Otra estrategia narrativa en el Quijote: ventas como castillos?

Otra estrategia narrativa en el Quijote: ¿ventas como castillos? Alexia Dotras Bravo Universidade de Coimbra Resumen Es bien sabido que don Quijote c...
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Otra estrategia narrativa en el Quijote: ¿ventas como castillos? Alexia Dotras Bravo Universidade de Coimbra

Resumen Es bien sabido que don Quijote confunde las dos primeras ventas —donde es armado caballero y donde suceden la mayor parte de las acciones de la primera parte— con sendos castillos. El resto de las ventas, tal y como señala el narrador, no, cosa que alegra a Sancho debido a la costumbre que tiene su amo de dejarse engañar; así, afirma el narrador en una de las ocasiones: «no sin gusto de Sancho, por ver que su señor la juzgó por verdadera venta, y no por castillo, como solía».1 Pero en realidad, la reiteración del propio verbo «soler» es un juego del narrador que, magistralmente, hace creer en un hecho que no es tal. Solo dos veces confunde don Quijote la venta como un castillo. Muchos estudiosos han comulgado con esta idea acríticamente, sin plantearse si, como en otras ocasiones, Cervantes juega con la psicología del lector para convencerlo de hechos, situaciones o palabras sin consistencia en la realidad textual. Pretendo repasar las verdaderas situaciones dadas en los límites del texto además de las estrategias del narrador con la intención de encuadrar, en este aspecto, la verdadera relación de don Quijote con los seres y elementos que lo limitan o lo representan con una locura más forzada que real, compinchados como están la mayor parte de los personajes para burlarse del hidalgo. Por otro lado, valoraré las opiniones de la crítica sobre la conversión de unos elementos en otros como muestra clara de la locura quijotesca. Las ventas que pueblan las páginas del Quijote ocupan buena parte de los estudios críticos que se ciñen a las cuestiones sociales, históricas, antropológicas e incluso turísticas.2 Ello forma parte de ese tipo de estudios que quieren ver en la obra cervantina una muestra de todos los saberes y ciencias, además de querer exprimir, muchas veces con intención didáctica, la vida en todos sus ámbitos a partir de una obra literaria. 1. Cervantes Saavedra, Miguel de, Don Quijote de la Mancha, Francisco Rico (dir.), Barcelona, Instituto Cervantes-Galaxia Gutenberg, 2004, p. 912. 2. Ver a este respecto trabajos sobre los espacios y tipos sociales desarrollados en las ventas de la obra: Vivó de Undabarrena, Enrique, «Cervantes: Derecho y matrimonio: de la venta de «armado caballero» a la venta de los enamorados» en Boletín de la Facultad de Derecho de la UNED, nº 26, 2005, pp. 153-212; Oleza, Joan, «De venta en venta hasta el Quijote. Un viaje europeo por la literatura de mesón» en Anales Cervantinos, tomo 39, 2007, pp. 17-51; Muñoz-Alonso López, Agustín, «La venta de Borondo: un escenario real en el espacio mítico del Quijote» en Sanz Camañes, Porfirio (coord.), Bolaños de Calatrava en tiempos del «Quijote». Actas de las Jornadas de Estudio del Campo de Calatrava, Ciudad Real: UCLM, 2009, pp. 105-112.

