NAVEGACIONES EN TORNO A NERUDA

Eddie Morales Piña Universidad de Playa Ancha

Resumen El artículo constituye una somera revisión histórico-crítica de las obras de Neruda: Oda a la Tipografía (1956), Poemas Inmortales (1971) e Incitación al nixonicidio y alabanza de la revolución chilena (1973), destacando en ellas algunos tópicos como el concepto de oda nerudiana y la fundamentación de las obras de la década del 70 como respuesta a los requerimientos históricos, culturales y sociales en el instante de su enunciación. Por otra parte, se revisa la visibilización del poeta a través del dibujo en una obra reciente. Palabras claves: odas nerudianas - Neruda y su circunstancia revisión histórico-crítica - Neruda dibujado - Oda a la tipografía Poemas Inmortales - Incitación al nixonicidio y alabanza de la revolución chilena

Abstract This article constitutes a summary historical-critical revision of the following works of Neruda: Oda a la tipografía (1956), Poemas inmortales (1971) e Incitación al nixonicidio y alabanza de la revolución chilena (1973), emphasising in them certain topics such as the concept of the nerudian ode and the basis of the works in the decade of the 70s as a response to the historical, cultural and social requirements at the time of enunciation. On the other hand, the view of the poet is examined through the drawin in a recent work. Key words: Nerudian odes – Neruda and his circumstances – Critical-historic review – Neruda sketched

PROPÓSITO El centenario del poeta Pablo Neruda es una ocasión propicia para navegar –y uso el verbo en un sentido estrictamente metafórico como desplazamiento sincrónico y/o diacrónico- por la producción poética de nuestro segundo Nobel, o bien por los textos metacríticos que ha generado la misma. En este artículo comentaré, primeramente, desde el punto de vista sincrónico un libro recientemente aparecido: Neruda visto a mano alzada de Carlos Núñez Quiroz, y luego algunas reflexiones con una mirada diacrónica de los textos nerudianos: Oda a la tipografía, Poemas inmortales e Incitación al nixonicidio y alabanza de la revolución chilena, publicados en 1956, 1971 y

1973, respectivamente. El término navegaciones lo tomo prestado del propio Neruda, quien es autor de Navegaciones y regresos, poemario que abarca dos años de su vida poética y que, según Elena Poniatowska, “es la constancia del eterno regreso de Neruda a Chile (...) y es también la bitácora de su amor viajero”.

NERUDA VISTO A MANO ALZADA Este es un libro recientemente editado por Editorial Sudamericana (2003) y que pertenece a Carlos Núñez Quiroz. El texto constituye una antología de Pablo Neruda como objeto gráfico, es decir, el autor recoge y ordena una serie de imágenes motivadas por la presencia del poeta desde 1910 hasta 1973. El autor del libro manifiesta en el prefacio que «la presente recopilación incluye buena parte de las reproducciones de los retratos que transmitieron la imagen dibujada de Pablo Neruda». Se trata, por tanto, de un registro tremendamente interesante de la biografía visual no fotográfica de Neruda realizada por una serie de retratistas «que percibieron la evolución psicosomática del poeta en el curso de su existencia». En las páginas introductorias, Núñez Quiroz explica que hay que diferenciar entre el Neruda, modelo concreto, y el Neruda, modelo diferido, esto es, que su rostro o su cuerpo fue mediatizado para llegar a la visualidad del dibujo a través de las imágenes fotográficas. Como ejemplo de esto último, el autor nos pone como paradigma el retrato hecho por Fantasio (Juan Galvez Elorza) en 1931 aparecido en la revista Ecran, que tiene como modelo el retrato fotográfico del poeta realizado por Georges Sauré, «en que aparece Neruda con la mejilla apoyada contra la palma de su mano derecha”. A su vez, en 1933, en la edición de El hondero entusiasta aparece un retrato del poeta realizado por Honorio (de quien se desconocen los datos), presentando a Neruda nuevamente mediatizado y teniendo como modelo la foto de Sauré. Sostiene el autor de este libro que, a lo largo de los años, la imagen de Neruda vista por los retratistas, dibujantes y caricaturistas se fue transformando producto de los cambios somáticos y extrasomáticos que experimentó el poeta en el decurso de su vida. Así, por ejemplo, es interesante visualizar en las imágenes registradas que en cuanto a lo somático, «los dibujantes de Neruda, a través de 50 años, insistieron en su delgadez taciturna, su cabellera, su nariz, sus ojos, etc., lo que, gradualmente, se fue transformando en obesidad, calvicie, redondez facial, papada, etc.». Por otra parte, en relación a lo extrasomático, la percepción visual del poeta también sufrió desplazamientos significativos, puesto que como espectadores vamos, secuencialmente, conociendo la imagen de un Neruda adolescente, envuelto románticamente en una capa negra, hasta llegar a la imagen del Neruda en la apoteosis de su condición de poeta consagrado en la entrega del Premio Nobel, vestido con el señorial frac.

