"LOS VALORES EN UNA SOCIEDAD LIBRE Y PLURAL"

"LOS VALORES EN UNA SOCIEDAD LIBRE Y PLURAL" Rodríguez, Lilian. Los valores en una sociedad libre y plural. Inédito 1997 “La valoración es una "lect...
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"LOS VALORES EN UNA SOCIEDAD LIBRE Y PLURAL"

Rodríguez, Lilian. Los valores en una sociedad libre y plural. Inédito 1997

“La valoración es una "lectura" humana de la realidad.” Juliana González

El tema de los valores se ha puesto de moda, hoy en todos lados habla de ellos, aunque nadie parece ponerse de acuerdo ni siquiera en su definición; lo mismo se escuchan discursos en los cuales se anuncia su disolución, como aquellos en los que se busca reafirmar de manera definitiva su carácter universal. Los valores aparecen en muy distintos ámbitos, más no en todos generan el mismo tipo de preocupación; respecto de los valores sociales, económicos, históricos, sólo por mencionar algunos, encontramos acuerdos más o menos generales en su definición y clasificación; por eso cuando se habla del problema de los valores, éste se circunscribe generalmente al ámbito de los valores morales, ahí es más difícil el consenso aunque también más urgente. De alguna manera intuimos que estos valores tienen para el hombre una dimensión más radical y por eso el pronunciarse respecto a ellos genera todo tipo de suspicacias. Si a cualquier persona le preguntamos ¿qué son los valores?, seguramente no tendrá una respuesta a la mano. Todos reconocen sin dificultad cuáles son sus propios valores aunque no los puedan definir y si se les apura un poco los conciben como una especie de preferencias que orientan la vida. Aquí cabría señalar un hecho por demás revelador, con dificultad sabemos lo que significa el valor, pero valoramos; nos cuesta trabajo conceptuar lo que son los valores, aunque nada en realidad es tan cotidiano para cada uno como esta necesidad de sopesar, de considerar los distintos ángulos de un problema, por sencillo que parezca, antes de tomar una decisión, lo mismo se trate de qué ruta tomar para ir al trabajo o cómo plantear un proyecto de vida. Si ya de por sí toda decisión es difícil, lo es mucho más cuando entramos en el ámbito moral, porque ahí se trata no ya de elegir entre cosas sino de decidir qué tipo de persona queremos ser. Los valores son connaturales a los seres humanos porque no somos indiferentes, nos vemos movidos efectivamente, no todo nos da lo mismo. Los valores manifiestan su injusticia incluso en el lenguaje mismo. Cuando consideramos que algo no está bien, inmediatamente expresamos "no se vale", o cuando nos enfrentamos a una elección difícil solemos preguntarnos ¿qué vale más? o ¿vale la pena lo que estoy haciendo? Es decir los valores forman parte de la vida cotidiana, pero quizás a fuerza de tenerlos tan próximos se torna difícil reconocer su presencia y más todavía definir su esencia.

Los valores surgen de la relación peculiar que mantiene el hombre con la naturaleza, puesto que la necesidad de descubrir su propia esencia lo lleva a no conformarse con estar inmerso en ella, sino que busca entender el mundo que lo rodea. El hombre se hace preguntas sobre su entorno y sobre su propia condición interna, nombra, transforma, cuestiona, investiga, en una palabra humaniza la naturaleza, construyendo a partir de ella la cultura. Los valores entonces no los inventa el hombre de la nada, sino que surgen de este asombro frente a la realidad; al descubrir las características particulares de distintos elementos, la gran variedad que ofrecen las plantas y animales, el hombre se enfrenta a la necesidad de diferenciar y de elegir unas cosas y desechar otras en provecho de su propia subsistencia. El valorar empieza entonces como un acto externo, como una mera necesidad de reconocer una realidad que exige del hombre una respuesta activa. En la medida en que el hombre voltea la mirada hacia su interior, hacia su propia condición, descubre los valores morales, a través de los cuales empieza a diferenciar las cualidades de las distintas acciones generadas por el individuo en función de su repercusión en la colectividad. Los valores morales se traducen entonces en la convicción de que no todo vale por igual, de que los seres humanos no podemos ser indiferentes ni frente a la naturaleza ni frente a los otros porque nuestra propia acción sobre el mundo genera significado. El hombre es siempre, como afirma Ortega y Gasset, un proyecto, un quehacer marcado por su propia acción y decisión. El ser humano es acto y es potencia, es necesidad de ser y al mismo tiempo conciencia de no ser. El individuo debe elegir, valorar, diferenciar el rumbo de sus acciones reconociendo que su elección no es una mera elección de cosas, sino elección del propio ser; en esa elección radica la construcción de su carácter (éthos) y de su destino. Pero esa elección nunca es una elección solitaria, es una elección que compromete a otros porque "la realidad no se presenta como una variedad de objetos apetecibles, sino como un mundo transitado, como un complejo de rutas vitales"16 en las cuales y a través de las cuales se construye la dimensión humana del hombre. Desde esta perspectiva podemos entonces afirmar que los valores existen porque existe el hombre, pero van más allá de él como individuo, es decir los valores aspiran a trascender lo dado, lo particular, apuntan siempre a lo mejor y en este sentido se plantean con carácter universal y comunitario. Si los valores forman parte esencial del entramado que constituye la realidad del hombre, ¿por qué entonces hoy se ponen en cuestionamiento?, ¿por qué incluso hay quienes se atreven a exclamar que ya no hay valores? ¿Por qué quienes defienden los valores tradicionales se sienten a veces rebasados por la realidad? La clave para entender la situación de los valores morales hoy quizás deberíamos buscarla en la aseveración de Fromm de que en el mundo moderno hemos cambiado el ser por el tener. El desarrollo económico, científico y tecnológico trajo consigo el olvido del ser; el espejismo del consumo que simula la posibilidad infinita de elecciones hizo que la libertad de ser fuera sustituida por la libertad de hacer que parece a simple vista más fácil, menos comprometida. Vivimos, se dice, una crisis de valores, pero según hemos apuntado anteriormente los valores, como tales, no pueden estar en crisis en tanto que no existen como cosas en sí, sino como expresión de una relación hombre/mundo. Lo que está en crisis entonces, no son los valores