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Otros artículos sobre las ventas, basados ya en cuestiones literarias, no se plantean directamente de qué manera se presenta esa transformación de venta en castillo, a través de qué voz, sino el desarrollo de ese escenario, su significado, su complejidad o su vinculación con otros elementos: los personajes, el género. Desde «Las ventas del Quijote» de Sánchez Rivero en 1927, en la Revista de Occidente, varias son las incursiones hasta la actualidad.3 Así, el objeto de análisis de las ventas suele ser espacial o de personajes, debido a la gran cantidad que se desarrollan en dicho espacio. Sin embargo, uno de los fenómenos más repetidos por la crítica se orienta hacia la locura de don Quijote y su voluntad de transformar entes. Las ventas, es decir, las posadas que se erigían en los caminos para solucionar el problema de los viajeros por la Mancha, se convierten, siempre a ojos de don Quijote, en castillos. Este planteamiento, pocas veces cuestionado, procede realmente de una de las estrategias cervantinas que pone en boca del narrador afirmaciones que no se ejecutan en los límites del texto, tales como la caracterización conscientemente contradictoria de los personajes.4 Por tanto, el narrador transmite a través de su palabra la creencia de que la confusión de la primera venta es, automáticamente, un hecho repetitivo y frecuente, siendo falso en la realidad ficcional, ya que solo hay una segunda venta que trueca con un castillo. La cuestión de la venta desde esta perspectiva se trata, además, de un asunto que se relaciona con la coherencia textual y, por tanto, con los descuidos de Cervantes, bien estudiados por Martín Morán.5 El autor-editor-narrador repite algunos sucesos, desarrolla tramas ya resueltas, anula la coherencia de los personajes al mostrar facetas incongruentes con sus rasgos de carácter, etc. Sin embargo, como apunta el crítico, sigue dándose coherencia textual, debido a que hay unidad en la trama gracias a ciertos mecanismos que sirven para ese fin como los paralelismos entre personajes, reiteraciones estructurales en la segundo parte, paralelismos entre situaciones y repeticiones de motivos temáticos.6 Esta forma de conferir unidad a la trama, engaña al lector en la supuesta conversión de las ventas en castillos, como parte de las estrategias narrativas elaboradas por Cervantes. 3. Ver Sánchez Rivero, Ángel, «Las ventas del Quijote» en Revista de Occidente, nº 17, 1927, pp. 1-22; González López, Emilio «La evolución del arte cervantino y las ventas de El Quijote» en Revista hispánica moderna, 34: ½, 1968, pp. 302-312; Barbagallo, Antonio «Las ventas del Quijote: un microcosmos encantado y encantador» en Anales Cervantinos, XXXVI, 2004, pp. 187-196. 4. Ver «Estrategias autoriales para crear una imagen tópica de Sancho y don Quijote» en Dotras Bravo, Alexia, Los trabajos cervantinos de Salvador de Madariaga, Alcalá de Henares, CEC, 2008, pp. 339-342. 5. Martín Morán, José Manuel, El «Quijote» en ciernes y las fases de elaboración textual, Turín, Edizioni dell’Orso, 1990; «La coherencia textual del Quijote» en Artifara: Revista de lenguas y literaturas ibéricas y latinoamericanas, nº 2, 2003, en línea: http://www.cisi.unito.it/artifara/rivista2/testi/coherencia.asp; «Variedad en la unidad: estrategias de cohesión textual en el Quijote» en Criticón, 87-88-89, pp. 469-478. Ha reunido sus trabajos cervantinos en una obra recién publicada por el CEC, donde aparece un capítulo titulado «La coherencia textual del Quijote»: Cervantes y el Quijote hacia la novela moderna, CEC, Alcalá de Henares, 2008. pp. 189-224. 6. Martín Morán, José Manuel, capítulo sobre «Formas alternativas de coherencia textual» en op. cit. «La coherencia textual del Quijote».

