Biblia para Niños presenta

Rut: Una Historia de Amor

Escrito por: E. Duncan Hughes Ilustrado por: Janie Forest Adaptado por: Lyn Doerksen Traducido por: Melanie Gibbons Producido por: Bible for Children www.M1914.org BFC PO Box 3 Winnipeg, MB R3C 2G1 Canada ©2007 Bible for Children, Inc.

Licencia: Tienes el derecho de copiar o imprimir esta historia, pero no de venderla.

Si pudieras conocer a tus bisabuelos, sus padres, y todas las personas que vivieron antes en tu familia, tal vez te sorprenderías por el tipo de personas que eran. En la Biblia, uno de los antecedentes humanos de Jesús fue Rut – una mujer Moabita que adoraba a ídolos.

La historia de Rut comienza en Israel después de los días de Sansón,cuando el pueblo de Dios dejó de confiar en Dios y obedecerle. Un hambre terrible llegó a aquella tierra. ¿Sabes lo que es un hambre? ¡Sí! Un hambre es cuando no crece ninguna fruta ni ninguna cosecha, y cuando los animales y a veces personas mueren de hambre.

Un hombre, Elimelec, dejó la ciudad de Belén con su esposa y sus dos hijos, buscando comida. Se fue a Moab, un país donde las personas adoraban a los ídolos.

Las cosas no le fueron bien a Elimelec y a su familia en Moab. Murió, seguido de sus dos hijos. Su esposa, Noemí, quedó, junto con las esposas de sus dos hijos, Rut y Orfa. Ambas mujeres eran de Moab.

Noemí, ya viuda, escuchó que el Señor había visitado a Su pueblo, dándoles pan. Decidió volver a su país. Pero, ¿qué harían las dos jovencitas? Noemí las aconsejó quedarse en Moab y volverse a casar.

Orfa volvió a su familia. Pero Rut rehusó. Contestó con una poesía en la que prometió jamás dejar a su suegra.

Los amigos de Noemí estaban contentos que había vuelto a Belén. Pero ella les pidió que la llamaran “Mara” (amarga) en vez de Noemí (placentera). “Porque en grande amargura me ha puesto el Todopoderoso.” Noemí había vuelto sin nada – sólo Rut.

Aunque Rut había adorado a ídolos como la mayoría de la gente en Moab, había dejado eso para adorar al Dios Viviente de Israel. Rut trabajó fuertemente para asegurar que Noemí tuviera lo necesario para comer. Cada día siguía a los cosechadores en el campo y levantaba las espigas que caían.

Booz, el dueño del campo, escuchó de lo bueno que era Rut con su suegra. Cuando la conoció, la ayudó mandando a sus cosechadores dejar caer espigas demás a propósito. Booz empezó a querer a Rut.

Cuando Rut contó a Noemí de Booz y de su bondad, la mujer mayor alabó a Dios. “Nuestro pariente es aquel varón, y uno de los que pueden redimirnos.”

Al pasar el tiempo, Booz quiso casarse con Rut y cuidar a Noemí y las tierras de su familia. Pero otro pariente cercano tenía la primera oportunidad. Este hombre quería las tierras - pero no quería a Rut como su esposa. Según la ley, no podía tener una sin la otra.

En aquellos días, la gente no se daba la mano para sellar un negocio. Booz se sacó la sandalia y públicamente se la dio al otro hombre. Se terminó el negocio. Rut sería su esposa. Ahora ella y Noemí formaban parte de la familia de Booz.

Booz y Rut llamaron a su primer hijo Obed. Llegó a ser el abuelo de David, el gran Rey de Israel.

Pero aún más maravilloso fue que el bebé Obed fue el antepasado del Señor Jesucristo. Jesús vino de la línea deDavid para ser Rey de reyes y el Salvador del mundo.

“Rut: Una Historia de Amor” Una historia de la Palabra de Dios, la Biblia, se encuentra en El Libro de Rut

“La exposición de tus palabras alumbra.” SALMO 119:130

Fin

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Samuel, el Siervo – Niño de Dios

Escrito por: E. Duncan Hughes Ilustrado por: Janie Forest Adaptado por: Lyn Doerksen Traducido por: Melanie Gibbons Producido por: Bible for Children www.M1914.org BFC PO Box 3 Winnipeg, MB R3C 2G1 Canada ©2007 Bible for Children, Inc.

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Ana fue una buena mujer, casada con Elcana, un buen hombre. Los dos adoraban a Dios y mostraban bondad a otros. Pero faltaba algo en la vida de Ana. Quería tener un bebé. ¡Oh, cuánto quería un bebé! Esperó, oró, anheló, y esperó más. ¡No vino ningún bebé!

Cada año, Ana fue a adorar al templo de Dios. Un año prometió a Dios que si le permitiría tener un hijo, ella daría al muchacho para ser el siervo de Dios para siempre.

El anciano sacerdote Elí vio orar a Ana. Pensó que Ana estaba ebria con vino porque se movían sus labios pero no salía ningún ruido. ¡Elí retó a Ana!

Pero Ana le contó a Elí de su oración pidiendo un hijo y de su promesa a Dios. “Ve en paz,” le contestó Elí, “y el Dios de Israel te otorgue la petición que le has hecho.” Las palabras de Elí dieron esperanza a Ana.

Pronto mucho gozo llenó el corazón de Ana. “Jehová se acordó de ella” y contestó su oración. Ella y Elcana tuvieron un niñito que llamaron Samuel (que significa “Oído por Dios”). Pero, ¿se acordaría Ana de Jehová y de la promesa que le hizo?

Ana dejó de ir cada año al templo. ¡Oh no! ¿Había quebrado su promesa a Dios? No, Ana estaba esperando que Samuel tuviera edad suficiente para vivir en el templo y ayudar a Elí en el servicio a Dios. Entonces lo trajo al templo.

Dios honró la gran fidelidad de Ana. Después de Samuel, Dios le dio tres hijos más y dos hijas. Cada año Ana fue al templo a adorar a Dios – y a llevar una túnica nueva que había hecho para Samuel.

Samuel no fue el único ayudante de Elí. Los hijos de Elí, Ofni y Finees, también trabajaban allí. Pero ellos dehonraban a Dios haciendo cosas muy malas, y no querían cambiar, aún cuando su padre Elí les rogó. Elí tendría que haberles prohibido trabajar en el templo, pero no lo hizo.

Una noche, Samuel escuchó una voz que le llamaba. El niño pensó que Elí le llamaba. “Heme aquí,” dijo. “yo no he llamado,” respondió Elí. Esto sucedió tres veces. Entonces Elí supo que Dios quería hablar con Samuel.

Elí le dijo a Samuel, “Si te llamare, dirás: Habla, Jehová, porque tu siervo oye.” Y Dios llamó nuevamente, y le dio a Samuel un mensaje muy importante.

A la mañana Elí llamó a Samuel. “¿Qué es la palabra que te habló?” preguntó. El joven Samuel le dijo todo. Fue un mensaje terrible – Dios iba a destruir la familia entera de Elí porque Ofni y Finees eran tan malos.

La advertencia de Dios se cumplió. Durante una guerra contra los Filisteos, los dos hijos malos de Elí llevaban el Arca de Dios delante del ejército de Israel. El enemigo capturó el Arca y mató a Ofni y a Finees junto con muchos otros Israelitas. Cuando Elí escuchó esto, se cayó de su asiento, quebró su cuello,y murió el mismo día.

El Arca de Dios trajo problemas a los Filisteos. Lo pusieron en el templo de Dagón, su dios falso. En la mañana, el ídolo Dagón se había caído postrado. Los Filisteos lo levantaron – pero a la mañana siguiente estaba caído de nuevo. Esta vez Dagón estaba roto.

Enfermedad y muerte creció entre los Filisteos. Los Filisteos hicieron un carro nuevo y ataron al carro dos vacas. Pusieron al Arca dentro del carro. Para ver si Dios los estaba juzgando, ataron sus dos terneritos en casa. “Si las vacas se van a Israel con el Arca, y dejan a sus terneros, sabremos que Dios ha hecho esto,” dijeron. ¡Y las vacas se fueron!

Entonces Samuel, que ahora era un hombre grande, habló a todo el pueblo de Israel. “Si vuelven a Jehová de todo su corazón . . . Él los librará de la mano de los Filisteos.” El pueblo obedeció al profeta fiel de Dios. Y la mano de Dios estuvo contra los Filisteos todos los días de Samuel.

“Samuel, el Siervo – Niño de Dios” una historia de la Palabra de Dios, La Biblia, se encuentra en 1 Samuel 1-7

“La exposición de tus palabras alumbra.” SALMO 119:130

Fin

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El Rey Buen Mozo y Necio

Escrito por: E. Duncan Hughes Ilustrado por: Janie Forest Adaptado por: Lyn Doerksen Traducido por: Melanie Gibbons Producido por: Bible for Children www.M1914.org BFC PO Box 3 Winnipeg, MB R3C 2G1 Canada ©2007 Bible for Children, Inc.

