LA SEMILLA. El cambia de semilla

II LA SEMILLA El cambia^ de semilla. Que de vez en cuando es preciso cambiar la semilla de siembra, es casi un postulado, una cosa que no cabe ni siqu...
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II LA SEMILLA El cambia^ de semilla. Que de vez en cuando es preciso cambiar la semilla de siembra, es casi un postulado, una cosa que no cabe ni siquiera discutirla entre la gente que nuestro agro cultiva. Y sin negar yo de plano la necesidad que hay de hacerla, pretendo hacer ver ^ue no es, ni será siempre, tan imprescindible como el labrador.lo piensa. Un señor cuyo nombre era Galtón, y médico por más señas, descubrió que en una poblac^ón de seres cualquiera' que sea, hay' siempre una tendencia mar- • cada hacia el carácter medio que en aquélla se presenta. Así entre la peblación humana de una regtón en la que existan hombres altos y otros de talla pequeña, si observas atentamente genera ^iones que vengan, comprobarás un aumento pronunciado de seres con altura media. Entre las plantas esa ley sigue la misma tendencia. Si te agencia^ una semilla de trigo entre las eue haya di^tintas castas de plantas, si recoges semillas . de cada cose°ha y vas empleándolas en las siembras • súcesivas, verás también cómo tien^len poco a poco a prodigarse 11s de cualidades medias, v al cabo de varias• generaciones, el número de semillas excelentes descenderá en gran cttantía y en çonjunto la co-

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secha será de valor más bajo que la primera obtenida. Esto es por lo que tú dices que la planta degenera. Si en cambio la semilla que empleases fuese pura, formase una sola familia sin que num.a se mezclara cón savia de otra distinta, sus cualidades serían inmutables, siempre las mismas, y entonces no se te haría preciso tener que cambiar de semilla. Mira, pues, la importancia que hene hacer uso de simiente conseguida por 1o que se llama selección genealógica. Haz la prueba. Si coges semilla de esa que hoy los centros agronómicos prodigan, siefibra de la que reco as, que verás qué poco pierde en las cosechas que de ^as mismas obtengas. ,

Elección de semilla. En los seres animales reproducidos por huevos, ya sabes que es dentro de ellos donde el ser evoluciona hasta que rompe la cáscara y sale a ocupar lugar en el mundo de los vivos. Para que el nuevo individuo reúna las condiciones de un organismo robusto y rompleto, preciso fué que en el huevo se alojaran con el germen materias en abundancia, que al embrión le cedieran las que le son necesarias hasta que, una vez nacido, ^e agencie por propio esfuerzo las que a su` vida ha^cen falta. Pues no otra cosa es la semilla que en el terreno tú siembras :. es el huevo de la planta que a la tierra para incubarlo confías. Comprenderás, por lo tanto, que de lo que a,quélla tenga dependerá la robustez ^del individuo que salga y en definitiva la importanciá de cosecha que dicho vegetal te rinda. .

En un ser, dos condiciones precisan para que su explotación resulte .de gran estima : pureza de raz^a y una individualidad que esté bien constituída. Pues

lo mismo has de buscar en la planta que cultivás. Los ^ranos voluminosos, bien formados y de peso, serán• s^empre los que den ejemplares más hertnosos, y comprobado está hace tiempo que en el trigo esas simientes dan plantas que matean mucho más que las que vienen nacidas de otros granos consumidos, asurados y raquíticos. Un grano de éstos, sembrado antes que su tallo alcance la superficie del suelo, agotó ya sus reservas en aquel ttaba^o previo, y sus órganos, lo mismo los que tiene bajo tierra que los ^lue han de ser aéreos, es precíso yue comiencen su ;area peculiar antes de tiempo. ^ Y no has visto cómo en toda socieclad orgaqizada el trabajo a los menores se les tiene prohib^do? La enseñanza que esto da nos induce a decirte a ti, labriego, que cuando elijas simiente para ponerla en tus suelos no prescindas de la máquina, que puecle ayudarte a hacer la selección que es preciso, separándote las gruesas, las que señalen más peso, pues de eso dependerá que el esquilmo aumente mucho y con gasto casi idéntico. .

