Los incendios forestales en la Sierra de Enguera

Los incendios forestales en la Sierra de Enguera Javier Reig Fabra Estudiante de Geografía. Universidad de Valencia. [email protected] RESUMEN La...
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Los incendios forestales en la Sierra de Enguera Javier Reig Fabra Estudiante de Geografía. Universidad de Valencia. [email protected]

RESUMEN La Sierra de Enguera se encuentra en el sur de la Plataforma del Caroig. Presenta una superficie total de 24.025 hectáreas, de las cuales 17.959 son terrenos forestales y 6.066 cultivos, todas de un alto valor ecológico, paisajístico y ambiental. Esta zona de transición entre los dominios Ibérico y Bético, poblada en su mayor parte por pinares y matorrales, ha recibido desde siempre y periódicamente, la visita del fuego. Nos encontramos ante dos elementos inseparables, por un lado, la presencia de la citada vegetación mediterránea, y por el otro, la presencia del fuego. Este binomio, que desde siempre ha actuado conjuntamente de forma natural y periódica, se ha salido de su línea de actuación para convertirse en una auténtica lacra, de uno, en este caso el fuego, sobre el otro, la vegetación mediterránea. A lo largo de este artículo, mediante fuentes bibliográficas y observaciones de campo, se mostrarán y evaluarán los diferentes efectos del fuego sobre los ecosistemas forestales de la Sierra de Enguera (alteración de la fauna, pérdida de la cubierta vegetal protectora, acumulación de cenizas, modificación del clima local, etc.) y así se tendrá una visión más clara acerca del papel que juega el fuego en esta región. Los incendios ejercen una acción traumática que modifica las propiedades del suelo. Sin embargo, el fuego no es un factor de destrucción en todos los casos; debemos considerarlo como un elemento más de la naturaleza que el hombre puede utilizar dentro de una política de defensa de la naturaleza. Palabras clave: Incendios forestales, Vegetación mediterránea, Sierra de Enguera.

INTRODUCCIÓN En el borde extremo meridional de la Plataforma del Caroig se levanta la Sierra de Enguera. Este baluarte final de la inmensa plataforma se alza con alturas todavía importantes, que rebasan ligeramente los mil metros. A su mismo pie, se abre un amplio valle donde se asienta la población que da nombre a la Sierra. En la Sierra de Enguera, como en toda el área mediterránea el fuego ha sido uno de los factores ecológicos más importantes. A lo largo del tiempo, los fuegos provocados por causas naturales junto a la utilización indiscriminada del mismo por parte del hombre, han provocado importantes respuestas adaptativas en la vegetación y han contribuido al modelado de su paisaje (Mansanet, 1987). Los incendios a gran escala generados o favorecidos por causas naturales (descargas eléctricas atmosféricas, elevada temperatura y sequedad) han actuado como factor ambiental dominante desde el Plioceno y, especialmente, a partir de la última etapa interglaciar, cuando el clima, la flora y la fauna mediterránea comenzaron a estabilizarse. Por otro lado, los estudios arqueológicos demuestran que el hombre de Neandertal, ya utilizaba el fuego como instrumento para crear zonas ricas en plantas comestibles y más aptas para la caza. De esta forma, el fuego se convirtió, al mismo tiempo, en vehículo de la evolución cultural y en factor fundamental de la evolución de los ecosistemas mediterráneos durante miles de años. En etapas posteriores, el fuego ha jugado un papel no menos importante: el incendio era una práctica común para aclarar bosques y matorrales y, así, crear zonas de cultivo y pastoreo; incluso es posible que el fuego fuese el medio que utilizaron los primeros agricultores para obtener cosechas de cereales, ya que estas plantas proliferan después de los incendios.

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Sin embargo, a lo largo de la Historia, el uso irracional del fuego por parte del hombre, junto con el exceso de pastoreo, una agricultura incontroladada y las talas abusivas, han provocado una progresiva deforestación y degradación de los ecosistemas mediterráneos. Recientemente, otros factores, tales como la explosión demográfica, la presión urbana y la contaminación, han contribuido, junto con los ya citados, al desequilibrio de los ecosistemas mediterráneos (Naveh, 1975). En el período 1972-79 se produjo un aumento notable en el número de incendios forestales producidos en la provincia de Valencia. Los datos facilitados por ICONA ponen de relieve la magnitud de la superficie y masa vegetal afectadas (tabla 1). HECTÁREAS AFECTADAS

