TEMA Visitar a los presos CITA BIBLICA SUGERIDA Leer Hebreos 13:1-6 “Permanezcan en el amor fraterno. No se olviden de la hospitalidad; gracias a ella hospedaron algunos, sin saberlo, a ángeles. Acuérdense de los presos, como si estuvieran con ellos encarcelados, y de los maltratados, pensando que también ustedes tienen un cuerpo. Tengan todos en gran honor el matrimonio, y el lecho conyugal sea inmaculado; que a los fornicarios y adúlteros los juzgará Dios. Sea la conducta de ustedes sin avaricia; contentos con lo que tienen, pues él ha dicho: No te dejaré ni te abandonaré; de modo que podamos decir confiados: El Señor es mi ayuda; no temeré. ¿Qué puede hacerme el hombre?”

1.- ORACIÓN INICIAL Señor Jesús, Tú siempre te mostraste amigo de los pequeños, de los pobres y de los excluidos: hasta el punto de querer pasar por la experiencia del preso: fuiste denunciado, detenido y apresado en la oscuridad de la noche, conducido a la cárcel y sometido a interrogatorios, insultos, burlas, malos tratos y torturas, juzgado sin las debidas garantías, condenado y ejecutado (como muchos a lo largo de la historia y hasta el presente). Tu amor te llevó a identificarte con ellos y a permanecer presente en ellos: "Estuve en la cárcel y viniste a verme". Ante este gesto tan desconcertante te pido por los presos de hoy para que: No piensen que porque la sociedad los condena, Tú los rechazas. No renuncien ni un solo momento a su dignidad de personas e hijos de Dios.

No pierdan nunca su libertad interior. No se desesperen ni caigan en depresión. No renuncien a esforzarse contra todo tipo de opresión, represión e injusticia. Tomen conciencia de su conducta. Luchen por su vida y por su reinserción. No sean abandonados por sus familias y amigos. Su situación los acerque más a Ti. También te pido por nosotros y por la sociedad para que: No rechacemos a los presos por el hecho de serlo. Los respetemos como personas que son. Te veamos y sirvamos a Ti en ellos. Los acojamos con cariño y comprensión cuando recobren su libertad. Los acompañemos y ayudemos a reinsertarse. Nuestro amor les ayude a descubrir que Tú los quieres. Amén

2.- INTRODUCCIÓN. Para un cristiano, visitar a los presos, no es un mero acto de justicia, ni un hecho filantrópico. Visitar un preso es un genuino acto de caridad. Cristo Jesús se identifica con el preso “estuve en la cárcel y fueron a verme”, por lo tanto es asistir al mismo Señor. En este tema profundizaremos en esta obra de misericordia en la cual, como en las demás, el mismo Cristo se identifica con el hermano que sufre. De modo que todo lo que hagamos por el que está privado de su libertad, se lo hacemos al mismo Jesús.

3.- DESARROLLO DEL TEMA. A. VER. “Lo experimenté, escribió el cardenal Nguyen Van Thuan:

en la prisión, todos esperan la liberación, cada día, cada

minuto. En aquellos días, en aquellos meses muchos

sentimientos confusos me enredaban la mente: tristeza, miedo, tensión…” Apenas el régimen comunista llegó a Saigón se lo acusó de que su nombramiento formaba parte de un “complot entre el Vaticano y los imperialistas”. Después de tres meses de escaramuzas y tensiones, fue convocado al palacio presidencial, de donde salió con las manos esposadas. Eran las dos de la tarde del 15 de agosto de 1975: vestía la sotana y tenía un rosario en el bolsillo. A pesar de la situación de extrema precariedad en que se encontró, no se dejó vencer por la resignación ni el desaliento. Es más, trató de vivir la prisión “colmándola de amor”, como contaría más tarde. Fue así como, en octubre de 1975, comenzó a redactar una serie de mensajes para la comunidad cristiana, gracias a un católico muy joven, niño de 7 años, Quang, que a su pedido le llevaba a escondidas recortes de papel. El obispo se los devolvía escritos y en casa los hermanos y hermanas se encargaban de copiar y distribuir. De estos breves mensajes nació un libro, “El camino de la esperanza”. Algo semejante ocurrió en 1980, cuando vivió en reclusión domiciliaria en la residencia obligatoria en Giangxá: siempre de noche, y en secreto, escribió “La esperanza no defrauda”, y luego un tercer libro: “Los

