Libre albedrío y neurociencias. Segunda parte. Hallazgos de las neurociencias

Libre albedrío y neurociencias. Segunda parte. Hallazgos de las neurociencias. FUENTE: PSIQUIATRIA.COM. 2009; 13(3) Fernando Ruiz Rey. Médico psiquia...
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Libre albedrío y neurociencias. Segunda parte. Hallazgos de las neurociencias. FUENTE: PSIQUIATRIA.COM. 2009; 13(3)

Fernando Ruiz Rey. Médico psiquiatra. Raleigh, NC USA

Recibido el 17/08/2009 PALABRAS CLAVE: Libre albedrío, Neurociencias, Conciencia, “Sí mismo”, Autoconciencia, Neuronas espejo.

Resumen En esta segunda parte de la serie de artículos sobre ‘Libre albedrío y neurociencias’, se presentan dos líneas de interesantes investigaciones sobre la relación de la toma de conciencia, con la actividad neuronal. Los estudios de B. Libet muestran que la actividad neuronal (readiness potencial) aparece fracciones antes de la decisión conciente de efectuar una acción motora voluntaria; y, en las investigaciones de M. Gazzabiga la actividad neuronal también se hace presente milésimas de segundo antes que se tome conciencia de objetos presentados en el campo visual. Se comentan el significado y el alcance de estos hallazgos. También se presentan los novedosos y creativos estudios de V.S. Ramachandran sobre la patología neuropsiquiátrica y las alteraciones del concepto de “sí mismo”; se señala la complejidad de este concepto y la necesidad de diferenciarlo del centro ejecutivo de la persona: el ‘Yo’, desde donde se ejerce el libre albedrío y se genera el sentido de la identidad personal, para evitar caer en conclusiones equívocas y erróneas. Así mismo, se señalan las dificultades técnicas y conceptuales de la proposición de Ramachandran de la posibilidad de elaborar finos mapas de unidades funcionales cerebro-mentales, similares a los cromosomas, para elaborar una ciencia positiva de la mente.

El avance de las neurociencias ha sido extraordinario en los últimos decenios, sus resultados han significado un progreso indudable para la medicina clínica y para la comprensión del funcionamiento del sistema nervioso central. No es sorprendente que la identificación de nuevos circuitos neuronales con notables propiedades, y el creciente desarrollo de la tecnología no invasiva para estudiar in vivo la actividad cerebral, hayan multiplicado las investigaciones y los esfuerzos teóricos para enlazar las estructuras y el funcionamiento del sistema nervioso con la patología neuropsiquiátrica, y con la vida psíquica.

Actividad neuronal y conciencia Bengamin Libet fue un prestigioso investigador de la Universidad de California en San Francisco que realizó interesantes trabajos sobre las relaciones de la actividad neuronal y la conciencia. Libet encontró en sus experimentos con voluntarios, que se presenta actividad cerebral (readiness potencial: RP, medida con electroencefalograma cortical), medio segundo (500 milisegundos: ms) antes que se realice una acción motora voluntaria (pulsar un botón), y que la decisión conciente de la acción ocurre 200 milisegundos antes de ejecutarla (el sujeto lo indica mirando un reloj especialmente calibrado). Los resultados de estas investigaciones muestran que la actividad neuronal precede al estado de conciencia en unos 300 ms. (1:2. 2) En experimentos posteriores se estableció una correlación entre la conciencia de una intención y el RP (readiness potencial) del área cortical motora del hemisferio opuesto al miembro que se moverá. (3) Estos resultados se pueden interpretar como una evidencia de que procesos inconcientes en el cerebro son los verdaderos responsables de los estados de conciencia que supuestamente inician una acción voluntaria, de modo que el libre albedrío no sería tal. Sin embargo Libet le otorga al libre albedrío un papel de ‘veto’ en la realización de la acción, esto es, el libre albedrío puede abortar la acción desencadenada inconcientemente, ya que el estado de conciencia precede a la acción por unos 200 milisegundos. Esto significa que no tenemos un genuino libre albedrío (free will), sino más bien un ‘libre negar’ (“free won’t”) (4, citado en ref. 5). Libet no encontró un correlato neurológico para este proceso, pero posteriormente se ha identificado la corteza frontomedial dorsal izquierda como asociada a la inhibición endógena de la intención. (6) Estos estudios son complejos y las investigaciones continúan intentado afinar las estructuras funcionales cerebrales asociadas a la inhibición de acciones motoras voluntarias. (7. 8. 9. 10) Sin embargo, la identificación de los procesos inhibitorios envueltos no soluciona el problema fundamental de la presencia e identificación del centro ejecutivo que elige la inhibición o la realización de

