SIETE HISTORIAS DE ANTES

TERCER PREMIO DEL CERTAMEN PATRIMONIO ETNOGRÁFICO DE CANARIAS, 2001, ASOCIACIÓN CULTURAL PINOLERE

AUTORES: BERNARDO GORDILLO DÍAZ. 14 AÑOS DAVINIA MONTESDEOCA AFONSO. 13 AÑOS. ORIBEL DÍAZ VALENCIA. 13 AÑOS. ÁGORA SUÁREZ SÁNCHEZ. 14 AÑOS YASMINA LLARENA . 13 AÑOS ARUMA SUÁREZ GODOY. 13 AÑOS TRABAJO DE CIENCIAS SOCIALES, GEOGRAFÍA E HISTORIA. ALUMNOS DEL IES SAN NICOLÁS DE TOLENTINO. CURSO 2º A ESO, 2000-2001

PROFESOR COORDINADOR: FRANCISCO SUÁREZ MORENO

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INDICE Introducción Medio Físico Cuentos de brujas y del más allá El Cuervo de Zamora Cuentos de brujas Cuentos de tierra Las cigarras No dejaron nada" Historias del pinar Cuentos de mar El viento de levante Hazañas y trabajos Resumen-conclusión Fuentes orales Anexo Dedicatoria A nuestros queridos vecinos y vecinas mayores de nuestro barrio de Los Espinos

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INTRODUCCIÓN La sociedad de antes, donde los fenómenos naturales no tenían una explicación lógica sino cargada de cosas paranaturales, creaba muchos cuentos que, con el tiempo, se fueron convirtiendo en leyendas y mitos. Cuentos transmitidos de voz en voz que han ido desapareciendo a lo largo del tiempo. En este trabajo hemos pretendido rescatar esta parte de nuestro patrimonio cultural. Nos hemos centrado en nuestra zona, un barrio histórico del municipio de La Aldea de San Nicolás, Los Espinos. Está en la parte media del valle de La Aldea, en la zona baja de una ladera suave que asciende por La Hoya hasta la cadena montañosa de Los Cedros, de más de mil metros de altura, zona de Reserva Natural Especial de Guguy, que también da al mar por los riscos y acantilados de Cormeja y Amurgar. De toda la información recibida de nuestros vecinos hemos seleccionado siete cuentos más significativos. Los hemos situado en tres campos: las creencias populares, la tierra y la mar. El soporte que utilizamos para recoger toda la información fue el vídeo y las fotografías que adjuntamos. Nos planificamos con la ayuda del profesor qué personas podíamos localizar. Tras las primeras entrevistas conocimos el material que podíamos recabar y con el profesor nos planificamos. Luego grabamos en vídeo la información, previamente a las entrevistas personales. Con todo el material recogido seleccionamos y trabajamos la información; por último la procesamos en soporte informático.

EL MEDIO FÍSICO La Aldea es un amplio, fértil y poblado valle, rodeado de altas montañas y degolladas. Desde el barranco principal se asciende suavemente hasta la base de estas montañas por laderas, hoyas, lomos, degolladitas y montañetas; todo ello drenado por centenares de barranquillos. Es una isla dentro de otra como alguien lo definió; una valle cuyo fondo está cubierto de plástico por necesidad de la economía agraria del tomate para la exportación a Europa. Más allá de La Aldea, las montañas se vuelven por todos sus costados aún más altas, con una salida al mar que, si no fuera por los cauces de sus barrancos, se vería obstaculizada por los espectaculares acantilados. Este municipio, con una extensión de 139 km2 y una población de 8.100 habitantes, está situado al oeste de Gran Canaria, entre el Océano Atlántico a lo largo de 32 km de costa y los municipios colindantes de Artenara, Tejeda y Mogán. Este espacio pertenece a la Paleocanaria o parte antigua de la isla.

