LEYENDAS DE MI PUEBLO

“LAS SIETE MULAS DE ORO”

CASA DE MELCHOR OCAMPO

CORREDOR DE LA CASA

CARLOS CHIMAL CARDOSO CRONISTA DEL CENTRO UNIVERSITARIO UAEM ATLACOMULCO

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LEYENDAS DE MI PUEBLO

LAS SIETE MULAS DE ORO

Corría el año de 1867, era un día frío del mes de diciembre, empezaba a ocultarse el sol cuando Don Agapito Sambrano llegaba a su morada ubicada en lo que es hoy la esquina de las calles de Melchor Ocampo y Jesús Cardoso, en el centro de la población de Jocotitlàn, Estado de México.

Venía de una jornada larga desde la capital del país y tenía como destino final la Ciudad de Querétaro.

Don Agapito llegó con el ejército francés, cuando Maximiliano y Carlota eran Emperadores de México, su trabajo consistía en pagar el salario a los soldados, cubría la ruta de la Ciudad de México hasta Guanajuato por lo tanto, buscó dos lugares intermedios para descansar en sus viajes, siempre se acompañaba por una guarnición de cinco soldados que eran asignados en México y cambiados en cada recorrido.

En sus primeros viajes de reconocimiento le gustó el poblado de Jocotitlán para su primera parada debido al hermoso cerro Xocotepet que lo cuida, compro la casa mencionada donde pasaba sus días de descanso en primavera y la segunda la hacía en la Ciudad de Querétaro, que utilizaba para descansar en invierno por ser mas calido.

Agapito, a quien apodaban “El Francés”, se distinguió como una persona honorable, amante de la vida tranquila, considerado un buen vecino, ganándose la confianza y admiración de los habitantes de Jocotitlán.

Ese día al estar cerca de la población, se dio cuenta que había una quietud mayor a la usual, ordenando a uno de los guardias se adelantara para saber si había algún problema.

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Al pasar por la Hacienda de Pasteje regresó el oficial, informando que no pasaba nada que todo estaba en calma y que por el frío seguramente todos los moradores estaban guarecidos en sus hogares. Lo que sucedía es que sabedores a lo que se dedicaba Don Agapito, un grupo de habitantes se había organizado para darle su merecido, por el solo hecho de ser francés.

Quienes vigilaban, unos escondidos en los viejos paredones del camino y otros atrás de los magueyales que abundaban en los solares del pueblo, dejaron que llegara tranquilamente a su domicilio.

Don Agapito al llegar a su casa silbó como lo hacía siempre, abrió el portón uno de sus sirvientes que además había sido avisado por el guardia, los vigilantes vieron entrar siete mulas con cargamento pesado, dos burros con equipaje, los cinco soldados montados a caballo y al francés en su caballo retinto que le conocían, cerrándose tras de ellos el portón.

Juan Dávila, cabecilla del grupo de inconformes de la población salio de su escondite gritando a sus compañeros: “Vamos a la casa del pozo, es hora de recuperar el oro que nos trae el francés, que nos servirá para que el Presidente Juárez continúe con su lucha para restablecer la República Mexicana”.

Dentro de la casa Don Agapito les dijo a sus acompañantes, vamos a merendar mientras los peones atienden a los animales y guardan la raya de los soldados ya que mañana hay que madrugar para continuar nuestro camino: Desmontaron, pasaron al comedor, pero no habían iniciado su cometido cuando apareció frente a ellos una chusma de lugareños armados con rifles, cuchillos y machetes, sin preguntarles nada los tomaron prisioneros los sacaron con lujo de violencia llevándolos al centro del pueblo y los colgaron de los árboles mas robustos sin preguntar nada, solo se oían los gritos del gentío diciendo: “Mueran los franceses”, “Mueran los usurpadores”, “Viva el Presidente Juárez”, “Viva la República”.

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Como es natural, los habitantes que no participaron en esta revuelta se encontraban resguardados en sus casas habitación cerrados con varios cerrojos y rezando para que no les pasara nada.

Dejándolos colgados en la plaza, Juan con diez hombres bien armados que lo acompañaban llegaron a la finca y en cuanto los vieron entrar, criados y peones salieron corriendo sin que se les volviera a ver.

Al revisar encontraron en la caballeriza los caballos desensillados, las mulas y burros estaban en el corral con sus cargas, observando con sorpresa que a una de las mulas le faltaba su preciada carga.

