LAS IDEAS, EL ARTE Y LAS LETRAS EN E S T E NUMERO*

ANOS DE ANTEGUERRA JUNTOA

DE POSTGUERRA EN EL TEATRO • EL SÜPERESTA. DO Y LAS COMUNICACIONES, por Juan Duran, • CONSIDERACIONES SOBRE EL CAPITALISMO Y LA INFORMACIÓN, por Juan V el a r d e Fuertes. • «EL CUARTO DE ESTAR», por Graham Greene, Juan Fernández Figueroa y J. Javier Aleixandre. • EL H U E S O SE C O N V I E R T E EN CARNE, Y LA CARNE, EN HUESO, por José Ramón Alonso, • L A S HABITÚALES S E C C I O N E S FIRMADAS POR José Javier Aleixandre, Julián A y e s t a, Luis Castillo, José María García Escudero, Lorenzo G-ómis, José María Jove, Manuel L i z c a n o, Fernando Ruiz Coca, José Luis Vázquez Dodero y «El Indiscreto».

de febrero de Núm. 51 PESETAS

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ATENEO U S 1DFAS. EL ARTE TIAS LETRAS —Tenemos mucho que hablar, amigo mío... —No sera de literatura. Porque no puede estar más tranquilo el panorama nacional. Salvo el ritmo editorial y bibliográfico, que no pierde su impulso, de veinte a treinta títulos al mes, no creo que haya nada interesante en la pequeña anécdota de los escritores. —En cambio, se dan ciertas carambolas muy sintomáticas. Bajo ellas, el adivino o el simple conjeturador encuentra cosas que le distraigan. •—No le entiendo. —Vivimos en plena pirueta literaria. Sobre todo en los homenajes. "Esto se lo he oído decir a alguno de los asistentes al último banquete. Usted, de buena fe, acudió a brindar su adhesión y homenaje a un hombre que se lo merecía, porque el acto se convocaba asi. Y luego ocurría que el homenajeado no resultaba allí tan importante como encontrarle significado de adhesión o discrepancia al acto, respecto de otras personas. —Amigo mío, no me hable en enigma. Usted se está refiriendo al banquete a don Pedro Rocamora. Y la verdad es que no le entiendo. —Mejor es así. Pues sepa usted que fue un acto donde, como dicen algunos cronistas taurinos, se «masticaba el hule». Le diré que, contándomelo, Francisco Casares me decía muy donosamente: «Allí hubo intención hasta en las croquetas.» —-Seria para los iniciados. Uno, ¡pobre de él!, no sabe ver esas cosas.

a tanto fantasmón literario como por aquí disfrutamos. —Yo también pienso en eso. Porque mientras los fantasmones hablan y hacen escribir de ellos bastante más que ellos escribieron durante toda su vida, Ramón es de los que crean y crean, con una fecundidad asombrosa. —Si vuelve a España, González Ruano y él serán los campeones de producción. —Practicarán ambos el vejbo descubierto por Urrutia. —¿Qué verbo es ése? —El verbo mantear. Federico de Urrutia, al hecho de escribir cinco o seis artículos diarios le llama ruanizar. No en sentido peyorativo, sino como homenaje a la intensa labor periodística del autor de Mi medio siglo se confiesa a medias.

—Es que usted cree que el mundo literario activo sólo está en el Gijón. Cuando allí, en realidad, sólo se guarece el pasivo. —No dirá eso por César González Ruano, que activo si que lo es. —Ni muchísimo menos. Aunque debe tener en cuenta cómo César va al Gijón un poco como al escaparate mañanero. Y donde trabaja de verdad es en su casa.

—¿Sabe quién vuelve al periodismo activo? —Lo sé, aunque la cosa no sea todavía muy conocida. Tengo entendido que Francisco Lucientes siente nostalgia de las páginas de los periódicos y ha recibido algunas propuestas de colaboración que va a reptar. —¿Deja entonces la dirección artística de la compañía de Celia Gámez? —A mi parecer, ambas cosas son compatibles. Y, desde luego, hora es ya de que quien fue tan estupendo cronista en Washington vuelva a recrearnos con sus artículos.