Carlos Núñez afirma que «si durante 50 años fue Neruda modelo para los dibujantes y caricaturistas chilenos y no chilenos, ésta es una especie de biografía visual del poeta que, analizada secuencialmente, permite aproximarse, más allá de su obra poética al hombre que sus coetáneos plásticos conocieron y llevaron a la visualidad. Este es otro modo de abordar una obra y una vida fuera de las aproximaciones literarias de que ha sido objeto». Núñez agrupó los retratos y dibujos por décadas a partir, como lo dijimos al comenzar, de 1910 y hasta el año de la muerte de Neruda en 1973. La metodología utilizada consiste en la presentación del dibujo o del retrato con su correspondiente descripción semiológica y referencial, que lejos de obstaculizar la percepción del espectador la complementa cabalmente en un lenguaje directo y nada de críptico. Por otra parte, es interesante consignar que el autor de Neruda visto a mano alzada, ha incluido dentro del corpus general del libro cinco dibujos que corresponden a los denominados autorretratos de Neruda que acompañan las cartas a Albertina, «tiernos monigotes infantiles de enamorado, son un suplemento visual al género epistolar que cultivó con la maestría del emperador del idioma que fue», como lo sostiene Hervi en la contraportada de la obra. En síntesis, se trata, en medio de la vorágine bibliográfica que gira alrededor de Neruda, de un libro interesantísimo de leer... y de mirar. Post scriptum. Al concluir la lectura de esta obra, recordé que en 1993, la Dirección de Extensión de la Universidad de Playa Ancha organizó unas jornadas al cumplirse veinte años de la muerte de Neruda. En ese entonces, la escultura y académica de la Facultad de Arte, Lucy Lafuente hizo un bosquejo del perfil de Neruda que fue puesto en el programa de dicho evento académico y que, como es habitual, no todos tienen la virtud de guardar. En él, la artista traza con línea certera el perfil del poeta maduro con la mirada hacia la izquierda, recogiendo en su percepción visual un rasgo extrasomático, esto es, la boina y un rasgo somático: el mentón y la papada, característicos del Neruda mayor. Afortunadamente, entre nuestros archivos conservamos este dibujo de Lucy Lafuente que ahora adquiere dimensiones insospechadas.

ODA A LA TIPOGRAFÍA Según René de Costa, el devenir poético de Pablo Neruda se caracteriza entre otras peculiaridades estilísticas por «su extraordinario talento para el cambio». Así, después de la escritura torrentosa del Canto General, Neruda publicó en 1954 dos libros de poesía de factura poética muy diferentes tanto en el tono como en la expresión lingüística de las estructuras versales. Se trataba de Odas elementales y Las uvas y el viento. Escribe De Costa respecto al primero que «simple sin ser simplista, atrajo una gama extraordinariamente

