PREDICAR EL EVANGELIO DEL REINO

PREDICAR EL EVANGELIO DEL REINO Id, Predicad el evangelio del reino Semana 17 La pascua (Mt 26:1-5) Alimento Diario www.dailyfood.ca 1 Lunes Leer c...
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PREDICAR EL EVANGELIO DEL REINO Id, Predicad el evangelio del reino Semana 17 La pascua (Mt 26:1-5)

Alimento Diario www.dailyfood.ca 1

Lunes Leer con oración: Mt 3:2; 4:17; 10:7; 24:14; 26:1-5; 1 P 1:1-7 “Porque de esta manera os será otorgada amplia y generosa entrada en el reino eterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristo” (2 P 1:11)

La carga de la predicación del evangelio del reino El tema de esta semana es “La Pascua” (Mt 26:1-5). El Señor Jesús es el Cordero pascual y antes de entrar como Rey en Jerusalén, donde sería crucificado y muerto, recorría las ciudades y aldeas predicando el evangelio del reino (4:23; 9:35). Este es el evangelio que el Espíritu nos ha encargado que prediquemos hoy (3:2; 4:17; 10:7; 24:14). Pedro también habló en sus epístolas sobre el reino de los cielos. Él experimentó las verdades más elevadas relacionadas con el reino: ser regenerados con la vida divina y también ser participantes de la naturaleza de Dios (1 P 1:1-7; 2 P 1:1-7). Para participar del reino milenario como vencedores necesitamos ser semejantes a Dios en vida y naturaleza, pero sin la Deidad, como hemos visto en el Salmo 82:6: “Yo dije: Vosotros sois dioses, y todos vosotros hijos del Altísimo”. Por un lado ya tenemos la vida y la naturaleza de Dios, pero esa vida debe crecer y Su naturaleza necesita ser expresada en nosotros para que seamos aprobados en el tribunal de Cristo (2 Co 5:10). Para que alcancemos la estatura de la plenitud de Cristo, debemos ser probados así como el oro es purificado, para que el fuego santificador del Espíritu queme todas las impurezas de nuestra alma a fin de alcanzar la salvación completa (1 P 1:7, 9; 4:12). Ya fuimos salvos en nuestro espíritu cuando creímos en el Señor Jesús y recibimos Su redención; la salvación de nuestro cuerpo sucederá en Su segunda venida, cuando Él nos dará un cuerpo en resurrección (Jn 3:5-6; Ef 2:1; 1 Co 15:51-54). Para obtener la salvación completa, aún nos falta la salvación del alma (1 P 1:9), la cual depende de nuestra 2

cooperación en negar la vida del alma (Mt 16:24). Pedro aprovechaba todas las situaciones en las cuales era expuesto en su ser natural y se negaba a sí mismo, dejaba que el fuego santificador del Espíritu purificara su alma para su salvación. Todo aquel que niega su vida del alma, en la venida del Señor, será aprobado con alabanza y podrá entrar en la gloria del reino milenario, y así obtener la honra de reinar con el Señor (1 P 1:7b; Mt 25:21, 23) ¡Aleluya! En 2 Pedro 1:12 leemos: “Por esto, yo no dejaré de recordaros siempre estas cosas, aunque vosotros las sepáis, y estéis confirmados en la verdad presente”. Este versículo es una advertencia para todos nosotros, necesitamos ser confirmados y estar firmes en la verdad presente, porque de esa manera nos será otorgada amplia y generosa entrada en el reino milenario (v. 11). Dios preparó el reino de los cielos para el hombre, por esa razón no podemos perder de vista nuestra meta, antes bien, debemos perseverar en la carga que el Espíritu nos dio de predicar el evangelio del reino. La manifestación del reino de los cielos será precedida por muchas tribulaciones y calamidades, las cuales sobrevendrán en los últimos tiempos (Mt 24:3-8). El Señor trató ese asunto con los discípulos cuando éstos Le mostraron los edificios del templo (v. 1). Por más hermoso que el templo fuese y a pesar de haber sido construido en cuarenta y seis años, el Señor dijo que un día éste sería destruido (cfr. Jn 2:20). Los discípulos, por su parte, le preguntaron al Señor cuándo sucederían esas cosas y qué señal habría de Su venida y del fin del siglo (Mt 24:3). Entonces el Señor Jesús dijo: “Mirad que nadie os engañe. Porque vendrán muchos en mi nombre, diciendo: Yo soy el Cristo; y a muchos engañarán. Y oiréis de guerras y rumores de guerras; mirad que no os turbéis, porque es necesario que todo esto acontezca; pero aún no es el fin. Porque se levantará nación contra nación, y reino contra reino; y habrá pestes, y hambres, y terremotos en diferentes lugares. Y todo esto será principio de dolores” (vs. 4-8). Estos acontecimientos se refieren a las calamidades exteriores. En los versículos subsiguientes tenemos lo que sucederá en el 3

