La realidad en el mundo del juego

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Viveros

La realidad en el mundo del juego

       

 La

realidad en el mundo del juego  

 

Verónica Viveros 1

Resumen

Abstract

La literatura sirve más para la ciencia que la ciencia para a la literatura. Comprender los diversos caminos por los que lleva una obra, es sólo el inicio para entrar en un mundo ajeno que se vuelve propio en el instante en que se comienza a leer una obra. El azar, lo inesperado y la fascinación son algunos de los elementos que forman parte de Una partida de ajedrez, novela de Stefan Zweig, y pretexto para abordar el tema del juego. Las emociones que la actividad lúdica despierta en el jugador son equiparables a las del creador literario: en ellos se rebasa el mundo cotidiano para recrear una realidad alterna en la que imaginación es el único límite.  

The literature is more useful for science than the science one for literature. Understanding the different ways through a literary work conducts us, is only the beginning to enter in a strange world; through the reading we can turn this strange world into ours. The random, the uncertainty, and the fascination are some elements that are present in Chess Game, a novel by Stefan Zweig, and they are the pretext to discuss the subject of the game. The emotions that the play activity wakes up in the player are comparable to those of the literary creator. In both of them is beyond the everyday world to recreate an alternate reality in which imagination is the only limit.

Palabras clave: literatura, realidad, transgresión, juego, ajedrez.  

Keywords: Literature, reality, transgression, game, chess.                                                                                                                           Licenciada en sociología por la Facultad de Estudios Superiores Acatlán- Universidad Nacional Autónoma de México. [email protected] 1

 

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consigue que el creador literario y el artista en

[…] la poesía le da expresión a lo que excede las posibilidades del lenguaje común. Utiliza las palabras para decir lo que trastorna el orden de las palabras. Georges Bataille

general construyan algo que no es perecedero, que es inmortal. Apartarse de la realidad dada por la sociedad en la que envejecen para crear una realidad alterna, propia y atemporal en la que la obra logre en el

La literatura y el creador literario

lector

o

espectador

sensaciones

distintas,

pensamientos que de no haber conocido dicha obra difícilmente se habrían podido experimentar, hace

El tiempo y espacio de las sociedades ejercen

que una obra de arte quede grabada trascendiendo épocas y sociedades, logrando con ello confirmar que los momentos pueden ser distintos, pero las

influencia en todos los ámbitos de sus realidades y la

creaciones de un hombre mortal pueden permanecer

literatura

escritores

a lo largo del tiempo. En otras palabras, al momento

construyen sus obras cargando consigo el peso de un

de crear, el artista se encuentra fuera de sí mismo

pasado y un presente, que si bien no los determina, sí

“[…] está en su obra. Mientras crea, no está en su

los condiciona en su forma de percibir el mundo. No

mundo, en nuestro mundo, sino en el mundo de su

obstante, la mayor virtud en los grandes creadores

obra…” (Zweig, 2010: 20) Es por eso que pretender

clásicos, consistió en haber encontrado y construido

encontrar el sentido de una obra literaria se vuelve

una concepción del mundo que rebasa su propia

un esfuerzo inútil si no se entra al mundo de dicha

condición histórica y social.

obra, pues el sentido de la literatura sólo se consigue

no

es

la

excepción:

los

dentro de esa esfera; y sin embargo, las historias “De todos los misterios del universo, ninguno más

están condicionadas por el entorno de la sociedad

profundo que el de la creación” (Zweig, 2010: 11).

(tiempo y espacio) donde se crearon. ¿Cómo

Con

la

entender que de pronto un mañana Gregor Samsa

conferencia: “El misterio de la creación artística”,

despierte convertido en un bicho? La única

pronunciada en Buenos Aires en 1940. El punto

alternativa es adentrarse a La metamorfosis, el

central, es precisamente el cuestionamiento que hace

mundo que Kafka construyó dentro del mundo

el autor sobre la posibilidad de que con su obra un

natural, es decir, el autor trasciende con sus mundos

hombre trascienda los límites del tiempo y de la

alternos los límites del tiempo y del espacio para

muerte. No vivir sólo el tiempo de la existencia

encontrar los propios, y así separarse del mundo de

propia parece ser la fórmula de la magia que

la vida cotidiana. En la literatura como en otros

estas

palabras,

Stefan

Zweig

inicia

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mundos de fantasía, se ponen entre paréntesis

Con esta explicación Schutz muestra que Don

determinados estratos de la vida cotidiana. Claro está

Quijote se queda por completo en el ámbito del

que sólo son algunos estratos, ya que el autor no

mundo de fantasía en el que ha puesto el acento,

puede ignorar el mundo natural en el que vive.

pues de esa forma niega la posibilidad de que un elemento de la realidad de la vida cotidiana, como

Así, la actividad literaria no es una acción aislada en

son los molinos de viento, contaminen su mundo de

sí misma, sino una suspensión de lo cotidiano en

fantasía y lo obliguen a dejar de lado los paréntesis

donde no hay lugar para enfrentamientos entre

volviendo a conferir su atención a la realidad de la

realidades, la aceptación de los fundamentos de cada

vida cotidiana. Cuando Don Quijote se enfrenta a

una hacen que para el fantaseador, los gigantes sean

otra realidad, construye dentro de su mundo las

verdaderos gigantes y no creaciones imaginarias.

explicaciones necesarias para quedarse en él. Dicho

Siguiendo esta frase que alude al Quijote de la

con otras palabras, el mundo de El Quijote es

Mancha, Schutz realizó un estudio sobre esta obra en

impensable sin caballeros, doncellas y encantadores,

donde explica de gran forma los aspectos de los

pues forman parte de esa realidad que permite

mundos de fantasía:

entender la existencia fantástica que vive El Caballero de la Triste Figura.

