LOS RESIDUOS TEXTILES DE UNA SOCIEDAD

La primera parte de este artículo revisa brevemente la historia de algunas industrias textiles chilenas y su desaparición por efecto de una maquinaria...
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La primera parte de este artículo revisa brevemente la historia de algunas industrias textiles chilenas y su desaparición por efecto de una maquinaria poderosa que obnubila a los consumidores con grandes marcas, campañas invasivas y precios bajos. En la segunda parte, la autora muestra su proyecto Demodé, derivado del trabajo realizado para obtener el título de Diseñadora Industrial. Se trata de la creación de un nuevo material que rescata los residuos de la industria textil, específicamente de Santiago de Chile, donde se desechan cerca de 46 mil toneladas al año. Para elaborar dicho material, estos descartes se trituran y aglomeran con un adhesivo a base de almidón que le otorga alta resistencia y versatilidad, lo que permite obtener diversas aplicaciones.

LOS RESIDUOS TEXTILES DE UNA SOCIEDAD THE TEXTILE RESIDUES OF A SOCIETY

The first part of this article reviews briefly the history of some Chilean textile industries and their disappearance as a consequence of a powerful machinery that blinds consumers with great brands, invasive campaigns and low prices. In the second part, the author shows her project, Demodé, derived from the work carried out to obtain her degree in Industrial Design. It deals with the creation of a new material that rescues the residues of the textile industry, specifically in Santiago, Chile, where close to 46 thousand tons are discarded yearly. To elaborate the abovementioned material, these residues are grinded and agglomerated with a starch-based adhesive that provides high resistance and versatility, allowing to derive diverse applications

Bernardita Marambio Diseñadora Industrial, Universidad Diego Portales _ Profesora adjunta, Universidad Diego Portales. Industrial Designer, Universidad Diego Portales _ Associate professor, Universidad Diego Portales.

La industria textil chilena: “Todo era tejer y cantar” La industria textil chilena fue, durante casi 150 años, un sector activo cuya “edad de oro” transcurrió en los años cincuenta y sesenta del pasado siglo. Su desarrollo coincide con una época en que el país cuidaba y valoraba su producción interna por sobre todas las cosas, haciendo que en diversos lugares fuera de Santiago, específicamente en ciudades de la Región del Biobío, existieran excelentes fuentes de trabajo.

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La industria textil es un sector de la economía global dedicado a la elaboración de ropa, tela, hilo, fibra y productos relacionados. Se trata de productos de consumo masivo que se comercializan en grandes cantidades, generando empleos directos e indirectos con gran peso en la economía mundial, representando en 2002 cerca de 400 mil millones de dólares en las exportaciones mundiales, lo que representaba en ese entonces el ocho por ciento del comercio mundial de productos manufacturados (Shafi, 2014).

Hace una década, los mayores importadores y exportadores eran los países desarrollados, como la Unión Europea, Estados Unidos, Canadá y Japón (Shafi, 2014). Los países con la mayor proporción de textiles y prendas de vestir en sus exportaciones eran los siguientes: Bangladesh (85.9%), Macao (84.4%), Camboya (72.5%), Pakistán (72.1%) y El Salvador (60.2%) (Shafi, 2014). El textil es uno de los sectores industriales que más controversias generan, principalmente por su efecto sobre las tasas de empleo y la cadena de producción. Hoy, esta industria enormemente globalizada es controlada por cadenas de proveedores que conectan países y consumidores de todo el mundo, siendo los mayores mercados la unión Europea y EE.UU., los que sumaron el 52% de las importaciones textiles mundiales y el 71% de las importaciones de ropa en 2000 (EU Commission, 2003).

la industria textil chilena está en decadencia y hay voces que confirman que hoy ya no existe nada de esos años en que Chile se vestía de Chile. Nuestro país fue cuna de grandes fábricas, como Algodones Hirmas, cerrada en 1971; Machasa, una de las fábricas más modernas de Latinoamérica, ubicada en Santiago, fundada en 1937 y declarada en quiebra en 1982; y Bellavista Oveja Tomé, fundada en 1865, declarada en quiebra en 2008 y recientemente adquirida por la chilena Texfina, por nombrar solamente algunas de las más

importantes. Hoy el sector textil nacional se rige por un notorio aumento de las importaciones, haciendo que el producto local textil sea casi nulo. Brevemente, para contextualizar la historia de nuestra industria, se resumirán los hechos que tocaron específicamente a la última fábrica nombrada, claro ejemplo de esplendor y decadencia.