—Y del retomo definitivo de Ramón Gómez de la Serna a España, ¿hay algo de cierto? —De cierto, la noticia. Ramón siente desde hace tiempo la nostalgia de su patria. Las cartas que escribió a sus familiares lo denuncian claramente. Quizá le haya retenido en Argentina el hecho de que su esposa sea hija de aquel país. Al parecer, en una última carta, dirigida a su hermano Julio, le hablaba concretamente de su instalación definitiva en Madrid. Incluso otro Gómez de la Serna, pariente de ambos, que disponía de él, le ha ofrecido un piso. —A mi me agrada la vuelta de Ramón. Ahora bien, no sé qué le parecerá

—¿Quiere jjsted que le diga una cosa que a lo mejor cuando salga nuestro diálogo no va a tener actualidad? —No tengo inconveniente. —Pues nada. En estos quince días va a ser publicado, ¡por fin,!, el fallo del concurso floral dg Lara. —¿Es el que se dijo? —Y el que comentamos aquí. La única novedad es que el fallo aparecerá con una firma menos: la de Torcuato XAica de Tena, quien sostiene —según me dicen— que si no había cuatro poemas, a su juicio, premiables, ¿cómo va a haber diez? —Voto en contra.

—Tengo que decirle cómo la bibliografía sobre Ganivet se ha enriquecido con un nuevo volumen. —Yo conozco la inmejorable biografía de Melchor Fernández Almagro, reeditada una vez más hace poco tiempo, —No me refiero a ésa, sino a la que ha publicado en América Francisco García Lorca, hermano de Federico. Yo he visto un volumen que Juan Guerrero —a quien Lorca llamó «cónsul de la poesía»— ha dedicado y regalado & don Antonio Gallego Burín. —¿Y qué tal el libro?

—Me dicen que se trata de un estudio muy inteligente y escrito con bastante transparencia y dignidad. —¿Mejor que la de Fernández Almagro? —Antes le he dicho que la de Melchor la considero inmejorable.

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—De lo que sí debe usted estar enterado es del homenaje a «Azorin». —Enterado de lo mismo que usted. Detrás de la convocatoria, hoy por hoy, no hay nada. —Y el maestro, ¿qué dice? —Cuando González Ruano llegó a este tema en la entrevista que le hizo Martínez Kuiz, dio una respuesta socrática. —¿Cuál? —Vino a decir, aunque de otro modo, eso de «sólo sé que no sé nada». —Y, además, es verdad. —Yo creo que si no se calienta la cosa un poco el homenaje va a quedar en agua de borrajas. —Casi todos las homenajes de que «Azorín» disfrutó en su vida tuvieron su pequeño jaleo. Baroja siempre recuerda uno que acabó, como él dice, «como el rosario de la aurora». —Pues yo no estoy de acuerdo. «Azorín» tendrá su homenaje. Probablemente, no será un banquete, que en esto siempre h a y peligro de desviaciones. Acaso se le compre un huerto o una casa como se intentó hacer con dos escritores españoles de otro tiempo: Francisco Víllaespesa y Luis Bello Trompeta. —Veo que s a b e u s t e d mas que «Azorin». —En este aspecto, quizá si. ¿Sabe usted que entre escritores es ya muy corriente el preguntarse: «¿Tu fuiste de los que firmaron o de los que no firmaron la convocatoria del homenaje?» Y, según eso, se produce la reacción o la conversación que sigue.

—Después del éxito de Peroán con ÍU «Edipo, rey», hay otro estreno de poeta. —¿Cuál? —Marqueríe va a montar en seguida, para el María Guerrero, la nueva comedia de A g u s t í n de Foxá. Se titula «El 3003». —¿Por qué ese título? —Es una especie de anticipación. Se refiere al año 3003. Marqueríe aconsejó a Agustín que la titulase «El año tres mil tres», para que no confundiesen la cifra con la de un tranvía. Pero Foxá dice que le gusta m-ts el titulo sin poner Ja palabra año. —Habrá que hacer caso a su oído de poeta. —Y nosotros aguzar los nuestros. Si no, estos paliques van a quedar muy sosos. —Casi tan sosos como el panorama

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REVISTA DE LOS ATENEOS DE ESPAÑA

