LAS PROPOSICIONES SUBORDINADAS ADVERBIALES

Unidad 6 de 2º de Bachillerato Lengua Castellana y Literatura Contenidos -Las proposiciones subordinadas adverbiales. -La narrativa del siglo XX has...
4 downloads 0 Views 869KB Size
Unidad 6 de 2º de Bachillerato

Lengua Castellana y Literatura

Contenidos -Las proposiciones subordinadas adverbiales. -La narrativa del siglo XX hasta 1939. -La novela española posterior a 1939. -La novela y el cuento hispanoamericanos del siglo XX. -La poesía española posterior a 1939. -El teatro posterior a 1939.

LAS PROPOSICIONES SUBORDINADAS ADVERBIALES. Las subordinadas adverbiales son un conjunto de proposiciones que se agrupa bajo este nombre porque varias de ellas equivalen a un adverbio y otras pocas realizan la función de complemento circunstancial. Pero varias de las oraciones incluidas en este grupo no cumplen ninguno de estos dos requisitos. Por este motivo, se distinguen dos tipos de subordinadas adverbiales: -Subordinadas adverbiales propias:   

son las subordinadas de modo, tiempo y lugar; pueden ser sustituidas por un adverbio de modo (así, bien, mal…), tiempo (ahora, antes, luego…) y lugar (allí, aquí, encima, enfrente…); su función es la de complemento circunstancial de modo, tiempo y lugar;

-Subordinadas adverbiales impropias:  son las subordinadas causales, consecutivas, finales, concesivas, condicionales y comparativas;  las causales y finales cumplen la función de complemento circunstancial de causa y de finalidad respectivamente;  las causales, concesivas y condicionales expresan distintos tipos de causa: la causa porque algo ocurre (causales); la causa por la que algo no debía de suceder, aunque acaba sucediendo (concesivas); la causa sin la cual no tendrá lugar un hecho (condicionales); pero sólo las causales se analizan como complemento circunstancial de causa;  las finales y consecutivas expresan distintos tipos de efecto o consecuencia: la consecuencia de una acción (consecutivas); la consecuencia que se pretende conseguir al hacer algo (finales).

SUBORDINADAS ADVERBIALES De lugar

De modo

DEFINICIÓN

NEXOS

Indican un lugar relacionado con la acción de la oración de que dependen. Explican de qué manera se realiza la acción de la

donde (puede ir precedido de preposición: a, de, desde, hacia, hasta, en, por) como, como para, según, según y conforme, como si 1

De tiempo

proposición de la que dependen. Se refieren a una acción que sucede antes de, simultáneamente a o después de la acción de la proposición de que dependen.

sin + infinitivo cuando, mientras, a medida que, conforme, según, una vez que, tan pronto como, apenas, no bien, antes de que, entretanto, después de que, conforme, tan pronto como, según, etc. al + infinitivo tras + infinitivo antes + infinitivo después de + infinitivo

Causales

Exponen el motivo o causa porque se produce la acción de la proposición de la que dependen.

porque, pues, ya que, puesto que, que, supuesto que, como, en vista de que, visto que, como quiera que, por razón de que, de tan… como/que (no se supo nada, de tan en secreto como se llevó), de tanto como/que, de lo que, de…lo que (llegó cansado de lo mucho que anduvo) por + infinitivo a fuerza de + infinitivo de + infinitivo (de tanto hablar, se quedó ronco)

Consecutivas

Expresan el efecto o consecuencia de la acción de la proposición de la que dependen.

de manera que, de modo que, conque, luego, así es que, por consiguiente, por (lo) tanto, así, de tal modo que, en grado tal, de tal manera que, hasta el punto de que, de suerte que, de tal suerte que -tal… que (le echó tal bronca que lo dejó mudo) -de un…tal, que (era de un color tal, que no verás otro igual) -tan…que -tanto y tan…que -tanto…que

2

-que (se puso que no había quien lo aguantara) -hasta + infinitivo Finales

Aclaran con qué intención se realiza la acción de la proposición de la que dependen.

para que, a que, que (entra que veas lo que hemos hecho), a fin de que, con el objeto de que, con el fin de que, con la intención de que, con vistas a que a + infinitivo para + infinitivo a fin de + infinitivo con vistas a + infinitivo con el objeto de + infinitivo

Condicionales

Presentan una condición sin la cual no puede cumplirse la acción de la proposición de la que dependen.

si, a condición de que, en el caso de que, cuando (cuando ha venido, tendrá alguna razón), a menos que, como (como me diga algo, me voy), en el supuesto que, siempre que, con tal (de) que, sólo con que de + infinitivo (de habértelo dicho, te hubieras enfadado)

Concesivas

Plantean una dificultad para que se realice la acción de la proposición de la que dependen, pero no evitan que se cumpla.

a pesar de que, aunque, aun cuando, cuando (me dieron un billete, cuando yo había pagado por dos), si bien, aun si, así (no vendrá así se lo pidas de rodillas), siquiera sea, por más que, mal que, con lo…que (con lo rica que está la comida, a nadie le gusta) a pesar de + infinitivo por…que (por mucho que grites, no te escuchará) con + infinitivo (con llegar temprano, no consiguió entrar antes) aun + gerundio

3

Comparativas

Establecen una comparación entre la cualidad de un elemento de la principal y otro de la subordinada. Pueden ser de igualdad (la cualidad comparada es igual en las dos proposiciones), de inferioridad (la cualidad indicada en la principal es menor que la de la subordinada) o de superioridad (la cualidad indicada en la principal es mayor que la de la subordinada).

Igualdad: tan…como/cuanto tanto… como/cuanto tanto, tanta, tantos, tantas… como/cuanto igual que igual que si igual de…que Inferioridad: más…que más…de (lo que) más de (lo que) mejor que mayor que Superioridad: menos…que menos…de (lo que) menos de (lo que) pero que menor que

Cuando el nexo es que o como, es fácil distinguir si la proposición que sigue al nexo es causal, pues en estos casos el nexo puede sustituirse por porque: -Como no llegabas, me marché: porque no llegabas, me marché. -No se lo digas dos veces, que te va a decir que sí: no se lo digas dos veces, porque te va a decir que sí. Cuando el nexo es como, para comprobar si introduce una subordinada adverbial condicional, lo sustituimos por si (y cambiamos de modo el verbo si es necesario): -Como me enfade, no te va a agradar lo que te diga: si me enfado, no te va a agradar lo que te diga. Nota: para elaborar la tabla anterior se ha consultado el manual Lengua española. C.O.U., de Fernando Lázaro Carreter y Vicente Tusón, editorial Anaya.

ORACIONES SUBORDINADAS ADVERBIALES PARA ANALIZAR: 1. 2. 3. 4.

Recuerda mis instrucciones para que después no tengas problemas. Tiene tantos libros que no le caben en las estanterías. Se ponía tan serio que impresionaba a todo el mundo. Hoy estoy más tranquilo que ayer.

5. Pase lo que pase, yo seguiré adelante. 6. Si quieres este libro, te lo puedo presentar.

7. Como te gusta tanto el arroz con leche, te he preparado un buen plato. 4

8. No te enfades, que todo ha sido una broma. 9. Todo ha sido una broma, así que no te enfades. 10. Lo vi tan distraído como me imaginaba. 11. Pienso, luego existo. 12. Isabel tiene tantos libros como su amigo. 13. Estuvo escondido todo el tiempo donde menos esperábamos. 14. Hoy está de mal humor, con que ten cuidado. 15. Aunque hace frío, iremos de excursión. 16. Por mucho que insista, nadie le hará caso.

17. El resultado fue tal como se esperaba. 18. No te vayas todavía, que me quedan horas con alma. 19. No me gusta el precio ni la calidad; por tanto, no lo voy a comprar. 20. Tiene más virtudes que defectos. 21. Todo irá sobre ruedas, con la condición de que no suban los precios. 22. Sea como sea, me gustaría que vinieras.

23. Con el objeto de que no me olvides, te obsequiaré con un cero. 24. Hablaba tan deprisa que no se le entendía ni una palabra. 25. Ha hablado tan claro como lo permitía el tema. 26. Al cambiar las tuercas, vi dónde estaba el fallo. 27. Estoy tan cansado de los atascos, que este fin de semana me quedo en casa. 28. Contestó tantas preguntas cuantas le formularon. 29. Todos compramos tantas cosas como nos permiten nuestros ingresos. 30. Es tal la contaminación que habría que salir a la calle con careta antigás. 31. Como el profesor se hace un lío con facilidad, suspendemos con tranquilidad. 32. Mi amiga ha viajado por donde nadie imaginaba. 33. Habla que te entienda bien. 34. Este chico es más simpático que su amigo. 35. Dado que el fútbol profesional no está a nuestro alcance, soportaremos la sintaxis. 36. Cocina el pescado como si yo soportara el veneno. 37. Por decir tantas mentiras, ni agua te dan ya. 38. No habría problemas, a condición de que todos fuésemos perfectos. 39. Compraremos una casa nueva, en el supuesto de consigamos ese trabajo.

40. No hay nadie tan preparado como ella. 41. Hay que terminar el trabajo hoy, que mañana es ¡selectividad! 42. Te llevaré en mi coche por donde tú me digas. 43. Aquel perro era tan grande como el tuyo. 44. Primero come y, cuando acabes, ayúdame a encolar las patas de la silla. 45. Este deportista corre igual que vuela un pájaro. 46. Ya que no me duelen las muelas, el que grita debe ser el vecino. 47. Para no quedarse sin coleta, compró una caja de chinchetas. 48. Yo sé que tú vives donde vivo yo. 5

49. Mi hermana camina tal como tú la has descrito. 50. Vive tan despreocupadamente como todos los de su familia. 51. Sólo me quedo por mentirte un poco. 52. Lo he pensado mucho por molestar lo menos posible. 53. Este verano lo volveremos a pasar donde estuvimos el año pasado. 54. Por más que te acompañe tu socio, no te recibirán. 55. Digan lo que digan, yo sigo teniendo confianza en él.

