Que se detengan las manos de los violentos

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L’OSSERVATORE ROMANO EDICIÓN SEMANAL Unicuique suum Año XLVIII, número 13 (2.459)

EN LENGUA ESPAÑOLA Non praevalebunt

Ciudad del Vaticano

1 de abril de 2016

Intenso llamamiento de Francisco durante las celebraciones pascuales

Que se detengan las manos de los violentos Tras el atentado terrorista que ensangrentó la segunda ciudad pakistaní Haciéndose eco de la oración y del llamamiento del Papa Francisco, el presidente de la Comisión nacional «Justicia y Paz» de la Conferencia episcopal de Pakistán, Mons. Joseph Arshad, señaló que los obispos pakistaníes lamentan la matanza de personas inocentes, especialmente mujeres y niños, y destacan que es inaceptable, que se perpetre en nombre de la religión. También exhortan al gobierno a identificar y llevar ante la justicia a los responsables de la masacre terrorista de Pascua y a adoptar medidas estrictas para proteger a todos los ciudadanos, incluidas las minorías y comunidades vulnerables. «He visitado cada lecho y a cada víctima independientemente de su fe. He visto a muchos niños de apenas 4 o 5 años, cristianos y musulmanes, heridos o asesinados en este terrible atentado», declaró el arzobispo de Lahore a «Ayuda a la Iglesia necesitada». Mons. Sebastián Francis Shah acudió a visitar a las familias de las 72 víctimas mortales y a los más de 300 heridos. El atentado en el parque de la capital de la provincia pakistaní de Punyab fue reivindicado por un grupo terrorista escindido de los talibanes de aquella región, afirmando querer atacar a los cristianos, así como lanzar un desafío al gobierno. «Pedimos al Señor Jesucristo que done a Pakistán sabiduría, tolerancia y paz, y que otorgue a las familias de las víctimas la gracia de la fortaleza para soportar la pérdida de sus seres queridos», dijo Mons. Arshad evocando la cercanía, oración y llamamiento del Obispo de Roma. El atentado de este domingo en el parque de atracciones de Lahore fue el más mortífero realizado hasta el momento por Jamaat-ulAhrar, una facción del grupo extremista talibán. Aunque poco conocido, Jamaatul-Ahrar opera desde 2014 y ha realizado varios ataque letales en el país asiático de mayoría musulmana. A inicios de este mes, Jamaat-ul-Ahrar también se adjudicó un ataque suicida contra un tribunal de Peshawar, en represalia por la ejecución de Qadri. Al menos 16 personas murieron. Hace un año, el grupo también se atribuyó otro ataque contra los cristianos, en esa ocasión contra una iglesia católica de Lahore, que dejó 15 muertos y 70 heridos.

Se presentará el 8 de abril la exhortación apostólica postsinodal

La alegría del amor El próximo 8 de abril a las 11.30 horas en el Aula Juan Pablo II de la Oficina de Prensa de la Santa Sede se presentará la Exhortación Apostólica post-sinodal del Papa Francis-

co, titulada Amoris laetitia (La alegría del amor), que sintetizará su visión sobre cómo el catolicismo debe hacer frente a las dificultades que afligen la institución familiar en el

mundo actual. Intervendrán el secretario general del Sínodo de los obispos, cardenal Lorenzo Baldisseri; el arzobispo de Viena, cardenal Christoph Schönborn; un matrimonio italiano formado por Francesco Miano, docente de filosofía moral en la Universidad de estudios de Roma Tor Vergata y Giuseppina De Simone in Miano, docente de Filosofía en la Facultad Teológica de Italia Meridional de Nápoles. El Papa Francisco firmó el documento el pasado 19 de marzo, coincidiendo con la festividad de San José. La Exhortación «Amoris laetitia» es el resultado de los dos últimos Sínodos sobre la Familia en los que algunos padres sinodales trabajaron sobre distintas propuestas. El Papa introdujo el año pasado un cambio en los procesos de nulidad matrimonial convirtiéndolos en más rápidos, eficientes y gratuitos y otorgando más capacidad de decisión a los obispos.

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viernes 1 de abril de 2016, número 13

En la audiencia general el Pontífice señala que el perdón de Dios elimina el pecado desde la raíz

Dios es más grande que nuestro pecado «El perdón divino no esconde el pecado, lo elimina desde la raíz, no como hacen en la tintorería cuando llevamos un traje y quitan la mancha». Con esta imagen, el Papa Francisco habló de la misericordia divina en la catequesis —la última del ciclo dedicado a la profundización del tema jubilar a la luz del Antiguo Testamento— durante la audiencia general del miércoles 30 de marzo. Con los fieles reunidos en la plaza de San Pedro el Pontífice comentó el salmo 51, llamado «Miserere». Queridos hermanos ¡buenos días!

y

hermanos,

Terminamos hoy las catequesis sobre la misericordia en el Antiguo Testamento, y lo hacemos meditan-

profeta Natán le desvela su culpa y le ayuda a reconocerla. Es el momento de la reconciliación con Dios, en la confesión del propio pecado. ¡Y aquí David fue humilde y grande! Quien reza con este salmo está invitado a tener los mismos sentimientos de arrepentimiento y de confianza en Dios que tuvo David cuando se arrepintió, y aun siendo rey, se humilló sin tener temor de confesar la culpa y mostrar la propia miseria al Señor, convencido de la certeza de su misericordia. Y no era un pecado pequeño, una pequeña mentira, lo que había hecho: ¡había cometido un adulterio y un asesinato! El salmo inicia con estas palabras de súplica:

do sobre el salmo 51, llamado Mise«Tenme piedad, oh Dios, según tu rere. Se trata de una oración peniten- amor / por tu inmensa ternura borra cial, en la cual la petición de perdón mi delito, / lávame a fondo de mi está precedida por la confesión de la culpa, / y de mi pecado purifícame» culpa y en la cual el orante, deján- (vv. 3-4). dose purificar por el amor del Señor, La invocación está dirigida al se vuelve una nueva criatura, capaz Dios de misericordia para que, mode obediencia, de firmeza de espíritu, y de alabanza sincera. La única cosa que realmente El «título» que la antigua tradición judía ha necesitamos en nuestra vida es ser puesto a este salmo hace perdonados, liberados del mal referencia al rey David y a su pecado con Betsabé, y de sus consecuencias de muerte la esposa de Urías el hitita. Conocemos bien la historia. El rey David, llamado por Dios para apacentar al vido por un gran amor como el de pueblo y guiarlo por los caminos de un padre o de una madre, tenga piela obediencia a la Ley divina, trai- dad, o sea nos haga una gracia, ciona su misión y, tras haber cometi- muestre su favor con benevolencia y do adulterio con Betsabé, hace asesi- comprensión. Es un sentido llamanar al marido. ¡Qué feo pecado! El miento a Dios, el único que puede

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GIOVANNI MARIA VIAN director

este salmo busca el perdón, confiesa la propia culpa, y reconociéndola celebra la justicia y la santidad de Dios. Y después pide gracia y misericordia. El salmista se confía a la bondad de Dios, sabe que el perdón divino es enormemente eficaz, porque crea lo que dice. No esconde el El perdón divino es enormemente eficaz pecado, sino que lo destruye y lo elimina pero lo porque no esconde el pecado, elimina desde la raíz, no sino que lo destruye y lo elimina como sucede en la tintorería cuando llevamos un traje y le quitan la manperdonados, liberados del mal y de cha. ¡No! Dios quita nuestro pecado sus consecuencias de muerte. Des- desde la raíz, ¡todo! Por ello el penigraciadamente la vida nos hace ex- tente se vuelve puro, cada mancha es perimentar muchas veces estas situa- eliminada y él ahora está más blanco ciones, y sobre todo allí tenemos que la nieve incontaminada. Todos nosotros somos pecadores. ¿Es verdad esto? Si alguno de los presentes no se siente pecador que levante la mano... ¡Nadie! Todos lo somos. Nosotros pecadores con el perdón nos volvemos criaturas nuevas, llenas por el Espíritu y llenas de alegría. Entonces una nueva realidad comienza para nosotros: un nuevo corazón, un nuevo espíritu, una nueva vida. Nosotros, pecadores perdonados, que hemos acogido la gracia divina, podemos incluso enseñar a los otros a no pecar más. «Pero Padre, soy débil, yo caigo y caigo». «Pero si caes, levántate. ¡Levántate!». Cuando un niño se cae, ¿qué es lo que hace? Alza la mano a la mamá, al papá para que lo levanten. ¡Hagamos lo mismo! Si tú caes por debilidad en el pecado levanta tu mano: el Señor la toma y te ayudará a levantarte. ¡Esta es la dignidad del perdón de Dios! La dignidad que nos da el perdón de Dios es la de levantarnos, ponernos siempre en pie, porque Él ha creado al hombre y a la mujer para que estén de pie. Dice el salmista: «Crea en mí, oh Dios, un puro corazón, / un espíritu que confiar en la misericordia. Dios firme dentro de mí renueva […] Enes más grande que nuestro pecado. señaré a los rebeldes tus caminos, / No olvidemos esto, ¡Dios es más y los pecadores volverán a ti» (vv. grande que nuestro pecado! «¡Padre 12. 15). no sé decirlo, he hecho tantas y Queridos hermanos y hermanas, grandes!». Dios es más grande que el perdón de Dios es aquello que netodos los pecados que nosotros po- cesitamos todos, y es el signo más damos hacer. Dios es más grande grande de su misericordia. Un don que nuestro pecado. ¿Lo decimos que cada pecador perdonado está juntos? Todos juntos: ¡Dios es más llamado a compartir con cada hergrande que nuestro pecado! Una vez mano o hermana que encuentra. más: «¡Dios es más grande que Todos los que el Señor nos ha nuestro pecado!». Una vez más: «¡Dios es más grande que nuestro puesto a nuestro lado, los familiares, pecado!». Y su amor es un océano los amigos, los colegas, los parroen el cual nos podemos sumergir sin quianos… todos, como nosotros, tiemiedo de ser vencidos: perdonar pa- nen necesidad de la misericordia de ra Dios significa darnos la certeza de Dios. Es bonito ser perdonado, pero que Él nunca nos abandona. Sea lo también tú, si quieres ser perdonaque sea lo que podamos reprochar- do, debes a su vez perdonar. ¡Perdonos, Él es aún y siempre más grande na! Que el Señor nos conceda, por que todo (cf. 1 Jn 3, 20), porque la intercesión de María, Madre de Dios es más grande que nuestro pe- misericordia, ser testigos de su percado. dón, que purifica el corazón y transEn este sentido, quien reza con forma la vida. Gracias.

TIPO GRAFIA VATICANA EDITRICE L’OSSERVATORE ROMANO don Sergio Pellini S.D.B.

Giuseppe Fiorentino subdirector

Ciudad del Vaticano [email protected] www.osservatoreromano.va

liberar del pecado. Son usadas imágenes muy plásticas: borra, lávame, purifícame. Se manifiesta en esta oración la verdadera necesidad del hombre: la única cosa que realmente necesitamos en nuestra vida es ser

director general

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número 13, viernes 1 de abril de 2016

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El Papa recuerda en la misa crismal la dinámica de la misericordia que crece a través de pequeños gestos

Cada día un paso adelante Y pide a los sacerdotes que no pierdan la capacidad de avergonzarse y abajarse Una misericordia «en camino» que «cada día busca el modo de dar un paso adelante»: es la dinámica del amor de Dios indicada por el Papa Francisco a los numerosos sacerdotes que han concelebrado la misa crismal que él presidió el 24 de marzo por la mañana, Jueves santo, en la basílica vaticana. Después de la lectura del pasaje de Isaías, al escuchar en labios de Jesús las palabras: «Hoy mismo se ha cumplido esto que acaban de oír», bien podría haber estallado un aplauso en la Sinagoga de Nazaret. Y luego podrían haber llorado mansamente, con íntima alegría, como lloraba el pueblo cuando Nehemías y el sacerdote Esdras le leían el libro de la Ley que habían encontrado reconstruyendo el muro. Pero los evangelios nos dicen que hubo sentimientos encontrados en los paisanos de Jesús: le pusieron distancia y le cerraron el corazón. Primero, «todos hablaban bien de él, se maravillaban de las palabras llenas de gracia que salían de su boca» (Lc 4, 22); pero después, una pregunta insidiosa fue ganando espacio: «¿No es este el hijo de José, el carpintero?». Y al final: «Se llenaron de ira» (Lc 4, 28). Lo querían despeñar... Se cumplía así lo que el anciano Simeón le había profetizado a nuestra Señora: «Será bandera discutida» (Lc 2, 34).