sino el hombre mismo que se encuentra en un mundo donde las certidumbres más fundamentales parecen de pronto deshacerse frente a sus ojos. El hombre está amenazado por la capacidad de elección que se acrecienta exponencialmente y llega cada vez a ámbitos más privados y más desconocidos; entonces surge como reacción la indiferencia que aisla y deshumaniza, o el miedo a la libertad que esclaviza y enajena. En el fondo el hombre se descubre desprovisto de razones vitales. El progreso prometía hacer la vida más fácil, más amable, más divertida, pero nunca nos preguntamos a qué costo. La guerra, el hambre, la contaminación nos enfrentan a una realidad que no puede ser ignorada, los avances científicos no han sido suficientes para hacernos mejores, nos hemos fragmentado, exteriorizado, hemos olvidado la diánoia, la reflexión, la mirada interior que asegura nuestra integridad. Es preciso como dice Platón en el libro primero de La República que "examinemos a fondo la cuestión, porque no se trata de una bagatela : se trata de cómo debe vivirse la vida humana."17 Ante la gravedad de la crisis no es suficiente la proclamación de la existencia de valores universales; las situaciones nuevas exigen de parte del sujeto de un juicio valorativo distinto del conocido por la tradición, es indispensable que estos valores sean incorporados con significados particulares en una realidad concreta y a partir de individuos con la voluntad de hacerlos efectivos; de qué sirve proclamar como valor universal la justicia o el amor si nadie alrededor, si ni siquiera el mismo sujeto que los proclama es capaz de un acto justo, de un acto amoroso. Debemos asumir que el hombre mismo ha dado al mundo nuevos significados, nuevas posibilidades, no puede entonces olvidarse de revisar el sentido de los valores en esta nueva realidad. Nos preocupamos por el desarrollo de herramientas, métodos y estrategias que permiten curar la enfermedad, hacer más fáciles las tareas cotidianas, pero nos olvidamos del humanismo, confundimos los medios con los fines, y es preciso hacer un alto en el camino para reconsiderar este proyecto social en el que difícilmente se reconoce el hombre a sí mismo y más aún cuando ve amenazada la posibilidad de su existencia. "Es menester, por lo tanto, volver a dar un espacio a la emoción, el amor, al entusiasmo, a la piedad, a la benevolencia, al respeto, a la preocupación. Y es menester una persona con una biografía y una historia, es menester una persona que sepa que existe más allá de cualquier manifestación suya, y que se considere responsable de lo que ha hecho, que se repliegue sobre su pasado, que se empeñe por el futuro y que reconozca en los demás su misma naturaleza."18 Reflexionar acerca de los valores se antoja una tarea difícil, sobre todo hoy cuando vivimos tan de prisa, al ritmo que nos marca el cronómetro del consumo, "time is money". Estamos siempre ocupados y sin embargo al menor descuido nos topamos con una sensación de vacío e insatisfacción, pro más que nos rodeamos de cosas, de ruido, no logramos acallar esa voz interior anunciada por Sócrates. Lipovetsky nos advierte que el siglo XXI o es ético o no será. Pero ¿desde dónde abordar el tema de los valores?, ¿a qué instancia corresponde tal tarea? La familia y la escuela han desempeñado tradicionalmente la función de transmitir y preservar los valores particulares de un pueblo y de una cultura, hoy todavía, aunque su expresión es variada y distinta son espacios privilegiados de encuentro entre personas; por tanto a ellas les corresponde asumir conscientemente la educación moral.

