Los lados en el diagrama del Eneagrama

Los lados en el diagrama del Eneagrama LADO IZQUIERDO Más social, más pendiente de la seducción de los otros. LADO DERECHO Más antisocial, más rebel...
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Los lados en el diagrama del Eneagrama

LADO IZQUIERDO Más social, más pendiente de la seducción de los otros.

LADO DERECHO Más antisocial, más rebeldes, más pendientes de sí mismos.

PARTE SUPERIOR Extroversión Contentamiento evitación de la interioridad.

PARTE INFERIOR Introversión Interioridad más conexión con uno mismo. descontento,

insatisfecho

El triángulo interno en el Eneagrama Los 3 venenos

Ante el dolor, el sufrimiento, la ansiedad, la soledad, el vacío, etc en la edad temprana la personita que somos afronta aquellas situaciones que percibe como amenazantes con respuestas de seguridad o afirmación que a menudo terminan fijándose y convirtiéndose en una compulsión a la repetición para exorcizar el peligro. Esto implica una pérdida de contacto con la experiencia directa en una pérdida de conciencia o ensombrecimiento y una automatización de la conducta que no nos deja libres en la manifestación de nuestro ser. El ego se polariza como compensación a esta dificultad del ser o bien hacia un deseo extremo, bien hacia un odio ciego, o hacia el oscurecimiento de la conciencia. Que son las tres raíces de la conciencia egoica, los tres venenos de la doctrina budista. En el Abhidharma se refleja esta psicología budista relacionada con el núcleo central del eneagrama. El tipo Codicia (3) está motivado por el deseo, más dinero, más fama, más placer. El tipo Odio (6) considera la vida como una batalla. El tipo Ilusión (9) funciona sin prestar atención. Según el budismo hay que contrarrestar cultivando las tendencias opuestas, la desidentificación (3), la compasión (6) y la atención (9). • Gurdjieff hablaba de los tres cerebros, mental, emocional e instintivo. Son los elementos base del eneagrama, los vértices desde donde se articulan los demás pecados o pasiones. • En el Budismo se habla de los tres venenos.

• En la filosofía del yoga se habla de avidya (ignorancia) y algunos de sus hijos, de raga (deseo) o dvesa (rechazo).

9 INCONSCIENCIA 3 AVIDEZ 6 AVERSION

TRIANGULO 9, 6, 3 El triángulo central inscrito en el círculo alude a una trinidad universal que son la fuerza activa, la fuerza pasiva y la fuerza neutra. La ley del tres se aplica al principio divino. La ley del siete (salvo el 3 y el 6 que son puntos de shock (invisibles) que constituyen un vínculo entre los reinos del ser y los del devenir. El 9, arriba del eneagrama representa, podríamos decir el do de las pasiones. Los tres puntos interiores son falta de autenticidad 3, mala fe 6, pereza psicológica 9, dentro de la teoría de la neurosis. Los demás puntos se pueden inferir a partir de la intersección de estos tres puntos nucleares. Por ejemplo el 1, la ira, es un híbrido entre la pereza y el engaño, lo mismo que el 2, orgullo, con distinta proporción entre ambos. Cada punto del eneagrama es el fundamento del siguiente si seguimos la dirección de las flechas.

9 PEREZA DESCONEXION La pereza psicológica, la apatía de ser nos priva de una base sólida desde donde afrontar el mundo, lo que nos lleva a la duda.

3 VANIDAD EXCITACION Actuamos con una falsa personalidad, identificados con la máscara, lo cual nos lleva mucho más lejos

de nuestro verdadero ser, en la dificultad de mirar hacia dentro.

6 COBARDIA INHIBICIÓN La duda y el miedo pueblan de fantasmas el mundo interno y nos sentimos más seguros actuando desde roles prestados protegido por las estructuras sociales.

LOS TRES VÉRTICES

VIENTRE 8, 9, 1 Grupo epileptoide, orientados hacia la acción.

PECHO 2, 3 , 4 Grupo histeroide, orientados hacia el sentimiento.

CABEZA 5, 6, 7, esquizoide, orientados hacia el pensamiento.

El proceso en el Eneagrama A lo largo del proceso del Eneagrama hemos visto lo que había debajo de la superficie del iceberg. Hemos visto que el trasfondo de la personalidad es complejo y sobre todo que personalidad no era igual a esencia, que el carácter no es el alma. Dicho de otra manera que lo que nosotros creemos que somos no es realmente como de verdad somos. El Eneagrama nos echa una buena ayuda a la hora de responder a la pregunta sincera de quién soy yo, quiénes somos nosotros. Pregunta con la que se debe iniciar todo camino espiritual. De entrada el Eneagrama no nos habla de lo que somos sino de lo que no somos. Nos habla de la máscara, de la compulsión, del automatismo, del engaño en el que caemos o hacemos caer a los otros. Y nos damos cuenta que a menudo somos nosotros mismos nuestros verdaderos enemigos. Vamos en contra de nosotros. Vamos en sentido opuesto a la felicidad. Nuestro deseo, nuestro ego, nuestro pasado, nuestras expectativas, en definitiva nuestra ignorancia va a la caza de ilusiones y no al encuentro de uno mismo, vamos en busca de los poderes que alimentan el ego y no tanto a lo que realmente nos hace ser libres. Se trata entonces de invertir nuestro proceso vital. En la Tradición se habla de darse la vuelta (diablillos / colgado), del segundo nacimiento (iniciación). De morir a este mundo para renacer en el otro, de alumbrar el espíritu. De coger la barca para llegar a la otra orilla (budismo), etc. Y para esto hemos de cuestionar nuestra vida (sobre todo cuando aparece la insatisfacción, la infelicidad), ese cuestionamiento es arduo, largo y costoso. Reconocer la sombra es pasar por nuestro propio infierno. Pero sin eso no podemos llegar al cielo. Sin desmontar un edificio no podemos construir otro. El Eneagrama nos dice: entra en tu laberinto (símbolo de lo ambiguo, del mundo, del caos, de la mentira, del inconsciente) y encuentra tu centro, tu verdad, tu autenticidad. Cuando llegues al centro podrás salir. Será el nuevo parto, el nuevo nacimiento. La entrada al laberinto es el camino de muerte (muerte del ego), la salida el camino de la vida (del espíritu). El Eneagrama nos dice mira tu orgullo (tu lujuria, etc), cómo es ese orgullo, cuándo surge, cómo la enmascaras, lo justificas, cómo manipulas, etc. Y lo importante es que nos dice que en el fondo del orgullo, de la avaricia o la envidia hay una carencia, y esa carencia es de amor, es decir, de reconocimiento, de contacto, de ser. Carencia que tiene que ver con el primer susto ante el mundo, con la pérdida de la madre, el temor o la ausencia del padre, es decir, esa carencia es el suelo emocional de nuestros conflictos y radica en nuestra infancia. Se trata también de recordad al niño, hacer las paces, perdonar (esto es madurez). Recuperar otra