Y así fue la dinámica del buen Samaritano que «practicó la misericordia» (Lc 10, 37): se conmovió, se acercó al herido, vendó sus heridas, lo llevó a la posada, se quedó esa noche y prometió volver a pagar lo que se gastara de más. Esta es la dinámica de la Misericordia, que enlaza un pequeño gesto con otro, y sin maltratar ninguna fragilidad, se extiende un poquito más en la ayuda y el amor. Cada uno de nosotros, mirando su propia vida con la mirada buena de Dios, puede hacer un ejercicio con la memoria y descuNuestra respuesta al perdón excesivo brir cómo ha practicado el Señor su miseride Dios es esa tensión sana cordia para con nosoentre una digna vergüenza tros, cómo ha sido y una avergonzada dignidad mucho más misericordioso de lo que creíamos y, así, animarnos Jesús, con sus palabras y sus gestos, a desear y a pedirle que dé un pasito hace que se muestre lo que cada más, que se muestre mucho más mihombre y mujer tiene en su corazón. sericordioso en el futuro. «MuéstraY allí donde el Señor anuncia el nos Señor tu misericordia» (Sal 85, evangelio de la Misericordia incon- 8). Esta manera paradójica de rezar dicional del Padre para con los más a un Dios siempre más misericordiopobres, los más alejados y oprimidos, allí precisamente somos interpelados a optar, a «combatir el buen combate de la Fe» (1 Tm 6, 12). La lucha del Señor no es contra los hombres sino contra el demonio (cf. Ef 6, 12), enemigo de la humanidad. Pero el Señor «pasa en medio» de los que buscan detenerlo «y sigue su Una multitud de sacerdotes, casi camino» (Lc 4, 30). Jesús no condos mil, han participado en la mifronta para consolidar un espacio de sa crismal celebrada por el Papa poder. Si rompe cercos y cuestiona Francisco en el altar de la confeseguridades es para abrir una brecha sión de la basílica de San Pedro, al torrente de la Misericordia que, el Jueves santo por la mañana. con el Padre y el Espíritu, desea deTodos han renovado las promesas rramar sobre la tierra. Una Miserisacerdotales ante el Pontífice. cordia que procede de bien en meLuego tuvo lugar el momento de jor: anuncia y trae algo nuevo: cura, la bendición de los óleos y de la libera y proclama el año de gracia consagración del crisma, introdudel Señor. cidos en procesión con tres carriLa Misericordia de nuestro Dios tos —cada uno de un color distines infinita e inefable y expresamos el to según el óleo contenido en las dinamismo de este misterio como ánforas— desde la capilla de la una Misericordia «siempre más Piedad, a través del transepto de grande», una Misericordia en camilos santos Processo y Martiniano, no, una Misericordia que cada día acompañada por el canto del «O busca el modo de dar un paso adeRedemptor». lante, un pasito más allá, avanzando Los carritos —de color blanco sobre las tierras de nadie, en las que para el óleo de los enfermos, moreinaba la indiferencia y la violencia.

so ayuda a romper esos moldes es- buir a inculturarla, a fin de que cada trechos en los que tantas veces enca- persona la reciba en su propia expesillamos la sobreabundancia de su riencia de vida y así la pueda entenCorazón. Nos hace bien salir de der y practicar —creativamente— en nuestros encierros, porque lo propio el modo de ser propio de su pueblo del Corazón de Dios es desbordarse y de su familia. de misericordia, desparramarse, derrochando su ternura, de El alma anda sedienta de espiritualidad, manera tal que siempero no por falta de Agua Viva, sino por pre sobre, ya que el Señor prefiere que se exceso de espiritualidades gaseosas, de pierda algo antes de espiritualidades light que falte una gota, que muchas semillas se la coman los pájaros antes de que se deje de sembrar Hoy, en este Jueves Santo del una sola, ya que todas son capaces Año Jubilar de la Misericordia, quide portar fruto abundante, el 30, el siera hablar de dos ámbitos en los que el Señor se excede en su Miseri60 y hasta el ciento por uno. cordia. Dado que es él quien nos da Como sacerdotes, somos testigos y ejemplo, no tenemos que tener mieministros de la Misericordia siempre do a excedernos nosotros también: más grande de nuestro Padre; tene- un ámbito es el del encuentro; el mos la dulce y confortadora tarea de otro, el de su perdón que nos averencarnarla, como hizo Jesús, que güenza y dignifica. «pasó haciendo el bien» (Hch 10, El primer ámbito en el que vemos 38), de mil maneras, para que llegue que Dios se excede en una Misericora todos. Nosotros podemos contri- dia siempre más grande, es en el encuentro. Él se da todo y de manera tal que, en todo encuentro, directamente pasa a celebrar una fiesta. En la parábola del Padre Misericordioso quedamos pasmados ante ese hombre que corre, conmovido, a echarse al cuello de su hijo; cómo lo abraza y lo besa y se preocupa de ponerle el anillo que lo hace sentir como rado para el de los catecúmenos y igual, y las sandalias del que es hijo rojo para el crisma— los llevaban y no empleado; y luego, cómo pone cuatro diáconos. Otro diácono a todos en movimiento y manda orllevaba una pequeña ánfora con ganizar una fiesta. Al contemplar las sustancias perfumadas, que siempre maravillados este derroche luego se vertieron en el crisma. El de alegría del Padre, a quien el rePapa se inclinó y sopló sobre el greso de su hijo le permite expresar ánfora que contenía el sagrado su amor libremente, sin resistencias crisma y recitó la oración. ni distancias, nosotros no debemos El óleo para la celebración de tener miedo a exagerar en nuestro la misa fue donación de la Sacrisagradecimiento. La actitud podemos tía pontificia y las esencias perfutomarla de aquel pobre leproso, que madas de «Alchimia natura» de al sentirse curado, deja a sus nueve compañeros que van a cumplir lo Módena y de la empresa citrícola que les mandó Jesús y vuelve a arro«Misilmeri» de Palermo. Los dillarse a los pies del Señor, glorifióleos se trasladaron a San Juan cando y dando gracias a Dios a de Letrán, donde se distribuirán a grandes voces. La misericordia reslos sacerdotes de la diócesis de taura todo y devuelve a las personas Roma para la administración de los sacramentos durante el año.

Bendición de los óleos y del crisma

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viernes 1 de abril de 2016, número 13

Cada día un paso adelante VIENE DE LA PÁGINA 3

a su dignidad original. Por eso, el agradecimiento efusivo es la respuesta adecuada: hay que entrar rápido en la fiesta, ponerse el vestido, sacarse los enojos del hijo mayor, alegrarse y festejar... Porque sólo así, participando plenamente en ese ámbito de celebración, uno puede después pensar bien, uno puede pedir perdón y ver más claramente cómo podrá reparar el mal que hizo. Puede hacernos bien preguntarnos: Después de confesarme, ¿festejo? O paso rápido a otra cosa, como cuando después de ir al médico, uno ve que los análisis no dieron tan mal y los mete en el sobre y pasa a otra cosa. Y cuando doy una limosna, ¿le doy tiempo al otro a que me exprese su agradecimiento y festejo su sonrisa y esas bendiciones que nos dan los pobres, o sigo apurado con mis cosas después de «dejar caer la moneda»? El otro ámbito en el que vemos que Dios se excede en una Misericordia siempre más grande, es el perdón mismo. No sólo perdona deudas incalculables, como al siervo que le suplica y que luego se mostrará mezquino con su compañero, sino que nos hace pasar directamente de la vergüenza más vergonzante a la dignidad más alta sin pasos intermedios. El Señor deja que la pecadora perdonada le lave familiarmente los pies con sus lágrimas. Apenas Simón Pedro le confiesa su pecado y le pide que se aleje, Él lo eleva a la dignidad de pescador de hombres. Nosotros, en cambio, tendemos a separar ambas actitudes: cuando nos avergonzamos del pecado, nos es-

condemos y andamos con la cabeza gacha, como Adán y Eva, y cuando somos elevados a alguna dignidad tratamos de tapar los pecados y nos gusta hacernos ver, casi pavonearnos. Nuestra respuesta al perdón excesivo del Señor debería consistir en mantenernos siempre en esa tensión sana entre una digna vergüenza y una avergonzada dignidad: actitud de quien por sí mismo busca humillarse y abajarse, pero es capaz de aceptar que el Señor lo ensalce en bien de la misión, sin creérselo. El modelo que el Evangelio consagra, y que puede servirnos cuando nos confesamos, es el de Pedro, que se deja interrogar prolijamente sobre su amor y, al mismo tiempo, renueva su aceptación del ministerio de pastorear las ovejas que el Señor le confía.

Para entrar más hondo en esta avergonzada dignidad, que nos salva de creernos, más o menos, de lo que somos por gracia, nos puede ayudar ver cómo en el pasaje de Isaías que el Señor lee hoy en su Sinagoga de Nazaret, el Profeta continúa diciendo: «Ustedes serán llamados sacerdotes del Señor, ministros de nuestro Dios» (Is 61, 6). Es el pueblo pobre, hambreado, prisionero de guerra, sin futuro, sobrante y descartado, a quien el Señor convierte en pueblo sacerdotal. Como sacerdotes, nos identificamos con ese pueblo descartado, al que el Señor salva y recordamos que hay multitudes incontables de personas pobres, ignorantes, prisioneras, que se encuentran en esa situación porque otros los oprimen. Pero también recordamos que cada uno de

En el centro de acogida de Castelnuovo di Porto el Papa lanza un mensaje de paz e integración

Un mundo de hermanos Durante la homilía de la misa «in coena Domini», celebrada el jueves 24 de marzo en el Centro de acogida para solicitantes de asilo (CARA) de Castelnuovo di Porto, el Papa Francisco volvió a hablar de los recientes atentados de Bruselas e invitó a todos los presentes, «cada uno en su lengua religiosa», a rezar al Señor para que la «fraternidad contagie al mundo, para que no existan las 30 monedas para matar al hermano, para que siempre haya fraternidad y bondad». Publicamos a continuación la homilía del Pontífice.

Los gestos hablan más que las imágenes y las palabras. Los gestos. Hay, en esta Palabra de Dios que hemos leídos, dos gestos: Jesús que sirve, que lava los pies. Él, que era el jefe, lava los pies a los demás, a los suyos, a los más pequeños. El segundo gesto: Judas que se dirige a los enemigos de Jesús, a los que no quieren la paz con Jesús, para recoger el dinero con el que lo traicionó, las 30 monedas. Dos gestos. También hoy tenemos dos gestos: el primero es el de esta tarde: todos nosotros, juntos, musulmanes, hindúes, católicos, coptos, evangélicos, pero hermanos, hijos del mismo Dios, que queremos vivir en paz, integrados. El otro gesto es el de hace tres días: un gesto de guerra, de destrucción en una ciudad de Europa, de gente que no quiere vivir en paz. Pero detrás de ese gesto, como detrás de Judas, estaban otros. Detrás de Judas estaban los que dieron el dinero para que Jesús fuese entregado. Detrás de ese gesto de hace tres días en esa capital europea, están los fabricantes, los traficantes de armas que quieren la sangre, no la paz; que quieren la guerra, no la fraternidad. SIGUE EN LA PÁGINA 5

nosotros conoce en qué medida, tantas veces estamos ciegos de la luz linda de la fe, no por no tener a mano el evangelio sino por exceso de teologías complicadas. Sentimos que nuestra alma anda sedienta de espiritualidad, pero no por falta de Agua Viva —que bebemos sólo en sorbos—, sino por exceso de espiritualidades «gaseosas», de espiritualidades light. También nos sentimos prisioneros, pero no rodeados como tantos pueblos, por infranqueables muros de piedra o de alambrados de acero, sino por una mundanidad virtual que se abre o cierra con un simple click. Estamos oprimidos pero no por amenazas ni empujones, como tanta pobre gente, sino por la fascinación de mil propuestas de consumo que no nos podemos quitar de encima para caminar, libres, por los senderos que nos llevan al amor de nuestros hermanos, a los rebaños del Señor, a las ovejitas que esperan la voz de sus pastores. Y Jesús viene a rescatarnos, a hacernos salir, para convertirnos de pobres y ciegos, de cautivos y oprimidos. en ministros de misericordia y consolación. Y nos dice, con las palabras del profeta Ezequiel al pueblo que se prostituyó y traicionó tanto a su Señor: «Yo me acordaré de la alianza que hice contigo cuando eras joven... Y tú te acordarás de tu conducta y te avergonzarás de ella, cuando recibas a tus hermanas, las mayores y las menores, y yo te las daré como hijas, si bien no en virtud de tu alianza. Yo mismo restableceré mi alianza contigo, y sabrás que yo soy el Señor. Así, cuando te haya perdonado todo lo que has hecho, te acordarás y te avergonzarás, y la vergüenza ya no te dejará volver a abrir la boca —oráculo del Señor—» (Ez 16, 60-63). En este Año Santo Jubilar, celebramos con todo el agradecimiento de que sea capaz nuestro corazón, a nuestro Padre, y le rogamos que «se acuerde siempre de su Misericordia»; recibimos con avergonzada dignidad la Misericordia en la carne herida de nuestro Señor Jesucristo y le pedimos que nos lave de todo pecado y nos libre de todo mal; y con la gracia del Espíritu Santo nos comprometemos a comunicar la Misericordia de Dios a todos los hombres, practicando las obras que el Espíritu suscita en cada uno para el bien común de todo el pueblo fiel de Dios.

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Del deseo de venganza del hombre a la respuesta de Jesús en la cruz

La misericordia salvará el mundo RANIERO CANTALAMESSA «Dios nos reconcilió consigo por Cristo y nos confió el ministerio de la reconciliación […]. En nombre de Cristo os suplicamos: ¡reconciliaos con Dios! A quien no conoció pecado, le hizo pecado por nosotros, para que viniésemos a ser justicia de Dios en Él. Y como cooperadores suyos que somos, os exhortamos a que no recibáis en vano la gracia de Dios. Pues dice Él: “En el tiempo favorable te escuché y en el día de salvación te ayudaré”. Mirad, ahora el momento favorable, morad ahora el día de salvación» (2 Cor 5, 18.2021; 6, 1-2). El llamamiento del Apóstol a reconciliarse con Dios no se refiere a la reconciliación histórica que tuvo lugar en la cruz; tampoco se refiere a la reconciliación sacramental que tiene lugar en el bautismo y en el sacramento de la reconciliación; se refiere a una reconciliación existencial y personal que se tiene que actuar en el presente. El llamamiento se dirige a los cristianos de Corinto que están bautizados y viven desde hace tiempo en la Iglesia; está dirigido, por lo tanto, también a nosotros, ahora y aquí. «El momento favorable, el día de salvación» es, para nosotros, el año de la misericordia que estamos viviendo. ¿Pero qué significa, en sentido existencial y psicológico, reconciliarse con Dios? Una de las razones, quizá la principal, de la alienación

del hombre moderno de la religión y la fe es la imagen distorsionada que este tiene de Dios. ¿Cuál es la imagen «predefinida» de Dios en el inconsciente humano colectivo? Para descubrirla, basta hacerse esta pregunta: ¿qué asociación de ideas, qué sentimientos y qué reacciones surgen en ti, antes de toda reflexión, cuando, en la oración del Padre nuestro, llegas a decir: «hágase tu voluntad»?