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CUENTOS DE BRUJAS Y DEL MÁS ALLÁ El Cuervo de Zamora Hoy, el cuervo de Zamora es una de las leyendas más curiosas de esta comarca y de la isla, ya que se habla mucho de este tema. Carmen Ramos, vecina de este pueblo, nos contó muy segura que el almacén de empaquetado de tomates de principios de siglo xx, actualmente en ruinas, que se encuentra en la playa de Guguy, pertenecía a unos ingleses. Uno de ellos se mató en este lugar, dejando dinero enterrado en la Cueva Blanca, debajo de la de Zamora. También se han matado en este lugar antiguos orchilleros y pastores, como también en tiempos recientes varios excursionistas agotados de calor por estos difíciles caminos. El cuento del Cuervo de Zamora dice que para hoy ir a sacar el dinero del inglés que está enterrado allí, tiene que ir un padre y un hijo, o bien dos compadres. El que halle el dinero verá que encima de éste hay un puñal. Si quieren llevárselo, uno tendrá que matar a otro y quedarse con el dinero. Por eso nadie quiere ir y sacar el dinero de allí. Pero lo más tenebroso de este cuento es que de cada 21 de Junio a 21 de Octubre se oye un quejido, como el de un cuervo. Es el "alma en pena" del inglés que allí está enterrado y que custodia el dinero. Dicen los que lo han oído que cada vez que alguien se va acercando a la zona el cuervo se enfurece más y emite un sonido más atronador. Es por tanto un cuento o leyenda cargada de miedo. Carmen nos dijo que, a principios del siglo XX, unos vecinos de La Aldea se tomaron a risa lo del cuervo, sin creer lo que se contaba, y, allá fueron en un grupo de 8 ó 10 personas, con ellos iba el alcalde don Paco Ramos. Todos preparados con armas para disparar en el risco por donde se oía el cuervo para matarlo. Al llegar a Guguy Grande, hacía buen tiempo, ya que era verano, pero empezaron unos grandes remolinos de viento, y las aulagas y marullos secos a volar. Todos ellos, muy asustados, partieron a correr hacia la Casa de Zamora. Llegaron asustados y el más valiente Francisco Hernández, que por eso le decían 'Carabina" también llegó cagado del miedo de lo que pasó. Al final todos regresaron a La Aldea sin pegar ningún tiro y sin matar al cuervo. Los cuentos sobre El Cuervo de Zamora son muchos. Dicen que, una vez, este bicho extraño empezó a emitir un sonido muy fuerte, cuando "Chianríca"

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una anciana que vivía en Guguy, que en ese momento se encontraba acompañada de algunas personas estaban muy asustadas, dijo: «El cuervo que venga y me cante aquí en el culo». En aquel momento dicen que ella empezó a temblar, que se caía para los lados y que los que estaban con ella le dijeron que rezara que aquel mal era el cuervo que se le había metido dentro. Empezó a rezar y al rato se le quitó todo lo que tenía. Pero... al día siguiente, se despertó llena de moretones por todo el cuerpo. Y nunca más volvió a insultar o decir nada al cuervo1.

BARRANCO DE GUGUY GRANDE POR LA ZONA DE ZAMORA

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de 2001.

Información de Carmen Ramos Díaz. 67 años. El Barranquillo Hondo. 10 de mayo

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Cuentos de brujas Los cuentos de brujas eran los que más se contaban en las tertulias de antes, realizadas en los socos, en las noches de luna de verano, en las reuniones de paridas, las "velas de paridas" y en las eras de trilla cuidando el grano por la noche. De esos cuentos hemos seleccionado uno relacionado otra vez con Guguy, paraje lejano, aislado, montañoso y propicio para cosas del más allá. Según la gente de antes, en Guguy las brujas se ponían a cantar en La Lajilla, frente a la casa de Las Huertas. Allí, una noche estaba un anciano llamado Panchito Quintana cenando con su mujer. Cuando terminaron se les acercaron dos ó tres gatos y la mujer le dijo a Panchito que le echara los huesos que habían sobrado, y los gatos le contestaron « No tenemos dientes » y con la misma desaparecieron. Y Panchito y su mujer se llevaron un gran susto. Según Carmen Ramos, una mujer aldeana llamada Encarnación, era bruja, capaz de hacer bailar a una escoba, tras decir unos rezados. Un día en tiempos de hambre, que fueron muchos, iba ella y algunas amigas más hacia Arguineguín a buscar cebada, porque aquí no había comida. Cuando iban llegando a la Degollada de Tasarte, unos gatos empezaron a maullarles y a molestarlas insistentemente. Entonces Encarnación le dijo a los gatos: « Váyanse que me tienen a mis niñas desalás » Y enseguida se fueron. Dicen que ella era amiga de las brujas. La misma Carmen Ramos también nos contó que las brujas a veces se reunían en Guguy, para planear las maldades que luego cometían. Una vez, un grupo de ellas se reunían en la casa de otra amiga, también bruja, y decidieron quitarle el hijo a una mujer que vivía en otro lugar. Mientras estaban allí prepararon la comida para cuando regresaran. Al cabo de un rato cogieron una crema que tenían escondida detrás de un cuadro, que les servía para volar y se la pusieron en las axilas. Para levantar el vuelo decían «Arriba, arriba, sin Dios y sin Santa María» y se elevaban. Pero, lo que las brujas no sabían, es que el marido de su amiga había oído y visto todo, oculto. Y cogió la crema que utilizaban para volar y la vació dentro del caldero de comida que habían preparado para el regreso. Cuando las brujas llegaron "muertas de hambre" y con un niño recién nacido, fueron rápidamente al caldero. Y cuando iban comiendo se iban muriendo, una a una. Dicen que este hombre que envenenó a todas las brujas, crió al niño que ellas habían traído. Y cuando éste fue mayor lo llevó a la casa de su familia. Le preguntó a la madre si no tenía hijos y ella

