Recreación de un personaje romanesco en una novela postmoderna: el

Recreación de un personaje romanesco en una novela postmoderna: el coronel Moori Koenig en Santa Evita de Tomás Eloy Martínez Adriana Esther Suarez (...
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Recreación de un personaje romanesco en una novela postmoderna: el coronel Moori Koenig en Santa Evita de Tomás Eloy Martínez

Adriana Esther Suarez (Universidade de São Paulo)

Así como en los años 60 Julio Cortázar sostenía que la revolución en la literatura no se debía hacer a través de los temas — entiéndase por esto a través de la ideología —, sino por medio de la forma (CORTÁZAR, 2004, p. 160), en los 90, Tomás Eloy Martínez, también es parte de la revolucionaria forma de reescritura de la historia oficial, la cual sería rescrita y releída desde la literatura. Martínez, en sus novelas, recrea el pasado político, social e histórico de la Argentina de los años 50-70, siguiendo parámetros estéticos que aparecen como los más indicados para contar una historia proscrita por tantos años. ¿Cómo recordar lo que nadie se atrevía a comentar en los años posteriores a la caída de Perón? Haciendo hablar a los personajes de ficción y que cada uno de ellos contase su verdad. Tanto la variedad de narradores como los personajes heterogéneos son los aspectos más destacados de Santa Evita, novela de Tomás Eloy Martínez publicada en 1995, obra que narra la odisea del cadáver de Eva Perón desde su muerte e inmediato embalsamamiento en julio de 1952 hasta 1974, cuando fue depositado en una bóveda de la Recoleta, cementerio de la clase alta argentina. Primeramente, podríamos categorizar la obra como una ficción histórica postmoderna. La clasificación del texto es difícil ya que es varios textos a la vez: biografía, autobiografía o seudoautobiografía de un período de la vida del autor,

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novela policial, novela documental, novela de reportajes periodísticos, nueva novela histórica1, metaficción historiográfica2, o todo eso junto. Mario Vargas Llosa escribe al año siguiente de la publicación de Santa Evita una reseña sobre ésta para el diario argentino La Nación, en la que hace un comentario respecto a la clasificación del género, que entendemos aquí como un nogénero:

[...] Como todo puede ser novela, Santa Evita, lo es también, pero siendo, al mismo tiempo, una biografía, un mural socio-político, un reportaje, un documento histórico, una fantasía histérica, una carcajada surrealista y un radioteatro tierno y 3 conmovedor…

La obra de Martínez no sólo incorporaría la estética del postmodernismo como modelo de construcción, y con esto nos referimos a la desintegración de los sistemas de escritura, a la multitud de voces narrativas, al anacronismo, a las constantes digresiones que nos remiten al pasado o al futuro, sino que también presentaría narradores y personajes que, a nuestro entender, serían muy difíciles de clasificar como pertenecientes a otra estética conocida. De todas las características que encontramos en Santa Evita, que quiebran un poco las convenciones literarias a las que nos tenían acostumbrados las novelas modernas, queremos resaltar la de la presencia de un personaje fundamental para la ilación de la historia fragmentada que se narra: el coronel Carlos Eugenio de Moori Koenig. Sin pretender hacer un estudio estructuralista del personaje, sino analizar las posibilidades estéticas de una novela contemporánea, intentamos hacer un seguimiento del personaje del coronel Moori Koenig. Éste se presenta inicialmente como lo que Forster denomina un tipo plano, objetivo, y carente de toda subjetividad