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Samuel, el juez y lider de Israel era ya anciano. Hizo de sus hijos jueces sobre Israel para tomar su lugar en el servicio de Dios. Pero los hijos de Samuel eran malos. Amaban el dinero, y usaban su poder para conseguir dinero deshonestamente.

El pueblo de Israel sufría por la maldad de los hijos. Las cortes eran injustas. La gente tenía que pagar a los hijos de Samuel cada vez que querían ayuda.

Había que hacer algo. Un día, los ancianos de Israel se juntaron para pedir ayuda de Samuel.

“Danos un rey para juzgarnos,” demandaron los ancianos. No querían que los hijos malos de Samuel los juzgaran. Querían un rey como todas las demás naciones que los rodeaban.

Samuel se enojó. ¡Israel ya tenía un rey! El Dios Todopoderoso, el Eterno, gobernaba Israel. Hacía muchos años, los había libertado de la esclavitud en Egipto, abriendo el Mar Rojo para su escape.

Luego había dado a Israel su hermosa tierra.

Cuando Samuel oró, Jehová dijo, “No te han desechado a ti, sino a mí, que Yo no reine sobre ellos. Han servido a otros dioses. Oye su voz y hazles un rey.”

Dios dijo a Samuel que advertiera al pueblo que su rey terrenal les cobraría impuestos; tomaría sus mejores campos y viñas; mandaría a sus hijos a sus ejércitos; y ordenaría a sus hijas trabajar en su servicio.

Pero el pueblo quería un rey de todas formas.

Dios guió Samuel a un hombre que era muy buen mozo, muy tímido, y muy ALTO – una cabeza más alto que los demás. Su nombre era Saúl. Cuando Samuel vio a Saúl, Dios dijo, “Este gobernará a mi pueblo.”

Obedientemente, Samuel ungió a Saúl rey de Israel. Cuando presentó a Saúl al pueblo de Israel, clamaron, “¡Viva el rey!”

Pronto el Rey Saúl fue puesto a prueba. Los Amonitas, que odiaban a Israel, rodearon una ciudad Israelita y amenazaron con sacar el ojo derecho de cada hombre. ¡Qué plan cruel!

Noticias de la amenaza llegaron al Rey Saúl. Preparó su ejército.

Cuando se encontraron los dos ejércitos, Saúl destruyó los Amonitas y rescató la ciudad. El Rey Saúl dio la gloria a Dios diciendo, “. . . hoy Jehová ha dado salvación en Israel.”

Dios dio a Saúl una gran victoria ese día. Pero Saúl no siempre honraba a Dios. Un día, antes de pelear con los Filisteos, Saúl ofreció un sacrificio a Dios. Sabía que eso era trabajo de Samuel. Sabía que Dios quería que esperara hasta que llegara Samuel para hacerlo. ¡Pero Saúl desobedeció a Dios!

Cuando llegó Samuel, dijo a Saúl, “Locamente has hecho; no guardaste el mandamiento de Jehová tu Dios que él te había ordenado. . . . ahora tu reino no será duradero.”

Saúl tal vez pensó que era un pecado pequeño. Pero la desobediencia a Dios es siempre seria.

En otra oportunidad, Dios ordenó a Saúl destruir el pueblo impío de Amalec. Pero Saúl y el pueblo dejaron vivir al Rey Agag de Amalec.

También guardaron cosas de valor, ovejas, y vacas. Saúl dijo que habían guardado estas cosas para sacrificar a Jehová.

Samuel le dijo a Saúl, “el obedecer es mejor que los sacrificios. . . . Por cuanto tú desechaste la palabra de Jehová, él también te ha desechado para que no seas rey.” Saúl sentía mucho su pecado. Pero ya era tarde. El resto de su vida fue triste porque no obedecería al Señor.

“El Rey Buen Mozo y Necio” una historia de la Palabra de Dios, La Biblia, se encuentra en 1 Samuel 8-16

“La exposición de tus palabras alumbra.” SALMO 119:130

Fin

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David el Pastor

Escrito por: E. Duncan Hughes Ilustrado por: Lazarus Adaptado por: Ruth Klassen Traducido por: Debbie Gibbons Producido por: Bible for Children www.M1914.org BFC PO Box 3 Winnipeg, MB R3C 2G1 Canada ©2007 Bible for Children, Inc.

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Hace mucho tiempo, en los días del rey Saúl de Israel, un muchacho llamado David ayudaba a sus siete hermanos cuidar los rebaños de su padre. Aunque era el menor, David era un muchacho fuerte y valiente que amaba a y confiaba en Dios. Vivía en el pueblo de Belén.

Una vez un león atacó al rebaño para agarrarse un corderito para la cena. El joven David atacó al atacador. Quitándole el cordero, agarró a la bestia rugiente por sus barbas y la mató. David sabía que Dios el había ayudado.

Samuel, el profeta de Dios, todavía estaba triste que el rey Saúl había fallado a Dios tan terriblemente. “Hasta cuándo llorarás a Saúl?” Dios retó a Samuel. “Te enviaré a Isaí…porque de sus hijos me he provisto de rey.” Isaí era el padre de David.

Aunque Samuel sabía que el rey Saúl podiá matarle por buscar otro rey, el profeta obedeció a Dios.

Cuando llegó Samuel, Isaí hizo pasar delante de Samuel a siete de sus hijos. Y Samuel dijo a Isaí, “Jehová no ha escogido a éstos.” Quedaba solo David, el menor. Él estaba con las ovejas. Trajeron a David. Y El Señor dijo, “Levántate y úngelo, porque éste es.”

En el palacio de Saúl, el Espíritu del Señor se apartó de Saúl y éste llegó a ser un hombre muy turbado. Sus sirvientes pensaron que buena música tal vez calmaría su mente. Uno de ellos conocía un joven que tocaba bien el arpa. ¿Puedes adivinar quién era ese joven? Sí, David.

La música de David aliviaba a Saúl, y le ayudaba pensar mejor. Saúl pidió a Isaí que dejara a David en el servicio del rey. Cuando Saúl tenía un ataque de depresión o temor, David le tocaba el arpa. Esto le ayudó.

Después de regresar David a su casa, Saúl tuvo una batalla grande contra los Filisteos. Los hermanos de David peleaban en los ejércitos de Saúl. Isaí mandó a David al frente para llevar comida a sus hermanos y ver cómo estaban.

Un INMENSO gigante, Goliat, había asustado a todos los soldados Israelíes.

“¡Escojan de entre ustedes un hombre que venga contra mí!” gritó Goliat. “Si él pudiere pelear conmigo y me matare, nosotros seremos sus siervos. Pero si yo le mato a él, ustedes serán nuestros siervos y nos servirán.” Todos los hombres de Israel, cuando vieron al gigante, huyeron de él y tenían muchísimo miedo.

Entonces David dijo a Saúl, “No desmaye el corazón de ninguno a causa de él; tu siervo irá y peleará contra este filisteo.” Saúl quería que David se ponga su armadura y lleve su espada. Pero David llevó su honda y escogió cinco piedras lisas del arroyo.

Goliat se rió cuando vio que el joven David ni siquiera llevaba armadura. “¡Yo daré tu carne a las aves del cielo y a las bestias del campo!” gruñó. “¡Yo vengo a ti en el nombre de Jehová de los ejércitos!” contestó David. “Jehová te entregará hoy en mi mano…porque ¡de Jehová es la batalla!”

Entonces David corrió hacia Goliat. Mientras corría, tiró una piedra de su honda – derecho a la frente de Goliat. ¡Goliat se cayó!

Rápidamente David tomó la espada gigante de Goliat y le cortó la cabeza. Cuando los filisteos vieron muerto a Goliat, huyeron para salvar sus vidas.

El rey Saúl no se acordaba que éste era el mismo David que lo había calmado con el arpa. Puso a David como encargado de su ejército – luego se puso celoso cuando el pueblo honró las victorias de David. “¿Qué más le falta sino el reino?” pensó. Asique desde ese día Saúl no miró con buenos ojos a David.

Nuevamente, la mente de Saúl estaba turbada. Asique David tocó música para tratar de calmarlo. Tres veces Saúl le arrojó su lanza. Pero David se escapó cada vez. Saúl temía a David, porque sabía que Dios estaba con él, pero se había apartado de Saúl.

Pero Jonatán, el hijo de Saúl, amaba a David como a un hermano. “Mi padre Saúl busca matarte,” advirtió a David. Asique David se escapó. Su esposa puso una estatua en su cama, y descolgó a David por una ventana durante la noche. Cuando los hombres de Saúl vinieron la mañana siguiente, David no estaba.

David tuvo que huir lejos de Saúl. Pero antes de salir, él y Jonatán hicieron un pacto. Prometieron que siempre se ayudarían. Tristemente, los dos amigos se despidieron. David salió en busca de un lugar donde podía vivir sin temor a que los soldados de Saúl lo encontraran.

