Retiro Espiritual para Comunidades Salesianas

Retiro Espiritual para Comunidades Salesianas Curso 2012-13 TRABAJO Y TEMPLANZA. Expresión salesiana de la radicalidad evangélica JESÚS SÁEZ CRUZ, ...
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Retiro Espiritual para Comunidades Salesianas

Curso 2012-13

TRABAJO Y TEMPLANZA. Expresión salesiana de la radicalidad evangélica JESÚS SÁEZ CRUZ, SDB

1. PRESENTACIÓN

Nos serviremos del material disponible en la Congregación: sabiduría de D. Bosco (sueños y en especial el de los 10 diamantes), las aportaciones de los rectores mayores a este tema, sobre todo, Don Egidio Viganó y la carta de D. Pascual Chavez titulada “Testigos de la radicalidad evangélica. Llamados a vivir en finalidad el proyecto apostólico de Don Bosco. ‘Trabajo y templanza’” (Convocatoria del CG27, ACG 431. Los números entre paréntesis remiten a este número de las Actas) y el Proyecto de vida de los Salesianos de Don Bosco. Guía de lectura de las Constituciones salesianas, CCS, Madrid 1987. (Se citará como Proyecto y el número de página). Vamos a esbozar primeramente el marco en el que se diseñarán más adelante estos dos ejes de la espiritualidad salesiana que son el trabajo y la templanza. Luego describiremos el trabajo y la templaza salesianos. Acabaremos con unos ejercicios de oración y reflexión, para facilitar su aplicación a la vida.

2. EL MARCO: EL LEMA DEL “TRABAJO Y TEMPLANZA” EN SU MUTUA RELACIÓN, A PARTIR DEL SUEÑO DE “LOS DIEZ DIAMANTES”

Don Bosco nos ha dejado dos lemas: uno para nuestra mística (Da mihi animas, caetera tolle) y otro para nuestra ascesis (Trabajo y templanza). Una ascesis sin fórmulas extravagantes. Trabajo y templanza son realidades positivas. Si el trabajo expresa la dinamicidad de la vocación y estimula la creatividad hacia el fin de la misión; la templanza regula la misma acción y sostiene las facultades psíquicas superiores (razón, sentimiento, voluntad) en su justa medida, en el dominio de los sentidos, afectos y pasiones en los que se enraízan. En el sueño de los diez diamantes se esboza «el modelo del verdadero salesiano», es decir, la «Carta de identidad del rostro salesiano», expresada en el manto del personaje. «Representa la imagen ideal de nuestra espiritualidad. Todo salesiano, presente o futuro, debe mirarse en él, como en un espejo». Don Bosco durante toda su vida fue la encarnación de este simbólico personaje. Con palabras de D. Felipe Rinaldi: «Todos los diamantes tienen una luz propia: pero todas esas luces no son más que una luz: ¡Don Bosco!» (ACS 55, 923). El personaje de este sueño representa nuestro modelo de comportamiento, nuestro propio ideal, es decir, el icono lo que tú y yo podemos ser con la gracia de Dios. En su parte frontal del manto se expresa el testimonio que damos de Dios con la fe, la esperanza y la caridad pastoral. Es la mística salesiana, centrada en el “Da mihi animas…”. Los cinco diamantes de la espalda constituyen la ascética salesiana. 2

Nos detenemos en algunos rasgos fundamentales de esta ascética. El manto del personaje cuelga de sus hombros, como si estuviera sostenido por dos grandes diamantes: Trabajo y Templanza, que colocados en la parte alta de la espalda sostienen todo el manto; y según D. Egidio Viganó «hacen de cremallera entre el aspecto místico y el ascético, traduciéndolos juntos en la vida cotidiana» (3.2.). Es decir, trabajo y templanza es el «binomio inseparable», y «las dos armas con las que nosotros lograremos vencer todo y a todos» (Don Bosco). Trabajo y templanza tienen una función complementaria de impulso y apoyo. La misma realidad de la vida exige la fuerza del entusiasmo y la renuncia a lo que impide realizar el bien; entrega generosa y mortificación de lo que la limita y condiciona negativamente. El año 1876 D. Bosco tuvo el sueño del toro furioso. Aquí están patentes las condiciones para nuestra perseverancia y el futuro de la Congregación: «Mira, es necesario que hagas imprimir estas palabras, que serán como vuestro lema, como vuestra palabra de orden, vuestro distintivo. Nótalo bien: El trabajo y la templanza harán florecer a la Congregación Salesiana. Harás explicar estas palabras, las repetirás continuamente, insistirás en su significado. Harás imprimir un manual que explique y haga comprender bien que el trabajo y la templanza son la herencia que dejas a la Congregación y, al mismo tiempo, su gloria» (MBe 12 , 397). Es el famoso lema de D. Bosco: «Trabajo y templanza harán florecer la Congregación» (Const. 18). Entre las actitudes y medios para crecer en la castidad, Don Bosco propone estas dos. Lo tenemos recogido por el Art. 84 de nuestras Constituciones: «La castidad no es conquista que se logra de una vez para siempre; tiene momentos de paz y momentos de prueba. Es un don que, a causa de la debilidad humana, exige esfuerzo diario de fidelidad. Por eso el Salesiano, fiel a las Constituciones, vive en el trabajo y la templanza, practica la mortificación y la guarda de los sentidos, utiliza con discreción y prudencia los instrumentos de comunicación social y no descuida los medios naturales que favorecen la salud física y mental… Sobre todo, implora la ayuda de Dios y vive en su presencia, alimenta su amor a Cristo….». Vista ya la relación general entre el trabajo y la templanza, vamos a descender a cada uno de los dos polos del binomio.

