LOS SITIOS DE ZARAGOZA

LOS SITIOS DE ZARAGOZA Paco Escribano 1. LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA En 1807, Napoleón dominaba toda Europa y había decretado el bloqueo comercial ...
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LOS SITIOS DE ZARAGOZA Paco Escribano

1. LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA En 1807, Napoleón dominaba toda Europa y había decretado el bloqueo comercial contra Inglaterra, único enemigo que se le enfrentaba. Ante la desobediencia de Portugal, tradicional aliado de los ingleses, el francés decide su invasión, contando con el apoyo del Gobierno español, que permitía a los soldados napoleónicos cruzar España. El 18 de Octubre de 1807 entran en nuestro territorio las primeras tropas y comienzan a actuar más como fuerzas de ocupación que como aliadas, comportándose de forma orgullosa y ganando la enemistad del pueblo. Al mismo tiempo, la Familia Real española es obligada a marchar a Bayona, en el Sur de Francia, donde Fernando VII abdica en favor de Napoleón, que nombra nuevo Rey de España a su hermano José, conocido despectivamente por el pueblo como "Pepe Botella". El Ejército español no podía hacer frente al francés, pues sólo contaba con 86.000 soldados regulares (de ellos 15.000 extranjeros y otros tantos luchando en Dinamarca, junto al "aliado" francés). Por ello será el pueblo el que lleve el protagonismo de la lucha que comienza el Dos de Mayo en Madrid, con sangrientos combates callejeros duramente reprimidos por las tropas napoleónicas. Rápidamente se extiende la rebelión por toda España, siguiendo el llamamiento del Alcalde de Móstoles. En cada ciudad se forma una Junta encargada de dirigir la resistencia y los invasores pronto se dan cuenta de que en España habrán de hacer frente a nuevas formas de guerra, en las que el pueblo entero lleva la batuta (guerrilla, sitios y combates urbanos) que, combinados con las tradicionales en campo abierto, muy pronto darán lugar a los reveses de Bailén y El Bruch, primeros de importancia sufridos por las tropas napoleónicas en más de diez años de guerras casi ininterrumpidas en toda Europa.

2. EL PRIMER SITIO Zaragoza en 1808 apenas contaba con unos 50.000 habitantes, en un pequeño casco urbano delimitado por las tapias de varios grandes conventos y cuarteles, pero carente casi por completo de murallas y fortificaciones, si exceptuamos el viejo castillo de la Aljafería . La guarnición militar era apenas de 1.463 hombres. Iinmediatamente comienzan a llegar noticias de lo ocurrido en Madrid el Dos de Mayo y se empieza a preparar el levantamiento popular, bajo la dirección de algunos notables de la ciudad y de agricultores destacados. Se pide al Capitán General Guillelmi la entrega de armas, pero éste se niega. Pocos días después llega a la ciudad el Brigadier de la Guardia Real José Palafox , noble zaragozano que venía huyendo de Bayona, hasta donde había ido acompañando al Rey Fernando VII. Los instigadores le consideran el mejor jefe posible y le nombran nuevo Capitán General, haciendo su entrada triunfal en la ciudad el día 26, escoltado por labradores armados dirigidos por Jorge Ibor (el "tío Jorge"), del Arrabal, y Mariano Cerezo, del barrio de San Pablo. El nuevo jefe comienza a preparar la defensa, decretando la movilización, organizando unidades y fortificaciones, reuniendo aprovisionamientos y municiones, y dictando intensas proclamas que extienden la rebelión por todo el Valle del Ebro y se hacen famosas en toda Europa. Entre los zaragozanos existe el convencimiento de poder derrotar al invasor en campo abierto y se envían fuerzas a intentar detenerlo en su marcha desde Pamplona, pero los hombres del General Lefebvre derrotan a los del Marqués de Lazán hermano mayor de Palafox, en los primeros días de Junio, en Tudela (8 de junio) y Mallén (13 de Junio) . El propio Palafox hace un intento de detención en Alagón el 14 de Junio con una columna salida de la capital ese mismo día. El desorden e indisciplina de la fuerza, escasamente instruida y armada, hace que sea derrotado y se produzca un inmenso éxodo de refugiados hacia la ciudad. Los franceses se presentan ante la ciudad en la mañana del 15 de Junio . Tras exigir la rendición de la plaza, que les es denegada, preparan un ataque sobre la marcha, única posibilidad con la que contaban, pues la escasez de efectivos no permitía el establecimiento de un asedio tradicional. Frente a ellos, los defensores (que habían confiado en la victoria fuera de la ciudad) tenían escasos medios de defensa: no se habían ocupado los monasterios de extramuros; no se habían despejado campos de tiro (todo el Sur de la ciudad era un espeso olivar); no se habían preparado líneas de retardo en las numerosas huertas, lindes y acequias; el despliegue de las fuerzas en las "murallas" era casi espontáneo y escasamente organizado, ... Tras algunos escarceos en el barrio de Casablanca y en los puentes sobre el Canal Imperial, los franceses lanzan un gran asalto simultáneo contra tres puntos: -El Cuartel de Caballería del Portillo, donde son rechazados por dos veces en los mismos pasillos y salas, distinguiéndose el sacerdote Santiago Sas, párroco de S. Pablo, al frente de dos Compañías de escopeteros de su barrio -Puerta del Carmen, donde no consiguen penetrar. -Santa Engracia, que queda desguarnecida ante el desorden de los defensores, permitiendo la entrada de la Caballería polaca, que penetra hasta la Plaza del Portillo, de donde es expulsada por la

reacción popular, que lanza tejas y ladrillos y acuchilla a los caballos, en una escena similar a la pintada por Goya en "La carga de los mamelucos". El agricultor José Zamoray impide que la Infantería enemiga ocupe la puerta.

El Coronel de Caballería D. Mariano Renovales lanza dos contraataques junto al Huerva, consiguiendo hacer retroceder las avanzadillas enemigas, que abandonan 4 banderas y 5 cañones (en la llamada Batalla de las Eras). En los primeros momentos del combate en las murallas, Palafox abandona la ciudad y entrega el mando a Vicente Bustamante, lugarteniente del rey en Aragón. Los franceses se reorganizan y lanzan nuevos ataques contra la Aljafería, el Portillo (donde por tercera vez son rechazados en los pasillos del cuartel de Caballería), Puerta del Carmen (donde ocupan temporalmente algunas casas) y Santa Engracia (donde vuelven a penetrar los lanceros polacos), siendo finalmente rechazados en todos los puntos por el entusiasmo popular y la llegada de los 1.100 hombres traídos por el Coronel Marcó del Pont desde el pueblo de San Gregorio. Al final de la jornada, los franceses montan su campamento en lo que ahora es Carretera de Logroño, y allí intentan reponerse tras haber sufrido 700 muertos (sobre un total de 6.000 hombres), frente a los 300 de los defensores. Durante toda la segunda quincena de Junio, ambos bandos van acumulando medios y organizándose para la lucha, al tiempo que se suceden las escaramuzas y duelos artilleros. En la ciudad se hace acopio de tejas, piedras y ladrillos para emplearlos como armas arrojadizas, se montan barricadas en los accesos y calles y se fabrican municiones a partir de toda clase de metales (especialmente de las rejas de las casas) bajo la dirección del hombre de negocios Lorenzo Calvo de Rozas, que lleva a cabo una gran labor de intendencia. Mientras tanto, Napoleón se muestra inquieto por la rebelión zaragozana, que teme pueda extenderse a toda España e, incluso, Europa, e insta a sus generales a ocupar la ciudad. A final de mes, los franceses, mandados por el Gral. Verdier, suman unos 14.000 infantes, 1.000 jinetes y más de 20 piezas de Artillería pesada, y se preparan para lanzar un nuevo ataque. Palafox es derrotado el día 21 en Épila, cuando intentaba cortar las líneas de abastecimiento enemigas. El 1 de Julio de madrugada comienza una gran preparación artillera, que hace caer sobre la ciudad más de 1.400 granadas de todo tipo en sólo 27 horas, abriendo grandes brechas en los muros de la Aljafería y toda la zona del Portillo. Palafox vuelve a la ciudad con 1.300 hombres de refuerzo y se hace cargo de la defensa. El 2 de Julio se produce el esperado ataque sobre Puerta Sancho (rechazado por Renovales), Agustinos (mandado por Sas) y Portillo, donde mueren gran número de defensores y huyen los