vez al niño sano que hay en uno. A través del Eneagrama nos hacemos personas porque dialogamos desde el adulto con nuestro niño, armonizamos realidad y sueño. Cuando entramos en el Eneagrama hemos de dejar nuestra perfección, el ideal del yo en la basura. No hay ningún punto que sea el 6 superman, el 5 el héroe, el 7 el potente, etc. Todos los puntos implican la aceptación de lo humano, todos los rasgos son muestras de la realidad de nuestra sombra. Creo que el camino del Eneagrama es dejar la triste humanidad que añora un mundo feliz (7), perfecto (1), intenso (4), poderoso (8), seguro (6), tranquilo (9), bello (3), erudito (5) y especial (2) para instalarnos en una humanidad que reconoce que lo humano ya de por si es maravilloso. El diablo nos tienta cuando queremos ser perfectos, eternos, divinos. En este sentido el Eneagrama es una vía de amor, no de etiquetaje sino de aceptación (no complicidad) con los laberintos ajenos donde estamos atrapados. Sigamos con el símbolo del laberinto donde está encerrado el Minotauro. En este monstruo mitad hombre, mitad animal encontramos que la parte animal está en la parte superior, lo inferior se ha colocado arriba. Y este es el problema, no podemos dejar que el yo se suba a las espaldas del espíritu usurpándolo en vez de ser su fiel aliado. Dentro del campo de acción del yo está la posesión, el control, el egoismo, el miedo al otro, a lo desconocido, la discriminación, el etnocentrismo, sexismo, es decir, todo lo que amenaza al ego que es mucho y que en definitiva es la propia muerte. En cambio dentro del área del ser está la escucha, la aceptación, el diálogo, presencia, abandono, compasión, ya que el ser se siente integrado en el Todo, vive en un eterno presente y sabe que la muerte es otra máscara de la vida. Pero atención no se trata de matar al ego sino de matar su orgullo, de cortar su miedo, de iluminar su ignorancia. El Ego es realmente el protagonista, el héroe o heroína, el que media, ajusta dos mundos, toma conciencia. El ser espiritual ha estado siempre ahí aguardando (arjuna-khrisna), ya está, no tiene que hacer nada. Es el héroe el que tiene que matar al dragón, que tiene que conquistar a la princesa, que recorrer el camino. Hay tres niveles en el proceso del ego: Primero tiene que crecer, rehacerse a si mismo, soñar. Tiene que tener poder, se hábil con el mundo y conquistarlo. Demostrarse a si mismo. Después tiene que reconocer sus límites, su imposibilidad de elevación. Tiene que cuestionarse. (cuento del río de las arenas del desierto). Iniciar un cambio, mirar hacia dentro y cambiar los valores. Tiene que darse la vuelta y morir a lo caduco. Por último tiene que renacer, humilde, compasivo, alegre. Tiene que renacer a la escucha, a la presencia, al abandono, a la aceptación y vivir la vida como una meditación de una sinfonía que suena que es la vida y una danza armónica que es su hacer en el mundo, sin nada donde agarrarse, sin máscaras del ser. Es por eso que el Eneagrama tiene que avisarte. Si tienes un ego fuerte, estructurado, entonces empieza el camino, entra en el laberinto, si no el Minotauro te comerá. Antes de desmontarse hay que fortalecerse. El camino espiritual debe partir con una salud mental y con claridad de objetivos. Sabiendo de las dificultades, de los riesgos, pero también del nuevo amanecer del ser. Antes de escalar la montaña prepárate, encuentra el momento, la senda adecuada. Si uno utiliza el monasterio, el ashram, una filosofía o método, para retirarse del mundo que le ha vencido entonces no hay progreso. Primero las cuentas con el mundo, después el alma, por fin el

reencuentro con el espíritu. A través del error se gesta el aprendizaje. Son la integración de múltiples heridas (psicológicas) que posibilitan la madurez. Sólo hay amor cuando hay entrega. Pero sólo llegamos a la luz cuando no nos asustamos de nuestra sombra. Si huimos de nuestra sombra, si no queremos ver nuestra compulsión, la sombra nos persigue, se enmascara, se proyecta, se cuela en los actos fallidos, en los sueños, se vuelven pesadillas. En cambio si reconocemos la sombra, si la aceptamos y desde ahí la sublimamos entonces descubrimos que la sombra era luz. Descubrimos que la sombra estaba enamorada de la luz, que detrás de cualquier pecado o compulsión hay un deseo encubierto de amor (la fuerza, el sol XVIIII). También descubrimos que la personalidad, el carácter fue (es) un mecanismo de defensa y como tal válido ante el dolor, el rechazo, la falta de amor, el fracaso, la dureza, la soledad, etc. Ese carácter no fue gratuito y por eso podemos entender como somos, entender que hubieron unas razones muy poderosas. Y no se trata de tener pena de nosotros mismos sino de ser compasivos, y de aligerar la carga, de reírse de la culpa y de no impotentizarnos por no ser todo lo que no somos sino de valorar todo lo que la vida nos permite ser, que es tanto. Entender que ese carácter fue una contracción del ser que nos impidió muchas cosas pero que nos posibilitó muchas otras. Tengo una imagen para entender esto. Sin los ojos, los oídos, la nariz, etc, no podríamos ver, oír, oler, pero cada uno de los sentidos son un filtro enorme pues al ver sólo percibimos una gama de colores, al oír una franja de sonido, etc. Gracias a esa contracción, o deformación de la realidad podemos ver, gracias al filtro podemos sentir de forma especializada. Es como si el alma estuviera conectada en un sentir profundo con el mundo pero gracias a los sentidos imperfectos ese sentir es efectivo, es preciso, es especializado. Sólo unos cuantos olores y sabores sobre la infinidad que existe. Es la misma relación entre carácter y ser, aquel sólo permite unos registros del ser pero estos registros son efectivos en el vivir, nos dan seguridad. El problema reside cuando la identificación se da sólo en esos registros del ser y no hay permeabilidad, no hay diálogo entre ser y personalidad. Volviendo al ejemplo es como si no quisiéramos probar otros sabores, otras cocinas, otros perfumes. Hay más posibilidades de vida y de hecho nuestro objetivo como seres humanos es llevar un poco más allá el record de la humanidad, quizá una milésima de segundo, quizá el descubrimiento de una nueva forma de sentir, de comunicarse hará en la evolución kilómetros. Ahora bien, las condiciones han cambiado, aquellos peligros y carencias ya no están entonces es tonto llevar a cuestas los mismos mecanismos de defensa. Por eso si sentimos que cada vez que reafirmamos el ego hay conflicto entonces estamos maduros para el cambio. El cambio reside en ir a un centro del ser más amplio que el ego periférico, social, del pasado, y ese nuevo centro del ser se llama uno mismo. ¿Qué pasa en ese uno mismo?. Pues nada mágico ni extraordinario, eso sigue siendo las fantasías del ego. En ese uno mismo, uno está más cerca de sus motivaciones reales, más cerca de sus necesidades. Las cosas más sencillas como comer. Dormir, trabajar, amar parten más de un ritmo interno que de presiones externas o de compulsiones neuróticas. En ese uno mismo uno acepta más los cambios de la vida, sus mareas. Cuando es otoño pues es otoño. Detrás del error hay un aprendizaje. El miedo es un estímulo, la muerte es transformación, el mundo un espejo. Uno no se asusta del otro, la ira hacia el mundo se torna compasión, solidaridad. Ese uno mismo que se siente pleno pues se vuelve invisible, discreto en lo social, pues no busca ese reconocimiento. Pasa desapercibido pero está atento en la vida pues es la gran maestra, baja al mercado donde se cuece todo.

