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Reflexiones ISSN: 1021-1209 [email protected] Universidad de Costa Rica Costa Rica

Avendaño Flores, Isabel Flujos e Itinerarios Inmigratorios en Costa Rica Reflexiones, vol. 90, núm. 1, 2011, pp. 51-85 Universidad de Costa Rica San José, Costa Rica

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Rev. Reflexiones 90 (1): 51-85, ISSN: 1021-1209 / 2011

FLUJOS E ITINERARIOS INMIGRATORIOS EN COSTA RICA FLOWS AND UNMIGRATORY ITINERARIES ON COSTA RICA Isabel Avendaño Flores1 [email protected] 1

Escuela de Geografía / Centro de Investigación en Identidad y Cultura, Sede Rodrigo Facio, Universidad Fecha de recepción: 06 agosto 2010 - Fecha de de aceptación: Costa Rica 10 enero 2011 Resumen /RVLQPLJUDQWHVKDQFRQWULEXLGRVLJQLÀFDWLYDPHQWHDOFRQMXQWRGHORVIHQyPHQRVVRFLDOHVUHOHYDQWHVGH &RVWD 5LFD &RQRFHU OD IRUPD HQ TXH VH GD OD LQPLJUDFLyQ ODV UD]RQHV TXH PHGLDQ R ORV HIHFWRV TXH SURGXFHHVXQHMHUFLFLRQHFHVDULRSDUDFRPSUHQGHUODGLQiPLFDGHODVRFLHGDG/DVFRUULHQWHVPLJUDWRULDV KDQ VLGR XQD FRQVWDQWH HQ OD KLVWRULD GH HVWH SDtV VLQ HPEDUJR DO UHVSRQGHU DO ¢TXLpQHV" \ ¢GyQGH" VHYHUiTXHIRUPDQXQFDOHLGRVFRSLRFX\RSHUÀO\GLQiPLFDHVGLYHUVD(QHVWHVHQWLGRORVLQPLJUDQWHV FRQVWLWX\HQXQDUHDOLGDG\QRXQDPDVDDPyUÀFDORFDOL]DGDD]DURVDPHQWHVREUHHOWHUULWRULR(OWHUULWRULR IRUPDXQDHVIHUDGHSRVLELOLGDGSDUDODH[LVWHQFLDGHORP~OWLSOH\HQHOORODFDUWRJUDItDFXPSOHFRQXQD IXQFLyQPHWRGROyJLFDPX\LPSRUWDQWH Palabras claves: LQPLJUDQWHVWHUULWRULRVLQPLJUDWRULRV&RVWD5LFD Abstract ,PPLJUDQWV KDYH FRQWULEXWHG VLJQLÀFDQWO\ WR UHOHYDQW VRFLDO SKHQRPHQD LQ &RVWD 5LFD .QRZLQJ WKH ZD\LPPLJUDWLRQRFFXUVWKHUHDVRQVEHKLQGLWRUWKHHIIHFWVLWSURGXFHVLVQHFHVVDU\WRFRPSUHKHQGWKH G\QDPLFVRIVRFLHW\0LJUDWRU\ÁRZVKDYHEHHQDFRQVWDQWLQWKHKLVWRU\RI&RVWD5LFD+RZHYHUZKHQ FRQVLGHULQJ ZKR DUH WKH LPPLJUDQWV" DQG ZKHUH GR WKH\ JR" LW LV QRWHG WKDW LPPLJUDWLRQ KDV D GLYHUVH SURÀOHDQGG\QDPLFV,QWKLVVHQVHLPPLJUDQWVFRQVWLWXWHDUHDOLW\DQGQRWDQDPRUSKRXVPDVVUDQGRPO\ ORFDWHGWKURXJKRXWWKHWHUULWRU\7KHODQGIRUPVDVSKHUHRISRVVLELOLW\WRWKHH[LVWHQFHRIWKHGLYHUVHDQG LQLWFDUWRJUDSK\SOD\VDYHU\LPSRUWDQWPHWKRGRORJLFDOIXQFWLRQ Key words:LPPLJUDQWVLPPLJUDWLRQWHUULWRULHV&RVWD5LFD

El recorrido metodológico de las páginas que siguen se basa en el Censo efectuado en Costa Rica en el año 2000 y centra en la herramienta cartográfica, en el mapa. Se enfatizará en los grupos principales dado que la diversidad de los países de procedencia de los inmigrantes está fuera del alcance de este estudio. No obstante,

1.

Escuela de Geografía / Centro de Investigación en Identidad y Cultura, Sede Rodrigo Facio, Universidad de Costa Rica

todo grupo, sin importar la cantidad de miembros que lo compone, es importante porque ha sido moldeado por la cultura por tanto, marca el territorio-destino y crea unos nuevos territorios. Por inmigrante se entiende a aquella persona que cumple dos condiciones: por nacimiento: la residencia de la madre corresponde a un

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país distinto a Costa Rica y, tener como residencia permanente a Costa Rica –por lo menos al momento del censo-. Se entiende que la categoría inmigrante desestima la condición legal de nacional o extranjero y excluye a todas las personas que han asumido la nacionalidad costarricense habiendo nacido fuera de los límites políticoadministrativos nacionales.

demográfico de evidente permanencia y cambio. Estos sujetos individuales y colectivos han dado forma a un escenario social de primer orden de distintos contextos, que tocan las escalas local, regional y nacional. La situación que presentó el último Censo de Población y Vivienda confirma la idea de un país receptor de una cuantía significativa de migrantes. Respecto al origen, la mayoría procede de los países latinoamericanos y caribeños, quienes se han incorporado en distintos territorios a una economía en recesión y en un ambiente en que la población receptora ha dado muestras de invitación temporal, a veces no deseada, tanto en las zonas urbanas como en las rurales. Para el año 2000, el Censo reportó la cohabitación en Costa Rica de casi cuatro millones de personas, de las cuales un 7,8 por ciento, casi trescientas mil personas, procedían del extranjero (Figura 1). Aunque tal cifra constituye la proporción más alta en la historia inmigratoria de los últimos cincuenta años (INEC, 2001), para el censo de 1927 se reportó la proporción más notoria. Respecto al penúltimo censo realizado (1984), el porcentaje de nacidos en el extranjero del 2000 se duplicó (pasó de 3,7 a 7,8 por ciento). Y en razón al antepenúltimo, el censo de 1973, el ritmo se triplicó.

Producción continua y transformación de territorio Tan relevante es la migración internacional en la trama de los próximos 25 años, que de acuerdo con el rumbo que tome, la población podría ver incrementos muy significativos que oscilarían entre un 24 y 45 por ciento (Barquero, 2004: 80). Las tendencias y la intensidad de la inmigración devienen contingentes y asonantes con el desarrollo de los contextos nacional e internacional; de manera tal que, cualquier «predicción» sobre la migración merece cautela. Más importante, la inmigración permite imaginar el territorio como un proceso en devenir e incompleto, como un sistema abierto de genuina apertura al futuro. La realidad dicta que el poblamiento de Costa Rica es una historia de poblaciones que van y poblaciones que vienen. Cientos de personas han llegado construyendo un edificio

Figura 1 Población residente en Costa Rica nacida en países que aportan más de 1.000 personas, 2000

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En contextos más amplios que el nacional, Costa Rica es el único país cuya inmigración ha aumentado en los últimos decenios en el ámbito centroamericano. A juzgar por los datos que brinda la División de Población del Centro Latinoamericano y Caribeño de Demografía desde 1950 (CELADE-CEPAL,

2009), los saldos migratorios de la región centroamericana reflejan notorias pérdidas poblacionales con una heterogeneidad en la intensidad, a sabiendas que existe una selectividad en edad, sexo o condiciones socioeconómicas en quienes deciden dejar un lugar (Cuadro 1).

Cuadro 1 América Latina: Tasas de migración estimadas según quinquenios por países, 1950-2000 (por mil) Tasas de migración (por mil) País

