Misericordia quiero. Tiempo Ordinario y Cuaresma. Ciclo C. Del 17 de enero de 2016 al 13 de marzo de 2016

Misericordia quiero Tiempo Ordinario y Cuaresma Del 17 de enero de 2016 al 13 de marzo de 2016 Ciclo C SUSCRIPCIONES La suscripción a la publicació...
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Misericordia quiero Tiempo Ordinario y Cuaresma Del 17 de enero de 2016 al 13 de marzo de 2016

Ciclo C

SUSCRIPCIONES La suscripción a la publicación «Eucaristía» para el ciclo C (2015-2016) consta del envío de 6 libros: • Adviento y Navidad (29 noviembre al 10 de enero) • Tiempo Ordinario y cuaresma (17 de enero al 13 de marzo) • Semana Santa (20 marzo al 27 marzo) • Pascua y Tiempo Ordinario (3 abril al 12 junio) • Tiempo Ordinario –verano– (19 junio al 14 septiembre) • Tiempo Ordinario (18 septiembre al 20 noviembre) Importe de la suscripción: Envíos a España: 32 € Envíos a Europa: 47 € Envíos a otros países: US$ 55 Información y suscripciones: Editorial Verbo Divino Avda. Pamplona 41 31200 Estella (Navarra) – España [email protected] Tels.: 948 55 65 10 / 948 55 65 05

164  •  Recursos

ÍNDICE Presentación .................................................... 5 17 enero. 2º domingo del Tiempo Ordinario. 7 24 enero. 3er domingo del Tiempo Ordinario. 21 31 enero. 4º domingo del Tiempo Ordinario. 33 7 febrero. 5º domingo del Tiempo Ordinario. 47 10 febrero. Miércoles de Ceniza ................... 61 14 febrero. 1er domingo de Cuaresma ......... 73 21 febrero. 2º domingo de Cuaresma ......... 87 28 febrero. 3er domingo de Cuaresma ......... 101 6 marzo. 4º domingo de Cuaresma ............. 115 13 marzo. 5º domingo de Cuaresma ........... 129 Recursos: Lectio divina .................................................... 143 Para aprender ................................................. 147 Para comprometerse ..................................... 150 Para orar .......................................................... 154 Para comenzar un itinerario de fe ................ 158

Misericordia quiero Tiempo Ordinario y Cuaresma Del 17 de enero de 2016 al 13 de marzo de 2016

Ciclo C

Presentación

«La misericordia es la viga maestra que sostiene la vida de la Iglesia» (Misericordiae vultus 10).

 E

   l año de la Misericordia es un tiempo para «ir al     encuentro de cada persona llevando la bondad y la ternura de Dios». La Iglesia, junto a cada cristiano, ha experimentado el amor de Dios. Es un tesoro que no lo podemos retener ni ocultar, sino que lo compartimos y expresamos. Dios mismo nos pide hacer llegar su amor a cada persona y a cada rincón del mundo. Participamos del misterio del amor de Dios con la humanidad. Cuando la comunidad cristiana celebra, en asamblea, la Eucaristía dominical, siente las injusticias y los sufrimientos de la humanidad. Vemos demasiadas realidades de dolor (individuales y colectivas) como para permanecer impasibles. No cerramos los ojos ante el sufrimiento de nuestros hermanos. Nuestra acción pastoral y social, nuestros sentimientos, y nuestra liturgia están llamadas a ser signo y expresión del amor misericordioso y compasivo de Dios que sale al encuentro de cada persona, especialmente de quienes sufren. Este año de la Misericordia, y especialmente el tiempo de Cuaresma, es una ocasión fabulosa para traducir en

acciones lo que rezamos en la plegaria eucarística: «Danos entrañas de misericordia ante toda miseria humana, inspíranos el gesto y la palabra oportuna frente al hermano solo y desamparado, ayúdanos a mostrarnos disponibles ante quien se siente explotado y deprimido. Que tu Iglesia, Señor, sea un recinto de verdad y de amor, de libertad, de justicia y de paz, para que todos encuentren en ella un motivo para seguir esperando» (PE V/b). Equipo Eucaristía

17 de enero de 2016

Ciclo C

Segundo domingo del Tiempo Ordinario Javier García

El vino nuevo es Jesús Jesús ha transformado para siempre las bodas de Dios con la humanidad (Palabra de Dios). La religión, cuando se erige en el centro, no salva. Solo lo hace siguiendo a Jesús (Homilía). Lo importante no es la religión, sino Dios, el seguimiento de Jesús (Evangelio en casa).