la acción supuestamente iniciada, previa e inconcientemente por la fisiología de la materia cerebral. Los resultados de las investigaciones de Libet parecen dar apoyo a la tesis del epifenomenismo que sostiene que mente es un mero efecto secundario de la actividad cerebral. La sensación de que somos los instigadores de acción voluntaria sería el resultado de una introspección errada. La tesis del epifenomenismo en la filosofía de mente tropieza con muchas dificultades, entre otras, en el no poder dar cuenta de la acción de la mente sobre cuerpo, una experiencia cotidiana, y experimentalmente demostrada.

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Los resultados y conclusiones de estas investigaciones iniciadas por Libet se han disputado desde el punto de vista metodológico, señalando que se supone que el sujeto en investigación informa del momento de su decisión conciente en forma automática, lo que no es correcto, ya que para realizar ese acto de información se necesita una decisión previa que toma tiempo. Además, el proceso mismo de mirar el reloj calibrado, también implica tiempo, de modo que el estado de conciencia está presente antes de proveer la información requerida por el diseño del experimento; no existiría actividad cerebral previa al estado de conciencia que toma decisiones y actúa. (1:3) También se ha señalado que la información previa que se da al sujeto sometido a la experimentación es significativa, puesto que lo predispone a tomar las decisiones requeridas en la investigación (el sujeto tiene desde ya formada la decisión de actuar en algún momento). Incluso se ha cuestionado el significado neurofisiológico del potencial de preparación (readiness potencial). Desde el punto de vista filosófico, reducir el libre albedrío a un mero veto de las acciones voluntarias significa simplemente convertir al ser humano en un robot programado y controlado por fuerzas desconocidas escondidas en la materia biológica, una conclusión contraria a la experiencia cotidiana del ser humano, y prácticamente aniquiladora de toda genuina responsabilidad de la conducta del hombre. En suma, las investigaciones de Libet y sus seguidores deben interpretarse con mucha cautela, no son en modo alguno conclusivas para postular el origen físico de la conciencia y negar la existencia del libre albedrío. No obstante, hay interesantes investigaciones que señalan la ocurrencia de actividad cerebral previa a la toma de conciencia de ciertos procesos perceptivos. Por ejemplo, en las investigaciones de Michael Gazzaniga (5:188), el autor proyectó la palabra “he” en el campo visual izquierdo de una persona con la mirada fija en un punto central, y la palabra “art” en el derecho, el sujeto experimental leyó la palabra “heart”; los estímulos visuales del campo izquierdo son conducidos al hemisferio derecho, y los del campo visual derecho al hemisferio izquierdo, los dos hemisferios están conectados por el cuerpo calloso. Los investigadores midieron el potencial eléctrico de la corteza cerebral de los hemisferios cerebrales durante las proyecciones sobre los campos visuales, y encontraron que la activación cerebral y su propagación al otro hemisferio toma 40 milisegundos, y aproximadamente otros 40 milisegundos más tarde el sujeto lee la palabra “heart”, lo que muestra que la integración de las palabras “he” y “art” ocurren con anterioridad a la aparición de la conciencia de lo proyectado en los campos visuales. Estos trabajos de Gazzaniga realizados en el campo de la percepción, muestran que el cerebro con sus mecanismos neurofisiológicos trabaja al servicio de la persona, el cerebro aparece como un instrumento que procesa la información sensorial y ayuda a injertarse y a manejarse en el mundo. No se puede concluir de estos estudios que la vida personal es producto causado por operaciones cerebrales previas a la conciencia, la vida personal rebasa esos procesos que proveen la información básica con que se realiza la existencia personal en libertad.

