SONANDO CON PRECIOSA (DE CERVANTES A GARCIA LORCA Y DE GARCIA LORCA A ELYTIS) Victor Ivanovici

SONANDO A "PRECIOSA" / SONANDO CON PRECIOSA (DE CERVANTES A GARCIA LORCA Y DE GARCIA LORCA A ELYTIS) Victor Ivanovici En mi ponencia leída en el X-CI...
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SONANDO A "PRECIOSA" / SONANDO CON PRECIOSA (DE CERVANTES A GARCIA LORCA Y DE GARCIA LORCA A ELYTIS) Victor Ivanovici

En mi ponencia leída en el X-CIAC (Roma, 27-29 de sep­ tiembre de 2001), he examinado la relación estructural que existe entre La Gitanilla de Cervantes y cierta clase de narraciones mítico-folklóricas que se ajustan a un guión inconsciente llamado en psicoanálisis "Novela Familiar" [Familienroman]. La relación respectiva pertenece al tipo "influencia" que, en el sentido atri­ buido a este concepto por Harold Bloom, significa una "lectura errónea" o mejor dicho deformante [misreading], cuyo propósito es borrar las huellas de la filiación entre autores y sobre todo en­ tre textos. En el caso de La Gitanilla, la deformación transforma el misterio de los orígenes en misterio de la sexualidad (vale decir de la virginidad) de la heroína, y su Novela de Familia en "Nove­ la de Formación" [Bildungsroman] culminando con el matrimo­ nio. Por otro lado, comprobamos que tal proceso de deformación y transformación sigue las pautas de la "labor del sueño" [Traumarbeit], por cuanto la Novela Familiar y la de Formación (o "no­ vela ejemplar") forman juntas un intertexto onírico [Ivanovici /Actas X CLAC 2001, 213-227].

* En las páginas que siguen me propongo demostrar, desde una perspectiva comparatística, que tal intertexto se extiende más allá del ámbito cervantino. El proceso mantiene la dinámica y las características de la lectura deformante, que lleva a la eliminación completa de los rasgos pertenecientes a la Novela Familiar. Per­ dura en cambio Preciosa misma, siquiera como nombre. Asimis­ mo, por mucho que varíe la fisonomía del personaje, el interés de

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quienes se lo apropian sigue, a la zaga de Cervantes, centrado en aspectos de su sexualidad. Para sostener tal hipótesis he elegido dos muestras. La prime­ ra es un poema de Federico García Lorca, donde el granadino aún sueña a "Preciosa" - e s o es la obra cervantina-, pero desde el contexto específico de su Romancero gitano [Preciosa/Lorca]. La segunda es un texto en prosa, presentado explícitamente como transcripción de un sueño, cuyo autor es el poeta griego Odysseas Elytis (1911-1996, Premio Nobel 1979). Aquí las huellas de la novela ejemplar han desaparecido totalmente, pues Elytis sueña con Preciosa - e l personaje- a partir del punto donde acaba el soñar de García Lorca [Preciosa/Elytis]. Tal ensanche del intertexto no sólo rebasa el espacio textual cervantino sino tam­ bién desborda su marco temporal. Las piezas literarias citadas anteriormente se sitúan en plena época moderna, específicamente en su territorio más álgido que es (utilizando el título de un famoso "atlas" literario del siglo veinte) "el Surrealismo y sus aledaños". Detalle nada falto de importancia, pues el corpus res­ pectivo requiere que afinemos nuestros intrumentos críticos en clave distinta de la que hace falta para interpretar una obra clá­ sica. A su vez, tal exigencia hace necesario postergar de momento la etapa propiamente analítica de la gestión, para dar paso a un breve "excurso del método". Harto es sabido que el avance de la modernidad en el orbe occidental ha significado entre otras cosas la expulsión -a veces paulatina y otras veces brutal- de creencias y mentalidades mágicas remanentes; resultado de ello ha sido, según Max Weber, el advenimiento de un "mundo desembrujado" (dieEntzauberung der Welt) . Tan arrollador cambio no podía sino engendrar reac­ ciones análogas, de las cuales fue tomando cuerpo, en el seno mismo de la modernidad, la variante "antimoderna" de la misma [cf. Paz 1974, passim]. Se trata, pues, de una verdadera contra­ corriente, a cargo de "marginales" de toda índole: niños, locos, enamorados y poetas -a la que (recordando nuevamente a Weber, Excurso del método

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pero esta vez con intención de parafrasearle)- podríamos llamar die Wiederzauberung der Welt. Entre los medios y recursos susceptibles de devolverle al mundo su encanto destaca, por adecuada y efectiva, la "trinidad" sexo - sueño ~ poesía, cuyos componentes están estrechamente vinculados, como contenido por expresar, código expresivo y ex­ presión propiamente dicha, respectivamente. En otras palabras, el sexo habla en sueños -como quien dice "habla en lenguas"- mien­ tras que la poesía sueña los sueños del sexo y articula la "glosolalia" onírica en discurso. Todo ello ha existido probablemente desde siempre, o al menos desde que la humanidad ha dado en poetizar sus sueños. A este antiquísimo esquema, lo inédito que trae la modernidad tardía con sus vanguardias es una nueva forma de soñar. En un breve ensayo de 1947 -lastimosamente poco conocido fuera de su país- el rumano D. Trost, miembro del grupo surrea­ lista bucarestino (1944-1948), señala la falacia en que cayeron, según él, los freudianos, al pretender haber descubierto «un con­ tenido latente con función erótica, al cual se tiene acceso median­ te el ritual de la memoria asociativa». Tal "desvío racional" hace perder de vista «el así llamado sueño manifiesto, hecho de imá­ genes, que es el único que existe», y pasar por alto el «carácter universalmente amoroso de todas las imágenes oníricas como tales». Por consiguiente, en el centro mismo de la labor de inter­ pretación arraigan los mecanismos represivos que impiden a la conciencia «percatarse del alcance real de las escenas que tienen lugar delante de ella». El modelo alternativo del sueño, elaborado por el teórico rumano, rechaza la dicotomía freudiana «contenido latente» versus «contenido manifiesto», proponiendo a cambio una especie de aplanamiento de los dos niveles. También propone un modelo analítico destinado a funcionar por «eterno retomo so­ bre sí mismo, arrastrando consigo capas sucesivas y cada vez más amplias de realidad». Tal «tautología dialéctica», que postula aquí Trost, tiene mucha analogía con el principio de la autorreferencialidad y autorreflexión del mensaje, que es el meollo de la "función poética", según la definición de Román Jakobson. Ade­ lantándose en unos veinte años a la codificación teórica de dicha idea, el surrealista rumano la formula en el lenguaje provocativo

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de los manifiestos de vanguadias: «Puesto que semejante identi­ ficación infinita, que arranca desde el cristal, es propia de la mo­ dalidad poética, objetivo y científico sólo puede ser un enfoque poético del sueño» [Trost 1947/Mincu (ed.) 1983, 482-488] . Trost describe, pues, un mundo onírico cuya característica es la "erotización general de la materia" del sueño. Su condición de existencia es, en mi opinión, el inconsciente inteligente de los surrealistas que, mediante un entrenamiento específico (ejercicio del dictado automático, cultivo sistemático de estados mediúmnicos e hipnagógicos etc.), aflora en la superficie del alma, e in­ cluso aspira a integrarse con los contenidos psíquicos manifies­ tos, formando la así llamada "superconciencia" . Los sueños poéticos que me propongo examinar a continua­ ción son productos de un psiquismo afín al que ha venido gene­ rando esta nueva manera de soñar. Por consiguiente, para acercar­ se a ellos puede resultar útil un modus operandi extrapolado a partir del modelo de Trost, y distinto de un psicoanálisis "tradi­ cional", que utilizara los instrumentos y métodos freudianos de interpretación de los sueños para acercarse a obras literarias igualmente "tradicionales" (como el que yo mismo he aplicado en mi anterior lectura de La Gitanüla). Dado que tanto en el poema de García Lorca como en el texto de Elytis el contenido sexual del onirismo, otrora de substrato, está ya presente a flor de piel, la clave metodológica para su análisis es renunciar a la proyección y jerarquización en profundidad del material psíquico. Desde luego, ello no significa que en adelante el discurso crítico descartará cualquier referencia a la dimensión "latente", sino que es preciso advertir que dicha dimensión pertenece al texto mismo y se refiere a contenidos de índole estrictamente (inter)textual. En este preciso contexto, también la condensación, el desplazamiento y la representabilidad (o dramatizadón) conservarán su valor instru­ mental, ya que al rendir cuentas sobre la transformación de un contenido latente en contenido manifiesto, de hecho las rinden so­ bre la deformación que borra las huellas de la "influencia". Sin embargo, entre las operaciones de la labor de sueño la primacía por orden de importancia pertenece en este caso a la elaboración secundaria, que pasa a "primaria" por cuanto es el arte poética de la imagen onírica. 2

