Nuestro Barrio, Nuestra Historia La casa, la calle, el vecino, la vecina, los niños, los jóvenes, el negocio de la esquina, la escuela, la sede vecinal… todos son protagonistas de la Historia de su Barrio. Así como Alonso de Ercilla narró las andanzas de los españoles en la América recién descubierta o Sergio Villalobos plasmó con lujo de detalles la Historia de Chile, hoy son nuestros propios vecinos quienes construyen esta historia de hechos pasados que nos trasladan hasta el presente, para valorarnos e identificarnos con nuestro barrio, y así poder proyectarnos positivamente hacia un futuro que podemos modificar de acuerdo al bien común. Historia Barrio Millaray



Aquí nos encontramos con narraciones directas de quienes vivieron estos hechos. La esperanza de la nueva casa, el primer hogar, el miedo frente a los temporales, las dificultades de las calles sin pavimentar, el comercio, los vecinos que venían de los más diversos lugares, la lucha diaria por mejorar nuestra calidad de vida. Tal vez nuestro barrio no es el más grande ni el más bonito, pero es nuestro y lo construimos y lo seguimos construyendo entre todos, es el que nos determina como personas y como grupo, y es el que recordaremos como hoy lo hacen los miembros de la tercera edad, esos viejitos que dejaban de dormir y de comer para conseguir sus terrenos y sus casas, porque ellos nos repiten una y otra vez que después de toda una vida de sacrificios: “el esfuerzo valió la pena”. Esperamos que disfruten la lectura de las siguientes páginas, aprendan de las penas y de las alegrías, disfruten de las fotos y de las anécdotas, y que mantengamos siempre esa preocupación por preservar lo que ocurre en nuestro barrio, con recortes, con grabaciones, en las conversaciones… para que el día de mañana nuevas generaciones valoren lo que ocurre aquí, en mi casa, a la vuelta de la esquina y así seamos más unidos, más humanos.



Quiero Mi Barrio

Quiero mi Barrio

El Programa de Recuperación de Barrios del Ministerio de Vivienda y Urbanismo – “Quiero mi Barrio” - tiene por objeto contribuir al mejoramiento de la calidad de vida de los habitantes de barrios que presentan problemas de deterioro urbano, segregación y vulnerabilidad social, a través de un proceso participativo de recuperación de los espacios públicos, recuperación social y de los entornos urbanos de las familias.

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Plano de Ubicación



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Nuestra Historia El Barrio Millaray se ubica en el sector poniente de Temuco y sus límites son al norte, la Avenida San Martín, al sur la Avenida Pablo Neruda, al este la calle Sanger y al oeste la calle Tiburcio Saavedra. La ciudad comenzó a extenderse hacia el sector poniente con esta población, originalmente de 550 viviendas, entregadas oficialmente en 1962, de las cuales más del 60% eran de material ligero, agrupadas en bloques, sin separación de cortafuegos. A medida que hubo desarrollo urbano –producto de políticas públicas y sobre todo del esfuerzo de los propios vecinos- se fue pasando a casas de material sólido. Millaray, Flor de Oro El Barrio Millaray (“Flor de oro”) comenzó a poblarse al poco tiempo del terremoto de 1960. En ese tiempo este sector era el límite oriente de Temuco, con la calle Circunvalación hoy Tiburcio Saavedra. Más allá sólo había potreros, árboles, plantaciones de trigo, castaños, un lugar hermoso donde muchos realizaban paseos de fin de semana.

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En 1965 se inauguró la sede. El nombre original de la sede era Centro de Desarrollo Comunitario Millaray, donado a la comunidad por la Alianza para el Progreso y el Desarrollo de los Pueblos de Chile y los Estados Unidos de América. Esta sede fue parte de una serie de sedes que se construyeron a lo largo del país, teniendo conocimiento de dos en Temuco (Millaray y Amanecer) y otra en Valdivia, las que contaban con un alto nivel de implementación para deportes, espectáculos, cocina y talleres laborales. A manera de ejemplo, los vecinos recuerdan que el taller de costura incluía desde máquinas de coser hasta hilos y agujas. En la sede también se exhibían películas de cine gratuitamente, se jugaban partidos de fútbol, de básquetbol y peleas de box. En esa época había mucha actividad en el barrio, se formaron clubes de fútbol con niños y jóvenes, el básquetbol femenino tuvo importantes logros. En la sede los niños eran atendidos y controlados por médicos y se entregaba desayuno a los más pequeños gracias al aporte de la lechería Calo. Entre los años 70 y 80 se hacían grandes fiestas a beneficio del barrio, donde los vecinos compartían comidas y bailes.