56. La película, según me parece a mí, debió acabar una vez sacadas las entradas. 57. No por mucho madrugar amanece más temprano. 58. No me lleves al cine con el objeto de que te invite. 59. Por decir la verdad, metiste la pata hasta el final. 60. No me rasqué la nariz, puesto que ésta se había emancipado. 61. Márchate en cuanto oigas la señal. 62. Leímos el libro sin olvidar que siempre podríamos quemarlo. 63. Como este gallo no canta, algo tendrá en la garganta. 64. A saber el color de tus ojos vengo. 65. Como no queremos que nos molesten, cargaremos las pistolas. 66. Colócate donde pueda verte. 67. Colócate en tu sitio, que nadie te confunda con lo que no eres. 68. Tráeme esta tarde el libro, que lo necesito. 69. Duerme pronto, que ya da igual la luna. 70. En cuanto llegues al campamento, olvida que te quise. 71. Vuestros exámenes se corrigen sintiendo el desgarramiento del alma. 72. Pasan el tiempo contando chistes. 73. De haberlo sabido, habría hablado antes. 74. Con que lo diga ella, se hará inmediatamente.

75. Según me dijo mi padre, sólo la policía le impidió librarse de mí. 76. Lo haremos sin disimular nuestro horror. 77. Nos marcharemos a lugares adonde nadie haya ido. 78. Estando en la fiesta, se sintió enfermo. 79. Mi amigo se dirigió a donde tú sabes. 80. Todavía se encuentra muy lejos el pueblo adonde vamos. 81. Resuelto ya el problema, no merece la pena dudar. 82. A fin de que me quieras, te regalaré mis espuelas. 83. Todos se acercaron a donde estaba el primer ministro. 84. Tras ver la película, me explicarás lo que te ha parecido. 85. Sintiendo un gran miedo, comienzo la clase. 86. No lo vuelvo a explicar para que no sepáis más que yo. 87. Como sigamos sin lluvia, peligrará la cosecha. 88. Aun cuando le cueste mucho esfuerzo, debe seguir yendo a rehabilitación todos los días.

6

LA NARRATIVA DEL SIGLO XX HASTA 1939 En esta época se da la reacción contra el Realismo y el Naturalismo, las tendencias de la segunda mitad del siglo XIX. En los novelistas jóvenes hay una firme voluntad de innovación. Temas y técnicas narrativas del 98. Dos circunstancias provocan la irrupción de los escritores del 98 en el panorama literario español: el ambiente de crisis política, económica y moral que se vivía a finales del XIX, agudizado por la pérdida de las últimas colonias en Cuba, Puerto Rico y Filipinas y el agotamiento de los temas y formas de la literatura del siglo anterior. Por estas razones, los novelistas del 98 (Unamuno, Azorín, Baroja y Valle-Inclán), proponen una reforma total de las conductas sociales y morales de los españoles. Además, defienden el subjetivismo frente a la reproducción de la realidad de la literatura realista. Los temas predominantes en estos escritores son: 

 

El tema de España, enfocado desde una visión subjetiva e individualista, con el objetivo de descubrir el alma de España en el paisaje, especialmente el castellano, en la historia del hombre anónimo (la que Unamuno llamó intrahistoria) y en la literatura, con la vuelta a Berceo, Rojas o Cervantes. El tema existencial, que abarca desde la angustia por la mortalidad de Unamuno o la obsesión por la caducidad terrenal de Azorín hasta la incredulidad religiosa de Baroja. El aspecto más característico de su técnica literaria es el rechazo de la expresión retórica en favor de la sencillez, la claridad y la precisión léxica. En este sentido, destaca el gusto por los vocablos locales o arcaizantes (las “palabras terruñeras” de Unamuno).

Los novelistas del 98 Ramón María del Valle-Inclán evolucionó desde el Modernismo hasta una creación personal e innovadora: el esperpento. Sus primeras novelas, las Sonatas y el ciclo de La guerra carlista, reflejan el esteticismo y los temas modernistas. En 1926 escribe Tirano Banderas, cuyo tema central es el del dictador que tiraniza a los hombres. En esta obra se aprecia ya la reducción de los personajes a caricaturas propia del esperpento. Su última obra, la trilogía El ruedo ibérico, es un retrato de la corte isabelina del XIX, con una visión amarga y satírica de la realidad española que la emparienta con el 98. En esta trilogía, la técnica del esperpento expresa el íntimo desprecio o la emoción profunda por ese mundo vacuo y desdichado de la corte isabelina de mediados del XIX. Miguel de Unamuno dota a su obra de un sentido unitario y dialéctico, basado en su preocupación por España y por la existencia, la muerte, la relación entre Dios y los hombres, la eternidad y la nada, la razón y la fe, etc. Estos temas aparecen en sus primeras novelas, como Paz en la guerra (1897) y Amor y Pedagogía (1902), pero sobresalen en Niebla (1914), que da inicio a lo que Unamuno llamaba sus “nivolas”, novelas cuya trama estaba sometida por completo a las obsesiones filosóficas del escritor. En Niebla, la relación ente el hombre y su Creador se plantea a través de la relación entre el protagonista de la novela y el propio escritor, Unamuno. Esta angustia existencial será también el tema de San Manuel Bueno, mártir (1933), historia de un sacerdote que guarda en secreto su drama: la falta de fe. 7

El tema principal de la obra de Pío Baroja es la protesta contra la sociedad, a la que critica por su hipocresía, sus injusticias y su aburguesamiento. Las consecuencias de esta actitud serán:   

Un escepticismo absoluto frente a los aspectos religiosos y éticos del ser humano. Una presencia importante de la acción. El protagonismo de personajes desencantados y cínicos.

Su concepción novelística se basa en la espontaneidad y el antirretoricismo. Sus novelas nacen del rechazo de una estructura previamente definida. Su estilo es sencillo, con coloquialismos y párrafos cortos. Las descripciones son fugaces y los personajes son presentados de un modo rápido y expresivo. Entre sus novelas sobresalen Camino de perfección (1902), La busca (1904), Zalacaín el aventurero (1909) o El árbol de la ciencia (1911). José Martínez Ruiz, Azorín, pretende que sus novelas sean un reflejo lírico de lo esencial de la realidad, que para el escritor se plasma en el fluir del tiempo. Sus obras, a pesar de tener intención novelística, se acercan más al ensayo por el escaso desarrollo de su trama: son descripciones de ambientes y personajes sin un argumento central sólido. Sus títulos más conocidos son La voluntad (1902), Antonio Azorín (1904) y Las confesiones de un pequeño filósofo (1904). La novela en el Novecentismo y en el Vanguardismo Se conoce con el nombre de Novecentismo (o Generación del 14) a los autores que suceden a la Generación del 98 y alcanzan su plenitud literaria en la segunda década del siglo XX: Ramón Pérez de Ayala, Gabriel Miró y Ramón Gómez de la Serna. Comparten con el 98 la inquietud por el problema de España, pero rechazan su visión dramática y subjetiva. Las novelas de Ramón Pérez de Ayala se caracterizan por el tratamiento irónico de algún tema o problema humano fundamental de valores universales, pero situado en escenarios de una realidad de carácter grotesco. Los protagonistas son casi meras ideas dialogantes, abstracciones sin cuerpo ni peripecia. Sus obras más conocidas son Belarmino y Apolonio (1921), Tigre Juan y El curandero de su honra (1926). Las novelas de Gabriel Miró se basan en descripciones construidas por la unión de distintas escenas ambientales y paisajísticas. La acción apenas existe salvo para permitir las descripciones: los objetos son los verdaderos protagonistas de sus novelas, quedando los tipos humanos como meras anécdotas. Sus obras más conocidas son Nuestro Padre San Daniel (1921) y El obispo leproso (1925). Ramón Gómez de la Serna convierte la novela en un juego de incoherencias que la aproxima al irracionalismo del arte de vanguardia. El argumento está plagado de continuas digresiones, juegos, greguerías y exhibiciones de humor e ingenio, sin que se le dedique mayor atención ni a la trama ni a los personajes. Destacan Cinelandia (1923) y El torero Caracho (1927).

8

LA NOVELA ESPAÑOLA POSTERIOR A 1939 La novela de posguerra.

Durante los primeros años de la posguerra se publican novelas triunfalistas que relatan la guerra desde el punto de vista de los vencedores o novelas de evasión, con asuntos sentimentales, muy alejados de la desolación y la miseria del momento. Sin embargo, surgen en la década de los cuarenta dos novelas con una visión crítica de la realidad: La familia de Pascual Duarte (1942), de Camilo José Cela, y Nada (1945), de Carmen Laforet. Con la primera se inicia la corriente denominada tremendismo, al profundizar el relato en los aspectos más crudos de la realidad: miseria, violencia, etc. La novela social en los años cincuenta A principios de los cincuenta aparece una nueva generación de narradores jóvenes (la llamada Generación del medio siglo), que desarrollarán un nuevo tipo de novela. El primer impulso lo proporciona otra vez Camilo José Cela, con La colmena (1951). Es una novela sin apenas argumento, cuya intención es presentar la degradación de la España de posguerra. Su estructura y perspectiva narrativa adelantan algunas innovaciones: la presencia de un protagonista colectivo; la ausencia de un final preciso, que la convierte en una novela abierta; el alcance existencial y social de la obra; y el desorden cronológico de los capítulos divididos en secuencias. También influye en este cambio literario Miguel Delibes, quien publica en 1950 El camino, en la que emplea un estilo sobrio y sencillo para retratar el mundo rural castellano. El objetivo de los narradores de la Generación del medio siglo es conseguir que la gente tome conciencia de las injusticias y de las desigualdades, y contribuya a su erradicación. Como consecuencia, la estética dominante es la del realismo: las novelas pretenden reflejar la realidad española y servir como instrumento de denuncia de las injusticias. Los temas predominantes se centran en los problemas sociales contemporáneos de los escritores, que tuvieron que enfrentarse con la censura en muchas ocasiones. Aparecen prácticamente todos los sectores sociales del país: - El vacío y el egoísmo de la burguesía, que se refleja en novelas como Juegos de manos (1954), de Juan Goytisolo. - La vida del campo, con su duro trabajo y su miseria es el tema de Los bravos (1954), de Jesús Fernández Santos o El fulgor y la sangre (1954), de Ignacio Aldecoa . - La explotación del proletariado industrial y los riesgos de su trabajo aparecen en Central eléctrica (1958), de Jesús López Pacheco. - La soledad y la incomunicación del individuo dentro de la sociedad provinciana protagonizan Entre visillos (1958), de Carmen Martín Gaite y Fiesta al noroeste (1953) de Ana María Matute. -El éxodo rural, la vida en los suburbios y el desarraigo están en La resaca (1958), y en libros de viaje como La Chanca (1962), de Juan Goytisolo. - La Guerra Civil, vista desde la infancia o adolescencia, como en Primera memoria (1960), de Ana María Matute. 9