AÑO III - NUMERO 51 MADRID, 1 -11-1954

EN NUESTRA PORTADA: Nací en un pueblo de Gaficfa, Toda mi juventud y mis primeros pasos en la pintura transcurrieron en La Corúña. Hice en Galicia tres exposiciones pequeñas. Hace dos años vivo en Madrid, y aquí hice también otra, cosa atrevida por cierto. Pinto paisaje sobre todo. Tengo poca historia y ninguna beca de esas que llevan a París. Salí en un libro grande de pintores, que tampoco es moco de pavo. Dios sabe a dónde puedo llegar aún.

literario madrileño. No salta una chispa de ingenio o una anécdota de peso por ninguna parte. —Todo, hasta eso, se envía y» a los concursos literarios. EL INDISCRETO

A presente coyuntura histórica nos muestra dos tenL dencias de excepcional importancia en lo político: la tendencia al superestado, por encima del sistema de Estados nacionales, es una de ellas; ia otra, ¡a tendencia a la integración progresiva en el Estado de toda» la» esferas de actividad humana. LA TENDENCIA AL SUPERE5TADO La primera es patente; parece como sí I09 marcos políticos existentes se hubieran revelado de pronto pequeños para cootener la realidad del mundo de hoy. Ño es mi propósito razonar acerca del origen de tal hecho, ni mucho menos denigrarlo o justificarlo; estí ahí, y ello es bastante para operar sobre su facticidad. Tampoco me interesa la cuestión de nombres; muchos debeladores del supereslado son acérrimos defensores de una hipotética asociación internacional, que en el momento en que disponga de fuerza coercitiva propia o prestada para imponer sus decisiones - -momento que ha de llegar, so pena de disolución- sera ya el superestado de que hablamos. Los hechos concurrentes que nos interesan son dos: el primero, la cada vez más acentuada interdependencia de los puebloa; el segundo, la influencia que el desarrollo de las comunicaciones tenga o pueda tener sobre el superestado, llegue ésle a ser total o subsistan varios en competencia sobre el mundo. Es fácil comprender que ambos hechos no son «ino facetas de «na realidad: el mundo se ha hecho más pequeño. Todo sistema político precisa contacto con la comunidad que rige: posibilidad de acceso a ésta de las órdenes que imparta; posibilidad de presencia física de fuerza coactiva que apoye en un momento dado las decisiones del Poder que sean incumplidas por todo o parte del complejo social regido; posibilidad también, b:ijo otro aspecto, de conocer, por órganos del Poder o por órganos representativos, el estado de ánimo, los deseos e incluso las imposiciones de los gobernados. EL IMPERATIVO DE LAS COMUNICACIONES En los sistemas políticos de base territorial exigua no existe problema a este respecto; pero en cuanto crece la liase física del Estado surge el imperativo de las comunicaciones; Grecia no conoció el problema; Roma si, y lo resolvió gobernando a través de las calzadas y las vías marítimas. La Edad Media, con BU dilución de la soberanía, tampoco se enfrentó con esfos hechos, que se presentad de nuevo en la época de los Estados nacionales, acentúan su preponderancia en las expansiones coloniales y culminan en significación en ese hipotético superestado hacia el que parecemos ir, Sería pueril deducir de cuanto antecede relación de causa a efecto entre el hecho del desarrollo de las comunicaciones y la tendencia al gran Estado (en cuanto al tamaño se entiende). Ha li:;bi Canadá (21 kgs.), Costa Rica, Cuba, Méjico, Panamá, Puerto Rico, El Salvador, Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Ecuador, Perú, Uruguay, Venezuela, Unión Sudafricana, Ceilán, Malasia, Japón, Filipinas, Australia y Nueva Zelanda. Además de considerar eí lado del consumo, conviene en los fenómenos económicos ocuparnos de la producción, o sea de las empresas papsleras. Según José Miguel Ruiz Morales, existen en España unas 200 fábricas de papel, de muy desigual tamaño, pues algunas son auténticos molinos con alguna instalación complementaria. Una primera característica que poseen es la de su concentración geográfica: un 80 por 100 en Guipúzcoa, Barcelona, Gerona, Valencia, Alicante y Baleares. El núcleo levantino, encabezado por Papeleras Reunidas, S. A., está especializado en papeles finos de envoltorio, tipo seda y manila —recuérdese la cercanía de la zona exportadora de frutas— y de fumar, conjuntamente con Barcelona. A pesar de que considerando este grupo se añaden a las estadísticas multitud de pequeñas empresas, a la concentración geográfica acompaña una concentración elevada de capital. Carlos Muñoz Linares, en la «Revista de Economía Política», encuentra para las empresas papeleras y de artes gráficas, según los datos del «Censo de Sociedades y Empresas» del Instituto Nacional de Estadística, que el 22 por 100 del número total de empresas controla el 77 por 100 del capital. De estas informaciones surge una posible pista de monopolio de necesaria investigación. Tomando como base los datos publicados en el «Anuario Financiero Ibáfiez», jr con destino a la sección de Economía de «Arriba», he estudiado este problema en primera aproximación. Surge así, ocupando una posición clave marcadísima en el grupo papelero, la «Papelera Española C. A.». Con un capital de 119.704.000 pesetas, es la empresa más importante de las 77 dedicadas al papel en España. Además, centra un grupo financiero, que engloba a otras fábricas del mismo tipo, a productoras de celulosa, de telas me-