amplia de lectores a una serie de textos aparentemente exentos de artificio, textos ligeros, que exaltaban las cosas más básicas de nuestra existencia cotidiana, lo simple y lo ordinario, las frutas y las flores, el hilo y el pan». Efectivamente, las odas nerudianas significaron traer al quehacer poético todos los objetos presentes en la realidad objetiva, con el fin de poetizarlos mediante el uso de un lenguaje directo y casi prosaico, amén de una inusitada presentación versal y de una variada extensión de los mismos. Para Juan José Saer, «Neruda encuentra en las odas una libertad expresiva y temática, una fluidez lírica y una especie de euforia que sugieren, después de muchos desgarramientos, históricos y personales, una reconciliación con el mundo. La sencillez formal de estas odas y el prosaísmo deliberado de muchos de sus temas -la pereza, el tomate, el caldillo de congrio, la cebolla, los calcetines, etc.- las convierten en un antecedente inmediato de lo que se llamó la poesía conversacional latinoamericana y en cierto modo también de la antipoesía, y en algunos momentos su eficacia descriptiva, y la exactitud de sus metáforas y de sus comparaciones al evocar toda clase de objetos ordinarios, recuerdan la poesía de Francis Ponge». El ciclo de las odas en el corpus poético de Neruda se extiende desde el año 1954 a 1959, es decir, Odas elementales, Nuevas odas elementales y el Tercer libro de las odas. En cada uno de estos poemarios se va evidenciando el proyecto poético-lírico del Premio Nobel que De Costa describe con las siguientes palabras: «El poema está concebido como un artificio didáctico que nos ayuda a ver, ser testigos y a especular sobre el maravilloso significado del mundo en que vivimos todos nosotros». El crítico argumenta que la oda tiene, por tanto, un carácter práctico en el sentido de que busca que el lector entre en una sintonía tal que le permita captar que el hecho poético no sólo es propio del poeta sino también del lector concreto; de tal suerte que la oda como expresión poética se convierta en una forma de lirismo público, otorgándole de este modo al canto poético una función social. Por su parte, Robert Pring-Mill sostiene en relación a la continuidad con el sentido social de la producción del poeta que “la poesía de las Odas elementales sigue siendo innegablemente una poesía de compromiso, pero no es la del compromiso épico del Canto General (tantas veces angustiado por lo trágico de la historia que Neruda tenía que contar) sino un compromiso sumamente lírico, en tono menor”, y que el especialista británico y traductor de la obra nerudiana adscribe a lo que llama la poética de la claridad. Las odas nerudianas en cuanto discurso lírico son autosuficientes y valen por sí mismas como textos independientes (dice De Costa: «su auténtico contexto literario no son las otras odas (…) de hecho, las odas no están ordenadas de ningún modo significativo en el libro; se siguen unas a otras alfabéticamente, de acuerdo al título. El resultado es un desordenado desorden»). Las odas nerudianas fueron resemantizadas por el poeta, en el sentido de que se apartan del modelo canónico con el que se conectan , es decir, la oda clásica pindárica y horaciana, puesto que «recurren a una forma de verso libre sumamente flexible y a un foco temático único que intenta ser

al mismo tiempo público y lírico, y elemental». Calificadas por el poeta como elementales, las odas no sólo lo son por su forma simple y directa y por la temática de que se ocupan, sino también porque con tal adjetivo Neruda alude a la materia: «la materia desmembrada y caótica, reducida a veces a puro magma, de Residencia en la tierra, recobra aquí, en la plenitud de la reconciliación, su forma y su sentido», argumenta Saer en el prólogo a una reciente reedición de las Odas elementales. La oda a la tipografía fue publicada en 1956 por la Editorial Nascimento de Santiago de Chile en su primera edición. Según el colofón de dicho libro, “la Oda a la Tipografía se escribió en Isla Negra en el año 1955 y se imprimió en los Talleres de la Editorial Nascimento en septiembre de 1956. Esta primera edición consta de 4 ejemplares en papel Wathmann, 150 ejemplares en papel Fabriano firmados por el autor y numerados de 1 a 150 y 1000 ejemplares en papel Alfa Loeber numerados de 151 a 1.150". El ejemplar que tenemos a la vista corresponde al 525 y lo hemos hallado recientemente de forma casual en una bodega, providencialmente, diría, como esperando un rescate que lo recuperara de su abandono literal. Se trata de un libro de formato 18 x 26 cms., en cuya portada se lee el título, identificación del autor y año. La palabra oda en color azul cuyas vocales mayúsculas están encerradas en cuadrados; seguidamente, a la, en letras minúsculas de color negro, y el sustantivo tipografía en color rojo y escritas en sentido ascendente, descendente, ascendente. Inmediatamente, en letras que imitan la escritura arabesca, la autoría del texto: Por Pablo Neruda. En el nivel inferior de la portada y nuevamente en letras azules como enmarcando el discurso el año de edición: 1956. En las primeras páginas hay una dedicatoria del poeta: «A los que desde mi infancia entraron conmigo a las imprentas» ( y viene la mención de los nombres). Se cierra este paratexto con la sentencia: «A los impresores y obreros de mi país y amigos que en tiempos peligrosos publicaron mis obras», clara referencia a la publicación clandestina de Canto General. El texto tiene una obertura: «…Enmarañado/ Gutenberg:/ la/ casa/ con arañas,/ en tinieblas./ De pronto/ entra/ por la ventana/ una letra de oro./ …Así/ nació la imprenta…» La oda está focalizada en la actividad tipográfica de las antiguas imprentas e imprenteros que iban dando forma a los textos con la configuración de las palabras y las frases mediante las «letras cabales,/ finas/ como lebreles», al decir del hablante, que iban, a su vez, configurando la página; letras en cursivas, por ejemplo, que llegaron con «los descubridores oceánicos» y que «agachó/ para siempre el perfil de la escritura». El hablante nos va comunicando como las letras modeladas por «las manos medievales» fueron «el alfabeto iluminando» hasta que el mundo se plagara de las letras que «levantó libros/ locos/ o sagrados». El hablante paulatinamente va llevando su discurso lírico hacia la presencia magnífica de las letras en el mundo, calificándolas, personificándolas y dotándolas con distintas