“David el Pastor” una historia de la Palabra de Dios, La Biblia, se encuentra en 1 Samuel 16-20

“La exposición de tus palabras alumbra.” SALMO 119:130

Fin

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David el Rey (Parte 1)

Escrito por: E. Duncan Hughes Ilustrado por: Lazarus Adaptado por: Ruth Klassen Traducido por: Debbie Gibbons Producido por: Bible for Children www.M1914.org BFC PO Box 3 Winnipeg, MB R3C 2G1 Canada ©2007 Bible for Children, Inc.

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El joven David estaba huyendo. El Rey Saúl lo quería matar. David vivía en el desierto, en una cueva grande con cuatrocientos seguidores.

A veces los soldados de Saúl casi los encontraban. Pero David seguía cambiándose de lugar.

Doeg, el siervo de Saúl, contó al rey que los sacerdotes habían ayudado a escaparse a David. Saúl ordenó matarlos. Pero sólo Doeg estaba dispuesto a cumplir esta orden. Mató brutamente a ochenta y cinco sacerdotes y sus familias con su espada. Fue muy terrible.

Un día, Saúl, buscando a David, entró en la misma cueva donde David estaba escondido. ¡Saúl estaba sólo!

En la cueva, David pudiera haberlo matado fácilmente a Saúl. En lugar de hacer esto, silenciosamente se acercó a Saúl y cortó un pedazo de su túnica con su cuchillo filoso. Cuando Saúl se fue, David lo llamó. “Porque yo corté la orilla de tu manto, y no te maté, conoce, pues, y ve que no hay mal ni traición en mi mano…”

Saúl pidió perdón por tartar de dañar a David. Pero pronto, su antigua ira volvió y juntó un ejército de tres mil hombres para matar a David. Una noche, mientras el ejército dormía, David y Abisai, uno de sus soldados, entraron al campamento donde dormía Saúl.

“Hoy ha entregado Dios a tu enemigo en tu mano,” susurró Abisai. “Déjame que le hiera con la lanza, y lo enclavaré en la tierra de un golpe, y no le daré segundo golpe.”

David rehusó. Tomando la lanza y la vasija de Saúl, salió del campamento. De la cumbre de un monte a lo lejos, David gritó hasta que Saúl lo escuchó. Una vez mas, Saúl vio que David pudiera haberlo matado, pero no lo hizo. Pero David sabía que no podía confiar en la palabra de Saúl.

Para esto, Samuel había fallecido. Él fue el profeta que había ungido como rey de Israel primero a Saúl, y después a David. Cuando los Filisteos atacaron a Israel, Saúl hizo algo terrible, algo que Dios prohibe.

Mandó a una mujer llamar a Samuel del lugar de los muertos. Esa noche, Saúl recibió un mensaje.

“…Jehová se ha apartado de ti y es tu enemigo…Jehová ha quitado el reino de tu mano, y lo ha dado a tu compañero, David….Mañana estaréis conmigo, tú y tus hijos; y Jehová entregará también al ejército de Israel en mano de los Filisteos.” Cuando Saúl escuchó esto, se cayó con temor.

Los Filisteos pelearon contra Israel, y los hombres de Israel huyeron. Los Filisteos mataron a los hijos de Saúl, incluyendo Jonatán, el buen amigo de David.

Saúl fue grandemente herido por los arqueros. Y dijo a su escudero, “Saca tu espada, y traspáseme con ella, para que no vengan estos hombres malos y me traspasen y me escarnezcan.” Pero su escudero no lo haría, pues tenía mucho miedo. Entonces Saúl tomó una espada y cayó sobre ella.

Hallando los cuerpos de Saúl y de sus hijos, los Filisteos los colgaron en el muro de una ciudad Israelí capturada. Algunos Israelíes valientes rescataron los cadáveres, los llevaron a casa, y los quemaron antes de enterrar los restos en Israel.

Cuando David oyó las terribles noticias, lamentó y lloró y ayunó hasta la tarde por Saúl, por Jonatán su hijo, y por el pueblo del Señor, porque habían caído por la espada.

Aunque Saúl había tratado de matar a David, David honró a Saúl como el ungido de Dios hasta el fin. Ahora Dios honró a David, haciéndole rey en el lugar de Saúl.

“David el Rey (Parte 1)” una historia de la Palabra de Dios, La Biblia, se encuentra en 1 Samuel 24-31; 2 Samuel 1-2

“La exposición de tus palabras alumbra.” SALMO 119:130

Fin

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David el Rey (Parte 2)

Escrito por: E. Duncan Hughes Ilustrado por: Lazarus Adaptado por: Ruth Klassen Traducido por: Debbie Gibbons Producido por: Bible for Children www.M1914.org BFC PO Box 3 Winnipeg, MB R3C 2G1 Canada ©2007 Bible for Children, Inc.

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David fue el rey de Judá, en el sur de Palestina. Pero el resto de Israel tomó a Is-boset, hijo de Saúl, como rey. Había guerra civil por 7 años, pero David se fortalecía cada vez más.

Finalmente el Rey Is-boset fue matado por dos de sus propios soldados.

Entonces todas las tribus de Israel vinieron a David y lo ungieron rey sobre Israel. Por fin, David era rey de toda la nación.

Lo primero que hizo el Rey David fue capturar Jerusalén. Se llegó a conocer como la Ciudad de David. Lo reconstruyó como una fortaleza en contra de cualquier enemigo. Desde Jerusalén, el ejército de David salió a conquistar a los Filisteos y a otros enemigos de Israel.

Próximamente, el Rey David trajo el Arca de Dios a Jerusalén. El Arca de Dios contenía copias de los diez mandamientos y otras leyes dadas a Moisés por Dios. El Arca recordaba a los Israelitas de la santidad de Dios y de su necesidad de obedecerle.

David tuvo que pelear muchas batallas en los primeros años de su reino. Fue un soldado sabio y un hombre humilde que oraba por la guía de Dios.

Le molestaba a David que él vivía en una linda casa mientras el Arca de Dios estaba en una tienda. David decidió construir un templo. Natán, el profeta de Dios, le dijo que proceda.

Esa noche, Dios mandó un mensaje a David: “Mi siervo David, Jehová te hará casa. Y cuando tus días sean cumplidos, y duermas con tus padres, yo levantaré después de ti a uno de tu linaje…y afirmaré su reino. Él edificará casa a mi nombre, y yo afirmaré para siempre el trono de su reino.”

David quería ayudar a cualquier sobreviviente de la familia de Saúl. Encontró sólo al hijo de Jonatán, Mefi-boset, que era cojo. “Él comerá a mi mesa como uno de los hijos del rey,” dijo David. David tuvo compasión de Mefi-boset porque Jonatán había sido su mejor amigo.

A medida que David confiaba en Dios y le obedecía, Dios prosperaba a David. Pero un día, una sombra terrible cayó en la vida de David. Mandó a su ejército a pelear, mientras él se quedó en Jerusalén.

Una noche, no pudo dormir. Asique caminó en su terraza y miró por la ciudad.

David vio una mujer hermosa bañándose. Su nombre era Betsabé. David pecó con Betsabé aunque su esposo, Urías, era uno de los soldados valientes de David. Más tarde, cuando Betsabé le dijo que iba a tener su hijo, David supo que su pecado estaba creando más problemas.

En vez de confesar a Dios, David trató de tapar su pecado. ¡Eso nunca funciona! Llamó a Urías del campo de batalla, queriendo que Urías piense que el bebé que venía era suyo. Pero Urías no viviría en su casa mientras que sus compañeros estaban en guerra. Urías durmió a la puerta de la casa del rey.

Asique David hizo algo aún más perverso. Mandó a Urías de vuelta al campo de batalla con una carta. La carta decía al general que se asegure de que Urías muriera en la batalla. Cuando Urías murió, David tomó a Betsabé como su esposa.

Dios envió a su siervo, Natán, para mostrar a David su pecado. Natán le contó a David una historia de un hombre rico, y un hombre muy pobre. El rico tenía centenares de ovejas. Pero el pobre tenía sólo un corderito, que atesoraba como a una hija.

Cuando le llegó una visita al hombre rico, éste no mató una de sus ovejas para darle de comer. Sino, tomó y mató al cordero del hombre pobre.

David estaba enojado con el egoísmo del hombre rico. Él gritó, “El hombre que ha hecho esto morirá.”

“¡Tú eres aquel hombre!” le dijo el valiente Natán a David. Lo que había hecho David era mucho peor que lo que hizo el hombre rico en la historia.

Dios mostró a David cuán malo había sido. Y David se arrepintió por su pecado. Le dijo a Dios, “Contra Ti he pecado y he hecho este mal.” Y Dios perdonó el pecado de David. Pero el bebé de Betsabé estuvo muy enfermo, y se murió poco después de nacer.

Dios perdonó a David por su terrible pecado. Entonces Betsabé tuvo otro hijo, Salomón, que llegaría a ser un gran rey después de David. Pero el Rey David tuvo muchos otros hijos, algunos de los cuales le trajeron mucha tristeza.