PINOS AFECTADOS

AÑO

TOTAL HORAS DE FUEGO

ARBOLADAS

RASAS

TOTAL

MADERABLES

PIMPOLLOS

1.972

123,5

540,5

30,7

571,2

15.091

250.883

1.973

548

2.481,4

1.646,6

4.128

297.281

704.141

1.974

1.195

5.786,4

5.121,6

10.908

332.115

2.279.236

1.975

636

4.224,8

2.338,5

6.563,3

296.961

1.502.010

1.976

579

1.208,8

672

1.880,8

56.709

716.912

1.977

639

2.424,3

1.294,1

3.718,4

90.995

478.558

1.978

2.831

26.339,2

16.707,4 43.046,6

1.528.632

8.345.916

1.979

2.534

40.993,4

19.439,9 60.433,3

3.579.785

10.440.766

Tabla 1. Características de los incendios forestales ocurridos en la provincia de Valencia durante el período 1972-79 (Datos facilitados por ICONA).

Mientras que en 1972 el fuego afectó aproximadamente a 600 Has, en 1979 esta cifra fue de más de 60.000 Has, es decir, cien veces mayor. En el mismo período, el número de pinos quemados pasó de más de 200.000, en 1972, a 14 millones, en 1979. Este gran incremento fue debido a los devastadores incendios producidos en 1978 y sobre todo en 1979, año dominado por el incendio más grande de nuestra historia. En la Sierra de Enguera, en este mismo espacio temporal, fueron calcinadas aproximadamente un total de 9.920,5 Has, de las cuales, 8.300 Has pertenecen al gran incendio del 19 de julio de 1979, año en el cual el 12% de las Has quemadas en la Provincia de Valencia tuvieron lugar en la Sierra de Enguera. Este incendio calcinó más de 44.000 hectáreas entre los términos limítrofes al de Enguera. Los incendios forestales pueden ser provocados ocasionalmente por causas naturales, como, por ejemplo, las descargas eléctricas atmosféricas (incendio de 1979), pero en su mayor parte son el resultado de la acción voluntaria o involuntaria del hombre (tabla 2). La mayor parte de los incendios que tienen lugar en la Sierra de Enguera son provocados por la mano del hombre. Los datos recogidos muestran la misma tendencia que los de la Comunidad Valenciana para el período 1995-2004. En el análisis general de las causas destacan dos aspectos, en primer lugar la importancia de la causa rayo que se ha incrementado en los últimos años alcanzando el 21,67% del total, y en segundo la confirmación de la negligencia, con gran peso de las relacionadas con actividades agrarias, como primera causa de incendio forestal. El clima mediterráneo es, además, particularmente favorable a los incendios, ya que está caracterizado por una estación de verano larga y seca, con altas temperaturas y poca humedad atmosférica. La Sierra de Enguera se puede considerar como una zona de transición climática entre diferentes variantes del clima Mediterráneo. Los factores fundamentales de esta transición climática que le dan un toque de continentalidad al clima son: la orientación W-E y SW-NE de valles y montes, las diferencias altitudinales y la distancia al mar (40km). Estos factores producen fluctuaciones en las temperaturas

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(diferencia de cuatro y cinco grados a diferentes cotas) y en las precipitaciones. Clasificamos el clima como templado-medio de inviernos moderados, mesomediterraneo atenuado, ya que presenta temperaturas altas en verano y moderadas en invierno y precipitaciones mínimas en verano y máximas en otoño. Por lo tanto, la estación de máxima incidencia del fuego es el verano, época propicia para su desarrollo y en la que el bosque recibe una importante carga de visitantes que lo utilizan con fines recreativos. De la falta de concienciación sobre la fragilidad del bosque en estas condiciones derivan muchas situaciones de peligro de incendio forestal. CAUSAS

NÚMERO DE INCENDIOS EN VALORES ABSOLUTOS 1996

1997

1998

1999

2000

2001

2002

2003

Total Rayo

75

111

92

56

142

72

123

95

95

133

99,4

21,7

Quema agrícola Quema de pastos Trabajos forestales Hogueras Fumadores Quema basuras Escape vertedero Quema matorral Otras