significaciones; letras que llegaron a construir «edificios de letras», pues «llegaron/ a la espaciosa nave/ de los libros/ a la tipografía/ navegante». El carácter social y materialista con que Neruda dotó a las odas se hace presente en estas al semantizar a las letras no sólo como bellas sino que las vivifica, pues ellas procrearon «el himno ardiente/ que reúne/ a los pueblos”. Rescatando el sentido primigenio de la oda en tanto vehículo de alabanza y exultación, el hablante lírico principia el elogio de la tipografía centrándose en algunas de las letras, tanto vocálicas como consonánticas, para desembocar en el juego comparativo y metafórico entre la mujer y las letras, en tanto la amada es la personificación de estas: «Amor,/ amo/ las letras/ de tu pelo,/ la/ U/ de tu mirada, /la/ S/ de tu talle (…) Mi amor,/ tu cabellera/ me cubre/ como selva o diccionario/ con su totalidad/ de idioma/ rojo». Avanzado el texto, el hablante nerudiano, focaliza su atención en la figura del linotipista, es decir, en aquel «que las ordena/ y las levanta», pues es el noble oficio del linotipista el que «con su lámpara/ como un piloto/ sobre/ las olas del lenguaje/ ordenando/ los vientos y la espuma, la sombra y las estrellas/ en el libro». La oda termina con una invocación a las letras y una declaración de amor del hablante a las mismas que, metonímicamente, encuentra en la M final del último verso una plena identificación con su amada Matilde: «Letras, seguid cayendo como precisa lluvia en mi camino. Letras de todo lo que vive y muere, letras de luz, de luna, de silencio, de agua, os amo, y en vosotras recojo no sólo el pensamiento y el combate, sino vuestros vestidos, sentidos y sonidos: A de gloriosa avena, T de trigo y de torre y M

Como tu nombre manzana».