restantes, por lo que Agustina Zaragoza Domenech (Agustina de Aragón) ha de frenar la incursión enemiga disparando una carga de metralla con un cañón en el que habían muerto todos sus sirvientes. Se producen ataques secundarios en todas las puertas de la ciudad, pero todos son rechazados. En conjunto, los franceses han sufrido ese día 200 muertos y 300 heridos sin conseguir nada positivo, por lo que su General se resigna a establecer un asedio tradicional en base a trincheras y acumulación de artillería. En la victoria española fue fundamental la dirección de Palafox desde su Cuartel General en el Convento de San Francisco (actual Plaza España), desde donde rápidamente podía acudir o enviar refuerzos allá donde se precisaran. Durante todo el mes de Julio, los franceses avanzan en sus trabajos de sitio siguiendo las instrucciones del propio Napoleón, quien marca las prioridades de asalto en torno a la Puerta de Santa Engracia y la Torre del Pino (una torre es una casa de campo aragonesa), por considerarlo punto débil de la defensa, al encontrarse en un saliente y frente a terreno elevado al otro lado del río Huerva, desde donde se podía hacer fuego con las baterías de asedio. Tal zona corresponde actualmente con las Plazas de Aragón y Basilio Paraíso, por las que pasa el río canalizado subterráneamente. Al mismo tiempo, se suceden pequeños ataques de diversión y ocupación de puntos de apoyo (días 9, 10, 11, 17 y 20), todos ellos con escaso resultado. Consiguen cruzar el Ebro a través de un puente construido en una noche, con lo que establecen un ligero bloque o del Arrabal y saquean los huertos, molinos y fábricas que aprovisionan a los sitiados. Los zaragozanos continúan con los trabajos de fortificación, talando los olivares que ocultaban el avance francés y efectuando continuas salidas con pocos efectivos, un tanto desorganizadas y de escaso provecho. Ante el bloqueo en la margen izquierda comienza la escasez en la ciudad, por lo que se comienza a fabricar pólvora en su interior, aprovechando el salitre de las paredes y la mano de obra de mujeres y niños. Se producen casos de indisciplina y choques entre paisanos (ansiosos de efectuar salidas y "excesivamente patriotas") y soldados (más conscientes de la inferioridad militar en campo abierto). Al mismo tiempo van llegando las primeras noticias de la victoria de Bailén (19 de Julio), primera rendición de un ejército napoleónico en combate. El 1 de Agosto comienza una nueva y más intensa preparación artillera y los 15.000 franceses se preparan para el gran asalto. Durante tres días continúa el bombardeo, causando gran pánico en la ciudad e inmensos daños en las murallas. Por fin, el Cuatro de Agosto al mediodía se produce el ataque a través de las brechas de Santa Engracia, Torre del Pino y Puerta del Carmen. Consiguen ocupar algunas casas en los inicios de las calles Azoque y Santa Engracia, pero son detenidos por las piezas ligeras enfiladas en el otro extremo. De acuerdo a las reglas de la guerra, Verdier exige la rendición una vez dentro de la ciudad, con un lacónico mensaje ("Cuartel General Santa Engracia: Paz y Capitulación"), pero Calvo la rechaza de forma no menos cortante ("Cuartel General Zaragoza: Guerra a cuchillo"). Finalmente consiguen alcanzar el Coso por Santa Engracia, donde hoy en día se encuentra el Banco de España, provocando el pánico entre los defensores, que abandonan masivamente la lucha. El propio Palafox deja la ciudad, dándola por perdida, contribuyendo a aumentar aún más la desbandada. La infantería francesa avanza ordenada y cautelosamente por el Coso en dirección al Mercado, San Gil y la Magdalena cuando se producen varios hechos clave:

-En el Puente de Piedra, el Teniente de Caballería D. Luciano Tornos frena la huida plantándose en el centro con un cañón ligero con el que amenaza a los que huyen, consiguiendo que vuelvan a la ciudad. -En la Magdalena, la vanguardia francesa es atacada a pecho descubierto por un grupo de monjes, que la frena y causa algunas bajas. -La columna que se dirigía al Puente de Piedra entra por la Puerta Cinegia (actual calle Mártires, en el Tubo) en lugar de por S. Gil (calle D. Jaime), siendo detenidos en las callejas del Tubo. -La columna dirigida al Mercado comienza a saquear algunas casas y es detenida por los habitantes, que combaten casa por casa. Se reinicia en ese momento la lucha generalizada y los invasores deben retroceder a la zona de San Francisco. Paisanos españoles se infiltran en la retaguardia enemiga por los tejados, llevando el combate cuerpo a cuerpo a zonas ya ocupadas y a las puertas de la ciudad. Al final del día, los franceses tienen 462 muertos y 1.505 heridos (un 15% del total), habiendo conseguido introducir una estrecha cuña en el centro del recinto, pero encontrándose completamente rodeados por los defensores. Los días siguientes, la situación continúa estabilizada, con escasos avances franceses hacia los conventos de Jerusalén y Santa Catalina y el Jardín Botánico (junto a la actual Plaza de los Sitios) y San Francisco , debiendo ocupar las habitaciones una por una, a través de agujeros abiertos en paredes y techos. La lucha es agotadora, en medio de un calor agobiante, y desanima a los franceses, no acostumbrados a este tipo de combate. El 9 de Agosto vuelve Palafox con 200 carros de armas y municiones y 4.000 hombres (entre ellos, grupos de voluntarios catalanes). Comienza de inmediato el avance español, con contraataques en Santa Catalina (calle San Miguel) dirigidos por Renovales, y los franceses van replegándose dejando franco-tiradores para cubrir sus líneas. El 14 de Agosto se produce la rápida marcha de los ocupantes, tras hacer estallar una gran mina en Santa Engracia e incendiar el convento de San Francisco, abandonando numerosos víveres, municiones e incluso armamento pesado (hundiendo los cañones de sitio en el Canal). Verdier se dirige a Tudela para asegurar el flanco izquierdo del repliegue general francés hacia el Norte, consecuencia de la derrota de Bailén y el desembarco de Wellington en Portugal.

3. CONCLUSIONES DEL PRIMER SITIO El ejército francés se retiró debido al repliegue general tras la batalla de Bailén, que les llevó a reorganizar sus fuerzas en torno a Burgos y Pamplona. En cualquier caso, antes de recibirse la orden de retirada, la situación en Zaragoza había llegado a un punto muerto, en el que incluso estaban cediendo terreno, por la confluencia de varias circunstancias: -Número insuficiente de sitiadores, pues comenzaron siendo unos 15.000, de los cuales aproximadamente la mitad debía guarnecer baterías, retaguardia, líneas de abastecimiento, etc., además de las numerosas bajas sufridas.