92 6 7 10 12 21 74

66 1 10 10 17 11 39

67 4 7 10 20 7 31

146 2 11 10 23 31 11 71

125 1 8 21 24 17 3 43

133 8 7 12 43 36 11 64

65 0 5 16 46 10 6 0 43

38 0 1 7 20 18 1 1 27

43 4 3 1 26 11 10 0 27

60 2 5 8 22 10 3 3 22

83,5 2,8 6,4 10,5 25,3 17,2 4,5 0,4 44,1

18,2 0,61 1,4 2,29 5,52 3,75 0,98 0,09 9,61

Total negligencias

222

154

146

305

242

314

191

113

125

135

195

42,5

Ferrocarril Líneas eléctricas Motores y máquinas Otras Militar

10 10

10 6

2 3

7 3

2 4

0 10

3 5

0 11

1 9

4 7

3,9 6,8

0,85 1,48

2 2

1 0

4 1

8 8 1

8 0 0

11 7 0

5 3 0

2 2 0

7 8 0

8 11 0

5,6 3,9 0,4

1,22 0,85 0,09

Total otras

24

17

10

27

14

28

16

15

25

30

20,6

4,49

Intencionados

144

100

98

146

160

178

89

75

141

163

129

28,2

Desconocidos

2

1

2

4

11

8

21

20

16

22

10,7

2,33

Reproducción

-

-

-

8

10

6

2

3

6

4

3,9

0,85

467

383

348

546

579

606

442

321

408

487

459

Totales

2004 Media

%

1995

Tabla 2. Número de incendios por causas detalladas en la Comunidad Valenciana para el período 1995-2004 (Datos facilitados por la Generalitat Valenciana, Conselleria de Territori i Habitatge).

Por otra parte, algunas prácticas deficientes de explotación forestal, tales como el fomento del pirofitismo por medio de repoblación uniforme e indiscriminada con pinos en zonas con aptitud para otras especies, y el abandono de residuos que constituyen un excelente combustible contribuyen, entre otras causas, a la frecuencia de los incendios forestales. Existen básicamente, tres tipos de fuego forestal (figura 1): 1. Fuegos de superficie: afectan a las masas más o menos compactas y bajas de vegetación situadas en contacto directo con el suelo. 2. Fuegos de copas: corren a gran velocidad a través de la parte superior de los árboles. Es necesario que exista un estrato arbóreo suficientemente denso para que el fuego pueda transmitirse de una copa a otra. 3. Fuegos de suelo: arden más lentamente, penetrando en el suelo y siguiendo las raíces de los árboles bajo tierra; afectan de forma importante a la materia orgánica del suelo.

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Figura 1. Tipos de fuego forestal: fuego de superficie (izquierda), fuego de copas (centro) y fuego de suelo (derecha). Fotografías propias y de ADENE.

En los incendios provocados por causas naturales se suele producir una combinación de varios tipos de fuego. El incendio forestal, la mayoría de las veces se inicia en la hojarasca, hierbas y ramas secas y pasa a continuación al monte bajo, para prender después en las copas. Durante un fuego intenso, las temperaturas dentro de la masa forestal pueden ser de 1.200º-1.400º C y, a unos metros de la masa de combustión, la temperatura del aire oscila entre 100º y 140º C. La transmisión de calor se produce fundamentalmente por convección y radiación; la convección hace que los fuegos de superficie se transformen en fuegos de copas y producen corrientes de aire que contribuyen, junto con los vientos reinantes (levante y poniente), a la propagación del incendio. El incremento de temperatura a nivel del suelo no es tan importante y depende, fundamentalmente, de la cantidad de combustible vegetal que se queme. Además, el suelo mineral es un mal conductor y se produce un gradiente de temperatura en profundidad. La propagación del incendio se ve afectada por diversos factores. La intensidad y dirección del viento es uno de los más importantes. Un viento fuerte propaga el incendio con gran rapidez y un viento racheado lo hace avanzar en todas direcciones, dificultando las labores de extinción. Por otra parte, si el contenido de humedad en la vegetación y en el ambiente son elevados, el fuego tendrá que evaporar el agua antes de prender y su avance será mucho más lento; por este motivo, los incendios son mucho más frecuentes y peligrosos en verano y en las horas de mayor insolación. Otros factores a considerar son: la topografía del terreno (el fuego sube con gran facilidad por las laderas de las montañas), los obstáculos naturales y las barreras artificiales que de forma más o menos eficaz condicionan la propagación del incendio (P. Sanroque, 1972).

