TEJIENDO LA IMAGEN DE LAS MUJERES EN LOS TAPICES: UNA HISTORIA DE RESISTENCIA Y DE IDENTIDAD

TEJIENDO LA IMAGEN DE LAS MUJERES EN LOS TAPICES: UNA HISTORIA DE RESISTENCIA Y DE IDENTIDAD Los tapices han sido siempre signo de poder y de majesta...
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TEJIENDO LA IMAGEN DE LAS MUJERES EN LOS TAPICES: UNA HISTORIA DE RESISTENCIA Y DE IDENTIDAD

Los tapices han sido siempre signo de poder y de majestad del rey y de todos los que los exhibían y poseían. Hechos para cubrir y calentar ambientes fríos y austeros, se tornan decorativos, contribuyendo para que la Edad Media, en sus años finales, deje de ser nombrada la Edad del Claroscuro, para presentar en sus magníficos tapices, con su carácter narrativo, todo el colorido del estilo gótico. Áulica por naturaleza, la tapicería se singularizaba por su característica mueble, una vez que eran transportadas por ocasión de solemnidades públicas, para enriquecer los ambientes. Sigue siendo hasta los días de hoy. Hace poco hemos visto una escena que nos recuerda la utilización de los tapices como símbolo de orgullo nacional, las bodas del príncipe, en Madrid.Junto a los arreglos florales, los principales elementos para la decoración fueron los tapices, los cuales se han elegido siguiendo el criterio iconográfico que resaltaba las virtudes humanas del caballero cristiano del príncipe. En las páginas de los periódicos se comprobaba el orgullo del pueblo español por el riquísimo acervo cultural. Y siendo una ceremonia religiosa, retransmitida a todo el mundo, el principal elemento decorativo sería el tapiz, ofreciendo una bella imagen del país, con su esplendoroso tesoro. En la Real Fábrica de Tapices, en Madrid, se puede leer que es una institución en la que pervive un oficio centenario y una singular forma de hacer las cosas. Para ilustrar tal afirmación nada mejor que el famoso cuadro de Velázquez, Las Hilanderas, que inmortaliza a la mujer tejedora en su función social ejerciendo sus derechos laborales. También llamada La Fábula de Aracne, la obra supone varias interpretaciones y cuenta dos historias que se entrelazan en lo cotidiano y en lo mitológico, a partir de dos escenas donde están sólo personajes mujeres. Aracne, tras una contienda de poder con Palas Atenea, es convertida en araña para tejer toda su vida. ¿Y las otras mujeres no siguen tejiendo? Podríamos empezar nuestro texto no hablando de la imagen de la mujer, sino de la importante participación de la mujer en la colección de tapices del tesoro nacional. Viviendo en una época que no les daba protagonismo femenino en la política, surgen cuatro mujeres que

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batallaron en la fantástica colección de tapices de Flandes 1, en la época de la dominación española, en los siglos XVI y XVII. Claro está que el intercambio con las artes de los Países Bajos fue facilitado, por circunstancias históricas conocidas, antes mismo que naciera Isabel la Católica, una vez que se unieron en matrimonio las fortunas del Condado de Flandes y el Condado de Borgoña, cuando pasó Flandes a formar parte de los dominios de la Casa de Austria. Para salir del espacio sagrado del hogar, para irse al espacio público y salirse de la invisibilidad, las mujeres nobles Isabel la Católica, su hija Juana de Castilla, su nuera Margarita de Austria, su nieta María de Hungría, fueron no sólo las grandes promotoras del comercio de tapices, sino también las grandes coleccionistas y celadoras del patrimonio artístico español. Estamos, pues, delante de lo que se llamó la lntrahistoria de los tapices que se oculta en el momento de la formación de España, como nación y de la interrelación de parentesco entre los miembros de la dinastía de los Austria. Por lo tanto, los tapices o paños representan una relación entre los aspectos materiales, ideológicos y económicos. Este trabajo analiza una serie de doce tapices, de época y autores distintos y muestra la importancia de la tapicería para tejer la imagen de la mujer a lo largo de la historia. Los dos más antiguos de la colección de la corona de España son: El Nacimiento de jesús, y Misa de San Gregorio. El Nacimiento dejesús se caracteriza por su belleza en su primitivismo gótico. En forma de retablo, presenta gran suntuosidad de materiales. La Misa de San Gregorio es un paño de devoción eucarística de Isabel la Católica, regalo de su hija Juana a su madre enferma. Igualmente bello, presenta el éxtasis de San Gregario al contemplar a Cristo que se yergue del sepulcro. La reina Juana, apodada la Loca, pero no tan loca, es la que trae los Paños de Oro o del Triunfo de la Virgen, porque en su trama tejida con lana, plata y seda, predomina el hilo de oro. Fechados entre fines del siglo xv y principios del XVI, son una joya inigualable del arte de la tapicería. Atribuidos al bruselense Pierre Van Aelst, los paños bordan palabras en tonos suaves, rosados y azules, influjo del estilo de las "milles fleurs" francesas. Son tapices de devoción con imágenes litúrgicas y escenas bíblicas, indicando la salvación de los hombres.