19501955

19551960

19601965

19651970

19701975

19751980

19801985

19851990

19901995

19952000

20002005

20052010

20102015

América Latina

0,5

-0,4

-0,8

-1,0

-0,9

-1,2

-1,8

-1,9

-1,7

-1,7

-2,0

-1,7

-1,3

Argentina

3,4

1,4

1,2

1,1

2,3

-1,6

0,6

0,8

0,3

-0,6

-0,5

0,2

0,1

Bolivia

-2,1

-2,0

-1,9

-1,8

-1,8

-1,4

-3,5

-3,2

-2,8

-2,5

-2,3

-2,1

-1,9

Brasil

1,9

0,0

0,0

0,0

0,0

0,0

0,0

-0,1

-0,2

-0,3

-0,3

-0,2

-0,2

Chile

-1,3

-1,1

-0,8

-0,7

-1,6

-1,5

-1,0

-0,6

1,3

0,8

0,4

0,4

0,2

Colombia

-2,3

-2,7

-2,9

-2,9

-2,6

-2,2

-1,9

-1,6

-1,4

-0,8

-0,6

-0,5

-0,5

Costa Rica

0,0

0,0

0,0

0,0

0,0

2,5

2,5

1,7

3,8

6,9

4,1

1,3

1,3

Cuba

-1,0

-1,6

-5,4

-6,0

-4,2

-3,3

-5,4

-1,3

-2,2

-3,0

-2,9

-3,5

-2,6

Ecuador

0,0

0,0

0,0

0,0

0,0

0,0

0,0

0,0

-0,9

-5,1

-6,3

-5,2

-3,0

El Salvador

-6,0

-3,9

-0,8

-2,4

-4,9

-8,7

-10,5

-11,2

-9,0

-13,2

-11,3

-9,1

-7,1

Guatemala

0,0

0,0

-1,1

-2,0

-3,4

-6,8

-6,7

-7,1

-7,6

-7,4

-5,0

-3,0

-1,3

Haití

-1,7

-1,9

-2,5

-2,6

-3,6

-3,7

-4,1

-3,9

-3,6

-3,3

-3,1

-2,1

-1,5 -1,3

Honduras

1,3

1,1

1,0

-5,6

-3,5

-1,8

-2,5

-3,1

-4,6

-6,1

-4,6

-2,8

México

-1,3

-1,1

-1,5

-1,7

-2,7

-2,6

-4,9

-5,6

-4,2

-3,5

-4,7

-3,9

-3,3

Nicaragua

-1,5

-1,3

-1,5

-1,7

-3,1

-4,0

-6,3

-7,9

-5,2

-6,5

-7,8

-7,1

-6,3

Panamá

-1,1

-1,0

-1,5

-1,3

-1,2

-0,1

-1,0

-1,3

0,6

0,8

0,5

0,7

0,6

Paraguay

-9,8

-8,2

-6,8

-5,5

-4,4

-3,0

-1,2

-0,9

-1,4

-1,7

-1,6

-1,3

-1,2

Perú

0,0

0,0

0,0

0,0

0,0

-0,4

-0,9

-1,7

-2,6

-2,8

-3,9

-4,4

-2,7

República Dominicana

-1,5

-2,1

-2,4

-2,7

-2,9

-3,2

-3,8

-3,9

-3,8

-3,7

-3,4

-3,2

-3,0

Uruguay

0,9

1,6

-0,5

-2,5

-9,7

-4,2

-2,0

-2,0

-1,3

-1,6

-6,3

-3,0

-1,8

Venezuela

6,0

4,9

0,6

0,5

5,8

5,5

0,9

0,8

0,4

0,3

0,3

0,3

0,3

Fuente de datos: CELADE-CEPAL , 2009

En la trama latinoamericana, Costa Rica manifestó durante la década de 1990, la tasa de inmigración más alta, tratándose de personas que nacieron dentro de la misma América Latina y el Caribe, como de aquellas fuera de la región.

Este aspecto cobra relevancia en un contexto de cambio en los patrones tradicionales de la migración latinoamericana. Dicho movimiento había sido intenso en varios países entre la segunda mitad del siglo XIX y la primera del XX, cuya

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mayoría provenía del sur de Europa y en menor medida, del Cercano Oriente y Asia. Este patrón de inmigración ultramar, tipificado como uno de los tres grandes movimientos de larga duración de la migración en la época moderna, junto a la colonización europea y la migración sur-norte desde la posguerra, declinó. Argentina, Brasil y Venezuela concentraban el 80 por ciento, del stock de inmigrantes extra regionales, censados alrededor de 1990 (Martínez, 2004). Pese a que Costa Rica es un país de dimensiones relativamente pequeñas, este comportamiento tuvo sus efectos. Esta inmigración predominantemente masculina también disminuyó en términos absolutos como proporcionales. Siguiendo las tendencias de la región latinoamericana, Costa Rica registró en la década de 1980, una migración interregional de moderada intensidad y con predominancia femenina. La

migración de mujeres obedece a motivaciones diversas y diferentes a la de los hombres: estrictamente laborales, otras de carácter familiar o bien, más individuales. En otras palabras, arrancaba una nueva fase en el proceso que ha sido caracterizado como un rasgo distintivo del mundo subdesarrollado (Martínez, 2004). Un tema interesante de destacar es la diversidad en el origen del contingente (Cuadro 2). Igualmente, llama la atención que cuantitativamente a Costa Rica llegaron, en los años de 1990, más inmigrantes que a Chile, país de crecimiento económico más adelantado de la región. Llegaron más migrantes que a Brasil, que es 136 veces más extenso que el centroamericano cuya imagen ante el mundo ha girado en torno a la idea del «crisol de razas» (cfr. Devoto y Otero, 2003) y en términos económicos, por ejemplo el gobierno de Lula ha cimentado un perfil de potencia latinoamericana.

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Cuadro 2 América Latina*: Stocks de población nacida en el extranjero y tasas de crecimiento. 1990-2000 País de nacimiento

Total de nacidos en el extranjero

Total de nacidos en América Latina y Caribe

1990

2000

Tasa de crecimiento

1990

2000

Tasa de crecimiento

Belice

25.746

34.279

3,18

19.732

29.305

4,39

Bolivia

59.807

95.764

5,23

46.623

76.380

5,48

Brasil

767.780

683.769

-1,29

116.417

144.470

2,4

Chile

114.597

195.320

5,33

66.405

139.082

7,39

Costa Rica

88.954

296.461

7,52

73.754

272.591

8,17

Ecuador

73.179

104.130

3,21

53.165

74.363

3,05

Honduras

34.387

27.976

-1,59

29.392

20.097

-2,92 0,47

México

340.824

519.707

4,22

86.880

91.057

Panamá

61.400

86.014

3,37

38.747

53.322

3,19

Venezuela

1.024.121

1.014.318

-0,09

669.355

752.819

1,07

Total países

2.590.795

3.057.738

1,51

1.200.470

1.653.486

2,91

Fuente de datos: Martínez (2003b: 21)

La inmigración desde Colombia puede considerarse como el hecho cuantitativo más sugerente ya que aumentó paulatinamente en el quinquenio 2000-2005. Sin embargo, la población con procedencia de Nicaragua mantiene una mayoritaria representación según el Censo 2000.

* Países que cuentan con datos

Los nicaragüenses alcanzaron a personificar el seis por ciento de la población total y a constituir dos terceras partes del conjunto de los nacidos en el extranjero. Para el año 2000, se mencionaba una intensificación de la actividad migratoria y ya para mediados de la década, el medio

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académico costarricense expresaba un estancamiento del movimiento (Vargas, comunicación personal, 06-2005). Panamá es el segundo país que cuantitativamente más inmigrantes reportó al Censo 2000. Debido al aporte cuantitativo de Nicaragua como de Panamá, el factor geográfico de cercanía, vecindad o proximidad salta como interviniente, a razón de que la mayoría (más del 80 por ciento) de los inmigrantes procedían de los países que forman el istmo centroamericano y predominantemente de estos dos (Figura 2 y Figura 3). Ambos vecinos están desigualmente representados pues las cifras revelan que por cada panameño hay 22 nicaragüenses, la utilización de los pasos terrestres es muy frecuente, ya que casi la totalidad de las entradas y salidas de nicaragüenses (94%) se realiza por vía terrestre; entre los panameños alcanza el 72 por ciento y un 66 por ciento, entre los hondureños (cfr. OIM/

SIEMCA, 2003). En las zonas fronterizas, tanto las vías fluviales como los caminos interiores han cumplido un papel histórico decisivo en la comunicación, merced del flujo de tránsito de personas y mercancías, por ejemplo, en el río San Juan. De lo que existe coincidencia entre una notoria cantidad de autores es que, el movimiento de población Costa Rica – Nicaragua es el más importante de la región centroamericana cuyas repercusiones recíprocas entre país origen y destino son incomparables (cfr. Morales y Castro, 2002: 8). Los nicaragüenses tienen una amplia distribución por el territorio costarricense, lo que indica que se trata de un grupo inmigratorio heterogéneo desde el punto de vista sociodemográfico pues de correlacionar distribución geográfica y uso de la tierra, existen notorias extensiones del territorio dedicadas a las actividades agrícolas, así como, otras áreas dedicadas a las actividades urbanas y lo que ello connota.

Figura 2 Costa Rica: Proporción de inmigrantes por nacionalidad respecto al total de nacidos en el extranjero. 1950-2000

La configuración espacial de la inmigración nicaragüense presenta una notable concentración en el llamado Valle Central y un corredor que cubre ciudades y poblados de importancia que, para efectos descriptivos, abarca distritos de los cantones La Cruz (provincia Guanacaste),

Upala, San Carlos (provincia Alajuela), Sarapiquí (Heredia) y de la provincia Limón, incluye a sectores de los cantones Pococí, Siquirres y Talamanca, específicamente Sixaola. Excepto por la región central, la distribución disminuye cuantitativamente del norte hacia el sur.