Con respecto a la técnica narrativa y al estilo, cabe destacarlo siguiente:  Predomina el objetivismo, que pretende la desaparición del narrador, quien se limita a registrar los actos y las palabras de los personajes.  Eldiálogo recoge las características del habla coloquial.  El protagonista es colectivo, generalmente un grupo social.  Hay una gran concentración del tiempo y del espacio. La acción transcurre en poco tiempo (unas horas, un día) y en espacios reducidos (una casa, un barrio). La novela desde los años sesenta. En los años sesenta se produce el agotamiento de la novela social y la irrupción de nuevos modelos narrativos, inspirados en los grandes novelistas extranjeros del siglo (Joyce, Kafka, Proust, Faulkner). En 1962 se publica una novela decisiva en este cambio de orientación: Tiempo de silencio, de Luis Martín-Santos. Al año siguiente, otra: La ciudad y los perros, del escritor peruano Mario Vargas Llosa. La novela de estos años no abandona la reflexión crítica sobre la sociedad española, pero su presentación formal es radicalmente novedosa. Algunas de las técnicas narrativas más sobresalientes son:       

El narrador es un elemento cambiante. Cuando es omnisciente, se utiliza con un distanciamiento irónico, con intervenciones irónicas y sarcásticas. El cambio de perspectivas narrativas es frecuente. En una misma novela, puede pasarse de la narración en tercera persona a la narración en primera persona. Aparece el relato en segunda persona. Se concede gran importancia al monólogo interior. Con esta técnica se nos permite conocer el mundo interior de los personajes, al reproducir los pensamientos que brotan de un modo incontrolado, mediante elipsis, sintaxis desordenada, incoherencias, etc. La ruptura de la secuencia cronológica es muy empleada. Los acontecimientos se desarrollan con elipsis y saltos en el tiempo hasta formar un rompecabezas temporal. Se juega con la división del relato. La novela se organiza en secuencias separadas por espacios en blanco o, incluso, se construye la novela sin divisiones ni separaciones. Los personajes son seres en conflicto con su entorno y con su propia personalidad. Están desequilibrados, desorientados, presentan trastornos psicológicos o de otro tipo. Resulta llamativa la inserción de collages. En la narración se podrán encontrar dibujos, fragmentos de guías turísticas, de instancias, de informes policiales, etc.

Entre las obras más destacadas de este cambio literario se encuentran: Cinco horas con Mario (1966), de Miguel Delibes; La saga/fuga de J. B. (1972), de Gonzalo Torrente Ballester; Señas de identidad (1966), de Juan Goytisolo; y Volverás a Región (1967), de Juan Benet. De los años setenta a la novela actual. Llegados los años setenta, surge un nuevo grupo de escritores conocidos como la Generación del 68. Las características más importantes son: 10

- Se inician en la narrativa experimental pero evolucionan hacia formas tradicionales del relato, en las que la anécdota vuelve a cobrar gran importancia. - La trama se organiza según géneros considerados menores (novela policíaca, novela de aventuras, folletín, etc.). - La novela se desvincula del compromiso social y político. Los problemas humanos aparecen tratados desde su individualidad. - El tratamiento temático presenta una sensación de desencanto, aunque el tono empleado es jovial y lleno de notas humorísticas. Entre las obras de esta generación sobresalen: La verdad sobre el caso Savolta (1975), de Eduardo Mendoza; El mercurio (1968), de José María Guelbenzu; o Los mares del Sur (1979) y La rosa de Alejandría (1984), Manuel Vázquez Montalbán. Las tendencias narrativas de estos autores siguen vigentes en la novela actual y vienen a ser reafirmadas por los escritores de la generación de los ochenta entre los que destacan Javier Marías, Almudena Grandes o Antonio Muñoz Molina.

LA NOVELA Y EL CUENTO HISPANOAMERICANOS DEL SIGLO XX La novela realista hispanoamericana a principios del siglo XX. La primera mitad del siglo XX se caracteriza por el continuismo de la línea realista del siglo anterior. Atendiendo a la temática desarrollada, podemos hablar de tres grupos:  

La novela regionalista o de la tierra. El tema central es la naturaleza. El ser humano queda sometido al poder de una naturaleza grandiosa. La novela social recoge la protesta ante las desigualdades sociales. Son abundantes las obras en las que se denuncia la situación de 1os indios (novela indigenista).

2. La renovación de la narrativa hispanoamericana A partir de los años cuarenta se inicia un período en la novela hispanoamericana, que condicionará la creación narrativa posterior. Sus características son: En el aspecto temático, la presencia de los problemas existenciales junto a los sociales y la irrupción de lo que se conoce con el nombre de realismo mágico. Este concepto es aplicado por el escritor cubano Alejo Carpentier al mundo americano bajo la denomina de lo real maravilloso. Considera Carpentier que lo maravilloso puede percibirse en la propia realidad americana, en la que la magia y la fantasía son consustanciales a la vida del continente. En el aspecto estético, se tiende a una prosa muy cuidada y a unas estructuras de gran elaboración. Además, se introducirán elementos innovadores en la técnica narrativa, debido a las influencias de los novelistas europeos. Los autores más significativos de esta renovación son: 

Alejo Carpentier (1904-1980), en quien se combinan los dos rasgos característicos de la novela hispanoamericana, la real maravilla de la naturaleza americana y el 11

 



barroquismo en la expresión, como se puede ver en algunas de sus obras como El reino de este m u n d o (1948) y El siglo de las luces (1962). Miguel Ángel Asturias (1899-1974), cuya obra más relevante, El señor presidente (1946), retrata las dictaduras hispanoamericanas de un modo genérico, al situarse la acción en un país y en un dictador anónimos. Jorge Luis Borges (1889-1986) es una de las figuras más importantes de la literatura universal. El objetivo del autor es planteamos problemas de carácter metafísico. Entre los temas encontramos los siguientes: el tiempo cíclico o circular; la presencia de laberintos que simbolizan el universo; las bibliotecas, que representan el conocimiento inaccesible; los espejos como imagen del desdoblamiento en la personalidad del hombre; los ríos que simbolizan el tiempo que fluye; las loterías que representan el azar; y, por último, la muerte, como final o principio de ese mundo cíclico e ilusorio. Su creación narrativa se compone de relatos cortos. Algunos libros de cuentos son: Ficciones (1944), El Aleph (1949), El hacedor (1960) y El informe de Brodie (1970). Juan Rulfo (1918-1986) es otro de los autores relevantes de la narrativa hispanoamericana. Su obra se reduce a una colección de cuentos titulada El llano en llamas (1953) y a la novela Pedro Páramo (1955), en la que se narra cómo Juan Preciado llega a Comala en busca de su padre, Pedro Páramo, de quien descubre que era el despótico y despreciado cacique del pueblo. Pero lo que realmente va a comprender es que él mismo y los habitantes de Comala están muertos, son ánimas que habitan ese valle de la muerte en el que se ha adentrado. Las características formales de esta novela son: el desarrollo no lineal de la narración, con recuerdos que fluyen de un modo desordenado; la combinación de varias perspectivas; y la mezcla del lenguaje culto con el popular.

La década de los sesenta supone para la novela hispanoamericana una etapa de máximo esplendor, ya que coincide un grupo numeroso de obras de gran calidad. Destaca especialmente el ímpetu renovador con que los nuevos novelistas afrontan la estructura y el lenguaje con gran variedad de técnicas narrativas. De entre todos los autores, mencionaremos la labor de tres: Julio Cortázar, Gabriel García Márquez y Mario Vargas Llosa. 