Todos somos producto de una educación , y ésta nunca es neutra, los métodos usados, los conocimientos impartidos, el marco de relaciones en el que se desarrollan las prácticas escolares y familiares implican siempre una interpretación de la realidad, es decir una forma particular de jerarquizar valores. Es en la educación donde debemos buscar las raíces de esta crisis que hoy nos aqueja aunque paradójicamente también las posibilidades de construcción de una sociedad distinta, más libre y más justa. Los cambios drásticos en las relaciones y tipos de familia, el franco ingreso de la mujer al ámbito del trabajo remunerado, la crisis económica, etc. llevaron a los padres a pensar que no tenían ellos tiempo para educar a sus hijos, y que esta tarea debería corresponder a la escuela. Esta por su parte, temiendo caer en el adoctrinamiento, decidió limitar la educación escolar a la instrucción. El resultado cristalizó en una concepción equivocada y limitada de la educación cuyas consecuencias están a la vista. La realidad nos muestra que hoy por hoy no se educa al hombre íntegramente, sólo se enfatizan una serie de habilidades, se le encamina hacia la búsqueda del conocimiento científico y tecnológico, se hace hincapié en el hacer y en el tener pero no quedan claros los propósitos, los para qué; se le ofrecen cada vez más elecciones pero menos posibilidades de pensarse como un ser autónomo y valorativo. "La raíz de esta aberración quizás deba buscarse en un sistema educativo que sólo transmite razones de peso en el campo científico y técnico, pero que se inhibe en el terreno de los valores y en la formación de la personalidad autónoma como si en esos campos la única certeza verosímil la brindase el código penal."19 No podemos sustraernos al hecho de que la educación, es siempre una educación moral, y el no tenerlo conscientemente asumido no nos exime de responsabilidad ante las consecuencias que esto genera. Sólo asumiendo esta realidad podemos explicar la inmediatez en la que vive la sociedad, cuando en todos lados se ven amenazadas las posibilidades de una vida futura. Como infundir confianza en los jóvenes cuando todo parece estar regido por la ley de la simulación y el engaño, cómo enseñarles a creer en la amistad cuando cada vez vivimos más aislados, cómo puede florecer la solidaridad si se educa en la competencia, cómo despertar la sensibilidad y el respeto por la vida si desde pequeños la televisión nos ha acostumbrado a la violencia y a la muerte sin sentido. No es ya el momento de buscar culpables, si esto ha pasado es porque nosotros le hemos permitido, lo hemos generado y somos también nosotros quienes debemos cambiar el rumbo. Para ello son fundamentales dos factores, la confianza en las infinitas posibilidades del género humano y la valentía para transitar por caminos inéditos. Apostar al futuro con una nueva actitud de compromiso frente a los otros y frente a nosotros mismos. "El hecho de hacer lo habitual en aras de la conformidad parece una corrupción terrible de la vida moral."20

16Eduardo Nicol. METAFÍSICA DE LA EXPRESIÓN. Fondo de Cultura Económica, México, 1974, pag. 200. 17Platón. DIÁLOGOS. Editorial Porrúa. Colección Sepan Cuantos, México, 1976, pág. 453 18Francesco Alberoni: VALORES. Editorial Gedisa, Barcelona, 1994, pág. 453 19Savater. EL CONTENIDO DE LA FELICIDAD 20Richard Peters. DESARROLLO MORAL Y EDUCACIÓN MORAL. Fondo de Cultura Económica, México, 1984 pág. 94