Patología neuropsiquiátrica y distorsiones del concepto de ‘sí mismo’ La patología neuropsiquiátrica ofrece una excelente y fructífera avenida para la investigación de las relaciones de los fenómenos mentales y el substrato cerebral. Es importante revisar, aunque sea someramente, algunas de las incursiones teóricas realizadas en el enlace de la actividad cerebral y las experiencias psicopatológicas y, por extensión, la psicología normal del ser humano. Es relevante, porque estas investigaciones e hipótesis, poseyendo un gran potencial de utilidad pragmática en el manejo de los desórdenes neuropsiquiátricos, pueden generar confusiones en la comprensión del arduo problema mente-cerebro y, por ende, en el entendimiento del libre albedrío. Los resultados de las investigaciones en las neurociencias son vastos e interesantes, para el propósito de este trabajo sólo mencionaremos someramente algunos trabajos e ideas del notable neurocientífico de la Universidad de California, Vilayanur S. Ramachandran (11. 12). Este investigador piensa que antiguos problemas filosóficos se pueden resolver ahora con las ciencias empíricas; por ejemplo, Ramachandran se refiere al “sí mismo” (self), un concepto complejo constituido por múltiples aspectos, en el que este autor incluye la auto-conciencia y el libre albedrío. Ramachandran ilustra algunas distorsiones del “sí mismo” provocadas por alteraciones cerebrales de la patología neuropsiquiátrica Por ejemplo: El experimentar el propio cuerpo desde fuera, presentado por pacientes con

accidente vascular cerebral en el área prefrontal derecha; los enfermos con daño en el lado izquierdo sienten la misteriosa presencia de un mellizo suspendido detrás del hombro izquierdo. La Apotemnofilia, un desorden en el que el paciente -- de otro modo totalmente normal -- presenta el intenso deseo de que se le ampute un miembro; este trastorno se debe a que el área conocida como SPL, en el lóbulo parietal derecho --que contiene normalmente la imagen corporal--, no tiene (congénitamente) el mapa del miembro que se quiere amputado. Ramachandran menciona otras situaciones clínicas con alteración del “sí mismo”, como la transexualidad (un hombre que se siente mujer atrapado en un cuerpo masculino, y viceversa), el síndrome de Cotard (el paciente se siente muerto a pesar de todas las evidencias de lo contrario), el delirio de Capgras (delirio del impostor; el investigador postula que se debe a una desconexión del área visual del cerebro con las áreas de las emociones, lo que genera la elaboración delirante). (11:3) Todos estos trastornos orgánicos alteran la percepción del “sí mismo”, y son susceptibles de ser estudiados por los métodos positivos de las neurociencias. Ramachandran señala otros aspectos fundamentales del concepto de “sí mismo” como son la privacidad de la experiencia y la conciencia de la propia existencia corporal que se destruyen con la enfermedad, sin afectar otras expresiones del “sí mismo”. Así, nos recuerda el científico, un amputado puede literalmente sentir ser tocado en un miembro fantasma cuando observa a una persona normal que se toca ese miembro; un enfermo con síndrome de Cotard afirma que está muerto, que su cuerpo es un mero caparazón. Este tipo de fenómenos clínicos, de acuerdo al autor, pueden ser explicados fisiológicamente por las ‘neuronas espejo’. En la corteza cerebral, junto a neuronas motoras que realizan movimientos más o menos especializados (llevarse comida a la boca, apretar un botón, etc.) se encuentran unas neuronas denominadas ‘espejo’, que además de entrar en acción con los movimientos voluntarios, se activan cuando el sujeto ve a otro efectuar el tipo de movimientos mencionados. Estas neuronas espejo entran en actividad, dice Ramachandran, como si simularan una realidad virtual para figurarse qué es lo que el otro intenta, son neuronas “lectoras de la mente ajena”. Las neuronas espejo fueron descubiertas en 1990 en investigaciones realizadas en monos. Se encontraron primero en la corteza premotora de estos animales, y luego se han encontrado grupos neuronales en espejo en los seres humanos, estudiados fundamentalmente mediante resonancia magnética funcional y electroencefalografía magnética. En el hombre estas neuronas en espejo se localizan especialmente en las regiones motoras del área de Broca, pero también en otras regiones cerebrales en conexión con las emociones, sensaciones táctiles y dolor. El descubrimiento de estas curiosas neuronas que entran en actividad con la acción, y la observación de otros realizando esas acciones, llenaron de entusiasmo a la comunidad de las neurociencias y ciencias cognitivas; basados en estas neuronas espejo, se han elaborado ambiciosas teorías acerca de la evolución del lenguaje, de la conducta imitativa y de la comprensión de las intenciones ajenas, de la empatía, de la interacción social, y también del papel que pueden jugar en la patología neuropsiquiátrica, como el autismo. Por ejemplo, para Rizzolatti y col.: “Las neuronas en espejo no tienen un rol funcional único. Sus propiedades indican más bien, que representan un mecanismo que mapea la descripción pictórica de las acciones ejercidas en las áreas visuales del orden más alto, sobre partes homólogas motoras. Este mecanismo dual puede ser la base de numerosas funciones.” (13:2) Las investigaciones de estos grupos de neuronas en espejo no son fáciles de realizar, ni tampoco lo es la interpretación de los resultados, por la complejidad de las interacciones cerebrales y el papel que el aprendizaje juega en la neurofisiología cerebral. Hay evidencia de la participación de estas neuronas en espejo en conductas como las mencionadas, pero las teorías elaboradas a partir de estas investigaciones, han sido matizadas y muchas permanecen todavía en un nivel especulativo. (14)

