Sobre el debate de la lengua vulgar en el Renacimiento

Sobre el debate de la lengua vulgar en el Renacimiento Pedro RUIZ PÉREZ (Uhiversidad de Córdoba) Cuando el R e n a c i m i e n t o se d e f i n e en...
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Sobre el debate de la lengua vulgar en el Renacimiento

Pedro RUIZ PÉREZ (Uhiversidad de Córdoba)

Cuando el R e n a c i m i e n t o se d e f i n e en términos cíe retorno o r e c u p e r a c i ó n del mundo c l á s i c o , no d e j a d e r e s u l t a r paradójico q u e s e a , al mismo t i e m p o , la época d e la c o n s o l i d a c i ó n definitiva de las lenguas vulgares y d e su c o n s a g r a c i ó n como vehículos l i t e r a r i o s , c u l m i n a n d o la t e n d e n c i a t i t u b e a n t e m e n t e i n i c i a d a en la Edad M e d i a . Sin e m b a r g o , tan c o n t r a d i c t o r i o f e n ó m e n o tenía su raíz en la n a t u r a l e z a m i s m a del R e n a c i m i e n t o . No en balde fueron los propios h u m a n i s t a s , a r t í f i c e s y p r o t a g o n i s t a s d e l g i r o c u l t u ral que dio origen a la gran t r a n s f o r m a c i ó n r e n a c e n t i s t a , los que se empeñaron en la d o b l e labor de restitución de la pura l a t i n i dad y de d i g n i f i c a c i ó n d e las lenguas v u l g a r e s , como una b i f u r cación d e su proceso c r í t i c o d e nueva lectura de la realidad, q u e c o n v e r t í a el propio u n i v e r s o mundo — m a c r o c o s m o s y m i c r o c o s m o s — en un texto y, por t a n t o , d e m a n d a b a el d o m i n i o d e los más d i v e r sos códigos para su d e s e n t r a ñ a m i e n t o . Ya que cada lenguaje viene impuesto por una r e a l i d a d , a la q u e , r e c í p r o c a m e n t e , sustenta y c o n d i c i o n a , la o p o s i c i ó n a la l e n g u a v u l g a r , y al r o m a n c e c a s t e llano en nuestro c a s o , e s una m a n i f e s t a c i ó n d e la r e s i s t e n c i a al c a m b i o mental que d e m a n d a b a el R e n a c i m i e n t o . Como suele o c u r r i r ,

RUIZ FEREZ, Pedro. Sobre el debate de la lengua vulgar en el Renacimiento. En Criticón (Toulouse), 38, 198?, pp. 15-H.

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esta resistencia se planteó en los niveles de una élite cultural que no se resignaba a perder definitivamente su primacía y que marchaba a remolque de una realidad social, en la que el cambio lingüístico se había producido ya de una manera irreversible.

Et ca&teXtano en et ptxíodo precedente La polémica en torno a la lengua castellana como lengua literaria, cuyas ramificaciones habían de penetrar incluso hasta el siglo XVII, marcó con especial impronta el siglo XVI, convulsionado por el Renacimiento y enmarcado entre justificaciones teóricas y realizaciones prácticas del ideal lingüístico. Los distintos sesgos que este ideal adquirió proporcionaron tonos de polémica y debate, que encontraron precedentes en cierta trayectoria anterior, más o menos larvada, pero condicionante de la gran complejidad heredada por la centuria de Garcilaso. Desde que el rey de Castilla Fernando III convirtiera el romance en lengua oficial de la Cancillería, y su hijo Alfonso X confirmara su uso como lengua política y prosa literaria — e l uso del gallego para la lírica obedece más a un problema de supremacía de una tradición poética que a cuestiones puramente lingüísticas—, el castellano se desarrolló adquiriendo una fuerza progresiva, abarcando un abanico mayor de materias y obteniendo un reconocimiento más amplio y profundo de su dignidad literaria, que llega a su extremo en el llamado Prerrenacimiento del siglo XV. En esta centuria la voluntad de elevar el castellano a la misma altura que la lengua de Virgilio y Ovidio llevó a la invasión del romance literario por toda suerte de latinisimos léxicos y sintácticos. Evidentemente, se trataba de un camino equivocado, y así lo demostró la marcha posterior de las letras castellanas a partir del Renacimiento pleno, del que este siglo apenas constituye una etapa de tanteo y preparación. Al mismo tiempo que tenían lugar los ensayos cultistas de Juan de Mena, la vía de las traducciones se convertía en afirmación implícita de la dignidad del castellano, aceptado como una forma capaz de admitir los mismos contenidos que la lengua latina. Como consecuencia, la lengua romance, en franco ascenso, se veía enriquecer en posibilidades expresivas, preparando el camino de la prosa moderna, desarrollada en la siguiente centuria. Para Romera-Navarro, el castellano ha desplazado casi por completo a la lengua culta del período altomedieval :

iio viintn en loi Viamlacionti di una lengua a otKa, mayominti en lo que di latín a nuutAO coito pablan a convioxti.., (31

(1) M. Romera-Navarro, La defensa de Xa lengua española Bulletin Hispanique, 31, 1929, p . 208.

en él siglo

XVI, en

(2) Conde de la Vinaza, Introducción acerca de la opinión que tuvieron acerca de la excelencia de la lengua castellana algunos escritores españoles, en Biblioteca histórica de la filología castellana, Madrid, Manuel Tello, 1893, t.

I, p . XII.

(3) A. de Palencia, Batalla campal de los perros y los lobos, en Ana M. Arancón ( é d . ) , Antología de humanistas españoles, Madrid, Editora Nacional, 1980, p . 115.

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Pedro

Otras n o t i c i a s

RUIZ PÉREZ

de l a misma n a t u r a l e z a

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nos l a s o f r e c e

P . E. R u s s e l l

Gonzalo García de Santa Haría, el hiitoriador zaragozano, . c i t . , p . 205. (22) Ibidem. CRITICÓN. Núm. 38 (1987). Pedro RUIZ PÉREZ. Sobre el debate de la lengua vulgar en el ...