Pero Don Quijote no se comporta diferentemente a nosotros: nada es capaz de sacarlo del ámbito del sentido de su mundo de fantasía. No admite que los objetos que toma por gigantes sean molinos de viento en todo momento, y que él simplemente se haya equivocado. De reconocer, claro está, que los objetos son ahora, en este momento, molinos de viento. No discute la realidad de la experiencia actual: fueron las aspas de los molinos de viento las que lo levantaron violentamente de la montura. Sin embargo, la experiencia actual sólo adquiere su sentido en el ámbito del mundo de fantasía. La conmoción que experimenta es física; no lo obliga a desplazar el acento de realidad, sino sólo a encontrar una explicación del suceso adecuada al ámbito de sentido de ese mundo de fantasía específico. Y Don Quijote encuentra dicha explicación: a último momento, su archienemigo, el hechicero, debe haber transformado a los gigantes en molinos de viento, pues no puede dudarse de que antes eran gigantes (Schutz, 2003: 48-49).

Es por eso que Schutz no hablará de “sub-universos de realidad” (como sí lo hace William James), porque suponen jerarquías, él preferirá llamar a estas experiencias “ámbitos finitos de sentido”, a cada uno de los cuales le conferimos el acento de realidad según la situación en la que nos encontremos. Este acento es fundamental para entender la maleabilidad imaginaria del ser humano, su tránsito a universos que pueden considerarse igualmente importantes para él, en donde las limitaciones son únicamente de forma; se pasa de un teatro de la vida a otro sin estar cuestionando los fundamentos de verdad de cada escenario, porque cada uno es verosímil de acuerdo al acento otorgado.

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representa incluso, lo mismo que la transgresión de la ley moral, un peligro. Al ser inorgánica, es irresponsable. Nada pesa sobre ella. Puede decirlo todo. O, más bien, supondría un peligro si no fuera (en conjunto, y en la medida en que es auténtica) la expresión de "aquellos en quienes los valores éticos están más profundamente anclados". Si esto no salta a la vista, es porque el aspecto de revuelta suele ser el que destaca, pero la tarea literaria auténtica no se puede concebir más que en el deseo de comunicación fundamental con el lector (no me refiero aquí a la masa de libros destinada a engañar al gran público) (Bataille, 2000:43-44).

Y es que los seres humanos siempre están en constante creación, en la búsqueda de la expresión de su propia existencia, procurando hacer comprensible lo que no parece serlo. El arte, los mitos, la magia, la religión, los juegos y con ellos la literatura, despliegan

la

imaginación,

son

espacios

de

creatividad donde el hombre crea mundos, construye realidades; Huizinga dirá que la humanidad se crea “un segundo mundo inventado, junto al mundo de la naturaleza” (Huizinga, 2005), como si este último no

La comunicación que el escritor emite al lector –no

fuera también inventado. Pero qué mejor que llamar

sólo con palabras, porque la literatura expresa por

“mundo natural” a lo cotidiano, diferenciándolo de

medio de sensaciones, imágenes y escenarios lo que

otros muchos mundos como el de una novela o un

con ellas no se alcanza a decir– es uno de los puntos

cuento en donde lo natural es poder discernir del

centrales para comprender por qué ciertas obras

mundo de las leyes. El hombre sólo puede inventar y

trascienden épocas y otras no; por qué a pesar de que

recrear su mundo cuando lo transgrede; y la

se realicen al año producciones de miles de libros

literatura es el lugar donde mediante el poder de la

son pocos los que trascienden, los que nos hacen ver

imaginación y, con ella, de la palabra, el ser humano

que la renovación y recreación del mundo aún es

desafía la realidad dada transformándola, negándola,

posible. Regresando a los cuestionamientos de

esto es: transgrediéndola; pues constituye un

Zweig,

actividad a la que le es lícito lo socialmente ilícito,

encantamiento, de qué magia, consigue tal hombre

con ella está implícito transgredir los límites. Así lo

superar los límites del tiempo y de la muerte?”

deja ver Georges Bataille cuando asevera que:

(Zweig, 2010: 13) Bataille menciona un aspecto

él

pregunta:

“¿En

mérito

de

qué

indispensable para lograr este tipo de creaciones: es Únicamente la literatura podía poner al desnudo el mecanismo de la transgresión de la ley (sin transgresión, la ley no tendría finalidad), independientemente de un orden que hay que crear. La literatura no puede asumir la tarea de ordenar la necesidad colectiva. No le interesa concluir: "lo que yo he dicho nos compromete al respeto fundamental de las leyes de la ciudad"; o como hace el cristianismo: "lo que yo he dicho (la tragedia del Evangelio) nos compromete en el camino del Bien" (es decir, de hecho, en el de la razón). La literatura

necesaria “sólo una actitud de niño, un juego gratuito.” 2                                                                                                                     En El creador literario y el fantaseo, Freud apuesta por ver en el fantaseo una continuación del juego. Con esto acepta que el hombre nunca deja de jugar, ya que cuando parece hacerlo, permuta acción “jugar”, por otra de iguales dimensiones: “fantasear”. Pues menciona que “quien conozca la vida anímica del hombre sabe que no hay cosa más difícil para él que la renuncia a un placer que conoció”. Freud menciona que el jugar 2

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Cassirer confirma lo dicho asegurando que: “si la obra de arte no fuera más que el capricho y la locura de un artista, no poseería comunicabilidad universal” (Cassirer, 2006: 218); es decir, en el niño encontramos los elementos de la fantasía que permiten crear realidades alternas, sin esperar nada a cambio más que la satisfacción de conformar una realidad en la que gobierna la imaginación.

fantasías en un nuevo tipo de realidades efectivas que los hombres reconocen como unas copias valiosas de la realidad objetiva misma. Por esa vía se convierte, en cierto modo, realmente en el héroe, el rey, el creador, el mimado de la fortuna que querría ser, sin emprender para ello el enorme desvío que pasa por la alteración real del mundo exterior. Ahora bien, sólo puede alcanzarlo porque los otros hombres sienten la misma insatisfacción que él con esa renuncia real exigida, porque esa insatisfacción que resulta de la sustitución del principio de placer por el principio de realidad constituye a su vez un fragmento de la realidad objetiva misma (Freud, 1988b: 227).

De esta forma, la literatura opera como un medio de

En el mismo sentido, Freud afirmó que todo niño

evasión de lo real para trasladarnos al ámbito de la

que juega se comporta como un poeta, porque se

creación de la obra de cada autor, esto es, que con su

crea un mundo propio donde inserta las cosas del

obra, el artista establece una relación entre su mundo

mundo exterior en el orden que le agradan y le

creado y el mundo en el que vive. O bien, para el

proporcionan ganancia de placer. De esta forma y

psicoanálisis, el fantaseador pasa del principio de la

siguiendo la idea de William James, se tienen dos

realidad al principio del placer que le procura su

modos de abordar al creador literario y a su obra: el

creación literaria. Al respecto, Freud señala:

primero es el del análisis donde los cuestionamientos de cuál es la naturaleza interna tanto de la obra como

El arte logra por un camino peculiar una reconciliación de los dos principios. El artista es originariamente un hombre que se extraña de la realidad porque no puede avenirse a esa renuncia a la satisfacción pulsional que aquella primero le exige, y da libre curso en la vida de la fantasía a sus deseos eróticos y de ambición. Pero él encuentra el camino de regreso desde ese mundo de fantasía a la realidad; lo hace, merced a particulares dotes, plasmando sus

del autor, da lugar al conocimiento de su vida

                                                                                                                    y el fantasear están fundamentados por distintos motivos: el primero está dirigido por deseos de “ser grande y adulto, juega siempre a «ser grande», imita en el juego lo que le ha devenido familiar de la vida de los mayores”. El niño no busca público para quien jugar, pero tampoco oculta su juego. El fantaseador, en cambio, sabe lo que se espera de él “que ya no juegue ni fantasee, sino que actúe en el mundo real”. Para el autor, el hombre esconde sus fantasías o bien porque se avergüenza al pensar que son infantiles –y no es lo que se espera de él–, o porque en ellas tiene lugar lo prohibido, lo no permitido por la realidad de la sociedad (Freud, 1988:127-135).

intersubjetivo que ya existía antes de que naciera y

anímica; mientras que el segundo modo es el de la historia, donde la ocupación primordial es sobre las condiciones en que se produjo la obra y su conexión con otros hechos “externos”. Con este último damos cuenta de que el hombre vive en un mundo seguirá existiendo después de que muera, y es ahí en donde el individuo actúa. La interpretación de este mundo se basa en las experiencias del propio sujeto y en las que son transmitidas por el alter ego. El individuo se encuentra en todo momento, desde su nacimiento, en circunstancias situacionales; es decir,

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cada individuo –según su situación biográfica– se

En el mismo estudio y citando a William James,

sitúa en el mundo natural de vida de manera

Schutz se pregunta ¿en qué circunstancias pensamos

específica, desde donde le corresponde interpretar y

las cosas como reales?, con una teoría acerca de los

construir sus mundos o realidades de acuerdo a sus

diversos órdenes de realidad, el autor dice que la

intereses, motivos, deseos o aspiraciones. Es por eso

distinción entre lo real y lo irreal se basa en que:

que el mundo de vida puede llegar a ser tan diverso como

las

significaciones

que

cada

individuo

construye para trascender dicho mundo, en otras palabras, el mundo natural de la vida cotidiana es un caleidoscopio de experiencias de sentido diferentes

a) Nos es posible pensar de manera diferente un objeto, por eso: b) Podemos elegir qué modo de pensamiento adoptar y cuál desechar.