“David el Rey (Parte 2)” una historia de la Palabra de Dios, La Biblia, se encuentra en 2 Samuel 1-12

“La exposición de tus palabras alumbra.” SALMO 119:130

Fin

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El Rey Sabio, Salomón

Escrito por: E. Duncan Hughes Ilustrado por: Lazarus Adaptado por: Ruth Klassen Traducido por: Melanie Gibbons Producido por: Bible for Children www.M1914.org BFC PO Box 3 Winnipeg, MB R3C 2G1 Canada ©2007 Bible for Children, Inc.

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El rey David era un gran hombre de Dios. Durante su gobierno, Israel había crecido diez veces más de lo que había crecido durante el reino del rey Saúl. Pero vino el tiempo cuando David no podía gobernar más. Era viejo. ¡Y muy cansado! ¡Y enfermo! Su vida en la tierra se iba terminando.

Uno de los muchos hijos de David, Adonías, dijo al pueblo de Israel que ahora él iba a ser el rey. Aunque su nombre significa “Mi señor es Dios”, Adonías no era un hombre bueno. Intentó robar el trono porque sabía que su padre fue demasiado débil para resistirle. ¡Pero el Señor tenía planes diferentes!

La esposa de David, Betsabé, sabía que su hijo, Salomón debería ser rey. Ella le informó a David de los planes de Adonías. Aunque David estaba enfermo, reunió todos sus líderes y en público, David hizo a Salomón rey de Israel.

Adonías nunca más molestó a Salomón porque el pueblo de Israel creyó a David. David dijo al pubelo que Salomón era el hombre elegido por Dios para ser el rey. Poco después, David murió.

Antes de morir, David habló con Salomón en cuanto a obedecera Dios y ser un rey bueno. David le dijo a su hijo “anda en los caminos del Señor para que prosperes en todo lo que hagas”. ¡Que consejo bueno! Entonces se sentó Salomón en el trono de su padre y su reino fue firme en gran manera.

Una noche,Salomón tuvo un sueño. En el sueño, apareció Dios a Salomón y le dijo Dios “Pide lo que quieras que yo te dé ” ¿Qué pedirías tú?

Salomón pidió sabiduría para ser un rey bueno. El pedido de ese rey jóven agradó a Dios. Salomón recibió lo que había pedido pero también el Señor le prometeó riquezas y gloria.

En poco tiempo, el pueblo descubrió que Salomón era un hombre muy sabio. Un día vinieron dos madres con un bebé para ver al rey. Una de las mujeres le dijo a Salomón “Una noche el hijo de esta mujer murió y ella tomó a mi hijo de mi lado y puso al lado mío su hijo muerto”. Entonces la otra mujer dijo “¡NO! MI hijo es el que vive y tu hijo es el muerto”. ¿Cómo sabría Salomón quien era la verdadera madre?

Entonces dijo Salomón “Traedme una espada”. Y trajeron al rey una espada. ¿Qué piensas que quería hacer Salomón con la espada?

Y el rey dijo “Partid por medio al niño vivo y dad la mitad a la una y la otra mitad a la otra”. Entonces la madre de quien era el hijo vivo habló al rey “¡Ah señor mío! dad a ésta el niño vivo y no lo matéis.”

Mas la otra dijo “Ni a mí ni a ti: partidlo.”

Entonces el rey respondió “Dad a la primera mujer el hijo vivo. ELLA es la madre.” Y todo Israel oyó del juicio y temieron al rey porque vieron que había en él sabiduría de Dios.

El pueblo de Israel no tenía un templo en que podían alabar a Dios. Cuando David qiso edificar un templo el Señor había dicho “Tu hijo edificará casa para Mi Nombre”. Entonces Salomón empezó a edificar un templo maravilloso en Jerusalén.

Edificó al templo en siete años. Vino el gran día cuando todos se reunieron porque el rey iba a dedicar el templo al Señor.

Después de una oración admirable, el rey y el pueblo ofrecieron con gozo miles de sacrificios e ¡hicieron fiesta por quince días!

Después de este evento, el Señor apareció a Salomón otra vez y le prometió Su bendición a él y a Israel si le obedecieran a Él.

Desgraciadamente, Salomón y el pueblo de Israel no siempre obedecieron al Señor. El rey desobedeció al Señor y se casó con mujeres paganas. El corazón del rey fue desviado del Señor por sus esposas y Salomón no era un hombre leal como su padre.

Mientras que Salomón malgastó sus oportunidades para obedecer al Señor, uno de sus oficiales, llamado Jeroboam, tuvo una experiencia muy rara. Un profeta le dijo que el Señor dividiría el reino de Salomón y que Dios daría diez de las doce tribus a Jeroboam. Jeroboam huyó a Egipto porque sabía que Salomón le mataría.

Finalmente murió Salomón. Su hijo, Roboam puso muchos impuestos al pueblo, aun más impuestos que había puesto Salomón. Se rebelaron diez tribus y eligieron a Jeroboam para ser el líder de Israel. El gran reino de Salomón fue dividido en dos partes, tal como había dicho el profeta de Dios. ¡Dios no puede bendecir la desobedencia!

“El rey sabio,Salomón” Una historia de la palabra de Dios, la Biblia se encuentra en 1 Reyes 1-12

“La exposición de tus palabras alumbra.” SALMO 119:130

Fin

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Reyes Buenos, Reyes Malos

Escrito por: E. Duncan Hughes Ilustrado por: Lazarus Adaptado por: Ruth Klassen Traducido por: Melanie Gibbons Producido por: Bible for Children www.M1914.org BFC PO Box 3 Winnipeg, MB R3C 2G1 Canada ©2007 Bible for Children, Inc.

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Fue un día triste para Manasés. Su papá, el Rey Ezequias, recién acababa de morir. Ahora, con sólo doce años, Manasés era el nuevo rey del pueblo de Dios en Judá. No lo sabía en ese momento, pero Manasés sería el rey por 55 años. Manasés necesitaba la ayuda de Dios para ser un buen rey.

Pero Manasés ignoró a Dios e hizo lo malo. Manasés re-edificó altares para adorar a ídolos. ¡Hasta hizo una imagen y lo puso en el Templo santo de Dios! Dios había dicho por Moisés, “No te harás imágenes. No te inclinarás a ellas, ni las honrarás.”

Manasés practicó la brujería. Guió al pueblo a alejarse de Dios. Hasta quemó a sus hijos en sacrificio a ídolos. La desobediencia de Manasés enojó mucho a Dios.

Cuando el pueblo de Dios desobedece, Dios permite que sean castigados. Eso es lo que le pasó a Manasés y al pueblo que él gobernaba. El Señor trajo contra ellos al ejército Asirio. Manasés fue llevado en cadenas a Babilonia.

Sufriendo en Babilonia, Manasés rogó al Señor, su Dios. Se humilló grandemente ante el Dios de sus padres, y oró a Él. ¡Basta de orar a ídolos muertos! Pero, ¿le contestaría el Dios viviente después de toda su maldad?

¡Sí! Dios oyó la oración del rey y lo trajo nuevamente a Jerusalén, nuevamente al trono, nuevamente a ser rey del pueblo. Entonces Manasés supo que el Señor era Dios.

El Rey Manasés fue una nueva persona. Sacó la imagen del Templo de Dios y juntó a todos los dioses extraños en Jerusalén. Los tiró a todos. Reparó el altar del Señor y ofreció ofrendas de agradecimiento.

Luego mandó a su pueblo a servir al Señor Dios de Israel. ¡Qué cambio en Manasés!

Cuando murió Manasés, su propio hijo, Amón, volvió a la adoración de ídolos. Pero no se humilló ante el Señor como Manasés. Amón pecó más y más, y finalmente sus siervos lo mataron en su propia casa. Reinó sólo dos años.

El próximo rey, Josías, tenía solamente ocho años. Reinó 31 años e hizo lo correcto en los ojos de Dios. Destruyó toda adoración falsa y todo dios falso. De hecho, Josías hizo polvo de todos los ídolos.

El buen Rey Josías también limpió y reparó el Templo de Dios. Entre la basura un sacerdote encontró el Libro de la Ley de Dios dado por Moisés.

Cuando el rey escuchó las palabras de la Ley, rompió sus vestiduras en tristeza. Josías sabía qué terriblemente malos habían sido sus antecedentes en desobedecer la ley de Dios.

Una profetiza llamada Hulda dio el mensaje de Dios a Josías. “Jehová Dios de Israel ha dicho así: …He aquí yo traigo mal sobre este lugar…todas las maldiciones que están escritas en el libro…por cuanto me han dejado. . .”

Dios ayudó a Josías guiar a su pueblo de vuelta al Señor. Un día, cuando Josías guiaba a su pueblo en una batalla, fue gravemente herido por una flecha del enemigo. Sus siervos lo llevaron en un carro de vuelta a Jerusalén donde murió. Todo su pueblo se entristeció, e hicieron canciones del buen Rey Josías.

Pronto después, el reino se terminó. Pero algún día, un rey reinará nuevamente sobre Israel. Su nombre es REY DE REYES, Y SEÑOR DE SEÑORES. Cuando Jesucristo vino por primera vez, fue rechazado y crucificado. Cuando Jesucristo viene de nuevo, será no solamente rey de Israel, pero también rey de toda la tierra.