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llorando dijo «Por desgracia tuve uno, pero me lo quitaron». Entonces aquel hombre le respondió «Pues tome, que éste es su hijo». Y para terminar con los cuentos de brujas, doña Carmen Ramos nos contó otra historia, que también ocurrió en Guguy. Una madre y una hija iban caminando por el camino una noche, aquellas noches en que no se veía nada pues no había luz. La hija le preguntó a su madre que si sabía dónde las llevaban todas las noches unos familiares de ella muy conocidos de siempre. La madre le dijo que no, pero que le dijera dónde. Entonces la niña le dijo que «a la orilla del mar a bailar, y con nosotros un hombre con un rabo grandísimo» decían que era el diablo que salía para estar con las brujas- pero, además, la tía de la niña, habló con una de las brujas para ver por qué le hacían eso a su sobrina, y ésta le respondió: «gracias a que tienes suerte de que queremos a tu sobrina, porque sí no, te hubieras quedado sin ella» Pero todo se ha quedado en cuentos. Dicen los que creen en ellas que ya no hay tantas brujas por la llegada de la luz eléctrica, ya que antes podían asustar sin ser descubiertas.

PLAYA DE GUGUY CHICO

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CUENTOS DE LA TIERRA Las cigarras Uno de los cuentos relatados por nuestros vecino fue el de las terribles cigarras, la langosta africana, que arrasaban con las cosechas y alarmaban a la población. Las cigarras vinieron a La Aldea dos o tres veces durante el siglo pasado y muchas más en siglos anteriores. Dicen que la fiesta de Las Marías en Guía se celebra todos los años para pagar una progresa por la presencia de las cigarras como también lo es la fiesta de San Antonio el Grande en Mogán. La última plaga dañina en nuestro pueblo se presentó en octubre de 1954. Con qué sufrimiento intentaban los agricultores echarlas porque es que se comían todo lo que cogieran por delante. Las cigarras llegaban por el mar a la playa todas juntas, en forma de pelotas, desde África, y luego se echaban a volar y se repartían por todo el municipio. Siempre venían con el tiempo de levante por el mes de septiembre, que era cuando estaban sembrados los semilleros de los tomateros y aprovechaban para comérselos. Pero no sólo comían tomateros, también acababan con las pitas, las tuneras, las tabaibas... La gente nos dice que «sólo dejaban los palos, la tierra limpia, y si nos descuidábamos acababan hasta con nosotros» Cuando las cigarras venían, toda La Aldea era un revuelo a gritos, ya que si no las lograban echar les arruinaban la zafra, lo que supondría la pobreza para el municipio. Para espantarlas no solo gritaban, también tocaban cacharros con palos, hacían hogueras con neumáticos y con todo lo que tenían al alcance. Un señor nos dijo que «con tanto grito esto se parecía a la Banda de Agaete» Por las cigarras muchas personas se quedaron sin semillas para plantar los tomateros, pero gracias a los amigos que les daban las que les sobraban de plantar las suyas, lograron salir adelante. La última vez que vinieron las cigarras a La Aldea, avisaron a los trabajadores de la finca y de los almacenes para que fueran a hacer unos venenos con afrecho, entre otros componentes, para acabar con ellas. Por la noche, que era cuando principalmente aprovechaban las cigarras para comer, iban y lo echaban en las plantas y en el suelo a orillas de las playas, para que se lo comieran y así matarlas. Dicen que «toda la gente salía con los sacos de veneno en las manos para echarlo por las plantas y el suelo». Y las cigarras desaparecieron gracias a estos venenos agrícolas tan fuertes, ayudado también por el viento que las arrastraba. Pero tuvo una consecuencia negativa en el

