EJEMPLARIDAD DE MARIA Y MODE LOS

TIPOLOGICOS DE LA IGLESIA

ANDRES MOLINA PRIETO

Siendo María «modelo de la perfección cristiana»1, su función ma­ ternal es insustituible en todas las figuras tipológicas de la Iglesia. Podríamos resumir así el pensamiento mariológico montiniano: María mantiene necesariamente vigente su perfecta ejemplaridad, plena y múltiple, en la Iglesia, cualesquiera sean los modelos, «imágenes lumi­ nosaS» o figuras en que ésta, bíblicamente e históricamente, se nos presente, porque toda pregunta indagadora de la identidad de la Iglesia de Jesucristo pasa inevitablemente por María, la Madre del Señor.

1.

Búsqueda clarificadora ante un equívoco

Sobre pocos tratados dogmáticos se han proyectado tantos equívo­ cos, reticencias y prevenciones como sobre la mariología y, casi siempre, desde un ámbito exterior a ella. Y para decir verdad, no existía ningún motivo serio que provocara este sorprendente fenómeno. Ciertos teó­ logos se han expresado tan cicateramente hablando de la Virgen María como si Ella tuviera un lu¡gar subrepticio (a ocultas y escon­ didas) en el misterio de Cristo y de la Iglesia. Es verdad que el movi­ miento pendular ha oscilado entre las exageraciones o excesos de algu­ nos entusiastas maximalistas, de una parte, y la notoria mezquindad de un minimismo «iconoclasta, congelante y anticonciliar» y por lo mismo antieclesial, de otra2• Produce bastante extrañeza que no obstante la 1 2

PABLO VI,

Ecclesiam suam,

n. 53. la Exhortación

LLAMAS, E., Introducción a

MarianOS», 43 {1978), p.

12..

Apostólica «Marialis cultUS»,

en «Estudios

421

ANDRES MOLINA PRIETO

diáfana doctrina conciliar del capítulo VIII de la Lumen Gent'ium y el luminoso magisterio posconciliar de la Marialis cultus, se �igan produ­ ciendo los equívocos - quisiéramos llamarlos así benévolamente- sur­ gidos de modo artificioso al conjuro de caprichosas reinterpretaciones de los dogmas marianos. A pesa:r de los tres lustros de posconcilio no

escasean todavía los «francotiradores» en mariología que se empeñan tristemente en perder el tiempo deambulando por caminos cerrados o impracticables que no conducen a ninguna meta segura. Pero sucede que no pudiéndose ya hablar, honestamente, de crisis en Mariología3 ni mucho menos, de crisis en la piedad mariana4, se juega a veces con la confusión, la ambigüedad y el equívoco desde di­ ·

versos campos dogmáticos que absorbetian o mermatian la importancia de la teología mariana en sus principales tesis, hasta reducirla a un tratado secundario o sobreañadido apendicularmente. Pongamos tres ejemplos para ser más explícitos. Desde el ángulo cristológico han irrumpido «en este oleaje cam-

3 En realidad nunca hubo crisis en Mariología, rigurosamente hablando, como nunca lo hubo en ningún tratado teológico. Lo que sí ha existido a veces es cierto olvido o minusvalora­ ción, no declarada, del papel del magisterio eclesiástico en el quehacer teológico como norma y punto de partida. Esta actitud daba lugar a planteamientos paralizantes o regresivos, camu­ flados con el nombre de crisis. Para juzgar el verdadero método teológico de la mariología, véase: J. A. DE A LDAMA, De valore magisterziº Eccleszae in interpretatione Sacrae Scripturae en PONTIFICIA ACADEMIA MARIANA I NTERNATIONALIS, Maria in Sacra Scriptura . Acta Congressus mariologici-mariani in Republica Dominicana anno 1965 celebrati, t. 3 (Romae, 1967), pp. 199208. Digamos más bien que la mal llamada crisis mariológica o teológica se ha detectado única­ mente en aislados sectores reacios o rebeldes a la plena aceptación del magisterio de la Iglesia. Creemos que nada mejor para precisar los límites de la crisis (la cual -repetimos- no existió nunca en el terreno dogmático o de investigación teológica cuando ésta se ha realizado de acuerdo con las orientaciones magisteriales) que acudir a las enseñanzas de los Papas. Ciñéndonos a Pablo VI, gran protagonista e intérprete del Vaticano U, digamos que nadie como él supo aus­ cultar con tanta profundidad, claridad y exactitud las dificultades, problemas, preocupaciones y_ tensiones del catolicismo contemporáneo. Hemos leído ampliamente, con disposición analítica, todo su magisterio referente a la denominada «crisis intraeclesial», llegando a interesantes con­ clusiones que formulamos ampliamente, con la documentación oportuna, en otro lugar. Cfr A. MOLINA PRIETO, Espirüualz"dad mariana y renovación eclesial, en «Estudios MarianoS», 40 (Madrid, 1976), pp. 188-189. Podemos afirmar que la mariología recibió vigorosos impulsos del fecundo pontificado de Pablo VI, sin que pueda hablarse justificadamente de crisis. Cfr J. A. DE ALDAMA, Ante una nueva etapa del movz"mz"ento mariano, EpheMar. 15 (1965), pp. 43-59. -­ 4 La prueba más contundente de que jamás existió crisis en la piedád manana del Pueblo de Dios sino todo lo contrario, la ofreció el eminente mariólogo J. A. de Aldama. Cfr De Quaes­ tiºone mariali" in hodiºerna vita Ecclesiae en «Bibliotheca mariana moderni Aevi» 3 (Romae, Pontificia Academia Mariana Internationalis, 1 964), XI-1 63 pp. Existe la versión española del P. Hilarlo MAR ÍN: María en el tiempo actual de la Iglesia, Zaragoza, «Hechos y DichOS», 1964, 184 pp. Se trata de una respuesta profunda y definitiva a la obra de R. LAURENTIN, La question mariale (Pañs, 1963), que tantos serios interrogantes había suscitado. Para el estudio de la con­ troversia puede consultarse R. CARO, El capítulo VIII de la Constz"tución «Lumen Gentium». Su contexto histórico-teológico: EphMar. 17 (1967), pp. 247 ss. A los nombres de ALDAMA Y LAURENTIN hay que añadir el de G. M. ROSCHINI, La cosidetta «questione ma nana» (Vincenza, 1964). Las recensiones teológicas de la obra de ALDAMA fueron mayoritariamente unánimes en señalar el valor de su aportación: se trataba de una respuesta definitiva y no podía hablarse en rigor de una crisis en la Iglesia de la piedad mariana.

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EJEMPLARIDAD DE MARIA Y MODELOS TIPOLOGICOS DE LA IGLESIA

hiante y crítico en que se está moviendo la literatura teológica de los últimos veinticinco años»5 nuevas cristologías dialécticas «desde abajo o ascendenteS>> que ponen en peligro - cuando no lo niegan - el dogma fundamental de la divinidad de Jesucristo, incidiendo negativamente, por consecuencia, en la maternidad divina, piedra angular de toda la mariología. Sin necesidad de referimos a ciertas corrientes cristológicas de evidente cuño adopcionista, surgen ahora algunos cristólogos que no sostienen claramente la definición de Calcedonia, con todas sus de­ plorables secuelas en la doctrina mariológica. Desde la vertiente de la escatología sabemos cómo partiendo de la nueva tendencia escatológica de fase única (resurrección atemporal sin intervalos de espera o supresión de escatología intermedia), se pretende reinterpretar el dogma de la Asunción de María, en cuanto privilegio definido, vaciándolo de su principal contenido dogmático, ya que el acto definitorio de la Iglesia quedaría reducido a una tardía y equívoca «canonización» de María en medio de una notable polémica que dis­ cutía la misma definibilidad, como observa agudamente un destacado teólogo6• 5 Cfr ALONSO, J. M., Maternidad divina y cristologías recz"entes, «Ephemerides Mariologicae», 30 (1 980), p. 7 . Prescindiendo del grupo protestante analizado (Karl Barth, Rudolf Bultmann, Wolfhart Pannenberg) el estudio se centra en el grupo católico alemán-holandés, formado por K. Rahner, A. Hulsbosch, E. Schillebeeckx, P. Schoonenberg y H. Küng y sobre todo en los españoles más representativos: González Faus, González de Cardenal, Pikaza y Guerrero. Digamos que aun valorando estas cristologías aportadas por los autores citados «desde el deseo y la necesidad de transmitir a los hombres de hoy, el mismo mensaje de la fe con un lenguaje nuevo», echamos de menos en varios de ellos la utilización del método exegético· «Católico» y el predominio de los métodos adoptados por los principales teólogos y exegetas del protestantismo liberal. Alonso se queja -a nuestro juicio con mucha razón- de que al querer reinterpretar las fórmulas dogmáticas de la cristología tradicional, rebasando los justos límites señalados por el contenido revelado y la definición dogmática., se abusa de la hermenéutica histórica aplicada a las primera generaciones cristianas con olvido de toda la experiencia vivencial de la iglesia posterior (ibid., p. 57), se hace «gnosÍS» más que buena teología (p. 64). A propósito de la obra de J. R. GUERRERO, El otro jesús (Salamanca, «Sígueme», 1 976) condensa así su juicio con ocasión de la pretendida exégesis adopcionista del autor: «Sólo una ignorancia crítica del estado del problema, a todos los nieveles, textual, histórico, exegético y teológico, puede no ya dis­ culpar sino explicar que se pueda escribir de esta manera» (p. 67, nota 20). Y acaba preguntán­ dose con un dejo de amargura: ¿Qué puede esperarse en una «acción catequética» (alude a una catequesis que, según sus patrocinadores, debe reinterpretar el evangelt"o y reelaborar las fórmu­ las antiguas de la Je a partfr de la experiencia concreta del hombre) basada no ya sólo en el equívoco y la ambigüedad, sino -como creemos- en la misma heterodoxia?» (p. 68). 6 Cfr Pozo, C., La Asunción en la nuem escatología, «Estudios marianoS» 42 (1 978), pp. 1 7 5 ss. El autor resume así los datos esencialmente irrenunciables de la escatología católica: «1) Según el Nuevo Testamento, la resurrección es un evento futuro ligado al Día del Señor, a la parusía. 2) En consecuencia, la muerte de cada hombre y su resurrección son acontecimientos temporalmente separados, sea cual fuere el modo como en el más allá se perciba esa distancia temporal. 3) La separación entre muerte y resurrección exige una idea de pervivencia previ a a la reesurrección. Como escribe incluso un teólogo protestante como G. van del Leeuw: 'Por tanto tiene que darse algo que resta... sobre lo cual Dios construye la nueva creatura. Ese algo podemos en realidad llamarlo alma'. Para mí, incluso el nombre de alma sería secundario, aunque si se admite la realidad me resultaría dificil comprender que se luche demasiado contra el nombre. En todo caso, como escribía la primera vez que me ocupé de este tema, 'evitemos,

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Desde el lado eclesiológico - en él nos colocamos principalmente en este estudio - , los razonamientos generadores de equívocos quieren ser más sutiles pero igualmente peligrosos, atendiendo a las consecuen­ cias para la teología y piedad maritanas. Aunque admite en nuestra opinión diversos planteamientos, según los distintos autores, el más importante sería el siguiente que formulamos en tres datos y un inte­ rrogante.

l. 0 Es innegable un hecho comprobado por la historia de la ecle­ siología: los sucesivos cambios en la imagen de la Iglesia y el gradual desarrollo histórico- dogmático de su inagotable reali­ dad «teándrica» . Lleva razón Fries: la historia y la historicidad tienen, en el horizonte de la revelación y de la historia d� la salvación, de la fe y de la comunidad de los creyentes y, por tanto, de la iglesia , la función de conducir al przncip1:0 en la

plenz"tud, según la acertada expresión de Mohler, es decir, a su realización, maduradón y concredón temporal en cada caso. La Iglesia concreta se halla configurada en cada tiempo según la ·imagen que se tiene de ella. Pero la expresz·ón «Imagen de la Iglesi'a.>> entraña siempre una duplicidad de sentido: hace, por una parte, referencia a la imagen en cuanto representación Vl:va, en cuanto idea concreta que la comunidad de los cre­ yentes se forja de lo que la Iglesia es y debe ser. Pero imagen significa , por otra parte, la figura concreta que la Iglesia de

cada época ofrece al espectador, ya se halle éste situado dentro o fuera de la misma . Las dos dimensiones se sitúan en mutua

1 �·.

relación y coincidencia . De su indisoluble conjunción e impli­ cación se originan tensiones de suyo no negativas o perjudi­ ciales, que expresan su rica totalidad. Precisamente en la histopor el momento, cualquier precisión técnica sobre el concepto de alma. Nos basta la idea de un elemento del hombre que pervivie después de la muerte, un elemento que sería el núcleo perso­ nal en el que su conciencia perdura'. Su función teológica es salvaguardar la continuidad entre el hombre que vivió sobre la tierra y el hombre que resucitará. 4) Esta superviviencia de un ele­ mento consciente mientras el cuerpo se corrompe implica una cierta dualidad antropológica (no dualismo) del Antiguo Testamento y en la literatura intertestamentaria, como entre otros es­ tudios ha demostrado la reciente monografia de R. H. Gundry sobre el concepto paulino de soma. 5) La resurrección implica, más allá de esta supervivencia, la unión del elemento que sobrevive con su propio cuerpo (transformado a imagen de Cristo glorioso en el caso del justo), sea cual fuere la explicación teológica que se dé a la afirmación dogmática de la identidad numérica entre cuerpo terrestre y cuerpo resucitado» (ibid., pp. 183-185). El autor aduce para cada aserto ricas citas bibliográficas como sólidos puntos de apoyo de su posición doctrinal y concluye diciendo: «La teología cristiana primitiva nunca concibió la resurrección independiente de la carne que se corrompe en los cristianos, aunque era consciente de las dificultades especula­ tivas subyacentes a esta fe. Incluso. para cerrar el paso a la tendencia gnóstica ya aludida se introdujo en el antiguo simbolo romano la fórmula 'resurrección de la carne' en lugar de 'resu­ rrección de los muertos'. A esta fe cristiana en la resurrección de la carne quiero ser siempre fiel, también en las consecuencias que de ella se derivan para entender el dogma de la Asunción» (p. 188).