donde el arte, las fantasías y los juegos representan posibilidades de vida, trasladando a quienes se hacen

Por lo anterior, para Schutz el origen y fuente de

parte de ellos hacia otro universo.

toda realidad es subjetivo y debido a ello, existen varios órdenes de realidad: varios sub-universos. La

Ante esto, observamos que tanto el mundo de vida

literatura es un sub-universo en el que es posible

como el mundo de fantasía, no son ámbitos

fantasear, imaginar y con ello transgredir y recrear el

unificados, sino que hay diversos mundos o sub-

mundo. Los mundos de fantasía se caracterizan por

universos que pueden contradecirse entre sí y,

la libertad de consideración, esto es, que el

paradójicamente también pueden convivir con el

fantaseador puede fantasear lo que quiere, aunque no

mundo de la vida cotidiana. Así, Don Quijote en el

como quiera; pues cualquier cosa que deseamos o

mundo de fantasía no discute que los gigantes sean

imaginamos, siempre está delimitada exteriormente.

gigantes y no molinos de viento; como también las

Al respecto, Bataille menciona:

niñas que juegan a ser mamás saben que lo son en su mundo de juego. Para esto, Schutz cita que Don Quijote menciona una frase que puede resumir el centro del problema de las diferentes experiencias de sentido de las que se ha tratado: “y para concluir con todo, yo imagino que todo lo que digo es así, sin que sobre ni falte nada” (Schutz y Luckmann, 2003: 142).

[…] la emoción poética necesariamente pertenece a hombres de una determinada época: no es más que aquella emoción, que revela transfigura la magia de las palabras. La poesía pone al rojo vivo, encuentra notas agudas y comunica una misma extrañeza perturbadora en el interior de la época. Lo que expresa es parte del movimiento de la historia y la manera en que lo expresa es también una forma que adquiere ese movimiento […] No sólo somos presa de nuestros sentimientos auténticos, sino también de los del pasado cuyos modos de expresión prosiguen agitándose entre nosotros (Bataille, 2008: 35).

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El juego de reyes: los momentos en una partida

seguridad.” (Zweig, 1983: 179). Pese a la desilusión, Zweig encontró en la escritura la mejor forma de plasmar su sentir, tornando como fondo en Una

Pero la literatura no sólo es un ejemplo; es la experimentación escrita de una investigación infinita. Jean Duvignaud

partida de ajedrez, la situación social que vivió el mundo en aquella época. Así, en dicha novela el austriaco desarrolla un caleidoscopio de escenarios

Cada lector busca algo en el poema. Y no es insólito que lo encuentre: ya lo llevaba dentro. Octavio Paz

En medio de una sociedad que vivió las dos grandes guerras mundiales del siglo XX, el juego es el pretexto para que Stefan Zweig proponga una novela donde muestra a la sociedad –tal como la concibe Durkheim y el Colegio de Sociología– como exterior al individuo pero al mismo tiempo constitutiva de él, es decir, individuos que se relacionan con su entorno, con situaciones, con otros individuos y con las propias condiciones históricas, sociales e interiores que cada uno experimenta y con los que construye sus escenarios, sus mundos. Autodenominado como un pacifista, Stefan Zweig es un escritor que deja ver parte de su vida a lo largo de sus obras. El contexto histórico que vivió como austriaco durante la Primera Guerra Mundial, lo llevó a añorar el pasado, debido a la desilusión que le causaba su presente: la guerra. “Había vuelto la claridad del día, se veía a dónde se iba una vez más, creíamos que la guerra había sido superada. ¡Necios, necios incurables éramos y habíamos sido siempre! Mas esa ilusión engañosa nos brindó, pese a todo, una década de trabajo, de esperanza y hasta de

que trasladan al lector de un viaje en barco a un tablero de ajedrez, de ahí pasando por la Austria de la Primera Guerra Mundial llegamos a un cuarto donde sólo la imaginación despoja a la nada que prevalece para al final volver a aterrizar –si esto es posible– en el tablero del ajedrez. De ese modo, a pesar de una sociedad en cambio y guerra que ocupada en una ideología abrumadora, olvidaba la diversidad de la experiencia tanto colectiva como individual, surgen obras que sólo ciertas personas o genios pueden contar. Es por medio de un juego de ajedrez que Zweig abre la posibilidad de vivir a través de un libro, pese a no conocer el espacio físico que el autor describe, la narración

nos

traslada

al

lugar

donde

las

contradicciones y lo que la sociedad determinada señala como imposible –por ejemplo jugar contra sí mismo– son parte indispensable de la inagotable imaginación humana que para crear su mundo se sirve de pensarlo, de desafiarlo, de transgredirlo. Teniendo como principal pretexto un juego, Zweig muestra lo que la fascinación por el “juego de reyes” puede desembocar. Apartados del azar que reina en