POEMAS INMORTALES En 1971, con ocasión de que a Pablo Neruda se le otorga el Premio Nobel de Literatura, la Editorial Quimantú publica el libro Poemas Inmortales, en una edición de 30. 000 ejemplares, como un homenaje de la Patria a “uno de sus hijos más apasionados”. Se trata de una antología realizada por el académico Jaime Concha, actualmente profesor en la Universidad de California, quien también escribe el prólogo. El libro que tengo a la vista reproduce en su portada las pétreas puertas de la ciudad de Macchu Picchu como invitando al lector a entrar en la poesía nerudiana. El nombre del autor y el título están escritos en letras color rojo haciendo alusión a los versos de Alturas de Macchu Picchu y que complementan el diseño gráfico de la portada: “Hablad por mis palabras y por mi sangre”, como también al color que identifica al Partido Comunista. En la contraportada, el libro nos muestra una imagen de la cabeza de Neruda y su perfil con los ojos entrecerrados y en actitud meditabunda, en una fotografía diría que coetánea al momento histórico de la producción del texto. La imagen y las palabras de presentación del libro están puestas sobre un fondo rojo. Luego se indica que la obra pertenece a la Colección Quimantú para todos. Poemas Inmortales, ciertamente, que se insertaba en el proyecto cultural del gobierno de la Unidad Popular, en el sentido de llevar a la mayor cantidad de lectores la producción literaria de los autores de la literatura chilena y universal con el fin de masificarla. Escribe Bernardo Subercaseaux que “Quimantú se transforma en el principal aparato de producción y reproducción de arte bajo el control del Estado. En los dos últimos años de la Unidad Popular, lleva a cabo una producción verdaderamente masiva de libros, una producción que no sólo se erige en alternativa frente a las editoriales del sector privado, sino que además las afecta y va generando nuevas dinámicas en la distribución y consumo de libros en el país”. Efectivamente, recuerdo que durante esos años, es decir, desde los inicios del gobierno del Presidente Allende y hasta la mitad del año 1973, los libros de Quimantú podían adquirirse en los lugares de ventas de periódicos a un valor accesible para la mayoría de los potenciales lectores, entre los que me contaba siendo estudiante universitario. Además, la línea editorial se abrió también a la publicación de ediciones de bolsillo como la colección Minilibros, que se inicia en agosto de 1972 y que contemplaba 4 títulos por mes; al mes de agosto de 1973, según nos informa Subercaseaux, se habían editado 55 libros que privilegiaban a autores consagrados de la literatura universal. El prólogo de Jaime Concha para su edición de los Poemas Inmortales es un escrito que en palabras muy pedagógicas contextualiza histórica, social y culturalmente la vida y la obra de Neruda en no más allá de cinco páginas. El prólogo está redactado bajo la perspectiva de una mirada sociocrítica, ya que

su autor ve la relación directa que se establece entre el quehacer poético de Neruda y su actuar político en el más pleno sentido de la palabra. Escribe Concha que “desde 1954 adelante, este hombre es, en una misma persona, poeta y militante a la vez, y vive realizando las tareas más concretas, que fundan justamente su valor en su alcance preciso y contingente, mientras escribe poemas inmortales”. El prologuista sostiene que la experiencia de la Guerra Civil Española fue para Neruda uno de los acicates principales en su toma de conciencia como “individuo social”, de lo que da cuenta poéticamente su España en el Corazón (1938). Jaime Concha argumenta que “un gran arte, conmovido por la sangre de los niños españoles, de los poetas y de sus amigos muertos, se define políticamente, poniéndose al servicio de la causa del pueblo, convirtiéndose en instrumento de utilidad pública”. En este contexto, el autor pondera el hecho de que Neruda le haya dedicado “una de las primeras y más señeras obras a ese despertar de la conciencia antiimperialista en América Latina que fue y sigue siendo la Revolución Cubana (Canción de gesta, 1959)”. El prologuista ordena los poemas seleccionados en trece secciones que contienen un desigual número de poemas. Las secciones son las siguientes: La familia, La mirada social, El amor adolescente, En la noche del corazón, La guerra, Nace América, Viajes y cosas, Picardías, Cuba se libera, Otro amor, Recuerdos, Aves y Trabajo. Los poemas aparecen insertos en cada apartado sin señalización del poemario del que fueron extraídos, lo que dificultó su identificación para un lector no habitual de la poética nerudiana en el momento en que libro circuló en Chile. Jaime Concha selecciona poemas que forman parte del imaginario colectivo de los chilenos, especialmente de aquéllos poemarios como Crepusculario, Veinte poemas de amor y una canción desesperada, Canto General, Residencia en la tierra o Cien sonetos de amor. (En Confieso que he vivido, Neruda recuerda que “en el sitio más inesperado me lo recitaban de memoria –se refiere a “Farewell”- o me pedían que yo lo hiciera. Aunque mucho me molestara, apenas presionado en una reunión, alguna muchacha comenzaba a elevar su voz con aquellos versos obsesionantes y, a veces, ministros de Estado me recibían cuadrándose militarmente delante de mí y espetándome la primera estrofa”). Así, por ejemplo, de Crepusculario (1923), los poemas “Farewell” o “Maestranzas de noche” connotan dos aspectos relevantes que siempre estarán presentes en la poética nerudiana, por cuanto el primero de ellos semantiza el motivo del amor, mientras que el segundo tematiza la inquietud social que en los textos siguientes serán una preocupación primordial en su quehacer poético. Por otro lado, Concha selecciona del libro publicado en 1924 (Veinte poemas de amor...), y que significa un paso importante en la formación de su figura literaria, los Poemas 1, 3 y 15 que se constituyen en una buena muestra de este poemario donde el amor erótico encuentra su expresión máxima en el poeta juvenil. Del Canto General , publicado en 1950, (y que para Concha es “un canto progenitor del Continente entero... un canto que conduce el destino de los pueblos americanos como un general dirige a sus soldados en el

