PUBLICACION DEL CENTRO DE INVESTIGACION DE ESTUDIO SAHAR PRIMAVERA 2014 Nro ISSN

PUBLICACION DEL CENTRO DE INVESTIGACION DE ESTUDIO SAHAR – PRIMAVERA 2014 – Nro. 20 - ISSN 2347-0283 El origen de la danza del vientre desde la persp...
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PUBLICACION DEL CENTRO DE INVESTIGACION DE ESTUDIO SAHAR – PRIMAVERA 2014 – Nro. 20 - ISSN 2347-0283

El origen de la danza del vientre desde la perspectiva feminista. Su relación con el orientalismo, evolucionismo y la creencia en la diosa madre. Autora: Tamara Mariela Lorqui1 Abstract: Desde los años 60/70 autoras como Wendy Buonaventura, Varga Dinicu y Barbara Sieguel entre otras, trataron de establecer el origen de la danza del vientre, analizando los posibles rituales y creencias de los pueblos que la practicaban, dándole un enfoque centrado en el rol de la mujer. Basándose a veces en pinturas, dibujos y hasta en relatos de viajeros, siempre estaba presente la mirada orientalista que la dotaba de misticismo, espectacularidad y magia a esta danza. Este desprestigio cultural que sufrieron estos pueblos por el correr de los años, primero por el colonialismo y después de la mano del evolucionismo dio paso a la creación y suposiciones poco fundadas de estas autoras feministas. A lo largo de este trabajo de irá demostrando que algunas de estas teorías no están respaldadas por ningún descubrimiento etnográfico y que surgen totalmente de la imaginación de las autoras en el afán de defender los orígenes de la danza del vientre. Palabras claves: Orientalismo – Colonialismo – Movimiento Feminista – Teoría de la Diosa Madre – Orígenes de la Danza del Vientre.

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La autora realizó el siguiente artículo como parte de su evaluación teórica final de las clases de historia del bellydance para egresarse del Estudio de Danzas árabes Shahdana.

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Haciendo referencia a Edward Said (1990) que explica cómo fue surgiendo y tomando significado la palabra Orientalismo, podemos decir que el “Orientalismo” es una forma de pensamiento que se relaciona con el exterior y se basa en distinciones. Estas distinciones están basadas en las categorías que dividen entre el “nosotros” y el “ellos”, el oriental y el occidental, se acentúa la distinción y el oriental se vuelve más oriental y el occidental más occidental. Este término se les adjudicó a los pueblos que fueron colonizados. Junto a esto se le sumo el evolucionismo que tiene estrecha relación con el concepto anterior, ya que a estos pueblos colonizados se los trató de primitivos, de inferiores, categorizándolos como culturas básicas, no evolucionadas y en todos los ámbitos, ya sean económicos, sociales y hasta culturales. Contexto internacional Si bien el colonialismo data desde el siglo XV, podemos situar la expansión del Orientalismo entre 1815 a 1914, periodo de mayor expansión Europea. Esta práctica de conquista y descubrimiento con fines económicos, políticos y militares tiene consecuencias socio-culturales como el cambio de las culturas que interactúan. Tomaban como excusa que el colonialismo tenía una misión civilizadora, considerando que los únicos civilizados eran los “países grandes”, siendo el resto considerado incivilizado y salvaje. Esta ideología racista, “evolucionista” generó en Europa un sentimiento de superioridad. Estadistas como Arthur James Balfour en 1910 durante un discurso ante la Cámara de los Comunes sobre “Los problemas a los que tenemos que enfrentamos en Egipto” dejó bien en claro su pensamiento, justificando la necesidad de que Gran Bretaña tenga que ocupar Egipto: “Conocer así un objeto es dominarlo, tener autoridad sobre él, y autoridad aquí significa para ‘nosotros’ negarle autonomía -al país oriental-, porque nosotros lo conocemos, y, en cierto sentido, existe tal y como nosotros lo conocemos”. Durante la totalidad marcó la diferencia entre “ellos” y “nosotros”, entre lo “oriental” y lo “occidental”. Según Cromer, el método adecuado para gobernarlo no es imponerle medidas ultracientíficas u obligarle a aceptar la lógica a la fuerza; el método adecuado es comprender sus limitaciones y en “procurar encontrar en la satisfacción de la raza sometida, un vinculo de unión mas valioso y si se puede, mas fuerte entre los dirigentes y los dirigidos” (Said, 1990). 2