3. EL TRABAJO SALESIANO CONSTRUYE EL REINO DE DIOS EN LA TIERRA

Narra D. Bosco: «El cuarto diamante estaba en el hombro derecho, y tenía escrito: “Trabajo”». Y continúa Don Bosco: «Para no producir confusión, conviene observar que esos brillantes emitían rayos que se elevaban en forma de pequeñas lenguas de fuego y llevaban escritas acá y allá diversas sentencias… Sobre la palabra Trabajo: «Remedio contra la concupiscencia; poderosa arma contra todas las tentaciones del demonio». Conviene hacer la hermenéutica precisa de estos textos de nuestra tradición. Pues de la vida que allí se anuncia nos alimentamos espiritualmente. El diamante del Trabajo está en el 3

hombro derecho, como para indicarnos la primacía del «éxtasis de la acción» de S. Francisco de Sales en el Teótimo (Traité de l’amour de Dieu). La acción, el trabajo, ha de estar animado totalmente por los dinamismos profundos de la Fe, Esperanza, y sobre todo por la Caridad pastoral. Es un trabajo que no hace del salesiano una persona que brega sin parar, sino un genuino «agente de salvación», aunque opere en el área de la educación, con cualquier tipo de actividad que promueva al joven y lo desarrolle. Sobre la condición de «trabajador» para todo salesiano, D. Bosco era muy claro: «A la Congregación salesiana se entra para trabajar: los holgazanes (poltroni) no son para nuestros noviciados» (Proyecto, 239). «Quien quiera entrar en la Congregación ha de amar el trabajo, no el descanso. Y que nadie entre con la esperanza de estarse con los brazos cruzados». Es decir, si Don Bosco nos garantiza el pan y la profecía de llegar al paraíso («Pan, trabajo y paraíso…»), es preciso para ello poner los medios: «Trabajo, trabajo, trabajo». No es un trabajo sin medida, sino que tiene la medida del buen sentido ardorosamente apostólico; un trabajo que no se limita a un horario burocrático. En particular, para el salesiano el sábado y el domingo (el fin de semana son días de especial intensidad apostólica, porque la pastoral tiene especiales exigencias en esos días). Lo mismo dígase tratándose de vacaciones: Don Bosco decía que nosotros las tendremos en el paraíso, y que se descansa cambiando de ocupación. Don Viganó estaba convencido de que lo que Don Bosco decía para los niños, por desgracia se había vuelto aplicable hoy también a los religiosos: «las vacaciones son “la vendimia del diablo”…» (Interioridad apostólica, 122). Y como Rector Mayor conocía casos bien concretos. El trabajo apostólico intenso entra en el ámbito de la ascesis salesiana. Por esto, está ordenado. «Tiene la medida del buen sentido ardorosamente apostólico». Así el trabajo es oración en la medida en que está «ordenado al cumplimiento de la misión» (idem). El trabajo salesiano tiene su especificidad. Ante todo, es un trabajo asiduo y bien hecho. Además se pueden destacar estas características: «Las cualidades del trabajo salesiano son, por ej., la prontitud, la espontaneidad, la generosidad, la iniciativa, la actualización constante, y naturalmente la unión con los hermanos y con Dios» (Proyecto, 238). No es fin en sí mismo, sino que es medio para llevar el evangelio a los jóvenes, es decir, va unido al cumplimiento de la misión. Por lo tanto, es un «trabajo pedagógico, educativo, pastoral, preparado con las imprescindibles cualificaciones en ciencias humanas y en materias teológicas; un trabajo vivido con el peculiar estilo salesiano indicado por la expresión: procura hacer bien todas la cosas con sencillez y mesura, eco de las palabras de Luis Comollo: “Hace mucho el que hace poco, pero hace lo que debe; hace poco el que hace mucho, pero no hace lo que debe”» (Proyecto, 238-239). Don Bosco veía siempre en el trabajo un modo concreto de estar unido a Dios (trabajo apostólico, trabajo santificado). Entonces, hay que evitar hacer del trabajo un ídolo, que sirve para engrandecerme, y es ocasión para dominar a otros y no para servirlos. Por eso el trabajo salesiano entra dentro de un proyecto comunitario e inspectorial. Gastamos nuestras fuerzas para anunciar el evangelio a los jóvenes y a los pobres, aunque cada uno de nosotros solamente haga una parte del mismo que lo posibilita. Por eso nuestro trabajo es trabajo apostólico compartido. El trabajo exige cierta «profesionalidad», sea trabajo específico de enseñanza o sea un trabajo de anuncio específico del Evangelio. La pasión apostólica nos lleva a ser responsables: evitar la improvisación y la repetición mecánica; y ser muy creativos cuando se trata de comunicar un contenido que es instrumento de transmisión (directa o indirecta) de los valores del Reino de Dios (buenas noches, homilías, grupos de fe, catequesis, etc.). 4