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(FORSTER, 1970, p. 75), y acompañado de un narrador omnisciente como los que narran las andanzas de los personajes de las novelas medievales. Sin embargo, la acción de la novela llevará al coronel al quiebre de su tipología, y lo convertirá en un personaje moderno. Al principio, como ya dijimos, el Coronel es un tipo carente de toda profundidad psicológica, y un narrador omnisciente de tercera persona nos dice todo sobre él. A partir de las descripciones de ese narrador, podemos concluir que el coronel era meticuloso, un estudioso centrado en los temas que dominaba — rumor y secreto —, y que no le gustaban las contaminaciones ni mezclas. Él prefería lo puro como su raza aria. Otro dato importante que obtenemos del que narra es que nuestro personaje se autodenominaba “caballero”. Esta autonomización nos lleva a compararlo con los personajes de las novelas de caballerías, que como también los describe Northon Frye en Anatomía de la crítica, tienen como característica la objetividad relatada por un narrador único, que posicionándose dentro de ellos, está al tanto de todo lo que piensan y sienten los personajes (FRYE, 1991, p. 408). Ese narrador único, preciso, creíble, contrastará con la profusión de voces narrativas que van apareciendo a lo largo de esta novela postmoderna. Y es un narrador de esas características el que nos pone al tanto de la posición del coronel frente al “honor” con el que nace un caballero, como el que proporcionaría el ser descendiente de una estirpe elevada; a la “honra” de pertenecer al ejército nacional; y al “decoro” y “discreción” con los que respondía a los pedidos de sus superiores, aun considerándolos ridículos. El coronel en la primera parte de la novela se presenta como un personaje in vacuo, término con que Frye se refiere al tipo del personaje romanesco (FRYE, 1991, p. 404).

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La acción, o sea el hecho histórico novelado de la caída de Perón, llevará a nuestro personaje a una misión que lo desestabilizará: tendrá que cuidar del cadáver de Eva Perón, y

la no aceptación de la muerte de la ex Primera Dama de la

República lo quiebra y transforma. Él, que en un primer momento no entiende la orden de sus superiores de hacerse cargo de un cadáver, ya que un muerto (o una muerta) no podía hacerle mal a nadie, guarda el cadáver en sus dependencias y a partir de ese momento comienza a sentirse extraño, no sólo al observarlo o al mirar las fotografías de todos sus ángulos más íntimos, que le fueron entregadas con él, sino que cree que el cuerpo se mueve, irradia luz y murmura algo inteligible. A partir de allí, el personaje se convertirá en un tipo mucho más complejo, en un desequilibrado antihéroe moderno. El coronel como militar odiaba a Evita y todo lo que ella representaba. Sólo debía cumplir con la tarea encomendada de cuidar ese cadávercosa, para que no fuera robado. Sin embargo, algo le sucederá al hombre que se esconde debajo del uniforme militar, que se fascinará con el cadáver y no podrá dejar de pensar en él. Esto lo conducirá a la pérdida de su cargo en la jerarquía militar, de su familia y de su salud física y mental. La transformación radical de nuestro personaje no nos habla tanto de él como de la obra en la que se inserta. Santa Evita es una novela que desplaza ciertas convenciones literarias para ubicarse en un lugar más amplio, donde caben varios géneros, narradores y personajes. Dicha trasformación es el hilo conductor que nos guiará por las huellas o marcas dejadas por el diálogo entre los géneros: Santa Evita se autoproclama como una novela que surge de un cuento. Nos referimos a “Esa mujer” de Rodolfo Walsh, que narra el encuentro de un militar a cargo de la custodia del cadáver de Eva Perón con un periodista-militante que se lo reclama para sí. También nos conducirá por los

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artículos periodísticos que aparecen en la época y por los textos científicos sobre rumor y secreto, que el coronel estudia. Además, nuestro personaje escucha y analiza discursos y arengas políticas. Diversos textos y géneros están en comunión y forman un todo. En lo que se refiere a los narradores, el quiebre de la tipología del personaje del coronel dará lugar al surgimiento de varios narradores en primera persona que junto con un narrador en tercera podrán contener y llevar adelante la historia de forma verosímil. Dichos narradores serán testigos de los acontecimientos de la historia argentina, cada uno desde un ángulo preferencial, cada uno desde su perspectiva, y a partir de ese lugar contarán los hechos. Entendemos que la acción, que dialoga con la historia argentina de los años 50 y 60, sólo podría ser contada por varias voces, y a su vez varias perspectivas e ideologías para ser, si no imparcial, al menos verosímil. Y esto sólo puede hacerlo posible una obra que se permita presentar un mundo caótico, desordenado, donde habiten personajes testimoniales que discutan y se contradigan, y donde pueda surgir un personaje que inicie su existencia en el Medioevo y termine en los umbrales del siglo XXI4. Tal vez, lo que pueda llegar a crear más tensión en el lector de esta obra postmoderna sea la bipolarización del personaje, que se presenta como un tipo romanesco, con características de caballero medieval, defensor de honores y honras, vasallo de una Primera Dama y luego protector de una dama-cadáver, y se transforma en un desequilibrado. El narrador omnisciente en tercera persona que seguía al coronel en la primera parte de la novela ya no se sustenta y surge, contrastando con ese, la mencionada polifonía de voces narrativas.