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ricidad así entendida radica el fundamento intrínseco para que pueda darse , de hecho y de derecho , un cambio en la imagen de la Iglesia 7 • Conviene, no obstante, tener bien presente este dato a la hora de examinar las desenfocadas aplicaciones que

del mismo se han derivado y, ciertamente, no por culpa de los

2. 0

eclesiólogos . Los cambios que ha experimentado la imagen de la Iglesia se han hecho particularmente patentes en el período histórico

transcurrido del Vaticano I al Vaticano 11. El estudio crítico de estos cambios se ha abordado en el doble plano teológico8 y «filosófico» 9 • Se ha pretendido concretar la imagen de la Iglesia princi­ palmente en cinco tipos o. modelos:

Institución, Comunión

_mística , Sacramento, Heiralldo o Anunciadora de la Palabra y Servidora de la humanidad. La imagen «ideal» o auténtica sería la suma de los valores tipificados en cada imagen con­ creta. ¿Caben, aparte de los modelos ofrecidos en una Eclesio­ logía comparada, otros modelos no teológicos o bíblicos, es decir, otros

sistemas de modelos?

O'Meara distingue cuatro

sistemas de modelos y cinco estructuras filosóficas distintas1 0 •

El estudio del influjo de estructuras metafísicas, sociológicas o políticas en la historia de la Iglesia es tan amplio como la misma historia de la eclesiología. Aunque la esencia de la 7 Cfr FRIES, H. , Cambios en la imagen d� la Ig1esia, en «Mysterium SalutiS» t. IV/1 (Madrid, 1973), pp. 231 SS. 8 DULLES, A. , Modelos. de la Iglesia, Ed. «Sal Terrae», Santander, 1975. . . 9 Cfr O'MEARA, Th. , Phzlosophz·cal Models z"n Eccleszology, en «Theologz'cal StudieS», 39 (1978), pp. 3-21. 10 He aquí en síntesis el razonamiento del teólogo dominico: «El libro de A. Dulles, Models of the Church. A comparative ecclesiology z'n ft'1.1e major approaches or models, ofrece una idea simple pero fructuosa. Tres de los modelos de Dulles -servidora, proclamadora, cuerpo- son originalmente bíblicos. El cuarto -Institución- se ha sacado en parte de la ciencia política mientras que el de sacramento es el resultado de siglos de reflexión teológica. . . ¿Hay otros modelos de Iglesia, no modelos teológicos o bíblicos, sino otros sistemas de modelos? Cierta­ mente los hay y ejercen un gran influjo en todos los aspectos de la Iglesia, desde la curia romana al consejo parroquial. Estos otros modelos se han sacado de la filosofía, de la ciencia política, de la sociología o de la teoría del gobierno. Su influjo es de tal magnitud que pueden ayudar o impedir el desarrollo de modelos más bíblicos o pastorales. . . Por lo menos cuatro sistemas de modelos distintos se emplean al presentar la teología católica de la Iglesia romana. Todos han sido utilizados para explicar la historia. y la estructura de la Iglesia. El pn·mero incluye imágenes que el mismo Nuevo Testamento usa para describir la Iglesia. El segundo se saca de la tradición teológica de la Iglesia, de su reflexión sobre su ¡propia naturaleza. En el tercer tipo de modelos puede apreciarse influencia de determinadas culturas y filosofias no cristianas en la concepción eclesioiógica... El cuarto grupo de modelos viene de las ciencias sociales y de comportamiento: de la sociedad, de la ciencia política, de las teorías de la organización y del gobierno. . . Los modelos filosóficos no son imágenes o símbolos, sino estnicturas que hacen patente y que estructuran la realidad. Tienen su origen, en la estructura ontológica de las relaciones mentales y realeS». (Cfr Modelos filosófz'cos en eclesiología, en «Selecciones de Teología» vol. 19, n. 0 73 (1980), pp. 80-81).

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Iglesia permanece inalterable , son cambiables las formas de la cultura que puedan influir secundariamente en el cambio de imagen de la Iglesia . Algunos se apoyan en los diferentes sis­ temas de modelos y en las distintas «estructuraS>> que ayudan a explicar los paradigmas his1tóricos eclesiales, para sacar deduc­ ciones inadecuadas en campos tan variados como son la confe­ sión de la fe, la reflexión teológica y la expresión artística .

3. 0

Lógicamente, estas deducciones afectan también a la mario­ logía y al culto mariano. A través de lo dicho hay que enjuiciar ahora un tercer dato: hablando del «misterio de María» se ha presentado a veces su puesto eclesial como algo oscilante o desvaído. En virtud de los cambios eclesiales de imagen y del influjo de las formas cul­ turales en la expresión de la fe mariana, hablan

como si desconoderan

algunos teólogos

la exacta y obligada dimensión

en que debe ser considerado el estudio de M aría:

Christi et Ecclesiae,

z'n mysterio

es decir, en el misterio de Cristo y de la

Iglesia . Aquí está su verdadero puesto y sólo en esta

do ble

como gustaba repetir Pablo VI en sus edificantes glosas catequéticas del capítulo VIII de la Lumen Gentium,

dirección,

hallaremos el sentido pleno de lo que Ella significa . Siguiendo la dirección cristocéntrica y eclesiológica se obtendrá siempre una profundización en la comprensión de los misterios de María. Basarse en los cambios de imagen de la Iglesia para no valorar debidamente

el puesto singular que Ella tiene

es cuando

menos una inconsecuencia y también una deslealtad a la ge­ nuina doctrina mariológica de la Iglesia . 4. 0

Surge ahora e l interrogante, contestado y a d e alguna manera en el párrafo anterior: revisando los datos suministrados por la historia de la eclesiología y observando en la actualidad la preferencia de muchos fieles por determinadas imágenes de la Iglesia , cabe preguntar si María, Madre del Señor y figura de la Iglesia , mantiene plenamente vigente su múltiple ejem­ plaridad cualquiera sea el modelo o imagen en que ésta se nos presente. La respuesta obviamente es afirmativa, sin sus­ pic aces reticencias y sin más límites que los contenidos en los datos revelados, interpretados por el magisterio auténtico de la Iglesia . Por tanto procede lo siguiente: María, Arquetipo de la Iglesia para la que es Modelo en todas las virtudes, tiene su puesto y significado en el conjunto de los paradigmas eclesiales que puedan darse, permaneciendo siempre actuante su nece­ saria función maternal, cualesquiera sean los cambios de

imagen que históricamente en ella se efectúen. Así, María es

426

EJEMPLARIDAD DE MARIA Y MODELOS TIPOLOGICOS DE LA IGLESIA

tan arquetipo de la Iglesia entendida en cuanto comunión mística como lo sigue siendo de la Iglesia entendida como pro­ clamadora de la Palabra, Servidora de la Humanidad o distri­ buidora de sus carismas. Si persisten ciertos equívocos en este aspecto, se deberán ciertamente a un defectuoso planteamiento de la cuestión,

como veremos enseguida en las reflexiones

que siguen. ¿ Cómo ha surgido entonces el equívoco sobre la supuesta o hipoté­ tica inadaptabilidad de la figura de María a todos los paradigmas ecle­ siales, equívoco o prejuicio que es totalmente extraño a la verdadera eclesiología y mariología? Es cierto que nadie se atreve a ofrecer una clara formulación de esta actitud tácitamente excluyente de «María, arquetipo de la Iglesia en todas sus imágenes o expresiones tipológicas concretaS>> , porque no se pueden aducir válidas razones, pero se advier­ te en algunos pastoralistas y estudiosos de la religiosidad popular una obsesiva preocupación por la praxis cristiana , relegando para el ámbito · de la espiritualidad la ejemplaridad maternal de María, como si ésta nada o poco tuviese que decir, po:r aducir un ejemplo, al «pentecos­ talismo católico» o «grupos carismáticos» . Pensamos que las principales raíces o razones del equívoco - susceptible de ser presentado bajo di­ versas formas - , son las siguientes: No se ha aplicado una criteriología exegética adecuada para interpretar la historia de la salvación y explicar el contenido de la revelación: faltando el enfoque «católico» , no ha podido llegarse a la recta comprensión del misterio y significado de María en la Iglesia . El equívoco se genera más bien en el campo bíblico-exegético. Se ha racionalizado la «marianización» del cristianismo como si se tratara de un fenómeno devocional, brotado originaria­ mente de la base , es decir «de abajo hacia arriba» y no en cambio, de un fruto del progreso de la fe eclesial, dinámica, actuosa, movida y vivificada por el Espíritu Santo que obra y alienta en la Iglesia 1 1 • El equívoco, en este caso, proviene pre­ ferentemente del área de ciertos estudios pastorales muy dados al uso y abuso del método estadístico. Se ha olvidado en la investiación teológica la norma· próxima del M agisterio eclesiástico, minusvalorando de esta manera las enseñanzas

pontificias y la interpretación

textos conciliares. El capítulo VIII de la

auténtica de los

Lumen Gentium

es,

11 Cfr E. LLAMAS, Significado y puesto de María en el misterio de Cristo y de la Iglesia en «La Virgen María en la Iglesia de hoy»: Colaboraciones de la Sociedad Mariológica Española al Año del Pilar, Zaragoza, 1972-1973, Suplemento de «Estudios Marianos» (Madrid, 1973), p. 17 .

427

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en verdad, un «cofre de tesoros» en frase de Pablo VI , pero lo es cuando se exploran a la luz de dicho magisterio. El equí­ voco procedería en esta hipótesis del campo teológico. No se han querido entender en toda su exigencia, ni aplicar en todo su rigor, los principios mariológicos confirmados por las últimas enseñanzas conciliares del S agrado Magisterio «regla 12 próxima y universal de la verdad revelada» • Muchas dificul­ tades hubieran desaparecido de haberse tenido presente la for­

mulación correcta del principio de analogía y de asociación, o del principio de singularidad aplicado a M aría: después de

Cristo ocupa en la Santa Igles-ia el lugar más alto y a la vez el más próximo a nosotros13• Los prejuicios en este caso provienen de algunas formulaciones eclesiológicas inadecuadas, con lógi­ cas repercusiones en la mariología.

Se han hecho excesivas concesiones en aras de un equivocado ecumenismo, olvidando que en el diálogo con los hermanos separados, es de todo pu n to necesario que se exponga toda la doctrina íntegra sobre M aría ya que nada es tan ajeno al ecumenismo como ese falso ·irenismo que daña a la pureza de la doctrina católz"ca y oscurece su genuino y deft'nzºdo sentido14• ¿ En qué debe consistir, consiguientemente, la búsqueda o tarea cla­ rificadora del mariólogo? Primeramente en proceder «per oppositum» a cuanto llevamos dicho señalando las raíces de los equívocos reales o posibles. Nos permitiríamos sugerir dos principales vías que garan­ tizan, con plena eficacia, la evitación o superación de los prejuicios y el progresivo enriquecimiento de la doctrina mariana. Estas vías o medios son, en nuestra opinión, la fidelidad al magisterio de la Iglesia en todas sus enseñanzas y la profundización de la doctrina mariológica sancionada por dicho magisterio , siempre bajo su guía orientadora. La verdadera significación de M aria en la historia de· la salvación sólo puede ser conocida, con certeza , por la vía de la

analogía, de la

aso ­

ciación y de la i'ntegraci'ón

de Maria en el misterio de Cristo. Solamente a la luz del magisterio auténtico nos es dado precisar las relaciones que

median entre María y la Iglesia, que no pueden establecerse sin error sino asentando previamente lo que cada uno es y representa15•

·

Tal es la única vía segura de profundicación y enriquecimiento sin riesgos de minimalismos o maximaHsmos que obedecen - cuando se 12 Pio XII, Mens. «lnter complureS», 24-X-1954. 13 Cfr Lumen Gentium, n. 54. PABLO VI, Alocución en el Concilio, 4-XII-1963: AAS 56 (1964), pp. 37. 1 4 Cfr Decreto «Unitatis Redintegratio», n. 11. 1 5 Cfr GARCÍA GARCts, N., Singularidad de la Santísima Virgen en «La Virgen Maria en la Iglesia de hoy», p. 57.