-No haber completado el asedio en la margen izquierda del Ebro, pues el Puente de Piedra permitía la continua llegada de refuerzos y abastecimientos a los sitiados, que además contaban con una magnífica administración a cargo de Calvo de Rozas. -Heroísmo de la población ante el escaso número de soldados regulares españoles, con lo que los franceses debían ocupar casa por casa, encontrando enemigos incluso a retaguardia, en zonas ya ocupadas. En la lucha participaban mujeres e incluso niños, bien combatiendo bien en tareas logísticas. -Importante caída de la moral de los sitiadores, que, en medio de un calor agobiante, veían que la lucha se recrudecía cuando debería haber concluido (de acuerdo con las reglas tradicionales de la guerra) tras la apertura de brechas en las murallas.

4. EL SEGUNDO SITIO Tras el repliegue francés de Agosto, los aragoneses tienen la seguridad de que un día volverán, por lo que en Zaragoza comienzan de inmediato los preparativos para sufrir un nuevo asedio, mejorando las fortificaciones y la concentración de tropas, se recuperan los cañones hundidos en el Canal y el Coronel de Ingenieros D. Antonio Sangenis (a quien se le dedicó un vértice en la zona restringida de San Gregorio) dirige los trabajos de acondicionamiento de las murallas. En Noviembre, Napoleón en persona dirige el avance francés al frente de las Unidades selectas de su Gran Ejército, batiendo a cuantas fuerzas españolas se encuentra en su camino hacia Madrid. El mariscal Lannes derrota el 23 de Noviembre entre Tudela y Tarazona a Castaños y Palafox (que mandaban 45.000 hombres, fundamentalmente andaluces, levantinos y aragoneses) ante la descoordinación y mala dirección de los generales españoles . La vanguardia gala llega a las proximidades de Zaragoza el día 30, pero se retira a Alagón, tras algunas escaramuzas, a fin de acumular medios y reforzarse para el nuevo asedio. Durante las siguientes tres semanas, ambos ejércitos se preparan a distancia: -Se cierra el perímetro defensivo de la ciudad, en una nueva línea de murallas que engloba los monasterios anteriormente aislados, se fortifican los puentes sobre el Huerva con la construcción del Reducto del Pilar (recordado hoy por un pequeño monumento erigido sobre su emplazamiento, en la puerta de El Corte Inglés) y los trabajos en el monasterio de San José (junto al actual puente de San Miguel), se convierte el Arrabal en una ciudadela y se patrulla el Ebro con cañoneras tripuladas por cartageneros.

-Las fuerzas españolas cuentan con unos 32.000 soldados regulares, con abundante Caballería y unas 160 piezas de artillería, además de miles de paisanos voluntarios, hasta un total de unos 45.000 hombres. -Los franceses, mandados por Moncey, cuentan con el V Cuerpo (Mariscal Mortier, compuesto por veteranos de Alemania, con las divisiones de Suchet y Gazan) en la margen izquierda del Ebro, y el III Cuerpo (Mariscal Moncey, con veteranos del primer sitio) en la derecha, hasta un total de unos 50.000 hombres (40.000 infantes, 3.500 jinetes, 1.100 zapadores, 48 cañones de sitio y 84 piezas ligeras). Tal acumulación de medios, durante un invierno particularmente duro, causará a ambos bandos (pero especialmente a los sitiados) graves problemas logísticos, de alojamiento, higiénicos y, como resultado de todo ello, de disciplina. El 21 de Diciembre vuelven los franceses, con un ataque contra el monte de Torrero, que es abandonado rápidamente, y el Arrabal, donde, tras unos momentos de pánico controlados por el propio Palafox, se produce un contraataque español que expulsa a los asaltantes, que sufren unas 700 bajas. Inmediatamente comienzan los trabajos de asedio, de forma mucho más sistemática que en el Primer Sitio, conectando ambas márgenes del Ebro y logrando un bloqueo efectivo de la ciudad. Sin embargo, Moncey debe distraer fuerzas para hacer frente a las partidas campesinas y la aproximación de pequeñas fuerzas levantadas en las ciudades aragonesas, con lo que las fuerzas sitiadoras están muy mermadas. Por contra, Palafox contaba con una gran fuerza y abundante caballería, pero no se decidió a efectuar grandes salidas para desbaratar los trabajos de los galos. Sólo son destacables las efectuadas el 31 de Diciembre y el 23 de Enero, pero en ambos casos con esfuerzos muy dispersos y pocos efectivos, con lo que apenas consiguen algo más que levantar la moral y derribar algunos metros de trinchera. Ya desde el principio se propagan las enfermedades, causadas por el frío y la carencia de alimentos frescos. Tales problemas afectan a ambos bandos, pero más a los sitiados, por las facilidades que daba el hacinamiento a la propagación de las epidemias. Las líneas de trincheras se dirigen inicialmente a la Aljafería, el Reducto del Pilar y S. José, puntos avanzados de la defensa. A pesar de la heroica defensa de Renovales, el monasterio de S. José es ocupado el 11 de Enero, tras una cruenta lucha entre las ruinas. El 15 de Enero cae el Reducto del Pilar y los franceses quedan dueños de toda la margen derecha del Huerva, con lo que pueden hacer avanzar sus trincheras contra la muralla de la ciudad en los sectores marcados por el propio Napoleón: Santa Engracia y Puerta Quemada, salientes que no permitían los fuegos defensivos de flanco. El 27 de Enero se produce el gran ataque, que es rechazado en Santa Mónica y apenas consigue ocupar algunas casas en la calle Pabostre, pero sí tiene éxito en Santa Engracia, donde la infantería polaca consigue ocupar el monasterio, algunas casas cercanas y giran hacia la Puerta del Carmen, ocupando el monasterio de los Trinitarios. Sin embargo, una vez dentro de la ciudad, los franceses se encuentran con todas las calles bloqueadas con barricadas y las casas convertidas en fortines, y la masiva participación popular, que había sido un tanto dejada de lado hasta ese momento. El mariscal Lannes, que ha tomado el mando, prohíbe el avance a descubierto y decide el empleo masivo de minas para destruir la resistencia. Aun así, la lucha se desarrolla lenta y

