuntos Exteriores y se destacó como un gran defensor de los intereses imperialistas británicos.

Pareciera que los seres humanos quedan sometidos al progreso histórico como si fuera inevitable, perdiendo la posibilidad de acceder a la historicidad, al tiempo vivido, en beneficio del conocimiento científico. Pero, tal como planteaba Chamberlain y aunque fuera presentado como la posibilidad de acceder a la civilización, sabemos el mentado progreso iba a afectar de forma bien distinta a las metrópolis que a las colonias. Retomando y para cerrar la idea del antes y después, diremos que, presentar el tiempo de ese modo, imposibilita la construcción de la idea de proceso, es decir, qué pasó durante, ya que un proceso histórico es más que una secuencia ordenada de acontecimientos, más que una serie de cambios que a su vez generan otros cambios. El instante fugaz se transforma en el tiempo humano en sí mismo, y el antes y después se presenta como el sentido de la historia, el proceso a través del tiempo. Pero dado que este proceso se da en una sucesión de instantes en fuga o en un ahora puntual, que ya no responden a ningún proceso de salvación –como en la mirada cristiana-, al otorgarle un nuevo sentido más racional, se introduce la idea de un progreso infinito y continuo. En las sociedades industriales la necesidad del incremento de la productividad, puso a los científicos a trabajar buscando alternativas para optimizar el tiempo de producción. El dueño de la tecnología, es decir, el propietario de la fábrica, sería el encargado –en forma directa o mediante el desarrollo de jerarquías (gerente, capataz)- de disciplinar y supervisar a los operarios. Se promueve la división del trabajo, a fin de alcanzar una economía de trabajo; aunque esa división destruye las capacidades de los operarios, la especialización de los mismos en cierta operación en el proceso productivo, genera un aumento en la calidad de los productos terminados. 8

Se desarrolló una nueva cultura del trabajo y, para ello, fue necesario: la asistencia regular al empleo, puntualidad, realización estrictas de las tareas en un tiempo determinado. La producción en serie fue posible en virtud de un plan de mecanización. Cuando hablamos de mecanización no sólo nos referimos a la utilización de maquinaria en la producción, sino a la sistematización del trabajo de los operarios en relación al tiempo: acudir al reloj fichador que controlaba horario de ingreso y egreso del personal6; controlar el tiempo en el que los operarios tenían frente a sí el producto en elaboración, que era trasladado por la cinta de montaje. Cada etapa del proceso de trabajo en la fábrica fue analizado y estandarizado, ajustando el trabajo de los obreros a las exigencias de las máquinas y a la ambición de sus dueños.

Imagen de la película Tiempos Modernos7 de Charles Chaplin en la que un obrero metalúrgico estresado por el exigente ritmo dela cadena de montaje termina perdiendo la razón.

El tiempo comenzó a jugar un papel fundamental en la vida productiva de las personas. Frederick Taylor estudió con detalle los movimientos de los trabajadores, calculó el tiempo que demandaba cada operación y estableció normas que buscaban la máxima eficiencia. Así lo explicaba: “Se adoptó un sistema más perfeccionado de remuneración diaria que consistía en pagar en función de la cantidad y la calidad de lo que se producía. Al cabo de un tiempo relativamente corto el supervisor estimuló la producción de todas las trabajadoras aumentando el sueldo de las que producían más y mejor y reduciéndolo a las que se mostraban inferiores a las otras. Finalmente, despidieron a las obreras cuya 6

En la actualidad, la ciencia ha desarrollado equipos biométricos que miden e identifican alguna característica propia de la persona. Entre las técnicas más empleadas de autenticación biométrica se encuentran el reconocimiento de huella dactilar, facial, escáner de retina y reconocimiento de iris, por ejemplo. Algunos de ellos son utilizados para el control del personal en sus empleos. 7 Recomendamos el visionado de la película.