428

/Ir ,

EJEMPLARIDAD DE MARlA Y MODELOS TIPOLOGICOS DE LA IGLESIA

dan - a planteamientos desenfocad.os. Aunque para ser exactos «hoy no cabe hablar de maximalismos, porque sus tesis han sido refrendadas por el Concilio y los Papas. Ni vale la pena hablar de minimalismos porque se les ha quitado la carta de dudadanía» 1 6 •

2. María Virgen-madre y el misterio de la ekklesía como

una «maternidad virginah>

Al clausurar la tercera etapa conciliar, Pablo VI utilizaba, al ha­ blar del capítulo VIII de la damente significativo:

Lumen Gentium,

«Es la primera vez

un lenguaje extrema­

- y decirlo nos llena el

corazón de profunda emoción - que un Concilio Ecuménico presenta una síntesis tan extensa de la doctrina católica sobre el puesto que María S antísima ocupa en el misterio de Cristo y de la Iglesia» 1 7• Ana­ lizando atentamente el mencionado capítulo, observamos en efecto, que la síntesis es tan extensa como profunda . Tratándose de una Cons­ titución dogmática no se define, sin embargo, nada nuevo porque no fue ésta la finalidad del Concilio, pero ha suministrado a los marió­ logos una inconmovible plataforma para seguir estudiando los privi­ legios y oficios de la Virgen María. No se propone una doctrina com­ pleta sobre María ni se resuelven las cuestiones que aún no ha diluci­ dado plenamente la investigación de los teólogos1 8 , pero nunca en la historia de los Concilios se h abía mostrado con tanta riqueza doctrinal la figura de M aría. En este trabajo buscamos, en dirección eclesioló­ gica, toda la anchura y profundidad de su misión maternal. Creemos que la preciosa clave para formular, sin riesgos, las relaciones entre la ejemplaridad de María y los modelos tipológicos de la Iglesia, reside en dos textos, primorosamente labrados por los padres conciliares con paciencia de finísimos orfebres.

Ekklesía

Se nos presente el misterio de la

desde la doble perspectiva de su maternidad fecunda y de su

virginidad sin mácula, tipificadas en María «Virgen-Madre» : «La S antísima Virgen, por el don y la prerrogativa de la ma­ ternidad divina , que la une con el Hijo Redentor y por sus gracias y dones singulares, está también íntimamente unida con la Iglesia . Como ya enseñó san Ambrosio, la Madre de Dios es tipo de la Iglesia en el orden de la fe , de la caridad y 16 Cfr GARCÍA GARCÉS, N., ibid. , p. 59. BASILIO DE SAN PABLO: ¡Minimalismo? ¡Maxi1na­ lismo1 Vía media concz"liar, en «Estudios Marianos:• 29 (1967), pp. 297 ss. 1 7 Cfr discurso pronunciado el 21-XI-1964, en Concilio Vaticano JI, Constituciones. . . , B.A.C. , ibid. , p. 1.077, n. 21. 1 8 « Quin tamen in animo habeat completam de Maria proponere doctrinam, atque quaestiones labore theologorum nondum ad plenam lucem perductas dirimen�», L . G . , n.0 54. • • •

429

ANDRES MOLINA PRIETO

de la unión perfecta con Cristo. Pues en el misterio de la Iglesia , que con razón es llamada también madre y virgen, precedió la S antísima Virgen, presentándose de forma emi­

nente y singular, como modelo tanto de la virgen como de la Madre» . «La Iglesia, contemplando su profunda santidad e imitando su caridad y cumpliendo fielmente la voluntad del Padre, se hace también madre mediante la palabra de Qios aceptada con fidelidad , pues por la predicación y el bautismo engendra a una vida nueva e inmortall a los hijos concebidos por obra del Espíritu Santo y nacidos de Dios. Y es igualmente virgen que guarda pura e íntegramente la fe prometida al Esposo y a imitación de la Madre de su Señor, por la virtud del Espíritu S anto, conserva virginalmente una fe íntegra, una esperanza

sólida y una caridad sincera» 1 9• Sobre cimientos patrísticos20 cuidadosamente escogidos se nos ofrece un denso texto mario­ lógico auténticamente interpretado por el luminoso magisterio de Pablo VI , en el que cabe destacar las siguientes coorde­ nadas doctrinales de primaria importancia:

) b)

la maternidad de María sobre la Iglesia; el oficio maternal de Maria, que es verdadera «mediación» y

e)

que perdura sin cesar; la asociación de María con Cristo en la obra redentora a la cual se consagró por entero, y cooperando eficazmente;

a

d)

la mediación de María subordinada a la de Cristo. Mediación que la Iglesia misma experimenta y recomienda a los fieles para que más estrechamente se unan al S alvador2 1 •

Creemos que en este doble marco histórico-salvífica y doctrinal se halla el nudo gordiano de las mutuas relaciones «María-Iglesia» . Es además el eje diamantino que pasa necesariamente por su divina ma­

ternidad. No deja de tener un significado profundo para la mariología - observa Laurentin - el hecho de que el Concilio, después de duras discusiones, decidiera integrar en la Constitución sobre la Iglesia el esquema mariológico que originariamente estaba separado22 • Ahora 1 9 Cfr Lumen Gentium, nn. 63-64. 2 º SAN AMBROSIO, Expos. Le. 11,7 y X,24,25: PL 15,1.555, 1810; SAN AGUSTtN, In lo. tr. 13,12: PL 35,1.499. Cfr Serm. 191,2,3: PL 38,1.010. SAN BEDA, In Le. Expos. 1 c. 2: PL 92,330. GODOFREDUS DE SAN VtcTOR, In Nat. B.M., ms. París, Mazarine, 1. 002, fols. 109r. GERHOHUS REICH, De Gloria et honore Füi'i Hominis, 10: PL 194,l.105AB. PEDRO DAMIANO, Serm. 63: PL 144,861 AB. ISAAC DE STELLA, Serm. 51: PL 194,l.863A. 21 Cfr GARCÍA GARCÉS, N., ibid., p. 59. 22 LAURENTIN, R. , María, prototipo e i·magen de la Iglesia, en cMysterium SalutiS» IV/2, p. 312�

430

EJEMPLARIDAD DE MARIA Y MODELOS TIPOLOGICOS DE LA IGLESIA

bien,

cuando se trata de examinar las relaciones de María con la

Iglesia , se impone distinguir tres vertientes o puntos de vista: histórico, estructural y funcional. El capítulo VIII funde o conecta las tres di­ mensiones de modo admirable, mostrando sus recíprocas implicaciones. Para nuestro objetivo , supuesta la evolución histórica de las relaciones entre María y la Iglesia , nos interesa revisar dichas relaciones en el plano estructural y funcional . Pero no es posible enfocarlas debida­ mente si no se encaja del mejor modo posible el lugar de la mariología dentro de la cristología, reafirmando que el «acontecimiento-Cristo» sucedió «no sin María» . La reflexión católica sobre su papel histórico­ salvífico descubrió, desde los comienzos, que la realidad no se agota en la afirmación de que la maternidad de María preparó al Hijo de Dios un cuerpo humano, cooperando de esa manera «dispositiva­ mente» a la encamación redentora. Se observó, que existía una vincu­ lación estrecha, esencial, entre esta maternidad corporal y la relación personal con el Hombre-Dios y se pensó que en ella se encontraba, en

germen, el sentido de la encamación23•

Müller destaca en la mariologfa la necesidad del «pensamiento simbólico» , como camino de acceso a la realidad, distinto del pensa­ miento causal, ya que aquél está fundamentado en la categoría filo­ sófica de «correspondencia» o analogía . Así como la maternidad cor­ poral de María es una afirmación causal, su maternidad espiritual necesita , para ser entendida, de cierto simbolismo si establecemos una relación entre la concepción de Cristo por María y la actitud metañsi­ camente receptora de la criatura frente al Creador. Está justificado afirmar que en la mariología opera. un simbolismo que representa no una comparación arbitraria sino una realidad metafísico-teológica y es lícito concluir que en la historia bíblica de la salvación se crean las bases simbólicas o reales para una exégesis teológica de la mater­ nidad divina24 • Las relaciones de índole estructural y funcional entre María y la

Iglesia suponen un evidente dato histórico-bíblico:

María pertenece a las tres fases de la historia de la salvación que son el tiempo anterior a Cristo, el período de la vida terrena de Jesús y el tiempo posterior a Cristo. La tradición patrística inmediata explicitó el lugar de estas relaciones partiendo del paralelismo y antítesis «Eva- María» . Ciertamente el primer fruto propiamente mariológico a partir del

siglo 11 es el paralelo entre Eva y Maria que aporta ya la primera analogía entre María y la Iglesia . Así como el primer texto posbíblico 2 3 MULLER, A., Puesto de María y su comparación en el acontedmiento-«Cristo», en «Mysterium SalutiS» III/2, pp. 404 ss. 24 Ibid. , pp. 407-408.

431

ANDRES MOLINA PRIETO

que conocemos sobre María es la frase de san Ignacio de Antioquía afirmando que la virginidad de M aría, su parto y la muerte de Cristo son «misterios que hay que anunciar a gritos: mysten"a kraugeS>>25• No es fácil deducir el pensamiento exacto de Ignacio, pero sorprende que enumere dos realidades marianas entre las verdades de la fe y es indu­ dable que el pasaje constituye en su conjunto el comienzo de una

reflexión teológica sobre los datos escriturarlos acerca de Marí a . Justino , aunque arranque d e otra. perspectiva e n s u Diálogo con Tnfón, completará el pensamiento de Ignacio desarrollando por primera vez 2 el paralelismo Eva-María 6 • Pero es sobre todo san Ireneo de Lión

quien expone con singular maestría la antítesis Eva-María utilizando el llamado «simbolismo didáctico» (pluralidad de comparaciones posi­ bles entre dos realidades que permite comprender mejor la exégesis bíblica de los Padres) ofreciéndonos uno de los pilares más sólidos de la teología y mariología católica2 7 • Aunque para los primeros Padres la «Nueva Eva» del segundo Adán, Cristo, era la Iglesia - hasta san Epifanio no aparece por primera vez María junto a Cristo, como la Nueva Eva - , la aportación más lograda de Ireneo a la mariología fue el descubrimiento de la analogía o uni­ dad de María y la Iglesia : se trata de la piedra básica para las doctri­ nas mariológicas más importantes que serán recogidas y desarrolladas en la tradición patrística posterior28 • Müller describe así el misterio de María en sus relaciones con la Iglesia tal como era creído por los fieles en el orbe católico a partir del C oncilio de Efeso, año

431:

«En

la fe del cristiano del siglo V se encuentra una Madre de Jesús a la que hay que considerar verdadera Madre de Dios que concibió y dio a luz virginalmente a Jesús, que permaneció Virgen y Santísima , que 25 Cfr Ad Efes. 19,1: J. A. FISCHER, Die Apostolischen Viiter griechich und deutsch, Munich, 1956.26 Diálogo con Trifón, cap. 1 00: PG 6,709-712. Se ha discutido mucho el genuino sentido de este paralelismo y antítesis en Justino. Prescindimos de la bibliografía sobre la controversia: Cfr A. MULLER, ibid., pp. 410 ss., donde se aducen los motivos de la vinculación estrecha entre la argumentación de Justino con el protoevangelio de Gn. 3, 15, resumiendo así su opinión: «Po­ demos aceptar como la conclusión más orgánica que la exégesis de Justino es mesiánica y que ya él fundamenta el paralelismo Eva-María en el protoevangelio» (p. 413). 2 7 A. MULLER, después de analizar los principales pasajes de Ireneo en A dv.Haer. y Demons­ tratz·o, condensa así la antítesis «Eva-María» hecha por san Ireneo: «a) Eva abrió a la serpiente el camino hacia la humanidad y trajo de esa manera la muerte. María dio a luz a Cristo, ·que aplastó la cabeza de la serpiente, trayendo de ese modo la vida; b) la actitud interior de Eva era de falta de fe y, consecuentemente, de desobediencia a Dios. La actitud interior de María era una actitud de fe en Dios y, por consiguiente, de obediencia; c) la acción de Eva comenzó con las palabras malignas de un ángel malo. María comenzó oyendo las palabras buenas de un ángel bueno; d) Eva cuando ocurrió esto tenía ya esposo, pero era todavía virgen. María tenía igual­ mente esposo y era, no obstante, virgen» (ibid., p. 413). 28 Cfr A. MULLER, ibid., pp. 414-415. A. MULLER-H. COATHALEM, Le parallelisme entre la saznt Vierge et L'Eglise dans la tradz"tion latine jusqu'a la fin du XII sükle, «Analecta Gregoriana» 74, Roma, 1954 y «Etudes Mariales» 9-11, París, 1951-1953.

