La ruta de Le Corbusier

VIAJE: SUIZA La ruta de Le Corbusier Programamos el GPS en el corazón de Suiza para seguir los pasos de Le Corbusier, uno de los arquitectos más infl...
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VIAJE: SUIZA

La ruta de Le Corbusier Programamos el GPS en el corazón de Suiza para seguir los pasos de Le Corbusier, uno de los arquitectos más influyentes del siglo XX, en el 50 aniversario de su muerte. Desde La-Chaux-de-Fonds, su pueblo natal y laboratorio de ensayo de sus primeras obras, hasta Zurich, donde dejó escrito su testamento arquitectónico en la Maison de l’homme, pasando por Neuchâtel. Eso sí, sin prisa. Por el camino, nos colamos en magníficos edificios art nouveau, se nos llena la retina del azul cristalino de los lagos suizos y practicamos –sin remordimiento– el deporte nacional: la fondue de queso. ¿Te vienes? Escribe: VIS MOLINA Fotos: JOAN TOMÁS 104 TELVA

Le Corbusier construyó sus primeras obras en su pueblo natal. A la izda., la Maison Blanche, la casa que hizo para sus padres. TELVA 105

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harles Édouard Jeanneret, que firmaría con el sobrenombre de Le Corbusier, nació en La-Chaux-de-Fonds, una villa suiza de tradición relojera, cobijada entre montañas, a una hora en tren desde Ginebra, y declarada Patrimonio de la Humanidad. A finales del siglo XVIII, un gran incendio asoló la población, que fue reconstruída en tiempo récord, según un ingenioso diseño de manzanas rectangulares único en el país. El objetivo era que las viviendas disfrutaran del máximo de horas de sol diarias –si subes al último piso de la torre Espacité, en Espacité, 1, verás esta disposición urbanística–. Esto permitiría que sus artesanos relojeros rindieran más y mejor, ya que trabajaban en casa, en unos pupitres bajo las ventanas para aprovechar la luz solar. La Chaux-de-Fonds se convertiría pronto en una ciudad próspera y la industria relojera en uno de los mayores activos del país. Hijo de un esmaltador de esferas de relojes y una profesora de piano, Le Corbusier nació en 1887, precisamente en una de esas viviendas. Y ahí, un edificio austero –en la rue de la Serre, 38–, empieza nuestro recorrido, ahora que se cumplen 50 años de su muerte.

Apartamentos art nouveau de L’Ancien Manége.

LA-CHAUX-DE-FONDS Arte y arquitectura configuran su paisaje urbano: ASÓMATE A LOS PORTALES, muchos ocultan auténticas joyas del art nouveau

UN HOGAR DIGNO DE ESTUDIO Con 18 años, creó su propio estudio de arquitectura en La-Chaux-de-Fonds con dos compañeros de clase, y juntos realizaron la Ville Fallet (1906), la Ville Stotzer (1907) y la Ville Jacquemet (1908), todas ellas muy próximas, en la colina de Pouillerel, entre árboles inmensos y arbustos cuajados de moras, frambuesas y grosellas. Aunque la estrella de la zona, y la que tiene mejores vistas, es La Maison Blanche (www.villa-blanche.ch), abierta al público y declarada monumento nacional. La construyó para sus padres, que vivieron ahí casi veinte años. Y lo hizo solo, en 1912, desde el nuevo estudio que fundó al regreso de un viaje por Francia, Austria, Alemania, Turquía y Grecia. Así, es su primera obra libre y personal, un laboratorio dónde ensaya su nuevo lenguaje arquitectónico. Un jardín encantador lleno de rosas perfumadas que rodean una pérgola, un huerto y una zona de árboles frutales dan la bienvenida a quien se adentra en esta casa amplia y luminosa, con unos grandes ventanales por los que se cuelan las hojas de los árboles, siguiendo esa línea contínua entre exterior e interior que siempre buscó el arquitecto, enamorado de la naturaleza. “Todo está igual que cuando 106 TELVA

Molduras art nouveau en un portal.

Estética arquitectónica en el Café du Coin.

Le-Chaux-de-Fonds tiene una disposicion urbanística para aprovechar la luz del sol al máximo.

