TOMEMOS LAS DECISIONES CORRECTAS por el obispo Robert D. Hales Obispo Presidente de la Iglesia

Conferencia General Octubre1988 TOMEMOS LAS DECISIONES CORRECTAS por el obispo Robert D. Hales Obispo Presidente de la Iglesia "Cada vez que tomemos...
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Conferencia General Octubre1988

TOMEMOS LAS DECISIONES CORRECTAS por el obispo Robert D. Hales Obispo Presidente de la Iglesia

"Cada vez que tomemos una decisión, debemos sopesar el efecto final que esta puedan tener en nuestra meta de obtener la vida eterna." Las Escrituras nos enseñan que el tomar las debidas decisiones es una parte importante de nuestra probación mortal. Pero, ¿cómo tomamos las decisiones correctas cuando hay tantas tentaciones y tantas personas diciéndonos lo que ellos piensan que debemos hacer con nuestra vida? Hay tres elementos importantes que nos ayudaran a hacerlo: Primero, debemos establecernos un plan eterno con objetivos y fijarnos el cometido de lograrlos. Segundo, tenemos que estudiar y orar diariamente sobre las decisiones que debemos tomar para recibir guía espiritual, valor y determinación. Terceros cada vez que tomemos una decisión debemos examinar los motivos que tenemos para tomarla. Necesitamos un plan eterno. Una fábula de Esopo, "El hombre, el niño y el asno", ilustra el plan de la vida y lo difícil que es alcanzar el éxito. El objetivo del hombre y el niño era ir hasta el mercado de la ciudad, vender el asno y con el dinero comprar las provisiones para el invierno. Al empezar su jornada, el padre iba montado en el asno Pero, al pasar por la primera aldea, los aldeanos dijeron: "El con comodidad y con holgura, ¡y a pie la pobre criatura!" Así que el padre se bajó e hizo que su hijo montara en el asno. En la siguiente aldea, la gente empezó a murmurar: "¡El niño cómodamente montado y el pobre padre a pie y cansado!" Frustrado, el padre resolvió subirse también al asno; y así entraron al pueblo contiguo, en el que los aldeanos comentaron: "¡Que gente desconsiderada! ¡Llevar a la pobre bestia de tal modo cargada!" Haciendo caso a las voces que los criticaban, el padre y el hijo se bajaron del asno para aliviarlo de su carga; pero los que encontraron en su camino se burlaron diciendo: "¡Que tontos! En una jornada tan larga, ¡no aprovechar una bestia de carga!" Entonces, enojados y desesperados por tratar de complacer a todos los que les aconsejaban, el padre y el hijo montaron en el asno una vez mas hasta que este cayó exhausto y tuvieron que arrastrar el animal hasta el mercado. Allí no lo pudieron vender, pues la gente se burlaba, diciendo: "Un asno sin valor; ¿quién te lo va a comprar? ¡Si ni siquiera puede caminar!"

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Así fue que el padre y el hijo no vendieron el asno y no tuvieron dinero para comprar las provisiones que tanto necesitaban para el invierno. Cuan diferente hubiera sido si ambos hubieran tenido un plan. El padre podría haber dicho: "Hijo, yo montaré en el asno una tercera parte del camino; tu podrás ir montado en el otro tercio; y en la ultima parte del camino ambos caminaremos para que el asno llegue al mercado descansado y fuerte, en buenas condiciones para ser vendido". Y luego, al recibir consejos desconcertantes en todas las aldeas a lo largo del camino, podrían haber cruzado miradas entre ambos haciéndose mutuamente una guiñada y haber dicho: "Ya tenemos un plan". Nosotros ciertamente tenemos un plan que nos guía, el plan eterno que se nos dio en el mundo premortal y que nos llevara de regreso a la presencia de nuestro Padre Celestial. Durante nuestra probación terrenal se nos probará con seducciones y "oposición en todas las cosas". Pero si somos obedientes y fieles a las leyes, ordenanzas y convenios que aceptemos con nuestro propio libre albedrío, por voluntad propia, obtendremos la vida eterna. El motivo por el que vinimos a la tierra es precisamente obtener la vida eterna. La vida eterna es nuestra meta, y significa poder vivir en la presencia de nuestro Padre Celestial y de Jesucristo, con nuestra familia, por toda la eternidad. Cada vez que tomemos una decisión, debemos sopesar el efecto final que esta pueda tener en nuestra meta de obtener la vida eterna. Y por eso es que debemos estudiar y orar. Si tenemos el plan eterno como una meta, podremos tomar decisiones eternas. Sin embargo, no nos será posible tomar las decisiones correctas si sólo nos basamos en nuestra propia deducción intelectual y en el análisis de los hechos de acuerdo con nuestro entendimiento; la oración y el estudio deben emplearse juntos para edificar el conocimiento y la sabiduría. Primero, comenzamos con la inteligencia con la que fuimos dotados al nacer; a esta le agregamos el conocimiento que adquirimos buscando respuestas, estudiando y educándonos; al conocimiento añadimos la experiencia, lo que debería dirigirnos a un nivel de sabiduría; además de nuestra sabiduría, agregamos el don del Espíritu Santo por medio de la oración de fe pidiendo guía espiritual y fortaleza. Entonces, y sólo entonces, llegamos a esa "comprensión en nuestro corazón" que nos lleva a hacer "lo justo por mas que [nos] cueste". Los sentimientos de comprensión en nuestro corazón nos dan el dulce espíritu de seguridad que proviene no sólo de saber que es lo correcto, sino también de hacerlo, sean cuales sean las circunstancias. Esa comprensión del corazón se logra mediante la interdependencia del estudio y la oración. "He aquí, no has entendido; has supuesto que yo te lo concedería cuando no pensaste sino en pedirme.

