Tema III. Algunas claves para el desarrollo de habilidades de vida y de habilidades sociales

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Educación social: claves para el desarrollo de habilidades de vida y habilidades sociales

Tema III Algunas claves para el desarrollo de habilidades de vida y de habilidades sociales La palabra latina homo deriva de humus, tierra. Homo vendría a significar el nacido de la tierra. Desde que el hombre es capaz de conceptuar la realidad se ha preguntado constantemente por sí mismo. Platón habló de animal humano; Aristóteles de animal político. Y en nuestra cultura nos vemos como animales racionales, o como seres dotados de cuerpo y espíritu si se nos observa desde una perspectiva religiosa. Atendiendo a esta última inclinación seríamos animales religiosos. También nos definimos como animales sociales, animales técnicos, animales que hablan... No podemos negar nuestra animalidad. La Etología o estudio de la conducta de los animales ayuda mucho a comprender el comportamiento humano. Si nos adentramos un poco en el estudio de esta disciplina nos percataremos de que entre la conducta de muchos animales y la del hombre, como animal que también es, no hay diferencias de naturaleza, sino de intensidad, grado o modulación, y que a veces nos separa una fina línea o ninguna incluso: el elefante que muestra conductas sentimentales ante el reconocimiento de la osamenta de un congénere cercano; los estorninos, aves gregarias, sociables, que son capaces de desarrollar conductas de cooperación a la vez que esgrimen un carácter pendenciero en ocasiones; la manada de búfalos que rescata a una de sus crías de las garras de un león; los chimpancés que emprenden una batalla contra un grupo rival cercano manifestando la misma crueldad que muestra su pariente humano, y comiéndose a sus semejantes como también lo hacen o lo han hecho algunos grupos humanos; el instinto de protección hacia las crías de otras especies (cuando no se las comen o nos las comemos); el lenguaje complejo de algunos cetáceos; la pareja de guepardos, hermanos, que cazan juntos y que acosan a una hembra hasta que se aparea con ellos; las parejas que forman de por vida las cigüeñas; ... No nos elevemos en demasía sobre la animalidad: los antropólogos con sentido crítico y sentido del humor asimilan perfectamente que el Homo sapiens es el mono cabrón. Situados en el reino animal, el peso de la evolución recae sobre el sistema nervioso central, sobre el cerebro particularmente. El cerebro humano es el más desarrollado del reino animal. Un cerebro complejo distingue muchos más elementos (estímulos) de su medio ambiente que un cerebro simple, y también responde de manera más compleja y variada, es decir se comporta de manera más compleja y variada también. Unido a su cerebro, la posición erecta de los humanos, la bipedestación, amplía sus espacios visuales y libera sus manos. Unas manos liberadas, controladas por un cerebro desarrollado, permite a los humanos manipular en el medio, y también transformarlo. Así, el humano crea y fabrica utensilios porque dispone de capacidad técnica. El desarrollo del lenguaje articulado es un paso más en la evolución y en el desarrollo. Y con el lenguaje, el pensamiento: el humano conceptúa la realidad, piensa en abstracto, generaliza, y forma grupos sociales cada vez más complejos. Porque si hay algo que nos diferencia del resto de compañeros del reino animal es una extraordinaria capacidad para comunicarnos y desarrollar relaciones de intimidad: compartir ideas, sentimientos, ilusiones, experiencias, saber... Sin el lenguaje el

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hombre sería incapaz de desenvolver la cultura, una civilización: una red inmensa de acuerdos, ideas, gustos, objetos, pautas de comportamiento, saberes, normas, valores y hasta creencias sobrenaturales acumulados a lo largo de siglos y transmitida de generación en generación que le permite la supervivencia como especie. De ahí la predisposición humana a la relación con sus congéneres. Decía el psicólogo de origen alemán Erich Fromm que el ansia de relación es el deseo más poderoso de los humanos, una pasión que nos aglutina como especie. Por eso cuando algo funciona mal en la relación aparece la infelicidad, hasta tal punto que como señalaba Sigmund Freud, quien fuera famoso neuropsiquiatra austriaco, las relaciones con otras personas son la principal fuente del sufrimiento humano. En el grupo social, en la sociedad, el hombre desarrolla todavía más el saber mediante la comunicación. Es probable que una de las diferencias entre humanos modernos y neandertales fuera la mayor capacidad de los primeros para acumular experiencias, conceptuarlas, compartirlas con el grupo y transmitirlas a los descendientes. También, que nuestro pensamiento era más simbólico: los objetos tienen significados (las pinturas rupestres de Altamira, los verracos de Ávila, por ejemplo). El pensamiento simbólico permite proyectar la realidad ante el agente pensante para operar con ella y anticiparnos a su desenvolvimiento. El hombre moderno aparece también así como el que cuenta historias (fábulas, leyendas, mitos), que se transmiten de generación en generación que mantienen al grupo cohesionado en torno a unas creencias y saberes, facilitando así su supervivencia. El humano se ha acercado al estudio de sí mismo a través de la Antropología (anthropos, humano en griego; logos, tratado o conocimiento). A lo largo de la historia ha habido muchas antropologías (filosóficas, teológicas...). Las antropologías científicas, que se desarrollan a partir del siglo XIX, constituyen el germen del nacimiento de tres grupos de ciencias humanas o sociales que permiten un acercamiento actual al hombre: la Psicología (del griego psique, alma humana, y del griego logos: estudio de la conducta y comportamiento humanos); la Sociología (del latín socius, socio: estudio de la sociedad humana, las instituciones, los grupos y las relaciones sociales); y las ciencias de la Educación (estudio del humano como ser educable; o Pedagogía, del griego paidagogía, conducción del niño).

Estructura de la personalidad social: factores psicobiológicos y socioculturales

Herencia y evolución El humano actual (Homo sapiens) es, en su comportamiento y apariencia, como otras especies, resultado de la herencia y de la evolución, de la necesidad de adaptarse y del azar de los cambios genéticos a través de las generaciones. La herencia está dirigida por un mecanismo de copia (ADN) que preserva la especie, pero que no impide su evolución. Nos parecemos a nuestros padres, pero no somos iguales. El padre y la madre aportan ADN, que se reacopla en el nuevo individuo. A lo

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largo de generaciones la recombinación genética ha sido constante, como también las mutaciones, variaciones del patrimonio genético transmisibles a los descendientes; en cierto modo, errores de copia. Si la mutación es benéfica, es decir si aporta rasgos que se adaptan mejor a las características del ambiente, se extiende a toda la especie, sobre todo si el grupo está reducido y aislado. De mutación benéfica en mutación benéfica la especie se transforma. Así, la especie homo evoluciona. Es probable que el ambiente sea desencadenante de las propias mutaciones. La Paleoantropología1, estudio de la evolución humana a través de los registros fósiles principalmente, aporta datos muy interesantes, poniendo de manifiesto algunas de las constantes de esa evolución, de la hominización: 1.- El aumento de la encefalización, es decir, masas encefálicas cada vez más grandes en relación con la masa corporal; y también más complejas. 2.- La bipedestación y la liberación de las extremidades superiores: ampliación del campo visual y capacidad técnico-manipulativa. 3.- El desarrollo de la capacidad simbólica, la capacidad para establecer signos convencionales que sustituyen a la realidad que representan. Un símbolo es un signo, algo audible, visible..., que representa a otro objeto, que evoca la idea de algo. Un ejemplo, actual, de símbolos, de signos, lo constituyen las señales de tráfico. A su vez, las señales de tráfico forman un código: el código de la circulación. 4.- Paralelamente al desarrollo de la capacidad simbólica, el desarrollo del lenguaje articulado y de lenguas (carácter convencional del lenguaje), basado tal vez en una predisposición biológica, como apunta el lingüista Noam Chomsky. Por lenguaje articulado se entiende el que articula sonidos y que se constituye en signos lingüísticos que forman códigos, de modo que con pocos elementos creamos muchos mensajes. Los signos lingüísticos tienen un significante (el gesto, el sonido, la imagen...) y un significado (la idea que se quiere transmitir). La máxima expresión de ese lenguaje fue la escritura. Nuestra forma humana (Homo sapiens) probablemente apareciera en África hace unos 200.000 años. La Genética estudia la posibilidad de que la humanidad moderna, en todas sus variedades, provenga de una pequeña población de primitivos sapiens que se extendería desde África por Asia, Australia (hace tal vez 60.000 años), Europa (hace 40.000 años) y América (hace 10-15.000 años a partir de poblaciones modernas asiáticas) dando lugar a los tipos actuales. Hace unos 100.000 años los sapiens se encontrarían ya en Palestina con grupos de neandertales (Homo neanderthalensis) y hace 40.000 lo harían en Europa. Parece ser que hubo cruce genético entre ambas especies, que ha dejado constancia en poblaciones europeas y orientales, no así en las subsaharianas. Los sapiens, peor adaptados físicamente a los fríos europeos que los neandertales, y tal vez con una mayor capacidad reproductiva y quizá también más aventajados cultural, intelectual y socialmente, fueran desplazando a los neanderthales, cuando no aniquilando, algo de lo que no hay evidencias y que no expresan los paleoantropólogos. De lo que sí hay evidencias es que desde el momento en que los neandertales coinciden temporalmente con los humanos modernos se produce una revolución cultural en sus poblaciones, si bien a los neandertales se les reconocen rasgos técnicos como el uso del fuego, y humanos como el enterramiento de sus muertos y cuidado de sus enfermos.

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La Paleontología, paralelamente, estudia los restos fósiles de animales y vegetales. La Arqueología, los restos materiales de las sociedades: ruinas romanas, castros, torques celtas, etc.

