Relaciones fraternales: Mis hermanos del alma 1

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Relaciones fraternales: Mis hermanos del alma1

El último día que Jacinto trabajó se dirigió a la casa de su hermano al terminar la jornada. Encontró a Concepción acostado en la cama y desganado. Estaba enfermo. Sin hijos ni otros parientes pendientes de su salud, Jacinto tomó la decisión de dejar de trabajar para cuidar a su hermano. Jacinto tenía entonces 86 años y los siguientes cinco años de su vida fueron para acompañar a su hermano en la enfermedad. Con él estuvo hasta el día que falleció. Pocas veces nos ponemos a reflexionar sobre la importancia y trascendencia que implica la relación con nuestros hermanos, probablemente porque nos acostumbramos a estar y vivir con ellos y a que sean parte de la rutina. Sin embargo, una historia como la de Jacinto nos recuerda que los hermanos son los individuos con los que más compartimos nuestra vida. Por eso es tan importante que desde que nuestros hijos están pequeños, aprendan a valorar a sus hermanos, a cultivar relaciones armoniosas con ellos, relaciones duraderas y verdaderamente fraternales. La influencia de la familia Los hermanos son las personas con las cuales se establece la relación más extensa de toda la vida. Con ellos se comparten las experiencias en uno de los lugares más significativos de la existencia: la familia de origen. Ellos son los compañeros de crecimiento en prácticamente todas las etapas, desde la niñez hasta la adultez mayor y, de forma general, a ellos no hay que explicarles nuestras experiencias de vida porque las conocen y hasta han sido testigos de las mismas. Debido a su constancia y cercanía es que las emociones que se experimentan en la relación fraterna son sumamente intensas. Las expectativas que se tienen sobre los hermanos son altas, por eso entre ellos puede haber un amor profundo, un fuerte dolor o un gran resentimiento. Finalmente, no hay que dejar de mencionar que las relaciones fraternales configuran un patrón de relaciones que será el modelo sobre el cual se construirá la interacción

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Artículo publicado en Revista Hablemos de Niños. Grupo Nación.

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social. Hay que recordar que la familia es el factor que más influencia el desarrollo de la personalidad y allí los hermanos juegan un rol importantísimo. La nueva hermandad A todo esto se ha sumado el hecho de que, por los cambios que se han originado en las familias desde hace 50 años, la relación con los hermanos es hoy aún más esencial. Hoy en día ambos padres trabajan y pasan menos tiempo con sus hijos que en otras épocas. Al mismo tiempo, los horarios de las escuelas se han alargado y la inclusión de los niños en otros grupos sociales y culturales se ha extendido. De esta forma hay muchos espacios en los que los niños, si bien no comparten con sus progenitores, sí lo hacen con sus hermanos. Así que hoy en día resulta más vital que nunca trabajar en casa para fortalecer la buena relación entre hermanitos. Fortaleciendo relaciones Para estimular las relaciones fraternales positivas uno de los principales elementos que deben trabajarse es el concepto de unión familiar. Es importante que desde que los niños están pequeños los padres les manifiesten que entre todos los miembros de la familia debe existir: amor, lealtad, respeto así como protección y cuido. Esto debe decirse con ejemplos concretos y, por supuesto, con ejemplos de los padres. A los niños se les debe expresar que cuando existan conflictos, estos deben conversarse y resolverse; que es normal molestarse o frustrarse en algunas ocasiones, sin embargo lo importante es esforzarse por solucionar los problemas, ya sea solos o con ayuda de los progenitores. Es necesario reaccionar de forma positiva cuando ellos se están relacionando con tranquilidad, cooperación y solidaridad. Hay que felicitarlos por ello y expresarles el orgullo que genera eso en los padres. Asimismo, cuando hay acciones y reacciones no apropiadas, es necesario conversar sobre las conductas que no serán permitidas en el vínculo familiar. Nunca se debe pasar por alto una agresión o conductas de irrespeto, hay que resolverlas. Entre padres y hermanos Una vez trabajados estos conceptos, los padres deben cuidar mucho sus propias relaciones con los hijos.