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Figura 3 Distribución espacial de los inmigrantes de Nicaragua, 2000

En el caso de los migrantes llegados desde Panamá, los territorios que configuran de alguna forma convergen con aquella de los nicaragüenses pues prefieren la región central y la zona fronteriza, únicamente que al sur (Figura 4). Tal disposición formando una franja fronteriza interoceánica significa que la cordillera de Talamanca actúa como factor orográfico que favorece la localización de los panameños en vertientes contrapuestas. En el Caribe, la concentración cuantitativa más notoria ocurre a escasa altitud, en el distrito Sixaola. En la vertiente Pacífica y, siguiendo la línea limítrofe y el descenso altitudinal, la aglomeración abarca desde el distrito Sabalito hasta Pavón, en Punta Burica a escasos metros de altitud. Características de la Cordillera como que conforme se acerca a suelo panameño alcance mayor elevación y por otro lado, que la

orientación noroeste-sureste permiten comprenderla como una clara barrera geográfica que hace que pueda hablarse de una corriente inmigratoria en dos direcciones. Entre la franja fronteriza y la región Central, además, sobresalen dos aglomeraciones intermedias en lo cuantitativo y en distancia: una, más cercana a la frontera, el cantón Pérez Zeledón y la otra, más a la región Central, el cantón Tarrazú. Cabe aclarar que la proximidad mencionada no implica una relación con las actividades económicas porque en ambos casos, se trata de panameños ligados a labores propias del sector primario. Las unidades territorial-administrativas que colindan con Panamá agrupan concentraciones de inmigrantes panameños superiores a las que presenta San José como región de primer orden en cuanto a localización, diversidad y

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Figura 4 Distribución espacial de los inmigrantes de Panamá, 2000

cantidad de nacionalidades. Destacan Sixaola y Canoas, sitios comercialmente dinámicos, que han seguido la lógica de Panamá y su canal, por tanto, el desarrollo de una economía terciaria, mientras que los otros países centroamericanos, tendente a lo agropecuario. En una localización dual, valle centralista y costera, los estadounidenses ocupan el tercer lugar según el Censo 2000 (Figura 5). La evolución poblacional advierte un descenso cuantitativo durante la segunda mitad del siglo XX. Los estadounidenses casi alcanzaron formar una décima parte de los inmigrantes en 1973, mientras al año 2000, el porcentaje superó el tres por ciento. La predominancia de los varones es una característica destacable (58%). En general, es un grupo urbanita ya la mayoría prefirió residir en la región Central. Finalmente recalca la supremacía en edad económicamente activa: 55 de cada 100 inmigrantes poseen entre los 20 y 64 años. Como

se comentará adelante, estas tres generalidades se polarizan cuando se agrega el factor situacional. Desde el punto de vista migratorio y de la cantidad de población que poseen el país receptor y el emisor, el volumen es totalmente irrelevante. Sin embargo, la corriente torna otro matiz dentro de los marcos «ideológico-políticos» imperantes ya que se trata de un movimiento de país desarrollado a uno subdesarrollado cuyo determinante no es el de una vía de escape de la gente perteneciente a un país pobre con rumbo a uno avanzado. Tampoco de personas alejándose del hambre y de la necesidad económica o como un éxodo en busca de nuevas oportunidades. Igualmente, quedan descartadas las explicaciones de intervenciones y ocupaciones coloniales o semicoloniales de los países más débiles (usualmente, expulsores) por los más fuertes (comúnmente, receptores) o por la lógica económica absoluta, ni están normados por lazos históricos de hegemonía y el

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Figura 5 Distribución espacial de los inmigrantes de Estados Unidos, 2000

desequilibrio estructural de sociedades periféricas sujetas a la influencia de naciones más poderosas. Todas estas son particularidades asociadas frecuentemente a la inmigración. Varios de estos aspectos están contemplados en la rúbrica de la teoría neoclásica. Puga (2001: 254) ve el retiro o jubilación como una variante más de la migración internacional. Es un fenómeno creciente cuya atención era escasa al inicio de la década de 1990. Hoy, constituye un tema de mayor alcance, especialmente en los países europeos cuyo proceso de envejecimiento está vigente. Además, este proceso ha permitido la conformación de territorios muy atractivos para otros grupos migratorios jóvenes que buscan nuevas oportunidades laborales generadas en la atención de este nuevo perfil inmigratorio. El resultado grosso modo, inmigrantes laborando para inmigrantes.

Esta autora expresa que la mayoría de los inmigrantes jubilados en Costa Rica residentes en las zonas costeras o en el valle Central, pretenden un satisfactorio acceso a los servicios locales e intercambio con las comunidades de inmigrantes jubilados y; demandan poco interés en el establecimiento de relaciones sociales con la población local. La migración de jubilación es vivida como una experiencia positiva y enriquecedora, deseada con mucha anticipación, realizada por individuos saludables, con experiencia viajera necesaria para que el movimiento suponga poco o nada de estrés y con flujos de retorno muy bajos. En definitiva, es un tipo de migración muy distante de aquella producida por las motivaciones laborales, económicas o políticas. Lo interesante para Costa Rica radica en que este grupo ha elegido dos ambientes, urbano y costero, que hasta hace poco eran concebidos como polarizados. En los litorales, los puntos en que se acentúa la presencia

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estadounidense han estado sometidos a vertiginosos cambios en el uso y la tenencia de la tierra, en los últimos años. Evidencias empíricas hablan de un proceso de lotificación de terrenos, otrora dedicados a la agricultura de subsistencia, a la ganadería u ociosos, para la construcción de costosas viviendas formando enclaves residenciales y en términos generales, de un trasvase de poblados marginados a «micro ciudades turísticas» con una publicidad en idioma inglés, que anuncia la presencia e invitación a ciertos grupos. El estado embrionario de ciudades costeras en asocio a la inmigración es un tema caleidoscópico. Despunta el asunto etario-condición económica-emplazamiento. Ello está dando pie a una diferenciación socioeconómica entre inmigrantes en estos territorios y el resto nacional. El inmigrante jubilado está modificando la macrocefalia de las ciudades centroamericanas, creando islas urbanas americanizadas, reestructurando el sistema urbano

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y modificando los hábitos de consumo que trasciende las localidades y configura un área de influencia. En síntesis, pese a que los estadounidenses forman un grupo relativamente pequeño dentro del total de los inmigrantes, se reitera en la importancia de establecer perfiles múltiples en función del territorio referencia. Asimismo en el impacto socioespacial. El cuarto lugar en cantidad de inmigrantes, lo ostenta otro país centroamericano. El Censo 2000 contabilizó a más de 8.700 personas con nacionalidad salvadoreña, representando al tres por ciento de los inmigrantes y 0,23 por ciento, de la población total de Costa Rica (Figura 6). El peso de los salvadoreños dentro de los inmigrantes disminuyó sensiblemente respecto al registro del censo de 1984. Para ese momento alcanzaba el 10 por ciento y constituía la segunda corriente inmigratoria más importante. Pese a que para el 2000 fue tres veces menor, la corriente se mantiene (Hayden 2005:7).

Figura 6 Distribución espacial de los inmigrantes de El Salvador, 2000

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Cotejando en el Censo 2000, una buena parte arribó durante el quinquenio de 1980-1985, como reflejo de los peores años de violencia fomentada por el gobierno. Muchos llegaron en

condición de refugiados políticos y con la esperanza de quedarse por poco tiempo (Hayden, 2005: 9, 14) (Figura 7).

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Cantidad de personas

Figura 7 Costa Rica: inmigrantes salvadoreños según periodo de procedencia

La violencia y la represión política se dirigió contra quienes se identificaban con los movimientos guerrilleros y contra la población civil que, eventualmente sirviera de base social. Algunos se repatriaron antes de que iniciaran los procesos de pacificación. A la violencia como factor determinante de la emigración se suma la búsqueda de mejores ingresos y niveles de vida. En este sentido, la guerra llamada de «baja intensidad», pero la mortalidad y a la emigración permiten denominarla como de alta intensidad, provocó desplazamientos internacionales de importantes proporciones, sobretodo de población que se enrumbó predominantemente hacia Estados Unidos. Aunque Costa Rica, no fue el principal destino para los salvadoreños, el stock de personas indica que fue una corriente significativa. Una vez que finalizó el enfrentamiento armado interno y se firmaron los Acuerdos de Paz hacia principios de 1990, disminuyó la migración. Los retornados, los deportados y los repatriados son distintas formas que asumió el proceso de salidas y entradas a El Salvador (Morán, 2001: 311). Pese a la amplia distribución, los salvadoreños tienen a San José y alrededores como

principal zona de residencia. Destacan los distritos Pavas, San Sebastián, San Rafael de Escazú y en la provincia Heredia, San Francisco. Los estudios de Hayden (2005:10) señalan que hubo un importante contingente rural, no obstante, la localización de las instituciones que prestaban ayuda y apoyo en los alrededores de San José actuó como un factor aglutinante. Fuera del Gran Área Metropolitana, de los pocos distritos que destacan en cantidad de inmigrantes son Cañas y Liberia en Guanacaste; las zonas de agricultura agro exportadora como Guápiles, Guácimo y Siquirres en la vertiente Caribe y Volcán en el Pacífico Sur, área dedicada esencialmente al café. La evidencia empírica señala a una abrumadora población joven: una significativa tercera parte tiene entre 20 y 34 años y la mitad del conjunto inmigratorio tiene entre 35 y 64 años de edad. La colombiana es una de las cinco nacionalidades de mayor peso. Según el Censo 2000, unas seis mil personas habían llegado de este país sudamericano. Desde 1950 hasta el 2000, el porcentaje nunca había superado el dos por ciento. Después del Censo, la migración se avivó a tal punto que, hoy día constituye la segunda

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corriente de mayor relevancia, superando varias veces a Panamá que ostentó en el Censo tal posición. Esta corriente es uno de los fenómenos migratorios más recientes. Para el año 2002, se reportó la presencia de 50.000 colombianos. Tanto la migración de los nicaragüenses como la de los colombianos han crecido respecto al censo de 1984, en números absolutos como dentro del peso de los extranjeros con residencia en Costa Rica. De acuerdo con Varela (s.f.), el aumento constante en la entrada de colombianos se registra desde 1997.

El análisis de la información censal -respecto a los casi 6.000 colombianos registrados en el Censo 2000- señala una inmigración con preponderancia femenina, así como, una localización urbanita (alrededor del 60 por ciento del contingente se ubicó dentro del Área Metropolitana) (Figura 8). Pavas, San Rafael de Escazú, San Pedro, Curridabat, Uruca y San Vicente de Moravia son los sitios predilectos, a juzgar porque una tercera parte del grupo se disponen ahí. La característica de población urbanizada incluye un segundo foco de mayor concentración de este conjunto, fuera del Gran Área Metropolitana, al cantón Limón.

