TRABAJO ETNOGRÁFICO

¿Parto domiciliario en el siglo XXI?1 Nuria del Viso Octubre de 2014

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l parto en casa era lo habitual en España (y Europa) hace apenas 50 años. Pero desde que comenzó el llamado “parto dirigido” –iniciado en Estados Unidos en los años 20 del siglo pasado– se ha ido implantando el parto hospitalario de forma mayoritaria, también en España. El parto en casa ronda el 0,2% de los nacimientos anuales, según la asociación de profesionales de parto en casa, en total unos 1.000 nacimientos al año. Es algo que Raquel conoce bien como comadrona de parto en casa desde hace seis años, actividad que simultanea con su puesto de matrona en un hospital madrileño, además de formar parte del equipo directivo de la asociación del ramo; hace menos de un año, tuvo su primer hijo en el domicilio familiar. «Creo que en la última década no ha habido demasiada evolución o aumento de los partos en casa; lo que hay es una mayor visibilidad. Es decir, en los años 60 o en muchas partes del mundo la gente pare en casa por obligación, porque no tiene otra alternativa. Y llega un momento en que parece que los medios técnicos y la evolución tecnológica hace que el proceso del parto sea como una enfermedad, que tiene que ser super controlado para evitar muertes y se lleva prácticamente el 100% de los partos al hospital, con un riguroso control para disminuir las dos complicaciones más frecuentes, que son la infección y la hemorragia».

El parto en casa,2 solo se recomienda en embarazos de bajo riesgo, sin complicaciones durante el embarazo, que sea un solo embrión y que presente para el nacimiento la posición habitual (cefálica) y un plan de nacimiento establecido antes de la semana 28. En otros casos está desaconsejado. Y, por supuesto, que se trate de una decisión libre e informada y se realice con la atención profesional necesaria, ginecólogo o comadrona. Actualmente en España hay unos 80 profesionales de parto en casa que actúan bajo el paraguas de una asociación. Como señala Raquel, la mayor parte lo hace por vocación, aunque «algunos que ya llevan muchos años; ahora están en una fase de reconocimiento, y, entonces sí, el dinero es para ellos una forma de posicionarse». Sin embargo, este nicho está atrayendo a nuevos profesionales –la mayoría comadronas, algunas formadas fuera de España, y algún que otro ginecólogo–, 1

Este texto forma parte del trabajo Parto en casa. Una aproximación etnográfica, que realicé para la asignatura “Enfoques intensivos sobre el proceso metodológico en antropología”, impartida por el profesor Ángel Díaz de Rada dentro del Máster Universitario en Investigación Antropológica y sus Aplicaciones, UNED, junio de 2014. 2 Guía de asistencia del parto en casa, Colegio de Enfermería de Barcelona, 2010.

muchos sin la homologación preceptiva para realizar partos en casa, lo que hace más difícil la labor de los pioneros de este sector. Pero la presión sobre este nicho de mercado también ha venido de ciertos centros hospitalarios, que están actualizando sus protocolos de acuerdo a las nuevas demandas de un sector de mujeres y a los contenidos de la Estrategia Nacional de Atención al Parto Normal (ENAPN). Aprobada por el Ministerio de Sanidad en 2007, la Estrategia, que tiene rango de ley, está en diferentes fases de implantación según los hospitales, pero en general es aún baja. «Hay muchos hospitales que dicen que practican parto natural, pero luego hacen episotomías o dan epidural», explica Pura, una comadrona de parto en casa con larga experiencia. En diferentes países europeos el parto en casa es relativamente frecuente (en torno al 35% en Holanda, y en menor porcentaje en países escandinavos y Reino Unido) y está cubierto por la Seguridad Social. Sin embargo, en España no tiene cobertura pública y lo debe pagar enteramente la persona o pareja interesada. Su coste oscila entre 1.500 y 3.000 euros. El factor económico puede desanimar a más de una. «No tengo presupuesto para tener un parto natural [en casa]. Hay que tener presupuesto, por lo que parece…», señala con cierta frustración una asistente a un grupo de usuarias.