432

EJEMPLARIDAD DE MARKA Y MODELOS TIPOLOGICOS DE LA IGLESIA

por el fruto de su vientre apartó de la humanidad la maldición de Eva y que fue prototipo de la Iglesia, Madre y Virgen» 29• No deja de ser relevante que un año antes del Concilio de Efeso fallecía Agustín de Hipona, en cuyo legado doctrinaJl mariológico destaca con poderosos rasgos la figura de María Virgen y Madre como tipo de la Iglesia . La Teología mariana de los Padres de Occidente llega en él a su más alta cumbre y ha inspirado inequívocamente a los redactores del capítulo VIII de la Lumen Gentium, lleno de claras referencias terminológicas a numerosos pasajes suyos 30 • Sin embargo, justo es decir que san Agustín inspiró también su grandiosa concepción de la M adre-Virgen en las aguas de la tradición post-apostólica representada principalmente en Hipólito de Roma, «griego en la expresión y en el pensamiento» , según Quasten. Para Aldama, quien ha estudiado a fondo los elementos mariológicos de la primera predicación de la Iglesia en el Símbolo de la

Tradit1:0 A pos­

de Hipólito, María se nos presenta ante la fe eclesial de princi­ pios de siglo 111 como la «Madre- Virgen»: estudiada de cerca esta ma­

tóli"ca

riología primitiva se descubre inmediatamente que María tiene un puesto en el Símbolo precisamente por su relación con Jesús 3 1 y de esta esen29 Ibid. , p. 41 5 . 3 0 C fr FOLGADO FLóREZ, S., María Virgen y Madre de Cristo, tipo d e la Iglesia según san Agustín, en «Scripta de Maria», Anuario II� ( 1 980), pp. 87-122. Se trata de una tesis claramente perfilada en la mariología agustiniana aunque es necesario insistir en que el concepto de mater­ nidad virginal lo estudia san Agustín en relación con el destino y función que la Virgen desem­ peña en la Historia Salutis. Cfr FoLGADO FLóREz, S., Dinamismo católi"co de la Iglesia en san Agustín, El Escorial 1 97 7 , pp. 254 ss. El obispo de Hipona es bien terminante en fijar la esencial tipología de estas relaciones entre María y la Iglesia. «La Iglesia es verdadera esposa de Cristo, porque en ella y a través de ella, virgen y madre a semejanza de María, su figura y modelo, da Cristo la vida sobrenatural a los regenerados por el bautismo» (Cfr FOLGADO FLóREZ, María Virgen y Madre. . . , ibid. , p. 1 2 1 ) . Los textos agustinianos n o permiten l a menor duda: c fr Serm. 1 1 9 , 4: P L 38, 6 7 4; Tract. in lo. 1 1 , 1 0 : PL 3 5 , 1 . 480; z"bz"d. , 1 2 , 2 : PL 35 , 1 . 484. De aquí la exclusividad tipológica total de María que nunca puede ser agotada en su plenitud de significación y de figura: «Solamente es Ma­ ría, por tanto, Madre y Virgen según el cuerpo y según el espíritu: Madre de Cristo y también Vir­ gen de Cristo. Mas, · la Iglesia en los santos que han de poseer el Reino de Dios, es según el Espíritu, toda ella Madre y toda ella Virgen de Cristo; pero no es toda ella según el cuerpo, pues en algu­ nos miembros es Virgen de Cristo y en otros es Madre, pero no de Cristo» (De Sancta virginitate 6 , 6 : PL 40 ,399). Por lo demás es una «Constante» agustiniana que el misterio y la vida de la Iglesia copia el modo de ser y las actitudes evangélicas de la Virgen: «De todos los Padres de la Iglesia nadie ha descrito esta semejanza entre las dos Vírgenes y Madres (María-La Iglesia) con tanta insisten­ cia como san Agustín. Lo repite, por decirlo así, en toda ocasión: en sus Comentarios a los Salmos, en los Sermones al pueblo y en los escritos catequísticos y dogmáticoS» (cfr TERRIEN, J. B., La Mere de Dzºeu et la Mére des hommes d'aprés les Peres et la Theologie, IV, París, 1 927, vid. 3.ª ed. española, Fax (Madrid, 1 948) p. 9. La doctrina conciliar del capítulo VIII, nn. 63-64, está calcada sobre el trasfondo teológico de este pensamiento agustiniano: Si ergo membra Christi· parit, Mariae sz·mmi·ma est: Si engendra a los miembros de Cristo, es por eso mismo el verda­ dero retrato de María, cfr Serm. 2 1 3 , n. 7: PL 38, 1 . 06 4. 3 1 Cfr DE ALDAMA, J. A. , María en la Patrística de los siglos l y JI, B.A.C. 300 (Madrid, 1 969), pp. 8-9. El texto del Símbolo recogido en la Traditio Apostolz"ca a través de una versión

43 3

ANDRES MOLINA PRIETO

cial vinculación cristológica irradiará en san Ireneo, y dos siglos más tarde en san Agustín,

la conexión eclesial como una transparente

deducción teológica. Desde la consumación de la vida terrena de Maria y su glorifica­ ción espiritual y corporal junto a Cristo Redentor - asunta en cuerpo y alma a la gloria celestial32 - queda convertida para la Iglesia en su pleno signo , tipo y figura. Dentro de la perspectiva escatológica de la glorificación total de su persona debe �xplicarse la relación estructural y funcional con la Iglesia . La

Ekklesía

d e l a Nueva Alianza constituye u n verdadero misterio

desde cualquier ángulo en que se la examine y así aparece en cada escrito neotestamentario : se aportarán nuevos matices o tonalidades diferentes a la par que se notará mejor «el progresivo despliegue de la reflexión teológica» , pero los datos esenciales sobre la

Ekklesía

per­

manecen siempre el mismo e idéntico misterio que, siendo aconteci­ miento salvífico de Cristo, hunde sus raíces dentro de la única

Salutis,

Historia

en el Israel de la Vieja Alianza . Porque según el conocido prin­

cipio agustiniano en el VT está latente el NT, mientras en éste se halla el VT33• L as diferentes imágenes de la Iglesia son como diver­

patente

sas refracciones lumínicas del único e indivisible misterio. Si nos fija­ mos, por ejemplo, en la línea eclesiológica dominante expresada en la concepción de san M ateo, veremos que acentúa la presencia místico­ cultual y dinámico- activa del Señor en la

Ekklesía 34•

latina de la que Dom Botte (cfr La Tradition ApostoHque de saznt Hippolyte, Münster, 1963, pp. XVII-XXIX) ha llamado «colección tripartita», se encuentra al describir el rito bautismal. Después de la priIT?-era inmersión se pregunta al que se bautiza: Credis in Christum Jesum, Fz"lt"um Dez: qui natus est de Spiritu Sancto ex Maria Vz"rgtne, et crucifzxus sub Pontz"o Pilato. . . ? ( Tradz"tio Apostolz"ca 21, S. Chr. 11, 50-51). Tenemos aquí, observa Aldama, una expresión com­ pendiada de la primera mariología cristiana, ta.l como existía a principios del siglo 111. En ella se introduce a Maña como Madre de Jesús: del mismo Jesús que es Hijo de Dios y es el Jesús histórico de nuestros Evangelios. La relación ciristológica de la fórmula litúrgica bautismal, recogida por Hipólito, presenta dos características concretas: a) Maña es la Madre de Jesús, ver­ dadera Madre de la que El procede: natus e.ic. Maria; b) Pero Maña es Madre- Vfrgen. Este nuevo rasgo se expresa no sólo en la fórmula ex Maria Vfrgzne, sino también afirmando posi­ tivamente que en la concepción de Jesús interviene el Espíritu Santo: natus de Spfrz"tu Sancto ex Maria Virgz"ne. La maternidad y la virginidad quedaban pues, claramente expresadas en la fórmula de la Traditz"o Apostolica de Hipólito, de singular interés, ya que subraya por igual la verdad de la maternidad de Maña y su carácter virginal (cfr María en la Patrística de los siglos I y//, pp. 8ss). 32 Bula Munificentissz"mus Deus, de 1 de noviembre de 1950: DS 3.903. 33 Cfr SAN AGUSTIN, ·Quaest. in Hept. 2,73: PL 34,623. Constitución Dogmática Dei Ver­ bum, 16. 34 R. SCHNACKENBURG resume así la visión de la Ekklesía de Cristo por parte de san Mateo que da a la Qahal Yahweh, o Ciudad Santa, un sentido nuevo y más profundo: La Iglesia está cierta de la presencia de su Señor y, por cierto (prescindiendo de la Santa Eucaristía), de una doble manera: se da una cercanía místz"ca asequible en la oración comunitaria (v. 20), a saber: cuando dos o tres se hallan reunidos en su nombre, allí está el Señor en medio de ellos (v. 20), al modo como según la creencia judía, la shekhina está presente en medio de dos o más hombres que se ocupan comunitariamente del Torah. Pero hay algo más: el Señor resucitado promete a «• . •

434

EJEMPLARIDAD DE MARIA Y MODELOS TIPOLOGICOS DE LA IGLESIA

Situándonos en el misterio de la Iglesia como «maternidad virginal» a semejanza de María,

Madre y Virgen, se nos desvela de alguna

manera la inefable grandeza de la

Ekklesía

de Cristo, por más que

quede siempre en la penumbra su íntima razón de ser. En el proceso de la historia de la salvación,

las relaciones de índole estructural

«María-Iglesia» , desde la doble vertiente de la maternidad y virginidad, no son fáciles de precisar con total adecuación y exactitud. Laurentin ofrece, como resultado de posibles análisis, cuatro fórmulas antinómi­ cas distintas:

e)

a)

María precede a la Iglesia ;

b)

La Iglesia está en M arí a ;

María está e n la Iglesia; d ) María es la Iglesia . C ada fórmula ofrece sus ventajas y también sus limitaciones si no

se matizan los conceptos. En todo caso son mutuamente complemen­ tarios y, por tanto, recíprocamente interdependientes. Esta recíproca implicación nos permite entender que María y la Iglesia son en el fondo algo idéntico en la misma comunión con Cristo, desde la que se destacan los rasgos peculiares de María y la Iglesia . Su conjunto expre­ sa la realidad total del misterio de María en su relación estructural con el misterio de la Iglesia . En resumen cabría afirmar que «si con­ templamos la Iglesia de los redimidos en su comunión con Cristo, María es su prototipo y su modelo .. Esta identificación llega hasta lo más hondo, pero no excluye dos diferencias relacionadas, por una parte, con la excelsa función de María y, por otra, con las formas temporales e institucionales de la J[glesia que representa a Cristo en la tierra de modo visible y oficial. Módulo de esta relación es la entrega que hace Dios de sí mismo : Cristo Redentor y el Espíritu Santo , frente a los cuales María y la Iglesia son algo totalmente relativo» 35 • Por lo que toca a la relación funcional entre María y la Iglesia ,

e s obvio afirmar que tienen como base la misma identidad fundamen­ tal, las mismas diferencias y la misma dependencia respecto de Cristo

y del Espíritu36 • Lógicamente la Iglesia se une a María en su plegaria continua , mientras María asiste a la Iglesia sin cesar, pero no puede minimizarse este poder mediador de intercesión desligándolo de su fun­ ción maternal On

19,25

ss. ; cfr

12,J 7)

que le hace ocupar un lugar

singularísimo y a la vez ejemplar en el cuerpo místico de Cristo. Su solidaridad con todo el género humano redimido obedece a una ley constante del plan salvífico: cuanto más unido está un hombre con Dios y más invadido se halla por la gracia tanto más unido está con los demás hombres. Ella, en función de su maternidad espiritual y como exigenci a de su sus apóstoles estar en medio de ellos o, mejor, con ellos ( meth'hymon) todos los días hasta el final de los tiempos (Mt 28,20). Citado por A. PINTÓN, La Iglesia de Cristo, B.A.C. maior, 15 (Madrid, 1977), p. 420. 35 Cfr R. LAURENTIN, María prototipo e imap;en de la Iglesia, ibid. , pp. 319-320. 36 Cfr R. LAURENTIN, ibid. , pp. 320 ss.

