Ruta RIBEIRA SACRA (22/05/2015)

Itinerario 09:00 h: Salida en autobús de la Plaza de Galicia. 11:00 h: Visita al Monasterio de San Pedro de Rocas. 12:45 h: Visita a la iglesia y claustro procesional do Monasterio de San Esteban de Ribas de Sil. 14:00 h: Visita a Santa Cristina de Ribas de Sil. 16:30 h: Visita a la necrópolis medieval de San Vítor de Barxacova 18:00 h: Visita a la fortaleza de Castro Caldelas. 21:00 h: Llegada a Santiago (Plaza de Galicia).

SAN PEDRO DE ROCAS (ESGOS) El primer período de importancia dentro del arte gallego medieval viene marcado por el momento en que los suevos se instalan en territorio gallego (s.V: 412, 420 reino- s.VI (hasta 585). En este contexto, un ejemplo de cenobio rural lo constituye el templo rupestre de San Pedro de Rocas, claro exponente de este tiempo si lo contemplamos en sus formas antiguas. Este monasterio se halla emplazado en Esgos, provincia de Ourense, y cercano a la denominada Ribera Sacra, zona de la ribera del Sil consagrada a eremitorios y centros monacales.

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El paisaje en el que se asienta esta arquitectura rupestre no puede ser más idóneo para la vida cenobítica. La conjunción de naturaleza-arquitectura se hace evidente en su planteamiento interno relacionable con otros monasterios-cueva de la zona alavesa, santenderina o riojana. Rocas no debe estudiarse como un producto artístico en abstracto, ya que no supone grandes novedades, sino que debe ponerse en el caso gallego de la época en relación con la figura de san Martín de Braga y la expansión de la vida monacal, tratando de agrupar a los anacoretas y someterlos a un código de comportamiento uniforme, pues unos llevaban una vida demasiado disciplinada y otros todo lo contrario.

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Este conjunto constituye hoy el ejemplo más antiguo de arquitectura para una comunidad religiosa en Galicia, y es el único de arquitectura rupestre. La noticia más antigua que se conserva del cenobio es la inscripción de una lápida labrada en granito fino, atravesada por una cruz episcopal sogueada, hoy en el Museo Arqueológico Provincial de Ourense, donde se lee: “El patronato hereditario es nuestro Eufrasio, Eusanio, Quinedio, Eato y Flavio, que la recuperamos o edificamos siendo obispo Vitimaro. Era 611” (año 573).

Algunos autores interpretan esta lápida como una verdadera carta fundacional; sería la erección, dotación y dedicación del edificio (F. Fita). Sin embargo, para otros (Vázquez Núñez) no es más que el testimonio de una herencia, de tal modo que sería un monasterio familiar, siendo los mencionados los que reciben la herencia. Por su parte Duro Peña considera que puede tratarse del paso de la vida eremítica a la cenobítica. Para Núñez Rodríguez supone una especie de carta de dotación hecha por cinco monjes antes de que el obispo Vitimiro procediese a su dedicación, ya que no se podía consagrar una iglesia sin haberla dotado antes.

M. Núñez establece dos fases de estudio a la hora de abordar la arquitectura de San Pedro de Rocas, que formarían parte de dos períodos históricos diferentes: La primera etapa sería la caracterizada por la vida cenobítica y se extendería hasta el siglo XI. Durante este período el monasterio debió de estar ocupado con regularidad y se piensa que debió de ser abandonado en el año 716 como consecuencia de una violenta razzia de los musulmanes por tierras portuguesas y gallegas. Debió de quedar entonces abandonado el monasterio hasta el año 900, es decir hasta el comienzo del fenómeno repoblador patrocinado por Alfonso III; y según la tradición, la vida en el mismo fue recuperada gracias a un personaje llamado Gemondo, quien, durante una cacería, encontró la iglesia abandonada y arruinada. El rey Alfonso III decidirá entonces proteger el monasterio, según se sabe por un documento del rey Alfonso V de 1007. Núñez Rodríguez relaciona el primer momento de esta construcción con los lavra o lauras orientales, esto es, celdas que en Oriente usaban los monjes que practicaban la regla de san Basilio, “con una planta de doble corredor y celdas en forma de herradura”. En los lavra, los ermitaños vivían en cavernas o cabañas reuniéndose para la vigilia del sábado por la noche, para la Eucaristía, el almuerzo en común y la 3