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muchos otros juegos, el ajedrez demanda de sus

de jugador que vive en y para el juego. Analizando el

jugadores determinada habilidad intelectual, esta

juego del ajedrez, Bruno Bettelheim afirma que:

idea parece ser incuestionable, hasta que el autor propone lo contrario: tres jugadores, completamente distintos el uno del otro, que viven el juego de distinta forma, pero que al final tienen en común un mundo: el del tablero de ajedrez, con sus jugadas y movimientos, cada cual con su forma y motivos para

el ajedrez es quizá el más notable ejemplo conocido de juego puro de la mente. Un maestro del ajedrez, Richard Reti, ha llegado al extremo de sugerir que el ajedrez simboliza la victoria de la mente sobre la materia porque suele ser necesario sacrificar piezas (renunciar a la materia) con el fin de ejecutar con éxito un designio superior (Bettelheim, 1992:329).

jugar. La pasión por el juego deja ver a lo largo en

En su novela, Zweig narra la vida de un hombre cuya

dicha novela:

historia no se apega a los cánones que un juego como el ajedrez demanda. Se dice que este juego es

[…] es inútil “hacer razonar” a un jugador, pero es igualmente inútil explicar la actividad lúdica mediante la psicología del jugador. Este es arrastrado por una fluencia que no domina y que, en la trama de la vivencia social, inviste por medio de su persona una corriente de precesión y de espera catastrófica. Espera de una “nueva mano” o de una “reanudación del juego” de las que las cartas o los dados sólo dan una imagen pobre y, por decirlo así, domesticada por las reglas (Duvignaud, 1997b:129).

La vida en un tablero: Czentovic, el hombre con una protuberancia ajedrecística El juego no se reduce a los juegos, afirma Duvignaud; ya que la fascinación por él conduce a los individuos a formular un espacio propio, un mundo donde es posible modificar lo construido por el exterior. Aunado a ello, el juego puede dotar de sentido la vida de un individuo al punto de devorarlo y hacerlo presa de él. Mirko Czentovic, es ese tipo

el más intelectual y que exige de sus jugadores mucha agilidad mental. Y a pesar de ello, Czentovic era desde niño, una persona apática que se mostraba indiferente a lo que ocurría a su alrededor, “sus dotes intelectuales no parecían darle para mucho”, no era capaz de retener nada en su mente: Carecía en absoluto de la facultad de proyectar el tablero de ajedrez sobre el campo ilimitado de la fantasía. Necesitaba tener a la vista siempre el tablero, palpablemente, con sus sesenta y cuatro escaques blancos y negros, y las treinta y dos piezas; […] revelaba una ausencia de fuerza imaginativa (Zweig, 2009: 19).

Y pese a todo, con sólo mirar un tablero, Mirko era capaz de ganar todas las partidas sin importar el contrincante, hasta llegar a convertirse en el afamado campeón mundial de ajedrez. El simple hecho de jugar constituía para quienes lo conocían desde pequeño, un milagro: aquel joven “avaro de palabras”, había encontrado un lenguaje propio en el que se desarrolló como el mejor: el lenguaje del

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ajedrez. La fascinación por el juego más que por la propia vida personal, concede a los individuos un

El jugador común y el espectador: McConnor

privilegio momentáneo: modificar el curso de las cosas, por lo menos dentro del campo del juego y de

La obra de arte ocurre en dos ocasiones: primero en

la indeterminación. Czentovic movía su mundo

la mente del autor y luego en la del espectador. Y en

cuando deslizaba cada una de las piezas: “las razones

el juego como espectáculo sucede lo mismo. En la

del juego para Czentovic son muy increíbles, no es

historia de Zweig hay un personaje distinto pero

común que un individuo juegue de tal manera. No

igual de interesante que los dos protagonistas, se

puede memorizar ninguna jugada, regla primordial

trata de McConnor, un aficionado al ajedrez de esos

en el ajedrez– y sin embargo es el campeón mundial”

que es muy común encontrar y que, sin embargo, es

(Zweig, 2009).

muy difícil de comprender, intentarlo siquiera llevaría a una investigación infinita, que por mucho

Zweig llegó a suponer que en ese tipo de hombres,

tiempo la filosofía, la antropología, la psicología y la

de genios, debe existir en su cerebro alguna “especie

sociología han llevado a cabo.

de

músculo

del

ajedrez,

una

protuberancia Como aficionado, McConnor pasa de ser el jugador

ajedrecística.”

de ajedrez –sin las aptitudes extraordinarias de Así describe Zweig las razones por las que ese

Czentovic o del doctor B.– con más voluntad que

misterioso hombre llamó tanto su atención hasta el

estrategia, al espectador: el fanático del juego, aquel

punto de tener como propósito durante el viaje

que disfruta y vive el juego de otros como propio. Y

estudiar

a pesar de ello y debido a su historia como exitoso

a

“aquel

espécimen

singular

de

unilateralidad”:

la

ingeniero, el escocés se resistía a aceptar las derrotas. Persuadido por sus ideas de superioridad,

[…] cuanto más se limita un individuo, tanto más cerca se halla, por otra parte, del infinito; dado que esos seres aparentemente distantes del mundo, se construyen, cada cual en su materia y a la manera de los termites, una extraña síntesis del mundo, absolutamente sin igual (Zweig, 2009: 22).