Quien lo dice, es como si inclinase su cabeza hacia el interior resignadamente, preparándose para lo peor. Inconscientemente, se conecta la voluntad de Dios con todo lo que es desagradable, doloroso, lo que, de una manera u otra, puede ser visto como mutilador de la libertad y del desarrollo individuales. Es un poco como si Dios fuera el enemigo de toda fiesta, alegría y placer. Un Dios adusto e inquisidor. Dios es visto como el Ser Supremo, el Señor del tiempo y de la historia, es decir, como una entidad y una ley que se impone al individuo desde el exterior; ningún detalle de la vida humana se le escapa. El hombre carnal tiene sus concupiscencias; desea el placer, el poder, el dinero, la propiedad de los demás, la esposa del otro. En esta situación, Dios se le aparece como el que le bloquea el camino con sus «tú debes», «tú no debes». En lugar de una voluntad de amor que sólo quiere la felicidad del hombre, la voluntad de Dios se le aparece como una voluntad hostil. En el origen de todo hay la idea de Dios «rival» del hombre que la serpiente instiló en el corazón de Adán y Eva, y que algunos pensadores modernos se encargan de mantener con vida, afirmando que «donde nace Dios muere el hombre» (Sartre). Por supuesto, ¡nunca se ha ignorado, en el cristianismo, la misericordia de Dios! Pero a esta sólo se le ha encomendado la tarea de moderar los rigores irrenunciables de la justicia. La misericordia era la excepción,

no la regla. El año de la misericordia es la oportunidad de oro para sacar a la luz la verdadera imagen del Dios bíblico, que no solo manifiesta su misericordia, sino que es misericordia. Esta audaz afirmación se basa en el hecho de que «Dios es amor» (1 Jn 4, 8.16). Sólo en la Trinidad, Dios es amor, sin ser misericordia. Que el Padre ame al Hijo, no es gra-

cia o concesión, es necesidad; Él necesita amar para existir como Padre. Que el Hijo ame al Padre no es misericordia o gracia, es necesidad, aunque perfectamente libre; Él necesita ser amado y amar para ser Hijo. Lo mismo debe decirse del Espíritu Santo, que es amor hecho persona. SIGUE EN LA PÁGINA 12

Un mundo de hermanos VIENE DE LA PÁGINA 4

Dos gestos iguales: por una parte Jesús lava los pies, mientras Judas vende a Jesús por dinero; y por otra parte vosotros, nosotros, todos juntos, de diversas religiones, diversas culturas, pero hijos del mismo Padre, hermanos, mientras que aquellos pobres hombres compran las armas para destruir la fraternidad. Hoy, en este momento,

cuando yo realizaré el mismo gesto de Jesús de lavar los pies a vosotros doce, todos nosotros estamos realizando el gesto de la fraternidad, y todos nosotros decimos: «Somos distintos, somos diferentes, tenemos diferentes culturas y religiones, pero somos hermanos y queremos vivir en paz». Y este es el gesto que yo realizo hoy con vosotros. Cada uno de nosotros carga con una historia, cada uno de vosotros carga con una historia: muchas cruces, muchos dolores, pero también tienen un corazón abierto que quiere la fraternidad. Cada uno, en su lengua religiosa, ore al Señor para que esta fraternidad contagie el mundo, para que no existan las 30 monedas para matar al hermano, para que siempre exista la fraternidad y la bondad. Así sea. Al término de la misa, antes de saludar a cada uno de los huéspedes del centro, el Papa pronunció las siguientes palabras: Ahora os saludaría uno por uno, de todo corazón. Os doy las gracias por este encuentro. Y sólo recordemos y hagamos ver que es hermoso vivir juntos como hermanos, con culturas, religiones y tradiciones diferentes: ¡somos todos hermanos! Y esto tiene un nombre: paz y amor. Gracias.

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Durante la vigilia pascual la invitación a abrir nuestros sepulcros al Señor

Suscitar y resucitar la esperanza vive?» (v. 5). Al igual que Pedro y las mujeres, tampoco nosotros encontraremos la vida si permanecemos tristes y sin esperanza y encerrados en nosotros mismos. Abramos en cambio al Señor nuestros sepulcros sellados —cada uno de nosotros los conoce—, pa«Pedro fue corriendo al sepulcro» ra que Jesús entre y lo llene de vida; (Lc 24 ,12). ¿Qué pensamientos bu- llevémosle las piedras del rencor y llían en la mente y en el corazón de las losas del pasado, las rocas pesaPedro mientras corría? El Evangelio das de las debilidades y de las caínos dice que los Once, y Pedro entre das. Él desea venir y tomarnos de la ellos, no creyeron el testimonio de mano, para sacarnos de la angustia. las mujeres, su anuncio pascual. Es Pero la primera piedra que debemos más, «lo tomaron por un delirio» (v. remover esta noche es ésta: la falta 11). En el corazón de Pedro había de esperanza que nos encierra en por tanto duda, junto a muchos sen- nosotros mismos. timientos negativos: la tristeza por la Que el Señor nos libre de esta temuerte del Maestro amado y la desi- rrible trampa de ser cristianos sin eslusión por haberlo negado tres veces peranza, que viven como si el Señor durante la Pasión. no hubiera resucitado y nuestros Hay en cambio un detalle que problemas fueran el centro de la vimarca un cambio: Pedro, después de da. Continuamente vemos, y verehaber escuchado a las mujeres y de mos, problemas cerca de nosotros y dentro de nosotros. Siempre los habrá, pero en esta noche hay No vivamos como si el Señor no hubiera que iluminar esos problemas con la luz del resucitado y nuestros problemas fueran Resucitado, en cierto el centro de la vida modo hay que «evangelizarlos». Evangelizar los problemas. No no haberlas creído, «sin embargo, se permitamos que la oscuridad y los levantó» (v. 12). No se quedó senta- miedos atraigan la mirada del alma do a pensar, no se encerró en casa y se apoderen del corazón, sino escomo los demás. No se dejó atrapar cuchemos las palabras del Ángel: el por la densa atmósfera de aquellos Señor «no está aquí. Ha resucitado» días, ni dominar por sus dudas; no (v. 6); Él es nuestra mayor alegría, se dejó hundir por los remordimien- siempre está a nuestro lado y nunca tos, el miedo y las continuas habla- nos defraudará. Este es el fundadurías que no llevan a nada. Buscó a mento de la esperanza, que no es Jesús, no a sí mismo. Prefirió la vía simple optimismo, y ni siquiera una del encuentro y de la confianza y, tal actitud psicológica o una hermosa como estaba, se levantó y corrió ha- invitación a tener ánimo. La especia el sepulcro, de dónde regresó ranza cristiana es un don que Dios «admirándose de lo sucedido» nos da si salimos de nosotros mis(v.12). Este fue el comienzo de la mos y nos abrimos a él. Esta espe«resurrección» de Pedro, la resurrec- ranza no defrauda porque el Espírición de su corazón. Sin ceder a la tu Santo ha sido infundido en nuestristeza o a la oscuridad, se abrió a la voz de la esperanza: dejó que la luz de Dios entrara en su corazón sin apagarla. También las mujeres, que habían salido muy temprano por la mañana para realizar una obra de misericordia, para llevar los aromas a la tumba, tuvieron la misma experiencia. Estaban «despavoridas y mirando al suelo», pero se impresionaron cuando oyeron las palabras del ángel: «¿Por qué buscáis entre los muertos al que Durante la vigilia pascual celebrada el Sábado santo 26 de marzo por la noche, en la basílica vaticana, el Papa Francisco invitó a abrir al Señor «nuestros sepulcros sellados» removiendo las piedras y las losas que sofocan la esperanza.

tros corazones (cf. Rm 5, 5). El Pará- Palabra viva de Dios es capaz de imclito no hace que todo parezca boni- plicarnos en esta historia de amor, to, no elimina el mal con una varita alimentando la esperanza y reavivanmágica, sino que infunde la auténti- do la alegría. ca fuerza de la vida, que no consiste Nos lo recuerda también el Evanen la ausencia de problemas, sino en gelio que hemos escuchado: los ánla seguridad de que Cristo, que por nosotros ha vencido el pecado, ha geles, para infundir la esperanza en vencido la muerte, ha vencido el las mujeres, dicen: «Recordad cómo miedo, siempre nos ama y nos per- [Jesús] os habló» (v. 6). Hacer medona. Hoy es la fiesta de nuestra es- moria de las palabras de Jesús, hacer peranza, la celebración de esta certe- memoria de todo lo que Él ha hecho za: nada ni nadie nos podrá apartar en nuestra vida. No olvidemos su nunca de su amor (cf. Rm 8, 39). El Señor está vivo y quiere que Somos siervos alegres de la esperanza, lo busquemos entre los vivos. Después de llamados a anunciar al Resucitado haberlo encontrado, con la vida y mediante el amor invita a cada uno a llevar el anuncio de Pascua, a suscitar y resucitar la esperanza en los corazones Palabra y sus obras, de lo contrario abrumados por la tristeza, en quie- perderemos la esperanza y nos connes no consiguen encontrar la luz de vertiremos en cristianos sin esperanla vida. Hay tanta necesidad de ella za; hagamos en cambio memoria del hoy. Olvidándonos de nosotros mis- Señor, de su bondad y de sus palamos, como siervos alegres de la espe- bras de vida que nos han conmoviranza, estamos llamados a anunciar do; recordémoslas y hagámoslas al Resucitado con la vida y mediante nuestras, para ser centinelas del alba el amor; si no es así seremos un or- que saben descubrir los signos del ganismo internacional con un gran Resucitado. número de seguidores y buenas norQueridos hermanos y hermanas, mas, pero incapaz de apagar la sed ¡Cristo ha resucitado! Y nosotros tede esperanza que tiene el mundo. nemos la posibilidad de abrirnos y ¿Cómo podemos alimentar nues- de recibir su don de esperanza. tra esperanza? La liturgia de esta Abrámonos a la esperanza y pongánoche nos propone un buen consejo. monos en camino; que el recuerdo Nos enseña a hacer memoria de las de sus obras y de sus palabras sea la obras de Dios. Las lecturas, en efec- luz resplandeciente que oriente nuesto, nos han narrado su fidelidad, la tros pasos confiadamente hacia esa historia de su amor por nosotros. La Pascua que no conocerá ocaso.

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El Papa invita a la esperanza ante los conflictos y las injusticias en el mensaje a la ciudad y al mundo

Infinita misericordia «Ante las simas espirituales y morales de la humanidad», solamente una «infinita misericordia puede darnos la salvación». Lo dijo el Papa Francisco en el mensaje a la ciudad y al mundo pronunciado desde el balcón de las bendiciones de la basílica de San Pedro, tras la celebración de la misa de Pascua presidida el domingo 27 de marzo, en el atrio de la basílica vaticana. «Dad gracias al Señor porque es bueno: Porque es eterna su misericordia» (Sal 135, 1) Queridos hermanos ¡Feliz Pascua!

y

hermanas,

Jesucristo, encarnación de la misericordia de Dios, ha muerto en cruz por amor, y por amor ha resucitado. Por eso hoy proclamamos: ¡Jesús es el Señor! Su resurrección cumple plenamente la profecía del Salmo: «La misericordia de Dios es eterna», su amor es para siempre, nunca muere. Podemos confiar totalmente en él, y le damos gracias porque ha descendido por nosotros hasta el fondo del abismo. Ante las simas espirituales y morales de la humanidad, ante el vacío que se crea en el corazón y que provoca odio y muerte, sólo una infinita misericordia puede darnos la salvación. Sólo Dios puede llenar con su amor este vacío, estas fosas, y hacer que no nos hundamos, y que podamos seguir avanzando juntos hacia la tierra de la libertad y de la vida. El anuncio gozoso de la Pascua: Jesús, el crucificado, «no está aquí, ¡ha resucitado!» (Mt 28, 6), nos ofrece la certeza consoladora de que se ha salvado el abismo de la muerte y, con ello, ha quedado derrotado el luto, el llanto y la angustia (cf. Ap 21, 4). El Señor, que sufrió el abandono de sus discípulos, el peso de una condena injusta y la vergüenza de una muerte infame, nos hace ahora partícipes de su vida inmortal, y nos concede su mirada de ternura y compasión hacia los hambrientos y sedientos, los extranjeros y los encarcelados, los marginados y descartados, las víctimas del abuso y la violencia. El mundo está lleno de personas que sufren en el cuerpo y en el espíritu, mientras que las crónicas diarias están repletas de informes sobre delitos brutales, que a menudo se cometen en el ámbito doméstico, y de conflictos armados a gran escala que someten a poblaciones enteras a pruebas indecibles. Cristo resucitado indica caminos de esperanza a la querida Siria, un país desgarrado por un largo conflicto, con su triste rastro de destrucción, muerte, desprecio por el derecho humanitario y la desintegración de la convivencia civil. Encomendamos al poder del Señor resucitado las conversaciones en curso, para que, con la buena voluntad y la cooperación de todos, se puedan recoger frutos de paz y emprender la construcción de una sociedad fraterna, respetuosa de la dignidad y los derechos de todos los ciudadanos. Que el mensaje de vida, proclamado

por el ángel junto a la piedra removida del sepulcro, aleje la dureza de nuestro corazón y promueva un intercambio fecundo entre pueblos y culturas en las zonas de la cuenca del Mediterráneo y de Medio Oriente, en particular en Irak, Yemen y Libia. Que la imagen del hombre nuevo, que resplandece en el rostro de Cristo, fomente la convivencia entre israelíes y palestinos en Tierra Santa, así como la disponibilidad paciente y el compromiso cotidiano de trabajar en la construcción de los cimientos de una paz justa y duradera a través de negociaciones directas y sinceras. Que el Señor de la vida acompañe los esfuerzos para alcanzar una solución definitiva de la guerra en Ucrania, inspirando y apoyando también las iniciativas de ayuda humanitaria, incluida la de liberar a las personas detenidas. Que el Señor Jesús, nuestra paz (cf. Ef 2, 14), que con su resurrección ha vencido el mal y el pecado, avive en esta fiesta de Pascua nues-

guidos por motivos étnicos y religiosos. Que, en este día glorioso, «goce también la tierra, inundada de tanta claridad» (Pregón pascual), aunque sea tan maltratada y vilipendiada por una explotación ávida de ganancias, que altera el equilibrio de la naturaleza. Pienso en particular en las zonas afectadas por los efecDios ha vencido el egoísmo y la muerte tos del cambio climático, que en ocasiones con las armas del amor; su Hijo, Jesús, provoca sequía o vioes la puerta de la misericordia, abierta lentas inundaciones, con las consiguientes de par en par para todos crisis alimentarias en diferentes partes del planeta. Con nuestros hermanos y hermaen pos del bien común, buscando formas de diálogo y colaboración nas perseguidos por la fe y por su fientre todos. Y que se promueva en delidad al nombre de Cristo, y ante todo lugar la cultura del encuentro, el mal que parece prevalecer en la la justicia y el respeto recíproco, lo vida de tantas personas, volvamos a único que puede asegurar el bienes- escuchar las palabras consoladoras tar espiritual y material de los ciuda- del Señor: «No tengáis miedo. ¡Yo he danos. vencido al mundo!» (Jn 16, 33). Hoy