distribución de provisiones y material destinado al trabajo de la semana. En el caso de Rocas, se trataría de una comunidad cristiana que llevaría una vida ascética y contemplativa hasta época de Gemondo, en que se convierte en monasterio. No existe una intención de lograr, en principio, una construcción articulada, orgánica, búsqueda que se llevará a cabo en la siguiente etapa, sino que se pretende la creación de una serie de espacios aislados, de cuevas válidas para un modo de vida cenobítico. Los principios fundamentales que caracterizarían esta estructura estarían en relación con el deseo de san Martín de Braga de unificar a los anacoretas en grupos, sometiéndolos a un sistema de vida en común, aunque con sus propias celdas.

La planta presenta, pues, un patio central en torno al cual se disponen espacios como pequeñas células, como cuevas unidas entre sí. El cambio en la estructura del monasterio debió de tener lugar con Alfonso III, sobre todo si se tiene en cuenta que, según la tradición, Gemondo había encontrado el conjunto abandonado y arruinado. Todo el proceso de instalación de la vida en el mismo debió de llevar implícito la remodelación de la primitiva construcción. ¿Cabe hablar de una reforma de esta edificación a fines del siglo IX o X? Podrían ser de este momento las capillas laterales. La formulación de los arcos tiene claros paralelismos en la Galicia 4

del siglo X, concretamente en construcciones relacionables la figura de san Rosendo; es el caso de San Martiño de Mondoñedo. Quizás la reforma se haya realizado en tiempos de san Rosendo, antes o poco después, al ser incorporado Rocas como priorato de Celanova. Sería en época románica, y ya coincidiendo con una forma de vida monástica y no cenobítica, cuando se adopta la planta de tipo corredor/basilical y triple cabecera. Es entonces cuando se reorganizan espacios, formas, de tal modo que las cavidades pasan a ser ábsides semicirculares, ampliando la forma inicial con un corredor y siguiendo un sistema de naves. No obstante, según algunos autores, no existiría hasta 1460 un enlace de las tres criptas aisladas y paralelas que constituyeron.

Por otra parte, y en directa relación con la arquitectura, están algunos altares de nicho situados en el ábside central y una mesa de altar (573) que presenta arcos dobles en herradura en cada uno de sus frentes. Ha sido datada en el siglo VI o en el

X,

según

qué

autores

opinen,

coincidiendo en el caso último con la restauración de la vida comunitaria en el inmueble. Los que defienden la primera teoría se amparan en la similitud que presenta dicho altar con la decoración de ciertas aras romanas, como las de Sos del Rey Católico, en las que se observa ese mismo tipo de arcos y los triángulos en la intersección entre ambos, así como el sogueado. Sin embargo, los que defienden una cronología del siglo X, se basan en el tipo de arcos, que al ser de herradura cerrada coincidirían con la época del arte del siglo X y, por otro lado, con la restauración de la vida en el monasterio en esa centuria, tras la etapa de abandono. Por su parte Núñez Rodríguez es partidario de un origen temprano, si bien con reformas de la pieza a fines del siglo IX,

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que consistirían tan sólo en una insistencia en la ornamentación al realizar una serie de incisiones alrededor de los arcos.

Finalmente, ha de repararse en las dos imágenes yacentes que cubren sendos sepulcros en el muro externo de la iglesia primitiva, en arcosolios superpuestos. Su datación, de hacia inicios del siglo XIII, los señala como ejemplos muy tempranos de imágenes yacentes funerarias en la Edad Media gallega.

Al tiempo, es preciso señalar la existencia de los restos muy deteriorados de un mapamundi en una pintura mural en el interior de la iglesia, identificado primero por

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J.M. García Iglesias y luego estudiado por S. Moralejo Álvarez, quien lo puso en relación con ejemplos tipológicos similares vinculados a la miniatura medieval, incluso con modelo en los beatos del siglo X.