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De lo anterior se deduce que tanto el acercamiento analítico de tipo freudiano -en pos del trasfondo oculto-, como el "trostiano" -orientado hacia el sistema patente de imágenes-, remiten en primera y última instancia a un análisis literario. Así, mi con­ clusión al respecto no puede sino reiterar, con leves variaciones, a la de Trost: cuando el sueño es texto y los textos sueñan, el único psicoanálisis "objetivo y científico" es su "enfoque poético". Lorca soñando a Cervantes: "Fábula de San Cristóbal y Preciosa" Preciosa y el aire es la segunda pieza de Romancero gitano (1928) de Federico García Lorca. Pertenece, por lo tanto, a la eta­ pa en que el poeta se planteaba la reivindicación de la poesía popular. Efectivamente, esta composición de 58 versos es un típi­ co romance octosilábico, monorrimo (é-e). Pero éste no es el úni­ co rasgo donde se hace patente la respectiva opción de García Lorca. Otro es rastreable a nivel de lo que en la teoría de la oralidad se llama "dicción formular" [cf. Lord 1960, 30 y sigs.]: en el verso ¡Míralo por donde viene.' [Preciosa/Lorca, 40] se reconoce sin dificultad alguna la advertencia Helo, helo por do viene, presente en distintas variantes, en bastantes romances tradi­ cionales. García Lorca apenas "toca" la fórmula, operando dos sustituciones sinonímicas en dirección a la actualización del vocabulario (míralo en vez de *helo y donde en vez de *do), lo cual, en términos de Traumarbeit, equivale a un mínimo desplazamiento. Suficiente sin embargo para poner igualmente en marcha los mecanismos de la condensación, a través de los cuales las disyuntivas vienen reemplazadas por conjunciones de ideas [cf. Freud 1925, IV]. La lógica onírica supera, pues, y unifica las oposiciones que delimitan la esfera del género, y así el romance lorquiano puede ser a la vez tradicional y moderno. Dentro de la misma lógica, ello también implica, por extensión, sustituir la alternativa 'popular versus culto' por una síntesis de caracte­ rísticas de una y otra índole. Por cierto, esta idea - c o m o la anterior- constituyen loci communi de la crítica lorquiana. Para pasar de semejantes genera­ lidades a la labor del sueño con sus operaciones específicas, y

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más que nada para valorar su alcance concreto, hay que observar de cerca la "lectura deformante" de las reminiscencias cervan­ tinas (y otras por el estilo), que emprende el poeta; reminis­ cencias que, por otro lado, no se reducen, ni muchísimo menos, al mero nombre de la heroína, como la misma crítica ha querido hacernos creer . De hecho, en el romance, Preciosa es más bien un señuelo, cuya representabilidad explícita monopoliza la aten­ ción, y así "borra" otras huellas intertextuales (es decir oculta su presencia a los ojos del lector) . Entre ellas, algunas susceptibles de proporcionarnos la clave principal para la interpretación del sistema de imágenes del poe­ ma en su conjunto. En la profusión de epítetos y metáforas - a veces bastante efectistas- que designan al viento perseguidor de Preciosa, el calificativo de San Cristobalón desnudo [Preciosa/ Lorca 1928, 21] no destaca en absoluto . No obstante ello, y de acuerdo una vez más con la lógica onírica, precisamente tal pre­ sencia "discreta" nos hace sospechar que la expresión respectiva es el resultado de un desplazamiento de acento emocional y valórico, que a su vez traiciona una intensa "angustia de influencia" (como diría Harold Bloom). Es como si García Lorca quisiera a toda costa disimular el lugar textual donde tiene arraigo esta ima­ gen. En una escena, por lo demás episódica y accesoria, de La Gitanilla, la heroína pronuncia un breve texto versificado, de carácter apotropaico, contra "el mal de corazón y los vaguidos de cabeza", en realidad destinado a aplacar los celos que siente Andrés al oír el soneto dedicado a Preciosa por un paje-poeta; el supuesto conjuro comienza con la exhortación juguetona: Cabecita, cabecita/tente en ti, no te resbales y acaba con una especie de envío o dedicatoria, pero "a lo divino" (como dirían en la épo­ ca): Dios delante/y San Cristóbal gigante [Prec/osa/Cervantes] (subrayado mío). La labor de la "lectura deformante" que efectúa García Lorca arranca justamente desde este 'San Cristóbal' . El poeta procede, para empezar, por unas pocas modificaciones y sustituciones léxi­ cas, relativamente fáciles de comprender con referencia a la "dic­ ción formular", pues tanto su verso como el de Cervantes se ajus­ tan a un determinado "pattern rítmico" [Lord 1960, 3 7 ] , que es el tetrámetro trocaico romanceril. Más difícil parece responder a la 4

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interrogante de cómo y por qué San Cristóbal!-ón aparece aquí desnudo. Para hacerlo hay que tener presente que la peculiar poli­ semia producida por la condensación onírica hace que las imáge­ nes diverjan hacia múltiples direcciones y que en ellas converjan múltiples procedencias [Freud 1925, IV]. A mi parecer, la ima­ gen de García Lorca condensa la siguiente cadena asociativa: (i) la c o r p u l e n c i a atribuida al santo en cuestión por la tradi­ ción popular (ii) le confiere un aspecto extremadamente v a r ó n i 1 y hasta (iii) sexualmente a g r e s i v o , que provoca (iv) el virginal t e m o r de Preciosa (lo cual explica su huida). Al decir "condensa", entiendo que únicamente los eslabones (iii) y (iv) están representados o dramatizados explícitamente en el poema; el (i) pertenece a la novela ejemplar y ha sido ocultado (por constituir una "influencia"), mientras el (ii), eslabón importante para la coherencia lógica del sistema asociativo, sólo puede deducirse. Tengo la sensación de que, en este preciso punto, con­ verge otra "influencia", igual de bien disimulada, que llega desde Los melindres de Belisa de Lope, obra que precede a la novela cervantina en, por lo menos, un lustro (y que García Lorca debió de conocer, ya que se apropió el nombre de la heroína para su divertimento teatral Los amores de don Perlimplín y Belisa en su jardín). Hay, pues, en la comedia lopesca un largo parlamento escrito en forma de romancillo, donde la muy remilgada doncella da rienda suelta a sus fantasmas más o menos histéricos acerca de la angustia que le produce el contacto físico con el sexo opuesto. Allí, el gigantesco San Cristóbal es evocado en un contexto supersaturado de emblemas de la virilidad lindando en lo bestial, tan evidentes que el recurso a claves ffeudianas resulta casi superfluo [cf. Vaiopoulos/Per ridere 2001, 118- 119] . 8

* Eso es, más o menos, todo lo que puede decirse del sueño poético de García Lorca en sistema psicoanalítico "clásico", a sa­ ber orientado hacia el contenido latente; con la salvedad de que - repito- dicho contenido es de índole (inter)textual y su carácter latente se debe a la "angustia de influencia". En otras palabras, hemos visto cómo los antecedentes literarios del romance, y sobre todo cierto detalle de La Gitanilla han sido ocultados y "deforma­ dos" -hasta volverse irreconocibles- por obra de las operaciones