interior del hombre: “Entonces os entregarán a tribulación, y os matarán, y seréis aborrecidos de todas las gentes por causa de mi nombre. Muchos tropezarán entonces, y se entregarán unos a otros, y unos a otros se aborrecerán. Y muchos falsos profetas se levantarán, y engañarán a muchos; y por haberse multiplicado la maldad, el amor de muchos se enfriará” (vs. 9-12). Todos estos hechos sucederán porque muchos estarán desanimados y desorientados, puesto que el amor entre los hombres se enfriará. Sin embargo, nosotros necesitamos reaccionar y perseverar hasta el fin para que seamos salvos de experimentar tales acontecimientos (v. 13). La manera de permanecer firme esperando la venida del Señor será predicar el evangelio del reino, pues el Señor Jesús dijo: “Y será predicado este evangelio del reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin” (v. 14). Predicar el evangelio del reino debe ser nuestra carga hasta la venida del Señor Jesús, esto nos ayudará a permanecer firmes hasta aquel Día. Punto clave:

Predicar el evangelio del reino. Su punto clave es: Pregunta:

¿De qué manera debemos esperar la venida del Señor Jesús?

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Martes Leer con oración: Mt 3:2; 4:17; 6:9-13; 16:18, 19; 13:24; 24:14 “Y a ti te daré las llaves del reino de los cielos; y todo lo que atares en la tierra será atado en los cielos; y todo lo que desatares en la tierra será desatado en los cielos” (Mt 16:19)

Establecer el reino de los cielos en la tierra El punto central en todo el Evangelio de Mateo es el reino de los cielos (3:2; 4:17; 6:9-13; 16:18-19; 13:24; 24:14). El Señor Jesús es Dios, pero se hizo hombre y vino a la tierra con el ministerio de establecer el reino de los cielos para que Sus discípulos, aquellos que tienen Su vida, entren en la manifestación del reino de los cielos (Jn 1:1, 14; Ro 9:5). Mateo comienza su evangelio diciendo: “Libro de la genealogía de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham” (1:1). Dios Le había prometido a Abraham que su descendencia sería una gran nación, un gran reino (Gn 12:2). El Señor Jesús, el hijo de Abraham, vino para ser el Rey del reino de los cielos. El Señor también es el hijo de David, que fue un rey que procede de la tribu de Judá. En Apocalipsis vemos que el Señor Jesús es el León de la tribu de Judá (5:5). En mensajes anteriores vimos que Judá es representado por un cachorro de león: “Cachorro de león, Judá; de la presa subiste, hijo mío. Se encorvó, se echó como león, así como león viejo: ¿quién lo despertará? No será quitado el cetro de Judá, ni el legislador de entre sus pies, hasta que venga Siloh; y a él se congregarán los pueblos. Atando a la vid su pollino, y a la cepa el hijo de su asna” (Gn 49:9-11). Para ser como un león, primero necesitamos pasar por la experiencia de ser “pollinos atados a la vid”. Así seremos útiles al Señor, como 5

aquella asna que Lo condujo en Su entrada en Jerusalén (Mt 21:7). Al comenzar Su ministerio terrenal, el Señor Jesús predicaba y decía: “Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado” (Mt 4:17). Juan el Bautista, Su precursor, bautizaba y también predicaba que el reino de los cielos se había acercado (3:2). El Señor tuvo varios discípulos que Lo seguían y de entre ellos escogió a doce, a los cuales les dio el nombre de “apóstoles”, que quiere decir enviados, y los envió a predicar y propagar que el reino de los cielos se había acercado (10:1-4, 7; Lc 6:13). El Señor Jesús, en los capítulos 5 al 7 de Mateo, subió al monte y comenzó a enseñarles a Sus discípulos sobre el patrón del reino de los cielos. Si nos empeñamos en practicar tales palabras, nuestro vivir diario será de acuerdo al patrón del reino (cfr. Mt 7:24). Así, en el capítulo 13, por medio de siete parábolas, el Señor Jesús habló sobre los misterios del reino de los cielos. La correlación de esas parábolas con las cartas escritas en el libro de Apocalipsis a las siete iglesias, nos da una comprensión de sus significados (Ap 2-3). En Mateo 16 vemos que esos dos grandes misterios son revelados. Primeramente, el Padre reveló Su misterio a Pedro: Cristo, el Hijo del Dios viviente (v. 16). Después, Cristo mismo reveló Su misterio que es la iglesia, como leemos: “Y yo también te digo, que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella” (v. 18). La palabra “piedra” en griego es petra, que significa roca. Pedro, como una piedra, sería edificado sobre la roca que es Cristo (1 Co 10:4). Además, nosotros los que creemos en el Señor, como piedras vivas, estamos siendo edificados como casa espiritual en la medida que la vida de Dios crezca más en nosotros, conforme 6