La sabiduría es nuestra vocación. Pero ser sabio requiere de un camino largo. No erudición. Humildad. Impermanencia. Globalidad. Simplicidad. Invisibilidad. Escucha. Presencia. Conciencia. Servicio. Generosidad. Alegría. Responsabilidad. Coherencia. Saber estar solo. Meditativo. Florecer. Inocencia. No historia personal, etc. Por Julián Peragón

¿Cómo trabajar con el Eneagrama? . Una primera resistencia que encontramos a la hora de trabajar con el Eneagrama u otros esquemas de conocimiento es el de la clasificación. La idea sana de no querer poner una etiqueta a la vida, a uno mismo. Y es cierto que no se trata de clasificar y ya está. La infinita variedad de la vida, la enorme complejidad de lo que somos no se puede poner dentro de 9 cajones, así de sencillamente. Como diría Shakespeare en boca de Hamlet, tu filosofía no puede abarcar lo que hay entre el cielo y la tierra. Pero esto no debería ser un obstáculo. Clasificamos para aprender a ver, como medida pedagógica. Una vez ya hemos aprendido en esa visión profunda ya podemos tirar a la basura el esquema, la lupa, la etiqueta. Podríamos decir como el proverbio tibetano que “pobre del que sólo atienda al dedo que señala la luna”. . Otra resistencia es la de entrar en lo “negativo”, en el pecado. La verdad es que a menos que nos demos la vuelta y veamos la sombra que proyectamos no entenderemos nuestra personalidad. Somos como un iceberg que mantiene en el inconsciente la gran parte de hielo. No se trata, sin embargo, de restregrase en el infierno de nuestra compulsión sino la de reconocer ese mar inconsciente para no caer en él, para que ejerza tanta atracción fatal. Es justo cuando hemos reconocido la sombra que tiene más posibilidades de emerger la virtud. Luz y sombra son las dos caras de una misma moneda, del mismo ser. Pero está claro que hemos de empezar por lo primero, por la dificultad, por las estrategias del ego. . Después, lo que estamos valorando en el eneagrama no es tanto la persona, el ser que somos como nuestra compulsión, aquella parte de nuestro carácter o personalidad. De la misma manera que no confundimos una caricatura con la realidad, no debemos confundir el análisis del Eneagrama con el ser de cada uno. Esa compulsión, ese pecado no se manifiesta permanenetemente, más bien se da en aquellos momentos de conflicto, de presión, de inseguridad, etc. . Lo interesante del Eneagrama es que es uno el que tiene que hacer un esfuerzo por definirse, por reconocerse. No vale que el profesor sentencie el diagnóstico, apenas debe dar algunas pistas. . Uno de las grandes posibilidades del Eneagrama es que tiene un lenguaje que pertenece a lo popular. Una psicología básica donde se habla de orgullo o vanidad. Nos alejamos así de la jerga psicológica, de la terminología patológica que encierra al individuo. El Eneagrama no habla tanto de

patología sino de conducas que llevan al enredo, a la confusión. Se habla de lo que nos aleja del ser, del verdadero amor. . Pero de la misma manera que hay quien no se puede reconocer en ningún tipo porque no quiere ver su caricatura. Están los que se reconocen en muchos tipos porque hay dificultad de ver entre lo circunstancial y lo nuclear. Podemos vernos en muchas tipologías pero hay una que es el motor de arranque. De entrada esa es que que nos interesa. . También personas que son diametralmente distintas, con conductas distintas pueden estar funcionando con un mismo patrón. Ese patrón es más o menos invisible, y las respuestas pueden ser múltiples. La invitación del Eneagrama es la descubrir ese patrón y saltar por encima de lo superficial. . Nos tenemos que acostumbrar a hablar de números aunque resulte frío porque si hablamos del tipo orgullo o del tipo avaricia estaremos limitando la profundidad y complejidad de un tipo. Dentro de un tipo hay la pasión pero también la fijación, los subtipos, las ideas locas, etc, etc.

Por Julián Peragón

Conceptos básicos en el Eneagrama ENEAGRAMA • El término Eneagrama proviene del griego enneas que significa 9 y del término gramma que significa punto, y es probable que fuera acuñado por el mismo Gurdjieff que era grecoarmenio CARÁCTER • La palabra carácter deriva del griego charaxo, significa grabar y se refiere a lo que permanece constante en una persona. Es lo que está grabado, son los condicionamientos de la conducta, emocionales y cognitivos. PERSONALIDAD • Cuando el niño es bien pequeño se muestra de forma instintiva y natural. Muestra un estado de inocencia. Entre los 4 y 6 años, bajo la infkuencia del medio, padres y sociedad, el niño comienza a estructurar una personalidad para poder sobrevivir, es lo que llamamos ego. NEUROSIS • Naranjo utiliza la teoría de la neurosis en la visión del eneagrama congruente con los enfoques freudiano y reichiano que consideran a la neurosis como la consecuencia de una restricción al instinto y también con el concepto de la salud como autorregulación que generalmente comparten los psicólogos humanistas desde Rogers y Perls. ESENCIA

• Gurdjieff distinguía entre esencia y personalidad. Podríamos decir que es la distinción entre el yo real y el yo condicionado. Donde Gurdjieff habla de personalidad, Ichazo habla de ego. Sólo que el concepto de ego se mezcla en la psicología psicoanalítica y puede resultar un tanto confuso. Casi es más acertado (Naranjo) hablar de carácter que indica aquello que está grabado, condicionado, alejandose de la idea de esencia. Por un lado tenemos la esencia, el alma, el atman, el yo superior, el ego real, el sí mismo, y por el otro, tenemos la personalidad, el carácter, el ego falso. Aunque no estamos hablando de entidades fijas sino de procesos con lo cual es bastante más complicado. Baste la idea de no confundir una cosa con otra, no identificarse con lo que es adquirido, condicionado, no confundirnos con la máscara, con la coraza, aunque todos llevemos alguna.