tálicas para esta industria, a una entidad que se dedica a adquirir recortes de papel, a una fábrica de bolsas de papel y a la mayor editorial española por su capital desembolsado: la Espasa JCalpe. Participa además, según el referido «Anuario Financiero» de forma importante en tres entidades de tipo corporativo, que son capaces de incrementar el grado de monopolio en este terreno: la Central de Fabricantes de Papel, la Asociación Papelera y los Almacenes Generales de Papel. Se encuentra íntimamente ligada con el Banco de Bilbao, con tres consejeros comunes —el presidente de las dos Sociedades es el mismo— y mediante un consejero común con el Banco de España, Es patente también su vinculación con íberduero, que le suministra la energía eléctrica. La producción de esta empresa supone alrededor de la tercera parte de la total del país, y los dividendos suben ininterrumpidamente desde 1941, siendo en 1950 del 12 por 100, los más altos de la historia de la Sociedad. Por lo que se refiere al concreto suministro de papel de periódico, el «Anuario de Prensa Española» señala seis factorías: tres propiedad de la «Papelera», una de Mandía, S. A., copropietaria con la «Papeleras tanto de los «Almacenes Generales de Papel» como de la «Papelera del Sur», una de «Papelera Madrileña» y otra de la «Papelera Peninsular», estas dos últimas sin conexión en lo que he visto con el grupo de la citada «Papelera C. A.». Hemos expuesto, y no es nuestro deseo más que presentar unos cuantos hechos, que el consumo español de papel de periódicos ha sido siempre muy bajo y que existe una fuerte concentración en torno a la empresa productora principal. El investigar si existe conexión entre estos dos hechos resulta de interés primordial. Si así fuese, resultaría que el capitalismo, aunque de modo más oculto, es capaz de controtar en cierto modo la difusión de ideas en España. Quizá resu) tara entonces interesante la creación de u' Empresa Nacional Papelera, dentro del i bito del I. N. L, comí ha insinuado h poco «Arriba» en un editorial, para que. fines ¡i ie el Estado se propone alcanzar para la prosperidad material y espiritual de los españoles n t se vean entorpecidos por ningún interés exclusivamente particular.

NOTA SOBRE GRAHAM UNA ANÉCDOTA REVELADORA a desbrozar un tema que me gustaría tocar más por estenso en V OY otra ocasión. No conozco «Cuarto de estar», la obra dramática puesta

