RESUMEN DE PONENCIAS

ÍNDICE

Madrid, 5 y 6 de noviembre de 2013

CONFERENCIA INAUGURAL.

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Las nuevas formas de violencia contra la mujer. Una revisión. Rebeca Grynspan. Secretaria General Adjunta de las Naciones Unidas.

I BLOQUE: “¿NUEVAS CULTURAS, NUEVA VIOLENCIA?”.

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Mesa Redonda: La sociedad del siglo XXI en la encrucijada. ¿Qué entendemos hoy por violencia de género? Blanca Hernández Oliver. Delegada del Gobierno de España para la Violencia de Género. Marcela Suazo. Directora del Fondo de Desarrollo de las Naciones Unidas para Latinoamérica y Caribe, ex Ministra del Instituto de la Mujer de Honduras. Randa Sayegh Hamati. Profesora de Civilización y Cultura Árabe. Presidenta de la Unión de Mujeres Hispanoárabes.

II BLOQUE: “MENORES Y VIOLENCIA DE GÉNERO, UN FENÓMENO EMERGENTE”. Conferencia Introductoria: Más allá de la infancia, las secuelas de la violencia de género. Celso Arango López. Jefe del Servicio de Psiquiatría del Niño y Adolescente. Departamento de Psiquiatría. Hospital General Universitario Gregorio Marañón de la Comunidad de Madrid.

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Madrid, 5 y 6 de noviembre de 2013

Mesa Redonda: Las tecnologías y otras claves en la prevención de la violencia de género contra los menores y su protección jurídica. María Teresa San Segundo Manuel. Profesora de Derecho Civil. Universidad Nacional de Educación a Distancia. Manuel Alcaide Alcaide. Inspector Jefe. Servicio de Atención a la Mujer. Cuerpo Nacional de Policía. Ministerio del Interior. Pepa Horno Goicoechea. Psicóloga y consultora experta en infancia, afectividad y protección. Autora de varios libros, entre ellos “La víctima no es culpable” y “Amor y violencia”. III BLOQUE: “DESAFÍOS PENDIENTES EN LA LUCHA CONTRA LA VIOLENCIA DE GÉNERO”. Mesa Redonda: A viejos problemas, nuevas soluciones. “Retos en la protección judicial de las víctimas”. Gema Gallego Sánchez. Magistrada, Vocal del Observatorio contra la Violencia Doméstica y de Género y de la Comisión de Igualdad del Consejo General del Poder Judicial. “Advocacy en materia de violencia de género”. Viviana Waisman. Directora Ejecutiva y co-fundadora de la Organización Internacional de Derechos Humanos Women’s Link Worldwide. “Hombres y violencia de género”. Luis Bonino Méndez. Psiquiatra y psicoterapeuta. Miembro del Observatorio Estatal de Violencia sobre la Mujer. Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad.

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Rebeca Grynspan. Secretaria General Adjunta de las Naciones Unidas.

INTRODUCCIÓN Nos encontramos ante un asunto importante, a veces relegado como asunto de las mujeres y no como lo que es, un tema fundamental de la sociedad. El carácter de este siglo se definirá por cómo resolvamos el tema de la igualdad de género y el respeto a los derechos humanos de las mujeres. La pregunta no es trivial y la respuesta no es obvia. En este tema hay que reconocer el papel de liderazgo que la sociedad española, a través de sus diferentes gobiernos, ha ejercido en la lucha contra la violencia de género. Basta con reconocer la aprobación por unanimidad de la Ley Integral contra la Violencia de Género y su desarrollo y medidas posteriores, ejemplo al que han mirado muchos países de Europa y América Latina para ajustar sus legislaciones, y la lucha contra la trata de mujeres y seres humanos con fines de explotación sexual. También hay que señalar el esfuerzo de la cooperación española en situar este tema en el centro de la agenda de desarrollo internacional a través de su contribución al Fondo de las Naciones Unidas administrado por ONU Mujeres para poner fin a la violencia contra la mujer y su aportación al Fondo del Milenio, que desarrollamos conjuntamente con el resto del sistema de Naciones Unidas, desde donde se han apoyado numerosos proyectos y esfuerzos en todo del mundo en el tema de la violencia, la prevención de conflictos y la construcción de la paz con perspectiva de género, en África, en Latinoamérica y en Asia. Un 74,2% de los 9 millones de participantes en el total de los programas apoyados con este fondo son mujeres y niñas. Trabajamos con los países en encontrar soluciones a los retos globales y nacionales del desarrollo, para construir un futuro mejor. Todos entendemos, por simple aritmética y por una cantidad abrumadora de estudios que así lo evidencian, que un mundo mejor no es posible sin la mitad de la población del mundo: las mujeres y las niñas.

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NUEVAS FORMAS DE VIOLENCIA CONTRA LA MUJER En primer lugar, debemos reconocer los logros, porque debemos convencernos que vivir sin violencia es posible y que todos nosotros podemos ser parte de la solución. Por un lado, las resoluciones internacionales que han sido adoptadas para combatir la violencia contra las mujeres han generado grandes avances en las últimas décadas. Todos conocemos el papel importante que ha jugado la Convención sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación contra la Mujer (CEDAW) en 1979, o el Estatuto de Roma de 1998, que define los crímenes de violencia sexual, como crímenes contra la humanidad o actos constitutivos de genocidio o de tortura. Esto parece obvio hoy, pero no fue siempre así. Tuvimos que sufrir la guerra de los Balcanes para que al fin tipificáramos el delito. No fue así en los juicios de Núremberg ni en el genocidio de Ruanda, entonces el delito contra las mujeres en la guerra no estaba tipificado. También ha habido múltiples resoluciones del Consejo sobre derechos humanos. En este sentido, señalar la resolución 1325 adoptada por el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, de la que se acaba de celebrar el décimo aniversario. Contamos en el mundo con un sólido marco jurídico y un amplio conjunto de medidas para la eliminación y prevención de todas las formas de discriminación y violencia contra las mujeres. En marzo de 2013, en la Comisión de CEDAW, se define el concepto de violencia contra la mujer y se dice que es un acto de violencia por razón de género que tenga o pueda tener como resultado un daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico para las mujeres y niñas, así como las amenazas de tales actos, la coacción o privación de libertad de manera arbitraria, tanto si se produce en la vida pública como en la vida privada. También se reconoce la existencia de nuevas formas de violencia de género. Pero a veces es difícil saber si realmente estamos ante una tendencia diferente a lo anterior, debido al conocido obstáculo de la falta de información que permita cuantificar y dimensionar con rigor estas llamadas nuevas formas o expresiones de criminalidad. Sucede que algunas expresiones de violencia no son nuevas, pero han adquirido mayor visibilidad debido a un mayor activismo de la sociedad civil, mayor cobertura mediática, mayor sensibilidad y conciencia social respecto de sus consecuencias y mayor número de denuncias. Hay que celebrar esta visibilidad, pero todavía hay mucho miedo y silencio.

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Dicho lo anterior, hay elementos que advierten sobre el aumento de la violencia contra las mujeres, no sólo en cuanto a su magnitud, sino también en cuanto a su gravedad y ensañamiento. Es el caso de los asesinatos con motivo de género, de la muerte de las mujeres por el sólo hecho de ser mujeres y que ha dado pie a la tipificación del delito de feminicidio. Hemos tenido que crear un delito especial para la violencia que genera y que produce la muerte de las mujeres por el sólo hecho de ser mujeres, o las nuevas formas asociadas a la trata con fines de explotación sexual o laboral. Las organizaciones de mujeres de México y Guatemala, donde este es un problema especialmente agudo, han identificado un continuo de actos delictivos de desaparición de mujeres jóvenes, tráfico y trata de personas y feminicidio que debe ser mejor estudiado y expuesto. El tráfico ilegal de migrantes es un fenómeno especialmente importante en América Latina, donde las mujeres representan alrededor de la mitad del total de migrantes de la región. En íntima conexión a estos delitos están la tortura, la violencia sexual y la desaparición forzada. Al menos el 80% de las víctimas de trata, explotación sexual y trabajos forzados en América Latina son mujeres. Nuevas formas de violencia son el acoso y la intimidación cibernética o la violencia contra las mujeres políticas que emana de mayores cuotas de participación. Recordar como en Bolivia, a raíz del asesinato de la concejala indígena Juana Quispe y de la investigación al respecto, se aprobó en 2012 un proyecto de ley muy innovador para la región, contra el acoso y la violencia política en razón de género. Por tanto, las viejas y nuevas formas de expresión de la violencia contra las mujeres no se pueden entender si no se consideran los contextos políticos, sociales, económicos, culturales y de otro tipo en que éstas se producen. Hay escenarios, y también sociedades, que de manera particular permiten y toleran el ejercicio de la violencia contra las mujeres, como el conflicto armado, la transnacionalización del crimen organizado y las migraciones ilícitas. La violencia contra las mujeres es un concepto que reúne un conjunto muy heterogéneo de realidades que evidencia diferencias no sólo entre hombres y mujeres, sino también entre las mujeres. Por eso hablo no de la violencia contra la mujer, sino de la violencia contra las mujeres. Las cifras confirman, pese a los avances, que la violencia contra las mujeres es un problema estructural de los más graves a nivel mundial, que traspasa fronteras, culturas, estratos sociales y económicos y que tiene sus raíces en la desigualdad y en las relaciones de poder y dominación que todavía caracterizan a nuestra sociedad.