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A la izquierda: cráneo de hombre de Neandertal procedente de Gibraltar (British Museum): disposición alargada; órbitas oculares marcadas; frente huidiza. De apreciarse el mentón, sería también huidizo. A la derecha: petroglifo sobre pizarras en el Cerro de San Isidro, cerca de Domingo García (Segovia). El cerro muestra grabados rupestres y un área de culto románico. Las iconografías están datadas desde el Paleolítico Superior (équidos, cérvidos...) al Postpaleolítico: unos 1.500 grabados, en su mayor parte jinetes de carácter bélico, pastoril o cinegético.. El Paleolítico superior supone ya la aparición de nuestros antepasados sapiens, así como de manifestaciones artísticas. Abajo, ilustraciones de rostros de homínidos en el Centro de visitantes de Maropeng, Johannesburgo (Foto EFE/archivo).

Endocrinología Otra perspectiva de acercamiento al estudio de los factores psicobiológicos que influyen en la conducía de los humanos lo proporciona la Endocrinología. Esta parte de la Medicina estudia las glándulas endocrinas (tiroides, hipófisis, páncreas, cápsulas suprarrenales, gónadas...), que vierten hormonas en el torrente circulatorio. Las hormonas (adrenalina, testosterona, insulina...) son sustancias químicas que cumplen diversas funciones orgánicas impactando en la conducta de los individuos: pueden conmover la vida instintiva, inclinar la vida mental, excitar ritmos funcionales... Las hormonas influyen en la conducta humana de un modo tal que se puede hablar casi de causa (secreción hormonal) y efecto (comportamiento). La adrenalina, hormona producida en las glándulas suprarrenales, es un favorecedor químico de la transmisión nerviosa. La descarga de adrenalina se traduce en un aumento de la fuerza contráctil y de la frecuencia cardiaca; estimula el cerebro; eleva la presión arterial y dilata las pupilas; nos prepara para el peligro, o nos lo pone delante. Se ha comprobado, en el caso de otros grupos de hormonas, que ratas sin hipófisis, una glándula endocrina situada en la base del cráneo causante de numerosas secreciones hormonales, no son capaces de aprender determinadas respuestas adaptativas. La testosterona, hormona masculina fabricada por las gónadas masculinas, determina

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cambios corporales que se manifiestan en la pubertad (voz, desarrollo de la musculatura, pelo...); tiene efectos marcados sobre la conducta y sobre la apariencia física. La tiroxina, hormona producida por la glándula tiroides puede producir nerviosismo insomnio, irritabilidad… Paralelamente a las hormonas, las drogas, naturales o artificiales, son capaces de modificar la actividad mental del sujeto y, por tanto, su comportamiento. Unas como la nicotina o la cafeína estimulan, excitan. Otras como el alcohol pueden producir depresión (la ha cogido llorona) o excitación (muchos individuos se vuelven violentos cuando beben). Otras causan delirios, como el LSD. Otras, como la cocaína... De igual modo, la conexión cuerpo-mente funciona en sentido contrario. Los estados emocionales extensos e intensos (tristeza, miedo, angustia, estrés, euforia...) provocan hipertensión, secreciones gastrointestinales e incluso hormonales. Debido al contagio emocional colectivo, por ejemplo, los niveles de testosterona entre los hinchas del Real Madrid a buen seguro eran superiores a los del Barcelona después del último partido de liga de la temporada 2007-08. Otro ejemplo lo constituye la preparación para una contienda bélica: tratar de amedrentar al enemigo con gritos, cánticos o expresiones corporales produce exactamente lo mismo: estimular o inhibir, no siendo conscientes de ello, los niveles de testosterona.

Neurología La Neurología es la Medicina que estudia el sistema nervioso; también sus patologías (Neuropatología). Estar nervioso, ser nervioso o estar de los nervios son expresiones que hacen referencia a estados de ánimo o a conductas que pueden llegar a ser consideradas patologías. Los psiquiatras son a menudo neuropsiquiatras (Sigmund Freud, por ejemplo, padre del psiconálisis) ya que los tratamientos farmacológicos impactan en el sistema nervioso modificando el procesamiento de la información del entorno y mediatizando en las respuestas adaptativas del organismo. Las personas nos mantenemos en contacto con el entorno, con el ambiente o medio que nos rodea, a través de los sentidos. No se puede tener conciencia de las cosas sin antes verlas, olerlas, tocarlas..., sentirlas en una palabra. Cuando no gozamos de un funcionamiento adecuado de todos los sentidos compensamos esa carencia agudizando los demás. Los ciegos desarrollan, por ejemplo, un extraordinario sentido del oído y del olfato. Una vez que tenemos los datos del entorno, de la realidad circundante, entonces el cerebro los procesa para adaptarnos a ese entorno o para adaptarlo a nosotros. No se puede comprender plenamente al humano prescindiendo de los sentidos y del sistema nervioso al que están conectados. El sistema nervioso de un animal es el encargado de adaptar el organismo a su medio ambiente. Y en el caso del hombre, éste nace con uno de los sistemas nerviosos más inacabados y flexibles, maleable, y con un inmenso potencial adaptativo. Existe un sistema nervioso central (SNC: encéfalo –cerebro, bulbo y cerebelo-) y un sistema nervioso periférico (SNP), encargado de conducir estímulos al Central y las respuestas de éste. De otro modo, existe un sistema nervioso vegetativo, que regula las actividades automáticas, y un sistema nervioso voluntario, cerebral, que regula actividades controladas. El cerebro es la parte más interesante de todo el sistema nervioso. Se calcula que no ha sufrido modificación apreciable en los últimos 100-150.000 años, lo que parece corroborar la Paleoantropología al situar el nacimiento de nuestra forma actual humana (Homo sapiens) no hace mucho más tiempo. Sin embargo, cada cerebro, el cerebro de una persona, no es estático, ni deja de desarrollarse a partir de cierta edad, sino que se transforma según lo que va le sucediendo a su propietario a lo largo de su vida: es la huella de la experiencia vivida, lo que los neurólogos denominan

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neuroplasticidad, huellas que modifican el funcionamiento del cerebro y que nos permiten liberarnos del determinismo genético. El cerebro no sólo permite percibir el mundo exterior sino que también inscribe esas percepciones en la red neuronal. Las neuronas son las encargadas de registrar y transmitir la información en el cerebro. Se trata de células nerviosas tremendamente complejas e interconectadas entre sí. Cuanto mayor es la complejidad del cerebro, como en el caso del humano, mayor es su número de neuronas y más complejas son sus interconexiones o sinapsis (transmisión de los impulsos nerviosos entre neuronas o entre neuronas y terminaciones musculares). Los mecanismos de plasticidad se articulan en torno a los contractos entre las neuronas, que es donde intercambian informaciones, gracias a unas moléculas denominadas los neurotransmisores. A partir de una determinada edad la pérdida de neuronas cerebrales puede ser apreciable, en menor medida si persiste gran actividad intelectual. También es cierto que las neuronas cerebrales parecen especializarse con las experiencias vividas, a costa de perder capacidad adaptativa general.

(sinapsis)

Salida de información hacia otras neuronas

Axones Mielina Núcleo

Botones terminales

Entrada de información

Esquema de una nerurona Los neurotransmisores son unas sustancias químicas que facilitan la comunicación de las neuronas entre sí. Destacamos: - Serotonina: interviene en la regulación de los estados de ánimo. - Dopamina: tiene que ver con la regulación de la actividad motora, estando relacionada su falta con la enfermedad de Parkinson y, por exceso, posiblemente con la esquizofrenia. - Acetilcolina: está relacionada con la atención, la memoria o el lenguaje, y también con la contracción muscular. El Alzéimer parece estar relacionado con bajos niveles de este neurotransmisor. - Noradrenalina: facilita las respuestas de emergencia (aceleración del corazón, tensión arterial…). Las lesiones o las discapacidades en el sistema nervioso originan disfuncionalidades adaptativas. Por ejemplo, una persona que ha sufrido un infarto cerebral puede quedar inmovilizado en un lateral de su cuerpo; puede quedar afectada la región cerebral donde se localiza el habla y tener que volver a aprender a hablar, o a leer y a escribir de nuevo. Otro ejemplo lo constituyen las anoxias, que ocasionan la muerte de neuronas y tejidos, y por tanto discapacidades y disfuncionalidades de tipo intelectual u orgánico ya que el cerebro es muy sensible a cualquier falta de oxígeno. Pero también puede quedar afectada la conducta, la personalidad. En 1848, un obrero de la construcción, Phineas Gage (EE.UU.), sufrió un grave accidente: una barrena le atravesó una parte del cráneo. Sobrevivió; conservó su inteligencia, su percepción, su memoria…, pero su personalidad social cambió: no conservaba los empleos ni tampoco los amigos.

