Poemas de Robert Desnos

Poemas de Robert Desnos Selección y traducción: Rodolfo Alonso 28 ¬ El Cerro La paloma del arca ¡Maldito sea el padre de la esposa del herrero que ...
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Poemas de Robert Desnos Selección y traducción: Rodolfo Alonso

28 ¬ El Cerro

La paloma del arca ¡Maldito sea el padre de la esposa del herrero que forjó el hierro del hacha con la cual el leñador abatió el roble en el cual se talló el lecho donde fue engendrado el bisabuelo del hombre que conducía el coche en el cual tu madre conoció a tu padre! De Langage cuit, 1923

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¡Oh dolores del amor! ¡Oh dolores del amor! Cómo me sois necesarios y cómo me sois queridos. Mis ojos que se cierran sobre lágrimas imaginarias, mis manos que se tienden sin cesar hacia el vacío. He soñado esta noche con paisajes insensatos y aventuras peligrosas tanto desde el punto de vista de la muerte como desde el punto de vista de la vida, que son también el punto de vista del amor. Al despertar estaban presentes, oh dolores del amor, oh musas del desierto, oh musas exigentes. Mi risa y mi alegría se cristalizan a vuestro alrededor. Son vuestros afeites, son vuestros polvos faciales, es vuestro lápiz labial, es vuestro bolso de piel de serpiente, son vuestras medias de seda... y es también esa pequeña arruga entre la oreja y la nuca, en el nacimiento del cuello, es vuestro pantalón de seda y vuestra fina camisa y vuestro tapado de piel, vuestro vientre redondo es mi risa y mis alegrías vuestros pies y todas vuestras joyas. En verdad, qué bien vestida estáis y bien adornada. Oh dolores del amor, ángeles exigentes, he aquí que os imagino con la imagen misma de mi amor, que os confundo con ella... Oh dolores del amor, vosotros que yo creo y visto, vosotros os confundís con mi amor del cual no conozco más que los vestidos y también los ojos, la voz, el rostro, las manos, los cabellos, los dientes, los ojos... De À la mystérieuse, 1926

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No, el amor no está muerto No, el amor no está muerto en ese corazón y esos ojos y esa boca que proclaman sus funerales comenzados. Escuchen, tengo bastante de lo pintoresco y de los colores y del encanto. Amo el amor, su ternura y su crueldad. Mi amor no tiene más que un solo nombre, que una sola forma. Todo pasa. Bocas se pegan a esa boca. Mi amor no tiene más que un nombre, que una forma. Y si algún día lo recuerdas Oh tú, forma y nombre de mi amor, Un día sobre el mar entre América y Europa, A la hora en que el rayo final del sol se reverbera sobre la superficie ondulada de las olas, o bien una noche de tormenta bajo un árbol en el campo, o en un rápido automóvil, Una mañana de primavera en el boulevard Malesherbes, Un día de lluvia, Al alba antes de acostarte, Di, se lo ordeno a tu fantasma familiar, que fui el único en amarte demasiado y que es una lástima que no lo hayas sabido. Di que no hay que lamentar las cosas: Ronsard antes que yo y Baudelaire han cantado el lamento de las viejas y las muertas que despreciaron el más puro amor. Tú, cuando estés muerta, Serás bella y siempre deseable. Yo estaré muerto ya, encerrado por completo en tu cuerpo inmortal, en tu imagen sorprendente presente para siempre entre las maravillas perpetuas de la vida y de la eternidad, pero si vivo 3

Tu voz y su acento, tu mirada y sus rayos, El olor tuyo y el de tus cabellos y muchas otras cosas todavía vivirán en mí, En mí que no soy ni Ronsard ni Baudelaire. Pero que soy Robert Desnos y que, por haberte conocido y amado, Los valgo bien. Yo que soy Robert Desnos, para amarte Y que no quiero añadir otra reputación a mi memoria sobre la tierra despreciable. De À la mystérieuse, 1926

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Como una mano en el instante de la muerte Como una mano en el instante de la muerte y del naufragio se yergue como los rayos del sol poniente, así de todas partes brotan tus miradas. Ya no es tiempo, ya no es tiempo quizá de verme, Pero la hoja que cae y la rueda que gira te dirán que nada es perpetuo sobre la tierra, Salvo el amor, Y yo quiero persuadirme de ello. Barcos de salvamento pintados de rojizos colores, Tormentas que se alejan, Un vals anticuado que lleva el tiempo y el viento durante los largos espacios del cielo. Paisajes. Yo, no quiero otros que el abrazo al que aspiro, Y muere el canto del gallo. Como una mano en el instante de la muerte se crispa, mi corazón se aprieta. Yo no he llorado nunca desde que te conozco. Amo demasiado a mi amor para llorar. Tú llorarás sobre mi tumba, O yo sobre la tuya. No será demasiado tarde. Yo mentiré. Diré que tú fuiste mi amante Y después en verdad es de tal modo inútil, Tú y yo, nos moriremos pronto. De À la mystérieuse, 1926 5

Al favor de la noche Deslizarme en tu sombra al favor de la noche. Seguir tus pasos, tu sombra en la ventana. Esa sombra en la ventana eres tú, no es otra, eres tú. No abras esa ventana detrás de las cortinas de la cual te mueves. Cierra los ojos. Yo quisiera cerrarlos con mis labios. Pero la ventana se abre y el viento, el viento que hace oscilar extrañamente la llama y la bandera rodea mi fuga con su manto. La ventana se abre: no eres tú. Ya lo sabía. De À la mystérieuse, 1926