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Por eso, cuando hablamos de eliminar la violencia de género, también hablamos de equidad y del empoderamiento de las mujeres, porque la raíz está en las relaciones de poder desigual que todavía caracterizan a nuestras sociedades. Razón por la cual todavía en muchas sociedades, más de las que imaginamos, se considera normal esa violencia y parte de un ámbito privado que no requiere intervención pública. Cifras: 600 millones de mujeres viven en países donde la violencia doméstica aún no es considerada delito. La violencia de género mata a tantas mujeres entre los 15 y los 44 años como el cáncer. Los costes que ocasiona la violencia de género en la salud de las mujeres supera a los accidentes de tráfico y la malaria combinados. Es un problema de salud pública. Según datos de la OMS, hasta 7 de cada 10 mujeres ha padecido o padecerá algún tipo de violencia y un 35% de las mujeres experimentarán hechos de violencia física o sexual a lo largo de su vida. En la mayoría de los casos, el agresor es un miembro de la propia familia de la mujer, en general, su pareja. Lo anterior contribuye de manera importante a los problemas de salud mental, a enfermedades de transmisión sexual y embarazos no deseados. A nivel mundial el 38% de las mujeres asesinadas, fueron asesinadas por su pareja, allí donde supuestamente las mujeres y niñas debían estar más seguras es donde se las lastima, en el entorno más cercano, que es su propia casa. La violencia contra las mujeres constituye un obstáculo para reducir la pobreza, provoca severas pérdidas en los ingresos familiares, baja el rendimiento y la productividad laboral, impacta negativamente en la escolarización de las niñas. El rendimiento de niñas y niños que sufren casos de violencia de género contra su madre es menor, sufren abandono escolar y altos índices de repetición de los cursos escolares. Tiene un efecto no menor sobre el gasto en la salud pública: en EE.UU. se ha estimado 4,1 billones de dólares anuales en coste de salud y en productividad, 1,8 billones de pérdidas. En Gran Bretaña la cifra asciende a 440 € por persona, que es el PIB por cápita de algunos países del mundo. Pese a todo, es importante señalar avances significativos en los últimos 15 años, producto del fortalecimiento de la ciudadanía social, de políticas de igualdad y del esfuerzo de organizaciones de mujeres que han visibilizado este sufrimiento y lo han convertido en voz pública, interpelando leyes, modificando códigos, modelando instituciones y nombrando con nuevas palabras nuevos y viejos crímenes, logrando su ingreso sin retorno al escenario de los derechos humanos, a los Tribunales de Justicia y a los medios de comunicación.

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Así, la mayoría de los países de la región latinoamericana, han hecho esfuerzos para diseñar políticas, ampliar programas y servicios de prevención y atención a la violencia de género. De otro lado, ONU Mujeres ha desarrollado un modelo de protocolo de investigación de las mujeres muertas por violencia de género que será publicado y difundido próximamente y que tiene el potencial de ser un instrumento de alto impacto en la lucha contra la impunidad. Delineando algunas áreas prioritarias de acción no debemos centrarnos sólo en el análisis de la problemática y sus efectos, sino también en las maneras solidarias y activas que tenemos en la sociedad para abordar la violencia contra las mujeres, señalando que las mujeres mismas no son parte del problema, sino de la solución. No hablemos de ellas sólo como víctimas, también como actoras, porque son actoras que van a construir una sociedad nueva en el mundo del mañana. En este sentido, existen varias áreas prioritarias de acción: 1. Convertir la violencia contra las mujeres en objetivo central de las agendas públicas y ligar la agenda del desarrollo con la del derecho de las mujeres, primero como un problema de derechos humanos, segundo como un obstáculo para el desarrollo de los países, y por último, porque es un asunto clave para la democracia y la gobernabilidad. 2. Transformar el avance del marco legal en acciones efectivas contra la violencia y a favor del empoderamiento social, político y económico de las mujeres. Hay que fortalecer las instituciones públicas, promover la coordinación interinstitucional, mejorar las capacidades técnicas y tener respuestas diferenciadas que atiendan a la diversidad de las mujeres. 3. La vinculación de la seguridad ciudadana y la equidad de género que tiene como elemento central mejorar el acceso a la justicia y la lucha contra la impunidad. Pero concomitantemente no hay que olvidar los esfuerzos para prevenir, la educación, porque las mujeres a veces somos transmisoras de los patrones de conducta que queremos combatir. Tenemos que educarnos todos en formas sociales que no toleren la violencia. 4. Fortalecer los mecanismos de cooperación internacional porque el tema que nos ocupa transciende las fronteras de un solo país. 5. Mejorar los sistemas de información y análisis, la implementación de encuestas periódicas sobre la prevalencia de los tipos de violencia contra las mujeres y las niñas y el acceso a la información estadística fidedigna y permanente.

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6. El cambio debe instalarse como resultado y responsabilidad de la sociedad en su conjunto. En este sentido, en las campañas de sensibilización se necesita contar con los hombres, que se impliquen en la comprensión y transformación de las relaciones de desigualdad entre los géneros. 7. Mantener activo el apoyo a la agenda de desarrollo del milenio después de 2015, para que la lucha contra la violencia de género también sea uno de los compromisos de la nueva etapa. No habrá desarrollo humano si no resolvemos esta herida abierta contra la dignidad humana y los valores básicos de la sociedad en la que queremos vivir. Se lo debemos, sobre todo, a quienes engrosan las cifras de las muertes, a nuestras hijas e hijos, porque merecen crecer en una cultura de paz. Desde lo individual y lo colectivo, no más violencia contra las mujeres. Si no es ahora, ¿cuándo?

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Blanca Hernández Oliver. Delegada del Gobierno de España para la Violencia de Género.

Desde la Delegación de Gobierno para la Violencia de Género se ha desarrollado un documento que se aprobó el 26 de julio de 2013 en el Consejo de Ministros: la Estrategia Nacional para la Erradicación de la Violencia contra la Mujer. La Estrategia Nacional para la Erradicación de la Violencia contra la Mujer es, en primer lugar, el cumplimiento de una obligación legal. En este sentido, el documento se enmarca en el contexto de la Ley Integral de 2004, que en su artículo 3 habla de la puesta en marcha de un Plan Nacional de Sensibilización y Prevención de la Violencia de Género. La Estrategia pretende servir a esa función del Plan, de organización conjunta de todas las administraciones, agentes e instituciones para trabajar en la misma línea. En segundo lugar, este documento tiene la importancia de incluir la necesidad de recogida de datos, con el objetivo de realizar un diagnóstico de la situación de la violencia contra la mujer en nuestro país y ver a qué problema nos enfrentamos y ante qué “agujeros” nos vemos obligados a trabajar. En tercer lugar, es un documento consensuado con todos los agentes sociales, con todas las Administraciones Públicas y con todas las instituciones que trabajan en este problema.

En qué consiste la Estrategia Nacional La Estrategia Nacional para la Erradicación de la Violencia contra la Mujer es un plan de trabajo a cuatro años vista, que recoge 284 medidas estructuradas en siete ejes de actuación que nos ponen de manifiesto los problemas que los datos nos revelan. Ejes de actuación: 1. La ruptura del silencio cómplice. En este sentido resaltar la importancia de los ámbitos sanitario, escolar, laboral, así como las campañas de sensibilización, educación y sistemas de detección temprana. 2. Asistencia personalizada: atender a la realidad concreta de cada mujer, individualizar la atención. 3. Coordinación interinstitucional, necesaria para poder ser eficaces.

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4. Atención a colectivos especialmente vulnerables: adolescentes, mujeres mayores, mujeres del mundo rural, mujeres inmigrantes y menores. Señalar que desde este año se contemplan en las estadísticas los huérfanos y también los menores víctimas mortales de la violencia de género. 5. Formación y sensibilización de profesionales. 6. Recopilación de datos: España es pionera en la recopilación de datos. Es necesario radiografiar y dar transparencia a los datos para conocer la dimensión del problema. 7. Visibilizar otras formas de violencia contra la mujer que no pueden ser silenciadas: a. Trata de mujeres y niñas con fines de explotación sexual. Este año en nuestro país se han detectado 13.000 potenciales víctimas, mujeres y niñas, que representan el 90% de las víctimas por este motivo, según las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado. b. La mutilación genital femenina: se está desarrollando un protocolo para la detección en el ámbito sanitario, pues es un problema que también aparece en nuestro país. c. Agresiones sexuales. Para cumplir con las 284 medidas, se han destinado 2.558 millones de euros puestos por todas las administraciones. Debemos seguir trabajando, se consiguen resultados. Es necesario concienciar a la sociedad en general.

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Marcela Suazo. Directora del Fondo de Desarrollo de las Naciones Unidas para Latinoamérica y Caribe y ex Ministra del Instituto de la Mujer en Honduras.