En Chile, el desembolso per cápita anual bordea los 270 dólares, superando a países como Brasil y Argentina (Diario Estrategia Online). Ahora bien, ¿cómo se explica que este sector de la economía de nuestro país no esté activo? Se viene escuchando desde los años noventa que Trabajadores de la textil Bellavista Oveja Tomé, 1935. Bellavista Oveja Tomé y su contexto, 1935.

El textil es uno de los sectores industriales que más controversias generan, principalmente por su efecto sobre

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las tasas de empleo y la cadena de producción.

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Estación de ferrocarril, Tomé, 1930. Interior de la fábrica Bellavista Oveja Tomé, 1935.

Bellavista Oveja Tomé, empresa chilena fundada en 1865 y dedicada al rubro textil, tuvo su sede en la localidad de Bellavista (Tomé), Región del Biobío. Durante años fue una de las principales industrias textiles de Latinoamérica, impactando por la calidad de sus productos no solamente dentro de Chile, sino también en toda América e incluso en Europa. Aunque se declaró en quiebra el 2008, cerrando su fábrica durante dos años, fue adquirida y puesta en marcha nuevamente en 2010. Se trata de la fábrica encargada de vestir a los soldados chilenos de la Guerra del Pacífico, por lo cual se puede afirmar que ha tejido nuestra historia con lana de la más alta calidad. A continuación reproducimos una serie de testimonios de ex trabajadores que permiten imaginar ese paraíso perdido: «…se respiraba al ritmo de las máquinas que sin cesar limpiaban, hilaban y urdían, y de los telares que enhebraban las fibras durante 24 horas. Todo era tejer y cantar. La fábrica textil, ubicada a tres kilómetros de su plaza central, se alzaba como un manto protector que no sólo empleaba a más de 1.500 trabajadores, sino que también creaba una suerte de red social que daba educación y vivienda a sus familias» (Cartes, Luppi & López, 2012, pág. 135).

Ya no vestimos de Chile

Empleados y obreros frente a la fábrica Bellavista Oveja Tomé, 1935

«Me contrataron a principios de los ’60 y aunque las máquinas no eran tan modernas

En 1982, la empresa cambió de dueño y se inicia un plan de expansión que incluyó el poten-

como las actuales, me pareció que todo era muy bonito. Además, el pueblo tenía vida. Se llenaba con gente, costureras y muchas señoras bien compuestas, muchas venían a comprar los fines de semana, porque la sala de ventas no cerraba ni sábado ni domingo» (Salinas, 2007).

ciamiento de sus exportaciones hacia Australia, México, Estados Unidos y Nueva Zelandia. Durante la década de los noventa, la compañía continuó con su plan de expansión, realizando campañas publicitarias en las que participaron destacadas modelos y realizando creaciones especiales a cargo de diversos diseñadores nacionales. En 2006, por una gran disminución de las ventas y el aumento de los costos de producción, se inició una serie de despidos y reestructuraciones al interior de la empresa. Es así como el 4 de noviembre de 2007, Bellavista Oveja Tomé presentó su solicitud de quiebra, la cual fue revertida mediante un aporte de 27 millones de dólares otorgados por el directorio de la compañía y el Banco del Estado de Chile. Pese a ello, en 2008 Bellavista Oveja Tomé cerró sus puertas, finiquitando a todos los trabajadores que mantenía. Luego de varios remates, en junio de 2010 el empresario Juan Carlos Sabat adquiere la fábrica.

«Hasta antes de los años ’70 sólo había prosperidad para todos lo que vivíamos en Tomé. Trabajar en la fábrica de Bellavista era pertenecer a una elite» (Cartes, Luppi & López, 2012, pág. 139). A inicios de los años ochenta, y a causa de la crisis económica de 1982, Bellavista Tomé se fusionó con Paños Oveja, fundada en 1917, la que también funcionaba en la ciudad de Tomé. A partir de esta fusión surge Bellavista Oveja Tomé, nombre que la empresa mantiene hasta la actualidad.

Sus antiguas instalaciones se mantienen hasta la actualidad, siendo consideradas patrimonio arquitectónico. Es así como esos momentos de gloria en los que se alcanzó una producción diaria de 1.200 metros de paños finos y de uso común, fueron deshaciéndose entre crisis y estancamientos. Sergio Carter, dueño de la recuperadora textil Jackarter (ubicada en la comuna de Macul, en Santiago), posee una de las fábricas más importantes que aún quedan dedicadas a la fabricación de alfombras y frazadas creadas a partir de la técnica de jackard. Heredero de un oficio que le transmitió su padre, Carter deja la triste impresión de que se cortará el hilo de nuestra industria textil: «Chile tenía la industria textil más moderna de Sud América, las importaciones nos están haciendo desaparecer. Éramos cerca de 240 fábricas activas, de las cuales hoy quedan algunas que podemos contar con una mano, como por ejemplo Lanera Chilena, Lanabel, La Ligua, Textil Quiñones y Etersol» (Carter, 2013).