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La voz de Robert Desnos Tan parecida a la flor y a la corriente de aire al curso de agua a las sombras pasajeras a la sonrisa entrevista esa famosa velada a medianoche tan parecida a todo a la felicidad y a la tristeza es la medianoche pasada alzando su torso desnudo por encima de las atalayas y de los álamos llamo míos a los que están perdidos en los campos los viejos cadáveres los viejos robles cortados los jirones de tela pudriéndose sobre la tierra y la ropa blanca secándose en los alrededores de las granjas llamo míos a los tornados y a los huracanes las tempestades los tifones los ciclones los maremotos los temblores de tierra llamo míos al humo de los volcanes y al de los cigarrillos los anillos de humo de los cigarros de lujo llamo míos a los amores y los enamorados llamo míos a los vivos y los muertos llamo a los sepultureros llamo a los asesinos llamo a los verdugos llamo a los pilotos los albañiles y los arquitectos los asesinos llamo a la carne 7

llamo a la que amo llamo a la que amo llamo a la que amo el minuto triunfante despliega sus alas de raso y se posa sobre mi lecho las atalayas y los álamos se pliegan a mi deseo aquellas se derrumban aquellos se hunden los perdidos en el campo se reencuentran encontrándome los viejos cadáveres resucitan al oírme los jóvenes robles cortados se cubren de verdor los jirones de tela pudriéndose en la tierra y sobre la tierra chasquean al oírme como el estandarte de la rebelión la ropa blanca secándose en los alrededores de las granjas viste a adorables mujeres que yo no adoro que vienen a mí obedeciendo a mi voz y que me adoran los tornados giran en mi boca los huracanes enrojecen si es posible mis labios las tempestades gruñen a mis pies los tifones si es posible me despeinan recibo los besos de ebriedad de los ciclones los maremotos vienen a morir a mis pies los temblores de tierra no me estremecen pero hacen hundirse todo a una orden mía el humo de los volcanes me viste con sus vapores

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y el de los cigarrillos me perfuma y los anillos de humo de los cigarros me coronan los amores y el amor tan largo tiempo perseguidos se refugian en mí los enamorados escuchan mi voz los vivos y los muertos se someten y me saludan los primeros fríamente los segundos familiarmente los sepultureros abandonan las tumbas apenas cavadas y declaran que yo solo puedo comandar sus trabajos nocturnos los asesinos me saludan los verdugos invocan la revolución invocan mi voz invocan mi nombre los pilotos se guían por mis ojos los albañiles sienten vértigo escuchándome los arquitectos parten hacia el desierto los asesinos me bendicen la carne palpita a mi llamado la que yo amo no me escucha la que yo amo no me entiende la que yo amo no me responde. De Les ténèbres, 1927

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El viernes del crimen Un increíble deseo se apodera de las mujeres dormidas Una piedra preciosa se duerme en el estuche azul de rey Y he aquí que en el camino se agitan los guijarros fatigados Nunca más los pasos de las conmovidas por la noche Pasad cascadas Las murallas se construyen al son del laúd de Orfeo Y se hunden al son de las trompetas de Jericó Su voz horada las murallas Y mi mirada las suprime sin ruinas Así pasan las cascadas con el lamento de las estrellas Nada de guijarros en el sendero Nada de mujeres dormidas Nada de mujeres en la oscuridad Así pasad cascadas. De Les ténèbres, 1927

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Canto del cielo La flor de los Alpes decía a la valva: “Tú luces” La valva decía al mar: “Tú resuenas” El mar decía al barco: “Tú tiemblas” El barco decía al fuego: “Tú brillas” El fuego me decía: “Yo brillo menos que sus ojos” El barco me decía: “Yo tiemblo menos que tu corazón cuando ella aparece” El mar me decía: “Yo resueno menos que su nombre en tu amor” La valva me decía: “Yo luzco menos que el fósforo del deseo en tu sueño hueco” La flor de los Alpes me decía: “Ella es bella” Yo decía: “Ella es bella, ella es bella, ella es conmovedora”. De Les ténèbres, 1927

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Viento nocturno Sobre el mar marítimo se pierden los perdidos Los muertos mueren mientras cazan cazadores que bailan una ronda en redondo ¡Dioses divinos! ¡Hombres humanos! Con mis dedos digitales desgarro un cerebro cerebral. ¡Qué angustiosa angustia! Pero las amantes amansadas tienen cabellos cabelludos Cielos celestes tierra terrestre ¿Pero dónde está la tierra celeste? De Corps et biens, 1930

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Tanto he soñado contigo Tanto he soñado contigo que pierdes tu realidad. ¿Es tiempo todavía de alcanzar ese cuerpo vivo y de besar sobre esa boca el nacimiento de la voz que me es querida? Tanto he soñado contigo que mis brazos habituados a estrechar tu sombra, a cruzarla sobre mi pecho, no se plegarán ya al contorno de tu cuerpo, quizá. Y que, frente a la apariencia real de eso que me frecuenta y me gobierna desde hace días y años, me convertiré sin duda en una sombra. Oh balanceos sentimentales. Tanto he soñado contigo que no es tiempo ya sin duda de que me despierte. Duermo de pie, el cuerpo expuesto a todas las apariencias de la vida y del amor y tú, la única que cuenta hoy para mí, podría menos tocar tu frente y tus labios que unos labios y una frente cualquiera. Tanto he soñado contigo, tanto he andado, hablado, tanto me he acostado con tu fantasma que no me queda ya, y sin embargo, más que ser fantasma entre los fantasmas y más sombra cien veces que la sombra que se pasea y se paseará alegremente sobre el cuadrante solar de mi vida. De Corps et biens, 1930

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