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lentitud y falta de atención era incorregibles. También se hizo un estudio detallado con un cronómetro del tiempo necesario para hacer cada operación. Se escogió la forma más sencilla de ejecutarlas para eliminar todos los movimientos lentos o inútiles y reunir en una secuencia los más rápidos y los que permitían una mejor utilización de los instrumentos y de los materiales. Este estudio demostró que las trabajadoras perdían charlando una parte considerable del tiempo. Se les impidió hablar durante las horas de trabajo colocándolas a una distancia considerable. Las horas de trabajo fueron reducidas de diez y media a nueve y media y luego a ocho y media [...]. Se introdujo también el trabajo a destajo y cada hora se informaba a las trabajadoras si su ritmo era normal o si iban atrasadas. Los resultados finales de este sistema fueron los siguientes: a. 35 obreras hacían el trabajo que antes realizaban 120. b. Las obreras ganaban 35,5 francos por semana en lugar de los 17,5 anteriores. c. Se trabajaban ocho horas y media en lugar de diez y media. d. La precisión en el trabajo había aumentado un tercio.”8

El operario ya no sería más el artesano que elaboraba todo el producto sino que estaría encargado sólo de una parte, a veces mínima, de todo el proceso. Esta parcelación del trabajo, dividido en actos precisos, simples y repetitivos, fue lo que permitió aumentar la productividad. La producción en serie y el trabajo en cadena, propuesto por Taylor y perfeccionado por Henry Ford, se generalizó en las grandes industrias. “La trillada consigna "time is money" expresa el imperativo de una sociedad cuyo motor fundamental gira en función de la reducción incesante del tiempo de trabajo necesario y la ampliación del tiempo de trabajo excedente, tal como fue demostrado por Carlos Marx. Puesto que el capital en sí mismo, vale decir, no enfrentado a la fuerza creadora del trabajo, está muerto, todo tiempo de no-rentabilidad queda penalizado. En efecto, el capital no descansa”9.

A partir de la utilización de nuevos sistemas de comunicación, la concepción del tiempo, en especial, aquel aplicado al trabajo ha tenido transformaciones. Si bien, continúa existiendo un horario de trabajo real y efectivo, con un desarrollo aún mayor de los controles de personal; se continúa conectado a las actividades laborales mediante los teléfonos e internet. Nuestra vida gira en torno a la obediencia estricta al paso del tiempo. Si observamos a nuestro alrededor, en las estaciones ferroviarias, en las plazas, en las iglesias, en algún sitio de las casas, en nuestras muñecas encontramos un reloj.

Texto tomado de García, Margarita y Gastell, Cristina, "Actual. Historia del Mundo Contemporáneo – Bachillerato Primer Curso." Barcelona, Editorial Vicens Vives, 2000, p. 80. 8

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Rajchenberg S., Enrique y Héau-Lambert, Catherine, Op. cit.

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4. El tiempo histórico como parte de los mecanismos de institucionalización sociales. El tiempo forma parte de los mecanismos de institucionalización sociales, del establecimiento de conductas que se realizan con regularidad, todo acto humano se vincula a mediciones estrictas. Constantemente necesitamos saber qué hora es; pero también hay horarios que se encuentran establecidos socialmente como la hora de comer, de dormir, etc. Algo que parece natural como el horario en que necesitamos comer o dormir, forma parte de una construcción social: el llamado reloj biológico. Se trata de un mecanismo de disciplinamiento y autocoacción que hasta parece tan "inevitable y coactivo como la estructura genéticamente determinada de una persona"10. Se nos prepara para ocupar cierto lugar en el aparato productivo, se nos prepara para "no desperdiciar el tiempo"; y quien no respeta esos cánones se encuentra fuera de los parámetros de la normalidad, porque en esta la concepción moderna del tiempo y la producción, no hay espacio para el ocio. El tiempo es tan importante en nuestras vidas que, incluso, quienes manejan la construcción de discursos respecto de él hay instalado construcciones tales como: “con el paso del tiempo, la población americana, las actividades económicas y la competencia de España con otras potencias europeas fueron aumentando”; “con el tiempo, se modificó el sistema del monopolio comercial”; “después de un tiempo, los criollos adquirieron poder”. ¿Qué idea generan estas expresiones? Se le asigna al tiempo el rol de transformador de las situaciones sociales. Si las modificaciones se producen es por el paso del tiempo y no por las decisiones de las personas. Es decir que, expresiones como las citadas aluden a un devenir social independiente de las acciones humanas, producido tan sólo por el transcurso del tiempo y como si esa senda estuviera predeterminada. Así, es el tiempo el que se transforma en motor de la historia y no las decisiones humanas. Continuando este razonamiento, se entiende que las transformaciones sociales son una cuestión de maduración, asimilando los fenómenos sociales a los que se producen en la naturaleza. Así, son entendibles frases que se repiten frecuentemente como es cuestión de tiempo; el tiempo cura todos los males; con el tiempo las cosas mejorarán, etc. Estas frases no son sólo construcciones erróneas del lenguaje, sino que tienen una significación simbólica que define conductas sociales, un modo de ser en la sociedad. Si los males de la sociedad se solucionan por el accionar del tiempo y dejando que el tiempo transcurra, ¿qué deben hacer los sujetos sociales? Tan sólo sentarse y esperar, cultivar la paciencia y la tolerancia, ya que no hay nada que puedan hacer, nada que puedan modificar porque la historia seguirá el camino naturalmente preestablecido. Como vemos, esta