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entorno. Los guirres que pasaban cerca de donde se echaba el veneno sin darse cuenta lo comían y se iban muriendo hasta su completa extinción en esta isla. Las cigarras ya no vienen, por qué no vienen las cigarras...2 No dejaron nada Este cuento se refiere a los miedos y sustos que la gente de antes pasaba cuando realizaban la faena del campo, porque antes... chiquita faena realizaban nuestros abuelos y abuelas por las tierras de cultivo en la zona de regadío, aquí abajo, o por toda esa Hoya sembrando o por Los Palmaretes, sitio fresco debajo de Los Cedros donde crecían tuneras, perales y parras. Según nos contó Josefa Rodríguez, una vez, tras coger unos tunos, en Los Palmaretes, empezó a barrerlos para luego traerlos a la cabeza para abajo. Mientras los barría le tiraron una piedra. Ella como no vio a nadie no le prestó asunto y continuó con su tarea. Al cabo de un rato le tiran otra piedra, y empezó a mosquearse un poco. Ya cuando siente una tercera piedra, parte a correr y se esconde en La Degolladita donde nadie la veía. Pero lo que no sabía, es que en lo que corría para esconderse, un hombre al que no conocía de nada, corrió hacia donde ella tenía los tunos y empezó a comérselos. Cuando ya había acabado con todos, éste le dijo a Josefa: «no juyas mujer, que soy yo, no juyas, no tengas mieo». Cuando ella miró para atrás se encontró con el hombre que, aparte de darle un buen susto, había acabado con todos los tunos, que tanto trabajo le costó barrer. Josefa también nos contó que, una vez estaba en el barranquillo de Los Palmaretes junto a otras amigas, vigilando las ciruelas que estaban maduras y listas para comer. Detrás de ellas había una montañeta algo alta con un caminillo. Cuando miraron hacía ella, vieron a un hombre que bajaba por el camino con un serón al hombro y una caña en la mano. Este les dijo: «estesen quietas ahí, bandías, que las voy a coger y las voy a matar... hoy las mato» Fue tanto el miedo que cogieron, que se fueron corriendo y regresaron a sus casas, lejos de lo que tenían que vigilar. Al día siguiente, cuando fueron a buscar las ciruelas, no se encontraron ni una. El hombre que supuestamente iba a acabar con la vida de ellas, había acabado con todas las ciruelas3. La fruta antes si tenía valor, hoy nos dicen que la gente ni siquiera coge los tunos prefieren comprarlos en la tienda o en los supermercados. 2

Información de Domingo Díaz Sánchez., 66 años. El Tarajalillo. La Aldea de San Nicolás. 4 de junio de 2001, y de Andrea Díaz Guerra, 55 años , La Aldea de San Nicolás. 4 de junio de 2001. 3

Información de Josefa Rodríguez Llarena, 68 años, Los Espinos, carretera de La Hoya. La Aldea de San Nicolás. 28 de mayo de 2001.

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Historias del pinar La gente de la parte alta del valle solían ir al pinar a trabajar, unos de forma legal y otros a escondidas de los guardamontes. Nuestro pinar forma una masa verde muy grande junto a los pinares de Ojeda y Pajonales, el pinar más extenso y mejor conservado de Canarias. En él estuvimos este curso todos los niveles de segundo de ESO, unos días, en el Aula de Naturaleza de Inagua o Linagua. Los más viejos del barrio todavía recuerdan cuentos de aquel importante bosque de pinos, de incendios, de caminos interminable, de brujas... Según nos relató Marcos Sánchez Ojeda, Pepito Sánchez como lo conocemos aquí en Los Espinos, su padre iba a buscar al pinar de Linagua las vigas que hacían de tea para los techos de su casa. Las tenían que cortar de día y traérselas de noche, ya que si el guardamontes los trincaba les ponía una multa porque cortar los pinos estaba prohibido. Para transportalos los tenían que amarrar con sogas o bien ponérselos al hombro y llevarlo hasta su casa. Una vez los municipales hicieron una inspección por La Aldea, para multar a todos aquellos que tuvieran vigas de madera del pinar. Y como la de los techos de su casa eran de allí, tuvieron que quitarle a los techos todas las vigas y enterrarlas. Una vez y pasó la inspección, las desenterraron y las volvieron a poner. Del pinar mucha gente obtenía dinero, ya que se pasaban una semana aproximadamente en él y hacían carbón que luego vendían aquí, o bien lo llevaban en falugas hasta Las Palmas. Pepito también nos contó que antes iba al pinar de caza y hacía noches acampando con algunos amigos. Para subir por todo aquel camino, cuesta arriba, debajo de la Cueva del Mediodía, utilizaban unas dos o tres yeguas en las que ponían provisiones para una semana aproximadamente. Siempre que llegaban al pinar por la zona de Los Piñones se les aparecía un gato blanco que les acompañaba hasta dentro del pinar y cuando se iban hacía lo mismo hasta aquel sitio. Llevaban bizcocho, gofio, ron, etc. El agua no la tenían que llevar, ya que la conseguían en un barranco cerca de la casa donde se quedaban. La casa de Linagua era amplia. Un poco más abajo de ésta, había una habitación que les servía de cocina. Solían dormir en la casa, aunque algunos dentro y otros fuera. A veces dormían arriba en la montaña del pinar cerca del Bailadero de las Brujas, que se dice que era donde antes se reunían las brujas y de donde también se dice que se ven una luces moviéndose las cuales se atribuyen a las brujas bailando, de ahí el nombre de Bailadero de las Brujas.