Bellavista Oveja Tomé, empresa chilena fundada en 1865 y dedicada al rubro textil,

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Jackarter se dedica, desde 1998, a la fabricación de la materia prima principal para la generación de los productos antes mencionados. Luego de rescatar toneladas de residuos de las fábricas de lana, pantys y chalecos, entre otras, pasando por el proceso de triturado, cardado e hilado, esta fábrica vuelve a generar el hilo que será parte importante de la trama de sus productos. Con respecto a la utilización de residuos, Carter, quien se hace cargo y está presente en toda la cadena de producción de su fábrica, señala: «Nuestras frazadas poseen alta resistencia y todo a partir de residuos de otra fábrica. No puedo decir que se hacen de fibras recicladas porque la gente no lo valora, no compran cosas que eran residuos, además que las frazadas importadas son mucho más baratas, por lo que se nos hace mucho más difícil competir» (Carter, 2013).

Generalmente, la ropa que compramos no está fabricada en nuestro país. Las prendas que utilizamos pueden tener algodón de Kazajistán hilado en Turquía y tejido en Taiwán. La tela pudo ser estampada en Francia con tintes hechos en China. No cabe duda que, día a día, todo lo mencionado anteriormente se va haciendo más visible en nuestra sociedad. Sobrevaloramos grandes marcas de vestuario, como H&M, Zara, Topshop, Gap y Adidas, entre otras, responsables de monstruosas piezas arquitectónicas que invaden nuestras ciudades y de estrategias de marketing que nos capturan dentro de un “campo de concentración del capitalismo” para hacernos consumir más y saciar nuestra necesidad de “tener lo último”. Frente a esto, cabe recordar la visionaria idea del “rey de la moda”, Paul Poiret, quien señaló que todo exceso en materia de moda es signo del final. Si bien la intención del modisto francés se relaciona con la decisión de diseño al momento de crear una pieza de vestir, resume perfectamente el mundo de consumo excesivo que estamos creando. Por causa de fenómenos globales adoptamos tendencias que nos hacen perder identidad y desaprovechamos nuestros recursos locales (la decadencia de la industria textil nos hace perder mano de obra especializada).

Acopio de fardos de lana, Bellavista Oveja Tomé, 1935.

Hace más de 100 años se venía hablando de este monstruo que se apodera de la sociedad. Lo decía nada menos que William Morris (1834-1896), artesano, poeta, escritor, activista político, pintor y diseñador británico, fundador del movimiento Arts and Crafts, quien aporta un interesante punto de vista acerca de la relación entre los trabajadores y los dueños de las compañías, válido para la Inglaterra del siglo XIX y también para el mundo en que vivimos: «El objetivo esencial de la industria es “obtener beneficios”; resulta frívolo especular si los artículos que se elaboran tienen mayor o menor utilidad para el mundo, con tal de que se pueda encontrar a alguien que los compre a un precio tal que, cuando el trabajador haya recibido la menor cantidad posible de productos y comodidades de primera necesidad que se le pueda hacer aceptar por su elaboración, quede algo como recompensa para el capitalista que lo ha empleado» (Morris, 2013, pág. s. n.).

Debido a las avanzadas condiciones materiales de su tiempo (se estaba viviendo la revolución industrial), Morris creía que se podía crear el mejor y más bello de los mundos posibles. Queda claro que con valorar la riqueza que nos entrega nuestro entorno podemos obtener ese mundo perfecto: «La riqueza es lo que nos proporciona la naturaleza y lo que un hombre razonable puede obtener a partir de los dones de la naturaleza para emplearlo de modo razonable. La luz del sol, el aire fresco, la faz virgen de la tierra, el alimento, el vestido y la vivienda necesaria y decente, el acopio de conocimientos de todo tipo y el poder de diseminarlos, los medios de la libre comunicación entre hombre y hombre, las obras de arte cuya belleza crea el hombre cuando más es, cuanto más lleno de aspiraciones y más juicio tiene: todas las cosas que proporcionan placer a la gente libre, honrada e incorrupta: esto es la riqueza» (Morris, 2013, pág. s.n.).

tuvo su sede en la localidad de Bellavista (Tomé), Región del Biobío.

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Luego de rescatar toneladas de residuos de las fábricas de lana, pantys y chalecos, entre otras, pasando por el proceso de triturado, cardado e hilado, esta fábrica vuelve a generar el hilo que será parte importante de la trama de sus productos. Bernardita Marambio entrevista a Sergio Carter, julio de 2013.