penosamente, entre las ruinas provocadas por los explosivos, a través de troneras abiertas en las paredes, escalando hasta los techos, atacando a retaguardia a través de los tejados,.. El 29 de Enero se produce el ataque al monasterio de Santa Mónica, que es ocupado al día siguiente, a pesar de la resistencia de los Voluntarios de Huesca mandados por el Teniente Coronel D. Pedro Villacampa. Desde esa posición comienza la preparación para ocupar el vecino Convento de San Agustín, que daría paso a las calles Palomar y San Agustín, vías rectas hacia el Coso en la Magdalena. La lucha tiene lugar el 1 de Febrero y termina con la ocupación del convento, a pesar de la terrible resistencia dirigida por el "Tío Garcés", agricultor de Garrapinillos que se hace fuerte en la torre con varios hombres, resistiendo varios días. Ese mismo día se produce un rápido avance francés a lo largo de la calle Quemada, pero cuando alcanzan el Coso, todas las campanas de la ciudad tocan a rebato y una gran muchedumbre, con numerosas mujeres, expulsa a los invasores de toda la calle y les hace perder varias casas de Pabostre, ocupadas días antes. Por ese motivo, tal calle se denomina actualmente Heroísmo. En días siguientes continúa el penoso avance francés en los dos sectores ocupados, en su intento de llegar al Coso, desde donde podrían extender sus esfuerzos en varias direcciones. El día 6 ocupan el Hospital de Gracia y puede iniciar el avance a ambos lados. El 8 consiguen ocupar el monasterio de Jesús en el Arrabal, lo que permite acercar las trincheras al centro del barrio. El 10 de Febrero se produce el ataque al monasterio de San Francisco, precedido por una gran mina de 1.000 kilos, con una dura lucha que dura dos días, al término de los cuales por las gárgolas de desagüe caía sangre como si lloviera .... Queda estabilizada la situación en torno a dicho convento y a la Magdalena, en el Coso Bajo. Comienzan a preparar minas contra la Universidad, protegida lateralmente por una Casa-baluarte junto a la Puerta del Sol. Durante seis días se resiste en esas posiciones, que finalmente caen el 18, tras el empleo de grandes cantidades de pólvora y diez ataques contra la casa. Ese mismo 18 de Febrero cae el Arrabal, en un combate en el que por primera vez los franceses capturan un número apreciable de prisioneros (unos 2.500). La situación vuelve a estabilizarse nuevamente en el Coso central y la Magdalena, donde los defensores resisten en la estrecha calle que la separaba de la Universidad gracias a los incendios de las casas aledañas. Entretanto, las condiciones de vida son penosas dentro de la ciudad, donde las enfermedades (especialmente tifus y disentería) se cobran hasta 700 víctimas diarias. Es imposible enterrar todos los cadáveres, que se convierten en nuevos focos de transmisión. Cada vez había menos fuerzas disponibles, y la mayor parte de los combatientes se encontraban sin fuerzas, derribándose en sus posiciones. Mientras tanto, Palafox dictaba encendidas proclamas diarias, en las que exhortaba a continuar la lucha y se quejaba de traiciones y falta de disciplina, alimentando una "caza de brujas" que llevó a numerosos habitantes a la horca, por faltas reales o imaginarias. Los franceses achacaban el fanatismo del caudillo a los consejos de eclesiásticos, aunque es más probable que se debiera a los efectos de la enfermedad. El día 19, el enfermo jefe cede sus poderes a una Junta presidida por Pedro Mª Ric, que, tras evaluar pesimistamente la situación, pide la rendición de la ciudad, firmada al día siguiente. Los defensores salen de la ciudad el 21 a través del Portillo, sorprendiendo a los sitiadores el pésimo aspecto de los sitiados, y a éstos el escaso número de aquellos.

5. CONCLUSIONES DEL SEGUNDO SITIO La dirección militar de Palafox fue bastante defectuosa, pues concentró una cantidad excesiva de tropas dentro del perímetro defensivo, provocando graves problemas logísticos y facilitando la propagación de enfermedades, causa principal de la enorme mortandad. Condujo la lucha de forma excesivamente defensiva, pues llegó a tener superioridad numérica frente a los sitiadores, pero no la aprovechó para efectuar salidas concentradas ni para intentar romper el bloqueo, establecido de forma muy ligera por los galos ante la gran longitud a cubrir y el enorme número de bajas y enfermos que también ellos debían afrontar. -Falló la organización logística de la ciudad, quizás por la ausencia de Calvo de Rozas, pieza fundamental en la administración del Primer Sitio. -El protagonismo de la lucha recayó inicialmente en el ejército regular, con un cierto despego de la población, que tan importante había sido el verano anterior, produciéndose choques y enfrentamientos entre ambos grupos y debilitando la moral, ya de por sí afectada por las duras condiciones meteorológicas y la generalizada sensación de espionaje, en parte provocada por el propio Palafox y sus colaboradores, con proclamas en que aludía a supuestas cobardías y traiciones. -Los franceses organizaron desde el principio un asedio mucho más técnico y eficiente que el primero, cerrando el Arrabal y batiendo en campo abierto a las columnas que se dirigían a abastecer o reforzar a los sitiados. Tenían asumido que iba a ser una lucha dura, similar a la entablada casa por casa en Agosto, y decidieron emplear su superioridad de medios para disminuir el número de bajas. -En cualquier caso, se repitieron los gestos heroicos, agudizados por las masivas destrucciones causadas por las minas, los bombardeos y los incendios provocados por los defensores, lo cual no impedía a éstos luchar hasta la extenuación entre las ruinas. -En total, los franceses tuvieron unas 10.000 bajas y emplearon casi 80.000 kg.de pólvora para ocupar la ciudad. Los defensores sufrieron unos 54.000 muertos, a los que seguirían otros 8-10.000 en días posteriores, casi todos a causa de las epidemias

Los Sitios de Zaragoza, junto con la resistencia del resto del pueblo español al invasor francés, supusieron una prueba exacerbada del orgullo patriótico de unas gentes que defendían lo

propio frente a lo impuesto. En España, Napoleón hubo de hacer frente a un nuevo concepto de guerra total, contra todo un pueblo, al que tuvo que dedicar cientos de miles de sus mejores soldados en una lucha dura y poco habitual para ellos, acostumbrados a las brillantes victorias en campo abierto. España y su pueblo fueron el inicio del fin de la carrera del ambicioso emperador francés. Desgraciadamente, tan importante hecho apenas es recordado en la ciudad y sus Unidades militares por los nombres de algunas angostas callejas del Casco Antiguo (Agustina de Aragón, Zamoray, Cerezo, Palafox, Ibort...), o por paseos que nadie sabe que estén dedicados a sus héroes o a sus hecho(María Agustín, Renovales, Asalto, La Mina...). Unas cuantas pequeñas placas recuerdan actos memorables pero están cayendo bajo la piqueta de la especulación inmobiliaria. No existe un museo ni actos conmemorativos de esta gesta: la llama de su recuerdo sólo se mantiene viva gracias a la Asociación Cultural Los Sitios, organización privada y con escasos medios.

BIBLIOGRAFÍA: 1. Historia de los dos Sitios que pusieron a Zaragoza en los años de 1808 y 1809 las tropas de Napoleón. Alcalde Ibieca, Agustín Madrid 1830, ed. facsímil Zaragoza 1988. 2. Los Sitios de Zaragoza 1808-1809: Guerra a muerte Rudorff, Raymond Barcelona 1976. 3. El Alto Aragón en la Guerra de la Independencia Guirao, Ramón y Sorando, Luis Zaragoza 1995 4. Zaragoza Episodio Nacional 6 Pérez Galdós, Benito

Héroes y Heroínas de los Sitios de Zaragoza José de Rebolledo de Palafox y Melci

Nació en Zaragoza el 28-10-1775. Murió en Madrid el 15-02-1847 Hijo de los Marqueses de Lazán, fue oficial de la Guardia de Corps, escolta de los Reyes de España, desde 1792. Había sido de niño Infantico del Pilar. Tomó parte en 1795 en la guerra contra la Convención francesa. Se escapó de Bayona cuando Fernando VII fue llamado allí por Napoleón y se vino a Zaragoza donde los paisanos, que habían depuesto y encarcelado al Capitán General Guillelmi por negarse a entregarles armas, le nombraron capitán general. Ratificado su nombramiento por el Real Acuerdo tomó disposiciones para movilizar tropas y recursos para contener la invasión francesa, nombrando Comandantes de los distintos Cantones fronterizos con Francia. Dirigió la defensa de la ciudad en los dos Sitios, el primero del 15 de junio al 14 de agosto de 1808 y el segundo del 21 de diciembre de 1808 al 20 de febrero de 1809. En el primero con paisanos voluntarios y muy pocos soldados intentó defender la ciudad desde fuera, pero las derrotas sucesivas en Tudela, Mallén, Alagón, Epila, Belchite... le obligaron a encerrarse en la plaza y defenderse en una cerrada lucha de casas. El 4 de agosto, cuando los franceses habían llegado hasta el Coso, salió de la ciudad para buscar tropas de refuerzo que estaban en Pina y Osera, este refuerzo y la noticia de la victoria de Castaños sobre Dupont en Bailén obligaron a los franceses a levantar el cerco. En el segundo Sitio dispuso de más tropas regulares venidas de Valencia, Murcia, Lérida y Mallorca y también de paisanos voluntarios. pero la superioridad en hombres y artillería de los