Durante este mismo periodo surgió el pensamiento evolucionista, que si bien se enfocó en el desarrollo cultural de los grupos humanos, dio a lugar a que escritores como Curt Sachs (1944) categorizara las diferentes danzas, entre ellas, la danza del vientre, con una mirada totalmente evolucionista. Para él, el bellydance estaba dentro de las danzas básicas, ya que la bailaban las culturas básicas, primitivas. La veía como una danza erótica y decía que era la transición de la danza ritual a la de espectáculo, de entretenimiento. Viajeros europeos como Gardner Wilkinson (1878) y Adolf Erman (1894) continuaron con la mirada orientalista del Bellydance. El aprendizaje de la música no era tan necesario para las clases altas egipcias como para las griegas, consideraban el arte de cantar y tocar un instrumento musical una parte principal del aprendizaje” (Wilkinson, 1878). Cuando Sir Gardner Wilkinson comparaba, poseía una línea de pensamiento evolucionista y orientalista que situaba a la cultura griega, al ballet y a Europa como el modelo de las artes (Barrionuevo, 2014). A lo largo de toda su obra encontramos estos tipos de comparaciones. Tanto Wilkinson como Erman establecen una conexión entre la danza y la religión y obtienen información a partir de deducciones de antiguas pinturas. Barrionuevo (2014) cita a Erman (1894: 245-247) que aclaró que ninguna fiesta estaba completa en el Antiguo Egipto sin la danza, ya que esta era la forma natural de expresión de la alegría. Se bailaba durante las cosechas, para las diosas Hathor y Bastet, y en procesiones, acompañando a los muertos.

Auto-orientalismo / auto-exotismo A finales del siglo XIX, todo lo relacionado con las danzas de los países árabes seguía creando una intensa curiosidad en Occidente, aunque el desconocimiento ya era tan absoluto como en siglos anteriores (Korek, 2005). Los occidentales hablaban de la danza “oriental” como un concepto estereotipado, mostrando una imagen de sensualidad y exotismo y a su vez se la consideraba inferior, básica, primitiva, más cercana a la naturaleza que a la cultura. Si bien la historia tuvo que ver en el estereotipo que se le dio a estos pueblos y a esta danza, el oriente mismo contribuyo a la creación de sí mismos. A fines del siglo XIX 3