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Como padres, es importante que se reconozca que cada hijo es valioso independientemente de sus características, afinidades con cada padre y de su conducta. Esto debe ser vivido y percibido así por todos los miembros del hogar. Cada papá establece una relación diferente con cada hijo pero esto no implica que debe ser desigual en afecto o respeto hacia los otros. Siempre hay que asegurarse darle un trato y una atención similar a cada hijo, así como darles apoyo especial en momentos cruciales como: cuando viene un nuevo hermanito, cuando hay un enfermo en casa que demanda muchas atenciones o cuando se pierde un miembro de la familia, por ejemplo. Conforme los chicos crecen, los padres deberán ir inculcándoles ciertas responsabilidades y conductas. Dependiendo de la edad y desarrollo se deberán establecer horarios y responsabilidades, pero de una forma en la que los niños no sientan que se les da más o menos amor. Cuando abundan las peleas Es común escuchar la preocupación de muchos padres de familia sobre las constantes peleas que hay entre sus hijos y la dificultad que genera esto en la convivencia actual, así como el temor de que ellos se “lleven mal” en un futuro. Dentro de los estudios realizados a grupos familiares en las distintas etapas del desarrollo de los hijos se ha encontrado que los niños naturalmente buscan seguridad, apoyo y compañía en sus hermanos. Las peleas entre ellos pueden tener origen en el tema de compartir bienes o el espacio físico, sin embargo el lazo sanguíneo impulsa a una pronta reconciliación entre ambos. A partir de esto se podría decir que es normal que existan problemas entre los hermanos, tal y como se presentan conflictos en todas las relaciones humanas. Sin embargo, debe existir un clima de mayor compañerismo y complicidad que de distanciamiento y señalamiento al otro. Es decir, sus hijos pueden pelear típicamente por un juego, un lugar en el que deseaban estar ambos o por ser el primero en realizar alguna actividad y esto no debe alarmar. No obstante, tampoco debe convertirse en una vivencia cotidiana en la cual existan más dificultades que momentos de compartir o de estar tranquilos interactuando. Es necesario observar que existan más elementos que los unan que aquellos que los separen. Entre hermanos se van a presentar conflictos y esto no implica que la relación entre ellos es o será mala. De cualquier forma, estos conflictos son un campo de ensayo para

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la resolución adecuada de los mismos y la forma en que se desenvuelvan les ayudará a resolver los conflictos en el futuro. Si la relación es muy problemática, los padres deben reflexionar si alguno de los niños necesita llamar su atención o tiene problemas de autoestima y lo está canalizando generando dificultades con su hermano. Errores de los papás Dentro de los estudios familiares se ha comprobado que en la mayoría de las ocasiones los adultos pueden convertirse en aquellos que debilitan la misma relación entre sus hijos, mediante conductas como favorecer o destacar a alguno de los niños, compararlos, definir y divulgar etiquetas de quién sería el más “obediente”, quién el más “tremendo”, etc. Por eso es importante que los papás tomen nota de esas acciones que no deben hacer para no perjudicar las relaciones fraternales y, por lo tanto, las familiares. 1. Las comparaciones. “Deberías ser como tu hermano” y “¿por qué no aprendes de tu hermano?”, son frases que deberían de estar prohibidas entre conversaciones entre padres e hijos. Decirle a una persona que debería cambiar para ser como lo es otra es una de las estrategias menos efectivas para lograr una modificación de conducta o de actitud. Esto más bien genera un sentimiento de rechazo que producirá dolor, resentimiento, tristeza y enojo hacia ese otro al cual “debería parecerse”. Asimismo, cuando manifestamos que un hijo es más hábil que el otro en alguna cualidad (aplicado, ordenado, etc.) se puede generar una fuerte rivalidad hacia ese hermano. Dentro de las terapias psicológicas, uno de los principales motivos de consulta, causantes de mayor conflicto personal, y por ende familiar, se originó ante comparaciones con quien se supone es mejor que uno en algo. A partir de esto, uno de los hijos puede crecer con la percepción de ser insuficiente e incompleto. Para los niños, desarrollarse con la sensación de que no son buenos no genera ningún beneficio y podrá verse muy afectada su autoestima y el respeto hacia sí mismo, lo cual incidirá en su valoración ante otras personas, con el peligro consiguiente de establecer relaciones poco sanas. 2. Los favoritismos “Ese sí es mi hijo. Salió igualito a mi” y “Él es afín conmigo y el otro es afín con el papá”, son otro par de frases que deberían de evitarse.