franceses le obligaron a encerrarse en la plaza y recurrir a la defensa casa por casa frente a una cruel guerra de minas desatada por los zapadores franceses para ahorrar vidas que la guerra convencional les costaba a raudales. Después de dos meses de resistencia, agotadas las municiones y los víveres y diezmadas las tropas y la población por la epidemia de tifus exantemático del que también enfermó él gravemente, cedió sus poderes a una Junta que capituló ante el Mariscal Lannes. Llevado prisionero a Francia, donde pasó cinco años, volvió a España tras firmar Napoleón con Fernando VII el Tratado de Valençay y regresó a Zaragoza con el Rey, siendo ambos muy aclamados por el pueblo. A partir de ahí se encontró Palafox entre dos lealtades, a su Rey al que no abandonó nunca y a la Constitución redactada por las Cortes de Cádiz en 1812 que al General le parecía beneficiosa y justa para el pueblo que había salvado a su rey. Esto le ocasionó el desvío del monarca que no le perdonó nunca haberse mostrado partidario de la Constitución. No obstante fue capitán General de Aragón, Comandante General de Alabarderos y Jefe del Cuerpo de Inválidos. Tras la muerte de Fernando VII la Reina Gobernadora Mª Cristina le concedió el título de Duque de Zaragoza. Murió en Madrid en la fecha citada a los 72 años. Enterrado en el Panteón de Hombres Ilustres, junto a la Basílica de Atocha, al cumplirse el CL aniversario de los Sitios en 1958 su cadáver fue trasladado con todos los honores a la cripta de la Basílica del Pilar de Zaragoza donde reposa. J. P. Goñi

Maria Josefa Rosa (Madre Rafols)

María Josefa Rosa entra a formar parte de la familia cristiana el 7 de Noviembre en Villafranca del Penedés (Barcelona) para crecer en ella con una fe sencilla u fuerte. Dios la quiso preparar desde su infancia y su vida estuvo llena de contrariedades, cambios de domicilio, muerte temprana de sus seres queridos. Aunque no fuese lo normal sus padres deciden llevarla al colegio de la enseñanza en Barcelona motivados por la agudeza y precocidad de su ingenio, principalmente por su piedad. Dios quiso cruzar los caminos de María Rafols y el sacerdote Juan Bonal, estaban reparados para hacer un proyecto de caridad para dotar a los hospitales de gente con vocación que quisieran dedicar su vida a los enfermos, dementes, niños expósitos, etc…

UNA EMPRESA ARRIESGADA El Padre Juan Bonal prepara una expedición a Zaragoza formada por doce jóvenes mujeres y otros tantos varones. Al frente del grupo femenino, y con sólo 23 años, está María Rafols. Llegan el 28 de diciembre de 1804 en una noche lluviosa después de recorrer 300 kilómetros en carro y dejando toda su gente y vida atrás, su objetivo era servir con caridad y fervor a Jesucristo en sus imágenes dolientes ayudados en todo momento por la virgen del Pilar. Aquel gran Hospital, Casa de los enfermos de la ciudad y del mundo, será donde María Rafols hará crecer una Congregación que sólo después de su muerte lograría su expansión. LOS SITIOS DE ZARAGOZA

Durante los dos sitios por los franceses serían la madre Rafols y las Hermanas llamadas Hermanas de la Caridad, las que ayudarían a todos los enfermos y pobres. El 3 de Agosto de 1808, el Hospital queda en ruinas por un bombardeo. María Rafols será con su tranquilidad, trabajo y humildad quien iría a pedir de puerta en puerta el sustento para socorrerlos. Iban en busca de aquellos dementes incluso al mismo campo francés, arriesgando su vida en medio de balas. Después de tres sucesivos traslados en menos de cuatro meses el Hospital de Nuestra Señora de Gracia queda instalado a finales de 1808 en el llamado Hospital de Convalecientes. Llegará el segundo sitio mas duro, donde la madre Rafols luchaba con mas amor por ayudar a sus enfermos. Los alimentos faltan para todos y no hay a quien pedir limosna. La madre se arriesgará y presentará al general Lannes para pedir alimentos y curar a los heridos. El arranque de Sor María y la delicadeza con que logró despertar la sensibilidad del caudillo francés salvaron muchas vidas. La madre Rafols y los pocos supervivientes de aquella catástrofe seguirán trabajando después de la guerra entre penurias y ruinas. Su misión, alimentar a los prisioneros y enfermos, procurar limosna con alguna reclamación por parte de la administración del gobierno intruso de la Caridad y del Hospital. Zaragoza concede el título más bello a la madre María Rafols: Heroína de la Caridad.

Padre Juan Bonal

Fundador de las Hermanas de Santa Ana, nació el 24 de agosto de 1769 en Terradas (Gerona), en una familia de sanas y sencillas costumbres en un ambiente campesino. Al cumplir 20 años se gradúa como Bachiller en Filosofía por la Universidad Sertoriana de Huesca; al poco tiempo aprueba unas oposiciones para la enseñanza de gramática en Ripoll y San Pedro (Barcelona). Enseguida vino a Zaragoza para terminar sus estudios de Teología e Historia Eclesiástica. Volvió a aprobar unas nuevas oposiciones, esta vez para Reus (Tarragona) donde enseñó durante siete años, ordenándose sacerdote durante ese tiempo. Hacia 1800 ya parece clara su vocación de dedicación con los demás; se preocupa de los presos, de los enfermos y de los niños abandonados, ejerciendo simultáneamente sus labores pastorales para aliviar y acercarlos a Dios. Tras nueve meses como párroco de Montroig (Tarragona), le encontramos como vicario del Hospital de la Santa Cruz de Barcelona desde el 2 de marzo de 1804. En este gran centro se refugiaban los seres más pobres e indefensos: enfermos sin recursos, niños abandonados, dementes… Su gestión y celo es tan eficiente que muy pronto su fama llega a oídos de la “Sitiada” (Junta de Administración) del Hospital Nuestra Señora de Gracia de Zaragoza, un gran centro de parecidas características al de Barcelona. La “Sitiada” hace las oportunas gestiones para lograr que el Padre Bonal haga lo mismo que en su hospital. En septiembre de 1804 se presenta en Zaragoza; un mes permaneció en Zaragoza hasta llegar a un acuerdo con el Hospital para hacerse cargo de sus necesidades y de una nueva organización. Desde Barcelona se trasladan a Zaragoza doce hombres y otras tantas mujeres, entre ellas la Madre Rafols, llegando a Zaragoza en la tarde del 28 de diciembre de 1804. Fue todo un acontecimiento en la entonces pequeña ciudad, la gente se agolpaba para recibirlos a pesar de la pertinaz lluvia que caía. El grupo visita El Pilar y en su altar rezan a la Virgen, solicitando su amparo y protección para realizar la misión que se habían marcado. El viejo edificio es bombardeado y volado, quedando en ruinas durante el Primer Sitio. Son los momentos de más trabajo para el Padre Bonal y sus “Hermanas de la Caridad”, llevando sin descanso el traslado y acomodo de los enfermos, entre las explosiones y las ruinas, con gran peligro de sus vidas. Edificios públicos como la Real Audiencia, la Lonja y el Ayuntamiento, junto a las casas de los nobles y particulares, hacen de refugio provisional en este apresurado y trágico desalojo. Pasados unos días los enfermos son reunidos en la Casa de la Misericordia. Al aumentar su número sensiblemente a medida que se desarrollaban los combates, los enfermos y heridos civiles son trasladados al pequeño Hospital de Convalecientes, donde se instalará definitivamente el actual Hospital de Nuestra Señora de Gracia. A pesar de los rigores y escasez de alimentos por la guerra, el Padre Bonal consigue ropas, medicinas y comida para sus refugiados gracias a su labor limosnera. En