Los cuerpos de Agapito y sus soldados estuvieron exhibiéndose durante cinco días, hasta que el cura del lugar ordenó los bajaran y los sepultaran en el panteón que se ubicaba en el atrio de la iglesia.

¿De cómo se repartió o a quien fue entregado el oro encontrado en las seis mulas?, nunca se supo y menos el paradero de la carga de la séptima mula ya que la búsqueda resultó infructuosa por Juan y sus hombres, a pesar de revolver toda la casa.

A pasado más de un siglo y aún el escondite del oro de la séptima mula es un misterio, se dice que en esta casa espantan, que han visto apariciones como la señora de negro; que mueven las cosas de lugar, los rosarios de las señoras de la casa desaparecidos se encontraron en las caballerizas, en varias ocasiones han llevado aparatos y después de escarbar sólo han encontrado herraduras o latas, también han llegado personas con los moradores y les han dicho: “Yo se donde esta el tesoro, déjame escarbar y lo dividimos”, por alguna extraña razón hasta la fecha nadie lo ha encontrado.

Pasaron los años y otras historias se sucedieron en este pueblo, hasta llegar al año de 1943 cuando Don J. Jesús Chimal Martínez regresó de la capital de la República a la edad de treinta años, donde había realizado algunas instrucciones académicas. Llegó con su señor padre Don Carlos Chimal 4

Aguilar, quien vivía solo desde hace veinte años cuando enviudo, siendo atendido por la servidumbre.

Don Jesús se dedico a conocer los alrededores y a visitar a sus parientes cercanos y lejanos, obviamente a cortejar y consentir a las damas del lugar y de los otros lugares.

Un día, que regresaba de un baile a las dos de la mañana llegó hasta el comedor donde se le dejaba su merienda, consistente en un vaso de leche y un pan, como no había luz eléctrica, abrió la puerta y así la dejo para que se alumbrara con la luna y no tener necesidad de prender una vela, pero para su sorpresa, cuando tomó el vaso de leche, se cayeron las charolas y demás enseres de las vitrinas haciendo un fuerte ruido, sin que nadie de los que dormían en la casa se percatara de lo sucedido, retirándose inmediatamente a sus aposentos.

Al día siguiente se levantó temprano y antes de comentar lo sucedido fue al comedor y para su sorpresa las cosas estaban en su lugar y en perfecto orden, pregunto a la servidumbre si alguien había levantado y acomodado lo tirado, pero todos dijeron que las cosas estaban como las veía en ese momento.

Un domingo del año de 1951 llego Lucio Mondragón, apodado el “Cuervo” a visitarlo, un hombre conocido en el pueblo como muy agresivo, de pleito y escándalo constante, quien en forma directa le dijo yo sé dónde está el dinero en esta casa, dame permiso de sacarlo y nos lo dividimos en partes iguales, la primera reacción de don “Chuny” a quien de cariño así se le conocía, le dijo, mira Cuervo no me vengas con cositas, eso que dices es muy delicado y yo no creo en cuentos, es más no creo que sepas donde está ya que nunca has entrado a esta casa.

El Cuervo le comento; hace días estuve en la Ciudad de México y por casualidad encontrándome en una cantina un señor entrado en años con muchas canas y su cara muy arrugada me comento al oír que era de esta comunidad que si conocía esta casa, que por leyendas de sus abuelos sabia 5

que aquí había quedado enterrado un tesoro consistente en dos costales de monedas de oro que pertenecieron a Don Agapito Sambrano, esto lo sabía por qué sus ancestros habían sido guardias del emperador Maximiliano y lo acompañaron en alguna de sus camisones.

Así pasaron varios domingos, donde el Cuervo pasaba a visitar a Don Chuny para convéncele que lo dejara escarbar y sacar el preciado tesoro.

Después de reflexionar sobre los comentarios del Cuervo que coincidían con las pláticas familiares, Don Chuny se puso a considerar que podía tener razón y saber realmente algo de lo comentado y a lo mejor la suerte les ayudaría a todos para encontrar el tesoro escondido para tener una vida mejor.

Por fin se resolvió y le dijo al Cuervo está bien, acepto el que puedas buscar el tesoro pero hay varias condiciones ya que sabes vivo con mi esposa y mis hijas pequeñas, el Cuervo le contesto; sabes Chuny que eres una persona muy respetada en el pueblo y yo sería incapaz de faltarte al respeto a ti o alguien de tu familia.