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De alguna manera, la idea transmitida al lector es que hay recurrencia en la transmutación de las ventas en castillos por parte de don Quijote, pero solo ofrece una falsa apariencia de coherencia, además de servir al autor para moldear a su personaje. Las ventas que aparecen en el Quijote son cinco. La primera aparece en el capítulo II de 1605, en la que es armado caballero, y donde reproduce los tópicos que servirán de base para desarrollar la visión inequívoca —para el narrador— de la locura del hidalgo. La segunda surge al final del capítulo XV y se extiende intermitentemente a lo largo de toda la primera parte: es la conocida venta de Juan Palomeque. La tercera constituye el espacio donde maese Pedro admirará a don Quijote con su retablo y que este no define como castillo, en el capítulo 24 de la segunda parte. La cuarta aparece en el capítulo 59, y solo se menciona de pasada en relación a su entidad; no se le debe restar importancia en relación a la trama porque ahí descubre don Quijote que hay una obra escrita sobre él que no es verdadera. La quinta y última, es realmente mencionada como «mesón», pero las palabras del narrador, simbólicamente, remiten a la primera confusión. La palabra «venta» aparece mencionada 140 veces, y excepto una que se refiere al acto de «vender», el resto se circunscriben, prácticamente en su totalidad, a los capítulos donde la acción transcurre en las posadas citadas. Como nota curiosa, la palabra «castillo», transposición más habitual del ser del ente para la venta, también aparece en 140 ocasiones y, aunque es improbable que fuese intencionado, se convierte en un inesperado y circunstancial guiño póstumo de Cervantes. En el primer caso, el modo en que la realidad confunde a don Quijote, está planteado de una manera sencilla, pero que será simbólicamente recurrente, y por tanto compleja, similar a la contextualización propia de los comienzos de novela: ...y como a nuestro aventurero todo cuanto pensaba, veía o imaginaba le parecía ser hecho y pasar al modo de lo que había leído, luego que vio la venta se le representó que era un castillo con sus cuatro torres y chapiteles de luciente plata, sin faltarle su puente levadiza y honda cava, con todos aquellos adherentes que semejantes castillos se pintan.7

Se comporta al uso de la caballería andante, ya que la transformación de la venta en castillo, dura toda su estancia en ella. Ya nota Barbagallo que el narrador (él dice «Cervantes») asimila parte de la visión de don Quijote en esta primera venta cuando afirma que «llegó a la venta y a las damas»: «Las dos realidades acaban de fundirse, de amalgamarse en una para nosotros: la ambigua».8 La segunda venta, en el capítulo XV, citada con el artículo indeterminado para mostrar que nunca antes había sido nombrada, desencadena una discusión que parece antigua entre amo y escudero. Lo parece, pero no lo es. Lo que sí es reincidente son las disputas sobre lo que «es» y lo que «parece» determinado objeto, persona o cosa. E incluso tampoco especialmente, debido al corto recorrido de la historia en

7. Cervantes Saavedra, op. cit., p. 52. 8. Barbagallo, Antonio, p. 189.

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quince capítulos; más bien el narrador adelanta con este uso del lenguajes algunas de las transformaciones que surgirán de la cabeza de don Quijote. El narrador dice: (...) aún no hubo andado una pequeña legua cuando le deparó el camino, en el cual descubrió una venta, que a pesar suyo [de Sancho] y gusto de don Quijote había de ser castillo. Porfiaba Sancho que era venta, y su amo que no, sino castillo; y tanto duró la porfía, que tuvieron lugar, sin acabarla, de llegar a ella (...).9

La porfía, el empeño de Sancho se debe a la constante metamorfosis que realiza su amo de múltiples seres, no por la venta como castillo en sí. De hecho, Sancho no estaba presente en su primera confusión con respecto a la venta inicial, ya que todavía no habían iniciado su relación caballeresca. Quiero hacer notar la referencia a pie de página que se incluye en esta edición dirigida por Francisco Rico, la cual resalta esta reincidencia inexistente, a pesar de ser la edición más completa en la actualidad, causado, sin duda, por la admisión por parte de todos los estudiosos de este hecho tomado como verdad textual: «Vuelve a aparecer la venta (I, 2, 52, n. 37) como lugar de encuentro de los personajes. Una vez más, don Quijote la confunde con un castillo».10 En esta segunda venta, antes del episodio de Maritornes, en el silencio de la noche, el narrador insiste en la esencia de la locura: la equivocación recurrente, a pesar de ser esta solo la segunda venta confundida: (...) le trujo a la imaginación una de las estrañas locuras que buenamente imaginarse pueden; y fue que él se imaginó haber llegado a un famoso castillo (que, como se ha dicho, castillos eran a su parecer todas las ventas donde se alojaba) (...).11