Pero el trabajo salesiano ha de estar moderado también por la templanza. En 1880, en una carta a D. Bodrato, Don Bosco recomienda a «nuestros queridos hermanos: Trabajar hasta donde lo permita la salud y no más; pero que todos huyan del ocio» (MB XIVe 540). Y a los misioneros: «Cuidad la salud. Trabajad; mas sólo lo que os permitan vuestras fuerzas» (MB XIe 332). Ni el diamante del Trabajo ni el de la Templanza se confunden con el del Ayuno, situado también a la espalda. El diamante del Ayuno indica la ascesis de «la mortificación de los sentidos». Es muy distinto también de la Templanza que indica un «dominio de sí en general». El trabajo no es esencialmente mortificación, aunque muchas veces lo implica. El trabajo y la templanza son dos rasgos positivos de la personalidad humana como tal.

4. LA TEMPLANZA ES LA EXPRESIÓN DEL SEÑORÍO DE SÍ MISMO SOBRE SÍ MISMO PARA GLORIA DE DIOS

La templanza es una actitud que endereza hacia la consecución del bien concreto, por el señorío sobre sí. Es la clave del poder de una personalidad. Seguimos aquí principalmente a Don E. Viganó. La templanza no se reduce a mortificación de los sentidos. La templanza es una virtud cardinal, centro de otras muchas virtudes. Su característica principal es hacernos señores de nosotros mismos, dominar nuestros instintos, inclinaciones y tendencias. En particular, la templanza otorga la sabiduría, el dominio de la concupiscencia y la capacidad de equilibrio en las reacciones. La templanza indica «un dominio de sí general, con un estilo de vida espartano, a base de sacrificio y de un horario exigente, y acompañado de sentido de la medida y equilibrio como fruto de la capacidad de controlar las propias reacciones. Esta actitud de templanza debe ir unida a una actitud general de simpático estilo popular, rico de sentido común y con suficientes espacios para un sana dosis de sagacidad» (ACS 300, p. 19). Y cita él a D. Felipe Rinaldi: «El salesiano debe saber frenarse. No va con los ojos cerrados: los abre, pero no va más allá: si una cosa no está bien, se para. Dueño de sí mismo, incluso en el juego. Comedido con el muchacho que lo desespera. Capaz de callar y disimular, de hablar a su debido tiempo y ser pillo” (idem). Es decir, la “furbizia”, la sagacidad, la agudeza y, a veces, cierta tempestividad para saber tratar a los jóvenes: hablar cuando es conveniente, no emitir palabras inoportunas y mensajes que no lleven valores. Implica saber esperar el momento oportuno para tomar decisiones, evitar los estallidos temperamentales que echan a perder la acción educativa. La templanza supone un modo de ascesis no pequeño, que ayuda vitalmente a las actividades de la caridad pastoral en forma continuada. No es fácil dominar el amor propio, ante unos muchachos que nos hacen perder la paciencia. Pues bien, la templanza posibilita reaccionar de forma controlada y siendo capaces de reconocer los errores, cuando los hay. D. Egidio Viganó tiene sobre la templanza un párrafo magnífico, que cito: «La templanza exige muchas virtudes que influyen constantemente sobre la conducta, para presentar a los destinatarios una personalidad que se hace amar; asegura la observancia en la vida de oración personal y comunitaria; acompaña siempre la actividad como expresión de equilibrio apostólico; robustece la fraternidad en la vida de comunidad; ejerce un continuo señorío sobre las pasiones en la práctica de los votos. Ayuda, en particular, a renovar cotidianamente la autenticidad de la fraternidad, para que haya realmente en la comunidad un solo corazón y un 5