Figura 8 Distribución espacial de los inmigrantes de Colombia, 2000

Se señala un perfil con un nivel de educación elevado y en varios casos, respaldados por un capital importante que garantiza su estabilidad económica en Costa Rica y les brinda la oportunidad de invertir. En capital cultural, en el 2000 en la Oficina de Planificación de la Educación

Superior del Consejo Nacional de Rectores, un total de 259 extranjeros solicitaron revalidar sus títulos universitarios y de ellos 136 eran colombianos (53 por ciento). El resto de profesionales que hicieron la solicitud de revalidación (123, para un 47 por ciento) provenían del resto de

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América Latina, de Estados Unidos y en menor proporción del continente europeo. Para agosto del 2001, de un total de 239 extranjeros que formularon solicitud para trabajar en sus profesiones, 74 eran colombianos (médicos, ingenieros, administradores de negocios y empresarios) (Varela, s.f.). La principal vía de ingreso ha sido por avión y el factor detonador de la emigración es la violencia. Hacia el año 2004, de los aproximadamente 14.000 refugiados que albergó Costa Rica, 8.500 ingresaron a partir de la segunda mitad del año 2000. Según el Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto (2004), en el contexto latinoamericano, Costa Rica es el país con la mayor cantidad de refugiados. Para el año 2006, de 11.515 refugiados, el 95 por ciento procedía de Colombia, específicamente del Valle del Cauca, de los alrededores de la ciudad de Buenaventura. Además dominaba la localización próxima a la Capital -cantón Desamparados-, Alajuela y Heredia (Acnur 2007). Hasta el 15 de abril del 2002, había pocas restricciones para el ingreso de población colombiana. Entre Costa Rica y Colombia existía un convenio bilateral de «Suspensión de Visa» y únicamente, se necesitaba del pasaporte y del boleto de retorno. En ese sentido, cualquier colombiano

o colombiana podía ingresar al país como turista hasta por 30 días con derecho a solicitar residencia o refugio. A partir del 2002, se aplicaron directrices generales de visas de ingreso para no residentes, donde los colombianos pasaron a tercera categoría, exigiéndoles para su ingreso visa consular por una permanencia por 30 días. La sexta y la décima posición están ocupadas por cuatro países de América Latina y el Caribe y uno extra regional: Cuba, Honduras, Perú, China y México. En estos casos se trata de alcances cuantitativos que oscilan entre 4.320 personas que llegaron de Cuba (Figura 9) y 2.327 que lo hicieron desde México. Entre 1.000 y 2.000 inmigrantes aportaron varios países del continente americano (Guatemala, Chile -Figura 10-, Argentina, Canadá y Venezuela -Figura 11-, de Europa (en orden, España -Figura 12-, Italia y Alemania -Figura 13-) y Taiwán. Una norma respecto a la composición de sexos en los grupos de inmigrantes de estos países es inexistente: en ocasiones, la tendencia es igualitaria como en el caso de los venezolanos o los taiwaneses. En su mayoría dominan los hombres: Chile (52 por ciento), España (56,5 por ciento) o Alemania con 58 hombres por 100 alemanes. No obstante es exagerado hablar de razones por sexo predominantes a favor de uno u otro sexo.

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Rev. Reflexiones 90 (1): 51-85, ISSN: 1021-1209 / 2011 Figura 9 Distribución espacial de los inmigrantes de Cuba, 2000

Figura 10 Distribución espacial de los inmigrantes de Chile, 2000

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Figura 11 Distribución espacial de los inmigrantes de Venezuela, 2000

Figura 12 Distribución espacial de los inmigrantes de España, 2000

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Figura 13 Distribución espacial de los inmigrantes de Alemania, 2000

Sería falaz asegurar que de alguna de nacionalidades mencionadas han existido entradas abrumadoras o masivas de inmigrantes, tal y como se ha querido resaltar, por ejemplo a propósito del turismo sexual. Lo que sí es necesario anotar es que para las proporciones de Costa Rica, la diversidad y la cantidad resultan ser elementos llamativos. Tanto del grupo anterior como de este último, China y Taiwán destacan por su aporte al proceso inmigratorio. Ciertamente, se debe al acercamiento entre gobiernos, ayudas económicas y en especie, así como a lazos comerciales pero también es un reflejo de la expansión económica de ambas «naciones». Los migrantes procedentes de China tienen un patrón de asentamiento muy heterogéneo en el territorio geográfico costarricense (Figura 14). El distrito Limón es el punto de aglutinamiento más importante para este grupo y con una leve mayoría masculina. Del total de inmigrantes, los chinos representan el cinco por ciento. Después del distrito Limón en la costa caribeña, los sitios de mayor reunión

se localizan en el Área Metropolitana con los distritos Pavas, Curridabat, Catedral y San Francisco de Dos Ríos. Ciertamente la región metropolitana agrupa la mayor cantidad de personas de procedencia china pero llaman la atención, otros pequeños núcleos de asentamiento en ciudades pequeñas en el Pacífico, tales como Puntarenas, San Cruz, Liberia o Nicoya. El arreglo espacial de los chinos evidencia una preferencia urbana dispersa, dada su localización en los alrededores del casco central y en algunos distritos cabeceras de provincia, formando un sistema compuesto por un punto central y varios nodos o ciudades secundarias. Aunque la llegada de chinos a Costa Rica es, también, un proceso de raigambre histórica relacionada con la construcción de la línea del ferrocarril al Caribe, ha sido un paso controlado por el estado costarricense, tal y como quedó fijado en una cita anterior. El Estado taiwanés en la última década, subvencionó infraestructura e incluso, los medios de comunicación han informado sobre

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Figura 14 Distribución espacial de los inmigrantes de China, 2000

el financiamiento de campañas políticas en pro de las «buenas relaciones» y del acercamiento de gobiernos. La mitad de los hombres y mujeres procedentes de este país, que registró el Censo 2000, arribaron en el quinquenio 1995-2000. De alguna forma, ello muestra a Costa Rica como destino de un fenómeno relativamente reciente y que eventualmente podría crecer, suponiendo que sea parte de la construcción de cadenas o redes inmigratorias, que abren y consolidan territorios (Figura 15). La composición por sexo de los inmigrantes procedentes de Taiwán es totalmente igualitaria. Por el contrario, su distribución en el territorio es muy heterogénea pues 740 de 1000 hombres y mujeres tienen a San José y alrededores como nodo central de asentamiento. Nuevamente, destaca el distrito Pavas como punto de concentración. Luego, salen a relucir San Francisco de Dos Ríos, Curridabat, San Pedro y Zapote, distritos aledaños a la capital. Menos de 1.000 inmigrantes, la diversidad de países abarca la escala planetaria; con ello a

otras latitudes, regiones y continentes. Las causas de los desplazamientos de las nacionalidades mencionadas y de otras cuyo contingente no superó las mil personas, han variado a lo largo del tiempo; han generado épocas con sus particulares tipos migratorios. Los efectos se advierten en múltiples formas pues traspasan la frontera de lo puramente cuantitativo. Sin embargo, el trabajo de algunos medios de comunicación late en la opinión pública. De manera tal que, en las dos últimas décadas han insistido en la masificación de la entrada de nicaragüenses, en el asocio de inmigración- delincuencia e inmigración-deterioro/déficit de servicios de salud. En opinión del geógrafo Yi-Fu Tuan (1990), el mundo se siente espacioso y amigable cuando se acomoda a nuestros deseos pero se siente estrecho cuando esos deseos se frustran. De tal forma, que se han visto como competencia. Desde una posición de país receptor, varios autores insisten en descargar toda la responsabilidad de la inmigración en el sujeto que se mueve, al reparar que la capacidad de respuesta y actuación de los Estados es limitada, porque le son

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Figura 15 Distribución espacial de los inmigrantes de Taiwán, 2000

ajenas las causas de las emigraciones y de hacerlo, comprometen su posición. De esta forma, ven la migración como una corriente mantenida por seres racionales e individuales, bajo sus propios intereses y estrategias –incluso en contradicción con los estados-naciones- y con la perspectiva de que el cálculo de costo-beneficio los lleve a tener ingresos netos positivos, por lo general monetarios (cfr. Pumares, 2003: 178). Esta visión microeconómica se contrapone a aquellos recuentos teóricos que dejan al descubierto el relevante papel desempeñado por los Estados y toda capacidad para promover y mantener la migración, así como, el tamaño, la composición y la orientación de los flujos (Durand y Massey, 2003: 40). Según estas perspectivas, los gobiernos pueden ser incapaces de controlar en su totalidad las fuerzas internacionales, pero las políticas que aplican, los postulan como agentes activos cuyo comportamiento da forma a los movimientos mundiales de población ya sea como expulsores o como receptores. Debido a que estas políticas no son públicas y de serlo no necesariamente son explícitas, los planes de

gobierno muchas veces inducen cierta invisibilidad y le conceden toda responsabilidad al sujeto migrante.