435

ANDRES MOLINA PRIETO

maternidad divina es el necesario y permanente prototipo para todos aquellos que Cristo llama a participar en la obra de la salvación por los. cuales intercede sin intervalos. 1Lo importante en esta función ma­ ternal intercesora no es su explicación por vía de representación «ecle­ siotípica» o «cristotípica» , ya que ambos esquemas son, en definitiva, intentos precarios de reproducir una realidad espiritual inabordable. No se trata de captar un modelo mecánico de transmisión - advierte acertadamente Laurentin - sino de una

communio

teologal perfecta

por la que M aría coopera eficazmente en la aplicación de los frutos de la redención . La cuestión más importante no reside en responder a esta pregunta : si el papel de María se limita a su intercesión por nosotros ante Cristo, que es el único que actúa sobre la Iglesia, o si M aría lleva a C risto las oraciones de los hombres y Cristo hace descen­ der su gracia a través de María como a través de un canal o acueducto. No procede a este respecto preguntarse si María está más en el lado de Cristo que en el lado de la Iglesia, ya que este interrogante de plan­ teamientos equívocos parciales, según las distintas ópticas, carece de sentido. Hablar de María «Virgen- Madre» en el misterio de Cristo y de la Ekklesía contemplada como una «maternidad virginal» es ex­ presar sin ambages ni sutilezas ambiguas esta verdad fundamental: Cristo es el tipo, el modelo, el prototipo y el Redentor tanto de María como de la Iglesia y sólo en Cristo y en el Espíritu Santo puede ser considerada la figura de María como el genuino prototipo y M adre de la Iglesia 37•

3.

María arquetipo perfecto de l os diferentes (Madrid, 1 975), pp. 421 -426. 58 Const. Dogm. Lumen Gentz"um, n. 65.

445

A N D R E S \1C H I N A P R I ETO

de hoy mutuamente complementarios. Si la tipología de María en re­ lación con la Iglesia es tema eminentemente patrístico, la imitación de María desde san Ambrosio es una «constante» de la espiritualidad católica con variables matices secundarios según los tiempos59 • La Igle­ sia atisbó siempre el puesto de María en la economía de la salvación. Por otra parte tanto ha destacado en el pueblo cristiano y ha gozado de tan alta consideración en la Ortodoxia que Alexis Kiazaff ha podido hablar de una

omnipresencia

modélica e intercesora de María,

«la

primera colaboradora en la obra de la salvación» , en la piedad y en la liturgia oriental . porque desde allí difunde su irradiación sobre toda la Iglesia y sobre todos los cristianos60 . Ciertamente , si el magisterio vivo de la Iglesia , arrancando de la Revelación y de la Tradición, ha precisado el lugar privilegiadamente único de María en el misterio de Cristo y de la Iglesia , no lo ha hecho sólo por un prurito de clarificación doctrinal sino para indicar el puesto que , en consecuencia con dicha doctrina, debe ocupar también en la vida espiritual de cada cristiano . La ejemplaridad mariana en el dinamismo y actividad perfeccio­ nadora de la Iglesia no puede reducirse a una mera enseñanza conci­ liar sino que ha de traducirse en una profunda toma de cónciencia por parte de pastores y fieles para situar a María en el verdadero puesto que le corresponde como enseña el Concilio� La predestinación de María, su maternidad divina y la cooperación eficiente a la obra reden­ tora en íntima unión con Cristo, la han convertido en una criatura del todo singularísima y miembro sobreeminente de la Iglesia . Con sobrada razón insistió tanto Pablo VI en est� sólida directriz marioló­ gíca6 1 . La ejemplaridad mariana en sus relaciones con el dinamismo interior y apostólico de la Iglesia , examinada desde otro ángulo, es una consecuencia inmediata de su maternidad espiritual en que caben distinguir mariológicamente varias fases62 pero cuyo ejercicio y función no tiene fin: perdura sin cesar desde el momento del asentimiento 59 A LDAMA. J A de. ibid . pp. 296- 297 . 6° K IAZEFF. A . . La Madre de Dzos, en «La Virgen María» , Ed. Mensajero, p. 1 89 . Citado por E. L LA MAS, Szgnzfzcado v puesto de Maria en el misterio de Cristo . . . , ibid. , p. 26. 61 Tanto la Exhortación Apostólica Si"gnum Magnum ( 1 967) como la Marzalis cultus ( 1 974) constituyen una admirable interpretación auténtica de algunas directrices mariológicas del capi­ tulo VIII de la Lumen Gentzum, y un enriquecimiento doctrinal con acertadas aplicaciones pastorales. 62 El P. M Ll,amera, partiendo de santo Tomás, distingue cinco fases en la maternidad espiritual de Maria: 1 . ª) disposi"tiva en cuanto desde su concepción estaba dispuesta para ser Madre adecuadamente; 2 . ª ) constitutiva esenáal por la presencia del Hijo de Dios encarnado en su seno; 3. ª) consecutz·va en su colaboración con Cristo, desde la encarnación hasta la cruz; 4. ª) consumati"va mediante su permanencia compasiva y oblativa en el Calvario, y 5, ª ) ,disposz"tz"va en la distribución tanto de la gracia regenerativa inicial como de todas las gracias que contri­ buyen a su crecimiento y perfección; cfr La Santíst·ma Vfrgen María y l,a Iglesia, ibid, , pp. 1 . 022- 1 . 024.

446

EJEMPLARIDAD DE MARIA Y MODELOS TIPOLOGICOS DE LA IGLESIA

que prestó fielmente en la Anunciación y que mantuvo sin vacilar al

pie de la cruz hasta la consumación perpetua de todos los elegidos6 3 •

En tres documentos pontificios de relevante importancia abordó el Papa Pablo VI la ejemplaridad espiritual y moral de María para con la Iglesia y con todos los c:ristianos: Encíclica Ecclesiam suam, Exhortación Apostólica Szgnum Magnum y Exhortación Apostólica cultus64 • Los dos últimos deben ser entendidos y utilizados

Marialis

como una interpretación auténtica de la doctrina mariológica de la Lumen Gentz"um. La línea doctrinal del Concilio, que expone con tanta claridad la estructura íntima de la tipología «María- Iglesia» , caía ciertamente fuera del horizonte de la

Eccleszam suam

y, en conse­

cuencia, no se recogen en la Encíclica los dos aspectos constitutivos de su ejemplaridad total con relación al ser íntimo de la Iglesia y su función santificadora. El Papa se. ciñe al aspecto ético-moral, al esfuer­ zo de imitación de las virtudes de la Virgen, a la ejemplaridad con que actúa en ella para ayudarla a realizar el ideal de santidad a que está divinamente llamada. María se muestra modelo de la perfección y espejo limpio de todas las virtudes. Es además Maestra de vida espiri­ tual, ya que bajo la acción constan1te de su causalidad ejemplar pere­ grina hacia Dios haciéndose cada día más inmaculada, más perfecta y más santa 65 • En la Exhortación Szgnum Magnum se acentúan los tonos de la imitabilidad de María por parte de la Iglesia que contempla en ella su perfecta madre espiritual, su modeladora interior y su completa 63 Cfr Lumen Gentium, n. 54. 64 Cfr Litterae Encyclicae Ecclesiam suam de quibus viis catholicam Ecclesiam in praesenti munus suum exsequi oporteat, 6 augusti 1 964 : AAS 56 ( 1 964), 609-659. Adhortatio apostolica Signum Magnum de Beata Virgine Maria Matre Ecclesiae omniumque virtutum exemplari, veneranda atque imitanda, 1 3 maii 1 967: AAS 59 (1 967), 465-47 5 . Adhortatio apostolica Marz'alis cultus de Beatae Mariae Virginis cultu recte instituendo et augendo, 2 februarii 1 974: AAS 66 ( 1 974) , 1 1 3- 1 68 ; Notitiae 10 ( 1 974), 1 5 3 - 1 9 7 . 65 Ofrecemos u n texto d e la Encíclica perfectamente significativo d e cuanto venimos afir­ mando: «Haec vobis proposita excelsae humilisque christi'anae perfectt"onis imago, mentem Nos­ tram ad Mariam Virginem sanctissimam sponte appeHit; ipsa enim plene ad mirandum modum hanc perfectionem in se retulit, immo ad eius normam his in terris suam vz'vendi rationem ins­ tituit, atque nunc in caelesti sede eiusdem fruitur fulgore ac beatitudine. Hisce nostris temporibus in Ecclesia pietas et cultus Deiparae feliciter florent; quare, hac oblata opportunitate, libenter illuc animum intendimus, ut in santissima Virgi[ne Maria, Christi Genetrice, atque adeo Dei hominumque Matre, absolutissimum chrzstianae perfectionis exemplum, germanarum vi·rtutum speculum, atque humanae naturae prodigiale specimen, admiremur. Persuasum Nobis est, Dei­ parae cultum plurimum prodesse ad evangelicarn disciplinam exercendam; quamobrem, cum in sanctis divini Servatoris locis peregrinati sumus, ah ipsa - quae est inter omnes beatissima, suavissima, humillima atque zncontaminata, quippe cui privilegium collatum sit aeterno Dei Verbo camem, primigeniae innocentiae fulgentem pulchritudine, ministrandi veram christianae legis professionem discere studuimus; ad eamdem nunc supplices convertimus oculos, tamquam ad amantissimam vz'vendz' magistram, dum vobiscum, Venerabiles Fratres, sermonem habemus de Ecclesiae sanctae vita, quoad pietatem et mores renovanda» , cfr Enchiridion Vaticanum 2, 1 0 . ª ed. (Bologna, 1 976), n. 1 88. (El subrayado es nuestro).

447

ANDRES MOLINA PRIETO

educadora de insustituible influjo66 • En la

Marzal'is cultus

aparece,

como idea predominante desde el lado de la ejemplaridad, la figura de la Virgen «modelo de la Iglesia en el ejercicio del culto» , como ejemplo de la actitud espiritual con que la Iglesia celebra y vive los divinos misterios, pues ha de reflejar lo más adecuadamente posible la actitud de María durante su vida peregrina, en el orden de la fe, de la caridad y de la perfecta unión con Cristo. Los cuatro aspectos de imitabilidad cultual de María, enumerados por Pablo VI - Virgen

oyente, Virgen orante, Virgen Madre y Virgen oferente, íntimo mag'isterzºo espi·rz·tual en las almas - encierran

su

además de eficacísimas

aplicaciones para el dinamismo testimonial y operante de la Iglesia que ha de fijarse con creciente atención y amoroso interés en su verdadera M adre y Maestra de vida espiritual6 7 • La ejemplaridad en línea de virtudes que mantiene María en el

quehacer apostólico de la Iglesia- Misterio,

entendida b ajo diversas

imágenes,

Nuevo Pueblo de Dios,

como Esposa de Cristo,

Madre,

Cuerpo Místico, Columna y Fundamento de la Verdad, o bien como otras diversas afirmaciones bíblicas, nos exige tratar sobre todo, de­ jando aparte otras útiles consideraciones, dos aspectos que juzgamos de especial interés: nos referimos a las funciones o planos de eficacia en que puede actuar dicha ejemplaridad moral de María y las principales aplicaciones concretas que se derivan de su condición modélica para el desarrollo de las funciones pastorales de la Iglesia . Abordamos, sin­ téticamente, ambas cuestiones.

a) Presencia eficaz de María

com,;¡>

ejempw de perfección

en

Ui Igksia

Si María resplandece como modelo acabado de virtudes para toda la comunidad de los elegidos y «acompaña con amor fraterno a la Iglesia peregrina» , se desprende la necesidad de la espiritualidad ma­ riana y la eficacia de su presencia en el dinamismo renovador de la misma Iglesia que imita el amor maternal de María en su función apostólica . Nos parece que la ejemplaridad múltiple de María en sus mediaciones eclesiales podrían desplegarse en las siguientes vertientes o direcciones que exponemos casi de manera esquemática para no extendernos excesivamente en este estudio.