FIGURA 1. Mapa del parto en casa en España (datos de 2012)

Fuente: Educer http://educer.es/mapa-del-parto-en-casa-en-espana-datos-2012/

a. Motivaciones del parto en casa El parto evoca a través de las culturas y de la historia la vivencia de un momento solemne, de grandes esperanzas, pero también de incertidumbre y miedo. Esperanzas por las potencialidades de la nueva vida que comienza; incertidumbre por el estado de vulnerabilidad que implica este momento para la mujer y su hijo;3 miedo al dolor, las complicaciones, e incluso la muerte. Pero para algunos es también un momento vital muy especial –un rito de paso, como escribía Van Gennep–, al que desean tratar con el esmero que se merece y, sobre todo, manteniendo su capacidad de decisión para vivirlo plenamente. Según se desprende de la web de la asociación, el movimiento por el parto domiciliario lleva implícitas otras reivindicaciones: el empoderamiento de la mujer en el momento del parto (otras posturas e intimidad, personas que la rodean, empleo o no de medicamentos), por ciertas consideraciones que se estima que favorecen la salud global del bebé (posponer unos minutos el corte del cordón umbilical por los beneficios para el bebé, el contacto del “piel con piel” con la madre, alimentación solo por lactancia materna…), y por un rechazo a los protocolos que hasta ahora se han practicado y practican en muchos hospitales (que consideran más centrados en acelerar el parto que en la salud de la madre y el hijo).4 El “parto dirigido” hoy común en la mayoría de los hospitales trata de minimizar, precisamente, los temores e incertidumbres asociados al parto, realizándolo en un entorno controlado y sujeto a un estricto protocolo que permita reducir los riesgos. Defensores del parto en casa alegan que este paso a favor de la seguridad ha ido en detrimento del valor de la libertad, en una reedición del clásico debate, y piden opciones para elegir cómo, dónde y con quién desean dar a luz. A diferencia de otros países europeos, en España un alto porcentaje de parto en casa se realiza más por temor al hospital que por elección, por “miedo al hospital”, como indica Lucía, o como explica Patricia, por temor a que las elecciones de la mujer no fueran respetadas. «Yo no tengo ningún problema en ir al hospital, pero tenía mucho miedo de que no solo me rajasen mi vagina o no solo me separasen del bebé con cualquier excusa, sino que sentía que no me iban a respetar lo que yo quisiera, y si a mí me apetecía ponerme a cuatro patas, no me iban a respetar, y para mí eso era muy importante… por sentirme… como un animal enjaulado».

En opinión de Raquel, la raíz se encuentra en que:

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Empleo el uso del masculino como genérico masculino-femenino, después de debatirme si emplear @, -os/-as o x, sin que ninguna de estas opciones me resultara satisfactoria para reflejar a lo largo del texto un enfoque no sexista del lenguaje. 4 Por ejemplo, provocar o acelerar las contracciones con oxitocina sintética, administrar anestésicos o epidural, practicar episotomías o cesáreas de forma sistemática sin que clínicamente sean necesarias, postura obligada en decúbito supino durante la fase del expulsivo, en contra de la ley de la gravedad, entre otras.

«Los hospitales se volvieron terriblemente impersonales. Entonces, en rechazo a esos hospitales, hay una tendencia a recuperar el parto más normal, pero no ha aumentado tanto el parto en casa, sino que es una reivindicación de un parto más humanizado, más humano, que conozca a la persona, que respeten los procesos y los tiempos».

Pero además, sus defensores le atribuyen toda una serie de cualidades. Jaime, asistente a un grupo de preparación de parto en casa, indica «Nos estamos preparando, casi como un proceso personal. Lo vivimos muy fuerte, muy denso, muy profundo». Raquel señala piensan que el parto mientras la madre y ocurrir en un hospital,

que «siempre ha habido un porcentaje de personas que es una cosa íntima, que es un proceso de familia y que el niño cumplan criterios de normalidad no tiene por qué sino que puede ocurrir en el hogar».