leemos: “Acercándoos a él (Cristo), piedra viva, desechada ciertamente por los hombres, mas para Dios escogida y preciosa, vosotros también, como piedras vivas, sed edificados como casa espiritual y sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo” (1 P 2:4-5). Estos versículos hablan sobre la edificación, donde el Señor Jesús es la piedra viva y la piedra del ángulo (v. 6), y nosotros, como piedras vivas, estamos siendo edificados sobre Él, el fundamento. A medida que la vida y la naturaleza de Dios crecen en nosotros, la iglesia es edificada. La iglesia es la congregación de los que fueron regenerados por la vida divina y fueron salvos por la gracia. Además, ella tiene las llaves del reino de los cielos (Mt 16:19). Esto indica que todas las cosas que son atadas o desatadas en la tierra por la autoridad de la iglesia son igualmente atadas o desatadas en el cielo. Es verdad que el reino de los cielos sólo se manifestará en la próxima era, sin embargo, hoy, en la vida de la iglesia, el Señor nos está entrenando a fin de que tengamos un vivir digno del reino de los cielos hasta que entremos en su manifestación. ¡Aleluya! Punto clave:

Crecer en vida para edificar la iglesia. Su punto clave es: Pregunta:

¿Cuál es el punto central del Evangelio de Mateo?

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Miércoles Leer con oración: Mt 6:19-20; 16:21-27; He 9:12; 1 Jn 1:9; 2:1 “Entonces Jesús dijo a sus discípulos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame” (Mt 16:24)

Negarse a sí mismo, tomar la cruz y seguir al Señor Conforme vimos en Mateo 16, Dios reveló a Pedro que Cristo era el Hijo del Dios viviente, y enseguida el Señor Jesús reveló la iglesia a los discípulos. La iglesia, en esa época, todavía no había sido engendrada, ya que para eso era necesario que el Señor Jesús fuera a Jerusalén, sufra en manos de los ancianos, de los principales sacerdotes y de los escribas, además debía ser muerto y resucitado al tercer día (v. 21). Después de esa declaración del Señor, el apóstol Pedro, con buena intención, impulsado por su vida del alma, Lo reprendió diciéndole que tuviera compasión de Sí mismo (v. 22). Sin embargo, el Señor Jesús le dijo: “¡Quítate de delante de mí, Satanás!; me eres tropiezo, porque no pones la mira en las cosas de Dios, sino en las de los hombres” (v. 23). El Señor no reprendió a Pedro, sino a Satanás que se expresó por medio de la opinión de Pedro. La opinión forma parte de la mente humana, que al mismo tiempo, es parte del alma del hombre. A la luz de la experiencia de Pedro, vemos que nuestra alma puede ser usada tanto por Dios como por Satanás. Dios escogió a Pedro para revelar Su misterio, que es Cristo, no obstante, Satanás utilizó el alma de Pedro para evitar que el Señor Jesús fuera crucificado y, en consecuencia, surgiera Su reino. Pedro no sabía que su opinión era una trampa de Satanás para destruir el propósito del Señor. A lo largo de toda la palabra de Dios vemos que Satanás nos viene a tentar de diferentes maneras para que el reino de los cielos no se manifieste en la tierra. Inmediatamente después de lo sucedido el Señor dijo a Sus discípulos: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame” (v. 24). Con esto el Señor Jesús nos mostró que el punto más importante para que vivamos adecuadamente la vida de la 8