8  •  Segundo domingo del Tiempo Ordinario

Lecturas Lectura del libro del profeta ISAÍAS 62,1‑5 Por amor de Sion no callaré, por amor de Jerusalén no descansaré, hasta que rompa la aurora de su justicia, y su salvación llame como antorcha. Los pueblos verán tu justicia, y los reyes tu gloria; te pondrán un nombre nuevo, pronunciado por la boca del Señor. Serás corona fúlgida en la mano del Señor y diadema real en la palma de tu Dios. Ya no te llamarán «Abandonada», ni a tu tierra «Devastada»; a ti te llamarán «Mi favorita», y a tu tierra «Desposada», porque el Señor te prefiere a ti, y tu tierra tendrá marido. Como un joven se casa con su novia, así te desposa el que te construyó; la alegría que encuentra el marido con su esposa, la encontrará tu Dios contigo. Palabra de Dios NOTAS: El libro de Isaías, en su tercera parte (trito-Isaías, después del destierro en Babilonia), recoge el anuncio de la restauración tras la gran catástrofe, que no es definitiva: Dios anuncia y asegura el futuro. Isaías presenta la imagen sugerente de Jerusalén como «esposa» que ya conocíamos en textos anteriores. El texto profético recuerda el asedio y la devastación por la mano de los babilonios; una terrible sospecha planea sobre su población: ¿acaso Dios la había abandonado y repudiado para siempre? Isaías anuncia unos nuevos esponsales entre la ciudad santa (Jerusalén, Sion), solo aparentemente rechazada, y el Señor, su morador. El lenguaje amoroso y matrimonial atraviesa el texto: amor, corona, diadema, marido, desposorios. El profeta presenta a la ciudad como una novia amada que después de una época de incertidumbre es de nuevo deseada.

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Salmo responsorial 95,1‑2a.2b‑3.7‑8a.9‑10a y c Contad las maravillas del Señor a todas las naciones. Cantad al Señor un cántico nuevo, cantad al Señor, toda la tierra; cantad al Señor, bendecid su nombre. Proclamad día tras día su victoria, contad a los pueblos su gloria, sus maravillas a todas las naciones. Familias de los pueblos, aclamad al Señor, aclamad la gloria y el poder del Señor, aclamad la gloria del nombre del Señor. Postraos ante el Señor en el atrio sagrado, tiemble en su presencia la tierra toda. Decid a los pueblos: «El Señor es rey, él gobierna a los pueblos rectamente».

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los CORINTIOS 12,4‑11 Hermanos: Hay diversidad de dones, pero un mismo Espíritu; hay diversidad de ministerios, pero un mismo Señor; y hay diversidad de funciones, pero un mismo Dios que obra todo en todos. En cada uno se manifiesta el Espíritu para el bien común. Y así uno recibe del Espíritu el hablar con sabiduría; otro, el hablar con inteligencia, según el mismo Espíritu. Hay quien, por el mismo Espíritu, recibe el don de la fe; y otro, por el mismo Espíritu, el don de curar. A este le han concedido hacer milagros; a aquel, profetizar. A otro, distinguir los buenos y malos espíritus. A uno, la diversidad de lenguas; a otro, el don de interpretarlas. El mismo y único Espíritu obra todo esto, repartiendo a cada uno en particular como a él le parece. Palabra de Dios