La huella de L E C O R B U S I E R

Ville Turque, de 1917.

Ville Jacquemet, de 1908.

Detalle de Ville Fallet, de 1906.

En la colina de Pouillerel, una zona residencial a las afueras de La-Chaux-deFonds, Le Corbusier entrenó sus cualidades de arquitecto con sus primeras creaciones: las casas Jacquemet y Fallet, que presentan el mismo estilo regionalista. Aunque el legado más singular en su pueblo natal es quizá la Ville Turque, construída con estilo orientalista.

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Vista del lago Neuchâtel desde la terraza de Bain des Dames.

vivían aquí –explica Edmond Charriére, conservador de la casa–, los muebles son originales y están diseñados por él, y las paredes y suelos se han recuperado conservando los mismos colores que él eligió. Se ve la influencia de Oriente en algunos elementos, cómo el añil de los muros del jardín y la disposición de la Chambre d´été, un espacio exterior con una gran privacidad y una vista maravillosa, muy bien protegido del viento y el frío”.

GUIÑOS ART NOUVEAU

NEUCHÂTEL La librería Le Cabinet d’Amateur.

Déjate sorprender por sus contrastes: del azul cristalino del lago que le da nombre a los RINCONES SECRETOS de una librería de viejo La bucólica barra de la Brasserie Parisienne.

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Paseamos hasta el centro del pueblo, rodeando el jardín de la Ville Turque (Doubs, 67), proyectada en 1917 por encargo del industrial relojero Anatole Schwob y última creación de Le Corbusier aquí, y nos dirigimos a comer al Centro de Cultura ABC (Coq, 11), el punto de encuentro de los intelectuales del lugar para comentar las películas de arte y ensayo que se proyectan en la sala contigua. Y como no sólo de teorías vive el hombre, su deliciosa tarta de verduras nos carga las pilas para descubrir otro de los puntos fuertes del pueblo: el Art Nouveau, muy bien conservado en L´Ancien Manége (L´Ancien Manége, 19), unas antiguas caballerizas hoy convertidas en apartamentos, y en algunas cajas de escaleras de edificios aparentemente austeros pero que guardan en su interior auténticas sorpresas. Asómate a las calles Serre 28, Parc 9 bis, Paix 87-91 o Commerce 53, cuyos portales están abiertos para visitar los interiores. ¡Vale la pena! Bajamos hacia la Place du Marché, dónde dos veces por semana hay un simpático mercado al aire libre y pasamos por Numero 9 (Neuve, 9) un multiespacio rompedor con peluquería, bar y tienda de ropa. Los aficionados a los quesos se sentirán en el paraíso en Sterchi (Passage du Centre, 4), una cava donde se afinan y venden los mejores quesos suizos. Aunque si tu debilidad es el dulce, resérvate para merendar en Croissant Show (Versoix, 4) un salón de té a la antigua usanza con una amplísima selección de tés, cafés y chocolates a la taza, vajillas antiguas y modernas para servir unas meriendas que quitan el sentido. Pide el Frangipane, una tarta de crema de chocolate insuperable. Como nos ha quedado hambre de arte, visitamos en su taller al pintor Pascal Bourquin (Progrés, 99 A), la galería de arte contemporáneo Cabinet Le Labyrinthe, dónde hay pinturas de Le Corbusier (6, place du Marché) y la sala permanente que le dedican en el Museo de la Historia (www.mhcdf.ch), y luego vamos a L´ Auberge de Mont Cornu, en una pradera de flores silvestres a cinco minutos del centro, donde saborearemos platos típicos de la zona: fondue de queso o de carne, civet, carne de los Grisones y unas ensaladas buenísimas con verduras y hortalizas recién cogidas de la huerta. Un tren silencioso y moderno