terreno del combate”), el prologuista selecciona varios, entre ellos “Alturas de Macchu Picchu” (fragmentos). Hay también una muestra de poemas de Residencia en la tierra, Canción de gesta, España en el corazón y Odas elementales. A más de treinta años de la publicación de la antología de Concha, esta se nos revela como una muestra que tuvo una misión histórica en el momento de su publicación –noviembre de 1971-, por cuanto buscó presentar a la mayoría de los lectores chilenos parte de la producción poética de Neruda, potenciada por el Premio Nobel otorgado el 21 de octubre de ese año. Poemas inmortales privilegió la figura del poeta inmerso en la circunstancia histórica que le cupo vivir, por eso que el prologuista concluye su presentación con estas palabras: “Poesía y revolución aquí se hermanan: la voz individual de nuestro máximo poeta no es sino el eco de un canto colectivo, el rumor inconmovible de una sociedad que labra en la práctica, y paso a paso, su destino soberano”.

INCITACIÓN AL NIXONICIDIO CHILENA

Y

ALABANZA DE LA REVOLUCIÓN

En febrero de 1973 circuló en una edición de 60.000 ejemplares y editado por la Editorial Quimantú este libro que guardo como un preciado ejemplar; en su título cumple con el doble objetivo que se propuso su autor en el contexto histórico del Chile de los primeros años de la década de los setenta. La obra publicada, por la en aquel entonces editorial estatal, es hoy en día una joya bibliográfica no tanto por su valor estético, sino más bien por lo que significó en el instante de su enunciación poética. El libro en sí como objeto es un texto que en su portada pone en evidencia de que se trata de una obra de batalla. La portada contiene sólo el nombre del autor y el título de la misma en una combinación de sólo tres colores sobre un fondo blanco. El nombre de Neruda está escrito en letras color verde que era el color distintivo de la escritura del poeta. En la contraportada de color morado, se reproduce parte del prólogo de Neruda que él llama Explicación perentoria, escrito en enero de 1973 en Isla Negra. El prólogo o esta explicación perentoria a la luz de los años transcurridos desde su publicación, es fundamental para entender el sentido último de dicha obra y comprender cuál fue la función que el poeta le asignó a dicho ejercicio escritural. El texto está firmado “Neruda” y en él se presiente la atmósfera sociohistórica en que dicho discurso poético fue engendrado. “Los últimos años del poeta están atormentados por su enfermedad y por las sombras cada vez más oscuras que se ciernen sobre la situación política de Chile, al que Neruda había, entretanto, retornado”, escribe Antonio Melis. Estas palabras introductorias al discurso poético están sobrecargadas por la ira del poeta frente a los acontecimientos que vive el país; y en ellas, Pablo Neruda recupera o resemantiza el viejo concepto y la función de la poesía de la estética del realismo socialista, en tanto que la literatura y el arte como