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do estrechamente lo político y lo religioso, y todo ello con lo didáctico y cultural. Tal vez el ejemplo más completo en su complejidad sea el de Lutero, sustentador de las pretensiones independentistas de los territorios germánicos sobre una diferenciación religiosa, que tiene uno de sus pilares esenciales en la versión de las Escrituras a la lengua vulgar con una función didáctica, la de acercar la palabra al pueblo para posibilitar el libre examen. La conjunción de todos estos factores, tan íntimamente relacionados que forman los distintos planos de una misma realidad, es lo que determina que la lengua de las predicaciones y escritos de Lutero y, sobre todo, de su traducción de la &LbtLa constituya la base del alemán literario. En el terreno de la lengua castellana encontramos un ejemplo paralelo en la labor gramatical de Nebrija, que justifica la aplicación del arte a la lengua vulgar, además de por una finalidad didáctica, por unos planteamientos en los que se confunden íntimamente lo político y lo religioso, al contemplar la lengua castellana como el vehículo de transmisión de las leyes y la religión, a través de su forja como compañera del imperio.

K e/uumi&mo En un nivel d i s t i n t o al de estos ejemplos particularizados hay que situar un fenómeno de auténtica dimensión europea, que afectó decisivamente a España y resaltó sus concomitancias con el movimiento general, por lo que su análisis puede resultar más productivo que el de los casos señalados anteriormente. Me r e f i e ro al erasmismo, que, junto a su dimensión de espiritualidad y a sus evidentes implicaciones p o l í t i c a s , representó la más amplia y efectiva oposición a los ideales del ciceronianismo (23). La oposición al modelo ciceroniano se produjo al mismo tiempo desde el terreno del l a t í n y desde el de la lengua vulgar. La contestación al ideal estético de la prosa del orador latino la emprendió Erasmo, pensador religioso y filólogo eminente, en el terreno de los contenidos, atacando en su Ci-CiAonLano el paganismo de los imitadores de Cicerón, pero con no menos fuerza en

(23) Entre las aportaciones más recientes, véase Francisco Abad, Juan de Vdldés y la conciencia lingüística de los erasmistas españoles, y Luisa López Grigera, Estela del erasmismo en Zas teorías de la lengua y del estilo en la España del siglo XVI, en El erasmismo en España, Ponencias del Coloquio celebrado en la Biblioteca de Menéndez Pelayo del 10 al 14 de junio de 1985 (ed. de Manuel Revuelta Sañudo y Ciriaco Morón Arroyo), Santander, Sociedad Menéndez Pelayo, 1966, pp. 479-489 y 491-500.

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el terreno de las formas y en la concepción del latín como lengua de uso. Con una perspectiva puramente lingüística y dejando al margen consideraciones morales o religiosas, el erasmismo condena la fijación del latín como una lengua muerta en la consideración de los ciceronianos, emprendiendo una campaña de vivificación del idioma, que tiene en el propio Erasmo su ejemplo más destacado, cuando al intentar fijar los criterios de pronunciación de la lengua del Lacio abandona toda pretensión de recuperar el modelo clásico y solo tiene en cuenta la realidad vital del latín hablado en su momento. Erasmo enfoca así la cuestión lingüística desde una perspectiva de utilidad, concibiendo el lenguaje como un medio y no como un fin en sí mismo, al situar los planteamientos éticos, morales y religiosos por encima de los meramente estéticos. El ideal de comunicación se erige en el valor supremo de la lengua erasmiana, y ello le lleva directamente al terreno de la lengua vulgar. Aunque Erasmo dejó toda su obra escrita en latín, el erasmismo tomó inmediatamente la defensa del vulgar como lengua de espiritualidad, desde Juan de Valdés , sistematizador de la nueva espiritualidad, — c o n el ViátOQO de ¿a doC-OUna cAÁitíana— y de la lengua que la acompaña — c o n el ViÁtOQO dz la tíngua—, hasta el propio fray Luis de León, quien recoge de la herencia erasmiana su defensa de la traducción de los textos bíbliaos al romance y su consideración de éste como lengua teológica, frente a la postura intransigente de la doctrina eclesiástica, sobre todo en el período postridentino (24).

La defensa erasmista de la lengua vulgar trascendió rápidamente los límites de lo espiritual, para entrar de lleno en el terreno literario, donde los mismos ideales de claridad, sencillez y llaneza, puestos en primer lugar en función del didactismo, contribuyen a forjar y fijar el ideal estético y el modelo de la prosa castellana del Renacimiento, su lengua literaria, como es posible sorprender en los dos diálogos de Alfonso de Valdés, en las obras de Villalón o en el V-Laje, di TuAC¡uXa, por no en-, trar en la polémica en torno al erasmismo del Laza/uMo. La defensa vulgar se veía favorecida, al mismo tiempo, por la repercusión

(24) Véase un desarrollo más amplio de las ideas sintetizadas en estas líneas en José Luis Abellán, El evasrnismo español, Madrid, Espasa-Calpe (Colección Austral), 1982, pp. 195 y ss. (25) Véase, en el capítulo XIII de la primera parte del Viaje de Turquía, la directa crítica de la obra de Nebrija y la aplicación didáctica de su gramática latina, como ya reseñó Domingo Ynduráin, ob. cit., pp. 28-29.