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oníricas de desplazamiento, condensación y dramatización. Que­ da por examinar lo esencial, o sea la elaboración secundaria, cu­ yo producto es el sueño manifiesto ("el único que existe", según Trost), vale decir -en nuestro caso- la composición propiamente literaria del romance, donde el material - s e a cual fuere su procedencia- viene (re)organizado con fines estéticos. Cierta observación, formulada por Guillermo Díaz Plaja en su ensayo monográfico sobre el granadino, constituye una buena pauta para empezar. Manifiesta el crítico español que Preciosa y el aire es una de las piezas más representativas para la fórmula lorquiana en esta etapa (la del Romancero gitano), basada en la "convivencia" entre imágenes de una gran audacia y el lenguaje llano y natural [Díaz Plaja 1954/71, 122]. En efecto, si de audancia se trata, el texto nos pinta, sin apenas eufemismos, un "acoso sexual" de inusual violencia y un estupro virtual que se extiende desde caricias lascivas: Niña, deja que levante/ tu vestido para verte./ Abre en mis dedos antiguos/ la rosa azul de tu vientre [Preciosa/horca, 25-28] hasta el cunilinguus -cuya metonimia son las lenguas celestes y relucientes [ibid., 22 y 42] del potencial violador- y el coito propiamente dicho, representado metonímica y a la vez metafóricamente por el símbolo fálico espada caliente [ibid., 32]. Todo ello parece, en primera instancia, uno más entre los artificios de los que se vale el poeta para ocultar la "influencia" cervantina: con respecto a la novela ejemplar, en el romance asistimos a una clara inversión de términos, en cuanto al papel dinámico y agresivo que asume el factor masculino (a diferencia de La Gitanilla, donde ese mismo factor aparecía en postura de "varón domado"). Ahora bien, si mantenemos la interpretación del poema de García Lorca dentro de una perspectiva onírica, es sumamente pa­ radójico que sus imágenes patentes, consideradas una por una, resulten mucho más chocantes que las latentes -cuando lo normal sería el contrario ya que, según Freud, la elaboración secundaria tiene la función de hacer el sueño medianamente aceptable, o siquiera inteligible [Freud 1925, IV]. En honor a la verdad hay que decir que, gracias al principio de la "convivencia" señalado por Díaz Plaja, eso es precisamente a través del equilibrio entre audacia y naturalidad expresivas, la elaboración secundaria cum-

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pie parcialmente con su misión, suavizando la truculencia de las imágenes de agresión sexual (por otro lado altamente metaforizadas). La explicación del fenómeno y de su ambivalencia hay que buscarla dentro del sistema de Trost. Según el surrealista rumano, en cuyo modelo onírico (recordémoslo) queda abolida la dimen­ sión de profundidad, tanto el contenido erótico como la censura del mismo operan en la superficie del sueño. La censura es un atributo de la propia conciencia - y no de algún estrato psíquico intermedio (preconsciente etc.), como postula la ortodoxia freudiana- y, de hecho, se identifica con la racionalización. Es ella la que determina el "desvío" interpretativo hacia el contenido latente, remitiendo toda actividad onírica (e inconsciente, en ge­ neral) al esquema edípico; y también ella la que impide a la conciencia misma "captar el verdadero alcance de las imágenes que transcurren" en su proximidad [cf. Trost 1947/Mincu (ed.) 1983,483]. Pues bien, parece ser que el papel de censura viene asignado en el poema de García Lorca al lenguaje natural con el que las imágenes respectivas "conviven", y que las neutraliza al hacerlas alternar con pasajes de simple prosa ritmada [cf. Díaz Plaja 1954/ 7 1 , 123]. Pero la acción de este factor estilístico llega aún más lejos, ya que de él se deduce una forma global en cuyo seno la truculencia de las imágenes sexuales resulta a su vez natural. Tal forma podría ser el poema alegórico-mitológico de cuño barroco, donde no pocas veces la trama convencional sirve de coartada para lo grotesco y lo monstruoso y acoge escenas de tonos subi­ dos en lo violento o lo erótico. Un ejemplo típico en este sentido ofrece Góngora, con su Fábula de Polifemo y Calatea (1612). Nada extraño por lo tanto que, en su calidad de miembro de una generación poética cuyo principio de cohesión fue el compar­ tido fervor gongorino, el granadino haya compuesto en homenaje al cordobés su propia "Fábula de San Cristóbal y Preciosa" . Y si en la gongorina, Lorca veía "un poema de erotismo puesto en sus últimos términos", los de una "sexualidad floral" [Lorca/Imagen 1969, 80], el rasgo distintivo de su "réplica" es (valga la perí­ frasis) una sexualidad aérea rayana en lo tormentoso. En efecto, conforme a la antemencionada pauta de género (fábula), el San 9

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Cristóbal lorquiano no es sino una alegorización del viento, en tanto que el guión narrativo del romance repite con leves varia­ ciones la leyenda del rapto de Oritía, hija de Erecteo, rey de Atenas, por Bóreas, el viento del Norte [cf. Forster 1966, 114] . Conviene sin embargo recordar que el alegorismo es un re­ curso de la censura, destinado a hacer que los acontecimientos re­ feridos resulten "naturales" a los ojos de la conciencia, puesto que en contexto alegórico Preciosa aparece en postura de ninfa acosada por un sátiro o por un dios pagano. Más acá o más allá de ello, el poema de García Lorca constituye, en clave onírica, la expresión explícita, la materialización de un deseo". Deseo de revancha y venganza: como si, persiguiendo a la niña gitana con ánimos de violarla, el rudo y varonil vendaval de García Lorca quisiera desquitarse en ésta, por cuenta de los varones despe­ chados por la otra - l a cervantina-, con sus trucos de consumada allumeuse '". Volviendo al "enfoque poético" del sueño lorquiano (el único "objetivo y científico", según Trost), me propongo finalizar este párrafo con el examen de dos tópicos de índole propiamente lite­ raria: el s e m a n t i s m o de la imagen y la f u n c i ó n de la trama narrativa de conjunto. Tanto en uno como en otro aspecto, García Lorca sigue las directrices que él mismo puso de relieve en la poesía Góngora. "Para que una metáfora tenga vida" -manifiesta el poeta"necesita dos condiciones esenciales: forma y radio de acción" [Lorca/Imagen 1969, 68]. Ahora bien, al observar la imagen del viento personificado, que ocupa el centro del romance, compro­ bamos que su esfera s e i t i á n t i c a tiene justamente dos polos: 1. |fúerza e ímpetu\ el viento que nunca duerme [Preciosa! Lorca, 20] -sátiro de estrellas bajas [ibid., 41], donde el acento semántico recae sobre "bajas", pues, según la tradición andaluza, el viento materializado "aparece como un gigante preocupado de derribar estrellas y disparar nebulosas" [Lorca/Cante jondo 1969, 49; Forster 1966, 110-111] - el viento, furioso [Preciosa/Lorca, 58]; 2. |lascivia y sensualidad^ San Cristobalón desnudo [ibid., 21] - el viento-hombrón [ibid,, 31] - sátiro de estrellas bajas [ibid., 41], con acento, claro está, sobre "sátiro" -y más que nada 10

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el viento verde [ibid,, 38], o sea 'concupiscente', como quien dice "viejo verde" (nótese por lo demás la analogía acústica entre viento y viejo) Al concentrar rasgos como 'dinamismo' y 'movimiento en estado puro' -típicos, según Bachelard, para el régimen imagi­ nario del viento [cf. Bachelard 1943/97, 233 y sigs.]-, el primer polo es el que define el "radio de acción" de la metáfora. El se­ gundo satisface la exigencia de "forma": eso es le da, literal­ mente, cuerpo a la imagen, ya que las distintas manifestaciones de la 'sensualidad' que registra el poema obedecen (como diría Bakhtin) al "principio material-corporal" de la vida. Para indagar el aspecto f u n c i o n a l de la trama narrativa, hay que reflexionar sobre el rótulo de "fábula" que, un tanto metafóricamente, acabo de aplicar al romance de García Lorca. Intentando precisar más el perfil de este concepto, aprovecho la oportunidad para hacer dos observaciones que me parecen harto útiles al respecto: 1. En primer término, fábula (de connotaciones, como he dicho, gongorinas) define el género y la tradición que elige el poeta para "envasar" la historia de Preciosa y San Cristóbal. Su opción, lo repito, obedece a razones psicoanalíticas: hacer de tal forma que los acontecimientos relatados aparezcan como "natu­ rales". Dado que la característica esencial del género respectivo es el alegorismo, ello sugiere que los acontecimientos en cuestión no deben tomarse demasiado al pie de la letra. De ahí el papel de "censura" que desempeña la composición del poema, impidiendo que la conciencia se percate del "verdadero alcance" de las imá­ genes patentes (Trost). 2. En segundo término, al moldear su romance sobre el patrón de la fábula. García Lorca enfrenta exitosamente un problema "técnico" con el que también Góngora se había tropezado en su momento: utilizar un relato mínimo como marco unificador para impedir la excesiva dispersión de las metáforas (que, en realidad, constituyen la verdadera vocación del poeta): "La narración es como un esqueleto del poema envuelto en la carne magnífica de las imágenes" [Lorca/Imagen 1969, 81]. Con mayor razón la ne­ cesidad de tal recurso se le impone a un artista como el gra­ nadino, quien conocía y emulaba el metaforismo surrealista, ya