iglesia es seguirlo. Él no enfatizó la base de la iglesia, las reuniones o la administración de la iglesia, tampoco mencionó las verdades, como por ejemplo que la iglesia es Su Cuerpo. Por el contrario, el Señor Jesús destacó que el punto principal para la edificación de la iglesia es negar la vida del alma. A pesar de que todos los asuntos y verdades mencionados anteriormente son importantes, el punto más importante es negar la vida del alma. Negarse a sí mismo incluye negar su propia opinión para realizar el deseo de Dios. No podemos introducir nuestra opinión en la iglesia. Muchos tienen la carga de servir y edificar la iglesia, pero usan su propia manera y sus propios pensamientos, imponen opiniones de manera semejante al principio de Caín. Podemos ver a través de toda la Biblia que las ofrendas y servicios que provienen de la vida del alma del hombre nunca fueron aceptados por Dios. Hoy, en la vida de la iglesia, el Hijo de Dios tampoco acepta ningún servicio realizado por medio de nuestra naturaleza humana caída, nuestra vida del alma. No debemos estar satisfechos sólo por estar en la base correcta de la iglesia, aunque eso sea un asunto muy importante. Para que la iglesia sea edificada, necesitamos estar en el espíritu, en donde mora el Espíritu de Dios, el cual demanda que neguemos nuestra vida del alma, nuestras opiniones y nuestra vieja manera de actuar. El Señor Jesús enfatizó que es nuestra responsabilidad negar la vida del alma y depende de nuestra voluntad: “Si alguno quiere venir en pos de mí” (v. 24b). Cuando tomamos la decisión de seguirlo, obtenemos la salvación del alma, que resultará en la plena salvación. No negarla es comprometer nuestra plena salvación, conforme a lo que leemos: “Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, la hallará” (v. 25). Si negamos la vida del alma, cuando el Señor Jesús regrese podremos comparecer delante del tribunal de Cristo y así obtendremos la plena salvación. En Mateo 16:26 leemos: “Porque ¿qué aprovechará al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma?” En el pasado aplicábamos este versículo sólo al asunto del afán de este siglo y al engaño de las riquezas. Es cierto que no debemos acumular tesoros en la tierra, sino en los cielos (6:19-20), sin embargo, obtuvimos más luz del Señor en cuanto a este versículo. 9

Necesitamos vencer no sólo el afán de este siglo y su engaño, sino también nuestra vida del alma (cfr. 16:24-25). Aún cuando salimos a evangelizar con el objetivo de que todas las personas, de los más diversos países, reciban el evangelio del reino, necesitamos darnos cuenta de cuál es la intención de nuestro corazón. No podemos realizar una obra basada en nuestra vida del alma. Nuestro corazón necesita ser uno con la dirección del Espíritu, de lo contrario, estaremos siguiendo el mismo principio que Caín y, como consecuencia, podremos ganar todo el mundo, pero perderemos la salvación de nuestra alma. En el versículo 27 de Mateo 16 leemos: “Porque el Hijo del Hombre vendrá en la gloria de su Padre con sus ángeles, y entonces pagará a cada uno conforme a sus obras”. En Su segunda venida el Señor vendrá a juzgarnos con respecto a la salvación de nuestra vida del alma. Aquí el énfasis no es juzgar nuestros pecados, porque éstos ya fueron tratados cabalmente por el Señor en la cruz. Además, la eficacia de Su sangre derramada es eterna, y el Señor intercede por nosotros junto al Padre como nuestro abogado (He 9:12; 1 Jn 2:1). Cuando nos arrepentimos, Él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad (1:9). Por tanto, el énfasis en la segunda venida del Señor, es con respecto a la salvación de nuestra alma. El Señor nos puso en la vida de la iglesia para que nos neguemos a nosotros mismos y crezcamos en la vida divina. Cuando negamos nuestra vida del alma, ésta es purificada, así como lo es el oro en el fuego, esto permite que todo lo que proviene de nuestro ser natural sea exterminado. Por medio de tales experiencias obtendremos la salvación del alma (1 P 1:7, 9). ¡Alabado sea el Señor! Punto clave:

Alcanzar la plena salvación. Su punto clave es: Pregunta:

¿Cuál es la diferencia entre Mt 6:19-20 y 16:26? 10

Jueves Leer con oración: Mt 25:1-30; Lc 19:16-19 “Entonces el reino de los cielos será semejante a diez vírgenes que tomando sus lámparas, salieron a recibir al esposo” (Mt 25:1)

Vida y servicio Nuestra entrada en el reino de los cielos debe satisfacer el aspecto de la vida y del servicio (Mt 25:1-30). El Señor Jesús juzgará si recibimos el galardón o la disciplina de acuerdo a estos dos puntos: nuestro crecimiento de vida y nuestro servicio. El Señor colocó sabiamente en el capítulo 25 de Mateo primeramente la parábola de las diez vírgenes, que se refiere al asunto de la vida, y después la parábola de los talentos, que trata de nuestro servicio o nuestra obra. En cuanto a la vida, debemos ser como las vírgenes prudentes, que no sólo tenían aceite en sus lámparas, es decir, tenían el Espíritu en su espíritu humano, pero también lo tenían en sus vasijas, esto significa que su alma estaba igualmente saturada del Espíritu. En la parábola de los talentos, que se refiere al servicio, vemos que el Señor distribuyó talentos a todos. Debemos prestar atención en esta parábola al principio de negociar el talento que hemos recibido, a fin de que, por lo menos, lo dupliquemos (vs. 20-22). Si el que recibió un talento hubiera negociado y entregado al Señor dos talentos, habría entrado en el gozo del reino (vs. 26-30). Esto nos sirve de advertencia, porque el Señor nos dio talentos y capacidad para negociarlos. Necesitamos salir y predicar el evangelio del reino a fin de negociar el talento que recibimos, pues el Señor sólo regresará 11