“La matan por adúltera”. Este era el mensaje del titular de un diario. La letra pequeña decía que el hombre había dejado abandonada a su mujer con sus hijos hacía 20 años, conformando un nuevo hogar, sin contribuir económicamente con el primero. La mujer decidió rehacer su vida, 20 años después, y fue cuando el hombre acabó con su vida. Esto es un ejemplo de por qué se necesita trabajar con los medios de comunicación que generan opinión pública. Estamos ante un tema que necesita de todas las voces posibles. Decía Michelle Bachelet que el marco jurídico es esencial, pero más importante es poder acercarse y garantizar una institucionalidad de la respuesta estatal a la violencia de género. La respuesta del Estado es una obligación. Históricamente se construyó la concepción del Estado, la legislación, la estructura social y la división de roles y patrones de género. Ya en Grecia se piensa en la democracia, pero se piensa sin las mujeres, sin los esclavos, sin las personas migrantes. Una democracia que era el fundamento del pensamiento democrático y del concepto que conocemos como justicia se originó sin tener en cuenta a la mitad de la población. Las mujeres fueron haciendo esfuerzos para poderse incorporar a los campos prohibidos a través de la historia. Trataron de avanzar en el objetivo, cediendo algunos aspectos para negociaciones posteriores. A pesar de todos estos esfuerzos, la vida del ámbito público sigue hoy en día concebida para los hombres, y la vida del ámbito privado sigue siendo concebida para la mujer. Continua existiendo una diferenciación marcada y tradicional de roles femeninos y masculinos. No se ha hecho el diálogo y la negociación necesaria para la readecuación de los roles y la redefinición de la calidad de la democracia, de la justicia y de cuáles son los roles que juegan hombres y mujeres en la sociedad. Estamos pues ante un escenario histórico que hace de éste un problema estructural. Parece incluso que el marco legislativo y el marco de aplicación de la ley y de los operadores de justicia justifican esos roles tradicionales. Con frecuencia, a una mujer que sufrió violencia de cualquier forma, la primera pregunta que se le hace en la policía o la fiscalía es “¿pero usted qué hizo para esto?”. También se observan los comentarios de la ciudadanía con respecto a una joven violada, relativos a su forma de vida, vestimenta, etc. Parece que tanto judicial como socialmente y en la concepción del proceso social estamos continuamente, no sólo justificando las actuaciones masculinas, sino además, motivándolas, porque estamos mandando intrínsecamente un mensaje a los hombres, jóvenes y mayores, que ese comportamiento social es el comportamiento esperado.

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Las relaciones desiguales de poder que antes se podían fundamentar en quién tenía mayor territorio, siguen hoy estructuradas en quién tiene ese territorio y lo maneja por el poder económico. Aquéllos que tienen el control de los recursos económicos son quienes deciden, quienes tienen la mejor visión, los más escuchados y los que ponen las prioridades para las intervenciones. En el tema que nos ocupa, en relación a los presupuestos que se dedican al tema de mujer, siempre hay que justificarlos y argumentar su necesidad muchas veces más que los relativos a otros temas. De la misma manera que las mujeres tienen que demostrar, justificar, garantizar, y prepararse para ganar espacio en los procesos políticos, para elegir y ser electas. Es necesario hablar de esto, hay que focalizar la atención sobre estos temas para hacer el cambio, para hacer la transformación. Existe una contradicción entre lo que se dice, “la vida de una sola mujer muerta debe ser motivo para todos los esfuerzos del Estado”, y los presupuestos de los organismos que trabajan sobre esto, pues suelen ser los más bajos. Todavía queda camino que recorrer en cuanto a marco legislativo y educativo. Es necesario cambiar todo un proceso social para cambiar la cultura de la violencia.

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Randa Sayegh Hamati. Profesora de Civilización y Cultura Árabe y Presidenta de la Unión de Mujeres Hispano-Árabes (UMHA).

En la exposición de su ponencia, la profesora Randa Sayegh, a través de diferentes casos a los que se ha enfrentado a lo largo de su apoyo a las mujeres de origen árabe, ha puesto en evidencia las dificultades con las que se encuentran las mujeres de estas nacionalidades a la hora de denunciar las situaciones de violencia de género que sufren, especialmente, en esta época de dificultades económicas. Resalta la importancia de la educación, tanto de la que se recibe en las familias como de la que se obtiene en las escuela, a la hora de ser respetuoso y tolerante con las diferencias y con el respeto a los derechos humanos. En este sentido, señala que somos el resultado de las diferentes civilizaciones que están en el origen de nuestro estado actual y que somos la suma de diversas herencias. Y esto debe ser un motivo de enriquecimiento. El contacto con las mujeres de todo mundo, le permite identificar como algo común que se repite en todas ellas el “miedo a hablar”. Resalta el desamparo al que se enfrentan las mujeres migrantes y cómo algunos grupos o asociaciones culturales, bajo el amparo de las dificultades económicas actuales, desarrollan su capacidad de influencia sobre estas mujeres en dificultad, impidiendo que puedan acudir a las asociaciones que trabajan por la libertad de la mujer y por los derechos humanos. Explica que la Unión de Mujeres Hispanoárabes funciona como red social con asociaciones en distintos países (Túnez, Marruecos, Argelia, Jordania y en Latinoamérica) con el objetivo de solucionar problemas concretos, a los que no se da publicidad, que surgen en las vidas de las mujeres, como ejemplo, casos de chicas que han nacido en España, segundas generaciones de migrantes, que sin embargo viven la fuerza de la cultura y de la familia y que en ocasiones se enfrentan con grandes dificultades en la defensa de sus derechos. En muchos casos, las mujeres de origen árabe residentes en España no quieren denunciar estas situaciones porque su denuncia implica de alguna manera la denuncia de toda la cultura. En este sentido, también resalta que son las diferentes interpretaciones que se hacen del Islam y del Corán las que llevan a las sociedades a un trato desigual entre hombres y mujeres, pues ella entiende que, en su origen, la religión islámica defiende los derechos de la mujer. Además, alerta sobre cómo se está produciendo en el momento actual una involución en la situación de las mujeres en el mundo árabe, tras haber pasado por periodos en los que se han conseguido algunos avances en la situación de la mujer. En esta línea señala cómo España es uno de los países que se encuentran a la cabeza en la lucha por la igualdad y la erradicación de la violencia de género, y que es un tema sobre el que hay que seguir trabajando.

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Celso Arango López. Jefe del Servicio de Psiquiatría del Niño y Adolescente del Hospital General Universitario Gregorio Marañón de Madrid.

Los niños son muchas veces los grandes olvidados. En esta conferencia vamos a abordar y dar unas pinceladas al tema de los menores y la violencia.

INTRODUCCIÓN Incluso cuando nos remitimos a los cuentos tradicionales, muchos de sus protagonistas son niños y niñas maltratadas. Es difícil escapar temporal y contextualmente de la violencia hacia los niños y niñas. Hasta el 20 de noviembre de 1959 no se aprueban los Derechos de la Infancia. Uno de ellos, muy importante, es el derecho a ser protegido contra la crueldad, abandono y explotación. A lo largo de esta conferencia veremos que no se cumple. Y no sólo no se cumple en países remotos, tampoco en países de nuestro entorno cercano, como así lo ponen de manifiesto noticias publicadas en los últimos meses en relación a estos temas.

EPIDEMIOLOGÍA No sabemos el número de menores que sufren maltrato. Al final lo que conocemos es la punta del iceberg. Sólo conocemos una minoría, la que nos llega a través de los servicios sociales y el sistema judicial. Entre los países que cuentan con estudios, contamos con los datos que nos facilita el Reino Unido, donde: Existe una prevalencia de un 6% de menores de edad que han sufrido maltrato en el último año. A lo largo de toda la vida, desde el nacimiento hasta los 17 años, ese porcentaje aumenta hasta el 23%. El maltrato grave, con repercusiones funcionales, aparece en un 14,3% de menores entre los 0 a 17 años. Por debajo de los 11 años se detecta un 6% de maltrato. Hasta los 18 años, un 18,6% de casos de maltrato. Abuso sexual, un 1,2% de los menores de 11 años y un 16% de los menores de 17 años. Exposición a violencia doméstica, un 12% de menores por debajo de 11 años y un 17% por debajo de los 17 años.

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Mortalidad: sobre todo en los primeros años de vida. Según aumenta la edad del menor disminuyen las probabilidades de muerte, pero aumentan las posibilidades de desarrollar un trastorno psiquiátrico en el futuro. Los que maltratan están en la familia, los padres en un 22% y las madres en un 24%. Se produce en cualquier estrato social: 22% en familias de nivel socioeconómico medio, 25% en familias de nivel medio-bajo, 16% en nivel media-alto y 22% en familias de nivel socioeconómico alto. El tipo de maltrato que reciben los menores es fundamentalmente maltrato físico, seguido de negligencia, maltrato psicológico y por último maltrato sexual, sobre todo en niñas y chicas adolescentes.