Por Julián Peragón

Los maestros del Eneagrama GEORGE I. GURDJIEFF (1870-1949)

Gurdjieff, un maestro en busca de una enseñanza George Ivanovich Gurdjieff, de origen griego y armenio, filósofo, místico, escritor y maestro, nació en Alexandropol en la frontera entre Rusia y Turquía en algún momento de los años 1870s (la fecha es incierta, lo mismo que otros muchos detalles de la vida de Gurdjieff). Gurdjieff desde joven era insaciable en su búsqueda por descubrir y comprender el significado de la vida y se propuso encontrar las llaves que respondieran a sus implacables preguntas. Convencido de que aún existían antiguas tradiciones esotéricas, inició su búsqueda espiritual que lo llevaría al Medio Oriente, Asia Central y al Lejano Oriente. Describió estos viajes en su libro Encuentros con hombres notables, del cual el director Peter Brook hizó más tarde una película. A través de estos viajes, Gurdjieff descubrió el sistema de ideas llamado Cuarto Camino que sería la base de sus posteriores escritos y enseñanza. Es imposible determinar una sola fuente para las ideas del Cuarto Camino. A pesar de que es posible encontrar paralelos entre los escritos de Gurdjieff y el budismo tántrico, hinduísmo, sufismo y la religión ortodoxa griega, los puntos principales de su doctrina no pueden ser encontrados en una sola fuente.

Gurdjieff y su misión de despertar Gurdjieff estaba en Moscú en 1912 enseñando el Cuarto Camino. Su personalidad magnética y sus poderosas ideas atrajeron algunos seguidores. Entre ellos Peter Ouspensky, quien más tarde lo ayudaría a difundir el sistema del Cuarto Camino en el Occidente. Otros estudiantes importantes de Gurdjieff durante esos duros tiempos en Rusia fueron el compositor Thomas de Hartmann y su esposa Olga, el psiquiatra finlandés Leonid Stjoernval, y el artista Alexandre de Salzmann y su esposa Jeanne. Después de haber escapado del caos de la revolución bolchevique, Gurdjieff y un pequeño grupo de seguidores se establecieron en Francia. En octubre de 1922 Gurdjieff estableció su “Instituto para el desarrollo armónico del hombre” en el Castillo de Prieuré cerca de Fontainebleau. Poco después, Gurdjieff y el Instituto atrajeron otros importantes personajes de la época, incluyendo Katherine Mansfield, A. R. Orage, Margaret Anderson y Jane Heap. Gurdjieff en Estados Unidos A principios del año 1924 Gurdjieff sintió que el Instituto estaba ya suficientemente consolidado y comenzó a viajar. Ese mismo año hizo la primera de varias visitas a New York durante las cuales él y sus estudiantes ofrecieron numerosas pláticas y demostraciones. Como respuesta al interés demostrado, Gurdjieff fundó un grupo de estudio dirigido por A. R. Orage, un famoso editor inglés, quien había formado parte del grupo del Prieuré en Francia. Poco después de su regreso en Francia, en el mes de julio de 1924, Gurdjieff sufrió un terrible accidente automovilístico que casi le causa la muerte y el cual influyó profundamente en su vida y en sus decisiones como Maestro. El legado de Gurdjieff Durante su convalecencia Gurdjieff comenzó a escribir el primero de lo que sería una serie de tres volúmenes que se llamaría Del todo y de todo. El primer volumen, Relatos de Beelzebub a su nieto, fue distribuído entre sus estudiantes durante ese primer año, con el deseo de que este libro fuera el punto central en la preservación de su enseñanza. A principios de los años 30s, Gurdjieff comenzó el segundo volumen de su proyecto, con el titulo Encuentros con hombres notables, al mismo tiempo comenzó a escribir el tercero y último volumen de la serie: El mundo es real sólo cuando “yo soy”. Gurdjieff dejó de escribir en 1935 cuando Del todo y de todo estaba terminado, pero continuó trabajando con pequeños grupos y también con personas en forma individual a través de los años 40s. La vida y enseñanza de Gurdjieff han tenido una fuerte repercusión en el mundo occidental. Rastros de su enseñanza se pueden encontrar en escritores como Aldous Huxley, J. B. Priestley, P. L. Travers, D. H. Lawrence y George Bernard Shaw. La obra principal de Gurdjieff Relatos de Beelzebub a su nieto, el cual Travers describe diciendo que “se eleva a las alturas como una gran, pesada, catedral volante”, fue publicado en 1950, un año después de su muerte. Libros de Gurdjieff Del todo y de todo: Relatos de Beelzebub a su nieto Encuentros con hombres notables

El mundo es real sólo cuando “yo soy” Prespectivas desde un mundo real

OSCAR ICHAZO

• Ichazo creció en Bolivia y Perú y estudió de joven en Buenos Aires en un grupo esotérico que seguía la obra de Gurdjieff. Aunque él afirmaba que había descubierto la tipología del Eneagrama aplicado a la personalidad mediante revelación mística, y que llegó a experimentar internamente cada uno de los rasgos del Eneagrama. • Uno de los primeros alumnos fue Claudio Naranjo, piquiatra chileno que se instaló en EEUU donde colaboraba con el Instituto Esalen, centro famoso de crecimiento personal. Ichazo le dijo a Naranjo que aceptaría un grupo de norteamericanos para seguir una instrucción intensiva. En 1970, 45 norteamericanos emprendieron una adistramiento en Arica, Chile. Después de unos meses Naranjo y cuatro más se retiraron y el resto del grupo acabó. Este grupo continuó trabajando en New York en octubre del 71 con 44 personas formando el Instituto Arica, que al cabo de los años quedó inactivo. • Jhon Lilly y Joseph Hart fueron dos miembros que trabajaron con Ichazo. • Ichazo subrayaba la idea de armonizar cabeza, pecho y vientre. Empezando a trabajar sobre el vientre al que Gurdjieff denominaba centro del movimiento. • Ichazo completó el método gurdjievo de la posible evolución del ser humano agregando un componente cognitivo a cada una de las pasiones emocionales, determinando la preocupación mental propia de cada tipo. Además asignó a cada uno de las tres energías vitales o instintos de Gurdjieff un aspecto concreto de la vida práctica, a los que llamó conservación, relación sexual y relación social. Referente a lo individual, relacional (pareja) y grupal.