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Pavimentación participativa Una de las luchas más grandes que dio este barrio fue para conseguir la pavimentación de sus calles. Entre los años 80 y 90 los vecinos denunciaron varias veces la situación e incluso aparecieron en el diario como uno de los pocos sectores de Temuco que aún tenía calles sin pavimentar. Para conseguir la pavimentación el año 1996 los vecinos decidieron reunirse en la sede y formar un Comité de Pavimentación Participativa.

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“Hasta aquí llegaba Temuco” Es unos de los primeros vecinos del Barrio Millaray. Tiene 94 años de edad, nació en 1913 y lleva 56 años de matrimonio con Ema Sáez Rebolledo, con quien tiene cuatro hijas y un hijo. Actualmente es miembro del directorio de la Junta de Vecinos y miembro del directorio del Consejo Vecinal de Desarrollo, creado al alero del Programa Quiero Mi Barrio. Entre sus anécdotas cuenta de la amistad con el presidente Carlos Ibáñez del Campo y un viaje de cinco días para traer su primer auto desde Valparaíso.

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Mi familia es originaria de la zona de Osorno. Mi padre era

de la comunidad Queupu, donde nació Caupolicán, desde San Pablo unos 20 Km. hacia la cordillera. De ahí deriva el nombre del cacique: “Queupulicán” en mapuche significa “piedra dura”. Mi esposa, Ema Sáez Rebolledo, es originaria de Cholchol y su familia tiene mucha historia. En Cholchol vivía el cacique Venancio Coñoepán, quien no era muy apreciado por los indígenas porque había hecho el trato con el Ejército para lograr la “Pacificación de La Araucanía”. Entonces, para protegerlo, dejaron a muchos soldados en Cholchol a quienes les dieron pedazos de terreno. Ese es el origen en esa zona de los apellidos Rebolledo, Cabezas, Sáez, Morales… Carlos Ibáñez del Campo En el campo de mi padre, en Pitrufquén, cuando tenía unos 14 años me dedicaba a comprar y vender animales. En ese tiempo llegó un señor González, que venía de Estados Unidos y traía de allá un auto “Ford” y una moto “Indian”. Me hice amigo de él y le compré la moto. Con esa moto venía a Temuco y traía mantequilla donde don David Croxatto, en Bulnes esquina Montt, hasta que me caí y le compré el auto al mismo señor González. Luego, en ese auto acompañaba a don Carlos Ibáñez del Campo a Toltén, donde él tenía un fundo. La amistad con don Carlos Ibáñez del Campo surgió de forma accidental, porque para ir de Pitrufquén a Toltén, donde estaba su fundo, había dos pasadas: “La Huallizada” y “Bajo Molco”, y eran lugares muy peligrosos, el que

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“Cuando le dije a mi señora que nos veniamos para acá, me dijo ¿nos vamos a vivir al campo?”.

cruzaba por ahí después de las siete de la tarde corría serios riesgos. Entonces, como nuestra casa quedaba a medio camino, mucha gente nos pedía alojamiento para seguir su viaje a la mañana siguiente. Entonces así llego don Carlos una vez a caballo, se quedó a alojar y después se acostumbró y pasaba siempre. Misión Araucana Anglicana A los 16 años me fui a la universidad a estudiar agronomía, pero después de dos años falleció mi padre y tuve que hacerme cargo de un campo, cerca de Pitrufquén. Después traté de seguir formándome y así llegué hasta la Misión Anglicana. En la Misión Araucana de Iglesia Anglicana, en Quepe, era director de un colegio con 500 alumnos, 15 profesores y 80 alumnos internos. Ahí se trabajaba demasiado, dejaba el colegio con un encargado y me iba hasta Toltén comprando cerdos, los traía a Temuco al matadero del señor Fritz y al final de la semana me entregaba un cheque, y con ese dinero solventábamos gran parte del colegio. Luego, cuando yo era director de la escuela le conté a don Carlos Ibáñez que trabajaba mucho y no me rendía, así es que me dijo que si le ayudaba en su campaña, cuando él fuera presidente me iba a llamar para darme un trabajo. Y así fue, cuando alcanzó la presidencia me ofreció un 12