Hijo, Jesús, es la puerta de la misericordia, abierta de par en par para todos. Que su mensaje pascual se proyecte cada vez más sobre el pueblo venezolano, en las difíciles condiciones en las que vive, así como sobre los que tienen en sus manos el destino del país, para que se trabaje

El Cristo resucitado, anuncio de vida para toda la humanidad que reverbera a través de los siglos, nos invita a no olvidar a los hombres y las mujeres en camino para buscar un futuro mejor. Son una muchedumbre cada vez más grande de emigrantes y refugiados —incluyendo muchos niños— que huyen de la guerra, el hambre, la pobreza y Que la imagen del hombre nuevo, la injusticia social. Estos hermanos y hermaque resplandece en el rostro de Cristo, nas nuestros, encuenfomente la convivencia entre israelíes y tran demasiado a menudo en su recorrido palestinos en Tierra Santa la muerte o, en todo caso, el rechazo de quien podría ofrecertérmino el fermento de esperanza y les hospitalidad y ayuda. Que la cita las perspectivas de paz en África; de la próxima Cumbre Mundial Hupienso, en particular, en Burundi, manitaria no deje de poner en el Mozambique, la República Demo- centro a la persona humana, con su crática del Congo y en el Sudán del dignidad, y desarrollar políticas caSur, lacerados por tensiones políticas paces de asistir y proteger a las víctiy sociales. mas de conflictos y otras situaciones Dios ha vencido el egoísmo y la de emergencia, especialmente a los muerte con las armas del amor; su más vulnerables y los que son perse-

tra cercanía a las víctimas del terrorismo, esa forma ciega y brutal de violencia que no cesa de derramar sangre inocente en diferentes partes del mundo, como ha ocurrido en los recientes atentados en Bélgica, Turquía, Nigeria, Chad, Camerún, Costa de Marfil e Irak; que lleve a buen

es el día brillante de esta victoria, porque Cristo ha derrotado a la muerte y su resurrección ha hecho resplandecer la vida y la inmortalidad (cf. 2 Tm 1, 10). «Nos sacó de la esclavitud a la libertad, de la tristeza a la alegría, del luto a la celebración, de la oscuridad a la luz, de la servidumbre a la redención. Por eso decimos ante él: ¡Aleluya!» (Melitón de Sardes, Homilía Pascual). A quienes en nuestras sociedades han perdido toda esperanza y el gusto de vivir, a los ancianos abrumados que en la soledad sienten perder vigor, a los jóvenes a quienes parece faltarles el futuro, a todos dirijo una vez más las palabras del Señor resucitado: «Mira, hago nuevas todas las cosas... al que tenga sed yo le daré de la fuente del agua de la vida gratuitamente» (Ap 21, 5-6). Que este mensaje consolador de Jesús nos ayude a todos nosotros a reanudar con mayor vigor y esperanza la construcción de caminos de reconciliación con Dios y con los hermanos. Lo necesitamos mucho.

L’OSSERVAT

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Entrevista al Papa emérito Benedicto

XVI

La fe no es una idea sin JACQUES SERVAIS Santidad, la cuestión planteada este año en el marco de las jornadas de estudio promovidas por la rectoría de la iglesia «del Gesù» es la de la justificación por la fe. El último tomo de su «opera omnia» (GS IV) pone de relieve su afirmación hecha con resolución: «La fe cristiana no es una idea, sino vida». Comentando la célebre afirmación paulina (Romanos 3, 28), usted ha hablado, al respecto, de una doble trascendencia: «La fe es un don a los creyentes comunicado a través de la comunidad, la cual, a su vez, es fruto del don de Dios» («Glaube ist Gabe durch die Gemeinschaft; die sich selbst gegeben wird», GS IV, 512). ¿Podría explicar qué ha entendido con esa afirmación, teniendo en cuenta naturalmente el hecho de que el objetivo de estas jornadas es clarificar la teología pastoral y vivificar la experiencia espiritual de los fieles? Se trata de la cuestión: qué es la fe y cómo se llega a creer. Por una parte, la fe es un contacto profundamente personal con Dios, que me toca en lo más íntimo de mi ser y me pone ante el Dios vivo en absoluta inmediatez para que yo pueda hablarle, amarlo y entrar en comunión con Él. Pero, al mismo tiempo, esta realidad totalmente personal tiene una relación inseparable con la comunidad: forma parte de la esencia de la fe el hecho de introducirme en el nosotros de los hijos de Dios, en la comunidad de los hermanos y de las

hermanas que peregrinan. El encuentro con Dios significa también, simultáneamente, que yo mismo experimento una apertura, que soy arrancado de mi cerrada soledad y soy acogido en la comunidad viva de la Iglesia. Ella es también mediadora de mi encuentro con Dios, que, sin embargo, llega a mi corazón de forma totalmente personal. La fe deriva de la escucha (fides ex auditu), nos enseña san Pablo. La escucha, a su vez, implica siempre una compañía. La fe no es un producto de la reflexión y tampoco tratar de penetrar en las profundidades de mi ser. Ambas cosas pueden estar presentes, pero son insuficientes sin la escucha mediante la cual Dios, desde fuera, a partir de una historia creada por Él mismo, me interpela. Para que yo pueda creer necesito testigos que hayan encontrado a Dios y lo hagan accesible para mí. En mi artículo sobre el Bautismo he hablado de la doble trascendencia de la comunidad, haciendo emerger de ese modo una vez más un importante elemento: la comunidad de fe no se crea por sí misma. Ella no es una asamblea de hombres que tienen ideas en común y que deciden trabajar para la difusión de esas ideas. En ese caso, todo estaría basado en una decisión propia y, en último análisis, en el principio de mayoría, es decir, al final sería opinión humana. Una Iglesia construida de este modo no puede ser para mí garantía de la vida eterna ni exigirme decisiones que me hacen sufrir y que se oponen a

mis deseos. No, la Iglesia no fue hecha por sí misma, fue creada por Dios y es continuamente formada por Él. Esto se expresa en los sacramentos, sobre todo en el del Bautismo: yo entro en la Iglesia no con un acto burocrático, sino mediante el sacramento. Y esto equivale a decir que soy acogido en una comunidad que no se originó a sí misma y que se proyecta más allá de sí misma. La pastoral que quiere formar en la experiencia espiritual a los fieles debe proceder de estos datos fundamentales. Es necesario que abandone la idea de una Iglesia que se produce a sí misma y debe poner de relieve que la Iglesia se convierte en comunidad en la comunión con el cuerpo de Cristo. Ella debe introducir al encuentro con Jesucristo y conducir a Su presencia en el sacramento.

Publicamos la traducción del texto completo de la entrevista a Benedicto XVI contenida en el libro «Per mezzo della fede. Dottrina della giustificazione ed esperienza di Dio nella predicazione della Chiesa y neli esercizi spirituali», dirigido por el jesuita Daniele Libanori (Cinisello Balsamo, ediciones San Pablo, 2016, 208 páginas) donde el Papa emérito habla de la centralidad de la misericordia en la fe cristiana. El libro recoge las actas de un congreso que tuvo lugar el pasado mes de octubre el Roma. El autor de la entrevista es Jacques Servais, discípulo de Hans Urs von Balthasar y estudioso de su obra.

Cuando usted era prefecto de la Congrega- ción, o sea, ya no existe el hombre que ción para la doctrina de la fe, comentando cree tener necesidad de la justificación la Declaración común de la Iglesia católi- por parte de Dios, sino que considera ca y de la Federación luterana mundial que es Dios quien debe justificarse desobre la doctrina de la justificación del 31 bido a todas las cosas horribles presende octubre de 1999, puso de relieve una tes en el mundo y ante la miseria del diferencia de mentalidad en relación a Lu- ser humano, pues todo ello, en última tero y a la cuestión de la salvación y de la instancia, dependerían de Él. Al respecbienaventuranza eterna tal como él la to, me parece significativo el hecho de planteaba. La experiencia religiosa de Lu- que un teólogo católico asuma de motero estaba condicionada por el terror ante do directo y formal tal cambio de dila cólera de Dios, sentimiento más bien rección: Cristo no habría sufrido por extraño para el hombre moderno, marcado los pecados de los hombres, sino que, más bien por la ausencia de Dios (ver su más bien, habría, por así decir, cancelaartículo en «Communio», 2000, 430). Para estos el problema no es tanto cómo El hombre de hoy, bajo la capa de la asegurarse la vida eterna, sino más bien garantizarse, en las seguridad de sí mismo y de la propia justicia precarias condiciones de nuesoculta un profundo conocimiento de sus tro mundo, un cierto equilibrio de vida plenamente humana. heridas y de su indignidad ante Dios La doctrina de Pablo sobre la justificación por la fe, en este nuevo contexto, ¿puede alcanzar la experiencia «religiosa» o al menos do las culpas de Dios. Si bien, por la experiencia «elemental» de nuestros ahora la mayor parte de los cristianos no comparte un cambio de dirección contemporáneos? tan drástico de nuestra fe, se puede deAnte todo considero importante des- cir que todo esto hace emerger una tentacar una vez más lo que escribí en dencia de fondo de nuestro tiempo. «Communio» (2000) respecto a la Cuando Johann Baptist Metz sostiene cuestión de la justificación. Para el que la teología de hoy debe ser «sensihombre de hoy, en comparación con el ble a la teodicea» (theodizeeempfindlich), tiempo de Lutero y de la perspectiva pone de relieve el mismo problema de clásica de la fe cristiana, las cosas, en modo positivo. Incluso prescindiendo cierto sentido, han cambiado de direc- de una oposición tan radical de la vi-

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no vida

a,

Está claro que esto le gusta al hombre moderno. Pero me parece igualmente importante que los hombres en su interior esperen que el samaritano acuda en su ayuda, que él se incline sobre ellos, derrame aceite sobre sus heridas, los cuide y los lleve a un sitio seguro. En última instancia, ellos saben que necesitan la misericordia de Dios y su delicadeza. En la dureza del mundo tecnificado, donde los sentimientos ya no cuentan, aumenta, sin embargo, la espera de un amor salvífico que sea donado gratuitamente. Me parece que en el tema de la misericordia divina se expresa de un modo nuevo lo que significa la justificación por la fe. A partir de la misericordia de Dios, que todos buscan, es posible, también hoy, interpretar desde el principio el núcleo fundamental de la doctrina de la justificación y mostrarlo en toda su relevancia. sión eclesial de la relación entre Dios y el hombre, el hombre de hoy tiene la sensación general de que Dios no puede dejar que se pierda la mayor parte de la humanidad. En este sentido la preocupación por la salvación típica de un tiempo casi ha desaparecido. Sin embargo, según mi parecer, sigue existiendo, de otra forma, la percepción de que nosotros necesitamos la gracia y el perdón. Para mí es un «signo de los tiempos» el hecho de que la idea de la misericordia de Dios sea cada vez más central y dominante, empezando por sor Faustina, cuyas visiones reflejan en profundidad y de diversas maneras la imagen de Dios propia del hombre de hoy y su deseo de la bondad divina. El Papa Juan Pablo II estaba profundamente impregnado de ese impulso, aunque no siempre emergía de forma explícita. Pero no es ciertamente casual que su último libro, que salió a la luz inmediatamente antes de su muerte, hable de la misericordia de Dios. A partir de las experiencias en las que desde los primeros años de vida pudo constatar toda la crueldad de los hombres, él afirma que la misericordia es la única auténtica y definitiva reacción eficaz contra el poder del mal. Sólo allí donde hay misericordia acaba la crueldad, acaban el mal y la violencia. El Papa Francisco está totalmente en sintonía con esta línea. Su práctica pastoral se expresa precisamente en el hecho de que él nos habla continuamente de la misericordia de Dios. Es la misericordia lo que nos mueve hacia Dios, mientras que la justicia nos asusta. Según mi parecer, esto pone de relieve que el hombre de hoy, bajo la capa de la seguridad de sí mismo y de la propia justicia, oculta un profundo conocimiento de sus heridas y de su indignidad ante Dios. Él está esperando la misericordia. No es ciertamente una casualidad que la parábola del buen samaritano sea tan atractiva para los contemporáneos. Y no sólo porque en ella se subraye fuertemente el componente social de la existencia cristiana, ni sólo porque en ella el samaritano, el hombre no religioso, ante los representantes de la religión se presente, por decirlo así, como el que obra de forma verdaderamente conforme a Dios, mientras que los representantes oficiales de la religión se hicieron inmunes en relación a Dios.