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del platonismo más o menos diluido que participaba de la actitud espiritual del erasmismo. Su aprecio de lo natural, el respeto a las manifestaciones individuales o la oposición a la uniformidad se traducían, en el aspecto lingüístico, en el apoyo a las peculiaridades de cada pueblo (en este caso a, su lengua vulgar), de forma paralela a como la crítica de la corrupción vaticana derivaba, en lo político, en un rechazo del poder temporal de la Iglesia, lo cual, si en el ViÓJioQO di. liu toàca OOUMÁXLOA* en Roma sustenta una idea imperial, en general se manifiesta en un impulso nacionalista, con el consiguiente desarrollo de las lenguas vernáculas . En el caso español el erasmismo y su ideal del lenguaje coloquial se alian en el terreno literario con otro fenómeno no menos renacentista, como es el de los intentos de renovación poética apoyados en la tradición castellana y protagonizados por Castillejo (26). Estos intentos representan en su oposición al petrarquismo italianista un paralelo con la actitud anticiceroniana del erasmismo, en lo que tiene de defensa de la tradición viva frente a las pretensiones de los modelos clasicistas. En cuanto a la actitud de la Iglesia respecto al empleo de la lengua vulgar, su criterio osciló a lo largo del siglo XVI entre la inicial permisividad, amenazada por el temor a la herejía protestante y al judaismo encubierto, y la oposición tridentina, matizada por la necesidad de competir con una literatura espiritual en lengua vulgar frente a la extensión de las "pecaminosas" literaturas profanas y de evasión, concretadas en los libros de caballerías, los libros de pastores y la poesía de cuño garcilasiano. Por ello, la centuria se movió entre extremos tan significativos como el proceso a fray Luis de León por su romanceamiento del Cantan, de, toi CanioAU, y la versión a lo divino en claro romance de todas las variantes de la literatura profana señaladas anteriormente (27). Ca&tzJLLonQ y touCjLn. La d¿Qn¿dmi

de. to. ¿ejtiQu/L

La acción de los nuevos planteamientos renacentistas, especialmente los surgidos de la filología humanista, fomentan un

(26) Véase Rogelio Reyes Cano, Medievalismo y renacentismo en la obva poética de Castillejo, Madrid, Fundación Juan March, 1980. (27) Algunos momentos de esta línea sinuosa pueden verse en el conde de la Vinaza, ob. cit., t. I, pp. XII-XIX. Véase también Romera-Navarro, ob. cit., pp. 235-252.

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desarrollo paralelo del latín y de las lenguas vulgares, como señalé al comienzo. Se ha venido señalando esta característica como uno de los rasgos paradójicos del Renacimiento, pero, en realidad, este doble fenómeno no representa más que las dos manifestaciones simultáneas y paralelas del mismo impulso de renovación filológica. Aunque otros componentes del gran sacudimiento renacentista, como el ciceronianismo o el neoplatonismo, influyeron diferenciadamente en uno u otro aspecto, ahondando las distinciones entre la recuperación del latín clásico como lengua viva y el impulso dado a las lenguas vulgares, por encima de estas fuerzas centrífugas se impuso la realidad del tronco común, en cuyo factor de unidad debe ahondar la nueva crítica del Renacimiento. Si hubiera que personificar la unidad real proporcionada por la filología como base de la transformación renacentista, con mayor derecho que a las ambivalencias de los erasmistas habría que acudir, sin ninguna contestación posible, incluso a nivel europeo, a la figura de Nebrija. Como se recoge en el mencionado artículo de Buceta, el entusiasmo paralelo por el latín y por el castellano acaba por fundirse y, en su formulación más extrema, casi por identificarse. Si Nebrija es a la par autor de una gramática latina y de otra castellana y, más significativo aún, de una gramática latina vertida al castellano, no podemos olvidar el punto de unión de ambas facetas. Con él, dicho sea de paso, es posible superar la polémica mantenida entre Rico y Avalle-Arce (28). Su raíz cabría encontrarla en la repetida y glosada idea imperial que animaba la producción de Nebrija de manera más profunda que su conocida formulación. Como especifica Menéndez Pidal, "una idea renacentista impulsa a Nebrija : España sueña con un imperio como el romano, y el español se igualara al latín" (29). La acción conjunta de ideas lingüísticas e ideales políticos — c u y a distinción no acaba de eliminar los prejuicios na-

(28) La exposición de sus posturas encontradas en torno a la fecha liminar del inicio del Renacimiento en España se encuentra en Francisco Rico, Nebrija frente a los bárbaros, universidad de Salamanca, 1978 ; y en Juan Bautista Avalle-Arce, Características generales del Renacimiento literario, en José María Diez Borque (dir.), Historia de la literatura española, Madrid, Taurus, 1980, t. Il, pp. 13-t5, trabajo reeditado más tarde como Aproximaciones al Renacimiento literario español, en J. B. Avalle-Arce, Dintovno de una época dorada, Madrid, Porrúa, 1978, pp. 1-56. (29) Ramón Menéndez Pidal, El lenguaje del siglo XVI, en La lengua de Cristóbal Colón, Madrid, Espasa-Calpe (Colección Austral), 19t2, p. 49.

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cionalistas que sustentan a unos y a o t r o s — conduce, más allá de la fusión de las preocupaciones filológicas por el latin y el habla vulgar, a la tendencia a identificar, en el caso de nuestra historia lingüistica, el español con el latín, tal como lo dictaminara Buceta en el mismo título de su citado trabajo. Si en el último tercio del siglo XVI la concepción íntimamente unida del imperio y la lengua desembocó en una defensa casi unánime de la lengua castellana ( 3 0 ) , la precedente identificación del español con el latín sobre la base común de ser lenguas imperiales se tradujo en diferentes manifestaciones a lo largo del período inicial y central de la centuria. Dejando de lado el hecho de las traducciones, cuyo auge arranca del siglo XV, el progresivo incremento de las obras gramaticales, el inicio y desarrollo de las poéticas y preceptivas en lengua vulgar y la redacción de gramáticas latinas en lengua castellana por aplicación didáctica de la constatación de la importancia del romance, dejando pues de lado estos argumentos, nos encontramos principalmente con dos fenómenos de significativa importancia. De ellos, el de la redacción de obras de teatro, fundamentalmente tragedias de corte escolar (31), muestra la concurrencia de razones tan alejadas de las lingüísticas como las de índole puramente didáctica, aunque en ellas subyace una idea de la equiparable dignidad del castellano y del latín, lo que representa otra manifestación del movimiento que intento reflejar. No es posible olvidar, de otro lado, que este "teatro de seminario de condición bi y, a veces, trilingüe", como lo definió Max Aub (32), contaba con una cierta forma de precedente en las comedias bilingües, hispano-portuguesas, de Gil Vicente, que, además de proporcionar un modelo formal, dan buena prueba del imperialismo lingüístico del castellano en estos primeros momentos del siglo XVI. El segundo fenómeno al que aludía en este proceso de equiparación del castellano con la lengua de Virgilio, es el más cla-