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puesto como inspector de tierras y colonización, en 1953. Ese trabajo consistía en que cuando un dueño de fundo tenía un litigio con un hijuelero, un parcelero o un indígena, entonces el inspector de tierras tenía la misión de visitar el lugar, inspeccionar con topógrafos y determinar el error. En eso trabajé 33 años hasta que jubilé. A mi llegada a Temuco vivía en pleno centro, frente a la plaza, donde ahora está Ripley. En esa esquina yo arrendaba y también tenía una oficina Carlos Gómez Quiroz, con quien me hice amigo y después me ayudaría a tener esta casa en el Barrio Millaray. En ese edificio se fundó la Falange Nacional, lo que luego sería la Democracia Cristiana. Cinco días en auto En los años 40 compré un auto en Valparaíso y me demoré cinco días en llegar a Temuco. Incluso el camino entre Valparaíso y Santiago era puro ripio. De Santiago para acá ni hablar, en algunas partes tenía que pedir permiso en los fundos para cruzar potreros y seguir para Temuco. A la altura de Victoria había una bajada donde había que dejar el auto como a 2 Km., e ir al pueblo a conseguir una yunta de bueyes para tirar el auto. Lo mismo en Collipulli, donde está el viaducto del Malleco. Tampoco había servicentros, había casas donde vendían bencina en tambores. En ese tiempo había como cinco autos en Temuco. En ese entonces los clubes Alemán e Italiano eran los más concurridos de Temuco. En el Club Italiano se hacían muchas variedades de pastas, mientras que en el Club Alemán se preparaban las perdices en todas sus formas. También se hacían las fiestas de la primavera, con carros alegóricos bien adornados, y había tranvías... Un tranvía Historia Barrio Millaray

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“Cuando llegamos aquí nos rodeaban puros potreros, había árboles muy bonitos, íbamos a tomar once debajo de los árboles”.

salía del regimiento, pasaba por la plaza y llegaba hasta donde ahora se está construyendo el casino. El otro salía de la estación y se venía por Rodríguez hasta Avenida Alemania. Llegada a Millaray Aquí donde vivimos, antiguamente pasaba la Avenida de Circunvalación, hoy Tiburcio Saavedra, hasta aquí llegaba Temuco. De aquí para el oriente eran sólo potreros del Fundo Sanger. En realidad esta población la hicieron fuera de Temuco, porque la ciudad llegaba hasta el final de Avenida Alemania: Recreo y Porvenir eran las últimas calles. Yo era amigo de Carlos Gómez Quiroz y conversaba siempre con él, porque me quería llevar al denominado Partido Agrario. Entre nuestras conversaciones me contó que era director de esta población y que si yo quería podría adquirir una casa aquí. Entonces empecé a ahorrar para comprar esta casita. Era todo muy tranquilo, se podía dejar una bicicleta afuera en la noche y ahí amanecía. Como a los dos o tres años empezaron a llegar algunos buenos para robar, pero aquí nos unimos todos y teníamos una señal: tocaban la campana de la iglesia y todos nos levantábamos para ir a ver dónde estaba el ladrón. 14