“Reyes Buenos, Reyes Malos” una historia de la Palabra de Dios, La Biblia, se encuentra en 2 Chronicles 33-36

“La exposición de tus palabras alumbra.” SALMO 119:130

Fin

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El Hombre de Fuego

Escrito por: E. Duncan Hughes Ilustrado por: Lazarus Adaptado por: E. Frischbutter Traducido por: Debbie Gibbons Producido por: Bible for Children www.M1914.org BFC PO Box 3 Winnipeg, MB R3C 2G1 Canada ©2007 Bible for Children, Inc.

Licencia: Tienes el derecho de copiar o imprimir esta historia, pero no de venderla.

Todo parecía estar mal para Israel. El rey y la reina odiaban a Dios. ¡Qué mal ejemplo! Pronto el pueblo también odiaba a Dios y adoraba a dioses falsos. ¿No había nadie que amaba a Dios? Sí, había algunos adoradores fieles. Un día, Dios habló a uno de ellos, llamado Elías.

Elías le dijo al rey malo, Acab, “Vive Jehová Dios de Israel, que no habrá lluvia ni rocío en estos años, sino por mi palabra.” ¡Esto significaba hambre! Dios no dejaría que su pueblo Israel siguiera en su maldad.

Después de advertir al rey, Dios mandó a Elías a un lugar tranquilo en el campo. Allí, al lado de un río, esperó Elías. Dios mandó a los cuervos para darle de comer. Trajeron pan y carne, de mañana y de tarde. Y Elías bebió del río.

Pronto se secó el río porque no había caído lluvia en esa tierra. La Palabra de Dios se estaba cumpliendo. Faltaba agua en todo el país. No crecía la siembra. La gente tenía hambre. Tal vez Elías se preguntaba qué le pasaría ahora que se había acabado el agua.

Dios le dijo a Elías, “Levántate, vete a Sarepta, y mora allí; he aquí yo he dado orden a una mujer viuda que te sustente.” Dios conocía las necesidades de Su siervo. Pero ¡qué forma rara de proveer! Humildemente, Elías obedeció a Dios. Cuando llegó a Sarepta, la viuda estaba en la puerta de la ciudad juntando leña para el fuego.

“Por favor tráeme un poco de agua en un vaso,” pidió Elías a la mujer. “Por favor Tristemente, la tráeme un bocado de mujer le dijo a pan.” “No tengo pan,” Elías que cuando contestó la viuda. esto se acababa, Sólo un puñado de ella y su hijo se harina en una tinaja y morirían de un poco de aceite hambre. en una vasija.”

“No tengas temor. Hazme a mí primero de ello una pequeña torta, y después harás para ti y para tu hijo,” dijo Elías. La harina de la tinaja no escaseará, ni el aceite de la vasija disminuirá, hasta el día en que Jehová haga llover sobre la faz de la tierra.” Dios tendría que obrara un milagro para que eso suceda. ¡Y lo hizo! La mujer y su hijo comieron por muchos días, pero no se acabó la tinaja de harina, ni se secó la vasija de aceite.

Elías vivió con ellos. Un día aconteció algo triste. Murió el hijo de la viuda. Elías llevó el cuerpo del muichacho a una pieza arriba. Clamó al Señor, diciendo, “Jehová Dios mío, te ruego que hagas volver el alma de este niño a él.” ¡Qué oración imposible!

El Señor escuchó la voz de Elías y el alma del niño se volvió a él, y revivió. Cuando Elías tomó al niño y lo dio a su madre ella dijo, “Ahora conozco … que la palabra de Jehová es verdad en tu boca.”

Tres años más tarde, Dios mandó a Elías de vuelta al rey, diciendo, “Haré llover sobre la faz de la tierra.”

¿Ir a Acab? Su esposa Jezabel ya había matado a cien profetas de Dios. Pero Elías no discutió. Fue al Rey Acab.

Cuando se encontraron los dos hombres, Elías desafió a Acab a juntar a todo Israel y los 850 falsos profetas. En un lugar llamado el monte Carmelo, Elías habló al pueblo. “Si Jehová es Dios, seguidle.”

Elías mandó preparar dos bueyes como sacrificios. Pero no se había de usar fuego para encenderlos. “Invoquen ustedes el nombre de sus dioses, y yo invocaré el nombre de Jehová,” dijo. “Y el Dios que respondiere por medio de fuego, ése sea Dios.” “Bien dicho,” contestó el pueblo.

De la mañana a la tarde los falsos profetas invocaron sus falsos dioses. Saltaron y bailaron y se cortaron con cuchillos hasta sangrar. Pero no vino el fuego.

Entonces Elías empapó la leña y el sacrificio con agua, y oró. “Respóndeme, Jehová, respóndeme, para que conozca este pueblo que tú, oh Jehová, eres el Dios…” Entonces cayó el fuego de Jehová. Consumió el buey y la leña. ¡Luego consumió el altar de piedra!

Cuando el pueblo lo vio, clamaron, “¡Jehová es el Dios!” Y Elías dijo, “Prended a los profetas de Baal, para que no escape ninguno.” Elías hizo lo que tendría que haber hecho Acab hace mucho. Mató a los falsos profetas.

Luego el siervo de Dios dijo a Acab que la lluvia estaba en camino. Pronto apareció una pequeña nube. ¿Habría lluvia? ¿Luego de más de tres años de sequía mortal?

En un ratito el cielo se oscureció con nubes y viento, y hubo una lluvia fuerte. Dios mandó la lluvia. Dios mostró al pueblo que Elías les decía la verdad. Dios mostró que Él sólo es el Dios verdadero.

¿Piensas que el Rey Acab honró a Dios y a Su siervo Elías? ¡No! Incluso, Jezabel trató de matar a Elías, pero se escapó. Al final, Acab murió en una batalla, y algunos sirvientes tiraron a Jezabel de un alto muro del palacio. Cayó a su muerte en las piedras.

¿Qué pasó con Elías? Un día Dios mandó un carro de fuego con caballos de fuego; Y Elías, el hombre de fuego de Dios, subió por un torbellino al cielo.

“El Hombre de Fuego” una historia de la Palabra de Dios, La Biblia, se encuentra en 1 Reyes 17-19; 2 Reyes 2

“La exposición de tus palabras alumbra.” SALMO 119:130

Fin

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Eliseo, Hombre de Milagros

Escrito por: Edward Hughes Ilustrado por: Lazarus Adaptado por: Ruth Klassen Traducido por: Debbie Gibbons Producido por: Bible for Children www.M1914.org BFC PO Box 3 Winnipeg, MB R3C 2G1 Canada ©2007 Bible for Children, Inc.

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No alcanzaban los bueyes para arar. Faltaba uno. ¡Eso no fue obstáculo para un joven agricultor llamado Eliseo! Simplemente se puso él con los bueyes, en el lugar del que faltaba. Debe de haber sido un hombre fuerte, inteligente, y trabajador.

Mientras Eliseo araba, el profeta de Dios, Elías, pasó y le llamó. El joven dejó su campo para ser siervo de Dios. Un día, Dios llevó a Elías al Cielo en un torbellino. Ahora Eliseo fue el profeta de Dios a Israel.

Aunque Eliseo estaba triste porque Elías ya no estaba, oró que Dios le diera poder como el de Elías. Eliseo levantó el manto de Elías, y golpeó el agua del río como lo había hecho Elías. ¡Se dividieron las aguas! Ahora Eliseo sabía que Dios estaba con él.

Mientras Eliseo iba a un pueblo llamado Betel, algunos jóvenes se burlaban de él gritando,”¡Calvo, sube!” No les importaba que Eliseo era el siervo de Dios. Les pasó una cosa asombrosa. Salieron dos osas del bosque y despedazaron a cuarenta y dos de los jóvenes.

Un día Eliseo conoció a una viuda que debía dinero que no podía pagar. Para cancelar la deuda, el acreedor iba a tomar los dos hijos de la viuda como esclavos. “Ve, pide prestado vasijas de todos tus vecinos. . . . . vasijas vacías,” dijo Eliseo. Dios iba a hacer algo maravilloso para esa mujer.

La viuda tenía sólo una pequeña vasija de aceite en la casa. Pero de esa pequeña vasija ¡sacó suficiente aceite para llenar todas aquellas vasijas! Si hubiesen tenido tinas en aquellos días, ¿piensas que Dios las hubiese llenado también?

Otra señora y su esposo hicieron un cuarto especial en su hogar para que Eliseo se quedara allí cuando pasaba. En el cuarto pusieron una cama, una mesa, una silla, y una lámpara. Ese cuarto estaba siempre reservado para Eliseo.

Eliseo se preguntaba cómo podría pagar la amabilidad de esta pareja. Cuando supo que no tenían hijos, dijo algo que la señora casi no podía creer. “Por este tiempo del año que viene, abrazarás un hijo.” De veras, un año después, nació el bebé.