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que, según se ha dicho más de una vez, Surrealismo significa, entre otras, uso irrestricto (y a veces abuso) de la droga llamada imagen. Sin embargo, entre todas estas metáforas, hay una que al final queda suelta, sin que la composición narrativa del poema consiga domeñarla. La imagen respectiva tiene que ver con la "ágil casti­ dad" de la heroína [Díaz Plaja 1954/71, 123], quien logra burlar la persecución, dejando a su persecutor furioso y frustrado, a morder en los techos de pizarra [Preciosa/Lorca 1928, 27]. Tal frustración ofrece la "moraleja" de que, más allá de la "angustia de influencia", con su lectura deformante, y más alia de la disciplina que el molde tradicional impone al material temático, en el texto de lorquiano el enigma de la esquiva y huidiza sexua­ lidad de Preciosa (que arranca desde Cervantes) conserva intacta su irreductible magia. A la misma Preciosa Odysseas Elytis llega ex­ clusivamente a través de Federico García Lorca. Su vivo interés por la poesía del granadino, al que comparte con bastantes coetáneos suyos, miembros de la así llamada "Genera­ ción (literaria) del 30", empieza a manifestarse la primera mitad de los cuarenta, durante la ocupación de Grecia por los ejércitos germano-italianos . Es la época en que, después de la atroz inmolación de Federico, y en paralelo con su mitificación (intere­ sada pero no inmerecida) como víctima de la barbarie fascista, la valoración de la obra lorquiana empieza afortunadamente a reba­ sar la manipulación política. En Grecia -sobra decirlo-, la recepción de García Lorca se inscribe en el horizonte de expectativa de la generación de Elytis; es más: viene supeditada a las dos grandes directrices que estruc­ turan ese mismo horizonte. Por un lado, los jóvenes escritores griegos (agrupados desde antes de la Segunda Guerra Mundial alrededor de la revista Ta Nea Grámmata) se proponían afianzar en la literatura neohelénica una estética rotundamente moderna, y a la vez (re)definir - h a y quienes dicen inventar y construir- la "helenicidad" [hellenikóteta] cultural en términos también moderLorca en el horizonte de expectativa de Elytis

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nos. Por lo general, el tenor de tal gestión no fue "revolucionario" sino más bien "reformista", ya que se persiguió prioritariamente la integración y la síntesis, antes que la ruptura entre lo tradicio­ nal y lo novedoso. Salvando las diferencias y guardando las pro­ porciones, se siguió al respecto el modelo del high Modernism angloamericano y su ideal de classical Revival, promovidos en Grecia con mucha autoridad intelectual por Yorgos Seferis, el principal teórico del grupo. No obstante ello, dentro de la Genera­ ción del 30 también hubo un núcleo radical, a cuyos represen­ tantes -entre ellos a Elytis- tal moderación les quedaba corta. Por consiguiente, se esforzaron por imprimir a sus búsquedas un cariz vanguarista de tendencia surrealizante. Son justamente estas dos pautas las que guían el juicio de Elytis sobre García Lorca, formulado en un ensayo de 1944, que refleja los datos fundamentales del horizonte de expectativa gene­ racional: "Basta con leer la Oda a Salvador Dalí [...] para comprender qué es lo que el poeta pretendió conservar y qué re­ chazar, qué modificar y qué asimilar, qué censurar y qué acli­ matar a la atmósfera de su propia tradición, de entre el acervo del Surrealismo internacional" [Elytis/Lorca 1974, 631]. Interesado en el onirismo del granadino , "sueño en alerta" capaz de captar "la poesía antes y después del poema" [Elytis/ Crónica 1974, 378], era natural que tarde o temprano el poeta griego parase mientes en Preciosa y el viento. Como en la pieza respectiva parte de su poeticidad precede al poema propiamente dicho, pues procede del soñar lorquiano acerca de la heroína de Cervantes, Elytis se encarga simétricamente de rastrear la "poesía después del poema", al soñar a su vez con el personaje del sueño de García Lorca. El resultado de ello, Sueño con Preciosa, es -como ya he dicho- un texto que se recomienda como onírico stricto sensu. Pertenece a la sección titulada Los sueños, de Las cartas bocarriba, libro en que Elytis recoge gran parte de su prosa ensayística y memorialística. En concreto, el poeta lo clasifica en la categoría de sueños evocadores de personas "a veces conocidas y reales, otras veces imaginarias, sacadas directamente de la historia lite­ raria". Dicho material onírico debe de ser anterior a la obra elytiana madura, pero lo único que se nos dice a ese respecto es que 15

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el poeta lo había reunido y transcrito hacía años, en períodos cuando (a la par de muchos surrealistas) se estaba ejercitando en "considerar la vida cotidiana desde el punto de vista del sueño" [Elytis/Sueños 1974, 203-207]. Si bien parco en información crono­ lógica, lo anterior re­ sulta en cambio harto instructivo sobre las características de la lectura del poema de García Lorca a través del sueño de Elytis. El sueño respectivo es por un lado de índole libresca y por otro lado participa del experimento vivencial que consiste en mirar la realidad desde una perspectiva onírica. En esta tentativa típicamente surrealista de suprimir la "oposición arbitraria entre la vida y el sueño" [Trost 1947/Mincu (ed.) 1983,488], el aporte de los datos "sacados [...] de la historia literaria" se sitúa naturalmente del lado del sueño. El único dato explícito de este tipo que existe en el texto onírico de Elytis, a saber el nombre propio de procedencia lorquiana, no parece traer consigo demasiada "angustia de influen­ cia" . Tampoco está presente la angustia a secas que, en Preciosa y el aire, acompañaba las violentas imágenes de acoso sexual de la heroína por el viento corpóreo y personificado (San Cristó­ bal). Tal suavización del clima afectivo equivale a un desplazamiento y, de hecho, es la sola operación que en el sueño de Elytis puede identificarse como inequívocamente perteneciente a la Traumarbeit de tipo freudiano, orientada desde la profundidad hacia la superficie. Obviamente, ese mismo rasgo constituye a la vez la principal (si no también la sola) "deformación" que ejerce la lectura elytiana sobre su antecedente literario inmediato. A mi modo de ver, las otras operaciones oníricas (desplazamiento, condensación y dramatización) participan aquí de la elaboración secundaria y contribuyen a la estructuración del "guión" del sueño. Huelga asimismo recordar que dicho "guión" es el propio contenido manifiesto y, como tal (hablando nueva­ mente en los términos de Trost), "crea" y es "creado" por un deseo a su medida. Obviando cualquier tergiversación latente y optativa, las imágenes oníricas nos muestran de forma abierta, Elytis soñando a Lorca

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directa y actual a una Preciosa que por fin corresponde al apetito varonil, tanto más cuanto tal apetito apenas va más allá del voyeurismo. Todo ello tiene en el texto elytiano (en mayor medi­ da que en el de García Lorca) un desarrollo narrativo, bajo la for­ ma de una trama dividida en tres secuencias o escenas. I.- La inicial focaliza, de buenas a primera, sobre el "compor­ tamiento condescendiente" del personaje femenino, aspecto que se nos da junto con su retrato: Parece tener a lo más unos doce o trece años, está vestida pobre­ mente, de piernas flacas, pero de pechos precozmente redondeados, y en sus manos sostiene algo así como un fajo de billetes de lotería o de fotos [...] Sin darme cuenta, y mientras fuera ya está anocheciendo, hela a mi lado, pegada a mi cuerpo, levantándose en la punta de los pies para hablarme al oído. Siento su aliento en la cara y su calor me envuelve entero; fingiendo ayudarla a alcanzarme, incluso le cojo por atrás la nalga, que siento bajo mi mano desnuda, a tal punto el vestido que lleva es ligero y diáfano.