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Antes vivíamos en calle Lagos Nº 880. Cuando le dije a mi señora que nos veníamos para acá me dijo, ¿y cómo?, ¿nos vamos a vivir al campo? Aquí había unos hualles, al frente plantaban trigo, había unos árboles grandes y ahí íbamos a pasear, hacíamos picnic a la sombra de los árboles. Esta fue nuestra primera casa propia. En la casa del centro pasamos el terremoto de 1960. Después del mediodía empezó el movimiento y en las calles se veía como un oleaje en la tierra de unos dos metros y medio de altura que incluso daba vuelta los árboles. Varias casas vecinas se derrumbaron. Nosotros quedamos en nuestra cocina y cuando ya pasó una media hora salimos a la calle y no sabíamos qué hacer: de la gente no había nadie de pie, todos estaban arrodillados pidiéndole a Dios que la tierra no se siguiera moviendo. Nuestra casa se llenó de gente, vecinos que habían quedado sin casa. Después del terremoto, Temuco demoró unos cuatro o cinco años en volver a la normalidad, en remover los escombros y reconstruir. La de nosotros era una casa chica de madera, así es que no le pasó nada. Sede vecinal La sede fue uno de los lugares que más sirvió para unir a la gente de nuestra población, porque ahí nos reuníamos todos, ahí jugábamos, hacíamos fiestas, formamos un club de fútbol para niños: el famoso “Club Millaray”, un club que admitía hasta los 19 años. Incluso hicimos un estadio –aunque en ese tiempo don Germán Becker no quería ningún estadio cerca del suyo- que ahora quedó dentro de la Población Dreves. Los niños eran controlados por doctores en el policlínico, los días sábados les dábamos desayuno y teníamos una visitadora social. Historia Barrio Millaray

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La época de oro de la sede fue entre los años 70 y 80. Después empezó a decaer porque quedó en manos de personas que no supieron administrarla, hasta llegar a la actualidad en que está muy abandonada, nos daba lástima verla. Ahora estamos tratando de reactivarla y ya se ha alcanzado un movimiento diario de unas 500 personas. Esperamos que los proyectos que vamos a presentar al programa del gobierno, Quiero Mi Barrio, nos permitan reactivar la vida de la población, especialmente con actividades para los niños y jóvenes.

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“Éramos muy buenos vecinos, como una familia” Se crió en la zona de Selva Oscura y trabajó hasta los 25 años de edad como encargado de un fundo. Al llegar al Barrio Millaray adquirió una casa y un local comercial, donde estuvo el primer teléfono del sector y junto a un amigo exhibían películas en la sede vecinal. Ahora vive en lo que era su local comercial. Luego que falleció su esposa quedó con muchas deudas y después de jubilar quedó sin sueldo. Así es que su casa de Millaray la tiene arrendada, para tener un ingreso, y el local lo habilitó como hogar.

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Cuando

llegué a Temuco empecé a trabajar en un restaurante y luego trabajé a contrata pública para Vialidad con un camión, donde un conductor de obras me recomendó con la señora María, visitadora social, para postular a una casa en Millaray. Entonces ella me ubicó una buena casa esquina y cuado le conté que sabía trabajar con negocio me ofreció participar en el remate de los locales. Originalmente la población estaba destinada a funcionarios de la administración pública, pero después se dejó una parte para quienes no teníamos relación con ellos. Una anécdota que me ocurrió días antes de llegar a Millaray fue que yo vivía en calle Mackenna y vendía ladrillos. Entonces llegó un señor y me pidió una cantidad grande de ladrillos, unos cinco mil, y los vine a dejar aquí, donde están los locales, y me los pagaron. Entonces, cuando llegué a rematar el local comercial me di cuenta que había traído los ladrillos para mi propio negocio. En esos primeros días era difícil llegar aquí, eran puros zanjones y sólo se notaba la huella por donde pasaban los camiones que trabajaban en la construcción de la población. Los vecinos “sacaban libreta” Entonces compré mi casa y rematé unos de los locales comerciales que estaban disponibles aquí, frente a la sede. Los primeros tiempos del local fueron muy buenos: vendía 300 kilos de pan al día, 50 kilos de cecina a la semana, muchos litros diarios de parafina y un tambor mensual de aceite. También vendía carbón, leña y además seguía