«Rosario decía que antiguamente se hacía todo en casa: se comía en casa, se dormía en casa, el ocio era en casa, se paría en casa y se moría en casa. ¿Qué ha pasado? Que la casa ya no vale para nada. Ya no puedo parir en casa. Ya no puedo morir en casa. Decía que la casa es el lugar donde tú te sientes tranquilo y a gusto, donde están tus gérmenes, donde te sientes seguro y donde están tus seres queridos».

Así expresa Noelia la creciente utilización de sistemas expertos en la vida cotidiana, incluido el nacimiento. Rosario fue su maestra durante una década, una comadrona transgresora y luchadora, que desarrolló un método propio para facilitar el parto. Los que se deciden por el parto en casa suelen hacerlo buscando un tipo de entorno particular, que les ofrezca las condiciones de seguridad y calma que desean, con tiempo suficiente para vivir la experiencia. Se trata de poner más control sobre la situación de forma que, paradójicamente, puedan descontrolarse cuando lo deseen. La definición de ese entorno varía tanto como las personas: hay quien quiere poca luz, hay quien que pone velas; hay quien se prepara una bañera, hay quien desea estar apoyada en una pelota; hay quien quiere estar reclinada y hay quiere pasear por la calle, y otros que no hacen nada especial, según sus preferencias para estar cómodos. También valoran el procedimiento (ver en el punto 3) menos intervenido, con menor o ningún uso de drogas y el respeto a ciertos protocolos, como el corte tardío del cordón umbilical, la ingestión de placenta y el no separar en ningún momento a la madre y el bebé. Pregunto a Patricia qué le impulsó a tener a sus hijos en casa. «En mi caso fue ver cómo mis amigas más mayores acababan [después del parto en hospital] con la vagina completamente cortada, con problemas después para tener relaciones sexuales y a la hora de aguantase la orina. […] Creo que tiene que ver con escucharse más a una misma. Tiene que resonarte un poco; hay mujeres que ni siquiera se lo han planteado y viven su futura maternidad como algo que hay que seguir y se ponen en manos del doctor, que es el que culturalmente ha sido el sabio, al que había que hacer caso. De todas maneras, mi caso no es el habitual de mujeres que paren en casa por una mala experiencia en un hospital y se lo plantean a posteriori. Recuerdo perfectamente el momento en que empecé a planteármelo, fue con 16 años. Estaba viendo con mi madre una película o documental, no me acuerdo, en que una mujer en África cogía, se agarraba a un árbol y paría, y yo miré a mi

madre como diciendo, ¡pffff! esto es mentira, y mi madre me dijo, “no Patricia, si es que los partos han sido así siempre”. Entonces, a mí algo me resonó. Mi madre siempre me decía que desde pequeña he sido como muy animal. Desde entonces, cada vez que hay una mujer que ha parido, le preguntaba, “qué tal, cómo fue, qué te han hecho”. […] Empecé a investigar y me veía rapidísimamente pariendo en casa. ¿Por qué? Porque a mí el hospital me daba muchísimo miedo».

Sin embargo, del conjunto de mujeres que se plantean un embarazo y un parto menos medicalizado, o lo mínimo imprescindible, hay un porcentaje muy pequeño que decide parir en casa, mientras que la mayoría decide buscar un hospital en que respeten sus derechos. Ello se explica en que el parto domiciliario se relaciona con mayor riesgo frente al parto hospitalario. En la calle y en los medios de comunicación el parto en casa se mira como una opción peligrosa y hasta “loca”. La prensa recuerda de cuando en cuando las amenazas que acechan en él5. Si llegan a conocer su decisión de parir en casa, el entorno de la pareja se empeña en quitarles la idea de la cabeza a toda costa. Jaime, asistente a una reunión de un grupo de parto en casa, cuenta su experiencia: «Aunque lo compartimos con algunos grupos de amigos, sí hemos sentido cierta soledad. La familia y los amigos no sabían nada porque no lo iban a entender. Y no querías mentir. Fue duro, evitar el contacto… muy difícil todo. Fue una lucha con los médicos que decían que entendían que lo tuviéramos en casa, pero te miraban un poco raro».