Recuperadora Textil Jackarter, 2013.

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La primera etapa de investigación permitió experimentar con todo tipo de tejidos

e instrumentos como licuadoras, tijeras y cortacartones.

Proyecto Demodé Nuevo material a partir de los residuos textiles pre-consumidor y almidón Su historia La motivación de mi proyecto surgió el 2008, cuando aún era estudiante de Diseño y se nos propuso trabajar en base a materiales poco frecuentes para obtener un producto convencional y comercializable. Fue uno de mis primeros encuentros con residuos de tipo textil vistos desde otra perspectiva. Buscando materiales en lugares de “ropa usada” (específicamente en calle Bandera), me enfrenté a torres de ropa poco cotizada y en mal estado. Resultó inevitable preguntarme qué pasaba si nadie compraba esa ropa. Si bien el producto resultante de ese ejercicio fue algo ingenuo, marcó un punto de partida. Con ese encargo también conocí la estrecha relación que mantenía el almidón con el textil, vínculo que se ha mantenido por siglos con el fin de que las prendas estuvieran libres de arrugas y presentaran mayor rigidez, como se observaba en los cuellos y puños de los trajes de reyes y eclesiásticos, en las tocas de las monjas y en los vestidos de can-can. Buscando recetas antiguas para obtener

este mágico componente conocí la interesante técnica del almidonado. Entonces surgió la necesidad de revalorar un arte que no debía perderse. El almidón es un polisacárido obtenido a través de la molienda de diversas variedades de cereales, principalmente del maíz y comercialmente conocido como Maicena. Este aditivo crea una capa transparente sobre el tejido, otorgándole mayor resistencia y firmeza a la trama, pudiendo reconstituirla cuando está dañada. Un simple consejo (“mojar la ropa en agua con almidón para que quede tiesa”) y el hecho de que esta técnica sirviera para reconstituir un textil deteriorado fueron las premisas del proyecto presentado al taller mencionado, consistente en la creación de accesorios confeccionados a partir de cuellos y puños de prendas usadas y almidonadas. Así, se cerraba un camino de recuperación y valoración de un material y una técnica. Esta experiencia, que sirvió para enfrentar el proyecto con que obtendría el título de diseñadora industrial, fue catalizada por una noticia que relataba el alto porcentaje de artículos textiles que se importan en Chile, por un monto anual que bordea los 1.000 millones de dólares en estos artículos (Diario Estrategia Online).

La segunda etapa de experimentación consistió en mezclar estos trozos textiles

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Muchas de estas importaciones, que llegan principalmente por Iquique, están en mal estado y se desechan en la ciudad, contaminando las aguas, sin control ni conciencia del daño que provocan (Jiménez, 2008). Esta noticia delineó mi misión. Así, presenté el concepto de volver a dar vida a los textiles, pero no para seguir generando “moda”, ni prendas de vestir que iban a pasar rápidamente al olvido y finalmente terminarían en un vertedero. La investigación sobre este tipo de residuos permitió concluir que el porcentaje de descartes era muy alto, que no se tenía conciencia de ello (como se tiene respecto a otro tipo de residuos), y que no solo se estaba contaminando la tierra con los elementos plásticos que contienen las prendas fabricadas hoy, sino que también se estaba perdiendo un material natural como el algodón. Era evidente que se estaba desperdiciando materia prima y que se hacía necesario rescatarla y volver a darle vida.

La primera etapa de investigación permitió experimentar con todo tipo de tejidos e instrumentos como licuadoras, tijeras y cortacartones. Finalmente, luego de evaluar los diversos tamaños obtenidos, comencé a explorar las posibilidades de una guillotina industrial especialmente diseñada para cortar textiles. Luego de una cierta cantidad de “pasadas”, el material alcanzaba el tamaño perfecto. La segunda etapa de experimentación consistió en mezclar estos trozos textiles con diferentes tipos de aditivos, tanto plásticos como naturales. Unos la dejaban rígida y sellada, otros flexible. Productos como la cola animal estimulaban el crecimiento de hongos, provocaban mal olor y finalmente descomponían la tela. Entonces comencé a investigar las posibilidades del “eterno compañero” del textil, el almidón. El resultado era indiscutiblemente mejor, pero no óptimo, ya que necesitaba unir, pegar, aglomerar y juntar para siempre los trozos. Felizmente, el almidón puede ser mezclado con componentes que lo hacen ser adhesivo, lo que permitió unir residuos textiles triturados y almidón modificado. La reinventada unión de estos componentes dio pie a una innovación: la tela fue recuperada, ya no para vestir, sino para revestir.

con diferentes tipos de aditivos, tanto plásticos como naturales.