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_____________________________ Para ampliación: http://www.youbioit.com/es/article/shared-information/19913/comofunciona-el-cerebro

Las herencias Todo empieza antes del nacimiento. El bebé es un heredero de sus padres, y por tanto de las anomalías vinculadas a la genética en ocasiones. La hemofilia, por ejemplo, que supone una incapacidad de coagulación de la sangre, se cree debida a un gen recesivo ligado al cromosoma sexual X. Los varones que la padecen son portadores del gen y pueden transmitirlo a su descendencia femenina. Las mujeres pueden ser portadoras, y por tanto posibles transmisoras, sin ser hemofílicas, pues resulta sumamente raro que padezcan la hemofilia. Existen también anomalías cromosómicas. La más conocida es el síndrome de Down, pero existen otras como el síndrome XYY, alteración cromosómica en la que el hombre tiene un cromosoma Y adicional en la pareja de cromosomas sexuales (trisomía). Durante un tiempo se pensó que estos individuos eran más propensos a la agresividad y a la violencia, pero este hecho está lejos de ser probado. XhX (mujer portadora) XhY (varón hemofílico) XhXh (mujer hemofílica; probablemente no llegue a nacer) XhY (varón hemofílico) XXh (mujer portadora) XY (varón no hemofílico)

La hemofilia en la descendencia (ejemplo extremo) Los hijos también heredan la historia de sus padres y la de su propio desarrollo embrionario y fetal. Nada más producirse la fecundación, el entorno comienza a influir en el equipamiento genético. La rubéola materna (sarampión alemán) contraída en los primeros meses del embarazo está relacionada con muertes prenatales, malformaciones, discapacidades intelectuales, sordera, problemas cardíacos... La nutrición de la madre, su estatus nutricional, es decir, la ingesta de calorías, de proteínas, vitaminas y minerales es determinante para el bebé. La falta de ácido fólico (un complejo de vitamina B), por ejemplo, está relacionada con la espina bífida. Y qué duda cabe que una alimentación deficiente de la madre puede influir negativamente en el desarrollo neuronal y en el cerebro. Por supuesto, las drogas, tanto legales como ilegales, influyen negativamente en el ser que se está gestando. El estado emocional de la madre es también muy determinante: una mujer embarazada que experimenta temores intensos y otras emociones en grado extremo puede producir un exceso de adrenalina que impida al feto oxigenarse adecuadamente. Independientemente de que creamos o no en el alma humana desde un sentir religioso, se considera al cerebro como el órgano que determina el ser humano. El cerebro del feto es un órgano muy delicado y sensible. Las moléculas que segrega la madre, producto de sus estados afectivos (euforia, alegría, estrés, depresión…), atraviesan la placenta y condicionan, modifican, el desarrollo cerebral. La experiencia sensorial posterior del niño puede incluso determinar su anatomía cerebral, pues el cerebro no ha terminado de desarrollarse en el momento del alumbramiento. El cerebro humano es el órgano más imperfecto y, sin

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embargo, el de mayor potencial de desarrollo. Si al cerebro se le priva de determinados estímulos y afectos en los primeros momentos de la vida, la parte del cerebro encargada de responder a ellos se atrofia. Boris Cyruinik (Etología humana, Universidad Toulon-Var, Francia) observó en los escáneres realizados a niños en orfanatos de Rumanía que aquellos criados en condiciones aislamiento sensorial y abandono2 presentaban atrofias lobulares y en los circuitos de la memoria y de las emociones, si bien no perdían la capacidad de reanudar su desarrollo si eran objeto de acogida no mucho tiempo después (resiliencia neuronal, capacidad para reanudar el desarrollo). Sin embargo, para este neuropsiquiatra los infantes sobreprotegidos, consentidos, tienen la misma propensión a la infelicidad (o a hacer infelices a los que los rodean) que los abandonados, pues si bien no padecen atrofias lobulares, no saben utilizar esa parte del cerebro para anticiparse a los reveses vitales porque no han aprendido a retrasar la satisfacción de sus deseos; están sometidos al instante; no tienen capacidad anticipatoria. Los desalientan las dificultades de la vida y no saben tolerar ni superar las frustraciones. Podemos hablar, por tanto, de herencias, y entre otras, la genética, la sociocultural y la psicológica, como hemos visto. Por poner un ejemplo tosco, si lo comparáramos con el mundo de la construcción, los genes serían los planos, el proyecto; la herencia sociocultural, el status nutricional (vitaminas, proteínas, minerales...), aportaría los materiales y la herencia psicológica podría ser la estabilidad laboral durante la obra o el estrés o presión bajo la que los constructores han trabajado. De este modo, si existiera un déficit nutricional sería como si en una obra faltaran materiales o que fueran de mala calidad los existentes, con el consiguiente impacto negativo en la calidad de la construcción. Por otra parte, si los albañiles han trabajado a disgusto, bajo presión laboral..., seguro que tarde o temprano aparecerán goteras en la construcción.

La herencia cultural En cualquier aspecto del desarrollo (la estatura, la memoria, el razonamiento, la emotividad) intervienen factores genéticos y factores sociales. Lorenz, por ejemplo, se defiende afirmando que nunca ha dicho que el medio ambiente no contara, aunque le interesa más la herencia. Skinner, a quien se le atribuye la negación de la herencia, afirma que ésta no es el objeto de sus estudios y que lo que le interesa son los condicionamientos, ya que es en ellos donde puede actuar. De todos modos, Lorenz y Skinner representan orientaciones extremas inadmisibles para mí. Existen materiales, influencias, con las cuales el niño se construye; todo comportamiento es una construcción. Se trata de ver de qué manera se construirá el niño, poco a poco, según su patrimonio genético y según su patrimonio cultural, según las influencias que ejerzan sobre él”. René Zazzo3

Las hormigas y las abejas constituyen ejemplos de comportamientos complejos que dan lugar a organizaciones sociales muy estructuradas. A diferencia de ellas el hombre nace con escasos comportamientos heredados, a pesar de que su sistema nervioso es más complejo que el de la abeja o la hormiga. ¿Qué sucede, por tanto? Pues que las especies que cuentan con un cerebro muy desarrollado se diferencian de las que tienen un sistema nervioso más simple no en las conductas que heredan, sino en las que pueden aprender. Se han dado casos en animales con 2

En ilustración incrustada: El joven mendigo, de Murillo (Louvre). René Zazzo (1910-1995), psicólogo y pedagogo francés, fue director del Laboratorio de Psicología del Niño y del Laboratorio de Psicología del Hospital Henri Rousselle. Fue también profesor del Instituto de Psicología de la Universidad de París. Es considerado uno de los pioneros de la Psicología escolar. El texto ha sido tomado de: TORO, J.: El comportamiento humano. Barcelona, Salvat Editores (colección Salvat de Temas Clave), 1985, p. 15. 3

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cerebros desarrollados como los simios que, en cautividad, han dejado morir a sus crías porque no sabían amamantarlas, o porque, como en el caso de los cetáceos, no sabían mantenerlas en superficie para que respiraran: no lo habían aprendido de sus congéneres, no lo habían visto nunca y, por supuesto, no recordaban algo que no habían aprendido. Los comportamientos de la abeja son complejos, pero difícilmente puede aprender otros; prácticamente toda su conducta está determinada genéticamente (determinismo biológico), si bien incluso esto hoy se discute. Las crías humanas nacen tremendamente débiles, desprotegidas por sí mismas, pero con inmensas posibilidades de aprendizaje. El ser humano, al nacer, es como un trozo de plastilina. Un animal herbívoro, por ejemplo, es capaz de seguir a su madre al poco de nacer (le va su supervivencia en ello), pero no es tan plástico como el humano. Para llegar a ser a humano no basta un sistema nervioso potencialmente complejo: hace falta un ambiente, un entorno, que enseñe o que permita aprender: el medio humano, que es social (familia, Estado, grupo, escuela...) y cultural. Las culturas, como se ha señalado, son acuerdos, creencias, saberes acumulados, valores, normas, pautas de conducta, bienes materiales...; son civilizaciones con ideologías dominantes. El mito de Tarzán es eso, un mito, y encima racista, si bien al menos hay Tarzanes cinematográficos divertidos. Prueba de todo esto lo constituyen los denominados niños ferinos (niños-fiera) o niños-lobo que han crecido privados de la maduración social, de socialización, y que muestran cómo la humanidad se aprende, no se nace con ella. Hay casos conocidos y en ocasiones salta a la prensa alguno nuevo. El de las dos niñas halladas en Indostán fue uno de los más famosos: una tenía 2 años, la mayor 8. Vivían con un grupo de lobos. La pequeña murió al poco; la mayor vivó unos años más sin llegar a aprender más que unas pocas decenas de palabras. Otro caso fue el del salvaje de Aveyron, región francesa cercana a los Pirineos, encontrado cuando tenía 11 ó 12 años a finales del siglo XVIII: no hablaba y cuando murió apenas manejaba unas pocas palabras. Resulta difícil creer así que Roma fuera fundada por los gemelos Rómulo y Remo, amamantados por una loba. La película El pequeño salvaje, del director francés François Truffaut, basada en el hecho real que supuso el salvaje de Aveyron, plantea las posibilidades de reeducación de un niño ferino. La película, de 1969, es también una reflexión de contrastes: la libertad humana en un supuesto estado natural y la libertad que aporta la humanización. En esta coyuntura, surgen dos posturas extremas sobre la conducta humana. Por una parte, la de los ambientalistas, que suponen que el humano es, básicamente o sobre todo, un constructo social, ambiental, con escasa predeterminación genética; es decir, el medio ambiente humano, la cultura, la sociedad es la que hace a los humanos. Así, un niño sería más inteligente que otro, en el sentido académico de la palabra, si el ambiente en el que crece es más estimulante, más intelectual. Por otra, la de los genetistas, más dispuestos a pensar que la herencia genética predispone en mayor medida y que el medio ambiente humano influye muy poco en los individuos. Esta última postura estaría más próxima al darwinismo social, concepto que deriva de la teoría evolucionista de Charles Darwin en el siglo XIX; es decir, los individuos que se encuentran en los escalones más altos de la jerarquía social lo están por méritos propios, por selección natural, porque son los más aptos,