Un testimonio repetido entre los asistentes a las reuniones de parto en casa es que muchos profesionales del sistema médico normalizado suelen desanimar a quienes les expresan su deseo de parir en casa. Sabedores de este hecho, los defensores del parto en casa suele guardar su decisión en la intimidad, e incluso así lo aconsejan los profesionales de parto en casa. Una asistente a un grupo cuenta que quería tener a su bebé en casa, pero en el hospital la ginecóloga de un conocido hospital madrileño la previno, agitando el miedo, e incluso amenazó: “Luego no vengas cuando se muera tu hija”. Aunque que el proceso de medicalización del nacimiento y su progresivo traslado al hospital se basó, precisamente, en magnificar los riesgos y limitaciones del parto domiciliario, los defensores del parto en casa discuten incluso este punto. «En el hospital o en casa, en ambos lugares hay riesgos», enfatiza Raquel. Varios estudios científicos han comparado el parto hospitalario y el parto en casa, pero no han 6 podido constatar un mayor riesgo en ninguno de los dos lugares. La comadrona de parto en casa también rebate el enaltecimiento que se hace del parto hospitalario

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En 2012 varios periódicos españoles publicaron la muerte de una defensora del parto en casa en Australia, CarolineLovell. http://www.elmundo.es/elmundo/2012/02/03/internacional/1328261777.html y http://sociedad.elpais.com/sociedad/2012/02/03/actualidad/1328294452_896300.html 6 O.Olsen, M.D. Jewell, El nacimiento en casa frente al nacimiento en el hospital, reproducción de una revisión Cochrane, traducido y publicado en la biblioteca Cochrane Plus, nº 2, 2008. http://www.partoencasamujeressabias.com/uploads/1/3/3/7/13371367/1998_olsen_cochrane_el_naci miento_en_casa_frente_al_nacimiento_en_el_hospital.pdf. Véase también la alusión al estudio de 2005 publicado en British Medical Journal realizado con más de 5.000 embarazadas de bajo riesgo.http://www.abc.es/20120430/sociedad/rc-parto-casa-retroceso-necesidad-201204300935.html

como exaltación de la modernidad y de lo científico. «La tecnología parece todopoderosa, y es necesaria, pero después de un juicio clínico, hay estudios que indican que hay un montón de falsos positivos, que parece que el niño está mal, y está perfecto». Como contrapunto, Ana relata que en su parto en casa las comadronas no diagnosticaron de inicio que por una fractura pélvica antigua, su parto sería difícil, y que era recomendable que diera a luz en el hospital. Después de muchas horas de dolores e intentos fallidos tuvo que acudir al centro hospitalario. «Yo no idealizo tanto el parto en casa. Mirad bien qué se contrata», advierte. Para un sector del activismo, su crítica al parto medicalizado se centra en la rigidez de los protocolos y la uniformización que se hace el parto hospitalario de determinados centros, y rechazan que se apliquen de forma prácticamente exacta a todas las parturientas, lo que a menudo resulta en prácticas innecesarias. «Ocurre que los tipos de mujeres son distinto, luego hay muchos tipos de parto, y bien está, salvo que se considere que solo un tipo de parto es “el parto”», señala Lucía. Por eso su batalla se centra en lo que denominan “parto respetado”. Además, tales protocolos están desfasados respecto al contenido de la ENAPN. Para garantizar que las decisiones de la mujer en el trato a su parto se respetan, junto a la ENAPN se desarrolló un modelo de Plan de Parto, que la parturienta puede presentar al hospital expresando sus elecciones llegado el momento del parto, y que el hospital está obligado a cumplir. Para este colectivo, no importa tanto el lugar del parto, sino las condiciones en que se produce. «El parto no es una enfermedad, es una vivencia biográfica con mucho peso; no es lo mismo que operarse de apendicitis. ¿Por qué, en cambio, en otros lugares de la medicina, y de la obstetricia en particular, se hacen muchas cosas como si el que está allí no fuera quien es y en el momento en el que está?», espeta Lucía.

