Mensaje mensual del Imperator La Alquimia del Matrimonio

Mensaje mensual del Imperator La Alquimia del Matrimonio Por H. Spencer Lewis [De “The Mystic Triangle” Julio de 1926] Hoy en día existe un consider...
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Mensaje mensual del Imperator La Alquimia del Matrimonio Por H. Spencer Lewis

[De “The Mystic Triangle” Julio de 1926]

Hoy en día existe un considerable debate en todo el mundo civilizado sobre el matrimonio y el divorcio y los muchos otros problemas que están asociados con estos dos asuntos importantes en la vida de hombres y mujeres. El tema ha sido discutido desde el punto de vista moral, ético, religioso y jurídico, y de cada uno de estos ángulos, hay mucho que considerar. Sin embargo, los rosacruces siempre han tenido un punto de vista sobre el matrimonio que usualmente no se considera cuando el tema es discutido y no está cubierto por ninguno de los argumentos dirigidos de cualquiera de los ángulos mencionados. Este punto de vista puede ser considerado como el quinto o el punto de vista metafísico o Cósmico. Es el punto de vista al que siempre le han dado importancia y consideración en primer lugar los místicos y los metafísicos de épocas remotas, sobre todo en la Edad Media, y es hoy el código real por el cual los Rosacruces modernos ven tanto el matrimonio como el divorcio. Este punto de vista nos permite entender el matrimonio, las relaciones reales y los problemas de una manera que hace al asunto de mayor importancia para el individuo y la sociedad en general que cualquier otro punto de vista que podamos tener sobre ello. En la Edad Media, cuando los místicos escribían prolíficamente acerca de las leyes alquímicas que rigen todas las manifestaciones en el Universo, un libro que lleva el título de "Un Matrimonio Alquímico" se hizo muy popular, en este tratado se presentó entre líneas un muy profundo pensamiento que a través de la unidad o, en otras palabras, a través del matrimonio, de polaridades opuestas en todas las cosas es que la naturaleza misma se reproduce y hace las manifestaciones maravillosas de las que somos testigos. Es mi propósito, por lo tanto, en este momento hablarle a usted sobre el matrimonio alquímico.

Entendemos que todo lo que se manifiesta a nosotros en todo el mundo material es el resultado de la unión simpática o enlace de lo negativo y positivo, el semejante y desemejante, los elementos masculinos y femeninos. De hecho, el místico se da cuenta que sólo a través de la asociación y la unión armoniosa de dos elementos separados, pero simpáticos y disimiles, es que tenemos manifestaciones de la vida, de la forma, o la existencia en cualquier sentido. Esto es geométrizado por la afirmación de que el número uno representa, solo la mitad de cualquier manifestación, y el número dos representa los dos elementos de diferente naturaleza necesarios para una unidad de expresión, y que el número tres, simbolizado por el triángulo, es una representación de creación perfecta, porque el tercer punto es un producto o resultado de la unidad de uno y dos, que, por su combinación o asociación, producen una

tercera manifestación o creación. Esto se ve simbolizado por la vieja fórmula mística en la que el triángulo tiene una palabra en cada uno de sus tres puntos, a saber: tesis, antítesis, síntesis, las dos primeras, siendo opuestas una de otra, diferente, pero simpáticas, se unen para producir la tercera. De hecho, este mismo principio, a través de la demostración de los alquimistas, se ha convertido en una ley química moderna o principio que tenemos, conocido como síntesis química, o la producción sintética por los procesos de control de las manifestaciones naturales.

El hombre es dual en su composición elemental en todo lo esencial. Las mismas células que forman la composición de su cuerpo material constan de dos polaridades de naturaleza distinta, unidas por un proceso alquímico para hacer una manifestación perfecta. El cuerpo del hombre, como un ser sensible, consiste del cuerpo material unido a un segmento del alma del universo y los dos manifiestan vida. Es una ley fundamental de la naturaleza, y un principio fundamental del conocimiento de los místicos, que cualquiera de los dos elementos necesarios que representan una unidad no puede manifestarse adecuadamente, funcionar apropiadamente, o existir como un principio activo de la creación perfecta mientras se encuentran separados y desunidos. De hecho, los místicos antiguos afirmaron que el estrés encontrado en la naturaleza, la actividad manifestada por la esencia del espíritu de todo el mundo, se debió a la inquietud propia de cada elemento en la búsqueda de su compañero simpático o su afinidad, y que, hasta que encontró su parte complementaria y se unió con él, no fue sólo una creación inmanifestada e imperfecta, o incompleta creación de la naturaleza, sino un elemento de inquietud en el universo.