Cuando san Anselmo dice que el Cristo tenía que morir en la cruz para reparar la ofensa infinita que se le había hecho a Dios y así restaurar el orden destrozado, él usa un lenguaje difícilmente aceptable por el hombre moderno (cf. GS IV 215.ss). Expresándose de este modo, se corre el riesgo de proyectar [en] sobre Dios una imagen de un Dios de cólera, aferrado, ante el pecado del hombre, por [un estado afectivo] sentimientos de violencia y de agresividad semejante/s a lo que nosotros mismos podemos experimentar. ¿Cómo es posible hablar de la justicia de Dios sin correr el riesgo de romper la certeza, ya consolidada entre los fieles, de que [el Dios] el de los cristianos es un Dios «rico en misericordia» (Efesios 2, 4)?

clarada inexistente, tampoco por parte de Dios. Ella debe ser depurada, re-elaborada y superada. El antiguo Israel estaba convencido de que el sacrificio diario por los pecados y sobre todo la gran liturgia del día de la expiación (yom-kippur) fuesen necesarios como contrapeso ante la masa de mal presente en el mundo, y que sólo mediante ese re-equilibrio el mundo podía, por decirlo así, ser soportable. Una vez producido el cese de los sacrificios en el templo, se tuvieron que plantear qué se podía contraponer a las superiores fuerzas del mal, cómo encontrar, en

El concepto de san Anselmo se ha convertido hoy para nosotros en incomprensible. Es tarea nuestra tratar de comprender de modo nuevo la verdad que oculta detrás de esa forma de expresarse. Por mi parte presento tres puntos En la dureza del mundo tecnificado, donde de vista sobre este argumento: los sentimientos ya no cuentan, aumenta, a) La contraposición ensin embargo, la espera de un amor salvífico tre el Padre, que insiste de modo absoluto sobre la jusque sea donado gratuitamente ticia, y el Hijo que obedece al Padre y obedeciendo acepta la cruel exigencia de la justicia, no sólo es incomprensible cierto sentido, un contrapeso. Los crishoy, sino que, a partir de la teología tianos sabían que el templo destruido trinitaria, es en sí misma totalmente había sido sustituido por el cuerpo reerrónea. El Padre y el Hijo son una so- sucitado del Señor crucificado y que en la cosa y, por lo tanto, su voluntad es su amor radical y sin medida se había ab intrínseco una sola. Cuando el Hijo creado un contrapeso ante la inconen el Huerto de los olivos lucha con la mensurable presencia del mal. Es más, voluntad del Padre no se trata del he- ellos sabían que los dones presentados cho de que él deba aceptar para sí una hasta el momento se podían concebir cruel disposición de Dios, sino del he- sólo como gesto de deseo de un contracho de atraer a la humanidad hacia la peso real. Ellos sabían también que anvoluntad de Dios. Tendremos que vol- te el gran poder del mal sólo un amor ver, a continuación, sobre la relación de infinito podía ser suficiente, sólo una las dos voluntades del Padre y del expiación infinita. Ellos sabían que el Hijo. Cristo crucificado y resucitado es un b) ¿Pero entonces por qué la cruz y poder que puede contrarrestar el mal y la expiación? En cierto sentido hoy, en salvar el mundo. Y sobre estas bases los retorcimientos del pensamiento mo- pudieron también entender el sentido derno del que hemos hablado antes, la de su sufrimiento integrado en el amor respuesta a esas preguntas es posible sufriente de Cristo y como parte del formularla de modo nuevo. Situémonos poder redentor de ese amor. Antes cité ante la increíble y sucia cantidad de al teólogo para quien Dios tuvo que mal, de violencia, de mentira, de odio, sufrir por sus culpas respecto al munde crueldad y de soberbia que infectan do; ahora, dado este cambio de direcy arruinan a todo el mundo. Esta masa ción de la perspectiva, emerge la side mal no puede ser simplemente de- guiente verdad: Dios sencillamente no

puede dejar como está la masa de mal que deriva de la libertad que Él mismo ha concedido. Sólo Él, llegando a formar parte del sufrimiento del mundo, puede redimir al mundo. c) A partir de estas bases se hace más inteligible la relación entre el Padre y el Hijo. Reproduzco sobre el tema un pasaje tomado del libro de De Lubac sobre Orígenes que me parece muy claro: «El Redentor entró en el mundo por compasión hacia el género humano. Cargó sobre sí nuestros padecimientos mucho antes de ser crucificado; es más, incluso antes de abajarse a asumir nuestra carne: si no los hubiese experimentado antes no habría venido a formar parte de nuestra vida humana. ¿Y cuál fue ese sufrimiento que Él soportó antes por nosotros? Fue la pasión del amor. Pero el Padre mismo, el Dios del universo, Él que es sobreabundante en longanimidad, paciencia, misericordia y compasión, ¿no sufre también Él en un cierto sentido? “El Señor tu Dios te llevaba como un hombre lleva a su hijo” (Deuteronomio 1, 31). Dios toma sobre sí nuestros vestidos como el Hijo de Dios toma sobre sí nuestros sufrimientos. El Padre mismo no está exento de la pasión. Si se lo invoca, entonces Él expresa misericordia y compasión. Él percibe un sufrimiento de amor» (Homilías sobre Ezequiel 6, 6). En algunas zonas de Alemania hubo una devoción muy conmovedora que contemplaba la die Not Gottes («la indigencia de Dios»). A mí esto me hace pensar en una impresionante imagen que representa al Padre que sufre, que como Padre comparte interiormente los sufrimientos del Hijo. Y también la imagen del «trono de gracia» forma parte de esta devoción: el Padre sostiene la cruz y al crucificado, se inclina con amor sobre Él y, por otra parte, por decirlo así, está junto a Él en la cruz. Así, de un modo grandioso y puro se percibe lo que significa la misericordia de Dios y la participación de Dios en el sufrimiento del hombre. No SIGUE EN LA PÁGINA 10

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La fe no es una idea sino vida VIENE DE LA PÁGINA 8

se trata de una justicia cruel, como tampoco del fanatismo del Padre, sino de la verdad y de la realidad de la creación: de la auténtica e íntima superación del mal que, en última instancia, sólo puede realizarse en el sufrimiento del amor. En los «Ejercicios espirituales», Ignacio de Loyola no utiliza las imágenes veterotestamentarias de venganza, sino por el contrario las de Pablo (cf. 2 Tesalonicenses 1, 5-9); con esto él invita a contemplar cómo los hombres, hasta la Encarnación, «descendían al infierno» (Ejercicios espirituales n. 102; cf. DS IV, 376), y a considerar el ejemplo de los «muchos otros que acabaron allí por muchos menos pecados que he cometido yo» (Ejercicios espirituales n. 52). Con este espíritu san Francisco Javier vivió su actividad pastoral, convencido de tener que intentar salvar del terrible destino de la perdición eterna a tantos «infieles» como fuese posible. La enseñanza, formalizada en el Concilio de Trento, en la sentencia referida al juicio sobre los buenos y los malos, luego radicalizada por los jansenistas, fue retomada de forma mucho más sobria en el Catecismo de la Iglesia católica (cf. cap. V 633; 1037). ¿Se puede decir que sobre este punto, en las últimas décadas, hubo una especie de «desarrollo del dogma» que el Catecismo debe tener en cuenta? No cabe duda de que en este punto estamos ante una profunda evolución del dogma. Mientras que los padres y los teólogos del medioevo podían todavía ser del parecer que en esencia todo el género humano se había convertido al catolicismo y que el paganismo existía sólo en los márgenes, el descubrimiento del nuevo mundo a inicios de la era moderna ha cambiado de forma radical las perspectivas. En la segunda mitad del siglo pasado se ha afirmado plenamente que Dios no puede dejar que se pierdan todos los no bautizados y que incluso una felicidad puramente natural para ellos no representa una respuesta real a la cuestión de la existencia humana. Si bien es verdad que los grandes misioneros del siglo XVI estaban aún convencidos de que quien no está bautizado está perdido para siempre —y esto explica su compromiso misionero— en la Iglesia católica después del Concilio Vaticano II esa convicción fue definitivamente abandonada. De ello derivó una doble y profunda crisis. Por una parte esto parece eliminar toda motivación para un futuro compromiso misionero. ¿Por qué se debe tratar de convencer a las personas a aceptar la fe cristiana cuando pueden salvarse incluso sin ella? Pero también surge una cuestión para los cristianos: se volvió incierta y problemática la obligatoriedad de la fe y de su forma de vida. Si está quien se puede salvar también de otras formas, ya no es evidente, al final, porqué el cristiano mismo permanece vinculado a las exigencias de la fe cristiana y a su moral. Pero si fe y salvación ya no son interdependientes, también la fe queda sin motivación. En los últimos tiempos se formularon diversos intentos con el fin de conciliar la necesidad universal de la

y en este sentido, en sus efectos, deben ser consideradas equivalentes. La crítica de la religión practicada en el Antiguo Testamento, en el Nuevo Testamento y en la Iglesia primitiva es esencialmente más realista, más concreta y más auténtica en su ponderación de las diversas religiones. Una recepción tan simplista no es proporcional a la grandeza de la cuestión. Recordemos por último, sobre todo, a Henri de Lubac, y con él a algunos otros teólogos que han dado vigor al concepto de sustitución vicaria. Para ellos la pre-existencia de Cristo sería expresión de la figura fundamental de la existencia cristiana y de la Iglesia en cuanto tal. Es verdad que así el problema no está resuelto del todo, pero a mí me parece que esta es en realidad la intuición esencial que también toca la existencia de cada cristiano. Cristo, en cuanto único, era y es para todos, y los cristianos, que en la grandiosa imagen de Pablo constituyen su cuerpo en este mundo, participan de ese «ser para». Cristianos, por decirlo así, no se es para sí mismos, sino, con Cristo, para los demás. Esto no significa una especie de tarjeta especial para entrar en la bienaventuranza eterna, sino la vocación de construir el conjunto, el todo. Lo que la persona humana necesita para la salvación es la íntima apertura a Dios, la íntima expectativa y fidelidad a Él, y esto, viceversa, significa que nosotros juntamente con el Señor

unidad con Dios. La fe cristiana habría hecho emerger en la conciencia lo que es estructural en el hombre en cuanto tal. Por ello, cuando el hombre se acepta en su ser esencial, realiza lo esencial del ser cristiano incluso sin conocerlo de modo conceptual. El cristiano coincide, por lo tanto, con lo humano, y en este sentido es cristiano todo hombre Cristo, en cuanto único, era y es para que se acepta a sí mismo incluso si él no lo todos, y los cristianos sabe. Es verdad que participan de ese «ser para» esta teoría es fascinante, pero reduce el cristianismo mismo a una fe cristiana con la posibilidad de sal- pura presentación consciente de lo varse sin ella. Recuerdo dos de ellos: que el ser humano es en sí y, por lo ante todo la muy conocida tesis de tanto, descuida el drama del cambio los cristianos anónimos de Karl Ra- y de la renovación que es central en hner. En ella se sostiene que el acto- el cristianismo. base esencial de la existencia cristiaAún menos aceptable es la soluna, que es decisivo en orden a la sal- ción propuesta por las teorías pluravación, en la estructura trascendental listas de la religión, para las cuales de nuestra conciencia, consiste en la todas las religiones, cada una a su apertura a todo lo demás, hacia la modo, serían caminos de salvación,

que hemos encontrado vamos hacia los demás y tratamos de hacer visible la venida de Dios en Cristo. Es posible explicar este «ser para» también de un modo un poco más abstracto. Es importante para la humanidad que en ella esté la verdad, que sea creída y practicada. Que se sufra por ella. Que se ame. Estas realidades penetran con su luz en el seno del mundo en cuanto tal y lo sostienen. Pienso que en la actual situación sea para nosotros cada vez más claro y comprensible lo que dice el Señor a Abraham, que diez justos hubiesen sido suficientes para que se salvase la ciudad, pero que ella se destruye a sí misma si ese pequeño número no se encuentra. Está claro que debemos ulteriormente reflexionar sobre toda la cuestión. A los ojos de muchos «laicos», marcados por el ateísmo de los siglos XIX y XX, usted hizo notar, es más bien Dios —si existe— y no el hombre quien debería responder por las injusticias, el sufrimiento de los inocentes, el cinismo del poder que estamos viendo, impotentes, en el mundo y en la historia universal (cf. «Spe salvi», n. 42)... En su libro «Jesús de Nazaret», usted recuerda esto que para ellos —y para nosotros— es un escándalo: «La injusticia, el mal como realidad concreta, no se puede ignorar sin más, dejarlo estar. Se debe acabar con él, vencerlo. Sólo esto es verdadera misericordia» («Jesús de Nazaret», II 159, citando 2 Timoteo 2, 13). El sacramento de la confesión, ¿es, y en qué sentido, uno de los lugares en los cuales puede tener lugar una «reparación» del mal cometido? Ya he tratado de exponer en su totalidad los puntos fundamentales relacionados con esta cuestión respondiendo a la tercera pregunta. El contrapeso al dominio del mal puede consistir en primer lugar sólo en el amor divino-humano de Jesucristo que es siempre más grande que todo posible poder del mal. Pero es necesario que nosotros nos introduzcamos en esta respuesta que Dios nos da mediante Jesucristo. Incluso si cada uno es responsable por un fragmento de mal, y, por lo tanto, cómplice de su poder, juntamente con Cristo puede «completar lo que aún falta a sus sufrimientos» (cf. Colosenses 1, 24). El sacramento de la penitencia tiene ciertamente un papel importante en este campo. Esto significa que nosotros siempre nos dejamos modelar y transformar por Cristo y que pasamos continuamente de la parte de quien destruye a la que salva. El libro Publicamos la traducción del texto completo de la entrevista a Benedicto XVI contenida en el libro «Per mezzo della fede. Dottrina della giustificazione ed esperienza di Dio nella predicazione della Chiesa y neli esercizi spirituali», dirigido por el jesuita Daniele Libanori (Cinisello Balsamo, ediciones San Pablo, 2016, 208 páginas) donde el Papa emérito habla de la centralidad de la misericordia en la fe cristiana. El libro recoge las actas de un congreso que tuvo lugar el pasado mes de octubre el Roma. El autor de la entrevista es Jacques Servais, discípulo de Hans Urs von Balthasar y estudioso de su obra.

