Ciudades patrimonio de la humanidad

Segovia, testimonio de la creación arquitectónica

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Ciudad medieval por excelencia, Segovia es famosa por su especial luminosidad y por su vasto patrimonio secular. El Acueducto romano, la majestuosa catedral y el fastuoso Alcázar son algunas de las perlas arquitectónicas de la ciudad fundada por el mítico Hércules.

egovia es el ejemplo perfecto de ciudad medieval. El caserío, con su muralla y arrabales, y los valles siempre verdes forman una perfecta conjunción con el campo. Dos ríos –el Eresma, de pequeño caudal, y el Clamores, de caudal aún menor– excavaron con la ayuda del tiempo los valles sobre los que se eleva la roca segoviana y su rico patrimonio arquitectónico, que deslumbró a ilustres y seculares visitantes, entre otros San Juan de la Cruz, Robert Gillon, María Zambrano y el Marqués de Lozoya. El Acueducto, construido por Roma, y monumento señero de la ingeniería hidráulica de aquella civilización, ha llamado poderosamente la atención de cuantos viajeros se acercaron a Segovia o escribieron sobre ella. El monumento, símbolo de la ciudad, nace a unos 13 kilómetros de Segovia, en lo profundo de la sierra, e irrumpe en la ciudad por el punto más elevado. Se considera que su construcción se realizó hacia finales del siglo I o principios del II y estuvo en funcionamiento hasta mediados del siglo XX. La monumental obra romana es un puente tendido entre los arrabales, donde se afanaba la población trabajadora, y la ciudad, protegida por la muralla y sede del poder. El acueducto hermanaba a estos dos grupos humanos a veces enfrentados. Todo en él es un prodigio y un reto. Al ingeniero le plantea problemas estructurales, al historiador dudas sobre la fecha, al pueblo admiración y al poeta los más hermosos cantos.

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El Alcázar, con su silueta de trasatlántico, es uno de los monumentos más emblemáticos de Segovia.

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La Catedral, con su hermoso ábside, se levanta casi en el centro de la ciudad.

La calle Real, delimitada por estrechas y altas casas, en cuya planta baja se abren tiendas con sabor antiguo, es la calle más emblemática de Segovia, por la que deambulan los segovianos casi como un rito. A medio camino, esta calle angosta se abre a la espléndida escenografía de la plaza “de las Sirenas” en la que destacan la iglesia de San Martín y la Torre de Lozoya. La Catedral de Santa María y de San Frutos se levanta casi en el centro de la ciudad y en vecindad con el Ayuntamiento. Su hermoso ábside fue la causa de que nunca llegara a completarse la Plaza Mayor, de la que constituye la fachada occidental. El vacío de ésta y el volumen de la catedral se configuran a modo de una enorme “L” en el trazado urbano, del que sobresalen la cúpula, en el ángulo, y el campanario, en otro tiempo uno de los edificios más altos de España y el referente de la ciudad desde muchos kilómetros de distancia. Como en tantas otras ciudades, la catedral vino a sustituir un templo anterior situado frente al Alcázar. La Guerra de las Comunidades (1517-1522), en que tomó parte activa Segovia, arruinó la vieja sede románica, y Carlos V, recelando de su conflictiva situación, ordenó que se reedificara en otro punto. Al elegir el solar donde se enclava hoy, la catedral vino a cerrar el perfil medieval de Segovia. A Juan Gil y a Rodrigo Gil de Hontañón se deben los planos de la catedral cuya construcción, financiada por los segovianos, deja percibir los altibajos de la economía local de la época, basada en el trabajo de la lana. De 1525 a 1542 se hizo el cuerpo de las naves, en poco menos de 20 años, pero se tardarían más de 100, de 1577 a 1684, para edificar la cabecera en la que, pese a las nuevas corrientes estéticas, se mantuvo el ideal gótico. En el interior todo es claro, se capta de golpe el edificio entero. Nada hay que perturbe o altere la comprensión del mismo, su arquitectura. Al tinte cálido de la piedra arenisca se une la luz que atraviesa las ventanas, cuyos vidrios coloreados no restan un ápice su resplandor. No es la luz coloreada y simbólica del gótico, es la luz misma la que envuelve la capilla mayor, donde se hace presente la divinidad.