Y en realidad, no se ha dicho. Esta primera afirmación genera en el lector, aun en el especializado, la impresión de que el narrador establece fehacientemente un hecho recurrente, a pesar de saber que el narrador miente en múltiples ocasiones. Desde el capítulo 32 en adelante, hasta casi el final de la primera parte, don Quijote, en su creencia de que esa segunda venta de su vida caballeresca era castillo, la reconoce como tal y se comporta según los usos y costumbres de su oficio. El narrador, sin embargo, mostrará cansancio por su equivocación como si fuesen muchas, y no una sola, como efectivamente es. Incluso esta situación resulta necesaria para el decoro y la verosimilitud del personaje, no sería creíble que don Quijote reconociese la venta como venta durante su estancia allí, lo que conduciría al final de la acción, su vuelta a la cordura y la muerte de la obra. Para reforzar esta afirmación, el narrador aprovecha situaciones de transformación de los entes, como la sucedida con el yelmo de Mambrino, para reforzar su argumentación y así «la albarda se quedó por jaez hasta el día del juicio, y la bacía por yelmo y la venta por castillo en la imaginación de don Quijote».12

9. Cervantes Saavedra, Miguel de, op. cit., p. 182. 10. Ibídem, p. 182. 11. Ibídem, p. 188. 12. Ibídem, p. 576.

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La tercera venta, ya en 1615, sirve de estrategia autorial para hacer creer al lector en el descenso de la locura. Sus constantes enfrentamientos a la realidad no andante del siglo XVII consiguen que su hiperactividad se sosiegue. De ahí que ya no caiga en el error constante de trastocar ventas y castillos. De nuevo, el narrador conduce los hilos de autentificación del personaje por donde le conviene. Don Quijote no trastoca la realidad de la venta a la que se dirigen después de la cueva de Montesinos para convertirla en castillo. ¿Es sinónimo de vuelta a la realidad o síntoma de cansancio? En esta tercera venta de la historia del caballero andante confluyen diversos factores que prohíben la conversión o asimilación de la venta en castillo. La primera razón, y más evidente, es la mención por parte de varios personajes como venta. En la primera parte don Quijote, en las dos ocasiones que se aproxima a una venta, esperaba hallar un castillo y encuentra una edificación, desconocida, de la que no tiene referencias y la asimila como tal. En cambio, en este capítulo 24 de la segunda parte, el primo describe la posada que un ermitaño ofrece al lado de la ermita. No ha lugar, por tanto, para la alteración: — No lejos de aquí —respondió el primo— está una ermita, donde hace su habitación un ermitaño, que dicen ha sido soldado, y está en opinión de ser un buen cristiano, y muy discreto y caritativo además. Junto con la ermita tiene una pequeña casa, que él ha labrado a su costa; pero, con todo, aunque chica, es capaz de recibir huéspedes.13

Además un caminante, que protagoniza un encuentro breve en el camino, dice que va a «la venta que está más arriba de la ermita»;14 contradecir estas afirmaciones, que acepta el hidalgo desde un primer momento, sería inverosímil. Y esto no es todo; el narrador se refiere en todo momento a la venta, destino al que se dirigen todos, los tres personajes del primer grupo (el primo, don Quijote y Sancho Panza), el caminante con prisa, el mancebo que va a la guerra; y el propio caballero andante, tras su renovado y acortado discurso de las armas y las letras, lo remata con palabras inequívocas: Y por ahora no os quiero decir más, sino que subáis a las ancas deste mi caballo hasta la venta, y allí cenaréis conmigo, y por la mañana seguiréis el camino, que os le dé Dios tan bueno como vuestros deseos merecen.15

¿Es necesario algún indicio más para dar a entender al lector que no se va a producir el equívoco, puntual, del fenómeno venta-castillo? ¿Es precisa alguna señal más de que este no es un hecho que indique vuelta a la realidad, sino juego táctico del narrador? Y, sin embargo, a través de este, el pensamiento del escudero da al traste con la percepción recta de don Quijote sobre la venta, cita que reproduje al inicio:

13. Ibídem, p. 907. 14. Ibídem, p. 907. 15. Ibídem, pp. 911-912.

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Y en esto, llegaron a la venta, a tiempo que anochecía, y no sin gusto de Sancho, por ver que su señor la juzgó por verdadera venta, y no por castillo, como solía».16