EI semillero. La débíl constitución, la insignificancia suma tiue muchas plantas presentan en su liviana semilla, exige buscarles sitio donde el crítico período que al germinar atraviesan, transcurra libre de riesgos y de miles d^e asechanzas con que. de ardinario las suelen amenazar circunstancias climatéricas. •

Z Qué ha de hacer uná semilla mitiúscula en la inmensidad, que eso es y no otra cosa lo que para ella supone una parcela de tierra? Lo mismo queda en el aire a la esquina de un terrón, a merced dé los ach^.ques de todas las inclemencias, coma se huride en lo

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profundo de uua grieta, que es para ella como si hubiera, alcanzado los abismos de una sima. En uno y en otro caso la semilla está perdida. Para venir a 1'a vida la planta que encerrada se lialla en tan menuda semilla, necesita de una cuna con esmero preparada, y eso es el semillero, la al^náciga que el hortelano dispone cuando quiera establecer una cuidadosa siembra. La.s grandes; dentro de su almendra, guardan energias que le prestan el calor que necesitan para no quedar pasmadas al iniciarse en los pasos de una infancia desvalida. Por eso para aquellas otras que entonces se puederi ver en. gran aprieto de quedar luego vencidas, se le disponen las camas calientes, tibias o sordas, que de ^u seno les prestati cl calor que de otro modo se hallarían desprovistas. Pero en ese menester el labriego necesita, como en todo, cierta práctica, pues se expone de otro modo a que la cama mal hecha deje de dar a la planta el confortador impulso que le haga nacer mucho antes para asomarse a la vida. En la fosa o zanja donde alojarl^as se piensa pondrá estiércol de caballo descompuesto, moderarido el montón de .calorías que ésta presta con porciones de otro fresco, con hojas secas o con diversos residuos de los que echar mano pueda, pues así regulará el calor que en su caso le convenga. Lo dispondrá todo en capas ^ucesivas, que písará previamente, y no como al^unos hacen, volcando de un solo golpe cargas de estier^ol enteras.

Una tierra floja, suave, podrá servirle para hacer la cobertura, y de ese modo la simiente; como en un mullido lecho, germinará sín temor a que una cos#ra somera, ha^a vanos los esfuerzos de la incipiente plantita por sahr a ras de tierra. ^ Tén en cuenta que el semillero bien hécho és para

-IÓel cultivador de vega el medio más eficiente de asegurar la cosecha.

Garapiñado de las semillas. Son innumerables las drogas que vende el comercio con la pretensión de que, impregnando con ellas los, granos que el semUrador fía al suelo, surgirán grándes casechas, como al mágico conjuro de algún hado pintores^o. z Y es posible que con ello la semilla adquiera empuje, fuerza vital, algo, en fín, que de modo tan.sencillo conviertan en realidades lo que siempre fueron sueños? Por esta vez nos permitirá el labriego que en vez de cantar victoria nos mostremos algo escepticos. Podrá ser lo que le den cosa buena, no lo ^niego ; pero es difícil infundir en la semilla energías que no las llevara dentro. Hay agentes incorpóreos, quién lo duda, que pueden ocasionar maravillosos efectos. Quien vió la electricidad actuando en ese proceso de acelerár la vida y el desarrollo de un vegetal, que recibió sus efluvios a través de los terrones que lo sujetan al suelo, no puede negar que hay algo de explicacián no mu^ fácil en los cambios misteriosos que originan el fenomeno. Si en la droga que te entregan hay algún producto de esos, el júicia puede quedar en suspenso. Pero si sólo contiené materias que a las jóvenes plantita^ les servirán de alimento, ya puedes asegurar que el efecto pretendido tárdarás en conocerlo mucho tiempo. El abono, júnto al grano que tú siembras, se discute si conviene o no ponerló; pero no hay duda ninguna que es más bien perjudicial si el contacto fuese íntimo.

z Cabe más intimiclacl que rcbozar la semilla cori el mejunge ofrecido? Si te encucntras en el caso de clecidirte, iabriego, ensaya en una parcela ; no Eo hagas en e] campo cntero, pucs te ex'ponea a percler no súlo el tiempo, sino también el dinero.