McConnor fue la víctima perfecta para el juego de Zweig, –que tenía como propósito atraer a su mesa al campeón mundial– pues sólo a un hombre como él, le era imposible soportar la tentación de ver a alguien jugando y no proponerle una partida. Esto se explica porque el juego es mucho más que sólo un juego, es un acto en el cual el individuo se libera de las ataduras que le trae el vivir en sociedad, pero al

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mismo tiempo, el juego lo lleva a los límites que van

perdida, es la posibilidad de que algo impensable

más allá de su voluntad y que lo hacen presa de una

pase y pueda cambiar con ello la historia de esa

partida más.

partida. “Lo imprevisible atrae y trastorna a quien le pide recordarle que todo puede cambiar en cualquier

La fascinación por el juego es la manifestación de

instante y que la configuración del mundo estable en

que la razón no gobierna al ser humano, pues hay

que vive puede ser sacudida e incluso rota por el azar

hechos que van más allá de la búsqueda de un bien

del que la ruleta no es sino un pretexto.”

material, la fuerza que arrastra a un personaje como

(Duvignaud, 1997a: 66) Así, lo imprevisible ocurre

McConnor a querer jugar contra un campeón

en el tiempo de la espera, en lo que aún no es, de lo

mundial por el hecho de serlo, es un ejemplo de ello.

todavía no vivido; desencadena la fascinación del

Así describe Zweig su reacción después de hacer del

jugador por el inicio del juego y por saber que éste

conocimiento

puede desarrollarse de una forma diferente a la que

del

escocés

que

Czentovic

se

encontraba a bordo del barco:

comúnmente se pronostica. Saber que con un poco de suerte es posible jugar contra el campeón del

Descubrí con desasosiego, en sus ojos, la vibración de la pasión indómita que, por lo común, sólo ataca a la gente frente a la mesa de ruleta cuando a la sexta o séptima jugada, para las cuales cada vez se ha doblado la apuesta, no aparece el color esperado. En ese instante comprendí que ese fanático jugaría contra Czentovic, aunque le costara toda su fortuna, que jugaría y volvería a jugar a simple y a doble hasta ganar siquiera una sola partida. A condición de que no se cansase, Czentovic había encontrado en McConnor una mina de oro de la que, hasta la llegada a Buenos Aires, podía extraer unos cuantos miles de dólares (Zweig, 2009: 37).

mundo, y con otro tanto ganarle, es la fuerza que mueve a McConnor, y la cual transforma su actitud frente al juego que establecía con un hombre común: “se excitó enseguida, se olvido de nuestro juego, y su amor propio empezó, como quien dice, a latir de una manera audible”. Olvidarse de un juego inconcluso para comenzar otro de mayor exigencia, pero con el cual se pueden rebasar los límites del propio juego, es la actitud que toma el ingeniero escocés.

Claro está que a McConnor no le interesa la ganancia económica que pueda obtener del juego, de hecho ni

Quien haya experimentado el placer que se

siquiera le importa ganar la partida, lo que a él le

desprende del sólo hecho de jugar, conoce entonces

atrae hasta el punto de pagar por jugar, es que el

la satisfacción que proporciona saber que se puede

campeón mundial se siente frente a él para compartir

vencer al contrincante, pero aún más: si se pierde,

el tablero. El juego ofrece al jugador un estado que

tener la oportunidad de una partida más.

lo lleva a pensar que en cualquier momento todo puede pasar. Acá no importa la ganancia o la

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El Doctor B. y la intoxicación ajedrecística

se convirtió en el pretexto para entrar a esa realidad construida por otros pero que lo llevaba a un estado de satisfacción evadiendo la otra realidad, la del

Todo el que alguna vez ha sufrido una manía se halla en peligro constante… y el que ha sufrido una intoxicación ajedrecística…, aunque luego se haya curado…, hará mejor en no acercarse a ningún tablero… Stefan Zweig

La nada no podía ser mejor ilustrada que con la historia del Dr. B.: en un encierro que aparentemente resultaba más sutil que las torturas físicas. Contrario a lo que Huizinga afirma de que el juego es una actividad voluntaria y libre, Zweig retrata una situación diferente: aquella en la que el jugador lo es sin desearlo de antemano, pues a pesar de que cuando el doctor B. vio que el libro que tanto le costó conseguir, era un compendio de ciento cincuenta partidas de campeones de ajedrez, quiso resistirse; las condiciones de aislamiento en las que se encontraba lo indujeron a jugar y a hacerse presa ya no de una habitación, sino de un juego que no lo dejó ni dormido ni despierto: “ninguna cosa del mundo ejerce tanta presión sobre el alma humana como la nada.” Y esa presión encauzó al Dr. B. a ser lo que comúnmente se reconoce como un “buen” jugador de ajedrez, es decir, un estudioso de cada partida, aquel que sabe prever el movimiento que sigue. Pero al mismo tiempo, lo condujo a los límites del mundo del juego donde la locura y lo mortífero tienen lugar. Ese libro

mundo natural de vida que le ofrecía nada, literalmente. La paradoja del juego: su inutilidad, permitió al Dr. B. anular la nada, ocuparse de algo sin sentido que, sin embargo, le proporcionaba una alternativa frente a la aplastante monotonía de su soledad. “El ser aislado se pierde en algo distinto a él. Poco importa la representación que demos de esa ‘otra cosa’. Es siempre una realidad que trasciende los límites comunes”

(Bataille,

2000:

45).