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trabajando con mi camión, así es que fueron tiempos en que ganamos mucho dinero. Aquí se construyó primero la población y estos locales comerciales, donde también había un paradero terminal de micros. Entonces todos los pobladores pasaban por aquí, comparaban y “sacaban libreta”… llegamos a tener cien libretas de clientes que pedían y pagaban a fin de mes. También le iba bien al negocio porque en las casas había harta gente, todas eran familias numerosas con cinco o seis hijos… y para todos era más conveniente comprar aquí que ir al centro. En este negocio también estuvo el primer teléfono público de la población, el que prestaba una tremenda utilidad porque en ese tiempo había que estar inscrito varios años antes de que llegaran a colocar el teléfono. La sede El lugar donde está actualmente la sede era un potrero, no había absolutamente nada… la sede fue una donación de Estados Unidos, y en una placa que luego desapareció, se decía claramente que la sede y todo lo que contenía era una donación de Estados Unidos para los pobladores.

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Cuando recién se entregó la sede era una cosa maravillosa. Con mi amigo Leonidas Sandoval empezamos a pasar películas aquí y en la sede de Amanecer, no cobrábamos nada, porque la idea era entregar una entretención gratuita para la gente. Otra tradición de esa época –mediados de los años 60- era que nuestro negocio atendía el colegio. Comprábamos tambores de leche para el desayuno y les entregábamos todo lo que necesitaban. La época de oro del deporte Después nos dimos cuenta que faltaba el fútbol y le dije a los vecinos que juntemos tres calles, y que cada tres calles se forme un equipo, hasta que de todos los equipos de las calles formamos una selección que se llamó “Viejos Tercios”. También nos propusimos formar una rama de básquetbol, porque teníamos el gimnasio pero no había arcos ni otros implementos. Así es que fui donde unos dirigentes de CORVI y ellos nos consiguieron los mismos arcos que tenía el Colegio San José (hoy La Salle). Un año las mujeres de Millaray salieron campeonas de la región. Después del fútbol que teníamos en todas las series, rayuela y básquetbol nos faltaba el box… así es que con otro vecino empezamos los combates entre nosotros mismos. Justo estábamos gestionando el box y atrayendo participantes cuando fue el derrocamiento del presidente Allende.

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Éramos muy buenos vecinos, como una familia, para los 18 de septiembre se hacían tremendas celebraciones sin que hubiera ningún mal entendido. Después del golpe militar ya no pudimos hacer esas actividades y cuando se tranquilizó el ambiente político empezaron a llegar los grandes supermercados, la ciudad creció y no pudimos recuperar ese ambiente anterior, algunos vecinos se empezaron a ir.

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“Lo principal del barrio es que hemos sido unidos” Llegó desde Valdivia a trabajar al hospital de Temuco acompañada de su esposo ferroviario. Luego de obtener su casa en Millaray se integró totalmente con su barrio y sus vecinos, hasta llegar a liderar el comité que consiguió el ansiado pavimento para las calles.

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Éramos de Valdivia y llegamos a Temuco en 1962, porque

luego del terremoto de Valdivia muchos nos tratamos de salir de allá. Primero pidió su traslado mi esposo, Wenceslao Araneda, quien era ferroviario, mecánico revisor, y yo trabajaba en el hospital de Valdivia, entonces había una ley que si el esposo era trasladado la esposa también debía acompañarlo, así es que me trasladaron al hospital de Temuco. Primero llegamos al sector de Pueblo Nuevo, calle Valparaíso, donde vivimos un año. Después postulamos a estas casas a través de la Caja de Empleados Públicos, donde me favoreció el hecho de tener más de 10 años de servicio, y nos dieron una casa esquina. La casa era chica, de un piso, cocina, living-comedor y dos dormitorios. La calle era de barro y hasta los vehículos se quedaban empantanados. Llegamos juntos unos 50 vecinos y todos eran muy buenos, había empleados de correos, profesores y del Servicio Nacional de Salud. Nos juntamos para los años nuevos y los que éramos funcionarios del hospital nos visitábamos siempre. Los días de semana había locomoción pero no entraba a la población. Como a los dos años empezaron a llegar hasta un terminal que estaba frente a la sede. Los domingos la locomoción empezaba a funcionar más tarde y como nosotros entrábamos a las ocho tuvimos que ponernos de acuerdo con un chofer para que nos viniera a buscar y a fin de año le hacíamos un regalo para agradecer su buena voluntad. Mi esposo trabajaba en la casa de máquinas, entraba a las siete de la mañana, y para llegar a su trabajo tenía que