La obra narrativa de Julio Cortázar se compone de relatos breves y de novelas. Sus cuentos son juegos de ingenio y de imaginación: el autor nos sumerge en mundos inquietantes, en los que realidad y ficción se mezclan. De un modo imperceptible, la realidad cotidiana se abre, rompiendo la visión rutinaria de las cosas y permitiéndonos entrever otra realidad más rica y profunda. Entre sus títulos de relatos destacan Bestiario (1951) o Queremos tanto a Glenda (1982). Entre sus novelas sobresale Rayuela (1963). Se trata de una novela que se organiza como un rompecabezas, un juego en el que para avanzar es necesario saltar de casilla en casilla, es decir, de capítulo en capítulo, pero no de modo lineal, sino siguiendo un itinerario trazado por el autor. El objetivo de Cortázar es describir el absurdo de la realidad que percibimos. La obra de Gabriel García Márquez transcurre en gran parte en Macondo, un espacio geográfico inventado, en el que se confunde la realidad y la ficción. Los sucesos, los personajes y el universo literario nacen de la experiencia vital del autor: recuerdos de su ciudad natal, relatos escuchados a su abuela, conflictos históricos de su país, etc. Pero García Márquez los dota de una dimensión mítica y poética, mediante un complejo tratamiento del tiempo, un lenguaje de gran capacidad expresiva y un arte constructivo complejo. Su obra cumbre, Cien años de soledad (1967), García Márquez introduce, a través de la historia de siete generaciones de los Buendía, la 12



violencia de los hombres, la naturaleza salvaje, las guerras y la explotación junto a las supersticiones, las hechicerías y los milagros con el fin de crear un marco mágico y humano para el tema de la obra: el destino del hombre. Otros títulos significativos son: Crónica de una muerte anunciada (1981) y El amor en los tiempos de cólera (1985). Mario Vargas Llosa toma la realidad como tema de sus narraciones y se introduce en mundos míticos sacados de su propia vida y del Perú. Estos temas aparecen en obras como: La ciudad y los perros (1963), cuya acción se desarrolla en un colegio militar de Lima en el que el autor estuvo durante dos años; y Conversación en la Catedral (1970), novela que refleja la realidad peruana, presentada en toda su degradación moral y política. La producción literaria de Vargas Llosa responde a tres aspectos básicos: el autobiografismo proyectado en una tercera persona; la novela totalizadora que refleje la realidad; y la novela neorrealista para convertir la realidad en materia poética. Para ello, emplea una técnica muy compleja, aunque ordenada y clara: confusión de tiempos narrativos, barroquismo estructural, mezcla de acciones, innovaciones léxicas...

La riqueza y variedad de la narrativa hispanoamericana no se ha detenido en los últimos años. Los autores mencionados y muchos otros (Augusto Monterroso, Mario Benedetti, Álvaro Mutis) son autores con una obra amplia y de gran calidad que en muchos casos continúa desarrollándose.

LA POESÍA ESPAÑOLA POSTERIOR A 1939. 1. La posguerra de la poesía: los años cuarenta. Al final de la guerra, el panorama para la cultura es desolador: muerte, exilio, humillación o silencio. Se dio una doble visión en la cultura: por un lado, los escritores exiliados, derrotados y desperdigados por el mundo; por otro, los que se quedaron en España. Éstos o se alinearon con la ideología y estética de los vencedores (poesía arraigada), o permanecieron callados en un exilio interior a la espera de poder gritar su dolor y rebeldía (poesía desarraigada). El panorama poético del período es variado:   

Las revistas Escorial y Garcilaso reúnen a los poetas arraigados, como Leopoldo Panero y Luis Rosales. Sus temas son la nostalgia por el imperio español o las vivencias amorosas o religiosas. La revista Espadaña publica una poesía menos retórica y más comprometida con el ser humano. Hay distintos grupos de poetas, como los de la revista Cántico o los fundadores del Postismo, como Carlos Edmundo de Ory, que continúan la poesía anterior a la guerra, como la del Modernismo o la de las vanguardias. 13

En la recuperación de la poesía fue decisiva, en 1944, la publicación de Hijos de la ira, de Dámaso Alonso, y de Sombra del Paraíso, de Vicente Aleixandre. Ambos libros suponen un ruptura con la estética y los temas vigentes, con la expresión descarnada de la angustia y el malestar de estos poetas. 2. La poesía social de los años cincuenta. Hacia 1950 cobra auge la llamada poesía social, que pretende ser un testimonio de la verdadera realidad del país, de las dificultades económicas y la alienación del trabajo, o cantar a la solidaridad y a la lucha social. El tema de España y de la Guerra Civil se convierte en un punto de referencia constante. Se utiliza un lenguaje directo, coloquial o conversacional, porque la poesía debe dirigirse la mayor número posible de gente, a la “inmensa mayoría”. Los principales poetas de esta tendencia fueron Blas de Otero, José Hierro, Gabriel Celaya y Eugenio de Nora. La falta de lectores y los cambios económicos y sociales de los años sesenta causaron el agotamiento de este tipo de poesía. 3. La promoción del sesenta. Mediados los años cincuenta, hace su aparición un nuevo grupo de poetas que, sin renunciar al compromiso, se inclinarán hacia el intimismo y hacia la expresión de la experiencia individual, (de aquí que se llame a esta corriente “poesía de la experiencia”). Los aspectos cotidianos de la vida personal aparecen en sus poesías, si bien con un tratamiento distanciado, escéptico o irónico. En el tratamiento del lenguaje, el tono coloquial se depura y se eleva a un nivel artístico; se huye de la arenga y del prosaísmo; se busca un estilo personal, en el que el humor y la ironía, los ecos y de lecturas y canciones producen a veces la sensación de una conversación íntima con el lector. Entre estos poetas, destacan Ángel González, Jaime Gil de Biedma, Claudio Rodríguez o José Ángel Valente. 4. La irrupción de los novísimos. En 1970, el crítico José María Castellet compiló una antología polémica Nueve novísimos poetas españoles. En ella se incluyeron, entre otros poetas, Félix de Azúa, Pere Gimferrer, Guillermo Carnero y Leopoldo María Panero, que suponían un gran cambio con toda la poesía anterior. Nacidos tras la guerra, en su formación influye la cultura de los medios de comunicación de masas y la poesía extranjera del siglo XX. Poetas antirrealistas, se vuelcan en una lírica de componentes experimentales relacionados con las vanguardias (escritura automática, uso del “collage”) o con el Modernismo (gusto por lo exótico, por el ritmo del lenguaje, por el léxico cultista, etc.). Defienden la autonomía del arte y manifiestan una extrema preocupación por el lenguaje. 5. Los últimos años.

14

Desde 1975 se advierte un cambio en la poesía española. Se frenan los excesos culturalistas y vanguardistas, se inician caminos que llevan a una poesía más personal e intimista y aparecen numerosos poetas jóvenes, que dan lugar a tendencias muy variadas y dispares en los años ochenta y noventa: la continuación del Surrealismo (Blanca Andréu); la poesía de la experiencia, con una mirada crítica del mundo actual (Luis García Montero y Felipe Benítez Reyes); la poesía intimista (Álvaro Salvador); la poesía minimalista o poesía del silencio, etc.

EL TEATRO POSTERIOR A 1939 1. El teatro en los años cuarenta. Es un teatro condicionado por la sociedad burguesa del momento, dirigido a su ideología. Desde el punto de vista de las representaciones teatrales, varias son las corrientes que suben al escenario en estos años:  El drama burgués, continuación de la comedia benaventina, en el que se inscriben autores como Joaquín Calvo-Sotelo, José López Rubio y Edgar Neville.  El teatro de humor, donde sobresalen: o Enrique Jardiel Poncela, que creará una comicidad de lo inverosímil, caracterizada por la ruptura con las formas tradicionales del humor, por desasirse de la lógica, por su huida del tópico y por su libre concepción de la técnica teatral y del espacio escénico. Un marido de ida y vuelta y Eloísa está debajo de un almendro son sus obras más conocidas de este período. o Miguel Mihura (1905-1977), que escribió en 1932 Tres sombreros de copa. Su argumento presenta a Dionisio, un joven que pasa la víspera de su boda en un hotel de provincias, donde una muchacha, Paula, le enseñará otro modo de vivir. El humor cercano al absurdo, la burla corrosiva de los hábitos burgueses y provincianos y la sonrisa dolorosa que provocan sus situaciones resultaban muy osados para la época. 2. El teatro realista de protesta y denuncia La década de los cincuenta se abre con dos importantes estrenos: Historia de una escalera (1949) de Antonio Buero Vallejo; y Escuadra hacia la muerte (1953) de Alfonso Sastre. Con los estrenos de Buero y Sastre se vio la posibilidad de hacer un teatro que reflejara los problemas del momento, desde una visión existencialista que derivará después hacia la preocupación social. Buero y Sastre son los autores claves de esta generación realista, que incluye a José María Rodríguez Méndez, Carlos Muñiz, Lauro Olmo y José Martín Recuerda. Sus temas abordan problemas de obreros, estudiantes, etc., poniendo de relieve las desigualdades sociales y la falta de humanidad. Las dificultades de difusión de sus obras y la llegada de nuevas corrientes llevaron a algunos de estos autores a dejar de escribir. 3. La obra teatral de Antonio Buero Vallejo

15

El dramaturgo de mayor interés del teatro de posguerra es Antonio Buero Vallejo. Su producción está marcada por el compromiso ante los temas humanos más universales, ya sean de tipo existencial o social. El género adoptado por Buero es la tragedia. Con la tragedia se pretende la catarsis del espectador: éste debe conmoverse ante lo representado y debe sentirse impulsado a luchar para labrarse su propio destino. En los dramas de Buero, el lenguaje de los protagonistas se caracteriza por su densidad, hondura y precisión. El espacio escénico suele estar descrito con minuciosidad en las acotaciones, porque los objetos, su disposición y el ambiente adquieren una significación concreta. Son frecuentes los denominados efectos de inmersión: en algunos momentos, el autor trata de hacer partícipe al espectador de lo que ve en escena. Así, si los personajes son ciegos -como los de En la ar dien te o scu ridad - o sordos -como el Goya de El sueño de la razón-, el escenario se oscurece o no se oye hablar a los actores, para que el espectador experimente las mismas limitaciones de los personajes. Entre sus obras, destacan los dramas históricos, que sirven como modelo de hechos o conductas actuales: Un soñador para un pueblo (1958), El concierto de San Ovidio (1962) y El sueño de la razón (1970). También son frecuentes los dramas de personajes con taras, cuyas limitaciones físicas (ceguera, sordera u otras) simbolizan las limitaciones humanas para enfrentarse con la realidad. En la ardiente oscuridad (1950), El concierto de San Ovidio o La Fundación (1974) son algunos de estos dramas. 4. Nuevas formas de expresión dramática Avanzada la década de los sesenta, las experiencias más interesantes surgen de los grupos de teatro independiente, colectivos cuya actividad inquieta y renovadora se desarrolla al margen de los circuitos culturales establecidos. Características generales de estos grupos son:   

La creación colectiva de la obra, en la que la improvisación desempeña un papel importante. La infravaloración del texto en detrimento de los aspectos más espectaculares del teatro (expresión corporal, danza, música, luces, etc.). La ruptura de las convenciones escénicas de espacio y tiempo. Se abandona el teatro a la italiana, por ejemplo, trasladando el escenario al patio de butacas y buscando la participación del espectador.