esta situación llegamos al Segundo Sitio hasta la rendición de la ciudad y los años de la ocupación, con una población exhausta y enferma y una ciudad asolada y en ruinas, cubierta de cascotes y cadáveres insepultos que son foco de una tremenda infección, y con gran parte de su población prisionera. Si durante los combates atendía en los improvisados hospitales a todos los que lo necesitaban, lo mismo hizo con la entrada de los franceses que mandaban presos o al exilio a todos aquellos que no hacían el juramento al Rey Intruso José Napoleón. A éstos les proporcionaba pan, vestidos y calzado, prometiéndoles su libertad y administrando los sacramentos a los condenados a muerte que por toda culpa tenían el haber defendido su ciudad y su familia. Asiste también a los prisioneros enfermos que fueron abandonados a su suerte en Torrero en las afueras de la ciudad y que se encontraban en condiciones infrahumanas y olvidados por las tropas de ocupación. Es tal la gravedad de la situación que la “Sitiada” decide hacer una gran colecta por la ciudad poniendo al frente de ella al Padre Bonal, que tan felices resultados había logrado durante la guerra, para paliar las necesidades más elementales de estos prisioneros. Con la entrada de los franceses se había producido la lógica organización de la ciudad y de sus instituciones, según los dictámenes del “Virrey de Aragón”. Será el propio obispo de Zaragoza, el afrancesado Padre Santander quien disponga se establezcan las nuevas condiciones para la formación de la “Hermandad de la Caridad”, frustrando así la idea del Padre Bonal de formar una congregación religiosa de tipo apostólico e independiente, y quedando la Hermandad sometida a la autoridad de la “Sitiada”. En 1813 se nombra un nuevo director, un fraile ex franciscano director del Seminario de San Carlos llamado Miguel Gil, obviando así por completo al Padre Bonal. La “Sitiada” manda al Padre Juan Bonal a la recogida de donativos y alimentos por todo Aragón. Como ya había demostrado de qué era capaz, recorrerá todo el país a lomos de su caballo, enviando comida, dinero y ropas para el Hospital. A él le exigían una minuciosa administración reclamándole hasta el último maravedí pero por el contrario hacía más de tres años que no recibía su escaso salario; sin embargo no por ello dejó de realizar la dura misión encomendada. El Padre Juan será el mejor embajador de los pobres durante más de veinte años, recorriendo los caminos de la empobrecida España, recabando ayudas y administrando sacramentos allí donde no llegaban los auxilios parroquiales. Nunca llegó a perder la relación con sus queridas “Hermanas de la Caridad”, ni con la Madre Rafols, pues mantuvo una abundante correspondencia con las superioras, ya que ellas le reconocían como verdadero fundador de la Orden. En uno de sus innumerables viajes, en 1829, cae gravemente enfermo retirándose a descansar e intentar restablecerse en el Santuario de Nuestra Señora del Salz (Zuera), lugar de gran tranquilidad y al que le gustaba acudir para refugiarse de las penurias de sus viajes. El Padre Bonal es consciente de su próximo fin y dicta su testamento ante el párroco de Zuera dejándole “unos pocos duros y sus libros” y disponiendo que “se le celebre una misa a San José”. Quiso enterrarse en Zuera pero debido al ruego de las Hermanas decide de palabra “que estaría gustoso que su cuerpo fuese sepultado en el Santo Hospital de Zaragoza”, como así se realizó. Muere el 19 de agosto de 1829 y es enterrado junto a la Madre Rafols, que había muerto poco tiempo antes, en la cripta del Hospital de Gracia. A los cien años de su muerte el pueblo zaragozano quiso reconocer su labor caritativa y le erigió una lápida en su honor, que hoy en día se encuentra junto a su sepulcro, en la iglesia de la Casa General y Noviciado de las Hermanas de la Caridad de Santa Ana, donde sus restos fueron trasladados el 20 de octubre de 1925, dejando una placa en la iglesia del Hospital que recuerda este hecho.

Agustina Zaragoza Domenech “Agustina de Aragón”

Nació en Barcelona el 04-03-1786. Murió el 29-05-1857 en Ceuta Casada con el artillero D. Juan Roca vivió en Barcelona hasta el principio de la Guerra de la Independencia en que, al salir a campaña su marido vino a Zaragoza a casa de una hermana. El 2 de julio, llevando víveres a la batería del Portillo, presencia un ataque de los franceses y la muerte de todos los artilleros que sirven un cañón, lo cual deja la brecha abierta por la que puede entrar la columna francesa. Agustina arranca de manos del sargento muerto el botafuego que iba aplicar a la pieza en el momento de caer y sin vacilar da fuego al cañón. Ametrallados por el disparo vacilan los franceses y electrizados por el ejemplo de la heroína los defensores de la Puerta del Portillo hacen un vivo fuego que rechaza al invasor. La situación se ha salvado. Palafox, presente en ese momento en el Portillo, coge las jinetas del sargento muerto y las coloca en el hombro de Agustina. Posteriormente estuvo destinada como sargento "de plantilla" en la batería de la Puerta del Carmen, lugar de frecuentes combates durante ambos sitios. Prisionera tras la capitulación el 20 de febrero es conducida a Francia, con su marido, que había llegado a Zaragoza con los refuerzos, y su hijo. El niño muere y Agustina y su marido logran evadirse. Se presenta en Tortosa que al poco tiempo es sitiada por los franceses, combate contra ellos y tras la capitulación se ve otra vez prisionera. Canjeada se incorpora al Ejército del Norte con el que asiste, encuadrada en una batería de montaña, a la batalla de Vitoria. Finalizada la guerra es recibida en Madrid por el Rey Fernando VII que le confirma el empleo de Subteniente de Infantería. En 1823 fallece su esposo el capitán Roca y ella marcha a Almería, donde más tarde se casa con D. Juan Cobos, Barón de Cobos de Belchite, médico, y pasan a residir en Valencia, de allí a Sevilla y luego a Ceuta, donde Agustina presta servicio en el Regimiento de Infantería Fijo de Ceuta como Subteniente hasta su retiro por edad. Falleció en Ceuta y fue enterrada allí. En 1870 el Ayuntamiento de Zaragoza consigue trasladar, con todos los honores, su cadáver que es enterrado en el Pilar. El 19 de julio de 1909, entre los actos solemnes del I Centenario de los Sitios, es enterrado definitivamente en la Capilla de las Heroínas de la Iglesia de Dª. Srª. del Portillo junto con los de Manuela Sancho y Casta Alvarez. J. P. Goñi

Casta Alvarez Bravo

Nació en Orán (Argelia) en 1786, hija de labradores, naturales de un pueblo de la provincia de Zaragoza. Destacó en los asedios a sus 22 años de edad, por su patriotismo y valor acompañando a los defensores en la batería de cañones de puerta Sancho y en los combates del barrio del Arrabal, armada de una bayoneta sujeta al extremo del hombro a modo de lanza, en ocasiones amenazante hacia los franceses. El general Palafox la condecoró con el escudo de los defensores, y el rey Fernando VII le concedió una pensión de cuatro reales diarios en 1815. Una vez terminados los asedios sus padres se negaron a vivir en Zaragoza bajo el dominio de los franceses marchándose a Cabañas de Ebro, donde Casta Álvarez casó en 1814 con un acomodado labrador. Viuda y sola, pasó los últimos años de su vida olvidada de todos, falleciendo el 29 de Abril de 1846 a los 60 años de edad. Para el centenario de los sitios en 1908 su cuerpo fue desenterrado y conducido a la iglesia del Portillo en Zaragoza, donde reposa junto a los restos de Agustina de Aragón y Manuela Sancho. En el Ayuntamiento de esta ciudad hay un cuadro de ella pintado por Unceta, que decora el salón de sesiones. Nuria Marín.