peregrinos del camino de la esperanza”. Más adelante le tocó vivir momentos dramáticos, como un viaje en barco con 1.500 prisioneros famélicos y desesperados. Por el testimonio eficaz en toda situación, desde entonces quedaría incomunicado y vigilado día y noche por dos guardias. Juntando cualquier trozo de papel que llegara a sus manos, se creó una minúscula Biblia personal, en la que transcribió más de 300 frases del Evangelio que recordaba de memoria. Fue su tesoro más preciado. Pero el momento central de su jornada era la celebración de la eucaristía: con tres gotas de vino y una de agua en la palma de la mano... Antes de ese período de aislamiento, aunque estuviese bajo arresto, había logrado crear pequeñas comunidades cristianas que se encontraban para orar y celebrar la eucaristía y, cuando era posible, organizar noches de adoración ante el Santísimo, guardado en el papel de los envoltorios de los cigarrillos. Su insólita actitud de respeto y atención ante los guardias encargados de controlarlo creó con ellos una relación tal que llegaron a pedirle lecciones de idiomas extranjeros. Cuando más tarde, en la cárcel de Vinh Quang, quiso recortar una madera en forma de cruz, el guardia asumió el grave riesgo de concedérselo. En otra

cárcel, siempre por su actitud de amor, obtuvo que le permitieran hacerse una cadenita para el crucifijo con trozos de cable, y ponérsela al cuello bajo la ropa. Esa cruz fue la que siguió llevando una vez nombrado cardenal. La libertad llegó de improviso. Cuando el ministro del Interior le preguntó si quería expresar algún deseo, contestó: “Ya he estado preso el tiempo suficiente, bajo tres pontífices, Pablo VI, Juan Pablo I y Juan Pablo II, y bajo cuatro secretarios generales del partido comunista soviético, Breznev, Andropov, Chernenko y Gorbachov. Déjenme libre ya mismo”. Salió el 21 de noviembre de 1988. Llegaron entonces los años de libertad en Occidente, pero exiliado de su país. En el Vaticano se advirtió enseguida su presencia, tan discreta como evidente. En 1992 era nombrado miembro de la Comisión católica internacional para las migraciones. En 1992 se lo designaba vicepresidente del Consejo Pontificio de Justicia y Paz, del cual fue presidente a partir de 1998. Fue nombrado Cardenal en el Consistorio del 21 de febrero de 2001, fue miembro de otras congregaciones y consejos. Puedes profundizar más en http://webcatolicodejavier.org/Fr ancoisXavierNguyenVanThuan.ht ml

B. JUZGAR. Si logramos salir un breve instante de nuestras ocupaciones y pensamos en las palabras del cardenal Nguyen, quizá logremos entrar en el corazón de algún hombre o mujer que se encuentran en una cárcel física o encerrado en alguna prisión del alma. Quizá podemos visitarle desde nuestro corazón con una oración, con un recuerdo o, ¿por qué no?, con una visita física.

