SINOPSIS

“Señoras y señores, muy buenas noches. Lo que ustedes van a ver a continuación no es a la mujer barbuda de Portugal, no es el hombre bala, ni la mujer de goma, el bombero torero o el hombre elefante. No señor, no es un tullido deforme, no es la chochona, ni el pollito amarillito, ni siquiera es un político de hoy, no señores, no es Bárcenas el escapista, guarden las piedras. El hombre que ustedes van a conocer es, eso sí, alguien digno de la más profunda admiración, de la más sutil comprensión, de la más tierna compasión, y viene directamente desde el más allá, desde la misma muerte, desde esa ignorada región de cuyos confines no regresa viajero alguno… ¡salvo este! Claro, ¡este sí ha regresado! Y está aquí para contarlo. Es el hombre sin nombre, es el no ser. Es... sí, señores, es… ¡EL RESUCITADO!” Emilio del Valle

EL AUTOR

Émile Zola, (París, 2 de abril de 1840 - París, 29 de septiembre de 1902), es el padre del naturalismo, es decir, es considerado promotor de un movimiento artístico, ético y estético, que va más allá del ejercicio que a él le era propio, la literatura. La denuncia y la hipocresía de las autoridades políticas y de buena parte de la sociedad francesa de su época trufan su obra, que, por tanto, no está exenta de compromiso con esa sociedad.

EL TEXTO

Dentro de esta línea de reflexión se entiende El resucitado, que no es más que el resultado de la versión que hace Emilio del Valle de La muerte de Olivier Becaille, que es sin duda el relato más sobresaliente y significativo de EL ARTE DE MORIR, obra que reúne cuatro nouvelles de Émile Zola en torno a la cuestión, la necesidad o la idea de la muerte: 

En El capitán Burle, dos viejos amigos soldados, uno mujeriego y otro jugador, tendrán que batirse en un absurdo duelo propiciado por la torpeza y el aburrimiento.



Una autopsia social es una mirada antropológica, distante y asombrosamente veraz, a las formas en que las distintas clases sociales se enfrentan a los ritos de la muerte, el entierro y el duelo.



En Las caracolas de Monsier Chabre, contrapunto cómico a las demás historias y epílogo del libro, una pareja de recién casados viaja de París a la costa bretona para «no quedarse enterrados». Allí encontrarán lo que cada uno, a su manera, más desea.



En La muerte de Olivier Bécaille, un hombre cuenta la crónica de su propia muerte y entierro, y la dificultad, si no imposibilidad, de regresar al mundo de los vivos, es decir, este cuento recoge la complejidad de los otros tres, y añade la ruptura de la sustancia mítica de la muerte, “esa ignorada región de la que nunca regresa viajero alguno”, según Shakespeare, salvo Olivier Bécaille, el personaje de Émilie Zola, Oliver Veiga en nuestra versión, que regresa del más allá para contarnos toda su experiencia.

Entre las muchas virtudes de la nouvelle, me gustaría reseñar de manera inequívoca el sentido del humor, rasgo de enorme contemporaneidad que entronca con la necesidad actual de romper con el drama y el melodrama como género, para acceder a la emoción desde la inteligencia. Del mismo modo, ese sentido del humor no es plano, sino inteligente, repleto de ironía, ironía que genera la necesaria distancia para que el espectador disfrute y saque, finalmente, sus propias conclusiones, como debe ser. Por cierto, pocos años después de la muerte de Zola, Bertolt Brecht utilizaría la misma estrategia (sentido del humor e ironía) en sus propuestas dramatúrgicas (que no en sus puestas en escena), y pasaría a Olimpo de los Dioses del Arte como creador del efecto V o distanciamiento.

FICHA ARTÍSTICA Y TÉCNICA Autor Versión y dirección El resucitado El maestro de ceremonias Diseño de iluminación Vestuario Audiovisual y diseño gráfico Realización escenografía Producción ejecutiva Producción

Émile Zola La muerte de Oliver Becaille Emilio del Valle Chete Lera Jorge Muñoz José Manuel Guerra Ana Rodrigo Jorge Muñoz Francisco Ramírez Carolina Solas [in]constantes teatro Chete Lera Francisco Ramírez

Nuestro agradecimiento y reconocimiento al inmenso talento de Paco Ramírez, José Manuel Guerra, Ana Rodrigo y Cecilia H. Molano, así como a José Manuel Gorospe, La Nave del Duende y a Luis Molina por su generosidad.