Menores infractores y delincuencia adolescente

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Menores infractores y delincuencia adolescente LA DELINCUENCIA : REFLEXIONES A PARTIR DE LA CLÍNICA1 GINO NARANJO

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Las reflexiones que hoy día pongo a su consideración son el fruto de una experiencia clínica con un muchacho « delincuente » de 17 años. Quizá los que trabajan con mayor frecuencia y están en contacto con jóvenes delincuentes puedan decirme si estos planteamientos se sostienen. Es decir que se trata de una reflexión a partir de su propio discurso. El joven es traido a un servicio de psicología clínica por su hermano mayor. Es él quien desde la muerte del padre se ha ocupado de sus hermanos y es por esto que está muy preocupado por el menor de sus hermanos. Refiere que cada vez está más alejado de la familia, ha dejado de acudir a su trabajo y está bebiendo en exceso. Espera del trabajo clínico que se lo convenza del mal camino que está siguiendo.

El muchacho ha aceptado esta ayuda porque últimamente ha tenido experiencias que han puesto en peligro su vida y su libertad. Esto lo ha asustado.

Hace aproximadamente un año, dos conocidos le invitan a formar parte de una pandilla recién formada. El ser uno de los primeros miembros le ha ubicado en el tercer lugar dentro de la jerarquía. Con el tiempo y sobretodo con la implicación en actos delictivos, la pandilla se ha constituido en una de las más temidas de la ciudad. La pandilla además ha ido creciendo en número de miembros (chicos y chicas). Estos dos elementos, la del prestigio de la pandilla y la cantidad de miembros, es situado como un logro de los principales miembros de la pandilla, en los que se cuenta él mismo.

Dice sentirse muy orgulloso de esos logros pues sin duda eso le ha dado un estatuto y un reconocimiento muy importante. Además ha sido él quien ha iniciado a muchos jóvenes, incluso mayores que él (lo dice con mucho orgullo) en las actividades delictivas. Ha sido él también quien decidía quienes cumplían con los requisitos para ingresar al grupo y qué tipo de

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Ponencia presentada en el II Seminario Internacional Derechos de la Niñez, UPS, Quito, enero 2004. Docente de la Maestría en Política Social para Promoción de la Infancia y Adolescencia, UPS Ecuador.

2 pruebas tenía que aprobar el candidato. En definitiva, al interior del grupo, eran varias las responsabilidades que debía asumir. A la pregunta de que es lo que le atrae de ser miembro de la pandilla responde categóricamente « el reconocimiento », antes de ser pandillero nadie le respetaba, ahora hasta los niños pequeños lo reconocen, en las discotecas lo llaman por su nombre y le invitan a entrar sin pagar, las chicas lo admiran y ya ha tenido varias enamoradas. Sería largo describir todo el tipo de reconocimiento que ha adquirido al ocupar tal sitial en la pandilla, solo nos interesa destacar que la nominación y el reconocimiento están en el centro de la problemática de este joven (y podríamos arriesgarnos a decir que de una mayoría de adolescentes que pertenecen a estos grupos y que delinquen) la nominación, es decir, el reconocimiento por el otro, el Otro de un rasgo, de un nombre, de un lugar, etc. Un breve paréntesis únicamente para destacar la importancia que se atribuye a la ceremonia del bautizo y al « nuevo nombre » impuesto dentro de las pandillas, en donde esos nombres dan cuenta de una virilidad reencontrada (Rambo, El Tuco, El Pituco por ejemplo).

Ahora bien, ¿por qué nos parece significativo este hecho del reconocimiento en este muchacho ? ¿Por qué se elige la vía de la pandilla y de la violencia ? ¿Cómo explicar la paradoja que la marginalidad puede constituirse en un trampolín para el reconocimiento ?

Aclaremos que cuando hablamos de « reconocimiento » nos estamos refiriendo a la posibilidad de admitir en el otro algo que me permite establecer un vínculo social. El diccionario nos da, entre otras, estas definiciones : Reconocer : Examinar con cuidado a una persona o cosa para enterarse de su identidad, naturaleza y circunstancias.

Admitir y

manifestar una persona que es cierto lo que otro dice o que está de acuerdo con ello. Considerar, advertir o contemplar. Como antónimos evidentemente rechazar, repudiar.

Como sabemos todo reconocimiento es simbólico, simbólico en tanto que el ser humano es un ser de lenguaje y que como tal necesariamente ocupa un lugar dentro del conjunto social determinado precisamente por el lenguaje y sus leyes (la discontinuidad de la cadena de significantes, la metáfora y la metonimia, la pérdida irreductible). Lo paradójico de esto es que a la vez que inscribe un defecto, una hiancia, permite también buscar un remedio a este malestar generado por la propia condición del lenguaje. Vemos como cada sociedad busca un remedio, aunque sabemos que esto es irreductible. destrucción del simbólico.