cuando este evangelio sea predicado en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones (24:14). El que recibió un talento y lo enterró, en el arreglo de cuentas, su talento fue dado por el Señor al que tenía diez (25:27-28). Este asunto también merece nuestra atención, porque si somos fieles en negociar nuestro talento hasta la venida del Señor, además de recibir los talentos que negociamos, recibiremos también aquellos de quienes no los negociaron. No podemos acomodarnos o darnos el derecho de “jubilarnos” por el hecho de haber duplicado los talentos que ya recibimos. El Señor nos dio la capacidad y nos dio Su vida para que Su obra sea desarrollada. Si negociamos continuamente nuestros talentos, En Su venida, entraremos en el reino milenario y tendremos autoridad sobre las naciones. De acuerdo con Lucas 19 vemos que el Señor usará el criterio del crecimiento de vida y distribuirá ciudades para que sean gobernadas, conforme leemos: “Vino el primero, diciendo: Señor, tu mina ha ganado diez minas. Él le dijo: Está bien, buen siervo; por cuanto en lo poco has sido fiel, tendrás autoridad sobre diez ciudades. Vino otro, diciendo: Señor, tu mina ha producido cinco minas. Y también a éste dijo: Tú también sé sobre cinco ciudades” (vs. 16-19). El negar la vida del alma y negociar nuestros talentos, está directamente relacionado con la recompensa que ganaremos en el reino. Aquellos que cumplen los requisitos de la vida y del servicio reinarán sobre los pueblos en diferentes ciudades. Estas ciudades sobre las cuales los siervos buenos tendrán autoridad serán parte de las naciones de Mateo 25:32 donde leemos: “Y serán reunidas delante de él todas las naciones; y 12

apartará los unos de los otros, como aparta el pastor las ovejas de los cabritos”. En esas ciudades estarán las “ovejas”, aquellos que durante la gran tribulación habrán acogido y suplido con alimentos y vestiduras a los que son del Señor. Estas personas no serán regeneradas con la vida de Dios, sin embargo, entrarán en el reino milenario como las naciones (vs. 34-40). Por otro lado, Los cabritos, que representan a aquellos que tratarán mal a los hijos de Dios durante la gran tribulación, serán juzgados y echados al lago de fuego (vs. 41-46). Por tanto, la autoridad que recibiremos en el reino dependerá de cuánto negociamos nuestros talentos hoy. El Señor tomó del siervo malo el talento que no había sido negociado y lo dio al que tenía diez (v. 28). Que todos podamos animarnos mutuamente a ejercitar nuestros dones y a negociar nuestros talentos, porque el Señor nos dijo que “al que tiene, le será dado, y tendrá más; y al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado” (v. 29). Punto clave:

Llenarse del Espíritu para servir. Su punto clave es: Pregunta:

¿Cuáles son los dos aspectos por los cuales el Señor nos juzgará para determinar si recibiremos el galardón o la disciplina?

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Viernes Leer con oración: Ex 12:1-6; Is 53:4-11; Mt 16:21; 17:22-23 “Angustiado él, y afligido, no abrió su boca; como cordero fue llevado al matadero; y como oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció, y no abrió su boca” (Is 53:7)

Jesús sube a Jerusalén Hemos visto que el Señor Jesús después de predicar el evangelio del reino de los cielos, pidiendo a las personas que se arrepintieran, presentó a los discípulos el patrón de conducta y el vivir del pueblo del reino de los cielos. También, les reveló por medio de parábolas los misterios del reino de los cielos. Finalmente, después de llevarlos a Cesarea de Filipo, les reveló la iglesia (Mt 16:13-19) y comenzó a declararles que Le era necesario ir a Jerusalén y padecer mucho de los ancianos, de los principales sacerdotes y de los escribas; ser muerto y resucitar al tercer día. La comisión del Señor era engendrar la iglesia, por eso fue a Jerusalén. Entró humildemente en Jerusalén montado en una asna, que representa a cada uno de nosotros (Mt 21:5-8). Aunque el asno es un animal testarudo y difícil de ser domado, pudo ser de utilidad para el Rey. Así también nosotros, aun teniendo una naturaleza obstinada, podemos ser útiles al Señor por medio de Su vida y naturaleza. De la misma manera que el pollino de Judá, que estaba atado a la vid, nosotros también necesitamos estar atados a la vid verdadera, el Señor Jesús (Gn 49:11; Jn 15:1). En tres ocasiones, el Señor Jesús les habló a Sus discípulos 14