Distintas causas, sexo y momentos de arribo Los cuatro casos específicos que se revisarán muestran a un proceso migratorio cuya corresponsabilidad de los gobiernos recae tanto en el país receptor como en el expulsor. El resultado indica que Costa Rica es un territorio en el que median distintas relaciones. En el caso salvadoreño, el factor guerra actuó como agravante en la década de 1980 para la expulsión y la actuación de Costa Rica consistió en otorgar visas de turismo. Para mediados de la década de 1980, se crearon políticas de control estricto en las entradas. En el caso de Nicaragua, el carácter histórico de la migración ha sido un hecho mediado por condiciones estructurales de desarrollo de ambos países, vínculos estrechos en buena y mala lid y desastres ambientales propiciadores de la emigración. El recuento de acontecimientos

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desde el decenio de 1970, identifica un primer movimiento migratorio después del terremoto de Managua en 1972. Un segundo momento se detecta a finales de los años de 1970, ocasionado por el recrudecimiento de la lucha armada de los sandinistas contra el régimen dictatorial de Anastasio Somoza; la posición de Costa Rica fue de significativo apoyo, el cual fue reconocido por el entonces presidente Carazo (1978-1982) (Sandoval, 2002: 254). Tal movimiento estuvo compuesto de disidentes políticos y figuras profesionales y académicas. Codehuca (1998:9) expresa que este grupo retornó durante los últimos meses del

somocismo. El censo 2000 reportó a más de 22 mil personas llegadas antes de 1979. Se ha establecido un tercer momento durante el decenio de 1980, en que llegaron ex partidarios del somocismo y gente «expulsada» por las políticas económicas impulsadas tras el triunfo del Frente Sandinista de Liberación Nacional. Se trató de un grupo social y económicamente heterogéneo, de los cuales se asentaron alrededor de unos 250 mil nicaragüenses; de ellos un 10 por ciento estaba en condición de refugiado (Codehuca, 1998).

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Cantidad de personas

Figura 16 Costa Rica: Inmigrantes nicaragüenses según periodo de procedencia

En la década de 1990, la inmigración se vincula esencialmente al recrudecimiento de la crisis económica y al impacto provocado por el huracán Mitch en 1998, por sequías y otras amenazas naturales. En términos cuantitativos, la tendencia que muestra el gráfico siguiente confirma la razón de que esta corriente fuese considerada como la más importante en la historia reciente, pero también, da indicios de que en la racionalidad de los migrantes subyacen motivaciones estructurales como coyunturales. Los sitios de origen desde Nicaragua y los destinos en Costa Rica variaron; desde aquellos de zonas rurales a destinos rurales y desde zonas urbanas hacia zonas urbanas.

De comparar en términos generales patrones, el grupo estadounidense mantuvo en el Censo 2000, un patrón de procedencia idéntico al nicaragüense pero distinto respecto al sexo. Predominio masculino y producto de causas distintas (Figura 17). A escala distrital y para aquellos distritos con mayores tasas de inmigrantes debe haber tratamientos particularizados. Por ejemplo, para Asunción se presentan regímenes opuestos; para otro distrito totalmente urbano como lo es San Rafael de Escazú, aunque dominancia masculina, hombres y mujeres siguen un patrón similar. Para Cabo Velas, predomina la inmigración estadounidense femenina. Por la escala a que se está haciendo referencia, debe guardarse cuidado

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Figura 17 Inmigrantes estadounidenses, según periodo de procedencia, 2000

con la cantidad de inmigrantes pues en ocasiones, los distritos son poco comparables. Los españoles presentaron un patrón totalmente distinto en cuanto al periodo de llegada (Figura 18). El Censo insinúa una leve recuperación del interés como sitio de destino para este grupo, pues la mayor parte de los entrevistados evidencian haber arribado antes de 1979, por tanto, al año 2000, los españoles

radicados en Costa Rica son un grupo compuesto esencialmente de adultos mayores y ancianos. El triunfo militar de Franco, quien gobernó España desde 1930 hasta su fallecimiento, el 20 de noviembre de 1975, permeó la evolución inmigratoria de Costa Rica. Así, el punto más frío de inmigración se sintió en el quinquenio siguiente a la ausencia de Franco pues tocó en el quinquenio de 1980-1985.

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Figura 18 Costa Rica: Cantidad de migrantes procedentes de España, 2000. Según periodo de procedencia y porcentajes

Los llegados hace más de tres décadas, constituyeron al año 2000, el mayor peso porcentual. Ciertamente, la idea de «permanencia» se activó, pero nunca superó la situación anterior a 1980. Aunque se trató de un grupo cuya proporción dentro de la población extranjera es relativamente baja (1,7 por ciento según el censo de 1984 y 0,6% para el 2000), hasta hoy día mantiene un fuerte poder económico, a juzgar por los apellidos de algunas familias y los negocios que consolidaron, demostrando su involucramiento en las grandes transformaciones del mercado capitalista mundial. El hecho que el patrón de asentamiento de la mayoría de los españoles se haya dado en los alrededores de la Capital, demuestra el tipo de actividad económica predominante a que se han dedicado, en especial al sector secundario y terciario. Ello ha sido particularmente divulgado por Ríos (1997) y Serrano (2003), entre otros autores. Distinguir a los inmigrantes siguiendo el periodo de procedencia y por sexo resulta un ejercicio descriptivo pero interesante y complejiza un fenómeno, que ya de por sí es multidimensional. La figura 19 presenta las tendencias de los inmigrantes panameños y la de los colombianos. Esta imagen evidencia como el estereotipo de Costa Rica como país inmigratorio es una construcción de repensar pues las corrientes dependen tanto

del contexto internacional como de lo que el país ofrezca a cada grupo y de su relativa fácil inserción en los campos de la economía. Los grupos comentados, cada uno se ha insertado en distintos sectores o nichos laborales y en algunos períodos han llegado más mujeres, en más hombres. Ni a lo interno del grupo ni entre grupos de inmigrantes hay patrones por sexo preestablecidos, en definitiva la composición por sexo de los inmigrantes es heterogénea. En términos generales, el cuadro 3 que contiene solo algunas de las nacionalidades muestra que para Venezuela, Colombia y sobre todo, El Salvador se trata de grupos inmigratorios de féminas y por el contrario, Alemania, España y Estados Unidos sobresalen como de mayoría masculina. En un cambio de escala, el cuadro 4 muestra a San José como la única provincia donde predominaban las mujeres nicaragüenses. Los grupos inmigratorios de Panamá y Estados Unidos son masculinizados. No obstante, Puntarenas destaca para los panameños y Guanacaste, para el estadounidense. Para El Salvador y Colombia pese a la dominancia femenina, las salvadoreñas hacen de San José la provincia con más mujeres y Guanacaste para las colombianas. Para el caso de las mujeres centroamericanas es muy marcada la feminización de San José.

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Cantidad de personas

Figura 19 Costa Rica: Inmigrantes panameños y colombianos según periodo de procedencia y cantidad de personas

Cantidad de personas

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Cuadro 3 Costa Rica: Índices de masculinidad para algunas de las nacionalidades, 2000 País

Cantidad de…

Índice de masculinidad (Hombres/mujeres *100)

Mujeres

Hombres

El Salvador

4.714

4.000

85

Colombia

2.987

2.911

97

Venezuela

523

514

98

Taiwán

585

586

100

113.302

113.072

100

631

675

107

Panamá

4.830

5.440

113

Cuba

2.023

2.297

114

China

1.139

1.327

117

706

917

130

4.030

5.481

136

587

814

139

Nicaragua Chile

España Estados Unidos Alemania Elaboración propia

Fuente de datos: INEC, 2000

Cuadro 4 Costa Rica: Índices de masculinidad para las cinco nacionalidades predominantes, 2000. Según provincia (Hombres por cada 100 mujeres) Provincia

País de origen Nicaragua

Panamá

Estados Unidos

El Salvador

Colombia

San José

88

132

105

74

96

Alajuela

108

130

101

89

92

Cartago

101

143

132

90

118

Heredia

101

119

104

82

92

Guanacaste

103

173

142

92

86

Puntarenas

123

178

112

117

126

Limón

122

150

121

142

113

Elaboración propia

Respecto a la estructura por edades, en general, dominan los adultos jóvenes. En el caso de los estadounidenses, a una escala políticoadministrativa inferior, en zonas urbanas destacan por número, los distritos Pavas y San Rafael de Escazú cuya mayoría es de relativa juventud; así el mayor peso demográfico está en el grupo con edades entre 35 y 64 años. Por zona rural, sobresalen los distritos Nosara y Quepos cuya estructura etaria varía significativamente respecto a lo anterior; allí se estaría verificando la tesis

Fuente de datos: INEC, 2000

de Puga respecto a los jubilados que buscan un «lugar en el sol». Entre zonas urbanas y rurales, la concentración de los adultos jóvenes es abrumadora en lo rural y en las zonas urbanas tiende a la equidad de sexos. En todo caso, es un grupo con muy poca población infantil y eso que los distritos mencionados en este ejemplo son los más cuantiosos en población estadounidense. Muy diferente es la estructura que presentan los nicaragüenses, así el Censo 2000 destacó una ligera diferencia numérica a favor de las

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féminas, en la Gran Área Metropolitana (Gam) (cuatro por ciento del territorio) cohabita un 51 por ciento de hombres y un 57 por ciento, de las mujeres. Los distritos cabeceras provinciales de Guanacaste o Limón, es decir, territorios más urbanizados, evidenciaron también disparidades numéricas, a favor de las mujeres. El caso de San José, el patrón inmigratorio feminizado sigue la tendencia nacional, pues es la única provincia en que hay mayoría de mujeres respecto al número de varones. Esta situación sigue las racionalidades económicas de Costa Rica; las mujeres se ocupan en oficios domésticos y los hombres, en el sector servicios o agricultura. La estructura de la población muestra un 69 por

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ciento de las mujeres y el 71 de los varones con menos de 35 años de edad. El grupo etario de los mayores de 65 años, está constituido por un número escasamente superior en los varones. Es común el retorno a Nicaragua de algunas mujeres para hacerse cargo de los niños, para que otras mujeres trabajen fuera del hogar. De la Gran Área Metropolitana, Uruca es el distrito con la mayor proporción de población infantil (2,9 por ciento) inmigrante; con una mayoría de niños que de niñas. En la zona rural, contrasta Los Chiles, distrito donde casi el cinco por ciento de la población inmigrante origen nicaragüense está formado de población infantil, con una muy poca diferencia a favor de las mujeres.