1. ª

Ejemplaridad z"lumznadora

El Vaticano II promovió un laborioso proceso de «aggiornamento»68 , pero esto no siempre se ha entendido ni se ha aplicado «secundum 66 Enchiridion Vaticanum, 2, 1 . 1 7 9 . 67 Cfr Marialis Cultus, n. 0 16, Enchiridion Vaticanum, 5, nn. 4 1 -4 7 . 6 8 E l término aggiornamento · en el context!> de las enseñanzas pontificias quiere decir algo más que una simple «renovación», o una litera][ «puesta al día», o una fria «reforma,.. Es, desde luego, todo eso y también algo más, incluido en el afortunado vocablo, lleno de luminosidad

448

EJEMPLARIDAD DE MARIA Y MODELOS TIPOLOGICOS DE LA IGLESIA

scientiam» , es decir, según la discreción espiritual o «discreta caritaS>> , al no tener en cuenta lo que exigía la prudencia y verdadera caridad69 •

Se ha hecho efectivamente la crítica de todo y se ha querido revisarlo

todo, pero se ha hecho con tal intemperancia e indiscreción que se ha producido un grave confusionismo ,

una enorme desorientación

doctrinal, dogmática y moral junto con una desconfianza en las es­ tructuras de la Iglesia70 • Es cierto que nos encontramos actualmente en la Iglesia en presencia de una situación grave en algunos aspectos que conciernen a la fe católica. Es por tanto necesario reflexionar y meditar con humildad y prudencia para acertar a discernir, en las corrientes de la teología contemporánea , lo que verdaderamente es conforme con el sentido de la Iglesia y de la Revelación y aquello, por el contrario, que representa deforrnaciones y desviaciones en materia de fe y moral7 1 • Es innegable que la genuina ejemplaridad mariana, nutrida en las fuentes reveladas y en la Liturgia, dirigida por el M agisterio que ha acentuado, en la práctica de la devoción a la Virgen, la doble dirección cristológica y eclesiológica vivida de modo bíblico y litúrgico,

nos

acercará a María, Madre de Jesucristo y Madre nuestra, para apreciar más y mejor el «sensus Ecclesiae» , evitando cuanto de una manera o de otra se opone a la verdadera doctrina y a la auténtica reforma. La eficacia iluminadora de la ejemplaridad mariana es históricamente bien manifiesta en aquellos miembros de la Iglesia que más se desta­ caron por su vida y por su obra. La maternidad espiritual de María

es ejemplarmente iluminadora y la ciencia religiosa del misterio de

María ha de iluminar, de modo necesario, la vida ascética y eclesial ayudando a resolver «secundum scientiam» todas las dificultades y a superar todas las tensiones negativas . 2

. .

ª

Ejemplaridad 1:n tegradora

La presencia modélica e intercesora de María no sólo nos hace sen­ tirnos orientados por tanta luz sobrenatural como dimana de la gozosa contemplación de Nuestra Señora 72 sino que nos ayuda a integrar en y optimismo en la mente de Juan XXIII. Con razón pudo decir Pablo VI a propósito del men­ cionado neologismo: «Parola questa che ha avuto l'onore di essere accolta dal nostro venerato e compianto Predecessore Giovanne XXIII , ed e st:ata da Luí iscritta nel programma del Concilio Ecumenico,., cfr Discurso a la XIII Reunión de Agg1:ornamento Pastoral de Italia, AAS 55 ( 1 963), p. 750 . 69 Cfr NICOLAU, M . , La crisis de la Iglesia, H.A.C . (Madrid, 1 972) , pp. 25-26. 70 Cfr NICOLAU, M. , lbid. , p. 10. 7 1 Cfr DANIELOU, J. , Secularización, Secuúirismo y Seculart"dad, en «Iglesia y Seculariza­ ción» , B . A.C. , Colección minor, 23, p. 1 3 . Creemos que, no obstante el contenido teológico­ pastoral de cuanto quiere expresarse en el término «aggiornamento» y a pesar de las últimas pro­ yecciones del mismo en el plano disciplinar, estructural, espiritual y hasta doctrinal, se ha incurrido en empleos y aplicaciones abusivas. Pablo VI lamentó varias veces estos abusos. 72 PABLO VI, Homz"lía en la jz"esta de la Asunción ( 1 5-8- 1966), «Ecclesia» n. 1 . 306, p. 1 3 .

449

ANDRES MOLINA PRIETO

nuestra vida todo lo bueno y positivo que nos pueda ofrecer un sano humanismo cristiano. Se ha dicho con fina intención que la gravedad de la crisis actual consiste en que se enfrentan dos teologías de signo contrario : una teocéntrica de dirección vertical y otra antropocéntrica de dirección horizontal. Es el enfrentamiento entre las dos tendencias llamadas escatologismo y encarnacionismo 7 3 . Tanto el Vaticano II como los últimos Pontífices han enseñado claramente la función del humanismo cristiano 74 que, en línea de equilibrio, es suficientemente capaz de evitar a toda teología de tipo vertical el peligro de ser «alie­ nante» y a la de tipo horizontal el grave riesgo de convertirse en una simple teología humanista olvidada de Dios 7 5 . En este tiempo en que la Iglesia experimenta como nunca la necesidad de conocer, de acer­ carse, de comprender, de penetrar, de servir, de evangelizar a la socie­ dad contemporánea alcanzándola casi en su rápido y continuo cam­ bio7 6, se impone acertar en la tarea de armonizar todos los valores en el difícil quehacer selectivo de la integración prudente. L as corrientes actuales de espiritualidad suscitadas en la Iglesia por el Espíritu S anto , en consonancia con nuevos factores y nuevas exigencias, pueden y deben insertarse perfectamente en la devoción mariana entendida y practicada según la mente del Concilio. Todas las características del cristiano moderno, ávido de contemplación interior, de cristocentrismo profundo, de autenticidad evangélica, de vida tes­ timonial, se ven potenciadas y realizadas en la práctica de la devoción

mariana, bíblica, litúrgica y comunitaria 77 •

En esta difícil síntesis integradora de las ideas y formas contem­ poráneas con el Mensaje revelado, expuesto por la Iglesia en su autén­ tico magisterio, la Virgen enseñará a los hombres nuevos estilos de oración, de humildad, de penitencia y de amor, actitudes fundamen­ tales para un nuevo encuentro del hombre y del mundo con Dios78 . El misterio mariano debe ser expuesto en toda su nitidez y exigencias cristológicas a fin de que el testimonio de vida mariana posea más autenticidad porque «María es siempre camino que conduce a Cristo. Todo encuentro con Ella no puede menos de terminar en Cristo mismo» 79 . n Cfr Pozo, C . , Teología humanística y crisis actual de la Iglesia, en «Iglesia y secula­ rización» , p. 64. Agudamente anota el autor: «Toda crisis histórica tiene detrás de sí, como soporte, una ideología. Cuando la crisis se produce en la Iglesia habrá que preguntar qué tipo de teología está detrás de ella» (ibid. , p, 63) . 74 Cfr Constitución pástoral Gaudium et Spes. Alocución de Pablo VI en la clausura del Concilio Vaticano II, ibid. , p. 1 . 1 07. 75 Cfr Pozo, C., ibid. , p. 64. 76 PABLO VI, Discurso de clausura del Concilio, ibid. , p. 1 . 1 0 7 . 7 7 Ildefonso DE LA INMACULADA, Las modernas corn:entes d e la espiritualz"dad y la devoción mariana, en «Estudios MarianoS» 35 (Madrid, 1 970), p. 202. 78 Cfr Maria, permanente actualidad, «Ecclesia» , n. 1 . 391 (772), p. 4. 79 Cfr PABLO VI, Encíclica Mense maio, en «Ecclesia» , n. 1 . 243 ( 66 1 ) , p. 5.

450

EJEMPLARIDAD DE MARIA Y MODELOS TIPOLOGICOS DE LA IGLESIA

3. ª

Ejemplarzºdad reconciliadora

Resulta demasiado obvia una observación : en la actual situación del catolicismo posconciliar se han originado antagonismos divergentes, tensiones dramáticas, excesos criticistas, agresividad ideológica y hasta el propio Pablo VI , dolorido por los atentados contra la unidad de la Iglesia , ha llegado a hacer un sombrio diagnóstico de la situación de

la misma80 • Sin cargar las tintas con afán de pesimismo infundado,

es claro el hecho de la desunión intraeclesial a diferentes escalas y niveles . En la Iglesia «una» aparecen manifiestas divisiones y tensiones que no son un mero pluralismo de opiniones legítimas, compatibles con la caridad en la convivencia, sino radicalismos opuestos, mutua­ mente excluyentes, escandalosamente distanciados y rivales 81 • La espiritualidad mariana contemplada desde varios ángulos del capítulo VIII produce - cuando se entiende y vive rectamente - plenos efectos reconciliadores y completa virtualidad unitiva.

Ella es para

todos Madre en el orden de la gracia, uniéndonos íntimamente como miembros del Cuerpo místico. Su función maternal de ayuda e inter­ cesión para unirnos a su Hijo es permanente y no tiene fin. Su glorifi­ cación en cuerpo y alma la constituye en imagen perfectísima de la Iglesia unida al Verbo encarnado, para la que en todo momento es signo de esperanza cierta y de consuelo. Su ejemplaridad en todas las virtudes es total y asequible82 • En la medida, pues, en que un cristiano viva intensamente su vida de intimidad con Nuestra Señora, se verá «reconciliado» con Dios a través de Cristo y de la Iglesia . En el grado en que practique, en línea cristológica y eclesiológica, su espiritualidad mariana, será agente y apóstol de la unidad intraeclesial. La unión indisoluble entre Maria y su Hijo y entre Maria y la Iglesia proclamada por el Concilio , es el modelo y el tipo de nuestra unión con Cristo, con la Iglesia y con todos los cristianos. Hoy más que nunca la función de la devoción mariana

debe ser fraternalmente unitiva,

eficazmente

reconciliadora.

4. ª

Ejemplarzºdad ecuménica

En sentido ecuménico, la reconciliación de la Iglesias cnst1anas es camino largo y arduo y su proceso registra - lo estamos comproso Cfr Homilía deljueves Santo, 1 2-4- 1 969, «lEcclesia,. , n. 1 .435 (494), p. 1 0 . 8 1 C fr NICOLAU, M . , ibid . , pp. 9-10: Aunque haya divergencia acerca del juicio valorativo que pueden merecer las tensiones intraeclesiales, es unánime la constatación del hecho histórico. Tanto en el «Panorama,. de Mons. Banoletti, presentado al Sínodo Episcopal de Roma de 1971 , como en múltiples documentos del magisterio eclesiástico e innumerables alocuciones pontificias, se habla no sólo de tensiones «positivasio y, por tanto, beneficiosas para el dinamismo interno de la Iglesia, sino de tensiones cnegativasio que suponen disociación y ruptura. 82 Cfr Lumen Genti"um, nn. 62 , 65, 68.

45 1

ANDRES MOLINA PRIETO

b ando - tímidos avances, profundas divergencias, graves dificultades, estancamientos forzosos. Muchos hombres sinceros y honestos han en­ vejecido en la búsqueda fatigosa de la difícil unidad. Preocupa obser­ var un ritmo quebrado de bruscas alternancias. En la Conferencia de

Edimburgo se afirmó de modo consolador: «Todos concordamos en que debiéramos recordar con gratitud a aquellos que, como seguidores de Cristo dieron buen testimonio en su día y su generación, logrando así victorias para Cristo y para su reino» 83 • Pero en la Conferencia de Lund - quince años más tarde - se nos dice: «Es evidente que el lugar de la Bienaventurada Virgen María, en el culto cristiano, es un asunto acerca del cual hay una profunda divergencia entre los cristianoS>> 84 • De todos modos conforta Q_Ue la Asamblea de Upsala aluda a las «pode­

rosas señales de renovación dentro de la Iglesia católica romana» 85 •

Nuestros hermanos separados contemplan en nosotros fuertes indicios renovadores, camino de la deseada unidad.

Pero,

¿ con que óptica

miran esta renovación? El V atic ano 11 nos advierte que el auténtico ecumenismo no se da sin una conversión interior progresiva, es decir, sin la conversión del corazón y la santidad de Vida como alma de todo

movimiento genuinamente ecuménico86• ¿ Quién hará más fácil nuestro esfuerzo ecuménico por vivir una vida más pura según el Evangelio sino María? En su «Fiat» humilde y generoso como respuesta de total entrega y fidelidad al Señor queda ejemplarizada la respuesta de todo creyente a Dios en Cristo. La vigencia del «Fiat» de María es actua­ lísima y su aplicación universal. Por su maternidad espiritual, ejercida sin intermisión, recibimos su perenne influjo salvífico y en su perfecta ejemplaridad descubrimos la fórmula filial para imitar con acierto todas sus virtudes. Estamos íntimamente convencidos de · que así como la reconciliación intraeclesial no se conseguirá sin María, tampoco la «unitatis redintegratio» se alcanzará sin que Ella interponga su valiosa intercesión.

5. ª

Ejemplaridad renovadora

La novedad de la

Lumen Gentt:um,

que no quiso ofrecemos una

Eclesiología completa, consiste en haber hecho reflejamente consciente a la Iglesia de su cuádruple dimensión cristocéntrica, pneumatocén­ trica, sacramental y escatológica87• Pero al tomar conciencia de su 83 Cfr VISCHER, L . , Documentos de la Comisión «Fe y Constitución» ( 1 9 10-1 968) del Consejo Ecuménico de las Iglesias, B.A.C. 337, p. 5 1 , artículo 60 de la II (::onferencia de Edimburgo. 84 Tercera Conferencia de Lund, 1 952, artículo 1 14, ibid. 85 Cuarta Asamblea de Upsala, 1 968, art. 2:, cfr ibid. , p. 237. 86 Cfr Decreto «Unitatis Redintegratio», n. 7. 87 Cfr HERNÁNDEZ, C., La nueva conciencia de la Iglesia y sus presupuestos histórico-teo­ lógicos, en «La Iglesia del Vaticano II» (obra en colaboración, dirigida por G. Barauna), pp. 261 SS.