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Esta multiplicación de voces narrativas también es importante como prueba de que ninguno de los narradores-personajes que aparecen después del quiebre del coronel, inclusive el narrador-personaje-periodista-detective, Tomás Eloy Martínez, sería apto para acompañar a un personaje de romance medieval, como creemos que es Moori Koenig al inicio de la novela. Éste necesitó un narrador omnisciente que lo acompañase, que guiase sus acciones y lo llevara de un episodio a otro. Se necesitó un narrador que explicase cuáles serían los movimientos de ese personaje que carecía de subjetividad; acaso sostenido por su condición de militar, tal vez por ser meticuloso y obtuso, o por ambos motivos. Santa Evita es una novela compleja, que como afirma Cristine Mattos en su tesis de doctorado5 tiene parte de su poética fundamentada en una dinámica de incorporación de discursos narrativos y a su vez deconstrucción de ciertos parámetros genéricos. La deconstrucción a la que la autora se refiere podría estar relacionada con la necesidad estética del autor de esta novela de intervenir, de incluir el discurso autobiográfico, de dar su nombre a un personaje y ser uno de los narradores de la historia. Quizás por todas las características y falta de características específicas que Santa Evita tiene, es que podemos encontrar en ella un personaje tan complejo de definir como el del coronel Moori Koenig. Complejidad que aparece al intentar delinear su configuración a partir de sus características formales cuando sabemos que el tipo de que se trata no respeta su ley. Vimos y estudiamos al coronel Carlos Eugenio de Moori Koenig como a un caballero seguidor de ritos y costumbres medievales, o sea, el tipo del romance o novela de caballerías. Luego, por medio de una fractura o violación a la ley del

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personaje, el coronel cobra una subjetividad que nos permite, además de entenderlo a partir de sus acciones, leer en su conciencia qué le está sucediendo y por qué actúa contra los antiguos principios que lo constituían. Tzvetan Todorov (2004, p. 119-133), en un análisis que hace sobre los “hombres-narrativas”, cita a Henry James, quien en su artículo “The art of fiction”6 se pregunta “qué es un personaje si no un determinante de la acción, y qué es la acción si no la ilustración de personajes, llegando a la conclusión de que la narrativa es una mera descripción de ‘caracteres’”. En la perspectiva de Todorov, parece no haber total acuerdo con dichas declaraciones, de las que se podría entender la estrecha vinculación que hay entre los dos constituyentes de la narrativa, a saber: personaje y acción. Uno no existiría sin el otro. No obstante, si toda narrativa es una descripción de caracteres, se arribaría a la idea de que la psicología del personaje es más importante que la acción. Con base en las conclusiones de Todorov, intentamos subrayar el gran cambio en la tipología de nuestro personaje. En la primera parte, en la que él se nos presenta como un personaje romanesco, la acción es importantísima y él la va acompañando sin desequilibrios. Cuando la gravedad de la acción llega al ápice, se produce la violación de la ley del personaje que lo transforma en un tipo subjetivo y, ahí sí, a partir de ese momento él guiará la acción. Entonces, en torno a este nuevo rol que desempeñará, se cumplirían las afirmaciones de James. El otro aspecto que destaca Todorov son las citaciones del formalista ruso Tomashevski, que se refieren al fin trágico del personaje que viola su propia constitución. Son innumerables los casos de personajes de esa clase que pagan con castigos ejemplares su desacato a una tipología. Ejemplos sobran, así podríamos citar