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NOTAS: La comunidad cristiana de Corinto abundaba en dones (carismas). Esto era su motivo de orgullo y su punto débil, pues cayeron tanto en la soberbia como en la competitividad. Por la soberbia se desentienden de las reglas comunitarias; por la competitividad, eran incapaces de construir la comunidad. Los carismas solo se pueden entender correctamente en función del bien común. Solo pueden ser acción de Espíritu si sirven para edificar la comunidad, no si son motivo de separación, escisión o discordia. Además, los carismas son dones del Espíritu; es Él quien los reparte. Así, lejos de ser motivo de engreimiento o de autosuficiencia, el carismático se sabe agraciado por el mismo Dios y se sabe humildemente beneficiado por Aquel que es Señor de las personas y de la historia.

Lectura del evangelio según san JUAN 2,1‑11 En aquel tiempo había una boda en Caná de Galilea, y la madre de Jesús estaba allí. Jesús y sus discípulos estaban también invitados a la boda. Faltó el vino y la madre de Jesús le dijo: –No les queda vino. Jesús le contestó: –Mujer, déjame, todavía no ha llegado mi hora. Su madre dijo a los sirvientes: –Haced lo que él os diga. Había allí colocadas seis tinajas de piedra para las purificaciones de los judíos, de unos cien litros cada una. Jesús les dijo: –Llenad las tinajas de agua. Y las llenaron hasta arriba. Entonces les mandó: –Sacad ahora un poco y llevádselo al mayordomo. Ellos se lo llevaron. El mayordomo probó el agua convertida en vino sin saber de dónde venía (los sirvientes sí lo sabían, pues habían sacado el agua), y entonces llamó al novio y le dijo: –Todo el mundo pone primero el vino bueno y cuando ya están bebidos, el peor; tú, en cambio, has guardado el vino bueno hasta ahora. Así, en Caná de Galilea Jesús comenzó sus signos, manifestó su gloria y creció la fe de sus discípulos en él. Palabra del Señor NOTAS: Las bodas de Caná constituyen el primero de los siete signos que nos presenta Juan en la primera parte de su evangelio (Jn 2–12). Jesús pone de manifiesto la novedad radical del Evangelio que reemplaza al judaísmo y a sus viejas instituciones (ley, templo). El agua, signo

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de las abluciones necesarias en el judaísmo para purificarse y así considerarse grato a los ojos de Dios, da paso al buen vino del banquete mesiánico. En consonancia con la primera lectura, la nueva relación establecida por Dios tiene lugar en un contexto nupcial; por tanto de alegría, amor y entrega mutua. La nueva realidad salvífica que trae Jesús debe leerse ya no desde la observancia ritual del judaísmo, totalmente incapaz de dar el salto (se queda en las tinajas de agua) sino desde los nuevos esponsales inaugurados por Jesucristo. La figura de María, con su función indicativa y exhortativa («haced lo que él os diga»), invita al lector creyente a ponerse en actitud de escucha y de discipulado ante la persona de Jesús. Pedro Fraile

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Homilía Nos fijamos en el texto evangélico Jesús, su madre y sus discípulos fueron invitados a una boda. El evangelista nos dice que faltó el vino y que María, la madre de Jesús, se lo dijo a su hijo. Jesús intervino y el agua de las tinajas se transformó en vino de primera calidad. El organizador de la boda se quedó sorprendido: «has guardado el vino bueno hasta ahora», le dijo al novio. Nos hallamos ante un relato lleno de símbolos que desea comunicarnos la novedad que ha introducido Jesús en la relación con Dios. La religión se había convertido en un conjunto de leyes, normas y purificaciones, pero le faltaba el encuentro con el Dios de la misericordia. Tenían agua para purificarse exteriormente pero ya no le quedaba el vino de la fiesta. La religión, que debía ser como la celebración de una boda con el Dios del amor, se había convertido en una boda triste, a la que le falta la chispa de la vida y la alegría. Como una boda sin vino. Nos fijamos en nosotros El paso del tiempo, la costumbre y la rutina pueden alejarnos y hacernos olvidar los primeros momentos del amor, cargados de sueños y promesas. Así les sucede a muchas parejas. Pasa el tiempo y, un día cualquiera, descubren que la ruti-