La judería

El barrio de la antigua aljama hebrea desciende hasta la muralla.

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Al costado sur de la catedral, el barrio de la antigua aljama hebrea desciende hasta la muralla. Por sus callejuelas, con caserío de ladrillo y entramado, trascurrió la vida de una comunidad que, en 1492, hubo de abandonar la ciudad y a sus muertos, sepultados al otro lado del río Clamores, en cuevas que dieron nombre a la colina: Cuesta de los Hoyos. Fue por aquellos días una de las más grandes juderías españolas. Junto a la puerta de San Andrés, un fuste nos recuerda que fue un hijo converso de esta comunidad, el obispo Juan Arias Dávila, quien instaló en Segovia la primera imprenta que hubo en España. Al otro lado de la Plaza Mayor, a espaldas del teatro Juan Bravo, en el que se desarrolla una gran actividad, las calles

El Acueducto nace en lo profundo de la sierra e irrumpe en la ciudad por el punto más elevado.

se llenan de tascas convertidas en mentideros a mediodía, la hora del chateo. Calles que se abren a los bares y restaurantes, pero también a las iglesias, antaño parroquias de la nobleza, cuyos palacios, de blasonadas fachadas, con sus patios y jardines, son un desahogo en el apretado tejido urbano de intramuros. Casonas en las que podemos seguir la evolución arquitectónica de la ciudad, desde los sótanos románicos a los hastiales barrocos, pasando por los patios góticos o renacentistas. Segovia es muy rica en arquitectura románica, tanto civil como religiosa. La Santísima Trinidad es un buen ejemplo. La sencilla fachada principal da paso al interior, una nave que se intentó abovedar, frente a la cubierta normal en Segovia que es el alfarje, y en ella la capilla mayor, con arquerías ciegas y bóveda de horno. A la derecha, la familia de Los Campo, que habitaba enfrente, añadió su capilla con portada isabelina. En el exterior el atrio o galería porticada tan común y representativa del románico segoviano, con función religiosa y secular a la par.

Frente a la iglesia de la Santísima Trinidad, el convento de Santo Domingo, de monjas dominicas, ocupa el antiguo palacio de don Alimán; más bien un castillo. En los muros, se abren curiosos puntos de vigía formados por dos tejas. En el interior, un despejado patio, trans-

La Plaza Mayor, aunque nunca se concluyó, es muy acogedora.

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La monumental obra romana es un puente tendido entre los arrabales, donde se afanaba la población trabajadora, y la ciudad, protegida por la muralla y sede del poder

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Ciudades patrimonio de la humanidad formado en claustro, y la Torre de Hércules, denominada así por la estatua que se supone representa a este mítico fundador de Segovia que se halla incrustada en sus paredes. La torre, del siglo XIII, guarda intacta, al estar en clausura, su decoración pictórica hispanomusulmana, de trazado geométrico. El céntrico barrio de San Esteban es dominado por el hermoso campanario románico, de piedra dorada, cuya verticalidad se impone a la horizontalidad granítica del palacio episcopal, que guarda un interesante museo. En la portada de este palacio renacentista se ha reflejado, una vez más, la historia de Hércules en tres momentos culminantes de su vida.

El “navío de piedra” Un monumento que no se debe perder en Segovia es el Alcázar, situado en uno de los extremos de la ciudad, aislado por los altos escarpes en que se asienta y por un profundo foso al lado este que mira a la población. La estructura románica del edificio y sus formas, que recuerdan un enorme trasatlántico de piedra, hacen de este recinto uno de los más visitados. “Castro, castillo, alcázar”, así aparece en la documentación escrita a partir del siglo XII, no obstante, su origen parece ser más remoto. Hay un castillo tallado en la roca sobre el que se levantó la estructura románica. A

El caserío, con su muralla y arrabales, y los valles siempre verdes forman una perfecta conjunción con el campo.