Figura 20 Estructura y composición de los inmigrantes procedentes de Estados Unidos, 2000

G r u p o s d e e d a d

G r u p o s d e e d a d

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Los espacios producidos por la inmigración

la mirada y del enfoque con que se realice el análisis, la lógica por la residencia en esos territorios puede divergir en los grupos inmigratorios entre sí. Para algunos, yace en lo laboral; para otros, la lógica es más «natural» y lo que ofrece el entorno en general. Pueden interpretarse como territorios de divergencias espaciales entre nacionalidades. Una cartografía que refleje lugares con bajas tasas de inmigración, de disidencias en el sentido de la diferencia cuantitativa, podrían verse como destinos poco atractivos. Sin embargo, se reviven ciclos más cortos debido a que son territorios de circularidad, de coincidencias temporales cuya dinámica es de alta movilidad. Los procesos de desterritorialización y reterritorialización son continuos. Lo complejo de la migración internacional en sus dimensiones, visiones y actores ha aumentado y como bien lo expresa Martínez (2003b), en desplazamientos migratorios cada vez será más difícil distinguir el trigo en la paja. En general, los investigadores han mostrado mayor interés por los territorios de aglutinamiento. Los «no concentrados» o «disidentes» han dado pie a un cuestionamiento y una redefinición conceptual sobre migración y con ello, a la renovación terminológica. En el seno de esta discusión han surgido, por ejemplo, proposiciones como transnacionalidad o transfronteridad, caracterizadas justamente por la alta movilidad y circulación de personas, desdibujando los sitios de origen y destino. Con relación a la salud pública, son lugares que han interesado a varios profesionales debido a que las consecuencias de la alta movilidad se evidencian en la transmisión y contagio de enfermedades y mucho más si, están implicadas comunidades marginales y vulnerables. En síntesis, ningún territorio, a ninguna escala, es despreciable a cuanto a su dinámica de llegadas y salidas. Para los territorios de convergencia se han ideado y aplicado indicadores como el de densidad poblacional. El término de densidad se entiende como una relación matemática entre inmigrantes y población nativa; no como una relación entre inmigrantes y unidad de superficie; lo que es propio del término densidad (personas por superficie). Pumares (2003) los denomina territorios de «riesgo».

Hasta este momento se ha discutido, principalmente, esa «conquista» del territorio por los grupos inmigratorios, cuantitativamente más numerosos. Se ha querido dejar planteado quiénes han llegado, en dónde están y las heterocronías en el arribo. En lo posterior, se pretende comentar un poco más el mapa de Costa Rica, sin embargo, la superposición de niveles es la norma. Es oportuno el recordatorio que hizo Soja (1993:8), en tanto que el mapa es una «metanarración geográfica». Se le puede ingresar, prácticamente por cualquier punto. Mientras que, la construcción del lenguaje escrito es sucesiva, lineal. El espacio del relato geográfico, el del mapa, es existente, simultáneo como lo es el espacio de la posmodernidad, un medio simultáneo de relaciones y producto construido. En primera instancia, dejándose llevar por lo que muestran las frías tasas de inmigración, construidas a partir del Censo 2000, existen territorios aglutinadores. Se trata de territorios derivados ya sea de la convergencia de personas de varias nacionalidades o bien, como fruto de la predominancia cuantitativa de una nacionalidad sobre otra u otras. Caben dentro de este modelo, sitios cuya función económica es esencialmente, urbana, rural, turística o bien, de localización limítrofe, por tanto, de entrecruzamiento. Independientemente de las heterocronías, concepto definido en el capítulo teórico-conceptual, estos territorios carecen de una uniformidad en la distribución del mapa de Costa Rica. Aquellos lugares de la aglomeración -altas tasas inmigratorias- y que se agrega la significativa diversidad de nacionalidades, son territorios multiculturales en su más amplia acepción, de multiplicidad cultural. Se trata de un complejo mosaico, donde la variedad es la característica propia. Y en aquellos lugares de la aglomeración pero con predominancia de una nacionalidad, la extranjerización se plasma de formas diversas y a veces, en choque con lo considerado «natural» o tradicional, como sería el ejemplo de los negocios con otras normas o productos para el consumo cotidiano, rotulaciones en otros idiomas, etc. Dependiendo de

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Una proporción mayor de inmigrantes de una misma nacionalidad podría propiciar un mayor contacto entre coterráneos. Existen códigos culturales y toda una semiótica que producen reconocimientos al interior de un mismo grupo. En esos sitios de «riesgo», a poca distancia, alguien podría parecer familiar y propiciará el contacto. Desde otra perspectiva ¿Qué pasa con el «otro»? Podría contar con la ventaja de un mayor control social en detrimento del migrante. ¿Existe algún «umbral de tolerancia» y así evitar conflictos? Para Pumares (2003), es imposible establecer un «umbral de tolerancia» cuyos números extremos ayuden a evitar controversias, esto se debe a la mezcla de aspectos subjetivos y de índole estructural subyacentes. Este autor identifica en una alta proporción de extranjeros, un factor de riesgo que siembra la semilla del sentimiento de amenaza o invasión y ello, dificulta las relaciones sociales. Pumares deja abierta la categoría de elevada proporción, so pretexto de que el umbral va a depender de las condiciones en que se encuentren inmigrantes y nativos, así como, de la autopercepción que mantengan los últimos. De tal forma, la claro-oscura tolerancia, será una variable dependiente.

Si un grupo está en una situación marginal o es poco valorado, el «umbral de tolerancia» será muy bajo. Entonces la pregunta que nace tiene relación con el dónde se encuentran las mayores proporciones de extranjeros que den pie a sentimientos adversos, pese al conocimiento de que en los umbrales de tolerancia tan importantes son las cifras como las valoraciones. Esta última característica convierte al «umbral» en un criterio totalmente subjetivo y manipulable. Debido a que en un país, las valoraciones de los habitantes variarán a lo largo y ancho de su territorio, en virtud de la heterogeneidad socioeconómica y cultural, es esperable que los umbrales de tolerancia varíen, también, en el territorio. Sumado a nacionalidad de diferente valía. Tomando en consideración las anotaciones anteriores, a partir del comportamiento espacial distrital, el mapa inmigratorio de Costa Rica simula tres anillos concéntricos. El centro y el periférico gozan de similitudes, por cuanto contienen los distritos con las mayores tasas de inmigrantes respecto a la población total del distrito. Sin embargo, ¿Qué significa una alta tasa de inmigración? La máxima proporción de inmigrantes respecto a la población total que alcanzó un distrito fue, una tercera parte extranjeros frente a la totalidad de los nativos. Tendencia poco frecuente en las unidades político-administrativas mayores (Figura 21).

Figura 21 Costa Rica: Tasas de inmigración, 2000

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Los distritos de máximas tasas son: Sixaola (cantón Talamanca), Cureña (cantón Sarapiquí), Uruca (cantón San José), Los Chiles (cantón homónimo) y Llanuras de Gaspar (cantón Sarapiquí). Ciertamente estos distritos se caracterizan por una distribución que alcanza los cuatro puntos cardinales del territorio nacional: tres integran la zona fronteriza del norte, Sixaola integra la franja fronteriza del sur y Uruca se ubica en los alrededores del casco urbano central, por tanto, forma parte Área Metropolitana. Sin embargo, junto con algunos distritos aledaños forman regiones inmigratorias, de distintas dimensiones. Aun cuando se habla de cúspides en las tasas, es necesario guardar las especificidades de estos distritos, por cuando en la frontera sur, por ejemplo, Sixaola es el que posee la mayor densidad de inmigrantes y por el efecto de la vecindad, predomina una población de inmigrantes panameños (55 por ciento), le siguen los nicaragüenses (40%) y el restante cinco por ciento, está formado por personas procedentes de distintos países de Europa, América del norte o del sur. La mezcla es mayor.

la Provincia se coloca como un lugar central de habitación. Respecto al principal núcleo urbano nacional, la Gran Área Metropolitana (parte de las provincias San José, Alajuela, Heredia y Cartago) cobija al 66 por ciento de los inmigrantes. Pero el llamado casco histórico (distritos Merced, Hospital, Catedral y Carmen) y sus alrededores forman la región del encuentro inmigratorio. La otra cara del proceso lleva a reconocer que la amplia representación, también, implica amplias diferencias socioeconómicas y niveles educativos, esto connota que la Capital y distritos de los alrededores, ocupan el primer orden en cuanto a desigualdades sociales. El mapa inmigratorio representa grupos con características sociodemográficas y determinantes para inmigrar diferentes. Por otro lado, como lo muestran los distritos Pavas, Uruca, San Sebastián y Hospital (cantón San José), San Rafael de Escazú o San Pedro de Montes de Oca existen sitios notablemente más atractivos que otros para ser habitados. Ello permite hablar de una heterogénea distribución. Paradójicamente, en un análisis de la situación urbana en Costa Rica por parte del Proyecto Estado de la Nación (2000) se mencionaban varios de estos distritos como expulsores de población, en virtud del paso de un uso de la tierra dedicado esencialmente residencial a uno comercial. La característica urbana de los inmigrantes parece ser es un hecho históricamente generalizado. Alejandro Portes (2001: 115) indica que los extranjeros de los más diversos orígenes han coincidido en una vocación urbana común cuyo ligamen al modus urbano es mucho más notable que el que desarrollan los nativos. Y en diferencias espaciales, entre las ciudades, las grandes son las de mayor preferencia y dentro de ellas, el centro. Para Portes los medios urbanos atraen con el señuelo de la oportunidad económica, lo novedoso y el escape de rutinas paralizantes y opresivas. Y la extrema importancia que acarrea esta urbanización va más allá de las ciudades como fuentes constantes de nuevas etnicidades. La inmigración se constituye como uno de los factores más relevantes en la construcción de la ciudad moderna, en el moldeo de sus estructuras sociales y por supuesto, en la estancia de diversos ambientes culturales.