La asociación, que tienen grupos locales de apoyo en toda España y desde este año también en Ecuador, enfatiza el compartir información y experiencias para promover la decisión informada de cada mujer, ya elija parir en casa o en el hospital en cualquiera de sus versiones. El nombre de la asociación a la que pertenecen Lucía y Patricia alude claramente al empoderamiento que supone la recuperación del parto como experiencia íntima que ha sido “sustraída” por el parto dirigido. La asociación apela al activismo y a la capacidad de agencia de las mujeres, parejas y profesionales como contrapunto a la pasividad a la que se sienten sometidas en el parto medicalizado. Lucía destaca la heterogeneidad de y las integrantes de su asociación. «No hay perfil sociológico, ni político, ni religioso, ni profesional, tampoco económico, realmente va cortando transversalmente… lo único que hay en común son o bien vivencias traumáticas de parto y la reacción de enfado y horror; o bien de aquellas que quieren evitar que su parto sea así. Lo que nos une es la relación con el nacimiento; hay personas del mundo de lo hippy, de lo alternativo, pero también las hay que en la vida habrían pensado en estos temas».

b. Breve mapa conceptual ¿Parto normal? ¿Natural? ¿Humanizado? ¿A qué se refieren? ¿Es que acaso el parto en hospitales actualmente no es natural o humano? Lucía desgrana estas nociones para explicar por qué decidieron emplear “parto normal” en la denominación de la ENAPN, que promovieron como sociedad civil junto a otras dos asociaciones y en cuyo desarrollo participaron con agentes institucionales. «Cuando uno habla del parto natural genera todo un debate de si a favor o en contra de la tecnología, a favor o en contra de la ciencia. Hablar de parto natural suponía un poco encontrarte con “ah, queréis parir en chozas, como en África…”. Nos codeamos en muchos lugares y en determinados ambientes natural nos deslegitimaba, porque lo que no queríamos era… es decir, la tasa de cesáreas era del 40%. Entonces cuando se colocaba el debate en términos de natural o técnico, natural o científico, natural o médico, no funcionaba. Estábamos hablando de prácticas no justificables profesionalmente en términos de salud. O sea, de esa manera y en ese número en otros países, los colegios de médicos, de obstetras o de ginecólogos no lo permiten, por eso tienen tasas de cesáreas más bajas».

¿Y qué hay del adjetivo humanizado aplicado al parto? «Siempre me gusta hablar de parto humanizado. Fue otra de las palabras que utilizamos: la mujer no es un contenedor, no es un envase, no es un objeto, es un sujeto humano y debe ser tratado como tal. Entonces empezamos a hablar de parto humanizado, donde no eres, como decían muchas mujeres después del parto, “un trozo de carne encima de la mesa”. Pero parto humanizado, también generaba la reacción: “bueno, ni que estuviéramos haciendo las cosas de manera inhumana…”. Total, que al final se escogió parto normal porque, mira, cuando las cosas son normales, pues vamos a tratarlas así, de manera normal, no vamos a matar moscas a cañonazos, y ese término a mí me gusta, parto normal, a veces hay que complementarlo para que se sepa de qué estamos hablando».

Hay toda una serie de conceptos empleados por los grupos activistas en torno al parto, que irán desvelando su sentido a lo largo del texto. Ahora me limito a enumerar los principales: “parto gozoso”, “piel con piel”, “colecho”, corte tardío del cordón, lactancia “a demanda” y “maternidad consciente”.

c. Experiencias de parto hospitalario Dado que en el parto hospitalario ocupa un lugar tan destacado en las motivaciones del parto en casa y en las críticas de muchas de las mujeres que escuché, hago un inciso para examinar las principales objeciones al parto en hospital a través de las experiencias recogidas. Puntualizar, sin embargo, que en la CAM se constata una enorme variedad de prácticas hospitalarias con enfoques de los profesionales más variados aún y que suscita muy diferentes niveles de aceptación entre los grupos en torno al parto. Buena parte de las mujeres y parejas que escuché experimentan el parto hospitalario como doloroso emocional y psicológicamente, frustrante por verse obligadas a someterse a los protocolos hospitalarios como verdaderas “pacientes” pasivas y obedientes, mientras se les “roba” una parte importantísima de la