La

realidad

insoportable lo había llevado a entrar a un mundo alterno: el mundo de las ciento cincuenta partidas de ajedrez, aquella que algunos expertos habían inventado y cuya reconstrucción de cada partida lo relegaba personalmente, es decir, al Dr. B. no le importaba si ganaban las blancas o las negras, después de todo quienes se enfrentaban eran los creadores de dichas jugadas. Él disfrutaba como espectador, como aquel que reconstruye y goza con el hecho de leer una novela que no es suya. […] el atractivo del ajedrez descansa únicamente en el hecho de que su estrategia se desarrolla de distinto modo en dos cerebros; que en esa guerra espiritual, el negro ignora las maniobras e intenciones del blanco, aunque trata continuamente de adivinarlas y malbaratarlas, mientras que el blanco, a su vez, procura adelantarse y frustrar los propósitos inconfesos del negro. Ahora bien, si el negro y el blanco quedaran representados por una y la misma persona, se produciría la contradictoria situación de

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Viveros

La realidad en el mundo del juego

que un cerebro debería al mismo tiempo saber algo e ignorarlo. […] querer jugar contra sí mismo significa, pues, en materia de ajedrez, igual paradoja que saltar sobre la propia sombra (Zweig, 2009:75-76).

El juego necesita tiempo y espacio. En su estudio sobre el juego, Johan Huizinga equipara el juego con lo sagrado, estableciendo que el campo en el que se desenvuelven está marcado de antemano: El estadio, la mesa de juego, el círculo mágico, el templo, la escena, la pantalla, el estrado judicial, son todos ellos, por la forma y la función, campos o lugares de juego; es decir, terreno consagrado, dominio santo, cercado, separado, en los que rigen determinadas reglas. Son mundos temporarios dentro del mundo habitual, que sirven para la ejecución de una acción que se consuma en sí misma (Huizinga, 2005: 23).

enfermo de intoxicación ajedrecística lo podría hacer. […] debía diseñar por adelantado todas las situaciones que iban a resultar y combinarlas, por así decirlo, con dos cerebros, con el cerebro blanco y el cerebro negro. […] a partir del momento en que procuraba jugar contra mí mismo, empecé inconscientemente a provocarme. Cada uno de mis dos ‘yo’, el blanco y el negro, debían competir uno contra el otro, y cada uno de ellos adquiría por su parte una ambición, un afán de ganar, de vence; como yo negro me ponía nervioso después de cada jugada, ansioso de saber que haría ahora el yo blanco. […] Apenas mi yo blanco había movido una pieza, mi yo negro avanzaba febrilmente; apenas terminaba mi partida, me retaba a la siguiente, puesto que cada vez uno de mis dos yo ajedrecistas había quedado vencido, pidiendo el desquite (Zweig, 2009: 80).

Así, la imaginación es el medio que permite al

Estos campos o lugares de juego se construyen

individuo penetrar la realidad, y constituir un nuevo

utilizando los elementos inagotables que ofrece la

mundo,

imaginación, que es el único lugar en donde un

características como la ambigüedad, el caos y más

fantaseador puede encontrar sus propios límites. Así,

aún las contradicciones que en el juego también

el tablero de ajedrez bien puede ser una colcha con

tienen lugar:

donde

ambos

comparten

varias

estampado a cuadros o un tablero que únicamente encuentre lugar en la imaginación del jugador. De esta forma el Dr. B. recurriendo y explotando el poder de su imaginación, mostró que en un juego que necesita de reglas bien establecidas también es posible transgredir y romper sus propias leyes: más que de dos jugadores, el juego del ajedrez necesita de dos actitudes frente a él, tarea compleja, podría decirse que casi imposible cuando esas dos actitudes las representa una misma persona. Sólo un individuo

El mundo fantástico es signo de una capacidad humana de creación sin mengua. En él impera su arbitrio; no existe, en principio, nada “prohibido”. Si bien la fantasía puede devenir –por su naturaleza- en la realización sublime del deseo humano de poder, también puede convertirse en la propuesta ejemplificante de una realidad hoy sólo posible, pero que puede llegar a ser, como lo muestra gran parte de la ciencia ficción. En un sentido peculiar, el mundo fantástico puede convertirse en el arquetipo para una realidad posible. En esta circunstancia la fantasía en cuanto imaginación potenciada es la mediadora entre lo irreal y lo real, entre el futuro y el presente, entre lo actual y lo virtual (Lapoujade, 1988: 146).

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Viveros

La realidad en el mundo del juego

El mundo fantástico ofrece una opción frente al

síntomas eran notables, una agitación de tal

mundo cotidiano, es un mundo creado por el propio

magnitud no era normal, su cuerpo temblaba y su

individuo, sí con su historia y su vida en sociedad,

boca

pero también con esa subjetividad que lo hace único

ajedrecística. El doctor B. se había olvidado de

“se convierte en el Dios de su mundo fantástico.”

