OBSERVACIONES EN TORNO A LA AGRICULTURA EN LAS CORDILLERAS ANDINAS

OBSERVACIONES EN TORNO A LA AGRICULTURA EN LAS CORDILLERAS ANDINAS Los sistemas naturales están constituidos por una amplia gama de organismos, cada u...
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OBSERVACIONES EN TORNO A LA AGRICULTURA EN LAS CORDILLERAS ANDINAS Los sistemas naturales están constituidos por una amplia gama de organismos, cada uno de ellos especializado en la colonización de un nicho específico. Mediante este sistema, se maximiza la productividad y se supera la competencia sobre un mismo recurso o sustrato. En el trópico, estas especializaciones alcanzan su máxima expresión. Veamos por ejemplo las epífitas, que por definición colonizan otras plantas utilizándolas como soporte. En un árbol en el trópico podemos, por citar solo un caso, encontrar lianas, bromelias, helechos, cactos, musgos y orquídeas, entre muchos otros. En cuanto a las orquídeas, estas logran tener tal complejidad en su especialización que encontramos orquídeas en el tronco, fijas a la base del árbol, en las copas, en las ramas terminales e incluso sobre las mismas hojas del árbol. Aún más, podemos encontrar varias especies cercanamente emparentadas que aprovechan los recursos de manera diferente, presentan complejas asociaciones con los insectos polinizadores y florecen asincrónicamente para optimizar la polinización y prevenir la hibridación. Frente a cualquier perturbación como un incendio, un deslizamiento de tierra o la caída de algún árbol por causas naturales o por la fuerza de las tormentas se presenta un proceso de sucesión vegetal que tiende a recuperar el orden inicial, cuando se alcance la madurez del bosque y se restablezca al máximo grado posible la estructura del bosque original. En cada etapa de esta sucesión, ciertos tipos de plantas son características y son reemplazadas por otras que correspondan a una etapa más avanzada de la sucesión. Del comportamiento de las especies del bosque en el sistema podemos concluir que la diversidad de especies y los nichos que estas colonizan llegan a controlar el dominio absoluto de una especie sobre las demás. Cuando una especie logra un éxito elevado, se convierte en una fuente de energía apetecida por otras plantas, animales o microorganismos. A consecuencia, la presión de predación sobre esta especie aumenta. Además, si una especie tiene éxito colonizando el bosque de tierra firme amazónico no tendrá el mismo éxito en bosque inundable, o si una especie de hojas anchas coloniza con éxito las partes bajas de una montaña, no tendrá el mismo éxito en la parte alta de la montaña, donde el clima es más severo y puede sucumbir, debilitada, al ataque de los insectos. Sin embargo, bajo ciertas condiciones, un bosque puede presentar una o unas pocas especies dominantes o muy comunes, que a diferencia de la mayoría de casos pueden superar de manera satisfactoria las limitaciones que hemos mencionado con anterioridad. Ejemplos de esto son los cananguchales o morichales en las sabanas inundables, los pastizales extensivos en las sabanas o los bosques de encenillo y