(probablemente en 1896) aparecieron los primeros vestigios de la danza “oriental” en la cinematografía estadounidense de la mano de Thomas Edison, marcando lo que sería el renacer de lo “oriental”. Los nativos de “Medio Oriente” o del Norte de África utilizaron esto a su conveniencia y fueron incorporando imágenes orientalistas, románticas y misterio a sus propios trabajos. Ya hacia el siglo XX en Egipto, empiezan a modificar la vestimenta de danza en base a lo que se creía, desde una mirada “occidental”, que era una vestimenta “oriental”: traje de dos piezas, transparencias, brillos, etc. Barrionuevo (2014) cita a Van Nieuwkerk (1995) y a Suad (2007) ya que ambos coinciden en decir que las películas norteamericanas contribuyeron a este proceso con su imagen de los vestuarios, influenciando tanto a la industria del cine como a las bailarinas egipcias. En 1926 Badia Masabni –bailarina- abre el primer cabaret, el Casino Opera, también llamado Casino Badia, en el Cairo, ámbito que dio lugar al surgimiento de bailarinas destacadas como Samia Gamal, Tahia Carioca, entre otras. Masabni creó un lugar a la occidental en el que había música, danza, algo de revista y magia y mucho sentido del espectáculo por encima de todo (Korek, 2005). Es decir creó lo que los “occidentales” querían ver de los “orientales”. En poco tiempo el Casino Badia se hizo totalmente exitoso llevando a la fama cinematográfica egipcia a muchas de sus principales bailarinas. No solo sus bailarinas fueron renombradas, sino también músicos como Mohamed Abdel Wahab o Farid el Atrache, entre otros. Fue la época dorada del cine egipcio. Este mismo proceso de orientalizarse o autoexotizarse también se dio a la inversa, individuos dentro de la sociedad que utilizan imágenes orientalistas y románticas para parecer mas “orientales”. Actualmente bailarinas que practican en Bellydance son el producto de este proceso, haciéndose llamar por nombres “orientales”, maquillándose al estilo “oriental”, etc. La “Danza Oriental” se fue armando en base a las expectativas occidentales: movimientos exóticos, vestuarios brillosos, un tipo de música en particular, brazos y hombros fluidos, espiritualidad, velos joyería y movimientos de manos.

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El Bellydance Se cree que hacia el término de “Bellydance” surgió en la feria llamada Worlds Columbian Exposition en 1893 en Chicago, que conmemoraba el 400 aniversario de la llegada de Cristóbal Colon al continente Americano o al “Nuevo Mundo” en 1492. Dentro de la feria había un área llamada “Midway Plaisance”. En esta última se buscaba educar a los nativos sobre las culturas exóticas además de mostrar diversas formas de entretenimiento (Barrionuevo, 2014). Esta área representaba la vulgaridad y desorganización, el pasado que se pretendía dejar atrás. Sol Bloom, productor artístico y empresario, quedo fascinado por las bailarinas norteafricanas que había visto en la Exposición Universal en Paris en 1881 y ya que estaba a cargo de la zona de espectáculos de la Worlds Columbian Exposition, decidió montar una exposición de danza autentica, en la recreación de la calle de El Cairo. Dichas presentaciones de la “danza del vientre” controversias sobre la moralidad de esta danza. Era un escándalo ver bailar a mujeres que llevaban el cabello suelto, que mostraban sus tobillos y movían descaradamente sus caderas (Korek, 2005). A partir de ese momento y junto con la oleada de películas donde aparecían las bailarinas orientales moviendo sus caderas, el desprestigio de la danza fue aumentando, catalogándola de inmoral, de exceso de sexualidad y erótica. Lo que llevó a que en Norteamérica sea denominado “Cooch Dance” o “Hootchy-Kootchy”. Planteaba al “Bellydance” como un estado intermedio entre el Burlesque y el Striptease, mostrando a la sexualidad femenina como subversiva, y como el ejemplo de la objetivación del cuerpo. Al pasar el tiempo, en los años 1960/1970 en América un movimiento feminista surgió para darle otra visión positiva al cuerpo femenino y en contra del estereotipo orientalista que se le había dado al Bellydance.

Movimiento Feminista / Teorías de la Diosa Madre Si bien venimos nombrando a mujeres relacionadas a la danza del vientre como precursoras del movimiento feminista debemos hacer mención a unos cuantos hombres 5