Ramachandran participa del entusiasmo por las posibilidades explicativas de las neuronas en espejo en la conducta humana, para este neurocientífico, el descubrimiento de estas neuronas implica que el mono bajo experimento “es capaz de adoptar el punto de vista de otro mono” (12:2) Ramachandran explica que estas neuronas espejo en el ser humano, además de ayudar a simular la conducta de otras personas, pueden volverse hacia ‘el interior’ y mirarse a “sí mismo”. Estas neuronas jugarían un papel significativo en los procesos de auto observación, abstracción y formación de conceptos. Ramachandran especula que la autoconciencia es “….simplemente el uso de las neuronas espejo para mirarse a “sí mismo” como si otro estuviera mirándome.” (12:3) El autor reconoce que estas neuronas no son suficientes para que surja el “sí mismo”, pero les atribuye un rol primario. Las neuronas espejo son para Ramachandran, las neuronas de la “empatía”, de la imitación, o “neuronas Dalai Lama” porque disuelven las barreras entre el “sí mismo” y los otros.” (12:2) La importancia de estos hallazgos de la neurociencia son de particular significado para nuestro autor; escribe: “…a pesar de todo el orgullo tu individualidad y privacidad, la única cosa que te separa de mí es un pequeño subconjunto de circuitos neuronales en tus lóbulos frontales interactuando con neuronas espejo. Daña éstas, y tu “pierdes tu identidad” -- tu sistema sensorial comienza a mezclarse con el de otros. Como en la proverbial María de los experimentos de pensamiento de los filósofos, tu experimentas sus qualia.” (11:6) Ramachandran piensa que las neuronas espejo podrían naturalmente ayudarnos en la comprensión de los mecanismos cerebrales que subyacen a diversos trastornos neuropsiquiátricos. En el autismo, por ejemplo, estas neuronas espejo podrían explicar la dificultades en imitar, y la disminución de la capacidad de empatía que