Ya no podemos conformarnos con buscar recetas, o fórmulas que prometan hacernos mejores, debemos entender que así como se reconoce la necesidad de vigilar el desarrollo físico e intelectual, es preciso también conocer y reconocer el desarrollo del juicio y la afectividad moral en el cual se revelan los valores. Este desarrollo moral, como todo proceso de crecimiento no tiene atajos, es doloroso, y nadie puede recorrerlo por nosotros. El desarrollo moral implica el ejercicio de una sabiduría particular que no puede conformarse con la obediencia ciega, sino que nos obliga a referirnos a la parte más intima que hay en el fondo de todos nosotros donde surgen las preguntas sobre el sentido de la vida y se construyen las respuestas, siempre provisoras, de una libertad responsable; implica también enfrentarse con la propia conciencia, ampliar nuestra perspectiva de la realidad para que nada de lo humano no sea ajeno, desarrollar en plenitud el sentido común que permite abandonar el egoísmo primigenio y nos lleva al encuentro con los otros, y a la convicción de que no podemos conformarnos con vivir, sino que debemos vivir bien, vivir humanamente. Sólo en una sociedad libre y plural es posible vivir humanamente, sólo cuando los valores se traducen en acciones concretas aparecen las condiciones para un acción ciudadana con sentido pleno, no basta por eso ser capaces de recitar de memoria un conjunto de valores universales, ni manifestar actitudes timoratas que por evitar el castigo simulan una serie de conductas en las que no hay convicción alguna. La sociedad libre y plural no puede imponerse por decreto, es resultado de una acción intersubjetiva en la que junto con la voluntad de ser mejores, aparece también la necesidad de comprender el sentido social de la acción individual. Por eso "cuando decimos que el hombre es responsable del sí mismo, no queremos decir que el hombre es responsable de su estricta individualidad, sino que es responsable de todos los hombres"21 Educar hoy implica considerar como posibles nuevas formas de relación que se basen en el respeto por la persona humana y que aseguren la igualdad de oportunidades de desarrollo y de participación a todos los miembros de una sociedad. Por eso, como afirma Piaget, no es posible formar unas personalidades autónomas en el terreno moral si por otra parte el individuo está sometido a una coacción intelectual tal que deba limitarse a aprender por encargo sin descubrir por sí mismo la verdad: si es pasivo intelectualmente, no puede ser libre moralmente. "¿Se pretende formar individuos sometidos a la coacción de las tradiciones y de las generaciones anteriores? En este caso, basta con la autoridad del maestro y, eventualmente, las lecciones de moral, reforzando esta moral en la obediencia con un sistema de estímulos y de sanciones punitivas. ¿Se pretende, por el contrario, formar simultáneamente unas conciencias libres y unos individuos respetuosos hacia los derechos y las libertades de los demás? Entonces es evidente que ni la autoridad del maestro ni las mejores lecciones que dará sobre el tema bastarán para crear unas relaciones vivas hechas a la vez de autonomía y de reciprocidad. Únicamente una vida social entre los mismo alumnos, es decir, un autogobierno llevado lo más lejos posible y que sea paralelo al trabajo intelectual en común, conseguirá el doble desarrollo lo más lejos posible y que sea paralelo al trabajo intelectual en común, conseguirá el doble desarrollo de personalidades dueñas de sí mismas y de su mutuo respeto."22 Piaget advierte que el desarrollo de la persona apunta hacia la autonomía tanto intelectual como moral, porque sólo desde la autonomía la conciencia accede a la necesidad del

cumplimiento de la norma moral fundamentada en valores que no vienen impuestos por la presión externa sino por el descubrimiento personal de su absoluta pertinencia. Desde la autonomía no puedo sino buscar el bien común, sólo desde ahí es posible plantear un actuación interdependiente, en donde las relaciones de dominio den paso a las de cooperación y de respeto mutuo. Sólo desde la autonomía se puede acceder a la "vida democrática, basada en la convicción de que existe una forma mejor y una forma peor del arreglo de nuestra vida social y de que esto deberá determinarse mediante la discusión antes que por el decreto arbitrario"23

21Jean Paul Sartre. EL EXISTENCIALISMO ES UN HUMANISMO. Editorial Sur, Buenos Aires, 1978 22Jean Piaget. A DÓNDE VA LA EDUCACIÓN. Editorial Teide, Barcelona, 1975. Pág. 57 23Richard Peters. DESARROLLO MORAL Y EDUCACIÓN MORAL. Fondo de cultura Económica, México, 1984 pág. 83