METODOLOGÍA Para evaluar los efectos del fuego sobre el medio natural y ayudar a establecer directrices de conservación y regeneración del patrimonio natural de Enguera se ha realizado un estudio, mediante fuentes bibliográficas y observaciones de campo, orientado a conocer y cuantificar los efectos de los incendios forestales en la Sierra de Enguera. Las observaciones de campo se han basado, principalmente, en el último incendio forestal del 8 de Abril del 2008 producido en la zona de Navalón.

RESULTADOS Y DISCUSIÓN Los efectos desfavorables del fuego sobre los ecosistemas forestales son diversos, y su importancia incrementa con la frecuencia de los episodios incendiarios en una misma zona.

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Si no transcurre el tiempo necesario para que el bosque se recupere de modo natural, se produce una degradación progresiva del mismo, y con él, de los suelos sobre los que se desarrolla. Como consecuencia de los incendios, el suelo recibe el impacto de diversos factores, como son el calor, la destrucción de parte de la fauna y microorganismos, la exposición directa a los agentes ambientales al desaparecer la cubierta vegetal, la acumulación de cenizas y la modificación del microclima. Los incendios, a través de estos factores, ejercen una acción traumática que modifica las propiedades del suelo en distinta medida según la frecuencia, tipo de fuego y situación ecológica particular de la zona. Según Kubiena (1952), el suelo es “la capa viviente de transformación de la corteza sólida terrestre, surgida bajo el influjo de la vida y de las especiales condiciones ambientales de un hábitat biológico y sometida a un constante cambio estacional y a un desarrollo peculiar”. El suelo es un medio dinámico: nace y evoluciona bajo la influencia de un conjunto de factores ambientales; los más importantes de los cuales son el clima, la vegetación, la roca madre, la topografía y el hombre. Por tanto, el suelo no está formado sólo por partículas inertes: es también el medio donde viven y se nutren numerosos organismos vivos, tanto del reino animal como del vegetal. Los restos vegetales y animales que se acumulan en el suelo constituyen la fuente principal de materia orgánica. Para entender mejor los efectos de los incendios forestales en el suelo hay que analizar sus propiedades químicas. Los suelos pueden ser ácidos, neutros o alcalinos. El pH es una medida de la reacción del suelo. El pH varía entre 0 y 14, correspondiendo la neutralidad a un pH = 7; los suelos calizos, predominantes en la Sierra de Enguera, son alcalinos y tienen un pH superior a 7. El pH nos informa indirectamente sobre el contenido en bases (cationes básicos) del suelo; un pH superior a 7 indicará, normalmente, abundancia de calcio, magnesio y potasio. Por otra parte, los pH superiores a 8 dificultan la asimilación de hierro, boro y manganeso. El pH influye también en la actividad de los microorganismos. Por ejemplo, en un suelo, con pH ácido, la materia orgánica se descompone más lentamente y disminuye el aporte de los nutrientes que en ella se encuentran retenidos. Los pH neutros o ligeramente alcalinos potencian la actividad biológica del suelo.

Forata Los Yegüeros

HORAS DE FUEGO 7 75

La Peraleja

133

ZONA DE ESTUDIO

DENSIDAD DE LA VEGETACIÓN PREVIA AL INTENSIDAD DEL FUEGO INCENDIO matorral claro con pino carrasco matorral denso y pino carrasco matorral muy denso, pino carrasco y rodeno

baja alta muy alta

Tabla 3. Intensidad del incendio en función de las horas de fuego y de la vegetación de cada zona (Fuente: “El suelo y los incendios forestales” de P. Sanroque).

La tabla anterior pertenece a un estudio que realizó el Laboratorio de Edafología de la Facultad de Ciencias Biológicas de Valencia. En el trabajo se seleccionaron tres zonas, una de ellas “La Peraleja” perteneciente al término municipal de Enguera. De los resultados del estudio se desprende que el fuego eleva el pH del suelo, es decir, lo hace más básico. Esto se debe a la acumulación de cenizas básicas después del incendio. La zona de estudio donde se produjo el mayor aumento en el pH (casi una unidad de pH), corresponde a “La Peraleja”, zona donde el incendio ocasionó una notable acumulación de cenizas. El humedecimiento de estas cenizas tiene como resultado la hidrólisis de los cationes básicos contenidos en ellas y, en consecuencia, la elevación del pH.