CLAUDIO NARANJO (Valparaíso, 1932)

Psiquiatra chileno, considerado uno de los tres discípulos más cercanos de Fritz Perls, importante figura en la divulgación del eneagrama en occidente, y fundador del programa S.A.T. de Educación integral. Estudió Psiquiatría en la Universidad de Chile, donde tuvo como profesor a Ignacio Matte Blanco. Fue docente de áreas como la Psicología del arte y Psiquiatría social y fue director del Centro de estudios de antropología médica en Chile. En los años 60’s se radicó en Estados Unidos, estudiando Terapia gestáltica con Perls, llegando a formar parte del equipo del Instituto Esalen en esos años. Su aporte a la Terapia gestáltica está en ser uno de los que cristalizó el último periodo de Perls (que pone el acento en la actitud del terapeuta), a través de su desarrollo en la vía de la Psicología transpersonal, constituyendo en su quehacer una interfaz entre la psicoterapia y diversas disciplinas espirituales (la llamada Cuarta vía) En este sentido, es conocido su sendero espiritual, en que fueron relevantes diferentes maestros, como Swami Muktananda, Idries Shah, Oscar Ichazo y especialmente Tarthang Tulku Rimpoché. Fue investigador asociado en el Instituto de evaluación e investigación de la personalidad en la Universidad de Berkeley. Ha enseñado Religiones comparadas, Psicología humanista y meditación Ha sido también difusor del Eneagrama, un sistema de estudio de la personalidad de supuesto origen oriental, que él ha ido integrando como práctica terapéutica y de Desarrollo personal. En cuanto al programa S.A.T. de educación, este se inscribe en una línea de educación integradora, en relación con el pensamiento de Jean-Jacques Rousseau, John Dewey, María Montessori o Rudolf Steiner. Pone el acento en los aspectos emocionales y espirituales del proceso de aprendizaje, y en la relación personal y transformadora que ocurre en dicho proceso. Libros publicados: La vieja y novísima gestalt: Actitud y práctica (1990) Santiago: Cuatro Vientos La agonía del patriarcado (1993) Editorial Kairós Gestalt sin fronteras (1995) Editorial Errepar Carácter y neurosis (1996) Vitoria: Ediciones La Llave Entre meditación y psicoterapia (1999) Vitoria: Ediciones La Llave Autoconocimiento Transformador. Los eneatipos en la vida, la literatura y la clínica (1999) Vitoria: Ediciones La Llave El eneagrama de la sociedad (2000) Vitoria: Ediciones La Llave Cambiar la educación para cambiar el mundo (2002) Vitoria: Ediciones La Llave Cantos del despertar (2002) Vitoria: Ediciones La Llave Gestalt de vanguardia (2003) Vitoria: Ediciones La Llave

Los tres niveles del Yo

Una de las preguntas básicas que abren las puertas al crecimiento personal o al camino espiritual es acerca del Yo y de lo que uno es. Habitualmente uno no se pregunta ¿quién soy yo? pero en momentos de crisis o de cambio, en momentos de mayor sensibilidad o ante los reveses del destino aparece una seria duda sobre lo que somos o sobre lo que hacemos en este mundo. Al abordar esta pregunta conscientemente tendríamos que matizar pues de lo que se trata es de ver qué hay de uno en lo que uno cree que es, pues no siempre coincide la percepción de uno mismo con lo que realmente somos. Y es que hay una evidencia para todos, la separación entre el sentimiento profundo de lo que uno es y la representación de ese sentimiento. Pero, vayamos por partes. A veces el término Yo se utiliza desde diferentes ámbitos de forma muy diferente, y la palabra ego utilizada desde el psicoanálisis o la psicología también tiene diferentes interpretaciones. Casi es mejor utilizar, para el caso que nos ocupa, el término de carácter, o ser muy precavidos al hablar de yo, de ego. Entonces, ¿es nuestro carácter lo que realmente somos?. El vocablo griego charaxo significa lo que está grabado, condicionado (lo que permanece constante en una persona). Y lo que está grabado es lo que ha grabado el mundo, nuestros padres, nuestras identificaciones. Si en realidad venimos a este mundo con una esencia, con una impronta tal vez sospechemos que no debe de estar propiamente en el carácter. El concepto de personalidad es mucho más claro. Personalidad viene de persona, vocablo latino que quiere decir máscara. Y ya sabemos que toda máscara esconde un rostro original. En el teatro griego las máscaras eran muy apreciadas porque hacían dos funciones principales. Una, la de amplificar la voz pues la máscara era una caja de resonancia. Otra, la de dar forma definida a la expresión para

que los espectadores lejanos pudieran captar esa expresión. Por supuesto que cuando se acababa la función las máscaras se dejaban en el baúl hasta la próxima función. Esta imagen es muy útil para entender la diferencia entre la personalidad y la esencia. La personalidad, y por extensión el ego, es la que da forma a la expresión del ser, que amplifica su expresión, que la ajusta al mundo. Pero está claro que esa forma no es propiamente lo que somos, aunque habríamos de decir también que la forma es un reflejo, o recuerda a la esencia. Esto lo podemos entender con una imagen astrológica y astronómica. En el ascendente el sol y la luna aparecen más grandes. No es que estén más cerca pero el ojo recrea un efecto visual pues la referencia del horizonte hace que en la mente se vea más grande que en el cenit. En todo caso es un imagen ilusoria. Cuando el sol o la luna cruzan el horizonte parecen que estuvieran diciendo ¡Ey! Que estoy aquí, miradme! Esta imagen ilusoria, esta llamada de atención es la personalidad, y el impulso es el Ser, el ser que somos se entiende. El problema está en la confusión entre esos dos planos que deben estar interrelacionados. Para ser uno necesita agarrarse a una forma de la misma manera que la música necesita el soporte de un instrumento pero la música no es el instrumento, sólo su medio. Cuando un niño es pequeño se muestra de forma instintiva y natural, es polimorfo, potencialmente puede ser muchas cosas pues no tiene todavía una estructura definida. Entre los 4 y los 6 años bajo la influencia del medio, de los padres y la sociedad, el niño comienza a estructurar una personalidad que le permite sobrevivir. Si esa forma que estructura es frágil o inadecuada sufrirá porque le aplastará el mundo, pero si hay demasiada estructura, demasiada defensa conquistará el mundo pero aplastará lo sutil y el alma se secará. No habrá oídos para el mundo interno sólo para los reclamos externos. En ese equilibrio nos movemos todavía de adultos. Si bien ese carácter fue una defensa en su momento ante la carencia, la falta de reconocimiento y de amor, más tarde se vuelve en contra nuestro. En realidad todo esto es mucho más complejo pues no hay un sólo Yo, sino muchos. Distintas personalidades en un solo cuerpo. Muchos complejos que son personalidades parciales, que parecen tener su propia vida (de golpe sale el intolerante como el apaciguador). El Yo que conocemos no es más que otra personalidad, pero la que tiene más continuidad, la que se muestra más estable, pero también la personalidad más tirana. Así, detrás de un ego inflado en realidad existe una carencia, detrás de una prepotencia intuimos que hay una larvada impotencia. Tendríamos que percibir el carácter como un sedimento con múltiples capas de vivencia, carencias, fijaciones, deseos, compensanciones, etc. Por eso decimos que la autoidentidad es una síntesis de muchas cosas. Lo que uno cree que es, es la suma tanto de la visión que uno tiene de sí mismo como de la visión de los otros sobre nosotros. Pero vayamos a ver cuál es la función que nos tiene reservada la vida para este ego, carácter o personalidad. Y aprovechemos el rico lenguaje simbólico que la tradición ha reflejado a través de los arcanos del Tarot.