FACTORES DE RIESGO El riesgo de que un menor tenga más posibilidades de ser abusado y maltratado depende de varios factores: De la familia: la violencia de género debe hacernos sospechar que no hay sólo maltrato hacia la mujer, sino que los menores pueden estar sufriendo maltrato. Otros factores: la comunidad, falta de legislación y protección en determinados contextos socioculturales. Factores que dependen del niño: niños vulnerables, que nacen con problemas físicos, psíquicos, niños prematuros, no deseados. Esta violencia hacia los niños tiene un coste: la concepción que tiene el niño del mundo y cómo se relaciona con los demás, el desarrollo de patología, de desconfianza, ansiedad, van a estar determinados por estas experiencias y también va a tener costes en aquellos que van a vivir con la violencia a lo largo de su vida. Pero también tiene costes económicos. En este sentido, en EE.UU el maltrato a menores supone un gasto de 124.000 millones de dólares, más de lo que cuesta la diabetes o el tratamiento de las enfermedades oncológicas en este mismo país. Un coste asociado no sólo a las muertes, sino a toda las discapacidad y cronicidad que producen los malos tratos a edades tempranas.

TIPOS DE VIOLENCIA CONTRA LOS NIÑOS Violencia estructural: uno de cada seis niños en el mundo entre 5 y 14 años trabaja. Este porcentaje llega hasta el 25% en muchos países de África. Hay países donde el 86% de las niñas están casadas por debajo de los 20 años, y hasta el 40% por debajo de los 15 años. Hay aproximadamente unos 300.000 niños envueltos y luchando en guerras en todo el mundo.

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Violencia entre pares: hasta un 21% han sido aislados y/o humillados delante de sus compañeros. Se ha producido un aumento de situaciones de acoso con el uso de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación. Violencia criminal. Violencia intrafamiliar: tiene que ver con modelos de aprendizaje y de roles. Violencia de los adultos que pasa a los niños y que a su vez traspasa de hermanos mayores a hermanos menores y se traslada a compañeros de colegio. La primera forma de violencia de género en la que directamente se agrede al menor es la agresión a la mujer durante el embarazo. Y esto es grave, ya que el embarazo es una de las etapas más cruciales en el desarrollo del sistema nervioso central. En los nueve meses de vida intrauterina se produce el desarrollo del sistema nervioso central y nacemos con un cerebro que está casi en un 50% configurado. Las infecciones víricas, el estrés psicológico, las agresiones físicas directas durante el embarazo y la faltan de cuidados que reciba una mujer en este periodo son fundamentales para el riesgo de desarrollar patología psiquiátrica.

EFECTOS DE LA VIOLENCIA EN LOS NIÑOS A corto plazo, daños físicos: traumatismos, moratones, fracturas, quemaduras. Todos ellos signos evidentes en las urgencias de pediatría. Efectos psíquicos: tristeza y depresión, bajo rendimiento escolar, aislamiento, nerviosismo, problemas de atención, inseguridad, problemas de autoestima, de disciplina, absentismo escolar. A largo plazo: trastornos de conducta, estrés postraumático, depresión, intento de suicidio, probabilidad de consumo de alcohol y abuso de sustancias. Quince, veinte y hasta treinta años más tarde este tipo de problemas aparecen en una proporción mucho más alta que en el resto de la población general. Los daños en edades más tempranas son los que tienen más repercusión en el desarrollo normal o anormal, y esto se explica porque el sistema nervioso central, a los 7/9 años, ya está configurado en su mayor parte. Hay ventanas para aprender cosas, para la interacción social, para el vínculo, para el desarrollo de habilidades motoras, y hay etapas de máximo aprendizaje que son muy tempranas: entre el nacimiento y los 48 meses. Si perdemos esas ventanas, si los niños no tienen interacciones ni vínculos saludables, eso es algo que lamentablemente no se va a poder recuperar.

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Los niños tienen dificultad para explicar los abusos y malos tratos. Para tratar de entender cómo se produce la concatenación con la patología tenemos que entender las emociones internas intensas de temor, culpa, tristeza y vergüenza. Los niños que pasan por estas experiencias interpretan la realidad de una forma en la que hay negación, disociación, amnesia, bloqueos emocionales y aparecen diversos tipos de trastornos vinculados a estas emociones y experiencias tempranas. Pero estos trastornos no aparecen en todos los niños, porque hay unos factores moduladores. Es ahí donde se puede intervenir para no sólo disminuir los factores de riesgo, sino para aumentar los factores protectores o factores de resiliencia. Los factores moduladores tienen que ver con la edad (peor a edades más tempranas), gravedad, frecuencia y duración de la relación con el abusador, el tipo de abuso, factores relacionantes familiares y factores de protección que son característicos del niño: el temperamento con el que nace y que muchas veces es diferente entre los hermanos; las habilidades cognitivas, el cociente intelectual, las formas de intentar explicar qué es lo que está pasando y buscar intelectualmente explicaciones a lo que sucede; la capacidad para mantener y establecer relaciones positivas con los pares. A veces son los amigos los grandes confidentes y son los únicos que saben lo que está pasando. Estrategias de regulación emocional, visión positiva de sí mismos, sensación de que la vida tiene un sentido.

RELACIÓN ENTRE VIOLENCIA EN LA INFANCIA Y ENFERMEDAD MENTAL Aumenta el riesgo y la gravedad de trastornos mentales, trastornos esquizofrénicos y trastornos de personalidad. Ambos tipos de trastornos aparecen a edades más tempranas y tienen peor pronóstico y responden peor al tratamiento. También se produce relación entre violencia en la infancia y problemas de absentismo escolar, problemas de agresividad y problemas de ansiedad, inseguridad, fobia social. Varios estudios de la Organización Mundial de la Salud demuestran que esto es así de forma diferente para distintos trastornos psiquiátricos, siendo el riesgo diferente para cada uno de ellos. Si no existiese el abuso sexual en la infancia, ¿qué porcentaje de la depresión en la sociedad actual en niñas y niños, del trastorno de estrés postraumático, de intentos de suicidio y trastornos de pánico desaparecería? En niñas, un 8% menos de depresiones y abuso del alcohol, un 33% menos de estrés postraumático, un 11% menos de intentos de suicidio y un 13% menos de trastornos de pánico.

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Cifras que son realmente importantes, porque hay factores genéticos con los que no podemos hacer nada y otros que sí, que son modificables mediante políticas sociales y sanitarias. El abuso sexual multiplica por cuatro el riesgo de que haya esquizofrenia, pero la violencia de género aumenta por dos este riesgo. Se ha relacionado esa violencia familiar con otras patologías como el trastorno bipolar, la depresión, trastorno de personalidad, consumo de alcohol y tóxicos y suicidio. Además, aumenta el riesgo de personas con problemas de impulsividad y agresividad en la vida adulta. Otros riesgos físicos en la edad adulta son patologías como alergias, asma, bronquitis, problemas circulatorios, hipertensión arterial, problemas cardiológicos, úlceras.

¿Y qué podemos hacer? Desarrollar programas de intervención familiar cuando se han detectado determinadas enfermedades y situaciones de riesgo. Intervención encaminada a explicar a los padres las posibles consecuencias de algunos de sus actos. Conocemos factores de riesgo, consumo de sustancias, enfermedad mental grave, violencia doméstica. Disminuyendo estos factores haremos que disminuya la violencia contra los menores. La detección precoz es importante. Escuchar a los niños es esencial. Cuesta mucho hablar de estas cosas, pero no hay cosa peor que decirlo y que no te escuchen. Actuar con la sospecha, siempre con sentido común y sensibilidad. Los niños se lo dicen a un familiar en un 68% de las veces, y a un amigo en un 43%. Importante desculpabilizar. Incrementar la sensibilización social hacia el maltrato, reducir la violencia de género entre los padres, formación de los profesionales en contacto con los niños: profesores, pediatras, servicios sociales. Crear entornos seguros que permitan la denuncia, evitar la revictimización, seguimiento de casos con antecedentes de maltrato para prevención de desarrollo de patología mental. Evitar la fragmentación de servicios: sistema judicial, sistemas educativos, servicios sociales, sistema sanitario. Compartir la información, hablar el mismo lenguaje. Fomentar todas las iniciativas de coordinación.

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CONCLUSIONES

La violencia hacia los niños es un hecho frecuente, más de lo que pensamos, sobre todo en el entorno familiar. La violencia de género afecta a la infancia y aumenta el riesgo de abuso y trauma en los niños. Se asocia un riesgo de patología psiquiátrica, enfermedades médicas y mortalidad precoz. No todos los niños sometidos a situaciones de abuso desarrollan secuelas a largo plazo, sino que existen factores de protección y resiliencia sobre los que tenemos que trabajar. Es importante reflexionar sobre lo que cada uno, desde su ámbito de intervención, puede hacer para resolver este problema.

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María Teresa San Segundo Manuel. Profesora de Derecho Civil de la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED).