na se ha llevado la alegría, la pasión y, con ellos, el amor. Creyeron que el primer momento iba a durar toda la vida y, una mañana, se despertaron decepcionados, convencidos de que no cabía esperar nada más el uno del otro pues el amor se había ido de casa. Cuando la religión se convierte en una boda sin vino En la relación con Dios Padre también puede sucedernos lo mismo. Creemos habernos enamorado de Él, le juramos amor eterno, organizamos la casa de la religión, nos instalamos en ella y nos sucede que, con el paso del tiempo (de los siglos), la vamos llenando de normas, de costumbres, de ritos, también de condenas y reproches. Y, un día, nos despertamos con el corazón vacío, porque nos sobran cosas y nos falta el amor de Dios. Nos falta el vino. Solo Jesús transforma el agua en vino Solo Jesús puede hacer que en la boda con Dios no nos falte la alegría. Solo Él puede ayudarnos a redescubrir el amor que Dios nos tiene. Solo Él puede transformar el agua en vino. A nuestro lado está María, su madre y nuestra madre, y como en aquella ocasión, nos vuelve a decir: «haced lo que Él os diga».

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Celebración MONICIONES Ambientación inicial. Dios Padre nos ha convocado para celebrar la alegría del Evangelio. Y, esta alegría, es Jesús, su Hijo. Él hace que la vida tenga pleno sentido, nos descubre el amor y nos desinstala de nuestras tristezas, mentiras y comodidades. Él es el vino que alegra nuestros días y nuestras relaciones. Escuchémoslo, acojámoslo, sigámoslo. Acto penitencial. –  Nos consideramos religiosos pero nos cuesta acoger el Evangelio. ¡Señor, ten piedad! –  Hacemos cosas, cumplimos con ritos y normas, pero no escuchamos a Jesús. ¡Cristo, ten piedad! –  María nos muestra el camino hacia su Hijo pero, a menudo, tampoco la escuchamos. ¡Señor, ten piedad! Padre, ayúdanos a escuchar y a seguir a tu Hijo. Te lo pedimos por Él, por Jesucristo, nuestro Señor. Amén. Ambientación de la Palabra. La relación entre Dios y los hombres y mujeres de todos los tiempos puede compararse a una boda. Es un compromiso de amor, un compromiso al que Dios será siempre fiel. La prueba de esta fidelidad del amor de Dios es Jesús. Él será para siempre la novedad del vino nuevo, el vino de calidad única que alegrará nuestras vidas y renovará cada día las bodas de Dios con su pueblo. Despedida. «Haced lo que él os diga». Estas palabras de María, la madre de Jesús, nuestra señora, están dirigidas a todos nosotros. Escuchémoslas. Permitamos que sus palabras se posen en nuestro corazón.

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Oraciones COLECTA Dios todopoderoso, que gobiernas a un tiempo cielo y tierra; escucha paternalmente la oración de tu pueblo y haz que los días de nuestra vida se fundamenten en tu paz. Por nuestro Señor Jesucristo.

ORACIÓN DE LOS FIELES Vamos a poner los ojos en nuestra madre, María, y le vamos a pedir que nos ayude a escuchar y a seguir a su Hijo, Jesús. (Como respuesta, decimos: «Madre, ayúdanos a escuchar a tu Hijo») •  Sin Jesús nuestra vida creyente se empobrece y pierde la alegría y el amor. Acompaña a todos tus hijos para que podamos descubrir la grandeza de Jesús, tu hijo y nuestro hermano. Oremos. •  Sin Jesús la religión se convierte en normas y ritos y pierde la novedad de la Buena Noticia. Madre, ayúdanos a renovar nuestro cristianismo. Oremos. •  Sin Jesús la humanidad es menos humanidad. Madre de todos los hombres, ayúdanos a descubrir el Reino de Dios presente en la historia y por el que tu hijo entregó su vida. Oremos. •  Sin Jesús la vida es más gris, perdemos la alegría de vivir. María, causa de nuestra alegría, ayúdanos a abrir nuestra mente y nuestros corazones a la novedad de tu Hijo. Oremos. Padre, regálanos tu Espíritu. Que su fuerza nos impulse a creer en tu Hijo y a permanecer fieles en su seguimiento. Por Jesucristo, nuestro Señor.