vivencia de su parto y del sentido que le atribuyen. Como sintetizó Elena en una reunión, «yo no quiero tener un parto perfecto; lo que quiero es tener opciones». Y eso es, precisamente, lo que echan en falta en bastantes hospitales, que siguen protocolos cerrados y desfasados. «Suponemos que somos todos iguales, que todas parimos en ocho horas una primípara, en seis horas una secundípara, y no somos todas iguales», señala Raquel. La evidencia médica ha puesto de manifiesto que ciertas intervenciones clínicas y quirúrgicas habituales en los paritorios y salas de obstetricia de los hospitales son inútiles, innecesarias e inapropiadas. Esta situación genera rabia y ansiedad en un sector de mujeres y sus parejas. Y es que un sector de mujeres percibe que el protocolo hospitalario exige una entrega total, anulando, precisamente, la capacidad de decisión de la mujer y su pareja. Siguen tres ejemplos recogidos en reuniones de usuarias que ilustran diferentes aspectos de formas muy comunes de actuación en el sistema médico. «En España hay una cultura de que el médico lo sabe todo. Te dicen: “como miráis tanto internet, venís aquí pensando que…”». «Ya no se ponen enemas, pero en algunos hospitales te lo ponen hasta sin preguntar».

«La matrona me ha dicho que voy a salir con una episotomía. Yo la he dicho que no. ¡Es que vienen, te cortan y ya está, sin decirte nada!». No obstante, existen hospitales que tienen bastante avanzada la implantación de la Estrategia, y que gozan de una excelente reputación en la práctica del parto normal y respetado. Ese es el caso del hospital de Torrejón de Ardoz, cuya fama se ha extendido rápidamente y ya atrae a mujeres de fuera de la CAM, teniendo en cuenta, desde luego, que se trata de una corriente muy limitada. Muchas de las reivindicaciones de las usuarias no solo están avaladas por la ENAPN y por las recomendaciones de la OMS, sino también por la propia Sociedad Española de Ginecología y Obstetricia, que recoge como primer objetivo «Favorecer el proceso del parto con el mínimo intervencionismo necesario para garantizar la seguridad materna y fetal, sin renunciar a las posibilidades de control y rapidez de actuación que se ofrecen en la atención hospitalaria del parto. La atención al parto se debe realizar bajo el concepto general de que el nacimiento es un proceso fisiológico, en el que sólo se debe intervenir para corregir desviaciones de la normalidad».7 En contraste con las declaraciones públicas y los documentos oficiales, hay numerosos testimonios con experiencias bien distintas.8 Entre los aspectos más criticados del parto hospitalario aparece la escasa información que proporcionan a mujeres y parejas, a diferencia de lo que ocurre en otros ámbitos médicos. Carmen lanza una pregunta retórica a un hipotético médico: «Si me vas a operar de corazón, contestas a mis preguntas. ¿Por qué si voy a parir no me puedes contestar?».

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«Recomendaciones sobre la asistencia al parto», SEGO, 2008, p. 2. A este respecto, ver los testimonios recogidos en las webs de las asociaciones del ramo que se detallan en la bibliografía. 8

Otro problema que repiten los asistentes de las reuniones de los grupos locales es la actitud desganada de una parte del personal médico hospitalario. «En la visita al hospital que me tocaba –relata Andrea– pregunté si tenían camas articuladas para poder ponerme en distintas posiciones durante el parto. Las comadronas me dijeron que sí, pero al momento añadieron que “nosotras ya no estamos para esos trotes”. –y añade– Prefiero parir en un taxi, que no me va a poner pegas». Laura relata que en su segundo parto finalmente no pudo elegir la postura. El personal médico la dijo, «Es que no vamos a estar a lo que quiera cada una», recuerda, «¿Y por qué no?», se pregunta. A las lagunas informativas y de desmotivación les sigue la sorpresa por las fuertes inconsistencias de enfoque dentro de los equipos hospitalarios, que además refleja una antigua pugna entre comadronas y obstetras por el espacio profesional que éstos se apropiaron en perjuicio de aquéllas. El relato de Silvia en su visita al hospital de referencia suscitó esta conversación en un grupo de usuarias: «- Me dijeron en el hospital que cortaban el cordón rápido porque había riesgo de infección, aunque las comadronas están más dispuestas a retrasarlo [algunas mujeres defienden el corte tardío del cordón]. “Nos hacemos las locas”, dicen». - Los ginecólogos piensan una cosa, las matronas otra… - Pero los ginecólogos quieren cortar cuanto antes para evitar infección… - Es como lo de no dejar beber durante el parto. Las matronas, dejan, pero los ginecólogos y el anestesista, no. - Es que no van a una… - Y el papel principal no lo tienen las matronas, que son quienes lo deberían tener. - Pero si no dejan a las matronas funcionar, de ahí viene la bola que se hace. - [Deberían] dejar a los ginecólogos para los partos con problemas y a las matronas los normales. - Antiguamente era así».