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El aumento del pH favorece la actividad de los microorganismos y, por tanto, los procesos relacionados con ellos; sin embargo, la variación en el pH también puede dar lugar a problemas de nutrición vegetal, por impedir la asimilación de algunos nutrientes. Por otro lado, nos encontramos con la materia orgánica que es un componente esencial del suelo, porque mejora de forma importante las propiedades físicas, químicas y biológicas del suelo. La materia orgánica juega un papel importante en la estructura del suelo ya que disminuye la acción destructiva de la erosión y da lugar a un oscurecimiento del suelo, con lo que aumenta su capacidad de absorción de calor y mejora el régimen térmico del mismo.

Figura 2. Papel de la materia orgánica en el suelo. Cuando el fuego destruye la materia orgánica altera muchas propiedades del suelo relacionadas con ella (Fuente: “El suelo y los incendios forestales” de P. Sanroque).

En cuanto a las propiedades químicas, la materia orgánica actúa como fuente de nutrientes asimilables (nitrógeno, fósforo, azufre) por los organismos vivos y como almacén regulador de dichos elementos. Gracias a su capacidad de intercambiar y retener iones, regula el aporte de nutrientes, que de esta manera son más fácilmente absorbidos por las plantas y no se eliminan por lavado. De los resultados obtenidos en el estudio se deduce que los fuegos intensos producen una disminución de la cantidad de materia orgánica del suelo superficial, pero un incendio de poca intensidad puede incluso aumentar ligeramente el contenido de materia orgánica del suelo, como resultado del aporte de materia vegetal que no ha sufrido una combustión completa. Por tanto, la variación en el contenido de materia orgánica de un suelo quemado está en función de la intensidad del incendio. En la zona de “La Peraleja” se consumió el 21% del total de la materia orgánica existente en el suelo. El mismo caso ocurrió en el último incendio forestal del 8 de Abril del 2008 que al ser de gran intensidad se perdió buena parte de la materia orgánica del suelo y las elevadas temperaturas producidas por la combustión produjeron la abrasión de la materia vegetal (figura 3).

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Figura 3. Incendio forestal del 8 de Abril del 2008 en la Sierra de Enguera: vista del incendio (izquierda) y romero abrasado (derecha).

La combustión de gran parte de la materia orgánica repercute negativamente sobre las características edáficas: si bien aumenta la cantidad de nutrientes utilizables, también hay que tener en cuenta que estos elementos serán arrastrados por el agua con mayor facilidad, ya que con la pérdida de materia orgánica, disminuye también la capacidad del suelo para almacenar nutrientes. La estabilidad de la estructura y la porosidad se ven afectadas negativamente. El suelo presentará, pues, menor resistencia a la erosión y peores características de permeabilidad y aireación.

Figura 4. Erosión actual en el término municipal de Enguera (Mapa facilitado por la Generalitat Valenciana, Conselleria de Medi Ambient, Aigua, Urbanisme i Habitatge).

Por otra parte, los flujos de nutrientes son severamente afectados por el fuego, produciéndose desequilibrios en los ciclos biológicos cuyo restablecimiento puede ser más o menos largo, dependiendo de las condiciones particulares de cada caso. En conclusión, la disminución de la materia orgánica del suelo genera condiciones que, en conjunto, son adversas para el desarrollo de la nueva vegetación colonizadora de la zona quemada. Una de las consecuencias más dramáticas del incendio forestal es la pérdida de protección vegetal que sufre el suelo. Los bosques aumentan la humedad ambiental disminuyendo a su vez sensiblemente la evaporación; facilitan la infiltración del agua en el suelo aumentando el caudal de los acuíferos y evitando su vaciado y salinización; evitan o aminoran las avenidas y riadas de agua y barro a consecuencia de las típicas precipitaciones torrenciales de final