Czentovic y de todos los demás espectadores, “el

El ajedrez es esencialmente un juego de guerra, dice

juego desocializa” (Duvignaud, 1997a:67), establece

con razón Bettelheim, frente al campo de juego los

Duvignaud, en la medida en que el jugador es

dos hombres se convierten en enemigos que quieren

absorbido por él, y con ello rompe con el orden que

destruirse uno al otro. Así, durante un juego y frente

la sociedad suscita, el juego es “un desorden

al tablero estuvieron compitiendo dos hombres que

histérico contra toda regularidad”. “En el juego de

tenían historias de vida diametralmente opuestas, y a

ajedrez, […] quien intenta seguir sus planes sin

quienes la pasión por el juego los había hecho

prestar atención a las contrajugadas de su adversario

coincidir. Dos personalidades distintas y por

no tardará en ser derrotado

se

secaba;

el

diagnostico:

intoxicación

consecuencia, dos formas de jugar: uno, el Dr. B., jugando parecía un niño que se apasiona y se deleita con su juego, aquel que no se esfuerza porque en el fondo sabe que es un juego, inútil si se quiere, pero

[…] En el ajedrez pronto resulta obvio que es un error tratar de seguir tu plan sin reflexionar con la mayor seriedad sobre el plan del contrincante y sobre todas sus reacciones ante tus jugadas (Bettelheim, 1992: 18).

con la suficiente fuerza para hacer enfermar otra vez. El otro, el campeón del mundo, tomaba al juego como la actividad más seria en que podía

Reflexiones finales

desarrollarse, era una guerra en la que su experiencia y a la vez su espontaneidad eran sus mejores armas;

Si seguimos las obras de Stefan Zweig, podremos

pensaba tanto en mover una pieza como quien

darnos cuenta que cada una es consecuencia de sus

reflexiona para tomar una decisión que marcara el

propias experiencias adornadas con la magia de sus

curso de su vida. Al final, el ganador resultó ser el

palabras y narraciones que atrapan al lector hasta el

Dr. B., pero es bien sabido que quien pierde una

final. En Una partida de ajedrez, el autor retrata a

partida de ajedrez siempre tendrá la oportunidad de

sus protagonistas dotándolos de características

pedir un juego más. Así, después de perder contra el

propias de personajes de cuento, y sin embargo

Dr. B., Czentovic pregunta: – ¿Otra partida?, –Desde

también deja que ellos sean más humanos, qué mejor

luego– contestó el doctor B., quien para ese

tema que un juego para recordar que la realidad

momento

supera siempre la ficción y que las posibilidades de

estaba

nuevamente

contagiado,

los

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Viveros

La realidad en el mundo del juego

ser, sentir y vivir son tan infinitas como la especie

Bibliografía

humana. Por ello se puede asegurar –siguiendo a Cassirer– que con la literatura el hombre no simula la realidad sino que descubre una parte de ella: una manera de concebirla. La literatura como las artes revela este mundo creando otro.

Bataille, G. (2008), La felicidad, el erotismo y la literatura. Ensayos 1944-1961, Buenos Aires: Adriana Hidalgo Editora. Bettelheim, B. (1992), No hay padres perfectos: el arte de educar a los hijos sin angustias ni complejos, México: Grijalbo. Cassirer, E. (2006), Antropología filosófica, México: FCE.

La literatura retrata momentos históricos y sociales.

Duvignaud, J. (1997a), El juego del juego, Colombia: FCE.

Por su universalidad, es un vehículo no sólo para

------------ (1997b), El sacrificio inútil, México: FCE.

ejemplificar una época, sino para anclarla hacia los

Freud, S. (1988a), “El creador literario y el fantaseo”, en Obras Completas t. IX, Buenos Aires: Amorrortu.

hechos del presente. Así, la literatura abre horizontes a las ciencias y les propone vías distintas que, aprisionadas por los límites de la objetividad y la coherencia no hubieran podido descubrir. Y sin embargo Octavio Paz nos recuerda que “la retórica, la estilística, la sociología, la psicología y el resto de las disciplinas literarias son imprescindibles si

------------ (1988b), “Formulaciones sobre los dos principios del acaecer psíquico”, en Obras completas, t. XII, Buenos Aires: Amorrortu. Huizinga, J. (2005), Homo ludens, Madrid: Alianza. Lapoujade, M. N. (1988), Filosofía de la imaginación, México: Siglo XXI.

queremos estudiar una obra, pero nada pueden

Schutz, A. y T. Luckmann (2003), Las estructuras del mundo de la vida, Buenos Aires: Amorrortu.

decirnos acerca de su naturaleza última” (Paz, 2008:

Paz, O. (2008), El arco y la lira, México: FCE.

15).

Zweig, S. (1983), El mundo de ayer, México: Porrúa.

Finalmente, sólo resta una invitación: creer en la literatura

no

como

apuesta

por

una

verdad

inalcanzable, sino como una forma de conocer el mundo, no para evadir la realidad sino para acercarse por otros medios a ella.

------------ (2009), Una partida de ajedrez, México: Tomo. ------------ (2010), El misterio de la creación artística, Madrid: Sequitur.

Referencias electrónicas Bataille, G. (2000), La literatura y el mal, www.elaleph.com

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