(30) Véase Romera-Navarro, ob. cit., p. 22t. (31) Este tipo de teatro recibió nuevo aliento con la irrupción de la Compañía de Jesús en ei terreno de la enseñanza, convirtiéndose en auténticos ejercicios estilísticos, en los que convivían los parlamentos en latín con los fragmentos en castellano, con el fin de facilitar a los alumnos el aprendizaje vivo de una lengua muerta. (32) Max Aub, Manual de historia de la literatura española, Madrid, Akal, 1974, p. 192.

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ro exponente del grado de identificación establecido entre las dos lenguas. Nos referimos al género de obras redactadas en un ambiguo idioma, que responde por igual a la forma y cánones gramaticales del latín y a los del castellano. Su número es suficientemente representativo, y motivaron los dos atinados y documentados estudios de Erasmo Buceta citados páginas atrás. En estas composiciones, por encima de otras consideraciones, cabe destacar el sentimiento de superioridad, sobre todo frente al resto de las lenguas romances, que poseían los castellano-hablantes, conscientes de poseer una lengua esencialmente idéntica a la latina y de la misma dignidad (33). "Uú)n¿ía& hornCná," y "dígrUtcu tinguaz" El tema de la dignidad, tan propio del Renacimiento y auténtico tópico del pensamiento y la l i t e r a t u r a de la época, constituyó también otro punto focal en el desarrollo teórico de la consideración del castellano, a través del topos de las laudes litterarum, que encontró su marco específico en las prolusiones universitarias y otras formas de l i t e r a t u r a parenética, estudiada, entre otros, por Eugenio Asensio y Juan Alcina y por Francisco Rico (34). A la vinculación de la dignidad del hombre con la dignidad de la lengua, de estirpe clásica y humanista, y verdadero l e i t motiv de las laudes litterarum, se une el sentimiento, espúreo desde la perspectiva e s t r i c t a de la filología, de la d i gnidad nacional, que busca en la dignidad de la lengua una de sus más privilegiadas formas de expresión. Así, un cauce y unos modelos de raigambre humanista, surgidos en la cultura l a t i n a , se ponen al servicio de las nuevas reivindicaciones de las lenguas vulgares, teñidas de tintes nacionalistas, que llegaron a suplantar las preocupaciones filológicas y del pensamiento lingüístico humanista (35).

(33) Este sentimiento de superioridad se muestra orgulloso en el episodio protagonizado en la corte papal por Garcilaso de la vega, padre del poeta del dolorido sentir y autor de la primera de la relativamente abundante serie de composiciones hispano-latinas. Véase E. Buceta, La tendencia a identificar el español con el latín, ed. c i t . (34) Véase E. Asensio y J . Alcina Rovira, "Paraenesis ad litteras". Juan Maldonado y el humanismo español en tiempos de Carlos V, Madrid, Fundación Universitaria Española, 1980 ; y Francisco Rico, "Laudes litterarum" : Humanismo y dignidad del hombre en la España del Renacimiento, en Homenaje a Julio Caro Baraja, éd. c i t . , pp. 895-914. (35) Véase Werner Bahner, La lingüística española en el Siglo de Oro. Aportaciones a la conciencia lingüística en la España de los siglos XVI y XVII, Madrid, Ciencia Nueva, 1966. CRITICÓN. Núm. 38 (1987). Pedro RUIZ PÉREZ. Sobre el debate de la lengua vulgar en el ...

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En tanto que en el resto de los países europeos las apologías nacionalistas que se expresaban en la defensa de la lengua vulgar suponían una suerte de reacción antimedieval, en la que la oposición lingüística al latín tenia un exacto paralelismo con la oposición política al imperio, en el ámbito del castellano — e n el que la inclinación de las laudes litterarum a las laudes hispaniarum tuvo ejemplos tan ilustres como la obra del italiano Lucio Marineo sículo Opu¿ de. ie.bu6 Hú,pan¿a.e. ( 3 6 ) , o fe acUeAQ.nda. Hibpa.-

nahum VuuLUiont (1553) de Alfonso García Matamoros ( 3 7 ) — , la reivindicación nacionalista se fundió inmediatamente y fue sustituida por el orgullo imperial, por el que España se sentía heredera y continuadora del Imperio Romano, de la misma forma en que defendía que la lengua castellana representaba la forma más cercana al latín de entre todas las lenguas romances. Para mantener esa idea contó con la floración del género de obras bilingües reseñado anteriormente, en las que la confusión de las lenguas latina y castellana significaba la consagración en una forma de todo el haz de ideales políticos, culturales y lingüísticos que he intentado desplegar en las páginas precedentes. Al mismo tiempo que se consolida la idea del castellano como compañero del nuevo imperio, el modelo cortesano de la lengua renacentista cede su lugar a una auténtica lengua nacional, en la que hay que constatar innovaciones léxicas tan significativas como las señaladas por Menéndez Pidal : Akoia ÍÍ ¿ntiodace.n otfioi nuchoi téAminod duA.iid.QA.ot,, empezando poi QÂ. de, "pat'U.a", nuevo concepto que. iiutiXuye. a leu, iáoM, compuzndidaA en la Edad Hedía bajo la voz "ti&via", lle.na de. izntíxb ieudal. (39) La contemplación d e l d e s a r r o l l o y l a fecundidad de l a l e n gua c a s t e l l a n a al compás de la expansión i m p e r i a l condujo al a r r a i g a d o y o s t e n t o s o o r g u l l o de sus h a b l a n t e s , que se manifestó de manera e s p e c i a l en l a s composiciones h i s p a n o - l a t i n a s que, d e s de e l c u a t r o c i e n t o s , alcanzan h a s t a e l s i g l o XVII. De l a c e n t u r i a