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caminar hasta donde pasaba el tren que venía de Carahue que lo recogía y lo llevaba hasta allá. Pavimentación participativa Para conseguir la pavimentación –el año 1996- nos reunimos en la sede y decidimos formar un Comité de Pavimentación Participativa, elegimos una directiva presidida por Alicia Ramos, secretaria una señora de apellido Navarro y yo de tesorera. Teníamos que juntar 3 millones de pesos, así es que en todas las casas hacíamos empanadas. En cada reunión del comité nos tomábamos un café con roscas y pagábamos 500 pesos. Como veíamos que estábamos muy lejos de la cifra pedimos la sede y en el primer beneficio nos fue muy bien y nos quedaron 800 mil pesos de ganancias. El dinero lo depositábamos y todos los meses ganaba intereses. Lo más lindo de todo fue que al final de esta campaña nos pasamos de la cantidad que debíamos reunir y nos sobraron 300 mil pesos, así es que propuse hacer una fiesta con toda la gente que participó de la campaña, para que recuerden siempre lo que hicimos. En esa celebración invertimos todo lo que nos sobró y quedamos muy satisfechos porque lo habíamos logrado entre todos. Incluso, un tiempo después

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me propusieron ir a ayudar a otros comités de pavimentación, porque al contrario de nosotros, casi siempre los vecinos terminaban peleando. Eso es lo principal del barrio, hemos sido unidos. Para construir la iglesia, la pavimentación… todo requirió de trabajo comunitario. Cuando “penaban” Un caso curioso que ocurrió en la población es que “penaban”. Los días viernes, como a las dos de la mañana, en nuestra casa empezaba un trajín desde un dormitorio a la cocina, y se sentía sonar loza, como si lavasen platos. Sentía los pasos que avanzaban, se detenían. Un día, contándole esto a una vecina que vivía en la otra esquina, me dijo que en su casa sentía como si alguien se arrastrara por el techo. Cuando nos dimos cuenta que ya éramos varios los que teníamos estas experiencias, hice que viniera una hermana de Valdivia para hacer un sahumerio, y cuando lo hizo la casa empezó a temblar, paró el ruido por un tiempo y después volvió. Ahí conversé con el padre Giglio para que la viniera a bendecir y ahí se terminó todo, después de casi diez años. Este hecho fue muy serio, muchas veces pensé en irme, porque tenía tanto miedo que incluso empecé a tener una especie de odio hacia la casa. La teoría de nosotros es que en estos terrenos había algún cementerio mapuche y sus espíritus estaban enojados porque les vinimos a ocupar sus tierras.

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Mejorar la sede Ojalá pronto se pudiera mejorar la sede, porque así se le estaría haciendo un bien a todo el barrio, podrían participar vecinos de todas las edades y se podría hacer eventos, competencias, como se hacía antes. Actualmente el techo se gotea y los baños están malos, así es que no podemos invitar a personas de otros barrios porque nuestra “casa” no está en buenas condiciones.

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“Muchas actividades se han perdido con el paso del tiempo” Llegó a colocar los arcos de básquetbol de la sede y se quedó en el barrio. Por muchos años fue el encargado de mantener la Sede Vecinal y cuidar que todo funcionara sin problemas, incluso en una oportunidad puso en riesgo su vida mientras trabajaba.