ahora en escena en el teatro María Guerrero. Sí los tres libros seguramente más significativos de Greene novelista; «El poder y la gloria», «El revés de la trama» y «El fin de la aventura». Han de bastarme para esta nota apresurada. Greene es un caso de escritor con fortuna, a quien una conversión, según mis noticias, del protestantismo al catolicismo, ha dado pie para una obra extensa, intensa y generalizada. Probablemente su éxito arranca de ahí, de la conversión y de la exageración que como converso adopta en su fe, siempre en trance de desbordarse por nueva. Si Greene ha hecho bien o mal al catolicismo, es pronto para detMo. Y, por otra parte, no impoita aquí. Contaré, eso sí, ana anécdota que he oído relatar hace muy poco respecto del inquietante escritor inglés. Me parece reveladora. Tiempo atrás, el no\'3lista decidió que a partir de esa fecha «no será el tema de los problemas católicos el nudo o raíz de sus narraciones». La razón es haber recibido una carta de un sacerdote holandés, lector de su «El poder y la gloria», en la que le dice: «Si usted no es católico, al menos no nos será hostil.» Creo que, en pocas palabras, no se puede hacer con más inocencia una crítica más severa del catolicismo doctrinal de Greene, expresamente confesional e «incondicionado». A Greene habría que decirle lo que Don Juan de su salvación: «¡Tan largo me lo fiáis!» Sólo qne al revés: «¡Tan fácil me lo ponéis!...» Según la convicción íntima del actor de «El revés de la trama», nadie se condena o, por lo menos, nadie puede asegurar que alguien se condene. En esto es rigurosamente ortodoxo. No tanto, en cambio, en los «supuestos», desde los que uno se condena o no. Los juicios, en la obra de Greene, son sólo de primera instancia y todos apelables. La palabra definitiva la tiene Dios, es claro. Lo | l;?;;^>^sionfes»,—Quintero y Guillen: «Los caballeros»^-: c^V/fe Bénayente: «Cuando los hijos de Eva no soáf •í'-i'-'%í los-hijos de Adán». >í

Ar'davíh;

Contreras Cantargo yIGópei-dé;Sáai '0fr-]mi&t$&: : J$32f";Húos. C u e v a : « J a r a m a g o » . — F . S e v i l l a : « C a r r a ^ í / | í 3 ? ' : i c * $ ? ^ H n o s . Machaco: «La duquesa de Bena?í '.' •• .y del ruiseñor», V y-Kv V.< y ^ r . ;;-"i '•('-y: ,':>'> /!';.:>>" riiejí»*—Manuel Azaña: «La corona».—S, de Pe-?•1&25 fíaos. Quintero; «L& feáda aV ^aínita Flores»,^, Jy-t";' ; r ~;¿a:.- «Mamá Uustre».~~S. Anguita: «Hombre déí Sássone i «Volver » Vívint^—Benavente: «Alf Hé*; ;*;" : «Barrios bajos».—Benavente: ; razos»>™l;. de Ten»: «La condesa María>.~~Mai> •: r.'•-; ú presa».—Ardavin: v «S¿iita Rusia»,—M. Seca y . P . Fernández: «Añaquina y Hernández Gátá; «Don Luis Mejía».— • ..-;>y:Y' s ^;icletó se divorcia».¡~Unamuno: «El otro».—MarVi Mffiáñ Astray: «La tonta ael bote»—Arda-^>V?:'-';qiitóa: «Teresa de Jesús»,—Ramos de Castro: -.•; yin: «Doña Diabla»*—-Muñéz Seca; «La tela»^«La maté porque era mía».—Calvo Soteo: «A la ; : Diftenta: «Son "mis amores reales».-—Ramírez :An-.' : tierra, kilómetro quinientos mil». gel y Xázár'ó: «Nuestras hermanas»*—.Pedro Ma'' i L " Í d ' ^ i I l ! i ^ A r n i c h e s y Aguí- Í933 Torrado y Navarro: «Los hijos de la noche».— ? qué Blos dispone^ ^ y/y X y : . /.VV 1926 Asdavín; «Rosa dé Madi'íd»-"-Hñ0S. Machador «Julíanülo Yaleáréeí o Desdichas de la -fértil-; na»,-r.Hnos, Quintero: «Las de Abel».—Muñoz Séea; «EÍ espanto de .Toledo».—JLuis:dé Vargas: : . «Gharléstón».—Arniches:. «El último mono»^F. Oliver: «Ló ojié ellas Quieren»>-Luis Manzano: «pona Tüfítós*.—II. Maura: «Eí buen Jcamino»^!,, de Haro: «Ser o no ser».—Cámargo y López dé Sáa: «La española que fue máj= qué reina».—Suárez de Deza: «La dama salvaje». líiXt tuca de Tena: «Divino tesoro».-—Marquina :^«La ermita, ia fuente y el río».—rBenavente: «El hijo *• del Polichinela»^—Muñoz Seca: «La caraba».— Linares Rivas; - «Mal año de iobós»¿—«Azoría»: vComedia de Arte».—Hnó», Quintero: «Tambor y cascabel»^-Arnielies: «Me casó mi madre o Las Veleidades de Elena».-~S. Anguita y Góñgo- ; ra; «La Petenera».—Qárpi^ Lorca: «Mariana Píneda»^.yinaespésá": «El burlador de Sevilia»^-r Hnos. Machada: «Juan de Manará».—-Jardiel: «Una noche de priroavera sin sueñü»^~Suárez de Be¿a: «Fadre». 1928 H. Maura: «Su mano derecha».—Marquina; «La vida es rná¿».~-Hnos. Quintero: «Los mosquitos».—Gorbea: «Los que no perdonan».—.Benavente: «Pepa Doncel».—Linares Rivas: «Él rosal de las tres rosas»^—Grau: «El señor PigmaliÓn^ Hnos. Machado: «Las adelfas».—I. S-ínchez M| jía: «Sin rázón»^r-Sassone: «Paloma»-—Ardavífi «Vía Crucis».—López de Haro: «Entre desconocidos».—M. Seca y P. Fernández: «Un millón».— Arniehes: «El solar de Mediacapa».—Paso y Estremerá: «Una noche de cabaret»^—L. de Vargas: «Don Floripondio». 1928 Á. Insúa y ;T. Borras: «Una mano suave»,— F. Oliver; «Han matado a don Juan».—-Arniniches: «Para ti es el mundo»*—M. Seca y Pérez Fernández: «El cuatrigémino»y—López Rabio y Ugarte: «De la noche a la mañana».—Benavente: «Vidas cruzadas».—L. de Tena: «Las hogueras de Sari Juan»,—Hnos. Quintero: «Ronda-