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Pero Pepito nos dijo que «eso es una tontería, los únicos que bailábamos allí éramos nosotros cuando nos bebíamos dos o tres copas, aunque a veces pasábamos algo de miedo, por las muchas historias que se contaban sobre las brujas». También nos contó que una noche se quedaron dentro de una cueva y uno de ellos, sobre la medianoche, se despertó varias veces dando gritos y diciendo que había visto pasar algo por su cara. Uno de ellos les dijo a todos que se levantaran. Empezó a remover toda la pinocha que estaban allí dentro y se encontró con un nido de ratones. Lo que pasaba por la cara de su amigo no era, ni más, ni menos, que un ratón que iba a amamantar a sus crías. En la cacería solían coger hasta doce perdices, quince conejos y unas veinte palomas. Ello les servía de alimento en el pinar, ya que por la noche hacían potajes con las palomas y de día hacían conejo en salsa. Nos decía que como todas las noches se echaban unas cuantas copas de ron por la mañana tomaban tabefe para aliviar la resaca. Cuando regresaban al pueblo también traían frutas como ciruelas y almendras4.

LLANO DE LAS BRUJAS, EN EL PINAR DE INAGUA-OJEDA 4

Información de Marcos Sánchez Ojeda. 78 años. Los Espinos. C/ Doctor Fleming. La Aldea de San Nicolás. 5 de junio de 2001.

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CUENTOS DE LA MAR El viento de levante Una tarde, según nos contó Nicolás Rodríguez, tras ir por la mañana a la mar y coger una gran cantidad de calamares, decidió con sus hermanos volver por la tarde a pescar. Todos querían, excepto el mayor, que les decía que pese a que el tiempo estaba muy bueno iba a cambiar con viento de levante. Viendo lo insistentes que estaban todos sus hermanos decidió acompañarlos. Ya algo adentrados en el mar, tirando para abajo hacia La Baja del Trabajo, empezó a venir un viento muy fuerte. Corrían el riesgo de que se les virara la barca y tuvieron que remar rápidamente hasta la playa de Guguy. Una vez allí decidieron regresar para La Aldea, ya que el tiempo estaba mucho más tranquilo.

Cuando regresaban, esta a vez a vela porque tenía el viento se abajo, a mitad de camino la mar empezó de nuevo con un viento muy fuerte. Fue tanto que partió la vela y no paraba de entrarles agua en la barquilla. Su hermano Alonso y él se encargaban de achicarla y sus otros dos hermanos Pepe y Juan vigilaban la vela que quedaba y se encargaban de que la barquilla no se virara. Fue tanto el miedo que pasaron que pensaron que de esta no salían, que se ahogarían. « Se nos pusieron los huevos aquí » (Nos decía mientras se señalaba la garganta). Poco a poco, el viento se fue calmando. Cuando llegaron al Roque Colorado descansaron y remontaron la marcha. Tardaron mucho en llegar a la playa de La Aldea, aunque el viento luego se puso playero, un viento muy tranquilo. Cuando llegaron vararon el barquillo, fueron a su casa, hicieron un caldo de pescado y al día siguiente fueron a calar (sacar las nasas del fondo) y cogieron dos cestas de sardinas. Realmente la gente de estos mares tan difíciles siempre estaban expuestos a peligros y a sufrimientos porque todo lo hacían a remos y a velas cuando el viento les favorecía. La "faluga" Catalina, propiedad de esta familia es