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este recinto casi cuadrado, defendido por la potente torre llamada de Juan II, se le añadió a poniente otro núcleo, la denominada torre del Homenaje, cuya imagen ha dado la vuelta al mundo. En torno al primer patio se dispusieron las habitaciones palatinas, que los reyes de la Casa de Trastámara decoraron con fastuosidad, luciendo sus artesonados la complejidad laberíntica del entrelazado hispanomusulmán. En el siglo XV fue escenario de una refinada y culta sociedad cortesana. Hasta mediados del siglo XVI fue un edificio de caliza, yeso y madera, pero a partir de aquella fecha el gusto por la estética de Herrera, que trabajaba en el vecino Escorial, y la impronta del también muy cercano palacio de Valsaín se harán sentir con fuerza, alterando radicalmente su fisonomía. El granito sustituyó a la caliza y la pizarra a la teja y, por gracia y arte de las empinadas cubiertas, el hasta entonces castillo castellano se transformó en uno de ensueño, más adecuado para ilustrar un libro de cuentos que un tratado de arquitectura. Después de los fastos regios –boda de Felipe II con Ana de Austria en 1570– el Alcázar quedó como prisión de estado. Más tarde, en la Ilustración, Carlos III se fija en el monumento para sede del Real Colegio de Artillería, que será inaugurado en 1764. El Alcázar ha cambiado. Atrás quedaron los años de guerra y fastos. Su transformación le llevó a ser el centro de la ciencia, donde el químico Proust realizó sus famosos experimentos.

A mediados el siglo XIX, en 1862, un pavoroso incendio lo destruye. La restauración fue lenta, pero a finales de siglo emerge con la imagen de hoy día. Desde la torre de Juan II la panorámica de la ciudad es soberbia. Desde allí se entiende la relación campociudad y la simbiosis entre ésta y el propio Alcázar. La vista gira por completo sobre un horizonte infinito sin que nada la interrumpa.

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Segovia es muy rica en arquitectura románica, tanto civil como religiosa

Todas las imágenes han sido cedidas por el Ayuntamiento de Segovia.

LOCALIZACIÓN Segovia dista unos 90 km de Madrid y algo más de 60 km de otra ciudad patrimonio: Ávila. La ruta de acceso más rápida por carretera desde la capital es a través de las autovías A-6 y A-61. GASTRONOMÍA El rasgo diferencial de la gastronomía segoviana lo dan las materias primas que componen los diferentes y suculentos platos, siempre de primera calidad y tratados por las expertas manos de los maestros asadores que han logrado hacer de Segovia, y de la provincia en general, punto de obligada referencia para los buenos paladares.

Platos típicos de la cocina segoviana son los judiones, la trucha, los asados de cordero y cochinillos, las setas, los dulces… Todos estos productos regados con los buenos caldos de la tierra que tienen la denominación de origen de Ribera del Duero. CELEBRACIONES Las fiestas populares de la ciudad se celebran entre los días 24 y 29 de junio, días de las festividades de San Juan y San Pedro. El día 25 de octubre tiene lugar la celebración del patrón de Segovia, San Frutos. También es reseñable la celebración de la Semana Santa.

OCIO Segovia es una ciudad viva, en la que podemos encontrar una amplia y variada oferta cultural y de espectáculos, entre los que destacan el Festival Internacional de Teatro de Títeres (“Tirimundi”), que tiene lugar en el mes de mayo, el Festival Folk y los festivales musicales del verano. El teatro Juan Bravo es el motor cultural principal de la ciudad, con una programación estable de primer nivel. La oferta de ocio nocturno se concentra en torno a la Plaza Mayor. INFORMACIÓN TURÍSTICA Tel.: 921 46 67 20. E-mail: [email protected] Web: www.segoviaturismo.es

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