SAN ESTEBAN DE RIBAS DE SIL (NOGUEIRA DE RAMUÍN) Uno de los monasterios benedictinos más importantes y poderosos de Galicia en época medieval y moderna, si bien sus orígenes son altomedievales, posiblemente vinculados a la tradición cenobítica del lugar. Actualmente sus tres claustros y resto de dependencias monásticas albergan el Parador Nacional de Santo Estevo de Ribas de Sil, rehabilitado para tal fin por el arquitecto Alfredo Freixedo, quien a su vez partió de una primera intervención de consolidación y mínima restauración en los años ochenta debida a Javier Suances, Manuel Vecoña y él mismo, en la que fue una intervención paradigmática en la historia de la restauración patrimonial en Galicia.

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La iglesia monástica, de buenas dimensiones, consta de tres ábsides -con la particularidad de que el central es más bajo que los laterales-, transepto con crucero remarcado, y cuerpo longitudinal de tres naves. Datada hacia fines del siglo XII y primera mitad del siglo XIII, se observan incluso intervenciones posteriores como en los abovedamientos, algunos de ellos ya con bóvedas de nervios estrelladas propias del tardogótico. En el interior de la iglesia debe ser destacado el retablo pétreo con Cristo y los doce apóstoles, de hacia 1200, mientras en el exterior son reseñables los canecillos y las metopas de los ábsides y muros laterales de las naves, de sabor tardorrománico y modelo en fábricas próximas como la propia catedral de Ourense, a su vez derivada de planteamientos mateanos ensayados en Compostela.

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El retablo mayor es una obra excepcional del manierismo escultórico de Juan de Angés, formado al amparo de Gaspar Becerra en tierras leonesas.

El claustro reglar o “Claustro de los Obispos” es uno de los escasos ejemplos claustrales

medievales

que

conservamos

en

Galicia. Su cuerpo bajo puede ser datado a fines del siglo XIII-inicios del XIV, con bóvedas de crucería, mientras que el cuerpo superior sería construido ya a comienzos del siglo XVI (con crestería flamígera y pináculos tardogóticos), para lo que fue necesario reforzar los pilares del inferior. Su nombre hace alusión a los “obispos santos” que según la tradición habían elegido retirarse a este monasterio para finalizar sus días, a finales de la Alta Edad Media, y cuyos cuerpos serían sepultados en el claustro, hasta que finalmente fueron retirados para el interior de la iglesia monástica por su fama de santidad. Precisamente M. Castiñeiras González ha estudiado la función devocional de esta estructura arquitectónica en relación a la presencia de peregrinos en la Edad Media que acudían a este lugar en busca de la intermediación de tales obispos santos.

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SANTA CRISTINA DE RIBAS DE SIL (PARADA DE SIL) El conjunto monástico medieval de Santa Cristina de Ribas de Sil conservado en la actualidad obedece ya a su adscripción a la orden benedictina, si bien sus orígenes serían anteriores a la época románica. En época moderna perdió su condición de monasterio independiente para ser vinculado a San Esteban de Ribas de Sil como priorato dependiente.

Destaca su iglesia monástica, comenzada a fines del siglo XII y ya rematada hacia mediados del siglo XIII, donde predominan las formas románicas, tanto estructurales como formales. Su planta es de cruz latina, con una sola nave longitudinal, y un transepto sobresaliente, a cuyos tramos laterales se abren sendos absidiolos, que a su vez flanquean al ábside central, de mayores dimensiones en correspondencia con la anchura de la nave central. Los tres ábsides están cubiertos por tradicionales bóvedas de cuarto de esfera.

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No obstante, la cubrición del resto de la iglesia resulta interesante por su originalidad: -

El tramo recto que antecede al ábside principal, así como el propio crucero, disponen de sendas bóvedas de cañón ligeramente apuntado en sentido longitudinal (en el crucero a mayor altura).