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Elias, Norbert: Sobre el tiempo, México, Fondo de Cultura Económica, 1989, p. 25.

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concepción anima a los sujetos a adquirir comportamientos pasivos ante las distintas situaciones, a aceptar ese natural devenir en el que se hallan inmersos como algo inevitable. Esta concepción acerca del tiempo se convierte en un obstáculo para el desarrollo de una mirada crítica de nuestra propia realidad, porque nos lleva a concebirnos como sujetos sociales viviendo por el tiempo y no, haciendo el tiempo. Este pensamiento no aporta para que las personas conciban al tiempo histórico como una construcción social inherente a los seres humanos organizados en sociedad. Es el tiempo histórico el que hace comprensibles las transformaciones que se producen en el interior de una sociedad. “[...] El tiempo es una relación creada para coordinar y dar sentido a los cambios producidos en cada sociedad, en cada cultura, en cada civilización”. No se trata sólo de una cronología de los hechos sociales sino de comprender cuál fue el alcance, la injerencia, los condicionamientos que conformaron el presente tal como es. La construcción del concepto de tiempo histórico requerirá de situaciones de enseñanza que posibiliten el reconocimiento de cambios y de permanencias. A partir de los recortes seleccionados se posibilitará la comparación entre el pasado y el presente (sin perder la idea de proceso), la caracterización de las formas de vida presentadas permitirá a los alumnos ubicar elementos y actividades humanas en distintos momentos, reconocer rupturas, regularidades, ritmos de cambio, duraciones diversas (tiempo corto, medio, largo) y avanzar en la comprensión del devenir histórico. Recordemos, los cambios no se producen por el tiempo sino a través del tiempo por la acción y decisión de los sujetos sociales. Para analizar lo que acontece en la sociedad es imprescindible tener en cuenta la dimensión temporal. Ella nos permite advertir el eje temporal de la intención, el tiempo en el que nos proponemos, planeamos o tratamos de realizar algo; la segunda es el eje temporal de la sucesión. Las ideas de pasado, presente y futuro, transcurso y dirección, flujo y cambio, se asocian exclusivamente con el eje temporal de la intención. Son expresiones de nuestro campo de experiencia en el presente que fluye. En cambio, las ideas de anterior y posterior, antes, durante y después, cambios, discontinuidad, constancia y permanencia, se asocian exclusivamente con el eje temporal de la sucesión. Además, permite encarar el estudio sincrónico de las sociedades identificando sus rasgos económicos, políticos, tecnológicos, culturales, en el contexto de una época determinada. Y, la perspectiva diacrónica que promueve las capacidades de representación y medida del tiempo, identificación de factores de cambio y permanencia y de las repercusiones de los acontecimientos, coyunturas y procesos a corto, mediano y largo plazo.

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Plaza de Mayo, fines siglo XIX.

Plaza de Mayo, 1950.

Las fotografías son una herramienta interesante que, en este caso nos permiten realizar un análisis diacrónico del espacio de la Plaza de Mayo, observando con detenimiento las imágenes podemos advertir cambios, permanencias. Pero también podemos poner en juego el eje temporal de la sucesión, incorporando al análisis las ideas de anterior y posterior y las del eje temporal de la intención. Si indagamos un poco más, en el contexto histórico en el que fueron tomadas las fotografías podremos explicarnos mejor los motivos de los cambios y permanencias que se advierten a partir de la observación.

En el próximo encuentro abordaremos contenidos vinculados a la dimensión espacial de las sociedades.

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