Miriam Peña Pimentel

Miriam Peña Pimentel The University of Western Ontario

LOS AUTOS SACRAMENTALES CONTACTO O IMITATIO?

NOVOHISPANOS:

¿LITERATURAS

EN

El auto El Divino Narciso aparece publicado en 1689, no hay testimonio de que este auto y su respectiva Loa hayan sido representados, aunque el preliminar de la edición suelta señala que el auto fue publicado a instancia de la Condesa de Paredes, “para llevarlo a la Corte de Madrid para que se representase en ella” (Méndez Plancarte 1955: 513). El estilo general del Auto de Sor Juana responde al estilo modélico del Auto Sacramental.1 El Divino Narciso se ha considerado a la altura de los escritos por Calderón de la Barca, en estilo y temática. Sin embargo, dada la fecha de su aparición puede considerarse dentro de la decadencia del género; aunque es necesario tomar en cuenta el periodo de tiempo que abarca el barroco en Nueva España, el cual se extiende hasta el siglo XVIII un siglo más que el barroco Español. Para el momento en que aparece publicado el auto de El Divino Narciso, Nueva España lleva poco más de 200 años bajo una tradición católica, bien es cierto que el periodo de evangelización ha quedado un tanto atrás, pero no lo suficiente para prescindir de esta posibilidad didáctica. El Divino Narciso se inscribe en la tradición clásica del Auto Sacramental eucarístico y de acuerdo con Arellano, “los autos sacramentales sirven para enseñar al pueblo la doctrina de la Iglesia, mostrando una serie de ideas abstractas que se convierten en personajes en el escenario a través de un sermón escenificado” (Arellano 2003: 17), el auto es una representación de la doctrina religiosa, la alegoría es la herramienta básica para su escenificación, y adquiere dos vertientes: por un lado permite que la doctrina sea extendida en el público y, por el otro, genera que, a pesar de la complejidad alegórica, el espectador pueda comprender el argumento y la enseñanza que éste conlleva, aún si no decodifica toda la carga simbólica del auto. Es por ello que el auto se representa en el contexto de las fiestas religiosas, teniendo como entorno la totalidad de la fe católica representada en cada aspecto del día, o los días, que circundan la puesta en escena (Arango 2000: 17-18). La representación de la eucaristía simboliza de facto salvación y es éste tema el que retoma Sor Juana para crear su auto alegórico; de acuerdo con Arango “El término barroco designa un estilo cultural. Además representa el espíritu de Contrarreforma católica y del absolutismo político” (Arango 2000: 45-6). El espíritu contrarreformista no aplica en América, pero sí el de doctrina, del mismo modo, el tema mitológico cruza los mares y llega hasta América, encarnándose en el Narciso/Cristo de Sor Juana, en una imitación/elogio del Narciso y 1 El Auto Sacramental, en su forma más rústica comenzó a representarse dentro de las iglesias y consistía en una representación del sermón ofrecido por el sacerdote. Hacia 1565 se prohíbe la representación por sacerdotes y se llama a profesionales. Los autos más comunes eran las representaciones de Navidad y la Pasión, a las cuales ya se les incluía vestuario y un poco de escenografía. Para Finales del siglo XV, se censuran las representaciones dentro de la iglesia y los autos se comienzan a representar en la calle, insertándose en las fiestas, en forma de carros y se prohíben por completo a finales del siglo XVII, a diferencia que América, donde los autos sacramentales se siguieron representando en Nueva España hasta casi mediados del siglo XVIII1, esta diferencia en fechas para el cese definitivo de la representación de obras religiosas responde a la función didáctica que estas piezas teatrales cumplían en Nueva España (Arellano / Duarte 2003.