po stgue

Ardavin: «Prostitución»,—H, Maura; «El prín.:Vi" cipe que todo lo aprendió en la vida».—S, de • ;•?•"'>,;• Deaa~: «Escuela de millonarias».—X. de Sandoval y S. Neira: «Bacarrá»,—Jardiel:' «Usted tiene ojos de mujer fatal»,—R. de Castro: «El niño; se las trae».—Valle Inclán: «Divinas palabras».— ' M. Seca: «El refugio».—Dicenta; «Leonor de AflUitaniá».—L. Rivas: «Ev'a Quintana».—Arnies: «Cuidado con el amor».—Pemán: «El di,...„,!©' impaciente»..—Lorca: «Bodas de sangre». 193Í' '-Benavente: «El pan comido en la mano».—3\eyillé: «Margarita y los hombres».—Ardavín: «Agua de mar».—Casona: «La sirena varada». Jardiel: «Angelina o el honor de un brigadier». Casas Bricio; «Tú gitano y yo gitana».—Quin: ; tei-Q,-y Guillen:-«La marquesona».—Calvo Sotelo: «El rebelde».—L. Rivas: «Por tierra de hiy ; *dalgos».—Sepúlveda y Sevilla: Madre Alegría». M. Seca: «La eme».—Hnos. Quintero: «La risa».. : '•->•- Pemán: «Cuando las Cortes de Cádiz».—Lorca: = «yerma». 1935 Benavente: «No juguéis con esas cosas».—Ar• niches: «LÍI tragedia del pelele».—Jardiel: «Un adulterio decente».—M. Seca y Pérez Fernández: «La plasmatoria»,—Lorca; «Doña Rosita la sol- ; téfca». — Navarro y Torrado: «La Papirusa».— ntero y Guillen: «Morena Clara»,—Pemán: ¿he de Levante en calma».—M. Seca; «¡Caium!»—Suárez de Deza: «Mamá Inés»*—L, de ena: «¿Quién soy yo?»—Hnos. Cueva: «Creo -•en ti».—Hnos. Quintero; «La inglesa sevillana. : Casona: «Otra vez el diablo».-—Pemán: «Cisneros». 1936 A. Lázaro: «La casada'sin marido».—«Azorín»: «La guerrilla».—Hoyos y Vinent: «La plataforma de la risa».—Navarro y Torrado: «Dueña Y ; " señora». — Arnlches: «Yo q u i e r o » . — S a s s o n e ; . , > «Como una torre»,—P. Millán Astray: «Las tres Marías». — Gutiérrez Navas: «¡Me sacrificare!» Suárez de Deza: «Dan».—Quintero y Guillen: «Mi hermana C o n c h a » ^ P e m á n ; «Julieta y Romeo».—Jardiel: «Cuatro corazones con freno y marcha atrás».