alma sola, porque favorece el aporte de todo un “clima de mutua confianza y de perdón”, promoviendo ese espíritu de familia que “suscita en los jóvenes el deseo de conocer y seguir la vocación salesiana” (C 16)». (E. VIGANÓ, Interioridad apostólica, p. 123). También podemos leer: «La templanza ayuda a mantenerse sereno. Pero no es una suma de renuncias, sino crecimiento en la fe, en la esperanza, en la caridad, en la adhesión a las Constituciones, en amor a la comunidad, en la alegría en la heroicidad de lo cotidiano» (Proyecto, 242). Don Pascual, basándose en comentario al artículo 18 de las constituciones, amplía y explica mejor lo que allí se dice referido a la templanza: «Esta (la templanza) se concibe como guarda del corazón y dominio de sí mismo, es decir, como moderadora de las inclinaciones, instintos y pasiones, cultivo de lo razonable, ruptura con lo mundanal —no huyendo al desierto, sino permaneciendo entre los hombres—, dueño del propio corazón, estar en el mundo, sin ser del mundo. Tal templanza es una actitud esencial de fondo, de dominio de sí. Con razón la tradición teológica habla de la templanza como de una “virtud cardinal”: un eje de rotación sobre el que giran diversas y complementarias actitudes de dominio de sí. De hecho, he aquí las virtudes que giran en torno al núcleo central de la templanza: la continencia, contra las tendencias de la lujuria; la humildad, contra las tendencias de la soberbia…; la mansedumbre, contra las explosiones de la ira…; la clemencia, contra ciertas inclinaciones a la crueldad y a la venganza; la modestia, contra la vanidad de la exhibición del cuerpo (¡la moda!); la sobriedad y la abstinencia, contra los excesos en la bebida y en la comida; la economía y la sencillez, contra la liberalidad en el derroche y en el lujo; la austeridad en el tenor de vida (una vida espartana), contra las tentaciones de la comodidad» (Proyecto, pp. 238-239, 241 ss,). La templanza, íntimamente unida a la humildad y enraizada en ella, es la virtud que dispone nuestras facultades para ejercer, mediante el ejercicio de la libertad, un dominio tal de nosotros mismos que nos lleva en la vida cotidiana al difícil camino del «vaciamiento de los egoísmos y de las reacciones de la soberbia». Por esto, no es posible mantener una vida temperada sin mortificar los sentidos. La mortificación añade al equilibrio y a la maduración social, un firme ejercicio de renuncias y sacrificios de forma razonable y comedida, que proyecta hacia la identificación con Cristo, en la generosidad de un amor que quiere participar de la pasión salvífica de Cristo, situando al hermano temperante en el camino del martirio. La templanza necesita la ascesis y la mortificación de los sentidos, aunque se distingue de ellos, como ya hemos dicho. En la Carta de la identidad de la Familia Salesiana, en el art. 34 titulado “Trabajo y templanza”, se enfoca desde esta perspectiva: «El ejercicio de la caridad apostólica incluye la exigencia de conversión y de purificación, es decir, la muerte del hombre viejo para que nazca, viva y crezca el hombre nuevo que, a imagen de Jesús, Apóstol del Padre, está dispuesto a sacrificarse cotidianamente en el trabajo apostólico. Darse es vaciarse y vaciarse es dejarse colmar por Dios, para regalarlo a los demás. Desapego, renuncia, sacrificio son elementos irrenunciables, no por gusto de ascetismo, sino simplemente por la lógica del amor. No hay apostolado sin ascética y no hay ascética sin mística. Quien se pone a sí mismo totalmente al servicio de la misión no necesita penitencias extraordinarias; bastan, si se acogen con fe y se ofrecen con amor, las dificultades de la vida y las fatigas del trabajo apostólico. La ascesis recomendada por Don Bosco tiene diferentes aspectos: ascesis de humildad para no sentirse más que siervos ante Dios; ascesis de mortificación, para hacerse dueños de sí, custodiando 6

los sentidos y el corazón y vigilando para que la búsqueda de lo cómodo no agoste la generosidad; ascesis de la valentía y de la paciencia para poder perseverar en la acción cuando se choca con la dura realidad; ascesis del abandono cuando los acontecimientos nos llevan más cerca de la cruz de Jesús».(Carta de la identidad carismática de la Familia Salesiana de Don Bosco, p.51). La mortificación de los sentidos exige dominio sobre sí mismo y no ha de verse como un momento negativo para la persona. No supone una descalificación de los objetos sensibles, ni un desprecio de las criaturas, siempre realidades positivas y buenas vistas desde Dios. El dominio de los sentidos supone valorarlos y usarlos para el bien y no para el goce egoísta que aprisiona al alma. El ayuno (de los sentidos) ha sido practicado por Jesús, antes de su vida pública. La mortificación de los sentidos implica alguna privación a veces; otras, aguante. Pero ha de hacerse con inteligencia, sin darlo importancia ni buscar con ello ningún tipo de reconocimiento humano. Las mortificaciones han de ser pedagógicas, al servicio de la espiritualidad y de la misión; es fruto del amor (siempre concreto) a los jóvenes y a los hermanos. Se han de vivir con humildad y alegría, como momento de identificación con los sentimientos de Cristo en la Cruz, y dejan al salesiano (mortificado) no triste, sino con esa alegría y sentido de fiesta que es característica nuestra: sirvamos al Señor con alegría. La santidad consiste en estar siempre muy alegres. Si concretamos, lo dicho anteriormente, la templanza, como dominio de sí mismo, en la vida activa del salesiano apasionado por Dios y por los jóvenes se mide por «el esfuerzo en amar haciéndose querer». No es fácil. Nuestro Proyecto de vida resume así: «Ser temperante, para nosotros significa ser controlado, equilibrado, con sentido común, en el punto exacto, no excesivo, conforme a razón, dueño de sí, amable; pero también sensible a las muchas necesidades actuales, a lo que gusta o disgusta a la juventud, a los signos de los tiempos, a todos los amplios sectores de la renovación de la Iglesia, no pronto únicamente a frenar los cambios, aunque sí atento a los desequilibrios y desviaciones» (Proyecto, 242). Hasta aquí vuestra escucha paciente. Ahora os queda pasar de la «pasividad activa» a la «actividad pasiva» de la vida interior, que es pasiva porque se deja arrastrar por el Espíritu Santo.