Este aspecto motiva el subsiguiente despertar del deseo, directa e inmediatamente representado o dramatizado: [...] deduzco que se trata de una de esas putitas infantiles, que quiere venir conmigo -cosa que me simplifica considerablemente la tarea. Le explico que vivo solo y que puede seguirme a mi piso; [...]

Sin embargo, tal deseo resulta en primera instancia frustrado, con lo cual la secuencia se cierra: [...] pero no, no es esto: he interpretado mal sus intenciones. Sin enfadarse sino bien al contrario, haciéndome mil gracias, me indica los papeles que trae, y finalmente me da a entender que debería com­ prarle algunos. Me los hace ver: son fotos de futbolistas [...] Con vi­ sible desengaño le digo que tales asuntos no me interesan en absoluto [PreciosafElytis, 1].

II.- Narrativa, o mejor dicho musicalmentemente hablando, la segunda secuencia esta compuesta de cuatro "movimientos", (i) Usando una fórmula tan extraña como imperativa: "y ahora ¡tira

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de ella!" -Preciosa ofrece al narrador una foto o tarjeta que repre­ senta una imagen igual de extraña: En el centro, equidistantes, hay dos cabezas de mujeres, también frente a frente, una en la mitad superior y otra en la inferior, pero al revés, como las damas de la baraja. Entre sus dos bocas corre un chorro fino de agua (u otro líquido, en todo caso se trata de una tem­ blorosa línea azul) que las une. (ii) Preciosa ha desaparecido; el narrador la busca o persigue por los recovecos del recinto; el tema de la búsqueda se entreteje musicalmente con el del deseo: "ya la agarraré yo a esa diablilla". (iii) Hallazgo de la heroína por el narrador: está en compañía de "dos señoras de mediana edad", vestidas "elegantemente, a la burguesa"; Preciosa ha sufrido una transformación harto curiosa, de la cual también parecen participar sus acompañantes: Pero, ¿qué están haciendo? ¡Están jugando con Preciosa! Le dan palmadas en el culito haciéndola subir al aire, y ella, ligera como una pluma, se eleva hasta el cielorraso y luego vuelve a descender lenta e inmaterialmente, como si hubiese perdido por completo la gravedad, muerta de risa y con ademanes graciosos. Antes de que los pies de la niña toquen el suelo, las señoras la propulsan nuevamente hacia lo alto con un cariñoso golpecito en su trasero, y luego la contemplan bajar, con su faldita que se levanta, como falda de bailarina. (iv) El narrador resuelve entrar en el juego y así su deseo se "actualiza"; entre tanto las señoras han cambiado de aspecto y quizás de naturaleza: Es una maravilla. Mi corazón late con fuerza. Dejo de lado cualquier vergüenza y avanzo hacia el centro de la habitación, para poder ver mejor; incluso, para no asustar a las dos señoras, tomo un aire fa­ miliar, como si hace rato participase yo también del juego. Mas las señoras se han convertido ahora en dos monjas católicas, con enor­ mes tocas blancas cubriendo sus cabezas y pesados crucifijos colga­ dos de sus cuellos; se han puesto muy serias y me están mirando te­ merosas, cubriéndose la boca con la mano, como si les diera mucha vergüenza que las hubiese pillado in fraganti. «Bueno, a lo hecho pecho», pienso, y decido hacer como si no existieran [Preciosa! Elytis, 2].

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DI.- La tercera secuencia, fundamentalmente descriptiva, es­ cenifica el pleno cumplimiento del deseo generador del sueño. En primer término, la Preciosa de Elytis parece atender la súplica del viento lorquiano ("Niña, deja que levante/ tu vestido para verte./ Abre en mis dedos antiguos/ la rosa azul de tu vientre"), dejando que el mirón literalmente la posea de vista: [...] Desde abajo, provocativas; lleva cuales se distingue guito en el centro. hernioso!

sus piernas y sus nalgas aparecen más llenas y unas braguitas azules minúsculas encima de las claramente su barriguita color rosa con el ombliEn verdad, ¡en mi vida podía ver yo algo más

Luego, tras la desparición de las monjas (dejando sin embargo tras ellas "varios crucifijos católicos" colgados en las paredes), a la imagen se añade un nuevo detalle: [...] desde el margen de las pequeñas braguitas está colgando una cintita angosta y elástica, más o menos del mismo color, que llega hasta la altura de mi cara. «? ahora ¡tira de ella!», oigo gritar a la niña, quien permanece suspendida en el aire moviéndose levemente a derecha e izquierda; y, en efecto, empiezo a tirar de la cinta, como si fuera cuerda de una cometa cuyo vuelo intentase dirigir [...] y las braguitas comienzan a deshilarse, a la manera de un tejido, dejando poco a poco al descubierto las partes ocultas de la pequeña. La cinta llega ahora hasta el suelo de espejo, pero, en vez de amontonarse allí haciendo un ovillo, se proyecta hacia abajo y forma un vínculo, una especie de cordón umbilical que une las dos imágenes de Preciosa por aquel ángulo oscuro de sus muslos entreabiertos. Sin embargo, esta secuencia acaba, igual que la primera, en la frustración: Con el alma en vilo sigo la escena esperando el momento en que el paulatino descubrimiento alcance el punto preciso. Despierto presa de una terrible desilusión [PreciosaÍElytis, 3]. Por razones obvias, el texto de Elytis tiene, en mayor medida que el de Lorca, un aspecto propiamente "onírico", es decir in-

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trincado, laberíntico aparentemente incomprensible. Lo cual sig­ nifica que también requiere una interpretación pero, desde luego no una de tipo freudiano, encaminada, para citar a Trost, a «un contenido latente [...] al cual se tiene acceso mediante el ritual de la memoria asociativa», sino -de acuerdo con el mismo Trost- una interpretación literaria. En la textura del sueño existen ciertas imágenes e ideas de carga afectiva que, bien miradas, remiten unas a otras en base a ciertas afinidades a distancia, formando así redes que, a su vez, motivan las acciones que componen la trama onírica. El concepto de motivación, perteneciente a la poética narrativa, describe asimismo, pues, la acción estructurante ejer­ cida por la elaboración secundaria sobre el contenido manifiesto del sueño, visto como texto poético. A mi modo de ver dichas redes son las siguientes: 1. [tarjetas - imagen doble - fórmula! Destinadas a la percepción visual, las t a r -j e t a s que el personaje femenino desde el principio lleva en sus manos señalan la naturaleza también visual del deseo generador del sueño. Haciendo uso de sus artes de la seducción, Preciosa intenta venderlas al narrador, lo cual quiere decir que pretende transmitir o inculcarle el apetito voyeuristico al que está dispuesta a condescender. Sin embargo, entre los dos existe cierto desfase: los "futbolistas" representados en las tarjetas constituyen más bien objeto de un deseo femenino, mien­ tras el del narrador es todavía el "clásico" deseo masculino de posesión. Dicho desfase explica el "desengaño" inicial. En la tar­ jeta que la heroína ofrece a continuación al varón, las dos "cabe­ zas de mujeres" dispuestas "como las damas de la baraja" por un lado anticipan la i m a g e n d o b l e (reflejada en el espejo) de Preciosa como objeto condescendiente del deseo, y por otro lado a las dos señoras, testigos y partícipes de su entrega. Se trata, pues, de la promesa de cumplimiento de dicho deseo, previa con­ versión a lo visual. El detalle de la "temblorosa línea azul" vincu­ lando a las dos mitades de la imagen en la tarjeta, anuncia la "cintita [...] del mismo color" que une "las dos imágenes de Pre­ ciosa por aquel ángulo oscuro de sus muslos entreabiertos" y por tanto refuerza la promesa respectiva, tal y como la refuerza igual­ mente la f ó r m u 1 a "y ahora, ¡tira de ella!", aplicable y aplicada tanto a la anticipación del acto de voyeurismo (tarjeta)