SOBRE LAS OFRENDAS Concédenos, Señor, participar dignamente de estos santos misterios. Por Jesucristo, nuestro Señor.

DESPUÉS DE LA COMUNIÓN Derrama, Señor, sobre nosotros tu espíritu de caridad para que, alimentados con el mismo pan del cielo, permanezcamos unidos en el mismo amor. Por Jesucristo, nuestro Señor.

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Misa de familia Felipe Cervera

EL VINO QUE ALEGRA EL CORAZÓN DEL HOMBRE Ambientación. Jesús asiste a la boda de unos novios que no han preparado suficiente vino. Jesús convierte el agua en vino para que la fiesta no sea un desastre. No es el vino, sino el cariño de Jesús quien salva la fiesta. Saludo. El Dios del amor, que ama la vida y quiere que seamos felices, esté con todos vosotros. Pedimos perdón. Jesús nos invita a ser el buen vivo que alegra el corazón de todas las personas, pero muchas veces solo hemos sido vinagre, por eso pedimos perdón. –  Tú que nos enseñas a pensar antes en los demás que en nosotros mismos. ¡Señor, ten piedad! –  Tú que siempre eres generoso con nosotros. ¡Cristo, ten piedad! –  Tú que quieres que perdonemos como somos perdonados. ¡Señor, ten piedad!

Oración de los niños •  Por la Iglesia, para que sea amable, generosa y todos descubran en ella el cariño y la ternura de Jesús. Roguemos al Señor. •  Por todos los matrimonios y todas las familias, para que cada día aumente su cariño, su amor, su unión. Roguemos al Señor. •  Para que siendo buenos como Jesús seamos el buen vino que alegra el corazón de todos. Roguemos al Señor. •  Para que hagamos caso a María, la madre de Jesús y madre nuestra, y así hagamos lo que Jesús nos enseña. Roguemos al Señor. •  Por nuestra comunidad parroquial para que sea acogedora y llene de alegría a todos. Roguemos al Señor.

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Acción de gracias –  Gracias, Jesús, porque cada nuevo día es una fiesta que tú nos regalas. –  Gracias, Jesús, por nuestro familiares y amigos que nos ayudan a que nuestra vida sea una fiesta. –  Gracias, Jesús, por los dones que se nos han dado y que queremos que ayuden a los demás. –  Gracias, Jesús, porque has querido que tu madre sea también nuestra Madre. –  Gracias, Jesús, porque tú sí que eres el buen vino que alegra nuestro corazón.

Signo de participación Para este signo hay que preparar globos de colores que siempre significan alegría. Cada niño depositará un globo delante del altar. Un niño leerá: «Cuando hacemos una fiesta solemos poner globos de colores que significan alegría. Hoy los ofrecemos como señal de nuestro compromiso de hacer felices a los demás». Al final de la misa los niños pueden explotar los globos como si fuera una traca de fin de fiesta.

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Homilía Misa de familia Seguramente que los niños han asistido a alguna boda. Dialogar con ellos sobre lo que se hace: la ceremonia del enlace, el banquete, la fiesta, la alegría de todos. El evangelio nos cuenta que Jesús y María, su madre, fueron invitados a una boda que se celebraba en Caná. En aquel tiempo la fiesta de la boda duraba varios días y en esos días había grandes banquetes donde la bebida principal era el vino. ¿Qué pasó en aquella boda? Faltó el vino. Menos mal que los invitados no se dieron cuenta, si no menuda vergüenza, cuanta burla y qué fiesta más aburrida. ¿Quién se dio cuenta de que faltaba el vino? María, la madre de Jesús. ¿Qué hizo? Decírselo a Jesús. ¿Qué hizo Jesús? Convirtió el gua de seis grandes tinajas en el mejor vino que podía existir. Es decir, Jesús se preocupó de ayudarles, de hacerles un regalo que les hiciera felices. ¡Entonces sí que fue una gran fiesta! Hoy el Evangelio nos quiere decir dos cosas. Una, que Dios es alegre y alegra nuestro corazón como lo alegra el buen