El anillo de la concentración y la diversidad La elipse formada por una sección de la región central sostiene la economía más diversificada del país. El uso de la tierra da cuenta de áreas dedicadas a la agricultura y contiene las unidades administrativas de mayor densidad poblacional, comercio y finanzas. Respecto a otras áreas del país, este anillo concerta las mayores tasas de inmigración por superficie (densidad) y la variedad de sitios de procedencia de los migrantes es, sencillamente, incomparable. La amplia representación de personas nacidas en diferentes países incluye todos los continentes y sus subregiones. Sin importar las escalas de análisis, los datos son contundentes. Un 43% de los inmigrantes, en promedio, vivían en la provincia San José en al año 2000, en detalle: el 40 por ciento de nicaragüenses; el 50 por ciento de los salvadoreños; el 53 por ciento de estadounidenses; el 24 por ciento de los panameños; 63 por ciento de los colombianos; 75 por ciento de los chilenos, el 74 por ciento de los taiwaneses o el 68 por ciento de los españoles. Sin duda, dentro de este anillo,

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¿Se podría pensar en el Gran Área Metropolitana como un señuelo para la modernidad y la oportunidad económica, sí pertenece a la región más atrasada de América Latina y el Caribe y la más rezagada en los niveles de urbanización? Sin duda el comentario de Portes da una visión clara del aporte inmigratorio en la construcción de las ciudades y sobre todo, de las globales. En el caso de un país subdesarrollado como Costa Rica este modelo ameritará cautela pues la diversidad inmigratoria denota que no todos los inmigrantes hacen una travesía de lo menos a lo más moderno, libre, novedoso y abierto de oportunidades. Evidentemente, el asentamiento de estadounidenses, europeos e incluso de otros latinoamericanos, implicaría lo opuesto. Tampoco es el caso del idílico rural impulsado por los procesos de contraurbanización dado que se habla de centros urbanos. En este mapa inmigratorio de la ciudad, inmigrantes y «autóctonos» son partícipes de la explosión urbana experimentada en Costa Rica. Ambos grupos han hecho de la Región Central y en particular, de la Gran Área Metropolitana, la principal zona de atracción poblacional de Costa Rica de las últimas décadas. Pavas, San Rafael de Escazú o San Pedro de Montes de Oca son distritos que agrupan la mayor cantidad y aglutinación de nacionalidades. Además, se constituyen como territorios de alta segregación y diferenciación socioeconómica (Proyecto Estado de la Nación, 2000). Los inmigrantes más acomodados demandan bienes y servicios que son suplidos por algunos grupos inmigratorios en desventaja socioeconómica. Extremos de posición entre los que se encuentran algunos norteamericanos y europeos, en contraposición, con algunos centroamericanos. Grosso modo, en el territorio urbano central, las nacionalidades están segregadas, forman islas que siguen un punto de vista socioeconómico y no enclaves o islas étnicas debidas al compartimiento del lugar de procedencia, historia común, memoria colectiva, cosmovisión o cultura.

aunque mantienen el predominio nicaragüense. Además de que comprende poblaciones que discrepan la acepción tradicional de migración internacional, es un tipo de migración sin registro en las estadísticas oficiales. Implica poblaciones que cambian su lugar de residencia habitual y constantemente, experimentan diversos grados de movilidad en distintas zonas y puntos dentro del territorio costarricense. Los determinantes del proceso migratorio y de movilidad poblacional están mediados por las condiciones sociopolíticas, el incremento en las comunicaciones, el deterioro ambiental, la formación de redes sociales entre diversos territorios y el desarrollo de la agricultura de exportación que ha sido intenso. Entrando por la zona sur de Costa Rica, grupos indígenas se desplazan entre Costa Rica y Panamá a través de caminos interiores. El límite internacional es una línea imaginaria carente de sentido como grupo étnico pero de mucho, en tanto les permite desplazarse como ciudadanos. Esta situación coloca a los Ngöbes en una condición migratoria doble: como migrantes internos e internacionales. Aunque flotantes ya que para ciertas épocas de recolección de café o de producción piñera, algunos centros poblados de la frontera sur de Costa Rica ven dinamizar su actividad comercial. De forma parecida, pequeños poblados que colindan con la depresión tectónica Central. Tras las cosechas, vuelven a retirarse. La movilidad territorial que presentan los Ngöbes, así como, los nicaragüenses es una característica desestimada de la inmigración. Considerando esta participación de fuerza laboral que sigue los ciclos agrícolas productivos temporales, dentro de las cifras del Censo 2000, algunos nicaragüenses y panameños en suelo costarricense quedan fuera de los registros. Esto constituye un problema común de los países debido a la indocumentalidad de las entradas que se ven involucradas o en la salubridad transfronteriza. La divergencia temporal y espacial de producción de algunos ciclos da paso a la movilidad territorial. Por ejemplo para el melón de la región Pacífico Norte se necesitan más trabajadores en la época de recolección entre diciembre y febrero; en el fríjol en la región norte o central en marzo; en la naranja de la zona norte de febrero a abril;

El anillo de la movilidad Un segundo anillo está formado por distritos con relativas bajas tasas de inmigrantes

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en la caña de azúcar en el centro y norte del país de diciembre a mayo; en el café de agosto a febrero en el centro y sur nacional, etc. La inserción de esta fuerza de trabajo itinerante favorece a los empleadores; en contraposición, es poco alentadora la condición familiar. La movilidad territorial configura un circuito cuyo origen o centro es la comunidad de residencia habitual. Los «destinos» son sólo transitorios y temporales. El migrante posee una gran capacidad de movimiento entre zonas y construye lugares dentro de territorios antropológicos amplios. La motivación se estructura sobre un imaginario colectivo de oportunidades que produce la reinvención colectiva y constante de la «tierra prometida». Este tipo de migración ha sido valorada con un alto grado de desterritorialización ya que se instituye sobre el rompimiento de núcleos familiares, la desintegración de ejes vitales de la vida comunitaria y el desarraigo colectivo de masas de población, privada de la posibilidad de llenar sus necesidades de sustento en sus países de origen (Morales y Castro, 2002: 31-34). En España, sitios y regiones de alta movilidad han sido llamados como «salas de espera», en el sentido que los migrantes están allí de paso y buscando un señuelo o una oportunidad que los atrape en un nuevo territorio. Es zona de la nomadización, de la circularidad que hace que los migrantes se ocupen de una actividad agrícola en un momento o temporada y busquen nuevos rumbos.

flujos que irrumpen en el orden social del Estado frente a lo que serían los espacios de lugares. El territorio local sirve de puente entre dos mundos que viven del ir y venir. En un territorio de flujos, el sistema político democrático se encuentra en entredicho. La democracia funciona hasta con ciudadanos muy diferenciados desde el punto de vista étnico, religioso, económico y político. A la vez, se produce inviabilidad cuando al interior del mismo territorio hay grupos separados y con derechos desiguales. Individuos que viven en el territorio pero al margen: no son ciudadanos, no participan políticamente ni practican al interior de los órdenes civiles o religiosos y menos cuando carecen de espacios oficiales (Carmago, 2003:89). Cuando son inexistentes formas reguladas para el desarrollo de las actividades propias de cada individuo, la estabilidad o la existencia del orden no está asegurada. Por ello, la ciudadanía mundial y los derechos universales son virtuales. Appadurai (1999: 114) expresa que los peligros para la soberanía a veces están desvinculados con la guerra, la conquista y la defensa de las fronteras ya que la integridad territorial y la nacional pueden ser porosas y asincrónicas. No es casual que las zonas limítrofes estén representadas por los cantones con los índices de desarrollo social más bajos del país. El Estado nación manifiesta una ansiedad con el territorio, con su vulnerabilidad. Mientras para el ciudadano, su sensación tiene que ver con su pertenencia al suelo, a convivir, a moverse y a establecerse, a lograr el disfrute del país. Quizás sean los territorios limítrofes donde los nexos entre territorio, lugar, ciudadanía y nacionalidad tengan más implicaciones.