nos lleva por la región de Jura hasta la ciudad universitaria de Neuchâtel, capital del cantón, en una hora. El trayecto nos permite recrearnos en la visión de unos campos perfectos, cuidados como si fueran jardines, con una simetría que parece trazada con tiralíneas. Neuchâtel está a orillas de un lago al que debe su nombre y en el que uno puede bañarse o practicar deportes náuticos. ¿La mejor foto? La harás desde la terraza del restaurante Bain des Dames (www.baindesdames.ch), construido en el siglo XIX para que mujeres y niños tomaran las aguas con comodidad. Además de ser arquitecto y de ejercer con orgullo su papel como agitador cultural del momento, Le Corbusier fue un gran pintor y participó en más de una exposición en la Société des Peintres representando a la sección de Neuchâtel. Paseamos por su centro histórico, del siglo XII y magníficamente conservado, y visitamos la catedral y el castillo, para llegar a Le Grand Four, la panadería más antigua de la villa (Neubourg, 3) famosa por el Paillasse, un crujiente pan trenzado. Enfilamos la rue des Moulins, una bonita calle arbolada y flanqueada por tiendas y cafés a uno y otro lado. El número 21 de esta calle alberga la cava Bauermeister, en la que se venden ricos vinos de la zona y cuyo propietario, un señor corpulento con una imponente barba, es un pianista que deleita a cada visitante con la interpretación de alguna pieza en el piano que preside la estancia. Seguimos camino hasta al número 29, dónde está Nowhere Else, un espacio dedicado a la creatividad contemporánea con complementos, objetos de diseño y esculturas. Nos detenemos en Le Chauffage (Moulins 37), un bar de ambiente alternativo dónde se reúnen los escritores del lugar a beber absenta y degustar sus excelentes tapas. Y antes de entrar en el Museo de Historia del Arte para visitar la colección de autómatas de Jacques Droz, del siglo XVIII, nos damos una vuelta por la librería Le Cabinet d´Amateur (Escalier Château, 2), un rincón sosegado en el que apetece quedarse horas para rastrear ejemplares antiguos y modernos.

ZURICH Recorre las animadas calles del centro medieval para descubrir una de las ciudades con mejor CALIDAD DE VIDA de Europa La floristería Urs Bergmann está en una antigua farmacia.

Hiltl fue el primer restaurante vegetariano de Europa.

La huella de L E C O R B U S I E R

ZURICH, CALIDAD DE VIDA El tren nos conduce hasta Zurich, la ciudad más cara, elegante y moderna de Suiza, motor financiero y cultural del país, dos veces galardonada como la ciudad con mejor calidad de vida de Europa. Aquí, por encargo de su amiga, la coleccionista de arte Heidi Weber, Le Corbusier dejó escrito su testamento arquitectónico en el Pabellón Heidi Weber (Maison de l’homme), construido entre 1963 y 1967 (él no pudo verlo acabado, ya que murió en 1965) a orillas del Lago de Zurich, en el parque Zurichhorn. Convertido en museo testimonial del estilo de Le Corbusier, responde al encargo de la galerista de crear un centro de cultura dónde exponer a sus artistas y permitir que éstos tuvieran un área de trabajo e inspiración. Paseamos hasta el centro medieval de la ciudad, con calles empinadas y llenas de banderas y flores con animados cafés y restaurantes. Visitamos el taller de la 110 TELVA

La Maison de l’homme o Museo Heidi Weber.

Con espacios creados a base de cubos modulares y realizada en hormigón, vidrio y acero, la Maison de l´homme, se alza entre árboles frondosos, siguiendo la máxima del arquitecto de favorecer la relación del hombre con la naturaleza.

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LE COR B USIER

La pastelería Schober es la más famosa de Zurich.

En Suiza es obligatorio probar el chocolate.

LA VILLE DU LAC: En 1924 le Corbusier construyó otra casa para sus padres, a orillas del lago Leman, hoy abierta al público, donde plasmó su teoría de “la casa como una máquina para vivir”, donde pone énfasis no sólo en el componente funcional de la vivienda, sino en la necesidad de ésta como generadora de comodidad, belleza y bienestar. (www.villelelac.ch)

¿Preparas una escapada? Encuéntrala en TELVA.com/EstilodeVida.