Lo curioso del caso es que cuando se acepto poder sacar el tesoro, paso más de un mes sin volver aparecer el Cuervo por el lugar, causando extrañeza y pensando que a lo mejor había sido algo producto de la imaginación en las tardes de juego y baraja.

Tiempo después llega el Cuervo en una noche fría y airosa de verano a tocar la casa y le dice Don Chuny a llegado el momento, prepárate. Vengo en tres días con mis auxiliares para lo acordado, tú entiendes lo delicado del asunto y por eso todo lo haremos muy entrada la noche. ¡Espéranos en tres días!

Cumplido el tiempo, cuando el pueblo dormía, tocaron a la puerta de la casa de Don Chuny quien sabiendo de lo que se trataba le dijo a su esposa, quédate aquí en el cuarto con las niñas atranca bien mientras yo me entiendo con estos sujetos.

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Abrió la puerta y apareció el Cuervo con un costal que dijo eran sus herramientas de trabajo, llego acompañado de dos sujetos que tenía la pinta de todo menos de personas honorables, sin decir más; entraron y cerraron la puerta, sacaron de su costal veladoras, flores, nopales, incienso, algún florero y unos mantos que se colocaron de inmediato.

Acto seguido recorrieron la casa, principalmente el corredor, las caballerizas y el corral, hasta llegar a la cocina, siempre cuchicheando y hablando en voz baja como si rezaran pero sin entendérseles nada, de repente se les dibujo una gran sonrisa de aprobación y le comentaron, aquí es el lugar indicado junto al bracero, empecemos a escarbar.

Sacaron de sus costales picos, barretas y palas empezando a realizar un gran boquete que con los días se fue haciendo tan grande que la señora de la casa ya no podía llegar a las hornillas a preparar la comida. Después de un mes de escarbar diariamente de la media noche a las cuatro de la mañana cuando se sentía que las fuerzas y el ánimo empezaban a doblegarse y hasta perder la esperanza, le dice el Cuervo; sabes, creo que vamos bien mañana es el gran día.

Al esperarlos el día siguiente a Don Chuny le entró mucha preocupación por su familia a pesar que habían cumplido con su promesa los rufianes de respetar a los de la casa.

Al recibirlos los sintió algo tomados y burlescos, que además muy animados le decían ahora si vamos hacernos muy ricos y a disfrutar de la vida, al llegar a la cocina de un salto bajaron al hoyo, tomaron los implementos y siguieron escarbando, de repente se empieza a escuchar ruidos de ultratumba, carcajadas y llantos constantes y tétricos, después se escucho como si una mandada de caballos a todo galope se vinieran sobre ellos levantando gran polvadera, se empezó a escuchar que en los vidrios de las ventanas retumbaban piedras aventadas del exterior, se oía a lo lejos y se acercaban una serie de ruidos y carcajadas con gran sonido no comunes ni conocidos.

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Lo anterior provoco temor y miedo a Don Chuny pensando para su interior, ellos son tres, yo estoy solo además mi familia está en el cuarto al lado con mucho miedo, si quieren me acaban y quien sabe que pase, por lo tanto sale de la cocina y se dirige al cuarto saca del buro la pistola se la mete al cinto y le dice a su mujer duérmete todo esta bien, sale del cuarto y llega a la cocina cuando misteriosamente acaban los ruidos escuchados anteriormente, sorprendido se pone tenso y a la expectativa.

Al llegar al pozo hecha una mirada hacia abajo y con sorpresa observa que los que estaban escarbando están sentados, agotados y al verlo le dicen; dénos agua por favor que tenemos mucha sed, inmediatamente les pregunta y los ruidos, que paso con ellos, le responden, cuales, nosotros aquí abajo no hemos escuchado nada, situación que se le hace mas extraña.

Después de tomar agua y pasado un rato, le dice el Cuervo, sabe estamos muy cansados yo creo que mejor seguimos mañana, actitud que sorprende a don Chuny sin embargo por seguridad les dice que se vayan a descansar y mañana los espera, eso hacen y se retiran.

Al quedar solo, reflexiona y piensa, que pasó, no vi que salieran con bulto alguno, como me pudieron haber engañado y llevarse el tesoro, ni modo esperaré á mañana a ver qué sucede.

Al día siguiente a la misma hora se presentaron los sujetos y siguen con su labor pero para su sorpresa muy pronto se agotaron y pidieron descanso y así sucedió los siguientes ocho días y después las visitas fueron realizándose más esporádicas hasta que de plano dejaron de presentarse.