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En el Regina caeli del lunes de Pascua el dolor de Francisco por la masacre en Pakistán

Crimen vil e insensato Violencia y odio homicida sólo conducen al dolor y a la destrucción En el «Regina caeli» del lunes de Pascua el Papa expresó su dolor por la matanza en Pakistán e hizo un llamamiento para que «se detengan las manos de los violentos». El 28 de marzo por la mañana, antes de recitar la oración mariana con los fieles reunidos en la plaza de San Pedro, el Pontífice invitó a acoger el mensaje de esperanza de la resurrección mirando «con ojos y corazón nuevos todo evento de nuestra vida, también los más negativos». Queridos hermanos ¡buenos días!

y

dolor, sino que su fe la fortaleció. En su corazón desgarrado de madre permaneció siempre encendida la llama de la esperanza. Pidámosle a Ella que nos ayude también a nosotros a acoger en plenitud el anuncio pascual de la resurrección, para encarnarlo en lo concreto de nuestra vida cotidiana. Que la Virgen María nos done la certeza de fe, para que cada sufrido

ción que sustituye al Ángelus durante todo el tiempo pascual. Al término de la oración, tras mostrar su cercanía con el pueblo de Pakistán, el Papa saludó a los diversos grupos presentes en la plaza. Queridos hermanos y hermanas: Ayer, en el centro de Pakistán, la Santa Pascua fue ensangrentada por

insensato, e invito a rezar al Señor por las numerosas víctimas y por sus seres queridos. Hago un llamamiento a las autoridades civiles y a todos los componentes sociales de esa nación, para que realicen todos los esfuerzos para volver a dar seguridad y serenidad a la población y, de modo especial, a las minorías religiosas más vulnerables. Repito una vez más que la violencia y el odio homicida solamente conducen al dolor y a la

hermanas,

En este Lunes después de Pascua, llamado «Lunes del Angel» nuestros corazones están aún llenos de la alegría pascual. Después del tiempo cuaresmal, tiempo de penitencia y de conversión, que la Iglesia ha vivido con particular intensidad en este Año Santo de la Misericordia; después de las sugestivas celebraciones del Triduo Santo, nos detenemos también hoy ante la tumba vacía de Jesús y meditamos con estupor y gratitud el gran misterio de la resurrección del Señor. La vida ha vencido a la muerte. ¡La misericordia y el amor han vencido sobre el pecado! Se necesita fe y esperanza para abrirse a este nuevo y maravilloso horizonte. Y nosotros sabemos que la fe y la esperanza son un don de Dios y debemos pedirlo: «¡Señor, dame la fe, dame la esperanza! ¡La necesitamos tanto!». Dejémonos invadir por las emociones que resuenan en la secuencia pascual: «¡Sí, tenemos la certeza: Cristo verdaderamente ha resucitado!». ¡El Señor ha resucitado entre nosotros! Esta verdad marcó de forma indeleble la vida de los apóstoles que, después de la resurrección, sintieron de nuevo la necesidad de seguir a su Maestro y, tras recibir el Espíritu Santo, fueron sin miedo a anunciar a todos lo que habían visto con sus ojos y habían experimentado personalmente. En este Año jubilar estamos llamados a redescubrir y acoger con especial intensidad el reconfortante anuncio de la resurrección: «¡Cristo, mi esperanza, ha resucitado!». Si Cristo ha resucitado, podemos mirar con ojos y corazón nuevos todo evento de nuestra vida, también los más negativos. Los momentos de oscuridad, de fracaso y también de pecado pueden transformase y anunciar un camino nuevo. Cuando hemos tocado el fondo de nuestra miseria y de nuestra debilidad, Cristo resucitado nos da la fuerza para volvernos a levantar. ¡Si nos encomendamos a Él, su gracia nos salva! El Señor crucificado y resucitado es la plena revelación de la misericordia, presente y operante en la historia. He aquí el mensaje pascual, que resuena aún hoy y que resonará durante todo el tiempo de Pascua hasta Pentecostés. María fue testigo silenciosa de los eventos de la pasión y de la resurrección de Jesús. Ella estuvo de pie junto a la cruz: no se dobló ante el

paso de nuestro camino, iluminado por la luz de la Pascua, se convierta en bendición y alegría para nosotros y para los demás, especialmente para los que sufren a causa del egoísmo y de la indiferencia. Invoquémosla, pues, con fe y devoción, con el Regina caeli, la ora-

un execrable atentado, que provocó la matanza de muchas personas inocentes, en su mayoría familias de la minoría cristiana —especialmente mujeres y niños— reunidas en un parque público para trascurrir con alegría la festividad pascual. Deseo manifestar mi cercanía a cuantos han sido golpeados por este crimen vil e

Felicitaciones de Pascua al término del mensaje urbi et orbi

Puerta abierta de par en par Al final de la celebración, tras el mensaje a la ciudad y al mundo, seguido de la bendición, el Papa dirigió su saludo a los presentes, agradeciendo en particular a los viveros holandeses el obsequio floral. Queridos hermanos y hermanas: Deseo renovar mis deseos de Buena Pascua a todos vosotros, venidos a Roma desde diversos países, como también a cuantos se han conectado a través de la televisión, la radio y otros medios de comunicación. Que pueda resonar en vuestros corazones, en vuestras familias y comunidades el anuncio de la Resurrección, acompañada de la calurosa luz de la presencia de Jesús vivo: presencia que ilumina, reconforta, perdona, sosiega… Cristo ha vencido el mal en la raíz: es la Puerta de la salvación, abierta de par en par para que cada uno pueda encontrar misericordia. Os agradezco vuestra presencia y vuestra alegría en este día de fiesta. Un agradecimiento particular por el regalo de las flores, que también este año provienen de los Países Bajos. Llevad a todos la alegría y la esperanza de Cristo Resucitado. Y por favor, no os olvidéis de rezar por mí. ¡Buen almuerzo pascual y hasta pronto!

destrucción; el respeto y la fraternidad son el único camino para llegar a la paz. Que la Pascua del Señor suscite en nosotros, de manera aún más fuerte, la oración a Dios para que se detengan las manos de los violentos, que siembran terror y muerte, y para que en el mundo puedan reinar el amor, la justicia y la reconciliación. Recemos todos por los fallecidos en este atentado, por sus familiares, por las minorías cristianas y étnicas de esa nación: Avemaría, … En esta prolongación del tiempo pascual, saludo cordialmente a todos vosotros, peregrinos venidos de Italia y de diversas partes del mundo para participar en este momento de oración. Y recordad siempre esa bonita expresión de la Liturgia: «¡Cristo, mi esperanza, ha resucitado!». La decimos tres veces todos juntos. ¡Cristo, mi esperanza, ha resucitado! Deseo que cada uno transcurra con alegría y serenidad esta Semana en la que se prolonga la alegría de la Resurrección de Cristo. Para vivir más intensamente este período nos hará bien leer cada día un pasaje del Evangelio en el que se habla del evento de la Resurrección. En cinco minutos, no más, se puede leer un pasaje del Evangelio. ¡Recordad esto! ¡Feliz y Santa Pascua a todos! Por favor, no os olvidéis de rezar por mí. ¡Buen almuerzo y hasta pronto!

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La misericordia salvará el mundo

VIENE DE LA PÁGINA 5

Es cuando crea el mundo, y en este las criaturas libres, cuando el amor de Dios deja de ser naturaleza y se convierte en gracia. Este amor es una concesión libre, podría no existir; es hesed, gracia y misericordia. El pecado del hombre no cambia la naturaleza de este amor, pero causa en este un salto cualitativo: de la misericordia como don se pasa a la misericordia como perdón. Desde el amor de simple donación, se pasa a un amor de sufrimiento, porque, misteriosamente, Dios sufre frente al rechazo de su amor. «Hijos crié y saqué adelante, y ellos se rebelaron contra mí» (Is 1, 2). Preguntemos a muchos padres y muchas madres que han tenido la experiencia, si este no es un sufrimiento, y entre los más amargos de la vida.

¿Y qué pasa con la justicia de Dios? ¿Es ésta, olvidada o infravalorada? A esta pregunta ha respondido una vez por todas san Pablo. Él comienza su exposición, en la Carta a los Romanos, con una noticia: «Ahora, la justicia de Dios se ha manifestado» (Rm 3, 21). Nos preguntamos: ¿qué justicia? ¿La que da unicuique suum, «a cada uno la suyo», que distribuye, por lo tanto, los premios y castigos de acuerdo a los méritos? Ciertamente habrá un tiempo en que también se manifestará esta justicia de Dios. Dios, en efecto, ha escrito poco antes el apóstol, «dará a cada cual según sus obras: a los que, por la perseverancia en el bien busquen gloria, honor e inmortalidad: vida eterna; mas a los rebeldes, indóciles a la verdad y dóciles a la injusticia: cólera e indignación» (Rm 2, 6-8).

Pero no es esta la justicia de la que habla el apóstol cuando escribe: «Ahora, la justicia de Dios se ha manifestado». El primero es un acontecimiento futuro, este un acontecimiento en acto, que tiene lugar «ahora». Si no fuese así, la de Pablo sería una afirmación absurda, desmentida por los hechos. Desde la perspectiva de la justicia retributiva, nada ha cambiado en el mundo con la venida de Cristo. Se siguen viendo a menudo, decía Bossuet (Sermon sur la Providence, 1662, en Oeuvres de Bossuet, París, Pléiade, 1961, p. 1062), a los culpables en el trono y a los inocentes en el patíbulo; pero para que no se crea que hay alguna justicia en el mundo y cualquier orden fijo, si bien invertido, he aquí que a veces se nota lo contrario, a saber, el inocente en el trono y el culpable en el patíbulo. No es, por lo tanto, en esto en lo que consiste la novedad traída por Cristo. Escuchemos lo que dice el apóstol: «Todos pecaron y están privados de la gloria de Dios, y son justificados por el don de su gracia, en virtud de la redención realizada en Cristo Jesús, a quien exhibió Dios como instrumento de propiciación por su propia sangre, mediante la fe, para mostrar su justicia habiendo pasado por alto los pecados cometidos anteriormente, en el tiempo de la paciencia de Dios; en orden a mostrar su justicia en el tiempo presente, para ser Él justo y justificador del que cree en Jesús» (Rm 3, 23-26). ¡Dios hace justicia, haciendo misericordia! Esta es la gran revelación. El apóstol dice que Dios es «justo y justificador», es decir, que es justo consigo mismo cuando justifica al hombre; Él, de hecho, es amor y misericordia; por esto hace justicia consigo mismo —es decir, se demuestra

realmente por lo que es— cuando manifiesta su misericordia. No se entiende nada de todo esto, si no se comprende lo que significa, exactamente, la expresión «justicia de Dios». Existe el peligro de que uno oiga hablar acerca de la justicia de Dios y, sin saber el significado, en lugar de animarse, se asuste. San Agustín ya lo había explicado claramente: «La “justicia de Dios” —escribía— es aquella por la cual Él nos hace justos mediante su gracia; exactamente como “la salvación del Señor” (Sal 3, 9) es aquella por la cual Dios nos salva» (El Espíritu y la letra, 32, 56). En otras palabras, la justicia de Dios es el acto por el cual Dios hace justos, agradables a él, a los que creen en su Hijo. No es un hacerse justicia, sino un «hacer» justos. Lutero tuvo el mérito de traer a la luz esta verdad, después que durante siglos, al menos en la predicación cristiana, se había perdido el sentido. Y es esto sobre todo lo que la cristiandad le debe a la Reforma, la cual el próximo año cumple el quinto centenario. «Cuando descubrí esto, escribió más tarde el reformador, sentí que renacía y me parecía que se me abrieran de par en par las puertas del paraíso» (Prólogo a las obras en latín, Weimar, 54, p. 186). Pero no fueron ni Agustín ni Lutero quienes explicaron así el concepto de «justicia de Dios»; la Escritura lo había hecho antes de ellos: «Cuando se manifestó Dios nuestro Salvador y su amor a los hombres, Él nos salvó, no por obras de justicia que hu-

biésemos hecho nosotros, sino según su misericordia» (Tito 3, 4-5). «Dios, rico en misericordia, por el gran amor con que nos amó, estando muertos a causa de nuestros delitos, nos vivificó juntamente con Cristo, por gracia habéis sido salvados» (Ef 2, 4-5). Decir por lo tanto: «La justicia de Dios se ha manifestado», es como decir: se ha manifestado la bondad de Dios, su amor, su misericordia. ¡La justicia de Dios no solamente no contradice su misericordia, sino que consiste precisamente en ella! ¿Qué sucedió en la cruz tan importante al punto de justificar este

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cambio radical en los destinos de la humanidad? En su libro sobre Jesús de Nazaret, Benedicto XVI escribió: «La injusticia, el mal como realidad concreta, no se puede ignorar sin más, dejarlo estar. Se debe acabar con él, vencerlo. Sólo esto es verdadera misericordia. Y que ahora lo haga Dios, puesto que los hombres no son capaces de hacerlo, muestra la bondad “incondicional” divina» (Jesús de Nazaret, II Parte, Ciudad del Vaticano, Libreria Editrice Vaticana 2011, p. 159). Ya san Anselmo de Aosta (10331109), quien más que nadie ha reflexionado sobre la relación entre la justicia y la misericordia, escribió: «¿Qué conducta puede ser más misericordioso que el Padre que le dice al pecador condenado al tormento eterno y privado de lo que podía salvarlo: “Toma a mi Unigénito y ofrécelo por ti”» (Cur Deus homo?, II, 20). Dios no se ha contentado con perdonar los pecados del hombre; ha hecho infinitamente más, los ha tomado sobre sí y se los ha endosado. El Hijo de Dios, dice Pablo, se «hizo pecado en favor nuestro». ¡Palabra terrible! Ya en la Edad Media había quien tenía dificultad en creer que Dios exigiese la muerte del Hijo para reconciliar el mundo a sí. San Bernardo le respondía: «No fue la muerte del Hijo lo que le gustó a Dios, mas bien su voluntad de morir espontáneamente por nosotros: Non mors placuit sed voluntas sponte morientis» (Bernardo de Claraval, Contra los errores de Abelardo, 8, 21-22). ¡No fue la muerte, sino el amor el que nos ha salvado! El amor de Dios alcanzó al hombre en el punto más lejano en el que se había metido huyendo de Él, o sea en la muerte. La muerte de Cristo tenía que aparecer a todos como la prueba suprema de la misericordia de Dios hacia los pecadores.