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los más capaces en la adaptación al medio ambiente humano. Los estudios sobre gemelos uniovulares, con idéntica carga genética, muestran la interacción herenciaentrono, pero sobre todo la importancia del medio social y humano en el desarrollo de los individuos a medida que adquieren edad, experiencias. Sostener que los niños de clases sociales bajas fracasan más en la enseñanza porque su potencial genético así lo determina es falso y clasista. No es lo que decía Ortega, “yo soy y mis circunstancias”; las circunstancias también determinan el yo. Si un ternero de toro bravo pierde su bravura cuando se cría entre humanos, imaginemos el impacto del ambiente en una especie mucho más maleable como la nuestra. Las primeras influencias del medio ambiente humano, del entorno, en el niño son prenatales. Un determinado tipo de alimentación, la falta o una mala alimentación influyen en la propia constitución del sistema nervioso, en el cerebro. El hambre de la madre, la hiponutrición, puede hacer que su hijo nazca con discapacidades psíquicas debido a una inadecuada gestación cerebral o de otra índole. Pero hay muchas otras situaciones: estrés materno, drogas, estilo de vida... Existen también, por supuesto, influencias posnatales: la nutrición infantil, que depende mucho de la clase social (una deficiente alimentación afecta también al desarrollo cerebral –peso, densidad neuronal...-); la estimulación cognitiva a temprana edad; la serenidad en la conducta, que puede ser ofrecida como modelo conductual... En cualquier caso, lo que parece claro es que alegar predeterminación en los comportamientos humanos es el refugio, la excusa perfecta para no enmendar nuestras acciones y para eludir nuestras responsabilidades cooperativas. Si justificamos nuestra alta posición social y la situación en la que se encuentran los desheredados de La Tierra alegando motivos basados en la genética o en la selección natural aceptamos las diferencias sociales sin hacer nada por evitarlo. Si consideramos que el ser humano es agresivo por naturaleza entendemos que la violencia y los conflictos bélicos son algo inevitable. Pero el tema de la autojustificación, el de la coherencia intrapsíquica cognitiva, es ya otra cuestión que se aborda más adelante.

_________________ III.1.- Define. Busca, si fuera preciso, fuera del tema:

psicología social

etología

endocrinología

neurología

darwinismo social neurotransmisores 10

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III.2.- ¿Qué significa que los humanos somos un producto de la interacción herencia-medio; ¿qué es la epigenética? Investígalo.

Madurez y juventud en la edad adulta Para algunos estudiosos del tema la juventud es una adolescencia retrasada, una segunda adolescencia que empieza entre los 18-22 años y termina sobre la treintena. Es una adultez emergente. En esta edad el sujeto se presenta en sociedad. Hay muchas características que marcan esta etapa, entre ellas la independencia económica y la capacidad de tomar decisiones de forma autónoma, si bien hoy en día hay muchos jóvenes tardíos en independizarse, debido a las dificultades para hallar trabajo o para encontrar el trabajo que consideran adecuado a sus vocaciones profesionales. La vivienda es otro problema a añadir en la emancipación de los jóvenes. Si el joven acaba eligiendo un trabajo fuera del ámbito de sus intereses o expectativas puede toparse de golpe con el principio de la realidad. Aunque también puede encontrarse con esa dura realidad, cuando después de encontrar el trabajo de sus sueños se percata de que no responde a lo esperado. En muchos casos el joven continúa trabajando en aquello con lo que antaño compaginaba sus estudios. De cualquier manera, la independencia económica que le brinda el trabajo le ofrece inmensas posibilidades, entre ellas la de viajar, lo que supone establecer un nuevo tipo de contacto con el mundo. Todo esto hace que el pensamiento del joven sea más ajustado a la realidad, más realista y pragmático, más reflexivo y relativista que los adolescentes. En la juventud se alcanza el máximo rendimiento físico. Desde el momento en el que las transformaciones morfogenéticas se detienen, es decir, el cuerpo deja ya de hacerse, pueden aparecer hábitos negativos de salud como la obesidad o el alcohol. La falta de actividad física, el acomodamiento y los trabajos sedentarios completa cuadros poco saludables para un futuro ya no muy lejano al joven. Los jóvenes suelen presentar comportamientos más responsables que los adolescentes, menos arriesgados, y también menos cambios de humor. Ya no importa tanto el gran grupo de amigos, la pandilla. El joven es también más autónomo en este sentido, pero no por ello menos dependiente de las relaciones de grupo. El joven tiene la posibilidad ahora de elegir nuevas relaciones, nuevas amistades. En ocasiones se abandonan los amigos y amigas previos a una relación sentimental por una relación en pareja, de modo que los nuevos amigos que aparecen ahora son amigos de ambos. Se dan casos de parejas que no rompen o tardan en romper por el miedo a la soledad, porque han perdido la capacidad de relacionarse independientemente. Y es que la relación de pareja no conjuga en ocasiones demasiado bien la libertad y la independencia con la intimidad y el compromiso. La posesión, los celos o las pautas sociales conservadoras son la clave de esa mala conjugación. Matrimonio, o vida en pareja, y juventud suelen ir de la mano, si bien las nupcias le hacen más guiños últimamente a la siguiente etapa, la madurez. Por otra

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parte, en la actualidad la soltería aparece como un estado normal y frecuente; se ha convertido en una elección, si bien las costumbres conservadoras siguen sin mirar bien a los solteros y mucho menos a las solteras, lo que fuerza a muchos y a muchas jóvenes a la caza y captura. También son cada vez más frecuentes las parejas de hecho, las parejas homosexuales o las familias monoparentales. Sobre los hijos de las parejas homosexuales conviene desterrar falsas ideas: las investigaciones muestran que tienen similares niveles de ajuste psicológico que los de las parejas heterosexuales; del mismo modo, la inmensa mayoría de los niños criados por parejas homosexuales presentan orientación heterosexual. Para muchos estudiosos de la psicología evolutiva la madurez se caracteriza por un elevado grado de variabilidad individual. La madurez se considera la meta del desarrollo. Sin embargo, los avances en ciencias como la biología, la gerontología, la medicina, la psicología... permiten avanzar una concepción dinámica de la madurez como una etapa en la que el individuo no ha llegado a su techo, no permanece estancado: en la madurez el evolutivo sigue madurando. La madurez no debe considerarse el ideal de toda la evolución del individuo; habría que coger un poco de todas las etapas: la experiencia y relatividad de la senectud, el impulso de la juventud, el ludismo de la infancia y de la niñez... La madurez se inicia al finalizar la segunda adolescencia o juventud: en torno a los 30 años. Los factores genéticos y el estilo de vida desempeñan un papel importante. Comienza cierto declive biológico: arrugas, canas, artritis, pérdida de cabello, vista cansada, aumento de peso, disminución de los niveles hormonales, menopausia... Las enfermedades coronarias, que no suelen aparecer durante la juventud, se hacen presentes en la madurez. Hipertensión y artritis son frecuentes. La primera, en gran medida, debido a la falta de ejercicio físico, a una mala alimentación y al estrés por la acumulación de responsabilidades (trabajo, hijos...). El estrés también afecta al sistema inmunológico. Las principales causas de muerte en la madurez en las sociedades occidentales son las enfermedades cardíacas, el cáncer y las enfermedades cerebro-vasculares. Durante mucho tiempo se ha venido considerando que los caracteres biológicos de la intelectualidad parecen detener su desarrollo hacia los 20-25 años. Pero eso no quiere decir que la inteligencia decline: la mente ha acumulado experiencias e información para actuar de modo diferente. Además, el adulto acumula demasiadas responsabilidades como para poder liberar la mente de la manera que lo hace el joven o el adolescente. Es decir, sus funciones intelectuales no es que sean menores, son distintas. Es probable que disminuya la velocidad de procesamiento de información y algún tipo de memoria. Es algo que les ocurre a los procesadores cuando su disco duro se va llenando, permítaseme el ejemplo. Pero existe una inteligencia cristalizada superior en la madurez precisamente por esa información acumulada. También es cierto que los adultos utilizan la memoria de otra forma más especializada. Y también que hay capacidades intelectuales que parecen mejorar: el razonamiento inductivo, la memoria verbal, la orientación espacial y las estrategias de resolución de problemas prácticos. Por tanto, si el adulto es desplazado por el joven en muchos trabajos no lo es por sus capacidades sino por motivos de otra índole: al joven se le considera más ambicioso y, por tanto, más sumiso, más moldeable para la impresión de un carácter profesional. También es cierto que tiene, generalmente, más capacidad de adaptación a los cambios.

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La madurez suele ser un periodo de responsabilidad, de autoridad y de influencia, determinado en gran medida por los nuevos roles que se ocupan: trabajo, familia, paternidad... También maduran las personas que rodean al adulto: los hermanos se alejan, los padres envejecen o mueren... El sentimiento de amor pierde componentes pasionales y sexuales para encontrarlos más sentimentales y afectuosos. Es una buena etapa para disfrutar del ocio. A los 30 años se habla de una crisis intensa. El adulto parece percatarse de que el tiempo pasa, que se le escapa de las manos, y ha llegado, o no ha llegado, a todo lo que puede desear (realización profesional, pareja...). Hay otros cambios significativos: sigue siendo hijo/a, pero también puede ser padre, a veces separado, divorciado o viudo. El mundo se da la vuelta y se revuelven muchos esquemas: los adultos, en muchas ocasiones, se vuelven más conservadores, más rígidos de mente; muchos viejos cabezotas ya lo han sido antes, en la madurez. De cómo el adulto asuma todos estos cambios; de cómo le vaya en su vida familiar y profesional dependerá su estabilidad psíquica. ¡Ah!, para desterrar prejuicios, los padres homosexuales y lesbianas están tan comprometidos, o más, con la educación de sus hijos como los heterosexuales. Sus hijos no tienen ni más ni menos problemas de adaptación que los demás, y la mayoría son heterosexuales. Últimamente cada vez es mayor el número de hombres y mujeres mayores 25 años que por elección, falta de oportunidades, viudedad, divorcio… son singles. La palabra procede del anglosajón y aporta un nuevo concepto de soltería que nada tiene que ver con el quedarse para vestir santos, si bien la sociedad española sigue siendo muy conservadora al respecto, sobre todo para con las mujeres. Los singles son personas que cabalgan en solitario y si bien pueden estar dispuestos a emparejarse no lo hacen a cualquier precio, y menos por presiones sociales: living apart together, juntos pero no revueltos. Aplauden la soltería y disfrutan de ella de tal modo que ello les impide en ocasiones establecer vínculos de pareja o llevar una vida sexual sin compromisos.