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Q U I N C E años

España no tuvo en esto ni antecedentes ni consecuencias trágicas. La sociedad española se caracterizaba por la índeíerencia o por la diversión. Y un teatro es siempre el reílejo más o menos afortunado del clima moral y social de su tiempo. De este estado tena que surgir un teatro plácido, escéptico, satírico o de pasatiempo. Que no fue otra cosa lo que caracterizó a esta época del año de 1922 a 1936. En este año del Premio Nobel benaventino ya están perfectamente centrados los autores que han de llegar hasta 1936 con una personalidad en el cultivo de sus diversos géneros: los hermanos Alvarez Quintero han colmado su mundo sonriente y, en ocasiones, un tantico melancólico. También puede decirse que en este período no hacen más que continuar la senda iniciada, sin ninguna comedia que aventaje su producción anterior. Ya han estrenado «Las flores», «Fuebla de las mujeres», «El patio», «Las de Caín», «Los galeotes», «Malvaloca»... Únicamente en estos años hay una comedía nueva dentro de las c a r a c t e r í s t i c a s conocidas en estos autores: «Cancionera», obra escrita totalmente en verso popular, en canciones populares, verdadero alarde (ie nuestro teatro dramático, logrado con gracia, propiedad y limpieza, el teatro de les hermanos Quintero, uno de los más originales del mundo; pox su emplazamiento, lugares y tipos de observación tiene en esta época un reposo y una claridad admirables. La cultura que hace brotar l teatro qu/nteriano es la española más representativa: Lope, Cervantes, Bécquer, Galdós, y Sevilla. En la observación de esta ciudad puede haber una cátedra de forma de vida señorial y una filosofía del sosiego. A veces, en el típico sevillano la procesión va por dentro. Pero esta procesión no quisieron verla ios Quintero. Su teatro es pura superficie. Pero una superficie tan pulida y brillante que, en ocasiones, produce un espejismo de profundidad. En cuanto al tiempo, hay que situar a don Carlos Arniehes dentro de la misma parábola geométrica, en lo que se refiere a su trayectoria de lanzamiento. El año 1922 ya es Arniehes el autor consagrado. Sus saínetes le han dado justa fama. «La sobrina del cura», «Alma de Dios», «El san;o de la Isidra», y sus comedias —tragicomedias— vienen a tener una novedad en nuestros escenarios. Arniehes hace el sainete de buena cepa. Es un autor que ha llegado a la risa por la melancolía. El teatro arnichesco es un teatro sin rodeos. Directo, rápido, de pinceladas fuertes en lo cómico y en lo dramático: «Es mi hombre», «La señorita de Trévelez», «Don Quintín el amargaos, su adaptación de «Los caciques», «El últim;t meno» y tantas otras, son la expresión del pueblo madrileño y castellano vistos por un hombre que sonríe, mientras ve el suceso tras el cristal de una lagrima. Don Eduardo Marquina da, en estas fechas, su mejor teatro poemático: «El monje blanco», «Teresa de Jesús», «El pavo real», siguiendo también una tradición clásica, muy digna, aunque su calidad no tenga la brillantez y autenticidad de los autores anteriormente citados. Otro autor representativo de esta época es don Pedro Muñoz Seca. Su teatro es el más vapuleado por la crítica, pero el más seguido por el público de estos años. Todo puede negársele a Muñoz Seca, menos el ingenio y la autenticidad. Sus comedias vienen a ser la descomposición del teatro de los Quintero. Sobre todo aquellas —que son más de ciento— que escribe en colaboración con Pérez Fernández. Los matices del pueblo andaluz, o madrileño, que llevan los Quintero a la escena son recogidos por Muñoz Seca y Pérez Fernández para quitarles su serenidad y equilibrio, no por capricho, sino en virtud de otro tipo de observación. En el teatro de estos autores cómicos hay otro criterio selectivo. Los tipos que ellos nos traen son menos finos, pero tienen en su ordinariez una autenticidad indudable. Mencionemos entre nuestros, ingenios cómicos también a don Antonio Paso. Dentro de este período, y junto a estas figuras, sin duda las más representativas, hay no un intento de teatro como se ha dicho, sino un teatro verdadero, escrito por don Ramón del Valle Inclán. Su teatro existe. Pero no es apreciado por el público, no obstante su raíz hondamente castiza y española: «Divinas palabras», «El embrujado», «La reina castiza», «Los cuernos de don Friolera» son de lo mejor que se ha escrito en España para ser representado. Algunas compañías pusieron estas obras en escena —{(Tragicomedias de aldea», «Esperpentos», «Autos»— con escaso éxito. Pero permítasenos decir que a estas alturas Valle Inclán continúa siendo el precursor de un teatro que no ha tenido sucesores. Si acaso, un poquito, en el único autor que puede decirse que florece con verdadera personalidad, precisamente dentro del período comprendido entre las fechas que hemos anotado: Este es Federico García Lorca. García Lorca procede del campo de la poesía y hace su entrada en el teatro con «Mariana Pineda», comedia poética; anteriormente había estrenado un ensayo de comedia fantástica, gracias a Martínez Sierra. Después queda plenamente situado con «Bodas de sangre» —sin duda su mejor obra—, «Yerma», «La zapatera prodigiosa», «Doña Rosita, o el len-