(36) Lucio Marineo Sículo, Opus de rebus Hispaniae, Compluti, per Michaelem de Eguía, 1533. (37) Curiosamente, en esta obra se mantenía aún el menosprecio por la ignorancia del latín : "Non tam praeclarum est scire latine quam turpe nescire" . Véase Aubrey F. G. Bell, El Renacimiento español, Zaragoza, Ebro, 1914, p. 85. (38) Véase R. Menéndez Pidal, La lengua del siglo XVI, éd. c i t . , p. 73. (39) Ibidem.

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que Maria Rosa Lida caracteriza como "prerrenacentista" procede también la tendencia castellana a perfeccionar el idioma propio con préstamos — l é x i c o s , gramaticales y sintácticos— tomados del latín. "Con ello —concluye Bahner— se reconocía también la existencia de un campo de relaciones entre latín y castellano" (40!. Este campo de relaciones es el que se va a ampliar hasta la práctica identificación de ambas lenguas, lo que señala el punto más alto en el orgullo de la conciencia lingüística castellana. Es el momento en que, en palabras de Nebrija, "más se puede temer el decendimiento della que esperar la subida" (41). El conocimiento de que su romance provenía del latín no distinguía a los españoles del resto de los pueblos europeos que habían sido romanizados. "Desde antiguo —constata Bahner—, pero esencialmente desde el siglo XVI, aquella brillante época de la filología, este hecho era universalmente conocido, al menos en Italia, Francia, Portugal y España" (42). Sin embargo, el castellano sí había logrado, de modo más o menos incontestado, imponer sobre el resto de las lenguas romances la conciencia de su superioridad, basada en su mayor cercanía al idioma original, ya apuntada desde el siglo XV, en el Libio efe ta v¿da blata. (1463) de Juan de Lucena (43), o en el episodio romano de Garcilaso de la Vega, padre del poeta del Tajo (44). De su extensión en el siglo XVI cabe citar tres muestras significativas. El auroral Vlatoguí, •inXeA S¿t¿c.e.wn, b/iltímeXitam eX Famcm, con el que Pérez de Oliva p r o l o -

gaba en 1514 la edición parisina del tratado matemático de Martínez Silíceo, representa la militante actitud del humanista al reclamar para el castellano su dignidad como lengua de la ciencia. En 1586, cuando Ambrosio de Morales edita las obras de Oliva, añade tras este breve texto de su tío, y junto a referencias a obras de la misma naturaleza escritas por Luis González y por Francisco de Castilla, una carta a don Juan de Austria, en la que imita el procedimiento del autor del Vlátogo di ¿a alabançai de. ¿ai lunguat, hebina, g>Uzga, ¿atina, caitetlana y

vatwtML-

na. (1574) de Martin de Viziana, en el que el autor disputa por igualar la dignidad del valenciano con la del castellano, sin cuestionar la superioridad del latín, considerada la lengua más perfecta, junto al griego y al hebreo. la tangua iXaJUjma. y lot> nuevoi modelo* e¿-t¿£t¿¿ico6 En fechas cercanas a la de la publicación de la obra del valenciano se puede constatar un fenómeno que, si en apariencia se presenta como radicalmente opuesto, no es más que la conclusión lógica de un proceso, cuya raíz se hunde en el mismo terreno

(15) Véanse las obras de Oliva y de Morales en Las obras del maestro Fernán Pérez de Oliva... con otras cosas que van añadidas, Córdova, Gabriel Ramos Be jarano, 1586. (46) La Miscelánea fue recopilada en forma manuscrita en la segunda mitad del siglo XVI ; publicada en Memorial histórico español, t. IX, Madrid, 1859, y en Zapata, Varia historia, ed. de I. Montiel, Clásicos Castilla, 20-21. Véase A. Blecua, La littérature apophthegmatique en Espagne, en A. Redondo (éd.), L'Humanisme dans les lettres espagnoles, Paris,Vrin, 1979, pp. 119-132, además de la extensa bibliografía de Maxime Chevalier en torno al tema del cuentecillt y la literatura paremiológica.

W. Bahner, ob. cit., p. 77. (48) Véase E. Buceta, De algunas composiciones hispano-Iatinas en el siglo XVII, éd. cit.

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abonado que he venido señalando y que constituye la esencia de nuestra literatura en el período renacentista : el cultivo literario de la lengua nacional, en rivalidad con las demás lenguas romances, bajo la égida del latín. La inicial veneración de los autores renacentistas por la lengua de Cicerón se convirtió en una pugna por elevar la lengua vulgar a una dignidad semejante. La carrera que hacia ese objetivo emprendieron al mismo tiempo que la lengua castellana la francesa y la toscana produjo entre ellas un fuerte sentimiento de emulación que, ante el pujante esplendor de la literatura italiana, sustituyó por esta lengua las letras latinas como objeto central de la atención y la imitación de teóricos y creadores literarios. Si ya en el triunfal experimento garcilasiano es posible ver los primeros asomos de los rumbos que tomaría este movimiento, contra el que tan activamente reaccionaron autores como Castillejo o, más tarde, Argote de Molina (49), hay que situar también en la línea de la trayectoria crítica de la poesía del toledano la confirmación de la nueva tendencia. En las Anoíac¿on&6 (1580) que Herrera hizo a las obras de Garcilaso sorprendemos estas significativas palabras ; "La lengua común de España, sus frases i términos, su viveza i espíritu, i los sentimientos de nuestros poetas pueden venir a comparación con la elegancia de la lengua i con la hermosura de las divinas rimas de Italia" (50). En la cita sobresale el calificativo aplicado a las rimas italianas, pero también la desaparición del latín del horizonte crítico de la nueva época, en la que ya no es la lengua de Virgilio el término de comparación, sino la de Petrarca y Ariosto. En estrecha relación con ello, la lengua toscana se convierte también en importante fuente de neologismos en el proyecto de renovación de la lengua poética castellana en el que Fernando de Herrera tuvo tan amplia parte. La fuerte polémica generada en torno al mismo en el último cuarto del siglo XVI tenía ya como eje principal los italianismos de la nueva escuela poética, olvidados ya los latinismos cultistas de Juan de Mena y el ciceronianismo de la prosa de Guevara o Fernán Pérez de Oliva.