presentan los pacientes con este trastorno, también la confusión que a veces exhiben con los pronombres Yo y Tu, y los problemas con la introspección. Las posibles alteraciones de las conexiones de estos circuitos de neuronas espejo con otros sistemas de funciones cerebrales, permitiría comprender la patogénesis de estos trastornos, como también entender experiencias similares que caen en el rango de lo normal. Así teoriza Ramachandran, la hiperactividad del sistema de las neuronas espejo en el lóbulo temporal, generaría un incremento en la apreciación sensorial del mundo y una intensa empatía con otros seres, al punto de borrar barreras entre el “sí mismo” y el cosmos, originando experiencias místicas consideradas normales, y los delirios de tipo religioso (Ej.: epilepsia del lóbulo temporal). (11:6-7) En este sentido es importante acotar que las investigaciones realizadas por el neurocientífico canadiense Beauregard en monjas carmelitas, muestran que las experiencias místicas son un fenómeno complejo que envuelve diversas áreas cerebrales (incluyendo entre otras: el lóbulo parietal inferior, la corteza visual y los núcleos caudados), no se trata de un fenómeno simple de actividad tipo epiléptica del lóbulo temporal. (15:287-9) Las neuronas espejo se consideran responsables tanto de experiencias psicológicas normales, como experiencias claramente patológicas. Así la vivencia de sentirse fuera del propio cuerpo se puede presentar en la vida normal, pero cuando alcanza proporciones patológicas, las razones hay que buscarlas en alteraciones de los circuitos neuronales del sistema nervioso. Ramachandran postula posibles circuitos inhibitorios en el lóbulo frontal y en los receptores de la piel que frenan las neuronas espejo y evitan que se disparen y generen un estado anormal. Pero si se dañan las vías de comunicación de estos circuitos, por un accidente vascular cerebral en el área frontoparietal, o con anestesia con ketamina, se elimina la inhibición y aparece la patología; el paciente ve su propio cuerpo desde fuera y no siente su dolor; lo ve como si fuera de otra persona. (11:7) Ramachandran cita el caso de un paciente conciente a quien se le estimuló el lóbulo parietal durante una intervención neuroquirúrgica, presentando a veces, experiencias de estar fuera de su cuerpo; este fenómeno se debe, según Ramachandran, a la estimulación con el electrodo de las células espejo de esa área, lo que es consistente con su hipótesis. (12:4) Ramachandran señala también, que la unidad o consistencia interna del “sí mismo” es igualmente un mito. Los pacientes con parálisis del brazo izquierdo por infarto del hemisferio derecho y con daño adicional en el área de representación corporal en el área parietal derecha (SPL), afirman que el brazo paralizado no les pertenece. Un paciente del neurocientífico afirmaba que el brazo paralizado pertenecía a su padre que estaba escondido bajo la mesa; pero curiosamente, cuando se le ordenaba que se tocara la nariz con el brazo dañado, con su mano derecha tomaba la mano izquierda y la llevaba a la nariz. De algún modo, esa persona sabía que su brazo estaba paralizado, pero en el ámbito conciente insistía que no era suyo. Incluso cuando se le mostraba que el miembro enfermo estaba adherido a su cuerpo, lo reconocía, pero continuaba afirmando que se trataba del brazo de su padre, sin perturbarse por la contradicción. Esta patología constituye para Ramachandran una clara prueba que el sentido de “pertenencia”, parte del “sí mismo”, es una función primaria del cerebro. (11:7) La identidad corporal y pertenencia se encuentran alteradas en esta patología cerebral. Ramachandran cita otro caso de un paciente con lesión en el lóbulo parietal derecho y anosognosia que negaba vehementemente su parálisis, y también la parálisis de otro enfermo sentado al lado en una silla de ruedas. En este ejemplo, también hay alteración de la identidad corporal, junto con reciprocidad social, lo que para Ramachandran es indicativo de que ambos aspectos están relacionados a las neuronas espejo parietales.

Comentario Ramachandran se ha destacado por sus elegantes investigaciones, por sus innovadoras teorías acerca del funcionamiento cerebral, y por el desarrollo de numerosas y novedosas técnicas de tratamiento y rehabilitación de desórdenes neuropsiquiátricos. Sin embargo, se debe tener cautela con las conclusiones que se saquen del interesante material que entregan los trabajos de este científico. Si analizamos, por ejemplo, la experiencia que vive el amputado que experimenta sensaciones en el miembro fantasma cuando observa a otra persona tocarse, la vivencia del enfermo no deja de ser una experiencia totalmente subjetiva, una experiencia que sólo él vive; nadie más que él tiene ese sentir. Ninguno de los casos clínicos presentados elimina el carácter subjetivo y privado de las experiencias vividas por los enfermos. Tampoco eliminan la referencia al yo del paciente de todas las experiencias subjetivas experimentadas, es el paciente el que siente lo que siente, sea que sienta que su brazo no es su brazo, sea que sienta que está muerto y afirme: “Estoy muerto”, “Puedo oler mi cuerpo podrido”. Siempre es el paciente el que vivencia y afirma el contenido de sus experiencias concientes. Los trastornos neuropsiquiátricos obviamente muestran que los procesos mentales están alterados, pero no por esto dejan de ser fenómenos mentales de una persona enferma, los fenómenos mentales no dejan de ser estados subjetivos, vivenciados por el enfermo. No debe confundirse el concepto de ‘sí mismo’, con la experiencia subjetiva, con la “conciencia de”, presente tanto en el vivenciar normal como anormal. El “sí mismo” es un concepto construido en base a numerosos factores -- psicológicos y sociológicos --, y están obviamente sujetos a la normalidad funcional física y mental de la persona. El concepto de ‘sí mismo” no es equivalente a lo