La ciencia experimental ha encontrado lo que está claramente indicado por los pasajes en los escritos sagrados de Oriente –incluso en muchos de los pasajes de la Biblia cristiana - que toda la vida animal, incluyendo la primera forma humana, era originalmente bisexual y eso no a través de un proceso ciego de evolución mecánica, pero por un decreto de Dios las naturalezas sexuales fueron separadas y en el caso de los seres humanos femeninos, se volvieron un ser separado del hombre quitándole a este los elementos, las funciones, y la naturaleza distintiva que componen a la mujer. Esto dejó a todas esas formas divididas con polaridades distintas de naturalezas opuestas, pero estableció una tercera condición que puede ser entendida como la atracción simpática. En otras palabras, las dos partes separadas complementarias de la unidad fueron inconscientemente conscientes de su relación anterior y trataron de restablecer la unión. Nos damos cuenta por esto que hay, fundamentalmente y únicamente de un punto de vista metafísico o alquímico, una verdadera mitad complementaria de cada criatura viva, y esto ampliamente difundido y a menudo mal entendido, llevó a la idea popular de la existencia de una afinidad en el mundo humano para todos los seres, así como una afinidad química en el mundo de la química para cada uno de los elementos de la naturaleza. Por tanto, si consideramos el matrimonio como la unión por una ley natural alquímica o el principio de dos partes complementarias separadas pero simpáticas de una unidad

predeterminada, podemos entender que el matrimonio bajo estas condiciones o de tal naturaleza es un estado ideal, y de hecho, el único estado en el que los dos seres encuentran esa fase o grado de manifestación perfecta y existencia decretada por Dios y la naturaleza para ellos.

Así pues, tenemos los principios envueltos, pero nos encontramos con que, a diferencia de las manifestaciones de estos principios que ocurren automática o naturalmente en el mundo químico o elemental, entre los humanos hay una interferencia y arbitraria dirección provocada por la insistencia deliberada del hombre por suplantar la mente cósmica o espiritual con su propia mente. En otras palabras, es sólo en el laboratorio del alquimista, y sólo en condiciones favorables y tratando de cooperar con todas las leyes de la naturaleza, que el hombre es capaz de dirigir y controlar los procesos naturales de la atracción que reúnen los elementos complementarios de las unidades. Lo que hace en su laboratorio se considera milagroso porque está suplantando su mente, su inteligencia y su voluntad por la divina inteligencia y la voluntad divina, como podría parecer a aquellos que no lo entienden. Pero cuando se trata de esa otra y más importante de todas las manifestaciones de la ley de la atracción y la simpatía, la unión de dos seres complementarios, el hombre no duda en ejercer su voluntad, su discreción, y su selección a tal grado que podría parecer un sacrilegio para el alquimista en su laboratorio.

Con esto queremos decir que el hombre ha desarrollado en su mente la idea de que es capaz de interpretar las diversas emociones de su ser y decidir cuál de ellas es una pura, verdadera atracción, alquímica y natural hacia y para la parte complementaria del hombre y que no son más que pasajeras atracciones químicas de los elementos de su ser físico tal como son la relación entre los elementos de las otras expresiones físicas a su alrededor o cerca de él. Él se compromete interpretando las ilusiones, impresiones y emociones transitorias de su mente como la permanente, adecuada y el grito Cósmico de un separado ser para su compañero. Los químicos son muy conscientes del hecho que los elementos de la naturaleza que no se han unido con sus partes complementarias, no pueden ser forzados a una combinación antinatural o antipática o inarmónica con otros elementos, y el biólogo es consciente del hecho que la unificación artificial de dos elementos antipáticos o desacordes producirá un producto inarmónico, debajo de lo normal o anormal, lejos de la perfecta creación que está representada por el tercer punto del triángulo, pero este gran hecho, conocido al químico y al biólogo y así definitivamente entendido por el místico y especialmente por el Rosacruz , no es apreciado o examinado por el hombre y la mujer promedio de hoy. Buscamos en vano en las doctrinas y principios de las diversas religiones sobre la promulgación de esta correcta idea con respecto al matrimonio. Muy a la ligera, se dice que los matrimonios son hechos en el Cielo, y desde el punto de vista alquímico esto es perfectamente cierto. Desde la perspectiva del biólogo y el químico, esto suena tanto como un hecho, pero no se aplica en el caso de esos matrimonios o en el caso de

esas combinaciones de individuos reunidos por decisión arbitraria del hombre y su voluntarioso e ignorante mal uso de las leyes naturales.