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el Orfeo calderonianos. Sor Juana no sólo retoma el mito y la fuente calderoniana, también recupera el estribillo del canto inicial de la copla, estableciendo así el primer paralelismo en la estructura del auto, mas no por ello una copia. La Loa que abre el auto de El Divino Narciso es una muestra de la unión de dos culturas distintas: la española y la indígena. Sor Juana juega con dos rituales religiosos básicos para ambas culturas y logra establecer una relación de paralelismo y con ello una asimilación de los rituales católicos por parte del pueblo indígena. Sin embargo, para el momento en que Sor Juana escribe este Auto y su Loa correspondiente, el proceso evangelizador respondía casi totalmente al modelo católico español, es por ello, que la tardía aparición de este auto permite ver los rasgos indígenas como un motivo exótico en la escritura de Sor Juana, al mismo tiempo que presenta una característica propia de la escritura novohispana y un conocimiento poco más que idealista de la cultura prehispánica. En la Loa hay dos parejas contrapuestas y la interacción entre ellas es lo que servirá como justificación a la representación del auto. Occidente y América forman la primera pareja, mientras que Celo y Religión forman la otra, estas parejas están acompañadas por Músicos la primera y Soldados la segunda. La Loa abre a mitad de una celebración religiosa indígena, (el Tocotín) la acotación señala que: “Sale Occidente, Indio galán, con corona, y la América, a su lado, de India bizarra: con mantas y cubiles, al modo que se canta el Tocotín. Siéntanse en dos sillas; y por una parte y otra bailan Indios e Indias, con plumas y sonajas en las manos, como se hace de ordinario esta Danza; y mientras bailan, canta la Música” (Cruz 1955: 3)2. Las danzas y cantos son (como señala María Esther Pérez 1975), indispensables para las celebraciones indígenas y Sor Juana parece tenerlo claro. Que la Loa comience a mitad de una celebración religiosa no es coincidencia, ayuda a que la trama se dirija en dos claras direcciones; por un lado manifiesta la cultura indígena y sus creencias paganas y con ello atrae la segunda dirección de esta apertura: la introducción de la doctrina católica en el Nuevo Mundo. Occidente explica el politeísmo que profesan los habitantes de esas tierras y aclara que esta festividad es la más importante de todas; habla de sacrificios humanos ofrecidos a los dioses. América, por su parte, establece la primera similitud entre el ritual de la eucaristía católica y el ritual pagano del Dios de las semillas: “Demás de que su protección no limita / sólo a corporal sustento / de la material comida, / sino que después, haciendo / manjar de sus carnes mismas / (estando purificadas / antes, de sus inmundicias / corporales), de las manchas / el alma nos purifica.” (Cruz 1955: 59-68). La similitud entre la función de comer la hostia y el vino de la eucaristía y comer la masa hecha de semillas y sangre facilita la comprensión de la doctrina católica por parte de los indígenas y permite establecer un sincretismo religioso, para transformar estas creencias hacia la doctrina católica, función que completará la alegoría del auto. Por otro lado, la segunda pareja, Celo y Religión, aparecen en la segunda escena de esta Loa. El primer diálogo que intercambian explica la relación que tienen y la función que cumplirán en esas tierras. El Celo es España alegorizada, defensora de la Religión católica y al encontrarse con América y Occidente en medio del festejo, las reacciones de ambos son diametralmente opuestas. Celo pretende someter a los indios paganos usando para ello la fuerza; mientras que Religión pretende convertirlos al catolicismo usando la persuasión. La primera interacción entre este cuarteto de personajes es violenta, Religión manifiesta abiertamente que Occidente y América viven equivocados y es ella quien tiene la verdadera religión. Es de esperar que la reacción de ambos sea sorpresa y enojo ante tal intromisión (en la mitad de una festividad 2

El subrayado es mío y en adelante se citará en el texto.