4. ACTIVIDADES PARA ORAR Y REFLEXIONAR 4.1. ORAR CON LA PALABRA, CULTURALMENTE ENCARNADA 

Palabra de Dios:

“El que quiera venir en pos de mí, niéguese a si mismo, tome su cruz y me siga” (Mc 8, 34). “Cristo, a pesar de ser Hijo, aprendió, sufriendo, a obedecer, y, llevado a la consumación, se ha convertido, para todos los que le obedecen, en autor de salvación” (Hb 5, 8-9). “Para mi vivir es Cristo y morir una ganancia” (Flp 1, 22). “Ahora me alegro de sufrir por vosotros, pues voy completando en mi carne mortal lo que falta a las tribulaciones de Cristo por su cuerpo, que es la Iglesia” (Col 1, 24).

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Palabra de Don Bosco:

“Cuando acontezca que un salesiano sucumba y cese de vivir trabajando por las almas, entonces podréis decir que nuestra Congregación ha alcanzado un gran triunfo, y sobre ella descenderán abundantes bendiciones del cielo” (MBe XVII, 239). Don Bosco pone en boca de Luis Comollo: «Hace mucho el que hace poco, pero hace lo que debe; hace poco el que hace mucho, pero no hace lo que debe». Nos hacemos religiosos «no para apegarnos a las criaturas, sino para practicar la caridad hacia el prójimo, movidos por el solo amor de Dios; no para vivir una existencia cómoda, sino para ser pobres con Jesucristo, padecer con él sobre la tierra, y hacernos dignos de su gloria en el cielo» (MBe 17,17). «Cuando empiecen entre nosotros las comodidades y el bienestar, nuestra Sociedad ha terminado su curso» (MBe 10, 595, nota 1). 

Palabra de D. Pascual Chávez

«Esta (la templanza) se concibe como guarda del corazón y dominio de sí mismo, es decir, como moderadora de las inclinaciones, instintos y pasiones, cultivo de lo razonable, ruptura con lo mundanal —no huyendo al desierto, sino permaneciendo entre los hombres—, dueño del propio corazón, estar en el mundo, sin ser del mundo. Tal templanza es una actitud esencial de fondo, de dominio de sí. Con razón la tradición teológica habla de la templanza como de una “virtud cardinal”: un eje de rotación sobre el que giran diversas y complementarias actitudes de dominio de sí. De hecho, he aquí las virtudes que giran en torno al núcleo central de la templanza: la continencia, contra las tendencias de la lujuria; la humildad, contra las tendencias de la soberbia…; la mansedumbre, contra las explosiones de la ira…; la clemencia, contra ciertas inclinaciones a la crueldad y a la venganza; la modestia, contra la vanidad de la exhibición del cuerpo (¡la moda!); la sobriedad y la abstinencia, contra los excesos en la bebida y en la comida; la economía y la sencillez, contra la liberalidad en el derroche y en el lujo; la austeridad en el tenor de vida (una vida espartana), contra las tentaciones de la comodidad». 

Palabra de las Constituciones:

«El trabajo y templanza harán florecer la Congregación. En cambio, la búsqueda de comodidades y bienestar material será su muerte. El salesiano se entrega a su misión con actividad incansable, y procura hacer bien todas las cosas con sencillez y mesura. Sabe que con su trabajo participa en la acción creadora de Dios y coopera con Cristo en la construcción del Reino. La templanza refuerza en él la guarda del corazón y el dominio de sí mismo, y le ayuda a mantenerse sereno. No busca penitencias extraordinarias; pero acepta las exigencias de cada día y las renuncias de la vida apostólica: está dispuesto a soportar el calor y el frío, la sed y el hambre, el cansancio y el desprecio, siempre que se trate de la gloria de Dios y de la salvación de las almas» (Const. 18). *** Ejercicio de oración: -Repasa y saborea lentamente los textos de la palabra de Dios, de Don Bosco, del Rector Mayor y de las Constituciones. Haz oración con ellos.

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-Siente que Dios te llama a vivir en unión con su Hijo Jesucristo; siente la llamada a identificarte con Cristo. -Agradece a Dios que haya pensado en ti, que te haya amado infinitamente. -Ámale sobre todas las cosas (proyectos, personas, etc.) que hay en tu vida. El es tu “absoluto”. -Pídele fuerzas para seguirle con la Cruz. -Mira a qué te compromete el art. 18 de las Constituciones en tu vida diaria.

4.2. REFLEXIÓN SOBRE LA PROPIA CONDUCTA COMO MODO DE ACCEDER AL PROPIO YO Don Bosco decía con San Pablo: “Los trabajos de ahora no pesan lo que la gloria que un día se nos descubrirá” (Rom 8, 18). Considera cómo vives tu dimensión de «trabajador»: si el trabajo te realiza como persona o si vives las tareas cotidianas como una esclavitud o un castigo; si tu trabajo es parte del proyecto que Dios tiene de ti, si las tareas que ejecutas te avalan como colaborador del Dios creador. Toma conciencia del dominio que tienes de ti mismo, es decir, de cómo eres “persona” humana. Te propongo unos ítems a modo de «cuestionario», como ayuda para una «toma de conciencia» de la acción del Espíritu Santo en tu vida. Va en un anexo.