Los grupos más destacados fueron: Els Joglars, Tábano, Los Goliardos y el Teatro Experimental Independiente (TEI). Los autores individuales presentaron novedades estéticas que no fueron comprendidas ni aceptadas por un público y una crítica muy conservadores, como fueron los casos de Francisco Nieva, creador del teatro furioso, caracterizado por el simbolismo, los elementos oníricos y la raíz dadaísta, y de Fernando Arrabal, cuyo teatro pánico, provocador y rebelde, recoge elementos de las vanguardias de entreguerras y del teatro del absurdo. Tras el fin de la dictadura, se producen dos tendencias en el teatro español: la primera consistió en montar obras de autores clásicos exóticos; la segunda se proponía restituir los textos silenciados del pasado inmediato. Quizá los autores de más éxito de estos años sean Antonio Gala, quien alterna el 16

simbolismo con dramas realistas o recreaciones históricas, y José Luis Alonso de Santos que cultiva la comedia humorística que refleja la sociedad actual en La estanquera de Vallecas (1981) y Bajarse al moro (1985).

TEXTOS DE SAN MANUEL BUENO, MÁRTIR

TEXTO I

En la noche de San Juan, la más breve del año, solían y suelen acudir a nuestro lago todas las pobres mujerucas, y no pocos hombrecillos, que se creen poseídos, endemoniados, y que parece no son sino histéricos y a las veces epilépticos, y Don Manuel emprendió la tarea de hacer él de lago, de piscina probática, y tratar de aliviarlos y si era posible de curarlos. Y era tal la acción de su presencia, de sus miradas, y tal sobre todo la dulcísima autoridad de sus palabras y sobre todo de su voz -¡qué milagro de voz!-, que consiguió curaciones sorprendentes. Con lo que crecía su fama, que atraía a nuestro lago y a él a todos los enfermos del contorno. Y alguna vez llegó una madre pidiéndole que hiciese un milagro en su hijo, a lo que contestó sonriendo tristemente: -No tengo licencia del señor obispo para hacer milagros. Le preocupaba, sobre todo, que anduviesen todos limpios. Si alguno llevaba un roto en su vestidura, le decía: «Anda a ver al sacristán, y que te remiende eso.» El sacristán era sastre. Y cuando el día primero de año iban a felicitarle por ser el de su santo -su santo patrono era el mismo Jesus Nuestro Señor-, quería Don Manuel que todos se le presentasen con camisa nueva, y el que no la tenía se la regalaba él mismo. Por todos mostraba el mismo afecto, y si a algunos distinguía más con él era a los más desgraciados y a los que aparecían como más díscolos. Y como hubiera en el pueblo un pobre idiota de nacimiento, Blasillo el bobo, a éste es a quien más acariciaba y hasta llegó a enseñarle cosas que parecía milagro que las hubiese podido aprender. Y es que el pequeño rescoldo de inteligencia que aun quedaba en el bobo se le encendía en imitar, como un pobre mono, a su Don Manuel. TEXTO II

Una vez que en el confesonario le expuse una de aquellas dudas, me contestó: -A eso, ya sabes, lo del Catecismo: «Eso no me lo preguntéis a mí, que soy ignorante; doctores tiene la Santa Madre Iglesia que os sabrán responder.» -¡Pero si el doctor aquí es usted, Don Manuel...! -¿Yo, yo doctor?, ¿doctor yo? ¡Ni por pienso! Yo, doctorcilla, no soy más que un pobre cura de aldea. Y esas preguntas, ¿sabes quién te las insinúa, quién te las dirige? Pues... ¡el Demonio! Y entonces, envalentonándome, le espeté a boca de jarro: -¿Y si se las dirigiese a usted, Don Manuel? -¿A quién?, ¿a mí? ¿Y el Demonio? No nos conocemos, hija, no nos conocemos. -¿Y si se las dirigiera? -No le haría caso. Y basta, ¿eh?, despachemos, que me están esperando unos enfermos de verdad. Me retiré, pensando, no sé por qué, que nuestro Don Manuel, tan afamado curandero 17

de endemoniados, no creía en el Demonio. Y al irme hacia mi casa topé con Blasillo el bobo, que acaso rondaba el templo, y que al verme, para agasajarme con sus habilidades, repitió -¡y de qué modo!- lo de « ¡Dios mío, Dios mío!, ¿por qué me has abandonado?» Llegué a casa acongojadísima y me encerré en mi cuarto para llorar, hasta que llegó mi madre. -Me parece, Angelita, con tantas confesiones, que tú te me vas a ir monja. -No lo tema, madre -le contesté-, pues tengo harto que hacer aquí en el pueblo, que es mi convento. -Hasta que te cases. -No pienso en ello -le repliqué. Y otra vez que me encontré con Don Manuel le pregunté, mirándole derechamente a los ojos: -¿Es que hay Infierno, Don Manuel? Y él, sin inmutarse: -¿Para ti, hija? No. -¿Para los otros, le hay? -¿Y a ti qué te importa, sino has de ir a él? -Me importa por los otros. ¿Le hay? -Cree en el cielo, en el cielo que vemos. Míralo -y me lo mostraba sobre la montaña y abajo, reflejado en el lago. -Pero hay que creer en el Infierno, como en el Cielo -le repliqué. -Sí, hay que creer todo lo que cree y enseña a creer la Santa Madre Iglesia Católica, Apostólica, Romana. ¡ Y basta! Leí no sé qué honda tristeza en sus ojos, azules como las aguas del lago.

TEXTO III

-Entonces -prosiguió mi hermano-, comprendí sus móviles y con esto comprendí su santidad; porque es un santo, hermana, todo un santo. No trataba, al emprender ganarme para su santa causa, porque es una causa santa, santísima, arrogarse un triunfo, sino que lo hacía por la paz, por la felicidad, por la ilusión si quieres, de los que le están encomendados; comprendí que si los engaña así, si es que esto es engaño, no es por medrar. Me rendí a sus razones, y he aquí mi conversión. Y no me olvidaré jamás del día en que diciéndole yo: «Pero, Don Manuel, la verdad, la verdad ante todo», él, temblando, me susurró al oído, y eso que estábamos solos en medio del campo: «¿La verdad? La verdad, Lázaro, es acaso algo terrible, algo intolerable, algo mortal; la gente sencilla no podría vivir con ella.» « ¿Y por qué me la deja entrever ahora aquí, como confesión?», le dije. Y él: «Porque si no me atormentaría tanto, tanto, que acabaría gritándola en medio de la plaza, y eso jamás, jamás, jamás. Yo estoy para hacer vivir a las almas de mis feligreses, para hacerlos felices, para hacerles que se sueñen inmortales y no para matarlos. Lo que aquí hace falta es que vivan sanamente, que vivan en unanimidad de sentido, y con la verdad, con mi verdad, no vivirían. Que vivan. Y esto hace la Iglesia, hacerlos vivir. ¿Religión verdadera? Todas las religiones son verdaderas en cuanto hacen vivir espiritualmente a los pueblos que las profesan, en cuanto les consuelan de haber tenido que nacer para morir, y para cada pueblo la religión más verdadera es la suya, la que le ha hecho. ¿Y la mía? La mía es consolarme en consolar a los demás, aunque el consuelo que les doy no sea el mío.» Jamás olvidaré estas sus palabras. - ¡Pero esa comunión tuya ha sido un sacrilegio! -me atreví a insinuar, 18

arrepintiéndome al punto de haberlo insinuado. -¿Sacrilegio? ¿Y él, que me la dio? ¿Y sus misas? - ¡Qué martirio! -exclamé. -Y ahora -añadió mi hermano- hay otro más para consolar al pueblo. -¿Para engañarle? -dije. -Para engañarle, no -me replicó-, sino para corroborarle en su fe. -Y él, el pueblo, ¿cree de veras? -¡Qué sé yo...! Cree sin querer, por hábito, por tradición. Y lo que hace falta es no despertarle. Y que viva en su pobreza de sentimientos para que no adquiera torturas de lujo. ¡Bienaventurados los pobres de espíritu! TEXTO IV

E iba corriendo el tiempo y observábamos mi hermano y yo que las fuerzas de Don Manuel empezaban a decaer, que ya no lograba contener del todo la insondable tristeza que le consumía, que acaso una enfermedad traidora le iba minando el cuerpo y el alma. Y Lázaro, acaso para distraerle más, le propuso si no estaría bien que fundasen en la iglesia algo así como un sindicato católico agrario. -¿Sindicato? -respondió tristemente Don Manuel-. ¿Sindicato? ¿Y qué es eso? Yo no conozco más sindicato que la Iglesia, y ya sabes aquello de «mi reino no es de este mundo». Nuestro reino, Lázaro, no es de este mundo... -¿Y del otro? Don Manuel bajó la cabeza: -El otro, Lázaro, está aquí también, porque hay dos reinos en este mundo. O mejor, el otro mundo... Vamos, que no sé lo que me digo. Y en cuanto a eso del sindicato, es en ti un resabio de tu época de progresismo. No, Lázaro, no; la religión no es para resolver los conflictos económicos o políticos de este mundo que Dios entregó a las disputas de los hombres. Piensen los hombres y obren los hombres como pensaren y como obraren, que se consuelen de haber nacido, que vivan lo más contentos que puedan en la ilusión de que todo esto tiene una finalidad. Yo no he venido a someter los pobres a los ricos, ni a predicar a estos que se sometan a aquellos. Resignación y caridad en todos y para todos. Porque también el rico tiene que resignarse a su riqueza, y a la vida, y también el pobre tiene que tener caridad para con el rico. ¿Cuestión social? Deja eso, eso no nos concierne. Que traen una nueva sociedad, en que no haya ya ricos ni pobres, en que esté justamente repartida la riqueza, en que todo sea de todos, ¿y qué? ¿Y no crees que del bienestar general surgirá más fuerte el tedio a la vida? Sí, ya sé que uno de esos caudillos de la que llaman la revolución social ha dicho que la religión es el opio del pueblo. Opio... Opio... Opio, sí. Démosle opio, y que duerma y que sueñe. Yo mismo con esta mi loca actividad me estoy administrando opio. Y no logro dormir bien y menos soñar bien... ¡Esta terrible pesadilla! Y yo también puedo decir con el Divino Maestro: «Mi alma está triste hasta la muerte». No, Lázaro; nada de sindicatos por nuestra parte. Si lo forman ellos me parecerá bien, pues que así se distraen. Que jueguen al sindicato, si eso les contenta. TEXTO V