con respecto a Su ida a Jerusalén (Mt 16:21; 17:22-23; 20:17-19). Su disposición al ir era para mostrarles que Él es el Cordero pascual que necesitaba ser examinado y muerto y, así, cumplir la redención. Cuando estaba delante de Sus opositores, como cordero fue llevado al matadero; y como oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció, y no abrió su boca (Is 53:7). Él sabía que sufriría en Jerusalén, que sería entregado en las manos de los escribas, sacerdotes y fariseos, pero aún así continuó, ya que deseaba ardientemente hacer la voluntad del Padre: ser herido por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados, y por su llaga curarnos (v. 5). En el Antiguo Testamento el cordero de la Pascua debía ser tomado en el décimo día del primer mes del año, conforme a lo que leemos en Éxodo 12:1-3: “Habló Jehová a Moisés y a Aarón en la tierra de Egipto, diciendo: Este mes os será principio de los meses; para vosotros será éste el primero en los meses del año. Hablad a toda la congregación de Israel, diciendo: En el diez de este mes tómese cada uno un cordero según las familias de los padres, un cordero por familia”. Luego debía ser guardado hasta el décimo cuarto día del mes. Después de ese periodo de cuatro días de ser examinado, no podía tener ningún defecto, toda la congregación del pueblo de Israel lo inmolaría al atardecer del día catorce (vs. 5-6). Esos cuatro días representan el periodo en el cual el Señor fue examinado en Jerusalén por los fariseos, saduceos, herodianos y escribas. Así como el cordero pascual, Él fue examinado en todos los aspectos, y en Él no se encontró ningún defecto. Hasta el mismo Pilato dijo al respecto: “Ningún delito 15

hallo en este hombre” (Lc 23:4). Pero los judíos gritaban: “¡Crucifícale, crucifícale!” (v. 21b). Entonces Pilato no tuvo otra alternativa que no fuera hacer lo que le pedían; se lavó las manos y dijo: “Inocente soy yo de la sangre de este justo; allá vosotros (…) Entonces les soltó a Barrabás; y habiendo azotado a Jesús, le entregó para ser crucificado” (Mt 27:24, 26). Esto sucedió exactamente el día de la Pascua, un viernes (Jn 18:39; 19:14). El Señor subió a Jerusalén, como el Cordero de Dios, para ser examinado y finalmente ser muerto en nuestro lugar. En los cuatro días en que el Señor Jesús fue examinado, no encontraron en Él ningún defecto. Por tanto, Él estaba calificado para ser sacrificado y morir por nosotros los pecadores, el Justo por los injustos, a fin de conducirnos a Dios. ¡Él vino como el Cordero de Dios para quitar el pecado del mundo y darnos la redención eterna! (Jn 1:29; He 9:12). Punto clave:

El Señor Jesús es nuestro Cordero pascual. Su punto clave es: Pregunta:

¿Con qué propósito el Señor prosiguió a Jerusalén?

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Sábado Leer con oración: Gn 3:7, 21; Ex 12:1-9; Sal 22:1, 14-15 “Porque nuestra pascua, que es Cristo, ya fue sacrificada por nosotros” (1 Co 5:7b)

Cristo - nuestra Pascua Pascua significa pasar sobre, el Señor pasó por encima de las casas de los hijos de Israel en Egipto y las libró del Heridor por estar rociadas con sangre. Después que el cordero era muerto, ellos debían pasar su sangre en los dos postes y en el dintel de la puerta (Ex 12:7). Cuando el Señor pasó para herir a los egipcios, al ver la sangre en los dinteles de las puertas y en los dos postes, pasaba aquella puerta y no permitía que el Heridor, enviado para matar a todo primogénito de entre los hombres y de los animales, matara a los primogénitos de aquella casa (vs. 12, 23). Ya fuimos justificados por la preciosa sangre de Jesucristo, nuestro Cordero sin mancha y sin contaminación (1 P 1:19). ¡Gracias al Señor! La puerta en la cual la sangre era rociada indica la entrada hacia algún lugar. En el tabernáculo del Antiguo Testamento había un velo que separaba el Lugar Santo del Lugar Santísimo (Ex 26:33). Solamente el sumo sacerdote podía entrar en el Lugar Santísimo una vez al año para ofrecer sacrificios por sí mismo y por el pueblo (He 9:7). Cuando el Señor Jesús fue crucificado, el velo del templo se rasgó de arriba abajo, dando libre acceso al Lugar Santísimo (Mt 27:51). La puerta de acceso a Dios fue abierta, y el camino está libre. Por el derramamiento de Su sangre, el Señor Jesús nos abrió un nuevo y vivo camino, por eso podemos entrar con toda osadía al Lugar Santísimo (He 10:19-20). El Señor Jesús dijo: “Yo soy la puerta; el que por mí entrare, será salvo; y entrará, y saldrá, y hallará pastos” (Jn 10:9). Por medio de la muerte y resurrección de Jesucristo como nuestro Cordero pascual, hoy tenemos libre acceso a Dios por el Espíritu. ¡Alabado sea el Señor! Además, según la determinación de Dios en el libro de Éxodo, el 17