Un menor cuya madre es víctima de violencia de género es siempre víctima directa de los daños que recibe sobre sí mismo y sobre los que está recibiendo su madre. Los menores pueden ser receptores de la violencia en su familia, pero también podemos contemplarlos como agresores. Los menores como agresores o víctimas: ¿Qué está pasando? ¿Por qué nos planteamos que hay machismo? ¿Hay más machismo hoy en día que antes? La infancia y la juventud constituyen unas etapas cruciales en la formación personal, en la construcción de la personalidad, de la identidad y del sentimiento del propio valor. Por tanto es muy importante que cimentemos bien esta identidad con unos valores de igualdad, de autonomía personal, de no lesionar sus expectativas como sujetos. Tenemos que ver en qué ámbito se desenvuelve la juventud, qué patrones culturales estamos transmitiendo para poder entender que haya violencia, incluso más violencia que hace 20 años, pero menos que hace 50. ¿Por qué está pasando todo esto? ¿Cómo trasmitimos estos valores? Fundamentalmente trasmitimos los valores de dos formas: 1. A través de la endoculturación: un proceso en el que de una generación a otra se va transmitiendo a los niños y adolescentes la cultura, el ideario, las formas, a través del lenguaje, de los cuentos, las leyendas, las costumbres. 2. A través de la educación: es un método más sistematizado de transmitir estas premisas culturales.

El papel de la familia y de la escuela durante la infancia, y de los pares en la adolescencia, son fundamentales en el proceso de socialización de los menores. Pero también son un medio de socialización e influencia los medios audiovisuales (internet, televisión, video juegos…). Y tienen una gran influencia, porque la tecnología audiovisual produce un impacto emocional mucho mayor. Despierta la empatía y es fácil de compartir. Además, el hecho de considerarse un entretenimiento nos hace más vulnerables a su influencia, ya que la capacidad de reflexión y crítica hacia sus contenidos no entran en funcionamiento. En este sentido es importante la labor de los medios de comunicación y enseñar a nuestros niños y jóvenes a ver de forma crítica, a que abran los ojos y miren de otra manera.

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Se habla ahora de unos tipos clásicos de violencia frente a nuevas formas de violencia. Pero fundamentalmente lo que es nuevo son las formas de control y acoso a través de las nuevas tecnologías. El fondo de la violencia es el mismo, pero es cierto que las nuevas tecnologías ofrecen unas posibilidades tremendas de control. También hay un cambio en los modos de relación. Bajo el paradigma de la igualdad en el que los chicos y chicas de ahora creen estar inmersos, las jóvenes están desprevenidas ante la violencia de género. La consideran una cuestión ajena a ellas y eso las hace especialmente vulnerables, pues ellas no se consideran distintas a los varones, pero los varones sí las consideran distintas. Nos tenemos que cuestionar por qué sigue habiendo machismo sino si realmente hemos hecho algo para que deje de haberlo. En este sentido, hay un fuerte rechazo social a la violencia, pero sólo a la violencia extrema, a la que produce graves lesiones y muerte. Pero existe una gran tolerancia a la violencia de baja intensidad, tanto entre adultos como entre jóvenes. Las jóvenes consideran que la igualdad es algo consolidado, piensan que no es un tema que les afecte, es un problema de sus madres, de mujeres mayores, pero no de ellas. Eso impide que puedan detectar las primeras manifestaciones de violencia, que no son agresiones físicas. A esto se añade la convivencia de diferentes culturas en las aulas y en la sociedad. Existe un intercambio cultural bidireccional y, en este sentido, hay que decir que conviven en nuestra sociedad actual otros modelos procedentes de otras culturas más machistas y con roles más tradicionales donde se permite el control de todo, del vestir, del vivir y del pensar. Por otro lado, tenemos que ver si la enseñanza es sexista o si estamos trabajando realmente por la igualdad. Tenemos que dar referentes en el curriculum escolar. Continuamos con los mismos mitos y tópicos de amor y desigualdad en el reparto de tareas, que se mantienen en la escuela, en las familias y en la sociedad en general. La juventud habla del amor verdadero, del amor inmutable, romántico, de la entrega total. Se ve la entrega como algo incondicional y eso lleva al control y a la sumisión. Se entienden los celos como una parte del amor y no como falta de confianza o instrumento de control y dominio por parte del otro. Los celos implican un miedo a ser dejados, miedo a que encuentren una persona mejor, miedo a perder el objeto amado. Las reacciones ante la violencia son diferentes entre mujeres y hombres. Las mujeres reaccionan con miedo, impotencia, lo que provoca tristeza, indefensión e inmovilización, esto es, una cierta parálisis. Los hombres, por el contrario, suelen responder con ira, rabia, lucha y acción. Tienen una postura más activa. Se tiene que hacer una reflexión sobre los modelos que transmitimos, también en los contenidos de canciones, películas, juguetes.

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La perfección femenina está definida por el atractivo sexual. Hay una hipersexualización de las niñas. Desde muy pequeñas se les está marcando con la ropa y la moda. El atractivo sexual se convierte en el principal pasaporte hacia el éxito. Se diseñan muñecas que definen estos patrones. El mensaje dirigido a las jóvenes tiene que ver siempre con la idea de transformación, de cambio físico. Las mujeres nunca estamos en nuestro punto, siempre somos demasiado: demasiado listas, demasiado tontas, demasiado guapas, demasiado flacas… Siempre hay algo que cambiar. Esta carga es tan brutal que hace que no podamos aceptarnos como somos. Tenemos que adaptar nuestro cuerpo a patrones imposibles. Pero no debemos olvidar que somos seres únicos, irrepetibles. Esa es nuestra grandeza, nuestra singularidad. Si se acepta esta singularidad se acepta el respeto por los demás y por nosotros mismos. La educación debe ir encaminada a favorecer el desarrollo del potencial de cada uno y a desarrollar nuevos modelos de masculinidad y feminidad que nos potencie como seres humanos.

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Martes, 5 de noviembre/p.21

Manuel Alcaide Alcaide. Inspector Jefe y Jefe de la Sección del Servicio de Atención a la Mujer del Cuerpo Nacional de Policía.

La Policía Nacional está desplegada en las zonas urbanas, donde se cometen la mayoría del número de delitos. En la Comunidad de Madrid abarca el 70% de delitos, aunque sólo tenga presencia en el 15% de territorio. La atención a la violencia de género desde las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado se produce de la siguiente manera: Protección y seguridad: parte uniformada de seguridad ciudadana. Policía judicial: oficinas de atención donde los ciudadanos denuncian cualquier tipo de delito, entre ellos los delitos de violencia de género. Se resuelven en ese mismo lugar o pueden pasar a los grupos de policía judicial. En las localidades más pequeñas estos grupos son multidisciplinares. En las localidades grandes, existen grupos especializados de atención a la familia, que en las capitales de provincia, como es el caso de Madrid, se dividen en grupos de menores y servicios de atención la mujer. Por parte de la seguridad ciudadana están los conocidos “Zeta”, Grupos de Atención al Ciudadano. Cuando se llama al 091 y/o al 112 son los grupos que acuden e intervienen en primer momento. Además, hay unas Unidades de Prevención, Asistencia y Protección a la Víctima (UPAP), que realizan el seguimiento de las víctimas en riesgo, dando protección y acompañamiento a juicios cuando así se decide judicialmente. Por otro lado hay unas unidades de participación ciudadana que crean programas, entre ellos está la Policía Escuela, que interviene en el área de prevención con charlas en los centros escolares y también cuenta con “policía enlace”, que reciben información por parte de los centros escolares. Todo se encuentra coordinado por una unidad que se encuentra en la dirección adjunta operativa, que es el área de seguimiento de la violencia doméstica que incluye violencia de género y violencia doméstica. Ante un hecho delictivo de estas características, el recorrido sería el siguiente: Se recibe la llamada en el 091 y/o 112, acude policía uniformada que acompaña a la oficina de denuncia. También la persona puede ir directamente a la oficina de denuncia.

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Se inicia la investigación básica por parte de los grupos de policía judicial o especializada por parte del Servicio de Atención a la Mujer (SAM). Protección por parte de las UPAP.

La estructura organizativa en Madrid capital en materia de la atención en violencia de género y doméstica es a través de las comisarías de distrito, donde se encuentran las oficinas de atención al ciudadano y las UPAP. Desde el SAM se atiende: Delitos contra la libertad sexual (centralizados en el SAM para localizar a agresores en serie, cuando se trata de agresores desconocidos por parte de la víctima). Sustracción menores en el ámbito de la violencia de género. Casos de extrema gravedad: agresores que se dan a la fuga y agresiones cometidas por agresores con profesiones con armas (funcionarios de las Fuerzas y Cuerpo de Seguridad del Estado). Cuando las partes implicadas tienen una imagen social.

Elementos de debate 1. La expansión ilimitada de las nuevas tecnologías: reconociendo el aporte positivo del desarrollo y uso de las TIC, hay que tener en cuenta el efecto que el mal uso de las mismas, en los aspectos de control de contenidos, anonimato e hiperconectividad (redes sociales, mensajería instantánea) generan. Los adolescentes son nativos digitales, pero en ocasiones desconocen los riesgos de las TIC. Se observa un aumento en la incidencia de delitos relacionados con las TIC (acoso, injurias, amenazas, intento control, etc.). 2. Modelaje por aprendizaje: la mayoría de las conductas que se observan se pueden llegar a repetir. La ficción en el cine y la televisión para adolescentes incluye múltiples conductas de violencia de género, hipersexualización y utilización de la mujer como objeto. Conductas admitidas por los adolescentes y repetidas en ocasiones. El cine y la televisión tienen una parte de interés lucrativo y la policía poco puede hacer en el control de contenidos. 3. El tema de las diferentes edades legales: se quiere cambiar la edad legal de consentimiento de relaciones sexuales de 13 a 16 años, la edad para el matrimonio de 14 a 16 años, sin embargo la edad de responsabilidad penal está estipulada en los 14 años. Todo esto crea una serie de conflictos y habría que ver qué influencia tiene en la violencia de género entre los jóvenes.