Ser misericordioso es más que un sentido de simpatía, exige una entrega del corazón y de la inteligencia para compadecerse de las miserias ajenas: las obras de misericordia son las manos de la caridad. Cristo, en este mundo, padece frío, hambre, soledad, tristeza, en la persona de todos los encarcelados, como dijo él mismo: “Cada vez que lo hicisteis con uno de éstos, conmigo lo hicisteis” (Mt. 25,40). No podemos apartar nuestro pensamiento del sufrimiento y soledad de los prisioneros, pues estaríamos alejando la mirada de Jesucristo escondido en ellos. Las “personas privadas de la libertad” son ante todo eso; personas, seres humanos. Los presos necesitan de ayuda material, pero muy especialmente de asistencia espiritual para ayudarlos a enmendarse y ser personas útiles cuando terminen el tiempo asignado por la justicia. Evangelizar es la prioridad suprema de la Iglesia. La necesidad más profunda del alma humana es buscar a Dios. “Ustedes en las cárceles, en primera línea, han palpado esta urgente necesidad, quieren despertarla y proponer caminos para satisfacerla, convencidos de que no es algo imposible de lograr, porque Dios se ha hecho hombre, ha venido al mundo para que los hombres que lo buscan lo puedan encontrar. Porque Jesucristo sale siempre al encuentro del hombre, de todo hombre, cualquiera que sea su situación”. (S. Juan Pablo II en el Jubileo del año 2000) Los agentes de pastoral penitenciaria tienen la gran misión de ser instrumentos que preparen el terreno para que se dé este encuentro. A ello están dirigidas todas sus actividades pastorales, porque ser y vivir como cristianos no nace de una buena intención o de una gran idea, sino del encuentro con una Persona, Jesucristo, encuentro que a todos, particularmente a quienes se encuentran en situaciones de dificultad, conduce a creer en el amor [3]. Es ésta la inspiración de fondo, el mandamiento nuevo del amor, la que debe motivar toda acción al servicio de los demás, es esta experiencia la que representará la prueba fehaciente de que los agentes pastorales han tenido una verdadera experiencia de encuentro con Dios, en Jesucristo [4]. Sólo así no se perderá la ruta hacia la cual deben dirigirse todas sus actividades en las prisiones, es decir, a provocar el encuentro personal de cada prisionero con Jesucristo, camino de libertad plena para todos. Junto con esta altísima misión de hacer que los hombres y mujeres en las cárceles se encuentren con Dios, Ustedes tienen a la vez la oportunidad y la gracia de encontrar a Dios en los hombres y mujeres de las cárceles, de evangelizar y de ser evangelizados. La evangelización tiene un eje central: la fidelidad. Fidelidad al mensaje de salvación que se anuncia y fidelidad a los hombres y mujeres a los que se ha de transmitir intacto y vivo; no manipulado, no desgastado, no reducido, a nada ni a nadie sometido [5]. Manteniendo esta fidelidad, los agentes de la pastoral penitenciaria deberán buscar y encontrar los medios para transmitir el Mensaje de salvación a quienes viven en las prisiones. El primero de estos medios será el del testimonio [6]. Un testimonio de vida coherente con el mensaje de Cristo que se predica en las prisiones, debe acompañar siempre el anuncio explícito, para despertar la inquietud por Cristo de quienes ven y escuchan, porque «la caridad de las obras corrobora la caridad de las palabras» [7]. Tengan la certeza de que su labor pastoral entre los encarcelados es importantísima para la vida y misión de la Iglesia, porque «el testimonio evangélico, al que el mundo es más sensible, es el de la atención a las personas y el de la caridad para con los pobres y los pequeños, con los que sufren. La gratuidad de esta actitud y de estas acciones, que contrastan profundamente con el egoísmo presente en el hombre, hace surgir unas preguntas precisas que orientan hacia Dios y el Evangelio» [8]. El lenguaje que mejor entiende y motiva más al hombre de hoy es el del servicio, especialmente el que se ofrece a los más débiles. La opción preferencial por los pobres ha sido y continúa siendo vital para la misión de la Iglesia, porque la pone a prueba y la fortalece, y también porque servir y promover a los pobres significa crecer en humanidad. La predicación evangélica, acompañada de su testimonio, es semilla de justicia, de paz y de misericordia, que con la gracia de Dios, germina siempre, produciendo frutos de verdadera liberación, no obstante la maleza que la rodea.