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La primera vez que llegué aquí fue para colocar los arcos

de básquetbol de la sede, recomendado por un amigo que trabajaba en la CORVI, lo que me tomó un par de días, pero tuve la suerte de que después me dejaron trabajando en la sede. Primero fui auxiliar y luego mayordomo. Como auxiliar, tenía que ver todo lo relacionado con la sede, lo que ocurría adentro y lo que ocurría afuera, me preocupaba de la correspondencia y de entregar citaciones para la junta de vecinos. Varias directivas En estas labores acompañé a unas ocho directivas de la junta de vecinos, desde 1967 hasta 2005. Al principio fue complicado trabajar aquí porque pasé casi un año “ad honorem” y tenía que irme de a pie hasta la población Evaristo Marín, donde vivía. Cerraba la sede a las 6 y luego empezaba a caminar hacia mi casa en el sector Pueblo Nuevo. Después que me contrataron me vine como pensionista a una casa del barrio, donde vivo hasta el día de hoy. Mi primer contrato me lo hizo la señora Isolde Bascuñán. Desde esa época vivo aquí y puedo asegurar que la gente siempre ha sido muy buena, todos muy unidos, sin desórdenes… ahora está todo muy tranquilo, también hay más vigilancia de carabineros. La época de mayor actividad de la sede se produjo cuando funcionaban los clubes deportivos; participaban los jóvenes, los adultos, se celebraban los 18 de septiembre con juegos tradicionales… todo eso se perdió con el paso del tiempo. Una de las anécdotas era que para cambiar los

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focos del gimnasio teníamos que conseguir la escalera de los bomberos, porque estaban demasiado altos. Actualmente no está ni la sombra de la sede que yo conocí…ahora hay vidrios quebrados, goteras… la nueva directiva tiene la intención de reparar la sede, pero les falta apoyo, dinero para hacerlo. Es fácil decir “le vamos a cambiar el techo a la sede”, pero si no están los fondos necesarios, ¿cómo se va a hacer? La explosión Trabajando en la sede tuve un tremendo accidente, y sólo gracias a Dios estoy con vida. Había un grupo de evangélicos que se reunía todos los sábados en la Sala 1 desde las 14:30. Ya me había ido a la pensión cuando me acordé de unas llaves que dejé en la bodega y volví a la sede como a las 16 horas, dejé las llaves y cuando voy saliendo me acordé que los evangélicos siempre me pedían que les deje agua hirviendo en la cocina, entonces vuelvo, entro a la cocina y se produce una inflamación de gas que hizo que todo explotara. Se quebraron los vidrios y yo salí volando con todo el cuerpo quemado como un carbón. Me llevaron al hospital y estuve como tres días recuperándome.

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“Soy el zapatero del barrio” Con más de 40 años trabajando como zapatero, se crió en Millaray y después salió a probar suerte, incluyendo algunos años en Santiago, pero volvió a su barrio para quedarse y ahora dice que no sale de aquí.

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Nací en Valdivia y llegamos a Temuco en 1961, a la casa

de una hermana que vivía en el sector Las Quilas. Fue mi mamá la que se inscribió para obtener casa aquí en Millaray y cuando la entregaron nos vinimos con mis papás y hermanos. De niño lo pasé bien porque en este pasaje había harta juventud, hombres y mujeres, jugábamos en las tardes, llegaba la época de elevar volantines, jugábamos al trompo. Hicimos bonitas amistades. Cuando éramos niños jugábamos harto fútbol en las canchas que estaban cerca. En ese tiempo jugábamos en la primera cancha que tuvo Millaray, que quedaba en el mismo lugar donde después se construyó la sede. Mi papá era maestro enfierrador, trabajaba en construcción. Él trabajó en la construcción de nuestra sede. Primero se hizo el colegio y después se hizo la sede. Antes que se construyera la sede, en ese espacio se hacían ramadas para los 18 de septiembre, y después se siguieron haciendo las celebraciones dentro de la sede, años nuevos, beneficios. En la sede pasaban películas, se hacían bailes y participábamos de todas las actividades deportivas. Lo que más me gustaba era participar del fútbol, porque llegaba a participar gente de otras partes, incluso de otras ciudades. Mis inicios como zapatero Estuve un tiempo en Santiago y volví a Temuco cuando mis hermanas se empezaron a casar. Aquí trabajé en una fábrica de calzados Bustos, también en Carillón y en una fábrica de calzado que fue intervenida por los militares para