Algunos años más tarde este mismo niño estaba en el campo con su padre. “Mi cabeza, mi cabeza,” lloró el niño. Cuando lo trajeron a su madre, se sentó en sus rodillas hasta el mediodía, luego murió. La madre acostó al muchacho en la cama en el cuarto de Eliseo. ¿Quién piensas que la podía ayudar?

¿Dijiste Eliseo? ¡Correcto! Enalbardó un asno y fue a toda velocidad para buscarle. Eliseo vino a su casa, subió sólo y oró al Señor. Dios resucitó al muchacho. Eliseo llamó a la mujer y dijo, “Toma tu hijo.” ¡Qué contenta debe de haber estado!

En la tierra cercana de Siria vivía un capitán del ejército llamado Naamán. Era valiente y fuerte, pero tenía una enfermedad grave de la piel llamado lepra.

La esposa de Naamán tenía una pequeña esclava que había sido capturada de Israel. Esta niña dijo, “¡Si sólo Naamán estuviera con el profeta que está en Israel! Él podría sanarlo de su lepra.”

Naamán partió en seguida para ver al profeta. Llevó plata, oro, y ropa hermosa como regalos.

El siervo de Eliseo salió y dijo, “Ve y lávate en el río Jordán siete veces y serás limpio.” Naamán estaba furioso. ¿No podía lavarse en las aguas limpias y frescas de los ríos de su propia tierra, Siria? Enojadamente se dio vuelta y se dirigió a su casa.

Afortunadamente para Naamán, sus siervos le convencieron obedecer la orden de Eliseo. Así que Naamán bajó y se sumergió siete veces en el río Jordán. ¡Y Naamán el leproso fue sanado!

Entonces Naamán adoró al Dios verdadero, al Dios de Eliseo, al Señor Que lo había sanado de la lepra.

Dios usó a Su siervo Eliseo aún después que murió. Un día, un hombre fue enterrado en la cueva donde Eliseo había sido enterrado hacía mucho tiempo. Cuando el cuerpo del hombre tocó los huesos del profeta, el hombre revivió y se paró. Verdaderamente, Dios mostró Su gran poder a través de su siervo fiel, Eliseo.

“Eliseo, Hombre de Milagros” una historia de la Palabra de Dios, La Biblia, se encuentra en 2 Reyes 2-13

“La exposición de tus palabras alumbra.” SALMO 119:130

Fin

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Jonás y el Gran Pez

Escrito por: Edward Hughes Ilustrado por: Jonathan Hay Adaptado por: Mary-Anne S. Traducido por: Debbie Gibbons Producido por: Bible for Children www.M1914.org BFC PO Box 3 Winnipeg, MB R3C 2G1 Canada ©2007 Bible for Children, Inc.

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Hace muchos años, vivía un hombre que se llamaba Jonás en la tierra de Israel. Un día, Dios le dijo que fuera a Níneve, la ciudad más grande y más poderosa del mundo.

Jonás debía advertir a todas las personas allí que Dios sabía cuán malos eran.

¡Jonás desobedeció a Dios! En vez de ir a Níneve, Jonás subió a un barco y se fue en la dirección opuesta a un lugar llamado Tarsis.

Jehová Dios mandó un gran viento al mar. ¡Hubo una gran tormenta! Los marineros temían que el barco se rompería y se hundiría.

La tormenta se hacía cada vez más grande. Aterrorizados, los marineros oraron a sus dioses y tiraron toda la carga al mar para que el barco sea más liviano. Pero nada de esto ayudó.

Jonás fue la única persona a bordo que no estaba orando. Estaba acostado dentro del barco, dormido. Lo encontró el capitán del barco. “¿Cómo estás dormido? ¡Levántate! ¡Ora a tu Dios! Tal vez tu Dios se acordará de nosotros, para que no seamos destruidos.”

Los marineros pronto decidieron que sus dificultades tenían algo que ver con Jonás. Les dijo que estaba huyendo de Jehová. Preguntaron, “¿Qué haremos contigo, para que el mar se nos calme?” “Tómenme y tírenme al mar,” contestó Jonás. “Porque yo estoy seguro que por mí les ha venido esta gran tormenta.”

Los marineros no querían tirar a Jonás al mar. Así que remaron fuerte para llevar el barco a tierra. Pero no pudieron. ¡Había una sola cosa para hacer!

Luego de orar por perdón, los marineros levantaron a Jonás y lo tiraron al mar. Al desaparecer Jonás bajo las olas, el mar se calmó y paró el viento. El cambio tan repentino en el tiempo espantó a los marineros más que la tormenta. Debían de haber sabido que sólo Dios podía hacer eso. En temor y asombro, adoraron a Jehová.

Mientras tanto el mensajero desobediente recibió una gran sorpresa. Hundiéndose en el fondo del mar, Jonás sabía que nada podía salvarle. Se hubiera ahogado – pero Dios tenía otros planes.

El Señor había preparado un gran pez para tragar a Jonás. ¡El pez llegó justo a horario! Un trago y Jonás estaba fuera del mar y dentro de la barriga del pez. Jonás quedó dentro del pez por tres días. Tuvo mucho tiempo para pensar y orar.

A los tres días, Jonás por fin prometió obedecer a Dios. En seguida, Dios habló al pez, y éste vomitó a Jonás en la playa.

Una vez más, Dios le dijo a Jonás que fuera a Níneve y predicara la Palabra de Dios. Esta vez, ¡Jonás fue! Jonás entró en la ciudad gritando, ”En cuarenta días, Níneve será destruida.”

La gente de Níneve creyó la Palabra de Dios. Dejaron de comer y se pusieron cilicio para mostrar a Dios que estaban arrepentidos por sus pecados. Hasta el rey se humilló ante Dios. Se bajó de su trono, se puso cilicio, y se sentó en cenizas. Mandó a cada uno a dejar sus caminos malos de violencia, y a orar que el Señor los perdone.

¡Dios les perdonó! Debe de haber sido un día maravilloso de alegría en Níneve cuando el pueblo se dio cuenta que Dios les había perdonado. ...Pero una persona estaba muy enojada. ¡Jonás!

¿Por qué estaba enojado Jonás? Le dijo a Dios, “Yo sabía que tú eres un Dios de gracia, y misericordioso, lento para la ira, y grande en bondad.” En otras palabras, Jonás sabía que Dios siempre perdona a aquellos que se arrepienten de sus pecados y obedecen la Palabra de Dios. Parece que Jonás no los quería a los de Níneve. No quería que fueran perdonados.

Jonás estaba tan enojado con Dios que dijo, “Quítame la vida; porque la muerte es mejor para mía que la vida.”

Jonás se sentó afuera de la ciudad, esperando ver qué haría Dios. Jehová Dios preparó una planta con hojas grandes. Creció rápidamente, y dio sombra a Jonás del sol fuerte todo el día.

A la mañana siguiente, Dios mandó un gusano, que mató a la planta. Luego, Dios preparó un viento caliente y fuerte que lo bombardeó a Jonás hasta que pensó que se moriría. Todo esto lo enojó aún más a Jonás.

Entonces el Señor dijo a Jonás, “¿Tienes algún derecho de enojarte? Tuviste lástima de la planta, por la cual no trabajaste, y a la cual no hiciste crecer.

Creció en una noche y murió en una noche. ¿Por qué no tendré yo misericordia de Níneve, aquella gran ciudad, con sus miles de personas?”

“Jonás y el Gran Pez” una historia de la Palabra de Dios, La Biblia, se encuentra en Jonás

“La exposición de tus palabras alumbra.” SALMO 119:130

Fin

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Isaías Ve el Futuro

Escrito por: Edward Hughes Ilustrado por: Jonathan Hay Adaptado por: Mary-Anne S. Traducido por: Debbie Gibbons Producido por: Bible for Children www.M1914.org BFC PO Box 3 Winnipeg, MB R3C 2G1 Canada ©2007 Bible for Children, Inc.

Licencia: Tienes el derecho de copiar o imprimir esta historia, pero no de venderla.

Isaías fue un profeta. Su trabajo era contar a la gente lo que Dios decía. La gente no siempre quería escuchar la Palabra de Dios, pero Isaías defraudó nunca a Dios.

Isaías predicó durante los reinados de cuatro reyes.

Jotam

Uzías

Acaz

Ezequías

El Rey Uzías gobernó la tierra de Judá desde la ciudad de Jerusalén. Al principio, Dios bendijo a Uzías (que también tenía el nombre Amazías) porque hizo lo correcto en los ojos de Dios. Pero Uzías se enalteció y dejó de obedecer a Dios. Llegó a ser leproso y tuvo que vivir sólo hasta su muerte.

El Rey Uzías reinó por más de 60 años. Cuando murió, su hijo Jotam tomó su lugar y reinó por 17 años. Dios bendijo a Jotam porque escuchó lo que Dios tenía para decir por Isaías y otros profetas.

El hijo del Rey Jotam fue Acaz. Acaz tuvo veinte años cuando comenzó a reinar, y reinó 16 años en Jerusalén. Acaz no le dio importancia a Dios. Adoró a ídolos y dioses falsos y llevó a muchos del pueblo de Dios a hacer lo mismo.