Desinfección de las aemillas. El cereal está ya espigado después de pasar con riesgos sin cuento loS dilatados meses de invierno. ^l labrador sonríe contento al ver que sus miesec prometen cosecha abundante, pues el viento fresco, ,amiendo la superficie de sus -trigales extensos, permítirá que el grano se forme a placer, , muy grueso, bien lleno. Pasan los días, y algunas cabezas, en efecto, se doblan sobre el astil de la caña, acusando la carga preciosa que encierran, defendida por las ;;luntas ; pero, otras, en cambio, ap^recen tiesas, enhiestas, con b.arbas muy amarillas, y observando un poco, se ve que el color es oscuro, su aspecta mediano, ^ qué esperanr.a le dan esos granos ? A1 sacudir una de éstas se ve que es tm polvo ziegro lo que tienen cíentro, y las que hay averi^das, lo son en tal ntímero, que la cosecha bajó enormementé, y la que quedé estará depreciada, porque sus granos serán contaminados de ese polvo infecto. Ese es el ca^rbó^zz, la il^rr,di,rx, que llaman los labriegos del Norte, un hongo que espera para cometer sus estragos a que„ el grano esté casr hecho. Pues bien : el microscópico ser que así se conduce es casi seguro que tú mismo lo tpusiste en tu finca, por no hacer caso de iíesinfectar la sémilla de siem' bra. En cualquier rincón, défendido por una simple

arruga, ta.l vez bajo la epidermis del grano, furtivá4

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mellte se COlO en ttl Se1116radUra y COn paciencia eSpera a la prltllavera para decirte : z lne dejaste venir? Pues aqui me encuentras; pero no estoy solo, pues te hago el regalo de toda mi descendencia.

^ Habrá labrador que a pesar de todo esto rechace u olvide desinfectar la semilla que emplea?

Trigos mejorados. Doseientos kilos de grano por hectárea sembrada de trigo, que sobre el corriente esquilmo se pudieran arrancar a ese suelo labrantío, sería .un puntal notable al problema que en España nos presenta el obtener ese cereal de invierno. Tan bien como yo lo sábes> sin que ello sea un secreto; que el trigo que tú recoges es de produ^cción muy cara y no puede competir con el que abundante sacan en el agro de otros pueblos, y, por tantci, eso demostrarte puede la importancia de inlplantar cualquier mejora que forxase el rendimiento. Pues el aumento indicado es factible conseguirlo sin más que usar en la siembra el tttyo bien elegido. Cuando el grano que tú siembras sea puro y no inclusero, el rendimiento es seguro que vendrá con incremer}to. z Y dónde encontrar simiente que reúna tales prendas con seguridad de acierto? Hoy no es difícil c^ue eso puedas conseguirlo. El Gobierno o la ` provincia establecleron ya centros donde esos trigos se buscan y se obtienen con escrupuloso celo, y es en ellos donde debes gestionar que te den el necesario para tus distintos predios.

Pero es preciso que mires antes de pensar en ello que el trigo que sembrár decidas se adapte bien a tu medio, pues es^ intitil pensar que has de forzar rendimientos, sólo por el simple hecho de sembrar en

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tus parcelas un trigo seleccionado, pero de país •^xcítico. Entre los que tú cultivas los hay sin duda niu}• buenos, y es en esos doncíe la labor de expurgo la realizan esos Centros. Si en tus sitrcos se enterrara la semilla pro ^edente de un p^drrige,e cuya base hubiese sido la easta de tus trigales antiguos, no lo dudes, la seguridad es firme de que. obtendrás resultados que habrían de ser magnífico^. -