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4. Tema del quebrantamiento de las medidas de alejamiento cuando hay consentimiento por parte de la víctima. Este consentimiento se produce con más frecuencia entre adolescentes y en el ámbito de la intervención policial genera mucho conflicto. 5. Concepto legal de la violencia de género y la dispersión de la competencia judicial. De la violencia de género conocen los juzgados de violencia sobre la mujer del domicilio de la víctima, cuando es un quebrantamiento conoce el juzgado de instrucción del lugar donde se comete el quebrantamiento, cuando es sobre menores instruye el juzgado de violencia de la mujer del domicilio de la víctima y cuando es entre menores instruye la fiscalía de menores. La especialidad de los juzgados de violencia sobre la mujer no se da plenamente. 6. El patrón de relaciones entre adolescentes ha cambiado. Las relaciones tienen en ocasiones carácter esporádico, son menos estables, siendo a veces difícil establecer el vínculo en las relaciones entre los jóvenes, lo que hace que a veces las estadísticas aparezcan distorsionadas.

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Pepa Horno Goicoechea. Psicóloga y consultora experta en infancia, afectividad y protección.

La violencia de género es primero violencia, y después de género. Hay que dar un paso atrás y reflexionar si estamos educando a niños y niñas para ser víctimas de violencia. En este sentido, más allá de los mensajes sexistas que se han analizado en ponencias anteriores debemos reflexionar no sólo sobre la educación en desigualdad, sino sobre otros mensajes educativos en los que estamos criando a los niños/as y que legitiman la violencia como pauta de relación.

CLAVES EMOCIONALES DE LA EDUCACIÓN Para trabajar con los niños y niñas es clave tener en cuenta cuatro elementos: 1. Devolverles el protagonismo sobre su propia vida. En este sentido, hay que resaltar, por un lado, que no tenemos información sobre el número de víctimas menores de edad de cualquier forma de violencia, no sólo de violencia de género. No están contabilizadas. No existen, y así difícilmente podemos intervenir. Por otra parte, hay que ver la capacidad o posibilidad que tienen sobre el procedimiento legal que les atañe cuando son víctimas de violencia de género. Teóricamente, los niños son sujetos de derechos. En la práctica no se está escuchando a los menores, no se tiene en cuenta su opinión. Y cuando se les escucha, las condiciones en que se practica esa escucha son cuestionables. 2. Legitimar el conocimiento vivencial. Los niños y niñas no utilizan la inteligencia analítica-sintética (capacidad de razonar, de pensar, de memorizar) hasta muy tarde en su desarrollo, pero sí tienen la inteligencia somato-sensorial en los primeros años de la vida, que les permite reconocer corporalmente y vivencialmente la violencia que están viviendo. Si no enseñamos a los niños/as a reconocer la violencia de una forma vivencial y corporal, no estaremos dando estrategias de prevención reales y eficaces. No se trata de darles argumentos racionales, sino de enseñar a legitimar el propio cuerpo, reconocer las señales de alarma que el propio cuerpo da. Hay que bajar el trabajo de prevención de la cabeza al cuerpo. Introducir el trabajo corporal en la intervención que se hace con niños y niñas.

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3. Introducir la quietud en la vivencia de la violencia. Uno de los elementos esenciales que define el maltrato y la violencia es el terror. Todas las víctimas de violencia y, sobre todos las víctimas de maltrato, hablan del terror como algo que domina su vida desde que se levantan hasta que se acuestan. El terror presume, dirige y preside la vida de los niños y niñas víctimas de maltrato y, específicamente, de los niños y niñas víctimas de violencia de género. 4. Unir el amor al cuidado, cuidado como alternativa a la violencia. Hay algunos mensajes clave que hay que trabajar específicamente con los niños/as en prevención: La diferencia entre vínculo y dependencia. Cómo transmitimos y educamos el concepto de vínculo afectivo y el cuidado unido al control. Se transmite el cuidado unido al control mucho antes del inicio de las relaciones sexuales. La violencia es una cuestión de poder, no una cuestión de sexo, ni física. Es una cuestión del manejo de poder en las relaciones interpersonales. Esto es un elemento esencial porque el amor es una forma de poder. Por eso la violencia está metida en el entorno de las relaciones afectivas más íntimas de las personas. En este sentido, lo primero que hace un hombre cuando quiere agredir a una mujer es enamorarla, lo segundo es aislarla, lo tercero es ridiculizarla, humillarla y anularla y lo cuarto es agredirla física o sexualmente. Hay que trabajar el manejo del poder en las relaciones interpersonales como parte de nuestro trabajo de prevención.

Pero tenemos que plantearnos y reflexionar sobre otro tipo de mensajes que legitiman la violencia que transmitimos en la educación de niños y niñas, que posibilitan la desigualdad, porque sobre ellos caen los mensajes sexistas, para anidar y quedarse.

La falsa creencia de que la violencia pasa en otro lado y los agresores son desconocidos, locos y hombres. En casa no pasa nada, les pasa a los demás. El miedo a lo diferente que legitima la violencia. En la medida en que hombres y mujeres son diferentes, y yo tengo que temer al diferente, se está posibilitando el desencuentro. Frases que pertenecen a la vida diaria de los niños y niñas y que condicionan su educación: o

“Te pego porque te quiero”. Aprendizaje a través del castigo físico y psicológico. Se legitima la violencia en la educación y como forma de resolver los conflictos. Se une la violencia al amor, la autoridad a la violencia.

o

“Obedece y calla”, “Haz lo que te digo”, “Porque lo digo yo”. Mensajes que tienen que ver con el poder.

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Martes, 5 de noviembre/p.26

o

“No hagas, ten cuidado, no salgas”, “Mientras estás conmigo estás a salvo”. Mensajes que tienen que ver con el miedo y el control. El miedo es uno de los grandes motores del mundo, y eso posibilita y legitima la violencia.

o

“Yo sé mejor que tú lo que te conviene”. Decidir por los niños y niñas, dejar poco espacio para el autoconocimiento y para desarrollar la capacidad de ser protagonistas de su propia protección. Ser receptores pasivos de la protección, sin dejar espacio para la propia iniciativa.

o

Transmitimos modelos educativos de buenos y malos, no hay términos medios. Los buenos son los que son como yo. La visión que se transmite con este mensaje deja sin referentes a los niños/as para defenderse de la violencia.

o

“Los celos son una expresión de amor”. Para que un niño y/o niña llegue a una relación como adolescente marcada por la violencia, antes ha recibido toda una serie de mensajes que han hecho posible que se quede quieto ante un mensaje como éste, que les parezca normal.

o

“Defiéndete solo”. El mensaje básico de protección es buscar ayuda. Tenemos que enseñar a niños y niñas y adolescentes a pedir ayuda, localizar referentes de seguridad a los que puedan dirigirse.

o

“Con lo que yo he hecho por ti”. Las relaciones afectivas no deben estar condicionadas por la culpa. Querer por existir, no porque se debe nada. La protección real y el cuidado deben estar encaminados a enseñar autonomía e independencia.

Si para prevenir la violencia tenemos que enseñar a los niños y niñas a decir no después de escuchar frases de este tipo, se produce una contradicción. Pero decir no, ¿a quién? No son mensajes que hablen de la desigualdad. Son mensajes que tienen que ver cómo nos relacionamos afectivamente con las personas que queremos.

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Miércoles, 6 de noviembre/p.27

“RETOS EN LA PROTECCIÓN JUDICIAL DE LAS VÍCTIMAS”.

Gemma Gallego Sánchez. Magistrada. Vocal del Observatorio contra la violencia doméstica y de género y Vocal de la Comisión de la Igualdad del Consejo General del Poder Judicial. El hecho de plantearse la protección judicial de las víctimas de violencia de género como un reto nos hace deducir que conocemos una realidad que queremos mejorar. Somos conscientes de que la mujer víctima de violencia ha sido objeto de indiscutible revictimización, especialmente en el marco genérico de la administración de justicia y, de forma más concreta, en su relación con los diferentes operadores jurídicos que la conforman. La perspectiva internacional de este Congreso exige al menos esbozar cuál ha sido y cuál es el estado de la cuestión en las diferentes regiones del mundo. Sobre este aspecto hay que decir que junto al privilegiado entorno europeo en el que nos movemos, menos afortunado resulta el tratamiento de este tema en algunos países incluso de la comunidad iberoamericana, tan cercanos por historia y cultura, y muy distantes de nuestros parámetros, aquellas regiones del planeta en las que hablar simplemente de igualdad de oportunidades, como mejor arma de lucha contra la violencia hacia la mujer, es realmente depresivo. En este sentido, las noticias recientes de discriminación absoluta en otros países resultan realmente desoladoras: desde dificultades para asistir a los Juegos Olímpicos, pasando por no poder examinarse del carné de conducir en Arabia Saudí, el fomento de las adopciones de niñas en China por ser minusvaloradas en relación al nacimiento de los niños, o noticias de violaciones sistemáticas de jóvenes en la India, ablaciones y mutilaciones genitales. Noticias de este tipo nos hacen entender que la lucha que estamos llevando todos desde hace años, debe continuar siendo una lucha constante y diaria. En estos congresos es fundamental hablar de que ya está reconocido y admitido que la protección judicial de la víctima es una de las formas de erradicar la violencia contra la mujer. Y, si es imposible abordar todo ese panorama del que estamos hablando, no parece que lo sea hacer una aproximación de cuáles son las causas comunes a todas esas sociedades y países. Causas comunes que podríamos denominar problemas estructurales: sea cual sea la sociedad, son problemas estructurales comunes a todos los ámbitos de justicia de los diferentes sistemas legales. Problemas estructurales que se repiten en la práctica totalidad de los países, se generaliza e incide evidentemente de forma negativa y grave en el acceso a la justicia de la mujer víctima de violencia de género. Entre estos problemas estructurales, una primera causa de desprotección es cómo a lo largo del proceso la víctima está siendo sometida a esos repetidos estereotipos discriminatorios y que reflejan un tratamiento inadecuado que queda bien lejos de blindarle la protección y la ayuda que necesita para romper definitivamente el círculo de la violencia.