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como a su actualización (descubrimiento de "las partes ocultas de la pequeña^). 2. ¡persecución - juego - vuele] La huida de Preciosa se produce, como recordamos, tras el malentendido sobre la natu­ raleza precisa del deseo que ella quiere y puede satisfacer y des­ pués de la promesa de satisfacerlo pese a todo, bajo reserva de su suavización en dirección a lo visual. Pues bien, la persecución de la heroína por un "largo, interminable corredor" representa, a mi parecer, una especie de "penitencia" impuesta a ese mismo deseo, con miras a la respectiva sublimación. Prueba de ello el que, al cabo del trayecto, el persecutor puede contemplar el j u e g o "con" Preciosa: una típica "traducción" onírica del significado metafórico en significado literal -a partir (quizás) de la expresión 'ser/estar hecha un juguete del deseo'-que en el contexto conno­ ta complaciente entrega del personaje a la mirada del voyeur. Otro tanto sugiere su v u e 1 o, a través de una alusión "por rebote" a la Preciosa lorquiana. La de Elytis manifiesta su con­ sentimiento asumiendo la sexualidad aérea de la otra, precisa­ mente porque, al elevarse por los aires convertida en balón o "cometa", ofrece al mirón el panorama de sus "partes ocultas" a punto de descubrirse. 3. [monjas - crucifijos - despertar] Si bien en las dos seño­ ras que "juegan con Preciosa" puede verse sin mayor esfuerzo un emblema del/de los deseo(s) cuyo juguete es Preciosa, su subsi­ guiente transformación en sendas m o n j a s avergonzadas por "haberlas pillado (el narrador) in fraganti" simboliza, evidente­ mente, la culpabilidad y el sentido de la transgresión que, según Georges Bataille, participan de la dinámica misma del erotismo. Todavía más clara en el mismo sentido es la escena en que el voyeur, para tomar parte activa en el juego, decide ignorarlas y así las hace desaparecer. Es verdad que tras ellas quedan algunos c r u c i f i j o s , diríase a guisa de remordimientos remanentes, pero dicho detalle más bien estimula que inhibe el deseo. Por eso, su frustración cuando estaba a punto de cumplirse resulta suma­ mente sorpresiva y, lógicamente hablando, no puede ser motivada sino con referencia, una vez más, a la culpabilidad. El sueño no proporciona indicación alguna sobre la índole del "oscuro objeto"

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de la culpa, aunque sí registra la "terrible desilusión" que acom­ paña - s i no provoca- el d e s p e r t a r final.

* Ya fuera del texto, me permitiré hacer una hipótesis, un tanto especulativa, acerca de este dato que escapa a la motivación oní­ rica. La culpabilidad que transmite la última secuencia del sueño no puede radicar en el voyeurismo, ya que Preciosa consiente de su propia voluntad satisfacer deseos de este tipo, y hasta ayuda a su formación y formulación. Causa del sentimiento de culpa parece ser el carácter pedofilico de las preferencias sexuales expresadas por este sueño . Si la aceptamos como acertada, tal conjetura nos explica la "suavización" del deseo en función justamente de la tierna edad del personaje femenino. También nos explica el final del sueño que interrumpe el cumplimiento del deseo voyeurístico. El des­ pertar asume aquí la frustración y la "motiva", al enmarcarla en una forma textual homologada y clasificada, que pertenece al experimentalismo surrealista: se trata "mera y simplemente" (nos susurra al oído una voz sabia y tranquilizadora) de la trans­ cripción de un sueño ...y los sueños, sueños son. Reconocemos, pues, los efectos de la censura que, según Trost, actúa en la superficie del sueño e impide a la conciencia valorar el alcance real de las imágenes oníricas. En el caso concreto del sueño elytiano, tal valoración tergiversada podría referirse a la índole pedofílica del deseo, cuya "coartada" visual no consigue eximirlo de ciertos rezagos de culpabilidad. 17

Sea como fuere, semejante desen­ lace abierto entronca una vez más con el polifacético y polivalente misterio de la sexualidad de Preciosa. Dicho lo anterior, no sería quizás del todo superfluo recordar también que, desde un prin­ cipio (a saber desde La Gitanilla), tal misterio reemplaza al de los orígenes, y así desplaza la Novela Familiar en que el personaje tenía su punto de partida. De Cervantes a García Lorca y de García Lorca a Elytis, en la serie intertextual aludida se lleva, pues, a cabo una evolución que podría definirse como "antiedípica". Ello no remite tanto a Gilíes Para concluir

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Deleuze como a la guerra sin cuartel que una treintena de años antes los surrealistas rumanos (entre ellos D. Trost), habían decla­ rado a los "restos diurnos" - d e la opresión social e histórica- que, a través del complejo de Edipo, ponen trabas al libre juego del deseo. En el mismo sentido, Andreas Empeirikos, maestro y correligionario de Elytis, instaba a los surrealistas griegos a lu­ char por la "irrestricta e ilimitada" libertad amorosa. El que tales metas se alcancen sobre todo en el terreno onírico y el poético mantiene viva la esperanza de que (como decía al principio de estas páginas) la trinidad Sexo - Sueño - Poesía está en condiciones de devolverle al mundo la dimensión mágica que le amputara la edad moderna.

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ODYSSEAS ELYTIS, Las cartas bocarriba, ed. cit.: •f ??????? n?a? de?aet?a? ['Crónica de una década'] (en griego) [Elytis/Crónica 1974] S ?a ??e??a ['Los sueños'] (en griego) [Elytis/Sueños 1974] S Federico García Lorca (en griego) [Elytis/Lorca 1974]. JEREMY C. FORSTER, Aspects of Lorca "s Saint Christopher, en Bulietin ofHispanic Studies, XLIII (1966) [Forster 1966]. SIGMUND FREUD, Le lève et son interprétation (traducción france­ sa del compendio freudiano sobre el sueño, cuyo título original es Über den Traum), París, ed. Gallimard, 1925 [Freud 1925]. Remito -con núme­ ros romanos- a los capítulos de la edición consultada. FEDERICO GARCÍA LORCA, Obras Completas, Madrid, ed. Aguilar, 1969: J La imagen poética de Don Luis de Góngora [Lorca/Imagen 1969] S El Cante jondo (Primitivo canto andaluz) [Lorca/Cante jondo 1969]. CHRISTIAN IONESCU, Mica enciclopedie onomastica ['Pequeña enciclopedia onomástica'] (en rumano), Bucarest, Editura enciclopedica romana, 1975 [Ionescu 1975]. VICTOR IVANOVICI, Preciosa y su prenda tan preciada (una lectura de La GitaruTUv, en Alicia Villar Lecumberri (ed.), Cenantes en Italia. Décimo Coloquio Internacional de la Asociación de Cervantistas, Palma de Mallorca, Asociación de Cervantistas, 2001 [Ivanovici/Actas X CIAC 2001]. ELENA KOUTRIANOU, ? e ????a t? f? ?. ? d?ap??f? s? ?a? ? ???st????s? t?? p??.'t???? t?? ?d?ss?a ???t? ['Por eje la luz. Fonnación y cristalización de la poética de Odysseas Elytis'] (en griego), Atenas, ed. de la Fundación Costas y Elena Ouranis, 2002 [Koutrianou 2002]. ALBERT B. LORD, The Singer of Tales, Cambridge, Massachusetts, 1960 [Lord 1960]. OCTAVIO PAZ, Los hijos del limo. Del romanticismo a la vanguardia, Barcelona, ed. Seix-Barral, 1974 [Paz 1974]. D. TROST, Le ménte du ménte (1947), en M. Mincu (ed.), Avangarda ¡iterara romàneasca, Bucarest, ed. Minerva, 1983 [Trost 1947/Mincu (ed.) 1983]. KATERJNA VAIOPOULOS, Los melindres de Belisa: comicità e li­ miti della trasgressione, en W . A A . , Per ridere. Il comico nei Secoli d ' Oro, Florencia, Alinea Editrice s.r.l., col. "Secoli d'Oro" (diretta da Gae­ tano Chiappini e Maria Grazia Profeti), 2001 [Vaiopoulos/Per ridere 2001].

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W . A A . , Diccionario básico Espasa (15 vols.), Madrid, ed. EspasaCalpe, S.A., 1984 [Básico/Espasa 1984]. ANEXOS: I. FEDERICO GARCÍA LORCA

Preciosa y el aire A Dámaso

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Alonso.

Su luna de pergamino Preciosa tocando viene por un anfibio sendero de cristales y laureles. El silencio sin estrellas, huyendo del sonsonete, cae donde el mar bate y canta su noche llena de peces. En los picos de la sierra los carabineros duermen guardando las blancas torres donde viven los ingleses. Y los gitanos del agua levantan por distraerse, glorietas de caracolas y ramas de pino verde. Su luna de pergamino Preciosa tocando viene. Al verla se ha levantado el viento que nunca duerme. San Cristobalón desnudo, lleno de lenguas celestes, mira a la niña tocando una dulce gaita ausente.