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Este es el motivo de por qué esta no tiene ni siquiera la majestad de una cierta soledad, sino que viene encuadrada en aquella de dos ladrones. Jesús quiso permanecer amigo de los pecadores hasta el final, y por esto muere como ellos y con ellos. Es la hora de darnos cuenta que lo opuesto de la misericordia no es la justicia, sino la venganza. Jesús no ha opuesto la misericordia a la justicia, sino a la ley del talión: «Ojo por ojo, diente por diente». Perdonando los pecados, Dios no renuncia a la justicia, renuncia a la venganza; no quiere la muerte del pecador, sino que se convierta y viva (cf. Ez 18, 23). Jesús en la cruz no le ha pedido al Padre vengar su causa. El odio y la brutalidad de los ataques terroristas de esta semana en Bruselas nos ayudan a entender la fuerza divina contenida en las últimas palabras de Cristo: «Padre, perdónales porque no saben lo que hacen» (Lc 23, 34). Por grande que sea el odio de los hombres, el amor de Dios ha sido, y será, siempre más

fuerte. A nosotros está dirigida, en las actuales circunstancias, la exhortación del apóstol Pablo: «No te dejes vencer por el mal; antes bien, vence al mal con el bien» (Rm 12, 21). ¡Tenemos que desmitificar la venganza! Esa ya se ha vuelto un mito generalizado que contagia todo y a todos, comenzando por los niños. Gran parte de las historias llevadas a las pantallas y a los juegos electrónicos son historias de venganza, presentadas como la victoria del héroe bueno. La mitad, si no más, del sufrimiento que existe en el mundo (cuando no son males naturales), viene del deseo de venganza, sea en la relación entre las personas que en aquella entre los Estados y los pueblos. Se ha dicho que «el mundo será salvado por la belleza» (Dostoevskij, El idiota, parte III, cap. V); pero la belleza puede también llevar a la ruina. Hay una sola cosa que puede salvar realmente el mundo, ¡la misericordia! La misericordia de Dios por los hombres y de los hombres entre ellos. Esa puede salvar, en particular, la cosa más preciosa y más frágil que hay en este momento, en el mundo, Diego el matrimonio y la familia. Sucede en el matrimonio algo similar a lo que ha sucedido en las relaciones entre Dios y la humanidad, que la Biblia describe, justamente, con la imagen de un matrimonio. Al inicio de todo, decía, está el amor, no la misericordia. Esta interviene solamente a continuación del pecado

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del hombre. También en el matrimonio, al inicio no está la misericordia sino el amor. Nadie se casa por misericordia, sino por amor. Pero después de años o meses de vida conjunta, emergen los límites recíprocos, los problemas de salud, de finanza, de los hijos; interviene la rutina que apaga toda alegría. Lo que puede salvar un matrimonio del resbalar en una bajada sin

Velázquez, «Cristo crucificado» (1632)

subida es la misericordia, entendida en el sentido que impregna la Biblia, es decir, no solamente como perdón recíproco, sino como un «revestirse de entrañas de misericordia, de bondad, humildad, mansedumbre, paciencia» (Col 3, 12). La misericordia hace que al èros se añada el agàpe, al amor de búsqueda, aquel de donación y de compasión. Dios «se apiada» del hombre (Sal 102, 13): ¿no deberían marido y mujer apiadarse uno del otro? ¿Y no deberíamos, nosotros que vivimos en comunidad, apiadarnos los unos de los otros, en lugar de juzgarnos? Recemos: Padre Celeste, por los méritos del Hijo tuyo que en la cruz «se hizo pecado» por nosotros, haz caer del corazón de las personas, de las familias y de los pueblos, el deseo de venganza. Haz que la intención del Santo Padre al proclamar este Año Santo de la Misericordia, encuentre una respuesta concreta en nuestros corazones y haga sentir a todos la alegría de reconciliarse contigo en el profundo del corazón. ¡Que así sea!

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COMUNICACIONES Colegio episcopal RENUNCIAS: El Papa ha aceptado la renuncia al gobierno pastoral de la diócesis de Angra (Portugal) que monseñor ANTÓNIO DE SOUSA BRAGA, S.C.J., le había presentado en conformidad con el canon 401 § 1 el Código de derecho canónico. Le sucede en el gobierno pastoral de la diócesis el coadjutor, monseñor JOÃO EVANGELISTA PIMENTEL LAVRAD OR. António de Sousa Braga, S.C.J., nació en Santo Espirito, diócesis de Angra, el 15 de marzo de 1941. Recibió la ordenación sacerdotal el 27 de mayo de 1970. Juan Pablo II lo nombró obispo de Angra el 9 de abril de 1996; recibió la ordenación episcopal el 30 de junio del mismo año. João Evangelista Pimentel Lavrador nació en Seixo de Mira, diócesis de Coimbra, el 18 de febrero de 1956. Recibió la ordenación sacerdotal el 14 de junio de 1981. Benedicto XVI lo nombró obispo titular de Luperciana y auxiliar de Oporto el 7 de mayo de 2008; recibió la ordenación episcopal el 29 de junio del mismo año. El Papa Francisco lo nombró obispo coadjutor de la diócesis de Angra el 29 de septiembre de 2015.

Lutos en el episcopado —Monseñor ANDREAS PETER CORNELIUS SOL, M.S.C., obispo emérito de Amboina (Indonesia), falleció el 26 de marzo. Había nacido en Amsterdam-Sloten, diócesis de Haarlem-Amsterdam (Holanda), el 19 de octubre de 1915. Era sacerdote desde el 10 de agosto de 1940. El Papa Juan XXIII lo nombró obispo titular de Regiana y coadjutor de la diócesis de Amboina el 10 de diciembre de 1963; recibió la ordenación episcopal el 25 de febrero de 1964. Pasó a ser obispo de dicha sede el 15 de enero de 1965. Juan Pablo II aceptó su renuncia al gobierno pastoral de la diócesis el 10 de junio de 1994. —Monseñor TIMOTHÉE MODIBONZO CKENA, obispo de Franceville (Gabón), falleció el 24 de marzo, Jueves santo, a causa de un infarto. Había nacido en Mbomo, diócesis de Franceville, el 1 de enero de 1950. Era sacerdote desde el 22 de junio de 1980. Juan Pablo II lo nombró obispo de la diócesis de Franceville el 8 de noviembre de 1996; recibió la ordenación episcopal el 11 de enero de 1997.

El Papa ha aceptado la renuncia al gobierno pastoral de la diócesis de Tarlac (Filipinas) que monseñor FLORENTINO F. CINENSE le había presentado en conformidad con el canon 401 § 1 del Código de derecho canónico. Florentino F. Cinense nació en Guimba, diócesis de San José, el 14 de marzo de 1938. Recibió la ordenación sacerdotal el 21 de diciembre de 1963. El Papa Juan Pablo II lo nombró obispo de San José el 24 de mayo de 1984; recibió la ordenación episcopal el 14 de julio del mismo año. El Santo Padre lo nombró obispo coadjutor de la diócesis de Tarlac el 17 de agosto de 1985. Pasó a ser obispo de dicha circunscripción eclesiástica el 21 de enero de 1988. El Papa ha aceptado la renuncia al gobierno pastoral de la diócesis de Wonju (Corea) que monseñor JACOBUS KIM JI-SEOK le había presentado en conformidad con el canon 401 § 1 del Código de derecho canónico. Jacobus Kim Ji-Seok nació en Wonju el 27 de julio de 1940. Recibió la ordenación sacerdotal el 29 de junio de 1968. Juan Pablo II lo nombró obispo coadjutor de Wonju el 19 de noviembre de 1990; recibió la ordenación episcopal el 14 de enero de 1991. Pasó a ser obispo de dicha sede el 12 de marzo de 1993. El Papa ha aceptado la renuncia al gobierno pastoral de la diócesis de Fabriano-Matelica (Italia) que monseñor GIANCARLO VECERRICA le había presentado en conformidad con el canon 401 § 1 del Código de derecho canónico. Giancarlo Vecerrica nació en Tolentino el 26 de julio de 1940. Recibió la ordenación sacerdotal el 22 de mayo de 1965. Juan Pablo II lo nombró obispo de Fabriano-Matelica el 30 de diciembre de 2002; recibió la ordenación episcopal el 22 de febrero de 2003. El Papa ha aceptado la renuncia al gobierno pastoral de la archidiócesis de Clermont (Francia) que monseñor HIPPOLYTE SIMON le había presentado en conformidad con el canon 401 § 2 del Código de derecho canónico. Hippolyte Simon nació en SaintGeorges de Rouelley, diócesis de Coutances, el 25 de febrero de 1944. Recibió la ordenación sacerdotal el 27 de junio de 1970. Juan Pablo II lo nombró obispo de la entonces diócesis de Clermont el 22 de febrero de 1996; recibió la ordenación episcopal el 4 de mayo del mismo año. El Santo Padre, tras elevar dicha sede al rango de archidiócesis, lo promovió a arzobispo de Clermont el 8 de diciembre de 2002.

EL PAPA

HA NOMBRAD O:

—Arzobispo metropolitano de San Pablo y Mineápolis (Estados Unidos) a monseñor BERNARD ANTHONY HEBDA, hasta ahora administrador apostólico «sede vacante» de dicha sede y arzobispo coadjutor de Newark. Bernard Anthony Hebda nació en Pittsburgh el 3 de septiembre de 1959. Recibió la ordenación sacerdotal el 1 de julio de 1989. Benedicto XVI lo nombró obispo de Gaylord el 7 de octubre de 2009; recibió la ordenación episcopal el 1 de diciembre sucesivo. El Papa Francisco lo promovió a arzobispo coadjutor de Newark el 24 de septiembre de 2013. Además, desde junio de 2015 era administrador apostólico «sede vacante» de dicha sede. —Obispo de Tarlac (Filipinas) al presbítero ENRIQUE V. MACARAEG. Enrique V. Macaraeg nació en Manila el 28 de diciembre de 1955. Recibió la ordenación sacerdotal el 19 de mayo de 1979, incardinado en la archidiócesis de Lingayen-Dagupan. Ha desempeñado, entre otros, los siguientes cargos: formador en el seminario, vicario parroquial en diversas parroquias, director de un centro de enseñanza, vicario episcopal, responsable de la Comisión archidiocesana para el clero, director diocesano de las Obras misionales pontificias y párroco. —Obispo Wonju (Corea) a monseñor BASIL CHO KYU-MAN, hasta ahora obispo titular de Elefanteria di Proconsolare y auxiliar de la archidiócesis de Seúl. Basil Cho Kyu-man nació en Pochon, diócesis de Busan, el 8 de junio de 1955. Recibió la ordenación sacerdotal el 26 de agosto de 1982. Benedicto XVI lo nombró obispo titular de Elefanteria di Proconsolare y auxiliar de la archidiócesis de Seúl el 3 de enero de 2006; recibió la ordenación episcopal el 25 de enero sucesivo. —Obispo de Fabriano-Matelica (Italia) a monseñor STEFANO RUSSO. Stefano Russo nació en Ascoli Piceno el 26 de agosto de 1961. Recibió la ordenación sacerdotal el 20 de abril de 1991. En su ministerio ha desempeñado, entre otros, los siguientes cargos: presidente de la Comisión de arte sacra y bienes culturales de la diócesis de Ascoli Piceno, coordinador del museo diocesano, responsable regional para los bienes culturales eclesiásticos de la Conferencia episcopal de la región de Las Marcas, vicario parroquial y párroco. —Obispo titular de Altava y auxiliar de la archidiócesis de Manaus (Bra-

sil) al presbítero JOSÉ ALBUQUERQUE DE ARAÚJO. José Albuquerque de Araújo nació en Manaus el 17 de julio de 1968. Recibió la ordenación sacerdotal el 4 de agosto de 1996. Obtuvo la licenciatura en teología dogmática en la Facultad pontificia «Nuestra Señora de la Asunción», en São Paulo. En su ministerio ha desempeñado, entre otros, los siguientes cargos: colaborador parroquial, coordinador de la pastoral vocacional diocesana y regional, formador en el seminario, párroco, profesor en el Instituto de teología pastoral de Amazonia y rector del seminario mayor de Manaus. —Obispo titular de Tunes y auxiliar de la archidiócesis de São Paulo (Brasil) al presbítero LUIZ CARLOS DIAS. Luiz Carlos Dias nació en Caconde, archidiócesis de São Paulo, el 16 de septiembre de 1964. Recibió la ordenación sacerdotal el 5 de abril de 1991, incardinado en la diócesis de São João da Boa Vista. Se licenció en filosofía en la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma. Ha sido rector del seminario propedéutico, vicario parroquial, párroco, coordinador de la pastoral misionera diocesana, miembro del consejo presbiteral, profesor en los institutos de filosofía de las diócesis de São João da Boa Vista y Guaxupé y en la archidiócesis de Brasilia y miembro del secretariado general de la Conferencia episcopal brasileña. Además fue secretario ejecutivo de la «Campaña de fraternidad» y de la «Campaña de evangelización».

Enviado especial El Papa ha nombrado enviado especial suyo al Congreso eucarístico nacional de Bielorussia que, con ocasión del 25° aniversario de la erección de la diócesis de Grodno, se celebrará en la ciudad de Grodno del 24 al 26 de mayo de 2016, al cardenal ZENON GROCHOLEWSKI, prefecto emérito de la Congregación para la educación católica.