La clave está en el verbo «solía», de significado reiterativo. ¿Solía? ¿Es una actividad continuada, habitual, en don Quijote confundir ventas con castillos? ¿O lo es confundir la esencia de seres y objetos? La interpretación de este pasaje puede prestarse a confusión con un análisis superficial, pero no así visto en su contexto. El miedo de Sancho ya no debía aparecer, debido a las palabras pronunciadas por su amo unas líneas más arriba, pero le sirve al autor —que pone en el pensamiento de Sancho una pertinacia, ya impertinente— para intensificar esa ausencia de equívocos, dándole la apariencia de extraña y poco habitual. Así, señala los caracteres prototípicos que identifican con más fuerza a ambos personajes. Y no termina la identificación venta-castillo con estas palabras equívocas del narrador. Tras el reencuentro, el reajuste de caracteres, a los que hay que sumar las nuevas experiencias vividas, la vuelta a la vida andante les lleva a una nueva venta, en el capítulo cincuenta y nueve, de importancia singular porque tienen noticias de un don Quijote y un Sancho falsos, a la que menciona el narrador omnisciente, de manera muy consciente y explícita, de esta forma: «Digo que era venta porque don Quijote la llamó así, fuera del uso que tenía de llamar a todas las ventas castillos».17 A ello sigue, unas líneas más adelante, el alivio de Sancho, que da «particulares gracias al cielo de que a su amo no le hubiese parecido castillo aquella venta».18 ¿La intención es convencer al lector de algún cambio operado en el personaje, cifrado única y exclusivamente en confundir ventas con castillos, según una obcecación chocante del narrador? Aún existe una más, nombrada como mesón. El del capítulo setenta y uno de la segunda parte tiene la misma función. En ambos casos, don Quijote no habla, sino que es el narrador en un estilo indirecto, sin reproducción de las palabras del personaje, el que transcribe la ausencia de confusión y lo adereza con su propio alivio. Es muy interesante comprobar que en esta última referencia al desvarío venta-castillo de don Quijote, las palabras del narrador son similares a las primeras, cerrando irónicamente el ciclo: Apeáronse en un mesón, que por tal le reconoció don Quijote, y no por castillo de cava honda, torres, rastrillos y puente levadiza; que después que le vencieron, con más juicio en todas las cosas discurría, como agora se dirá.19

De esta manera, sí parece que don Quijote tiene cierta obsesión con las ventascastillos, nada más lejos de la realidad textual. Sin embargo, opera esta mudanza de esencia de los entes como indicio efectivo de vuelta a la realidad. La fuerza mermada de don Quijote es mostrada así por el autor, con gran efectismo y poca verosimilitud, a pesar de la discordancia con los hechos concretos de la trama de la novela. Porque la realidad es que en los últimos capítulos no es necesario que el ca16. Ibídem, p. 912. 17. Ibídem, p. 1211. 18. Ibídem, p. 1211. 19. Ibídem, p. 1314.

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ballero se confunda, tanto por la prevalencia de otros hechos, como por la falta de pertinencia al final de la obra, donde lo que destaca es la melancolía del personaje, el estado general de cansancio y no el desvarío en su forma más agresiva. ¿Esta interpretación recta de la venta puede ser explicada como descenso de la locura? Es evidente que el descenso de la locura no se produce, ya que la creencia en lo que sucedió en la cueva de Montesinos revela que don Quijote continúa con el mismo fundamento de su desvarío, al igual que los proyectos pastoriles, primordiales porque suponen el mantenimiento de la ilusión después de la derrota, mientras que lo que se transforma es su actitud, que consiste en sobreponerse a las adversidades y en asentar cierta introversión. Los aspectos más superficiales y aleatorios pierden importancia, pero el espíritu de la vida caballeresca es el mismo. Todo este laberinto sobre la confusión de las ventas en castillos se debe al magistral juego en que nos sumerge el narrador de la obra, cualquiera que sea, cuando escoge términos léxicos y estructuras gramaticales que implican reiteración, acompañado de su hábito de mentir. Este narrador mentiroso o burlón, que sí se ha estudiado de una manera más detallada, utiliza el estilo indirecto libre para aceptar la voz de don Quijote, pero también para alejarse de ella o remedarla intencionadamente. El interesante artículo de Margit Frenk, «Juegos del narrador en el Quijote»20 muestra esta faceta mentirosa y divertidísima, en sus palabras, de la voz de la obra. De hecho, en relación a la cuestión que nos ocupa, las ventas como castillos, el narrador adquiere la piel de don Quijote, más allá incluso que este, en el episodio de la casa del caballero del Verde Gabán. Dice Frenk, en relación con el título que precede al capítulo dieciocho de la segunda parte («De lo que sucedió a don Quijote en el castillo o casa del Caballero del Verde Gabán»): En ningún momento afirma don Quijote que la casa de don Diego de Miranda es un castillo. Aquí el Narrador se nos quiere mostrar más quijotesco que el protagonista. Y todavía reincide dos veces; así termina el capítulo diciendo: «y con buena licencia de la señora del castillo... se partieron» (p. 781).