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Cuando alguno de los hijos cuenta con privilegios y un trato preferencial debido a una característica de personalidad (es el más “tranquilo” o “tiene mejores notas”, por ejemplo), debido a que realiza algo que a los padres les gusta (juega en el equipo del deporte favorito del padre o madre) o por otras razones que muchas veces se mantienen en secreto por los adultos, esto deriva en un gran daño hacia las relaciones fraternales, ya que el hermano menos tomado en cuenta dentro de la familia se siente mal. Esto genera inseguridad, aislamiento, resentimiento y puede implicar conductas de rebeldía o de depresión. Se ha hablado en algunas ocasiones que esto lo vive el hijo del medio (el famoso sándwich), debido a que tanto el primogénito como el menor captan mayor atención. Si bien esto no ha sido comprobado ni generalizado en las familias, puede llegar a crear la sensación en estas personas de no pertenecer al núcleo y de no contar con un lugar importante dentro de la misma, aspecto que deriva en conflictos con sus hermanos. 3. La familia es lo único importante “Ustedes, por encima de todo, son hermanos. Nunca pueden pelearse. Tienen que quererse. Tienen que estar de acuerdo en todo. No pueden enojarse pase lo que pase”. Este mensaje tan común, propio del familismo (creencia de que la familia es el centro vital de todo y se justifica o perdona cualquier cosa debido a este lazo) puede hacerse valer cuando en las relaciones fraternales priva el respeto, la empatía, la solidaridad y la resolución adecuada de los conflictos. Sin embargo no todos los vínculos entre hermanos tienen estas características. Por lo tanto, cuando se sobreexalta el papel de la hermandad por encima de la dignidad personal (incluso en situaciones de agresión, abuso sexual, robo u otras), tiende a anularse a la persona en pro de mantener una imagen de familia unida (pero que en el fondo carece de una fuerte alianza y vivencia de valores) y esto genera confusión, enojo, impotencia y fuertes resentimientos. Trate entonces de evitar estas conductas y comentarios como padres, de esta manera podrá ser el modelo más importante, de quien los niños van a copiar la buena convivencia y el amor familiar. Fortalecer relaciones Estas recomendaciones pueden ayudar a promover una sana relación entre sus hijos: 1. Cuando nazca un hermano, garantícele al hijo mayor tiempo a solas con usted, no lo desplace de la relación paterna o materna; involúcrelo en el cuido del nuevo hermano y felicítelo por su esfuerzo en esto. 2. No manifieste privilegios o preferencias debido a ser el mayor o el menor.

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3. Nunca compare a sus hijos con los otros, cada uno merece respeto, afecto y valor por ser quién es. No deben sentir, por ejemplo, que uno es el consentido y el otro el que puede hacer lo que quiera. 4. Nunca permita juegos agresivos física o verbalmente entre ellos; el respeto no es negociable. 5. Los hijos son distintos, no pretenda que sean y se comporten igual. Fortalezca el respeto por las diferencias que manifiestan cada uno de sus hijos en su forma de ser, sus habilidades y gustos. 6. Promueva entre ellos que se vivan esas diferencias como una ventaja, una oportunidad de enriquecer y complementar experiencias y de hacer las cosas mejor de acuerdo con las habilidades de cada uno. 7. Brinde a todos sus hijos la sensación de ser atendido con la misma importancia que los demás, escúcheles atentamente, hágalos sentirse orgullosos por ser únicos. 8. Defina deberes para cada uno de acuerdo con la edad y etapa de desarrollo y no use la posición como hermano (ser el mayor o el menor) para justificar los derechos. Manifieste por ejemplo: “vos y tus compañeros o quienes tienen tu edad realizan las tareas al llegar de la escuela, tu hermano todavía no tiene esas responsabilidades de la escuela, ya hizo sus deberes de la casa y sí puede ver televisión a esta hora; vos lo podés hacer cuando terminés” 9. Promueva el respeto del espacio y pertenencias de cada uno. No insista en que los niños compartan siempre, mucho menos en el caso de los prepúberes o adolescentes, pues ellos requieren más tiempo a solas. 10. Observe que la competencia que puede presentarse entre ellos se realice para que mejoren en la práctica de algún deporte o de alguna habilidad, no para fomentar sentimientos negativos hacia el otro. 11. Siéntese con sus hijos a resolver sus conflictos. Intente que ellos lo hagan solos y usted escuche, solamente si es necesario intervenga de la forma más neutral posible para que cada uno aporte soluciones a lo que está sucediendo. 12. Promueva la empatía entre ellos: “¿qué creés que siente tu hermano?, ¿no pensás que esto le hace sentir avergonzado, enojado, triste, etc.?”. Esto sin generar sentimientos de culpa entre los niños debido a que esto genera conductas de difícil manejo.

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13. Explique si hay una situación especial, como por ejemplo una enfermedad en uno de los hermanos que requiere cuidados especiales. Mientras se valide el sentimiento del hermano y se le explique el por qué de esta atención especial es esperable que este hijo comprenda la situación y sea solidario con su igual.

MSc. Dyalá Castro Cabezas. Psicóloga Clínica. Centro de Psicología y Desarrollo Tel: 2281-1165, 2281-1257 www.psicologiaydesarrollocr.com