4.3. ORACIÓN FINAL - Individualmente: Te propongo que escribas lo que en el ejercicio primero has orado. - Comunitariamente: Sugiero, para acabar el retiro comunitario, hacer la oración que viene al final del comentario al art. 8 de las Constituciones, en el Proyecto de vida de los Salesianos de Don Bosco, pp. 244-245, que pongo a continuación: 1- Para que respondiendo generosamente a tu llamada nos entreguemos a la misión que nos confías con actividad incansable, a imitación de Don Bosco, que sólo se interesó por la salvación de los jóvenes, Roguemos al Señor: TE LO PEDIMOS, SEÑOR. 2- Para que comprendamos la grandeza y hermosura de nuestro trabajo apostólico, que nos hace partícipes de tu acción creadora y colaboradores de tu Hijo en la construcción del Reino, roguemos al Señor: TE LO PEDIMOS, SEÑOR. 3- Para que siempre sepamos unir trabajo y templanza salesiana, y estemos convencidos de que en tal binomio se halla el secreto del éxito apostólico y de la fecundidad de la Congregación: ROGEMOS AL SEÑOR. 4- Para que, sin buscar penitencias extraordinarias, sepamos aceptar las exigencias de cada día y las renuncias de la vida apostólica y las hagamos instrumento para tu mayor gloria y salvación de los jóvenes, roguemos al Señor: TE LO PEDIMOS, SEÑOR.

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ANEXO 1º: PISTAS PARA UNA TOMA DE CONCIENCIA DE LA ACCIÓN DEL ESPÍRITU SANTO EN MI VIDA A) Sobre mi trabajo: ¿Vivo las 24 horas diarias de entrega a la misión (incluido el descanso y la comida) con sentido sobrenatural, como obediencia al Padre, con una confianza y una entrega amistosa y filial? ¿Soy responsable en las tareas y obligaciones que la Comunidad me ha encomendado, qué tanto por ciento del tiempo del día dedico a ellas, qué cariño pongo en las personas con las que me relaciono y se relacionan conmigo? ¿Soy perezoso e indolente? ¿Soy diligente, ordenado en el trabajo, puntual al horario comunitario y al que yo mismo me he establecido? ¿Tiene mi trabajo estas cualidades: prontitud, espontaneidad, generosidad, iniciativa, actualización constante, unión con Dios y con los hermanos? ¿Me centro en mí («mi» propio trabajo, como cosa mía), sin abrir el horizonte hacia la solidaridad con los demás hermanos? ¿Soy individualista o trabajo bien en equipo? ¿Cómo promuevo el trabajo de equipo? ¿Acepto las leyes del trabajo en equipo: planificación, verificación, evaluación de objetivos? ¿Confronto mis criterios con los de la Congregación y de la Iglesia local? ¿Mi trabajo entra en el proyecto pastoral de la comunidad, es educativo y cualificado; puedo decir que en mi profesión como obrero intento actualizarme con una formación continuada? ¿Vivo mis horas de trabajo con alegría como misión, testimonio, oferta del evangelio de Cristo, celebración gozosa de su amor, etc.? ¿Cómo me preparo las horas de dedicación explícita a la misión (trabajo de taller, clases, charlas, homilías, etc.)? ¿Soy creativo? ¿Comparto con los hermanos y seglares no solamente mis horas de trabajo, sino mi fe, mis sentimientos y reflexiones? ¿Valoro positivamente la cultura del trabajo? ¿Conozco y sigo las vicisitudes y problemas los trabajadores a sueldo? ¿Doy testimonio con mis horas de trabajo de ser pobre y solidario? ¿Soy apóstol con mi «curre» cotidiano y no mero profeta de la justicia social de otros? ¿Distribuyo mi tiempo para orar bien tanto individual como comunitariamente? ¿O el trabajo se come mi oración, cayendo en el activismo? B) Sobre mi templanza La virtud de la templanza modera las fuentes de energía y no destruye ninguna posibilidad humana, sino que potencia todo lo positivo de la persona. Don Bosco relaciona la templanza con la sobriedad en el comer, beber y dormir; y constituye una energía personal que ayuda a vivir en castidad. ¿Qué dominio tengo sobre mi mismo o estoy atado a lo que me apetece? ¿Soy dueño de mi propio corazón o me dejo llevar por lo fácil? 10