La evangelización con los presos no es solo de la llamada “pastoral penitenciaria”, sino que todos los cristianos somos responsables de que el evangelio llegue a la cárcel. Las Sagradas Escrituras, especialmente los Evangelios, nos confirman que la Misericordia es absolutamente necesaria para ser seguidores de Jesús, porque el Señor no la recomienda o aconseja. El Señor la manda: «Sed misericordiosos, como vuestro Padre es misericordioso» (Lc, 6,36). Para que sea autentica misericordia ha de practicarse sin distinción de personas, a semejanza del Padre celestial. Esta virtud debe estar particularmente presente entre los miembros de la pastoral penitenciaria, como un signo de contradicción en una sociedad que ve a la misericordia como una debilidad, que busca expulsar de su vida la benevolencia y la compasión, que excluye y se olvida de quienes han fallado y los considera indignos de seguir formando parte de ella. Una sociedad que, sin embargo, no está carente de responsabilidad frente a quienes han cometido un delito. Quien se encuentra en prisión descontando una pena «ha nacido y crecido en una sociedad, en la que se ha formado y de la cual ha tenido las posibilidades concretas para su vivir y actuar. Su comportamiento es también un fracaso de la sociedad, no sin responsabilidades compartidas, en el generar o conservar lógicas y estructuras insolidarias o inadecuadas para el bien común, en el consentir de hecho modelos y estilos de vida que facilitan o al menos consienten profundas deformaciones interiores y comportamientos desviados» [9]. Sólo por citar un ejemplo, una de las causas por las que muchos hombres y mujeres jóvenes se encuentran en prisión es el comercio y consumo de drogas. Esto tiene otras causas de fondo, entre ellas la pobreza, la disgregación de la familia, la cultura hedonista que nos rodea, el fomento del culto al poder y al aparecer Muchos de los hombres y mujeres que viven privados de libertad han tenido menos oportunidades en la vida, carentes de educación, de una familia integrada, de medios económicos suficientes para una vida digna, circunstancias que no cancelan su responsabilidad personal, pero sí la disminuyen. NOTAS [1] Evangelii nuntiandi, 14. [2] Redemptor hominis, 10. [3] Cf. Deus caritas est, 1. [4] Cf. Novo Millennio Ineunte, 42. [5] Cf. Evangelii nuntiandi, 4. [6] Cf. Id., 41.

[7] Novo millennio ineunte, 50. [8] Redemptoris missio, 42. [9] S. Bastianel: «Pena di morte. Considerazioni etiche»: AA.VV. Chi è senza peccato scagli la prima pietra. La pena di morte in discussione, PUG, Roma 2007, p. 81.

C. ACTUAR. Después de compartir este tema y haber aprendido que el preso es un ser humano y que el mismo Cristo se ha identificado con él, te proponemos las siguientes acciones concretas que podemos hacer en el barrio: 1.- Preguntar a los vecinos si alguno de sus familiares se encuentra en este momento en la cárcel y hacer una cadena de oración por ellos. De lo contrario podemos pedir por alguien que se encuentre privado de su libertad. 2.- Reunir enceres que necesitan los presos (jabón, papel sanitario, pasta dental, calcetines, etc.) y destinarlos a través del equipo de pastoral penitenciaria de nuestra comunidad que se reúne todos los jueves a las 8 pm en la casa de pastoral. 3.- Apoyar económicamente a las familias de los presos con alguna colecta especial.

4.- ORACION FINAL Señor Jesús, Tú siempre te mostraste amigo de los pequeños, de los pobres y de los excluidos, hasta el punto de

querer pasar por la experiencia del preso: fuiste denunciado, detenido y apresado en la oscuridad

de la noche, conducido a la cárcel y sometido a interrogatorios, insultos, burlas, malos tratos y torturas, juzgado sin las debidas garantías, condenado y ejecutado (como muchos a lo largo de la historia y también hoy). Tu amor te llevó a identificarte con ellos y a permanecer presente en ellos: estuve en la cárcel y viniste a verme. Ante este gesto tan desconcertante nos atrevemos a pedirte por las presas y presos de hoy para que: No piensen que porque la sociedad los condena, Tú los rechazas. No renuncien ni un solo momento a su dignidad de personas e hijos de Dios. No pierdan nunca su libertad interior. No se desesperen ni caigan en depresión. No renuncien a esforzarse contra todo tipo de opresión, represión e injusticia. Se afanen en cambiar de conducta. Hagan por su vida y por su reinserción.

No abandonen a sus familias y amigos, ni sean abandonados por ellos. Su situación los acerque más a Ti y sean salvados del mundo. También queremos pedirte por nosotros, su familia, la sociedad y la Iglesia para que: No rechacen a las presas y presos por el hecho de serlo. Les respetemos como personas que son. Te veamos y sirvamos a Ti en ellos. Los acojamos con cariño y comprensión cuando recobren la libertad. Les acompañemos y ayudemos a reinsertarse. Nuestro amor, en definitiva, les ayude a descubrir que Tú les quieres. Te lo pedimos por María, tu Madre y nuestra Madre. Amén.

PARROQUIA “EL SEÑOR DE LA MISERICORDIA”