denominamos habitualmente el ‘Yo’, con este vocablo nos referimos a ese íntimo centro de referencia de toda vivencia, desde el que percibimos, elegimos y nos vamos conformando como personas, el centro desde el cual emana y se construye el sentido de identidad de lo que hacemos y somos; en los cuadros neuropsiquiátricos mencionados ese centro continúa operando, pero con un material dañado por la enfermedad, y por tanto la resultante es anormal. Las investigaciones de Ramachandran nos muestran fina y precisamente como la falla de circuitos neuronales encuentra expresión en la vida mental, nos muestran como las lesiones cerebrales causan alteraciones mentales, perturbaciones del concepto de sí mismo. Sin embargo, en base a estas observaciones e investigaciones no se puede concluir que la vida mental es totalmente causada por la actividad neuronal. La simple vida corriente y espontánea nos muestra que vamos donde queremos, nos movemos siguiendo nuestras decisiones y elegimos de acuerdo a lo que valoramos; y en la práctica de la medicina lo vemos a diario en el efecto placebo. Y también es claro que sentimos el dolor de un golpe o de una quemadura. Lo mental y lo cerebral marchan unidos en la persona, uno se refleja en el otro. El entusiasmo de Ramachandran en sus investigaciones e hipótesis le empuja a esperar que la ciencia pueda encontrar en la interfase de la neurología con la psiquiatría, una formula básica – análoga a la estructura del DNA, con una sección de cada progenitor --, concediendo que, por la complejidad de la mente y del cerebro, más bien sería una serie de fórmulas elementales que permitirían construir una ciencia unificada, una ‘gran ciencia de la mente’, similar a la gran teoría unificada de la física (que aún no se logra), que pueda proponer hipótesis susceptibles de ser probadas. (11:8) Para Ramachandran las neurociencias muestran el potencial de establecer, no simples correlaciones, sino verdaderos “mapas” de funciones en estructuras cerebrales específicas, como las mutaciones puntuales lo están en los cromosomas; para este autor, los “monstruos” generados por estas mutaciones son análogas a los síndromes neuropsiquiátricos. (11:11;The Reality Club). En verdad, la propuesta de Ramachandran implica una ‘gran’ esperanza, la esperanza de encontrar fórmulas básicas, principios elementales de unidad mental y materia cerebral funcional, desde los que se puedan desprender la compleja y dinámica vida humana y, más aún, constituir la base para elaborar una ciencia positiva de la mente humana. Para comprender los inmensos obstáculos que enfrenta una tarea de esta naturaleza, basta recordar que las cien mil millones de neuronas del cerebro humano contactan cada una de éllas con otras cincuenta mil neuronas, de modo que la complejidad del tejido neurofisiológico es monumental. Por otro lado, los constructos psicológicos (ej.: cognición, afecto, motivación, etc.) son difíciles de definir, y funcionan fundamentalmente en estrecha interrelación, lo que agrega otro nivel de dificultades a los estudios de correlaciones puntuales mente-cerebro. A ésto se debe agregar que los métodos más frecuentemente usados para captar la actividad cerebral –técnicas electroencefalográficas y de imágenes cerebrales funcionales--, identifican el funcionamiento de áreas neuronales en forma indirecta. Así mismo hay que tener presente que la identificación de estos focos cerebrales asociados a estados psicológicos, representa una porción mínima de la actividad cerebral que permanece activa durante la presencia del estado psicológico estudiado (16:20-22)

Junto a estas dificultades técnicas en el estudio de correlaciones e identificación de posibles unidades psiconeurofisiológicas, hay que mencionar que las correlaciones de material neurofisiológico y estados mentales, no son de uno a uno, esto es, no son simétricas, sino que la actividad neuronal subyacente a los estados psicológicos sirve a numerosas tareas mentales (relaciones asimétricas). También se deben mencionar los problemas de la plasticidad cerebral y de las variaciones observadas en la neurofisiología base de algunos estados mentales a nivel del individuo mismo (por ejemplo las localizaciones cerebrales de la memoria episódica), y por tanto también en grupos de individuos, lo que cuestiona seriamente la posibilidad de establecer correlaciones mente-cerebro, finas, estables y generalizables. (16:24;28) Es interesante notar, a propósito de las unidades mente-cerebro, que ya algunas investigaciones neurofisiológicas sugieren que la elaboración de conceptos es por un proceso de abstracción de la experiencia sensorio-motor (regiones del área de la corteza temporal-lateral-posterior), y no por un simple proceso de concatenación de rasgos sensorio-motores concretos, una sugerencia que desafía seriamente la conceptualización de posibles unidades psiconeurofisiológicas básicas para la elaboración de una ciencia positiva de la mente humana. (17) Las investigaciones de Ramachandran muestran que el cerebro es un órgano dinámico con nódulos funcionales interactivos, y en constante contacto con las señales provenientes del ambiente, una actividad dinámica y adaptativa. En otras palabras, el cerebro es un órgano con plasticidad que se adapta a las condiciones en las que el ser humano se desarrolla, de tal modo que el aprendizaje y la formación de hábitos – segunda naturaleza del hombre, ya que se efectúan casi automáticamente –, van modelando la estructura funcional del sistema nervioso central. No se trata ésto de una especulación teórica, los cambios en el funcionamiento cerebral provocados por la experiencia se han hecho evidentes en estudios de neuroimagen; por ejemplo, un estudio compara un grupo de sujetos a los que se les pide que ensayen mentalmente una cierta conducta, con un grupo que practica la conducta, y un grupo control. Los grupos que ensayan y realizan la conducta muestran cambios casi idénticos en la