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ENA guaje de las flores» y «La casa de Bernarda Alba». Por estos años, Rafael Alberti intenta el teatro, pero nc hace nada importante. Su auto «El hombre deshabitado» carece de interés como otra obra de caiácter popular, con más vista a la galería revolucionaría que al teatro en sí, selecto y responsable; tampoco es digna de consideración. El autor que después de García Lorca consigue más la atención del público, entre los nacidos a la escena en este periodo, es Alejandro Casona. Pero da ia casualidad que en este autor se rompe la tradición española, característica hasta 1936, Su primera obra, «La sirena varada», es una consecuencia de «La comedia de la felicidad», de Evreinoí. Y ésta es la línea que ha de seguir, salvo en muy contadas excepciones: «Nuestra Ñatacha» y «Otra vez el diablo», por ejemplo. José María Peinan estrena su primera comydia, «El divino impaciente», el año 1933. Y a ésta le siguen con fortuna otras de carácter poético, histórico, religioso. «La santa vireina», «Cisneros» y «Cuando las Cortes de Cádiz». Gregorio Martínez Sierra es un hombre de teatro, fino y elegante. Manuel Linares Rivas, Honorio Maura, Fernández del Villar, Suárez de Deza, Serrano Anguita y otros alternan en estas fechas, dando a la escena algunos éxitos considerables. Hay, por úlcómicc distinto. Este es Jardiel Poncela. Su comedia cómico distinto. Este es Jardiel Poncela. Su comedia, «Angelina o el honor de un brigadier» es la brillante promesa de un nuevo autor, que habría de madurar tras el paréntesis de nuestra guerra de Liberación. Yo creo que, sin duda alguna, lo que caracteriza a esi,e períuao conipre^aiüo entre 1939 y lyoá es la influencia eAtranjara: Norteamérica, Inglaterra, Francia e Italia. Los autores jóvenes españoles rompen con la tradición que riesde Cervantes a Galdós había influido sobre los autores del periodo de 1922 a 1936, y toman el camino trazado por un O'Neill, un Puirkley, un Pirandello o un Evreinof, entre otros. Akí también, las influencias que en todo autor teatral tienen casi siempre ciertos novelistas en estas fecnas que ligeramente comentamos, son ios novelistas extranjeros los que mayores influjos ejercen sotre nuestros jóvenes, el fenómeno, por su radical aparición, es curioso. El drama, la comedia, el humorismo, y hasta la comedia de costumbres, tienen esta característica. De todo ello, lo más pintoresco es lo que se refiere ai costumbrismo. Sin duda, aquí es el cine el que más influye en nuestros personajes, en sus costumares, sus casas, su vocabulario, sus ademanes y hasta en la manera de encender los cigarrillos. ¿Consideraron nuestros autores que nuestra casa era posre? ¿Pensaron que nuestras costumbres eran ya un ;anto rancias? Lo cierto es que los escenarios exhalan un perfume extraño, no sólo cuando se hacen traducciones —cosa muy natural—, sino cuando se ís^riben obras originales