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"Pero he aquí, te digo que debes estudiarlo en tu mente; entonces has de preguntarme si esta bien; y si así fuere, haré que tu pecho arda dentro de ti; por tanto, sentirás que esta bien." (D. y C. 9:7-8.) Después de haber logrado el conocimiento y la comprensión, es importante que sintamos que la decisión que tomamos es correcta; luego, podremos hacer lo apropiado. "Bienaventurado es el hombre que halla la sabiduría, y que obtiene la inteligencia." (Proverbios 3:13.) "Sabiduría ante todo; adquiere sabiduría; y sobre todas tus posesiones adquiere inteligencia" en tu corazón. (Proverbios 4:7.) El sábado pasado tuve la oportunidad de visitar a José y Linda en su casa de Boise, estado de Idaho. Ellos me autorizaron a contaros su historia con el deseo de que pueda ser de ayuda para alguien que haya tenido que tomar una decisión similar. Hace tres o cuatro años José era alcohólico. Aunque Linda no bebía, la conducta de su esposo la habla afectado emocionalmente y estaba a punto de sufrir un quebranto nervioso. Había tomado la decisión de salvarse y salvar a sus hijos de la conducta dominante de un hombre que sufría de alcoholismo. Así que abandonó el hogar llevándose a los hijos, excepto un chico de catorce años. José me habló de la depresión y desesperanza que lo invadieron el día que Linda lo dejó. Esa noche, alrededor de las dos o las tres de la madrugada, despertó y se acercó a su Padre Celestial en oración; oró hasta el amanecer; aquel fue su Getsemaní. Le suplicó al Señor pidiéndole que le ayudara a vencer su aflicción, al mismo tiempo que le expresaba el amor que sentía por su fiel esposa, que ya no estaba dispuesta a soportar sus abusos. Cuando se puso de pie a la luz de la aurora, había tomado la determinación de no beber una gota mas de alcohol. José ha cumplido su compromiso. Cuando habla con otras personas en las reuniones de Alcohólicos Anónimos da su testimonio de que Dios escucha y contesta nuestras oraciones. Hay otro relato acerca de un niño llamado Josh que sufría de terribles pesadillas que lo aterrorizaban. Un día le pidió a su papa que se arrodillara y tuviera una oración con él para pedir al Padre Celestial que sus pesadillas se acabaran. El niño empezó agradeciéndole al Padre Celestial las bendiciones que le había dado. Después, le pidió que hiciera cesar las pesadillas y que le diera durante la oración una confirmación de que así seria. Luego calló. Esperó un momento, y entonces dijo "Gracias", y dio fin a la oración. Es que había recibido la confirmación y el consuelo de que sus oraciones tendrían respuesta y que ya no tendría mas pesadillas. ¡Qué lección tan importante para un joven! Los miembros del Consejo de los Doce y los del Primer Quórum de los Setenta experimentan sentimientos similares a los de José y Josh cada vez que se elige a un presidente de estaca. Que importante lección sobre la oración y sobre las