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el 73. Como quedé sin lugar de trabajo me instalé aquí en la casa con un taller. Con los años he logrado una gran clientela. Todavía tengo clientes que antes vivieron en Millaray y que siguen viniendo desde Labranza, de Padre Las Casas, porque yo soy el maestro que les arregla los zapatos. En el fondo soy el zapatero del barrio y me siento feliz así, porque todos mis clientes me quieren y están viniendo siempre. Antes se hacían muchas más actividades, los antiguos dirigentes siempre estaban organizando algo. La actividad deportiva es algo que se extraña mucho en el barrio. Siempre hemos tenido buenos vecinos y nunca han pasado hechos negativos grandes. Me gusta todo lo que tiene este barrio, no lo cambiaría por nada. Aquí llegué y me gustaría morir aquí.

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Una nueva oportunidad Cuando fue creado, a principios de los años 60, el Barrio Millaray se encontraba en los límites de Temuco, por no decir en el campo. Sus primeros habitantes llevaban una vida apacible, sin delincuencia, aunque un poco alejados de las comodidades de la ciudad. Posteriormente, los vecinos empezaron a organizarse para conseguir mejoras para el barrio, entre ellas, un hito importante fue la donación de la sede por parte de Estados Unidos, la que fue epicentro de muchas actividades que marcaron la “época de oro del barrio”, desde su fundación hasta los años 80. Al igual que en otros barrios de Temuco y Padre Las Casas, da la impresión que Millaray ha llegado a una etapa en que los dirigentes que “empujaron” el desarrollo ya son adultos mayores y se encuentran disfrutando de un merecido descanso, pero no hubo una renovación de por medio, y los más jóvenes ya partieron en busca de otros rumbos. Hoy el barrio se encuentra inserto en la ciudad y rodeado de otros barrios y –en el caso de Millaray- en una ubicación con muchas oportunidades, a pasos del Complejo Deportivo Municipal, con un nuevo estadio, teatro municipal, piscina, cerca de las universidades y con excelente movilización y vías de acceso hacia el centro de la ciudad. En este sentido, a Millaray se le presenta una nueva oportunidad como barrio residencial de Temuco, con la misma tranquilidad que lo ha caracterizado siempre, pero hoy con múltiples beneficios gracias a su ubicación estratégica en el concierto urbano.

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NUESTROS RECUERDOS

Fotografía de los años 60 en que los niños aparecen en los alrededores de la población que sólo eran campos.

A principios de los 80 la Población Millaray es mencionada como parte de la Junta Vecinal Nº 13 que agrupa a más de quince sectores habitacionales y unas 25 mil personas. La Junta de Vecinos está integrada por el presidente Luis Allen González; secretario Germán Rubilar Rubilar; tesorero Leonel Leal Araneda; y los directores José Julio Tapia Toledo, Hortensia Marín de González y Francisco Salazar Echeverría.

09 de febrero de 1983. Todo un pequeño parque es la entrada de la sede Millaray. Árboles, prados, jardines y una excelente iluminación dan un aspecto atractivo al sector.

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10 de octubre de 1983. Calle Rume en la Población Millaray: “Por aquí hay mucho movimiento, pasan los colectivos y gran cantidad de gente circula por esta calle, especialmente para tener acceso a la capilla los días domingo”, señalaba el dirigente vecinal Luis Allen.

10 de octubre de 1983. La plaza de Millaray. Los dirigentes vecinales gestionan la pavimentación de la acera entre O’Higgins y Sanger. Las diligencias iban bien encaminadas hasta ese momento.

10 de octubre de 1983. Un grupo de niños con un motivo alusivo al Descubrimiento de América camina por las polvorientas calles de la población.

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15 de marzo de 1989. Imagen de un reportaje en El Diario Austral en que los dirigentes exigen pavimento para su población.

En septiembre de 1990, la calle Huincul era mencionada en El Diario Austral como una de las pocas calles en mal estado que quedaba en la ciudad.

19 de febrero de 2004. El zapatero del barrio, Pedro Vargas, fue destacado en El Diario Austral como uno de los que aún conservaba la tradición del zapatero remendón.

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Vista área actual del Barrio Millaray (Diciembre 2007).

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