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religiosa): “Occidente: ¿Qué gentes no conocidas / son éstas que miro, ¡Cielos!, / que así de mis alegrías / quieren impedir el curso?” (Cruz 1955: 109-12); como es lógico a este género dramático, Religión es de facto una bella dama que pretende convertir los rituales paganos de los indígenas en los rituales de la religión católica. Celo, por su parte, guarda a Religión, con métodos agresivos: “Celo: […] y que no permite Dios / que en tus delitos prosigas, / y me ha enviado a castigarte” (Cruz 1955: 136-8), y declara que es enviado divino y que ha llegado a esas tierras para imponer castigo y es por ello que llega con soldados. Como es de esperarse, la respuesta de América es, igualmente, amenazadora: “América: ¡cesa en tu intento, / si no quieres que, en cenizas / reducido, ni aun las vientos / tengan de tu ser noticias!” (Cruz 1955: 170-3). Lo que llama la atención de este momento de la Loa es la declarada violencia que expresa Sor Juana en boca de Celo, quien con el fin de evangelizar y convertir a los indígenas americanos está dispuesto a usar la violencia y los soldados, al mismo tiempo que justifica estas acciones como un mandato divino. La guerra da comienzo hacia mitad de la Loa y Occidente acepta su derrota: “Occidente: Ya es preciso que me rinda / tu valor, no tu razón” (Cruz 1955: 203-4). Religión encarna el pensamiento de Sor Juana, persuadir por medio del conocimiento, no vencer a través de la fuerza. La conversión voluntaria de América es lo que la llevará a la salvación y a “la verdadera vida”. América y Occidente se resignan a perder la libertad, mas no a someter su albedrío a los designios de Religión, ambos declaran seguir su ideología y continuar con sus creencias; Religión pide le describan quién es el dios al que adoran y el por qué de esta adoración. En la descripción que hace Occidente del Gran dios de las semillas se desprende la segunda similitud con la eucaristía: “Occidente: […] es El que nos limpia / los pecados, y después / se hace Manjar, que nos brinda” (Cruz 1955: 254-6). Religión identifica la doctrina católica dentro del discurso de Occidente y culpa al demonio por hacer remedo de ella al hacer de la religión “pagana” un símil de la católica; sin embargo, en este momento declara que: “Religión: Pero con tu mismo engaño, / si Dios mi lengua habilita, / te tengo de convencer” (Cruz 1955: 273-5). Religión trata de convencer a América de que las características que atribuye a su dios son, de hecho, características del dios cristiano y que lo que América cree son supersticiones y falsedades; para ello Religión entra en misticismos y descripciones3 con la intención de convencer a América. Este estilo argumentativo responde al modelo propagandista del Auto Sacramental de Contrarreforma. Hasta aquí parece que la persuasión no está teniendo efecto, América escucha las razones de Religión, pero duda en un dios que no se puede ver; sin embargo, pocos versos después América sufre de una “inspiración divina” que la orilla a querer creer lo que proclama Religión. Tal vez es debido a la brevedad requerida en la Loa que Sor Juana lanza esta divina inspiración para dar entrada al auto, pues como señala Religión escasos versos adelante: “Religión: Pues vamos. Que en una idea / metafórica vestida / de retóricos colores, / representable a tu vista, / te la mostraré; que ya / conozco que tú te inclinas / a objetos visibles, más / que a lo que la fe te avisa / por el oído; y así, / es preciso que te sirvas / de los ojos, para que / por ellos la fe recibas” (Cruz 1955: 401-12); para Occidente el discurso de Religión no fue mínimamente convincente, pues afirma que prefiere ver lo que ha dicho que oírlo de su boca. 3 Religión afirma que su dios es invisible, pero que está unido a la naturaleza humana; sin embargo, este dios permite ser tocado por las “indignas manos de los Sacerdotes”. América pregunta si el dios del que Religión habla está formado de materias ricas, como el que ella adora; Religión responde que su dios “se vale de las semillas / del trigo, el cual se convierte / en Su Carne y Sangre misma; / y Su Sangre, que en el Cáliz / está, es Sangre que ofrecida / en el Ara de la Cruz” (Cruz 1955: 360-5).