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Miércoles, 6 de noviembre/p.28

Todos conocemos reiterados pronunciamientos de los órganos mundiales que alertan sobre cómo el derecho de las mujeres a una vida libre de violencia debe incluir el derecho a ser educada libre de toda forma de discriminación y a ser valorada y educada eliminando todo concepto preestablecido de estereotipos masculinos y femeninos. Con esos estereotipos se ha ido encontrando la víctima desde el inicio de su denuncia ante la policía, cuando se ve sometida a interrogatorios capciosos, actitudes machistas, de incredulidad e indiferencia ante sus respuestas. El operador con el que se encuentra no sólo prescinde de empatía, sino que decididamente no cabe imaginar que quien está frente a la mujer se plantee la posibilidad de que su discurso esté tan maltrecho como su persona física e incluso como su dignidad. Y estos estereotipos también los encuentra la víctima al final del proceso judicial. Como jueces, nos hemos sonrojado con algunas resoluciones que ponen fin a ese proceso judicial. Así, encontramos sentencias que han valorado como circunstancias eximentes de la responsabilidad del maltratador cuestiones como la provocación de la víctima, entendiendo que ha sido ella la que ha generado la reacción lógica de ser agredida por parte del varón. Conviene no olvidar que, durante siglos, la única cuestión que preocupaba a los juristas no era la violencia que se infería sobre las mujeres, sino cuál era el grado de maltrato exigible, cuál era la reacción del varón frente a la mujer, porque la religión, o la naturaleza, o la historia, o las tres, habían dado esa superioridad del varón sobre la mujer y que era él el que debía dirigir la relación con esa persona. Si esto ha sido así, también es una causa estructural evidente de esa desprotección judicial de la víctima, la preexistencia del procedimientos judiciales que comienzan con un peregrinar de la víctima por las diferentes instancias. Señalar que esos procedimientos judiciales han sido elaborados por un legislador que tiene asimilados y ha sido educado en esos estereotipos y patrones culturales de discriminación, que parte además de la necesidad de darle unas formas y unos usos a esos procedimientos, que en el momento en que la víctima se enfrenta a ellos son incomprensibles en los términos en que se está desarrollando: complicada tramitación, procedimientos largos que en ocasiones abocan a las víctimas al desestimiento, a la vuelta a la situación que tenía antes de denunciar. A esto se añade la descoordinación en el tratamiento de la víctima ante esos operadores de justicia, que transciende a las instituciones. La víctima tiene que ir peregrinando de un lado a otro, incluso ha sido inducida por algunos operadores a conciliarse o reconciliarse con el agresor, situación que ha visto como la única posibilidad de subsistir volviendo al domicilio del que una vez quiso salir. Así pues tenemos: 1. 2. 3. 4.

Estereotipos discriminatorios. Procedimientos inadecuados. Descoordinación entre operadores e instituciones. Falta de asistencia integral.

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Miércoles, 6 de noviembre/p.29

Todos esos problemas estructurales se dejan apuntados para saber de dónde partimos a la hora de diseñar los retos que tenemos que asumir todos los que trabajamos en justicia para desarrollar un mejor ámbito para la víctima. Cabe preguntarse también, si hemos hablado de los elementos estructurales, cuáles son los elementos coyunturales. En el contexto en el que estamos viviendo debemos preguntarnos cuál va a ser la acogida de los retos que nos podamos plantear. No nos equivocamos al plantear que el Estado ha fracasado en la protección a la víctima y esto es tan evidente como la ineludible necesidad de la protección del escenario general de la justicia. Lo positivo es que nos ha tocado vivir, por primera vez en la historia, una época de reivindicación de la víctima, de su realidad y especialmente de la víctima objeto de violencia, por el mero hecho de ser mujer. Estas palabras tan repetidas, procedentes de la primera definición que se acuñó en la IV Conferencia de Pekín sobre violencia de género, que son traídas reiteradamente a la memoria de todos, hacen que resulte imprescindible citar todos esos hitos en la historia que se han sucedido, que han tenido magnitud internacional y que definitivamente han propiciado ese contexto favorable, incluso obligado, al planteamiento de nuevos retos en el acceso de la mujer a la justicia. Desde finales de los años 70, los principales organismos internacionales (Naciones Unidas, el Consejo de Europa), han propiciado convenciones, recomendaciones y declaraciones que han asentado la conciencia de que para lograr erradicar el problema de la discriminación es fundamental la adecuada protección judicial de las víctimas. Si la violencia ha dejado de ser ya un tema privado de quien la sufre y es un tema público corresponde a los poderes públicos del Estado implicarse en políticas para su erradicación y que éste sea un tema obligado en las agendas políticas. En este sentido, al poder ejecutivo le corresponde el impulso para reformar a través del poder legislativo, mediante las normas penales, las conductas que son merecedoras de sanción y, al mismo tiempo, fomentar su aplicación y la ejecución de todas aquellas sanciones que se imponen para luchar contra esa impunidad secular y cómplice que se va erigiendo como el principal objetivo de la legislación represiva. Las leyes y los jueces son una parte fundamental en la solución del problema. Hemos empezado a ser testigos privilegiados de cómo en los años 80 empiezan a redactarse las primeras leyes de protección de las mujeres desde países y organismos europeos, hasta la 1ª década del siglo XXI. De forma general habrá que abordar la reforma y abolición de todas aquellas prácticas jurídicas que toleren la violencia contra la mujer y, en términos concretos, el reto principal ya no puede ser sólo dejar un catálogo de derechos de la mujer víctima de violencia de género ante los tribunales con la adopción de medidas procesales que salvaguardan su situación frente al maltrato. Es necesario propiciar el conocimiento de quienes están implicados por parte de los diferentes operadores jurídicos que han de desarrollar sus derechos. Resulta imprescindible capacitar y dotar de especialización en el tratamiento de la violencia de género al personal que esté con la víctima, formación que debe incluir los principios de igualdad y de género.

III BLOQUE: DESAFIOS PENDIENTES EN LA LUCHA CONTRA LA VIOLENCIA DE GÉNERO Mesa Redonda: "A viejos problemas, nuevas soluciones"

Miércoles, 6 de noviembre/p.30

Además es necesario que la víctima tenga derecho al resarcimiento, a la reparación en todos los daños de los que ha sido víctima. Los retos están identificados. La lucha debe mantenerse constante y diariamente, porque sólo así podrá erradicarse la violencia contra las mujeres.

III BLOQUE: DESAFIOS PENDIENTES EN LA LUCHA CONTRA LA VIOLENCIA DE GÉNERO Mesa Redonda: "A viejos problemas, nuevas soluciones"

Miércoles, 6 de noviembre/p.31

“ADVOCACY EN MATERIA DE VIOLENCIA DE GÉNERO”.

Viviana Waisman. Directora Ejecutiva y co-fundadora de la Organización Internacional de Derechos Humanos Women's Link Worldwide.

Women’s Link Worldwide es una organización de derechos humanos que trabaja de una manera estratégica ante los tribunales para intentar avanzar en la equidad de género. Para ello utiliza el litigio estratégico, que es un proceso judicial que presenta la posibilidad de ir más allá del caso concreto, buscando generar debate público sobre un determinado tema. Se eligen los casos que, partiendo de esta premisa, pueden incidir en el cambio de una ley o buscar una mejor implantación de una ley ya existente. Women’s Link está fundada en la idea de que las feministas de generaciones anteriores a las nuestra han tenido la capacidad de formar un marco legal, es decir, los derechos están ya regulados, tanto a nivel nacional como internacional. En el momento actual, lo que tenemos que hacer es trabajar en la implementación de esos derechos. Y entendemos que la implementación está en gran parte en manos de los jueces y juezas, que son los intermediarios entre el derecho y la persona que necesita la protección o acceder al derecho. Cuando se presenta un litigio estratégico, se presenta la oportunidad de exponer nuevos argumentos, nuevos actores y nuevos aliados, es decir, incorporar a ese debate público a personas que no han hablado nunca sobre el tema. Por otro lado, un litigio estratégico emblemático fortalece los movimientos sociales, porque genera atención nacional e internacional sobre el tema que se está tratando y que se quiere sacar a la luz, relativo a violación de derechos humanos o implementación de alguna ley que ya existe. Antes de llegar al Comité de la CEDAW, previamente los casos pasan por todas las instancias nacionales en el país donde suceden los hechos. El litigio busca lograr un cambio estructural, no sólo defender los derechos de la persona que estamos representando. Para conseguirlo, se utilizan tres estrategias: 1. Legal 2. Comunicaciones 3. Alianzas Desde el punto de vista legal, se incide especialmente en los estereotipos que impiden la protección de los derechos, ejemplo de ello es considerar la violencia un asunto privado en la relación entre los miembros de una pareja y que no afecta a los hijos, considerar que los niños y niñas necesitan tener un padre presente, dejando sin gestionar el derecho a vivir sin violencia.

