JOSE ALFREDO LLERENA

Los Evangelios de Don Quijote IV CENTENARIO DE CERVANTES

PUBLICACIONES DEL GRUPO AMERICA

QUITO—ECUADOR TALLERES GRAFICOS NACIONALES

1948

LOS EVANGELIOS

DE DON

QUIJOTE

JOSE A L F R E D O

LLERENA

LOS EVANGELIOS DE DON QUIJOTE

PUBLICACIONES

DEL GRUPO

Quito, Ecuador, 1948

AMERICA

Retrato de M i g u e l de Cervantes, por J á u r e g u i , considerado el más a u t é n t i c o del M a n c o de Lepante.

Don Quijote y Sancho, los principales protagonistas de la obra de Cervantes, han sido estudiados desde todos los aspectos. Es posible que ya nada nuevo se pueda enunciar acerca de ellos. Deberíamos, sin embargo, acentuar que El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha es un libro identificado con la sustancia misma, con la sangre de la cultura occidental. Como el Ramayana es un libro prQpio de la cultura de Oriente y Las M i l y Una Noches lo es del pueblo árabe, de la misma manera Las Aventuras de Don Quijote es una obra propia de los pueblos occidentales. Sus raíces van hacia nuestra cultura más hondo que la Divina Comedia. En el Ingenioso Hidalgo Don Quijote hay más claridad y espontaneidad de pensamiento que en El Fausto de Goethe, siendo como éste una suma de sabiduría universal. Muchos de los asuntos teológicos de la Divina Comedia son ya hojas muertas. En cambio, lo que en El Quijote se trata como doctrina, como filosofía, es actual, eterno. Esta obra de Cervantes es un código de moral, un tratado de estética, un crisol de filosofía. Pero, ante todo, es el más completo y el último de los libros de asuntos caballerescos. Un código, también, que contiene todo lo que la caballería fué y significó para el mundo. Si hubiese sido escrito un siglo antes, Don Quijote habría sido un caballero sin aspecto ridículo alguno. Pero, al tiempo en que vivió Cervantes, ya la caballería andante había perdido su cuerpo material y dejado al mundo solamente la herencia de su espíritu. La técnica de El Quijote es de tal naturaleza que al protagonista, al Ingenioso Hidalgo, se le hace pasar y vivir

por todos ios momentos de la caballería. De suerte que esta circunstancia permite al autor tratar, a través de la viveza del relato, de todos los aspectos que se refieren a la orden caballeresca. La caballería andante, hemos de reconocerlo, es algo de lo que más define y caracteriza a nuestra cultura de Occidente. Ella es, a la vez, el punto más emotivo y vital de la religión cristiana. Después de la caída del Imperio Romano y cuando oleadas de invasores se extendieron por toda Europa, fueron borradas las nacionalidades. Las monarquías se derrumbaron y sólo quedaron pequeños principados. Soldados errantes quedaron por los campos de Europa, con la nostalgia de una autoridad, con el deseo de servir a alguien. Y naturalmente, se hicieron hombres fuertes y sin ley, asaltantes de caminos, y en general, aventureros. Les nació la profesión de la aventura. Pero, entonces, es preciso considerar un acontecimiento paralelo y de trascendental importancia espiritual. El Imperio Romano había caído no sólo por las invasiones, por la desorganización, por el lujo y el vicio, sino por la fuerza revolucionaria del cristianismo. Fuerza espiritual que se había refugiado bajo la tierra, en el fondo de las catacumbas; que había escapado a las persecuciones de los emperadores y que se había extendido por todas las colonias del Imperio Romano. En ella encontraron los caballeros armados un refugio. Por fin asomoba algo que les apartase del camino de fechorías al que se habían dedicado por no haber tenido en que emplear sus energías, por no haber fronteras, por estar el mundo libre, como recién formándose. El caballero se bautizó. Y desde entonces fué el agente más activo y más noble que ha tenido la religión de Cristo. El caballero organizó la más grande aventura de jinetes de la Europa, que fué la de la Gran Cruzada. Y como al tiempo en que el cristianismo se extendía doctrinaria y sentimentalmente, surgió también la religión mahometana y la cultura de los árabes y cuan-

Cío estos dos factores quisieron abarcar hasta Europa, yO estuvieron los caballeros cristianos perfectamente hechos^ en materia y espíritu, y ellos detuvieron a los islámicos. Fué una lucha de casi mil años. De no haber sido por ?a caballería cristiana, los mahometanos habrían ahogado en sangre la Europa y habrían borrado quizás definitivamente la religión de Cristo. A los caballeros se debe la supervivencia de esta religión tan creadora que ha poblado