que fueron artífices del resurgimiento de la teoría de la Diosa Madre a finales del siglo XIX y durante el siglo XX. Tales como Johan Jacob Bachofen - creador del concepto del matriarcado-, James Frazer, Robert Briffault, Robert Graves, Carl Jung y Eric Neumann, entre muchos otros. Todos ellos comenzaron a plantear la existencia de todo un sistema matriarcal, basado en rituales hacia la Diosa Madre. “Los textos pioneros sobre la Diosa generaron distintos tipos de seguimiento en la investigación posterior. Por un lado, una corriente más racionalista considera el mito de la Diosa como una pista para desvelar la realidad histórica, una realidad que conduce al primigenio matriarcado de la sociedad humana, para el cual se buscan evidencias comprobables en la historiografía, la arqueología, la antropología o la etnología […] Por otro lado, se genera todo un ámbito de estudios sobre la Diosa y/o lo divino femenino, que apuesta por el mito como fuente de investigación y que, partiendo de las teorías junguianas sobre los arquetipos (donde no preocupan tanto la evidencia histórica o la metodología científica), concibe a la Diosa como instrumento catalizador de un proceso de cambio de conciencia, tanto individual como colectivo, femenino como masculino, espiritual como social” (Simonis, 2012:29). Esta última tendencia, paralela a los movimientos de las mujeres nacidos en las últimas décadas del siglo XX, trabaja la investigación desde el lado de la emoción más que con la deducción lógica, un pensamiento que valora el conocimiento instintivo y que aboga por una transformación social basada en la espiritualidad. Durante el siglo XX desarrollarse como un ser pensante para la mujer era difícil, ya que al estar rodeadas de religiones patriarcales, androcéntricas y misóginas, no se las consideraba a la altura, ni se las respetaba (Simonis, 2012). Los círculos feministas al ver que seguía el desprestigio de la noción de matriarcado primitivo, las unía con más fuerzas para buscar la reivindicación de la teoría de la diosa madre. Las primeras activistas del movimiento de la “espiritualidad de la Diosa” hacen uso de las tesis de Bachofen y de Briffault tratando de recuperar los símbolos religiosos del matriarcado para inspirar la espiritualidad de la mujer. Este movimiento feminista busca cancelar los estados de devaluación y denigración del cuerpo femenino, ocasionadas por las religiones patriarcales, la desconfianza en la voluntad y el poder de las mujeres y la negación de su aportación cultural.

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Dada la historia del Bellydance en Estados Unidos, donde la danza era considerada erótica y focalizada en la sexualidad femenina, la nueva visión que planteaba el movimiento

feminista, era revolucionaria

(Jarmakani,

2008).

Autoras

como

Buonaventura, Dinicu y Al Rawi más allá de no haber hecho resurgir la teoría de la Diosa Madre, utilizaron estos recursos y retomaron parte de los estudios de los autores antes mencionados, para apoyarse en estas teorías y reivindicar el origen de la danza del vientre. Devorah Korek en su libro “La Danza del Vientre” (2005) hace mención de que los movimientos de la danza “oriental” recuerdan a la de los astros, bailes que se hacen en círculo alrededor de un eje central o incluso bailes que imitan los movimientos naturales de la procreación o el parto. También propone que la bailarina lea cuanto se pueda de las diosas que ella enumera, y que intente imaginar cómo sería incorporar su energía a su baile. Si bien deja en claro que bailar es parte de un acto religioso o una expresión espontánea asevera que también es un acto de entretenimiento y prestigio social. Haciendo hincapié en esto último, la autora quiere mostrar a la danza como un acto de prestigio social, contraponiéndose con el estereotipo que se le dio a la danza del vientre por el correr del tiempo. Múltiples creencias o teorías populares plantearon que la danza del vientre se originó como un ritual de nacimiento o una adoración a la Diosa Madre. Barbara Siegel (2005) apunta a lo correcto de esta teoría apoyándose en evidencia arqueológica (del 2200 a.C.) que indica que hubo mujeres que viajaban en grupos, expertas en cuestiones sanitarias, pero se contradice unos renglones más abajo diciendo que hay poca evidencia de que esta danza facilitara el nacimiento. Carolina Varga Dinicu (1964) coincide con Siegel y dice que esta danza está originada en ritos pre bíblicos que adoraban a la diosa madre y que sus movimientos tenían un sentido práctico al preparar a las mujeres para los dolores del parto. “Al igual que toda danza antigua, originalmente estuvo conectada con el culto religioso, en un tiempo donde la religión era una parte integral de la vida cotidiana y tenía relevancia en cada aspecto de la existencia humana. Pero a medida que las culturas primitivas crecieron y se hicieron más sofisticadas y las civilizaciones suprimieron sus creencias de épocas antiguas, así también lo hicieron los rituales conectados con estas 7