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Resultado técnico: Demodé A causa de la gran demanda textil, el rápido paso de una moda a otra y las exportaciones en el mundo del vestuario, se fabrican prendas de mala calidad, ya que se prioriza la cantidad para alcanzar un mayor porcentaje de ventas. A su vez, el residuo textil aún no tiene un reconocimiento claro a nivel mundial (como sí lo tienen otro tipo de residuos), ya que no se tiene conciencia sobre la cantidad que se pierde en vertederos. Como referencia, podemos decir que solo considerando los residuos municipales (es decir, sin contar los industriales), se dejan en vertederos cerca de 130.000 toneladas de desechos textiles al año (Comisión Nacional del Medioambiente, 2010), los cuales no solo contaminan por el alto porcentaje de polímeros que son comparables, por ejemplo, con una botella plástica, sino que también implican la pérdida de una materia prima natural reutilizable, como el algodón. Demodé es un material fabricado a partir del aprovechamiento y rescate de desechos textiles subclasificados como residuos sólidos urbanos, los que van desde el material pre-consumidor (descartes de la fabricación de las prendas) hasta el material post-consumidor (finalizada su vida útil luego de su uso a nivel particular).

Estos desechos, obtenidos tanto a nivel industrial como domiciliario, son aglomerados con un adhesivo biodegradable de almidón, proceso a través del cual se obtiene una masa homogénea que, luego del prensado y secado, puede transformarse en diferentes productos para la construcción, la decoración y el diseño en general, tales como módulos y paneles para revestimiento de muros, aislantes o simplemente como un recurso estético. Las propiedades del adhesivo de almidón otorgan al material una característica física que no tenía en su estado natural: la rigidez estructural. Gracias al uso de componentes naturales, este material cuenta con la ventaja de ser autoextinguible, es decir, la llama se consume sola y el material no produce flama. El proceso de fabricación de este nuevo material es sencillo y permite establecer una serie de etapas. Todo el proceso puede serializarse y se puede fabricar en cualquier parte del mundo, ya que las principales materias primas se obtienen sin escasez. Cuando la masa está completamente seca, se le pueden aplicar diferentes tipos de mecanizados para la fabricación de objetos y para las terminaciones pertinentes, lo que permite lograr un módulo o panel carente de irregularidades. Este módulo puede ser cortado con sierras, perforado, lijado, atornillado y encolado.

También es posible adherirle otros materiales. Dependiendo del material usado en la mezcla, se le puede aplicar algún tipo de sellador. Todo el proceso de fabricación puede realizarse tanto de forma mecanizada como manual. Además de su resistencia mecánica, el material tiene capacidad de torsión o compresión. El 2011, Demodé obtuvo financiamiento del programa Capital Semilla de CORFO, lo que permitió proyectarlo como una empresa que cuenta con taller de fabricación y todo lo necesario para desarrollar el producto.

Carter, S. (julio de 2013). Entrevista para Proyecto Demodé. (B. Marambio, Entrevistador). Cartes, A., Luppi, R., & López, L. (2012). Bellavista Oveja Tomé, una fábrica en el tiempo. Concepción: Facultad de Ciencias Sociales, Universidad San Sebastián en Concepción.

DNA

El 2011, Demodé obtuvo financiamiento del programa Capital Semilla de CORFO, lo que permitió proyectarlo

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Referencias

Comisión Nacional del Medioambiente. (2010). Primer reporte sobre manejo de residuos sólidos en Chile. CONAMA. Diario Estrategia Online. (s.f.). Chilenos Lideran Gasto en Vestuario en América Latina. Recuperado el 20 de abril de 2014, de Diario Estrategia Online: www.estrategia.cl/detalle_cifras. php?cod=3676 EU Commission. (2003). Evolution of trade textile and clothing worldwide – Trade figures and structural data. Commission Staff Working Paper, UE, Bruselas. Jiménez, A. (octubre de 2008). Industria de reciclaje. Diario La Estrella del Norte. recuperado el 20 de abirl de 2014 de: www. estrellaiquique.cl/prontus4_ nots/site/artic/20081003/ pags/20081003005503.html.

como una empresa

Morris, W. (2013). Cómo vivimos y cómo podríamos vivir; Trabajo útil o esfuerzo inútil; El arte bajo la plutocracia. (F. Corriente, Trad.) Logroño: Pepitas de Calabaza. Salinas, J. L. (11 de diciembre de 2007). Bellavista Oveja Tomé: La marca que tejió la moda chilena. El Mercurio, Revista YA.

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