Un problema añadido surge cuando a las limitaciones del sistema sanitario se añaden consideraciones ajenas a la salud: «En Semana Santa, las cesáreas, en lunes, martes o miércoles. El jueves la ginecóloga se va a Málaga. La unidad de alto riesgo es así, respeto cero», dice Carmen. «¿Problemas? –exclama Pilar– Estoy muy descontenta con neonatología de la privada. Los ingresan y meten en la incubadora por supuesta infección, y tienes que apuntarte quieras o no al seguro privado». Lucía reflexiona sobre su experiencia de parto hospitalario, que la llevó a acercarse al activismo de parto respetado: «Yo me siento feminista y cuando te llega un momento que te pasa lo que te pasa, de repente, te quedas “¿y esto, cómo? ¡Clama al cielo!”. En mi caso, nunca fui tan mal tratada y tan maltratada con componentes de género como en mi primer parto: el ninguneo, la infantilización, el abuso de poder… ¡tantas cosas que ocurrieron que tienen una lectura de género!».

Además, el saber experto –médico, en este caso– suele marcar su preeminencia sobre el lego. Algo que se escucha una y otra vez entre usuarios del sistema médico hospitalario es que en algún momento del embarazo los profesionales anunciaron a los futuros padres un contratiempo en la salud del bebé

que les provocó gran temor y alarma, finalmente desmentida o que no fue tan grave como se vaticinaba. Jaime recuerda: «Habíamos decidido tenerlo en casa. En la semana 42 y dos días fuimos a revisión. Nos dijeron que no había líquido amniótico y que no podían dejarnos marchar. El médico nos dijo, “entiendo lo que queréis hacer. Iros a casa, lloráis un poco, hacéis la maleta y os venís”. Te hablan del índice de mortalidad, del riesgo que corre el feto… esto era pasar de todo lo natural que había en tu cabeza a lo más clínico que te puedas imaginar. La película que te has construido se derrumba… muchos nervios, todo con mucha intensidad… llamamos a nuestra comadrona [de parto en casa] y a una amiga. Al final, la responsabilidad la tienes tú, y lo que miras es que el bebé esté bien».

María, su pareja, señala: «Al final fue la sentencia del médico lo que nos hizo cambiar de opinión». Las mujeres –y algunos hombres– que buscan información y, sobre todo, capacidad de decidir en las condiciones del nacimiento de su hijo-a se saben minoría y se sienten las “raras”. Como indica una de ellas, asistente a uno de los grupos de usuarias, «Somos una superminoría… conozco a una matrona que es pro parto natural y pro lactancia. Pero cuando habla a las futuras madres, la mayoría primerizas, la miran con cara de “¿de qué me estás hablando?”, “pero hay epidural, ¿no?”, y “hay cesárea, ¿no?”». Otra asistente remacha: «Tengo muchas amigas que no quieren ni informarse de nada. Dicen de la episotomía, “si ha sido un pequeño cortecito…”, o “se me ha tenido que subir encima… [maniobra de Kristeller, desaconsejada por autoridades sanitarias nacionales e internacionales], pero bien, la niña salió enseguida”». Una tercera responde, «La pena es que esto [informarse] sea lo raro. En uno de mis círculos me miran como que estoy loquísima. Para ellas es que te lo saquen, y ya está. No quieren ser conscientes ni de su embarazo ni de su parto. A mí me chocan ellas». Y una cuarta concluye con cierta ironía, «Somos como un resquicio galo, ¡como Asterix y Obelix!».