palmas de cera en la cordillera. Todos los anteriores han sabido creados de tal manera que pueden aprovechar los limitantes del bosque, manglar o sabana. Sin eliminar la competencia colonizan su entorno gracias a sus notables adaptaciones. Para introducir el siguiente concepto, me gustaría citar el caso excepcional del roble (Quercus humboldtii). Los robles, que provienen del hemisferio norte, han logrado colonizar los bosques de los andes tropicales del norte de una manera fabulosa, hasta el punto que hace siglos muchos de dichos bosques eran robledales, extendiéndose por miles de hectáreas en las fértiles tierras de las cordilleras. Si esta especie de roble no tiene una larga tradición de adaptación al trópico, ni es la especie de árbol más grande o imponente de la cordillera, ¿a qué deben su éxito? El roble está dotado de taninos tóxicos que disminuyen el ataque de herbívoros, y sus frutos son consumidos y dispersados por muchos animales, como guatines, ardillas, guacharacas y loros. No es entonces la ausencia de competencia, sino la adaptación óptima a las condiciones del medio lo que lo hace exitoso. No es la mezquindad su estrategia, sino partir del hecho que existe un otro, y podemos interactuar con él de maneras benéficas. Este ejemplo se repite en innumerables casos, desde flores e insectos hasta cachamas y semillas de palmas. En los sistemas agrícolas, una especie determinada por el hombre se convierte en la especie dominante, mediante la eliminación de la competencia, lo que le permite captar la mayor parte de los recursos del lugar. Debido a que este proceso rompe el ciclo normal de sucesión vegetal, el hombre debe trabajar, invirtiendo la energía de su trabajo en contrarrestar y superar la energía que utiliza el sistema en recuperar una cobertura vegetal óptima. Esto es necesario siempre que las especies cultivadas son incapaces de competir sin la ayuda del hombre. El proceso de selección artificial (domesticación en plantas y animales) hecho por el hombre les resta el vigor y las características deseables para competir. La yuca domesticada o dulce ha perdido el ácido ciánico de su contraparte silvestre, el banano es incapaz de reproducirse por semilla y los frutos de las nuevas variedades de tomate son simplemente demasiado apetitosas como para que animales, hongos y microorganismos los dejen pasar. De este último caso hablaremos más adelante. Para hacerlo más complicado, incluso las variedades silvestres de estas plantas no son dominantes en sus lugares de origen, simplemente son una especie más de la inmensa diversidad que suelen aprovechar circunstancias específicas, como una quema o un derrumbe. Vemos entonces que muchos de los caracteres deseables para el hombre en una planta domesticada son indeseables para la supervivencia y el rendimiento de una planta en estado silvestre. De no ser así, las mazorcas de las variedades silvestres de maíz serían naturalmente enormes y no pequeñas como realmente son, o citando un

ejemplo del mundo animal, los periodos de postura en las gallinas o codornices silvestres serían altísimos, como se dan en las explotaciones comerciales. El reto para la agricultura del trópico consiste, a mi manera de verlo, en lograr un equilibrio entre las características deseables en un proceso de domesticación para el beneficio humano y la consecución de un tipo silvestre que le permita a la planta ser rústica y resistente, a la vez que le permite defenderse y prosperar con el mínimo gasto energético de nuestra parte. Proceso de debilitamiento del tomate cultivado El tomate, junto con muchas de las especies conocidas de su familia, a la cual pertenecen los ajíes, pimentones, uchuva y papas, es una especies nativa de los trópicos americanos. En el caso del tomate, muchos indicios han llevado a pensar que se originó en el norte de sur América o en centro América, y aún es posible encontrar variedades silvestres en nuestros campos. Al parecer la planta fue domesticada en centro América, siendo llevada a Europa desde Tenochtitlan, la capital del imperio azteca. Si bien el tomate para ese entonces era ya diferente de las variedades silvestres de sur América, el mayor proceso de domesticación, selección artificial e hibridación de la planta se dio en Europa, hasta el punto que en algunos lugares, cada localidad o región tiene varios tipos característicos. En Colombia, el tomate es una planta ampliamente conocida y cultivada, aunque las variedades sembradas a nivel comercial son más bien limitadas. He tenido la oportunidad de analizar diferentes plantas, cultivos y variedades de tomates, aunque solo últimamente he tenido la oportunidad de observar las variedades silvestres de tomate, que abundan en algunos sitios como plantas semi perennes. En las variedades silvestres de tomate, los frutos, de uno a dos centímetros, yacen ocultos bajo las hojas hasta su maduración, cercanos al piso. A diferencia de lo que algunos piensan, el tomate no son trepadoras y naturalmente son pequeñas plantas rastreras, que pueden utilizar rocas o troncos caídos para sostenerse, pero no tienen zarcillos que les permitan subir a otras plantas, no es su naturaleza. En cambio, de los tallos en contacto cercano con el suelo surgen raíces adventicias que le permiten a la planta asegurar una nueva generación. Los frutos también se encuentran cercanos al suelo, bien soportados por la planta. Al completar la maduración, caen al suelo, donde germinan nuevas plantas. Suelen crecer en suelos pedregosos y bien drenados. Las imágenes a continuación nos permiten ver el estado general de las plantas en estado silvestre. El daño por insectos es nulo o muy bajo, las necesidades de riego, fertilización o deshierbe son inexistentes e incluso las aves pasan por alto sus sabrosos frutos, en ocasiones por que se hallan ocultos bajo las hojas. El riego es innecesario en la naturaleza. En caso de enfrentarse a sequías, las semillas

simplemente quedan latentes hasta la próxima estación lluviosa, aunque si se conserva la estructura arbórea del bosque, el suelo siempre estará fresco y húmedo. La planta de tomate silvestre prospera en estas condiciones, sin pretensiones de ninguna clase. Años atrás, e incluso aún hoy en zonas aisladas, este tomate era comercializado en plazas de mercado, envuelto en hojas de plátano. Dependiendo de la localidad es conocido como pajarito, chingüero, de monte, etc.