(49) Véase Gonzalo Argote de Molina, Discurso de la poesía castellana, en Elena Casas (éd.), La retórica en España, Madrid, Editora Nacional, 1980. Significativamente, el autor publicó este texto por primera vez acompañando su edición de la obra de don Juan Manuel, El conde Lucanor... Seguido del discurso de Gonzalo Argote de Molina sobre la Poesva castellana, Sevilla, en casa de Hernando Díaz, 1575. (50) Obras de Garcilaso de la Vega, con anotaciones de Fernando de Herrera, Sevilla, por Alonso de la Barrera, 1580, p. 73.

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El paso señalado significa la apertura de las nuevas perspectivas que el siglo XVII va a desarrollar plenamente, pero que, en rigor, arrancan de estos momentos, en mitad del siglo XVI, como acertadamente observa Ronera-Navarro : El iiglo Xl/I z&, como hemoi viAto, iiglo de. lacha poi la. óuptemaCJUOL de. ¿ a i £e.ngacu> vulgasie* bobha et latin. En todai pantu ie. piocuAÓ cuidaAüii, e.mbeZle.ceJilai, le-vantanùu un dignidad, aipiAando a que campitL&i&n con la lomana. Bita t&nd&naia coman a la EuAopa occi.de.niat n.zviati.0 en alguno* auto'iei, o gnupoà liteAaAíoi, un exceso de. eimeAo y eJuididón que. l u llevó al amaneAomieMo [...]. El entilo de. loi "cultoi" en Eipaña y ¿acAa de. zZJLa [gongo'Uómo, eu((tu4mo, pa.&cío6-Umo, maAini¿mo) tie.ne. ¿u¿ n.a¿ce¿, cuando no ia duanAollo, en e.1 iíglo Xl/I. (51)

El italianismo impregna estas nacientes tendencias de renovación de aliento cultista, que en estos momentos capitaliza en España Fernando de Herrera, germinando en el círculo cultural que éste mantiene en la casa de los condes de Gelves, donde posiblemente conoció a Damasio de Frías, autor del Diálogo de. leu, le.ngu.at, (1579), auténtico debate en torno a la aceptación de los neologismos en la lengua castellana. El texto del vallisoletano se inscribe en el marco de la batalla de la lengua literaria que se libraba en las letras castellanas en estos momentos de agotamiento de los modelos del Renacimiento inicial, y junto a los esfuerzos de renovación e innovación que en sus primeros compases llevaban el nombre propio de Fernando de Herrera. "Si esa actitud común en defensa del italianismo — a f i r m a J. L. P e n s a d o — y neologismo en general se forjó allí y al calor de una amistad, no podemos afirmarlo, aunque sí no ofrece duda la precedencia cronológica del vallisoletano sobre el sevillano" (52). Más allá de estas cuestiones de prioridad cronológica, lo que interesa señalar es que Sperone Speroni, autor del Vialogo d&lle. lingue. ( 1542 ) ^ del que el español toma el título para su obra, y el propio Frías son los hitos de un camino que encierra ilustrativamente la evolución que la defensa de la lengua castellana conoció a través de esta centuria, desde la reivindicación de su uso y dignidad al lado del latín, hasta los problemas lingüísticos y poéticos derivados de la forja de una lengua literaria separada del habla común, en el extremo de un movimiento pendular en el que la obra de Frías representa un claro punto de inflexión.

(51) Romera-Navarro, ob. cit., p. 251*. (52) J. L. Pensado, Una crisis en la lengua del imperio, Universidad de Salamanca, 1982, p. 42.

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Conectando con el papel avanzado de l a s l e t r a s i t a l i a n a s durante el Renacimiento, la nueva oleada de fervor i t a l i a n i s t a se articuló en los que la c r í t i c a ha denominado esquemas manier i s t a s , y que en realidad responden al intento de pervivencia y profundización de los esquemas formales renacentistas y de sus elementos c o n s t i t u t i v o s , dinamizándolos desde dentro, en oposición a la "gravedad" y "discreción" barrocas, típicamente españolas. Su posición entre el Renacimiento, i t a l i a n i s t a y a b i e r t o , y el Barroco, cerrado e hispanizante, convierten el último cuarto del siglo XVI en el eje de la transformación, en lo que supone el canto del cisne de las corrientes europeístas de la primera etapa y el presagio de la que habrá de s u s t i t u i r l a . El conflicto l i n güístico que emerge no es más que la manifestación de un conflicto social y c u l t u r a l de mayor hondura, que, s i tiene un carácter general en toda la cultura occidental, según señala Arnold Hauser (53), presenta también unos específicos caracteres hispánicos, que son los mismos que explican, no sólo el posterior desarrollo del Barroco, sino también la especial virulencia l i n g ü í s t i c a que estos conflictos comportaron. Ya José Antonio Maravall había puesto en relación los elogios renacentistas de la lengua vulgar con unas claras intenciones p o l í t i c a s , que se pueden encuadrar perfectamente en la amplia polémica de "antiguos y modernos" (54). En los años finales del siglo XVI español la dirección del fenómeno se i n v i e r t e , y, acabando con la postrera floración de la receptividad a las novedades venidas de más a l i a de las fronteras, la norma l i n g ü í s t i c a