¿Mis cualidades naturales (inclinaciones, instintos y pasiones) están puestas al servicio del Reino de Dios? ¿Pongo racionalidad en mis tendencias, sé romper con lo que dentro de mí me lleva a buscar solo «mi» bien, me encierro en «mis» intereses individualistas, doy satisfacción a lo que me piden «mis» apetitos y deseos? O por el contrario, ¿en qué medida rigen en mi vida el desorden, la búsqueda de satisfacciones inmediatas (en el comer, en el beber, en el ver, en el oír, etc.)? ¿Actúo movido por el interés de Dios y de los hermanos o por interés propio? ¿Busco lo que favorece mis planteamientos egoístas y así frena y disminuye mi entrega a los demás, a los jóvenes, a la misión? ¿Guardo mi corazón escondido en Jesucristo? ¿Soy equilibrado en la convivencia, mantengo la reserva adecuada? O, por el contrario ¿soy ligero en mis juicios, busco sobresalir y estar en el centro de atención, creo tener la razón en todo? ¿Soy moderado en mis expresiones o me dejo llevar por la ira? ¿Soy equilibrado y me mantengo sereno también en mi trabajo, siendo fiel al horario comunitario y sin cansarme excesivamente? ¿Procuro hacer bien todas las cosas con sencillez y mesura? ¿Descanso lo suficiente para poder estar útil para la brega cotidiana? ¿Estoy atento a lo que gusta o disgusta a los jóvenes para amarles con todas sus circunstancias? ¿Participo con alegría en el trato en el patio o en el Centro Juvenil en la convivencia con los muchachos y jóvenes? ¿Estoy dispuesto a soportar el calor y el frío, la sed y el hambre, el cansancio y el desprecio, siempre que se trate de l gloria de Dios y de la salvación de las almas? ¿Soy sensible a los movimientos de renovación de la Iglesia, conozco la teología que lo expresa? ¿Mantengo vivo en mí el entusiasmo por la evangelización y catequesis de los jóvenes y me pongo al día con lecturas adaptadas, como Catequistas y Misión Joven?

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ANEXO 2º: EL SUEÑO DE LOS DIEZ DIAMANTES (1881) (MB. 15, 166-ss)

En el mes de septiembre de 1881 tuvo Don Bosco uno de sus sueños más importantes en el que se le presento el porvenir que le esperaba a su Congregación y el extraordinario crecimiento que ella iba a tener, y al mismo tiempo se le daban a conocer los peligros que amenazarían destruirla si no se procedía a luchar a tiempo para evitar estos peligros. Las cosas que el Santo vio y oyó en este sueño le impresionaron de tal manera que no se contentó con narrarlo de viva voz sino que lo escribió. Y éstas son sus palabras: – La gracia del Espíritu Santo ilumine nuestros sentidos y nuestros corazones. Amén. Lo siguiente es para enseñanza de la Comunidad Salesiana. El 10 de septiembre de 1881, mientras dormía creí que me hallaba paseando por un gran salón cuando apareció un personaje de tan majestuoso aspecto que no podía fijar en él la mirada. Iba vestido de la siguiente manera: Primera parte: Un rico manto le cubría el cuerpo. Sobre el manto llevaba una banda con este letrero: La Comunidad Salesiana tal como debe llegar a ser. El manto del personaje tenía diez diamantes de tamaño y esplendor extraordinarios. ‐

En el pecho llevaba tres diamantes: el uno se llamaba FE. El otro ESPERANZA. Y el que estaba sobre el corazón tenía por título: CARIDAD.



En el hombro derecho llevaba un diamante que se llamaba TRABAJO, y en el hombro izquierdo otro que se llamaba TEMPLANZA.



En la espalda el manto tenía también cinco diamantes.



Arriba tres: el del centro tenía escrito: OBEDIENCIA y era el más grande y el más brillante de los cinco. Junto al hombro derecho había un diamante que se llamaba VOTO DE POBREZA, y junto al hombro izquierdo otro que se llamaba: VOTO DE CASTIDAD. 12



Debajo de estos dos últimos había otros dos: el de la derecha tenía por título PREMIO y el de la izquierda MORTIFICACIÓN.



Desde el diamante de la FE salían estas frases de la Sagrada Escritura: “Armaos con el escudo de la fe para que puedan resistir a los ataques de los enemigos del alma” (Efesios 6,16). “La fe sin buenas obras es una fe muerta” (Apóstol Santiago). No son los que oyen el buen mensaje sino los que lo cumplen, los que van a poseer el Reino de Dios” (ib).



Desde el diamante llamado CARIDAD salían unos rayos de luz con las siguientes frases: “Que cada uno ayude a los otros a llevar sus propias cargas, y así se cumplirá la ley de Cristo” (San Pablo Gal. 6,2). Amad y seréis amados. Pero antes que todo hay que amar la propia alma y el alma de los demás. Que se celebre muy devotamente la Santa Misa. Que se recen con fervor los Salmos. Que cada cual visite frecuentemente a Jesús Sacramentado en el Templo.



Desde el diamante del TRABAJO salían unos rayos con las siguientes frases: “Este es un buen remedio para dominar las pasiones y la concupiscencia”. Es un arma poderosa contra los ataques del diablo.



En el diamante de la TEMPLANZA las frases eran: “Si quitas el combustible se apagará la flama. Haz un pacto con tus ojos para no ver lo que no te conviene. Y un pacto con la gula para no comer ni beber más de lo debido. Haz un pacto con el sueño para no dejarte vencer por la pereza. Las bebidas alcohólicas y la pureza no pueden vivir juntas”.



Esta es la frase que salía del diamante de la OBEDIENCIA: “Este es el fundamento en el cual se basan el edificio espiritual y la santidad”.



Del diamante de la POBREZA salían estas frases: “Dichosos los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos”. Las riquezas son espinas. La pobreza no consiste en palabras sino vivir pobremente, y ella nos abrirá el Reino de los Cielos y entraremos en él.



Desde el diamante de la CASTIDAD salían unos rayos luminosos con las siguientes palabras: “Todos los bienes me vinieron juntamente con ella”. “Dichosos los puros de corazón porque ellos verán a Dios”.