quien efectúa la poiesis deben estar mancomunados con la función social y revolucionaria del quehacer artístico. De sus palabras se desprenden dos objetivos: uno, para denostar; el otro, para alabar; primero, el presidente norteamericano de aquellos años y luego la revolución chilena de la que era parte activa. Respecto del primero, no duda en calificarlo de “un frío y delirante genocida” y convoca a la poesía para “convertirlo, a fuerza de descargas rítmicas y rimadas, en un impresentable estropajo”. Por otra parte, también lanza sus dardos lingüísticos en contra de los adversarios y enemigos internos de la revolución chilena que, según él, estaban al servicio del imperialismo para desestabilizar el proceso político que se estaba viviendo. Seguidamente, establece la diferencia estilística con el resto de su producción, con excepción de Canción de gesta, ya que dice que el libro “no tiene la preocupación ni la ambición de la delicadeza expresiva, ni el hermetismo nupcial de algunos de mis libros metafísicos. Concluye afirmando que contra los enemigos de su pueblo, “mi canción es ofensiva y dura como piedra araucana”. Como argumenta Melis, esta obra no es más que un libro de batalla “que hace inútil e inadecuado el intento de comprenderlo solamente desde los criterios estéticos”. Efectivamente, los cuarenta y cuatro poemas que conforman el poemario no son más que la muestra palpable de cómo el poeta se pone al servicio de la causa política, alcanzando, a veces, el discurso una tonalidad panfletaria y propagandística. De acuerdo a De Aguiar e Silva, hay que recordar que ya en 1930, Auerbach presentó varias tesis en un congreso de escritores realizado en la ex U.R.S.S. respecto de lo que debía ser la literatura y el arte y la función que debía cumplir el poeta dentro de la sociedad socialista. Así, por ejemplo, se postulaba que “el arte es arma de clases”. Por tanto, creo que Neruda siempre fue fiel a tales preceptos; no sólo es este su último poemario. Melis sostiene que Incitación al nixonicidio y alabanza de la revolución chilena no fue más que “su contribución en defensa de su patria, asediada por la oligarquía chilena y el imperialismo”. Según Coddou, el poemario de Neruda responde conscientemente a la acusada “proclividad a lo panfletario”, por cuanto se trata de una “literatura misional”; argumenta el crítico: “quiere el poemario producir una movilización de conciencia ante el acontecer real histórico, del que se contamina necesariamente, la poesía misma que en tal realidad se produce”. Sicard, por su parte, en un interesante artículo en que se refiere a la relación entre poesía y política o, como él dice, siguiendo a Neruda, entre los “plenos poderes” del poeta y sus “deberes” sociales, sostiene que en esta su última obra en vida, Neruda reivindica la “eficacia propia del arma poética”. Incitación... es “poesía de circunstancia” que, según Sicard, “no representa (...) el estado más profundo de la relación entre Poesía y Política en la obra del poeta chileno”. Sin embargo, la crítica cuando ha leído el libro ha destacado el contrapunto final que se establece entre el habla poética de Alonso de Ercilla

en la estrofa de La Araucana que comienza con el verso “Chile, fértil provincia señalada...”, y la voz poética de Neruda, construyéndose entonces un parangón entre las luchas de Arauco en contra de los españoles en los tiempos de la conquista y las nuevas batallas del pueblo chileno en ese momento histórico de la enunciación poética.

A MODO DE COROLARIO Creo haber cumplido con el propósito que me propuse al inicio de estas líneas, cual fue el hacer una navegación con el carácter de revisión históricocrítica de algunas obras nerudianas que ahora tienen un carácter histórico, pues supieron responder, en el caso de las escritas en los primeros años de la década del 70, a las situaciones coyunturales del poeta y del país, como la obtención del Nobel de Literatura y la problemática política nacional. Por otra parte, la Oda a la tipografía nos revela al poeta que supo imprimirle a las más cotidianas de las realidades su valor estético. Por último, queda demostrado que Neruda no sólo fue un gran poeta que se fue configurando a través del discurso poético, sino que también generó una suerte de poética gráfica en cuanto personaje visual.

Eddie Moral es Piña Mag iste r e n L ite rat ur a por Unive rsidad de Playa Ancha e mor ale s@upa. cl

Artículo escrito bajo el marco del Proyecto DIGI HUMI 05-0304: Diccionario de Autores de la Literatura Chilena del siglo XIX al XX.

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