vino. Dos, que la vida es una gran fiesta, pero que todos no lo pasan bien, no todos tienen el buen vino, es decir, aquello que les ayude a ser felices y a salir adelante. ¿Qué vino, qué cosas les faltan? A unos el trabajo para ganarse el pan de cada día, a otros la comida, a otros la salud, a otros una casa donde vivir, a otra compañía y otro cariño, esperanza o ilusión para seguir viviendo. Comentar con los niños si a ellos les falta algo. Y preguntar: ¿Quién puede dar a esa gente ese buen vino que les falta? ¡Qué bien si Jesús volviera a hacer el milagro! pero Jesús nos ha dicho que seamos nosotros quienes convirtamos el agua en vino, que seamos nosotros quienes hagamos el milagro de hacer felices a estas gentes. Nuestro amor, cariño, ayuda, compañía, amistad, acogida, apoyo, nuestro compartir, nuestro hacer siempre el bien como hizo Jesús tiene que ser el buen vino que haga que la vida sea, como Dios quiere, una gran fiesta para todos. ¿Estáis dispuestos a repetir el milagro que hizo Jesús?

18  •  Segundo domingo del Tiempo Ordinario

El Evangelio en casa Ambientación Las bodas de Caná constituyen el primero de los siete signos que nos presenta Juan en la primera parte de su evangelio (Jn 2–12). Jesús pone de manifiesto la novedad radical del Evangelio que reemplaza al judaísmo y a sus viejas instituciones (ley, templo). Toda religión organizada corre el riesgo de olvidarse de la novedad radical de los orígenes y convertirse en institución vieja y obsoleta. También el cristianismo organizado en las distintas Iglesias corre este peligro. Nos preguntamos ¿Qué situaciones de envejecimiento descubres en el cristianismo? ¿Qué alejamientos del cristianismo descubres respecto al Evangelio anunciado por Jesús? ¿Qué hay en él de falta de vino? Proclamamos la Palabra: Juan 2,1‑11. Nos dejamos iluminar Lo importante no es la religión sino Dios. La religión debe estar al servicio del encuentro con Él. En el cristianismo lo importante no es la religión organizada en Iglesias, sino el encuentro y seguimiento de Jesucristo. La Iglesia es posibilidad y sacramento para este encuentro y seguimiento. El evangelio de Juan nos ayuda a ver de un modo muy claro que «el vino» solo lo pone Jesús y que cuando este falta solo nos queda el «agua». A las bodas de Dios con su pueblo les falta el vino. Seguimos a Jesucristo hoy ¿Qué hay en mi (en nosotros) de agua? ¿Echas en falta el vino de Jesús? ¿En tu vida cristiana? ¿En la vida de la Iglesia? María nos dice: «haced lo que él os diga». ¿La voy a escuchar? ¿Cómo?

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Plegaria En esta boda nuestra de prisas y risas, de miradas distraídas, con monologuistas de conversaciones vacías, «hola ¿qué tal? yo miro por mí» soy un hombre feliz... En esta boda nuestra de imágenes, pasarelas, discursos y banderas, crisis, alambradas, guerras y miedos, «hola ¿qué tal? yo miro por mí» soy un hombre feliz... En esta boda nuestra de pobres, sin techo, sin trabajo, sin tierra, sin país, sin papeles, sin futuro... «hola ¿qué tal? yo miro por mí» soy un hombre feliz... Jesús, en esta boda nuestra, de prisas y risas, imágenes y pasarelas, y de pobres, muchos pobres también, apenas nos queda vino ya. Tú conviertes el agua en vino, Tú conviertes los corazones. Javier García