Aunque Isaías lo advirtió, Acaz no quiso escuchar las advertencias de Dios. Murió cuando tenía sólo 35 años.

Dios bendijo al próximo rey, Ezequias, porque sacó todos los ídolos y dioses falsos, y oraba al Dios verdadero. Cuando un ejército enemigo atacó a Judá, Ezequias supo que su ejército era demasiado débil para ganar. Pidió a Isaías que orara por la ayuda de Dios.

Isaías mandó este mensaje al Rey. “Así dice Jehová: No tengas miedo de este enemigo ... Yo le haré caer ...” Poco después, Dios hizo que el ejército enemigo se fuera sin siquiera pelear con Ezequias.

Aunque las personas alrededor de él no pensaban mucho en Dios,

Isaías pensaba mucho en Él. Un día, tuvo una visión, que es casi como soñar cuando no estás dormido. En la visión, Isaías vio cuán glorioso y santo es el Señor.

“¿A quién enviaré?” preguntó Dios en la visión. “Aquí estoy. Envíame a mí,” dijo Isaías. Estaba dispuesto a hacer lo que Dios le pidiera, e ir adonde Dios le mandara.

Tal vez Isaías pensó que Dios le mandaría a algún pueblo lejano que nunca había escuchado de Dios. Pero no, Dios no hizo eso.

Dios le dijo a Isaías que hable a su propio pueblo en su propio país. Tenía que decirles que Dios estaba enojado por su pecado.

Había otras cosas que Isaías tenía que contar a su pueblo – cosas maravillosas de una Persona que sería un fuerte libertador y que vendría a salvarles de pecado y de todos sus enemigos.

Las personas Judías llaman a esta Persona “Mesías”. Aunque esperaban que Dios mandara el Mesías, muchas personas vivían como si nunca vendría.

Todas las cosas que Isaías dijo en cuanto al Mesías están escritas en su libro. Aunque escribió estas cosas centenares de años antes de que sucedieran, todo lo que Isaías dijo acerca del Mesías pasaría.

Isaías dijo que Dios Mismo daría una señal. Dijo, “He aquí que la virgen dará a luz un hijo y llamará su nombre Emanuel.” La gente sabía que Isaías estaba hablando del una mujer Mesías de Dios porque no podía ser virgen y también tener un hijo. También, el nombre Emanuel significa ¡Dios con nosotros!

“Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre eterno, Príncipe de paz.” Isaías estaba tan seguro que se cumplirían las promesas de Dios, que habló como si el evento ya hubiera pasado. Esto se llama profecía.

Isaías dijo que el Mesías sería grande y haría grandes cosas. Dios también le dijo a Isaías que diga al pueblo que al Mesías sufriría y sería matado. Tal vez Isaías se preguntó cómo el Mesías podía ser grande y poderoso y también débil y herido. Pero Isaías no discutió con Dios – sólo repitió lo que Dios le dijo que diga. Dios se encargaría de que se cumpliera Su profecía.

El Mesías venía – no sólo para las personas Judías. Dios le dijo a Isaías que el Mesías sería “una luz a los Gentiles”. Los Gentiles son todas las personas en el mundo que no son Judíos. Dios ama a todos, y Su Mesías vendría para bendecir a todos y traer la salvación hasta los confines de la tierra.

“Isaías Ve el Futuro” una historia de la Palabra de Dios, La Biblia, se encuentra en Isaías 1,6,7,9,53

“La exposición de tus palabras alumbra.” SALMO 119:130

Fin

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Jeremías, Hombre de Lágrimas

Escrito por: Edward Hughes Ilustrado por: Jonathan Hay Adaptado por: Mary-Anne S. Traducido por: Debbie Gibbons Producido por: Bible for Children www.M1914.org BFC PO Box 3 Winnipeg, MB R3C 2G1 Canada ©2007 Bible for Children, Inc.

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Jeremías nació en un hogar religioso en el reino de Judá. Su papá, Hilcías, fue un sacerdote. La familia vivía en un pueblo llamado Anatot, no lejos de Jerusalén. Tal vez los padres de Jeremías pensaban que él también sería un sacerdote. Pero Dios tenía otros planes.

En el tiempo del nacimiento de Jeremías, el pueblo de Dios no vivía según la Palabra de Dios. Casi todos, desde el rey hasta el trabajador más humilde, adoraban a dioses falsos – ¡aún en el propio Templo santo de Dios!

Cuando Jeremías fue un hombre joven, Dios le habló. “Yo te conocí antes que naciste,” Dios le dijo a Jeremías, “y planeé entonces que hablarás por Mí.”

El llamado de Dios pareció asustar a Jeremías. “¡Ah, Señor Jehová!” clamó. “No puedo hablar, porque soy niño.” Fue más que un niño – tenía veinte años. Pero Jeremías no pensó que podía hablar por Dios en contra de la maldad que lo rodeaba.

“No tengas miedo,” le aseguró Dios. “Vete donde Yo te envío. Di lo que Yo te digo.

Yo estoy contigo y te libraré.” Luego Dios hizo algo especial. Dios tocó la boca de Jeremías.

Dios dio a Jeremías fuerza y valor y sabiduría. Habló valientemente, recordando a la gente que Dios les amaba y quería ayudarles. Pero nadie le escuchó. Ni siquiera el rey.

Aún los sacerdotes se enojaron y le dijeron que deje de hablar de Dios. También habían falsos profetas que dijeron que Jeremías no hablaba la verdad.

Jeremías recordó a la gente que, alrededor de cien años atrás, el reino del norte de Israel había abandonado a Dios. Sus enemigos, los Asirios, los vencieron y llevaron a todos los Israelitas a tierras lejanas.

Ahora la gente del reino de sur había abandonado a Dios. ¡Los ejércitos enemigos ya estaban marchando! ¿Permitiría Dios que Su pueblo también sea vencido y llevado a exilio?

La gente confió en sus ídolos. ¿Podían los ídolos salvarlos de sus enemigos? ¡No! Sólo Dios podía salvarlos. La gente se enojó tanto con Jeremías, que hicieron un complot para matarlo. Pero Dios protegió a Su siervo.

Finalmente, Dios dijo algo que debe de haberlo sorprendido mucho a Jeremías. Dios dijo, “No ores por este pueblo. No les oiré cuando me piden ayuda.”

Jeremías advirtió al rey que perdería la batalla con el ejército de Babilonia. El rey se enojó y puso a Jeremías en la cárcel. Aún en la cárcel, Jeremías siguió predicando y confiando en Dios.

Luego de salir de la cárcel, Jeremías nuevamente predicó al rey y al pueblo que deberían volver a Dios y poner su confianza en Él.

Esta vez, el rey mandó poner a Jeremías en una cisterna profunda y llena de barro.

Pero Dios estaba obrando en el corazón del rey. Secretamente rescató a Jeremías y le preguntó qué quería Dios que el rey haga. “Vete al cautiverio, y Dios dice que vivirás,” fue la respuesta.

El ejército de Babilonia conquistó a Jerusalén y a toda Judá. Derribaron los muros y todos los edificios, y quemaron todo. Dios dijo que Su pueblo estaría en cautiverio por setenta años, y luego Él los volvería a traer a la Tierra Prometida.

“Jeremías, Hombre de Lágrimas” una historia de la Palabra de Dios, La Biblia, se encuentra en Jeremías

“La exposición de tus palabras alumbra.” SALMO 119:130

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EZEQUIEL: HOMBRE DE VISIONES

Escrito por: E. Duncan Hughes Ilustrado por: Lazarus Adaptado por: Ruth Klassen Traducido por: Debbie Gibbons Producido por: Bible for Children www.M1914.org BFC PO Box 3 Winnipeg, MB R3C 2G1 Canada ©2007 Bible for Children, Inc.

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Hace mucho tiempo, ejércitos poderosos atacaron a Judá, llevando a mucho del pueblo de Dios cautivo a Babilonia. Lejos de su casa, estos judíos vivían junto al río Quebar. Entre ellos estaba el siervo de Dios, Ezequiel.

Un día, Dios dio a Ezequiel una visión. La gloria de Dios apareció como una luz brillante, en la forma de cuatro refulgentes seres vivientes. Cada uno tenía cuatro caras y cuatro alas. Arriba de ellos había un trono hermoso de zafiro, lleno de luz como un arco iris resplandeciente. Cuando Ezequiel lo vio, se postró sobre su faz.

Dios habló a Ezequiel, “Te envío yo a los hijos de Israel. Háblales Mis palabras, porque son rebeldes.” Apareció una mano con un rollo. “Come este rollo,” dijo Dios, “y ve y habla a la casa de Israel.”

¡Qué mandamiento raro! Pero Ezequiel obedeció, comió el rollo, y fue.

El Espíritu de Dios levantó a Ezequiel y lo llevó a los Judíos cautivos que vivían en otro lugar cerca del Río Quebar. Por siete días se sentó adonde se sentaban ellos, asombrado por lo que vio. Entonces Dios hizo de Ezequiel un atalaya. Debía advertir a la gente impía que no desobedezca a Dios.