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el barco más antiguo que está en nuestra playas, de principios del siglo XX. Esta familia se dedicaba a la mar a tiempo parcial pues eran sobre todo labradores5. Hazañas y trabajos Manuel Déniz nos habló mucho de los trabajos y hazañas, de cuando las "falugas" a remo cruzaban estos mares tan tempestuosos. Un día que en Manuel fue a levar las nasas, se le inundó la embarcación de una mar muy picada. Tuvo que trabucarla para virar el lastre y así sacar toda el agua contenida dentro. Manuel no contó que ha llegado a coger, en una ocasión, más de mil kilos de pescado, entre bonitos y albacoras y que no continuó cogiendo porque la embarcación era pequeña y estaba a reventar. En nuestros mares suelen pasar de primavera a verano muchos túnido que emigran de aguas frías a las cálidas del Sur, lo que aprovechan para la zafra del bonito. En otra ocasión cogió un picudo de 327 kilos, por el método de la pesca del atún, que se basa en que el pescado se pegue a la carnada (que en esa ocasión era una caballa) y tirar al contrario de donde va éste. Cuando se cansa se lleva cerca de barco, y con un bichero se sube. Estuvo muchos años, toda su juventud, tirando de los remos hasta que llegaron las "falugas" a motor. Un día en que se dirigía desde la playa La Aldea a Tasartico y otro venía de Agaete a La Aldea, se les paró el motor y como no arrancaba a él y a sus acompañantes no les quedó más remedio que coger los remos, y empezar a remar hasta tierra. En estas dos ocasiones nos dice que «fue tanto lo que remamos que se nos llenaron las manos de bolsas» Claro ya no estaban acostumbrados a tirar del remo como lo hacían antes. En otra ocasión mientras cangrejeaba con unos amigos de La Punta de Puerto Rico a La Punta de La Hondura, de repente, y sin saber de dónde venían, se desprendió un risco de aquellos acantilados. Empezaron a caer piedras por todos los lados, muy cerca de ellos. Lo más extraño de todo, es que ninguna les 5

Información de Nicolás Rodríguez Suárez. 71 años. Los Espinos. Subida de Carmita Díaz.. 2 de junio de 2001.

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alcanzaba. Al final, fueron tantas que alrededor de ellos sólo se veían montones. Y un hombre que estaba cerca, les pidió que les alumbraran, ya que su caña se había caído al suelo por el impacto del derrumbe. Para qué buscarla si estaría destrozada; pero cuando la encontraron llevaron una gran sorpresa, no tenía ni el más mínimo rastro de haber sido golpeada.

RESUMEN-CONCLUSIÓN Una de las partes más importantes de nuestro patrimonio cultural es la tradición oral, los cuentos de nuestros mayores. Gracias a ellos se han podido transmitir desde sucesos de mucho tiempo atrás, hasta historias envueltas en mitos y leyendas. Todo sirve, junto con la Historia escrita para conocer los pueblos. Todas las historias que se encuentran en este trabajo son parte de la tradición oral de nuestro valle; contadas por nuestros mayores tan cercanos a nosotros. Ahora entendemos que no deben olvidarse.

FUENTES ORALES

RAMOS DÍAZ, Carmen. 67 años. C/El Barranquillo Hondo, nº 12 La Aldea de San Nicolás. RODRÍGUEZ SUÁREZ, Nicolás. 71 años. C/Carmita Díaz, nº 3 La Aldea de San Nicolás. DÍAZ SÁNCHEZ, Domingo. 66 años. C/El Tarajalillo, nº 20 La Aldea de San Nicolás. DÍAZ GUERRA, Andrea. 55 años. C/Los Espinos, nº 36 La Aldea de San Nicolás. RODRÍGUEZ LLARENA, Josefa. 68 años. C/La Hoya, nº 3 La Aldea de San Nicolás. DÍAZ DELGADO, Manuel. 74 años. C/Los Espinos, nº 42 La Aldea de San Nicolás. SÁNCHEZ OJEDA, Marcos. 76 años. C/Dr. Fleming, nº 78 La Aldea de San Nicolás.

La Aldea de San Nicolás en el mes de junio de 2001

BERNARDO, DAVINIA, ORIBEL, ÁGORA , YASMINA Y ARUMA