El diamante llamado PREMIO tenía estos letreros: “Si te atraen los grandes premios que te esperan, que no te asusten los muchos trabajos que tienes que hacer”. Pasajero es lo que sufrimos en la tierra. Eterno es lo que nos hará gozar en el Cielo.



En el diamante llamado MORTIFICACIÓN había escritas frases: “Esta es un arma potentísima contra los ataques del demonio. Es una defensa para todas las virtudes”. “Ciertos espíritus inmundos no se alejan sino con la oración y la mortificación”. (Madre Celestial 9.29).

En las orillas del manto había también unas frases: por ejemplo: “Que estás virtudes sean tema de predicación muy frecuentemente. Quien desprecia las pequeñas cosas, poco a poco caerá”. Y una voz añadió: La caridad lo comprende todo, lo excusa todo, lo espera todo, lo soporta todo (1 Cor 13,7). Prediquemos esto siempre con la palabra y con los hechos.

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Segunda parte: Entonces desapareció la luz y nos rodearon las tinieblas. Nos arrodillamos y rezamos el himno: “Ven Creador Espíritu” y rezamos el Salmo 129: “Desde lo hondo clamo a Ti Señor” y rezamos la jaculatoria: “María Auxiliadora, rogad por nosotros”. Y apareció un letrero que decía: La Congregación Salesiana cómo tiene el peligro de llegar a ser. Entonces volvió a aparecer el personaje pero con aspecto triste y como quien está a punto de comenzar a llorar. El manto, antes tan hermoso ahora estaba desteñido y destrozado. En el sitio donde antes había estado cada diamante, había ahora un gran roto, y la polilla destruyendo la tela. ‐

Donde antes decía: “FE”, ahora decía: “SUEÑO Y PEREZA”.



Donde antes decía: “ESPERANZA”, ahora se leía: BURLA Y DESPRECIO.



En el sitio donde antiguamente estaba escrito: CARIDAD, se veían ahora estás palabras: NEGLIGENCIA EN LA ORACIÓN. BUSCAN SUS PROPIOS INTERESES Y NO LOS INTERESES DE JESUCRISTO.



En vez de TEMPLANZA, se leían ahora: GULA: SU DIOS ES SU VIENTRE.



Donde antes se leía TRABAJO, ahora se leía: SUEÑO, PERDER EL TIEMPO, QUITAR LO AJENO.



En el sitio donde antes había el diamante llamado OBEDIENCIA, ahora solamente había un gran rasgón.



El en vez del diamante llamado CASTIDAD ahora había un letrero con estas palabras: CONCUPISCENCIA, EXCESO DE LOS OJOS, SOBERBIA DE LA VIDA.



El diamante de la POBREZA había sido reemplazado por estas palabras: PEREZA EN EL LECHO, EXCESO EN BEBER Y COMER, LUJO EN LOS VESTIDOS, AMONTONAR DINERO.



Donde antes se leía PREMIO, ahora estaba escrito: NUESTRA RECOMPENSA SERÁN SOLAMENTE LAS COSAS DE LAS TIERRAS.



En el sitio donde había estado la palabra MORTIFICACIÓN, ahora no había nada, solo un gran rasgón.

Al ver esto el Padre Lasagna cayó desmayado y el Padre Cagliero se puso muy pálido y exclamo: – ¿Posible que hayamos llegado a un extremo tan espantoso? En ese momento se apareció un jovencito vestido de túnica blanca bordada con plata y oro y nos dijo: – Siervos e instrumentos de Dios Omnipotente: lo que acaban de ver y oír es un aviso del Cielo para meditarlo y para enseñarlo a los demás. Que se hable mucho de esto en la predicación. No se cansen de predicar acerca de estos temas, pero que su predicación vaya acompañada de la luz de su buen ejemplo de vida. Que la meditación sea muchas veces acerca de lo importante que es cumplir los Reglamentos y los propios deberes de cada uno. Si así se hace, no faltara auxilio del Todopoderoso, y la comunidad será la admiración del mundo y de los ángeles, y la gloria de la comunidad será la gloria de Dios. Y se repetirán aquellas frases del Salmo: “Es el Señor el que ha hecho esto y estamos alegres. No a nosotros Señor, no a nosotros sino a tu nombre sea dada la Gloria”.

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Hay que ser prudentes en la aceptación de los novicios: ponerles pruebas fuertes; sólo aceptar a los buenos. Despedir a los inconstantes, ligeros y volubles. Al oír estás palabras me desperté e inmediatamente me levanté y escribí todos estos mensajes para que no se me fueran a olvidar. Y quedé convencido de que Nuestro Señor tiene una gran misericordia hacia nosotros y que nuestra comunidad es muy bendecida por el Cielo, pero que Dios quiere que le cooperemos debidamente. Los males que aparecieron en reemplazo de los diamantes nos amenazan y son peligrosos, pero los podremos alejar si se predica mucho acerca de esto y si cada uno se esfuerza por practicar lo contrario a cada vicio. Nos esperan muchas espinas, pero también muchos consuelos y grandes triunfos. “Oh María Auxiliadora de los Cristianos, rogad por nosotros”. Ojalá que ninguno de nosotros se deje robar algunos de esos diamantes.

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