Ezequiel hizo muchas cosas raras para que la gente entienda la palabra de Dios. Dibujó un diseño de la ciudad de Jerusalén sobre un adobe. Tal vez la gente miraba mientras dibujaba las figuras de un poderoso ejército alrededor de Jerusalén. Estaba mostrando que la ciudad santa de Dios prontamente sería destruída.

Israel, el reino del norte, desobedeció a Dios por 390 años, y Judá, el reino del sur, por 40 años. Por eso Israel ya había sido destruído y Judá caería pronto. Dios le dijo a Ezequiel que se acostara sobre su costado izquierdo por 390 días, luego sobre su costado derecho por 40, para recordar al pueblo de sus años de pecado.

Tal vez el pueblo comenzaba a pensar que Ezequiel era un hombre muy raro. Hizo todo lo que Dios le dijo. Un día se cortó todo el pelo y quemó la tercera parte. Esto fue para mostrar que un tercio de las personas en Jerusalén morirían de enfermedad y hambre cuando el ejército de Babilonia atacara la ciudad.

Ezequiel tomó otro tercio de su cabello y lo cortó con la espada. Esto fue para mostrar que un tercio de las personas morirían por las espadas del enemigo. El último tercio, Ezequiel tiró al viento. Pero cosió algunos cabellos al ruedo de su túnica como señal que Dios guardaría a algunos de Su pueblo y los haría volver a la Tierra Prometida.

Este profeta valiente les dijo a los Judíos cautivos que las cosas empeorarían, y no mejorarían como ellos esperaban. El pueblo se enojó con Ezequiel, pero él siguió hablando la Palabra de Dios. Un día, mientras se sentaba con los ancianos de Israel, Dios le dio a Ezequiel una visión. En la visión, Dios le levantó de los pelos y le llevó al templo en Jerusalén.

En el Templo, Dios le mostró reptiles, bestias abominables, e ídolos. Éstos no debieran nunca de haber estado en el Templo de Dios.

Los líderes estaban adorando a éstos en vez de a Dios. Dios mostró a Ezequiel que Su gloria se estaba apartando del Templo, y que el Templo sería destruído. Cuando se terminó la visión, Ezequiel se la contó a los Judíos.

Todo lo que Dios dijo se cumplió. Jerusalén fue destruído. Muchas personas perecieron. Cuando los Judíos cautivos en Babilonia lo escucharon, se preguntaron si Dios había abandonado a Su pueblo para siempre.

Pero Dios dio otro mensaje a Su profeta. Guió a Ezequiel a un valle lleno de huesos secos – huesos humanos.

“Hijo de hombre, ¿vivirán estos huesos?” preguntó Dios a Ezequiel. “Señor Jehová, tú lo sabes,” contestó Ezequiel. Por supuesto que los huesos secos no podrían revivir. Jehová dijo, “Profetiza sobre estos huesos, y diles: `Huesos secos, oíd palabra de Jehová. . . . viviréis.’” Cuando obedeció, Ezequiel escuchó un ruido. ¿Qué piensas que fue?

Mientras el profeta miraba en asombro, se juntaron cuerpos, hueso por hueso.

Luego, se cubrieron de carne.

Y les cubrió piel, pero no había en ellos aliento.

Jehová dijo, “Profetiza, hijo de hombre y di. . . ‘Espíritu, ven de los cuatro vientos, y sopla sobre estos muertos, y vivirán.’” Cuando Ezequiel lo hizo, entró espíritu en ellos. Vivieron, y estuvieron sobre sus pies. Un gran ejército ahora llenaba el valle.

Dios sabía que los Judíos en Babilonia se sentían desesperanzados cuando cayó Jerusalén. Envió un mensaje por la visión de Ezequiel. “Estos huesos son la casa de Israel,” dijo Dios. “Pondré mi Espíritu sobre vosotros. . . y os haré reposar sobre vuestra tierra.”

¡Qué gran mensaje de esperanza de Dios! Las promesas de Dios por Ezequiel se cumplieron cuando los Judíos más tarde volvieron a su tierra. Sabían que Jehová su Dios los había traído de nuevo.

La Palabra de Dios siempre se cumple.

“Ezequiel: Hombre de Visiones” una historia de la Palabra de Dios, la Biblia, se encuentra en Ezequiel 1-37

“La exposición de tus palabras alumbra.” SALMO 119:130

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Biblia para Niños presenta

La Hermosa Reina Ester

Escrito por: E. Duncan Hughes Ilustrado por: Janie Forest Adaptado por: Ruth Klassen Traducido por: Debbie Gibbons Producido por: Bible for Children www.M1914.org BFC PO Box 3 Winnipeg, MB R3C 2G1 Canada ©2007 Bible for Children, Inc.

Licencia: Tienes el derecho de copiar o imprimir esta historia, pero no de venderla.

Había una vez una hermosa muchacha llamada Ester. Cuando murieron sus padres, su tío Mardoqueo la crió. Ester honraba a su tío obedeciéndole como una buena hija.

Ester vivía en Persia. Pero Ester no era Persa. Era Judía. Sus antepasados habían venido a Persia como prisioneros de guerra. En el día de Ester, muchos Judíos vivían en Persia.

El rey de Persia hizo un gran banquete para muchos príncipes de todo el mundo. Los hombres comían aparte de las mujeres, que también estaban haciendo banquete con la reina Vasti. El ebrio rey ordenó a la Reina Vasti que se ponga la corona real y muestre su belleza. La Reina Vasti rehusó.

Queriendo mostrar que las mujeres debían honrar a sus esposos, el rey pasó una ley que quitó la corona de Vasti. Ya no era reina.

Se hizo una búsqueda por una nueva reina. De todas las muchachas bellas del reino, el rey escogió a Ester como esposa. Puso la corona real sobre su cabeza. Ester no contó al rey que ella era Judía, pues Mardoqueo le dijo que no lo haga.

El tío Mardoqueo pasó su tiempo a la entrada del palacio para escuchar noticias de Ester. Un día escuchó a dos sirvientes del palacio planeando asesinar al rey. Mardoqueo mandó una advertencia que salvó la vida del rey. Los sirvientes fueron ahorcados, y el nombre de Mardoqueo se escribió en el libro de datos del rey.

El segundo en el mando al rey era un hombre rico llamado Amán. Todos se inclinaban cuando pasaba Amán. Todos – excepto un hombre. Como Judío, Mardoqueo adoraba sólo al Dios viviente.

Amán odiaba tanto a Mardoqueo que decidió matarle, junto con todos los Judíos de Persia. ¡Qué terrible! El perverso Amán engañó al rey para que firmara una ley que al cabo de cierto tiempo cada Judío en el reino sería matado.

Fue una ley terrible. Tanto Judíos como Persos lamentaron. Pero acuérdate – Dios había hecho reina a Ester. Y ella era Judía. ¿Escondería su secreto del rey? ¿O arriesgaría la muerte para tratar de salvar a su pueblo?

Dios dio a Ester una buena idea. Invitó al rey y a Amán a un banquete. Allí el rey le prometió lo que ella le pidiera. “Vengan el rey y Amán a un banquete… mañana,” contestó Ester. Entonces le diría al rey lo que quería.

Mientras tanto Amán preparó una gran horca para ahorcar a Mardoqueo.

Esa noche el rey no podía dormir. Leyendo los datos de la corte vio que Mardoqueo nunca había sido premiado por salvar su vida. A la mañana siguiente, el rey preguntó a Amán, “¿Qué se hará al hombre cuya honra desea el rey?” Amán estaba muy contento. ¡Pensó que el rey hablaba de él!

Amán había venido para pedir el permiso del rey para ahorcar a Mardoqueo. La horca estaba toda lista. Pero eso podía esperar. Con mucho ánimo, Amán derramó sus sugerencias. “Vistan al hombre en el vestido y corona del rey.”

“Siéntanlo en el caballo del rey. Manda a un príncipe real que lo dirija por toda la ciudad para poder verlo todos.” “Apúrate, y haz esto para Mardoqueo el Judío,” mandó el rey a Amán.

¿Cómo piensas que se sintió Amán al dirigir a Mardoqueo en honor por toda la ciudad? Odiaba a Mardoqueo aún más que antes. “Espera no más,” tal vez pensó Amán. “Pronto estará muerto, junto con los demás Judíos.”

Más tarde aquel día, Amán y el rey llegaron al banquete de Ester. “¿Cuál es tu petición?” preguntó el rey. No se había olvidado de su promesa. Apuntando a Amán, la Reina Ester le dijo al rey del complot de Amán. “¡Ahórcalo!” dijo el rey.

El rey pasó otra ley permitiendo a los Judíos defenderse. ¡Eran salvados! Mardoqueo fue puesto como segundo en autoridad al rey y todos los Judíos se gozaron y se dieron regalos. Hasta hoy, los Judíos se acuerdan de cómo Dios los salvó por la hermosa Reina Ester.

La Hermosa Reina Ester una historia de la Palabra de Dios, La Biblia, se encuentra en Ester 1-10

“La exposición de tus palabras alumbra.” SALMO 119:130

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