Primer nivel del Yo: El Ego, el Mundo La función del ego se muestra simbólicamente en el Carro. S.M. Su Majestad, coronado y ataviado por ínfulas de poder (como se sueña todo ego) maneja un carro de dos ruedas sin riendas. Esta destreza del ego para llevar el carro al confín del mundo es propia de esta función egoica que debe manejar y manejarse en el mundo. El mundo requiere control para no caer en peligros, habilidad para moverse entre intereses, poder para imponer nuestros deseos, estrategias para llevarlos a cabo. Pero el control no es más que una ilusión. Por eso ser un buen conductor es conveniente para sobrevivir en un mundo social. Lo que nos dice la carta es que hay que aprender a domeñar las fuerzas instintivas para poder convivir en sociedad (el Carro controla a los dos caballos). Sin embargo estas fuerzas están constreñidas bajo un barniz de civilización, en algún momento pueden desbocarse y tumbar el carro. Es diferente a la imagen de la Fuerza cuya relación con el león, con la parte instintiva, es de intimidad y de sublimación pero no de represión. Ahora bien, el ego es adecuado para las conquistas externas pero ciego para el viaje interno. El problema del Carro es creer que uno es sólo la ola y que no tiene nada que ver con el océano del cual surge. La misma carta nos habla de los peligros del ego. Separación del mundo instintivo (en cuanto hay un carro que divide), desconexión del cielo abierto, cielo espiritual (a través de un toldo que separa). Esta división, escisión o separación está en todo ego que no se hace permeable a su propio interior. En realidad las conquistas del ego son conquistas vacías que no dejan satisfacción. Y después de la siguiente conquista ¿qué?, pues otra conquista, y así indefinidamente hasta que aparece un cansancio, un desánimo, hasta que uno pierde la ilusión y mira hacia dentro, hacia otro llamado más profundo. La imagen más real del ego nos la da la carta de la Rueda de la Fortuna. Ahí se observan tres personajes monstruosos que son como personas simiescas, mitad humanos, mitad animales. Es cierto que a veces la tradición ha simbolizado a la mente como un mono inquieto enjaulado que no para de dar vueltas. En realidad el ego aparece ante el mundo como humano pero no es todavía humano pues no tiene alma, es simiesco. El Ego es una función de la mente un complejo positivo de nuestra estructura mental de funcionamiento pero realmente no es humano. A la vez la carta nos lo muestra atado a la Rueda, rueda de vida, de acontecimientos que no paran. Rueda que da vueltas y vueltas sin parar y que desde el estar encadenado a su movimiento parece que la rueda gira trayendo novedades aunque en realidad la rueda gira y gira volviendo a traer siempre lo mismo. Creemos que vamos a ganar, por fin somos triunfadores, pero como la rueda sigue girando uno va para abajo. El quiero reino y tengo reino se transforma en un pierdo reino. Todos los puntos están a la misma distancia del centro, todas las situaciones buenas o malas apuntan a un significado, a una comprensión. Para ello la Rueda nos hace una invitación: en el centro de la rueda no hay movimiento aparente, uno está en su centro. En todo caso hay que dar un salto de nivel, este Ego, este primer Yo busca desesperadamente

seguridad, escapar a la muerte, a los cambios, rechazando lo diferente, expiando las culpas, proyectando fuera los propios demonios. La espiral es una espiral de codicia, odio, ilusión (los tres venenos que nos recuerda el budismo). Un deseo extremo, un rechazo extremo y una inconsciencia extrema por desconexión.

Segundo nivel del Yo: La Psique, el Alma Este cambio de nivel el tarot lo representa con el arcano XIII, el arcano de la Muerte. La guadaña corta cabezas, manos y pies, corta lo visible, lo que está en contacto con el mundo, es decir, la imagen. Se deshace del ego y se queda con lo esencial, con el esqueleto, con lo más inmortal que hay en nosotros. Este cambio brusco es una profunda transformación, una orientación radicalmente diferente. Quizás también nos avisa que hemos de hacer un enfrentamiento con la muerte pues sin la aceptación de ella no es posible vivir plenamente. Expoliando a la muerte uno, el ego, se debate entre el peso del pasado y la esperanza del futuro, quedando atrapado entre la maraña de lo que fuimos y la especulación de lo que queremos ser sin vivir lo real que es el momento presente. Hay que aceptar la muerte y tenerla como aliada, como elemento de transformación. La idea de que somos algo fijo es propio de la ilusión del ego. Por eso la carta siguiente la Templanza nos dice que nanai, que no somos nada fijo, si acaso somos un flujo que va de un jarro a otro, que va de lo consciente a lo inconsciente, de lo femenino a lo masculino, de lo interno a lo externo, pero un flujo (un fluido sin color, reflejando la esencia). El agua se adapta por naturaleza a todo lo que hay, esto significa que en verdad ese Uno Mismo es como un agua que abraza todo lo que le rodea, que lo sumerge, que lo empapa, es decir que no está separado de la cosa, del otro. Que no siente tan claramente las fronteras entre un tú y un yo. Hemos ido a un centro más profundo y hemos conectado con un ángel. Ese ángel siempre había estado ahí pero no conocíamos su lenguaje, no lo veíamos. Ese ángel es la parte benéfica de nuestro inconsciente. Inconsciente importantísmo donde reside la energía vital, donde están nuestros sueños, donde duerme nuestra alma. Y es que, por poner una imagen, para que la luz del faro pueda iluminar es necesario el edificio del faro, el farero, el montículo donde se inserta, aunque para la luz de ese faro todo quede en las sombras. Es importante comprender que nuestro inconsciente contiene toda la sabiduría de la evolución y eso nos sostiene, nos alimenta, nos protege. Por fin nos podemos dejar flotar, confiar en la vida. El ángel parece decirnos, ten paciencia, hay fuerzas inconscientes que actúan dentro de ti. Nos dice que tenemos alas para sobrevolar por encima de las cosas. Es la comprensión de que el Ego no tiene fuerzas de elevación, por eso en esta carta el Ego (el personaje) ha desaparecido (de momento). En esto comprendemos que ser uno mismo no es ser como los otros ni lo contrario de los otros, sino tú mismo. La imagen más clara del reencuentro con el alma, nos lo muestra el Tarot en la Estrella. ¿Cómo es