Aspecto general de la planta de tomate silvestre

Hojas de tomate silvestre, sin daño por insectos, hongos o bacterias

Frutos saludables creciendo a ras de piso

Plántula nacida por germinación natural  El proceso de domesticación del tomate, que como mencionábamos anteriormente se  cree inició en México, busca “mejorar” la planta mediante un proceso continuo de  selección de acuerdo a características deseables para el hombre, entre estas el tamaño  del fruto, el grado de dulzura y acidez, color, textura y grosor de la piel y una mayor  duración del fruto maduro. Si lo pensamos bien, todos estos caracteres van en contra  del bienestar de la planta. Analicemos tan solo una de estas mejoras y veremos su  efecto en las plantas: El mayor tamaño del fruto en primer lugar nunca fue importante en la naturaleza y  más aún en las zonas de cordillera donde se encuentra el tomate silvestre. Un aumento  de   tamaño   lo   hace   proclive   a   una   mayor   presión   por   parte   de   animales   o  microorganismos,   que   lógicamente   buscan   aprovechar   esta   fuente   de   alimentos  incluso antes de que las semillas maduren. Con el aumento de tamaño, las ramas de la  planta   no  pueden  soportar  el   peso  de  los  frutos  y  cuelgan,   cargando  estos   frutos  pesados   y   anormales,   fruto   de   individuos   enfermos   por   medio   de   mutaciones  repetidas. Como estos frutos de mayor tamaño tienen una mayor probabilidad de ser  atacados, no pueden estar cerca al piso, ya que por su propio peso tocarían el piso,  donde la humedad los dañaría con rapidez o los haría propensos a daños por bacterias  u hongos. Es entonces cuando el agricultor debe poner tutores y colgar la planta para  evitar los daños. Pero aún así, la planta continúa debilitándose. Las raíces adventicias 

no nacen, pues la planta ha sido elevada del suelo, obteniendo los nutrientes del suelo  de un solo punto. Pero una planta, o cientos de plantas elevadas del suelo, exhibiendo estos jugosos  frutos son solamente una invitación para las aves y los insectos que se ven atraídos  primero por el vibrante color y luego de probar, descubren al igual que nosotros cuan  buenos  son aquellos  tomates. El campesino entonces  toma los  pesticidas  como  la  única opción válida y las armas, trampas o venenos son sus ayudantes contra las aves.  Si   a   esto   le   añadimos   las   labores   agrícolas   comunes,   como   deshierbe,   labrado   y  fertilización,   veremos   cuanto   trabajo   requiere   el   cultivo   de   estos   tomates.   Por  supuesto, estos frutos son apreciados por los consumidores de las ciudades, que creen  que son superiores a las variedades silvestres, sin conocer realmente qué es el sabor  de un tomate natural y limitándose a probar frutos artificiales, insípidos y llenos de  tóxicos   peligrosos,   mientras   la   cadena   publicitaria   que   acompaña   al   mercado   nos  muestra tomates rojos, jugosos y siempre frescos, dignos de una persona distinguida,  sea Moctezuma en su corte o el hombre de negocios en su cena. Nuevamente, Dios  creó las plantas, pero el hombre creó el trabajo innecesario.

Daño por insectos en una planta de tomate en invernadero. Se aprecian daños por  palomillas, minadores, gusanos  y hongos, a pesar de aplicaciones  de pesticidas   y  fungicidas.

Tomates de un cultivo comercial. Se puede ver el efecto que tiene peso de los tomates  sobre   la   planta.   Frutos   como   estos   son   literalmente   una   pista   de   aterrizaje   para  diversas aves e insectos.

El suelo donde crecen los tomates de cultivo comercial, sin ningún tipo de cobertura  vegetal y visto únicamente como el soporte físico para un monocultivo. Parece más la  escena   de  un  planeta   desértico,   aunque   la  fotografía  fue   tomada   en  los  fértiles   y  jóvenes suelos de cordillera en los andes tropicales.