actividad neuronal, no así el grupo control; otro ejemplo lo constituye la psicoterapia correctora del desorden obsesivo compulsivo (reconocimiento de los síntomas como generados por mal funcionamiento cerebral, focalización productiva de los pensamientos y comprensión del sin sentido del trastorno), que genera cambios cerebrales evidenciados con tomografía de emisión de positrones (PET): disminución de la actividad metabólica en el caudado derecho e izquierdo, y disminución de la alta y anormal correlación entre la actividad del caudado y la corteza órbito frontal y el hemisferio derecho (18:89-90). Este tipo de estudios demuestra que los ensayos mentales de conducta y conductas realizadas repetidamente con atención persistente de la persona, rompen los hábitos establecidos y generan nuevos patrones de actividad y respuesta del organismo; se establecen nuevos circuitos neuronales. (19:401-409) El informe del National Resaearch Council describe esta propiedad cerebral señalando: “El cerebro es tan increíblemente flexible que la gente puede, después de tan solo unas horas de entrenamiento retroactivo, aprender a activar y desactivar regiones funcionales, y a variar la distribución eléctrica cerebral, la actividad metabólica y los patrones de ondas cerebrales.” ….”El cerebro activo adapta su funcionamiento fácil y rápidamente dado un feedback adecuado, oportuno y verídico, aún con entrenamiento informal.” (16:84-85) Estos hallazgos no constituyen ninguna novedad para los psicoterapeutas que reeducan a sus pacientes y los alientan a identificar formas anómalas e indeseables de conducta para practicar en mente y en la realidad, conductas y reacciones aceptables para el paciente y su medio, lo nuevo es que se pueden demostrar cambios cerebrales concomitantes con las técnicas de neuroimagen. No hay duda pues, que los cambios cerebrales como los que ocurren en las lesiones del sistema nervioso, generan dramáticos cambios en la vida de los pacientes, y constituyen una muestra de una causalidad del cerebro hacia la mente; la patología neuropsiquiátrica altera y limita la existencia de los pacientes y reduce el ejercicio del libre albedrío y de la ‘libertad para’ de los enfermos, pero no las eliminan. También es evidente por la simple experiencia cotidiana, y ahora claramente documentado por las técnicas de las neurociencias, que la mente no sólo dirige al cuerpo, lo que es obvio, sino que además cambia la actividad neuronal --la neuroquímica cerebral--, y establece nuevos circuitos en la complejidad neurocerebral; la causalidad sigue en este caso una dirección inversa, de la mente hacia la materia biológica. De modo que se puede decir que la mente -- el libre albedrío --, construye nuevas estructuras funcionales en el sistema nervioso mediante el aprendizaje, y dirige la existencia del hombre y el desarrollo de su cerebro, dentro del marco posibilitado por su naturaleza; las alteraciones del funcionamiento cerebral interfieren, distorsionan o interrumpen este proceso. En el estudio del actuar humano se nos presentan entonces dos ámbitos, el espacio interpersonal objetivo del estudio controlado y sistemático del sistema nervioso, y el espacio de la intimidad de la experiencia subjetiva de la mente humana al que no tiene acceso directo la investigación empírica. Dos ámbitos que interactúan y se correlacionan íntimamente, pero desconociéndose cómo se produce el paso del uno al otro. Esta situación genera un encendido debate de carácter filosófico, tanto entre los filósofos profesionales que se informan de las materias neurobiológicas, como de los neurocientíficos que hacen incursiones en temas propios de la reflexión filosófica y toman posturas ideológicas distantes de lo que la ciencia en rigor permite. Los teóricos que adoptan un supuesto de tipo materialista intentan resolver la situación planteada, proponiendo la unidad, más bien la identificación mente-cerebro: lo que sucede en uno, sucede en el otro, y a veces uno causa efectos en el otro y vice versa, porque para esta posición, ambos ámbitos son básicamente la misma cosa. Esta es sin duda, una solución ret¬órica muy cómoda, pero en rigor no resuelve el problema de la clara dicotomía mente-cerebro que se presenta en el estudio de la persona; la mente posee propiedades (subjetividad, privacidad, intencionalidad, etc.) completamente diferentes a las del mundo físico en que se constituyen los fenómenos de las neurociencias (interpersonales, verificables, matematizables, etc.) no es posible establecer identidad entre materia biológica y fenómenos mentales; dos fenómenos esencialmente diferentes que no dan cabida a invocar el principio de identidad. Por esta infranqueable dificultad los intelectuales materialistas han dejado de insistir en la identidad mente-materia y han pasado a formular el ‘funcionalismo’, la mente en esta concepción es una función del cerebro, como la software lo es de la hardware en un computador; pero este símil con el computador también tropieza con insalvables problemas, ya que este artefacto (cerebro/computadora) funciona siguiendo una causalidad natural física, en cambio, el curso de los procesos mentales tiene ‘sentido’ que no obedece a la causalidad físico-química; por lo demás un computador no posee conciencia ni subjetividad, ni hay leyes ni fuerzas elementales de la naturaleza que expliquen la aparición de esta función (mente) del sistema nervioso (materia biológica). En la propuesta de las unidades mente-cerebro de Ramachandran se percibe precisamente una tesis funcionalista. Para el materialismo el cerebro constituye el pilar fundamental de la pretendida unidad o identificación, y ‘función’, mente-cerebro. El reduccionismo materialista en buenas cuentas niega las características esenciales de la mente, y más aún, ignora que en ultima instancia, el ámbito interpersonal objetivo de la ciencia, se realiza, en la conciencia humana para ser lo que es; sin conciencia humana no es posible la ciencia, ni nada tiene sentido. Ilustra bien este reduccionismo simplista la afirmación de Ramachandran (20): “Aunque es conocimiento común estos días, nunca cesa de sorprenderme que toda la riqueza de nuestra vida mental – nuestros sentimientos religiosos y aún aquello que cada uno de nosotros considera como su privado e íntimo sí mismo – es simplemente la actividad de aquellas pequeñas partículas de jalea en tu cabeza, en tu cerebro. No hay nada más.”