Los místicos siempre han afirmado y demostrado a lo largo de muchos años de dirección organizada de los asuntos de sus miembros y asociados, que el verdadero matrimonio de dos seres humanos puede resultar de un cuidadoso estudio de las características y elementos naturales de las dos personas implicadas, y que un matrimonio puede ser realmente un matrimonio alquímico y por lo tanto uno Cósmico y Celestial. Para ellos el alma en el hombre y la mujer, o en otras palabras, la verdadera naturaleza química de la esencia divina en cada uno de ellos, deben estar unidos por la atracción natural antes que los cuerpos físicos puedan ser adecuadamente unidos o vinculados. En todas las antiguas ceremonias realizadas por los Rosacruces, y algunas de las antiguas escuelas, el matrimonio físico nunca se llevó a cabo hasta después del matrimonio del alma, en el que los dos seres internos, los dos seres naturales, encontraban la unión perfecta, sublime sintonía y unidad natural. En estos casos, el matrimonio físico se realizó sólo para cumplir con las costumbres éticas, jurídicas o religiosas de la tierra y la ceremonia de matrimonio por lo tanto, para realizar la unión física, era considerada como una fórmula inventada y diseñada por el hombre como un intento de interpretar y llevar a cabo la ceremonia natural de la que había una idea muy vaga y sobre la cual no tenía ningún control. Conforme ha pasado el tiempo, la ceremonia del alma, el proceso alquímico de matrimonio, ha sido completamente pasado por alto y la fuerza y el poder de la fórmula humana se ha incrementado hasta el punto donde el hombre cree que su interpretación de la fórmula, o su dirección de la ceremonia no sólo decreta la unión física para ser correcta, completa y de acuerdo con la ley natural, sino de alguna manera la obra de un milagro adicional, forzando a la naturaleza a sancionar y sintetizar la unión del alma que debería haber tenido lugar.

En algunos casos este tipo de matrimonios son perfectos, ya que la pareja tenía la experiencia, mucho antes que el matrimonio físico, un matrimonio natural de la esencia del alma y la unión física no fue sino una consecuencia de lo que habían experimentado mucho antes, interior y divinamente; pero en la mayoría de los casos, es triste ver que el matrimonio físico ha sido celebrado o dispuesto y luego a toda prisa realizado antes de que hubiera alguna unión del alma, y aun cuando el matrimonio o el matrimonio alquímico del alma era imposible debido a la falta de sintonía entre los dos, así unidos. Este tipo de matrimonios no son de la esencia representada por el tercer punto del triángulo. Ninguna mezcla comprensiva de naturalezas ocurre; no hay alquimia o atracción cósmica, sino únicamente una química, física y transitoria y estas cosas mortales constantemente cambian, llevando tarde o temprano, la comprensión a la pareja que no están bien acoplados, junto con malentendidos y discordias. Porque aun en las formas más diminutas de toda forma material en el mundo químico erróneamente unidos, los elementos siempre vibrarán inarmónicamente y por una ley más natural trataran de separarse de la unión que los ha reunido y arrojarse lejos del entorno mismo en que se ven

obligados a coexistir. No es de extrañar, entonces, que los hombres y mujeres, unidos erróneamente, busquen, no sólo a través de sus mentes e intelectos objetivos, sino por su misma esencia del alma y naturaleza interna, separarse uno del otro y romper los lazos que los unen y libres a sí mismos de los estrechos límites en los que se han visto obligados.

El divorcio, por tanto, es inevitable, mientras esta forma actual de matrimonio sea tolerada. Mientras el hombre asuma la responsabilidad y arbitrariamente dirija el encuentro de su naturaleza con la de otro, tendrá el hombre el derecho de expresar los impulsos de su verdadero ser y su naturaleza interna y busque deshacer el error que es un pecado contra la naturaleza y una violación de los principios Cósmicos. Al igual que en la consideración ética y moral del problema así en la solución alquímica o mística nos encontramos cara a cara con la cuestión de la descendencia. Pero una vez más el hombre arbitrariamente asume la responsabilidad y por lo tanto debe asumir las consecuencias y establecer los medios para satisfacer esas consecuencias. Para el místico la unidad de dos elementos mal acoplados, o el matrimonio no alquímico de dos elementos desacordes, es un pecado y una violación que debería ser descubierta antes que tal condición pudiera promulgarse en la forma de hijos u otras manifestaciones más. En el mundo de los asuntos humanos, en la mayoría de los casos, el error no se descubre antes de que tales consecuencias se produzcan, y no se le da la debida consideración cuando se descubre el error, y hasta que el hombre considere estas cosas bien y vea en los principios en juego la grande y maravillosa inteligencia de Dios, trabajando y el decreto de Dios en la naturaleza manifestado, no puede afirmar que está cumpliendo con los decretos de la santa conciencia de que los matrimonios realizados o tolerados por él son verdaderamente matrimonios alquímicos o matrimonios hechos en el cielo. Traducción P.C.D.G. F.R.C.

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