El pueblo todo se fue en seguida a la casa del santo a recoger reliquias, a repartirse retazos de sus vestiduras, a llevarse lo que pudieran como reliquia y recuerdo del 19

bendito mártir. Mi hermano guardó su breviario, entre cuyas hojas encontró, desecada y como en un herbario, una clavellina pegada a un papel y en este una cruz con una fecha. Nadie en el pueblo quiso creer en la muerte de Don Manuel; todos esperaban verle a diario, y acaso le veían, pasar a lo largo del lago y espejado en él o teniendo por fondo las montañas; todos seguían oyendo su voz, y todos acudían a su sepultura, en torno a la cual surgió todo un culto. Las endemoniadas venían ahora a tocar la cruz de nogal, hecha también por sus manos y sacada del mismo árbol de donde sacó las seis tablas en que fue enterrado. Y los que menos queríamos creer que se hubiese muerto éramos mi hermano y yo. Él, Lázaro, continuaba la tradición del santo y empezó a redactar lo que le había oído, notas de que me he servido para esta mi memoria. -Él me hizo un hombre nuevo, un verdadero Lázaro, un resucitado -me decía-. Él me dio fe. -¿Fe? -le interrumpía yo. -Sí, fe, fe en el consuelo de la vida, fe en el contento de la vida. Él me curó de mi progresismo. Porque hay, Angela, dos clases de hombres peligrosos y nocivos: los que convencidos de la vida de ultratumba, de la resurrección de la carne, atormentan, como inquisidores que son, a los demás para que, despreciando esta vida como transitoria, se ganen la otra, y los que no creyendo más que en este... -Como acaso tú... -le decía yo. -Y sí, y como Don Manuel. Pero no creyendo más que en este mundo, esperan no sé qué sociedad futura, y se esfuerzan en negarle al pueblo el consuelo de creer en otro... -De modo que... -De modo que hay que hacer que vivan de la ilusión.

TEXTOS DE LOS GIRASOLES CIEGOS TEXTO I —El Comité de Defensa de Madrid va a rendirse mañana o pasado mañana dijo Alegría en un tono que contrastaba con el de la pregunta. —¿Por eso te rindes? No jodas. —Por eso. La conversación se disipó en cuchicheos y frases susurradas por aquellos soldados sin uniforme, aunque hasta él sólo llegaban sus miradas curiosas y sus sonrisas condescendientes. Le tomaron por un loco. Hubiera querido explicar por qué abandonaba el ejército que iba a ganar la guerra, por qué se rendía a unos vencidos, por qué no quería formar parte de la victoria. Pero la rudeza de esos hombres le desanimó y decidió guardar otra vez silencio. ¿Cómo podía ser la vida de esos hombres desastrados algo de valor para pagar una guerra? ¿Acaso no sabían que morirían por usura? ¿Acaso ignoraban que la implacable disciplina se llevaría por delante a cuantos estaban resistiendo? Recorriendo los pinares de la Dehesa de la Villa, fue conducido a pie hasta la calle Francos Rodríguez, donde aguardaron el paso de una camioneta que regresaba de repartir munición en el frente noroeste de Madrid. Eran casi las tres de la madrugada. Le acomodaron sobre unos fardos en la caja sin entoldar y, vigilado por dos hombres armados, emprendieron la marcha. Ya era un prisionero. 20

Donde se encuentran las calles Bravo Murillo y Alvarado, un grupo detuvo la camioneta. Con ellos había un hombre herido que fue subido en andas y acomodado junto al capitán Alegría. Tenía el hombro derecho destrozado por una bala y una cura de urgencia no lograba detener la sangre que manaba a través de la compresa. Se quejaba sordamente, como si quisiera no molestar o pretendiera pasar desapercibido. Gracias a él sabemos que el prisionero trató de ayudarle a contener la hemorragia de su herida. Al ver a Alegría, preguntó: —Y éste ¿qué hace aquí? —Es un desertor —dijo uno de los soldados. —Soy un rendido —corrigió Alegría. —Pégale un tiro —sugirió lacónicamente el herido. —Mañana o pasado Segismundo Casado va a rendirse —explicó Alegría. —Ya. Y por eso te has rendido. No me jodas. La camioneta se detuvo ante el Hospital General de Cuatro Caminos. Dos soldados, esta vez con uniforme reglamentario, ayudaron a descender al herido y uno de ellos, al ver de cerca el uniforme de Alegría, preguntó: —¿Y ése? —Es un desertor. Silencio. “Primera derrota, 1939” o “Si el corazón pensara dejaría de latir”, Los girasoles ciegos, de Alberto Méndez

TEXTO II He encontrado una cabra montes medio comida por los lobos. Todavía quedaban restos abundantes y hoy comeremos sus despojos. Con los huesos y las vísceras he logrado hacer una sopa muy suave que el niño acepta bien. (Aquí se produce un significativo cambio de caligrafía. Aunque la pulcritud de la escritura se mantiene, los trazos son algo más apresurados. O, cuando menos, más indecisos. Probablemente ha transcurrido bastante tiempo.) ¿Me reconocerían mis padres si me vieran? No puedo verme pero me siento sucio y degradado porque, en realidad, ya soy también hijo de esa guerra que ellos pretendieron ignorar pero que inundó de miedo sus establos, sus vacas famélicas y sus sembrados. Recuerdo mi aldea silenciosa y pobre ajena a todo menos al miedo que cerró sus ojos cuando mataron a don Servando, mi maestro, quemaron todos sus libros y desterraron para siempre a todos los poetas que él conocía de memoria. He perdido. Pero pudiera haber vencido. ¿Habría otro en mi lugar? Voy a contarle a mi hijo, que me mira como si me comprendiera, que yo no hubiera dejado que mis enemigos huyeran desvalidos, que yo no hubiera condenado a nadie por ser sólo un poeta. Con un lápiz y un papel me lancé al campo de batalla y de mi cuerpo surgieron palabras a borbotones que consolaron a los heridos y del consuelo que yo dibujaba salieron generales bestiales que justificaron los heridos. Heridos, generales, generales, heridos. Y yo, en medio, con mi poesía. Cómplice. Y, además, los muertos. “Segunda derrota, 1940” o “Manuscrito encontrado en el olvido”, Los girasoles ciegos, de Alberto Méndez 21

TEXTO III El niño está enfermo. Casi no se mueve. He matado la vaca y le estoy dando su sangre. Pero apenas logra tragar algo. He hervido trozos de carne y huesos hasta hacer un caldo espeso y oscuro. Se lo estoy dando disuelto en agua de nieve. Todo huele, otra vez, a muerte. Está muy caliente. Ahora escribo con él en mi regazo y duerme. ¡Cuánto le quiero! Le he cantado una canción triste de Federico Llanto de una calavera que espera un beso de oro. (Fuera viento sombrío y estrellas turbias). Ya no recuerdo los poemas que recitaba a los soldados. Con el hambre lo primero que se muere es la memoria. No logro escribir un solo verso y, sin embargo, en mi cabeza resuenan mil nanas para mi hijo. Todas tienen la misma letra: ¡Elena! Hoy le he besado. Por primera vez le he besado. Se me habían olvidado mis labios de no usarlos. ¿Qué habrá sentido él ante el primer contacto con el frío? Es terrible, pero debe de tener ya tres o cuatro meses y nadie le había besado hasta hoy. Él y yo sabemos qué largo es el tiempo sin un beso y ahora, probablemente, no nos quede suficiente para resarcirnos. El miedo, el frío, el hambre, la rabia y la soledad desalojan la ternura. Sólo regresa como un cuervo cuando olisquea el amor y la muerte. Y ahora ha regresado confundida. Olfatea ambas cosas. ¿Hay ternuras blancas y ternuras negras? Elena, ¿de qué color era tu ternura? Ya no lo recuerdo, ni siquiera sé si lo .que siento es pena. Pero le he besado sin tratar de suplantarte. “Segunda derrota, 1940” o “Manuscrito encontrado en el olvido”, Los girasoles ciegos, de Alberto Méndez TEXTO IV El alférez Rioboo ordenó que se llevaran al prisionero y los dos soldados lánguidos, que le habían traído brutalmente, brutalmente lo llevaron al calabozo donde aguardaban los que ya habían sido condenados a muerte por el tribunal que presidía el coronel Eymar. Como todos ellos, guardó silencio. El silencio es un espacio, una oquedad donde nos refugiamos pero en el que no estamos nunca a salvo. El silencio no se termina, se rompe; su cualidad fundamental es la fragilidad y el epitelio sutil que lo circunda es transparente: deja pasar todas las miradas. Juan tuvo que enfrentarse a las miradas de sus compañeros de galería cuando, con gran sorpresa suya, le devolvieron al lugar donde la muerte necesita todavía un trámite. Sin embargo, por razones de exceso de trabajo de los vencedores, fue devuelto a la segunda galería demasiado tarde. Pudo recoger su escudilla —o la de otro que iba a morir— y, sin cenar, acurrucarse junto a la pared oscura y simplificar su desconcierto soñando que era una sola cosa, cualquier cosa, pero una: animal, agua, piedra, tierra, gusano, lágrima, cobarde, árbol, héroe..., y se quedó dormido sin tener que explicarse por qué seguía viviendo. Todos respetaron su silencio. Nadie le preguntó. Se imaginó cosas imposibles y entrepensó olores y sonidos mientras entresoñaba espacios y colores. Consideró todas esas sensaciones como, una forma de aprender a no estar vivo y trató de imaginarse en qué idioma hablaban los difuntos.