Hay una evidente intención lúdica en esa adopción de la visión de don Quijote y en ese poner a prueba la perspicacia de los lectores: ¿hemos observado que sólo el malicioso Narrador, y no don Quijote, tergiversa la realidad?21 Así sucede con el narrador en múltiples ocasiones, que es esta instancia creada por Cervantes, quien dirige los hilos, tergiversa las situaciones o insiste en realidades que no se cumplen, que no se perciben por las acciones o palabras de los protagonistas.

Bibliografía Barbagallo, Antonio «Las ventas del Quijote: un microcosmos encantado y encantador» en Anales Cervantinos, XXXVI, 2004, pp. 187-196. 20. Frenk, Margit «Juegos del Narrador en el Quijote» en Nueva Revista de Filología Hispánica, tomo 57, nº 1, 2009, pp. 211-220. 21. Ibídem, p. 215.

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Cervantes Saavedra, Miguel de, Don Quijote de la Mancha, Francisco Rico (dir.), Barcelona, Instituto Cervantes-Galaxia Gutenberg, 2004. Dotras Bravo, Alexia «Estrategias autoriales para crear una imagen tópica de Sancho y don Quijote» en Los trabajos cervantinos de Salvador de Madariaga, Alcalá de Henares, CEC, 2008, pp. 339-342. Frenk, Margit «Juegos del Narrador en el Quijote» en Nueva Revista de Filología Hispánica, tomo 57, nº 1, 2009, pp. 211-220. González López, Emilio «La evolución del arte cervantino y las ventas de El Quijote» en Revista hispánica moderna, 34: ½, 1968, pp. 302-312. Martín Morán, José Manuel, El «Quijote» en ciernes y las fases de elaboración textual, Turín, Edizioni dell’Orso, 1990. ____, «La coherencia textual del Quijote» en Artifara: Revista de lenguas y literaturas ibéricas y latinoamericanas, nº 2, 2003, en línea: http://www.cisi.unito.it/artifara/ rivista2/testi/coherencia.asp. ____, «Variedad en la unidad: estrategias de cohesión textual en el Quijote» en Criticón, 87-88-89, pp. 469-478. ____, «La coherencia textual del Quijote» en Cervantes y el Quijote hacia la novela moderna, CEC, Alcalá de Henares, 2008. pp. 189-224. Muñoz-Alonso López, Agustín, «La venta de Borondo: un escenario real en el espacio mítico del Quijote» en Sanz Camañes, Porfirio (coord.), Bolaños de Calatrava en tiempos del «Quijote». Actas de las Jornadas de Estudio del Campo de Calatrava, Ciudad Real, UCLM, 2009, pp. 105-112. Oleza, Joan, «De venta en venta hasta el Quijote. Un viaje europeo por la literatura de mesón» en Anales Cervantinos, tomo 39, 2007, pp. 17-51 Sánchez Rivero, Ángel, «Las ventas del Quijote» en Revista de Occidente, nº 17, 1927, pp. 1-22. Vivó de Undabarrena, Enrique, «Cervantes: Derecho y matrimonio: de la venta de «armado caballero» a la venta de los enamorados» en Boletín de la Facultad de Derecho de la UNED, nº 26, 2005, pp. 153-212.

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