________________ III.3.- Relaciona el carácter, personalidad o línea educativa de los padres con la tendencia a desenvolver ciertas características personales en los hijos (Becker, 1964)4: *Padres rigurosos, muy estrictos. *Padres tolerantes, cordiales, democráticos. *Padres hostiles, negligentes, despreocupados, que “dejan hacer”. *Padres con autocontrol que fomentan la independencia. *Padres cordiales, pero dominantes. *Padres preocupados por el binestar de los demás.

*Hijos retraídos, desconfiados, poco independientes. *Hijos activos, creativos, extrovertidos. *Hijos desobedientes, agresivos, poco adaptados socialmente. *Hijos dependientes, obedientemente sumisos, sobre todo en el caso de las niñas por razones culturales. *Hijos con conductas prosociales, altruistas. *Hijos seguros, con gran autocontrol, con tendencia a la exploración.

Inteligencias social y emocional III.4.- Contesta al siguiente cuestionario de habilidad emocional: 4

MADARIAGA, J. Mª: “Personalidad y equilibrio afectivo”, en GOÑI, A. (Ed.): Psicología de la educación sociopersonal. Madrid, Ed. Fundamentos, 1998, p.42.

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1.- Soy capaz de automotivarme para aprender, aprobar, estudiar, sacar algo adelante. nunca – a veces – muchas veces – siempre 2.- Muestro comprensión hacia los demás. nunca – a veces – muchas veces - siempre 3.- Tengo las ideas claras sobre lo que quiero. nunca – a veces – muchas veces – siempre 4.- Tomo decisiones sin dudar ni titubear demasiado nunca – a veces – muchas veces - siempre 5.- Me responsabilizo de mis propios actos nunca – a veces – muchas veces - siempre 6.- Reconozco la angustia en los demás. nunca – a veces – muchas veces - siempre 7.- Soy capaz de verme a mí mismo desde la perspectiva de otro/s nunca – a veces – muchas veces - siempre 8.- Soy capaz de comprender el punto de vista de los demás. nunca – a veces – muchas veces - siempre 9.- Puedo desarrollar pautas de conducta nuevas. nunca – a veces – muchas veces - siempre 10.- Me comunico bien con la gente que no conozco demasiado nunca – a veces – muchas veces - siempre 11.- Abandono hábitos inútiles o improductivos; no soy tan de costumbres. nunca – a veces – muchas veces - siempre 12.- Soy capaz de aguantar la frustración cuando no consigo lo que me propongo o cuando no me salen las cosas. nunca – a veces – muchas veces - siempre 13.- Calculo el impacto que mi comportamiento tiene en los demás. nunca – a veces – muchas veces - siempre 14.- Sé qué pensamientos son capaces de hacerme feliz y tener éxito en las cosas. nunca – a veces – muchas veces - siempre 15.-No tengo altibajos de carácter. nunca – a veces – muchas veces - siempre 16.- Sé cuándo estoy a la defensiva. nunca – a veces – muchas veces - siempre 17.- Me comporto con equilibrio emocional. nunca – a veces – muchas veces - siempre 18.- Sé cuáles son mis defectos y cómo cambiarlos. nunca – a veces – muchas veces - siempre 19.- Actúo de modo productivo cuando estoy enfadado o en situaciones de ansiedad. nunca – a veces – muchas veces - siempre 20.- Identifico estados de ánimo en los demás. nunca – a veces – muchas veces - siempre 21.- Cuando alguien se muestra nervioso, irritado…, procuro calmarlo. nunca – a veces – muchas veces – siempre

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22.- Soy una persona realista con los sentimientos. nunca – a veces – muchas veces - siempre 23.- En momentos de tensión soy capaz de tranquilizarme. nunca – a veces – muchas veces - siempre 24.- Soy una persona sonriente y con sentido del humor, incluso de uno mismo. nunca – a veces – muchas veces - siempre 25.- Aprendo de los errores que cometo. nunca – a veces – muchas veces – siempre 26.- Soy una persona activa. nunca – a veces – muchas veces - siempre 27.- Sé que hay cosas que no me gusta hacer, pero las haga porque sé que hay que hacerlas. nunca – a veces – muchas veces - siempre 28.- Cuando las cosas van mal mi estado de ánimo aguanta hasta que mejoren. nunca – a veces – muchas veces - siempre 29.- Llego a acuerdos razonables con otras personas cuando tenemos posturas enfrentadas. nunca – a veces – muchas veces - siempre 30.- Controlo mis pensamientos y pienso en lo que de verdad me interesa. nunca – a veces – muchas veces - siempre 31.- Hablo conmigo mismo en voz baja para controlar estados emocionales. nunca – a veces – muchas veces - siempre 32.- Mantengo la calma cuando soy el blanco de los enfados de los otros. nunca – a veces – muchas veces - siempre 33.- Soy consciente de cuándo mis pensamientos son negativos. nunca – a veces – muchas veces - siempre 34.- Cuando alguien me critica injustamente me defiendo con el diálogo. nunca – a veces – muchas veces - siempre 35.- Cuando me equivoco reconozco el error. nunca – a veces – muchas veces - siempre 36.- Soy capaz de quitarme de la mente las preocupaciones que me obsesionan. nunca – a veces – muchas veces - siempre 37.- Cuando los demás me provocan intencionadamente soy capaz de no responder. nunca – a veces – muchas veces - siempre 38.- Sé lo que es importante en cada momento y fijo prioridades sin darlo muchas vueltas. nunca – a veces – muchas veces - siempre 39.- Me fijo en el lado positivo de las cosas, soy optimista. nunca – a veces – muchas veces - siempre 40.- Cuando me piden que diga o haga algo que me parece inaceptable me niego a hacerlo sin importarme las consecuencias. nunca – a veces – muchas veces - siempre 41.- Identifico estados de ánimo en los demás y me planteo causas. nunca – a veces – muchas veces – siempre MUY BAJA 0

BAJA 30-45

MEDIA-BAJA 46-65

MEDIA-ALTA 65--100

ALTA 100-123

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Hasta no hace mucho tiempo, incluso ahora, la inteligencia era sinónimo de razón, lógica, acumulación y procesamiento de datos, estudios. Categorizábamos, y seguimos haciéndolo, entre animales racionales y animales a secas, incluso categorizábamos y categorizamos la racionalidad. En 1905 el psicólogo francés Alfred Binet crea el concepto de CI (cociente de inteligencia). Comienzan los tiempos de la psicometría, de los test, de la medición de unas determinadas capacidades intelectuales (capacidades analíticas y académicas) de estudiantes y candidatos a empleos. En 1938 John Raven, con su test de matrices progresivas, quiso eliminar los condicionantes lingüísticos del concepto de CI. Durante nueve décadas inteligencia era lo que medían los test; inteligencia era sinónimo de CI. Incluso se ha pretendido, y se pretende, demostrar que esa inteligencia correlaciona con la herencia genética. Y todavía sigue persistiendo ese mito, sobre todo cuando intentamos justificar nuestros complejos, nuestro estatus, o vivimos en el seno de sociedades competitivas e individualistas. No es cierto que las personas más inteligentes sean las que mayor CI tengan, ni que los físicos, los matemáticos o la que denominamos gente de ciencias sean los que tengan las cabezas mejor dispuestas para cualquier cosa. A abandonar estas creencias no ayudó mucho el trabajo del psicólogo estadounidense de origen alemán Ulrich Neisser: Psicología cognitiva, de 1968, donde aparece un concepto de inteligencia basado en un cerebro a imagen y semejanza del ordenador: la inteligencia sería la capacidad de adquisición y tratamiento de la información. Para otros psicólogos como Jensen o Eysenck la inteligencia sería innata y dependería del funcionamiento neuronal y de la propia fisiología del sistema nervioso, y podría ser medida con variables como el tiempo de reacción o la velocidad de proceso. Pero todos estos psicólogos olvidan que un ordenador no funciona sólo con un hardware sino también con un software, que en nuestro caso sería el ambiente, e incluso los componentes emocionales, de los que no dispone una máquina. Y que en el cerebro humano, a diferencia del ordenador, el software puede modificar el hardware. En la década de los ochenta del siglo pasado el psicólogo estadounidense Howard Gardner indicó que la inteligencia humana no es un rasgo único, como afirmaban los fieles al culto al CI, sino que los humanos disponemos de distintas inteligencias o inteligencias múltiples, de las cuales al menos 6 serían básicas según el estudioso de la inteligencia social Karl Albrecht: abstracta o del clásico CI; social; práctica; emocional; estética; cinestética (deporte, caza, música, pilotaje…). En 1995 el periodista y psicólogo estadounidense Daniel Goleman, basándose en los trabajos de otros psicólogos norteamericanos (Salovey, Mayer, Damasio…), posibilitó el desarrollo del miodelo de las inteligencias múltiples con su obra Inteligencia emocional: no podemos entender la razón sin entender nuestras emociones, de igual modo que no podemos entender el cerebro humano ni su