Aquí vivió y murió Casta Álvarez. Defensora de la Ciudad de Zaragoza en sus gloriosos asedios de 1808 y 1809. En honor de tan insigne heroína dedica esta memoria La Junta del I Centenario de los Sitios 1908

María Agustín Linares

Nació en Zaragoza el 13 de Abril de 1784. Hija de Antonio, natural de Bádenas, y de Catalina, nacida en Rueda de Jalón. Matrimonio de extracción muy humilde, afincado en la parroquia de San Gil donde bautizaron a María, su única hija. A muy corta edad, la economía familiar la obliga a buscar techo y comida, a cambio de sus servicios, en una casa de la populosa barriada de San Pablo, donde conocerá a Pedro Roncal, mozo quien, al igual que ella, trabaja en calidad de criado. El 12 de mayo de 1805, Pedro y María contraen matrimonio, instalándose en una casa de la calle Serón (Parroquia de San Gil), donde les sobrevendrán los terribles acontecimientos de la guerra. Durante la misma, en el primer sitio, María participa activamente en labores de logística, abasteciendo a los patriotas, en los puestos de combate, de munición, comida, bebida y cuanto pudieran precisar. Será ejerciendo estas tareas y sobrepasando La Puerta del Carmen (en lo que hoy conocemos como Paseo de Mª Agustín) donde recibirá una herida en el cuello, de graves consecuencias. Ni el dolor ni la abundante sangre que manaba de su herida fueron motivo suficiente para hacer desistir de sus obligaciones a la joven heroína que continuó su cometido con admirable valentía. Nada volvemos a saber de ella hasta localizarla entre las aspirantes a un dinero que el Secretario de la Embajada Británica, Mr. Charles Vaughan, lega a la condesa de Bureta (Consolación Azlor y Villavicencio) para que esta, a su vez, lo distribuya entre los heridos, viudas y huérfanos de la guerra. El reparto se hace mediante un escrupuloso sorteo en el que María no resulta afortunada. Será el general Palafox , en 1815, quien, atendiendo a los servicios prestados, le concederá la gracia de una pensión, consistente en dos reales diarios, y el Escudo de Distinción, concerniente al primer sitio. En 1819, tras una larga enfermedad, muere Pedro Roncal. Pasados seis años, María contrae segundas nupcias, esta vez con Antonio Guisan. Ambos se trasladan a la Torre de Postas de Alagón, donde se les proporciona trabajo y alojamiento. Será este su último destino, ya que, María, fallece, con más pena que gloria, un 22 de noviembre de 1831, a la edad de 48 años. Su partida de defunción, dice, entre otras cosas: “No dejó hijos, no hizo testamento; enterrada como pobre de solemnidad en el fosal de San Pablo” Nuria Marín.

Manuela Sancho Bonafonte

Nacida en Plenas (Zaragoza), el día 16 de Junio de 1784. Durante el primer sitio, la joven Manuela colaboró en las tareas de avituallamiento, no siendo hasta el segundo sitio, ante la feroz ofensiva del ejército francés, cuando tomará las armas con admirable resolución, participando en la defensa del convento de San José. El comandante del mismo, Don Mariano Renovales hombre, por cierto nada dado a los halagos ni a la exageración, pone en conocimiento de Palafox el comportamiento de la heroína en los términos siguientes: “Recomiendo con particularidad a Manuela Sancho que, tanto en el ataque del día treinta y uno de diciembre del año pasado, como en el de ayer sirvió de artillería y mortero como pudiera haberlo hecho el mejor artillero, conduciendo cartuchos para los unos, y piedras para el otro; sin haberle notado la menor mutación a pesar de haber caído algunos a su lado. Dio fuego a algunos cañones, y lo hizo con fusil desde la trinchera como uno de tantos; y pareciéndome una heroína, digna del distintivo que VE.Concedió por las acciones de últimos del año pasado, por hallarse comprendida en ellos y para que sirva de estímulo, he tenido a bien hacerlo presente a VE. " S. José, tres de enero de 1809: Excelentísimo Señor D. Mariano Renovales = Excelentísimo Señor Capitán General de este ejército y reino” Con fecha siete de enero de 1809, se publica en La Gaceta de Zaragoza la distinción con la que el general Palafox premia su valentía, concediéndole el distintivo de la cinta encarnada y la pensión de dos reales diarios. Enardecida por el reconocimiento y ante la escasez de hombres que pudieran empuñar las armas la vemos en la encarnizada lucha de la calle de Pabostre (hoy Manuela Sancho), junto a los Dragones de Numancia. Cuando ya no hubo paredes ni ventanas en pie, cuando no quedo ni un palmo de calle que defender, se replegó al cercano Coso, donde fue herida de gravedad en el vientre. Sepultada por montones de cadáveres, se la dio por muerta, dudando, tras el rescate, que la joven Manuela pudiera superar el terrible destrozo ocasionado por el impacto. Tras tres matrimonios, de los que no tuvo descendencia, y una vida dedicada al recuerdo de las hazañas vividas, falleció Manuela Sancho un siete de abril de 1863, cuando contaba setenta y nueve años. El Ayuntamiento de Zaragoza, organizo un multitudinario entierro, que puso de manifiesto la alta estima que sus conciudadanos sentían por la última de las heroínas de Zaragoza. El 15 de junio de 1908, sus restos fueron trasladados desde el cementerio de Torrero a la Cripta de la Capilla de la Anunciación, en la iglesia de Ntra. Sra. Del Portillo. La acompañan Agustina Zaragoza Doménech y Casta Álvarez Bravo. Nuria Marín.

María Manuela de Pìgnatelli y Gonzaga (Duquesa de Villahermosa)

Viuda de D. Juan Pablo de Aragón-Azlor, Duque de Villahermosa. En 1808 residía en su mansión bien conocida en el centro de Madrid, situada en el Paseo del Prado, el palacio de los Villahermosa, actual sede del museo Thissen. Vivió los acontecimientos del 2 de mayo, de forma directa. A los pocos días tuvo conocimiento del levantamiento de Zaragoza, y habló con sus dos hijos, José Antonio, el mayor y Juan Pablo, el menor, diciéndoles: "allí está nuestro deber, corramos a Zaragoza". Llegaron a nuestra ciudad, el 6 de junio de 1808, presentando a sus dos hijos al general Palafox. La duquesa colaboró a la defensa de la ciudad con numerosas donaciones económicas, que hizo para cubrir los enormes gastos producidos por la guerra. Ayudó de manera especial a los voluntarios de Sas y de Mariano Cerezo. A consecuencia de la epidemia de tifus que sufría la ciudad durante el segundo Sitio, falleció su hijo menor, Juan Pablo, el 8 de febrero de 1809, a la edad de 19 años, en su casa, que estaba situada en la plaza de San Felipe. Supuso para la duquesa una gran pérdida. Su hijo mayor (23 años) el duque de José Antonio de Aragón , fue preso por los franceses al final de segundo Sitio. Siendo conducido a la prisión de Nancy, donde sufrió cautiverio durante más de cuatro años. Finalmente en 1813, la duquesa, tuvo la inmensa satisfacción de poder abrazar a su hijo de vuelta a España. Y verle contraer matrimonio con María del Carmen Fernández de Córdova, hija de los marqueses de Malpica. Nuestra heroína falleció el 6 de noviembre de 1816, sus restos mortales reposan en la cripta de la capilla de Santa Justa y Rufina en la catedral de la Seo de Zaragoza.