cordero debía ser comido dentro de la casa (Ex 12:7). La casa es una cobertura para la protección familiar; igualmente el Señor es nuestra protección. Cuando estamos en Él, Dios nos justifica, y nada ni nadie nos puede condenar (Ro 8:33-34). Cuando Adán y Eva pecaron, ellos se cubrieron con hojas de higuera (Gn 3:7). Sin embargo, las hojas se secaron y ellos se quedaron nuevamente desnudos. Entonces Dios preparó vestiduras de pieles para cubrir la desnudez de ellos (v. 21). Dios también protegió a Noé y a su familia cuando mandó que él construyera un arca y entrara en ella con toda su casa (7:1). Estar dentro del arca era estar bajo la cobertura y protección divina; por medio de ella Noé y su casa fueron librados del diluvio (He 11:7; Sal 27:5). Así como ellos debían comer del cordero pascual dentro de las casas, hoy en Cristo estamos en la iglesia, donde tenemos la cobertura y protección de Dios para comer de Cristo y disfrutarlo. ¡Aleluya! Continuando en Éxodo 12 leemos: “Y aquella noche comerán la carne asada al fuego, y panes sin levadura; con hierbas amargas lo comerán” (v. 8). Este versículo describe el sufrimiento de la crucifixión del Señor. Podemos ver esto cuando en la cruz dijo: “Tengo sed” (Jn 19:28b). En la cruz Él llevó sobre Sí nuestros pecados, por eso Su alma estaba quemándose de sufrimiento. Además, allí también pasó por la experiencia de ser abandonado por el Padre (Mt 27:46). En Salmos 22:1 leemos: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado? ¿Por qué estás tan lejos de mi salvación, y de las palabras de mi clamor?”. Este versículo nos habla del sufrimiento del Señor en la cruz. Dios Lo desamparó porque en esas últimas tres horas el Señor Jesús estaba tomando nuestro lugar, y nuestros pecados estaban sobre Él. En los versículos 11 al 13 vemos el ambiente alrededor del Señor mientras estaba en la cruz: “No te alejes de mí, porque la angustia está cerca; porque no hay quien ayude. Me han rodeado muchos toros; fuertes toros de Basán me han cercado. Abrieron sobre mí su boca como león rapaz y rugiente”. Entonces en los versículos 14 al 15 tenemos la descripción del sufrimiento interior por el cual pasó el Señor: “He sido 18

derramado como aguas, y todos mis huesos se descoyuntaron; mi corazón fue como cera, derritiéndose en medio de mis entrañas. Como un tiesto se secó mi vigor, y mi lengua se pegó a mi paladar, y me has puesto en el polvo de la muerte”. ¡Estos versículos describen cuánto sufrió el Señor por nosotros al ser crucificado! El Señor, nuestro Cordero pascual, estaba en la cruz pasando por la experiencia de aquel cordero que fue asado en el fuego. Conforme a la palabra de Dios a Moisés, el cordero no podía ser cocido en agua (Ex 12:9). Esto indica que el sufrimiento del Señor no sólo fue exterior, en Su cuerpo físico, sino interior, en Su alma. Nosotros somos los que deberíamos haber pasado por todos esos sufrimientos, porque cometimos pecados, sin embargo, por amor a nosotros, sufrió el castigo y murió en nuestro lugar. Por eso nuestro corazón es constreñido a amarlo; Nosotros le amamos a Él, porque Él nos amó primero (1 Jn 4:19) ¡Oh, que amor! ¡Alabado sea el Señor! Punto clave:

¡Oh, que amor! Su punto clave es: Pregunta:

¿Cuáles son los distintos aspectos de Cristo vistos en la Pascua?