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- Niña, deja que levante tu vestido para verte Abre en mis dedos antiguos la rosa azul de tu vientre. Preciosa tira el pandero y corre sin detenerse. El viento-hombrón la persigue con una espada caliente. Frunce su rumor el mar. Los olivos palidecen. Cantan las flautas de umbría y el liso gong de la nieve. ¡Preciosa, corre, Preciosa, que te coge el viento verde! ¡Preciosa, corre, Preciosa! ¡Míralo por dónde viene! Sátiro de estrellas bajas con sus lenguas relucientes. Preciosa, llena de miedo, entra en la casa que tiene, más arriba de los pinos, el cónsul de los ingleses. Asustados por los gritos tres carabineros vienen, sus negras capas ceñidas y los gorros en las sienes. El inglés da a la gitana un vaso de tibia leche, y una copa de ginebra que Preciosa no se bebe.

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Y mientras cuenta, llorando, su aventura a aquella gente, en las lejas de pizarra el viento, furioso, muerde. [Romancero Gitano, 1928]

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II. ODYSSEAS ELYTIS

Los sueños Sueño con Preciosa 1.- Entrada de un cine que no me recuerda ninguno de los ya cono­ cidos; por lo demás, parece cerrado. Tampoco hay fotos de actores en las vitrinas, ni persona o movimiento alguno alrededor. Tan sólo en la venta­ nilla del fondo, una taquillera. Me percato de que está hablando con una muchachita. Me detengo en la acera, saco mi cartera y aparento buscar algo, para poder observar discretamente a la chica, que me gusta. Parece tener a lo más unos doce o trece años, está vestida pobremente, de piernas flacas, pero de pechos precozmente redondeados, y en sus manos sostiene algo así como un fajo de billetes de lotería o de fotos; me da la impresión de que ha salido a la calle para venderlos. Sin darme cuenta, y mientras fuera ya está anocheciendo, hela a mi lado, pegada a mi cuerpo, levantándose sobre la punta de los pies para ha­ blarme al oído. Siento su aliento en la cara y su calor me envuelve entero; fingiendo ayudarla a alcanzarme, incluso le cojo por atrás la nalga, que siento bajo mi mano desnuda, a tal punto el vestido que lleva es ligero y diáfano. Sin embargo, no me entero en absoluto de lo que me susurra... Lo único que retengo es que se llama Preciosa; y de su comportamiento condescendiente deduzco que se trata de una de esas putitas infantiles, que quiere venir conmigo -cosa que me simplifica considerablemente la tarea. Le explico que vivo solo y que puede seguirme a mi piso; pero no, no es esto: he interpretado mal sus intenciones. Sin enfadarse sino bien al contrario, haciéndome mil gracias, me indica los papeles que trae, y final­ mente me da a entender que debería comprarle algunos. Me los hace ver: son fotos de futbolistas, es más: de ases del balón, cuyos nombres conoce de memoria y pronuncia uno a uno, a fin de facilitarme la elección. Con visible desengaño le digo que tales asuntos no me interesan en absoluto. 2.- Entre tanto hemos avanzado y ahora estamos atravesando el zaguán de un gran edificio de paredes de vidrio. Subimos hasta el primer piso y nos detenemos a curiosear, a través del cristal, la gente indiferente y presurosa que camina por la calle. En aquel preciso instante, Preciosa saca una foto, la desliza tras la cinta metálica que enmarca los cristales y me grita «y ahora, ¡tira de ella!», mientras se aleja por el corredor. Tiro de la foto: es, pensándolo bien, una tarjeta postal de colores; veo unas formas geométricas verdes, como las rejas de dos ventanas frente a frente, sobre fondo rojo. En el centro, equidistantes, hay dos cabezas de mujeres, tam­ bién frente a frente, una en la mitad superior y otra en la inferior, pero al revés, como las damas de la baraja. Entre sus dos bocas corre un chorro

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fino de agua (u otro líquido, en todo caso se trata de una temblorosa línea azul) que las une. Con la tarjeta en la mano echo a correr por el largo, interminable corredor; ya la agarraré yo a esa diablilla. De pronto, de una de las habitaciones me llega una risita infantil, por lo visto de una chica. Avanzo unos pocos pasos y doy con una puerta entornada. Observo con atención: el cuartucho es pequeño, algo así como un boudoir con muchos espejos en las paredes y cortinas de gasa blanca en las ventanas. En dos butacas con grandes flores de colores bordadas en los espaldares hay dos señoras de mediana edad, sentadas en el borde del asiento. Visten elegan­ temente, a la burguesa, y se hallan tan absortas con lo que hacen que mi presencia pasa desapercibida. Pero, ¿qué están haciendo? ¡Están jugando con Preciosa! Le dan palmadas en el culito haciéndola subir al aire, y ella, ligera como una pluma, se eleva hasta el cielorraso y luego vuelve a des­ cender lenta e inmaterialmente, como si hubiese perdido por completo la gravedad, muerta de risa y con ademanes graciosos. Antes de que los pies de la niña toquen el suelo, las señoras la propulsan nuevamente hacia lo alto con un cariñoso golpecito en su trasero, y luego la contemplan bajar, con su faldita que se levanta, como falda de bailarina. Es una maravilla. Mi corazón late con fuerza. Dejo de lado cualquier vergüenza y avanzo hacia el centro de la habitación, para poder ver mejor; incluso, para no asustar a las dos señoras, tomo un aire familiar, como si hace rato partici­ pase yo también del juego. Mas las señoras se han convertido ahora en dos monjas católicas, con enormes tocas blancas cubriendo sus cabezas y pesados crucifijos colgados de sus cuellos; se han puesto muy serias y me están mirando temerosas, cubriéndose la boca con la mano, como si les diera mucha vergüenza que las hubiese pillado in fraganti. «Bueno, a lo hecho pecho», pienso, y decido hacer como si no existieran. 3.- Avanzo hacia la mitad del cuarto, cuidando de pararme justo en el punto donde ha de bajar la pequeña y, extendiendo mi mano con la palma abierta, ya le doy yo el empujón que necesita para subir, y con mayor fuerza de lo que se lo daban antes las señoras. Ella parece entusiasmadísima, toca apenas en cielorraso con su cabecita y comienza a bajar, con su vestidito levantándosele graciosamente. Desde abajo, sus piernas y sus nalgas aparecen más llenas y provocativas; lleva unas braguitas azules minúsculas encima de las cuales se distingue claramente su barriguita co­ lor rosa con el ombliguito en el centro. En \erdad, ¡en mi vida podía ver yo algo más hermoso! Las monjas ya han desaparecido -sin embargo en las paredes diviso colgados varios crucifijos católicos-; en el aposento estamos los dos solos. Bajo mis pies el piso se ha convertido en un espejo gigantesco que refleja lo de arriba: ya baje o alce la mirada, sigo viendo siempre a Preciosa, descender sobre mí, desnuda de la cintura para abajo. Y a ello acaba de agregarse un nuevo detalle: desde el margen de las pe­ queñas braguitas está colgando una cintita angosta y elástica, más o me-

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nos del mismo color, que llega hasta la altura de mi cara. «Y ahora, ¡tira de ella!», oigo gritar a la niña, quien permanece suspendida en el aire moviéndose levemente a derecha e izquierda; y, en efecto, empiezo a tirar de la cinta, como si fuera cuerda de una cometa cuyo vuelo intentase dirigir. Al principio siento algunas vibraciones fuertes; luego, como si to­ da resistencia hubiese desaparecido, estiro, y las braguitas comienzan a deshilarse, a la manera de un tejido, dejando poco a poco al descubierto las partes ocultas de la pequeña. La cinta llega ahora hasta el suelo de espejo, pero, en vez de amontonarse allí haciendo un ovillo, se proyecta hacia abajo y forma un vínculo, una especie de cordón umbilical que une las dos imágenes de Preciosa por aquel ángulo oscuro de sus muslos entreabiertos. Con el alma en vilo sigo la escena esperando el momento en que el paulatino descubrimiento alcance el punto preciso. Despierto presa de una terrible desilusión. [Las carias bocarriba,

1974].