-

A su vez, cada tramo que conforma un brazo del transepto está cubierto igualmente por una bóveda de cañón ligeramente apuntada ya en sentido transversal. De este modo tres “brazos” iguales de una cruz rodean al transepto, y sirven de perfecto complemento acústico para el ceremonial y rito característicos del mundo monacal medieval.

Por el contrario, la nave longitudinal prescinde de abovedamiento pétreo, y sus arcos

diafragma

–también

ligeramente

apuntados, constante en el edificio que delata

su

adscripción

tardorrománica-

permiten soportar la techumbre de madera. Además, su presencia contribuye a reforzar el sistema aditivo de tramos que regula todo el espacio y proporciona orden y medida a toda la iglesia. Destacan las ménsulas sobre las que apean estos arcos diafragma, de tipo escalonado, que recuerdan soluciones similares aplicadas en algunos monasterios cistercienses. Los

retablos

barrocos

han

sido

restaurados y retirados de su ubicación original, destinándolos a los muros laterales de la nave, con el propósito de permitir contemplar mejor la fábrica medieval. Se conserva en ellos una imagen de San Pedro, manierista, datada en la segunda mitad del

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siglo XVI. También de mediados del siglo XVI son las pinturas murales que se conservan en diversos muros, mientras que del XVIII ya serían pinturas de la sacristía con el escudo de San Esteban de Ribas de Sil. En uno de los ábsides se conservan restos de la primitiva mesa de altar, con decoración geométrica.

La portada occidental de la iglesia, con tres arquivoltas sobre columnas entregas con capiteles figurados, zoomórficos y vegetales, como en el resto de la iglesia, así como alguno con figuras antropomorfas, muestran de nuevo una datación del románico final. Carece de tímpano. Cabe reseñar el gran rosetón que se abre en el cuerpo superior, con formas geométricas circulares, y que muestran el triunfo de esta tipología estructural lumínica de buenas dimensiones con el modelo en la fachada occidental compostelana y sus derivaciones, sin olvidar de nuevo el caso cisterciense.

Adosada al muro exterior norte de la nave se levanta una torre-campanario, que vuela sobre la panda correspondiente del claustro mediante arcos apuntados sobre dos gruesas columnas con capiteles vegetales y con arpías. Su coronación es en pirámide pétrea, rodeada por almenas que refrendan la idea de fortaleza de la fe.

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Actualmente se conservan dos pandas claustrales (de un sencillo claustro construido ya en el siglo XVI, tras su adscripción a San Esteban de Ribas de Sil): aunque lo más probable es que las dos pandas restantes hubiesen caído tras la Desamortización, sin embargo cabe la posibilidad de que realmente nunca fueran construidas, dado que el edificio se convirtió en un simple priorato dependiente de una casa madre ubicada a menos de 15 km. En los muros se aprecia el reaprovechamiento de antiguas laudas sepulcrales de abades, posiblemente procedentes de la antigua sala capitular. Actualmente resulta muy difícil poder identificar las antiguas estancias, dadas las reformas sufridas por el edificio desde el siglo XVI y su escasa entidad monástica desde entonces, además del abandono desde la Desamortización. En este conjunto claustral destaca la antigua portada que daba acceso desde el exterior, en ángulo recto con la propia portada de la iglesia.

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Dicha portada monástica muestra los influjos mateanos a partir de las puertas del transepto de la catedral de Ourense, con arco lobulado y decoración figurativa en el intradós, que son los símbolos de los evangelistas; se completa esta visión de tránsito espiritual con sendas mochelas con ángeles sosteniendo libros, que remiten al antiguo y nuevo testamento como fórmula habitual también extendida por los talleres mateanos.

A fines de los años ochenta del siglo XX se emprende la restauración del inmueble, dirigida por el arquitecto Alfredo Freixedo, con el amparo de la Dirección Xeral de Patrimonio. Constituye una restauración modélica por el delicado sentido de la intervención, en la que se optó por la consolidación de la fábrica y la adición de elementos naturales y tradicionales, como madera y vidrio, en los casos precisos y siempre con un carácter reversible.