(53) Véase Arnold Hauser, Origen de la literatura y del arte modernos, 3 vols. {1. Kl Manierismo, crisis del Renacimiento ; 11. Pintura y Manierismo ; I I I . Literatura y Manierismo), Barcelona, Guadarrama, 1982. (54) Para Maravall, "une des premieres manifestations de la 'préférence accordée aux Modernes', au détriment des Anciens, est la supériorité donnée aux mér i t e s du groupe protonational (auquel appartient l'écrivain qui prend partie pour les Modernes) sur ceux des héros, princes ou sages des cultures antiques ( . . . ) . Ces écrivains exaltent la grandeur et le pouvoir des princes qui sont les leurs ; i l s sont solidaires de la valeur et de l'honneur de leur communauté politique ; i l s développent d'une façon inattendue la biographie des grands personnages contemporains pour dépasser la gloire des Anciens ; i l s font l ' é loge de la langue vernaculaire et l ' u t i l i s e n t ¡ i l s rendent hommage a la sagesse de leur peuple, recueillie dans les proverbes". José Antonio Maravail, Un

Humanisme tourné versle futur : littérature historique et vision de l'histoire en Espagne au XVIe siècle, en A. Redondo (éd.), L'Humanisme dans les lettres espagnoles, éd. c i t . , p. 540.

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g e n e r a l ( 5 5 ) s u s t i t u y e l a a c t i t u d de a p e r t u r a d e l p e r í o d o a n t e rior por unos nuevos c r i t e r i o s , en los que prima la restricción.

J. L. Pensado destaca esta nueva dirección a partir de lo apuntado en e l Viátogo de tai te.nqu.ai : La zdad impzAíal, ta dz ta nzciín ZitKznada unidad hispánica, ta que había pagado dut conXiio a ta coitz, ta del. "coiXZiano1' &n una patabia, empieza a cama/i -, ta nuzva gznznacián na advzfitCdo que. ni ta "coite." ni. el "coitziano" ion zt non plus u l t r a de ta pzA¿zcc¿ón, ¿oi nzcJLoi, lot> idiotai pululan zn tila y pu&dzn ¿lamaue y ie. llaman dz hzcko conxeianoi ; ie cambia de ideal, i¿ comienza la hola, del "diicAeXo", no todavía del gtiadanzico \j banAoco -, ni un oiáaulo manual ni un aktz dz pKudunda. ¿e pnzciAa pala andan. po>i la coiXz, boita i¿mpl&mzntz la "cLUcAzción" . / iobie ella vzua el iegando diálogo de. Vamaiio, y la "di¿cAzción" u el téJimino mágico que izgata y adminiitna el nuzvo tznguajz y *UÓ nzotogiimoi . (56) Cabría explicar e s t e fenómeno en términos de s u s t i t u c i ó n de una clase por o t r a en l a s e s t r u c t u r a s de poder, en c o n c r e t o , l a profesionalización y aburguesamiento de l a burocracia p a l a t i n a , frente al c a r á c t e r honorífico y a r i s t o c r á t i c o que tuvo en l a época a n t e r i o r . Ello supone de manera i n e v i t a b l e l a consiguiente a l teración de los modelos e i d e a l e s e x p r e s i v o s . Este camino, no obstante, nos conduciría hacia una m u l t i p l i c i d a d de i n t e r r e l a c i o nes s o c i o - c u l t u r a l e s que d e s v i a r í a n e l camino proyectado de sus objetivos c e n t r a l e s . Por e l l o , nos podemos l i m i t a r , como resumen, a l a s concluyentes p a l a b r a s de Pensado : "aquí se están atacando los recursos l i t e r a r i o s r e n a c e n t i s t a s y comienza a asomar un nuevo modelo orientado por una nueva palabra c l a v e , l a diiCAeíión" (57). Con l a aparición de e s t e nuevo i d e a l actuante podemos ya hablar del Barroco y del d e f i n i t i v o abandono de l a s formas y modelos r e n a c e n t i s t a s , t a l como é s t o s habían venido a r t i c u l a n d o l a mayor parte del s i g l o XVI ( 5 8 ) .

(55) Los que salen de ella para seguir la misma línea apuntada anteriormente por Herrera son condenados y excluidos mediante el olvido y la negación, como más tarde hubo de conocer el propio Góngora. (56) J. L. Pensado, ob. c i t . , p . 48. (57) Ibidem, p. i*l. (58) La compleja trabazón de la trayectoria que va desde la figura representativa del Renacimiento, aun antes de que ésta fuera codificada por Castiglione, hasta el modelo humano que definió en su estricta españolidad el mundo barroco , el complejo mundo social, en suma, que en su desarrollo marca esta evolución , encuentra su lugar en las páginas numerosas de una obra abarcador-a, el estudio de Bernardo Blanco-Gónzalez Del cortesano al discreto. Examen de una