Sin embargo esto no conlleva la

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Es en este mundo simbólico en el que estamos inmersos, que entre los interlocutores se establece implícitamente un pacto, en el que cada uno ocupa un lugar obedeciendo a determinadas reglas y normas, que sin embargo no están inscritas en ningún código, automáticamente esto nos pone en lugares diferentes y diferenciados. La anulación o la ausencia de este pacto reduce a los sujetos a un enfrentamiento puramente imaginario y necesariamente agresivo y violento, ya no está más la palabra que venga a mediar entre ellos no hay otro recurso más que el golpe, la violencia. Debe entenderse lo imaginario como la forma inicial de constitución de un sujeto según la imagen de su semejante. En ese sentido es una relación de dos.

En este caso que nos sirve para el análisis encontramos por un lado la ruptura del pacto con el otro social, en general, pero por otro lado, al interior de los grupos pandilleros el reforzamiento de reglas y normas, que es toda una forma de referencia a lo simbólico, y el peso que tiene la palabra al interior, pero esto ya no funciona frente a los otros en la sociedad ahí la palabra ha dejado de ser eficaz y surge evidentemente la violencia ; lo que queremos decir es que en la pandilla se atribuye un lugar a alguien dentro de ese conjunto social. De ahí que el muchacho de nuestro ejemplo buscaba otra inscripción en el tejido social, de ser un obrero marginado a ser un joven temido y respetado por la población de un sector bastante grande de la ciudad, aun a costa de estar fichado por la policía y de incluso poner en riesgo su vida. No cabe duda que la subjetividad se organiza dentro de un lazo social.

Ahora bien, para participar en el proceso de intercambio es necesario, de algún modo estar preparados no es algo que se da « naturalmente », y vemos que lo propio de la delincuencia es participar de este intercambio a través del rapto, la captura, la violación. Clínica centrada en el modo de relación de intercambio.

Tratemos de responder a la pregunta antes formulada : ¿Por qué la vía de la pandilla ? Quizá porque es el recurso efectivo y rápido que está cerca de los muchachos. En la historia de este muchacho esto es evidente, luego de haber cometido dos o tres actos violentos obtuvo el reconocimiento de los otros entonces aquí la pregunta se invierte, por qué los demás admiran este tipo de actos y atribuyen al que lo hace un nombre. ¿Por qué el acto violento asegura un reconocimiento y hasta una identidad ? Nos arriesgamos con una respuesta : porque detrás de ellos hay un valor fálico, es decir, se asigna un atributo de hombría.

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Desde ese lugar está permitido ejercer cierta autoridad a nombre de tal grupo yo puedo permitirme hacer algo que esta prohibido. Esto es lo grave, que el muchacho ha necesitado recurrir a este grupo, a este nombre, para que el interlocutor (en general la comunidad) lo tome en cuenta, lo valore. Porque hay que reconocer que la delincuencia se caracteriza por la infracción, la violación sea para destruir algún objeto (vidrios, autos, etc) sea para apropiarse de él. Es esta infracción la que esta en el centro de la acción delictiva y no como se puede creer en un primer momento el valor comercial del objeto robado, sino más bien las condiciones de su adquisición. Es decir mientras más peligroso y temerario sea más valor tendrá la acción delictiva, ante los ojos del propio muchacho y sobre todo ante los ojos de sus similares. Lo que nos permite avanzar hacia una conclusión : la acción delictiva no es por lo tanto real sino simbólica, busca algo más que un valor material, lo que importa es el reconocimiento de alguna « virtud », en el caso descrito esta virtud era la valentía, la virilidad.

Quiere esto decir que la condición social, económica y cultural no es una condición para delinquir, igual puedo citar ejemplos de muchachos incluso con mayores dificultades económicas y sociales y que no han acudido a la delincuencia ; así como muchachos educados en los colegios mas caros y que se dedican a delinquir, a robar, a incendiar, a destruir la propiedad, etc.

Sea cual sea la condición económica social del delincuente, desde la perspectiva clínica, me ha parecido que lo común es la necesidad de reconocimiento, de una nominación.

Podemos concluir diciendo que otro de los aspectos que se deben considerar además de la transgresión de las leyes y los códigos, que no hemos tratado ahora es este de la nominación y del lugar simbólico ocupado por el joven delincuente.

Si se plantea la acción delictiva como un recurso con el que se busca una inscripción, otra, en el lazo social. Así que la pregunta se la debe formular a lo social como tal, ¿qué lugar asignamos a los jóvenes hoy en día para que ese sea el único recurso disponible ?

Gino Alfredo NARANJO Psicólogo Clínico

5 Enero 2004

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