452

EJEMPLARIDAD DE MARIA Y MODELOS TIPOLOGICOS DE LA IGLESIA

condición mistérica y redescubrir su carácter teándrico,

contempla

que ella misma está obligada a una indeclinable renovación a la par que lleva en sí una fuente de tensión permamente88 . Desde la perspec­ tiva del capítulo VIII se puede apreciar mejor la llamada tensión

asintótica

de la Iglesia que se esfuerza en tender hacia Cristo a unirse

más a El, como la curva respecto a la asíntota, sin poder jamás con­ seguir una plena identificación con el Señor. Unicamente en María consigue la Iglesia su total renovadó�. su gloriosa identificación con Jesucristo. Considerando la múltiple exigencia de reforma en la Iglesia­ Misterio, en la Iglesia- Institución, en la Iglesia Cuerpo místico, Pueblo de Dios y Servidora de los hombres o Proclamadora de la Palabra divina , que son diferentes aspectos de su maravillosa entidad global, advertimos la complejidad del proceso renovador, en línea de purifica­ ción y de progresiva santificación: lla Iglesia acoge en su propio seno a pecadores y siendo al mismo tiempo santa y necesitada de purificación, avanza continuamente por la senda de la penitencia y de la renova­ ción89 . Precisamente en la vertiente de la renovación purificadora y perfectiva es donde más resalta quizá la función de la ejemplaridad mariana. La actividad maternal de la Virgen se ejerce eficazmente sobre nosotros en la medida en que le tributamos culto de veneración, de amor, de invocación y de imitación, especialmente. María es para la Iglesia el modelo fulgurante de todas las virtudes que debe practicar: glorificando a Cristo se hace más semejante a su excelso Modelo, pro­ gresando continuamente en el ejercicio de las virtudes teologales, buscando y cumpliendo en todo la voluntad divina90 . Es imposible conseguir la renovación interior de la Iglesia y de las almas sin la práctica de la verdadera devoción mariana. Los mayores obstáculos a la renovación eclesial surgen, sin duda, en la crisis de fe-obediencia, de oración-contemplación, de vida interior y de unión con Cristo. Pero María, la Virgo ft·d elis, es tipo esplendoroso de todas esas virtudes que han de constituir el nervio y la médula del culto de imitación. Es urgente que los pastores enseñen a los fieles la . genuina devoción a María. Y es urgente que unos y otros aprendamos a imitarla de veras. El Concilio no puede ser más explícito: «La Virgen fue en su vida ejemplo de aquel amor maternal con que es necesario que estén anima­ dos todos aquellos que en la misión apostólica de la Iglesia cooperan a la regeneración de los hombres» 9 1 . Unicamente en María y con María será factible la renovación como hecho permanente y sobre­ naturalmente eclesial. 88 Cfr J OURNET, Ch. , El carácter teándrico de la Iglesia fuente de tensión permanente, ibid . ' 89 90 91

PP· 365 SS. Cfr Lumen Gentium,

n.

8.

Lumen Gentium, n . 6 5 . Lumen Gentium, ibid.

453

ANDRES MOLINA PRIETO

6. ª

Ejemplaridad educadora El magisterio mariano del Papa Montini insistió luminosamente

en este aspecto capital que fue destacado por los padres conciliares en la Constitución

de Ecclesi'a .

Pablo VI , en sintmúa perfecta con

la doctrina tradicional de la Iglesia , quiso subrayar la línea verdadera­ mente imitacionista en que debe centrarse nuestro esfuerzo cristiano ante la persona de María: «Ante todo, la Virgen María ha sido pro­ puesta siempre por la Iglesia a la imitación de los fieles no precisa­ mente por el tipo de vida que Ella llevó y, tanto menos, por el ambien­ te socio- cultural en que se desarrolló, hoy día superado casi en todas partes sino porque en sus condiciones concretas de vida Ella se adhirió total y responsablemente a la voluntad de Dios ( cfr Le 1 , 38); porque acogió la palabra y la puso en práctica; porque su acción estuvo ani­ mada por la caridad y por el espíritu de servicio; porque, es decir, fue la primera y la más perfecta discípula de Cristo: lo cual tiene valor universal y permanente» 92 • El mismo Pontífice ha resaltado con particular énfasis, interpre­ tando catequéticamente el capítulo VIII de la

Lumen Genti'um, la María es también, evidentemente, maestra de m·da espiritual para cada uno de los cristianos93 • Este magisterio modelador constituye comu una conse­

función y ejemplaridad educadora de M aría sobre las almas:

cuencia inmediata de su prerrogativa de M adre universal de todos los redimidos y regeneradores por la gracia . Ella nos educa, con eficaces mediaciones, mediante su presencia indeclinable, su poderosa interce­ sión, siempre propicia y el subyugante ejemplo de su vida santísima94• En la Exhortación «Signum M agnum» se nos habla claramente de la

misión educacional de María,

que no sólo ha cooperado a restaurar la

vida sobrenatural de las almas sino que colabora al pleno desarrollo de nuestra vida interior95 • Todos los santos que se han distinguido por su piedad mariana - san Bernardo, san Alfonso María de Ligorio, san Luis M aría Grignion de Monfort o san Antonio M aría de Claret, por poner algunos ejemplos - nos han hablado, de múltiples maneras, · sobre el 92 Cfr Exhot. Apost. Marzalis cultus, n. 3 5 . 9 3 Ibid. , n. 2 1 , c fr Lumen Gentz"um, n. 63. 94 El Papa recuerda la bellísima glosa ambrosiana del «Magnificat» : «Que el alma de María esté en cada uno para alabar al Señor; que su espíritu esté en cada uno para que se alegre en DioS» : Expositio Evangelii secundum Lucam, II, 26 (CSEL 32, IV, p. 5 5 : S Ch 45, pp. 83-84) . evoca el célebre tropario «Sub tuum praesidium» venerable por su antigüedad y admirable por su contenido. Y condensa el valor espiritual del «Fiat» con estas palabras: «El 'sí' de María es para todos los cristianos una lección y un ejemplo para convertir la obediencia a la voluntad del Padre en camino y en medio de santificación propia» , cfr Marialis cultus, nn. 13 y 2 1 . 9 5 Los editores del Enchiridion Vaticanum, Edizioni Dehoniane Bologna (cfr vol. 5 , n . 1 . 1 8 1 ) , titulan acertadamente e l contenido d e este apartado María educatrice della Chiesa col fascino delle sue vertu.

454

EJEMPLARIDAD DE MARIA Y MODELOS TIPOLOGICOS DE LA IGLESIA

papel educativo de María en la modelación sobrenatural del alma, a semejanza de Cristo, su Hijo, p:resentándonos el texto lucano de la Virgen contemplativa (2 , 5 1 ) , como la cátedra, escuela y molde donde somos instruidos, educados y configurados mediante su dulce impronta materna. Santo Tomás de Villanueva llega a decir que Cristo enco­ mendó a su Madre, como voluntad testamentaria al subir a los cielos, esta importante tarea educativa :

tedra 96.

le dejó a Ella su escuela y su Cá­

La Iglesia nos la presenta siempre como Madre y, por tanto, como Maestra y Educadora, que son aspectos connaturales de toda verdadera maternidad. Esta ejemplaridad del magisterio de María es hoy más urgente e imprescindible que nunca por las razones anteriormente

expuestas97 •

Después de describir someramente seis facetas o direcciones de la ejemplaridad mariana conviene advertir que el Vaticano 11 , al clari­ ficar, con precisión admirable , cu ál es el lugar de María en el dina­ mismo eclesial, ha señalado también la mejor pauta para nuestra devo­ ción filial. Esto es a nuestro juicio sumamente importante. Nadie puede negar, por consiguiente, que tanto la presencia y causalidad ejemplar de María en la vida de los fieles y de la Iglesia, como la gozosa experiencia de su intercesión maternal, es un rasgo configurador de la espiritualidad católica contemporánea , inspirada y regida por el

96 «Por consiguiente, ésta es aquella ilustre Discípula del Salvador que sentada a sus pies, no durante una hora o un día, como la Magdalena , sino durante treinta y tres años, anduvo a su escuela, escuchando su palabra y conservando todas estas palabras en su corazón. Y por su ciencia singular y excelente, el celestial Maestro, estando ya para volver al Padre, de donde había venido, le dejó a ella su escuela y su cátedra, no para regir como Pedro a sus ovejas, sino para enseñar a sus discípulos con la celestial doctrina que de El había recibido, ya que por la viveza de su ingenio y por la mayor perseverancia en esta escuela, se la consideraba más sabia y ejercitada que todos los condiscípulos. Según se dice, mantuvo y gobernó esta escuela durante doce años, como Maestra de todos los apóstoles de Cristo, de sus discípulos y de las Iglesias; y por eso justamente se la celebra en la Iglesia de Dios como la sola destructora de todas las herejíaS» , cfr Sermón 3 de la Asunción de la Virgen, en Sermones de la Vt"rgen María y O bras castellanas, B . A . C . , Madrid 1 952 , pp. 403-404. 97 A propósito del magisten·o mariano de María, he aquí un equilibrado juicio de un teólogo moderno que descubre en los textos de Le 1 ,40 . 50 y en el «emathen» de la Epístola a los Hebreos 5 , 58, la interesante vertiente de María como JVfadre y Maestra de Cristo de la cual deriva su magisterio para todos los cristianos: «En el fondo resulta inevitable toda una cascada de conse­ cuencias problemáticas anejas a la estructura misteriosa de un Dios-Hombre. Aceptamos sin pestañear el «genuisti qui te fecit» ¿por qué rasgarse las vestiduras ante un análogo «docuisti qui te docuit»? No lo entendemos. Como tampoco entendemos que engendre a su Creador. No lo entendió María y, sin embargo, aceptó sin titubeos la realidad del misterio. Sintió la respon­ sabilidad de su magisterio por ser Madre. La ejerció con enorme sacrificio, por ejemplo, en la pérdida del Niño Dios en el templo. Frente a su interpretación maternal oye de labios de Cristo algo que la deja perpleja; algo que no entiende; algo que ha de recoger en su corazón para meditar sin tregua (Le 2 ,48-52). No se dispensa de sus deberes de educadora y de Madre. Lo que hace es afinar su función para que resulte delicada, reverente, exquisitamente religiosa; porque tiene plena conciencia de que recae sobre el Maestro divino y sobre el Hijo del Padre» . Cfr A. M. JAVIERRE, María, Madre y Maestra, en «Ephemerides Mariologicae» 30 ( 1 980), fase. 1 , p. 89 .

455

ANDRES MOLINA PRIETO

Espíritu S anto . Por lo demás no debe olvidarse en ningún momento que el constitutivo esencial de la ejemplaridad de María actúa eficaz­ mente en la Iglesia como ejemplar perfectísimo de santidad cristiana por el camino del amor filial, porque su causalidad ejemplar está toda envuelta en fascinante ternura de Madre 98 •

b)

A lgunas aplicaciones concretas de índole pastoral

Nos limitamos sólo a apuntar lligeramente varias aplicaciones im­ portantes que derivan de la condición «omnimodamente» modélica para el desarrollo armónico y fecundo de las funciones pastorales de la Iglesia . Sugerimos para nuestro propósito tres: María y la religiosidad popular; María y la juventud; M aría y las nuevas formas de piedad mariana.

1. ª

María y la relzgzºos'idad popular

Desde que la expresión tomó carta de naturaleza en el M agisterio pontificio, al ser utilizada positivamente como expresiones partz"culares de búsqueda de Dios y de la fe 99 los teólogos y pastoralistas vienen ,

valorando, de manera favorable , lo que constituye hoy «el objeto de un nuevo descubrimiento casi generalizado» .