esta alma? Una mujer desnuda como símbolo de que el alma es desnuda y no tiene doblez. Arrodillada porque el alma participa humildemente de lo que le rodea, en señal de fe como apertura al presente. Y es que el alma no hace más que regar, fecundar todo lo que le rodea, de nutrir lo que previamente se ha sembrado. En esa etapa sentimos que se amplia nuestra sensibilidad. Ya no hay necesidad de resistirse. El alma es ese pájaro que trina celebrando la creación a punto de iniciar el vuelo. El alma es la mediadora, ni el Yo ni el inconsciente sino lo que posibilita el diálogo (la isla y la península aparentemente están separadas pero en el subsuelo están unidas). El alma sabe lo que necesitamos. El alma no es el inconsciente pero se manifiesta a través de él. El alma es la personificación de ese inconsciente, es un símbolo, es lo opuesto al Yo. La verdad es que no puedes hacer lo que quieras con tu vida tienes que aceptar lo que necesita el alma. Y el alma se expresa a través de imágenes, de símbolos.

Tercer nivel del Yo: El Espíritu, el Alma del mundo. Pues bien ese personaje que primeramente aparecía ataviado con símbolos de poder, y que después desaparecía en brazos de un ángel mostrando sólo el fluir, ahora renace. En el Juicio este personaje que es el Yo ya no está de frente sino de espaldas (es anónimo), ya no está sobredimensionado sino tiene medida humana (hay que perder la importancia personal), no está vestido sino desnudo y no está sólo sino en compañía. No sólo hace un diálogo con lo que le rodea por dentro y por fuera sino que mira, por primera vez, hacia lo alto, respondiendo a un llamado. Es el momento donde se da la comprensión de que la existencia es el despliegue de un mensaje, de una música a la que hay que estar atentos. Y llegamos al tercer centro. No sólo teníamos que ir de fuera hacia dentro como decía San Agustín, sino también teníamos que ir hacia arriba. El Mundo, el Alma encuentran su refugio en el Espíritu. Es como si después de descubrir que hay un corazón en la relación con el mundo, con los demás (el alma) tuviéramos que aceptar que existe todavía el corazón del corazón, y eso es el Espíritu. Y esta última carta que es el Mundo nos encontramos con el Alma del Mundo que representa el ser que somos, un ser andrógino que ha dominado y trascendido los opuestos. Y este ser andrógino danza. Danza con todos los elementos, integrando las polaridades y haciéndolas creativas. Pues el Espíritu siempre está en movimiento como lo indica el velo vaporoso y sutil que le envuelve. Lo importante de este mensaje es que al final del recorrido, en el último estamento de lo que somos no nos encontramos con un paraíso sino nos encontramos con el mundo, con la realidad tal y cual es cuando de veras hemos despertado. En realidad no había que ir más lejos ni subir más cumbres, ni despertar más poderes sino ser lo que siempre hemos sido. Jung diría que estamos integrados en un inconsciente colectivo cuyo centro es el sí mismo. También diría que nada cura que no sea la verdad de uno mismo.

Julián Peragón

Pasiones, ni más ni menos

Nuestra primera relación con el mundo es instintiva. Toda nuestra necesidad puesta en la poderosa musculatura de succión ante la teta nutricia. Casi enseguida, cuando la visión se aclara y aparecen los otros cercanos nuestro instinto se malea en afectos. Con la sonrisa temprana o con el llanto irritante pareciera que tratásemos de influir en el mundo, reteniendo lo segurizante o alejando lo peligroso. En la medida que la interacción con el mundo es inevitable y que nos afecta más allá de lo controlable, nuestros afectos pudieran ser recursos innatos para mantener nuestro equilibrio interno. Lo curioso del mundo afectivo es que no conocemos su tránsito por nuestra interioridad, estos afectos aparecen sin mediar nuestra lógica ni aún menos nuestra voluntad. A veces los sentimos como fuerzas angelicales o demoníacas que nos invaden, nos ahogan, nos arrastran, nos trastocan o nos elevan como si fuéramos meros soportes de un juego de dioses, de un entramado arquetípico que

desconocemos o de un laberinto emocional demasiado complejo. El entramado sentimental La misma terminología de los afectos es ambigua. No son lo mismo los deseos que nacen de una necesidad vital o de una fuerte atracción que los sentimientos que son afectos más elaborados por la riqueza de nuestra ideosincrasia y por el tamiz del entorno cultural. Si las emociones son sentimientos breves y evidentes físicamente, las pasiones, en cambio, son huracanes de sentimientos que centrifugan nuestra vida. Realmente nuestro cuerpo emocional es un meandro de aguas, unas más turbulentas que otras, que pretenden llegar al ancho mar del sentir. Sin embargo, uno puede tener un buen día aunque su clima emocional permanezca deprimido y tener un racimo de manías y fobias en buena convivencia con su sentido común. Sinfonías de afectos a los que estamos obligados a escuchar pasivamente a menos que nos volvamos conscientes de nuestras propias motivaciones inconscientes. Lo que es evidente es que los sentimientos y las emociones nos indican cómo nos están afectando las cosas. Si me regalan algo me pongo contento, si lo pierdo, triste. Y esta alegría o tristeza son de tal intensidad que enseguida reacciono en agradecimiento, o en temor. Diríamos que las emociones básicas ponen vaselina a nuestra acción en el mundo. Sabemos que algo nos da placer o nos causa dolor, nos aburre o nos divierte, nos seduce o nos frustra gracias a nuestro cuerpo emocional. Así contactamos con nuestra intimidad a través de las reacciones emocionales. Nos sentimos vivos, humanos, pues los sentimientos forman parte de ese “ruido” que hacemos al compartir o comunicarnos. Aparentemente deberíamos actuar en consecuencia. Un niño llora la ausencia de su madre, una mujer celebra el alumbramiento de su hijo, estallamos de alegría ante la buena suerte. Pero los sentimientos son armas de doble filo; en un lado, la incipiente reacción emocional nos dice cómo nos está afectando esa situación que vivimos; por otro, nuestros temores, censuran aquellas manifestaciones si no son adecuadas. Aprendemos a trampear emociones para no mostrar nuestra vulnerabilidad o nuestras verdaderas intenciones. Desde aquí los sentimientos se convierten en una batería de estrategias.