Simiente y semilla. Por sinónimos suele tener el labriego los nombres que aquí se indican, y, no obstante, hay alguna diferencia, sobre todo en lo que, siendo simientes, puede no tener carácter de verdadera semilla. Las c^ue así son tienen la enorme ventaja de guardar de una manera inmutable la transmisión de la herencia, y ello es de gran importanciaf porque/ sirve para conservar la planta con la cualidad ,notoria que al labriego le interesa. De ese orden son los tubér^u}os, las' púas de los injértos, los bulbos y la estaquilla, con los cua!es se consiguen individuos que no son en realidad más que miembros de una planta que, en lugar de estar unidos, vegetan ya por su cuénta, pero conservando fijos hasta los tenues matices de la hoja más senciha. Puse también el injerto en la lista de simientes, porque no es cos^ distinta el qué l^a púa o la yema vegeten sobre otra planta, en lugar de hacerlo en tíerra. Si quíeres, pues, conservar el carácter de las plantas clue cultivas sin la. más leve mancilla, recurre a multtplicarlas sin echar mano de lo que hay dentr^ del fruto, que es lo que en propiedad constituye la semilla.

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Epoca de la siembra. Cuando haya tempero. Prctender poner la simiente en el suelo cuando el tiempo se empeña en mostrarse hosco, sin sazón, a falta de agua, seguro que el resultado es muy malo, lo sabe este y el otro labr^ego. Pero en el caso de poder contar en ocasiones vanas con aquel tempero, ^ convendría sembrar pronto 0 será mejor dejarlo para hacerlo luego? Un refrán tienes que ilumina este extremo con tino certero :"En lo temprano, se recoge paja y grano; en lo fiardano, se trabaja en vano". Y ello,es igual en siembra de otoño que si tratas de hacerlo al final de invierno. Preciso es que pienses al sembrar de otoño que pronto vendrán fríos intensos y que sólo abundantes raíces que las matas hayan hecho permitirán que lo que éstas no puedan vegetar por fuera lo hagan pqr dentro. Que, además, aunque no sea mucho el césped que vayan haciendo, será suficieiite a cubrir el suelo e impedir que otras plantas ajenas se instauren muy pronto y en esa parccla infesten el trigo. Qúe, por otro lado, en la primavera es muy brusco el cambio que en nuestros.climas se da, de un tiempo fresco a calores intensos, y una mata déhil se halla indefensa contra tale's riesgos. Pasar de noviembre en siembra de otoño no es bueno; hacerlo en febrero cuando es de primavera, el trigo elegido dará resultado excelente, y muy malo si antes de abril la semilla no está en el terreno.

En la sementera, ^mucho o poco trigo? ^ Cómo siembras ? A máquina o a voleo. Tenla cn cuenta, pues con este último sistema de seguro habrás de gastar de más un 3o por ioo. Por tal razón se te ha

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dicho que utilices sembradora para poner la semilla en tus diferentes predios. Pero si los que dispones no suman zo hectáreas al menos, ándate "can tiento, que la máquina cuesta mucho y es muy fácil que en lugar de ahorrar #e cojas los dedos. Sea uno u otro el sistema que uses para ello, ten presente siempre, como buen consejo, que el mayor enemigo del trigo es, ; quién lo dijera !, pues el. mismo trigo. Un trigal espeso exige más agua que la que de ordinario se encuentra en los climas nuestros ;' formará follaje al principio, perd aquellas matas, estorbándose y robando el sitio que a cada una se le hace preciso, impiden se _formen los ranos ^uando llegue el tiempo. Está comprobado, a^emás, que en ]a misma clase, a^^aiia más gruesa, mayores son los,esquilmos, y una causa que impide Ia reciura de ella es, sin duda, el que sc halte muv denso, muy junto, muy prieto. No ob^tante, decirte en concreto cuánta has de poner, no puedo, 'pues ello depende de mil cirrunstanciás que yo desconozco de ese agro vuestro. Será más si el terreno es pobre, lo mismo que si es cálido y seco o muy frío, y menos si el trigo que empleas matea en exceso. Qtrince kilos nor robada (quintal y medio por hectárea) puedes fijar como término medio, y baiar o subir de esa cifra, según las circunstancias de clima, de suelo o dé tiempo. Profundidad de la siernbra. ^ Cuando los grános de:trigo van a enterrarse eIa cl surco; no es igual quede profundo que en siembra superficial. De ello depende en gran parte que sea cortn o conioso lo que le rinda el tri^aL . De los tres a diez.centímetros puede fijarse en el trigo la holidura que debe darse, sin subir ni bajar