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NECRÓPOLIS MEDIEVAL DE SAN VITOR (SAN LOURENZOBARXACOVA. PARADA DE SIL). Se trata de una de las mayores necrópolis rupestres de Galicia. Se comenzó a excavar en 2010, primero en la elevada roca donde aparecieron los restos de la desaparecida capilla de San Vitor (destruida en el siglo XIX) y cuatros sepulcros antropomorfos excavados directamente en la roca, y después en la terraza inferior donde salieron a la luz unas 40 sepulturas también antropomorfas (con la certeza de la existencia de más). Estos sepulcros estaban tapados con grandes trozos de losas y selladas con argamasa. Por tanto, se trataría de un enclave religioso muy destacado, un lugar relevante de culto conformado por la capilla de San Vitor y el cementerio, que comienza a ser asociado a comunidades rurales bien desarrolladas en los siglos finales de la Alta Edad Media o incluso con anterioridad. Es preciso tener en cuenta que antiguas vías de comunicación pasaban cerca de este enclave, sin nada que ver por tanto con la apariencia distante y aislada que ofrece en la actualidad. Y todo ello no hace sino ratificar las nuevas corrientes de interpretación histórica que están poniendo en duda la tradición eremítica y anacoreta que se ha querido ver en buena parte de la Ribeira Sacra para redundar en su lugar en una visión histórica más crítica y apropiada, alejada de sesgos romanticistas, y más proclive por tanto a entrever una organización espacial y social altomedieval, de evolución desde la tardoantigüedad, con la implantación del cristianismo

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y la presencia de unas vías de comunicación muy importantes que hacían de estos parajes espacios con comunidades notables.

Aparecieron restos de huesos, de cerámica cotidiana de época medieval, tejas, el fragmento de una piedra de molino… pero también materiales romanos y monedas del siglo XV; por ello, si en principio la tipología sepulcral parecía determinar un uso entre los siglos VIII y XI, tales hallazgos arqueológicos llevan ya a conjeturar sobre el probable empleo cementerial de este lugar durante casi mil años, en fases diferentes y posiblemente no continuas. Precisamente la superposición de sepulturas que se observa en algún sector permite afianzar esta idea, al igual que la interpretación como posibles osarios que se ha hecho de la prolongación a partir de un espacio cuadrangular de sendos sepulcros.

FORTALEZA DE CASTRO CALDELAS Desde 1228 Castro Caldelas es villa realenga por concesión de Alfonso IX. Permanecerá de este modo hasta 1336, cuando Alfonso XI la entregue a don Pedro Fernández de Castro, quien se convierte en primer señor de Lemos y Sarria. Durante el siglo XV la villa, que se ha transformado notablemente, pasa a formar parte del Condado de Lemos, creado en 1456 por el rey Enrique IV en la persona de don Pedro Álvarez Osorio.

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Con toda probabilidad contaba la construcción con tres murallas (ss. XIV-XV), dos de las cuales se conservan en la actualidad. El conjunto se distribuye a partir de un patio de armas porticado, con un aljibe y un horno de cerámica (s. XVII). La llamada Torre del Reloj, probablemente embrión del castillo primitivo creado en torno a 13361400, se configura en tres niveles, el primero con un sótano-mazmorra y los dos superiores, habitacionales, con chimenea y letrina.

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Esta torre habría sido postergada frente a un nuevo torreón levantado en el siglo XV al otro lado del patio de armas, actualmente denominada Torre del Homenaje; su puerta principal se encuentra cobijada en un edificio del siglo XVIII (Casa del Administrador).

De este modo se podría hablar de tres fases constructivas: en la primera (1336- inicios del s. XV), Pedro Fernández de Castro ordena realizar la Torre del Reloj, una muralla y un adarve inferior. En la segunda (hasta 1460), el conde de Lemos hace edificar la Torre del Homenaje y la muralla exterior, en un intento por proteger el espacio en una época de revueltas sociales. En la tercera y última fase (s. XVI) se erige un palacio en el que prima la función habitacional frente a la necesidad de fortificación.

Marta Cendón Fernández Natalia Conde Cid David Chao Castro

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