Estrategias de supervivencia Las estrategias forman parte del bagaje humano desde que salimos del paraíso, pues sentimos que con alzar el brazo no tenemos la fruta jugosa y que con pedir amor no aparece necesariamente la persona amada. Algo hay que hacer, nos dice nuestro ser más necesitado, camuflarse o llamar la atención, actuar a los ojos de los demás o imponer nuestros deseos. Tantas veces lanzamos nuestros mensajes emocionales a los cuatro vientos para conseguir algo de lo necesitado. El gran problema sobreviene no sólo con la mentira hacia el otro, sino con el autoengaño. Cuando la estrategia va por encima de nuestra realidad, cuando los mecanismos de defensa que en un momento fueron necesarios se han enquistados, o tal vez, cuando nos duele aceptar la realidad o sentir la verdad, entonces nos hemos liado en una madeja de estrategias sin sentido.

Y es que nos encontramos ante un muro casi insalvable, la inconsciencia de la inconsciencia, algo así como un espejismo alienado de lo que somos o una mentira con centenares de raíces que sostienen nuestro inestable equilibrio o nuestra idea de supervivencia. Lo más triste es ver que no nos damos cuenta de nuestros engaños.

Seres paradójicos Es verdad que no sabemos lo que sea el ser humano pero sentimos que paralelo a la dimensión lúcida y numinosa que llamamos sapiens, aparece la otra cara en la sombra cercana a la genialidad pero también a la locura, que llamamos demens. No nos queda otra que aprender a convivir, tal vez transformar, esa otra parte que nos conflictúa. Tal vez tengamos la marca de la escisión desde nuestro nacimiento y cuando nuestro cuerpo va en una dirección, nuestra cabeza se enfoca en otra bien diferente. A veces queremos la felicidad a través del sufrimiento como si el dolor fuera el pago inevitable para ser reconocidos y amados; otras, convenimos en vivir la vida a través de los libros o de las ficciones filmadas; y otras, queremos cambiar el mundo cuando lo que necesitamos es cambiar nuestra visión sobre él. Estamos plagados de paradojas insolubles y de absurdos como el de olvidarse de sí mismo para no enfrentarse con los propios problemas; o el de volverse un producto excitante y apetecible para rescatar las migajas de aquello que pensamos que es el amor.

Más allá del carácter Cuando damos un primer paso en la oscuridad hacia ese Ser que somos y que anhelamos tantas veces no vemos nada aunque lo tengamos delante de nuestras narices pues el que busca es el ego con sus fantasías, sueños e idealizaciones. El ego sólo se reconoce en sus ínfulas de poder y es por eso que el ser interior silencioso pasa desapercibido. El yo interior no es todopoderoso ni tiene la respuesta precisa en el preciso instante; se muestra escurridizo e inefable porque sus oídos están a la escucha en la certidumble de que formamos parte de una unidad con el cosmos. La parte neurótica de nuestra personalidad o de nuestro carácter se empeña en que la vida tenga grandes dosis de seguridad, de placer, éxito, deseo y reconocimiento. Pero a la vuelta de la esquina nos vemos abocados a vivir la otra cara de la realidad donde también hay inseguridad, dolor, fracaso y vacío. Todo esto sin la confianza en que detrás del error hay otras puertas alternativas que se abren a nuestra acción, y que tras la soledad uno encuentra una relación más atemperada con la vida. No nos damos cuenta que la enfermedad aguda es una fantástica crisis depurativa y que la conciencia de la finitud y de la muerte son las mejores aliadas para cuestionar las dependencias que nos hemos impuesto.

Los tres pecados principales En esta falta de luz, de conciencia de nuestra inconsciencia, la tradición, en especial el Eneagrama, nos hecha una mano y nos explica los mecanismos básicos de huida de la realidad, de la ansiedad

ante la carencia amorosa y de la inseguridad ante la incertidumbre del mundo. Tal vez por eso podríamos encontrar tres formas básicas de desviación antre el Ser que somos: querer ser más de lo que somos, ser menos y no querer ser.

Ser más Es posible que la avidez de ser sea una reacción temprana a no sentirse visto y reconocido en lo profundo. Elogiado en las formas, reconocido en la excelente ejecución de las tareas y aplaudido en las conquistas sociales, uno puede confundir el interior con el exterior y sentirse reconocido sólo en las máscaras que representa. También encontramos un ego inflado que dejando atrás sus carencias se ha convertido en un semidios donde la humildad es un mero cuento para débiles de espíritu. Ser menos Pero también pecamos por ser menos de lo que realmente somos. Uno se vuelve pequeño y más pequeño hasta quedar aplastado entre su interioridad inmensamente desconocida y el mundo inmensamente terrorífico. La tremenda angustia de vivir apenas se puede mitigar sumergido entre consignas y justificaciones, desde la crítica o la represión. Hay otros que en vez de empequeñecerse se vuelven invisibles. Sintiendo que el mundo es una broma de mal gusto y el amor una mentira adolescente se dedican a contar estrellas y a ordenar saberes enciclopédicos.

No ser Por último pecamos por no querer ser. Si uno encuentra la fácil solución de comerse los problemas para dormir bien, la de crear una piel bien gruesa para no enterarse o la de meter la cabeza bajo el suelo como hacen las avestruces para olvidar las evidencias entonces comprenderemos esa apatía psicológica que dificulta mirar hacia dentro y reflexionar acerca de lo que estamos viviendo. Otros en este dilema de no enterarse prefieren darse un tajo en el cuello y embalsamar el cuerpo para que los biorritmos de las emociones no interfieran con las grandes razones. Pero también encontramos los que haciendo la misma mutilación, le dan una patada a la cabeza para alejarse del mínimo sentido de respeto por los otros y por la vida y tener el campo libre para conseguir lo que les da la real gana. Círculo vicioso Ahora bien, los pecados, como bien sabemos, se retroalimentan. La misma acidia que nos dificulta encontrar lo esencial en nosotros (no-ser) nos priva de una base sólida desde la que enfrentar el mundo, lo que nos lleva a la duda (ser-menos). Las dudas y el miedo pueblan de fantasmas nuestro mundo interno y nos sentimos más seguros actuando desde roles prestados y artificiales (ser-más), que a su vez, al actuar con una falsa personalidad nos alejan de aquella capacidad natural de mirar

hacia dentro. Pero siempre nos queda una alternativa, la de invertir el proceso neurótico y recuperar nuestro centro, que precisamente no está más arriba ni más abajo, sino en su centro, con su esencia, en su medida, con su propio ritmo. Sanar las emociones pasa, en primer lugar, por reconocerlas, por desenmascarar las triquiñuelas del ego. En segundo, por volverse meditativo en el vivir para que la inercia no nos pueda, y encontrar, por fin, la virtud que todo pecado tiene comprimida. Julián Peragón