Nombramiento pontificio El Santo Padre ha nombrado presidente del Consejo de administración del Fondo de jubilaciones vaticano al doctor NINO SAVELLI, profesor ordinario en la Facultad de ciencias bancarias, financieras y aseguradoras de la Universidad católica de Milán.

número 13, viernes 1 de abril de 2016

L’OSSERVATORE ROMANO

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El cardenal Amato habla de la misericordia en la vida de los santos

Aire limpio de bondad y misericordia NICOLA GORI En vísperas de la fiesta de la Divina misericordia, instituida por Juan Pablo II el segundo domingo de Pascua, es muy actual el recuerdo de los santos que la han vivido en su cotidianidad. Comenzando por Faustina Kowalska que recibió de Cristo los secretos de la devoción a la misericordia divina, hasta Teresa de Calcuta que la hizo tangible con sus gestos de caridad. Habla de ello el cardenal Angelo Amato, prefecto de la Congregación para las causas de los santos, en esta entrevista a nuestro periódico.

Dios: «Sed misericordiosos, como vuestro Padre es misericordioso». Los santos han perfumado la historia con el bálsamo de la misericordia. En la fiesta judía de Sucot —o fiesta de las Chozas— está el siguiente rito. Se atan cuatro plantas: limón, mirto, sauce y palmera. Atadas juntas, la fragrancia del limón y del mirto se transmite también a las dos plantas no perfumadas, o sea el sauce y la palmera. Y así el perfume se cuadruplica. La misericordia, como perfume de caridad, o sea efusiva y superabundante. De este modo la fragrancia de las buenas obras de los

entre las suyas dijo: «Hijo mío, sin Dios somos demasiado pobres para poder ayudar a los pobres. Recuerda: yo soy sólo una pobre mujer que reza. Rezando, Dios me pone su amor en el corazón y así puedo amar a los pobres. ¡Rezando!». Para ella la misericordia fluía como lluvia desde el cielo de la unión con Dios en la oración. Después de retirar el premio Nobel en 1979, en su viaje de regreso de Oslo, la madre Teresa se detuvo en Roma. Los periodistas se precipitaron a entrevistarla y la madre los acogió pacientemente poniendo en la mano de cada uno una pequeña medalla de la Inmaculada.

La misericordia, tema dominante en este Año jubilar, ¿es sólo una actitud filantrópica? ¿Cómo la vivieron e interpretaron los santos? En la cultura cristiana la palabra misericordia tiene muchos significados y puede indicar caridad, bondad, perdón. E incluye también múltiples gestos, que la tradición ha concretado en catorce comportamientos prácticos, las así llamadas obras de misericordia corporales (dar de comer al hambriento, dar de beber al sediento, visitar a los enfermos…) y espirituales (consolar a los afligidos, perdonar las ofensas, sepultar a los muertos …). Son expresiones que desde el inicio han caracterizado a los seguidores de Jesús, no pocas veces en contraste con una cierta cultura de la época, que consideraba la compasión, la misericordia y la piedad como una debilidad humana. Los estoicos, por ejemplo, la consideraban una enfermedad del alma, que turbaría la paz del sabio. Sin embargo, hay que añadir que esto no impedía a Cicerón considerar la misericordia como un signo de sabiduría —«Es propio del hombre bueno tener misericordia»— y condenar como absurda la concepción estoica. La misericordia cristiana no es sólo expresión filantrópica, sino que tiene profundas raíces teológicas. Misericordioso es la calificación del nombre mismo de Dios, tal como fue revelado a Moisés: «El Señor pasó por delante de él y exclamó: “El Señor, el Señor, Dios misericordioso y clemente, tardo a la cólera y rico en amor y fidelidad”» (Ex 34, 6). Este rasgo precioso de la bondad divina se afirma plenamente en la revelación neotestamentaria de Dios como amor. El Magníficat de María es el canto de la misericordia divina, que de generación en generación se extiende sobre aquellos que le temen. ¿Cómo han interpretado los santos la misericordia divina? Si la misericordia es el amor apasionado de Dios por sus criaturas, ella expresa también la caridad intensa del santo hacia el prójimo. Para santo Tomás de Aquino la virtud de la misericordia está en armonía con la justicia, la cual sin misericordia sería crueldad. En consonancia con el dato bíblico, santo Tomás afirma que es propio de Dios tener misericordia (misereri ponitur proprium Deo). Por lo cual ser misericordiosos es ser auténticos hijos de

domingo de la Divina misericordia. San Juan Pablo II es el Papa que, con la encíclica Dives in misericordia del 30 de noviembre de 1980, abrió de par en par la ventana hacia el paraíso, revelándonos el rostro del Padre, rico en misericordia con todos. Pero la galería de los santos maestros de misericordia no se detiene en los pocos que hemos citado. Todos los santos están tocados por la misericordia divina, llegando a ser ministros de misericordia. Todos son hijos de la Madre de la Misericordia, obra maestra de la misericordia divina. Al convocar el Año jubilar de la misericordia el Papa Francisco afirma: «Elegida para ser la Madre del Hijo de Dios, María estuvo preparada desde siempre para ser Arca de la Alianza entre Dios y los hombres. Custodió en su corazón la divina misericordia en perfecta sintonía con su Hijo Jesús». Es María quien, con sentido maternal, forma a los fieles en el ejercicio de la misericordia, educándolos a vivirla mediante las obras de misericordia corporales y espirituales. Por último, son muchas las congregaciones religiosas masculinas y femeninas con el carisma de la misericordia. En este Año jubilar ellas difunden el perfume de la misericordia divina en todo el mundo, sobre todo en el corazón de los pequeños y de los numerosos necesitados del mundo. ¿Para qué se canoniza a los santos?

Miguel Angel, «Juicio final» (1536-1541, detalle)

santos contagia benéficamente la debilidad y la fragilidad humana. ¿Hay santos especialmente marcados por la misericordia? La misericordia toca de manera transversal a todos los santos y califica al máximo su heroísmo virtuoso. Si queremos dar un nombre, yo citaría, por ejemplo, a la madre Teresa de Calcuta, que será próximamente canonizada (4 de septiembre), universalmente conocida como la mujer de la inmensa compasión hacia los pobres, los marginados, los enfermos, hacia todos los que son llamados el descarte de la humanidad. Para esto fundó la congregación de las Misioneras de la Caridad, para testimoniar con obras concretas la presencia de la misericordia divina en las así llamadas periferias del mundo. La madre Teresa reveló el secreto de su corazón misericordioso en un coloquio con un joven sacerdote, Angelo Comastri, hoy cardenal. En un encuentro casual, la religiosa le dijo al improviso: «¿Cuántas horas rezas cada día?». El sacerdote, sorprendido, se esperaba una llamada a la caridad y una invitación a amar más a los pobres. En cambio la madre le preguntaba cuántos horas rezaba. Luego tomándole las manos

A un periodista que le manifestó su convicción que después de su muerte el mundo sería el mismo de antes, lleno de maldad, la Madre respondió con sencillez: «Mire, nunca he pensado en cambiar el mundo. Sólo he tratado de ser una gota de agua limpia, en la que pudiese brillar el amor de Dios. ¿Le parece poco?». Luego, en el silencio emocionado de los periodistas la madre continuó: «Trate de ser usted también una gota limpia y así seremos dos. ¿Está casado?». «Sí, madre». «Dígaselo también a su esposa, así seremos tres. ¿Tiene hijos?». «Tres hijos, madre». «Dígaselo también a sus hijos, así seremos seis...». La Madre invitaba al contagio benéfico de la misericordia. ¿Otros ejemplos? Se podrían citar los santos hospitalarios, como Juan de Dios, Camilo de Lellis, que hicieron de la misericordia el programa de su apostolado en favor de los enfermos; los santos de la caridad, como Vicente de Paúl, Maximiliano Kolbe, Faustina Kowalska; los santos educadores de la juventud, como Juan Bosco. Aquí quisiera recordar a Juan Pablo II, el Papa que, a partir del año 2000, celebró el II domingo de Pascua como

Desde los primeros siglos la Iglesia ha celebrado a los mártires y a los santos como héroes del Evangelio, que con su vida virtuosa y su testimonio martirial han mostrado la belleza del seguimiento de Jesús, el primer mártir y el tres veces santo. Al respecto podemos recordar que el número de los mártires de los tres primeros siglos oscila, según el testimonio de los historiadores, entre 10.000 y 100.000, si bien no falta quien aumenta notablemente esta última cifra. No es tampoco posible fijar con precisión el número de los santos canonizados entre los siglos III y VIII según la vox populi o el sensus fidelium y la común opinio sanctitatis, teniendo en cuenta también el hecho de que, hasta el siglo XIII, estuvo en vigor la canonización por parte de obispos. En todo caso, para tener una primera información sobre el nombre de los santos, se podrían enumerar los mencionados en el Martyrologium Romanum ex decreto Sancrosancti Oecumenici Concilii Vaticani II instauratum, auctoritate Ioannis Pauli II promulgatum. Editio typica, Ciudad del Vaticano 2001. Como se puede ver, se canoniza a un siervo de Dios, por la santidad de su vida virtuosa como por el testimonio de su martirio. Proponiéndolo a la veneración de los fieles, la Iglesia afirma que, en cuanto amigo de Dios, el santo se convierte en intercesor de gracias y de favores celestiales para los fieles aún peregrinos en la tierra. Los santos sostienen a la Iglesia en su continua lucha contra el mal y, al mismo tiempo, aportan oxígeno a la sociedad con el aire limpio de su bondad y caridad misericordiosa.

L’OSSERVATORE ROMANO

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viernes 1 de abril de 2016, número 13

Oración del Papa Francisco al final del Vía crucis en el Coliseo

Las cruces de la humanidad Ante la tumba vacía se desvanece la victoria del mal El viernes 25 de marzo por la noche, el Papa presidió el Vía crucis en el Coliseo. A continuación la oración compuesta por Francisco y recitada al final de las catorce estaciones antes de la bendición final.

Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los corazones endurecidos de los que juzgan cómodamente a los demás, corazones dispuestos a condenarlos incluso a la lapidación, sin fijarse nunca en sus propios pecados y culpas.

Oh Cruz de Cristo, símbolo del amor divino y de la injusticia humana, icono del supremo sacrificio por amor y del extremo egoísmo por necedad, instrumento de muerte y vía de resurrección, signo de la obediencia y emblema de la traición, patíbulo de la persecución y estandarte de la victoria.

Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los fundamentalismos y en el terrorismo de los seguidores de cierta religión que profanan el nombre de Dios y lo utilizan para justificar su inaudita violencia.

Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo alzada en nuestras hermanas y hermanos asesinados, quemados vivos, degollados y decapitados por las bárbaras espadas y el silencio infame. Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los rostros de

Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los que quieren quitarte de los lugares públicos y excluirte de la vida pública, en el nombre de un cierto paganismo laicista o incluso en el nombre de la igualdad que tú mismo nos has enseñado. Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los poderosos y en los vendedores de armas que

Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los destructores de nuestra «casa común» que con egoísmo arruinan el futuro de las generaciones futuras. Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los ancianos abandonados por sus propios familiares, en los discapacitados, en los niños desnutridos y descartados por nuestra sociedad egoísta e hipócrita. Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en nuestro Mediterráneo y en el mar Egeo convertidos en un insaciable cementerio, imagen de nuestra conciencia insensible y anestesiada. Oh Cruz de Cristo, imagen del amor sin límite y vía de la Resurrección, aún hoy te seguimos viendo en las personas buenas y justas que hacen el bien sin buscar el aplauso o la admiración de los demás. Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los ministros fieles y humildes que alumbran la oscuridad de nuestra vida, como candelas que se consumen gratuitamente para iluminar la vida de los últimos. Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en el rostro de las religiosas y consagrados —los buenos samaritanos— que lo dejan todo para vendar, en el silencio evangélico, las llagas de la pobreza y de la injusticia. Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los misericordiosos que encuentran en la misericordia la expresión más alta de la justicia y de la fe.

los niños, de las mujeres y de las personas extenuadas y amedrentadas que huyen de las guerras y de la violencia, y que con frecuencia sólo encuentran la muerte y a tantos Pilatos que se lavan las manos. Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los doctores de la letra y no del espíritu, de la muerte y no de la vida, que en vez de enseñar la misericordia y la vida, amenazan con el castigo y la muerte y condenan al justo. Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los ministros infieles que, en vez de despojarse de sus propias ambiciones, despojan incluso a los inocentes de su propia dignidad.

alimentan los hornos de la guerra con la sangre inocente de los hermanos, y dan de comer a sus hijos el pan ensangrentado. Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los traidores que por treinta denarios entregan a la muerte a cualquier persona. Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los ladrones y en los corruptos que en vez de salvaguardar el bien común y la ética se venden en el miserable mercado de la inmoralidad. Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los necios que construyen depósitos para conservar tesoros que perecen, dejando que Lázaro muera de hambre a sus puertas.

Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en las personas sencillas que viven con gozo su fe en las cosas ordinarias y en el fiel cumplimiento de los mandamientos. Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los arrepentidos que, desde la profundidad de la miseria de sus pecados, saben gritar: Señor acuérdate de mí cuando estés en tu reino. Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los beatos y en los santos que saben atravesar la oscuridad de la noche de la fe sin perder la confianza en ti y sin pretender entender tu silencio misterioso. Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en las familias que

viven con fidelidad y fecundidad su vocación matrimonial. Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los voluntarios que socorren generosamente a los necesitados y maltratados. Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los perseguidos por su fe que con su sufrimiento siguen dando testimonio auténtico de Jesús y del Evangelio. Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los soñadores que viven con un corazón de niños y trabajan cada día para hacer que el mundo sea un lugar mejor, más humano y más justo. En ti, Cruz Santa, vemos a Dios que ama hasta el extremo, y vemos el odio que domina y ciega el corazón y la mente de los que prefieren las tinieblas a la luz. Oh Cruz de Cristo, Arca de Noé que salvó a la humanidad del diluvio del pecado, líbranos del mal y del maligno. Oh Trono de David y sello de la Alianza divina y eterna, despiértanos de las seducciones de la vanidad. Oh grito de amor, suscita en nosotros el deseo de Dios, del bien y de la luz. Oh Cruz de Cristo, enséñanos que el alba del sol es más fuerte que la oscuridad de la noche. Oh Cruz de Cristo, enséñanos que la aparente victoria del mal se desvanece ante la tumba vacía y frente a la certeza de la Resurrección y del amor de Dios, que nada lo podrá derrotar u oscurecer o debilitar. Amén.

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