1 Cf. A la Manera de Flandes: tapices ricos de Úl corona de España, Salas de Exposiciones Temporales, Palacio Real, Madrid, 2002.

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Mujeres siempre víctimas de la fe cristiana, viviendo bajo el doble signo de Eva pecadora y la santidad de María, sufrieron los varios intentos de quitarles la confianza, a través de situaciones, frases y proverbios bíblicos. Durante la Edad Media y principios del Renacimiento, todavía con el lastre propagado por la iglesia católica como la desgracia del mundo, la presencia de la mujer ocupa el lugar de coadyuvante, llena de santidad, en esas tapicerías de devoción, con la protección del manto de la Virgen. De esa manera, el carácter alegóricobíblico de los tapices tenía la finalidad de reflejar el contenido de los textos contemporáneos de padres y predicadores de la iglesia. Al fin y al cabo, estamos en la época de la Contrarreforma. De complejidad iconográfica, los paños, que tejen la historia aluden a escenas secundarias, que bordean a la principal con retratos de reyes y reinas, en total conjunción de lo divino y de lo humano. El hermetismo de las escenas dificulta la identificación de los personajes, porque les faltan inscripciones, pero en el tapiz La Anunciación se presupone ver la doble unión entre el príncipe Juan, hijo de los reyes católicos, con Marguerita de Austria, hija del Emperador Maximiliano y de María de Borgoña y sus respectivos hermanos, Juana de Castilla y Felipe el Hermoso. Quizás este escenario sería un intento de identificar los reyes con los santos, como representantes de los cielos en la tierra. La Virgen se encuentra sentada con un libro en su regazo, acompañada por las Virtudes: la Templanza con el reloj, la Fe con un cirio encendido, la Esperanza con el pez, la Caridad con el corazón en la mano, caracterizando toda una secuencia semiótica de grande religiosidad. Pero, a pesar de toda la teatralidad gestual, se discute si realmente lo que se representa se trata de historia religiosa. Los tapices de devoción traen nuevamente la idolatría de la iglesia católica, tan condenada por la Reforma de Lutero. Son verdadera propaganda eclesiástica de la Contrarreforma que permitió al arte representar un rol de alto interés, que es el de concebir en la adoración divina su fidelidad a la tradición cristiana. En los siglos xv y XVI, la tapicería recupera el retablo gótico y dirige el centro para el revivir religioso, el misticismo, el ansia espiritual y la subestimación del cuerpo. Con la elegancia del gótico, la diversidad policroma se expresa a través de una iconografía, donde el color dorado y las vestimentas lujosas se llenan de pureza y de delicadeza. En la Coronación de la Virgen, tema central del tapiz, en medio del séquito de ángeles músicos cantores, tres reyes coronan a María que está amparada por las virtudes: Justicia con la espada, Caridad con el

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corazón, Fe con las tablas de la ley, Prudencia con el espejo y Esperanza con el pez. Ejemplo divino paraJuana que, en lugar secundario del tapiz, surge coronada por su madre Isabel la Católica, rescate de santidad en el mundo terrestre. El lector atento sabe leer, en la pluralidad de escenas, el carácter narrativo de los paños con un tono siempre didáctico que · alerta al hombre. En la época del Renacimiento y del Barroco, en medio de la incoherencia temática, se ilustra la figura de la mujer y surge la representación femenina de la mujer modelo en las alegorías. Eva eterna ahora desafía el orden de Dios, el orden del mundo como símbolo en combates y conquistas. A ella se le da la concepción mágica de las fuerzas de la naturaleza y los misterios maléficos son alejados. Personajes mitológicos o sin grandes virtudes comparten el mismo espacio, en los tapices, con hombres venerados, donde la mujer empieza a tener su espacio. Ejemplificamos con otra grande participación de la mujer en el comercio de tapices. Doña Isabel Clara Eugenia, gobernadora de los Países Bajos, encomienda a Peter Paul Rubens una serie de bocetos para servir de modelos de tapices para el Convento de la Descalzas Reales, de Madrid. La serie tiene como tema el Triunfo de la Iglesia sobre sus diferentes enemigos: el Paganismo, la Herejía, la Ciencia y la Filosofía. El Triunfo de la Eucaristía sobre la Herejía que aquí presentamos es el más dinámico de la serie. Marcado por el claroscuro y la intensidad del color, nos sorprende con la Verdad, representada como una mujer de rubios cabellos, elevada por encima de las disputas de los hombres en el Tiempo. A sus pies, herejes, posiblemente identificados en los rostros de Calvino y Lutero. La escena sigue las líneas del boceto del tapiz, con figuras simbólicas de fuerza y astucia, representadas por el león y el zorro, están fuera de la escena principal. Llegamos al siglo XVIII, cuando los palacios se visten de tapices tejidos sobre cartones de los principales pintores de la corte. El Neoclasicismo trajo luces para iluminar los caminos de las mujeres en la obra de José de Castillo y de Francisco de Goya. José de Castillo, pintor adornista, injustamente desconocido 2 , sus tapices han sido muchas veces confundidos con los de Goya, tiene, en el conjunto de sus obras, un importante acervo de cartones para tapices donde protagoniza damas aristocráticas, majas, mujeres del pueblo, floristas, naranjeras. Un bello

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Sobre este personaje véase VALENTIN DE SAMBRICIO, José del Castillo, Instituto Diego Velásquez, CSIC, Madrid, 1958.