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funcionamiento sin tener en cuenta sus relaciones con los demás. La inteligencia emocional sería la habilidad de percibir y controlar nuestras emociones de modo que ello nos facilite la estabilidad emocional y unas aceptables y exitosas relaciones interpersonales y laborales. No se trata de reprimir nuestras emociones, sino de gestionarlas. La inteligencia emocional ha llegado prácticamente a todos los rincones del planeta. El desarrollo de las terapias cognitivas en psicología constituyen la punta de lanza. La UNESCO puso en marcha una iniciativa en 2002 y remitió a los ministros de Educación de 140 países una declaración con 10 principios básicos para poner en marcha programas de aprendizaje social y emocional, lo que venía a demostrar que la inteligencia emocional se puede desarrollar, no es una capacidad innata. Y el mundo empresarial no ha sido ajeno a esta tendencia al considerar la inteligencia emocional una herramienta para comprender la productividad laboral y la prevención de desastres corporativos, hasta el punto en que en las entrevistas laborales se busca más las habilidades emocionales y sociales (personalidad eficiente), las actitudes, que las aptitudes o competencias técnicas e incluso intelectuales. Podemos considerar las siguientes habilidades básicas que configuran la inteligencia emocional: 1.- El autocontrol, autodominio, de uno mismo (la templanza, que decían los romanos), para contener el exceso emocional. En un experimento se colocó una golosina delante de un grupo de niños de 4 años, pero se les explicó que si esperaban un tiempo, entonces conseguirían dos golosinas. Doce años después se comprobó que los niños que habían exhibido autocontrol emocional para refrenar la tentación, y habían sido capaces de retrasar la recompensa, eran más competentes socialmente, más emprendedores, y más resistentes a la frustración. 2.- El entusiasmo y la habilidad para pensar de forma positiva: las expectativas mejoran nuestro rendimiento y mejoran el éxito; las profecías autoincumplidas, al contrario. El entusiasmo, la perseverancia y la capacidad para motivarse uno mismo es fundamental. 3.- La empatía o la capacidad para ponernos en la piel de los demás; para percibir la experiencia subjetiva de otra persona. Estas habilidades básicas configuran las características básicas de la inteligencia emocional: 1.la conciencia de uno mismo, la introspección; 2.- el equilibrio anímico; 3.- la motivación; 4.- el control de los impulsos; 5.- la sociabilidad. A Goleman también debemos la difusión de otra inteligencia: la social, íntimamente ligada a la inteligencia emocional. Se supone que uno de los legados de nuestra evolución como animal gregario, es el cerebro emocional, entendido como un conjunto de circuitos que se encargan orquestar nuestras interacciones sociales relacionando la racionalidad con la emocionalidad en las relaciones con nuestros congéneres. En su obra Inteligencia social Karl Albrecht define esta inteligencia como una especie de consciencia social para comprender a las personas que nos rodean e interactuar con éxito con ellas. Albrecht diferencia entre dos polos de esta inteligencia: las personas nutritivas, magnéticas, y las tóxicas (halitosis, flatulencia y caspa social), y establece 5 habilidades de interacción social, a las que domina por sus siglas en inglés S.P.A.C.E.:

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1.- Conciencia situacional: una especie de radar social o capacidad para interpretar situaciones y comportamientos de la gente en términos de intenciones, estados de ánimo y proclividad a interactuar. 2.- Presencia: señales que los demás procesan como una impresión evaluativa de una persona. 3.-Autenticidad: capacidad para ser honestos, coherentes, éticos, bienintencionados…, porque los radares sociales de los demás captan esos estados. 4.- Claridad: capacidad para expresarnos, ilustrar ideas, transmitir datos con claridad, articular puntos de vista…, para que los demás colaboren con nosotros. 5.-Empatía: estado de conexión con otras personas para la interacción positiva y la cooperación.

_________________ III.5.- Completa: inteligencia emocional habilidades básicas características básicas

inteligencia social habilidades básicas

Distorsiones del pensamiento socioemocional Por pensamiento social entendemos el modo en que interpretamos, elaboramos y utilizamos las percepciones que tenemos del ambiente social que nos rodea. Pensamos y hacemos juicios constantemente sobre lo que sucede en nuestro entorno, así como sobre las personas de ese entorno (sus actitudes, creencias, valías…). Pero no somos conscientes de que nuestro pensamiento es vulnerable al error, no es objetivo sino subjetivo en gran medida, y suele ser conservador (tendemos a mantener nuestras posturas, nuestros percepciones, nuestras creencias…). La clave está en que no somos capaces de tolerar la incertidumbre. Existen distorsiones que condicionan nuestros pensamientos y juicios sociales: - Error de la primera impresión (La primera impresión es la que cuenta): la primera impresión de una persona suele condicionar la valoración de aconteceres posteriores: primeras impresiones, falsas percepciones. - Egocentrismo: tendencia a creer que el propio yo tiene más importancia en los acontecimientos de la que en realidad tiene. - Ideas preconcebidas y relaciones aparentes: “me está llamando porque me necesita para algo, de modo que no contesto”; creer que los estados de ánimo de las mujeres varían con su ciclo menstrual. - Efecto aureola: una característica, buena o mala, de una persona la extendemos a toda su personalidad. Si alguien es brillante intelectualmente, pensamos que su moral está a la misma altura.

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Enjuiciamiento parcial: hacemos juicios con informaciones limitadas, únicamente porque necesitamos enjuiciar o estamos acostumbrados a hacerlo. Error de confirmación: buscamos información que confirme lo que creemos, y no damos credibilidad a la que refuta esas creencias. Sesgo de sensibilidad: somos más permeables a la información social negativa que a la positiva. Respaldo ilusorio: tendencia a creer que nuestras actitudes, creencias… son bastante comunes, bastante compartidas. Exageración retrospectiva: tendencia a creer que las cosas no pudieron suceder de otro modo, para eludir nuestra responsabilidad. Memoria interesada: recordamos mejor hechos positivos que nos afectan que los negativos; por el contrario, recordamos mejor los hechos negativos que afectan a los demás. Prejuicios (juicios anticipados, generalmente negativos sobre los demás); y estereotipos (generalizaciones). Maniqueísmo (pensamiento polarizado): dividirlo todo en bueno o en malo; en blanco o en negro.

III.6.- ¿Cuál fue la distorsión que condicionó tu último juicio social?

Manejo de la ansiedad La ansiedad es un fenómeno frecuente entre la población. Afecta tanto a la mente como al cuerpo. Es un sentimiento y una sensación de inseguridad, de miedo, de temor difuso, de aprensión, ante un peligro real o imaginario, lo que lleva a estar con los nervios deshechos o al borde de un ataque de nervios. Si la intensidad de la ansiedad es acusada se llega a la angustia (inquietud extrema, miedo irracional, pánico) y aparecen síntomas corporales que constituyen una especie de válvula de escape: sensaciones como la tensión muscular, sudoración, temblores, falta de respiración, palpitaciones, nudos en el estómago, dolor de pecho, escalofríos, náuseas, insomnio... Es cierto que a nivel coloquial, e incluso conceptual, ansiedad y angustia se utilizan como sinónimos ya que en la mayor parte de las ocasiones los trastornos de ansiedad tienen algún tipo de expresión somática. Son muy frecuentes así los dolores de cabeza, la necesidad de orinar frecuentemente5 o la aerofagia. Una consecuencia frecuente de la angustia extrema es la denominada hiperventilación. Se trata de una respiración exagerada que conlleva la ruptura del equilibrio entre el oxígeno y el dióxido de carbono inspirado. La falta de dióxido de carbono en sangre es detectada enseguida por el cerebro, que ordena reducir el ritmo 5

La neurosis vesical es una necesidad de orinar frecuentemente que se da en algunas personas con ansiedad patológica. También se da una neurosis cardiaca o miedo a tener una enfermedad cardiovascular.

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respiratorio. Pero el organismo lo interpreta como sensación de ahogo, aumentado de nuevo dicho ritmo. Los descensos de dióxido de carbono en sangre alteran, por otra parte, su pH, con lo que se puede experimentar temblores, palpitaciones, mareos fríocalor… De ahí el remedio de la bolsa: respirando aire viciado, más cargado de dióxido de carbono, se restablece cierto equilibrio. La ansiedad puede ser una reacción normal y sana; todo el mundo la experimenta en circunstancias de peligro, en momentos de preocupación. Desemboca en una especie de aceleración, de gasto suplementario de energía, que nos permite reaccionar con ventaja, rápidamente si es necesario, ante un reto o ante una situación que plantea alguna dificultad (un examen, por ejemplo). Aparece cuando tenemos problemas importantes o pequeños problemas que juntos suman una acumulación de tensiones. Pero se convierte en un problema cuando es excesiva, desproporcionada, o cuando la situación ante la que tenemos que reaccionar ha pasado y tememos que vuelva a pasar, o a que otras indefinidas o irreales aparezcan. Por eso hablamos de una ansiedad adaptativa, y otra patológica que tiene mucho que ver con las características de la personalidad y que es propia de los estados neuróticos o de trastornos de ansiedad generalizada (TAG). El porqué algunas personas tiene miedos más agobiantes que otras puede responder a una alteración en los neurotransmisores pero también a la educación. Es decir, la ansiedad también se aprende, particularmente a partir de modelos de personalidades ansiosas. Y así, mientras la ansiedad adaptativa mejora el rendimiento y es un sentimiento reactivo, la ansiedad patológica lo empeora y es un sentimiento vital que genera miedos e inseguridades ante objetos y sucesos neutrales. Tanto en un caso como otro existen alteraciones del comportamiento (desasosiego, inquietud, hipermovilidad...) y dificultades en la comunicación interpersonal que van desde el aislamiento hasta la búsqueda de dependencia de los seres cercanos, dependencia que crea en ocasiones demandas extrañas o difíciles de satisfacer. Se ha descrito un trastorno específico de ansiedad en personas que han vivido, como protagonistas o testigos, situaciones o acontecimientos traumáticos (secuestro, accidente grave, violación, desastre natural...). Se ha denominado trastorno por estrés postraumático6, que define un cuadro clínico con síntomas que van desde la vuelta a revivir la experiencia (vivenciar el trauma en forma de reviviscencias7 o sueños, pesadillas) hasta la evitación, distanciamiento o desconexión con todo aquello que recuerde la situación vivida, el trauma, y ello unido a un distanciamiento de los demás y a una falta de respuesta al medio, acompañado todo ello de desarreglos del sueño y conductas desajustadas, inadaptadas. En los niños que padecen este cuadro es frecuente que se exprese en forma de juegos repetitivos donde aparecen temas o aspectos del trauma Después de un cuadro por estrés postraumático puede desarrollarse una depresión. Se puede aprender a manejar y controlar la ansiedad, tanto si se produce como una reacción normal ante una situación de peligro, como después de que esa situación desaparezca debido al miedo a que nuevas situaciones definidas o indefinidas aparezcan. Pero hay que tener en cuenta también que la ansiedad depende del tipo de personalidad; hay personas tranquilas, y otras de carácter más agobiado o caviloso (“¿y qué pasa?”). Estas últimas son más proclives a desarrollar ansiedad, pero 6

