"Relatos De Un Duelo"

"Relatos De Un Duelo" (2005) Diana Russomando Hace un tiempo se presentó a mi consulta una mujer de 30 y pico de años. Lo hizo derivada por su diabe...
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"Relatos De Un Duelo" (2005)

Diana Russomando

Hace un tiempo se presentó a mi consulta una mujer de 30 y pico de años. Lo hizo derivada por su diabetólogo porque no quería realizar los cuidados que su enfermedad exigía. La mujer a quien llamaré Marta, manifestaba no tener ganas de vivir. ¿Cómo iba a vivir ella si su hija estaba muerta? Marta se juntó muy joven, hacia el final de su adolescencia, con un hombre algo mayor con quien luego se casó, y del que quedó rápidamente embarazada. A los veinticinco años tenía dos nenas, una de siete años y otra de poco menos de cuatro. Un día ella y la nena mayor presentaron una serie de síntomas confusos. Concurrieron entonces a una clínica donde internaron a la nena en terapia intensiva y le informaron que ambas ella y su hija presentaban síntomas de diabetes. La nena entró en coma por hiperglucemia y a los pocos días murió. Marta lo relató como una escena en la que ella no podía comprender que sucedía. Aturdimiento. Anonadamiento. De ese momento permanecerán como resto los gritos de la pequeña que la llamaba y los médicos impidiéndole verla. Como un zombi, esos muertos vivos, seguirá Marta su vida. Por insistencia de su marido tiene otra hija, y desde entonces la atención de sus hijas pequeñas hará que se cuide obsesivamente con su enfermedad.

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No hay lugar para el duelo, ni por la muerte de su hija ni por la pérdida de su salud, presencia constante de una enfermedad que evoca todo tipo de fantasmas de mutilación y deterioro y torna cotidiana la presencia de la muerte real. Considero que para el sujeto fue la irrupción de lo real traumático en términos de enfermedad y muerte de una hija. Tomo aquí las palabras de Clara Cruglak. “La perdida de un objeto produce un agujero en lo real, conmueve el orden simbólico, desgarra la escena imaginaria.”1 En ese tiempo Marta encontró en la música un refugio. La maternidad y el estudio la música en ese tiempo le brindan un precario sostén. La consulta se produce poco después de su divorcio. Marta ha perdido a su pequeña niña. Para Marta había un duelo por hacer. Ante lo irremediable la sombra del objeto recae sobre el rasgo del sujeto. Un profundo silencio se instala en una solitaria vida. Dice Allouch: “El paradigma del duelo es el duelo por el hijo.” Él plantea que la brevedad de una vida nos confronta con la crueldad al desnudo de lo real de la vida y de la muerte. En palabras de Allouch se pierde todo lo que “el hijo hubiera podido brindarle si hubiese vivido”2. La propuesta del análisis permitió que se desplegara el texto del dolor y la culpa. Escucharla sin intentar consolarla y sin poner énfasis en su falta de cuidado con la diabetes abrió el camino a la transferencia sin la cual, como sabemos, no habría intervención posible. Hablamos de sus hijos, que ya no funcionaban como soporte de la falta, no justificaban su existencia, y su atenta presencia no era imprescindible para sus necesidades. Decía: “estarían mejor sin mi”. En ese tiempo del análisis sus estudios de música estaban detenidos. El goce de un super yo feroz la exigía siempre mas no permitiendo que algo de la voz pudiera escribirse. Las dificultades se presentaban con inhibiciones y fobias. Avanzar en el saber propició un recurso económico. Un camino comenzó a trazarse mediante un título habilitante que la nombra “docente” abriendo un campo para el trabajo y la circulación social. Marta obtiene en la transmisión la habilitación para el sujeto en la perspectiva fálica. - Página 2 de 5 Copyright 2011 - EFBA - Todos los derechos reservados