El estudio de la persona – del ser humano -- nos muestra su corporalidad --el sistema nervioso, en el campo que tratamos--, susceptible de ser adecuadamente investigado por la metodología científica; y su mente con su privacidad subjetiva y características suigéneris. Dos perspectivas irreducibles la una a la otra por presentarse al conocimiento humano por dos vías epistemológicas totalmente diferentes; sin embargo, no faltan los teóricos que esperan que el avance de las neurociencias podrá explicar algún día la mente desde los procesos neuronales. Sin duda el progreso de las investigaciones biológicas incrementará nuestro conocimiento de las interacciones de la mente cerebro y afinará las correlaciones de los procesos mentales con las estructuras funcionales orgánicas. Pero, como todo conocimiento científico, queda irremediablemente confinado a la perspectiva epistemológica del mundo interpersonal; como lo expresa el filósofo de la mente Alan Wallace: “Si uno estudia sólo el cerebro, ignorando la conducta y los estados concientes subjetivos, no aprenderemos nunca nada de la conciencia, ni de ningún otro fenómeno mental.” (21:136) La comprensión de los procesos mentales va más allá del establecimiento de meras correlaciones cerebrales, como bien lo señala el psicólogo social Albert Bandura (22:1-26), mapear todos los circuitos neuronales que subyacen el discurso de Martin Luther King “I Have a Dream”, revelará muy poco de cómo se gestó y del impacto que produjo; porque para comprender la conducta humana es necesario considerar las creencias, las intenciones, las aspiraciones y deseos de la persona insertada en su medio socio-cultural. La mente no puede ser reducida a los fenómenos neuronales, menos aún la capacidad de elección del ser humano – libre albedrío --, que como ya hemos señalado anteriormente, no es una facultad ni sistema psicológico particular (como son la memoria, la voluntad, la inteligencia, las emociones, etc.), sino que es esa misteriosa y asombrosa capacidad de elegir que exhibe la persona en la realización de su existencia.

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