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EL mutuo dábate, tcngüí&tiao : et ideaL de. z&tlto y toe, ¿deas ze>téticah El tránsito del cortesano al discreto, auténtica imagen del paso del Renacimiento al Barroco, es también la oscilación de un extremo a otro de la dualidad entre la naturaleza y el arte, clave de la estética clásica. El eje de tensión entre ambos polos, personificados en las figuras de los filósofos Platon y Aristóteles, conoce una progresiva inclinación del lado de uno de ellos, que es lo que, cuando se acercan las postrimerías del siglo XVI, suplanta la inicial disputa entre el latín y las lenguas romances. Así, a la creciente interiorización y ensimismamiento que se introducen con el Barroco le acompaña un proceso gradual de reducción a los límites de la propia lengua de la batalla en torno a ella. Superadas las etapas de emulación de otros modelos lingüísticos, sean éstos maternos o fraternales, la lengua castellana se encuentra con el problema de su propia configuración, de la que el plano estilístico sólo es el más sobresaliente. El planteamiento de esta cuestión obedece con una gran fidelidad a la línea general que está definiendo toda la actitud del nuevo hombre barroco ante cualquier aspecto de la vida social o cultural : Se pat>a —izgún Pzn&ado— de un idzaliimo confiado, du un platoniimo amoioio, de. ana conXuayUa loàada y optimista, dz an nundo p>izdoio a ¿magín dz la divinidad, a un Kzatiimo incierto, a un moh. dz 604e cotpá'ie.a y ca/inal, a ana avilada y cauta diiCAZcián, y \iex z¿ mundo tal como u, pexo zncaminándoiZ ya hacia lai diitohiionu baM.OCJU. (59)

El abandono del platonismo, que impregnaba, por ejemplo, el retrato del cortesano trazado por Castiglione, no supone únicamente una transformación en la codificación de los usos amorosos o una nueva manera de comprender el mundo y enfrentar la realidad, sino que tiene también una importancia fundamental en el plano que nos ocupa, el de la lengua. La alteración de los ideales filosóficos y sociales comporta irremisiblemente una modificación de los ideales estilísticos, que sufren una profunda transformación en este proceso,

"decadencia", T. I, Madrid, Gredos, 1962. Su amplia mirada y rigor documental me exime de una emulación imposible, obligando a remitir a su consulta todo intento de transitar esta vía. (59) J. L. Pensado, ob. cit., p. 83. CRITICÓN. Núm. 38 (1987). Pedro RUIZ PÉREZ. Sobre el debate de la lengua vulgar en el ...

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obedeciendo a una inversión en las concepciones lingüísticas. El establecimiento de la "invención" como criterio básico del buen estilo, en lugar del ideal de "selección" que había dominado la lengua del primer Renacimiento, resulta, así, un reflejo de la imposición del ideal del arte sobre el de la naturalidad, tanto en el campo de las ideas gramaticales como en el de la concepción general del lenguaje y, en un terreno más concreto, en el de la lengua poética. Todo ello resulta de la manifestación puntual de un fenómeno de carácter global, como es la progresiva aristotelización de la cultura barroca, frente al platonismo renacentista. Menéndez Pidal, en su estudio sobre la lengua de esta centuria (60), siguió con minuciosa atención la línea dibujada por este proceso en el terreno de sus manifestaciones estilísticas y en el de las ideas estéticas de los escritores de nuestro siglo XVI, descubriendo una patente trayectoria de continuidad y de acentuación de esta tendencia. Entre los dos extremos de llaneza y artificio, de naturaleza y arte, la norma lingüística de Garcilaso, tal como él mismo la expresa en su epístola a doña Gerónima Palova de Almogávar, es la de naturalidad y selección. La selección, que es la que manifiesta la capacidad poética del autor, complementa el principio de naturalidad, que obliga a extraer los materiales lingüísticos — a n t e s de someterlos al proceso de transustanciacion p o é t i c a — de la norma común garantizando, además de la comunicación a todos los niveles, la impresión de sencillez que constituye el ideal estético y la norma de elegancia de un primer Renacimiento fuertemente marcado por las ideas platónicas. El mismo ideal es el que subyace a la norma valdesiana, que extrema la naturalidad hasta eliminar los distingos entre la lengua escrita, soporte del arte, y la hablada, expresión natural. La generalización de este planteamiento queda de manifiesto en la independencia con que Juan de Valdés llega al mismo, sin influencia directa de las ideas de Castiglione y su traducción por Boscán. La extensión la prueba la reaparición de idéntica actitud y formulación — a u n q u e motivada por razones específicas— en el ideal expresivo de Teresa de Jesús, que recoge en su consciente y voluntario tono coloquial el mismo gusto que Valdés manifestaba en su consideración de los refranes como el más depurado modelo estilístico del castellano. Aunque el ideal platónico de naturalidad sigue conservando

(60) R. Menéndez Pidal, El lenguaje del siglo XVI, éd. cit.

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aun cierta vigencia, comienza una progresiva participación de nuevos elementos en la conformación del ideal estilístico de la segunda mitad del siglo XVI, que inicia el alejamiento de los esquemas anteriores. Un primer punto de inflexión lo podemos situar en el modelo estilístico propuesto por fray Luis de León, cuya lírica representa la transición entre el ideal garcilasiano y la nueva norma que comienza a desarrollarse a partir de Herrera. El autor de la "Vida retirada" ya no hace aparecer en sus formulaciones teóricas la idea de la naturalidad más allá de su defensa del romance vernáculo. Se aleja de esta forma del anterior apego a la norma común, para iniciar la nueva consideración de la poesía — y de la literatura romance en g e n e r a l — como "negocio de particular juicio". Aunque "juicio" se identifica con "selección", siguiendo el ideal garcilasiano, fray Luis introduce a continuación un nuevo elemento, un elemento de individualidad, "particular", frente al general principio de "naturalidad". La "composición", que en sentido estricto surge como combinación de los materiales lingüísticos previamente establecidos, deriva cada vez más, impulsada por el prurito de originalidad, hacia la creación de nuevos materiales, hacia la "innovación". Con ello quedan abiertas las puertas al nuevo período de la lengua del siglo XVI, significando el fin del Renacimiento y el inicio de una nueva etapa, al compás de toda una serie de fenómenos que marcan la transformación de la sociedad en su conjunto (61). Menéndez Pidal apunta las interrelaciones entre estos fenómenos y los de índole lingüística, afirmando : ta confianza en to natuxat (¡alta ; ta confianza e.nc¿tía vz/iacidad dtt t&nguaje, también ; i¿ atupañot, adtwu,, tz zmplzza a {¡atXa/L ta AJtàniXada, ta VianquUJLa confianza en •>>