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Domingo Leer con oración: Ex 12:8, 11; Mt 13:33; 16:12; 20:21-22 “El espíritu es el que da vida; la carne para nada aprovecha; las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida” (Jn 6:63)

Alimentarse del Cordero para salir Además de la carne asada del cordero, los judíos debían comer panes sin levadura (Ex 12:8b). El pan sin levadura representa a la palabra de Dios como alimento para nosotros (Mt 4:4; Jn 6:57, 63). Cuando estudiamos sobre los misterios del reino de los cielos, en el primer tomo de esta serie, vimos que la levadura se refiere a las enseñanzas de Jezabel relacionadas con la condición de la iglesia en Tiatira, que son las enseñanzas o doctrinas que corrompen la palabra de Dios (Ap 2:20; Mt 16:12). Juntamente con los panes sin levadura, los judíos debían comer hierbas amargas, que se refieren a los sufrimientos del Señor cuando tomó la copa de amargura por nosotros. Cierta vez, la madre de Jacobo y Juan le pidió al Señor que sus hijos se sentaran uno a la derecha y otro a la izquierda en Su reino. Entonces, el Señor preguntó a los discípulos si ellos podían beber la copa que Él iba a beber (Mt 20:21-22). Esto nos indica que el Señor tenía que tomar la copa de amargura en la cruz. Aunque hoy estemos tomando la copa de bendición mediante la comunión de la sangre de Cristo, para seguir al Señor primero necesitamos comer las hierbas amargas, que preceden a nuestra entrada al reino milenario (1 Co 10:16; Mt 16:24). En Éxodo 12 también leemos: “Y lo comeréis así: ceñidos vuestros lomos, vuestro calzado en vuestros pies, y vuestro bordón en vuestra mano; y lo comeréis apresuradamente; es la Pascua de Jehová” 20

(v. 11). Así como el pueblo de Israel necesitaba comer del cordero para salir de Egipto, diariamente necesitamos comer del Señor, nuestro Cordero pascual, para fortalecernos (Fil 4:13; Ef 6:10). El Señor es nuestro “pan vivo que descendió del cielo” si alguno comiere de este pan, vivirá para siempre (Jn 6:51). Debemos trabajar no por la comida que perece, sino por la comida que a vida eterna permanece (v. 27). En el versículo 53 leemos: “Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: Si no coméis la carne del Hijo del Hombre, y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros”. Aunque estas palabras hayan sido duras de oír y muchos hayan abandonado al Señor, hubo un grupo de personas que permaneció (vs. 60, 66-67). Ellos permanecieron porque reconocieron que el Señor tiene palabras de vida eterna (v. 68). En el versículo 63 leemos: “El espíritu es el que da vida; la carne para nada aprovecha; las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida”. Las cosas materiales son efímeras, pasan muy rápidamente. Una manera adecuada de alimentarnos es invocar el nombre del Señor. ¡Oh Señor Jesús! (Ro 10:13). Otra manera eficaz para crecer en vida es leer-orar la Palabra (Ef 6:17-18). Mientras más invocamos el nombre del Señor, leemos y oramos Su Palabra y negamos nuestra vida del alma, más la vida y la naturaleza divina se desarrollan en nosotros. Así somos fortalecidos en nuestro espíritu y podemos salir de Egipto, es decir, somos liberados del mundo y de la vida del alma (4:22; Col 3:9). El Señor no está pasivamente sentado en un trono en los cielos, sino que, como vimos en Mateo 16:24, Él dijo que si alguno quiere seguirlo, debe negarse a sí mismo. Por un lado, el Señor está en nuestro espíritu, pero por otro, Él penetró hacia dentro del velo y nos invita a salir con Él fuera del campamento para llevar Su vituperio (He 6:19; 13:13). De esta manera Lo seguimos. Seguir al Señor es predicar el evangelio del reino. 21

El Señor en Su ministerio celestial dio a Sus hijos, los miembros de Su Cuerpo, la carga de predicar el evangelio del reino en todo el mundo (Mt 24:14; 28:19). Necesitamos animar a todos los hijos de Dios a ir más allá del evangelio de la gracia. El Señor desea que todos los hombres sean salvos y lleguen a ser un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo (Ef 4:13). Este es el evangelio del reino: crecer en la vida y en la naturaleza divina para expresar la realidad del reino de los cielos. Para eso necesitamos comer del Cordero de Dios, del pan vivo que descendió del cielo, y salir a predicar el evangelio del reino, a fin de que Su propósito eterno sea alcanzado. ¡Alabado sea el Señor! Punto clave:

Comer del Cordero para predicar el evangelio del reino. Su punto clave es: Pregunta:

En nuestros días, ¿Qué significa “comer la carne asada en el fuego, y panes sin levadura con hierbas amargas”?

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Lectura de apoyo La lectura de su Alimento Diario será enriquecida con el acompañamiento simultáneo de los libros que a continuación sugerimos:

Venga Tu reino – cap. 37 – Dong Yu Lan Levítico - Comunión, servicio y vivir – cap. 37 – Dong Yu Lan Las tres fiestas – cap. 1 – Dong Yu Lan

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