En el campo de la docencia fue surgiendo el reconocimiento de sus pares ante su capacidad, dedicación y creatividad. Comenzar a trabajar permitió también poner a circular objetos de su hija muerta. Había elementos musicales de la nena que nunca había compartido con sus hijas menores y que toma para que usen sus alumnos. El duelo comenzaba a desplegarse. Marta fue descubriendo que es muy buena para componer música. No se trataba de su inteligencia de la que siempre se sintió segura, se trataba de otra cosa. Descubría un talento que desconocía, encontrando en la escritura musical un modo de expresión que la palabra no le brindaba y un goce diferente: cuando escribe se siente bien. Cada paso iba acompañado de culpa. ¿Cómo podía vivir, desear, si su hijita estaba muerta? Recordarla en los aniversarios, llorarla. Recuperarla en la memoria revitaliza la elaboración. Una pregunta se impone, que habrá significado esa chiquita para esa otra chiquita que era una madre adolescente. Con su familia dispersa, sus amigos muertos y desaparecidos en tiempos de la dictadura, recordar era recuperar el valor del consuelo que su pequeña, que era toda luz y juegos, le brindaba. Recordar su muerte, ese llamado que desgarraba en su imposibilidad de acudir, su dolor inmenso y sus silencios. Su culpa por no saber, su culpa por sobrevivir, su culpa por desear. Dice Freud en 1925 que: “El dolor es (...) la genuina reacción frente a la perdida del objeto” y agrega mas adelante “El carácter doliente de esta separación se relaciona con la elevada e incumplible investidura de añoranza del objeto en el curso de la reproducción de las situaciones en que debe ser desasida la ligazón con el objeto.”3 Podríamos decir que el desafío en el duelo por esta hija es, en palabras de Elena Jabif: “desprenderse de un pedazo del propio cuerpo.” 4 Lentamente el dolor comenzó a dar lugar a la risa, al humor que muchas veces se imponía en las sesiones. De la melancolización a la histerización del discurso fue el movimiento en su análisis. - Página 3 de 5 Copyright 2011 - EFBA - Todos los derechos reservados

En cierto momento decidió acercarse a las reuniones de un grupo de padres que habían perdido a sus hijos por enfermedades, accidentes o suicidios. Unas pocas reuniones fueron suficientes para poder compartir su pena con otros semejantes y apreciar la singularidad de cada situación. Participar de esos encuentros contribuyó a su trabajo de duelo. No era la única aunque su pérdida fuese única. Me pregunto aquí, si la gente del grupo pudo haber cumplido la función del semejante, retornando desde un doliente espejo no sólo las semejanzas sino también las diferencias en la singularidad de cada pérdida. Sabemos que el duelo no es sin ambivalencia. ¿Pero cómo trabajar el odio en la relación con el objeto cuando se trata del duelo por un hijo que apenas ha vivido? Quizás la clínica de esta cura nos permita arrimar una respuesta posible. Avanzando el tiempo, compone música para un poema y se lo dedica a su hija. Cuando lo escuchamos en sesión (trae una grabación a mi pedido)me impresiona su oscuridad. En la música ella escribe todo su dolor, su odio y su desgarro. Diría que era un grito. Un grito de dolor profundo y la melodía, un lamento suave con voz de soprano. Marta pudo darle al puro grito forma musical. Para su graduación compuso una sonata para piano cuyo nombre me reservo, que para ella significa “lugar”, “hogar”. Su lugar. La presentación en público era un momento muy importante para ella y me invitó al concierto. ¿Cómo describir una música?. Sólo puedo decir que me conmovió en su belleza, me sorprendieron sus matices, sus climas, pasaba de la furia, al dolor, a la fuerza, a la luz, a lo suave. - Página 4 de 5 Copyright 2011 - EFBA - Todos los derechos reservados

La sesión siguiente me comentó que la mañana del concierto fue al cementerio al que llevaba tiempo sin ir y llevó flores a la tumba de su hija. Después se preparó, asistió a la presentación acompañada por su nueva pareja, sus hijas, familiares y amigos con quienes luego fue a celebrar el evento. Y lo disfrutó mucho. En su análisis comienza a interrogar su odio por la madre, por no escucharla en su fragilidad de niña. Relata la carencia de palabras de amor en su infancia situándose la vital diferencia con su madre que le había brindado la maternidad. Su análisis transita el duelo por la “falta” de una intacta salud. Hablar del malestar en las hipo o hiperglucemias, del dolor de los pinchazos al controlarse o inyectarse, del dolor de no poder comer los postres que tanto le gustaban era hablar de otro dolor. Una segunda vuelta que le permite cuidarse responsablemente subjetivando su cuerpo.

NOTAS

(1) Clara Cruglak: “Clínica de la Identificación” capitulo V Identificación den el Duelo y la Melancolía. (2)

Jean Allouch: “Ajo”

(3)

S. Freud Inhibición Síntoma y Angustia Addenda punto C: Angustia Dolor y Duelo

(4) Elena Jabif “Carácter y Duelo. El Rasgo que Conjura la Pena” (Seminario sobre El Carácter, EFBA)

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