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Desde el punto de vista de las comunicaciones, se desarrolla un dossier de prensa, puesto que se quiere que el caso sirva para abrir debate, denunciando cómo los estereotipos por parte de los actores judiciales están obstaculizando la protección de los derechos. Respecto a las alianzas, se pide a las organizaciones especialistas en otras materias que presenten informes al CEDAW sobre los temas que ellos tienen conocimiento (Save the Children y/o Amnistía Internacional) de manera que se informe a las personas del comité sobre cómo determinados factores están presentes en un caso. Todo lo que se hace en Women’s Link tiene que ser bajo el enfoque interseccional: miramos cómo el género interactúa con otras formas de discriminación, incluyendo el contexto en el cual ocurren las cosas. Un tema sobre el que Women’s Link está trabajando es la trata de personas, que más que una nueva forma de violencia contra la mujer es una forma que ahora se está haciendo visible. La trata es esclavitud. Se trabaja junto con personas que realizan un servicio de atención directa, haciendo litigio estratégico. El enfoque de víctima de trata suele ser penal (“castigar al malo”) o dentro de un marco de emigración. Pero hay que enfocar las necesidades de la víctima. Se quiere incidir para reenfocar este problema dentro del marco de los derechos humanos. Se pretende que a las víctimas de trata no se les exija participar en el proceso penal para tener acceso a derechos, y que si una persona en situación irregular ha sido víctima de un delito, esa situación debe primar sobre su situación migratoria. En el tema de la trata, hay dos estereotipos que están muy presentes y que obstaculizan la protección de los derechos: Todas las víctimas deben actuar de una determinada manera, según un estereotipo que marca que la víctima debe llorar y pedir ayuda. En el caso de las víctimas de trata, cuando no actúan como la autoridad que está enfrente piensa que tienen que actuar, no se las reconoce como tales víctimas. Una mujer migrante en situación irregular diría cualquier cosa por quedarse en España. Se piensa que las mujeres, en general, y más las mujeres migrantes, son mentirosas. La trata es el único delito que requiere un proceso de certificación de que se es víctima.

Quedan expuestos estos temas para su reflexión.

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“HOMBRES Y VIOLENCIA DE GÉNERO”.

Luis Bonino Méndez. Psiquiatra y psicoterapeuta. Miembro del Observatorio Estatal de Violencia sobre la Mujer.

La primera cuestión a plantear es que la violencia de género no es un problema de las mujeres, sino un problema de los hombres y de la sociedad patriarcal que sufren las mujeres. En ese sentido, preferimos hablar de violencia masculino-patriarcal, para subrayar quiénes son los ejecutores. El problema es que hay violencia que está legitimada socialmente. Hay mucha violencia invisibilizada y naturalizada: machismo, sexismo, micromachismos, desigualdad y violencia simbólica. Es importante tratar de visibilizar todas estas formas de violencia, y en eso estamos trabajando desde hace tiempo. La definición de violencia es una definición cultural, es lo que la sociedad y el derecho consideran violencia. Tomando la famosa pirámide de la violencia, la realidad es que hoy día hay una línea de corte entre lo que se considera violencia y lo que no se considera violencia. La línea de corte actual es cuando hay atentados al cuerpo o amenazas a la vida. Todo lo que está por debajo no se reconoce como violencia, y menos la violencia psicológica. Mucho de lo que se hace tiene que ver con trabajar con la víctima cómo protegerla de la violencia física. Lo demás pasa desapercibido. Otro punto que parece importante tiene que ver con nombrar a los hombres: hay que hablar de asesinos, de violadores, de maltratadores, de acosadores, de machistas, de hombres peligrosos, de los que no se implican en lo doméstico, de los que miran para otro lado, pero también de los que tienen valores igualitarios y los no machistas. Hay una idea: los hombres nos dividimos entre los maltratadores, malos, y los no maltradores, buenos. Esto no es así. Entre los hombres más igualitarios y los más dominantes hay un continuo donde los hombres funcionan diferente modulados por el nivel sociocultural y la edad.

¿Por qué los hombres ejercen violencia? Un estudio auspiciado por ONU Mujeres, realizado sobre 10.000 hombres de países del sureste asiático, puso de manifiesto que el 25% de los varones reconocía haber violado a sus mujeres, parejas y otras mujeres. El 75% referían que lo hicieron porque consideraban que tenían derecho, independientemente del consentimiento o no de la mujer, y el 60% expresaba que lo hacían para entretenerse.

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Esta es la base del problema: los hombres ejercen violencia porque se sienten con derecho a hacerlo y porque banalizan el problema. Estos son dos aspectos fundamentales a tener en cuenta dentro de las conclusiones del estudio. En este sentido, las autoras manifiestan que se debe cambiar la cultura que permite a los varones decretar que tienen el poder y el control sobre las mujeres.

¿Qué es la masculinidad? Aquellos mandatos que nos obligan a los hombres a hacer determinadas cosas por el hecho de ser hombres. Pero además, la masculinidad es una posición jerárquicamente naturalizada, los hombres estamos arriba. Todos los hombres, por el simple hecho de serlo, disponemos de unos privilegios, entre los que se encuentra que la mujer está a nuestro servicio: que nos sirva, que nos apuntale, que nos cuide, que nos aguante. En este sentido, los abusadores no cambian a menos que se despojen de su “sentirse con derecho sobre la mujer”.

Intervenciones Si seguimos el esquema de la pirámide, de lo más grave a lo más leve, las actuaciones van en la siguiente línea: 1. Intervenciones de evitación de reincidencia: aquí se incluyen los trabajos de resocialización, desde el ámbito penitenciario. 2. Intervenciones de detección, desde el ámbito sanitario y educativo. 3. Prevención. 4. Compromiso de hombres no violentos que se posicionan contra la violencia machista. 5. Trabajar el cambio estructural para conseguir una sociedad que se base en la igualdad. En 2008, la ONU planteó el marco de acción hasta 2015, donde se proyecta trabajar para el fin de la violencia contra la mujer con una serie de propuestas. Hay un apartado que habla de la necesidad de implicar a los hombres y de crear un grupo de líderes mundiales hombres que se dedique a trabajar sobre este tema. Ejemplos de estas acciones son las siguientes campañas: La campaña en Latinoamérica “el valiente no es violento”, que trata de trabajar uno de los estereotipos de la masculinidad y darle la vuelta, el valiente respeta a las mujeres, se pone el delantal, etc.

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“Sacar tarjeta roja al maltratador” y la campaña del año 90 “nuestra fuerza no es para lastimar”, que apunta sobre todo a trabajar la violencia de las primeras citas. “El silencio es cómplice”, la idea central es que los hombres no se callen. La ley para la erradicación de la violencia de género, así como cualquier artículo de periódico que apunte al tema de la igualdad y/o violencia, genera una corriente de críticas por parte de un sector considerable de hombres que se oponen a los cambios que puedan hacerles perder sus privilegios. En este sentido surgen los movimientos que hablan de “feminazis”, “dictadura de género”, “síndrome de alienación parental”.

¿Cómo trabajar con los hombres? 1. Promover las ventajas del cambio masculino. Los mensajes que suelen transmitirse como estrategia son: a. “Los hombres ganamos con la igualdad”. b. “El enemigo es el machismo. Todos somos víctimas del machismo”. c. La expresión positiva de las emociones. Es el discurso de las nuevas masculinidades (pseudocambio): hay diversidad y pluralidad en la forma de ser hombres. El discurso que se propone para cambiar es la emocionalidad y el utilitarismo (“beneficio que se obtiene con el cambio”). 2. Promoción de los derechos humanos y acceso a la ciudadanía. Cambio de roles, cambio de estatus. Se centra en aumentar el bienestar social, no el bienestar personal. Desde este punto de vista no es relevante que los hombres ganen o no con el cambio. Cambiar hacia la igualdad supone perder privilegios, combatir las estrategias de perpetuación. Es el discurso de los hombres éticos: el motor del cambio es la ética y el trabajo de crítica es la impunidad moral. Las estrategias para promover un cambio ético tienen que ser específicas, no sirven todas las estrategias para todos los hombres. La pregunta guía que debe dirigir el trabajo con los hombres para combatir la violencia de género es por qué te sientes con derecho.