religiones. Así la danza femenina y pélvica murió en muchas partes del mundo. En algunas aéreas, no obstante, se transformó de un rito religioso a un entretenimiento secular” (Buonaventura, 1989: Traducción Estudio Sahar: 2). En este párrafo Wendy Buonaventura menciona el proceso que cree ella que fue modificando la danza del vientre, de danza ritual a entretenimiento. También afirma que toda danza fue en la antigüedad parte de un ritual religioso, y que en algunas culturas aun lo sigue siendo. Algo que puede ser o no correcto pero que al no tener evidencia etnográfica no puede generalizar. No solo enfatiza durante toda su obra la correspondencia de la danza del vientre con los rituales religiosos sino que también excluye a los hombres, ya que la mayoría de los rituales eran en relación a la fertilidad de la mujer y en honor a deidades femeninas.

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Conclusión Como conclusión podemos decir que el pensamiento orientalista y el evolucionista estuvo presente también en el movimiento feminista impulsado por autoras como Buonaventura, Dinicu, Siegel y Korek, ya que si bien hablan de que el Bellydance se originó como una danza religiosa evolucionó desde sus orígenes a lo secular, que para ellas se trata de un proceso de evolución degenerativa, motivo por el cual, comienzan a popularizar la idea de espiritualidad, de sabiduría y la importancia del rol de la mujer en la sociedad antigua. Tratan de unificar la historia universal y atribuir el origen de la danza al culto de la Diosa Madre, comparando los diferentes mitos de diversos lugares tales como el de Isis, Ishtar, Hathor, Shakti, etc. Intentan justificar lagunas en el pasado con hechos de la actualidad, algo totalmente erróneo, ya que no se puede comparar algo del pasado con el presente. Para finalizar podemos decir que estas teorías no son validas ya que el origen de esta danza puede ser por múltiples causas y no exclusivamente religioso.

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Bibliografía de referencia: Barrionuevo, M. “Clases virtuales Historia de la Cultura Árabe Islámica” Buenos Aires: Estudio Sahar. Barrionuevo, M. (2014) “Historia general del Bellydance vol. 1” (cap. 1 y 2) Buenos Aires: Estudio Sahar. Buonaventura, W. (1990) “Serpent of the Nile: Women and Dance in the Arab World”, New York: Interlink Books. Dinicu, C. V. (1965) “El bellydance y el nacimiento”. Sexology, Abril. Erman, A. (1894) “Life in ancient Egypt” New York: Courier Dover Publications. Jarmakani, A (2008) “Imagining arab womanhood: The cultural Mythology of veils, Harems, and Belly Dancers in the U.S.” New York: Palgrave Macmillan. Sachs, C (1944) “Historia Universal de la Danza” Ediciones Centurión, Buenos Aires. Said, E. (1990) “Orientalismo” (Cap. 1), Ediciones Quibla-Libertarias, Madrid. Siegel, B. (1995) “Belly Dance: The Enduring Embarrassment”. ARABESQUENEW YORK-, 21, 11-13. Simonis, Angie (2012) “Feminismos” número 20, “La Diosa y el poder de las mujeres. Reflexiones sobre la espiritualidad femenina en el siglo XXI”, Revista semestral editada por el Centro de Estudios sobre la Mujer de la Universidad de Alicante, Alicante. Korek, D. (2005) “El arte de la danza oriental”, Editorial Océano Ambar, Barcelona. Wilkinson, G. (1837) “Los egipcios, su vida y sus costumbres”, Madrid: Biblioteca Historia.

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