Ya Dewey consideraba a la educación como el único camino posible para la construcción de la vida democrática, de ahí su oposición a la escuela tradicional, por considerar que fomenta actitudes intelectuales reprobables como la superstición y el autoritarismo. La educación tradicional pretende imponer métodos y fines rígidos antes que abrir el camino a la inteligencia como método. Se mantiene en los jóvenes una actitud pasiva, inculcándoles docilidad, receptividad, conformismo y obediencia incondicional; este tipo de educación no hace más que fomentar el individualismo y el ensimismamiento. Dewey estaba convencido de la necesidad de una comprensión inteligente de lo que se hace, por eso no basta con imponer al joven una serie de normas y de tareas y que éste las cumpla al pie de la letra, aquí podríamos estar hablando de un proceso de simple adiestramiento; la verdadera educación debe ser vista como un proceso social en el cuál hay un máximo de experiencia compartida no sólo entre sus miembros, sino también éstos y los de otras sociedades. Sobre esta base construye Dewey su ideal de la educación democrática que en última instancia tiene un profundo sentido moral, porque para él la moral no se limita a las especulaciones teóricas de los filósofos sino que es algo vivo y actuante en las sociedades y en los individuos, por lo que los valores morales no tendrán un significado real mientras no se realicen en las vidas particulares, y en condiciones existenciales concretas. La escuela y la familia deben asumir un reto de la educación moral, los niños y los jóvenes no aprenden de los bellos discursos, sino de las actitudes cotidianas que los adultos adoptan frente a la realidad. Por eso si somos conscientes en que toda relación humana implica una transmisión de valores, es necesario que clarifiquemos los propios para evitar la simulación y el auto engaño. No podemos transmitir sino aquello que se ha convertido en una convicción de vida, los valores se reflejan en lo cotidiano sólo cuando somos capaces de afirmarlos públicamente y vivirlos convencidos de que es el mejor modo posible de realizar la vida humana. Los valores están ahí en donde el hombre vive, decide y construye su existencia. Por eso todo proyecto educativo debe contemplar la formación moral del individuo no ya como un adoctrinamiento, ni como la adhesión incondicional al proyecto social, sino como una

participación activa en la construcción del propio ser. La educación moral consiste sobre todo en la formación de hábitos reflexivos que permitan a todas y cada una de las personas conocerse a sí mismos, y ser capaces de romper con el realismo egocéntrico propio de etapas incipientes de desarrollo para dar paso a la conciencia plana de que nuestra vida para ser realmente humana ha de desarrollarse en sociedad. Es preciso indagar sobre formas distintas de convivencia en las que cada individuo sea verdaderamente respetado en sus diferencias y se sienta a la vez convidado de un espacio y una finalidad comunes, pero esta indagación no ha de ser posible si no se asegura antes la posibilidad de una vida digna. El desarrollo de los valores es un proceso personal y tan largo como la vida misma, no es algo que concluya al llegar a una edad determinada. Conforme el mundo cambia, conforme cambiamos nosotros mismos, y conforme nos esforzamos por cambiar el mundo, debemos enfrentar numerosas decisiones, debemos aprender a valorar en situaciones siempre distintas y nuevas. Para terminar me gustaría recordar las palabras de un amigo, cuando en una ocasión nos preguntábamos si un individuo educado integralmente no enfrentará dificultades para adaptarse a la realidad tal como hoy la conocemos; descubrimos entonces que no debemos educar para esta realidad tal como hoy lo conocemos; descubrimos entonces que no debemos educar para esta realidad, sino confiados en la posibilidad de una realidad distinta y mejor. No preguntemos entonces si estos individuos encajan en la realidad sino si tienen las herramientas suficientes para generar una distinta. BIBLIOGRAFÍA Alberoni, F VALORES (23 REFLEXIONES SOBRE LOS VALORES MÁS IMPORTANTES EN LA VIDA) editorial Gedisa, Barcelona, 1994 González, J. EL ETHOS, DESTINO DEL HOMBRE. UNAM/FCE, México, 1996 Nicol, E. METAFÍSICA DE LA EXPRESIÓN. Fondo de Cultura Económica, México, 1974 Peters, R. S. DESARROLLO MORAL Y EDUCACIÓN MORAL. Fondo de Cultura Económica, México, 1984 Piaget, J EL CRITERIO MORAL EN EL NIÑO. Editorial Fontanella, Barcelona 1971 --- SEIS ESTUDIOS DE PSICOLOGÍA. Ediciones Corregidor, Argentina, 1974 ---- A DÓNDE VA LA EDUCACIÓN. Editorial Teide, Barcelona, 1975 Platón DIÁLOGOS, Editorial Porrúa. Colección Sepan Cuantos, México, 1976 Sartre, J. P. EL EXISTENCIALISMO E SUN HUMANISMO. Editorial Sur, 7ª. Edición, Buenos Aires, 1978 Savater, F. EL CONTENIDO DE LA FELICIDAD. Editorial Aguilar, México, 1994

Tópicos para la reflexión 

¿Por qué se habla de una crisis de valores?



Ejemplifica alguna situación en la que los valores tradicionales sean insuficientes para ofrecer una respuesta.



¿Es posible inventar y crear nuevos valores? ¿Cómo?



¿Por qué es importante el desarrollo de la autonomía para poder hablar de valores?



¿Pueden el adoctrinamiento y el autoritarismo transmitir con efectividad los valores que proclaman?

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