NOTAS 1

De metafórica, la fórmula weberiana se torna histórica y literal si se piensa por ejemplo en la gran "caza de brujas" que asoló Occidente du­ rante los siglos XVI y XVII, por obra de unas iglesias cristianas que -no­ ta bene- acababan de "modernizar" su doctrina y culto. Evidentemente, dicho proceso perseguía eliminar molestas trabas premodemas, tales co­ mo los rústicos cultos sincréticos de iniciación y fertilidad. Para alcanzar tal propósito, tanto los reformados como los católicos -quienes, en el Concilio de Trento (1545-1563), habían hecho su propia reforma interna­ no vacilaron en protagonizar un tremendo genocidio cultural, que acabó con la religiosidad popular y, en algunas regiones; llevó las sociedades rurales a la "decadencia" [Eliade 1983, § 306]. El original está en francés. El resumen y la traducción de las citas son míos. Los subrayados pertenecen al autor. Poca documentación hay sobre este tipo de prácticas y menos aun sobre los corolarios teóricos de las mismas. El dato sobre el esfuerzo de ciertos surrealistas por alcanzar una especie de individuación (diferente de la jungiana), que sería la "superconciencia", lo sonsaqué a través de largas conversaciones con mi inolvidable maestro y amigo, el gran poeta surrea­ lista rumano Gellu Naum (1915-2001). Sin embargo Guillermo Díaz Plaja, tras señalar la concidencia de "nombre y estado" entre la Preciosa lorquiana y la cervantina, manifiesta que ésta no es la única huella que la novela ejemplar ha dejado en Romancero gitano [Díaz Plaja 1954/71, 324]. Aun así, se trata de una 2

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afirmación hecha de paso y entre paréntesis, sin que se nos proporcione detalle alguno al respecto. Por ejemplo, el refugio y la ayuda que le brinda a Preciosa el cónsul de los ingleses [Preciosa/Lorca 1928, 46 y sigs.] pueden ser el eco "des­ plazado" del reconocimiento final de la heroína por su verdadera familia [Preciosa/Cervantes 1613], episodio que, a su vez, constituía uno de los escasos rasgos de la primigenia "novela familiar" conservados en La Gitanilla. En este caso concreto, la "lectura deformante" echa mano de un recurso onírico bastante frecuente, que es el reemplazo del sentido meta­ fórico (de una palabra, una situación etc.) por su significado literal [cf. Freud 1925, passim]: la "distancia" social que separa al héroe de la familia que le acoge en su seno (humilde alto) se convierte aquí en la distancia etnogeográfica, o sea en última instancia espacial, entre Precio­ sa y su protector (gitana/española inglés). Ni siquiera llama demasiado la atención su carácter incongruente con el contexto, pues en el verso inmediatamente siguiente, una imagen mucho más chocante: lleno de lenguas celestes [Preciosa/Lora 1928, 22] - lo desvía hacia un transparente emblema del cuniliguus. 5

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Una fenomenología del motivo "cristobalino" en la obra lorquiana nos llevaría demasiado lejos; por lo demás, ya ha sido bosquejada por Jeremy C. Forster, en un estudio dedicado a este asunto preciso (que llegó a mis manos por amabilidad del profesor Anthony C. Cióse). Con la ayu­ da de dicho estudio y de otras fuentes de información, repasaré aquí de corrido el contexto cultural que García Lorca pudo haber conocido. Perso­ naje oriundo de Licia, el futuro santo había llevado de joven una vida disoluta, de la que luego se arrepintió, abrazó el Cristianismo y fue marti­ rizado bajo el emperador Decio (siglo III d.C.) Pese a la incongruencia temporal, la tradición popular y la iconográfica, probablemente al inter­ pretar al pie de la letra su nombre (Cristóbal < gr. Christo-phoros 'portador/acarreador de Cristo'), lo representan vadeando un río con el niño Jesús en su hombro. El mismo detalle debe igualmente de constituir el origen de la tradición acerca de su aspecto gigantesco, de Hércules cristiano (véase, por ejemplo, la expresión italiana -que me ha señalado el profesor Joseph V. Ricapito- grande come /un/ San Cristoforo). La devoción local (a donde fue "relegado" en 1970 por el Vaticano, a causa de las dudas que existen acerca de su existencia histórica) le rinde culto como patrono de navegantes, peregrinos y viajeros, en general. San Cris­ tóbal es muy popular en Andalucía, donde se le llama justamente Cristobalón; en el folklore gitano, el santo aparece bien dotado sexualmente y con un temperamento concupiscente. Tales creencias fueron re­ cogidas de una u otra forma por García Lorca, desde su poemario prime­ rizo de 1921 hasta ciertos poemas teatrales -de substrato etnológico- para

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títeres [cf. Forster 1966, 112-113; cf. también Ionescu 1975, sub voce y Básico/Espasa 1984, sub voce]. Léase este breve fragmento, a título de muestra: Di en no ir a misa/ donde hubiese el ángel/ que venciendo pintan/ sierpes infernales./ Viendo a San Cristóbal/ forma de gigante,/ me dieron mil veces/ desmayos mortales./ Nunca he visto toros,/ de miedo que salten [...] etc. [Lope 1606/8, 1160-1169] (los subrayados son míos). Agradezco al profesor Anthony Cióse el haberme puesto en la pista de Belisa..., a la que tenia muy olvidada. Detalle significativo, Preciosa y el aire está dedicada a Dámaso Alonso, el estudioso gomgorino en titre dentro de la Generación del 27. Por otro lado, en el seno de la misma leva poética, el romance lorquiano no es el único intento de "reescribir" a Góngora desde una estética y una mentalidad modernas. Recuérdese, por ejemplo, la Fábula de Equis y Ze­ da, de Gerardo Diego. Por otra parte, la procedencia literaria del motivo se remonta a las Metamorfosis de Ovidio, inagotable mina de argumentos mitológicos de donde también Góngora había extraído el de su Polifemo. "El sueño", escribe Trost, "crea el deseo al crearse a sí mismo, el deseo crea el sueño al expresarse. No hay entre ellos relación alguna de anterioridad o de simultaneidad: sueño y deseo se confunden" [Trost 1947 / Mincu (ed.) 1983, 4 8 4 4 8 5 ] . '* Resulta, pues, que García Lorca, proyecta y concibe su "lectura deformante" a guisa de prolongación y contrapeso de la versión cervan­ tina; por consiguiente, la ajusta a aquel tipo de revisión y remodelación de la "influencia" que Harold Bloom llama tessera: "Un poeta «comple­ menta» negativamente a su antecesor, al leer el poema paterno en sus mismos términos pero entendiéndolos de manera distinta, como si el ancestro fuera incapaz de ir más lejos" [Bloom 1973/89, 51]. Hay que distinguir cuidadosamente entre esta acepción, y la de misterio e inquietud metafisicos, que expresa el verde viento en Romance sonámbulo. En una página de corte memorialístico, Elytis esboza con rasgos firmes y escuetos el paisaje de aquellos años terribles y fervorosos cuan­ do, a pesar de los pesares, una tertulia de famélicos muchachos se citaba en el ateniense Café "Loumides", para saciar su hambre de poesía. A mesitas vecinas llegaban capitostes del mercado negro quienes, entre trato y trato, les echaban miradas torvas y a ratos asustadas, "[...] cuando casualmente a sus oídos llegaban briznas de nuestra jerigonza, que había­ mos enriquecido últimamente con vocablos españoles de pura cepa, como aquello de verde que te quiero verde, o lo otro, aun más dulce al paladar, de en la noche platinoche/ noche, que noche nochera" [Elytis/Cronica 1974, 399]. 8

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...cuya lección Elytis ya parece haber asimilado en 1943, año en que edita su poemario Sol Primero, donde, igual que en el Romancero gitano (sostiene una joven y sagaz estudiosa griega), existe una "realidad onírica" que recuerda la del país de las maravillas de Lewis Caroll o de las películas de Walt Disney [cf. Koutrianou 2002, 64]. Quizás porque, a un nivel más general, el precedente de García Lorca, con su síntesis de tradición y vanguardismo, le sirve a Elytis para aplacar u obviar la "angustia de influencia" mucho más efectiva y contun­ dente, que le provoca el Surrealismo "puro y duro". " ...preferencias, por otro lado, efectivamente existentes y "documen­ tadas", tanto en d caso de Elytis como en el de algunos otros surrealistas griegos. Donde el original o la edición consultada no están en español, la traducción de las citas es mía. 16

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