Interesan mucho a la

mariología las diversas formas cultuales de la religiosidad popular. Certeramente señalaba el Papa Montini, a propósito de la renovación de la piedad mariana, que la

veneradón de los f?:eles hacia la Madre de Dzºos ha tomado formas diversas, según las circunstancias de lugar y de tiempo, la distinta sensibilidad de los pueblos y su diferente tra­ dición cultural1 00 y cómo no es lícito a cuantos tienen cura de almas crear un vacío con la excusa de una pretendida renovación, desechan­ do a priori ejercicios piadosos recomendamos por el M agisterio1º1 • Será preciso usar de toda la prudencia pastoral posible para encuadrar este «nuevo descubrimiento casi generalizado» en el marco de una vigo­ rosa piedad mariana, pero también se exige examinar, con precisión, todas las formas de religiosidad popular para con María a fin de captar sus valores positivos. En el fondo hay siempre algo más de lo que a un superficial y observador pueda parecer1 02 • Constituyendo la religiosidad

predispuesto

98 ALDAMA, J. A. de, María Arquetipo y Madre de la Iglesia, ibid. , p. 3 1 3 . 9 9 Exh. Apost. Evangel# nuntiandi, n. 4 8 , vid. PABLO VI , Enseñanzas al Pueblo d e Dios, 1 975. Ed. Vat. 1 976, p. 547 . 1 00 Ene. Marialis cultus, n. 24. 1 01 Ene. Marialis cultus, n. 3 1 . 1º2 B . MONDIN ha captado muy bien esta problemática. Merece l a pena meditar su opinión: «lo sono del parere che al cuore di ogni cultura di popolo sta la dimensione religiosa. Ogni popolo

456

EJEMPLARIDAD DE MARIA Y MODELOS TIPOLOGICOS DE LA IGLESIA

popular un fenómeno pluriforme, se impone analizarlo a la luz de la fe cristiana, de la reflexión teológica y del contexto socio-religioso de su propia realidad antes de emitir un juicio un juicio completo1º3 • Una de las aplicaciones más útiles de la ejemplaridad mariana estriba precisamente en mostrar al pueblo, en sus múltiples formas cultuales, la significación de Maña en la práctica de la fe cristiana, ya que Ella conduce siempre a Jesucristo. En esto consiste esencialmente su pode­ rosa mediación. 2.

ª

María y la juventud

Es . probablemente en este campo siempre conflictivo de la juventud donde más hay que explicar, aclarar e insistir, para despejar defini­ tivamente algunas suspicacias y prejuicios infundados que han ido sur­ giendo cuando se habla de la ejemplaridad de Maña . Influye mucho en este extraño fenómeno la intensa crisis de valores e ideales que pa­ decen grandes sectores de jóvenes . Influyen también - como observaba Pablo VI -

«las actuales concepciones antropológicas y la realidad

psicosociológica profundamente cambiada en que viven y actúan los hombres de nuestro tiempo» , derivándose de ahí para algunos una cierta falta de afecto hacia el culto a la Virgen y

una cierta dificul­

Por otra parte, la problemá­ tica de la juventud actual, en amplios sectores, es altamente preocu­ pante desde la fe y la moral . Es urgente, en consecuencia, revisar nuestra manera de hablar y de presentar la figura de M aña a tenor de

tad en tomar a María como modelo104•

las grandes coordenadas doctrinales y pastorales de la Iglesia, sinteti­ zadas en la Catechesz· tradendae. Hay que evitar a todo trance utilizar inadecuadamente formas y procedimientos de índole cultual, provo­ cando con ello un proceso de rechazo o acentuado más la distonía existente, a la que alude el Papa Pablo VI con singular clarividencia. ha la capacita e la tendenza ad esprimere le proprie convinzioni 'religiose' e globalizzanti nei riguardi della natura, della societa e del destino, no tanto attraverso affermazioni teoriche di principio, quanto piuttosto per mezzo di attegiamenti (riti, feste, simboli) , coi quali rende visi­ bile ed attuale il suo rapporto di accettazione, di comunione, oppure di rifiuto, della societa, della natura, del trascendente. Questo ínsieme simbolico-rituale coerente di attegiamenti e convincimenti forma quei complesi socio-culturali che sono le religioni» : Cfr Attualz"ta e com­ plessita della religi'osita popolare in AA . VV. , La Religione popolare, Roma, 1 978, Edizioni del Teresianum, pp. 1 3 - 1 4 . l 03 Suscribimos e l sensato juicio d e J. Ü RDÜÑEZ MÁRQUEZ que sitúa correctamente e l tema de la religiosidad popular: «Ha. sido desorbitado y diseccionado profusamente en terrenos tan dis­ pares (como el de la Sociología, la Antropología , la Fenomenología de las Religiones, los aná­ lisis secularistas de la ideología humana de nuestro tiempo, la Historia comparada de las cul­ turas étnicas y hasta por los ensayos dedicados al redescubrimiento del floklore étnico com­ parado) que un discernimiento equilibrado de lo estrictamente teológico en el inmenso bosque de la religiosidad popular cristiana o extracristíana podria suponer, quizá, un esfuerzo de auste­ ridad analítica que llegarla a parecer decepcionante» , cfr Teología de la religiosz·dad popular, Madrid, 1 978, p. 72 . 104 Cfr Marialis cultus, n. 34.

457

ANDRES MOLINA PRIETO

Por esto afirma: «Se observa que es difícil encuadrar la imagen de la Virgen tal como es presentada por cierta literatura devocional a las condiciones de vida de la sociedad contemporánea y en particular de

las condiciones de la mujer. . . » 1 0 5 •

El sacerdote, catequista y educador religioso , al querer aplicar pas­

toralmente la universal ejemplaridad de María al joven de hoy, debe trabajar en doble área: 1 . ª) descubrir los aspectos humanos de María y presentarlos en toda su problematicidad; 2. ª) explicar adecuada­ mente los dones excepcionales que llevó consigo la vocación singular de la Madre de Dios, desentrañando en los dogmas marianos, como apuntó el Concilio, su significado cristológico y eclesiológico . María debe ser ofrecida a la juventud en toda su grandeza, belleza , santidad y ejemplaridad, mostrando sin regateos lo que Ella es y lo que Dios le ha concedido: «Ella encarna como nadie los valores de la antropología cristiana. Como creyente, redimida y glorificada, hará comprender al joven de hor el misterio de su existencia y suscitar en él la ilusión de

vivir>>1º6• 3. ª

María y nuevas formas de j.n:edad mariana

Es bien significativo que la segunda parte de la Marza/is cultus lleve como título en la edición italiana del Enchiridion Vaticanum,

per z"l rz"nnovamento de la P'ieta mari·ana, piedad mariana 1 07• Pablo VI reconoce que

por una renovación de la es preciso revisar respetuo­

samente ciertas formas devocionales que pueden haber padecido dete­ rioro en el decurso de los tiempos a fin de sintonizarlas prudentemente con las aceptables exigencias del hombre de hoy: «Así resulta que las formas en que se manifiesta dicha piedad, sujetas al desgaste del tiempo, parecen necesitar una renovación que permita susti­ tuir en ellas los elementos caducos, dar valor a los perennes e incor­ porar los nuevos datos doctrinales adquiridos por la reflexión teológica y propuestos por el Magisterio eclesiástico. Esto muestra la necesidad de que las Conferencias Episcopales, las Iglesias locales, las familias religiosas y las comunidades de fieles,

creadora

favorezcan una genuina actz'vzºdad

y, al mismo tiempo, procedan a una diligente revisión de los

ejercicios de piedad a la Virgen;

reviszºón que querríamos fuese respe­ tuosa para con la sana tradzºdón y estuvzºera abierta a recoger las legí­ timas aspfraciones de los hombres de nuestro tz'empo»1º8• La consigna

105 lbid. , n. 35. 1 66 Cfr MART1NEZ S IERRA, A . , Cómo hablar de Maria a la juventud actual, cEphemerides Mariologicaeo 30 (1 980), fase. III-IV, p. 3 1 5 . 10 7 C fr Enchiridion Vaticanum, 5 , n. 5 0 . 1 08 Marialis cultus, n. 24.

458

EJEMPLARIDAD DE MARIA Y MODELOS TIPOLOGICOS DE LA IGLESIA

pontificia - no es evidentemente nada fácil y por esto mismo se anticipa a ofrecer cuatro importantes orientaciones de carácter bíblico, litúr­ gico, ecuménico y antropológico, para la renovación del culto mariano

que deben ser tenidas en cuenta a la hora de revisar o crear ejercidos y práct1:cas de piedad con el fin de hacer más vivo y más sentido el lazo que no une a la Madre de Cristo y Madre nuestra en la Comunión

de los Santos1 09 •

No obstante, esta conveniente renovación e instauración que tiende a secundar el impulso creador de cuantos con genuina inspiración religiosa o con sensibilidad pastoral desean dar vida a nuevas formas devocionales1 1 0 , el Papa expresa su vivo deseo de que se mantengan, en su contextura esencial, el rezo del «Angelus» como síntesis devo­ cional del misterio pascual y el «Rosario» como oración contemplativa

de alabanza y de súplica l l l . La ejemplaridad de María tiene perfecta aplicación, por tanto, en los futuros caminos de nuevas fórmulas devo­ cionales dentro de las coordenadas esencialmente permanentes de la piedad mariana, que a tenor de las orientaciones magisteriales puedan surgir en adelante. Siendo la Virgen Modelo de la Iglesia en el ejercicio del culto y ejemplo perfectísimo de fa actitud espiritual con que la Igle­ sia celebra y vive los divinos misterios1 1 2, Ella sabrá inspirar en la misma, bajo la guía del Espíritu Santo, nuevas formas y estilos de pie­

dad filial mariana a fin de que siga cumpliéndose en cada época, con­ forme a sus características peculiares , la hermosa profecía formulada en el Magnificat: «Me llamarán bienaventurada todas las generacioneS>> ( Luc 1 ,48) .

5.

Conclusión final Somos conscientes de que el tema estudiado en las páginas que

anteceden - ejemplaridad de María y modelos tipológicos de la Igle­ sia - dista mucho de haber sido abordado exhaustivamente . Ofrece amplias perspectivas que exigen, sin duda, mayor profundización y maduración de conceptos en orden a útiles deducciones de índole ma­ riológica y mariana. Nuestro propósito ha sido, en esta ocasión, seña­ lar un camino eclesiológico de indudable interés . María , como la Igle­ sia a la que pertenece y trasciende al mismo tiempo, es

misten:o

y, por

ende, capaz siempre de nuevas y más profundas investigaciones. La correlación de la Virgen con las diversas imágenes de la tipología 109 lbid. , n. 29. l l O lbid. , n. 40. l l l Ibid. , pp. 4 1 -42 . l l 2 lbid. , n. 1 6 .

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ANDRES MOLINA PRIETO

eclesial brinda al mariólogo válidos puntos de apoyo para expresar mejor la ejemplaridad de M aria, «espejo de las esperanzas de los hom­ bres de nuestro tiempo» , según la hermosa frase de Pablo VI , quien ha exhortado a los teólogos a prestar la debida atención a la proble­ mática derivada de la imitación mariana en la hora presente . La ejemplaridad múltiple de la Virgen sobre la Iglesia ,

Famz"lia de Dios, Pueblo de Dios, Reino de Dios, CíUerpo místico de Cristo, constituye, cualquiera sea la imagen, paradigma, figura o tipo en que de modo bíblico, teológico y magisterial , pueda expresarse su misteriosa natu­ raleza, una norma invariable, permanentemente actual, de vida evan­ gélica .

La mariología y la eclesiología tienen un crucial punto de

conjunción e intersección precisamente en el estudio de los modelos tipológicos eclesiales, ya que Maria, Virgen y Madre, seguirá siendo

figura

de la Iglesia,

ejemplo

de virtud ante todos los elegidos,

de amor maternalmente pastoral, peregrino y

signo

i'magen

modelo

radiante del Pueblo de Dios,

de esperanza cierta hasta la Parusía, como sintetiza

admirablemente el capítulo VIII de la

Lumen Gentium. Hymno A káthistos se llama a M aria Torre 'inquebrantable de la Iglesia y Muralla del Rez"no. Imitándola, la Iglesia edifica sobre En · el

roca y da su respuesta total de fidelidad al Señor, quien compla­ ciéndose en la Virgen, objeto por excelencia de sus favores ( kechari­ tomene: Le 1 , 35), ha ejemplarizado en Ella la suma de todas la actitu­ des cristianas. Urge pastoralmente «evitar presentaciones unilaterales de la figura de M aria que, insistiendo excesivamente sobre un elemento, compro­ meten el conjunto · de la imagen evangélica , límpido . en sus motiva­ ciones» (Manalis cultus, núm. 38) . En cualquier modelo tipológico o paradigma eclesial en que centre su interés el teólogo, el catequista o el pastor de almas,

encontrará .S'iempre en María una ejemplanza­ ción de valor universal y permanente puesto que verá en Ella el modelo perfecto de discípulo del Señor: artífice de la ciudad terrena y tem­ poral, pero peregrino diligente hacia la celeste y eterna, promotor de la justicia que libera al oprimido y de la caridad que socorre al nece­ sitado; y, sobre todo, testigo activo del amor que edifica a Cristo en los corazones (Ibid . , núm. 3 7 ) . E n virtud d e s u plena misión maternal, Maria e s para la Comuni­ dad eclesial, «Abogada, Auxiliadora, Socorro y Mediadora» , pero es también Maestra y Educadora mediante su amor materno (Lumen Gentzºum, núms. 62-63) . Unicamente mirando hacia Ella como Madre y . siendo totalmente suyos mediante un verdadero amor filial y una perfecta imitación de sus virtudes, acertaremos a dar firme testimonio de fidelidad a Jesucristo en su Iglesia .

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