Guía viajera ¿Cómo llegar? Swissair (www.swissair.com) vuela a diario desde Barcelona y Madrid a Ginebra y Zurich. Para ir a La-Chaux-de-Fonds, coge un tren desde la estación de Ginebra, el trayecto dura una hora aprox. Para moverte por allí, hay buena conexión en tren: puntualidad suiza. El Swiss Travel Pass Flex, un billete todo en uno, permite viajar sin límites en trenes, autobuses y barcos por todo el país, con total flexibilidad (www.swisstravelsystem.com). Las tarifas varían en función de los días. Pase para 4 días/ 251 francos suizos por persona.

¿Dónde dormir? EN LA-CHAUX-DE-FONDS:  HOTEL LES ENDROITS (Boulevard Les Endroits, 94). En plena naturaleza, muy funcional y a solo cinco minutos del centro. EN ZURICH:  STÖRCHEN ZURICH (Störchengasse, 16. www.storchen.ch). Elegante y muy céntrico.

¿Dónde comer? EN CHAUX-DE-FONDS:  LA CHEMINÉE (Rue de la Charrière, 29). Romántico y con una carta tradicional.  LES ENFANTS TERRIBLES (Rue du

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Ilustración: XIMENA MAIER

Progrès, 63). Toques sofisticados y decoración acogedora. EN NEUCHÂTEL:  HOTEL DU PEYROU (Avenue du Peyrou). El restaurante de este hotel que acaban de renovar está en un edificio espectacular. EN ZURICH:  PAVILLON (Talstr, 1). Carta sofisticada y decoración espectacular.  WIDDER (Renweg, 7). Restaurante de hotel bien puesto y cosmopolita.  SEIN (Schutzengasse, 5). Una estrella Michelin, con opción de bar de tapas.  CAFÉ DU COIN (Marché, 3). Con un confortable rincón de lectura.  BRASSERIE PARISIENNE (Seyon, 9). Te gustará su decoracion art déco.

De compras El nivel de vida es alto y las tiendas caras. Aparte de las relojerías, hay excelentes tiendas de alimentación (chocolaterías, pastelerías, salones de té, bombonerías, charcuterías, delicatessen...) que vale la pena visitar, aunque sólo sea para ver cómo está todo expuesto. Las floristerías y las tiendas de menaje para casa son especialmente recomendables.

escultora Susanna Rüttmann (Schipfe, 27), con sus características figuras femeninas bien entradas en carnes o la sofisticada floristería Urs Bergmann Florist (Marktgasse, 6), una antigua farmacia reconvertida en taller floral. Y recalamos por fin en Schober (Napfgasse, 4), la pastelería más famosa de Zurich. Es una delicia sentarse a observar el ambiente mientras se saborea el Wahe, pastel especialidad de la casa con arándanos y merengue. El Cabaret Voltaire (Spielgasse,1) es parada obligatoria. Fundado en 1916 en la planta superior de un teatro de cuyas serias obras se burlaban las interpretadas en el cabaret, fue aquí dónde nació el Movimiento Dadá y dónde se reunían los artistas adscritos al surrealismo, corriente que venía directamente del dadaísmo. El interior se conserva igual y sigue siendo un punto de encuentro de moda, en el que hay música en vivo, exposiciones, conferencias... Y como la cosa va de históricos, y se acerco la hora de cenar, nos dirigimos a otro hito, el cosmopolita Hiltl (Strandbad Mythenqai, 95): el primer restaurante vegetariano de Europa, abierto en 1898, hoy una referencia mundial.

A ORILLAS DEL MAR Alguien con una trayectoria tan intensa como apasionante no podía tener un final corriente. A Le Corbusier le detectaron una insuficiencia cardiaca a sus setenta y pico años. Los médicos le aconsejaron que no se adentrara en el mar solo, como tenía por costumbre. Enamorado del Mediterráneo se había construído en la Costa Azul una casa diminuta, austera y esencial, en la que pasaba largas temporadas: Le Cabanon (la cabaña). Colgada de las rocas y mecida por los pinos, desde sus ventanas no se veía nada más que el brillante azul del mar. Una mañana de finales de agosto de 1965, se zambulló en el agua. Le gustaba empezar el día nadando. Su cuerpo sin vida fue encontrado en la arena por unos pescadores, tras haber sufrido un infarto que le causó la muerte, T hace ahora justo 50 años.