Basilio Boggiero

Nació en Celle (Italia) el 5 de Abril de 1752. Llamado por su hermano mayor Andrés, oficial de los ejércitos españoles, vino a Zaragoza en su infancia obedeciendo a los deseos de su familia, que le destinaba a la carrera de las armas, pero su vocación sacerdotal la condujo por distintos derroteros. A los 16 años entra en las Escuelas Pías en el colegio recién fundado de Zaragoza, por el obispo Tomás Crespo de Agüero, terminando los estudios, destacó desde joven como predicador eminente y sacerdote ejemplar, y sobresalió en las aulas de Retórica, Filosofía y Teología. Los Marqueses de Lazán y de Callizar padres de los Palafox, consiguieron que Boggiero obtuviese permiso para trasladar su domicilio al palacio de los Marqueses, siendo el profesor de sus tres hijos, Luis, Francisco y José, preparándolos para su ingreso en la milicia. Cumpliendo a conciencia su cometido y captando además el afecto de sus tres discípulos, que terminaron con brillantez los estudios y las lenguas latina, italiana y francesa. En Zaragoza el padre Basilio era muy celebre como poeta, para1795 fue nombrado predicador de S.M. Desde que Palafox llegó a la ciudad con el intento de levantar el reino de Aragón contra los franceses, Boggiero fue su consejero, el general, veneraba al padre Basilio, acostumbrado desde su niñez a oírle. Al padre Basilio se le atribuyó el famoso manifiesto de 31 de Mayo de 1808, en el cual, declara la guerra a Francia, y hacía responsable desde el Emperador hasta el último francés de la vida y seguridad de Fernando VII. Los zaragozanos le suponían también la paternidad de las más entusiastas proclamas del Capitán general. Acompañó Boggiero a Palafox en los combates, y hasta en las discutidas salidas de la ciudad en la primera defensa, (15 de Junio y 4de Agosto de 1808), de regreso a Zaragoza el 11 de Agosto, cayó en manos de los franceses y conducido a Torrero, donde Lefébvre le devolvió el día 13 de dicho mes, horas antes de levantar el asedio. El capitán francés Daudevard de Ferrusac, en la carta que lleva la fecha de 14 de Febrero de 1809, escribe estas palabras: "Todos los que desertan de la plaza son suizos; apenas se han pasado dos españoles. Ayer llegó a nuestros puestos avanzados una guardia entera de cincuenta hombres, con armas, bagajes y su oficial

al frente. Nos aseguraron que la ciudad estaba dividida en dos fracciones; que los frailes lo dirigían todo; que el general Palafox era un hombre muy amable, querido de los soldados, y que no hacia nada sino por consejo del padre Basilio." Tales eran las noticias, que sobre la importancia de Boggiero corrían por el campamento francés, con augurio fatal para su seguridad. La entrada de Lannes en Zaragoza, fue su sentencia de muerte. "Tres días después de la capitulación, a la una de la noche, llamaron de un cuarto inmediato al de Palafox, donde dormía, a su antiguo maestro D. Basilio Boggiero, y al salir se encontró con el alcalde mayor Solanilla, un capitán francés, y un destacamento de granaderos, que le sacaron fuera sin decirle donde le llevaban. Tomaron al paso al capellán D. Santiago Sas, que se había distinguido en el segundo Sitio tanto como el anterior, despidieron a Solanilla, y solos los franceses marcharon con los dos presos al Puente de Piedra. Hirieron primero a Sas, y no se oyó de su boca, como tampoco de la de Boggiero, otra voz que la de animarse recíprocamente a muerte tan bárbara e impensada. Contólo así después y repetidas veces el capitán francés encargado de la ejecución, añadiendo que el mariscal Lannes le había ordenado los matase sin hacer ruido. A tal punto el vencedor atropelló en Zaragoza las leyes de la guerra y los sagrados derechos de la humanidad." Conde de Toreno (Historia de la Revolución & Libro VII). Del libro "Obelisco Histórico" del general de brigada M.Salas "Le arrancaron violentamente de su convento a media noche, y no se había sabido más de el. Dicese, que le propusieron debía emplear sus talentos al lado del Rey José y que contestó "que su conciencia no se lo permitía"; por lo que le mataron a bayonetazos, y le arrojaron desde el puente al Ebro. Efectivamente, yo he visto un cuerpo sobre el agua, que me aseguraron era el suyo. Esta fue una venganza tanto más horrorosa cuanto que por la capitulación se había ofrecido respetar indistintamente las personas y propiedades." Diario de Daudevard de Ferrusac, capitán francés. Del libro "Obelisco Histórico" del general de brigada M.Salas

José de la Consolación

Nació el 2 de Septiembre de 1769 en Villafeliche (Zaragoza). Tomó el hábito agustino en los recoletos del Portillo el 1de Junio de 1788. Fue penitente en extremo, y muy dado a la lectura religiosa, fue ordenado sacerdote después de cursar filosofía y teología, pasaba la mañana en el confesionario, las tardes a la predicación, visita de enfermos y toda clase de obras de misericordia, siendo muy popular y estimado entre su vecindario, mereció gran afecto del padre Santander obispo auxiliar de Zaragoza. Participó en el levantamiento del 24 de Mayo, fue uno de los consejeros íntimos de Palafox, Consolación estuvo muy activo en los dos asedios. Fue nombrado individuo de la junta gubernativa en las postrimerías del segundo sitio, y dio en ella el voto contrario a la capitulación. Después de la rendición de la ciudad, y por la supuesta protección del obispo Santander no sufrió la suerte de Boggiero y Sas, fue enviado por el obispo a Jaca, ya sitiada por los franceses, para aconsejar la rendición la rendición de sus habitantes. Una interpretación comenta que se introdujo en esta plaza el 8 de Marzo de 1809, convocó en junta a las autoridades, y a varios religiosos, interponiendo su influencia para que se rindiesen, y que no consiguiendo su objetivo por este medio, fomentó en secreto la deserción y no quedando casi soldados hubo de rendirse la plaza el 21 de Marzo. Otra versión expone que se dirigía a Jaca para aconsejar la rendición, pero ni llego a dicha ciudad, ni pasó de Ayerbe, donde supo la poco honrosa entrega de aquella fortaleza. Ya de regreso a Zaragoza, fue destinado por el obispo Santander a la sección de hospitales y a la parroquia del Pilar, pero las autoridades francesas sospecharon y hasta dijeron que Consolación perjudicaba mucho al gobierno bonapartista en el confesionario, donde fomentaba la animosidad contra los opresores. Por otra parte se negó repetidamente a tomar el traje del clero secular, resistiendo los mandatos que se le dijeron para dejar el hábito, siendo finalmente reducido a prisión en castillo de la Aljafería el 30 de Septiembre de 1809. Poco después era conducido a Francia en una cuerda de prisioneros, la mañana del 9 de Diciembre cuando atravesaban el término de Luceni, fue separado de sus compañeros y fusilado, el cadáver fue arrojado al Canal Imperial, donde estuvo hasta enero de 1816.

Santiago Sas y Casayau

Presbítero beneficiado de S. Pablo. Nació en Zaragoza el 21 de Julio de 1774, su familia era originaria de Luco de Jiloca. Se situó el 16 de Junio en las puertas Sancho y Portillo. Formó dos compañías llamadas de escopeteros voluntarios de la parroquia de S. Pablo, constituyéndose en su comandante. Cada compañía tenía dos escuadras,1 capitán, 1 teniente, 1 subteniente, 1 sargento, 2 cabos y de 86 a 90 hombres. Fue compañero del Basilio Boggiero. Le prendieron la noche del 22 de Febrero de 1809 un piquete de lanceros n° 121, llevándolo al Puente de Piedra, asesinado a bayonetazos y arrojado su cadáver al Ebro.

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