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de verano y otoño, disminuyendo notablemente sus efectos devastadores. Además limitan las variaciones de temperatura, principalmente en lo que a máximas y a mínimas se refiere, haciéndolas menos extremas, evitando incluso las heladas en la zonas de cultivo y huertas próximas a las mismas; también aminoran la influencia del viento que posee un fuerte efecto desecador. La desaparición de esta protección vegetal produce la pérdida parcial o total de suelo fértil, así como su calidad, haciéndolo más fácilmente disgregable y atacable por los agentes erosivos externos, principalmente la lluvia. La erosión actual en la Sierra de Enguera (figura 4) presenta unos niveles de erosión moderados y altos. La mayor parte del término presenta una erosión de 15 a 40 Tm/ha/año. Los mayores niveles de erosión, de 40 a 100 Tm/ha/año, se dan en las zonas que presentan un relieve más abrupto entra las que destaca el Barranco de Benacancil. Hay que tener en cuenta que no sólo se ven afectados los suelos forestales, en este proceso de erosión y arrastre, sino también los suelos agrícolas, principalmente los de secano y situados sobre las laderas de montes y cerros, o sobre zonas en pendiente, los cuales sufren de hecho graves pérdidas en su espesor y calidad mediante fenómenos de erosión laminar, o con formación de cárcavas o regueros, que limitan fuertemente su supervivencia. Si de consecuencias e influencias negativas de los incendios forestales hablamos, podríamos terminar incidiendo en la extraordinaria pérdida de valores ambientales que supone para el paisaje y el esparcimiento y ocio humanos. Sin embargo, no todo es negativo en lo que al fuego se refiere. Cuando los incendios se deben a causas naturales (algo que cada vez ocurre con menos frecuencia), ayudan a mantener la salud del bosque, gracias a la movilización de nutrientes y a la acción controladora que el fuego ejerce sobre las plagas forestales. Además, los incendios de baja intensidad contribuyen a mantener carbono en el suelo, impidiendo así su volatilización y pérdida en forma de gas carbónico. Todo esto, naturalmente, no debe servir de justificación para prender incendios de modo intencionado, ni como disculpa por una inexcusable negligencia.

CONCLUSIONES La Sierra de Enguera ha recibido desde siempre la visita del fuego y ello ha tenido consecuencias notables en el medio natural. A pesar de todo lo expuesto, el fuego no es un factor de destrucción en todos los casos; debemos considerarlo como un elemento más de la naturaleza que el hombre puede utilizar como instrumento, dosificándolo y aplicándolo dónde y como sea necesario, pero siempre dentro de una política de defensa de la naturaleza. Un ejemplo de esto son los fuegos controlados que pueden emplearse para renovar la vegetación de los prados degradados por el excesivo pastoreo, eliminar residuos de cultivos, manipular los ecosistemas y controlar las malas hierbas y las plagas de los mismos. Lo que se debe evitar es la utilización irracional e incontrolada del fuego, que parece conducirnos a una progresiva desertización y empobrecimiento de nuestro Medio Ambiente.

AGRADECIMIENTOS En primer lugar quiero dar las gracias a ADENE (Asociación para la defensa de la naturaleza de Enguera) por la información y fotografías aportadas, así como por su gran labor en la protección y conservación de la Sierra de Enguera. En segundo lugar, agradecer a Tomás Granero, jefe de unidad de la brigada contra incendios de la Conselleria, su valiosa ayuda para elaborar este artículo. Y en tercer y último lugar, agradecer las aportaciones de compañeros y amigos que revisaron este artículo.

REFERENCIAS Folch i Gillèn, R. y Castelló i Vidal, J.I. 1976. Cuadernos de ecología aplicada: Los incendios forestales. Servicio de parques naturales y Medio Ambiente, Diputación Provincial de Barcelona, Barcelona, 71 pp. Keller, E.A., Blodgett, R.H. 2007. Riesgos naturales. Ed. Pearson Editorial, Madrid, 422 pp.

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Mansanet Terol, C.M. 1987. Incendios forestales en Alicante. Publicaciones caja de ahorros provincial, Alicante, 188 pp. Naveh, Z. 1975. Effects of fire on the Mediterranean Region. Ed. Academic Press, New York, 199 pp. Piqueras Haba, J. 2000. El espacio valenciano. Una síntesis geográfica. Ed. Gules, Valencia, 392 pp. Reyna, S. 1988. Los incendios forestales en la Comunidad Valenciana. Generalitat Valenciana, Valencia, 239 pp. Sanroque, P. y Rubio, J.L. 1982. El suelo y los incendios forestales. Diputación de Valencia, Valencia, 63 pp. Strahler, A. N. 1989. Geología Física. Ed. Omega, Barcelona, 629 pp. Suárez Torres, J. 2000. La prevención de incendios forestales en la Comunidad Valenciana. Ed. Real Sociedad Económica de Amigos del País, Valencia, 74 pp. www.adene.es/ ADENE (Asociación para la defensa de la naturaleza de Enguera). www.fao.org/documents/index.asp?lang=es Depósito de documentos de la FAO. www.gva.es/jsp/portalgv.jsp?deliberate=true GENERALITAT VALENCIANA.

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