El término se acuñó después de la guerra de Vietnan para referirse a la sintomatología que sufrían los veteranos de guerra norteamericanos cuando volvían a sus casas, y que anteriormente se llamaba neurosis de guerra o fatiga de combate. En la imagen cartel de La chaqueta metálica, de Stanley Kubrick, película antimilitarista de 1987 ambientada en la guerra de Vietnam. 7 Se actúa como si estuviera ocurriendo otra vez (alucinaciones, ilusiones...).

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también son las que pueden y tienen que aprender con mayor facilidad a manejar su ansiedad. Las consecuencias de una ansiedad persistente son: -Al estar ansiosos se produce un aumento de la propia ansiedad (círculo vicioso o pescadilla que se muerde la cola). Por otra parte el miedo a la propia ansiedad aumenta la ansiedad misma. Pensemos que es algo normal y que la ansiedad, en tránsito hacia la angustia, se puede acompañar de sensaciones corporales, pero no hay más. -Se evitan situaciones y personas relacionadas con la ansiedad. Es un mecanismo de escape inconsciente pero en ocasiones erróneo: el alivio es momentáneo y cada vez que evitemos algo será más difícil afrontarlo con éxito la próxima vez. -Falta de confianza en uno mismo. La ansiedad acumulada evita que reaccionemos con el suficiente pico de tensión cuando lo necesitemos, de modo que resolveremos peor y perderemos la autoconfianza. Por otra parte, la inseguridad acumulada por la propia ansiedad hace mella en lo mismo, en nuestra autoconfianza. Pensemos que la pérdida de confianza en uno mismo por ansiedad acumulada es normal, de modo que no debemos dar credibilidad a esa pérdida de confianza. -Puede haber repercusiones sobre la salud física como hipertensión arterial o úlceras. El control de la ansiedad debe tener en cuenta en primer lugar cómo nos enfrentamos a la causa que nos la provoca, pero en general pasa por considerar: 1.- La prevención: abandonar el rol de superhombre o supermujer y delegar tareas; moderar las reacciones emocionales; no alterar los tiempos libres; priorizar… 2.- Aprender a relajarnos. Lo esencial para aprender a relajarse es la práctica constante, el hábito; no pensemos que es relajarse y ya está. Cada persona debe relajarse conociéndose a sí misma. Hay personas que se relajan escuchando música o cerrando los ojos y pensando en situaciones anteriores relajantes (un paisaje, un paseo...); con ejercicios de respiración, de relajación; dirigiéndose a sí mismas con frases como “mantén la calma”; con hidroterapia, aromaterapia…; haciendo yoga, taichí…; con masajes; recurriendo a relajantes naturales como la valeriana... 3.- Ejercicios de distracción: practicar actividades mentales (sudokus, crucigramas...); escuchar programas de humor; ejercer la actividad física (la natación es muy efectiva); practicar el ocio y la diversión, pero sin descontrolarnos en este último caso (a veces un vasito de buen vino –sólo uno- nos ayuda a relajarnos porque el alcohol es un vasodilatador). No es necesario hacer deporte, pero sí hacer actividad física (lavar el coche, hacer cosas de casa, cuidar el jardín, pasear largamente...). 4.- Aprender a controlar pensamientos automáticos inquietantes (preocupaciones obsesivas). A veces las frases hechas, los proverbios, esconden mucha sabiduría (“si la cosa tiene remedio para qué me preocupo; y si no lo tiene pues para qué me preocupo también”), o lo que decía la protagonista de Lo que el viento se llevo: “hoy estoy muy cansada para pensar; mañana será otro día y lo pensaré mejor” (y se fue a la cama tan tranquila). 5.- Debemos ser conscientes de que las situaciones de ansiedad adaptativa son algo que no se puede mantener y que tienden a remitir, a desaparecer. No queramos acelerar su marcha porque puede ser peor. 6.- Si perdemos el apetito hagamos por comer algo ligero; si la situación es inversa intentemos controlarnos: pensemos que es debido a la ansiedad. Si la situación de ansiedad es persistente es necesario acudir a la consulta de un psiquiatra para plantearle los dos problemas: la ansiedad y lo que la genera. No pasa nada por acudir a los profesionales de la salud mental; es más grave tener prejuicios por ello que tener la necesidad de acudir a un psiquiatra o psicólogo. Estos profesionales puede que nos indiquen la necesidad de tomar ansiolíticos (disuelven o

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calman la ansiedad), sedantes o tranquilizantes. Los ansiolíticos tienen ventajas (nos relajan, nos permiten descansar mejor...) e inconvenientes (dependencia, somnolencia, bajada en las capacidades de atención o memoria...), incluso algunas contraindicaciones. El psiquiatra nos advertirá de la disposición personal y las precauciones que debemos tomar ante el consumo temporal de estos fármacos. Las benzodiacepinas son un grupo especial de medicamentos para el tratamiento de la ansiedad, hasta el punto de que reciben el nombre genérico de ansiolíticos. Alivian los síntomas, no los curan, pero es lo que ocurre con muchos otros medicamentos como el paracetamol. Permiten, mientras tanto, permitir que nuestro organismo reestablezca su equilibrio, si bien pueden producirse rebotes (síntomas que aparecen tras una interrupción brusca de la administración) o recurrencia (reaparición de síntomas frenados por la acción del medicamento). Al principio producen somnolencia y en dosis altas sedación. También pueden producir cierta dependencia física y psicológica. Los más usados: Orfidal (loracepam), Trankimacín (alprazolam), Valium (diazepam).

Depresión8 La depresión, en sus diversas facetas, afecta a un 10% de la población española actual, mujeres en gran medida (cuestiones socioculturales). Pero es algo más que cifras: es un sufrimiento en silencio, del paciente y de los que lo rodean; significa tristeza; melancolía, como se refería a ella Hipócrates médico griego cuya vida se desenvolvió entre los siglos V y IV a. de C. También significa desesperanza, impotencia y dolor difícilmente contados y entendidos. La ansiedad aparece a veces relacionada con episodios depresivos. En muchas ocasiones es difícil para un especialista precisar si el paciente padece una depresión con síntomas de ansiedad o una ansiedad con manifestaciones depresivas, o ambas, pues los síntomas se superponen. Un 85% de los deprimidos padecen ansiedad; igualmente las personas con trastornos de ansiedad con mucha frecuencia se deprimen. La depresión aparece también en estados neuróticos, de modo que todo está asociado. La depresión es una alteración del estado de ánimo caracterizado por la disminución persistente del tono vital. Se presenta normalmente como un sentimiento exagerado de tristeza unido a una incapacidad para experimentar placer (anhedonia). La depresión se caracteriza por signos y síntomas muy diversos: sentimientos de culpa y desamparo, autorreproches, pérdida de autoestima, incapacidad para afrontar las dificultades o las actividades habituales, ideas de suicidio (3.000 al año en España), irritabilidad, pesimismo, tristeza persistente, desgana generalizada, disminución de la atención y memoria...; también de síntomas físicos imprecisos como cansancio (astenia), pérdida de apetito (o al contrario), insomnio (o al contrario), dolor de cabeza, alteraciones sexuales...; disminución del rendimiento cognitivo por la menor atención y concentración. Más 8

Ilustración: On the threshold of the eternity (En el umbral de la eternidad), del pintor holandés Vincent Van Gogh, a finales del siglo XIX. La pintura muestra un anciano en estado de desesperación. A veces la depresión se considera erróneamente un estado natural de esta etapa de la vida. Sobre Vincent Van Gogh, es posible que padeciera algún tipo de psicosis asociada a depresiones: acabó suicidándose.