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impresiones de confirmación que recibimos cuando pedimos "con fe, no dudando nada" (Santiago 1:6), como el profeta José Smith lo hizo. Además del estudio y la oración, debemos también pedir consejos prudentes. "Oirá el sabio, y aumentará el saber, y el entendido adquirirá consejo." (Proverbios 1:5.) Cuando se buscan consejos prudentes, se debe escoger a aquellos que demuestren obediencia a los mandamientos y que tengan la disposición de escuchar la inspiración del Espíritu. Se sabe cuando se tiene un buen amigo y consejero si el consejo que se recibe hace que sea más fácil cumplir los mandamientos y si no se nos fuerza a elegir entre las vías que sigue un amigo extraviado y la vía del Señor. Aun cuando aceptemos consejos de otras personas, debemos hacernos responsables de nuestras acciones. Hay quienes tratan de ir por la vida sin tomar decisiones y culpando a otros cuando las cosas no salen como esperaban. Al estudiar mentalmente nuestros problemas, debemos dar a la paciencia y la meditación un lugar preponderante en el proceso de tomar la decisión. Es preciso que reflexionemos sobre nuestras metas eternas y no tomemos decisiones apresuradas e imprudentes. El presidente Joseph F. Smith dio estas sabias palabras de consejo a lideres y miembros, a fin de ayudarnos a tomar decisiones; las tengo en un lugar visible de mi oficina desde que fui llamado como Obispo Presidente: "En quienes dirigen, son casi imperdonables la impaciencia indebida y una mente melancólica, y hay ocasiones en que se requiere casi tanto valor para esperar como para obrar. Se espera, pues, que los directores del pueblo de Dios, así como el pueblo mismo, no sientan que deben hallar una solución inmediata a todo problema que surge para perturbar el llano curso de su camino." (Doctrina del Evangelio. Pág. l51.) Y, por ultimo, debemos examinar los motivos que tenemos. Al tomar una decisión, una buena forma de verificarla es examinar los motivos que nos llevaron a tomarla. Debemos preguntarnos: "¿Son egoístas mis motivos o hay caridad en la decisión que voy a tomar"? ¿Está mi decisión de acuerdo con los mandamientos, tanto con el espíritu como con la letra de la ley? ¿Es mi decisión correcta, honorable y compatible con la "regla de oro"? ¿He considerado el impacto que mi decisión tendrá en los demás?" "Todas vuestras indecisiones, sean hechas con amor." (I Corintios 16:14.) Cuidaos del temor y la codicia. Aseguraos de cuales son los verdaderos motivos que tenéis. Si vuestra decisión esta motivada por la codicia, será inadecuada e irracional, ya sea la codicia del dinero, la codicia que resulta en un conflicto de intereses o el deseo de poder, títulos y reconocimiento de los hombres. "Alborota su casa el codicioso, mas el que aborrece el soborno vivirá." (Proverbios 15:27.)

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En igual manera, tomamos decisiones inadecuadas e irracionales si las motiva el temor, sea el temor a los demás, el temor a no ser popular, el temor al fracaso o el temor a la opinión publica. Como le dijo Saúl a Samuel: ". . . yo he pecado; pues he quebrantado el mandamiento de Jehová y tus palabras; porque temí al pueblo y consentí a la voz de ellos. . ." (I Samuel 15:24). El poeta Robert Frost, en su poema "El camino que no recorrí", nos da la vívida y descriptiva imagen de alguien que esta en una encrucijada de la vida, tratando de tomar una decisión: Dos caminos se desvían un bosque; lamenté no poder ir por los dos . . . mas sabiendo que una senda lleva a otra dudé de que fuera nunca a retornar. A través de las épocas, un día lo volveré a decir, con un suspiro: Dos caminos se desviaban en un bosque y yo . . . yo tomé el menos transitado, y esa fue la acción decisiva de mi vida. Cuando nos encontremos en las encrucijadas de la vida y debamos tomar la decisión de ir por el camino que va al "vasto y espacioso edificio" que representa las vías del mundo o por el "recto y estrecho camino que conduce a la vida eterna", debemos darnos cuenta de que no podremos ir por ambos, aunque a veces lo intentemos. Es difícil retornar, pero es posible. Y con toda seguridad, recibiremos la mayor satisfacción si tomamos el camino más solitario, el menos transitado. Que el Señor nos bendiga al tomar nuestras decisiones para que siempre tengamos presente nuestra meta de la vida eterna. Que podamos estudiar y orar todos los días a fin de saber y comprender que es lo correcto y, más importante aun, de hacer lo correcto para que podamos edificar a aquellos que están a nuestro lado, y ellos a nosotros, y ascender juntos, es mi oración en el nombre de Jesucristo. Amén.

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