más, muy profundo en ticrra suelta, más somero cuando el suelo es abertal. Es en estos, en los que son arcillosos, donde el grillón que germina ha de vencer más obstáculos, y, por lo mismo, es preciso facilitarle el camino si queremos que los venzan sin peligro de quedarse soterrados, dejando el campo sembrado de manera que luego nos aparezca como si , fuera un erial. En cambio, en aquellos otros en que la arena domina, sólo abajo es donde encuentran la humedad que necesitan y les es en la nascencia un factor fundamental. Del sitio en que él grano ponga depende, pues, en gran parte, el esquilmo o rendimiento del rultivo ' cereal.

La clasificadora de grano.

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Se llama clasificadora esa máquina que emplea, cuando siémbra el labrador, para separar los granos que presentan más volumen, logrando con esa práctica que la planta tenga luego, al vegetar, más vigor. A1 grano que en surco entierra le pasa como a los huevos que para incubar coloca el experto avicultor. No pondrá huevos de polla, po'rque dentro del pequeño La,scarón tiene pocos elementos que puedan nutrir el germen y nos daría polluelos de escasísimo valor. ^simismo aquellos granos de tamaño muy pequeño tienen livianas reservas, presentando la plantita que de las mismas naciera una ruindad impo= nente y aspecto desolador. Para criar esos seres, por cuidado que se ponga, se precisa gran esmero y nunca a ganar alcanzan a las otras que encontraron la despensa bien repleta cuando a germrnar las puso en el surco el labrador.

Debe saber, sin embar ^o, que eso que muchos rea-

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lizan, desde luego conveniente en el hombre previsor, no es seleccionar simientes, que para esto es ,iecesario purificar bien la raza, y ese fin nunca se alcanza por el sencillo trabajo de un apero que separe simplemente los granos de más grosor. Jarovizacíón. Es un término muy raro con c ue la Ciencia bautiza prácticas hoy descubiertas en e^ medio agricultor, y básadas en fenómenos que estuvieron muy ocultos y los sacó del secreto el hombre investigador, que no tnaneja la azada, pero estudia los procesos que en él ser viyo plasmara el que fué su Creador. Un tñgo Cle los de invierno, si se siembra en primavera, sólo da esqUtlmOS livianos que recompensan muy poco el afán del buen labriego, y ello es debido a la falta de los fríos invernales, circunstancia ne.esaria para que el germen del grano desenvuelva su potencia con el máximo vigor. Pues si el grano aquél somete antes de darlo al terreno a temperaturas bajas, puede sembrarse en febrero y lograr igual cosecha que con la siembra de otoño, lo que demuestra ,es posible proporcionar a esos granos algo que el clima les daba y a lo cual era debido no rindieran gran cosecha al tra5tornarles el ciclo para ellos de rigor. Pues lograr tales efectos es jarovizar las-plantas, y si el método no ha entrado en las prá^cticas corrientes, demuestra^un gran adelanto, que sin pasar mucho tiempo será otra nueva faceta de investigación propicia pára el afán de los técnicos, que va s^empre hacia adelante con empuje arrollador.

Siembra temprana. El tempero que las lluvias en los momentos pre-

-^sentes acaban de pr^aparar, debe ser aprovechado pur el activo labriego para dar a sus tcrrcn^^s la lahc^r preparatoria dc la siembra de sus ^ranos, si quierc . buenos esquilmos de sus ticrras arran