22

La debilidad tiene esas ventajas. Al día siguiente se despertó obsesionado por escribir otra vez a su hermano. “Tercera derrota, 1941” o “El idioma de los muertos”, Los girasoles ciegos, de Alberto Méndez

TEXTO V —Éste tiene que estar vivo mañana a las seis. Si se muere, te fusilamos a ti. Tú verás. —Y cerró dando un portazo. La oscuridad se apoderó de los ojos de Juan Senra, que al entrar había intuido un cuerpo inerme en un catre. —¿Quién eres? —preguntó Juan sin atreverse a tocarle. —Me llamo Cruz Salido. ¿Y tú? —Juan Senra. Cruz Salido había sido redactor jefe de El Socialista al final de la guerra y logró pasar a Francia en el último momento. Tratando de llegar a Orán, embarcó en un carguero que hacía escala en Génova, donde unos camisas negras le apresaron y, un mes más tarde, le enviaron repatriado a España. Interrogado sobre las organizaciones del exilio, sobre los planes de Líster para regresar a España con un cuerpo de ejército y otras mil cosas acerca de las cuales no recordaba exactamente lo que había dicho, fue juzgado y condenado a muerte. Entre tantas ceremonias de muerte, tanto agotamiento, se le había escapado la vida a chorros y, preocupado sólo por respirar con unos pulmones raídos por la tisis, no logró nunca saber cuál era su crimen. Sólo sabía que estaban empeñados en que llegara vivo ante el pelotón de fusilamiento. —El conde de Mayalde quiere fusilarme en público. Haz lo posible para que me muera antes —imploró. —¡No puedes pedirme eso, por lo que más quieras! Cruz Salido estuvo de acuerdo, no podía pedírselo. Como hablar le extenuaba, decidió hacerlo hasta el agotamiento y fue poniendo voz a su memoria, llorando a Besteiro, que agonizaba en la cárcel de Carmona, a Azaña, qué gran hombre Azaña, acallado para siempre en un lugar perdido y olvidado de Francia sometida ya a los designios de Hitler, a Machado, nuestro Machado, en Collioure silencioso... —Somos un pueblo maldito, ¿no crees? —No. Creo que no somos un pueblo maldito. Eso sería echar la culpa a otros. “Tercera derrota, 1941” o “El idioma de los muertos”, Los girasoles ciegos, de Alberto Méndez TEXTO VI El tiempo se detuvo unos instantes. Los tres miembros del tribunal permanecieron inmóviles, presos en un fogonazo de silencio y quietud que sólo desdecía un tenue temblor en la barbilla de Eymar. La nuez de Juan subiendo y bajando cada vez que buscaba saliva para aliviar la sequedad de su boca era lo único que se movía en aquella sala.

23

—¿Y de la patria habló? ¿Habló de España? —preguntó sólo para disimular la ansiedad que trepaba por su garganta atiplando aquella voz autoritaria con los balbuceos que preceden al llanto. Senra sintió cierto miedo al introducir algo de verdad en sus respuestas, como si el contraste pudiera delatarle, pero admitió que de España no, mi coronel. Y el tiempo recuperó su curso: el secretario albino volvió a dibujar banderas y los miembros del tribunal se miraron cómplices apoyados los tres en los respaldos de sus sillas concediéndose unos instantes para reflexionar. Habían interrogado y condenado a muerte a cientos de enemigos de la patria y a todos ellos se les había preguntado en algún momento si habían conocido a Miguel Eymar. La respuesta siempre había sido la misma y ahora, de repente, no sabían qué hacer con la contestación de Juan Senra. El alférez Rioboo, meritorio de más altos designios, atajó con un oye tú, rojo de mierda, ¿quieres explicarte o te mandamos a la Almudena ahora mismo? Para terminar con una mirada sumisa al coronel buscando una aprobación que obtuvo emboscada en un silencio autoritario y perplejo. “Cuarta derrota: 1942” o “Los girasoles ciegos”, de Los girasoles ciegos, Alberto Méndez

TEXTO VII Yo, reverendo padre, tengo un recuerdo dulce de mi infancia. La devoción de mis padres y la virtud de mis maestros me inculcaron desde muy niño el amor por Jesús. Amé al niño Jesús cuando fui niño, me preparé para ser soldado de Cristo cuando fui adolescente e ingresé en el seminario cuando llegó la hora de entregar mi vida a la Santa Madre Iglesia. Ahora recuerdo todo aquello como si mi cuerpo no existiera, como si la única substancia de mi vida hubiera sido la vocación de sacrificio. Después, una dulce marea de entregas y sufrimientos me mantuvo al margen de la vida y fue conformando un alma satisfecha por la conquista heroica de las virtudes teologales, la convicción profunda de la Fe y el silencio íntimo de la meditación. Quizás por eso, Padre, cuando fui arrojado a la vida, siempre preñada de corrupción y desorden, me sorprendió indefenso porque hasta que lo vi, Padre, yo no había tenido conocimiento del Mal. Y creo que el Mal lo sabía. Es cierto que acepté de buen grado unirme a la Cruzada, y, si me hubiera llegado la hora durante la contienda, usted y los míos sólo hubieran podido decir de mí lo mismo que el Padre pudo decir del Hijo: Oblatus est quia ipse voluit. Es verdad que fui. yo quien quiso el sacrificio, pero también es cierto que nunca intuí lo horrible que era el mundo. Fanfarrón, gregario, embustero, pecador y heroico. Poco a poco me fui desguarneciendo, como si yo estuviera perdiendo la batalla. “Cuarta derrota: 1942” o “Los girasoles ciegos”, de Los girasoles ciegos, Alberto Méndez

24

TEXTOS DE CRÓNICA DE UNA MUERTE ANUNCIADA TEXTO I

Apenas aparecí en el vano de la puerta me confundió con el recuerdo de Santiago Nasar. «Ahí estaba», me dijo. «Tenía el vestido de lino blanco lavado con agua sola, porque era de piel tan delicada que no soportaba el ruido del almidón.» Estuvo un largo rato sentada en la hamaca, masticando pepas de cardamina, hasta que se le pasó la ilusión de que el hijo había vuelto. Entonces suspiró: «Fue el hombre de mi vida». Yo lo vi en su memoria. Había cumplido 21 años la última semana de enero, y era esbelto y pálido, y tenía los párpados árabes y los cabellos rizados de su padre. Era el hijo único de un matrimonio de conveniencia que no tuvo un solo instante de felicidad, pero él parecía feliz con su padre hasta que éste murió de repente, tres años antes, y siguió pareciéndolo con la madre solitaria hasta el lunes de su muerte. De ella heredó el instinto. De su padre aprendió desde muy niño el dominio de las armas de fuego, el amor por los caballos la maestranza de las aves de presas altas, pero de él aprendió también las buenas artes del valor y la prudencia. Hablaban en árabe entre ellos, pero no delante de Plácida Linero para que no se sintiera excluida. Nunca se les vio armados en el pueblo, y la única vez que trajeron sus halcones amaestrados fue para hacer una demostración de altanería en un bazar de caridad. La muerte de su padre lo había forzado a abandonar los estudios al término de la escuela para hacerse cargo de la hacienda familiar. Por sus méritos propios, Santiago Nasar era alegre y pacífico, y de corazón fácil. El día en que lo iban a matar, su madre creyó que él se había equivocado de fecha cuando lo vio vestido de blanco. «Le recordé que era lunes», me dijo. Pero él le explicó que se había vestido de pontifical por si tenía ocasión de besarle el anillo al obispo. Ella no dio ninguna muestra de interés. -Ni siquiera se bajará del buque -le dijo-. Echará una bendición de compromiso, como siempre, y se irá por donde vino. Odia a este pueblo.

TEXTO II

Ángela Vicario era la más bella de las cuatro, y mi madre decía que había nacido como las grandes reinas de la historia con el cordón umbilical enrollado en el cuello. Pero tenía, un aire desamparado y una pobreza de espíritu que le au uraban un orvenir incierto. Yo volvía a verla año tras año, durante mis vacaciones de Navidad, y cada vez parecía más desvalida en la ventana de su casa, donde se sentaba por la tarde a hacer flores de trapo y a cantar valses de solteras con sus vecinas. «Ya está de colgar en un alambre -me decía Santia o Nasar-: tu prima la boba.» De pronto, poco antes del luto de la hermana, la encontré en la calle por primera vez, vestida de mujer y con el cabello rizado, y apenas si pude creer que fuera la misma. Pero fue una visión momentánea: su penuria de espíritu se agravaba con los años. Tanto, que cuando se supo que Bayardo San Román quería casarse con ella, mucho pensaron que era una perfidia de forastero. La familia no sólo lo tomó en serió, sino con un grande alborozo. Salvo Pura Vicario, quien puso como condición que Bayardo San Román acreditara su identidad. Hasta entonces nadie sabía quién era. Su pasado no iba más allá de la tarde en que desembarcó con su atuendo de artista, y era tan reservado sobre su origen que hasta el engendro más demente podía ser cierto. Se llegó a decir que había arrasado pueblos y sembrado el terror en Casanare como comandante de tropa, que era prófugo de Cayena, que lo habían 25

visto en Pernambuco tratando de medrar con una pareja de osos amaestrados, y que había rescatado los restos de un galeón español cargado de oro en el canal de los Vientos. Bayardo San Román le puso término a tantas conjeturas con un recurso simple: trajo a su familia en pleno. TEXTO III