Entonces Don Chuny preguntó a sus vecinos por el Cuervo y sus amigos pero nadie le supo dar razón, “creo que me vacilaron, se llevaron escondido el tesoro y yo aquí de tarugo esperando, que tonto fuí, quizás por el bien de mi familia haya sido mejor pero no, algo me debió de tocar caray que suerte la mía, así reflexionaba y pensaba dándole coraje y rabia al recordar lo sucedido.

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Sin embargo la esperanza prevaleció y espero al Cuervo por unos meses sin que se supiera de ellos y nadie le dijera que paso con él.

Un tiempo después, su esposa le dice, mira estas personas ya no han regresado no te dieron nada y aquí tenemos un pozo, mucha tierra amontonada yo no puedo cocinar ni pasar o tapas el agujero o no preparo alimento alguno, por tal motivo contrato a otras personas para arreglar la cocina y tal pareciera que después de un tiempo el asunto quedo olvidado, sin que nadie volviese a mencionarlo en su casa.

Dos años después, también en domingo, al llegar a su casa se encontró con una anciano que lo estaba esperando a la entrada de su domicilio quien al verlo llegar le comentó, Don Chuny discúlpeme pero me he encontrado muy enfermo, al ver la cara de extrañeza le dijo ¿que no me reconoce? soy su amigo ¡el Cuervo! solo le vengo a decir que yo no lo engañé ni me lleve tesoro alguno, me he encontrado muy grave y tengo dolencias que nadie me puede curar, pero ya encontré una viejecita que me esta dando pócimas y unos tesitos milagrosos y en cuanto me recupere regresare a terminar lo convenido, no tenga miedo todo saldrá bien.

Lo curioso de este episodio es que después de este acontecimiento no volvió aparecer el Cuervo jamás en el pueblo, ni se supo nade de su existencia, tal parece que su vida quedo en un misterio.

En el año de 1975 falleció Don Chuny y un año después se volvió aparecer una persona que por las señas podía ser el mismo Cuervo quien me dijo, tu eres hijo de Don Chuny a ti quería verte para decirte que he regresado y estoy preparado para encontrar el tesoro o sea, los costales de las monedas de oro de Don Agapito, tu sabes a que me refiero ya que tu Papá te lo platico muchas veces, yo entre extrañado y asombrado le dije, no entiendo, ¿de que habla?

Me dijo, quiero que me des permiso de escarbar y sacar el tesoro, entonces recordé lo que mi padre me conto muchas veces y solo le dije, está bien te permito escarbar pero yo no me meto y al sacar el tesoro quiero mi parte, me 9

dijo trato hecho regreso en ocho días, se los platique a mi Madre y hermanos quienes con curiosidad esperamos la fecha acordada.

De eso hace más de treinta y cinco años y aun estoy esperando a este personaje para que escarbe y me de parte del tesoro.

Hoy en día mis sobrinos son espantados con frecuencia en la misma casa y escuchan muchos ruidos, como Julio quien al estar solo en la casa escucha una voz misteriosa y a los lejos que le dice, ¡ven Julio!, ¡ven Julio!, entrando en pánico y no queriendo salir de su cuarto en varios días o a Raúl y Leonel que hace dos años su Tía Susana los mando por unos platos a la cocina y al llegar oyeron como platicaban sus otras Tías y se aconsejaron, vamos a espantarlas entrando gritando y para su sorpresa no había nadie, salieron corriendo, siendo ellos los espantados, ahora lo platican y dicen oímos clarito sus voces, no nos podemos equivocar.

Por lo relatado considero que el tesoro sigue guardado y escondido esperando la oportunidad de ver nuevamente la luz del día; hasta el día de hoy el cargamento de la séptima mula de Don Agapito Sambrano sigue siendo un misterio.

A quien le tocara, quien será el suertudo de disfrutar de este tesoro y usted querido lector, lo cree o lo duda, lo invito a cerciorarse del lugar y quizás sea el afortunado, solo debe ser fuerte y no temerle a lo desconocido, suerte a todos mientras yo esperaré el regreso del Cuervo para que siga escarbando y si tengo suerte pueda disfrutar de este tesoro guardado.

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Centro del Pueblo de Jocotitlán, Estado de México

NOTA: Relato del Señor J. Jesús Chimal Martínez a sus hijos en el año de mil novecientos setenta y dos y complementado por quien escribe.

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