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Quedan escasos 100 versos para dar comienzo al auto y Sor Juana los utiliza para hablar del auto mismo, declara que es un Auto alegórico llamado Divino Narciso que representa la Eucaristía y que se representa en Madrid pues “es de la Fe el Centro, y la Regia Silla / de sus Católicos Reyes, / a quien debieron las Indias / las luces del Evangelio / que en el Occidente brillan” (Cruz 1955: 437-42). Con esta explicación y la justificación que hace Sor Juana de utilizar figuras alegóricas para construir Loa y Auto da comienzo el Auto Sacramental de El Divino Narciso. Para el auto, Sor Juana da un giro completo a la estructura que presenta en la Loa, pues dibuja un juego metateatral en el discurso de Eco, para plantear una temática mitológica: “Eco: […] que pues ella / como una Ninfa a Narciso / sigue, ¿qué papel me queda / hacer, sino a Eco infeliz, / que de Narciso se queja? […] os referiré la historia / con la metáfora mesma, / para ver si la de Eco / conviene de mi tragedia” (Cruz 1955: 351-68), en esta cita, Sor Juana cuenta con un conocimiento previo de las metamorfosis ovidianas y de la comedia calderoniana (de la cual retoma versos a manera de estribillo) y manifiesta que a lo largo del auto se verá si la tragedia de Eco conviene a la Eco de este auto; el personaje asume que ha de representar un papel. Caso que no aparece en el Auto Sacramental tradicional, pues en él se entra de lleno en la representación; sin embargo, dada la lejanía y la relación poco más indirecta de la escritura Novohispana, Sor Juana hace uso de esta aclaración (quizás también con intenciones didácticas disimuladas). Eco describe la situación en la que se encuentra, su carácter y propósito, esto hace que desde el primer momento el espectador sepa la trama de la obra, esta advertencia da tiempo al espectador a rastrear en su memoria toda aquella información que le pueda ayudar a decodificar la totalidad del argumento y, de este modo, apreciar la representación. El tema de la obra responde a una de las características fundamentales, mas no por ello restrictivas, del Auto Sacramental: la representación de la Eucaristía y una explicación alegórica del misterio; dentro de la fiesta del Corpus es lógico que este tipo de autos sean representados; sin embargo, es importante notar el contexto en el que este auto en particular se desarrolla. Ya que no se tienen noticias de su representación, se ha de confiar en el discurso de los personajes, el cual manifiesta que el auto ha de ser representado en España. No es curioso que este deseo esté escrito en la Loa, pues ésta sirve como introducción al auto, pero tampoco es gratuito que, dado el tema de la Loa, este auto deba ser llevado a España. Por un lado, la estructura general de El Divino Narciso responde al modelo general del Auto Sacramental, en este punto he de decir que la estructura del auto responde al modelo español, en efecto es cierto, pero dada la condición de la Nueva España a finales del XVII, toda influencia literaria y doctrina proveniente de Europa llega por medio de filtros españoles, es de esperar que el estilo en el que Sor Juana escribe su auto se afilie a la estructura tradicional de la escuela calderoniana. Sor Juana desarrolla el auto a manera de los autos españoles, el tema mitológico que utiliza remite a una mezcla entre la comedia calderoniana Eco y Narciso y el auto El divino Orfeo, también de Calderón. La posibilidad de una imitatio del auto o la comedia calderoniana salta muy pronto a la vista; sin embargo, deben tomarse en cuenta las características estilísticas de este género. Bien es cierto que Calderón de la Barca marcó un estilo en cuanto al Auto Sacramental se refiere, renovó el género e hizo escuela. Ahora bien, para cuando el auto de El Divino Narciso aparece publicado, Calderón lleva 8 años muerto y la prohibición de que los autos se representen aparece a finales de este siglo. A pesar de la ruptura estilística entre Loa y auto, hacia el verso 500, Sor Juana retoma la temática de la Loa: “Eco: Después de así divididos, / les insistí a tales sectas, / que ya adoraban al