El anillo de la reconfiguración: El norte y el sur, territorios limítrofes; el este y el oeste, territorios turísticos Los territorios limítrofes simbolizan la confluencia de dos lógicas contrapuestas que actúan a diferentes escalas. Desde la lógica geopolítica, la frontera es el límite entre dos realidades, es la zona del control social. La soberanía del Estado nación requiere realizarse; mismo que media en la producción de ciudadanos y trabajadores cual representados, principalmente, por procesos migratorios de todo orden: información, personas, objetos, representaciones, lenguajes. El nivel internacional lo define como un espacio de

«El suelo es una cuestión de discurso especializado y originario sobre la pertenencia, el territorio trata de la integridad, el deslinde, la vigilancia y la subsistencia. A medida que se abren fisuras entre el espacio local, el translocal y el nacional, el territorio como base de la lealtad y el afecto nacional (suelo patrio), está cada vez más divorciado del territorio como lugar de la soberanía y el control estatal de la sociedad civil (Appadurai, 1999: 114).

La Ley de Migración y Extranjería aprobada en el año 2006 reafirma las palabras dichas por Appadurai y la dinámica en juego. En primera

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instancia, existe rezago con respecto a las normas internacionales y las disposiciones constitucionales. Hay interés de controlar los flujos migratorios, antes que el respeto y garantía de los derechos y libertades de los migrantes, es decir, no existe un enfoque integral de derechos humanos. En los casos de incumplimiento de las leyes migratorias, compete al ministerio de seguridad pública, a las direcciones especializadas, velar por el control del ingreso, la estadía, la expulsión y el estatus migratorio de los extranjeros. Por tanto, existe una visión marcada por un enfoque de seguridad nacional y cierta criminalización del migrante más que por consideraciones humanitarias (cfr. Programa Estado de la NaciónRegión, 2008: 274). En este anillo puede hablarse de dos territorios frontera o «puertas de entrada», en su sentido más amplio y que coinciden con medios de comunicación terrestre: la puerta del norte por la que a través de diferentes puntos ingresan personas vía carretera y esencialmente desde Nicaragua. No quiere decir que todos sean nicaragüenses ya que también se trasladan otros centroamericanos hacia rumbo sur. Basta recordar que la proporción de inmigrantes que tienen como país origen alguno centroamericano, alcanza el 80 por ciento. La «puerta» del sur, principal entrada de migrantes de origen panameño. Ambos accesos contrastan con el ingreso en el valle Central. Para aquellos migrantes que llegaron vía aérea y que por supuesto, el costo del transporte es mayor por tanto, los coloca en una posición socioeconómica mejor. En la franja norte y específicamente, los distritos Puerto Viejo (cantón Sarapiquí), Los Chiles (cantón homónimo), Pocosol (cantón San Carlos) forman localidades de avanzadilla de la frontera norte con los nicaragüenses. Estos son distritos en que la proporción de inmigrantes respecto a la población total supera la cuarta parte. La frontera sur posee sitios de avanzadilla para los panameños; el distrito Sixaola (cantón Talamanca) destaca en la vertiente Caribe y los distritos Canoas (cantón Corredores) y Sabalito (cantón Coto Brus) sobresalen en la vertiente pacífica. En ambos distritos, la cantidad de inmigrantes panameños respecto a otros inmigrantes es notoria, pues alcanza al 80 por ciento. En el

entremedio de estos sitios, la cordillera de Talamanca se erige como un obstáculo para el tránsito, salvo cuando se habla de la indocumentación o del tráfico. En los últimos quince años, en estos territorios, la agricultura intensiva ha experimentado cambios sustanciales. Existe dependencia de la mano de obra extranjera cuyas transformaciones se ligan a la globalización económica y las asimetrías socioeconómicas entre países que han traído como consecuencia nuevas oportunidades, pero también una exigencia creciente de competitividad. Dentro de los efectos está el incremento de la producción ante la apertura de nuevos mercados, ligado a una presión a la baja sobre los salarios del campo para entrar a competir en una escena internacional condicionada por los oligopolios de las grandes superficies. La llegada de extranjeros se ha visto acelerada por las malas condiciones laborales de un sector poco regulado y la menor predisposición de la mano de obra local a desempeñar ciertas tareas. En poco tiempo, los territorios especializados en este tipo de agricultura se han convertido en receptores de inmigrantes procedentes tradicionalmente de Nicaragua pero también, se encuentran personas oriundas de Panamá o El Salvador, entre otras. En los mapas de las provincias Alajuela y Guanacaste, el primero presenta la cantidad y distribución de inmigrantes dedicados a la agricultura, ganadería, caza y silvicultura y; el segundo se agregó la variable rama de actividad, reflejando la muy baja proporción de personas en calidad de patronos dentro del sector agrario. Conforme a las temporadas de producción, así se verá una región u otra afectada por la inmigración temporal –migración flotante-, lo cual es un poco difícil de cuantificar y que posiblemente no quedó reflejado en el Censo. En líneas generales, las condiciones ofrecidas por la agricultura intensiva suele ser muy poco interesante como para retener a los trabajadores extranjeros. De este modo, el sector y algunas localidades se ven sujetas a una intensa circulación de trabajadores que dejan «vacíos», los peores, para los nuevos recién llegados, los que más desesperadamente necesitan trabajar. Esto supone la llegada continua de nuevos inmigrantes

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que están en peores condiciones de integración (con menos recursos, menos manejo de la sociedad receptora y menos estructurados), lo que unido a la precariedad laboral y residencial favorece una percepción muy negativa por parte de la sociedad receptora, que facilita la aparición de conflictos. Esto plantea necesidades en materia de alojamiento, enseñanza o sensibilización; desbordan con frecuencia el ámbito municipal que es, por otra parte, el obligado a dar respuestas. Dentro de los agrupamientos inmigratorios importantes están aquellos asociados a los territorios turísticos. Estos han atraído la residencia “permanente” de grupos con un importante poder adquisitivo y patrones culturales con propensión a generar bienes y servicios. A la vez, atraen a otros conjuntos que como mano de obra, están listos a prestarlos. En consecuencia, se han formado conglomerados de convergencia inmigratoria: territorios pluriculturales. Desde 1997, la afluencia de turistas a Costa Rica se ha incrementado en forma sostenida. Hay coincidencia entre los territorios de mayor concentración de inmigrantes estadounidenses, canadienses o europeos y de mayor recepción de turistas. Es el caso del Pacífico norte y sur. En el Pacífico Norte, la consolidación del aeropuerto internacional Daniel Oduber, la construcción del puente La Amistad sobre el río Tempisque y el despegue del polo turístico Papagayo son tres factores que han fomentado la llegada y la permanencia residencial de inmigrantes. Aunque se trate de núcleos residenciales costeros, dado que Costa Rica es un país relativamente pequeño, existe facilidad de comunicación entre el valle Central, la capital y las costas. En el Caribe, destaca un cordón inmigratorio hacia el sur que topa con el límite fronterizo. La concentración inmigratoria en estos territorios turísticos ha generado cambios socioculturales tales como una segregación residencial muy marcada respecto a los «nativos», áreas donde se hablan dos y tres idiomas, necesidad de dotar de servicios e infraestructuras a una población flotante y a una población residente, pero que muchas veces no está censada, necesidad de servicios específicos relacionados con la edad de los residentes europeos y con el idioma; cantidades de tierra que han pasado a ser propiedad

de extranjeros; encarecimiento del nivel de vida y precio de la tierra regido por las expectativas de urbanización. El motor económico que allí se produce se acomoda a la demanda de los sectores relacionados con el turismo (hotelería, servicios personales, construcción, alimentación y bebidas). Permite alguna acumulación económica que impulsa a otros sectores y diversifica la economía, sin embargo, el encadenamiento productivo es cuestionable.

A manera de síntesis Acorde con Massey (2005: 111, 117), por la forma en que estamos acostumbrados a pensar el territorio se descuida la esfera de la posibilidad de existencia de la multiplicidad. Una comprensión refinada de la espacialidad implica reconocer que hay más de una historia desarrollándose en donde, cada una tiene, al menos, una relativa autonomía. Aun cuando el objetivo de estas páginas fue exploratorio, el viaje identificó la multiplicidad impregnada por los inmigrantes. Explicar la diversidad espacial utilizando la línea del tiempo es un ejercicio imposible. Las diferencias que imprimen los inmigrantes no es un problema de ubicación en la secuencia histórica. Dada la contemporaneidad de la diferencia entre grupos inmigratorios, cada uno tiene una propia historia que contar. Ello otorga al «otro» de un cierto grado de autonomía. Estudiar la espacialidad de los inmigrantes, es abrir la posibilidad de que existan trayectorias de relativa independencia, es aceptar la coexistencia de una multiplicidad de historias haciendo territorio. Hablar de que el territorio es el producto de interrelaciones, es reconocerlo como una esfera del encuentro y el desencuentro de trayectorias; un lugar donde tales itinerarios coexisten y entran en conflicto. El territorio como producto de las intrincaciones y complejidades, los entrecruzamientos y las desconexiones, de las relaciones, desde lo cósmico, inimaginable hasta lo más íntimo y diminuto, conduce a verlo como el proceso de realización nunca concluido y con cabos sueltos. Posee un carácter relacional y abierto que lo hace algo inesperado, impredecible y hasta caótico. Decir relacional implica que las relaciones se construyen de forma activa, que están matizadas

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de poder social, de dominio y de subordinación. En palabras de la geógrafa Massey (2005: 118, 120, 122) no es el reino de lo muerto, no es una superficie; es la parte necesaria para la generación, la producción, de lo nuevo… el territorio es parte integral de la producción de la sociedad. Para Soja (1993:8), un mapa como «metanarración geográfica» se puede ingresar prácticamente por cualquier punto, mientras que en el lenguaje escrito la construcción es sucesiva, lineal. El espacio del relato geográfico, el del mapa, es existente, simultáneo como lo es el espacio de la posmodernidad, un medio simultáneo de relaciones y producto construido.

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