Pues ella lo había intuido. Tenía la certidumbre de que los hermanos Vicario no estaban tan ansiosos por cumplir la sentencia como por encontrar a alguien que les hiciera el favor de impedírselo. Pero el coronel Aponte estaba en paz con su alma. -No se detiene a nadie por sospechas -dijo-. Ahora es cuestión de prevenir a Santiago Nasar, y feliz año nuevo. Clotilde Armenta recordaría siempre que el talante rechoncho del coronel Aponte le causaba una cierta desdicha, y en cambio yo lo evocaba como un hombre feliz; aunque un poco trastornado por la práctica solitaria del espiritismo aprendido por corr eo. Su comportamiento de aquel lunes fue la prueba terminante de su frivolidad. La verdad es que no volvió a acordarse de Santiago Nasar hasta que lo vio en el puerto, y entonces se felicitó por haber tomado la decisión justa. Los hermanos Vicario les habían contado sus propósitos a más de doce personas que fueron a comprar leche, y éstas los habían divulgado por todas partes antes de las seis. A Clotilde Arrnenta le parecía imposible que no se supiera en la casa de enfrente. Pensaba que Santiago Nasar no estaba allí, pues no había visto encenderse la luz del dormitorio, y a todo el que pudo le pidió prevenirlo donde lo vieran. Se lo mandó a decir, inclusive, al padre Amador, con la novicia de servicio que fue a comprar la leche para las monjas. Después de las cuatro, cuando vio luces en la cocina de la casa de Plácida Linero, le mandó el último recado urgente a Victoria Guzmán con la pordiosera que iba todos los días a pedir un poco de leche por caridad. Cuando bramó el buque d el obispo casi todo el mundo estaba despierto para recibirlo, y éramos muy pocos quienes no sabíamos que los gemelos Vicario estaban esperando a Santiago Nasar para matarlo, y se conocía además el motivo con sus pormenores completos. Clotilde Armenta no había acabado de vender la leche cuando volvieron los hermanos con otros dos cuchillos envueltos en periódicos. Uno era de descuartizar, con una hoja oxidada y dura de doce pulgadas de largo por tres de ancho, que había sido fabricado por Pedro Vicario con el metal de una segueta, en una época en que no venían cuchillos alemanes por causa de la guerra. El otro era más corto, pero ancho y curvo. El juez instructor lo dibujó en el sumario, tal vez porque no lo pudo describir, y se arriesgó apenas a indicar que parecía un alfanje en miniatura. Fue con estos cuchillos que se cometió el crimen, y ambos eran rudimentarios y muy usados. TEXTO IV

Todo siguió oliendo a Santiago Nasar aquel día. Los hermanos Vicario lo sintieron en el calabozo donde los encerró el alcalde mientras se le ocurría qué hacer con ellos. «Por más que me restregaba con jabón y estropajo no podía quitarme el olor», me dijo Pedro Vicario. Llevaban tres noches sin dormir, pero no podían descansar, porque tan pronto como empezaban a dormirse volvían a cometer el crimen. Ya casi viejo, tratando de explicarme su estado de aquel día interminable, Pablo Vicario me dijo sin ningún esfuerzo: «Era como estar despierto dos veces». Esa frase me hizo pensar que lo más insoportable para ellos en el calabozo debió haber sido la lucidez. 26

El cuarto tenía tres metros de lado, una claraboya muy alta con barras de hierro, una letrina portátil, un aguamanil con su palangana y su jarra, y dos camas de mampostería con colchones de estera. El coronel Aponte, bajo cuyo mandato se había construido, decía que no hubo nunca un hotel más humano. Mi hermano Luis Enrique estaba de acuerdo, pues una noche lo e ncarcelaron por una reyerta de músicos, y el alcalde permitió por caridad que una de las mulatas lo acompañara. Tal vez los hermanos Vicario hubieran pensado lo mismo a las ocho de la mañana, cuando se sintieron a salvo de los árabes. En ese momento los reconfortaba el prestigio de haber cumplido con su l ey , y su única inquietud era la persistencia del olor. Pidieron agua abundante, jabón de monte y estropajo, y se lavaron la sangre de los brazos y la cara, y lavaron además las camisas, pero no lograron descansar. Pedro Vicario pidió también sus purgaciones y diuréticos, y un rollo de gasa estéril para cambiarse la venda, y pudo orinar dos veces durante la mañana. Sin embargo, la vida se le fue haciendo tan difícil a medida que avanzaba el día, que el olor pasó a segundo lugar. A las dos de la tarde, cuando hubiera podido fundirlos la modorra del calor, Pedro Vicario estaba tan cansado que no podía permanecer tendido en la cama, pero el mismo cansancio le impedía mantenerse de pie. El dolor de las ingles le llegaba hasta el cuello, se le cerró la orina, y padeció la certidumbre espantosa de que no volvería a dormir en el resto de su vida. «Estuve despierto once meses», me dijo, y yo lo conocía bastante bien para saber que era cierto. No pudo almorzar. Pablo Vicario, por su parte, comió un poco de cada cosa que le llevaron, y un cuarto de hora después se desató en una colerina pestilente. TEXTO V

La gente se dispersaba hacia la plaza en el mismo sentido que ellos. Era una multitud apretada, pero Escolástica Cisneros creyó observar que los dos caminanban en el centro sin dificultad, dentro de un círculo vacío, porque la gente sabía que Santiago Nasar iba a morir, y no se atrevían a tocarlo. También Cristo Bedoya recordaba una actitud distinta hacia ellos. «N os miraban como si lleváramos la cara pintada», me dijo. Más aún: Sara Noriega abrió su tienda de zapatos en el momento en que ellos pasaban, y se espantó con la palidez de Santiago Nasar. Pero él la tranquilizó. -¡Imagínese, niña Sara -le dijo sin detenerse-, con este guayabo! Celeste Dangond estaba sentado en piyama en la puerta de su casa, burlándose de los que se quedaron vestidos para saludar al obispo, e invitó a Santiago Nasar a tomar café. «Fue para ganar tiempo mientras pensaba», me dijo. Pero Santiago Nasar le contestó que iba de prisa a cambiarse de ropa para desayunar con mi hermana. «Me hice bolas -me explicó Celeste Dangond- pues de pronto me pareció que no podían matarlo si estaba tan seguro de lo que iba a hacer.» Yamil Shaium fue el único que hizo lo que se había propuesto. Tan pronto como conoció el rumor salió a la puerta de su tienda de géneros y esperó a Santiago Nasar para prevenirlo. Era uno de los últimos árabes que llegaron con Ibrahim Nasar, fue su socio de barajas hasta la muerte, y seguía siendo el consejero hereditario de la familia. Nadie tenía tanta autoridad como él para hablar con Santiago Nasar. Sin embargo, pensaba que si el rumor era infundado le iba a causar una alarma inútil, y prefirió consultarlo primero con Cristo Bedoya por si éste estaba mejor informado. Lo llamó al pasar. Cristo Bedoya le dio una plamadita en la espalda a Santiago Nasar, ya en la esquina de la plaza, y acudió al llamado de Yamil Shaium. -Hasta el sábado -le dijo. Santiago Nasar no le contestó, sino que se dirigió en árabe a Yamil Shaium y éste le replicó también en árabe, torciéndose de risa. «Era un juego de palabras con que nos divertíamos siempre», me dijo Yamil Shaium. Sin detenerse, Santiago Nasar les hizo a ambos su señal de adiós con la mano y dobló la esquina de la plaza. Fue la última vez que 27

lo vieron. TEXTO VI

Me trató igual que siempre, como un primo remoto, y contestó a mis preguntas con muy buen juicio y con sentido del humor. Era tan madura e ingeniosa, que costaba trabajo creer que fuera la misma. Lo que más me sorprendió fue la forma en que había terminado por entender su propia vida. Al cabo de pocos minutos y a no me pareció tan envejecida como a primera vista, sino casi tan joven como en el recuerdo, y no tenía nada en común con la que habían obligado a casarse sin amor a los 20 años. Su madre, de una vejez mal entendida, me recibió como a un fantasma difícil. Se negó a hablar del pasado, y tuve que conformarme para esta crónica con algunas frases sueltas de sus conversaciones con mi madre, y otras pocas rescatadas de mis recuerdos. Había hecho más que lo posible para que Angela Vicario se muriera en vida, pero la misma hija le malogró los propósitos, porque nunca hizo ningún misterio de su desventura. Al contrario: a todo el que quiso oírla se la contaba con sus pormenores, salvo el que nunca se había de aclarar: quién fue, y cómo y cuándo, el verdadero causante de su perjuicio, porque nadie creyó en realidad hubiera sido Santiago Nasar. Pertenecían a dos mundos divergentes. Nadie los vio nunca juntos, mucho menos solos. Santiago Nasar era demasiado altivo para fijarse en ella. «Tu rima la boba», me decía, cuando tenía que mencionarla. Además, como decíamos entonces, él era un gavilán pollero. Andaba solo, igual que su padre, cortándole el cogollo a cuanta doncella sin rumbo empezaba a despuntar por esos montes, pero nunca se le conoció dentro del pueblo otra relación distinta de la convencional que mantenía con Flora Miguel, y de la tormentosa que lo enloqueció durante catorce meses con María Alejandrina Cervantes. La versión más corriente, tal vez por ser la más perversa, era que Ángela Vicario estaba protegiendo a alguien a quien de veras amaba, y había escogido el nombre de Santiago Nasar porque nunca pensó que sus hermanos se atreverían contra él. Yo mismo traté de arrancarle esa verdad cuando la visité por segunda vez con todos mis argumentos en orden, pero ella apenas si levantó la vista del bordado para rebatirlos. -Ya no le des más vueltas, primo -me dijo-. Fue él.

28