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Sol, / ya el curso de las Estrellas, / ya veneraban los brutos, / ya daban culto a las peñas, / ya a las fuentes, ya a los ríos, / ya a los bosque, ya a las selvas, / sin que quedara criatura, / por inmunda o por obscena, / que su ignorancia excluyera; y adorando embelezados / sus inclinaciones mesmas, / olvidaron de su Dios / la adoración verdadera; / con que amando Estatuas / su ignorancia ciega, / vinieron a casi / transformarse en ellas.” (Cruz 1955: 507-25), y más adelante establece una relación entre estas culturas y sucesos bíblicos, Enoc, Abraham, Moisés en un principio, lo cual acerca los rituales “paganos” al origen de la religión católica. Hacia el verso 600, Eco explica la alegoría que encarna Narciso. Este recurso de explicación puede responder al uso didáctico que aún conservaban los autos en la Nueva España, pero Sor Juana lo utiliza nuevamente (y porque a la alegoría vuelva otra vez. vv. 607-9) para hacer un énfasis del carácter metateatral de la alegoría como recurso principal en la composición del auto. El tono serio del Auto Sacramental hecha poca mano a elementos burlesco; sin embargo estos saltos en el lenguaje y en la idea que va planteando el argumento, hacen que estas aclaraciones dentro del texto suenen un poco a burla, aunque bien puede tratarse de un recurso que ayude a justificar la introducción de explicaciones explícitas dentro del texto. Cuando Naturaleza Humana entra en escena, lo hace con un diálogo plagado de doctrina. Más de 200 versos, tan sólo para pedir ayuda para localizar a Narciso, tratan de un recorrido por el génesis y una gran carga de alegorías con las que se identifica a Cristo. Esta carga doctrinal atiende al modelo didáctico que Religión prometió en la Loa; es decir, es una doctrina escenificada para un público indígena, esto se aprecia también en los versos siguientes: “Naturaleza Humana: Mira que aunque soy negra, soy hermosa, / pues parezco a tu imagen milagrosa” (Cruz 1955: 1039-40), donde el color negro tiene un doble significado, por un lado negro por la característica pecadora de la humanidad y negro por el tono de piel oscuro de los indígenas americanos. Mas adelante retoma la idea del origen de los rituales paganos, ahora en voz de Narciso: “Engordaste, y lozana, / soberbia y engreída, / de verte tan lucida / altivamente vana / Buscaste otros pastores / a quien no conocieron /tus padres, ni los vieron / ni honraron tus mayores” (Cruz 1955: 1281-9). Sor Juana señala que ambos pueblos, español e indígena, fueron creados igual, pero que en cierto punto el pueblo americano tomó el camino incorrecto, tal vez sea arriesgado decir que renegó de la fe católica, pero el tono del discurso de Narciso así lo deja ver. El discurso de Narciso continúa por varios versos, cada vez con mayor enojo y amenazas para el pueblo renegado. Castigo divino tal vez por la falsa idolatría y declarándose como único dios y verdad. Es casi al final del auto cuando Sor Juana retoma le idea del juego de la vista y la memoria, tal cual lo señala en la Loa y que fue a final de cuentas la razón para que este auto fuera representado. Si Narciso no está presente, si Naturaleza Humana no puede verlo, lo olvidará y, con este olvido, se pierde el camino a la salvación: “Eco: […] de conseguir que en el Mundo / no esté a los ojos de aquella / Villana; que de su rudo / natural, y de su ingrata / condición, no será mucho / que, no viéndolo, Lo olvide” (Cruz 1955: 1791-6). Naturaleza Humana, en general, se fija en el grupo indígena americano, pues en ambos casos se necesita una imagen, una representación visible y tangible para creer en la doctrina. Finalmente, Sor Juana retoma en síntesis doctrinaria toda la alegoría que ha desarrollado a lo largo del auto, para concluir con la transmutación del cuerpo en el “Manjar a las almas, / liberalmente benigno, / alimento para el justo, / veneno para el indigno” (Cruz 1955: 2179-82), donde finalmente no se explica la naturaleza del alma; sin embargo, ambos dioses, el católico y el Gran dios de las semillas, se vuelven alimento para lo fieles y, cabe suponer, que la doctrina es aceptada humildemente y con ello habrá que ignorar los años de adoctrinamiento forzado.

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Los elementos “americanos”, funcionan, tanto en el Auto, como en la Loa a manera de pretexto, por un lado retoman una cultura que debió aculturizarse para construir una identidad nueva y, por el otro, se adscriben a la serie de mitologías que abundaban en la producción de este género teatral. Esta razón, y, por supuesto, el estilo del Auto y Loa hacen que esta obra puede ser estudiada como producción americana o española, finalmente las barreras entre una cultura y otra apenas estaban por delinearse, por lo tanto, la producción Sorjuaniana puede ser vista como una literatura de contacto transatlántico con características novedosas, mas no ajenas al modelo hispánico del momento. La posible imitación del estilo español del Auto Sacramental, resulta más que evidente, he dicho ya que ese era el modelo de construcción dramática; sin embargo, más allá del exotismo que proporcionan los detalles indígenas o indigenistas, esta serie de elementos, bajo la pluma de Sor Juana, forman un referente claro al nacimiento de una escritura propia Novohispana, pero siempre en estrecha relación a los modelos canónicos del genero.

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