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ejemplo de su arte, que presenta una amplia galería de motivos populares, está en La Dama y el Majo, obra de técnica fácil, alegre y luminosa. Con José de Castillo, las mujeres salen de los cielos, pero no están aún en la tierra. Rescata, él, algunas de las utopías medievales en las figuras alegóricas femeninas de La Abundancia, La Templanza, La Sabiduría Divina, La Profecía y La Castidad, que surgen como complemento de la tapicería]osé, David y Salomón, confeccionada para el dormitorio del rey Carlos III. En la alegoría de La Castidad, la imagen de la matrona está vestida de blanco, a la antigua y apoyada en una columna clásica. En su mano derecha lleva un cetro y en la otra, una rama de laurel. Le acompañan angelitos portando el símbolo de la pureza que es la azucena. La Sabiduría Divina está de blanco, con yelmo y escudo como la diosa Minerva, diosa guerrera de la paz y quien enseñó a las mujeres a hilar. Mira hacia lo alto de donde recibe la luz divina representada por un cordero sostenido por niños. Los viejos valores hispánicos fueron cuestionados y criticados en el siglo XVIII. La clase nobiliaria deja poco a poco de ser referente social. Con Gaya, las mujeres salen del espacio celestial y bajan definitivamente a la tierra. Contrariamente al Medioevo, los cartones de escenas costumbristas de Gaya traen a la luz una nueva imagen de la mujer, con sus frivolidades, ademanes sensuales, donde se hallan mujeres de todas las clases sociales. Son 52 tapices que se encuentran en el Museo del Prado y que representan la época de mayor esplendor de la manufactura de la Real Fábrica de Tapices. El cartón para tapiz La Maja y los Embozados presenta una mujer al aire libre que, rodeada por cuatro hombres embozados, con capas, es el centro de la atención. Se percibe que el tono de la escena es de galanteo con un cierto erotismo camuflado. El Quitasol sugiere una mujer, muy coqueta, que viste a la francesa con una capa, pañuelo al cuello y un perro de lanas en su regazo. Lleva el abanico que en el siglo XVIII servía como un medio para comenzar la conversación. Este cartón, en el cual Gaya quiso hacer una referencia clara a la vanidad, es un bello canto a la juventud, centrando su atención en la sonrisa de la muchacha y en su gesto seductor. Mirando abiertamente al espectador, nos hace partícipes del galanteo. Tras ella, un joven le quita el sol con una sombrilla de color verde. Los tapices de Gaya, aunque dirigidos a un público culto y erudito, son de temas populares, de costumbres, de fiestas y de diversiones, lo que indicia una sutil crítica a la nobleza y a la burguesía. En esos años, en que

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la Ilustración desaparecía, se empiezan a mostrar conflictos políticos y culturales y, cada vez más, en España, se harán claras las contradicciones entre la vida oficial y la real. Surge entonces Las Lavanderas, representando cinco mujeres, felices, alegres, libres, junto a la naturaleza que les da el bonito cromatismo en sus mejillas. El trato amable de Gaya para con la simpleza de los personajes de clase baja, donde dos realizan el trabajo, mientras una dormita y otras dos juegan, va en contra de la reputación de dicha profesión. Los tapices coloridos y delicados bordaron la historia de resistencia e identidad de las mujeres. Códigos simbólicos tejidos en los tapices se entrelazan en los hilos de la historia de la mujer3 De temática histórica, bíblica, literaria, mitológica y costumbrista, la tapicería ilustra, con sus bellos matices, escenas con la figura femenina representada en los más distintos roles: Virgen Madre, heroínas, vulgares, víctimas, virtuosas, trabajadoras, de la ciudad, del campo, diosas, princesas, valientes, locas, penélopes. Bajo la mirada masculina, lo que se refleja es la figura de la mujer y su posición en la sociedad. Diversas facetas vistas en doble mirada, dos realidades, dos mundos en confrontación, la semirrealidad, la simultaneidad de acción y amplitud de escenario. ¿Y no es así que leemos el bello cuadro de Velásquez, Las Hilanderas, con el cual iniciamos este texto? Lo que vemos ¿no es un rescate de la representación de la realidad -hilanderas a hilar y damas a contemplar? La mujer ha participado del orden del mundo siempre en dos escenas, "ritualizando" acciones, como el simbolismo del bordado, ascendiendo y bajando, creando y recreando, haciendo y deshaciendo. La trama de los tapices así nos lo ha contado y Minerva, diosa de la sabiduría, del progreso, de la intelectualidad y de la tapicería, así nos lo ha asegurado.

SuELY RErs PrNHEIRO

Universidade Federal Fluminense

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Véanse CRISTINA COSTA, A imagem da mulher: um estudo da arte brasUeira, Senac Rio, Rio de J aneiro, 2002 y MICHELLE PERROT, Mulheres públicas, Editora UNESP, Sao Paulo, 1998.

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