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raramente aparecen síntomas psicóticos como alucinaciones o ideas delirantes. Ciertamente el deprimido, en estos casos, no piensa en regla y puede llegar a construirse un mundo paralelo. Las causas de la depresión son muy diversas. Hay personalidades tendentes a la depresión y factores ambientales que la originan o desencadenan. Como riesgos de depresión suelen señalarse entre otros los siguientes: *Personalidad melancólica. *Personalidad pesimista, introvertida, autoexigente, perfeccionista9, competitiva, con baja autoestima, con dificultad para mostrar afecto a los demás... *El estado civil influye: afecta más a divorciadas, solteras. Parece que el matrimonio ejerce como factor protector mientras vaya regular o bien (los hijos entretienen bastante, dan problemas y satisfacciones, y no hay tiempo para deprimirse). *La profesión: los que trabajan con personas ofrecen más porcentajes de cuadros depresivos (docentes, ATS, policías...); el trabajo en cadena o monótono; el trabajo en turnos partidos; horarios alternos, de noche... *Los problemas familiares. *Acontecimientos traumáticos o acontecimientos significativos: pérdida de un ser querido (duelo), desempleo, hijos adolescentes conflictivos o muchos hijos con menos de 14 años, nacimiento de un hijo (depresión después del parto o posparto)... *Frustraciones encadenadas y/o poca capacidad de resistencia, por educación o por modelos familiares, a la frustración. Es lo que también aparece como indefensión aprendida: el sujeto aprende que no hay conexión entre lo que hace y las consecuencias de su comportamiento, lo que le desorienta y le hace sentirse inseguro e indefenso. *Crisis de edad. *Enfermedades graves (infarto, demencia, epilepsia, Parkinson, cáncer...) *Drogas (cocaína, alcohol...) *Fármacos como los antihipertensivos y los corticoides. Los esteroides anabolizantes usados por deportistas pueden llevar a depresión al inicio del tratamiento o cuando se suspende. Clasificar las depresiones es complejo, como cualquier operación de categorización en salud mental. Una clasificación sencilla distinguirían entre depresiones endógenas y exógenas. Siguiendo fundamentalmente la exposición de la doctora Ochoa10 pueden exponerse algunas formas o categorías de depresión: - Episodios depresivos aislados, con una duración de unas semanas. Algunos trastornos adaptativos o estresantes originan episodios depresivos (un fracaso de pareja, por ejemplo; después de un parto). - Depresión recurrente o mayor. En algunos casos se dan episodios cada 5 años, con una duración de unos 6 meses. Incluye uno o dos de los signos principales de depresión: tristeza abrumadora y pérdida de interés por lo que antes resultaba gratificante. También puede presentarse insomnio, fatiga, dificultad para pensar o pensamientos de muerte o suicidio. 9

El perfeccionismo es una autoexigencia suprema que roza la obsesión. El perfeccionista es un eterno insatisfecho consigo mismo y con los demás. Hay muchos trabajos al respecto: La dureza de una madre perfecta, de Mary Tyler Moore; La obsesión perfeccionista, de A.E. Mallinger y J. de Wyze; etc. 10 OCHOA, C.: Depresión. Comprenda en qué consiste para superarla. Madrid, Edimat Libros, S. A., 2003.

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Depresión persistente. Dos categorías: distimia (depresión de intensidad leve pero de larga duración –al menos 2 años-) y ciclotimia (periodos depresivos y eufóricos leves). Depresión crónica, con una duración de más de 2 años. Distimia. Es una depresión crónica (dura dos años a veces; otras más de cinco) asociada normalmente a personalidades neuróticas, con síntomas de intensidad leve pero grave en cuanto al riesgo de suicidio y resistencia a los tratamientos. Depresión resistente. Se da este nombre a la depresión que tras varios tipos de tratamiento no se obtiene respuesta. Trastorno bipolar. Sigue un curso cíclico, con episodios depresivos y fases maniacas, más intenso que en la ciclotimia. Trastorno afectivo estacional (TAE). Son periodos depresivos relacionados con los cambios de estación (pérdida de luz, primavera...). Depresión secundaria: es la que aparece en el transcurso de enfermedades médicas: infarto, Alzhéimer, Parkinson, epilepsia, cáncer, sida...

En el tratamiento de la depresión hay que empezar por el diagnóstico adecuado y la identificación de los agentes depresivos si es posible. La familia y los amigos pueden ayudar bastante a mitigar los síntomas o a ayudar en la superación, con cautelas y sin agobios (no se puede contar un chiste a un depresivo y obligarle a reírse). No hay que tener complejos en acudir a los centros de salud mental, a la consulta de un psicólogo o de un psiquiatra. La psicoterapia nos ayudará a no aprender a deprimirnos, o a prevenir o salir de la depresión, y nos mostrará técnicas de autoayuda; nos ayudará a comprender también que el sufrimiento es algo consustancial a la vida misma y que si sabemos sufrir sufriremos menos. La farmacología (antidepresivos y ansiolíticos) se presentan aquí como una poderosa ayuda para vencer la depresión y la ansiedad asociada, pero nunca la tiene que exigir el paciente. Los antidepresivos, en contra de lo que se cree, no son euforizantes; por eso no crean adicción. Los más usados son los denominados ISRS (Inhibidores Selectivos de la Recaptación de Serotonina11) porque no tienen excesivos efectos secundarios, no son letales en sobredosis, no son sedantes. Sirven también para el tratamiento de la angustia. Prozac (fluoxetina) marcó una revolución; hoy existen otros más avanzados como Cipralex (escitalopram). No podemos dejar de señalar también a las plantas medicinales, cuyos principios activos naturales pueden incrementar nuestra energía y calmarnos (hipérico, lavanda, valeriana, pasiflora, lúpulo…). _________________

III.7.- Define:

ansiedad

depresión

11

La serotonina se considera un antidepresivo natural. Es un neurotransmisor químico importante para el control de los impulsos y la regulación de los estados de humor, y está implicada en la génesis de la depresión hasta el punto en que los niveles de serotonina, junto con los de otros neurotransmisores como la dopamina y noradrenalina, se encuentran disminuidos en la depresión. Los fármacos que regulan estos niveles serían eficaces para el tratamiento de la depresión.

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III.8.- ¿Cuál debe ser la disposición personal y las precauciones ante la toma de ansiolíticos?

III.9.Describe brevemente los siguientes tipos de depresión que aparecen en el tema:

distimia

trastorno bipolar depresión secundaria trastorno afectivo estacional

La resiliencia12 Si la diversidad enriquece, de la adversidad se puede sacar provecho porque no hay mal que por bien no venga. Como decía Ernest Hemingway, el hombre puede ser destruido pero jamás vencido. En el tema 2 habíamos señalado que la resiliencia neuronal era la capacidad de un cerebro atrofiado por carencia afectiva para reanudar su desarrollo. La palabra resiliencia deriva del latín resilire, que significa rebotar. En Física se utiliza este término para indicar la capacidad de un material para absorber una energía, deformarse, y recuperar su forma al ceder la fuerza que lo deforma. En Física se utiliza también, como señalamos, el término estrés para indicar las, deformaciones, desgastes o roturas de materiales por agotamiento o fatiga. La reflexión a la que en Psicología deben llevar estos dos conceptos en Física es que tal vez sea discutible la creencia popular, relacionada con el texto que presenta este apartado, lo que no nos mata nos hace más fuertes. 12

Nos basamos en el trabajo del profesor Luis Rojas Marcos: Superar la adversidad, el poder de la resiliencia (Barcelona, Espasa, 2010).

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En Psicología resiliencia significa flexibilidad, resistencia, adaptación y recuperación. Es la capacidad para superar las adversidades, los infortunios, las desgracias, los reveses y las calamidades por las que atravesamos los humanos a lo largo de nuestra vida. Es un renacimiento, un resurgir de las cenizas; un volver a empezar; no empezar de cero, porque nunca se vuelve a empezar desde cero (las experiencias marcan cualquier nuevo comienzo). Según el profesor L. Rojas Marcos, la resiliencia humana se basa en 6 pilares: a) Las relaciones afectivas, las conexiones afectuosas con los demás, aunque sólo sean con una única persona. b) La capacidad para programar nuestras decisiones y conductas. El autocontrol, es decir, la aptitud para frenear los impulsos y retrasar conscientemente la gratificación inmediata nos permitirá afrontar con mayor éxito las pruebas a las que nos somete la vida. c) La conciencia del control. Como dicen los curas: “Dios no te ayuda si tú no te ayudas”. d) La autoestima. Para luchar contra la adversidad hay que tener confianza en nosotros mismos, y también conciencia de nuestras limitaciones y posibilidades. e) El pensamiento positivo, el optimismo vital que, además, facilita la conexión afectiva con los demás, y mejora la autoestima. f) Las ganas de vivir, las razones para seguir adelante. Rojas Marcos describe lo que denomina factores o mecanismos protectores, que surgen durante algún infortunio y son determinantes para su desenlace: a) La intuición y valoración del riesgo: ver lo que no esperamos ver, prevenir. b) La habilidad para informarnos y calcular prioridades. c) El altruismo y el liderazgo. Ayudar a los demás en trances difíciles nos hace fuertes, y, por el contrario, que nos ayuden en esos trances, que nos informen, también. d) La explicación que damos a la tragedia y el compartir las experiencias dolorosas. Es positivo pensar que las desventuras son pasajeras, y es negativo ocultarlas por creer que dañan nuestra imagen o que damos por ello signos de debilidad. e) El sentido del humor, aunque sea jocoso o macabro. f) Pasar página, resetear. Por último, Rojas Marcos identifica cuatro venenos de la supervivencvia y la superación: el pánico, el aturdimiento, la depresión y la emotividad negativa permanente.

El renacido, película estadounidense (2016) protagonizada por Leonardo DiCaprio. A pesar de ser un film extremadamente violento y un tanto convencional, de buenos y malos, de venganzas…, plantea, según su director, el mejicano Alejandro González Iñárritu, una metáfora sobre la vida: ¿cuántas veces renacemos de nuestras cenizas a lo largo de nuestra existencia? 26