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a Sorel, seminarista enamorado y (casi) asesino, y Raskolnicov, intelectual y asesino consciente, ambos personajes que llevan a cabo acciones que no se esperan de ellos. Todorov trae como ejemplo monjas con amantes, abades seducidos (2004, pp. 85-85); que si bien no son hechos imposibles, representan acciones no esperadas en ellos. Según el crítico, ninguno de estos personajes escapará a su castigo, salvo que el encargado de la punición cometiera un acto peor que el de ellos. Nuestro coronel debería haber pagado con la muerte su quiebre, pero como los que tenían que hacer justicia eran peores que él, se salvó de la pena máxima que le impondría el ejército. Igualmente él tampoco se salvaría de sus propios juicio y condena. El personaje del coronel Moori Koenig sólo podría ser entendido dentro de una novela postmoderna como es Santa Evita, donde hasta un “intachable” oficial del ejército tendría permiso para quebrarse y volverse loco de amor por un cadáver.

Referencias

CORTAZAR, Julio. Valise de cronópio. São Paulo: Perspectiva, 2004.

FORSTER, Edward Morgan. Aspects of the novel. Harmondsworth: Penguin Books, 1970.

FRYE, Northrop. Anatomía de la crítica. Caracas: Monte Ávila Editores, 1991.

______. The secular scripture. A study of the structure of romance. Massachussets: Harvard University Press, 1982.

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HUTCHEON, Linda. Poética do pós-modernismo. História. Teoria. Ficção. Rio de Janeiro: Imago Editora, 1991.

MARTÍNEZ, Tomás Eloy. Santa Evita. Buenos Aires: Grupo Planeta, 2000.

MENTON, Seymour. La nueva novela histórica de la América Latina, 1979-1992. México: Fondo de Cultura Económica, 1993.

TODOROV, Tzvetan. As estruturas narrativas. São Paulo: Editora Perspectiva, 2004.

TOMASHEVSKI, B. Temática. In: Teoría de la literatura de los formalistas rusos. Antología preparada y presentada por Tzvetan Todorov. Buenos Aires: Siglo XXI Editores Argentina, 2004.

WALSH, Rodolfo. Esa mujer. In: Los oficios terrestres. 4. ed. Buenos aires: Ediciones de la Flor, 2000.

Notas

1

MENTON, Seymour. La nueva novela histórica de América Latina, 1979-1992. (Todas las características de la nueva novela histórica de Latinoamérica citadas por Menton se encuentran en Santa Evita: lo bajtiniano, es decir lo dialógico, lo heteroglósico y lo carnavalesco. Así como también la presencia de intertextualidad, la metaficción o los comentarios del narrador sobre la creación de su propia obra, el protagonismo histórico, el anacronismo, las exageraciones de la historia, la distorsión consciente de parte de esa historia, las omisiones intencionales, y la subordinación de la reproducción mimética de cierto período histórico a conceptos filosóficos trascendentes) (p. 273-277). 2

HUTCHEON (1991, p. 11). La autora cita en su texto a Larry McCaffery, quien “considera que, ao mesmo tempo, o livro [a metaficção historiográfica] é metaficcionalmente auto-reflexivo e mesmo assim nos fala com vigor a respeito de realidades políticas e históricas”.

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3

VARGAS LLOSA, Mario. Los placeres de la necrofilia. Suplemento “Cultura” del Diario La Nación, feb. 1996. (Internet). 4

Aquí estamos dialogando con Eric Hobsbawm que en su libro O novo século (São Paulo: Ed. Schwarcz, 2000) sugiere el final del siglo XX por 1973, llamándolo “siglo breve”, y adelantando así el inicio del siglo XXI. 5

O prisma e a espiral: a poética de Tomás Eloy Martínez. (Tesis de doctorado), Universidade de São Paulo, São Paulo, 2004. 6

Artículo del año 1884.

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